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—De todo lo absurdo, imprudente… —rugió Severus, rociando gotas de saliva sobre el blanco de su ira.

Harry estaba intentando, en vano, pasar del suelo a una postura reclinada contra la húmeda pared. Su cuerpo respondía lentamente después de la ronda final de Cruciatus, pero sus ojos estaban llenos de urgencia, recuperando el foco con admirable velocidad.

—¡Coja a Kingsley y váyase, deprisa! —insistió Harry, terminando con una húmeda tos. Se secó la boca con el dorso de su mano.

Snape se agachó hasta el nivel de los ojos de Harry.

—¿Su estupidez no tiene fin?

Harry se levantó un poco más, pero le falló su codo. Entrecerró los ojos hacia Snape, deseando que el hombre se callara y escapara mientras tuviera la oportunidad.

—Voldemort estuvo de acuerdo con el canje, usted y Shacklebolt por mí. Váyanse, por favor. Estaré bien.

Snape armó una sonrisa torcida.

—Encerrado en una celda y tosiendo sangre, sí, ya veo cómo podría confundirlo con unas agradables vacaciones.

Los ojos de Harry recorrieron la mancha roja en el dorso de su mano, y le arrastró una nueva oleada de náuseas.

—Gríteme cuando vuelva con ayuda.

Snape soltó palabrotas y cruzó con rapidez al otro lado de la celda. Volvió a aparecer arrastrando algo grande y oscuro por el suelo.

—Potter, le presento a Shacklebolt.

El cuerpo sin vida de Kingsley se desplomó sobre el suelo y Harry se atragantó con el polvo que subía en espiral alrededor de él. Caminó arrastrando los pies y apretó dos dedos debajo de la mandíbula del auror.

—Está muerto —dijo Harry casi en un susurro. Se puso boca arriba otra vez, una mano descansando aún sobre Shacklebolt, como si intentara protegerle todavía.

—Mucho. Qué valiente por su parte canjear su vida por dos hombres muertos. Confío en que tenga un plan, ¿quizá algo involucrando a Weasley saltando detrás con una máscara y gritando “¡Sorpresa!” al Señor Tenebroso?

Harry ignoró la provocación, y apartó su cabeza.

—Estaba oscuro en la esquina, creía que estaba herido… o durmiendo.

—¿Y no conoce hechizos para iluminar esquinas oscuras o encontrar calor corporal? ¿Supongo que la suya es una licencia de auror honorario?

—La carta decía que abandonara mi varita, o ustedes dos serían… —fue apagándose y luego empezó otra vez, su voz mucho más baja—. Y hay alguna clase de barrera aquí, la siento. La magia sin varita no funcion…

—¿Qué carta? —gruñó Snape, levantando de un tirón a Harry unos centímetros por la parte delantera de su capa de auror.

Harry dio un grito ahogado de dolor por el repentino movimiento, pero se encontró con el desafío en los ojos que miraban fijamente los suyos.

—¿Qué quería decir, dos hombres muertos? Ay —Snape le dejó caer al suelo. Harry se frotó la mejilla. Estaba rasguñado y magullado por haber sido arrojado dentro de la celda.

Snape dio un manotazo a la mano de Harry fuera del camino y cogió la hinchada mandíbula entre su pulgar e índice, examinando lo mejor que podía en la débil luz.

—Después. Cuénteme sobre la nota.

Harry apartó su cara del frío agarre, haciendo un gesto de dolor por el esfuerzo. El hombre olía a sangre y mugre. El estomago de Harry se retorció con repugnancia.

—Es el motivo por el que vine. El Ministro suspendió la búsqueda de Kingsley y suya después de unas semanas sin datos. Me opuse a él, pero dijo que necesitábamos “retirarnos antes de perder más” y “enfocar nuestras energías en otras partes”. Pero luego recibí una lechuza la noche anterior, después del ataque de dementores en el Ministerio.

—¿De parte de quién?

Harry apretó la palma de una mano contra su frente y cerró sus ojos momentáneamente pensando.

—Colagusano, creo. Decía que usted y Kingsley estaban vivos y cautivos, pero Voldemort haría irse a los dementores del ministerio y ponerles a ambos en libertad si me quedaba en su lugar, así que estuve de acuerdo.

—¿Se retiraron los dementores?

—Sí, esta mañana. Se han puesto en libertad a todos los rehenes, que yo sepa.

—¿Cuántos?

—Pues —Harry cerró sus ojos otra vez y dejó que su cabeza descansara contra la pared. Su fuerza estaba malográndose lentamente—. No lo sé con exactitud… ¿trescientos? Algo así. El ministro tiene todos los docu… —sus palabras se hicieron más lentas mientras su barbilla se hundía en su pecho.

Snape empujó suavemente y con insistencia sus pies contra el lado de la rodilla de Harry.

—¡Despierte, Potter!

—¿Qué? Ah, perdone —su cabeza subió otra vez—. Espere. ¿Por qué no está…? No le deja irse, ¿verdad? —Harry se pasó una mano sucia sobre los ojos. Se estremeció entre respiraciones, el frío suelo y la postconmoción de las maldiciones recientes que se vengaban en su maltrecho cuerpo.

Snape resopló con disgusto, levantó con facilidad a Harry en sus brazos, y luego le depositó torpemente en un catre que Harry, a través de sus temblores, razonó que debía de haber pertenecido a Kingsley hasta hacía unos momentos.

Catalogó su entorno lo mejor que pudo: dos catres, uno a cada lado de la celda, inodoro y fregadero entre las camas de la pared trasera, y una puerta con barrotes al otro lado del inodoro. La única luz estaba brillando en algún lugar detrás de la puerta, cortando la celda en polvorientos haces de luz.

Su compañero de habitación paseaba.

—Tres vidas. Un canje justo por trescientos, aunque podían haber sido sólo dos si no fuera tan crédulo. Desperdició innecesariamente…

Snape hizo una pausa a medio sermón, interrumpido por carcajadas silenciosas desde el cuerpo acurrucado sobre la cama.

—¿Qué puede ser posiblemente divertido?

Harry tiró de su capa apretándose más a su alrededor mientras la luz se atenuaba.

—Hermione. Una vez dijo que solía gustarme eso de “salvar a la gente”. Seguro que está en alguna parte gritándome ahora mismo.

Y con aquello, Harry fue arrastrado a la cálida oscuridad y a las maldiciones masculladas de Snape en la distancia.

 

~*~

 

Harry abrió sus ojos a la casi total oscuridad y los sonidos de débiles quejidos provenientes del lado de Snape de la celda. Estiró sus doloridos músculos, pero se quedó como estaba en el catre. Los gemidos pararon, pero unos gruñidos apenas perceptibles los reemplazaron. El corazón de Harry se aceleró sin su permiso.

Entrecerró los ojos en la oscuridad que rodeaba la cama de Snape.

—¿Se encuentra bien?

—No. Duerma —gruñó Snape, volviendo su espalda hacia Harry.

—No puedo dormir cuando usted está… parece como si estuviera herido.

—No es asunto suyo.

Harry estuvo callado durante un rato, y casi había vuelto a quedarse dormido cuando los ruidos de dolor empezaron otra vez. Se dio la vuelta y se arrastró con cuidado hasta una postura sentada.

—Quizá si caminara un poco, o comiera algo. No ha comido nada… —Harry dejó su cama y dio unos tambaleantes pasos.

—¡No se acerque, Potter!

—Vale —dijo Harry sombríamente, y se sentó con fuerza sobre su catre. La armazón de madera gruñó en protesta—. Siento tanto interrumpir su sufrimiento privado —gruñó él también, y volvió a acomodarse contra su colchón. Apestaba a numerosas cosas a las que Harry no quería darles nombre.

Snape soltó una sarta de maldiciones y se dio la vuelta para encararse a Harry. Sus ojos estaban brillando, abriendo camino directamente hacia Harry a través de la negrura de la habitación.

Harry aspiró bruscamente.

Había una insinuación de algo peligroso en el tono de Snape cuando por fin habló.

—¿No se ha preguntado por qué no se le ha dado audiencia con el Señor Tenebroso desde su llegada hace una semana?

—P… pensaba que debía estar esperando hasta que mis fuerzas… —lentamente se sentó otra vez. El brillo plateado de los ojos de Snape se convirtió en un rojo profundo—. Sus ojos…

—Sí, según Kingsley, se vuelven brillantes sin cesar, volviéndose de un vívido rojo justo antes…

Harry no pudo detener el escalofrío que se deslizaba lentamente sobre sus hombros y por su cuello como dedos de hielo, ni pudo apartar su mirada fija de los brillantes ojos que estaban fijos en los suyos. Tartamudeó de forma involuntaria.

—Es… es un…

—Sí, Potter, lo soy —le ofreció Snape, sin emoción—. Debe ser por eso por lo que no como, por qué fue estúpido por su parte ser engañado por aquella carta, por qué maté a Shacklebolt el día antes de su intento de rescate, y por qué ahora estoy muerto de hambre… otra vez.

Harry se sentó en silencio durante un rato, digiriendo la información a través del pánico que le subía lentamente por el pecho, apretándolo mientras ascendía. Su comprensión se reveló en voz baja, como si hablara consigo mismo.

—Voldemort hizo que le convirtieran, y luego le volvió a arrojar a la misma celda con Kingsley porque… Quiere que me mate usted —concluyó, levantando su cabeza a tiempo para ver a Snape apartar la suya.

—Cinco puntos. Ahora, déjeme morir en paz.

Harry se puso de pie, ignorando del gruñido de advertencia.

—¿Qué? ¡No! —su voz se suavizó—. ¿Por qué usted no… lo hizo, morderme?

—Su vida es más valiosa que la mía, y si muere antes del gran rescate que estoy seguro se está planeando, no podría terminar su tarea.

—Nadie sabe que estoy aquí.

—Ah, vendrán, Potter. Finalmente. Kingsley y yo somos prescindibles, pero usted es un vínculo sin el cual no pueden estar.

Harry ignoró el comentario, sus pensamientos aún en los gemidos anteriores de Snape.

—Puedo ayudarle.

—Ya no tengo remedio, y ya ha demostrado que su “talento para salvar” tiene límites. Se acabó esta conversación, Potter.

Harry dejó que el silencio se alargara entre ellos, pero su mente no dejaba descansar el problema.

—¿Cuánto tiempo luchó contra su hambre, quiero decir, antes de que Kingsley…

La contestación fue lenta en llegar, y tan en voz baja que Harry tuvo que inclinarse hacia delante para escucharla.

—Dos semanas, dele un día o dos.

—Si envían un equipo de rescate, no hay motivo por el que no podamos estar preparados cuando…

—Buenas noches, Potter.

—¡No! —caminó hacia el centro de la habitación, ignorando los ruidos de gruñidos, extendió su brazo y bajó su voz en un susurro—. Puede alimentarse de mí.

Snape pegó un manotazo a la mano ofrecida.

—Apártela.

Harry se agachó delante de él.

—Traen comida suficiente para mantener mis fuerzas, y no ha habido más maldiciones o maleficios. Ambos podemos sobrevivir a esto.

El silencio que siguió fue casi ensordecedor. Después de una extensión demasiado larga, la respuesta de Snape flotó hacia donde Harry se había hecho un ovillo una vez más.

—¿Qué le hace pensar que quiero sobrevivir?

—Porque usted quiere verle muerto tanto como yo —llegó la rápida respuesta.

—Su plan podría matarnos a ambos antes de que sea posible cualquier rescate.

Harry asintió en la oscuridad.

—Cierto, pero ya que se está muriendo de todas maneras, ¿qué tiene que perder?

 

~*~

Esperaron hasta la siguiente noche, dándose tiempo para que se les ocurriera la mejor forma de proceder. El plan era esperar hasta que los guardias hubieran apagado las luces y se fueran a pasar la noche. Una vez estuviera seguro de que se habían ido, Harry cruzaría la habitación. Sabía qué pasaría, había estado de acuerdo en todo, pero los brillantes ojos de Snape siguiendo cada movimiento suyo le enervaban.

—No hay promesas de éxtasis, Potter. Imagino que esto va a ser doloroso.

—Ya lo sé —susurró, inclinándose hacia el catre para localizar un lugar para sentarse. Snape le cogió la mano y le guió—. Gracias.

Snape dio un resoplido entre dientes.

—Es demasiado educado con alguien que está preparado para rasgar su carne —gruñó, la voz espesa con algo que Harry no podía identificar. Se puso tenso mientras la mano de Snape apretaba la suya—. Disculpe. Su olor así de cerca es casi demasiado para…

—Ya lo sé, perdone.

—Siempre tan caballeroso. Eso no era lo que quise decir, Potter —un dedo puntiagudo se hundió en la garganta de Harry, haciendo una pausa en el lugar donde el pulso era más fuerte—. Puedo oler su sangre, bajo lo demás desagradable.

Harry intentó relajar su respiración.

—Vaya, ¿a qué huele?

Los dedos de Snape se cerraron alrededor de la parte de arriba de su brazo y tiró de él acercándole una fracción más.

—A un festín —dijo con voz áspera, parecía una persona completamente diferente. Un extraño. Harry se estremeció como si algo frío se arrastrara por su nuca. Snape inhaló profundamente.

—Estaba, bueno, estaba… estaba pensando, debería morder en alguna parte donde no lo notarán los guardias —le ofreció Harry, luchando por aclarar su mente lo suficiente para comprender bien el plan.

Un gruñido empezó bajo en el pecho de Snape, y terminó en un quejido frustrado.

—¿De qué sirve marcarle, entonces?

Harry se retiró de los dedos sobre su garganta.

—No está marcándome, está alimentándose, ¿recuerda?

Snape le apartó bruscamente.

—Su cercanía nubla mi juicio —jadeó, pasando sus manos sobre su pelo.

Harry intentó enderezarse con gracia, pero tropezó unas pocas veces en su camino de vuelta a su propia cama.

—De acuerdo. Entonces vigilaré aquí mientras decidimos por dónde quiere alimentarse. ¿Eso…?

—Tenía razón respecto a ocultar la herida —dijo Snape con voz áspera, retumbante de poder—. Hay una arteria en su muslo que…

—De acuerdo. Supongo que dará resultado —dijo Harry con suavidad, y luego se quitó los pantalones—. Si los guardias me tocan alguna vez, dudo que sea el primer lugar que busquen para… ya sabe —se quedó de pie en un pequeño montón de tela llevando sólo una camiseta que una vez fue blanca y calzoncillos que habían visto mejores días. Enganchó un dedo bajo la cinta—. ¿Cómo de alto en mi…? —intentó controlar el temblor en su voz con una respiración profunda—. ¿Necesita que me los quite?

La risa entre dientes en voz baja de Snape envió corriendo la sangre a las mejillas de Harry.

—Voy a tomar su sangre, no su virtud.

Harry exhaló.

—Muy maduro —dijo, poniendo los ojos en blanco en la oscuridad, sabiendo que probablemente Snape podría distinguir el movimiento. Caminó unos pocos pasos cortos hacia el fregadero, se mojó las manos y se tragó un grito ahogado mientras salpicaba el agua helada contra su pierna, intentando limpiar parte de la suciedad de una semana de prisión. Se encontró con unos ojos que fijos en él—. Ahora vuelvo, ¿de acuerdo?

—Siéntese en la cama con los pies sobre el suelo, las piernas separadas.

Snape desistió, permitiendo que Harry se organizara. Cuando se detuvo el revuelo, permaneció de pie en la V de las piernas de Harry, y cayó de rodillas. Harry, sin saber qué hacer con las manos, las apretó contra el colchón a cada lado de sus piernas, y curvó sus dedos alrededor del borde. El pelo de Snape rozó la rodilla de Harry y le cosquilleó ligeramente cuando su propietario bajó la cabeza.

Todo excepto el corazón de Harry pareció quedarse inmóvil.

—Sí… fluyendo ahora más rápido —ronroneó Severus para sí mismo. Su mejilla se rozó contra el muslo derecho de Harry mientras una de sus manos rebuscaba debajo del catre cualquier cosa que estuviera buscando—. Muerda esto —algo suave golpeó la barbilla de Harry—. No queremos que los guardias vengan corriendo si grita —Snape le obligó a ponerse uno de los guantes de piel abandonados de Kingsley entre los dientes—. Relájese.

Harry intentó obedecer, pero cada fibra de su ser le suplicaba que llamara a los guardias y probara suerte con Voldemort. Cada palabra burlona y cada contacto suave de Snape se sentía equivocado y extraño, de una forma que amenazaba con hacerle devolver su comida. La piel en su boca sabía asquerosa, y enviaba una baba de sabor horrible por la parte trasera de su garganta que se veía obligado a tragar.

No sabía qué esperar, cuánto dolor, para prepararse, y aquello era más aterrador que las uñas puntiagudas clavándose en sus muslos, o los brillantes ojos rojos que levantaron la mirada hacia él desde su regazo. Snape volvió a inclinar su cabeza de repente, descubrió sus colmillos y liberó un gemido hambriento que heló a Harry hasta el núcleo y cubrió su cuerpo de piel de gallina.

—Prepárese, Potter.

 

~*~

 

Repitieron el ritual todas las noches hasta que Snape tuvo suficientes fuerzas para resistir su ansia durante unos días entre tomas, pero la angustia de la primera vez les dejaba a ambos demasiado incómodos para hablar al respecto.

Harry se había obligado a sí mismo a tragarse los gritos que exigían liberación, pero fracasó en resistir las lágrimas calientes y el miedo corrosivo a que Snape no pudiera parar de beber su sangre. Recordaba haber rezado para que Severus no perdiera su escaso control de la realidad en el momento en que su nueva naturaleza se negara a ser ignorada por más tiempo… el momento en que saboreó la sangre de Harry por primera vez.

Una imagen de los fríos ojos de Shacklebolt apareció fugazmente desde alguna parte de su subconsciente.

Uno de los beneficios del terror compartido era el tambaleante puente construido en terreno común. Se hablaban bruscamente menos a menudo, pasaban más tiempo en conversación civilizada, e incluso encontraron el momento esporádico para risas compartidas. Lo que más sorprendía a Harry era lo sutilmente que el terreno común se convirtió en beneficio mutuo. Empezó a desear las alimentaciones, notando apenas cuando su debilitado miedo era reemplazado con el ansia de roce, de los momentos demasiado breves de contacto físico.

Era casi finales de la segunda semana cuando sus manos abandonaron el colchón.

Harry sabía que la alimentación estaba casi terminada por la oleada de agotamiento, y la poderosa necesidad de conectar, que sólo estaba haciéndose más fuerte y más dolorosa con el tiempo. Con la fuerza que le quedaba, su mano se movió para cubrir una de las de Snape que estaba apretada contra la piel por encima de la rodilla. La otra mano aterrizó torpemente en el grasiento pelo del hombre que pasaba su lengua sobre la irritada herida.

Snape levantó su cabeza ante el contacto y Harry vio, por primera vez, su propia sangre embadurnando los delgados labios y la pálida barbilla de Snape. No sentía la repulsión que su mente le decía que debería sentir. De hecho, encontró la imagen extrañamente hermosa.

Se miraron fijamente el uno al otro durante un largo momento, y entonces Harry, con su mente y cuerpo débiles por el agotamiento y falta de sangre, tiró débilmente de la piel y pelo debajo de sus manos y empezó un lento descenso de lado para poder tumbarse bien sobre el catre. Snape siseó y siguió la invitación, arrastrándose sobre el tembloroso cuerpo de Harry con la velocidad y habilidad de un hombre mucho más joven. Harry murmuró su satisfacción mientras el delicioso peso de Snape se asentaba encima de él.

Giró su cabeza hacia su lado de la habitación, cerrando sus ojos y exponiendo su sucio cuello, permitiendo que la gravedad le ayudara a tirar del grasiento pelo débilmente agarrado hasta que la cabeza dejó de resistirse y bajó lentamente. Ambos gimieron ante el contacto mientras la boca de Snape encontró el ofrecimiento, pero el esperado mordisco nunca llegó, sólo la presión de labios y lengua en la base de la garganta de Harry, y luego un gruñido frustrado, maldiciones apagadas y una rápida retirada.

Harry estaba de repente helado y más cansado de lo que recordaba alguna vez. Levantó sus manos una fracción, pero no quedaba nada que sujetar, ni nadie ahí que tocar.

 

~*~

 

Se despertó en su propia cama, su pesada capa de auror arropándole estrechamente alrededor de su todavía tembloroso cuerpo.

—Necesitamos un nuevo plan, Potter.

Harry gruñó por el esfuerzo que necesitó para tumbarse de lado.

—¿Qué le pasa a éste?

Severus dio un resoplido.

—Varias cosas —hizo sitio en el lado de Harry de la habitación, se sentó en el borde del mugriento inodoro y bajó su voz—. Por qué no empezamos por su herida.

Harry extendió con cautela su pierna.

—No se está curando, ya lo sé, pero no podemos arriesgarnos a que se alimente de un lugar que los guardianes… —Harry no pudo terminar su frase mientras imágenes de la noche anterior inundaron su mente. Una mano salió de la capa y sintió su camino hacia arriba por su cuello.

—Lo recuerda, ¿verdad?

Harry dejó caer su mano.

—No entiendo por qué yo…

—Tengo unas cuantas teorías. Sin embargo, creo que tenemos un problema más grande entre manos.

—¿La falta de equipo de rescate? —Harry sonrió débilmente ante la momentánea mirada de sorpresa—. Por la noche, sueño que han venido, pero cuando me despierto tú sigues aquí.

—Desgarrador —contestó Snape, parecía más divertido que insultado.

—Me figuro que podríamos tener un día o dos antes de que Voldemort se canse de enterarse por los guardias que ambos aún estamos vivos.

—Vamos a volver al plan original.

—¿Qué? —preguntó Harry, arrastrándose hasta sentarse en el costado del catre, la capa cubriendo aún sus hombros—. ¿Quiere decir el plan donde se muere de hambre otra vez?

Se encontró con los ojos de Harry durante un momento, y luego bajó su mirada al suelo.

—He matado a un auror, Potter, y estoy matándole lentamente.

Harry se quedó silencioso durante bastante rato, pero luego, lentamente, dejó que la tela se deslizara de sus hombros y extendió la mano hacia la que estaba descansando sobre la rodilla de Snape. Los ojos del hombre volvieron con brusquedad hacia los suyos con una mirada salvaje que casi hizo retirarse a Harry.

—Entonces, ¿deberíamos hablar ahora sobre lo otro? —preguntó Harry, rozando de forma inconsciente los dedos de su otra mano sobre su cuello.

Snape se levantó bruscamente, giró y volvió huyendo a la seguridad de su lado de la habitación.

Harry se dejó caer hacia atrás contra el hediondo colchón.

 

~*~

Como se predijo, el plan cambió, pero no fue por obra de ellos.

A la noche de su discusión, no llegó la cena de Harry, tampoco el desayuno a la mañana siguiente. Snape se negó a alimentarse. Al día siguiente, las luces permanecieron apagadas y los guardias empezaron a aparecer en momentos al azar para mirar a través de las ranuras abiertas de la puerta.

Mientras transcurría la semana, se volvió imposible para Harry diferenciar entre la noche y el día, hasta que fue consciente de que la nueva naturaleza de Snape era casi tan fiable como un reloj. Las horas que Snape paseaba incansablemente, Harry las identificaba como la noche, y las horas de gruñidos y sueño, el día.

Había esperado que, con la distracción del hambre, el ansia por la satisfacción embriagadora que había sentido la última vez que Snape se había alimentado se debilitara, y así podría agudizar una vez más su mente para centrarse en escapar. Se atragantó con una amarga carcajada mientras se daba cuenta de que nada era fácil ni siquiera para él. La necesidad de estar cerca del otro hombre era insoportable, casi hasta el punto de dolerle. No sabía si Snape podía sentir el mismo tirón bajo su piel como Harry, pero si lo hacía dudaba de que ni siquiera lo admitiera.

Incluso en su estado debilitado, Snape continuó con su paseo cada noche, aunque las sesiones no eran tan largas como antes, y se limitaba a su lado de la celda. El muslo de Harry se había negado tercamente a curarse, e incluso con agua del fregadero y tiras de ropa bastante limpias rasgadas de su antigua camiseta, la infección se extendió. Cada vez que Harry se cambiaba las improvisadas vendas, sabía que Snape tenía que distraerse –mordiéndose la lengua y labios – para no arrastrarse al otro lado de la habitación por el olor de sangre nueva.

Pero aún más inquietante era la batalla que estaba teniendo lugar en su interior entre sus retortijones de hambre y su incrementado deseo de proteger, obedecer y tocar al hombre que caminaba arriba y abajo, nunca se atrevió a cruzar la barrera invisible entre ellos.

La mente de Harry daba vueltas estimando cuántos días les quedaban –cuántas horas. Era la única forma de mantener a raya varios tipos de dolor.

Después de perder el hilo sobre cuánto tiempo había observado a la enjaulada criatura que paseaba, Harry dejó de agarrar su capa y colchón y se levantó con más velocidad de la que su energía era capaz de proveer. Anduvo a zancadas antes de que su valor se agotara y su mareo se apoderara de él, y se colocó directamente en el camino de Snape.

Su aliento le abandonó en un gruñido mientras chocaban, y unos brazos fuertes le cogieron antes de que su cabeza se encontrara con el borde del inodoro.

Incluso mientras alguien tiraba de él para enderezarlo, asaltándolo por algunas maldiciones muy creativas, Harry se agarró bien. Curvó sus manos alrededor de tanta tela y carne como pudo conseguir, y usó la velocidad para seguir moviéndose hacia delante una vez volvió a estar de pie. Los insultos de Snape cesaron repentinamente mientras Harry cerraba sus brazos alrededor de la caja torácica de Snape y enterraba su cabeza contra el silencioso pecho. Su suspiro de satisfacción fue casi obsceno.

—¡Suélteme!

Harry se aferró con más fuerza, y susurró tembloroso contra la tela.

—Yo… necesitamos esto. Por favor.

Casi como bajo la orden de alguien más, la lucha se agotó por parte de Snape, e incorporó con rigidez a Harry entre sus brazos, relajándose con cada segundo que pasaba. Su mejilla se posó sobre la mugrienta cabeza que se hallaba bajo él.

Parte del profundo dolor del pecho de Harry disminuyó.

 

~*~

 

Finalmente dejaron de contar los días mientras el hambre les consumía a ambos.

Harry había estado intentando distraerse pensando en la última vez que había visto la luz del sol, cuando, sin previo aviso, una fuente de comida fue abriéndose paso por la ranura horizontal bajo la puerta. Si Harry pudiera haber caminado, habría estado sobre ella en segundos. A pesar de ello, aún se revolvía e intentaba moverse en una postura sentada.

Una vez Snape estuvo seguro de que los guardias se habían ido, le susurró a Harry.

—No lo toque. Algo no está bien.

De alguna manera, Harry encontró fuerzas para sonreír.

—¿No es lo bastante raro?

—Qué divertido. Hay algo más ahí… veneno, tal vez.

Harry asintió en la oscuridad. Fue lo mejor que pudo hacer. Mientras transcurrían los días, era bastante difícil mantener alejadas las emociones de la superficie, pero ahora que los celestiales olores estaban llenando la putrefacta habitación, y la muerte andaba más cerca de lo que había llegado a estar alguna vez, su dique se rompió por fin, sacudiéndole con pena. Se volvió hacia la pared y dejó caer sus lágrimas. Habría estado avergonzado de mostrar semejante debilidad o cobardía, no estaba seguro de cuál, pero no tenía la fuerza suficiente como para que le importara.

Snape le observó en silencio.

En los días anteriores, cuando Snape aún podía diferenciar entre necesidad de contacto y necesidad de sangre, se apoyaban el uno contra el otro en una de sus camas, normalmente la de Harry, y permitían que la cercanía impidiera a sus mentes abandonar la esperanza. Ahora era demasiado tarde. Los dedos de Harry trazaron las líneas entre los ladrillos mientras se le hundía el corazón. Sabía que si le pedía a Snape que cruzara el vacío, le suplicaba que le abrazara, sería la última vez para ambos.

De repente, supo lo que tenía que hacer.

Se dio la vuelta.

—Creo que debería alimentarse —dijo sin emoción, secándose los ojos con su mugrienta capa.

—Eso le mataría.

—Lo sé.

—El hambre está afectando a sus pensamientos. Intente descansar.

—No. Por favor, sólo escúcheme. Nos deshicimos de la comida por el inodoro y luego se alimentó de mí. Cuando los guardias entren mañana, nos verán a los dos tumbados en el suelo. Asumirán que me comí la comida y morí por el veneno. Serán más cautelosos al acercarse a usted, pero a lo mejor pensarán que recibió el veneno de mi sangre y murió, o que se alimentó después de morir yo, y que eso…

—Está divagando.

—Perdone. Una vez levanten las barreras para retirar mi… nuestros cadáveres, usted podría tener suficiente fuerza por mi sangre para atacarles, dejarles secos, y luego podría encontrar una salida, o… podría intentar matar a Vold…

—¿Qué le hace pensar que estaré de acuerdo con ser su asesino, Potter? —los ojos rojos destellaron sobre Harry.

—Es la única forma. Mi sangre no será buena para usted si espera hasta después de que yo… Incluso si tuviera una comida en algún momento de esta semana, dudo que estuviera lo bastante fuerte como para hacer algo más que vomitar y dormir, pero aún podemos salvarle a usted.

—¿Y por una pequeña posibilidad, estaría dispuesto a morir… sabiendo todo lo que he hecho?

—Sí.

—Estupendo, entonces no se opondrá a mi pequeña corrección.

Snape estuvo a su lado al instante, y Harry gritó ahogadamente por el repentino tirón a la ropa que lo envolvía apretadamente, tirando de él hasta dejarlo en una postura sentada. Miró de forma borrosa y fijamente a unos brillantes ojos durante unos latidos del corazón antes de que se diera cuenta de que podría estar en peligro, pero su cuerpo estaba más que dispuesto a rendirse a la dominación. Un puño se enterró en el zarrapastroso nido del pelo de Harry y tiró hasta que su cara quedó paralela al mohoso techo.

—En mi opinión, dos vampiros tendrían una mejor oportunidad de escape que uno.

Snape apretó su nariz contra la garganta de Harry e inhaló lentamente mientras Harry se sacudía como una temblorosa mascota abandonada demasiado tiempo a la lluvia, y susurró.

—Ah, sí. No pensé en eso.

 

~*~

 

Aquella alimentación era diferente de todas las demás. Sabía que lo sería, y aún así el tirón familiar para conectar físicamente con el vampiro que estaba preparándose para salvarle, matarle, se había convertido en una mano de hierro alrededor del corazón y pulmones de Harry, distrayéndole de su apremiante hambre, e incluso su miedo. Su cuerpo estaba llamando al de Snape, y no importaba qué partes se tocaban, mientras Snape no le soltara.

Con su cuello expuesto con ansiedad e impaciencia, Harry susurró su permiso hasta que su aliento fue cortado por el dolor del mordisco y el subidón de adrenalina dándole una falsa sensación de calidez. Aquella alimentación también era más larga que las demás. Más íntima. Urgente. Snape estaba demasiado consumido por su hambre y su naturaleza para contenerse, o para ser gentil.

La calidez abandonó la piel de Harry mientras su corazón luchaba por mantenerse despierto con la pérdida de sangre. El sonido de ella latiendo en sus oídos fue casi suficiente para ahogar los lametones y sorbidos que provenían de Snape.

El apresurado latido del corazón flaqueó y sus pulmones se detuvieron. Su cuerpo se convulsionó, luchando por aire y libertad, pero sus fuerzas le estaban fallando mientras las de Snape se estaban acrecentando. Era una lucha fútil. Intentó soltarse… confiar, pero sentía que la rendición era tan innatural como nadar contracorriente. De repente entendió el miedo cegador que a menudo convertía a los hombres más valientes en niños gimoteantes, momentos antes del final de su vida.

En un mundo lejano, Snape siguió chupando, lamiendo y gruñendo.

El pecho de Harry se estremeció violentamente cuando por fin le fallaron los pulmones, y su corazón perdió la fuerza para continuar con la lucha. Unas luces brillantes explotaron detrás de sus párpados en diseños al azar, y por alguna razón empezaron a zumbarle los oídos, como si la última de sus alarmas estuviera siendo activada. Había un agudo dolor insoportable mientras su corazón se apretujaba, seco, producía un último ruido sordo y apagado en protesta por el injusto tratamiento, y luego se paró.

Su cuerpo estaba muerto.

No obstante, en un cruel giro del destino, su mente se negó a seguirle.

Una luz cegadora y gritos angustiados llenaron el universo atrapado detrás de la cicatriz de Harry.

La cara de Voldemort apareció de repente con aterradora claridad. Harry lo observó durante un momento, una vida, mientras la pálida cara se contorsionaba y cambiaba de lugar. Los inquietantes ojos rojos se distanciaron progresivamente y la barbilla y orejas desaparecieron en su cuello y hombros, creando una apariencia como de gusano. Abrió su boca, pero aquella vez el grito helador fue reemplazado por una sola palabra siseada que salió de su lengua bífida.

—¡No!

La visión se disolvió, y una sensación de paz se asentó sobre Harry. Liberó su sujeción en el mundo que conocía y permitió que la oscuridad le llevara.

 

~*~

 

Harry abrió los ojos por el contacto de una mano suave. Estaba en una habitación que parecía no tener paredes visibles o dimensiones. Lo único que podía decir con seguridad era que la luz que llenaba el espacio era azul claro, y que su madre estaba ahí, tocándole con suavidad.

Sonrió a Harry, con sus mismos ojos, y susurró.

—Te hemos echado de menos, cariño —mientras su padre aparecía detrás de ella.

—Mamá —jadeó Harry, ignorando la imposibilidad de la situación. Cerró la mano de ella en la suya, y extendió la otra mano hacia su padre. Una inconmensurable alegría y alivio le cubrieron como lo haría una bebida caliente en un día de invierno mientras tiraba de ellos en un abrazo.

Se quedó ahí, envuelto en sus brazos durante una eternidad.

Un día.

Un instante.

La imagen de la nueva forma de Voldemort dio una sacudida a Harry haciéndole retirarse.

—¿Está muerto? —preguntó a su padre.

—Aún no, pero bastante cerca. Mortal.

—¿Qué fue lo que vi?

—La destrucción del último horrocrux —susurró Lily, colocando un suave beso sobre su cicatriz.

—¿Yo?

James sonrió con tristeza y asintió.

—Sí, hijo.

El pánico inundó la cara de Harry.

—Algo fue mal. Quiero decir, me alegro de estar aquí con vosotros, pero era mi trabajo… Snape… aún tengo que…

Su madre le dio un abrazo que sintió demasiado como un adiós.

—Harry, todavía hay tiempo. Esto es sólo una visita.

Estuvo silencioso durante un momento, su mente un campo de batalla de obligación y añoranza. Sabía lo que estaba en juego si permitía vivir a Voldemort, y aún así, el niño que llevaba dentro le suplicaba que no se fuera.

Asintió a regañadientes para mostrar su comprensión, pero encontró que no podía hablar cuando intentó formar las palabras que compondrían su despedida.

Un rastro de algo espeso y tibio estaba cubriendo su garganta y lengua. Arrugó su cara, esperando por lo menos que su cuerpo obligara a dar marcha atrás cualquier cosa, pero cuando se encontró con la mirada calmante de su madre, dejó de luchar y simplemente les observó desaparecer de la vista.

El brillo azul se disolvió lentamente, dejando el espacio que le rodeaba vacío y negro, oliendo mucho a lo que fuera que acababa de tragar. En algún lugar de la oscuridad, le encontró la voz de su padre.

—¡Beba, Potter! —oyó Harry, pero ahora la voz pertenecía a Snape, y el mundo de Harry volvió violentamente a la fétida celda.

 

~*~

Se despertó en un torrente de miedo y desorientación. Incluso mientras una mano calmante acariciaba su pelo mojado, tardó unos minutos en darse cuenta de que no estaba en inmediato peligro, pero se acurrucó contra el pecho de Snape, intentando hacerse tan pequeño como fuera posible. Un lastimero gemido escapó de sus labios mientras inhalaba el olor penetrante de sangre que pendía espeso en el aire a su alrededor.

—Quédese quieto hasta…

De repente, los dedos, labios y lengua de Harry estaban bloqueando las instrucciones de Snape. Parecía que no podía moverse lo bastante rápido mientras lamía y chupaba los restos de su propia sangre de la áspera barbilla y la reconfortante boca del único responsable de terminar con su vida. Se enfurruñó insatisfecho cuando su decidida lengua hubo reclamado la última mancha.

Frustrado por la pérdida, mordió contra el hombro de Snape, pero estaba demasiado débil para romper siquiera la piel. Unos dedos impacientes pincharon los dientes romos donde asumía que debían estar sus colmillos. Derrotado, se desplomó contra unos brazos expectantes e intentó ignorar el poco digno quejido que acompañó a la acción.

Snape se rió secamente.

—Tendrá más para alimentarse pronto. Los guardias deberían aparecer junto con sus colmillos, justo antes de la salida del sol.

Sintiéndose débil, e increíblemente helado, Harry enterró su cabeza debajo de la barbilla de Snape e intentó robar el poco calor corporal que todavía poseía Snape.

—Lo siento.

—Ni siquiera puedo empezar a imaginar lo que…

Harry balbuceó a través de sus estremecimientos.

—Eso… yo no… Eso no fue un beso. No sé lo que fue eso.

—Hambre, y sus nuevos instintos.

El estómago de Harry parecía doblarse hacia adentro, invitándole a un dolor casi tan desagradable como la Cruciatus. No podía detener el seco tirón que le siguió.

—Me siento mal… —gruñó entre contracciones.

—Lo estará hasta que la transformación esté completa. Su cuerpo está resistiéndose a lo innatural.

—Cuando ellos… quiero decir, cuando usted… ¿cómo se sintió?

Otro temblor recorrió a Harry. Snape extendió la mano hacia la capa desechada y se cubrieron los dos con ella. Harry se acostumbró a la reconfortante calidez, quedándose casi dormido hasta que Snape se movió ligeramente y empezó a contestar a la pregunta de Harry.

—¿Cuánto sabe de mitología griega?

—No mucho… algunos de los nombres de los dioses, unas cuantas historias —respondió Harry, ovillando sus manos debajo de su barbilla para calentarlas.

—¿La caída de Troya?

—Un poco. Eh, héroes y dioses en ambos bandos… ¿final sangriento?

—Efectivamente. ¿Y de Héctor?

—Sólo su nombre —farfulló Harry con cansancio, disfrutando de la distracción de dedos viajando por su pelo en lentos y deliberados diseños.

—Era un campeón con honores, y la última defensa de Troya. Después de su muerte, los griegos juntaron a las mujeres troyanas en barcos, y mataron salvajemente a los restantes hombres y niños. Los capitanes de fragata hicieron una visita a la mujer de Héctor y se llevaron a su joven hijo para que fuera el último sacrificio de Troya. Dejaron que el niño besara a su madre, y luego le arrojaron desde una torre.

Harry se retiró una fracción y levantó la mirada a través de los dedos retorcidos en su flequillo.

—¿Esta es su forma de levantarme el ánimo?

—Estoy respondiendo a su pregunta. Escúcheme.

—Perdone —se disculpó, reclamando el cómodo lugar debajo de la barbilla de Snape. La mano enterrada en su pelo continuó con su lenta exploración.

—Las historias son variadas, aunque unas pocas versiones afirman que uno de los dioses tuvo piedad del niño y abrió el suelo antes de que llegara a él.

Harry cerró sus ojos e intentó imaginarse la escena.

—Entonces, ¿fue salvado? —preguntó en voz baja.

Snape se tomó un momento antes de responder.

—Eso dependería de su definición de salvación. Algunos podrían discutir que la finalidad de golpear el suelo es más misericordiosa que una eternidad cayendo.

—¿Usted qué cree?

—Imagino que el que cae en picado siempre estará esperando el impacto, a pesar de si llega o no.

Harry asintió en silencio, dejando ver que lo comprendía. Se sentía de la misma manera.

Perdido. Dando vueltas. Cayendo.

Eternamente.

~*~

En las horas que siguieron, el cuerpo de Harry empezó a adaptarse a la existencia de los no-muertos. Mientras se le pasaban las convulsiones, y continuaba esperando a los guardias, exploró su nueva realidad. Tomó consciencia de que sus órganos estaban silenciosos ahora, y tardó un momento en preguntarse si aún estaban ahí. Había un nuevo adormecimiento que hacía menos perceptible el dolor y el frío, y sus ojos no tenían problemas en distinguir detalles en la oscuridad.

Deslizó su dedo índice dentro de su boca y empezó a explorar sus hormigueantes encías y dientes. Cada nervio en la cálida concavidad estaba zumbando en completo contraste al adormecimiento del resto de su cuerpo. Centrarse en algo más se volvió casi imposible.

—¿Zu boca ez azí de zenzible todo el tiempo? —preguntó en torno a su dedo.

—La sensación se vuelve más fuerte mientras crece el hambre.

—¿Y qué pasa con…? —Harry tocó con indecisión la pálida mano que descansaba en su pecho, se retiró un centímetro o dos, y luego tocó otra vez a Snape.

—Claridad, Potter.

Harry luchó por poner en palabras lo que le estaba pasando, lo que sentía. El cambio más conflictivo era la incrementada conexión con Snape. El tirón había sido fuerte antes, pero no era nada comparado a aquella nueva sensación de la presencia de Snape persistiendo bajo su propia piel. Intentó analizar por qué la conexión aumentaba en intensidad cuando había contacto de piel contra piel.

—Cuando se alimentó de mí la primera vez, hace semanas, me sentí como si hubiera un vínculo entre nosotros, pero ahora es mucho más fuerte… como si usted fuera un imán, y yo un montón de clips.

El pecho de Snape se agitó en una sola risa entre dientes.

—Su intelecto es verdaderamente vertiginoso.

Harry resistió la urgencia de hacer un puchero.

—Usted me pidió que… esto es lo mejor que puedo hacer ahora mismo. Pensé que a lo mejor usted podía sentirlo.

—En la historia de nuestro tiempo juntos, ¿alguna vez ha tenido noticias de que yo ofreciera contacto físico? ¿A alguien? —preguntó, apretando más fuerte alrededor de Harry para enfatizar.

Harry se rió por primera vez desde su muerte.

—No.

—Ahí está su respuesta. Descanse. Necesitará sus fuerzas para cuando lleguen nuestros invitados.

No hubo protesta cuando Harry entrelazó sus dedos con los suyos.

 

~*~

No sabía cómo había conseguido quedarse dormido sintiendo su cuerpo tan extraño y desconocido, pero en el momento en que abrió los ojos, Snape le dejó en el suelo para componer el escenario para la planificada emboscada.

Mientras permanecía tendido, Harry pasaba de vez en cuando un dedo sobre sus dientes aún romos, silenciosamente preocupado sobre si vendrían sus colmillos cuando los llamara, o no, pero en el momento en que cayeron las barreras, así lo hicieron los colmillos de Harry… de forma dolorosa. El sabor de la sangre de sus desgarradas encías se encontró con su impaciente lengua, en el momento en que la puerta se abrió haciendo ruido.

—Aún no —susurró Snape desde su lado en el húmedo suelo, apretando suavemente la mano libre de Harry oculta por sus capas. Para cuando gritó con voz áspera— ¡Ahora! —los guardias estaban demasiado dentro de la habitación para tener una posibilidad de escapar. Harry se puso de pie de un salto y bloqueó la puerta hasta que Snape hubo elegido a su víctima. Ante un siseado— ¡Aliméntese! —Harry empezó a acechar a su propia comida.

Los nuevos colmillos de Harry rompieron carne extraña por primera vez. El guardia se quedó inmóvil en sus brazos.

En conversaciones pasadas, Snape había intentado, a través del ardiente hambre, revelar lo que sabía de la naturaleza de los vampiros. Había mencionado brevemente que eran muy particulares con sus víctimas, a veces vigilándolas durante días, semanas antes de alimentarse. Con el guardia mugriento y de sabor repugnante insultando todos los sentidos recientemente aumentados de Harry, deseó de repente tener el lujo de ser exigente. Snape gruñó desaprobador desde el otro lado de la celda mientras su guardia golpeaba el suelo, gimiendo lastimeramente. Harry levantó la mirada.

—Toma toda su sangre. Necesitas la fuerza —le ordenó Snape.

Menos mal que los instintos de Harry respondieron por él, obligándole a centrarse en su objetivo, y no en la fetidez del sirviente. Se alimentó otra vez, volviéndose hacia la única comida que conocería durante el resto de su innatural vida. Aunque, mientras disminuían y palpitaban los latidos del corazón del hombre, la mente de Harry se abrió paso y le instó a liberar a su víctima.

—No desperdicie su conciencia en él, Potter. ¡Termine lo que empezó!

—No. He tenido suficiente. Soltémoslos —hizo un gesto con su mano hacia los dos debilitados hombres. Sus cuerpos se deslizaron el uno hacia el otro, y unas cuerdas aparecieron de la nada, atándolos juntos.

Una mano sobre su hombro le sobresaltó haciéndole moverse, y por primera vez en un mes, salió de su prisión, dejando al antiguo Harry Potter en alguna parte en las deprimentes sombras.

 

~*~

Fuera en el pasillo, Harry estaba hirviendo de energía, sintiéndose fuerte y muriéndose de ganas de atacar a quienquiera que estuviera esperando para aminorarles, pero el corredor estaba vacío. Harry gruñó por la falta de presa, pero una mano sobre su cadera volvió a inclinar su atención hacia Snape, quien estaba pronunciando entre dientes encantamientos de curación y limpieza sobre ambos, sin varita.

—¿No podríamos limpiarnos más tarde? —dijo Harry con brusquedad, todavía tenso, casi brincando de impaciencia.

—No —contestó Snape, dando el tema por zanjado—. Esta falta de actividad es una ventaja. Tómese un momento para tranquilizarse.

Harry se mordió el labio y asintió mientras asumía la sugerencia. Sintió el ligero impulso de obedecer, pero aún tenía control sobre aquello que eligiera hacer o no. Lo que le resultaba interesante, de repente, mientras registraba sus sentimientos, era que de verdad deseaba actuar según las órdenes de Snape… para complacerle. Se encontró con la tranquila mirada fija de Snape y silenciosamente hizo la elección de centrar su energía donde necesitaba ser dirigida… en encontrar a Voldemort.

—¿Recuerda en qué habitación estaba? —preguntó Harry, metiéndose tanto de su pelo rebelde detrás de las orejas como pudo conseguir.

Snape sacudió su cabeza.

—En algún lugar cercano, lo más probable, a menos que alguien estuviera con él durante la transformación que usted vio mientras moría. Si es así, podría estar ya fuera de nuestro alcance.

Harry se centró en lo que había visto en la visión.

—Al final, sólo podía hablar en pársel. Si alguien estaba allí, dudo que hubieran entendido algo de lo que intentara decirles.

Snape asintió, y empezó a caminar hacia el extremo iluminado del pasillo.

—Sus fieles podrían haber huido, asumiendo que su antiestética transformación significara que la guerra estaba perdida.

Harry siguió adelante, y dobló la esquina hacia un vestíbulo con mucha luz, revestido de ventanas. El dolor le apuñaló en los ojos. Levantó con rapidez un brazo de forma instintiva mientras una mano fuerte tiraba de él hacia las sombras. Sólo bajó su codo una vez sintió que la oscuridad se asentaba de nuevo a su alrededor.

—Fusco —dijo Snape con calma, doblando la esquina para continuar con su cacería. Las ventanas se volvieron opacas.

Harry se frotó los ojos y le siguió.

—Tendré que recordar ésa.

El pasillo terminaba en una T. Harry consideró ambas direcciones, cerró lod ojos, e intentó centrarse y alcanzarle con sus nuevos talentos, pero sólo se sintió más irritado e incómodo con el extraño silencio.

Entonces lo sintió –frío– del tipo innatural que merodea y se alimenta…

—Dementores.

Snape echó un vistazo atrás por donde habían venido.

—¿Está seguro?

—Sí.

—Creo que los ha estado criando.

Harry señaló en la dirección opuesta de donde la penumbra era más fuerte.

—Estará por ahí entonces. No querrá arriesgar la última parte de su alma.

—De acuerdo.

~*~

Después de varias habitaciones abandonadas y dos callejones sin salida, la cacería se había convertido en un patético juego del escondite. Harry estaba casi preparado para aceptar que eran los únicos que quedaban en la enorme casa aparte de dos guardias amarrados y un número desconocido de dementores. Una ristra de maldiciones a su izquierda le dijo que Snape era de la misma opinión.

Recorrieron al unísono aún otra esquina sin nada especial, preparándose para renunciar y llamar una partida de rescate, cuando Harry oyó algo de repente. Su brazo se extendió rápidamente para detener a Snape a media zancada.

—¿Qué es eso?

Harry se volvió hacia la larga extensión de pared a su lado. Deslizó sus manos sobre el desconchado papel pintado, concentrándose como un alumno de séptimo año la noche antes de los exámenes. Se acercó más, terminando por fin con su oreja apretada contra la pared. Hizo gestos a Snape para que se acercara más y se volvió para revelar lo que había oído. Una sucesión de palabras sibilantes salieron deslizándose de su lengua y llenaron el pasillo.

—En inglés, Potter.

—Oh, perdone. Está atrapado, creo. Sigue gritando en pársel, pero parece que lo ha estado haciendo un buen rato. Hay algunos juramentos que nunca había oído antes.

—Puede ser creativo cuando la situación lo requiere. ¿Está seguro de que es el Señor Tenebroso?

Harry asintió e repasó el pasillo arriba y abajo con la mirada.

—No hay puerta. ¿Cree que está escondido?

—Probablemente —Snape caminó por la longitud de la pared y le prestó más atención que Harry, deteniéndose a intervalos al azar para apretar o trazar sus dedos sobre un lugar seleccionado.

La mente de Harry volvió a las profundidades de la oscura cueva y recordó vívidamente antiguos dedos sobre roca brillante. Se estremeció mientras el recuerdo se alejaba lentamente.

Por una fracción de segundo, Harry deseó que fuera el viejo que había visto durante su visión mortal, en vez de sus padres. Les quería con toda su alma, pero había asuntos inacabados entre él y Albus –tantas cosas que Harry había querido decirle– no sólo sobre aquella noche, sino también montones de otras cosas que podía haberle dicho, pero nunca lo hizo.

Finalmente, Snape volvió junto a Harry, señaló con un largo dedo la pared y pronunció:

—¡Aperio!

Una puerta se materializó directamente delante de Harry. Extendió la mano hacia el picaporte, pero se detuvo, con timidez. Sabía que era demasiado tarde para hacer las paces con Albus, pero aún tenía tiempo de decirle algo a Snape que había mantenido oculto durante demasiado tiempo.

Se encontró con la impaciente mirada fija de Snape y bajó su voz en un susurro.

—En caso de que pase algo, quiero que sepa que era digno de salvación, sin importar el sacrificio realizado.

Los rasgos endurecidos de Snape se mezclaron en algo que Harry no pudo describir, y Snape parecía estar teniendo el mismo dilema. Simplemente asintió.

Harry le devolvió una sonrisa triste, su corazón más ligero, y esperó confirmación silenciosa por parte de Snape antes de entrar en la habitación.

 

~*~

 

El Señor Tenebroso era una visión lastimosa –un cuerpo alargado, casi translúcido, con una siseante cabeza en un extremo. Sus brazos encajados en su tronco, y sus piernas fusionadas juntas, dejando algo que parecía una serpiente marina deformada y encallada. Parecía que golpear salvajemente el suelo era lo peor que Voldemort era capaz de hacer en aquel momento.

—Patético —dijo Snape despectivo, llamando a la varita de Voldemort. Se la pasó directamente a Harry.

El chasquido de la madera cortó el continuo siseo.

Harry se metió los trozos rotos dentro de su bolsillo, y se acercó un paso más, escuchando los incesantes gritos del Señor Tenebroso.

—Creo que mi muerte le hizo algo a su mente. Sigue suplicándonos que le ayudemos, pero no está usando nuestros nombres. Sinceramente, no creo que sepa quiénes somos… o quién es —observó Harry.

—Interesante —Snape se movió para estar al mismo nivel que Harry—. Dígale quién soy, además de mi traición a su causa.

El momento en que Harry sintió deslizar por sus labios las palabras, la perorata de Voldemort llegó a un punto muerto. Ojos rojos grandes y con forma de almendra miraron fijamente los suyos, y permanecieron fijos hasta mucho después de que las palabras se hubieran desvanecido en el silencio.

La contestación fue lenta en llegar, y fue precedida por una rápida mirada hacia Snape, quien estaba de pie con los brazos cruzados delante de él, con expresión agria.

Harry habló, pero mantuvo los ojos sobre Voldemort.

—Dice que le perdonará si le llevamos a algún lugar seguro —Snape dio un resoplido—. Creo que puede sentir a los dementores.

—Incluso cuando fue reducido a un espíritu -un trozo de un alma- incluso entonces, no repartió perdón —dijo Snape lentamente, su voz baja y helada—. Haga su trabajo, Potter. Termine con él.

Harry anduvo a zancadas, desarmado y sin miedo de la temblorosa masa a sus pies. Hizo una rápida lista mental de todos los crímenes de los que era culpable Voldemort mientras se ponía de rodillas. Una ristra de caras: sus padres, Cedric, Sirius, Dumbledore, Kingsley, y cientos de otros bailaron al otro lado de su mente y volvieron borrosa su visión. Se estremeció y se tomó un momento para pensar en las otras víctimas desconocidas, los crímenes que nadie había sacado a la luz, y en los planes que aún tenían que ser orquestados. Harry endureció su corazón y estrechó sus ojos.

Voldemort parecía comprender que no estaba siendo rescatado. Un rastro de ruidosas protestas se avivó una vez más. Harry intentó bloquear las palabras que sólo él podía entender, y aclaró su mente.

—Su primera suposición era correcta. Parece estar sin poder —dijo Snape, un indicio de urgencia persistía en el tono.

Harry siseó por encima de su hombro y Snape dio un paso atrás.

—¿Y si tiene la información que necesitamos? ¡Todavía podemos ejecutar Legeremens!

—Si está ido, de verdad, no hay nada más que conseguir. Cumpla con la profecía —le urgió Snape.

Harry tragó saliva mientras una oleada de desesperanza que no pudo rechazar se agitaba dentro de él.

—¿Y si ha sido cumplida? Ya estoy muerto, y el también podría estarlo. A lo mejor no necesito ser el que…

Harry bajó la mirada hacia Voldemort, o lo que quedaba de él. Podía ver muy poco del hombre que le había arrebatado todo. La ira al rojo blanco se enfrió con rapidez mientras su corazón y mente luchaban sin él. Tomó la decisión que esperaba que fuera la correcta, y extendió la mano hacia su chillona víctima, pero su estómago se volvió de piedra incluso mientras descendían sus colmillos.

Se dejó caer hacia atrás sobre sus talones y puso su cabeza en sus manos.

—N… no puedo. Ni siquiera a él.

—No se le puede permitir…

—¡Ya lo sé! —dijo Harry con brusquedad. Se puso de pie otra vez y extendió una palma hacia la pared más cercana.

—¡Accio dementores!

Durante un momento, Snape pareció auténticamente sorprendido, y luego una mirada de resignación decidida se posó sobre sus ojos. Asintió a Harry.

—Tiene razón, Potter, nuestra parte está acabada, la de los tres.

—¿Qué? —su mente luchó por encontrar lo que había provocado semejante respuesta. Había llamado a los dementores para Voldemort, pero las palabras de Snape se parecían sospechosamente a un adiós—. No. No estoy intentando matar… tengo una teoría sobre los dementores. Si me equivoco, aún podemos usar el Expecto Patronum.

—¿Y planea realizarlo sin varita?

La puerta vibró un segundo después de que el enervante frío se posara sobre la habitación. Cuando se abrió de golpe hacia adentro, Voldemort soltó un grito que reventaba los oídos. Harry intentó convocar su varita, y luego la de Snape, pero nada llegó excepto un séquito de alrededor de una docena de dementores. Eran mucho más bajos que los otros que Harry había visto antes. Dio un paso atrás desde donde Voldemort estaba encogido de miedo.

—¿Por qué son tan pequeños? —preguntó en voz baja.

—Son jóvenes. Potter, venga hacia mí. Lentamente —susurró Snape. Mientras los dementores se deslizaban hacia Voldemort, sus jadeos atragantados y ásperos llenaron el espacio entre sus gritos.

Harry retrocedió y sintió unos dedos afilados rodearse alrededor del costado de sus hombros. Se alejaron al unísono del enjambre de jóvenes dementores que se sostenían en el aire por encima del antiguo Señor Tenebroso en un anillo, sin moverse, como si intentaran decidir qué hacían con él.

Su ataque fue tan repentino que Harry no vio qué oscura figura se había movido primero. Uno detrás de otro, bajaron en picado y luego volvieron a alzarse en formación, jugando con su víctima, contentándose con compartir hasta que a todos les llegara su oportunidad. El más pequeño del grupo cubrió por fin a Voldemort entre sombras, y avanzó lentamente más abajo hasta que el Señor Tenebroso quedó oculto a la vista.

Cuanto más tiempo permanecían los dementores en la habitación, más pesada era la oscuridad en el corazón de Harry –negra y vacía–, peor de lo que se había sentido antes. Aunque en vez de los inquietantes gritos de su madre, su mente se llenó con el sonido de ráfagas de viento. Una sola palabra cortó el estruendo, pero no pertenecía a él.

—Cayendo.

Se volvió hacia el gruñido de advertencia, y por la caída de sus hombros, pero Snape ya estaba en el suelo para cuando Harry se dio cuenta de lo que había pasado.

Los ojos de Snape revolotearon frenéticamente alrededor de la habitación hasta que se fijaron en los de Harry, salvajes y aterrorizados. Cuando su boca se abrió en una angustiada liberación, Harry echó un vistazo por encima de su hombro para ver si los dementores eran atraídos por el sonido. Se habían separado de Voldemort, terminada su pequeña comida, pero en vez de descender en picado sobre el vampiro que gritaba, se dieron la vuelta y se deslizaron horizontalmente sobre una bolsa de aire –como pingüinos sobre sus vientres– y luego desaparecieron por la puerta.

El silencio que quedó en su despertar era casi tan inquietante como los jadeos aspirados que aún sonaban en sus oídos. Harry echó un vistazo a la figura sin alma en el suelo, sus anteriormente rojos ojos ahora oscuros y desenfocados. Le miraba fijamente, a través de él. Sus instintos le suplicaban que dejara sin sentido a la indefensa criatura, pero sin amenaza inmediata, y sin persistente olor de miedo o ira, Harry extendió su mano y masculló un hechizo para dormir.

Cerrando otro capítulo de su vida, le dio la espalda a Voldemort.

Harry volvió lentamente hacia donde Snape estaba acurrucado. El dolor se había desvanecido de su expresión, pero una pálida mano todavía agarraba firmemente su antebrazo izquierdo. Harry cubrió su mano con la suya y se puso de rodillas, los efectos de los jóvenes dementores tironeando aún en su mente y cuerpo.

—¿Se acabó? —preguntó Snape, mirando detenidamente en torno al hombro de Harry hacia la figura dormida del antiguo Señor Tenebroso.

Harry asintió.

—¿Duele? —preguntó, apretando la mano debajo de la suya.

—Soportable —susurró Snape, moviendo ambas manos, además de su manga, subiéndolas por su brazo, revelando una cicatriz rosa ligeramente hinchada donde una vez había estado la Marca Tenebrosa.

El pelo de Snape colgaba lacio y sin vida, ocultando la mayor parte de su cara, mientras seguía inspeccionando su brazo. Harry extendió la mano y metió tanto como pudo detrás de la oreja de Snape, pero aún así, la mirada del hombre quedaba fija en la cicatriz, como si deseara que desapareciera. Cuando habló por fin, Harry casi dio un salto por la sorpresa, después del extenso silencio.

—Su suposición sobre los dementores parece haber sido correcta —dijo Snape en voz baja, mirando detenidamente a Harry desde debajo de un oscuro mechón que había caído libre.

—Estaba esperando que la combinación de nosotros, oscuras criaturas sin alma sería suficiente para mantenerlos alejados… pero no estaba seguro —ayudó a Snape a apoyarse contra la pared, y luego volvió sobre sus talones. Podía sentir oscuros ojos que buscaban otra vez los suyos.

—¿Qué le hace pensar que ha sacrificado su alma?

—Creía que era el precio por la vida eterna —admitió Harry, en voz baja.

—Simplemente una teoría.

Harry sonrió.

—¿Un mito?

—Quizás. Quizás no —cuando se movió para que Harry se sentara a su lado, no hubo vacilación. Harry tomó su lugar y observó mientras Snape señalaba hacia Voldemort—. Tenemos pruebas de que hubo un hombre sin alma —luego gesticuló hacia Harry—. Y tenemos pruebas de que un vampiro le perdonó la vida.

Tras pronunciar las palabras, la cara de Snape se arrugó por la incomodidad, y se agarró firmemente a su brazo.

—¿Está bien? —preguntó Harry, avergonzado por olvidarse del dolor del otro hombre.

Sus ensombrecidos ojos se encontraron con los de Harry.

—He estado muerto durante un mes, Potter, ¿usted qué cree?

Harry le miró fijamente durante un momento, repitiendo la frase en su cabeza hasta que tuvo sentido para sus nervios cansados. Cuando una oscura ceja se alzó, Harry no pudo contener su reacción. Sus hombros empezaron a sacudirse segundos antes de que las carcajadas se liberaran. Snape estaba sonriendo con suficiencia cuando Harry se calló otra vez. Era casi bastante para hacer a un lado los efectos secundarrios de todo lo que acababa de ver.

Casi.

Un estrecho rayo de sol forzó su camino a través de un pequeño agujero en uno de los espesos cortinajes al otro lado de la habitación. Harry lo estudió durante un rato, pero mirar fijamente demasiado tiempo hacía que le dolieran sus nuevos y sensibles ojos.

En un instante, todas las caras y nombres de todos los que conocía y amaba volvieron, inundando sus pensamientos. Cuando estaba preparándose para morir, se había despedido silenciosamente de cada uno de ellos, apartando sus recuerdos y sentimientos, sabiendo que no podía permitirse ninguna distracción cuando se enfrentara a Voldemort. Pero en el anticlimático silencio de lo que debería haber sido una adecuada batalla, en vez de una lamentable capitulación, cada emoción se precipitaba a la vez, aplastando su ya agotada mente. Antes de poder resistirlo, sus lágrimas ya habían surgido. Bajó la cabeza con rapidez.

—Está herido, déjeme echarle un vistazo… —empezó Snape, extendiendo la mano hacia la cara de Harry.

Harry se retiró ligeramente y apartó la mirada.

—No. Estoy bien.

—¿Qué pasa?

—Nada —farfulló Harry, justo antes de que un pulgar frotara suavemente debajo de su ojo.

—Claro. Entonces, ¿es nada eso que baja por su mejilla?

Afloró una media sonrisa.

—Es una estupidez.

Snape se puso de pie, se quitó el polvo de su túnica, y le ofreció a Harry su mano.

—Probablemente. Cuéntemelo.

Harry aceptó el gesto y fue puesto en pie. Antes de que Snape pudiera protestar, Harry se apretó contra el pecho de Snape, en un movimiento que reflejaba la primera vez que había suplicado contacto.

—No sé qué hacer ahora.

La voz de Snape permaneció firme, pero sus manos traicionaron su tono frío mientras se enroscaban alrededor de los hombros de Harry y se posaban sobre su espalda.

—Pediremos ayuda.

—No, quiero decir, nosotros —susurró Harry, levantando la mirada.

—Yo también. Necesitaremos investigar nuestros nuevos atributos.

—Tiene razón. Esto le dará a Hermione un nuevo motivo para vivir en la biblioteca del Ministerio.

—¿Por qué ella…? —empezó Snape, pero Harry le interrumpió.

—Porque a ella le gusta eso de salvar a Harry, siempre.

—Ah. ¿Qué sabe usted de la política del ministerio en lo que se refiere a los vampiros?

—Bajo la ley, los vampiros registrados… —fue dejando de hablar, pero después de unos segundos, levantó la mirada—. Casi no tendremos derechos.

—Ambos hemos vivido bajo restricciones antes.

—Esto es diferente.

—Estoy seguro de que el ministerio será indulgente una vez más con su salvador.

Harry hizo una mueca.

—No quiero otra celda, incluso si está cubierta de oro y terciopelo. Además, usted hizo tanto como… Sin usted, estaría muerto.

—No, Potter, por mi causa, usted está no muerto.

—Usted sabe lo que quiero decir. Podría haberme dejado morir… sin ninguno de los beneficios añadidos que estoy disfrutando ahora —terminó con una ligera risa entre dientes—. ¿No puede dejarme que se lo agradezca?

—No —respondió Snape sin emoción, pero Harry casi podía sentir la semisonrisa en los labios, por encima. Decidió dejar esa conversación para otra ocasión.

—Sólo he visto alguna vez a un vampiro en el ministerio… hace más o menos un año. Había sido detenido por su conexión con unos asesinatos muggles el año anterior.

—Imagino que seremos estrechamente observados hasta que todas sus preguntas estén contestadas, y su curiosidad haya sido satisfecha… posiblemente separados para asegurarse de que nuestras versiones se ajustan detalladamente.

Un gruñido bajo empezó en alguna parte del pecho de Harry, y se aferró a la tela bajo sus dedos, acercándola una fracción. Sintió el suave desliz de una mano contra su pelo, y su gruñido se desvaneció en un breve murmullo de satisfacción.

—Ésa tampoco sería mi primera elección —admitió Snape, enredando sus dedos alrededor del oscuro pelo.

Harry hizo una pausa antes de hablar otra vez. Sabía qué estaba sintiendo, pero luchó por organizar correctamente las palabras.

—No quiero lastimar a nadie, pero algo… —suspiró, y lo intentó otra vez, empujando sus palabras contra la ropa oscura bajo sus labios—. Si alguien, incluso los demás aurores, intentaran alejarle de…

Aquella vez el posesivo gruñido pertenecía a Snape, poniendo sonido al tirón brusco al pelo de Harry que resultó en instantáneo contacto visual. Sin pensárselo dos veces, Harry se alzó sobre los dedos de los pies hasta que su boca encontró su objetivo.

Era un mundo aparte comparado con los lametones a ciegas en medio de una bruma de sangre que Harry había buscado torpemente durante los primeros momentos de su nueva vida. No sabía cómo llamarlo, pero cuando Snape respondió con igual hambre, no le importó si tenía siquiera un nombre; sólo rezó porque no parara.

Su mente le recordó brevemente dónde estaba, y le empujó a poner su libido a un lado hasta que los aurores tuvieran al antiguo Tom Riddle encerrado, pero la criatura recién liberada en su interior quería unos últimos momentos de libertad que llenar con mucho más de aquella actividad primaria.

La mano en su pelo se tensó y tiró de él, pero Harry estaba más que dispuesto a dar cualquier cosa que tuviera para ofrecer, y la hábil lengua que se apretaba contra sus marcas de mordedura recientemente curadas parecía ansiosa por ser tomada. Dejó salir un gemido que llenó la habitación.

Demasiado pronto, en opinión de Harry, Snape se apartó lentamente, sus ojos brillando con motas rojas.

—¿Y eso qué ha sido exactamente, Potter?

Harry intentó imaginar lo que veía Snape mientras le miraba, e imaginó alguna clase de desconcertante sonrisa enamorada para reflejar los sentimientos que se agitaban en su interior. En su corazón sabía que cualquier golpe que lo estuviera esperando, no lo encontraría solo.

Harry sonrió hacia unos impacientes ojos.

—Caerme.


 

 

 


 

 

 

 

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