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Francamente, Harry estaba bastante muerto de miedo. Cómo había terminado por estar de acuerdo con aquello, no tenía ni idea, pero había estado de acuerdo y no tenía la más mínima intención de volverse atrás. Aquello era importante para la campaña bélica; eso podría salvar literalmente miles de vidas y no se le escapaba el hecho de que Snape ya se había sacrificado por aquella causa. Hacía alrededor de un año que Snape había desaparecido en una misión para Dumbledore y la semana anterior había vuelto, pero ya no era el hombre que ninguno recordaba.

Le había parecido a Harry que Snape por fin había encontrado el lugar al que pertenecía. El profesor de pociones todavía era sarcástico y no toleraba de buen grado a los idiotas, pero había una tranquilidad en Snape que nunca había estado ahí antes, un conocimiento de su propio poder del que siempre había carecido. Lo que no había estado esperando era que Snape fuera ahora un vampiro.

Cuando, interrogado por Dumbledore, Snape le había revelado que, cuando fue enviado a pedir su apoyo a los vampiros, le había sido ofrecida una elección; volver a Hogwarts con una negativa o mostrar la seriedad de la Luz convirtiéndose en uno de ellos, Snape había elegido la última opción, y parecía que no se arrepentía. Ahora era el embajador por parte de los vampiros con el bando de la Luz y los vampiros estaban exigiendo hospitalidad tradicional. Ahí era donde entraba Harry.

Las cosas más importantes para un vampiro eran la sangre y el sexo, y la antigua tradición cuando se invitaba a los vampiros a casa de uno era la de proporcionar ambos. Para alguien cuya posición era la de embajador, aquello significaba un ruboroso virgen dispuesto a entregar fluidos corporales de varias clases. Eran las vacaciones estivales y había sólo un candidato alojado: él. Tampoco era que hubiera permitido que alguien más se sacrificara en su lugar, después de todo era un Gryffindor. Snape casi había parecido lleno de alegría ante la perspectiva.

Por eso Harry estaba muerto de miedo. La mirada en los ojos de Snape cuando fueron revelados los planes fue peor que mirar a la cara de Voldemort cuando renació. Los vampiros eran nocturnos por naturaleza aunque podían desplazarse durante el día, así que la reunión había sido fijada para antes de la medianoche. Snape había establecido residencia en lo que habían sido sus mazmorras antes de su desaparición, y por eso Harry estaba de pie en la parte de fuera de una puerta muy conocida, intentando controlar los latidos de su corazón.

[Entre, Sr. Potter, no morderé hasta que me inviten.]

Las palabras entraron flotando en su cerebro; la parte no cubierta por sus barreras de oclumancia. Los vampiros eran telépatas hasta el punto en que podían comunicarse de mente a mente, pero no era lo mismo que la legeremancia, en la que no podían invadir los pensamientos de otro en busca de información sin usar los mismos métodos que los magos.

Harry hizo todo lo posible por no hiperventilar, pero sólo podía obligarse a sí mismo a extender la mano hacia el picaporte y abrir la puerta. Lo que encontró no era lo que esperaba. Snape siempre había sido un hombre rígido y estirado, de quien todo el colegio había estado convencido que se sentaba sobre una barra para mantener recta su espalda. El Snape al que estaba mirando Harry era casi completamente diferente; el profesor de pociones estaba tumbado sobre un diván, delante del fuego, vestido con una túnica que no estaba ni confeccionada de la manera habitual ni completamente abotonada, aunque aún era de su color negro característico.

La sencillez de la ropa de Snape hizo que Harry se sintiera completamente recargado con su túnica de vestir, pero aquello era un acontecimiento oficial y no tenía nada más. Las túnicas escolares estaban diseñadas para estar sobre la ropa, y todo lo que poseía estaba demasiado gastado para algo como aquello. Había previsto comprar algunas cosas aceptables una vez estuviera lejos de los Dursley, pero no había habido tiempo.

[No es de buena educación merodear en la entrada.]

Harry estaba bastante seguro de que Snape estaba usando la comunicación mental porque el vampiro sabía que le ponía nervioso.

Snape señaló el otro extremo del diván con un gesto de su mano y fue entonces cuando Harry notó que su anfitrión llevaba guantes de cuero negro. La gente no solía llevar guantes para algo como aquello, ¿cierto? Harry estaba confuso, aunque no podía evitar que su traicionera libido imaginase cómo sería sentir ese cuero sobre su piel, y encontró que, por un momento, su miedo era vencido por la lujuria. Cruzó andando la habitación, intentando aparecer tan relajado como era posible, y se sentó donde se le había pedido.

Los ojos que le inmovilizaban casi le dejaron sin voluntad, pero había oído hablar sobre la mirada fija de un vampiro, e hizo caso omiso. Los ojos de Snape aún eran negros, pero allí donde habían sido sin vida y duros, ahora parecían fosos sin fondo con pequeñas joyas adornándolos. Harry sabía que podía perderse en ellos si quería. No había encontrado a Snape, el profesor de pociones, atractivo de ninguna manera con su piel cetrina, nariz ganchuda y dientes amarillos, pero aquella criatura que se encontraba a su lado era una cuestión diferente. Aún estaba ahí la nariz ganchuda, pero la anteriormente enfermiza piel era pálida y perfecta como si ninguna impureza la hubiera tocado siquiera, y los dientes del vampiro brillaban blancos con dos mortíferos colmillos extendiéndose desde la parte de arriba.

Snape era un vampiro de alto rango, uno de la realeza, y parecía el Príncipe en cada centímetro y cada gesto. Harry se había sorprendido al descubrir que los vampiros sobre los que había aprendido en defensa contra las artes oscuras no eran los únicos; estaban el vampiro común, y había varios otros. Eran lo que una persona fue antes de que fueran convertidos lo que decretaba el tipo de vampiro en que se convertirían y los vampiros debían de haber sabido lo que sería Snape antes de que hicieran su oferta. Era imposible notarlo para un mortal, pero los vampiros lo habían sabido. Al pensar en ello, Harry sospechaba que había sido por ello que le habían exigido este precio en concreto; la realeza vampírica era excepcional.

—¿Una copa de vino? —le ofreció Snape, para gran sorpresa de Harry.

Ahí estaba la conocida sonrisa burlona cuando no consiguió responder, pero sin embargo le fue pasada la copa. Cogiéndola, intentó no temblar.

—Al contrario de lo que parece creer, Sr. Potter —dijo Snape, levantando su propia copa de la mesita—, no le haré daño. Esto es un acto de fe por ambas partes.

—¿Por qué? —Harry no entendía de política, la verdad; era un arma y nadie se había dignado explicarle en gran detalle todas las razones de la parte más conspiradora de la guerra.

No era estúpido, pero sabía muy poco sobre vampiros, o lo que significaba aquello, y por qué estaba ocurriendo. Que él supiera, aquello era la Luz complaciendo los caprichos de un posible aliado.

—Típico que Albus fallara en explicarle —dijo Snape, con la amargura en la voz que Harry recordaba—. También falló en explicar qué pasaría cuando fui enviado a mis actuales hermanos. Esto no es simplemente un juego, Sr. Potter…

—Harry —le interrumpió, incapaz de soportar por más tiempo el tono en el que Snape decía “Sr. Potter”—. Si vamos a hacer esto, mi nombre es Harry.

“Sr. Potter” le llevaba de vuelta a la clase de pociones y, sin embargo, aquello no estaba ayudando a su equilibrio. Snape le miró fijamente en blanco durante un rato y Harry no estuvo seguro de si su petición había sido aceptada o ignorada.

—El que se me ofrezca su persona para hacer lo que quiera con ella durante una noche es la señal más profunda de respeto que se pueda dar a uno de mi clase —continuó Snape con su explicación—. Devolverlo al día siguiente, indemne y satisfecho, es mi deber y mi reto.

Harry no estaba seguro de que le gustara el sonido de la palabra “reto”.

—¿Satisfecho? —su voz estaba muy lejos de ser tan firme como había esperado, y se sentía como un idiota.

—Nos tomamos muy en serio el sexo, Harry —la forma en que Snape decía Harry era casi tan mala como “Sr. Potter”, pero por lo menos sólo sonaba como si se estuviera riendo de él, más que volver a tener quince años otra vez—. Es casi tan importante para nosotros como la sangre, y despedir a una pareja menos que saciada es el acto de un vampiro común, impensable para el resto de nosotros.

Harry encontró su aliento atrapado en su garganta, pero no era exactamente miedo lo que lo provocaba aquella vez. Snape era sexy, en realidad; era un concepto asombroso para la mente consciente de Harry, pero su libido estaba muy convencida de la cuestión. Era la presa y Snape era el depredador, y todo ello era bastante excitante, incluso si no sabía qué esperar.

—¿Cómo es que aún eres virgen, Harry? —preguntó Snape mientras Harry intentaba pensar en algo qué decir—. Sin duda, habrá cientos de pequeños magos y brujas haciendo cola para tener al famoso Niño Que Vivió.

Ahí estaba, el resentimiento de siempre entre ellos. Harry se había preguntado cuánto tiempo tardaría en revelarse, y aquello le molestaba porque, como de costumbre, Snape no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

—¿Cuándo tengo tiempo de tener una vida? —preguntó, sin intentar ocultar el calor en su tono— Nunca he tenido la oportunidad de comprender nada. He tenido una maldita novia en toda mi vida, y aquello fue un desastre, porque todo lo demás es más importante. Matar a Voldemort es lo único en lo que puedo soñar. Ni siquiera sabía que podría gustar a un hombre hasta ahora.

Se encontró a sí mismo mirando con odio a Snape, poniéndose de pie y preguntándose cómo había llegado hasta allí. No estaba seguro desde dónde provenía su ira, normalmente la mantenía controlada, pero nunca había sido muy razonable cerca de Snape. Por su parte, la cara del vampiro era inexpresiva. Harry se esperaba una represalia, pero no hubo nada excepto un pétreo silencio durante lo que tenían que haber sido minutos, hasta que volvió a sentarse lentamente.

—¿Aceptaste esto sin haber considerado siquiera estar con un hombre antes? —el tono del vampiro era completamente neutral mientras hacía su pregunta.

Harry sólo asintió, no confiaba en su voz.

—Quítate la ropa —llegó la orden después de más silencio, y sorprendió completamente a Harry—. Quiero ver lo que obtengo.

Era un cambio tan brusco que pilló a Harry desprevenido. Se sentó allí estúpidamente durante un rato hasta que Snape le miró con ferocidad. Pues vaya con la conversación cortés. Levantándose lentamente, alargó las manos hacia los botones de su túnica con dedos temblorosos; aquella vez no pudo detener los temblores. Había estado de acuerdo con aquello y estaba a merced de Snape hasta que se levantara el sol, a menos que estuviera dispuesto a romper la alianza provisional a la que tenía que obedecer.

Primero fue la túnica exterior, dejándole con una camisa de vestir y pantalones, y todo el tiempo Snape sólo le observaba desde detrás de su copa de vino, sin decir nada. Los ojos del vampiro no revelaban nada mientras Harry se quitaba su camisa, en cuyo punto hizo una pausa preguntándose si era suficiente. Su compañero no hizo ninguna indicación de una manera u otra así que Harry continuó con lo que estaba haciendo, deshaciéndose de sus zapato y calcetines antes de bajarse sus pantalones y salir de ellos. Estaba dolorosamente consciente de que su boxer no ocultaría el hecho de que ya estaba parcialmente duro, pero se negó a apartar la vista mientras Snape recorría su cuerpo de arriba a abajo.

Aquello debería haber sido humillante, pero había algo en la forma en que Snape le miraba que hacía que se sintiera Harry un poco mareado. Nunca había sido deseado antes, pero lo supo en cuanto lo vio.

—Todo, Harry —dijo Snape, pero aquella vez fue dicho con bastante menos frialdad, como si algo que viera hubiera derretido el hielo que había aparecido de repente entre ellos.

Sintiéndose muy cohibido, pero también muy caliente, Harry se deshizo de su última prenda de ropa. La forma en que la mirada fija de Snape se clavaba en su creciente erección hizo que la sangre se acumulara todavía más rápido en su ingle. Nunca había estado en una situación como aquella antes y la estaba encontrando muy diferente de lo que había esperado. Parte de él aún tenía miedo, pero parte de él también deseaba aquello.

—No estabas mintiendo —observó Snape, y Harry se dio cuenta de repente de lo que había provocado el hielo; Snape había creído que no estaba diciéndole la verdad.

Cuando el vampiro volvió a mirar su cara, Harry notó que habían estrechado la línea divisoria entre ellos.

—Si me hubieras encontrado completamente desagradable, no te habría obligado —dijo Snape con seriedad, como si fuera muy importante que Harry entendiera aquello—, pero parece que eso no será necesario.

No fue en realidad como si Snape se pusiera de pie; más bien como si fluyera desde su asiento, de forma que un momento estaba sentado y al siguiente estaba de pie. En su actual estado mental, Harry encontraba que era una de las cosas más eróticas que había visto alguna vez. Mientras Snape caminaba a su alrededor, mirándole arriba y abajo como alguna clase de exhibición, la tela de la túnica del vampiro rozó su pierna y se estremeció. Estaba expuesto como un animal en el mercado y aún así no quería estar en ninguna otra parte. Cuando una enguantada mano tocó su nuca, casi saltó.

—Relájate, Harry —susurró Snape en su oído—. No te haré daño. Has crecido bastante desde la última vez que te vi y eres casi tan exquisito como el joven Sr. Malfoy.

Aquello hizo girar a Harry; ¿cuándo había visto así Snape a Draco?

—He estado también con Voldemort —dijo Snape, con una sonrisa entre divertida y maliciosa—. Fue divertido ser tratado como a la realeza por el mago que una vez me usó como un caballo de carga. Su regalo fue Draco, no virgen, pero no obstante exquisito. Una vez estuvimos solos, el Sr. Malfoy dejó muy claro dónde estaba su verdadera lealtad; me sorprendió que estuviera de acuerdo en ser espía. Le aseguré que los vampiros no se aliarían con el Señor Tenebroso mientras no dijera nada sobre nuestra visita a Albus. Ese viaje era un juego de intriga, éste no lo es.

Harry apenas podía respirar mientras la enguantada mano sobre su cuello bajaba y se movía sobre su pecho, trasladando el suave cuero sobre su piel de una forma que nunca había sentido antes. Dejó escapar un pequeño sonido de sorpresa mientras unos hábiles dedos rozaban uno de sus pezones y se perdió en la sensación durante un momento. Snape se apretó contra la espalda de Harry y éste pudo sentir el terciopelo rozando su piel desde la espalda hasta los tobillos, mientras la enguantada mano seguía moviéndose sobre él.

—¿Te das placer a ti mismo, Harry? —preguntó Snape, susurrando en su oído.

—Sí —la palabra salió deslizándose de la boca de Harry antes de que hubiera pensado siquiera en ello.

—¿Cómo te gusta —la voz del vampiro le sujetaba en una especie de hechizo—, fuerte o suave, rápido o lento?

—Fuerte y lento —Harry casi gimió mientras se reclinaba contra el cuerpo detrás de él, incapaz de mantenerse en equilibrio mientras las sensaciones que recorrían su cuerpo le quitaban el control.

Aquellas eran preguntas íntimas que deberían haberle avergonzado, pero ya no podía encontrar el lugar dentro de él que mantuviera esa emoción. Mientras la otra mano de Snape se había unido a la primera, descendiendo lentamente contra su abdomen, Harry sabía que estaba perdido.

—Debo alimentarme primero —le dijo Snape en una voz baja, el aliento rozándole el cuello.

Ése fue todo el aviso que se le dio, mientras unos colmillos se hundían en su cuello en perfecto sincronía con una mano curvándose alrededor de su polla. Eran demasiadas sensaciones al mismo tiempo y Harry no sabía si reaccionar al dolor o al placer. Sus rodillas se debilitaron de repente. El grito que salió de su boca estaba en algún lugar entre los dos extremos y envolvió sus dedos en la túnica de Snape, intentando agarrarse a la realidad.

Mientras unos dedos cubiertos de cuero acariciaban con firmeza su polla y una poderosa boca chupaba en su cuello, el poder del vampiro se inundó dentro de él y su propia magia saltó en respuesta. Se sentía tan increíblemente bien, que el mundo real empezó a escabullirse mientras todo en lo que podía concentrarse se reducía a las sensaciones. No se parecía a nada que hubiera experimentado antes y nunca había imaginado cómo sería. Todo texto sobre vampiros en la sección restringida describía el mordisco como doloroso y desagradable, aunque admitían la destreza sexual de la raza, pero el dolor era tan pequeño comparado con el placer, que Harry no entendía como alguien podía describir aquello como desagradable.

Ya no podía separar por más tiempo las diferentes sensaciones en su cuerpo, que eran una mezcla embriagadora que le llevaban a alcanzar una cima que no comprendía por completo. No era sólo sexual, y aún así, aquello era parte de eso, pero su magia también estaba activa, reaccionando al toque vampírico de Snape y provocando sensaciones que Harry nunca se habría atrevido a soñar. No podía haber detenido aquello incluso si hubiera tenido la fuerza para romper el abrazo del vampiro. Incluso era difícil llevar el aire a sus pulmones mientras su cuerpo y alma se rendían a la invasión; y mientras pensaba que no podía aguantar más, explotó.

Había demasiadas sensaciones; demasiada energía recorriendo su cuerpo y no podía contenerlo. Perdiendo todo el control, todo desapareció en una oscuridad interminable.

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La realidad penetró lentamente, y lo primero que se dio cuenta Harry era que estaba en horizontal; lo segundo era que había un extraño olor en el aire. Abrió sus ojos preguntándose sobre ambas incidencias, para ver a Snape poniendo incienso en un quemador.

—Bienvenido —fue el saludo un tanto sarcástico mientras miraba lentamente a su alrededor.

El irrefrenable placer que recordaba se atenuó un poco mientras Harry se daba cuenta de que estaban en el dormitorio y el nerviosismo volvió a él. Aún estaba desnudo y Snape le había colocado encima de la cama, lo que le hacía sentirse bastante vulnerable.

—Nunca he tenido un donante tan sensible como tú —dijo Snape, como si aquello le divirtiera además de impresionarle ligeramente—. Cuando hablo con los demás, me entero de reacciones como la tuya, pero fue más interesante formar parte de ello.

Le pareció a Harry como si todo estuviera siendo grabado para la posterioridad, como si fuera una poción en elaboración o algo así. No estaba seguro de si le gustaba de esa forma. Sin embargo, fue entonces cuando Snape eligió darse la vuelta desde donde estaba, y a Harry se le ofreció una buena imagen de la cara del vampiro. Por un momento, Harry olvidó respirar. Alimentarse había cambiado a Snape; era casi como si brillara. La pálida piel de Snape era luminiscente y todo su ser parecía etéreo.

—Ahora ves la cara que sólo ve un donante dispuesto —dijo el vampiro como si aquello fuera importante—. Nadie habla de esto.

Todo lo que pudo hacer Harry fue asentir, mientras su mente intentaba comprender a la criatura delante de él. Ver así a Snape, no dejaba lugar a dudas sobre su poder. Los vampiros reales eran famosos como luchadores legendarios, pero Harry sólo lo entendía ahora. Aquello era poder elemental, más antiguo que el mundo mágico y más antiguo que la especie humana incluso.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —consiguió tartamudear al final.

—Un poco más de quince minutos —contestó Snape, volviéndose hacia la mesa—. A tu edad habría esperado un tiempo de recuperación más corto.

Era un comentario tan sarcástico que en realidad hizo a Harry sentirse un poco mejor, bajo toda la conducta vampírica, todavía era Snape.

—Ya, bueno, si alguien me hubiera avisado de que iba a ser así de alucinante, habría recordado tomarme primero un reconstituyente —contestó de una manera tan sarcástica como pudo conseguir, desnudo sobre una cama, al lado de un vampiro poderoso.

Aquello le ganó una mirada de Snape y aunque no pudo distinguirla lo bastante, pensó que su compañero parecía un poco divertido como mínimo. Sin embargo, cuando Snape se dio la vuelta con lo que había estado preparando sobre la mesa, cayó toda bravuconería. Snape estaba sujetando una bandeja, y sobre la bandeja había varios artículos sobre los que Harry sólo tenía una vaga idea de para qué eran. Su expresión debía decir mucho acerca de lo que estaba pensando, porque Snape sonrió como si estuviera disfrutando de la reacción de Harry.

—Respira profundamente, Harry —dijo el vampiro —, el incienso te relajará. Calmará tus nervios.

Harry no estaba tan seguro; no se sentía como si estuviera calmándole, pero hizo unas pocas respiraciones profundas sólo para asegurarse de que alcanzaban su sistema. Snape puso la bandeja sobre la cama, al otro lado de Harry, y luego se sentó en el borde opuesto, mirándole.
—El secreto es relajarse y hacer como te digo cuando te lo diga —dijo Snape de una forma que le recordaba muy poco de cuando el vampiro era su profesor.

Harry asintió otra vez y fue sólo mientras Snape extendió la mano y tocó su pecho cuando se dio cuenta de que habían desaparecido los guantes. En el momento en que los dedos de Snape hicieron contacto con su piel, descubrió por qué su ex-profesor los había llevado puestos al principio. Era como una descarga eléctrica muy suave, y se arqueó automáticamente mientras enviaba maravillosas oleadas de pequeñas descargas por su cuerpo.

—Estoy dotado con el toque —dijo Snape como si apreciara la reacción de Harry—, puedo traer placer o dolor con un roce de mis dedos.

Para ilustrar aquello, el vampiro pasó las yemas de tres dedos hacia abajo por el centro del pecho de Harry, causando que corcoveara y gimiera por la caricia. Podía sentir que la sangre volvía a su polla y su nerviosismo estaba empezando a alejarse confusa y lentamente.

—Si en algún momento quieres que pare —dijo Snape en el mismo tono serio que había usado antes—, dímelo.

En aquel momento Harry no podía imaginarse deseando que aquello se detuviera, pero mientras Snape se ponía de pie, se fue hacia los pies de la cama y subió sobre ella, recordó por qué aquello podría ser una posibilidad.

—Separa tus piernas, Harry —la instrucción no era una petición.

Sintiéndose vulnerable y expuesto, Harry hizo lo que se le dijo y Snape se movió en el espacio que había dejado. Llevando aún la larga túnica de terciopelo, el vampiro parecía grande y amenazador, pero era evidente que Snape no tenía intención de quitársela aún.

—Eres virgen —Snape habló lentamente como si enseñara a un niño—, y como tal eres el mayor premio. Tu sangre es la más dulce, y cuando me permitas tomar tu cuerpo, la energía que me des será apreciada. Como tal te mereces ser tomado lentamente y con el mayor cuidado. Lancé un hechizo de preparación en ti mientras dormías, uno que tendrás que aprender si quieres continuar con las relaciones con hombres, pero hay varias otras maneras de prepararte para mí. Todo lo que pido de ti es que me digas si hay algo que te desagrade en particular, o algo con lo que disfrutes.

Harry mostró su acuerdo con un corto asentimiento e intentó filtrar la tensión de su cuerpo.

—¿Preferirías que te explicara qué estuve haciendo? —preguntó Snape en un tono perfectamente razonable.

Una cosa que siempre había odiado Harry era que le mantuvieran en la ignorancia, así que la respuesta a aquella pregunta era fácil.

—Sí —dijo, encontrando su voz—, por favor —añadió como una idea de último momento.

—Por lo menos tu interés en aprender parece haber mejorado —dijo Snape, pero el tono del vampiro no era de ningún modo tan mordaz como lo había sido antes.

Harry pensaba que en realidad podría haber sido un chiste, pero estaba demasiado nervioso para encontrarlo gracioso. Snape cogió uno de los objetos en la bandeja y lo sostuvo a la luz para que Harry pudiera verlo. Sin sus gafas, las cosas eran un poco borrosas por los bordes, pero Harry podía ver lo bastante bien para distinguirlo.

—Esto —explicó Snape— es un anillo para el pene. Como ya he descubierto, eres sumamente sensible y no quiero que explotes, digámoslo así, antes de que yo quiera. Lo sentirás un tanto extraño, pero si te causa grave incomodidad te lo quitaré.

Gracias a su nerviosismo, Harry sólo estaba parcialmente duro, y Snape estaba mirándole pensativamente.

—Tócate, Harry —dijo Snape después de un momento, su voz profunda y ronca de repente—, acaríciate hasta que estés duro.

Aquella voz era casi suficiente para hacer innecesario tocarse, mientras la polla de Harry se movía con el sonido. Aquella era la criatura que le había tomado y se había alimentado de él; aquel era el Snape que apenas reconocía y que encontraba increíblemente sexy. Bajando la mano, enroscó sus dedos alrededor de su polla, dura en su mayor parte, y la acarició con firmeza. Echado en medio de la cama de Snape, las piernas separadas con el vampiro mirándole con ojos llenos de lujuria, sólo tardó unos momentos antes de que Harry estuviera dolorosamente duro. El instinto le dijo que continuara y buscara la liberación, pero unos brillantes ojos negros le detuvieron.

—Estupendo —dijo Snape con una ligera sonrisa, mientras Harry retiraba su mano.

Cuando los dedos de Snape le tocaron, creyó que podría correrse en ese mismo momento mientras le recorrían descargas de placer a través suyo, pero el anillo en la polla estaba sujeto y apretado con tanta eficiencia que no tuvo oportunidad. La presión que le causaba le dejó jadeando en la cama mientras su polla latía con fuerza y le dolía de necesidad. Gimió en voz alta mientras le era negada la liberación.

—Confía en mí, Harry —dijo Snape, pasando sus dedos sobre la torturada polla de Harry—, valdrá la pena.

Bueno, eso desde luego que le daba algo más que pensar en vez de lo que le estaba haciendo Snape, y el vampiro le había prometido quitárselo si se volvía demasiado incómodo. Snape extendía la mano otra vez sobre él sujetando una almohada; antes de que Harry tuviera oportunidad de descubrir qué estaba pasando, encontró que su abdomen se levantaba y la almohada era colocada debajo de su culo. Ahora estaba abierto, expuesto y levantado. Por lo menos los latidos en su polla le mantenían lo suficientemente distraído como para preocuparse demasiado.

—El cuerpo humano es algo asombroso —dijo Snape, extendiendo la mano hacia la botellita y el más pequeño de los instrumentos con forma de cono negro—. Ciertas partes de él, mientras son bastante estrechas en su estado natural, pueden ser estiradas hasta un sorprendente grado sin dolor; todo lo que se requiere son los instrumentos correctos y paciencia.

Mientras hablaba, Snape hizo gotear un poco del contenido de la botella sobre la base de la polla de Harry, y permitió que bajara detrás de sus pelotas y dentro de la raja de su culo. Estaba frío, pero eso no fue un problema durante mucho tiempo cuando Snape empezó a frotar lentamente la parte trasera de sus muslos en lentos círculos.

—Yo mismo hice el lubricante —le dijo Snape, todo el tiempo acercándose más a donde Harry podía sentir aún el goteo de líquido—. ¿Puede decirme qué propiedad de la raíz de basilisco quería aprovechar cuando lo añadí a este lote en particular?

Pociones; Harry había sabido que Snape sacaría las pociones en algún momento. Lo gracioso era que de verdad lo sabía, porque era algo que se comentaba en susurros de vez en cuando en el dormitorio de chicos.

—Aumento de sensación —consiguió decir con voz entrecortada, mientras los dedos de Snape alcanzaban su destino y empezaban a masajear el lubricante dentro de la raja de su culo.

Lo sentía tan jodidamente bien que sus piernas se relajaron y abrieron aún más sin que tuviera que intentarlo siquiera. Las pequeñas pulsaciones de placer que le causaba el toque de Snape junto con la sensación normal le hicieron gemir de excitación.

—Por mí no te quedes callado —dijo Snape con su voz profunda y ronca—, esas paredes son a prueba de ruido, nadie te oirá.

La única experiencia sexual que Harry había tenido era con su mano, detrás de las cortinas de su cama de cuatro postes, lo que significaba que siempre había tenido que ser silencioso; antes nunca había considerado ser sonoro durante el sexo, pero mientras dejaba salir un gemido en voz alta, encontró que le ayudaba enormemente. Si Snape mantenía el ritmo de lo que estaba haciendo, Harry sospechaba que estaría gritando antes de que el vampiro hubiera acabado. En algún momento había cerrado los ojos, pero entonces los abrió otra vez mientras sentía que sus nalgas estaban siendo separadas, y algo más frío y resbaladizo que uno de los dedos de Snape estaba empujando en su entrada. Alzó la mirada para ver a Snape con la vista baja y colocando con cuidado el instrumento que sostenía en su mano. Harry jadeó de sorpresa por la sensación de ser abierto, y sus músculos anales apretados en respuesta alrededor de la intrusión. Lo sentía enorme, aunque Harry lo había visto y sabía que no lo era.

—Déjese ir, Sr. Potter —aquella vez el titulo no le trajo recuerdos no deseados; Harry estaba demasiado centrado en lo que estaba pasando, y la voz que Snape estaba usando estaba tan lejos de la que había usado para enseñar como podía estarlo—. Esto no está bajo su control.

Eso fue casi una revelación mientras aquellas palabras se filtraban dentro del cerebro de Harry mientras se daba cuenta de que incluso despatarrado sobre la cama, casi indefenso, había estado intentando mantener algún control. Era una sensación extrañamente liberadora mientras se daba cuenta de que cualquier control que pudiera haber sentido que tenía era una ilusión; en esto, tenía que confiar en Snape, porque no había nada que él pudiera hacer. No tenía responsabilidad en ello, todo su deber había sido aparecer en la puerta, y de ahí en adelante el resto había sido todo de Snape. Todo lo que tenía que hacer él era reaccionar, y mientras Snape movía la intrusión en su culo para atrás y para adelante, Harry no tenía elección excepto hacer aquello.

Al principio la sensación era extraña y un poco incómoda mientras sus músculos se resistían a ser extendidos, pero los movimientos de Snape eran suaves, y Harry encontró que su cuerpo se iba acostumbrando a la idea. Luego, después de unos momentos, Snape empujó el artefacto un poco más de forma que su parte más amplia estaba abriéndole y Harry no podía evitarlo; se movió y se encontró a sí mismo soltando un gemido mientras la punta chocaba contra un lugar dentro de él que envió las más increíbles sensaciones por su cuerpo.

—Asumiré que encuentras eso placentero —dijo Snape en un tono muy seco.

Ya que Harry estaba viendo manchitas delante de sus ojos, no se molestó en intentar contestar. Moviendo una mano de su fuerte agarre en las mantas, extendió las manos detrás de su cabeza y se sujetó al cabecero, dejando que sus ojos se cerraran y esperando que el mundo se moviera otra vez fuera de su eje. La segunda vez, su gemido fue incluso más audible mientras Snape mantenía el contacto dentro de él, y estuvo jadeando otra vez cuando la intrusión se retiró un poco.

—Eso, Harry, es tu próstata —el tono de Snape era bajo, y lo apostilló con otro roce—. Por tu aspecto, diría que definitivamente la segunda zona más erógena en tu cuerpo.

Harry tuvo que estar de acuerdo, aunque no estaba seguro de que fuera inteligible; lo único que le hacía sentir mejor era tocar su polla. Todo lo que podía preguntarse era cómo no había encontrado tiempo para algo como esto antes; no tenía ni idea de lo que se estaba perdiendo. Mientras la intrusión en su culo era retirada, se encontró a sí mismo gimiendo de disgusto, lo que provocó una risa divertida por parte de Snape; era uno de los verdaderamente divertidos sonidos que Harry había oído alguna vez por parte del hombre, y causó que abriera sus ojos y mirara a su torturador. No sabía cuándo se había movido Snape, pero el vampiro había cogido otro de sus juguetes de la bandeja, aquél era idéntico en forma al anterior, sólo que era más grande.

Hubo un tiempo en aquello habría inquietado a Harry, estaba seguro, pero parecía haber perdido aquella capacidad en alguna parte, cuando Snape estuvo rozando su próstata, y sólo volvió a poner su cabeza en la cama y esperó a descubrir lo que le haría sentir el nuevo juguete. Estaba esperando el ligero ardor aquella vez y se dejó ir, haciendo los ruidos más lascivos que nunca había oído de su propia garganta mientras el juguete le penetraba.

Los movimientos de Snape eran lentos y metódicos mientras el vampiro aflojaba a Harry más suelto y más suelto aún, rozando su próstata con intervalos regulares y haciendo latir su polla, y que le doliera de una forma que Harry no se había dado cuenta de que era posible. En aquello Harry estaba libre de toda responsabilidad y era maravilloso y liberador mientras era preparado y provocado en una bruma sexual que le hacía entregarse completamente a la experiencia.

Harry no se había dado cuenta de qué juguete estaba usando Snape o cuántos habían sido empujados dentro de su obediente culo pero notó que era retirada la intrusión y no era reemplazada. Cuando abrió sus ojos aquella vez, vio algo que hizo que se le detuviera el aliento en su garganta. Snape estaba arrodillándose entre sus extendidas piernas, en cada centímetro suyo un vampiro real, y lenta y deliberadamente estaba soltando los broches de su túnica, uno por uno. Harry estaba cautivado y observó, sin respirar apenas, mientras más y más pálida piel era revelada.

Snape no se quitó la túnica una vez hubo terminado de desabrocharla, simplemente la apartó a los lados fuera de su camino, y Harry no pudo evitar mirar fijamente. Había avistado algo de los demás chicos a veces, pillándoles pajeándose en la ducha de vez en cuando, pero nunca había visto uno erecto, adulto y masculino, y Snape era mucho más grande de lo que había esperado. Largo, ancho y rojo purpúreo, Harry estaba absolutamente seguro de que nunca cabría ahí atrás, no importaba lo que había estado haciendo antes Snape.

—No te haré daño —fue todo lo que dijo Snape mientras vertía en sus manos más del lubricante que había estado usando tan magistralmente sobre Harry.

Cuando el vampiro empezó a extender el líquido sobre su propia polla con caricias lentas y uniformes, Harry no pudo apartar sus ojos de él. Nunca había visto algo como eso, y le asustaba y le atraía. Cuando por fin Snape se inclinó sobre él y sintió la erección del vampiro rozando ligeramente contra su culo, casi lo rehuyó, pero Snape miró a los ojos y Harry recuperó la confianza.

—Relájate —fue la susurrada instrucción.

Harry lo intentó, realmente lo hizo, pero no pudo evitar el quejido mientras Snape empujaba lentamente la cabeza de su polla dentro de él. Era más grande que cualquier objeto que el vampiro hubiera usado antes, y le ardía.

—Espera, mi alumno —dijo Snape en un tono bajo, inclinándose y acercándose para rozar con su cara la de Harry—, estás preparado para esto.

Harry necesitaba algo que le distrajera de los gritos de los músculos en su culo, así que hizo lo único que se le ocurrió; besó a Snape. Moviendo su cabeza, capturó los labios de Snape, y al principio el vampiro se puso rígido, como sorprendido e inseguro del movimiento, pero mientras Harry abría ligeramente sus labios, encontró su boca siendo invadida por una ansiosa lengua. El beso era duro y apasionado, sin dejar traslucir la forma gentil en la que Snape le había preparado, y Harry gimió mientras el vampiro movía más lentamente y con cuidado su polla dentro de su cuerpo. El ardor era malo, pero no había sensación de desgarro, así que Harry tuvo que creer que Snape tenía razón; podía aguantar aquello.

Se sentía como si estuviera siendo reclamado, y rodeó sus piernas en torno a Snape, necesitando aquello aunque le causara dolor. La presión en su interior era casi más de lo que podía soportar, pero al mismo tiempo era increíblemente genial y quería todo lo que Snape tenía que darle. Cuando el vampiro estuvo por fin completamente enterrado dentro de él, Snape se retiró del beso y bajó la mirada hacia él con sus profundos ojos negros y, oh sí, Harry sabía que había sido tomado y poseído por el vampiro.

Se sentía más en paz que nunca en toda su vida. No había expectativas, nadie esperando que le salvara, o que desapareciera y los dejara en paz; en aquel momento sólo estaban él y Snape, y éste sólo le exigía su sumisión. Durante largos segundos, Snape permaneció inmóvil como una estatua, hasta que Harry pudo sentir sus músculos sucumbiendo a la presión, y entonces el vampiro se movió. Era la sensación más increíble, sentir algo tan cálido y vivo moviéndose dentro de él, y Harry se entregó completamente. Todo lo que podía hacer era jadear y aceptar las sensaciones que recorrían su cuerpo, mientras se sometía a la dominante fuerza de Snape sobre él.

Cada embestida hacía que fuera en aumento la presión que podía sentir en su cuerpo y el dolor en su polla y, por fin, Snape pareció verse afectado por todo lo que estaba pasando. Los gemidos bajos que salían del vampiro eran casi más eróticos que las palabras que había pronunciado, enviando descargas de placer directamente a la erección de Harry, mientras tiraba de sus ataduras. Cada movimiento rozaba contra el lugar en su interior que hacía que su mente quisiera caer en la irrealidad, y encontró sonidos saliendo de sus labios que no tenían significado, excepto en el calor de la pasión. Su cuerpo cedió al ataque y Snape aumentó su ritmo, gimiendo junto con sus embestidas y Harry por fin comprendió cuánto había estado conteniéndose el vampiro.

Los vampiros eran más fuertes que los humanos y más rápidos, y aún había temblores recorriendo el cuerpo de Snape mientras se movía, y Harry podía sentir la corriente subyacente de poder filtrándose entre ellos. Aferrándose a Snape mientras el vampiro se impulsaba profundamente dentro de él con cada embestida, Harry se sentía más cerca de la muerte de lo que había estado nunca. Necesitaba liberación, y estaba casi desesperado mientras Snape le clavaba contra la cama con embestidas suaves y regulares. Era tortura y aún así, el mayor placer que había sentido alguna vez, al mismo tiempo; nada le había apartado así de la realidad que era su vida.

—Hermoso, hermoso muchacho —susurró Snape, casi reverente, y luego embistió dentro de él una vez más; estremeciéndose, el vampiro echó atrás su cabeza y pronunció una sarta de palabras que Harry no entendió.

Todo lo que sabía Harry era que la presión en su cuerpo estaba volviéndole loco. Mientras Snape se retiraba, Harry casi gritó de necesidad, pero el vampiro no le liberó. En vez de ello, Snape extendió la mano hacia otro objeto de la bandeja y Harry sintió algo romo siendo introducido dentro de él. Al principio era del mismo tamaño que la polla de Snape, pero mientras era introducido se fue haciendo más ancho y Harry gimió por la insoportable sensación de ser estirado aún más. Cuando creía que no podía soportar más, la intrusión se volvió remota otra vez y su cuerpo pareció darle la bienvenida en su interior mientras se colocaba en su lugar contra la próstata. En aquel momento aullaba.

—Sólo un poco más, mi alumno, sólo un poco más —pero Harry no sabía si podía esperar un poco más.

Su polla pulsaba y su cuerpo exigía liberación. Necesitaba correrse como nunca lo había necesitado en su vida y el anillo lo estaba impidiendo. Snape había descendido de la cama y mientras Harry luchaba por contenerse, el vampiro bajó su cabeza hacia la abandonada erección de Harry. Entonces todo pareció ocurrir a la vez; los labios de Snape se cerraron alrededor de su polla con un atormentador calor húmedo; fue quitado el anillo y Harry corcoveó contra la boca de Snape gritando como una banshee y lanzando su semilla por la garganta del vampiro. Con su liberación llegó una avalancha de poder casi tan grande como cuando Snape se había alimentado de él, y casi se desmayó otra vez.

Pasó bastante tiempo antes de que los temblores en su cuerpo amainaran y más tiempo aún antes de que pudiera poner en orden algo remotamente parecido al pensamiento. Sentía su cuerpo como si estuviera hecho de gelatina y apenas pudo reunir la energía para abrir sus ojos. Cuando por fin lo hizo, encontró un Snape muy satisfecho de sí mismo mirándole. El movimiento le recordó que aún había algo intrusivo en su culo y que frotaba su próstata enviándole pequeñas chispas a través de él ocasionando que gimiera mientras sus nervios ultra sensibles exigían un descanso.

—Por favor —casi suplicó.

—Relájate —dijo Snape, claramente divertido—. Tengo intención de mantenerte semiexcitado hasta el amanecer.

Harry no pudo evitar mirar fijamente a su compañero entonces, sin creerse que el vampiro hablara en serio, pero si había una cosa que sabía, era cuando Snape no estaba bromeando. Mientras Snape pasaba una mano sobre su abdomen, Harry sabia que una vez hubiera terminado el vampiro, iba a estar “saciado” o muerto.

====

Harry se despertó lentamente y no pudo recordar en realidad cuándo se había quedado dormido. Su mente era una bruma de sexo y sensaciones maravillosas, y no recordaba el momento en que el sueño había entrado en escena. Tardó un rato en darse cuenta de que estaba tapado con una cálida manta y encajado contra un cálido cuerpo detrás de él. No estaba bastante seguro de lo que había esperado, pero habían pasado horas desde que Snape se alimentó y una parte de Harry había estado pensando que el vampiro podría estar frío.

—Pareces tan inocente cuando duermes —dijo Snape cerca de su oreja y Harry se encontró dándose la vuelta en el abrazo del vampiro.

—Probablemente la única ocasión en que lo soy —contestó Harry, pero no estaba de humor para una discusión filosófica.

Los músculos le dolían ligeramente pero, sorprendentemente, dado lo que Snape había pasado la mayor parte del tiempo haciéndole, Harry no estaba particularmente dolorido. Definitivamente era consciente de haber participado en actos de naturaleza sexual y probablemente se sentiría así durante un par de días, pero no le dolía.

—Siento haberme quedado dormido —se disculpó, mirando el reloj sobre la mesa—, aún no ha amanecido.

—Estabas agotado —contestó Snape con una sonrisa divertida—. Creo que te dejé agotado. Tu capacidad de atención es por lo menos mayor de lo que solía ser.

—Tuve muchos motivos para prestar atención —bromeó Harry, moviéndose con cuidado para averiguar si sentía alguna incomodidad.

Snape parecía encontrar lo que estaba haciendo aún mas divertido mientras se sentaba y se apartaba ligeramente de él.

—Eres un compañero de cama de lo más interesante, Sr. Potter —dijo Snape en un tono cordial—, superaste mis expectativas. El lubricante habrá evitado la irritación y debería aliviar la mayor parte de la tensión muscular, así que no necesitas preocuparte.

Aquello era bueno, pero Snape parecía un tanto distante de repente, y Harry encontró que no le gustaba. Sabía que aquello había sido un acto puntual, pero ahora encontraba que no estaba cómodo con la forma en que Snape estaba retrayéndose en sí mismo.

—¿Te quedarás? —preguntó de repente, no muy seguro de por qué quería saberlo.

—No puedo —contestó Snape con un pequeño encogimiento de hombros, pero no salió de la cama.

—¿No echas de menos Hogwarts? —siguió preguntando Harry, aunque su propia cadena de razonamiento se le escapaba.

De repente era importante para él conectar por lo menos un poco con Snape antes de que aquello acabara. Su pregunta provocó una expresión por parte del vampiro que estaba en algún lugar entre una sonrisa amable y una de suficiencia.

—No echo de menos a mocosos impertinentes —contestó Snape como si aquello le divirtiera muchísimo—, aunque debo admitir que siento un poco de nostalgia ahora que he vuelto, pero eso no es un asunto a considerar. Soy un vampiro de la realeza, mi presencia es necesaria para negociar el tratado inicial, pero sería imprudente quedarme más tiempo. El trabajo de enlace se le dará a uno de rango de sangre más bajo.

—¿Te quedarías si pudieras? —Harry se encontró a sí mismo preguntándolo antes de que hubiera tenido tiempo de pensar.

Aquella vez Snape frunció el ceño y Harry reconoció la expresión a la que estaba más acostumbrado por parte de su ex profesor de pociones.

—Ya lo he dicho, eso no es una opción —contestó con sequedad el vampiro.

—¿Qué haría falta para ser una opción?

Harry se encontró a sí mismo hablando sin tener oportunidad de considerar lo que estaba haciendo, y de repente le golpeó el hecho de que quería que Snape se quedara. En algún momento de la noche había conectado con Snape de una forma en la que nunca había conectado con otro ser vivo y no quería que aquello se acabara. Estaba un poco sorprendido por haberlo comprendido así.

—Sr. Potter —dijo Snape con lentitud y detrás de la máscara de fría calma que Harry no había visto desde que el vampiro había llegado al principio al colegio—, ¿quiere que me quede?

Era un momento difícil, Harry no sabía qué decir, no podía distinguir si haría enfadar o no a Snape, o si estaba preparado para admitir lo que estaba pensando, pero no tenía elección.

—Yo… —dijo, completamente incapaz de decidir qué hacer.

Zafándose de la manta, deslizó sus piernas fuera de la cama y se sentó mirando a la pared.

—Sí —admitió al final—. Nunca pensé que sería así, pero contigo fui libre por primera vez en mi vida sin estar sobre una escoba.

No se le ocurrió qué más decir excepto la verdad, y se quedó inmóvil, esperando una reacción.

—El único motivo por el que me quedaría es si tuviera un enlace distinto con uno de nuestros aliados —Snape parecía calmado y seguro, aunque su voz era más baja de lo que había sido.

Harry se volvió lentamente para mirar donde estaba sentado el vampiro sobre la cama. Snape llevaba aún su túnica, y la tenía envuelta alrededor de él asemejando unas alas. El poder que había sido tan evidente antes durante la noche se había debilitado, pero aún estaba ahí y Harry todavía lo encontraba seductor.

—Qué tipo de enlace —preguntó Harry, casi temeroso de la respuesta.

—Uno permanente —dijo Snape sin alterar la voz.

Estar sentado inmóvil y dejar que aquello le penetrara era lo único que Harry se encontraba capaz de hacer.

—O mejor dicho, uno que pueda ser disuelto por mi parte —aclaró Snape con lentitud—. Si encontrara a alguien que deseara ser donante completo, entonces sería ventajoso permanecer como embajador.

Harry buscó frenéticamente en su memoria cualquier cosa sobre los “donantes completos”, pero no le surgió nada. Su confusión debió de ser evidente, porque Snape no le hizo llegar a preguntarlo.

—Un donante completo está atado a su vampiro por su símbolo, y permanecen juntos hasta que la relación es finalizada por el vampiro —dijo Snape sin alterar la voz—. El donante satisface todas las necesidades del vampiro.

Parecía tan completamente íntimo que Harry se encontró a si mismo tragando saliva con dificultad.

—¿Y cómo se convierte una persona en un donante completo? —preguntó, sintiéndose como si estuviera de pie al borde de un precipicio.

—Todo lo que se requiere es aceptar la marca —dijo Snape, sin moverse de su lugar en la cama.

Harry se quedó sentado inmóvil durante unos momentos y luego, completamente inconsciente del hecho de que estaba desnudo, gateó hacia el vampiro hasta que estuvo arrodillado delante del vampiro.

—¿Cuál es tu marca? —preguntó en un susurro muy bajo.

—Esto —contestó Snape y apartó su espeso pelo sobre su oreja, ahí, donde Harry no lo había notado antes, había una pequeña esmeralda verde rodeada por una serpiente plateada. Era un pendiente delicado, casi femenino, y aún así lo decía todo sobre el hombre que lo llevaba.

Con mucha lentitud Harry extendió la mano para tocar el pendiente y luego se sentó sobre sus talones.

—¿Me marcarás? —preguntó, aterrorizado porque la respuesta fuera sí y aterrorizado porque fuera no, todo al mismo tiempo.

—No —dijo Snape con firmeza y Harry se apartó antes de que una de sus muñecas fuera agarrada.

Se encontró a sí mismo siendo empujado en un abrazo.

—No de forma permanente, aún no —dijo Snape mientras le sostenía—, no hasta que lo entiendas completamente. Pero si lo pides otra vez, te daré algo mío que anunciará a todos cuál es mi intención.

Harry miró profundamente a los negros ojos de Snape y vio eternidad. Aquello le asustaba, pero también le confortaba de una forma que no podía explicar.

—Márcame —dijo en poco más que un susurro.

Lentamente y con calma, Snape extendió la mano hacia el pendiente y se lo quitó de su oreja. Era como todos los pendientes mágicos para orejas perforadas: tan afilado como el día en que se había colocado ahí y sin parte trasera, desafilado y redondeado cuando estaba en su lugar y hasta que quien lo llevara deseaba quitárselo. Harry se quedó muy quieto mientras Snape sujetaba su oreja y luego sintió la más pequeña sensación de pinchazo.

—No serás de nadie excepto mío —dijo Snape, y Harry fue hacia sus brazos sin necesidad de mayor estímulo.

 

 

FIN


 

 

 

 

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