Traducido
por Iserith - Beta: Heiko
“Querido
muchacho, ¿te encuentras bien?”
Harry suspiró
cuando la profesora Trelawney le miró con una expresión
genuinamente preocupada. El problema era que, si todas sus genuinas
preocupaciones hubiesen llegado a ocurrir como las predecía,
nunca habría sobrevivido a su tercer año. Ahora, comenzando
el sexto, había aprendido a ignorarla. “Estoy bien.”
“Y
aún así, tu aura está de un extraño y enfermizo
color hoy… me temo que no te queda mucho tiempo en este mundo.
¿Tus poderes se sienten débiles?”
Harry frunció
el ceño, malhumorado. ¡No, sus poderes no se sentían
malditamente débiles! Las preocupaciones de la vieja murciélago
eran justo lo que no necesitaba, con el prospecto de tener que combatir
contra Voldemort dominando su futuro. Su vida no era suya, sobre todo
con ella y Snape diciéndole a cada oportunidad que no estaba
trabajando lo suficientemente duro, y que no llegaría a nada,
a menos que dejara de pensar en completas irrelevancias como el Quidditch.
“Mis poderes están bien, gracias.”
Trelawney
estaba inclinándose para ver sus cartas desplegadas de tarot,
“Oh, querido muchacho… pobre, querido muchacho…”
Harry giró
los ojos hacia Ron, quien lucía tan rojo que estaba seguro que
explotaría en carcajadas en cualquier momento.
“No,
no… debo insistir, realmente debo…” continuó
Trelawney, sus ojos –aumentados enormemente por sus gafas–
parecían flotar perturbadoramente en dirección a Harry.
“Quédate después de clase, Potter. Debo ver aún
más.”
Harry gimió
en voz alta. Era cierto, no tenía sentido negarlo: su vida simplemente
ya no era suya.
Cuando los
otros se habían ido hacia sus salas comunes –Adivinación
era la última clase los martes– Harry se sentó abatido,
esperando la menos-que-inspiradora atención de su profesora.
Sybill guardó
sus propias y muy especiales cartas de tarot en su cajón. La
baraja se la había dado su madre cuando pasó sus propios
EXTASIS. Habían visto mucho uso, pero eso sólo las hacía
mucho mejores –encajaban en su mano perfectamente, sus superficies
empapadas con sus emanaciones. Ellas hablaban, de forma clara, y Sybill
podía leer sus mensajes tan fácilmente como podía
leer el Profeta Diario. Era una fuente de gran insatisfacción
para ella que, aquellos a quienes les profetizaba, no daban a los mensajes
de las cartas la atención que merecían. Se enderezó,
sonrió, y se dirigió hacia donde Potter se sentaba. El
muchacho tenía tanto a su alrededor; las cartas, las hojas de
té, su palma, su carta de nacimiento… todo le gritaba que
él era especial, llevaba una carga, de algún modo. Esperaba
que su sonrisa lo tranquilizara. El muchacho siempre estaba tan tenso
en su clase.
“Cariño,
sólo quería que te quedaras un rato. Tu aura necesita
estudio más profundo.”
“Sí,
profesora,” dijo sombríamente Harry.
La profesora
de Adivinación tomó un puf y se sentó al lado contrario
de Harry, mirándole con sus extraños ojos. Se sentía
muy incómodo. Ella sólo miraba fijamente, apenas parecía
respirar…
Tu sendero
es duro, el camino es escarpado
Tu cita con el destino debes cumplir.
Que tienes la fuerza necesitarás demostrar
Hay aún más que necesitas saber.
El Oscuro,
el confiado, a quien evitas
Él es el fortalecido, el otorgador
Sin su auxilio, estás condenado a morir
Deben estar unidos por la eternidad.
Pero
más que eso – debes domar
A este hombre que es astuto, este desastre humano
En todo debes dominar, no sólo en amor
Tú eres la mano que pone el guante.
El tiempo
es corto, acaba con la infancia
Redime el mundo, y restaura el bien.
La voz era misteriosa, rasposa y brusca. Lo que era peor –Harry
había oído hablar a Trelawney de esta manera anteriormente.
Tal y cómo se sentaba la adivina, su cabeza cayendo, pareciendo
dormida, Harry sabía que había escuchado otra profecía.
Nada bueno
había llegado a Harry vía profecía, y de alguna
manera, dudaba que esto fuera a ser diferente. Su estómago se
revolvió y sólo quería olvidarlo. Pero aquella
línea –El tiempo es corto, acaba con la infancia–
le advertía que no lo hiciera, y él sabía en su
corazón que, por más incómodo que esto resultase
ser, era mágico y no podía simplemente ignorarlo.
Sybill tosió
y se enderezó. Buscó un pañuelo de encaje en su
manga y dio unos suaves toques sobre su boca, desconcertada al notar
que había estado babeando. El chico Potter estaba de pie, sosteniendo
su bolso.
“Por
favor profesora, acabo de recordar que tengo que ir a ver al profesor
Dumbledore. Lo siento, tengo que irme.”
“¡Oh!
Por supuesto, querido muchacho. No debes dejar esperando al director.
Te veré la próxima vez.”
Harry bajó
la escalera y se apresuró a bajar de la Torre Norte. Realmente
necesitaba ver al director. Sin molestarse en ir a la Torre Gryffindor
y deshacerse de su bolso, se dirigió hacia la gárgola.
No era una barrera para él, ya que conocía la contraseña,
“Black Jack.”
El director
le indicó que entrara y le sentó en una butaca floral
de aspecto cómodo que estaba acomodada junto a su escritorio.
“Noto que tienes problemas, Harry. Toma asiento y cuéntame
sobre ello.”
Dumbledore
invocó té y lo sirvió mientras que Harry explicaba
que Trelawney había dicho otra profecía. El director parecía
sorprendido por ello.
“Merlín,
a este paso tal vez deba darle un aumento a la querida Sybill. ¿Qué
dijo, Harry?”
Harry frunció
el ceño. Sólo la había escuchado una vez y era
difícil de recordar. Estaba esa línea sobre dejar la infancia,
y algo sobre un guante…
Albus podía
ver por la expresión de Harry que la profecía se había
escapado de su mente, “¿Fue una profecía larga?”
“Bueno,
no tan larga, pero era en verso y fueron unas cuantas líneas.”
“Creo
que tal vez necesitemos utilizar el Pensadero, Harry. El recuerdo está
en tu mente, pero estás teniendo problemas para ordenarle hacer
lo que tú quieres. Si lo ponemos en el pensadero, se hará
mucho más claro. Por eso yo uso el pensadero tan extensamente.”
Harry asintió.
Quería hacerlo enseguida, pero Dumbledore insistió en
que se relajara, bebiera su té y ‘comiese uno de estos
maravillosos Bath Olivers, mi muchacho. Un bizcocho demasiado infravalorado’.
Para cuando hubo terminado, se dio cuenta de que se sentía mucho
más calmado que cuando había entrado estrepitosamente
a la oficina. La magia de Albus Dumbledore no era toda espectacular.
Sus simples, silenciosas acciones trabajaban bastante bien por cuenta
propia.
Y entonces
se trasladaron hacia el pensadero, y Albus escuchó la nueva profecía
de Trelawney, y volvieron asentarse en su escritorio y sirvió
más té. Sentía la necesidad tanto como Harry. Mordisquearon
un poco más de Bath Olivers y se miraron. Albus estaba considerando
al joven y todo lo que aquella profecía implicaba para él.
Harry se preguntaba cuándo Dumbledore le diría lo que
tendría que hacer después –sabía por la expresión
del anciano que Dumbledore había entendido lo que significaba
la profecía.
“Bueno,
Harry, para una profecía, ésta es bastante clara.”
“No
la entiendo para nada,” admitió Harry.
“¿No?
Bueno, déjame ayudarte. Las primeras cuatro líneas:
Tu sendero es duro, el camino es escarpado, Tu cita con el destino debes
cumplir, Que tienes la fuerza necesitarás demostrar, Hay aún
más que necesitas saber: parece ser nada más que
una introducción, pero nos dice que hay algo que debes hacer
para cumplir tu ‘cita con el destino’, la cual asumo es
tu enfrenamiento final con Voldemort. Podemos movernos hacia: El
Oscuro, el confiado, a quien evitas, Él es el fortalecido, el
otorgador. Ése es una declaración que debemos examinar
de cerca. ¿A quién crees que deba referirse?”
Los ojos
de director estaban fijos en Harry, forzándole a pensar cuidadosamente.
“El oscuro,” musitó Harry, “suena como Voldemort.
Pero dice ‘el confiado’ así que no puede ser, ¿cierto?
A quien evitas…
“Estoy
seguro que ese ‘tú’, en este caso se aplica a ti,
Harry, ya que la profecía te fue dada a ti.”
Harry asintió.
Alguien oscuro, a quien evitara, alguien en quien confiara. Oh, Merlín,
era tan obvio de repente. “Snape,” dijo.
El director,
como siempre hacía, le corrigió, “Profesor Snape,
Harry. Y sí, creo que debe ser él. Él es el
fortalecido, el otorgador.”
“¿Pero
qué quiere decir exactamente eso, profesor?” preguntó
Harry.
Albus tuvo
una buena idea. “Otorgamiento es un término que
la tradición mágica utiliza para referirse al proceso
de ayudar a un joven a ganar su fuerza mágica adulta. Y eso es
algo muy importante para ti, algo que debes haber hecho antes de enfrentarte
a Voldemort de nuevo. Usualmente, aunque no siempre, involucra alguna
forma de magia sexual.”
Harry, que
había esta sorbiendo su té de nuevo, farfulló y
levantó la vista, alarmado. Pero Dumbledore continuó implacablemente.
“Las
siguientes dos líneas confirman eso: Sin su auxilio, estás
condenado a morir. Deben estar unidos por la eternidad.”
“¿Unidos?”
dijo débilmente Harry. Sacudió la cabeza, viendo a donde
estaba yendo aquello. Iba a donde jamás había considerado
en sus más salvajes sueños, o, para ser más exactos,
sus peores pesadillas. ¿Unido con Snape?
“Que
sí implica magia sexual, ¿no crees?” dijo suavemente
Dumbledore. Podía ver que Harry estaba pensando las líneas
correctas, y podía ver la reacción del joven ante las
noticias de que tendría que tener sexo con su odiado profesor
de pociones. Simpatizaba con él, pero ya había entendido
la urgencia de esta profecía. Harry tenía que enfrentarlo.
“¿Estás preocupado porque el profesor Snape es un
hombre?”
Harry aún
lucía atónito, pero respondió, “No, no. No
es que sea hombre, director. Estoy bastante seguro de que prefiero los
tíos, de todas formas,” admitió Harry, sonrojándose
porque le estaba diciendo al gran Albus Dumbledore su preferencia sexual.
“Pero… es porque él es Snape,” a Harry,
en este punto, realmente no podía importarle que no estuviese
utilizando el título del hombre. Todo esto era una mala broma
– alguien había dispuesto a Trelawney para hacerlo, tal
vez el mismo Snape. ¿Tal vez el bastardo grasiento quería
meterse en los pantalones de Harry? Eso tenía que ser. “Señor,
esto no puede ser cierto. ¿Cómo sabemos que es una verdadera
profecía?”
Dumbledore
miró por encima de sus gafas a Harry. El joven estaba trabajando
con la negación… entendible. Pero cuando encontró
la mirada del director, Harry desistió.
“Lo
sé, lo sé. He oído profecías antes y esto
es lo mismo, ¿no es así? Sólo esperaba…”
“Debemos
enfrentar esto, Harry. Creo que eres lo suficientemente fuerte como
para hacer eso conmigo.”
“Sí,
señor. Lo siento. Yo –es sólo… Snape”.
De nuevo
Albus no le corrigió, pero miró severamente a Harry mientras
el chico se componía.
“Entonces.
Tenemos hasta ahora; tienes que ‘unirte con’ el profesor
Snape. En un sentido sexual, por la eternidad.”
“¡Espere
un momento!” dijo Harry, alterado. “Usted mismo dijo que
no siempre es sexual, este otorgamiento. Quizás no sea con Snape.
¿Tal vez sólo tenga que enseñarme?”
Albus suspiró,
“Consideraría esa posibilidad, Harry, si no fuese por las
siguientes líneas: Pero más que eso –debes domar,
a este hombre que es astuto, este desastre humano. En todo debes dominar,
no sólo en amor. Tú eres la mano que pone el guante.”
“Okay.
Bien, estoy completamente de acuerdo con eso. Dominarlo. Eso quiere
decir que él no será capaz de dominarme, ¿no es
así?”
“Así
es. Pero significa mucho más que eso. Las palabras ‘dominar’
y ‘domar’ tienen significados específicos en un contexto
sexual. La línea final confirma que son utilizadas es un sentido
sexual.”
“Qué,
la parte de ‘la mano que pone el guante’. No entiendo eso
tampoco.”
Albus suspiró,
“Harry, soy un hombre viejo. Eso tiene sus inconvenientes en cuanto
a explicar cuestiones sexuales a un joven. Pero supongo que tiene sus
ventajas también,” musitó, como para sí mismo,
luego miró a Harry nuevamente. “Espero que aceptes que
no tengo interés personal en todo esto.”
“Por
supuesto, señor. Todo se reduce a mí y a Snape, ¿no
es así?”
“Creo,
tal vez, que puedes llamarle Severus, Harry. Están destinados
a ser íntimos, después de todo.”
Harry no
sabía si quería llamar Severus a Snape, pero se encogió
de hombros. Era sólo el comienzo de su cercanía, y no
importaba lo poco que lo quisiera, estaba destinado.
“Entonces,
ese verso, señor,” le recordó Harry.
Albus se
compuso. “Sí, ese verso es el más interesante en
muchas formas. Debes domar a Severus. Debo admitir, la profecía
no es muy halagadora para él, ¿no es así?”
Harry sonrió.
Eso era lo único bueno sobre ella –describía a Snape
como un ‘desastre humano’.
El director
continuó, “Se refuerza esto con debes dominar, no sólo
en amor. Así que estamos lidiando con su unión sexual,
y debes ser el compañero dominante en la cama…”
Los ojos
de Harry se abrieron enormemente y se sonrojó. No sólo
el director estaba hablando sobre sexo, sexo entre Harry y Snape, sino
que estaba diciendo que Harry…
“…y
tú siendo la mano que pone el guante es más específico.
Oh, por Morgana, sí. Debes penetrar a Severus, no al revés.
Debo admitir que es una sorpresa. Es más normal para un otorgador
hacer el acto, pero esto requiere que tú, el virgen, tome ese
rol. Ah, bueno, tú siempre tienes que ser diferente, Harry.”
Harry, aún
sonrojado, estaba mortificado de ver un destello de humor en los ojos
azules. Deja que me trague la tierra ahora. Por favor, Merlín.
“Las
últimas dos líneas,” continuó Albus, “son
más alentadoras en nuestro caso. El tiempo es corto, acaba
con la infancia. Redime el mundo, y restaura el bien. Así
que, debo tratarte como un adulto. Estoy seguro de que estarás
complacido de oír eso.”
De nuevo
los ojos del director mostraban humor, pero esta vez a Harry no le importó.
Había pasado el año anterior enfadado por ser dejado fuera
de las conferencias de adultos; no tenía objeción en cuanto
a ser tratado como un adulto. Ya era hora.
“También,
la línea final asume que, si haces todo lo que se dice en la
profecía –y pronto– tendrás éxito.
Lo cual es la mejor noticia que he oído en más de una
década.”
Albus se
apoyó en el respaldo de su silla, sonrió y tomó
su taza de té.
Harru coincidía
en que era maravilloso que la profecía implicara que tendrían
éxito. Lo que no era tan maravilloso era que él terminaría
unido a Snape para siempre. Sí, había estado en lo correcto
–su vida definitivamente ya no era suya.
Snape entró precipitadamente a la oficina y el director indicó
otra cómoda butaca que había conjurado junto a la de Harry.
“Por favor toma asiento, Severus. Tenemos mucho que discutir,
asuntos de gran importancia.”
Lanzando
miradas feroces, Snape se sentó. Severus odiaba las butacas cómodas
de Dumbledore –eran sólo un arma en el arsenal del viejo,
junto con su té, bizcochos y dulces, todos los cuales le estaban
siendo ofrecidas ahora mismo. Pero necesitabas utilizar considerablemente
más que suave tapicería para llegar a Severus Snape, y
miró fijamente al director con la cautela dibujada en cada una
de las líneas de su cuerpo.
“La
querida Sybill tuvo otra profecía,” dijo el director. “Creo
que sería más rápido si sólo vieras el recuerdo
en el pensadero. Dudo que necesites mucha ayuda con ello. Pero termina
tu té primero, Severus.”
Snape se
levantó y muy deliberadamente posó su taza en el escritorio
del director antes de dirigirse majestuosamente hacia el pensadero.
Harry captó la divertida mirada de Dumbledore mientras el maestro
de pociones veía el recuerdo; pensó que Dumbledore estaba
molestando a Snape, y sonrió de vuelta. No había necesidad
de asustarse del ‘desastre humano’ – Harry iba a ser
su ‘domador’. Su sonrisa se amplió.
Cuando Snape
se enderezó, su rostro blanco, Harry supo que el hombre había
entendido la profecía.
Snape volvió
y tomó asiento con gusto, sin importarle el soporífero
efecto de la suave, cómoda butaca ahora. “No.”
“Severus,
sabes la importancia…“
“¡No!
Mil veces no. ¿Cómo puedes esperar que yo –un maestro,
su profesor– me… me… prostituya de esa forma?”
“Oh,
no… no permitiré eso,” la voz de Dumbledore sonaba
dura ahora. Asustaba a Harry. Los ojos azules del hombre habían
perdido todo rastro de humor. “Es un enlace lo que estamos viendo,
una condición tan honorable como la de cualquier pareja casada.
Más aún, es un enlace eterno. Virtualmente todo el mundo
mágico consideraría un enlace permanente con Harry como
un gran honor.”
“Perdóname,
Albus, si no logro ver el honor en ser forzado a casarme con Potter.
Forzado a ser su esclavo.”
“Severus,
Severus. Tienes las más extrañas ideas. El joven debe
dominarte, eso es cierto. Pero él difícilmente tratará
a su esposo como un esclavo. Seguramente no puedes pensar eso.”
La oscura
mirada de Snape se desvió hacia Harry. Harry sabía que
era importante no sobresaltarse, no verse nervioso, y miró fijamente
de regreso. “Debe comprender que yo tampoco he pedido esto,”
dijo.
Snape se
relajó, sólo un poco, bajando los ojos a su regazo. Sus
manos, que habían estado aferradas a los brazos de la butaca,
se aflojaron un poco.
“No
sé nada sobre esta magia sexual,” continuó Harry,
“Pero si eso es lo que tenemos que hacer para ganar, lo haré.
La profecía implica que ganaremos si lo hacemos. ¿Está
listo para derrotarlo, señor?”
Los ojos
de Severus se elevaron de golpe hacia los de Harry. “Quiero eso
más que nada en la Tierra, Potter.”
“Bien,
bien, ¡estamos de acuerdo!” dijo Dumbledore. “Pero
ustedes dos deben empezar, ya que quieren, a moverse. Podemos lidiar
con todo, puede ser hecho. Quién sabe, tal vez lo encuentren
mejor de lo que se imaginan. La profecía, después de todo,
usa la palabra ‘amor’, en vez de ‘sexo’. Sí,
sí, soy optimista. Como dije, Harry, esta es la mejor noticia
que he recibido en más de una década. Pero primero, lo
primero: Severus, llamarás a tu futuro esposo Harry. Eso es todo.
Y Harry, nada de seguir llamando a Severus ‘señor’,
a menos que estén en clase. ¿Entienden?”
Harry asintió,
Severus meramente le fulminó con la mirada.
El director
siguió, obviamente lleno de excitación ahora: “y
debemos apresurarnos, mis muchachos; El tiempo es corto, acaba con
la infancia. Harry, desde ahora en adelante, ante mis ojos y los
de Severus, eres un hombre. Un hombre a punto de ser enlazado. Ustedes
dos deben pasar tiempo juntos; aprender a ser íntimos, de forma
que puedan lograr llevar a cabo el otorgamiento lo más pronto
posible. ¿Pueden hacer eso, muchachos?”
Los dos hombres
se miraron el uno al otro. Sus expresiones mostraban cuán escépticos
eran, pero también vieron determinación.
“Prosigan,
entonces, sugiero que pasen algo de tiempo reflexionando silenciosamente.
Una vez que hayan absorbido completamente la necesidad de esto, por
favor, comiencen apenas puedan.”
Un poco aturdidos,
la futura pareja dejó la oficina del director y se retiraron
a intentar enfocar sus mentes en sus tareas.
***
Si no fuera
por el hecho de que me he acostumbrado a recibir sobresaltos cada año
que vengo a Hogwarts, habría tenido un ataque en la oficina del
director cuando explicó el significado de la profecía.
Sabía que iba a ser malo cuando Trelawney comenzó a hablar
en aquella voz brusca, tan diferente de su normal trino aflautado.
¡Yo,
casarme con Snape! Si esa no es razón para una sana dosis de
histeria, entonces no sé cual es. Y, si yo fuese alguien más,
sin duda habría aflojado el mortero entre las piedras del castillo
con mis chillidos de negación.
Pero soy
yo –Harry Potter. Y algo horrible, tremendo y muy fuera-de-lo-ordinario
me sucede cada año. Así que regreso a la escuela preparado
para un sobresalto. Sabía que mi confrontación con Voldemort
se acercaba, que tal vez ocurriera este año, pero también
sabía que algo más probablemente ocurriría. Algo
que rivalizara basiliscos, Torneos de los Tres Magos, y dementores.
Supongo que Snape no está tan mal.
Así
que, en una escala de cosas horribles como esa, casarme (que es lo que
significa enlazarse en términos muggles) es casi aburrido. Pero
la letra pequeña no lo es. Yo, Harry Potter de dieciséis
años, virgen certificado, tengo que dominar a Snape en la cama.
De hecho, yo tengo que penetrarlo a él. ¿Cuán
difícil puede ser? ‘Métela ahí, Potter.’
Su sarcástica voz hace eco en mi imaginación.
Será
un cambio a la masturbación, eso es seguro.
***
Total, completa
humillación. Eso es lo que esta profecía significa para
mí. Completa subordinación a uno de mis propios estudiantes.
Tengo que ponerme a cuatro frente a mi maestro, Harry Jodido
Potter, y dejar que un virgen de dieciséis años me folle.
¡Y yo creía que Voldemort era el maestro de la humillación!
Ni siquiera él habría pensado en esto.
No tendría
sentido discutir, por supuesto. La profecía era real, cualquiera
con medio ojo podría ver eso; real y demasiado obvia en su significado,
para aquellos que entienden estas cosas. Albus Dumbledore lo hace, y
yo soy demasiado inteligente como para pretender confusión.
Nunca he
estado abajo. Yo domino, le digo a mi pareja qué hacer. Merlín,
les pago, así que nunca discuten.
No hay sentido
en extenderse en lo que es pasado. Potter dijo algo con sentido por
una vez -¿Está listo para derrotarlo, señor?
Si esto es lo que se necesita, ¿qué oportunidad tengo?
Lo que me preocupa más es la obvia inexperiencia del chico. No
llegó y directamente me dijo que era virgen, pero aún
si no, su experiencia fue obtenida probablemente manoseándose
con alguna muchacha insípida. Estará tan listo para dominarme
como yo lo estoy para ser su esclavo sexual.
Lo que necesitamos
es algo de instrucción fiable. Karkaroff solía tener algunos
interesantes libros muggles; quizás un pequeño viaje al
Londres muggle este fin de semana sería una buena idea.
***
Hermione
levantó la vista de su pila de tareas con una mirada de preocupación.
“Harry, te has ido durante eras. ¿Ocurrió algo?”
“No
aquí, ‘Mione. Vamos a pasear y os contaré.”
Ron y Hermione
se levantaron; podían sentir la seriedad de la situación.
Hermione incluso dejó sus libros esparcidos sobre la mesa y siguió
a Harry afuera.
Una vez lejos
del castillo y oídos entrometidos, Harry comenzó. “Trelawney
hizo otra profecía mientras estaba con ella.” Cuando sus
amigos exclamaron por ello, Harry continuó, “El tiempo
es corto, como dice, así que sólo acepten lo que estoy
diciendo, ¿vale? Tengo que casarme; bueno, enlazarme. Tengo que
ser la parte dominante y llevar a cabo la penetración.”
Hermione
se sonrojó, pero dijo, “Pero eso es normal, Harry.”
“No
es usual para un virgen penetrar a un hombre, Hermione.”
“¿Un
hombre?” casi gritó Ron. “¿Tienes que casarte
con un hombre? Oh, Harry. Eso es simplemente… Asqueroso.”
“No
es el hecho de que sea hombre lo que me molesta,” continuó
Harry, provocando que Hermione elevara las cejas y que Ron se sonrojara.
“Es quién es el hombre. Y el hecho de que tiene que someterse
a mí voluntariamente y reconocerme como su dominante.”
“Un
hombre, Oh, Merlín,” decía Ron repetidamente.
Hermione
se había recobrado de la sorpresa y posó su mano sobre
el brazo de Harry en un gesto de apoyo. “¿Quién
es, Harry?”
“Snape.”
Ron cayó
al suelo, sacudiendo la cabeza. Harry se sintió exasperado, ni
siquiera él había reaccionado tan mal. Pero bueno, estaba
acostumbrado a recibir sobresaltos masivos en Hogwarts. Hermione se
acercó un paso y abrazó a Harry, apretándole fuerte
durante un buen trato. Harry dejó salir un suspiro y sintió
sus músculos relajarse un poco. No se había dado cuenta
de cuán tenso había estado hasta ahora.
“Estarás
bien, Harry. Has hecho cosas mucho peores. Mataste un basilisco, pasado
un dragón, y peor. Esto es sólo… sexo.”
Harry asintió.
Sí, sólo sexo. Sólo casi lo más terrorífico
en el mundo para un chico de dieciséis años.
***
Cuando Ron
se hubo recuperado lo suficiente como para que regresaran a la Torre
Gryffindor sin lucir demasiado obviamente traumatizado, entraron. Las
noches se estaban volviendo frías ahora y Harry estaba contento
de estar dentro. Mucha gente levantó la vista cuando entraron
a la sala común, pero no dijeron nada. El trío raramente
compartía sus asuntos con el resto, y era bastante obvio que
algo ocurría.
Hermione
comenzó a ordenar sus libros, lo que era otra cosa extraña
de ver tan temprano por la tarde, y muchos de sus compañeros
miraban por el rabillo del ojo. Esos ojos se voltearon cuando una lechuza
picoteó la ventana. Dean, quien estaba más cerca, la dejó
entrar. Era una lechuza leonada oscura, más oscura que una con
plumaje normal. Voló hasta Harry y aterrizó en la mesa
junto a Hermione, quien estaba recuperando las últimas hojas
de su inacabado ensayo de Encantamientos, elevando su pata en dirección
a Harry con un imperioso ululato.
Harry tomó
el pergamino, sintiendo un hormigueo de magia al hacerlo. Un rollo altamente
protegido era mejor abrirlo en privado. “Voy a subir y leer esto.
¿Vienes, Ron?”
Ron, que
difícilmente había hablado desde la revelación,
asintió y siguió a Harry.
“Nos
vemos pronto,” dijo Harry a Hermione.
“Me
voy a la biblioteca,” dijo significativamente ella.
Harry asintió.
Estaba bastante seguro de que Hermione estaría investigando sobre
enlaces mágicos, no buscando más detalles de la maldición
chismosa, de la que probablemente ya sabía todo.
Una vez en
su habitación, Harry abrió el rollo. Estaba en blanco,
pero mientras lo miraba, se formó la escritura.
Harry
Si puedes,
ven a verme mañana por la tarde. A las ocho en punto en mi oficina.
Necesitamos empezar a planificar.
Tenías
razón –estoy más que listo para acabarlo. Albus
tenía razón también –la profecía implica
nuestra victoria y como tal, es la mejor noticia en una década.
Haré
mi mejor esfuerzo, y para empezar, he comenzado utilizando tu primer
nombre. Por favor, corresponde.
Severus.
Harry le tendió el rollo a Ron, quien estaba sentado en su cama.
Ron lo tomó, su expresión aún lucía sorprendida.
“No
hay nada en este papel.”
“Por
supuesto que sí, es una carta de Severus,” Harry se levantó
y fue junto a Ron. Él tenía razón, el pergamino
estaba en blanco. Harry lo tomó de vuelta, y vio como las palabras
se reformaban, la tinta aparecía en el papel de una forma que
le recordaba perturbadoramente al diario de Tom Riddle. “Mira.”
Ron miró
el papel y ahora sí podía leerlo. “Dispositivo de
seguridad. Snape es un poco paranoico, ¿no te parece?”
“No
más de lo que necesita ser,” dijo Harry.
Ron leyó
la carta. “Alma romántica, ¿no lo es? Búscalo
en su oficina. Adorable.”
Harry rió
entre dientes ante aquello. La oficina de Snape significaba cosas viscosas
dentro de jarras. “Bueno, al menos no va a acosarme. Probablemente
va a echarme un sermón sobre qué hacer.”
“Argh.
No puedo pensar en alguien que querría menos que me mostrara
qué hacer. ¿Crees que hace su propio lubricante?”
Harry hizo
una mueca. Estaba bastante seguro de que lo averiguaría pronto.
“Oh, Dios. ¿Cómo follo a Snape?” dijo débilmente.
“De
la misma manera en que lo hace con cualquier otra persona,” replicó
Ron, “La metes y te mueves, supongo. Siempre puedes cubrirlo con
una sábana, como lo hacen en las operaciones. No tendrías
que verle el pelo grasiento, entonces.”
Harry quería
protestar, pero sabía que no tendría sentido. Nunca podría
explicarle a Ron que él no trataría a ningún ser
humano de esa forma. Snape estaba muy orgulloso de su dignidad, de su
posición como profesor de Hogwarts. Tal vez no había sido
el profesor favorito de Harry, pero no merecía un gesto tan menospreciable.
Harry jamás trataría a un compañero sexual de esa
manera. Era algo como lo que los mortífagos harían.
***
“Ah. Viniste.”
Harry pensó
que probablemente era una señal de cuán difícil
Snape encontraba esto, el hecho de que manifestara lo obvio de esa manera.
“Entra,
iremos a mis aposentos.”
Snape pasó
el cerrojo y vigiló la puerta de la oficina tras Harry, luego
se giró y guió al más joven hacia una puerta que
Harry jamás había visto abierta. Entraron a una habitación
llena de muebles tipo Hogwarts, pero personalizada con detalles que
obviamente pertenecían a Snape. Había un par de viejas
fotos mágicas sobre la amplia repisa de la chimenea, junto con
algunos trofeos y premios. Calificaciones enmarcadas colgaban de las
paredes. Los libros cubrían los estantes en dos de las paredes
y un tapiz de un unicornio de estilo medieval cubría una de las
otras.
“Siéntate,
por favor,” Snape hizo un gesto hacia el sofá frente al
fuego, que estaba encendido y añadía algo de la muy-necesaria
comodidad a la mazmorra.
Harry se
sentó e inmediatamente comenzó a sentirse mejor. Eso se
sentía cómodo. Los muebles de Snape, lo más común
de las cosas en el cuarto, le hizo comprender que este hombre era tan
humano como cualquier otro. Con defectos, pero humano.
Para la sorpresa
de Harry, Snape no tomó la butaca adyacente, sino que se sentó
junto a él en el sofá. Era de dos plazas y Snape estaba
lo suficientemente cerca, de forma que Harry podía sentir la
calidez del cuerpo del hombre. Levantó la vista y trató
de juzgar su expresión. Snape se veía intranquilo, pero
determinado.
“Está
bien, Severus,” dijo Harry, él mismo sorprendido ante cuán
fácil el nombre se deslizó sobre su lengua. “No
voy a hacer esto más incómodo de lo que tiene que ser.
Quiero acabarlo también.”
Snape dejó
salir un suspiro y Harry pudo ver que se relajaba un poco. “Ciertamente.
Si estás preparado, mentalmente, no hay razón para aplazar
esto. Pensé que, tal vez, ¿podríamos pasar tiempo
juntos la próxima semana? Mantenerlo en secreto no será
un problema. Un poco del poder de Albus Dumbledore es más que
capaz de conjurar los hechizos para enlazarnos. No habrá necesidad
de que haya testigos.”
“Me
gustaría que Ron y Hermione estuviesen allí,” dijo
Harry. Viendo la expresión de Snape, agregó, “insisto.
Son mis amigos. Quiero que esto sea tan abierto como pueda ser. No me
voy a esconder avergonzado. Sé que no podemos arriesgarnos a
que él lo averigüe, pero eso no significa que nadie puede
estar allí.”
“Yo…
pensaba más bien que era sabio no decírselo a nadie más
aparte de nosotros.”
Snape sonaba
derrotado, y Harry comprendió que el hombre estaba posiblemente
avergonzado. No sabía si sentirse ofendido o sentir lástima
por él. ¿Snape estaba avergonzado porque tenía
que casarse con Harry, o porque tenía que ser sumiso? Harry lanzó
la cautela al viento y preguntó.
“¿Te
avergüenza tener que casarte conmigo?”
Snape miró
a Harry. “No. No, realmente no es eso. A pesar de que eres joven,
no es que no haya precedentes. Pero tú eres mi estudiante y eso
lo hace más… dudable en mi mente.”
“¿Es
porque tienes que ser sumiso?” Y eso era –Harry podía
verlo en los ojos del hombre. Se apresuró a agregar: “No
te trataré mal, Severus. No podría hacerle eso a nadie.”
“¿Ni
siquiera a mí, tu odiado profesor? No, supongo que no es un comportamiento
Gryffindor, ¿no es así? Soy demasiado Slytherin a veces.
Esperaba que aprovecharas completamente esta situación para humillarme.”
“Eso
es bastante insultante, sabes,” dijo Harry. “Ya hemos acordado
que queremos vencer, y para hacer eso tenemos que estrechar lazos. ¿Por
qué debería hacerlo horrible para ti? Eso no sólo
te haría sentir mal, sino que me haría sentir sucio a
mí. Por favor, deja de pensar de esa manera.” Tentativamente,
Harry estiró su mano y cubrió las de Severus, que estaban
estrechadas apretadamente sobre su regazo. Severus pareció relajarse
un poco y Harry resolvió a actuar con más determinación.
La profecía decía que tenía que hacerlo. Era extraño
hacer el primer movimiento con Snape, pero iba a ser su rol, así
que lo intentaría.
Snape miró
a Harry. El chico estaba siendo ridículamente decente sobre esto.
Debió haber sabido que eso iba a suceder. Potter, el arquetipo
Gryffindor –por una vez debería estar agradecido. El chico
le miraba de vuelta con esos brillantes, verdes ojos. Si Severus se
las arreglara para olvidar que era su estudiante, olvidar que era tan
jodidamente joven, esto sería hasta placentero. Potter era un
apuesto joven. Severus se inclinó hacia Harry, esperando que
el chico captara el mensaje.
Harry le
besó. Era sólo una incierta presión de labios despues
de un incómodo momento de narices topándose y acomodando
la posición. Luego labios secos, presionando contra su propia
boca delgada. No debería ser gran cosa –pero era el comienzo
de algo tremendo. Severus pensó que, una vez Harry iniciara el
contacto, estaba bien que él tomara el control del beso, para
mostrarle a Harry lo que obviamente no sabía. Deslizó
sus brazos alrededor de la espalda del chico y abrió su boca.
¡Oh!
Esto es grandioso… Harry comprendió que nunca había
besado antes. No como besas a un amante. Esto era lo que significaba…
esta calidez, esta humedad, esta lengua acariciando sus labios. Los
abrió y Severus entró, y era caliente y excitante. Harry
rodeó a Severus con sus brazos y respondió al beso.
Luego, mientras
se alejaba del caluroso abrazo, Harry se preguntó qué
había ocurrido. Habían construido un calor y pasión
que nunca había esperado que estuviese allí. Severus obviamente
sabía cómo besar, aunque fuera difícil creer que
había besado mucho en su vida -¿quién querría
hacerlo? Harry se pateó mentalmente por ser tan malo como Ron
por pensar de esa manera.
Harry levantó
la mirada a los ojos de Severus y vio una extraña mezcla de cautela
y ardor. ¿Severus quería esto? Harry esperaba que sí,
porque ciertamente, él sí. La dureza entre sus piernas
era prueba de ello. “Eso estuvo bien,” se atrevió
a decir.
Severus curvó
un poco los labios ante eso. “Me alegra que fuera bueno para ti,
Harry. Ciertamente, yo lo disfruté. Quizás deberíamos
practicar más. Sugiero cada tarde hasta el enlace, si estás
dispuesto”.
Harry asintió,
su cuerpo se sentía como si estuviese lleno de chispas y quería
más.
Severus continuó,
“te daré una detención de una semana en nuestra
próxima clase, que, convenientemente, es mañana. Derrama
algo, tira algo. Sé peor del usual inepto que eres.”
Harry giró
los ojos. “No soy tan malo, realmente. Si me dejaras en paz-“
“No
puedo. Ahora menos que nunca.”
“Supongo.”
Se besaron
un poco más hasta que Severus comentó que era casi el
toque de queda. Harry se fue, reluctante. Se dio cuenta de que estaba
reluctante a dejar a Snape. Cómo había cambiado el mundo
en catorce líneas de verso.
***
Severus regresó
del Soho sintiéndose sucio. No era resultado sólo de entrar
a un sex shop muggle y comprar un libro llamado La guía para
principiantes del BDSM –había rechazado repetidamente
las ofertas del vendedor, quien insistía en que debía
comprar algo llamado DVD porque ‘lo vivifica, sí que lo
hace, señor. Usted tiene el aspecto de un dominante maravilloso,
¡justo el rostro para ello!’ De alguna manera se las arregló
para resistir las ganas de maldecir al idiota con un obliviate por
echarle sal a sus heridas. No, era al Londres muggle completo. Siempre
le hacía sentir mugriento. Sólo caminar por las calles
rebosantes de tanta gente hacía que le picara la piel, ¡y
el humo de los autos! ¿Cómo se las arreglaban los muggles
para hacer el mundo tan mugriento? Suponía, siendo justos con
ellos, que no tenían otra opción, al no tener magia. Severus
amaba el limpio, hermoso poder que era la magia y una vez más
agradeció a Merlín por haber nacido mago.
Severus hizo
té y se hundió en la butaca para leer el libro antes de
que Harry llegara para su reunión. Hizo una mueca ante aquello:
¡reunión, ciertamente! No era más que una sesión
de besuqueo y toqueteos. No se habían desnudado aún, pero
eso se debía a la inexperiencia de Potter y a su propia determinación
de dejar que el chico guiara sus encuentros lo máximo posible.
¡Y eso sí que requería algo de esfuerzo! Severus
ya les habría quitado la ropa a la segunda sesión.
El libro
no requería mucha lectura. Eran mayormente imágenes, algunas
de las cuales le recordaban a Severus las actividades de los mortífagos.
Esas eran el lado SM de las cosas; Severus no creía que la profecía
se refiriera a aquello. Al menos esperaba que no. Él sería
el que recibiera el dolor, no Potter, quien iba a ser el dominante.
No, él esperaba que se apegaran más bien a la manera estilizada
de interactuar. Severus, el sumiso, mostraría a su maestro debida
deferencia. Sería como una versión extrema de sus roles
en clases, con la habitación por escenario. Seguramente decir
‘Sí, maestro’ a Potter no sería tan malo como
besar el dobladillo de la túnica de Voldemort.
Finalmente,
Severus ejecutó un hechizo que tomó las partes relevantes
del libro y copió el texto e imágenes en un pergamino
que le daría a Harry esa misma noche. Él iba a guardar
el original y lo estudiaría un poco más. Esto llevaría
práctica.
***
Harry cerró
las cortinas alrededor de su cama y sacó el libro y el rollo
que Severus le había dado esa tarde. El libro era Una guía
al amor para magos, incluyendo hechizos para cada ocasión. Era
un cómo-guiar y había una sección sobre sexo gay.
Harry sabía que la idea era meter la polla en el trasero de otro
tipo, pero las descripciones sobre preparación y los hechizos
de lubricación y relajación de músculos valía
la pena aprenderlos. Nunca habría creído que fuera tan
complicado. El libro recomendaba la posición de a-cuatro como
la más fácil para primerizos, así que Harry pensaba
que ésa funcionaría. La burla de Ron sobre cubrir a Severus
con una sábana volvió a él y quiso decirle a Ron
que Severus besaba de maravilla, pero dudaba que Severus quisiera que
sus actividades se discutieran con cualquiera, o que Ron escuchara.
La guía
para principiantes del BDSM, anunciaba el rollo. Mientras leía,
sus ojos se abrían cada vez más con cada párrafo.
¡Snape iba a ser su esclavo!
Mientras
Harry más pensaba sobre aquello, más se excitaba. Snape
no sería capaz de gruñirle, de menospreciar sus esfuerzos
en la cama. Harry dudaba de que fuera lo suficientemente valiente como
para tratar de tener sexo con el bastardo sarcástico si Snape
no tuviese que ser su sumiso. De esta forma, Snape tenía que
ser cortés y servicial. Harry se preguntó cuán
duro Severus iba a encontrar todo esto –probablemente más
que Harry.
A Harry no
le gustó la visión de algunos de los últimos capítulos.
No creía que dolor y sufrimiento fueran para nada sexy. Sus propias
experiencias estando indefenso y siendo torturado eran algo que prefería
olvidar –no quería nada parecido entre él y Snape.
De vez en cuando, Ron y él, junto con otros compañeros
se reían sobre lo genial que sería si Snape fuera alcanzado
por un accidente de calderos, o se envenenara con una poción,
pero era sólo charla estúpida. Ya sería lo suficientemente
difícil tener que matar a Voldemort o sus seguidores; Harry no
quería daños colaterales.
***
Harry entró a la oficina de Severus a las ocho aquella tarde,
entre las burlonas risas de Malfoy, que siempre revoloteaba alrededor
para mofarse de Potter cuando iba a sus detenciones. Harry no tenía
dificultad en discutir con Malfoy y Severus siempre que salía
para gruñirle a Harry. Era tan fácil continuar con el
status quo, mantener las apariencias.
Una vez dentro,
Severus vigiló la puerta y los guió a sus habitaciones.
Después, cualquier gruñido era un signo de excitación.
Luego de
su primer beso, Harry dijo, “Severus, tienes que llamarme ‘maestro’.”
Severus bajó
los ojos sumisamente; había estado practicando eso en el espejo
de su baño, “Sí, maestro.”
Harry estaba
sorprendido e impresionado de que Severus pareciera preparado. “Yo
mando, en todo. ¿Entiendes eso, no?”
“Ciertamente,
maestro. Leí el libro. Es… difícil para mí.
Paso el día diciéndole al resto qué hacer.”
“Pero
no la noche, Severus. Ahora, bésame.”
Severus lo
hizo con minuciosidad y entusiasmo.
“Debes
pedirme cualquier cosa que necesites, Severus,” dijo luego Harry.
“Cualquier cosa que quieras hacer. Lo permitiré si estoy
de acuerdo. Hasta donde la profecía llega, quiere que te domine
en la cama principalmente, pero creo que quiere que controle tus otras
actividades también.”
“No
sólo en amor, es correcto. ¿Será muy estricto
conmigo, maestro?” Severus miró a Harry –el joven
lucía bien con su cabello revuelto, sus mejillas sonrojadas y
sus labios hinchados por el beso. Severus notó que había
sonado como si estuviese flirteando, y se preguntó de dónde
había venido eso. Toda esta surrealista situación estaba
teniendo efectos extraños en él.
“Puedes
pensar eso, Severus,” Harry estaba impasible. “Mi primera
regla es que no serás descortés con respecto a mi padre
nunca más, ni sobre Sirius o Lupin. Ni sobre mis amigos. Me molestaré
mucho si lo haces, ¿entiendes?”
Severus suspiró.
Confía en Harry para ir directo al punto. “Sí, maestro.”
“Esperaré
que te mantengas preparado para mí, y sólo para mí.
Eso es lo más importante. No quiero que andes merodeando por
el Callejón Knockturn, o las partes más dudosas de Londres.”
“Por
supuesto, maestro. Eso me hará muy feliz, puedo asegurárselo.”
Harry escudriñó
a Severus, inseguro de si el hombre estaba siendo sarcástico
o no. Era difícil de saber, con Severus sentado ahí tan
mansamente, los ojos bajos. “Mientras estemos juntos fuera de
la cama, puedes actuar normalmente, Severus. Levanta la vista.”
Severus levantó
la vista y Harry vio la verdad de su última declaración.
Snape no parecía para nada infeliz. “Estaremos casados.
Enlazados. Es lo mismo.” Severus abrió la boca para interrumpir
que no era lo mismo, pero Harry lo reprimió y continuó,
“la fidelidad se espera por ambas partes. Tal vez seas mi sumiso,
pero tienes derecho a esperar mi indivisible atención. Te trataré
como lo que eres –mi esposo. ¿Entiendes?”
Severus se
sentía maravillado. No había esperado una declaración
de fidelidad por parte de Harry. Sabía que tenía que servir
sólo a su maestro desde ahora, que Harry sería el único
compañero que tendría por el resto de su vida. Y a él
no le importaba para nada –sus amantes anteriores habían
sido amoríos temporales que había tenido durante la etapa
de experimentación de su propia juventud. Vivir en un castillo
lleno de adolescentes sobrecargados de sexo había significado
que el sexo estaba disponible incluso para alguien tan poco atractivo
como Severus. Más recientemente, sus compañeros habían
sido de la variedad profesional; lo suficientemente encantadores mientras
les pagabas por su tiempo y su atención, pero no significaba
nada. Tener a este atractivo joven como su compañero en la vida,
incluso cuando él tendría que obedecer a Harry en todas
las cosas, no iba a ser una penuria. Y Harry quería serle fiel…
eso era como un regalo. Un muy especial regalo de matrimonio. Era demasiado
esperar que Harry tuviese éxito durante tanto tiempo, pero él
quería empezar de esa manera y eso hacía sentir a Severus
más cómodo con su inminente boda.
Cuanto más
pensaba sobre su cambio en la situación, más comprendía
que no era un desastre, de hecho, era más bien lo opuesto. Severus
había releído la Guía al BDSM numerosas
veces y había descubierto, para su gran sorpresa, que el pensamiento
de dejar a Harry dominar en la cama era erótico.
***
Estaba todo
dispuesto. El enlace fue llevado a cabo por Albus la noche del miércoles.
Los únicos invitados a la ceremonia fueron Ron y Hermione. Hagrid
había sido excluido, al tener una tendencia a dejar escapar secretos,
y éste era uno que ciertamente no podían arriesgarse a
que se supiera. Al final ambos decidieron mantenerlo simple. Snape,
siempre cauteloso por su posición como espía, no habría
dejado que Ron y Hermione supieran, pero Harry insistió. Y lo
que Harry decía, ocurría.
Harry se
mantenía de pie manteniendo las largas, frías manos de
Severus entre las suyas, jurando votos de fidelidad y cuidado. Severus
respondió con votos similares, prometiendo fidelidad y obediencia.
Hermione lloriqueaba en un pañuelo y Ron tosía, despejando
su garganta, y arrastraba los pies.
Dumbledore
recitó el antiguo hechizo que entrelazaría sus vidas,
luego retrocedió un paso, sonriendo. “Les deseo felicidad.
Sus vidas, entrelazadas, serán muy distintas de lo que han sido
por separado. Pero yo sé que ambos encontrarán mucho consuelo
con este enlace.”
Ron giró
los ojos en dirección a Hermione, pero ella todavía estaba
mirando a la pareja con ojos llorosos. Harry no había dejado
ir las manos de Severus aún. Estaba mirando a los ojos de su
esposo. Snape permanecía quieto, en calma aparente. Hermione
se preguntó si su profesor realmente estaba tan feliz de cumplir
con esto como parecía ahora mismo.
Finalmente,
Harry dejó ir una de las manos de Snape, guiándolo por
la otra hacia la pequeña mesa de comedor que habían instalado
para compartir una cena, como era tradición en las ceremonias
de enlace.
Los elfos
domésticos habían puesto la mesa festiva, con la mejor
cristalería, cubiertos de plata, y hermosa porcelana de Hogwarts.
Una presentación floral dominaba el centro de la mesa, despidiendo
esencia de rosas.
Severus llevaba
una túnica azul oscuro. Un ramillete de brezo había sido
prendido a sus túnicas en honor a Escocia. El de Harry era verde.
Durante los últimos tiempos, muy frecuentemente utilizaba el
verde, Hermione le había dicho que resaltaba el inusual color
de sus ojos y le hacía parecer impresionante.
A Harry le
sirvieron primero. Luego dijo al elfo que sirviera a su esposo. Los
otros observaron eso, Ron con una débil sonrisa en su rostro.
Para él parecía que Harry podía humillar a Snape,
y eso era un brillante revés de los eventos. Hermione pensaba
que parecía un poco a la inversa, que el compañero más
joven tomara el liderazgo, pero las acciones de Harry le parecían
románticas. Tenía una tonta sonrisa en el rostro.
Albus Dumbledore
lo observó todo, el par recién enlazado y los dos jóvenes
Gryffindor, con una sonrisa indulgente. Se sentía mejor sabiendo
que cuando llegara su tiempo de dejar el mundo estos dos queridísimos
hombres se tendrían el uno al otro. ¡Bendita Sybill y su
última revelación por causar lo que parecía imposible!
Después
de la cena, la fiesta se trasladó vía Flu al salón
de estar de Severus en busca de unas bebidas de celebración.
Severus se dirigió hacia el bar y les ofreció. Le preguntó
a Harry primero, como su maestro, y Harry escogió una copa de
dulce vino blanco. Los amigos de Harry escogieron cerveza de mantequilla
y Snape, varonilmente, se las arregló para no mofarse. Había
sido cortés con Ron y Hermione durante toda la ceremonia y la
cena. Harry le había grabado que, fuera de clases, Severus debía
ser agradable con sus amigos. Dumbledore tomó un fino whiskey
de malta. Finalmente, Severus tomó un vaso de lo mismo para él.
Dumbledore
propuso un brindis por el éxito del enlace, el fin de Voldemort
y la felicidad de la pareja.
Harry comenzaba
a sentir un poco de nervios en su estómago. Sabía que,
cuando los otros se fueran, se esperaría que actuara. De llevar
a Severus a la cama. Su polla dio un tirón ante el pensamiento,
pero estaba nervioso también. Perdería su virginidad esa
noche, pero de una manera tan extraña. Siempre había esperado
que fuese con un joven de su misma edad. Tal vez actuarían torpemente
y harían un desastre de aquello, pero sería divertido.
Esta era una proposición muy diferente. Tal vez Severus le ayudaría;
él debía saber cómo hacerlo. Echó un vistazo
a su esposo y captó la mirada del hombre sobre él. Severus
bajó los ojos sumisamente. Harry no sabía de cuánta
ayuda era eso.
Lo inevitable
sucedió. El tiempo pasó, la charla placentera se hizo
más bien tensa. Ron jugueteaba y Hermione parecía un poco
incómoda. Albus hizo un movimiento, poniéndose de pie.
“Creo que es hora de dejar a la feliz pareja a solas, muchachos,”
dijo a Ron y Hermione.
Los Gryffindor
se pusieron de pie. Ron aún lucía incómodo y ansioso
por irse; Hermione deslizó su mano en la suya y sonrió
a Harry.
“Buenas
noches, Harry… profesor,” dijo.
Ron dijo
lo mismo. Harry avanzó y abrazó a Hermione, luego, tomando
una decisión, hizo lo mismo con Ron.
“Estarás
bien, Harry,” susurró Hermione. “Eres un excelente
mago. Siempre estás bien.”
Harry rió
entre dientes. “Él no es un basilisco, Hermione.”
Ron le devolvió
el abrazo, “Eres un hombre valiente, Harry. Debo reconocértelo.
¿Snape… eh?”
Harry lo
golpeó. Los invitados se fueron y el silencio llenó la
sala de estar mientras se iban. Harry se giró y miró a
Severus.
Severus era
su esposo ahora, y debido a la forma de enlace, era suyo para ordenarle.
Severus estaba silenciosamente junto al fuego, el vaso de whiskey en
mano. Se veía lo suficientemente calmo, lo que hacía sentir
un poco mejor a Harry. Regresó y tomó su vaso de vino
de nuevo. “¿Deberíamos ir a la cama, entonces?”
Severus asintió
solemnemente. Nunca habló. Harry se preguntaba qué emociones
estaban detrás de aquel calmado, controlado rostro. Sospechaba
que Severus encontraba esto tan abrumador como el propio Harry lo hacía.
Severus los
guió hacia una puerta que abrió y vigiló detrás
de ellos. El cuarto estaba cubierto con paneles de madera; la cama estándar
de cuatro postes al estilo Hogwarts era más grande que las camas
de los estudiantes. La habitación tenía una pequeña
chimenea, en la que ardía un fuego alegremente; la atmósfera
era sorprendentemente cálida y acogedora.
Severus estaba
observando las reacciones de Harry. Vio la sorprendida aprobación
del joven en cuanto a la habitación. Derrumbaba los mitos estudiantiles
sobre sus mazmorras y sin duda lo hacía parecer más humano.
Eso era algo que él evitaba hacer con los estudiantes, pero Harry,
como siempre, era diferente.
Harry vio
a Snape mirándole. Todavía no podía leer las emociones
del hombre, pero estaba bastante seguro que esto era tan difícil
para Severus como lo era para él. En un raro momento de revelación,
comprendió que debía ser peor. Severus no podía
tomar el mando, no podía dirigirse a Harry como lo haría
normalmente con cualquier persona joven. Dependía de él.
Incluso si lo hacía patéticamente, Snape no podría
reírse de él.
“Ven
aquí, Severus,” dijo.
Severus dejó
su vaso de whiskey sobre la mesa junto a la cama. Se acercó a
Harry.
“Bésame.”
Y entonces
comenzó. Ambos se relajaron cuando sus labios se encontraron.
Habían hecho esto anteriormente; era remarcablemente cómodo
y se disfrutaba mucho. Harry encajaba tan bien en los brazos de Severus
y moldeó su cuerpo contra la figura alta, delgada de Severus.
Severus había
notado que Harry era un besador entusiasta y un típico adolescente
–apenas Severus empezó a besar a Harry, pudo sentir la
erección del chico presionada contra él, enviando un estremecimiento
de deseo por su delgada figura. Harry sabía a vino dulce y entusiasmo.
Cuando se
separaron, Harry jadeó, “Esto no va a ser malo para mí,
Severus.”
Severus no
estaba seguro de qué decir, o qué tenía permitido
decir. “Gracias, Harry.”
“Tienes
que llamarme maestro,” dijo quedamente. No estaba seguro de si
le gustaba eso, había sido agradable escuchar su nombre de los
labios de Severus.
“Lo
siento, maestro. Usted está, por supuesto, en lo correcto.”
“Dí
lo siento con otro beso,” dijo Harry.
Mientras
Severus lo besaba, Harry restregó su erección contra el
firme muslo de Severus. Esta noche tendrían que avanzar, y eso
no era demasiado pronto para la polla de Harry. Eso se sentía
bien, y presentía que se iba poner mucho mejor. Tuvo una idea
y retrocedió. “Severus, tú sabes que soy virgen…”
“Yo
–lo asumía, maestro.”
“¿Y
yo asumo que tú no lo eres?”
“Está
en lo correcto.”
“Entonces
tiene sentido que me enseñes mientras avanzamos, ¿no es
así? Yo tengo que… penetrarte. Pero tú puedes mostrarme
el resto. Así que te digo que me muestres lo que necesito saber,
¿de acuerdo?
“Eso
es muy sabio, maestro. Le mostraré, ¿si me lo permite?”
Severus estiró las manos y comenzó a desabrochar los broches
del cuello de Harry.
“Sí.
Muéstrame lo que puedes hacer, Severus.”
Severus,
bastante agradecido, comenzó a desvestir a Harry. Esto podría
llevar toda la noche. Quería ver al joven desnudo, quería
adorar la carne que descubría. Había estado temiendo que
sólo tuviese que estar parado como una estatua de madera mientras
Harry toqueteaba ineptamente. Esto era mucho mejor. Bajó recorriendo
con sus labios la línea del cuello de Harry mientras sus manos
quitaba la túnica del cuerpo del chico. Harry gimió de
placer y el entusiasmo del chico lo animó a hacer más.
Encontró los rosados pezones y lamió alrededor de su forma,
tanteando el nudo con la lengua.
A Harry le
gustó; enterró sus dedos en el oscuro cabello de Severus,
manteniendo la cabeza del hombre presionada contra su pecho. “Sí,
eso está bien. Hazlo de nuevo.”
Severus obedeció.
No le importaba que le dijeran que hiciera lo que quería hacer
de todas formas. Empujó las ropas por debajo de las caderas de
Harry y oyó el susurro de la tela al caer al suelo mientras repetía
el tratamiento en el otro pezón de Harry. Los dedos de Harry
se enterraban en su nuca y el chico gemía de placer.
Cuando Severus
se alejó para ver el pecho expuesto, Harry habló. “No
sabía que se sentía así. Creía que sólo
a las chicas les gustaba ese tipo de cosas.”
Severus sonrió,
“Tengo mucho que enseñarle, creo, maestro. Si me deja.”
“Muéstrame.”
Severus se
deslizó sus manos dentro de la cinturilla de la ropa interior
de Harry para bajarlos.
“No,
detente, Severus. Primero quítate la ropa.”
Severus retrocedió.
Harry se veía determinado y realmente bastante feroz. Asintió
y comenzó a desatar su túnica. Los ojos de Harry seguían
cada movimiento de sus dedos; le hacía sentir como un exhibicionista.
Ninguno de sus compañeros siquiera se molestaban en mirarle desvestirse,
ni se preocupaban de su cuerpo. Era poco atractivo, lo sabía,
y no inspiraba un interés sexual más allá de lo
qué pudiera hacer a su compañero. Por primera vez en años,
se sintió extrañamente tímido mientras abría
su túnica para mostrar su pálido, delgado cuerpo, tan
diferente de la carne joven y tonificada de Harry.
Severus era
un maestro de pociones, no un atleta. Tenía músculos donde
los necesitaba, en sus brazos y pecho; sólo lo suficiente para
preparar ingredientes y remover calderos. Sus piernas eran largas, delgadas
(un término cortés para flacas) y pálidas, cubiertas
con un mínimo de vello oscuro. Ciertamente no tenía tiempo
para hacer ejercicio en su ocupada vida de profesor de escuela y espía.
Sabía que Harry estaría decepcionado con lo que mostraba.
Harry estaba
conteniendo la respiración. Ver los amarillentos dedos largos
de Severus deshaciendo los botones de su oscura túnica era extrañamente
excitante. Se había sentado en clase y observado aquellos dedos
hacer tantas faenas exactas, oído la sermoneante voz destacando
todas sus fallas, pero ver esto –era un experiencia diferente.
Una muy excitante. Cuando la túnica del hombre se abrió
para mostrar un pecho pálido, ligeramente musculoso y con algo
de vello oscuro en el centro, Harry se encontró con que no podía
respirar.
Más
botones fueron abiertos y la túnica cayó; Snape las sacudió
de sus hombros. Caderas estrechas, piernas delgadas, vello oscuro. Un
rastro de vello desde el ombligo, bajando hasta la cinturilla de sus
apretados calzoncillos negros. Los ojos de Harry estaban fijos donde
desaparecía el vello. “Quítate los pantalones, Severus.”
Snape no
respondió. Deslizó sus manos bajo la cinturilla y bajó
los calzoncillos. Mantuvo su rostro impasible, diciéndose que
podía soportar la desdeñosa reacción.
Harry jadeó
cuando la polla y las bolas del hombre fueron reveladas. El vello oscuro
se espesaba, formando un nido alrededor de la entrepierna de Snape,
uno que Harry quería tocar. ¿Sería áspero
o suave? Se adelantó, razonando difícilmente ahora, su
mano se estiró para tocar.
Severus permaneció
quieto. El chico no decía nada, pero se estaba acercando.
La mano de
Harry tocó el vello alrededor de su polla. Su polla, sorprendida
como él, saltó ansiosamente. Harry deslizó su mano
hacia abajo y la agarró. “Oh, Severus…” dijo.
Severus no
sabía qué decir, así que se mantuvo en silencio.
Sin embargo, empujó las caderas hacia ese agarre.
“Eres
tan grande…” dijo Harry, sonando anonadado.
Severus no
se consideraba tan grande. No pequeño, ciertamente, pero no enorme.
Harry era joven, eso era todo. Severus murmuró en respuesta,
todavía inseguro de lo que podía decir, pero esperando
mostrar su aprobación por la manera en que estaban yendo las
cosas. Había sólo una cosa que podría mejorar esto…
“Por favor, maestro, quítese la túnica también.”
Harry, aún
sopesando el pene en su mano, familiarizándose con su forma y
calor, y contornos, levantó la vista sobresaltado. ¿Severus
quería que se desvistiera? “Estoy desvestido.”
“Tus
calzoncillos...”, susurró Severus. “Por favor, maestro.”
Severus se estaba endureciendo mientras Harry lo tocaba, tensándose
y creciendo.
Harry se
forzó a concentrarse en las palabras de Severus. “Oh...
de acuerdo,” pero no se movió. Estaba demasiado ocupado
viendo la reacción del cuerpo de Severus ante el suyo. Era fascinante.
“¿Puedo
quitártelo yo?”
Harry escuchó
las palabras de Severus y asintió vagamente. La polla del hombre
se hacía más grande mientras la acariciaba. Una oscura,
sonrojada cabeza estaba siendo revelada mientras el prepucio se retraía.
Era jodidamente hermoso, en la humilde opinión de Harry.
Severus deslizó
sus manos dentro de la cinturilla de Harry. Necesitaba ser cuidadoso
–la ansiosa erección del chico formaba una tienda en el
frente de sus calzoncillos. Cuidadosamente los deslizó hacia
abajo y sonrió. La polla de Harry se veía tan ansiosa,
tan fresca y limpia y virgen. Y, por un momento al menos, era suya.
Quería arrodillarse y adorarla. “Por favor, maestro, ¿puedo
probarte?”
Las palabras
de Severus entraron la mente de Harry con la fuerza de un cohete. Sus
rodillas se sentían débiles. Levantó la vista de
la erección que estaba acariciando y vio la pasión en
los ojos de su esposo. ¿Si podía? Oh, Merlín…
“Por favor.”
Severus,
de rodillas, frente a Harry. Harry bajó la mirada, no podía
alejar sus ojos, mientras Severus se inclinaba más cerca y sacaba
la lengua. La cálida, húmeda punta de la lengua trazó
un línea desde la base de la erecta polla hasta la punta, donde
se detuvo y lamió el cúmulo de pre-semen reunido allí.
Harry gimió audiblemente. “Por favor,” dijo nuevamente.
Severus acarició
sus mejillas arriba y abajo de la polla, inhalando el olor almizcle,
sintiendo el fino vello púbico en la base. No había deseado
chupar una polla en bastante tiempo, pero quería esto con un
fiero deseo y abrió la boca, saboreando a Harry. Y era perfecta.
Harry estaba
encontrando difícil mantenerse en pie. Sus rodillas estaban debilitándose
cuando la succión comenzó. La caliente, cálida
boca envolvió su polla, las mejillas de Snape succionaron mientras
tiraba de la carne de Harry. Merlín, era grandioso. Harry no
podía dejar de gemir y no le importaba. Incluso si todo el castillo
escuchaba, no le podría haber importado en ese momento…
mientras Snape no se detuviera.
Las respuestas
del chico eran en extremo entusiastas. Sus gemidos estaban haciendo
que Severus se sintiera más apreciado de lo que jamás
lo había sido en la cama. No eran los astutos, practicados gemidos
de un chico alquilado, eran los entusiastas, sobrecargados sonidos hechos
por un chico virgen a quien le estaban mostrando los placeres que nunca
había soñado. Era insoportablemente erótico y Snape
estaba más duro de lo que jamás recordaba haber estado,
pero no quería detener lo que estaba haciendo.
Harry iba
a correrse. Sus manos, aún agarrando el cabello de Severus, se
tensaron. Trató de alejar a Severus, “me voy a correr.”
Severus no
respondió, aún succionaba, aún sostenía
a Harry por la parte trasera de los muslos, estabilizándole.
Y Harry se corrió, repentinamente, duro, su semen disparándose
en la boca de Severus para ser tragado rápida y eficientemente.
Harry se
hundió, quería recostarse. Severus le ayudó a llegar
a la cama y se le unió, enroscando sus brazos alrededor del joven,
a quien le estaba llevando un poco de tiempo recobrarse del orgasmo.
Harry se las arregló para decir, “Asombroso… sólo…
yo nunca…”
Severus sonrió.
Cuando hubieron
estado recostados durante un tiempo, y Harry se las arregló para
pensar coherentemente de nuevo, dijo: “Severus. Eso fue asombroso.
Gracias.”
“Me
alegra que te haya gustado. Pero aún tenemos que realizar la
penetración.”
Harry miró
a su esposo a los ojos. Severus parecía calmo, para nada enfadado.
“Lo estoy ansiando,” admitió Harry. Estaba bastante
seguro que no sería tan terrible. Si Severus probaba ser tan
colaborador como había sido hasta ahora, iba a ser una excelente
experiencia.
Severus estaba
siendo desestabilizado por aquello. Primero, nunca había esperado
estar compartiendo la cama con un estudiante, y que el estudiante fuera
Harry Potter sólo lo hacía más extraño.
Cuando pagaba por sexo, él penetraba. Esta vez tenía que
mostrarle a Harry cómo penetrarle. Estaba extrañamente
nervioso, nunca habiendo estado abajo. Sabía la teoría
al derecho y al revés, pero el pensamiento de tener a Harry,
ansioso, virgen Harry follándole era desconcertante, pero al
mismo tiempo, muy excitante. Sus amantes hacían todo mecánicamente;
se rascaba un picor, nada más. Esta experiencia estaba mundos
más allá. Extrañamente, Severus se sentía
tan virgen como Harry. Tenía la sensación de que lo que
estaba a punto de experimentar era algo a lo que nunca se había
acercado anteriormente.
Severus se
vio distraído de sus pensamientos por la mano de Harry, que estaba
tocando su plano vientre, describiendo las líneas de sus costillas,
agarrando suavemente el vello de su pecho. Bajó la vista y vio
el viaje del descubrimiento, sintiendo cómo su cuerpo era apreciado.
Vio el rostro de Harry y no vio asco, no vio burla. El chico se estaba
concentrando en tocarle.
“Severus,
¿puedo mirarte?”
Severus se
reprimió de corregir la gramática del chico. El chico
que era su maestro, a quien debía obedecer. “Puede hacer
lo que quiera, maestro,” dijo.
“Abre
tus piernas, entonces.”
Severus separó
las piernas. De nuevo una ola de timidez le empapó. Nadie quería
ver el cuerpo de Severus Snape. Nadie excepto Harry, su esposo. Lo que
Harry quería que ocurriese, ocurriría.
Harry bajó
de la cama y posó sus manos sobre los muslos interiores de Severus.
Nunca había mirado de cerca allí abajo. Tendría
que haber usado un espejo con él mismo y nunca había hecho
eso, simplemente parecía demasiado rudo. Pero observar a su esposo,
ver lo que tendría que penetrar, aquello era necesario. Así
que miró. Y se perdió observando.
Tan extraño,
apretado, como una boca arrugada. Había vello alrededor del área,
un poco, escaso vello oscuro. Harry recorrió con la punta del
dedo la hendidura hacia la entrada y Severus saltó y siseó.
“Oh,
lo siento.”
“No…
no, no fue desagradable.”
La voz de
Severus sonaba rasposa, así que Harry levantó la vista.
Los ojos de su esposo estaban llenos de pasión. ¡Así
que le gustaba! Harry sonrió y regresó a su tarea. “¿Así
que no te importa si exploro?”
“¿Importarme?
No… no me importa, maestro. Me agrada.”
Aquella admisión
era emocionante, Harry paseó su dedo por la entrada de nuevo
y sonrió cuando las caderas de Severus se empujaron en su dirección.
Se preguntaba si aquel agujero engulliría su dedo.
“¿Le
gustaría explorar… dentro?”, preguntó Severus.
“Tengo algo de lubricante aquí.”
Harry asintió
y tomó el ofrecido recipiente. Humedeció su dedo y esta
vez trazó la figura del límite, haciendo que la rugosidad
estuviera lubricada y lista para él. Presionó con su dedo
y, tal y como se había preguntado, su dedo fue ávidamente
absorbido hacia el interior.
Caliente
y apretado, humedad que le agarraba. Maravilloso. Harry curvó
gentilmente su dedo en el interior, explorando las paredes del canal,
el lugar donde tenía que entrar. Se sentía como si nunca
hubiera suficiente espacio para aquello.
Severus gimió,
y era definitivamente un sonido de placer. Harry presionó más
profundamente y encontró un lugar que se sentía diferente…
levemente redondeado, más firme y suave. Lo acarició experimentalmente
y Severus gritó: “¡Por favor!”
Harry levantó
la vista al rostro de su esposo y se vio perdido. La expresión
de Severus era de tan extremo placer que parecía dolor. “¿Eso
es agradable?”
“¡Es
magnífico!”
Harry acarició
de nuevo, y nuevamente Severus gritó.
“Por
favor, Harry… maestro… dame más. Más dedos;
abre más.”
Harry comprendió
qué hacer; si añadía más dedos, acariciaba
y facilitaba el camino, podía entrar. Su polla estaba dura de
nuevo, él quería hacer esto. Podía medio imaginar
cómo se sentiría meter su polla allí.
Severus separó
bien sus piernas, elevando sus caderas, quería a Harry en él.
¿De dónde había venido esta necesidad de ser llenado?
Nunca había sentido nada así. Harry tenía dos,
o eran tres, dedos dentro de él. Severus quería polla.
“Fóllame ahora, Harry. Por favor…”
Harry pensó
que era hora de penetrar a su esposo y decidió no esperar más.
Pero primero tenía que hacer esto bien. “Me llamarás
maestro, Severus. Hazlo ahora.”
“Sí,
maestro. Por favor.”
“Tú
me complaces a mí, tu esposo,” dijo Harry mientras alineaba
la cabeza de su polla con la relajada entrada. Sólo esperaba
que entrara bien; realmente no quería lastimar a Severus, o a
sí mismo.
Severus elevó
sus caderas, elevando sus piernas sobre los hombros de Harry. Harry
se movió hacia adelante y entró.
Ambos hombres
gritaron. Para Harry y Severus esto era la excitación de un nuevo
descubrimiento. Harry había sido virgen; Severus nunca había
sido penetrado, siempre había sido la pareja dominante, el que
iba arriba. Ambos descubrían reinos de placer que nunca habían
imaginado. Ninguno duraría mucho.
Harry presionó
más adentro, entrando completamente. Él no era tan grande
como su esposo, no aún, en todo caso, y pensaba que Severus estaría
más bien agradecido de ello por el momento. Pero era joven, y
necesitado, y comenzó a embestir. Sus embestidas se hicieron
urgentes, poderosas. Los gritos de placer de su esposo lo animaban.
No se molestó en preguntar si todo estaba bien; no podían
estar mejor. Harry se perdió en el primitivo goce de follar,
de hacer el amor a un hombre que nunca había escogido, pero ahora
encontraba que quería apreciar. Los ruidos producidos por sus
caderas eran arrítmicas y salvajes mientras se precipitaban hacia
la consumación.
Con cada
embestida de Harry, Severus gritaba, animando, con un placer tan extremo
que dolía. “Oh sí, por favor…” gimió.
“Por favor, maestro.” Y se sentía bien llamar a Harry,
su esposo, su maestro. Se sentía a salvo, y protegido, y querido.
Harry había dejado claro que estaba determinado a dominar sobre
Severus, y Severus descubrió que podía darle esa consideración
gustosamente.
Mientras
se movían juntos, la habitación empezó a cargarse,
no sólo con la pasión de su primera unión, una
unión ratificada por votos mágicos de enlace, sino también
con la inminente precipitación de los poderes adultos de Harry.
El aire se sentía cargado con magia, sus movimientos crepitaban
contra la sensibilizada piel. Harry, su esposo, era muy poderoso. Severus
sentía que apenas podía respirar, incluso su pecho se
alzaba con esfuerzo. “Por favor…” rogó, una
súplica gustosa a su poderoso maestro.
Harry estaba
volando. Se sentía caliente y fiero, valiente y posesivo. Estaba
follando a su esposo, reclamándolo. Nadie tocaría a Severus
nuevamente, nadie más que Harry. El torbellino de magia le estaba
haciendo sentir como un príncipe, un rey, un dios. Voldemort
no era más que un gusano –un arrastrado hongo que Harry
eliminaría de la faz de la Tierra. Nunca volvería a tocar
a su Severus de nuevo. Entre visiones de poder y destrucción,
Harry se corrió, su semen –su esencia de mago– inundando
a su esposo en una poderosa consumación de su enlace.
Ninguno de
los dos hombres recordaba cómo desenredaron sus sudorosos cuerpos,
cómo se limpiaron y recostaron en los brazos del otro. Cuando
el pensamiento racional regresó, estaban cerca; ninguno quería
que fuera de otro modo.
“Debo
confesar que había estado preocupado anteriormente, pero eso
fue magnífico, maestro. Yo… amo… mi nueva posición.”
Harry sabía
lo que Severus quería decir. Sabía que el orgulloso hombre
no podía decirlo aún. Severus había sido tan bueno,
aceptando su sumisión mucho más fácilmente de lo
que Harry había esperado. Harry depositó un beso en la
pálida mejilla. “Severus, quiero que sepas que siempre
te cuidaré. Te aprecio. Eres mío. Juré en nuestro
enlace amarte y cuidarte. Y lo haré.”
Harry abrazó
a su esposo. Severus se acurrucó en sus brazos, dócil
como un cordero. Si alguien les hubiese visto, lo habría encontrado
muy extraño. Unos cuantos días atrás, Harry se
habría sentido de la misma manera. Pero esto se sentía
bien. Algo había sucedido cuando se unieron, algo irreversible.
Harry se sentía fuerte, poderoso y protector. Quería acabar
con Voldemort, pero ahora que era responsable por Severus, iba a hacerlo,
y pronto. Voldemort amenazaba a su esposo, y nadie tocaba a su esposo.
Severus susurró
en el cuello de Harry, “Buenas noches, maestro.”
“Buenas
noches, Severus. Mío.”
Fin
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