La habitación
estaba en total oscuridad, silenciosa excepto por el lento y tranquilo palpitar
de un corazón.
El corazón
de Severus.
Un pulso tan
lento no era normal, no para un corazón humano. Pero Severus no era
completamente humano.
El
abuelo materno de Snape había sido un vampiro, aún lo
era. Los vampiros vivían más tiempo que los humanos y,
en algún lugar del Este de Europa, el abuelo de Severus seguía
vivo.
Como, aparentemente,
lo hacía Snape. Al menos, por ahora.
Severus no
tenía otra opción más que quedarse donde estaba,
tirado en el sucio y polvoriento suelo hasta que alguien llegara. Su
cuerpo se había agotado, dejándole en éstasis (1).
Cuando Potter estuvo ahí anteriormente, Severus estuvo seguro
de estar muriendo, pero al parecer se había equivocado. Aparentemente,
había más de vampiro en él de lo que cualquiera
pudiera sospechar, incluyéndose, y era esa parte de él
la que le aseguraría la supervivencia. Pero para eso necesitaba
sangre.
Un vampiro verdadero,
como su abuelo, o incluso un vampiro mestizo como su madre, necesitaban
alimentarse de sangre fresca, no necesariamente de humano, pero sangre al
fin y al cabo. Y eso haría que cualquier herida sanara rápidamente,
casi de forma instantánea, por su cuenta. La cantidad de veces que
un vampiro se alimentaba dependía de la edad y fuerza que poseían.
Los vampiros muy viejos, como su abuelo, podían aguantar muchos meses,
incluso años sin alimentarse.
Severus, teniendo
sólo la cuarta parte de genes de vampiro, no necesitaba una fuente
de sangre fresca constante para existir. Podía comer alimentos ordinarios,
consiguiendo toda la sangre que necesitaba de la carne poco cocida y de
las ocasionales salidas de caza. Aunque tenía otras características
de vampiro completo, la recuperación instantánea de heridas
no era una de ellas; por lo tanto, las lesiones de seriedad, si no se trataban,
podían ser fatales.
Bajo las actuales
circunstancias, no estaba seguro en absoluto del tiempo que le quedaba.
Y realmente sabía que aún no estaba muerto, lo que significaba
que tenía una oportunidad de sobrevivir. También sabía
que necesitaba sangre… ¡y pronto!
Las horas pasaron
al tiempo que la noche se hacía profunda y solitaria; en la oscuridad,
Severus esperó.
*~*~*~*
Harry no podía
dormir. Cada vez que cerraba los ojos, mil imágenes pasaban por su
mente. Suspiró, se despojó de las sábanas y colocó
sus antebrazos sobre su cabeza. La almohada se sentía como si fuera
una roca, y la cama como si estuviera llena de bultos. Podía escuchar
la respiración de los otros que habían decidido pasar la noche
en el dormitorio de Gryffindor; demasiado cansados, demasiado asombrados
por la batalla como para pensar en ir a casa.
Podía
escuchar a Seamus roncar suavemente mientras que las respiraciones sibilantes
de Neville contrastaban con las calmadas y constantes bocanadas de Ron.
Sólo los profundos ruidos del sueño hechos por Blaise Zabini
y Theodore Nott eran poco familiares, igual que las dos camas que habían
aparecido de la nada para poder acomodarles.
Esos dos habían
sido una sorpresa; ellos, junto con Millicent Bulstrode y Daphne Greengrass,
se habían quedado y peleado contra Voldemort. Harry pensó
con sombría diversión en la impresión que estos eventos
habían dejado en Ron, quien aún era incapaz de concebirlos;
pero a decir verdad, demasiadas cosas que todos habían creído
ciertas, habían salido a la luz finalmente, ¿o no?
La impresión
más grande de todas, en opinión de Harry, había sido
Snape.
El joven no podía
dejar de pensar en él, tirado en soledad, dentro de la lúgubre
casa. De alguna forma, eso no parecía estar bien. Snape merecía
más que eso, incluso si ya no estaba vivo.
Diez minutos
después, Harry estaba vestido y de camino a la Casa de los Gritos.
No despertó a Ron o a Hermione; ellos habían estado a su lado
en cada paso, pero esto era algo que sentía que debía hacer
solo. Se lo debía a Snape.
La noche era
hermosa, estrellada y calmada. Había un matiz de calidez en el aire
que nunca encontró durante todas las noches que él, Ron y
Hermione habían pasado mientras buscaban los Horcruxes con su andrajosa
tienda. No pudo evitar desear que el clima hubiera estado así de
agradable cuando habían dormido cada noche bajo las lonas.
Ahora era seguro;
todos los seguidores de Voldemort que pertenecían al círculo
interno, o los que quedaban vivos, estaban en algún lugar en las
profundidades del Ministerio bajo hechizos de restricción. Kingsley
le había informado poco después de que la batalla terminara,
cuando se habían reunido para intercambiar información. Aún
estaba sorprendido de que los terrenos de Hogwarts ahora fueran lo suficientemente
seguros para caminar en ellos durante la noche. Había estado en peligro
durante tanto tiempo, pero ya no más; ahora podía ser normal,
como todos los demás. Y qué mejor forma de celebrar su nueva
libertad que caminando hacia la Casa de los Gritos en busca de Severus Snape.
No quería estar encerrado ni confinado, no hoy. Esta noche quería
ver el cielo.
La Casa parecía
estar más cerca de lo que solía estar cuando era más
joven. Llegó al lugar después de veinte minutos de caminar,
¿o tal vez simplemente estaba más tranquilo de lo que había
estado antes? El edificio lucía patético, tan destartalado
y gastado. Harry estaba seguro de que un fuerte viento lo derrumbaría
en pedazos.
Siempre sintió
más que una punzada de compasión cuando pensaba en Remus al
comenzar Hogwarts, encerrado en el lugar cada mes,… por su cuenta,
aterrorizado y solo. ¡Pobre Remus! El hombre había soportado
tantas penurias en su vida; parecía tan injusto que él y Tonks
hubieran muerto, dejando a Teddy solo y huérfano, justo como lo había
sido Harry. Pero la diferencia era que Teddy tenía a su abuela, y
le tenía a él. Teddy no tendría la clase de infancia
que Harry había sufrido… él no lo permitiría.
De pie ahora
frente a la Casa de los Gritos, pensó de nuevo en las sombras de
las personas que le habían acompañado en su viaje para derrotar
a Voldemort: James y Lily, Sirius y Remus. En su mente, le parecían
repentinamente tan jóvenes; podrían haber sido sus amigos,
no sus padres y mentores. Era difícil para él recordar que
su padre no siempre había sido una buena persona. La forma en que
James y sus amigos habían tratado a Snape aún le resultaba
dolorosa de aceptar.
Pero mientras
molestaban a Snape, también hacían que la vida de un hombre
lobo fuera más soportable. James y Sirius habían logrado una
increíble hazaña mágica para que Remus no sufriera
solo durante su tiempo en Hogwarts. Pero el hecho de que fueran tan amables
y solidarios, sin prejuicios hacia un hombre lobo, que era odiado y despreciado
por la mayoría de los magos, hacía que su comportamiento intolerable
hacia Severus Snape fuera aún más inexplicable hasta donde
Harry sabía. Lo único que le consolaba era que el hombre en
el que James se había convertido al madurar, había sido bueno
y decente. Creía que eso también pasaba con Remus, con Sirius
no estaba seguro. Su padrino había quedado tan dañado con
lo de Azkaban; quizá habría madurado, convirtiéndose
en alguien que también pudiera admirar y amar… si hubiera vivido.
Todavía era uno de sus más grandes pesares el no haber tenido
nunca suficiente tiempo para conocer a Sirius.
Suspiró.
Bueno, al menos ahora todos ellos estaban juntos de nuevo, los Merodeadores
reunidos en su propia versión de Dumbledore sobre la aventura
más grande de todas.
Miró
nuevamente hacia la Casa, calmándose para entrar y verle. A Severus
Snape.
Harry sintió
una punzada de dolor ante el pensamiento del cuerpo frío de Snape
tirado en soledad en ese lugar cubierto por la noche. Debió haber
organizado antes una búsqueda; debió haber encontrado a alguien
que viniera y ayudara a llevar a Snape para que estuviera con los otros
que habían muerto peleando contra Voldemort, de forma que ya no estuviera
solo.
Con lentitud,
Harry abrió la puerta de la Casa de los Gritos. No estaba cerrada
y dudaba que lo hubiera estado desde hace mucho tiempo. La puerta crujió
mientras se abría y Harry tuvo que esforzarse en no soltar una
risita desquiciada; era justo como en esas tontas películas que
Dudley había visto cuando eran niños. La Casa del
Terror, películas que estaban llenas de argumentos cursis
y escenarios de cartón, heroínas que vestían batas
ondulantes y tenían masas de cabello peinado en exceso. Harry
soltó una risa de nuevo, un poco nervioso esta vez, aunque nunca
admitiría su inquietud. Recordó que, durante su primer
año, habían pensado que Snape era un vampiro. Este era
el escenario perfecto para los no—muertos, se dijo Harry con una
pequeña sonrisa. ¡Pero en serio, Snape un vampiro! Qué
tonto podía ser alguien cuando se es joven, pensó, al
tiempo que se adentraba cuidadosamente.
*~*~*~*
Severus podía sentir a alguien aproximándose y abrió
sus ojos. El firme palpitar de un corazón avivó su hambre
y se lamió los labios con anticipación.
No muy seguido
había bebido sangre humana durante su corta vida, y nunca directamente
de la persona. Su madre había necesitado alimentarse raras veces,
estando más interesada en negar su herencia de vampiro que en aferrarse
a ella, y nunca había incluido a Severus en sus cazas, diciendo que
‘lo que su hijo no necesitaba, no requería aprenderlo’.
Y en cuanto a su abuelo, el viejo vampiro nunca había querido hacer
demasiado con Severus, y más o menos le ignoraba. Había despreciado
al muchacho, creyendo que era demasiado parecido a su padre muggle…
algo que Severus siempre había negado tajantemente. No que su abuelo
alguna vez le hubiera dado la oportunidad de negar algo. El resultado de
todo fue que Severus había aprendido muy poco sobre las necesidades
y habilidades que aseguraban la supervivencia de los vampiros.
Y eso significaba
que ahora, cuando realmente necesitaba saber qué hacer para sobrevivir
sin matar a la que sería una fuente de alimento inesperada, tendría
que depender totalmente de sus instintos. Nunca antes había estado
en esta posición.
Todo lo que sabía
era que necesitaba sangre y la necesitaba pronto. Podía oler,
escuchar y casi saborear a alguien enfrente de él; alguien que
olía maravilloso, cuyo ritmo cardiaco era elevado, cuya respiración
era poco profunda y ligeramente temerosa. Alguien que estaba solo.
Su propio
pulso se estaba haciendo más veloz. Estaba sonando en sus oídos
de forma tal que, más que escuchar, sintió a la persona
que había entrado para acercarse más. Una especie de niebla
roja cegó sus ojos. Su consciencia se agudizó hasta una
desesperada y voraz necesidad por probar esa dulce sustancia, tanto
que casi podía sentirla palpitando en las venas de su presa.
Su presa.
Severus en
realidad nunca se había sentido como un vampiro; había
disfrutado la fuerza extra que parecía tener en abundancia, los
limitados poderes de sanación, y la habilidad para transformarse
en cualquier criatura nocturna que su herencia le permitiera. Pero nunca
antes había sentido semejante necesidad, semejante deseo feroz
por alimentarse, semejante hambre.
Sintió
una respiración cálida sobre su mejilla y una mano sobre su
pecho. Alguien acarició su cabello, y por un segundo, Severus quiso
simplemente quedarse ahí y dejar que los dulces y suaves toques continuaran,
pero tenía una gran necesidad; la necesidad de sobrevivir.
Respiró
profundamente, sosteniendo el aire, abandonándose al instinto enterrado
profundamente en su interior desde hacía mucho tiempo. En un rápido
movimiento, tan veloz que la víctima no pudo verlo, sujetó
al hombre inclinado sobre él, porque era un hombre, y, usando la
ventaja que la sorpresa le había proporcionado, derribó a
su presa hasta el suelo. En su frenesí por alimentarse, ni siquiera
percibió el chillido de asombro que emitió el otro ni el estrépito
de la varita cayendo al piso, ya que después de mucho esperar, como
un viajero en el desierto que finalmente encontraba agua, Severus enterró
sus colmillos en suave y sumisa carne, y bebió larga y profundamente.
*~*~*~*
A cada segundo que pasaba, la Casa de los Gritos se le parecía,
cada vez más, a las de esas películas cursis de terror.
Casi esperaba ver a un hombre tocando uno de esos órganos de
tubos de estilo antiguo. ¿Cuál era el nombre de ese tipo?
¿Bela algo? ¿Bela Languini? ¿Lamborgini? ¡Lugosi!
¡Ése era, Bela Lugosi! (2)
Por qué era importante recordar eso, Harry no sabía, pero
quizá le distraía de pensar en su nerviosismo. Ya pocas
cosas le daban miedo; había enfrentado todo, desde arañas
gigantes, a Basiliscos, hasta Voldemort mismo. Pero ahí, en ese
lugar, todo era diferente y le dejaba helado hasta los huesos. Este
edificio era realmente espeluznante por la noche; tal vez porque un
hombre había muerto dentro de estas paredes. Harry no estaba
seguro de la razón. Todo lo que sabía era que no quería
estar aquí, en serio, y no lo estaría si no fuera por
la deuda que tenía con Severus Snape.
Abrió
la maltratada puerta de golpe, y ahí estaba, tirado en una esquina
como si fuera un harapo descartado. Harry se sintió abrumado por
la tristeza; el hombre había sacrificado tanto para terminar de esta
forma. Cruzó lentamente la habitación y se arrodilló
junto al cuerpo. De alguna forma, no parecía correcto ver a Snape
tan inmóvil; siempre había mostrado energía ilimitada.
De acuerdo, la mayoría de esa energía había sido dirigida
a hacerle la vida a Harry tan miserable como le fuera posible; pero la quietud
de la muerte parecía robarle su poder al maestro de Pociones, dejándole
con un semblante tan joven, tan indefenso sin él, y un Snape indefenso
era algo que la mente de Harry simplemente no podía concebir.
Sin sus rasgos
torcidos en una mueca desdeñosa o contorsionados por la furia, el
hombre casi lucía apuesto; sus oscuros ojos estaban abiertos, mirando
a la nada; sus fuertes facciones tranquilas finalmente. ¿Quién
habría pensado que sus pestañas eran tan largas, o que su
labio inferior era más turgente cuando estaba en reposo, o que sus
cejas estarían tan arqueadas y perfectas?
Harry quería
tocarlo, pero temía que el hombre estuviera frío.
Tentativamente,
estiró una mano para acariciar el largo y oscuro cabello; no era
ni remotamente grasoso a como parecía, se sentía sedoso bajo
sus dedos. Su otra mano descansó sobre el pecho de Severus, ahora
inmóvil para siempre.
De repente, el
pecho se movió, elevándose bajo su mano. Severus Snape
respiró.
—¿Profesor?
—Salió el asombrado susurro de Harry.
En un parpadeo,
se vio volando por el aire con sorprendente rapidez, hasta caer sobre su
espalda en un doloroso golpe. Se encontró clavado contra el suelo,
sus muñecas apresadas en un fiero agarre.
“¡Joder,
eso fue rápido!”, pensó Harry, su último
pensamiento coherente antes de que algo filoso perforara la piel de
su cuello y fuera abrumado por la sensación. Una infinidad de
luces en una multitud de colores parecieron explotar en su cerebro,
y todo se quedó quieto y pacífico. Harry se sintió
cálido, seguro y totalmente feliz. Sus párpados se sentían
pesados, maravillosamente pesados, y la cercana oscuridad le dio la
bienvenida como una dulce caricia.
*~*~*~*
Severus estaba perdido en la delicia pura que le embargaba. Nunca antes
había sentido nada como eso. Quien fuera de quien estuviera bebiendo
estaba lleno de luz, lleno de magia. Era maravilloso. Se sintió mejor
de lo que se había sentido en años: más fuerte, más
joven. Pero algo estaba molestándole insistentemente en lo profundo
de su cerebro.
Él no
había tenido ningún entrenamiento. Nadie le había enseñado
cómo usar sus habilidades, cómo alimentarse con cuidado, tomando
sólo lo suficiente. Su madre había tratado desesperadamente
de negar su herencia y, en consecuencia, la de él. Había aprendido
a transformarse a base de ensayo y error, y a extender sus colmillos para
alimentarse y a retractarlos cuando estuviera satisfecho de sangre. En ese
momento, sin embargo, algún instinto le decía, y de forma
urgente, que tenía que detenerse… ¡ahora! Si no…
sería demasiado tarde, demasiado tarde para la desafortunada víctima
de la que bebía, quien quiera que fuera.
Severus Snape
no era necesariamente un buen hombre, pero nunca había matado a nadie
por voluntad, nunca a sangre fría. ¡Sangre, mierda, sangre!
Dándose
cuenta de que había bebido demasiado, dejó de alimentarse
y se enderezó. Su respiración era agitada y pesada, pero se
sentía invencible, más fuerte, más poderoso de lo que
jamás se sintió.
Mientras la niebla
que había nublado su visión se aclaraba, Severus pudo ver
nuevamente. Bajó la mirada.
Estaba un muchacho
tirado en el suelo frente a él… un muchacho cuya cabeza estaba
inclinada hacia atrás, exponiendo una delgada y blanca garganta,
una garganta mancillada por heridas de perforación. Los turgentes
labios estaban separados ligeramente, las mejillas tan pálidas como
la garganta, el desordenado cabello negro cubría la cicatriz que
Severus sabía marcaba la frente en otro tiempo perfecta.
—¡Maldita
sea! —Gimió Snape—. Tenía que ser él, ¿o
no?
*~*~*~*
Severus siempre había sido fuerte, pero el muchacho que había
cargado, mientras lo transportaba a su hogar, pesaba mucho menos que cualquier
adolescente de diecisiete años. Parecía tan frágil
acostado sobre su cama en la desgastada habitación en Spinner’s
End. Frágil, pero hermoso. Porque era hermoso, no había duda
de ello.
Potter había
crecido mucho desde junio pasado, que había sido la última
vez que Severus había pasado tiempo de compañía
con él. El muchacho estaba más alto, aunque no tanto como
él, y su silueta varonil se había vuelto más sólida.
Aunque Severus no pudiera ver mucho de ese cuerpo bajo la gruesa túnica
que aún llevaba. Quería ver más, ¿y
no era eso extraño?
La impresión
del descubrimiento de que era Potter del que había estado bebiendo,
casi le había paralizado. Al darse cuenta que el corazón
del muchacho aún latía, aunque lentamente, había
entrado en pánico, tomando al joven y apareciéndose en
Spinner’s End, donde había atiborrado tanto como pudo a
un inconsciente Potter con poción para reponer la sangre. Ahora,
varias horas después, no creía que el chico fuera a morir,
o peor… convertirse, pero tampoco parecía probable
que fuera a despertarse pronto.
Severus suspiró
profundamente y regresó a su libro, escogido de una pequeña
pila colocada a su lado. Trataba desesperadamente de saber qué hacer
después. Sabía que necesitaba darle a Potter un poco de su
propia sangre, pero tenía que ser cuidadoso. Si se la daba demasiado
pronto, si el latido de su corazón era muy lento, había un
peligro real de que el chico fuera convertido, y no había forma de
que Severus quisiera ser el responsable de convertir al Héroe del
Mundo Mágico en un vampiro. Pero si no le daba nada de sangre, entonces
aún estaba la posibilidad de que quizá no pudiera recuperar
la consciencia.
Así que
había esperado, intentando decidir qué era lo mejor por hacer.
Hasta que, finalmente, el muchacho había estado inconsciente por
más de seis horas y Severus pensó que era tiempo de darle
un poco de sangre.
Sacó su
cuchillo para pociones e hizo una pequeña incisión en la piel
de su muñeca. Tomó asiento en la cama, al lado del joven,
colocó la herida contra los labios de éste y esperó.
No podía forzarle a beber como había hecho con la poción
para reponer la sangre, tapándole la nariz para que abriera su boca
y masajeando su garganta con fuerza. Para que funcionara la magia de la
sangre, tenía que ser tomada voluntariamente. La única manera
en que podría hacer que Potter bebiera el líquido era abriendo
una herida, y esperando a que el chico succionara.
La pérdida
de sangre de Potter había sido tan grande que había estado
cerca de morir; aún podría tener daño cerebral…
no que alguien fuera a notarlo, pensó mordazmente Severus. Pero habría
sido una lástima si el muchacho hubiera muerto, después de
sobrevivir a su batalla contra el Señor Tenebroso. Severus supuso
que, al menos, la confrontación final ya había tenido lugar,
puesto que Potter estaba todavía vivo y nadie había acudido
a buscarlo. Pensó también que la Marca de su antebrazo estaba
comenzando a desaparecer, pero no lo sabría realmente hasta que el
chico despertara. Odiado y despreciado como había sido desde que
huyera de Hogwarts, no había forma de que se arriesgara a salir y
mostrarse para averiguarlo por sí mismo.
Severus cerró
sus ojos por un momento y suspiró profundamente. Todo parecía
tan difícil. Horas antes había estado desesperado por sobrevivir,
por vivir. Pero ahora que había recobrado su fuerza y equilibrio,
no podía evitar pensar que hubiera sido mejor si no hubiera sobrevivido
porque, ¿quién estaría feliz de que viviera ahora que
Albus ya no estaba?
Potter se removió.
—¡Vamos,
vamos! —siseó a través de sus dientes apretados.
La incisión
no sangraba mucho, apenas caía un cálido goteo. Los labios
de Potter estaban separados muy ligeramente. Severus observó cuidadosamente
mientras éstos se pintaban de rojo. De forma muy lenta, después
de lo que pareció una eternidad, el muchacho tragó y después
gimió.
El sonido fue
directo a la entrepierna del hombre y, lo peor de todo, sintió su
pene endurecer. La última vez que había visto a Harry, había
sido un muchachito escuálido que lucía muy parecido a su fallecido
padre. Pero en algún momento entre aquel entonces y ahora, había
crecido hasta ser un hombre, y qué hombre. Harry Potter era francamente
hermoso, absoluta y jodidamente hermoso. Sentarse tan cerca del muchacho…
hombre… muchacho… era todo lo que podía hacer para no
retirar las túnicas que le cubrían y explorar el firme y compacto
cuerpo que estaba seguro había debajo. Sacudió su cabeza.
¿Qué demonios sucedía con él? Normalmente, Severus
tenía control total sobre su libido, nunca se había permitido
excitarse así.
Cuando la pubertad
había llegado para Severus, alrededor de los trece años, también
lo había hecho el conocimiento de que era bisexual, pero con una
ligera preferencia hacia el género masculino. Había amado
a Lily Evans (se negaba a aceptar que ella había sido ‘Lily
Potter’ cuando muriera; siempre sería ‘Lily Evans’
para él). Le gustaba pensar en su amor por la pelirroja como puro,
el amor de una amiga de la infancia. Sexualmente, se decantaba por un pecho
firme, un buen trasero y una oscura cabellera desordenada. Lily había
sido su ideal femenino, pero su ideal de pareja no era para nada una mujer.
Justo ahora, su compañero ideal parecía ser Harry Maldito
Potter.
Alzando su mano
hasta el rostro del joven, el ex Director acarició con suavidad una
pálida y tersa mejilla, causando que el durmiente gimiera de nuevo.
Luego, una pequeña y rosada lengua salió, buscando más
sangre.
Fue el turno
de Severus para gemir. Su pene se endureció aún más.
La lengua se volvió más aventurera y buscó la fuente
del nuevo sabor; después, lavó la herida de la muñeca.
El chico se movió, arqueándose hacia arriba con los ojos aún
cerrados, y afianzó sus labios alrededor de la incisión, succionando.
Severus jadeó
y se corrió con fuerza.
¿Qué
demonios estaba sucediendo? No había tenido un orgasmo tan intenso
como ése en años. Calmó su respiración con dificultad,
al tiempo que notó detenerse la succión. Bajó la mirada
sólo para observar unos sorprendidos y verdes ojos, revelados en
toda su gloria, mirándole con total asombro.
—Ehh…
Hola… ahm… profesor Snape —dijo Potter; sus labios aún
teñidos por la sangre roja de Severus—. Pensé que estaba
muerto.
*~*~*~*
Momentos después, el joven estaba apoyado en la cama, sin vestir
la túnica que Severus había querido tanto remover antes. En
esta ocasión, Potter estaba cubierto sólo por una camiseta
blanca, revelando así sus fuertes hombros y el firme pecho que el
hombre había sospechado que tenía. También estaba sorbiendo
otra taza de té que el mayor le había preparado en la sombría
cocina del piso inferior.
El resentimiento
al representar el papel de elfo doméstico de Harry Maldito Potter
probablemente tenía algo que ver con el ceño fruncido que
había en el rostro de Severus, mientras observaba al joven beber.
Admitió de mala gana que una o dos tazas de té era lo menos
que le debía al mocoso Potter; después de todo, se había
alimentado de él, dejándole casi seco y trayéndole
a Spinner’s End.
Por Merlín,
¿por qué tuvo que ser Potter el que diera con él, de
entre toda la gente posible? ¿Por qué había sido el
único en venir y encontrarle? Si hubiera sido un Mortífago,
Severus no habría sentido remordimiento en dejarle seco y tirado
en el lugar. Sólo habría sentido una breve punzada de culpa
si hubiera sido cualquier otro de entre todo el maldito planeta.
Pero no, tenía
que ser Potter, pensó Severus, frotándose el puente de su
nariz, esperando mitigar el palpitar en su cabeza que amenazaba con prolongarse.
¿Por qué, demonios, por qué le había dado su
sangre al mocoso cuando lo hizo? ¿Por qué no había
terminado el capítulo? ¡¿Por qué no había
terminado todo el maldito libro?! Por qué… por qué…
por qué… ¿y qué demonios iba a hacer ahora?
Durante toda
su vida como adulto, Severus había sido cuidadoso en sus acciones;
había deliberado largo y tendido antes de tomar cualquier decisión,
porque la única vez que había actuado impetuosamente había
seguido a su héroe de infancia, Lucius Malfoy, al servicio del Señor
Tenebroso. Eso realmente había mandado su vida directo al infierno.
Pero había algo en Potter que le llamaba, algo que no podía
resistir, algo que le hacía perder la cabeza.
Así que
había seguido sus instintos, instintos que, aunque poderosos, aún
estaban desarrollados a medias; se había dejado llevar por el deseo
de mantener al muchacho encerrado y, en su ansiedad por asegurarse de que
Potter sobreviviera, había cometido un terrible error de cálculo…
uno que temía tuviera que pagar por el resto de su vida. Un error
de cálculo que les afectaría a ambos y del cual ahora tenía
que confesarle sus consecuencias a Potter mismo.
*~*~*~*
—Así que, déjeme entenderlo bien —dijo Harry
calmadamente, porque realmente todavía no veía el sentido
en perder el temple—. Usted es una clase de vampiro aprendiz,
y debido a que estaba muriendo sin haber bebido sangre humana antes,
accidentalmente tomó demasiada de mí —se detuvo
un momento para considerar antes de continuar—. Entonces me dio
pociones para reemplazar la sangre y que me ayudaran a recuperarme,
pero debido a que no parecía estar recuperándome y a que
los libros que leyó no concordaban unos con otros, usted me dio
su propia sangre antes de tiempo y entonces, por ser un ‘pequeño
cretino avaricioso’ que bebió demasiada sangre después
que usted empujara insistentemente su brazo contra mi boca,
de alguna manera ahora estamos enlazados. ¿Estamos jodidamente
casados?
Los labios
de Snape se curvaron en una mueca desdeñosa y Harry trató
de decirse que su ex profesor no lucía sexy. ¡Severus
Snape era un cretino grasiento y eso era todo! No pensaba que el hombre
tuviera largos, delgados y encantadores muslos, u oscuros ojos que brillaban
con algo que Harry no pudo identificar del todo, o manos fuertes y estilizadas
que quería desesperadamente sentir sobre su cuerpo.
—No, Potter
—siseó Snape, enviando estremecimientos de deseo por la columna
del joven—. ¿Aún sigue sin escuchar, verdad? ¡Muchacho
ignorante y arrogante! No estamos casados. Yo… yo… eh…
simplemente… um… de alguna manera por error, debo decir, inicié
un enlace entre nosotros; un enlace de consortes.
—De acuerdo
—dijo Harry con un profundo suspiro—, así que tenemos
un enlace. Bien. Puedo vivir con eso. Pero ahora voy a irme a casa…
digo, a Hogwarts. Porque he tenido un par de días terribles, con
el asesinato de Voldemort y todo eso, y yo… em… me alegra que
esté vivo. En serio. Pero mis amigos se preocuparán y…
er… sí… —terminó diciendo débilmente.
Snape suspiró
con profundidad.
—No se
puede ir, Potter. Tenemos que consumar el enlace.
Harry se atragantó
con el té.
—¿Tenemos
que QUÉ? —sintió como si su interior se hubiera vuelto
agua.
La mueca de Snape
cambió a lo que Harry sólo hubiera podido describir como una
sonrisa feroz.
—Sí,
señor Potter. Supongo que no tengo que explicarle lo que significa
consumar.
—¡Oh,
váyase al diablo! —Exclamó con desagrado—. ¡Ni
siquiera puede ser amable conmigo cuando intenta meterse en mis malditos
calzoncillos!
—Le aseguro,
señor Potter, que no tengo deseos de meterme en su, indudablemente,
mugrosa ropa interior. Por desgracia, si no tenemos sexo, de acuerdo a este
libro, ambos enfermaremos y, eventualmente, moriremos.
—¡Oh,
joder! —dijo Harry.
—Exactamente,
señor Potter —susurró Snape, ampliando su sonrisa.
*~*~*~*
Severus no podía negar las sensaciones que estaba experimentando,
y lo que sentía estaba cubierto con deseo; el muchacho era demasiado
delicioso. ¡Esos ojos! Eran maravillosos, tan llenos de vida y emoción,
tan parecidos a los de Lily. En algún momento, durante el viaje a
Spinner’s End, había perdido sus horribles gafas, las cuales
tendían a dominar su rostro y hacerle lucir aún más
como su odioso padre. El rostro debajo de esa gruesa montura, sin embargo,
era simplemente divino; era irresistible.
Severus había
sido sorteado en Slytherin por muchas razones. Una de las principales características
de los Slytherin era el oportunismo. Tal vez Severus no había querido
esto, no había querido enlazarse con Harry Potter, pero el chico
era exquisito y no iba a poner pretextos. No, esto iba a ser muy entretenido,
sin duda, y pretendía tomar ventaja total de la situación.
Potter tragó
con fuerza. Severus observó la manzana de Adán del muchacho
moverse mientras separaba los labios para soltar un profundo suspiro.
Bajó la
mirada de nuevo, escondiendo los gloriosos irises esmeralda bajo las largas
pestañas.
—¿No
hay otra alternativa? —preguntó.
Severus sintió
una sacudida de decepción, pero no debió sentirse sorprendido.
¿Por qué el Niño de Oro de Gryffindor querría
dormir con él?
—Podemos
revisar en más libros, tratando inútilmente de encontrar
una alternativa —escupió severamente el hombre—.
O podríamos intentar contactar a mi abuelo, quien ni siquiera
me reconoce; o a mi madre, quien se niega a reconocer lo que es, lo
que soy. El problema, Potter, es que yo sé que es necesario.
¡Tan pronto como leí que necesitábamos consumar
el enlace, lo supe! Puedo sentir la conexión, la necesidad,
creciendo entre nosotros. Es la única forma viable, a menos que
queramos morir. Y créeme, no estaría diciendo esto si
no fuera necesario, porque eres la última persona con la que
desearía tener semejante vínculo.
El muchacho se
encogió y bajó la mirada hacia las manos que mantenía
cerradas en su regazo. Severus deseó poder regresar las palabras,
porque no era cierto y lo que había dicho no iba en serio. Por alguna
razón, no disfrutó el dolor que le causó al joven como
lo hacía antes.
Pero, obviamente,
Potter creyó que había dicho la verdad. Su respuesta fue expresada
con tono profundamente triste.
—Sí,
lo siento. Probablemente, lo último que desea hacer es dormir conmigo.
Las palabras
sonaban tan amargas, y Severus no pudo evitar dejar salir un pequeño
jadeo de sorpresa. Seguramente, el joven no tenía motivo para sonar
así; tenía el mundo a sus pies, ¿no? Todos querrían
dormir con Harry Potter. Seguro que él lo sabía, ¿cierto?
Pero, aparentemente, no lo sabía, porque sus siguientes palabras
fueron dichas en el mismo tono, aunque esta vez, el chico las suavizó
con la sonrisa más triste que Severus jamás le había
visto.
>>¿Qué
hacemos ahora?
Dientes blancos
mordieron el turgente y rosado labio inferior, y Severus se estremeció.
Él quería tocar esos labios, pasar su lengua sobre ellos,
probarlos por sí mismo. Pero no le iba a decir nada de eso a ese
chiquillo arrogante… aunque, tenía que admitir que en ese momento
no había nada remotamente arrogante en Potter.
—¿En
qué piensas? —soltó abruptamente.
Potter palideció.
—¿Cómo…?
¿Podemos… hacerlo? Oh, mierda.
El joven pasó
una mano por su desordenado y oscuro cabello, y miró directamente
hacia Severus. La expresión era tan necesitada, y al mismo tiempo
tan desesperadamente valiente. Quizá a Potter no le agradara, indudablemente
odiaría ser follado por su despreciado profesor de Pociones, pero
lo haría, siendo el idiota e impulsivo Gryffindor que era. ¡Pero
la mirada en sus ojos! Severus se sintió consumido por esa ardiente
mirada, y se estremeció de nuevo.
Fue en ese momento,
que Potter admitió algo que le dejó impresionado como nunca
antes, algo que no habría imaginado ni en mil años.
—Mire —tartamudeó
el muchacho—, yo no… eh… yo nunca lo he… ya sabe…
hecho antes.
Impresionado,
asombrado, mudo, Severus estaba seguro de que lucía muy parecido
a un murciélago gigante y miope con ojos vidriosos y la boca abierta.
Esta vez hubo tantas emociones revoloteando en los oscuros y verdes ojos
del chico, que él simplemente no pudo leerlas todas: inquietud, timidez,
¿y era eso una pizca de curiosidad?
¿El muchacho
era virgen?
Por supuesto
que no lo era. ¡Era la brillante estrella de Gryffindor! Probablemente,
se había follado a media escuela; sin duda, había sido muy
cercano a la descerebrada Weasley.
Recuperando un
poco de su compostura y encontrando su voz, Severus comenzó a hablar,
sus labios torciéndose en una familiar mueca de desdén.
—Seguramente
usted y la señorita Weasley…
Harry negó
con la cabeza y se sonrojó.
—No —susurró—.
Yo nunca he… nunca, con nadie.
—¡Oh,
Merlín! —exclamó Severus.
No pudo evitar
el estremecimiento que le recorrió. Era como si todos sus sueños
se hicieran realidad, sueños que rara vez se había atrevido
a soñar y que, ciertamente, nunca se había atrevido a recordar
cuando era de día. Este muchacho, este muchacho, nunca había
estado con nadie. Harry Potter, temerariamente valiente y espectacularmente
hermoso, quien estaba temblando ligeramente con comprensible nerviosismo,
iba a tener sexo con él, con un poco de persuasión y sin aparente
asco, y Severus sería su primero. Quería gritar de triunfo.
Deseó que James Potter viviera para que supiera que Severus Snape,
Slytherin cretino, pondría sus ‘asquerosas y grasientas manos’
sobre su inmaculado hijo.
Entonces, mientras
observaba al chico estremecerse y morderse el labio una vez más,
algo increíble pasó. Harry lucía tan vulnerable, tan
imposiblemente frágil, tan parecido a su madre, que algo en el interior
de Severus se derritió, algo que había sido tan duro como
el granito desde que Lily muriera. El chico estaba confiando en él,
confiándole algo preciado e importante. De repente, supo que no podría
destruir esa confianza.
—Saldrá
bien… Harry —dijo gentilmente—. No te lastimaré…
lo haré bien. Te lo prometo —estiró su mano y la colocó
sobre la pequeña y pálida de Harry.
El muchacho tragó
de nuevo.
—Me llamó
Harry —susurró.
Potter le hacía
sentir algo que no había sentido desde… bueno, desde Lily;
algo que no pensó que sentiría de nuevo. Sintió ternura,
quizá debido al extraño vínculo que crecía entre
ellos; quizá por la vulnerabilidad que el chico estaba mostrando,
una vulnerabilidad que nunca había demostrado en todo el tiempo que
tenía de conocerle. Era tan inesperado y tan precioso sentir estos
sentimientos de nuevo, ver este otro lado de Harry, y Severus encontró
que no podía resistirlo. No quería resistirse, no le importaba
de dónde venía… sólo quería que continuara,
que creciera y que durara.
—Harry,
estamos a punto de hacer algo increíblemente íntimo, lo más
íntimo que dos personas pueden hacer. Lo mínimo que puedo
hacer es llamarte por tu nombre y pedirte que me llames por el mío.
Harry levantó
la vista.
—¿Lo
promete? ¿Promete que todo estará bien? —susurró
las palabras llenas de necesidad.
El joven sonaba
tan vulnerable, tan increíblemente dulce, tan diferente al muchacho
que había conocido en Hogwarts, que Severus ya no pudo controlarse
y, envolviendo a Harry en sus brazos, le besó suave pero firmemente
en la boca.
El chico se estremeció
y se inclinó hacia el beso. Tentativamente, alzó la mano y
corrió sus dedos a través de las largas y oscuras hebras del
cabello de Severus.
Con cuidado,
el hombre agarró su muñeca y alejó la mano con lentitud.
Los ojos de Harry se abrieron.
—L-Lo siento
—tartamudeó—. ¿Hice algo mal?
Severus le sonrió
y los verdes ojos se abrieron aún más.
—No, Harry,
no hiciste nada mal, en absoluto. Es sólo que si vamos a ser amantes,
entonces quiero lavarme, estar limpio para ti. Deberíamos tomarnos
nuestro tiempo. Quiero llevar esto de forma lenta.
—¡Oh!
El chico lució
por un momento como si fuera a llorar. Sus ojos se pusieron sospechosamente
húmedos, un repentino brillo hizo que las esmeraldas parecieran resplandecer,
y entonces, un parpadeo después, las lágrimas se habían
desvanecido.
Severus le tomó
de las manos y le empujó gentilmente hasta ponerle de pie.
—Ven conmigo.
Harry le siguió.
El hombre le guió hasta el cuarto de baño.
Exceptuando la
alcoba y baño de Severus, todo en Spinner’s End estaba sucio
y descuidado, porque éste así lo quería, principalmente
para tratar de mantener a otros alejados de su santuario interno. Era una
persona intensamente reservada; no compartía sus sentimientos o pensamientos
más íntimos con nadie, nunca. Tenía muy pocas visitas,
y esas pocas raramente pasaban de la desgastada sala o de la cocina. La
habitación que Harry había estado ocupando era el cuarto de
huéspedes, el mismo en el que Peter Pettigrew había pasado
el verano anterior, y ciertamente, Severus no se había molestado
en ponerlo presentable para ese pequeño y asqueroso traidor. Pero
sabía que no estaría bien para la primera vez de Harry.
La primera vez
del muchacho debía ser especial, y dependía de él que
lo fuera.
Guió
al joven a su alcoba. Esa habitación era completamente diferente
del resto de la casa. Estaba limpia y brillante por las blancas paredes
y las colchas de la cama de roble. Años atrás, había
llenado la habitación con velas. Éstas estaban hechizadas
para encenderse solas y quedarse así hasta que él, y solo
él, susurrara la palabra ‘Nox’. Iluminarían
el lugar, bañándolo en un cálido resplandor. Un
resplandor romántico. Acostaría al muchacho sobre esas
frescas y blancas sábanas y le daría una maravillosa primera
vez.
Esa habitación
era especial para Severus, una especie de santuario. Aunque no se había
quedado mucho en ella durante los últimos quince años —ni
lo suficientemente seguido, se dio cuenta—, le traía paz y
consuelo en momentos de desesperada incertidumbre y necesidad personal.
No había sido su plan llevar al chico, pero ahora sabía que
era el único lugar disponible. Pero primero tenía que atender
el proceso de limpieza.
Condujo a Harry
a través de la habitación hasta el baño privado, observando
con diversión mientras el menor se quedaba mirando alrededor con
asombro, pareciendo impresionado por lo que le rodeaba. Al igual que la
alcoba, este cuarto tenía velas flotando, reflejando las figuras
entremezcladas en un tenue resplandor. Suaves esencias impregnaban el aire.
Severus llevó
gentilmente a Harry hacia la enorme bañera, la cual había
comenzado a llenarse desde que entraran. Mientras el desconcertado chico
continuaba admirando los alrededores, Severus empezó a desvestirle
lenta y cuidadosamente.
*~*~*~*
De pie en el hermoso baño y sintiendo cómo era desvestido,
Harry no se sorprendió en lo más mínimo al recordar
los sucesos que habían pasado. No había esperado los acontecimientos
de la noche en absoluto.
Cuando se había
despertado, viéndose succionando el brazo de Severus Snape, pensó
que había muerto e ido al infierno. Pero aparte de eso, la primera
parte de la noche había sido sorprendentemente agradable; al menos
no había terminado con una herida permanente, por lo cual estaba
agradecido.
Cuando Harry
había recobrado algo de su fuerza, habían comenzado a conversar
por lo que parecieron horas. Snape inició contándole su parte
de la historia, que al principio sonó tan totalmente inverosímil,
tan retorcida, de hecho, que Harry quiso reír. Era como el cuento
de un demente. Le recordó a su primer año y los rumores sobre
el vampirismo de Snape. Aparentemente, no habían estado tan equivocados,
después de todo; de hecho, casi habían dado con la verdad.
Pero no por completo.
Por supuesto,
Harry era lo suficientemente inteligente para saber que había mucho
más en la historia de lo que Snape le había dicho. Había
pasado por alto el no haber conocido nunca a su abuelo, y el que su madre
negara su… ¿cómo lo había llamado Snape? Ah,
sí… su aflicción. Pero Harry no le culpaba por eso,
tampoco creía querer compartir asuntos tan privados.
Mientras la historia
de su ex profesor se desplegaba, sin embargo, Harry recordó encontrarle
en la Casa de los Gritos. Recordó los afilados dientes y los extraños
sueños que, mayormente, tenían que ver con ser besado apasionadamente
por el hombre que estaba desvistiéndole lenta y casi reverencialmente.
Después,
Harry le había contado sobre la batalla final, la visión de
Albus y sus padres, su inquietud durante la noche y su necesidad por encontrarle.
Todo eso mientras el otro le miraba sin parpadear, con sus oscuros ojos
brillando a la luz tenue de la habitación.
Cuando había
terminado su relato, había quedado confundido. Incluso antes que
Snape le dijera que tendrían que dormir juntos, él había
sido agradable con Harry. Bueno, quizá no exactamente agradable,
sino agradable para tratarse de Snape; agradable para un hombre cuyo trabajo
siempre había parecido ser menospreciar y burlarse de Harry tanto
como le fuera posible. Pero no esa noche. Oh, sin duda había sido
rudo, sarcástico y mordaz, pero también le había hecho
a Harry tostadas con queso y varias tazas de té, e incluso le había
llevado galletas con chispas de chocolate que habían lucido algo
caducadas. Nadie había cuidado de él así, no que pudiera
recordar.
Cuando Harry
había admitido ser virgen, había esperado que el hombre se
burlara de él, que le respondiera con algún comentario mordaz.
Pero no lo había hecho. Sus ojos se habían suavizado y le
había mirado con ternura y preocupación, y Harry casi se había
derrumbado hasta quedar llorando. Entonces, Snape le había besado
y guiado a través de una hermosa habitación con velas hasta
el maravilloso baño. Y tan pronto como habían entrado, la
bañera había comenzado a llenarse con humeante agua con esencias.
Olía delicioso, como a limones, lavanda y sándalo. Harry había
cerrado sus ojos para dejar que el aroma le cubriera.
Y ahora, casi
desnudo, el muchacho se estaba sintiendo sorprendentemente vulnerable y
tímido, dos sentimientos totalmente extraños a su naturaleza.
Pero, entonces, tampoco antes se había visto en la situación
de perder su virginidad. ¿Quién habría imaginado que
Snape, de todas las personas, sería su primero, con el que dormiría
voluntariamente? ¿O que se sentiría tan seguro con el hombre?
Suficientemente cómodo para bajar sus barreras, algo que no había
hecho nunca antes.
Harry pensó
que probablemente debería llamar a su ex profesor de ahora en adelante
‘Severus’, aún en su mente. Porque, si iban a hacer eso
juntos, entonces el Profesor tenía razón en que deberían
usar sus nombres de pila.
—Severus
—susurró, probando el nombre en sus labios.
El hombre, cuyo
nombre había pronunciado tan inesperadamente, alzó la mirada
y le sonrió. Harry jadeó; era una sonrisa sorpresivamente
dulce. Severus en ese momento se encontraba desabrochando el pantalón
del muchacho y bajándolo, y él le dejó.
Harry había
tenido que pelear toda su vida, así que era ferozmente independiente,
pero había algo intoxicante en dejar que el hombre le desvistiera,
le cuidara. Severus estaba tratándolo como si fuera algo preciado,
como si fuera hermoso, y Harry pensó que sería muy fácil
acostumbrarse a ese tipo de tratamiento.
Después,
se sintió levantado en fuertes brazos, y por un momento estuvo desorientado.
Ni siquiera recordaba ser cargado así nunca antes. Se estiró
y envolvió un brazo alrededor del cuello del hombre, inclinando su
cabeza de forma que su rostro quedara cobijado contra el cuello de quien
le sostenía. Suavemente, fue bajado hasta el agua tibia y jabonosa.
Luego, Severus le besó de nuevo con firmes e insistentes labios.
Una boca húmeda y cálida aplastó la de Harry. Una larga
y delgada lengua exigió entrada, y él le cedió paso.
Se sintió totalmente abrumado, pero simplemente cerró los
ojos y se abandonó a la sensación.
No había
visto mucho del cuerpo del hombre mientras fue desvestido y metido a la
bañera, pero en ese momento corrió sus manos sobre la piel
lisa de quien le besaba. Severus no se sentía como se había
sentido Ginny. La piel de ella era más lisa que ésta, pero
también era más suave. Este hombre tenía brazos largos
y delgados, con la cantidad justa de vello en ellos. Era muscular y firme,
y muy fuerte. Oh, Harry sabría enfrentar a su profesor si lo necesitara.
Sería una lucha, pero él prevalecería. Sin embargo,
no necesitaba pelear ni lo deseaba. Había puesto su confianza en
Severus y, aunque nunca podría haber explicado la razón si
alguien se la pidiera, estaba seguro que Severus no le dejaría caer.
*~*~*~*
El muchacho era hermoso, no había duda de eso. Resplandecía
al tiempo que la luz de las velas cubría su pálida piel mientras
las capas de ropa desaparecían. Lentamente, reverencialmente, Severus
quitó prenda tras prenda. Desvaneció su propia ropa, pero
quiso desnudar a Harry paso a paso, revelar la belleza dentro de las, de
cierta forma, andrajosas ropas que el joven vestía, revueltas y cubiertas
de sangre. Hilos de la sangre de Harry, sangre que se había escapado
cuando Severus había terminado de alimentarse, antes de que sanara
las heridas con su lengua.
Suavemente, Severus
acarició la suave piel, impresionado por la belleza masculina del
chico; verdaderamente, Harry se había vuelto un hombre. Se deleitó
con el plano y firme estómago, los fuertes hombros y pecho, el largo
y estilizado miembro que emergía orgulloso y duro de una masa de
vellos negros. Severus quiso gritar de pura felicidad. Eso era por él;
el muchacho estaba duro por él y por lo que estaba haciendo.
Quería
inclinarse y lamer el delicioso miembro; quería tomarlo en su boca
y tragarlo por completo; quería una pequeña probada de Harry.
Pero era un hombre paciente, se dijo a sí mismo, mientras que su
propio pene descansaba pesadamente contra su muslo. Él podría
esperar.
Moviéndose
todavía con lentitud, Severus bajó los pantalones de Harry
de sus largos y delgados muslos, y el muchacho habló, sólo
una palabra, la primera palabra que había pronunciado desde que le
guiara ahí.
—Severus
—susurró en un tono sibilante.
Tan sólo
el sonido de su nombre en los labios de Harry casi fue suficiente para que
se corriera. Pero no, aún no, aún no estaba listo. No se correría
esa noche hasta que su pene estuviera enterrado en ese dulce y firme trasero.
Levantó
al joven en sus brazos; Harry no pesaba mucho más que un caldero
lleno. Severus era muy fuerte, mayormente debido a su herencia de vampiro,
un atributo sin el cual nunca habría podido sobrevivir durante los
últimos años. Por un segundo, Harry se congeló como
si la acción fuera poco familiar para él; después enredó
un brazo alrededor del cuello de Severus y se acurrucó contra él,
y el hombre casi se deshizo. Había hecho muy poco como para ganarse
tan grande confianza, se dijo, pero se prometió demostrarse digno
de ella.
Se besaron de
nuevo en el baño, y Harry alzó las manos para acariciar a
Severus, y éste le dejó. El muchacho estaba arrodillado frente
a él, acariciándole con ardientes y cariñosos toques;
y al mismo tiempo, las manos eran tímidas y vacilantes. Era frustrante
hasta el punto de la locura. Quería salir del baño y enterrarse
en lo profundo de ese joven, embistiendo, sacándole más de
esos dulces sonidos que estaba haciendo. Podía sentir el pene duro
de Harry frotándose contra el suyo.
Severus comenzó
enjuagando la espuma en el cabello del otro, lo que causó que Harry
aumentara la velocidad de embiste de sus caderas, lo que a su vez hizo que
sus turgentes erecciones chocaran. Involuntariamente, los dedos del Gryffindor
se clavaron en la espalda de Severus, y se estaba corriendo… fuerte…
el orgasmo golpeándole fuera de control. Las cortas uñas podían
hacer poco daño real, pero el hombre sabía que sentiría
el dolor al siguiente día.
Mientras el joven
mago regresaba de su estado de clímax, Severus se dio cuenta de la
cabeza del chico inclinada hacia atrás, exponiendo su garganta. ¿Sabría
que haciendo eso, se estaba sometiendo a Severus? ¿Que estaba ofreciendo
su parte más vulnerable a un vampiro? El hombre creía que
no lo sabía, pero bajó la mirada hacia Harry y cambió
de parecer. Los ojos esmeraldas estaban rebosantes de excitación,
de pasión, y de algo más.
—Oh, sí,
sabes lo que estás haciendo, mi pequeño virgen, ¿o
no? —susurró en la oreja del menor—. ¿Sabes exactamente
lo que me has ofrecido?
—Mmmmm…
—dijo Harry, y entonces inclinó de nuevo hacia atrás
su cabeza.
Severus ya no
pudo esperar más. El muchacho estaba resbaladizo, cálido y
embadurnado de aceite. Se paró otra vez con Harry en brazos, sólo
que esta vez, Harry estaba enredado en él; sus piernas se apretaban
alrededor de la cintura de Severus, sus brazos alrededor de su cuello. Cómo
fue que salieron del baño para llegar a la cama, el hombre nunca
lo sabría con seguridad. Pensó a medias que se habían
aparecido. En segundos, el joven estuvo acostado sobre suaves almohadas
y Severus le estaba lamiendo, besando y acariciando.
Harry gemía,
expresando su necesidad, su deseo.
—¿Quieres
que me corra dentro de ti, Harry? —murmuró Severus con su profunda
y sedosa voz.
—¡Oh,
sí, sí, por favor! —gimió Harry.
El mayor se estiró
y tomó el frasco de lubricante del interior del cajón de la
mesita de noche. Con cuidado, empapó un dedo con la cálida
y resbaladiza poción, y después, oh, con tanta lentitud, lo
empujó dentro del apretado y pequeño capullo que era la entrada
al trasero de Harry.
—¡Ah!
—jadeó mientras Severus se hacía camino gentil pero
firmemente.
Merlín,
quería estar dentro de esa sedosa calidez, y quería estar
ahí ahora. Pero no, no debía apresurarse. Primero otro dedo,
y luego otro más. El chico estaba tan relajado debido a su anterior
orgasmo, al baño, y al cálido aceite que Severus estaba usando,
que no parecía estar sintiendo dolor en absoluto.
—¡Ah!
—jadeó de nuevo.
Lentamente, Severus
sacó sus dedos y empapó su pene. No creía que hubiera
estado antes tan duro como en ese momento. El palpitar casi doloroso de
su miembro le estaba diciendo que no podía esperar más tiempo.
—¿Estás
listo para mí, Harry? —preguntó, pero el otro no le
respondió. Su cabeza se inclinó hacia atrás contra
la almohada y estaba haciendo un sonido agudo desde lo profundo de su garganta.
Su pene estaba
casi tan duro como el de Severus, y considerando que apenas se había
corrido espectacularmente en el baño, era testimonio de lo excitado
que estaba, que pudiera estar duro de nuevo y tan pronto, incluso considerando
su edad de hormonas desatadas. Las manos de Severus estaban empapadas con
aceite, y corrió sus dedos a lo largo del duro órgano del
muchacho. Harry gritó.
—¡Ahora!
¡En mí, ahora, p-por favor! —estaba gimiendo de nuevo,
era un sonido desesperado.
Severus movió
las piernas del joven de forma que una descansara sobre su muslo y la otra
sobre su hombro. Se masajeó una vez más, sólo para
estar seguro, luego colocó su goteante pene en la arrugada entrada
y comenzó a entrar en el apretado y caliente canal. ¡Oh, Merlín!
El muchacho era tan estrecho, pensaba Severus mientras se empujaba dentro
del derretido calor.
Harry estaba
gimiendo de nuevo, jadeando mientras se removía para acomodar el
pene duro como roca que le estaba penetrando. Severus movió sus manos
hacia las caderas del chico, acariciando suavemente el hueso prominente
del lugar. El chico estaba empujando salvajemente contra su amante, cuando
repentinamente estiró sus brazos sobre su cabeza y agarró
los barrotes metálicos de la cabecera, entonces, con el apoyo extra
que tenía, se empaló completamente en el pene del hombre.
Esta vez, ambos
gritaron. Severus casi se corrió en ese mismo momento. La sensación
de ese deliciosamente estrecho y caliente canal rodeando su pene, succionándolo
hacia dentro, los involuntarios espasmos que el chico estaba haciendo mientras
su cuerpo intentaba recobrarse de la impresión, y la imagen de ese
hermoso muchacho empalado en su miembro, casi fue demasiado. Pero la determinación
Slytherin ganó terreno y Severus resistió, gruñendo
y sudando por el esfuerzo. Sabía que no podía terminar la
cópula, no aún. Primero tenía que completar el enlace;
tenía que morder a Harry, haciendo así del Gryffindor su consorte.
Una vez que eso estuviera completo, entonces podrían abandonarse
a sus fantasías sexuales a cabalidad.
Una cosa que
Severus sabía con certeza: quería el vínculo y quería
a ese hermoso chico en su vida, ahora y para siempre. Si ese cambio de sentimiento
por el muchacho había llegado por el enlace o brotado libre de su
interior después de años, no le importaba. Quería pasar
su vida descubriendo a la persona detrás de lo que había alcanzado
a vislumbrar de Harry. Un Harry que no parecía ser como su padre
en absoluto. Supo, repentinamente, que una pequeña probada de Harry
nunca sería suficiente.
Después,
el muchacho se movió de nuevo y Severus supo que estaba muy cerca
de perder el control. Se estiró y bajó la pantorrilla que
descansaba sobre su hombro apenas un poco, sólo lo suficiente para
que la parte inferior del muslo de Harry estuviera cerca de su boca, luego
se inclinó, lamiendo la piel con su lengua. Los gemidos de Harry
se volvieron una letanía de ruegos. ‘Por favor, por favor,
por favor’ fue susurrado una y otra vez. Severus lavó el área
de nuevo.
—¿Eres
mío, Harry? —preguntó.
—¡SÍ!
—gritó—. ¡OH, DIOS, SÍ!
Y Severus le
mordió.
*~*~*~*
Harry estaba inundado de sensación: primero el baño, luego
el glorioso orgasmo, y ahora esto. Acurrucado como estaba en la pila de
suaves almohadas, se sintió seguro, apreciado. Severus le había
hecho eso, le había dado placer de una forma que nunca había
conocido. Incluso después del orgasmo en el baño, él
seguía atendiendo a Harry, cuidándole, acariciándole,
susurrándole palabras dulces.
Ahora Harry estaba
desesperado por sentir al hombre en su interior; tenía una vaga idea
de lo que había pedido, no estaba seguro, sólo sabía
que tenía una dolorosa necesidad por ser llenado cuando sintió
algo firme penetrarle. Empujó a través del anillo de músculo
que protegía su ano, y estaba acariciando su canal, se sentía
completa y totalmente increíble. Se escuchó a sí mismo
gemir. Severus estaba en su interior, era una parte de él. Demonios,
se sentía fantástico. Quería más, y pudo oírse
suplicando y rogando mientras Severus lentamente insertaba más dedos.
¡Dolía!
Quemaba como el infierno, pero también se sentía maravilloso.
Cada vez que Severus le tocaba era como fuego sobre su piel, estaba inundado
en llamas, ardiendo vivo. Severus estaba haciendo eso, despertando sensaciones
en él que no sabía que existieran. Le tocaba por dentro y
por fuera. Sus dedos estaban en su interior, en un lugar secreto, oculto,
un lugar que él nunca había considerado que fuera una fuente
de placer, hasta esa noche.
Severus estaba
hablando, pero él apenas escuchó por encima de la excitación
que sentía. ¿Quieres más? ¿Me quieres en tu
interior? Mientras las ondas de deseo crecían en intensidad, Harry
sintió ondas de frustración creciendo también. ¿Más?
¿Querer más? ¡Por supuesto que sí, maldición!
¿Por qué demonios creía Severus que estaba suplicando?
Logró decir un murmullo de afirmación y luego regresó
a los balbuceos, a las plegarias, su concentración enfocada en las
nuevas sensaciones abrumándole.
Entonces, lo
sintió. Algo mucho más largo que los dedos estaba empujando
dentro de él, llenándole, amenazando con partirle en dos.
Estaba penetrando lentamente con infinito cuidado. Quemaba, satisfaciéndole
con su abrasador grosor, como un caliente atizador que se deslizaba suavemente
en su cuerpo. Harry nunca habría pensado que Severus fuera capaz
de algo tan íntimo, tan cuidadoso, y aunque sabía que eventualmente
querría sentir así hacer el amor, en ese momento lo deseaba
ardiente y fuerte. Alcanzando las barras de la cabecera, Harry enredó
sus piernas alrededor de la cintura del mayor y forzó su cuerpo sobre
la firme longitud que le estaba partiendo en dos.
Harry siempre
había sido un tanto imprudente, sin pensar en las consecuencias,
pero esta vez creyó que había ido demasiado lejos. Esta vez
iba a ser desgarrado en pedazos. Era la agonía, absoluta y maldita
agonía. Gritó y Severus también… y entonces,
ya no fue agonía. El pene de Severus rozó contra algo en su
interior, y fue como si su cerebro explotara en un caleidoscopio de fuegos
artificiales de colores, infundiéndole placer. El dolor había
cedido tan rápido como había llegado, y ahora era una ligera
molestia. No podía hablar, casi no podía respirar. Todo su
ser estaba concentrado en el pene que le atravesaba.
Severus estaba
hablando, pero Harry no podía concentrarse lo suficiente para comprender
sus palabras. El hombre estaba acariciándole con su cara, podía
sentir su cabello haciéndole cosquillas en la piel de la parte interna
de sus piernas. Severus lamió su muslo y Harry gritó de nuevo;
trató de moverse, de liberarse. Era demasiado, más de lo que
podía soportar… tenía que alejarse de la siempre creciente
intensidad.
Sabía
que estaba suplicando, ¿pero quién habría pensado que
sería tan sensible ahí? En sus muslos internos. Severus se
estaba moviendo otra vez, en su interior, y Harry estuvo perdido en las
sensaciones nuevamente.
Severus volvió
a lamerle. Concentraba las abrumadoras sensaciones que Harry estaba experimentando
en un solo lugar, en un sitio de piel increíblemente ardiente.
—¿Eres
mío, Harry? —preguntó, su voz baja y estremecedora.
Parecía hablarle al alma del muchacho.
—¡SÍ!
—gritó Harry—. ¡OH, DIOS, SÍ!
Severus mordió
al mismo tiempo que golpeaba ese lugar especial dentro de Harry con su pene.
El muchacho sintió su cerebro explotar nuevamente y súbitamente
se estaba corriendo y corriendo. Con su visión nublándose
y un zumbido en sus oídos, Harry logró gritar sólo
una palabra antes que la oscuridad le cubriera. Fue una palabra que sintió
desde el fondo de su corazón.
—¡TUYO!
*~*~*~*
El chico se había desmayado. Pero Severus casi se había desmayado
también, con el joven Gryffindor retorciéndose y dando espasmos
alrededor de su miembro. Había sido la experiencia más increíble
de toda su vida. Había tenido mucho sexo antes, pero nada tan cercano
a la intensa pasión que acababa de experimentar. Con cuidado, se
salió del muchacho, haciendo una ligera mueca al hacerlo. Merlín,
estaría adolorido al siguiente día, pero también Harry.
¿Qué
había poseído al chico? ¿Qué había poseído
a Harry para empalarse así? No que no hubiera sido jodidamente fantástico,
pero le preocupaba haberle herido. Algo que era extremadamente odioso de
contemplar. Severus apreciaba la ternura que sintiera hacia el chico; y
se sintió humilde ante lo mucho que Harry le había dado esa
noche: tanta confianza y tanto placer.
Con un estremecimiento,
Severus recordó los años que había pasado menospreciando
al muchacho, incluso odiándole; así que había sido
increíble que, en esa noche, cuando le preguntara, Harry hubiera
aceptado y confiado sin protestar, entregándolo todo,
su vida misma, a su antiguo adversario. Fue el regalo más precioso
que alguien le hubiera dado antes. También fue una experiencia
muy humilde para el orgulloso Slytherin y una que no iba a dejar ir
sin aprenderla ni traicionaría nunca lo que significaba.
Dejó
un tierno beso en la húmeda frente de Harry y susurró
una juramento personal a dedicar su vida a hacer de la de Harry, una
de alegría, satisfacciones y, más importante, amor.
Lanzando un rápido
Fregotego sobre ambos y luego sobre las sábanas, Severus se acomodó
hasta que su cabeza quedó sobre la almohada. Después, tiró
suavemente de Harry hasta sus brazos y, cubriéndole cuidadosamente
con la colcha, se acurrucó con el muchacho en sus brazos. El ‘Héroe
del Mundo Mágico’ pareció haberse dormido; su oscura
cabeza cayó flojamente sobre el pecho de Severus, y éste no
pudo evitar dejar salir una sonrisa de satisfacción que no dejó
de ampliarse sobre sus facciones.
*~*~*~*
Severus sabía que ese día había cambiado su vida
para siempre. El Señ… Voldemort siendo desterrado a su
sitio de descanso final… en el Infierno, sin duda, enviado
ahí por el delgado chico que estaba acurrucado contra su cuerpo.
Severus contempló
con maravilla las noticias de que se iba a convertir en un héroe
oficial de la guerra, que no habría repercusiones por sus acciones…
fue una sensación increíble. Aparentemente, durante sus conversaciones
justo después que las hostilidades terminaran, Harry le había
dicho a Shacklebolt todo sobre su papel en la guerra; y —al inicio,
había escuchado con su ceja arqueada con paciente incredulidad—
Kingsley le había asegurado a Harry que se encargaría de ello.
Su Harry —tan
apasionado, tan receptivo— había ido a buscarle en ese solitario
lugar donde había sido abandonado para morir; y ahora, esa maravillosa
criatura le pertenecía para siempre. La última palabra que
el chico había gritado lo confirmaba. De alguna manera, estuvieron
inextricablemente unidos, todo el tiempo. El viaje que había comenzado
cuando Severus le había enseñado a Harry sus recuerdos, ahora
estaba completo, y nada podría alejar al chico de él. Harry
era redención, era absolución, y era amor incondicional. Severus
lo sabía desde su mente hasta su corazón y hasta las profundidades
mismas de su alma.
Justo antes de
que Harry se desmayara, Severus había sido bañado con recuerdos,
recuerdos que no eran suyos, de un niño abandonado y sin amor, de
un muchacho forzado a llevar cargas que nadie tan joven debería haber
enfrentado.
De alguna manera,
Severus sabía cosas sobre Harry que nunca hubiera pensado posibles.
Le había pedido al chico que fuera suyo, y éste le había
dado todo, incluso un vistazo de su alma. Severus se sintió maravillado
y humilde. Sabía que las cosas serían difíciles para
ambos; tendrían que enfrentar al mundo, si podían caminar,
pensó Severus con otra socarrona sonrisa.
Encontraría
a su abuelo, se prometió, investigaría más sobre
el enlace y su significado para ambos. Pero por ahora tenía a
su Harry. Este maravilloso, valiente y encantador muchacho era parte
de su vida, una parte que nunca podría dejar ir sin importar
los desafíos que les pusiera el futuro. Siempre había
tenido razón, un pequeño sorbo de Harry nunca,
jamás sería suficiente…
FIN
(1) Éstasis: Estado del cuerpo en el que se
estanca la sangre u otro líquido en alguna parte del mismo (nota
de la traductora). Vuelve
(2)
Bela Lugosi: Actor que interpretó a Drácula en
la adaptación cinematográfica de la clásica historia
de vampiros de Bram Stoker llevada al cine en 1931 (nota de la traductora).
Vuelve