Francamente,
Harry estaba bastante muerto de miedo. Cómo había terminado
por estar de acuerdo con aquello, no tenía ni idea, pero había
estado de acuerdo y no tenía la más mínima intención
de volverse atrás. Aquello era importante para la campaña
bélica; eso podría salvar literalmente miles de vidas y no
se le escapaba el hecho de que Snape ya se había sacrificado por
aquella causa. Hacía alrededor de un año que Snape había
desaparecido en una misión para Dumbledore y la semana anterior había
vuelto, pero ya no era el hombre que ninguno recordaba.
Le había
parecido a Harry que Snape por fin había encontrado el lugar al que
pertenecía. El profesor de pociones todavía era sarcástico
y no toleraba de buen grado a los idiotas, pero había una tranquilidad
en Snape que nunca había estado ahí antes, un conocimiento
de su propio poder del que siempre había carecido. Lo que no había
estado esperando era que Snape fuera ahora un vampiro.
Cuando, interrogado
por Dumbledore, Snape le había revelado que, cuando fue enviado a
pedir su apoyo a los vampiros, le había sido ofrecida una elección;
volver a Hogwarts con una negativa o mostrar la seriedad de la Luz convirtiéndose
en uno de ellos, Snape había elegido la última opción,
y parecía que no se arrepentía. Ahora era el embajador por
parte de los vampiros con el bando de la Luz y los vampiros estaban exigiendo
hospitalidad tradicional. Ahí era donde entraba Harry.
Las cosas más
importantes para un vampiro eran la sangre y el sexo, y la antigua tradición
cuando se invitaba a los vampiros a casa de uno era la de proporcionar ambos.
Para alguien cuya posición era la de embajador, aquello significaba
un ruboroso virgen dispuesto a entregar fluidos corporales de varias clases.
Eran las vacaciones estivales y había sólo un candidato alojado:
él. Tampoco era que hubiera permitido que alguien más se sacrificara
en su lugar, después de todo era un Gryffindor. Snape casi había
parecido lleno de alegría ante la perspectiva.
Por eso Harry
estaba muerto de miedo. La mirada en los ojos de Snape cuando fueron revelados
los planes fue peor que mirar a la cara de Voldemort cuando renació.
Los vampiros eran nocturnos por naturaleza aunque podían desplazarse
durante el día, así que la reunión había sido
fijada para antes de la medianoche. Snape había establecido residencia
en lo que habían sido sus mazmorras antes de su desaparición,
y por eso Harry estaba de pie en la parte de fuera de una puerta muy conocida,
intentando controlar los latidos de su corazón.
[Entre, Sr. Potter,
no morderé hasta que me inviten.]
Las palabras
entraron flotando en su cerebro; la parte no cubierta por sus barreras de
oclumancia. Los vampiros eran telépatas hasta el punto en que podían
comunicarse de mente a mente, pero no era lo mismo que la legeremancia,
en la que no podían invadir los pensamientos de otro en busca de
información sin usar los mismos métodos que los magos.
Harry hizo todo
lo posible por no hiperventilar, pero sólo podía obligarse
a sí mismo a extender la mano hacia el picaporte y abrir la puerta.
Lo que encontró no era lo que esperaba. Snape siempre había
sido un hombre rígido y estirado, de quien todo el colegio había
estado convencido que se sentaba sobre una barra para mantener recta su
espalda. El Snape al que estaba mirando Harry era casi completamente diferente;
el profesor de pociones estaba tumbado sobre un diván, delante del
fuego, vestido con una túnica que no estaba ni confeccionada de la
manera habitual ni completamente abotonada, aunque aún era de su
color negro característico.
La sencillez
de la ropa de Snape hizo que Harry se sintiera completamente recargado con
su túnica de vestir, pero aquello era un acontecimiento oficial y
no tenía nada más. Las túnicas escolares estaban diseñadas
para estar sobre la ropa, y todo lo que poseía estaba demasiado gastado
para algo como aquello. Había previsto comprar algunas cosas aceptables
una vez estuviera lejos de los Dursley, pero no había habido tiempo.
[No es de buena
educación merodear en la entrada.]
Harry estaba
bastante seguro de que Snape estaba usando la comunicación mental
porque el vampiro sabía que le ponía nervioso.
Snape señaló
el otro extremo del diván con un gesto de su mano y fue entonces
cuando Harry notó que su anfitrión llevaba guantes de cuero
negro. La gente no solía llevar guantes para algo como aquello, ¿cierto?
Harry estaba confuso, aunque no podía evitar que su traicionera libido
imaginase cómo sería sentir ese cuero sobre su piel, y encontró
que, por un momento, su miedo era vencido por la lujuria. Cruzó andando
la habitación, intentando aparecer tan relajado como era posible,
y se sentó donde se le había pedido.
Los ojos que
le inmovilizaban casi le dejaron sin voluntad, pero había oído
hablar sobre la mirada fija de un vampiro, e hizo caso omiso. Los ojos de
Snape aún eran negros, pero allí donde habían sido
sin vida y duros, ahora parecían fosos sin fondo con pequeñas
joyas adornándolos. Harry sabía que podía perderse
en ellos si quería. No había encontrado a Snape, el profesor
de pociones, atractivo de ninguna manera con su piel cetrina, nariz ganchuda
y dientes amarillos, pero aquella criatura que se encontraba a su lado era
una cuestión diferente. Aún estaba ahí la nariz ganchuda,
pero la anteriormente enfermiza piel era pálida y perfecta como si
ninguna impureza la hubiera tocado siquiera, y los dientes del vampiro brillaban
blancos con dos mortíferos colmillos extendiéndose desde la
parte de arriba.
Snape era un
vampiro de alto rango, uno de la realeza, y parecía el Príncipe
en cada centímetro y cada gesto. Harry se había sorprendido
al descubrir que los vampiros sobre los que había aprendido en defensa
contra las artes oscuras no eran los únicos; estaban el vampiro común,
y había varios otros. Eran lo que una persona fue antes de que fueran
convertidos lo que decretaba el tipo de vampiro en que se convertirían
y los vampiros debían de haber sabido lo que sería Snape antes
de que hicieran su oferta. Era imposible notarlo para un mortal, pero los
vampiros lo habían sabido. Al pensar en ello, Harry sospechaba que
había sido por ello que le habían exigido este precio en concreto;
la realeza vampírica era excepcional.
—¿Una
copa de vino? —le ofreció Snape, para gran sorpresa de Harry.
Ahí estaba
la conocida sonrisa burlona cuando no consiguió responder, pero sin
embargo le fue pasada la copa. Cogiéndola, intentó no temblar.
—Al contrario
de lo que parece creer, Sr. Potter —dijo Snape, levantando su propia
copa de la mesita—, no le haré daño. Esto es un acto
de fe por ambas partes.
—¿Por
qué? —Harry no entendía de política, la verdad;
era un arma y nadie se había dignado explicarle en gran detalle todas
las razones de la parte más conspiradora de la guerra.
No era estúpido,
pero sabía muy poco sobre vampiros, o lo que significaba aquello,
y por qué estaba ocurriendo. Que él supiera, aquello era la
Luz complaciendo los caprichos de un posible aliado.
—Típico
que Albus fallara en explicarle —dijo Snape, con la amargura en la
voz que Harry recordaba—. También falló en explicar
qué pasaría cuando fui enviado a mis actuales hermanos. Esto
no es simplemente un juego, Sr. Potter…
—Harry
—le interrumpió, incapaz de soportar por más tiempo
el tono en el que Snape decía “Sr. Potter”—. Si
vamos a hacer esto, mi nombre es Harry.
“Sr. Potter”
le llevaba de vuelta a la clase de pociones y, sin embargo, aquello no estaba
ayudando a su equilibrio. Snape le miró fijamente en blanco durante
un rato y Harry no estuvo seguro de si su petición había sido
aceptada o ignorada.
—El que
se me ofrezca su persona para hacer lo que quiera con ella durante una noche
es la señal más profunda de respeto que se pueda dar a uno
de mi clase —continuó Snape con su explicación—.
Devolverlo al día siguiente, indemne y satisfecho, es mi deber y
mi reto.
Harry no estaba
seguro de que le gustara el sonido de la palabra “reto”.
—¿Satisfecho?
—su voz estaba muy lejos de ser tan firme como había esperado,
y se sentía como un idiota.
—Nos tomamos
muy en serio el sexo, Harry —la forma en que Snape decía Harry
era casi tan mala como “Sr. Potter”, pero por lo menos sólo
sonaba como si se estuviera riendo de él, más que volver a
tener quince años otra vez—. Es casi tan importante para nosotros
como la sangre, y despedir a una pareja menos que saciada es el acto de
un vampiro común, impensable para el resto de nosotros.
Harry encontró
su aliento atrapado en su garganta, pero no era exactamente miedo lo que
lo provocaba aquella vez. Snape era sexy, en realidad; era un concepto asombroso
para la mente consciente de Harry, pero su libido estaba muy convencida
de la cuestión. Era la presa y Snape era el depredador, y todo ello
era bastante excitante, incluso si no sabía qué esperar.
—¿Cómo
es que aún eres virgen, Harry? —preguntó Snape mientras
Harry intentaba pensar en algo qué decir—. Sin duda, habrá
cientos de pequeños magos y brujas haciendo cola para tener al famoso
Niño Que Vivió.
Ahí estaba,
el resentimiento de siempre entre ellos. Harry se había preguntado
cuánto tiempo tardaría en revelarse, y aquello le molestaba
porque, como de costumbre, Snape no tenía ni idea de lo que estaba
hablando.
—¿Cuándo
tengo tiempo de tener una vida? —preguntó, sin intentar ocultar
el calor en su tono— Nunca he tenido la oportunidad de comprender
nada. He tenido una maldita novia en toda mi vida, y aquello fue un desastre,
porque todo lo demás es más importante. Matar a Voldemort
es lo único en lo que puedo soñar. Ni siquiera sabía
que podría gustar a un hombre hasta ahora.
Se encontró
a sí mismo mirando con odio a Snape, poniéndose de pie y preguntándose
cómo había llegado hasta allí. No estaba seguro desde
dónde provenía su ira, normalmente la mantenía controlada,
pero nunca había sido muy razonable cerca de Snape. Por su parte,
la cara del vampiro era inexpresiva. Harry se esperaba una represalia, pero
no hubo nada excepto un pétreo silencio durante lo que tenían
que haber sido minutos, hasta que volvió a sentarse lentamente.
—¿Aceptaste
esto sin haber considerado siquiera estar con un hombre antes? —el
tono del vampiro era completamente neutral mientras hacía su pregunta.
Harry sólo
asintió, no confiaba en su voz.
—Quítate
la ropa —llegó la orden después de más silencio,
y sorprendió completamente a Harry—. Quiero ver lo que obtengo.
Era un cambio
tan brusco que pilló a Harry desprevenido. Se sentó allí
estúpidamente durante un rato hasta que Snape le miró con
ferocidad. Pues vaya con la conversación cortés. Levantándose
lentamente, alargó las manos hacia los botones de su túnica
con dedos temblorosos; aquella vez no pudo detener los temblores. Había
estado de acuerdo con aquello y estaba a merced de Snape hasta que se levantara
el sol, a menos que estuviera dispuesto a romper la alianza provisional
a la que tenía que obedecer.
Primero fue la
túnica exterior, dejándole con una camisa de vestir y pantalones,
y todo el tiempo Snape sólo le observaba desde detrás de su
copa de vino, sin decir nada. Los ojos del vampiro no revelaban nada mientras
Harry se quitaba su camisa, en cuyo punto hizo una pausa preguntándose
si era suficiente. Su compañero no hizo ninguna indicación
de una manera u otra así que Harry continuó con lo que estaba
haciendo, deshaciéndose de sus zapato y calcetines antes de bajarse
sus pantalones y salir de ellos. Estaba dolorosamente consciente de que
su boxer no ocultaría el hecho de que ya estaba parcialmente duro,
pero se negó a apartar la vista mientras Snape recorría su
cuerpo de arriba a abajo.
Aquello debería
haber sido humillante, pero había algo en la forma en que Snape le
miraba que hacía que se sintiera Harry un poco mareado. Nunca había
sido deseado antes, pero lo supo en cuanto lo vio.
—Todo,
Harry —dijo Snape, pero aquella vez fue dicho con bastante menos frialdad,
como si algo que viera hubiera derretido el hielo que había aparecido
de repente entre ellos.
Sintiéndose
muy cohibido, pero también muy caliente, Harry se deshizo de su última
prenda de ropa. La forma en que la mirada fija de Snape se clavaba en su
creciente erección hizo que la sangre se acumulara todavía
más rápido en su ingle. Nunca había estado en una situación
como aquella antes y la estaba encontrando muy diferente de lo que había
esperado. Parte de él aún tenía miedo, pero parte de
él también deseaba aquello.
—No estabas
mintiendo —observó Snape, y Harry se dio cuenta de repente
de lo que había provocado el hielo; Snape había creído
que no estaba diciéndole la verdad.
Cuando el vampiro
volvió a mirar su cara, Harry notó que habían estrechado
la línea divisoria entre ellos.
—Si me
hubieras encontrado completamente desagradable, no te habría obligado
—dijo Snape con seriedad, como si fuera muy importante que Harry entendiera
aquello—, pero parece que eso no será necesario.
No fue en realidad
como si Snape se pusiera de pie; más bien como si fluyera desde su
asiento, de forma que un momento estaba sentado y al siguiente estaba de
pie. En su actual estado mental, Harry encontraba que era una de las cosas
más eróticas que había visto alguna vez. Mientras Snape
caminaba a su alrededor, mirándole arriba y abajo como alguna clase
de exhibición, la tela de la túnica del vampiro rozó
su pierna y se estremeció. Estaba expuesto como un animal en el mercado
y aún así no quería estar en ninguna otra parte. Cuando
una enguantada mano tocó su nuca, casi saltó.
—Relájate,
Harry —susurró Snape en su oído—. No te haré
daño. Has crecido bastante desde la última vez que te vi y
eres casi tan exquisito como el joven Sr. Malfoy.
Aquello hizo
girar a Harry; ¿cuándo había visto así Snape
a Draco?
—He estado
también con Voldemort —dijo Snape, con una sonrisa entre divertida
y maliciosa—. Fue divertido ser tratado como a la realeza por el mago
que una vez me usó como un caballo de carga. Su regalo fue Draco,
no virgen, pero no obstante exquisito. Una vez estuvimos solos, el Sr. Malfoy
dejó muy claro dónde estaba su verdadera lealtad; me sorprendió
que estuviera de acuerdo en ser espía. Le aseguré que los
vampiros no se aliarían con el Señor Tenebroso mientras no
dijera nada sobre nuestra visita a Albus. Ese viaje era un juego de intriga,
éste no lo es.
Harry apenas
podía respirar mientras la enguantada mano sobre su cuello bajaba
y se movía sobre su pecho, trasladando el suave cuero sobre su piel
de una forma que nunca había sentido antes. Dejó escapar un
pequeño sonido de sorpresa mientras unos hábiles dedos rozaban
uno de sus pezones y se perdió en la sensación durante un
momento. Snape se apretó contra la espalda de Harry y éste
pudo sentir el terciopelo rozando su piel desde la espalda hasta los tobillos,
mientras la enguantada mano seguía moviéndose sobre él.
—¿Te
das placer a ti mismo, Harry? —preguntó Snape, susurrando en
su oído.
—Sí
—la palabra salió deslizándose de la boca de Harry antes
de que hubiera pensado siquiera en ello.
—¿Cómo
te gusta —la voz del vampiro le sujetaba en una especie de hechizo—,
fuerte o suave, rápido o lento?
—Fuerte
y lento —Harry casi gimió mientras se reclinaba contra el cuerpo
detrás de él, incapaz de mantenerse en equilibrio mientras
las sensaciones que recorrían su cuerpo le quitaban el control.
Aquellas eran
preguntas íntimas que deberían haberle avergonzado, pero ya
no podía encontrar el lugar dentro de él que mantuviera esa
emoción. Mientras la otra mano de Snape se había unido a la
primera, descendiendo lentamente contra su abdomen, Harry sabía que
estaba perdido.
—Debo alimentarme
primero —le dijo Snape en una voz baja, el aliento rozándole
el cuello.
Ése fue
todo el aviso que se le dio, mientras unos colmillos se hundían en
su cuello en perfecto sincronía con una mano curvándose alrededor
de su polla. Eran demasiadas sensaciones al mismo tiempo y Harry no sabía
si reaccionar al dolor o al placer. Sus rodillas se debilitaron de repente.
El grito que salió de su boca estaba en algún lugar entre
los dos extremos y envolvió sus dedos en la túnica de Snape,
intentando agarrarse a la realidad.
Mientras unos
dedos cubiertos de cuero acariciaban con firmeza su polla y una poderosa
boca chupaba en su cuello, el poder del vampiro se inundó dentro
de él y su propia magia saltó en respuesta. Se sentía
tan increíblemente bien, que el mundo real empezó a escabullirse
mientras todo en lo que podía concentrarse se reducía a las
sensaciones. No se parecía a nada que hubiera experimentado antes
y nunca había imaginado cómo sería. Todo texto sobre
vampiros en la sección restringida describía el mordisco como
doloroso y desagradable, aunque admitían la destreza sexual de la
raza, pero el dolor era tan pequeño comparado con el placer, que
Harry no entendía como alguien podía describir aquello como
desagradable.
Ya no podía
separar por más tiempo las diferentes sensaciones en su cuerpo, que
eran una mezcla embriagadora que le llevaban a alcanzar una cima que no
comprendía por completo. No era sólo sexual, y aún
así, aquello era parte de eso, pero su magia también estaba
activa, reaccionando al toque vampírico de Snape y provocando sensaciones
que Harry nunca se habría atrevido a soñar. No podía
haber detenido aquello incluso si hubiera tenido la fuerza para romper el
abrazo del vampiro. Incluso era difícil llevar el aire a sus pulmones
mientras su cuerpo y alma se rendían a la invasión; y mientras
pensaba que no podía aguantar más, explotó.
Había
demasiadas sensaciones; demasiada energía recorriendo su cuerpo y
no podía contenerlo. Perdiendo todo el control, todo desapareció
en una oscuridad interminable.
====
La realidad penetró
lentamente, y lo primero que se dio cuenta Harry era que estaba en horizontal;
lo segundo era que había un extraño olor en el aire. Abrió
sus ojos preguntándose sobre ambas incidencias, para ver a Snape
poniendo incienso en un quemador.
—Bienvenido
—fue el saludo un tanto sarcástico mientras miraba lentamente
a su alrededor.
El irrefrenable
placer que recordaba se atenuó un poco mientras Harry se daba cuenta
de que estaban en el dormitorio y el nerviosismo volvió a él.
Aún estaba desnudo y Snape le había colocado encima de la
cama, lo que le hacía sentirse bastante vulnerable.
—Nunca
he tenido un donante tan sensible como tú —dijo Snape, como
si aquello le divirtiera además de impresionarle ligeramente—.
Cuando hablo con los demás, me entero de reacciones como la tuya,
pero fue más interesante formar parte de ello.
Le pareció
a Harry como si todo estuviera siendo grabado para la posterioridad, como
si fuera una poción en elaboración o algo así. No estaba
seguro de si le gustaba de esa forma. Sin embargo, fue entonces cuando Snape
eligió darse la vuelta desde donde estaba, y a Harry se le ofreció
una buena imagen de la cara del vampiro. Por un momento, Harry olvidó
respirar. Alimentarse había cambiado a Snape; era casi como si brillara.
La pálida piel de Snape era luminiscente y todo su ser parecía
etéreo.
—Ahora
ves la cara que sólo ve un donante dispuesto —dijo el vampiro
como si aquello fuera importante—. Nadie habla de esto.
Todo lo que pudo
hacer Harry fue asentir, mientras su mente intentaba comprender a la criatura
delante de él. Ver así a Snape, no dejaba lugar a dudas sobre
su poder. Los vampiros reales eran famosos como luchadores legendarios,
pero Harry sólo lo entendía ahora. Aquello era poder elemental,
más antiguo que el mundo mágico y más antiguo que la
especie humana incluso.
—¿Cuánto
tiempo estuve inconsciente? —consiguió tartamudear al final.
—Un poco
más de quince minutos —contestó Snape, volviéndose
hacia la mesa—. A tu edad habría esperado un tiempo de recuperación
más corto.
Era un comentario
tan sarcástico que en realidad hizo a Harry sentirse un poco mejor,
bajo toda la conducta vampírica, todavía era Snape.
—Ya, bueno,
si alguien me hubiera avisado de que iba a ser así de alucinante,
habría recordado tomarme primero un reconstituyente —contestó
de una manera tan sarcástica como pudo conseguir, desnudo sobre una
cama, al lado de un vampiro poderoso.
Aquello le ganó
una mirada de Snape y aunque no pudo distinguirla lo bastante, pensó
que su compañero parecía un poco divertido como mínimo.
Sin embargo, cuando Snape se dio la vuelta con lo que había estado
preparando sobre la mesa, cayó toda bravuconería. Snape estaba
sujetando una bandeja, y sobre la bandeja había varios artículos
sobre los que Harry sólo tenía una vaga idea de para qué
eran. Su expresión debía decir mucho acerca de lo que estaba
pensando, porque Snape sonrió como si estuviera disfrutando de la
reacción de Harry.
—Respira
profundamente, Harry —dijo el vampiro —, el incienso te relajará.
Calmará tus nervios.
Harry no estaba
tan seguro; no se sentía como si estuviera calmándole, pero
hizo unas pocas respiraciones profundas sólo para asegurarse de que
alcanzaban su sistema. Snape puso la bandeja sobre la cama, al otro lado
de Harry, y luego se sentó en el borde opuesto, mirándole.
—El secreto es relajarse y hacer como te digo cuando te lo diga —dijo
Snape de una forma que le recordaba muy poco de cuando el vampiro era su
profesor.
Harry asintió
otra vez y fue sólo mientras Snape extendió la mano y tocó
su pecho cuando se dio cuenta de que habían desaparecido los guantes.
En el momento en que los dedos de Snape hicieron contacto con su piel, descubrió
por qué su ex-profesor los había llevado puestos al principio.
Era como una descarga eléctrica muy suave, y se arqueó automáticamente
mientras enviaba maravillosas oleadas de pequeñas descargas por su
cuerpo.
—Estoy
dotado con el toque —dijo Snape como si apreciara la reacción
de Harry—, puedo traer placer o dolor con un roce de mis dedos.
Para ilustrar
aquello, el vampiro pasó las yemas de tres dedos hacia abajo por
el centro del pecho de Harry, causando que corcoveara y gimiera por la caricia.
Podía sentir que la sangre volvía a su polla y su nerviosismo
estaba empezando a alejarse confusa y lentamente.
—Si en
algún momento quieres que pare —dijo Snape en el mismo tono
serio que había usado antes—, dímelo.
En aquel momento
Harry no podía imaginarse deseando que aquello se detuviera, pero
mientras Snape se ponía de pie, se fue hacia los pies de la cama
y subió sobre ella, recordó por qué aquello podría
ser una posibilidad.
—Separa
tus piernas, Harry —la instrucción no era una petición.
Sintiéndose
vulnerable y expuesto, Harry hizo lo que se le dijo y Snape se movió
en el espacio que había dejado. Llevando aún la larga túnica
de terciopelo, el vampiro parecía grande y amenazador, pero era evidente
que Snape no tenía intención de quitársela aún.
—Eres virgen
—Snape habló lentamente como si enseñara a un niño—,
y como tal eres el mayor premio. Tu sangre es la más dulce, y cuando
me permitas tomar tu cuerpo, la energía que me des será apreciada.
Como tal te mereces ser tomado lentamente y con el mayor cuidado. Lancé
un hechizo de preparación en ti mientras dormías, uno que
tendrás que aprender si quieres continuar con las relaciones con
hombres, pero hay varias otras maneras de prepararte para mí. Todo
lo que pido de ti es que me digas si hay algo que te desagrade en particular,
o algo con lo que disfrutes.
Harry mostró
su acuerdo con un corto asentimiento e intentó filtrar la tensión
de su cuerpo.
—¿Preferirías
que te explicara qué estuve haciendo? —preguntó Snape
en un tono perfectamente razonable.
Una cosa que
siempre había odiado Harry era que le mantuvieran en la ignorancia,
así que la respuesta a aquella pregunta era fácil.
—Sí
—dijo, encontrando su voz—, por favor —añadió
como una idea de último momento.
—Por lo
menos tu interés en aprender parece haber mejorado —dijo Snape,
pero el tono del vampiro no era de ningún modo tan mordaz como lo
había sido antes.
Harry pensaba
que en realidad podría haber sido un chiste, pero estaba demasiado
nervioso para encontrarlo gracioso. Snape cogió uno de los objetos
en la bandeja y lo sostuvo a la luz para que Harry pudiera verlo. Sin sus
gafas, las cosas eran un poco borrosas por los bordes, pero Harry podía
ver lo bastante bien para distinguirlo.
—Esto —explicó
Snape— es un anillo para el pene. Como ya he descubierto, eres sumamente
sensible y no quiero que explotes, digámoslo así, antes de
que yo quiera. Lo sentirás un tanto extraño, pero si te causa
grave incomodidad te lo quitaré.
Gracias a su
nerviosismo, Harry sólo estaba parcialmente duro, y Snape estaba
mirándole pensativamente.
—Tócate,
Harry —dijo Snape después de un momento, su voz profunda y
ronca de repente—, acaríciate hasta que estés duro.
Aquella voz era
casi suficiente para hacer innecesario tocarse, mientras la polla de Harry
se movía con el sonido. Aquella era la criatura que le había
tomado y se había alimentado de él; aquel era el Snape que
apenas reconocía y que encontraba increíblemente sexy. Bajando
la mano, enroscó sus dedos alrededor de su polla, dura en su mayor
parte, y la acarició con firmeza. Echado en medio de la cama de Snape,
las piernas separadas con el vampiro mirándole con ojos llenos de
lujuria, sólo tardó unos momentos antes de que Harry estuviera
dolorosamente duro. El instinto le dijo que continuara y buscara la liberación,
pero unos brillantes ojos negros le detuvieron.
—Estupendo
—dijo Snape con una ligera sonrisa, mientras Harry retiraba su mano.
Cuando los dedos
de Snape le tocaron, creyó que podría correrse en ese mismo
momento mientras le recorrían descargas de placer a través
suyo, pero el anillo en la polla estaba sujeto y apretado con tanta eficiencia
que no tuvo oportunidad. La presión que le causaba le dejó
jadeando en la cama mientras su polla latía con fuerza y le dolía
de necesidad. Gimió en voz alta mientras le era negada la liberación.
—Confía
en mí, Harry —dijo Snape, pasando sus dedos sobre la torturada
polla de Harry—, valdrá la pena.
Bueno, eso desde
luego que le daba algo más que pensar en vez de lo que le estaba
haciendo Snape, y el vampiro le había prometido quitárselo
si se volvía demasiado incómodo. Snape extendía la
mano otra vez sobre él sujetando una almohada; antes de que Harry
tuviera oportunidad de descubrir qué estaba pasando, encontró
que su abdomen se levantaba y la almohada era colocada debajo de su culo.
Ahora estaba abierto, expuesto y levantado. Por lo menos los latidos en
su polla le mantenían lo suficientemente distraído como para
preocuparse demasiado.
—El cuerpo
humano es algo asombroso —dijo Snape, extendiendo la mano hacia la
botellita y el más pequeño de los instrumentos con forma de
cono negro—. Ciertas partes de él, mientras son bastante estrechas
en su estado natural, pueden ser estiradas hasta un sorprendente grado sin
dolor; todo lo que se requiere son los instrumentos correctos y paciencia.
Mientras hablaba,
Snape hizo gotear un poco del contenido de la botella sobre la base de la
polla de Harry, y permitió que bajara detrás de sus pelotas
y dentro de la raja de su culo. Estaba frío, pero eso no fue un problema
durante mucho tiempo cuando Snape empezó a frotar lentamente la parte
trasera de sus muslos en lentos círculos.
—Yo mismo
hice el lubricante —le dijo Snape, todo el tiempo acercándose
más a donde Harry podía sentir aún el goteo de líquido—.
¿Puede decirme qué propiedad de la raíz de basilisco
quería aprovechar cuando lo añadí a este lote en particular?
Pociones; Harry
había sabido que Snape sacaría las pociones en algún
momento. Lo gracioso era que de verdad lo sabía, porque era algo
que se comentaba en susurros de vez en cuando en el dormitorio de chicos.
—Aumento
de sensación —consiguió decir con voz entrecortada,
mientras los dedos de Snape alcanzaban su destino y empezaban a masajear
el lubricante dentro de la raja de su culo.
Lo sentía
tan jodidamente bien que sus piernas se relajaron y abrieron aún
más sin que tuviera que intentarlo siquiera. Las pequeñas
pulsaciones de placer que le causaba el toque de Snape junto con la sensación
normal le hicieron gemir de excitación.
—Por mí
no te quedes callado —dijo Snape con su voz profunda y ronca—,
esas paredes son a prueba de ruido, nadie te oirá.
La única
experiencia sexual que Harry había tenido era con su mano, detrás
de las cortinas de su cama de cuatro postes, lo que significaba que siempre
había tenido que ser silencioso; antes nunca había considerado
ser sonoro durante el sexo, pero mientras dejaba salir un gemido en voz
alta, encontró que le ayudaba enormemente. Si Snape mantenía
el ritmo de lo que estaba haciendo, Harry sospechaba que estaría
gritando antes de que el vampiro hubiera acabado. En algún momento
había cerrado los ojos, pero entonces los abrió otra vez mientras
sentía que sus nalgas estaban siendo separadas, y algo más
frío y resbaladizo que uno de los dedos de Snape estaba empujando
en su entrada. Alzó la mirada para ver a Snape con la vista baja
y colocando con cuidado el instrumento que sostenía en su mano. Harry
jadeó de sorpresa por la sensación de ser abierto, y sus músculos
anales apretados en respuesta alrededor de la intrusión. Lo sentía
enorme, aunque Harry lo había visto y sabía que no lo era.
—Déjese
ir, Sr. Potter —aquella vez el titulo no le trajo recuerdos no deseados;
Harry estaba demasiado centrado en lo que estaba pasando, y la voz que Snape
estaba usando estaba tan lejos de la que había usado para enseñar
como podía estarlo—. Esto no está bajo su control.
Eso fue casi
una revelación mientras aquellas palabras se filtraban dentro del
cerebro de Harry mientras se daba cuenta de que incluso despatarrado sobre
la cama, casi indefenso, había estado intentando mantener algún
control. Era una sensación extrañamente liberadora mientras
se daba cuenta de que cualquier control que pudiera haber sentido que tenía
era una ilusión; en esto, tenía que confiar en Snape, porque
no había nada que él pudiera hacer. No tenía responsabilidad
en ello, todo su deber había sido aparecer en la puerta, y de ahí
en adelante el resto había sido todo de Snape. Todo lo que tenía
que hacer él era reaccionar, y mientras Snape movía la intrusión
en su culo para atrás y para adelante, Harry no tenía elección
excepto hacer aquello.
Al principio
la sensación era extraña y un poco incómoda mientras
sus músculos se resistían a ser extendidos, pero los movimientos
de Snape eran suaves, y Harry encontró que su cuerpo se iba acostumbrando
a la idea. Luego, después de unos momentos, Snape empujó el
artefacto un poco más de forma que su parte más amplia estaba
abriéndole y Harry no podía evitarlo; se movió y se
encontró a sí mismo soltando un gemido mientras la punta chocaba
contra un lugar dentro de él que envió las más increíbles
sensaciones por su cuerpo.
—Asumiré
que encuentras eso placentero —dijo Snape en un tono muy seco.
Ya que Harry
estaba viendo manchitas delante de sus ojos, no se molestó en intentar
contestar. Moviendo una mano de su fuerte agarre en las mantas, extendió
las manos detrás de su cabeza y se sujetó al cabecero, dejando
que sus ojos se cerraran y esperando que el mundo se moviera otra vez fuera
de su eje. La segunda vez, su gemido fue incluso más audible mientras
Snape mantenía el contacto dentro de él, y estuvo jadeando
otra vez cuando la intrusión se retiró un poco.
—Eso, Harry,
es tu próstata —el tono de Snape era bajo, y lo apostilló
con otro roce—. Por tu aspecto, diría que definitivamente la
segunda zona más erógena en tu cuerpo.
Harry tuvo que
estar de acuerdo, aunque no estaba seguro de que fuera inteligible; lo único
que le hacía sentir mejor era tocar su polla. Todo lo que podía
preguntarse era cómo no había encontrado tiempo para algo
como esto antes; no tenía ni idea de lo que se estaba perdiendo.
Mientras la intrusión en su culo era retirada, se encontró
a sí mismo gimiendo de disgusto, lo que provocó una risa divertida
por parte de Snape; era uno de los verdaderamente divertidos sonidos que
Harry había oído alguna vez por parte del hombre, y causó
que abriera sus ojos y mirara a su torturador. No sabía cuándo
se había movido Snape, pero el vampiro había cogido otro de
sus juguetes de la bandeja, aquél era idéntico en forma al
anterior, sólo que era más grande.
Hubo un tiempo
en aquello habría inquietado a Harry, estaba seguro, pero parecía
haber perdido aquella capacidad en alguna parte, cuando Snape estuvo rozando
su próstata, y sólo volvió a poner su cabeza en la
cama y esperó a descubrir lo que le haría sentir el nuevo
juguete. Estaba esperando el ligero ardor aquella vez y se dejó ir,
haciendo los ruidos más lascivos que nunca había oído
de su propia garganta mientras el juguete le penetraba.
Los movimientos
de Snape eran lentos y metódicos mientras el vampiro aflojaba a Harry
más suelto y más suelto aún, rozando su próstata
con intervalos regulares y haciendo latir su polla, y que le doliera de
una forma que Harry no se había dado cuenta de que era posible. En
aquello Harry estaba libre de toda responsabilidad y era maravilloso y liberador
mientras era preparado y provocado en una bruma sexual que le hacía
entregarse completamente a la experiencia.
Harry no se había
dado cuenta de qué juguete estaba usando Snape o cuántos habían
sido empujados dentro de su obediente culo pero notó que era retirada
la intrusión y no era reemplazada. Cuando abrió sus ojos aquella
vez, vio algo que hizo que se le detuviera el aliento en su garganta. Snape
estaba arrodillándose entre sus extendidas piernas, en cada centímetro
suyo un vampiro real, y lenta y deliberadamente estaba soltando los broches
de su túnica, uno por uno. Harry estaba cautivado y observó,
sin respirar apenas, mientras más y más pálida piel
era revelada.
Snape no se quitó
la túnica una vez hubo terminado de desabrocharla, simplemente la
apartó a los lados fuera de su camino, y Harry no pudo evitar mirar
fijamente. Había avistado algo de los demás chicos a veces,
pillándoles pajeándose en la ducha de vez en cuando, pero
nunca había visto uno erecto, adulto y masculino, y Snape era mucho
más grande de lo que había esperado. Largo, ancho y rojo purpúreo,
Harry estaba absolutamente seguro de que nunca cabría ahí
atrás, no importaba lo que había estado haciendo antes Snape.
—No te
haré daño —fue todo lo que dijo Snape mientras vertía
en sus manos más del lubricante que había estado usando tan
magistralmente sobre Harry.
Cuando el vampiro
empezó a extender el líquido sobre su propia polla con caricias
lentas y uniformes, Harry no pudo apartar sus ojos de él. Nunca había
visto algo como eso, y le asustaba y le atraía. Cuando por fin Snape
se inclinó sobre él y sintió la erección del
vampiro rozando ligeramente contra su culo, casi lo rehuyó, pero
Snape miró a los ojos y Harry recuperó la confianza.
—Relájate
—fue la susurrada instrucción.
Harry lo intentó,
realmente lo hizo, pero no pudo evitar el quejido mientras Snape empujaba
lentamente la cabeza de su polla dentro de él. Era más grande
que cualquier objeto que el vampiro hubiera usado antes, y le ardía.
—Espera,
mi alumno —dijo Snape en un tono bajo, inclinándose y acercándose
para rozar con su cara la de Harry—, estás preparado para esto.
Harry necesitaba
algo que le distrajera de los gritos de los músculos en su culo,
así que hizo lo único que se le ocurrió; besó
a Snape. Moviendo su cabeza, capturó los labios de Snape, y al principio
el vampiro se puso rígido, como sorprendido e inseguro del movimiento,
pero mientras Harry abría ligeramente sus labios, encontró
su boca siendo invadida por una ansiosa lengua. El beso era duro y apasionado,
sin dejar traslucir la forma gentil en la que Snape le había preparado,
y Harry gimió mientras el vampiro movía más lentamente
y con cuidado su polla dentro de su cuerpo. El ardor era malo, pero no había
sensación de desgarro, así que Harry tuvo que creer que Snape
tenía razón; podía aguantar aquello.
Se sentía
como si estuviera siendo reclamado, y rodeó sus piernas en torno
a Snape, necesitando aquello aunque le causara dolor. La presión
en su interior era casi más de lo que podía soportar, pero
al mismo tiempo era increíblemente genial y quería todo lo
que Snape tenía que darle. Cuando el vampiro estuvo por fin completamente
enterrado dentro de él, Snape se retiró del beso y bajó
la mirada hacia él con sus profundos ojos negros y, oh sí,
Harry sabía que había sido tomado y poseído por el
vampiro.
Se sentía
más en paz que nunca en toda su vida. No había expectativas,
nadie esperando que le salvara, o que desapareciera y los dejara en paz;
en aquel momento sólo estaban él y Snape, y éste sólo
le exigía su sumisión. Durante largos segundos, Snape permaneció
inmóvil como una estatua, hasta que Harry pudo sentir sus músculos
sucumbiendo a la presión, y entonces el vampiro se movió.
Era la sensación más increíble, sentir algo tan cálido
y vivo moviéndose dentro de él, y Harry se entregó
completamente. Todo lo que podía hacer era jadear y aceptar las sensaciones
que recorrían su cuerpo, mientras se sometía a la dominante
fuerza de Snape sobre él.
Cada embestida
hacía que fuera en aumento la presión que podía sentir
en su cuerpo y el dolor en su polla y, por fin, Snape pareció verse
afectado por todo lo que estaba pasando. Los gemidos bajos que salían
del vampiro eran casi más eróticos que las palabras que había
pronunciado, enviando descargas de placer directamente a la erección
de Harry, mientras tiraba de sus ataduras. Cada movimiento rozaba contra
el lugar en su interior que hacía que su mente quisiera caer en la
irrealidad, y encontró sonidos saliendo de sus labios que no tenían
significado, excepto en el calor de la pasión. Su cuerpo cedió
al ataque y Snape aumentó su ritmo, gimiendo junto con sus embestidas
y Harry por fin comprendió cuánto había estado conteniéndose
el vampiro.
Los vampiros
eran más fuertes que los humanos y más rápidos, y aún
había temblores recorriendo el cuerpo de Snape mientras se movía,
y Harry podía sentir la corriente subyacente de poder filtrándose
entre ellos. Aferrándose a Snape mientras el vampiro se impulsaba
profundamente dentro de él con cada embestida, Harry se sentía
más cerca de la muerte de lo que había estado nunca. Necesitaba
liberación, y estaba casi desesperado mientras Snape le clavaba contra
la cama con embestidas suaves y regulares. Era tortura y aún así,
el mayor placer que había sentido alguna vez, al mismo tiempo; nada
le había apartado así de la realidad que era su vida.
—Hermoso,
hermoso muchacho —susurró Snape, casi reverente, y luego embistió
dentro de él una vez más; estremeciéndose, el vampiro
echó atrás su cabeza y pronunció una sarta de palabras
que Harry no entendió.
Todo lo que sabía
Harry era que la presión en su cuerpo estaba volviéndole loco.
Mientras Snape se retiraba, Harry casi gritó de necesidad, pero el
vampiro no le liberó. En vez de ello, Snape extendió la mano
hacia otro objeto de la bandeja y Harry sintió algo romo siendo introducido
dentro de él. Al principio era del mismo tamaño que la polla
de Snape, pero mientras era introducido se fue haciendo más ancho
y Harry gimió por la insoportable sensación de ser estirado
aún más. Cuando creía que no podía soportar
más, la intrusión se volvió remota otra vez y su cuerpo
pareció darle la bienvenida en su interior mientras se colocaba en
su lugar contra la próstata. En aquel momento aullaba.
—Sólo
un poco más, mi alumno, sólo un poco más —pero
Harry no sabía si podía esperar un poco más.
Su polla pulsaba
y su cuerpo exigía liberación. Necesitaba correrse como nunca
lo había necesitado en su vida y el anillo lo estaba impidiendo.
Snape había descendido de la cama y mientras Harry luchaba por contenerse,
el vampiro bajó su cabeza hacia la abandonada erección de
Harry. Entonces todo pareció ocurrir a la vez; los labios de Snape
se cerraron alrededor de su polla con un atormentador calor húmedo;
fue quitado el anillo y Harry corcoveó contra la boca de Snape gritando
como una banshee y lanzando su semilla por la garganta del vampiro. Con
su liberación llegó una avalancha de poder casi tan grande
como cuando Snape se había alimentado de él, y casi se desmayó
otra vez.
Pasó bastante
tiempo antes de que los temblores en su cuerpo amainaran y más tiempo
aún antes de que pudiera poner en orden algo remotamente parecido
al pensamiento. Sentía su cuerpo como si estuviera hecho de gelatina
y apenas pudo reunir la energía para abrir sus ojos. Cuando por fin
lo hizo, encontró un Snape muy satisfecho de sí mismo mirándole.
El movimiento le recordó que aún había algo intrusivo
en su culo y que frotaba su próstata enviándole pequeñas
chispas a través de él ocasionando que gimiera mientras sus
nervios ultra sensibles exigían un descanso.
—Por favor
—casi suplicó.
—Relájate
—dijo Snape, claramente divertido—. Tengo intención de
mantenerte semiexcitado hasta el amanecer.
Harry no pudo
evitar mirar fijamente a su compañero entonces, sin creerse que el
vampiro hablara en serio, pero si había una cosa que sabía,
era cuando Snape no estaba bromeando. Mientras Snape pasaba una mano sobre
su abdomen, Harry sabia que una vez hubiera terminado el vampiro, iba a
estar “saciado” o muerto.
====
Harry se despertó
lentamente y no pudo recordar en realidad cuándo se había
quedado dormido. Su mente era una bruma de sexo y sensaciones maravillosas,
y no recordaba el momento en que el sueño había entrado en
escena. Tardó un rato en darse cuenta de que estaba tapado con una
cálida manta y encajado contra un cálido cuerpo detrás
de él. No estaba bastante seguro de lo que había esperado,
pero habían pasado horas desde que Snape se alimentó y una
parte de Harry había estado pensando que el vampiro podría
estar frío.
—Pareces
tan inocente cuando duermes —dijo Snape cerca de su oreja y Harry
se encontró dándose la vuelta en el abrazo del vampiro.
—Probablemente
la única ocasión en que lo soy —contestó Harry,
pero no estaba de humor para una discusión filosófica.
Los músculos
le dolían ligeramente pero, sorprendentemente, dado lo que Snape
había pasado la mayor parte del tiempo haciéndole, Harry no
estaba particularmente dolorido. Definitivamente era consciente de haber
participado en actos de naturaleza sexual y probablemente se sentiría
así durante un par de días, pero no le dolía.
—Siento
haberme quedado dormido —se disculpó, mirando el reloj sobre
la mesa—, aún no ha amanecido.
—Estabas
agotado —contestó Snape con una sonrisa divertida—. Creo
que te dejé agotado. Tu capacidad de atención es por lo menos
mayor de lo que solía ser.
—Tuve muchos
motivos para prestar atención —bromeó Harry, moviéndose
con cuidado para averiguar si sentía alguna incomodidad.
Snape parecía
encontrar lo que estaba haciendo aún mas divertido mientras se sentaba
y se apartaba ligeramente de él.
—Eres un
compañero de cama de lo más interesante, Sr. Potter —dijo
Snape en un tono cordial—, superaste mis expectativas. El lubricante
habrá evitado la irritación y debería aliviar la mayor
parte de la tensión muscular, así que no necesitas preocuparte.
Aquello era bueno,
pero Snape parecía un tanto distante de repente, y Harry encontró
que no le gustaba. Sabía que aquello había sido un acto puntual,
pero ahora encontraba que no estaba cómodo con la forma en que Snape
estaba retrayéndose en sí mismo.
—¿Te
quedarás? —preguntó de repente, no muy seguro de por
qué quería saberlo.
—No puedo
—contestó Snape con un pequeño encogimiento de hombros,
pero no salió de la cama.
—¿No
echas de menos Hogwarts? —siguió preguntando Harry, aunque
su propia cadena de razonamiento se le escapaba.
De repente era
importante para él conectar por lo menos un poco con Snape antes
de que aquello acabara. Su pregunta provocó una expresión
por parte del vampiro que estaba en algún lugar entre una sonrisa
amable y una de suficiencia.
—No echo
de menos a mocosos impertinentes —contestó Snape como si aquello
le divirtiera muchísimo—, aunque debo admitir que siento un
poco de nostalgia ahora que he vuelto, pero eso no es un asunto a considerar.
Soy un vampiro de la realeza, mi presencia es necesaria para negociar el
tratado inicial, pero sería imprudente quedarme más tiempo.
El trabajo de enlace se le dará a uno de rango de sangre más
bajo.
—¿Te
quedarías si pudieras? —Harry se encontró a sí
mismo preguntándolo antes de que hubiera tenido tiempo de pensar.
Aquella vez Snape
frunció el ceño y Harry reconoció la expresión
a la que estaba más acostumbrado por parte de su ex profesor de pociones.
—Ya lo
he dicho, eso no es una opción —contestó con sequedad
el vampiro.
—¿Qué
haría falta para ser una opción?
Harry se encontró
a sí mismo hablando sin tener oportunidad de considerar lo que estaba
haciendo, y de repente le golpeó el hecho de que quería que
Snape se quedara. En algún momento de la noche había conectado
con Snape de una forma en la que nunca había conectado con otro ser
vivo y no quería que aquello se acabara. Estaba un poco sorprendido
por haberlo comprendido así.
—Sr. Potter
—dijo Snape con lentitud y detrás de la máscara de fría
calma que Harry no había visto desde que el vampiro había
llegado al principio al colegio—, ¿quiere que me quede?
Era un momento
difícil, Harry no sabía qué decir, no podía
distinguir si haría enfadar o no a Snape, o si estaba preparado para
admitir lo que estaba pensando, pero no tenía elección.
—Yo…
—dijo, completamente incapaz de decidir qué hacer.
Zafándose
de la manta, deslizó sus piernas fuera de la cama y se sentó
mirando a la pared.
—Sí
—admitió al final—. Nunca pensé que sería
así, pero contigo fui libre por primera vez en mi vida sin estar
sobre una escoba.
No se le ocurrió
qué más decir excepto la verdad, y se quedó inmóvil,
esperando una reacción.
—El único
motivo por el que me quedaría es si tuviera un enlace distinto con
uno de nuestros aliados —Snape parecía calmado y seguro, aunque
su voz era más baja de lo que había sido.
Harry se volvió
lentamente para mirar donde estaba sentado el vampiro sobre la cama. Snape
llevaba aún su túnica, y la tenía envuelta alrededor
de él asemejando unas alas. El poder que había sido tan evidente
antes durante la noche se había debilitado, pero aún estaba
ahí y Harry todavía lo encontraba seductor.
—Qué
tipo de enlace —preguntó Harry, casi temeroso de la respuesta.
—Uno permanente
—dijo Snape sin alterar la voz.
Estar sentado
inmóvil y dejar que aquello le penetrara era lo único que
Harry se encontraba capaz de hacer.
—O mejor
dicho, uno que pueda ser disuelto por mi parte —aclaró Snape
con lentitud—. Si encontrara a alguien que deseara ser donante completo,
entonces sería ventajoso permanecer como embajador.
Harry buscó
frenéticamente en su memoria cualquier cosa sobre los “donantes
completos”, pero no le surgió nada. Su confusión debió
de ser evidente, porque Snape no le hizo llegar a preguntarlo.
—Un donante
completo está atado a su vampiro por su símbolo, y permanecen
juntos hasta que la relación es finalizada por el vampiro —dijo
Snape sin alterar la voz—. El donante satisface todas las necesidades
del vampiro.
Parecía
tan completamente íntimo que Harry se encontró a si mismo
tragando saliva con dificultad.
—¿Y
cómo se convierte una persona en un donante completo? —preguntó,
sintiéndose como si estuviera de pie al borde de un precipicio.
—Todo lo
que se requiere es aceptar la marca —dijo Snape, sin moverse de su
lugar en la cama.
Harry se quedó
sentado inmóvil durante unos momentos y luego, completamente inconsciente
del hecho de que estaba desnudo, gateó hacia el vampiro hasta que
estuvo arrodillado delante del vampiro.
—¿Cuál
es tu marca? —preguntó en un susurro muy bajo.
—Esto —contestó
Snape y apartó su espeso pelo sobre su oreja, ahí, donde Harry
no lo había notado antes, había una pequeña esmeralda
verde rodeada por una serpiente plateada. Era un pendiente delicado, casi
femenino, y aún así lo decía todo sobre el hombre que
lo llevaba.
Con mucha lentitud
Harry extendió la mano para tocar el pendiente y luego se sentó
sobre sus talones.
—¿Me
marcarás? —preguntó, aterrorizado porque la respuesta
fuera sí y aterrorizado porque fuera no, todo al mismo tiempo.
—No —dijo
Snape con firmeza y Harry se apartó antes de que una de sus muñecas
fuera agarrada.
Se encontró
a sí mismo siendo empujado en un abrazo.
—No de
forma permanente, aún no —dijo Snape mientras le sostenía—,
no hasta que lo entiendas completamente. Pero si lo pides otra vez, te daré
algo mío que anunciará a todos cuál es mi intención.
Harry miró
profundamente a los negros ojos de Snape y vio eternidad. Aquello le asustaba,
pero también le confortaba de una forma que no podía explicar.
—Márcame
—dijo en poco más que un susurro.
Lentamente y
con calma, Snape extendió la mano hacia el pendiente y se lo quitó
de su oreja. Era como todos los pendientes mágicos para orejas perforadas:
tan afilado como el día en que se había colocado ahí
y sin parte trasera, desafilado y redondeado cuando estaba en su lugar y
hasta que quien lo llevara deseaba quitárselo. Harry se quedó
muy quieto mientras Snape sujetaba su oreja y luego sintió la más
pequeña sensación de pinchazo.
—No serás
de nadie excepto mío —dijo Snape, y Harry fue hacia sus brazos
sin necesidad de mayor estímulo.
FIN