¿Más Snarry? Vuelve

Dientes de león

Por Acid (ac1d6urn), en colaboración con Sinick

Ubicación original

Traducido por America Lupin - Beta: Ronna

 

A principios de la primavera,
el diente de león aun no ha florecido.
La mente ya ve sus semillas
volando lejos.


~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 


Hoy han atrapado a otro mortífago en Knockturn. Muerto, por resistirse al arresto. Shacklebolt y Tonks han traído lo poco que quedaba. Estaba tan carbonizado que ni siquiera hemos podido comprobar si era un mago o una bruja.

Pero la varita se encontraba intacta, más o menos. Incluso bajo lo quemado, la madera era oscura. Quizá negra. Quizás incluso de ébano. Se parecía a la de Seve... la de Snape. La varita era muy parecida a la de Snape.

Debí de haber pasado una hora examinando literalmente a fondo entre los restos, tratando de encontrar algo oculto entre las grasientas cenizas, algo más que fragmentos carbonizados de tela y hueso. Si, allí había una máscara, pero todos los mortífagos tienen una, y son todas iguales. Y Snape no es tan tonto como para llevar encima nada que pueda identificarlo.

Podría haber sido él. ¿Pero cómo podría saberlo? Es posible que fuera – ese cuerpo. Nunca sabré con certeza si lo fue.

Lo único que encontré fue un vial, o más bien sus fragmentos medio derretidos. Después me dijeron que era fluido de Erumpent. Qué manera de irse. Nadie se merece eso. Ni siquiera un mortífago.

No creo que Snape tomara deliberadamente fluido de Erumpent.

Espero que no.

Pero ¿cómo iba yo a saberlo?


~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 


Joder, cómo odiaba a ese bastardo grasiento después de mi sexto año. Iba a cazarlo, y cuando lo encontrara, lo iba a matar. En cuanto a lo que a mí respectaba, eso era justo lo que se merecía; por Dumbledore, por traicionar a la Orden. Por mis padres.

Cuando finalmente lo encontré -o cuando él me permitió que lo encontrara-, resultó que me condujo directamente hacia donde se encontraba oculto el siguiente horrocrux. Y entonces me mostró cómo sacarlo de allí, e incluso cómo salir ileso de allí.

 


~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 


Yo era tan jodidamente ingenuo cuando me fui de Hogwarts. Pensé que me pasaría el verano -quizás otoño, como mucho- desaciéndome de los horrocruxes, después mataría a Riddle y todo terminaría. Lindo y estupendo, justo a tiempo para Navidad.

Ha pasado un año desde que destruimos el guardapelo.

Nos llevó dos años sólo romper la maldición. Ginny y Bill lo hicieron. No sé cómo pudo sobrevivir Bill. Quizá tuvo suerte. O quizá es que los híbridos de hombre lobo tienen algo más de resistencia a las maldiciones.

 


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La primera vez que Snape y yo hablamos con propiedad, Ginny ya no estaba.

Aun no quiero pensar en que se ha ido. Quiero pensar en ella sonriendo. Quiero recordar la manera en que éramos en Hogwarts, cuando cargábamos las escobas sobre el hombro después de la práctica y caminábamos desde el campo hasta el lago, yo con la Snitch y ella con la Quaffle. Los dientes de león forraban ambos lados del sendero. Un día, ella hizo una corona con ellos y la puso sobre mi cabeza. Diciendo que hacía juego con los detalles de mi uniforme. No me gustan mucho las flores; ¿a qué tío le gustan? Pero en realidad, los dientes de león no son flores, no en el sentido de algo que le das a una chica. Sólo es hierba, muy común, así que estaba bien.

Snape me dijo que no se hace más fácil con el tiempo, pero que aprendes a vivir con ello. Luego dijo que los mortífagos planeaban atacar el Departamento de Misterios el siguiente miércoles por la noche, y entonces se desapareció.

Detuvimos ese ataque. Pero no pudimos detener el que le siguió. Aún estoy aprendiendo.

 


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Quería regresar a Hogwarts a por el libro de Snape. Pero era demasiado arriesgado. ¿Cómo iba a explicar tener conmigo algo así, si alguien lo encontraba? Algo que es propiedad del Príncipe Mestizo. Él se llamó a sí mismo de esa manera, gritándomelo sobre el ruido de la batalla la última vez que dejó Hogwarts. Demasiada gente podría saberlo.

No puedo confiar en mí mismo para guardarlo. De hecho, ya pensaba en él como Severus, cuando sabía que no debía hacerlo.

 


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Después de que el guardapelo fuera destruido, pensé mucho acerca del resto de los horrocruxes, y acerca de por qué son tan jodidamente difíciles de encontrar. Tal vez no estábamos buscando en el lugar correcto. Después pensé en mi cicatriz, y en por qué exactamente Riddle murió cuando intentó matarme siendo yo un bebe, y en cómo trató de obtener la espada de Gryffindor y no lo logró dado que Dumbledore la mantenía a salvo. Me preguntaba si Riddle pudo encontrar algo más que perteneciera a Godric Gryffindor e hizo otro horrocrux con él. Sólo entonces me di cuenta: lo había hecho.

Me encontró a mí. Yo soy el horrocrux de Gryffindor.

Snape se rió cuando le conté esa teoría: ni siquiera sabía que el cabrón pudiera reírse así.

—Si fueras un horrocrux, me habría quedado quietecito y habría dejado que te volaras los sesos en tu primer año de pociones —sacudió la cabeza y agregó—: No te preocupes, probablemente dentro de diez años mires hacia atrás, a una pila de antigüedades rotas, y te rías —tal y como él reía entonces.

—¿Diez años? Ni siquiera sé si viviré para ver el final de este año.

Resopló ante eso.

—Los idiotas como tú sobreviven a todo, porque nunca faltan otros aún más idiotas dispuestos a hacer lo que sea por mantenerte alejado de los problemas.

—Pero tú también me estas ayudando —sonreí ampliamente.

Snape se limitó a enarcar una ceja.

—Exactamente.

 


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Siguió eligiendo todos esos extraños lugares para nuestros encuentros. Una vez, incluso, nos llegamos a reunir en el bosque prohibido. Era primavera, las espinas de las moras y las cortezas de los árboles se esparcían descontroladamente por toda la maleza; me sentía como si me hubiera peleado con el Sauce Boxeador. Mi capa estaba más andrajosa que un trapo para cuando salí del bosque y llegué al claro.

Después de la oscuridad abarrotada de espinas debajo de los árboles, el lugar era cegador. Soleado, abierto y cubierto de dientes de león. Un millón de snitches doradas en un campo de Quidditch. Los dientes de león son así: florecen en todos sitios y no te puedes deshacer de ellos. Y entre toda esa luz y color, allí estaba él, sobresaliendo como un monolito y con un aspecto igual de deteriorado.

 


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En otra ocasión, nos reunimos en el centro del Londres Muggle, y a pesar de estar rodeados de millas y millas de acero y hormigón en lugar de árboles, allí había otro diente de león asomando la cabeza por una grieta en la cuneta.

—La Flor Que Vivió —sonrió malicioso Snape.

Le pregunté qué opinaba sobre los dientes de león de Gryffindor.

Por lo visto, los solía cortar en dados y los ponía a hervir durante dos horas en un caldero a fuego lento. Para preparar Brebaje Bocazas.

 


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Después de esa reunión, me ascendieron en el trabajo. Por “un buen servicio, pensamiento rápido y habilidad natural para las estrategias”. Básicamente por ser El Hombre Que Seguía Viviendo, y gracias a la información que consigo de Snape. Irónico como el infierno, en realidad.

Por supuesto, no le podía decir a ni un alma de dónde sacaba todas esas pistas, pero de todas formas ellos tomaban la información y la usaban sin hacer preguntas. Si yo hubiera estado lo suficientemente demente como para decirles que la conseguía de Snape, me habrían hecho un análisis para verificar que no estuviera bajo efectos de un imperius.

Por lo menos el sueldo era mejor. Por otra parte, no me convertí en auror por eso.

 


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La siguiente vez que nos reunimos, fue en la habitación de un hotel Muggle. Era una buena idea por muchas razones: privacidad, anonimato, el cuarto tenía un escritorio en que se podían extender papeles y mapas, y la noche de reserva nos daba suficiente tiempo para planear detalladamente una respuesta ante el próximo ataque de los mortífagos.

Para cuando terminamos nuestros planes, ya era tarde. Así que saqueamos el minibar de la habitación –yo cogí el whisky escocés y Snape la ginebra- y terminamos compartiendo el sofá.

Se sentía bien saber que teníamos un plan sólido y viable, que entre los dos nos encargaríamos de que esos bastardos obtuvieran lo que se merecían. No recordaba la última vez que había tenido cinco minutos para tomar un descanso. Fue genial, los dos brindando con esas pequeñas e insípidas botellas de alcohol. Incluso me devolvió las sonrisas.

Él estaba cálido, también. El maldito sofá del hotel tenía unos resortes estropeados, sin embargo; me daba la impresión que no podía dejar de deslizarme cerca de él.

Uno de los problemas con el alcohol Muggle es que me convierte en un charlatán. Es por eso que no bebo cuando trabajo.

—Han pasado dieciséis meses —me encontré diciendo sin venir a cuento—, desde lo de Ginny…

—Ya hemos pasado por esto —sus palabras eran duras como nunca, pero su voz era suave. Cálida, de la misma manera que su costado y su pierna junto a mí—. Trata de no pensar en ello.

—No lo hago. Es sólo… ¿Cómo encuentras a alguien? A otra persona. Después de su muerte —ha pasado un largo tiempo y estoy empezando a preguntarme, ¿y si nunca encuentro a nadie? Oh, a la mierda. Probablemente Snape se reiría de mí si le dijera eso—. Quiero decir, es difícil conocer a nadie cuando hay una guerra, de todas formas. Y quizás nunca lo vuelva a hacer. Cómo… ¿Cómo lo conseguiste, estando solo?

—A base de años.

—¿Años? ¿Qué quieres decir con “años”?

Snape me dedicó una de esas miradas de “tú sigue por ahí” tan suyas

—De. Estar. Solo.

¡¿Años?!

—¿De verdad?

Él sólo enarco una ceja.

¡Coño! Antes de que empezar siquiera a pensar después de la impresión, ya me estaba girando e inclinando hacia él, consiguiendo algo más cercano y personal.

—Debes de estar ansiándolo.(1)

El otro problema con el alcohol muggle es que hace que mi otra cabeza piense más rápido que la que uso normalmente.

Él gruño tan bajo que casi podía sentir las vibraciones.

—Parece que no soy el único que está ansiándolo —tuvo el valor de barrerme lentamente con la mirada. Sí, yo ya tenía una erección para entonces. El puto tenía una voz que podía poner duras unas natillas.

—¿Ah sí? —fue lo único que se me ocurrió decir; para entonces, la mayor parte de mi sangre se había ido al sur.

Y cuando la única respuesta que se molestó en darme fue esa pequeña y engreída sonrisa maliciosa suya, bueno, ¿qué más podía hacer un tío? Tenía que enseñarle quien estaba ansiando hacerlo.

Deslicé mi mano hacia arriba por la parte interna de su muslo, hasta debajo del dobladillo de su chaqueta, buscando…

Hostia puta, era grande. Y dura. Y caliente como el infierno.

—Sí… —le devolví la sonrisa maliciosa mientras me movía alrededor del sofá, tocando las duras líneas de su polla, palpando el caliente bulto de sus bolas. Aunque probablemente mi sonrisa se volvió algo vacilante al momento siguiente, porque Dios, eso era su mano en mí. Se giró en mi dirección, con esa maldita sonrisa maliciosa ensanchándose, y yo quería arrancársela de un puñetazo o un mordisco, pero su otra mano me abría el cinturón y desabrochaba mis vaqueros, y yo no estaba por la labor de hacer nada para detenerlo.

Le abrí la chaqueta de un tirón y dejé caer sus pantalones, porque maldito fuese si iba a dejar que lo llevara todo a su modo. Deslicé mi mano dentro y le quité los calzoncillos, y ésa fue la primera vez que tuve la polla de otro hombre en mi mano. Parecía la historia de mi vida: no sólo esa polla era diabólicamente sexy, si no que tenía que ser la de Severus “Espeluznante Hijodeputa” Snape.

Sin embargo, era difícil estar asustado de él, cuando estaba duro y empujando contra mi mano, y sabía que era yo quien lo tenía así.

Y de repente estaba tan jodidamente duro -o yo lo estaba- como para poder pensar en nada; porque mis vaqueros estaban abajo, y sus manos en mí, una tomando y amasando mis bolas, y la otra acariciando mi polla tan fuerte, tan bien y tan estrechamente, que estaba seguro de que iba a gritar; pero en lugar de eso, me dejé caer contra él y mordí su hombro, gimiendo y temblando y corriéndome tan duro y rápido que me mareaba.

Obviamente él constituía una almohada mucho peor que el sofá, pero me sentía demasiado cómodo como para moverme después de eso, así que permanecí medio cubriendo su costado, volviendo a deslizar lentamente mi puño arriba y abajo sobre esa dura polla. Cuando pude colar mi otra mano entre nosotros, presione las yemas de mis dedos contra sus bolas, y eso fue todo. Cerré los ojos y mantuve la cara enterrada en su hombro, disfrutando de que todo su cuerpo temblara, mientras se derramaba en mis manos.

Ansiándolo.

Supongo que ambos lo hacíamos.

 


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La siguiente vez, lo esperaba en una tienda abandonada en Knockturn. Estaba helando, era la noche más fría del año. No me podía arriesgar con un encantamiento calentador por miedo a activar las alarmas sensitivas a la magia. Aunque aún me quedaba media ánfora de whisky de fuego.

Entonces la puerta se abrió y allí estaba él; y si antes había estado helado, no había punto de comparación con el frío que sentí cuando lo vi. Estaba pálido como un vampiro, rígido como un cadáver: cayó desde la puerta y se vino hacia abajo como si le hubieran lanzado un Avada Kedavra.

Me arrodillé y lo registré buscando heridas graves, y cuando no encontré ninguna le levanté la cabeza para que no pudiera ahogarse y le di un trago de mi ánfora.

El cabrón sediento la agarró y la vació hasta dejarla seca. Entonces parpadeó en mi dirección, y me pregunte si había olvidado el Finito para deshacerme del disfraz, porque definitivamente, él nunca me había mirado antes de esa manera.

Entonces me agarró de la cabeza, tan rápido y ansioso como había tomado el ánfora, y me besó. Así, de repente.

Debería haber sido raro, besar a un tío, pero cuando me agarró y arremetió en mi contra, mientras me besaba y lamía mi boca, ésta se abrió con vida propia emitiendo un gemido. Ése debía de haber sido un lote increíble de whisky de fuego, porque de repente yo estaba completamente caliente. Tal vez fue por eso que tuve que lamerlo directamente de su lengua.

Sus dedos eran fríos, incluso entre mi cabello. Tenía que calentarlo, como yo lo estaba. Me desplacé alrededor hasta estar arrodillado a horcajadas sobre una de sus piernas. Dejé que su cabeza se apoyara de nuevo en el suelo, siguiéndolo durante todo el camino hacia abajo –queriendo más- incluso cuando intentaba encontrar mi varita. Una sacudida para un hechizo, y tuve su ropa y la mía desabrochada, floja, pero sin quitarla.

Él no era suave, o elegante, o hermoso; era todo músculos fibrosos y huesos demacrados, ásperos por el vello del pecho y por la bordadura de las cicatrices. Con la piel de gallina al principio, y más frío que una sonrisa Malfoy. Pero presioné mi pecho contra el suyo, mi muslo entre los suyos, frotándome contra él. Calentándolo. Calentándome.

Pronto pude sentir que se ponía duro, empujando a lo largo de mi muslo. “Sí”, creo que dije, jadeando en su boca; podía sentirlo sonreír dentro del beso que se extendió y se extendió mientras nos balanceábamos, deslizándonos y empujando uno contra el otro. El calor aumentaba entre nosotros, más fuerte, más salvaje, hasta que era demasiado y demasiado bueno, y yo derramaba semen sobre su piel.

Puedo jurar que lo escuché gemir, justo al final, mientras se arqueaba y tensaba contra mí. Sé que sentí el retumbar de cada pulso suyo, y lo vertido por su polla, presionada estrechamente entre nuestros cuerpos.

 


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Después trató de explicarlo todo; dijo que ni siquiera esperaba que yo estuviera allí. Se había estado apareciendo sin parar desde ayer, hablando de los Aurores que lo perseguían -yo incluido, o eso pensaba él– perdieran su pista, y habían sido sólo el cansancio, y el whisky de fuego sobre el estómago vacío.

Yo sabía que mentía. Cuando se fue, casi me fracturó las costillas mientras me aferraba, justo antes de dar un paso atrás y desaparecer.

No volví a verlo hasta la primavera.

 


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Esa primavera y verano fueron como un amago de Wronski. Viviendo de reunión en reunión, y después más besos robados, y follar rápido y furioso contra la pared. Empecé a preocuparme de que fuera a decir “Severus” en mis sueños, o equivocarme y mencionar algo acerca de él que yo no debería saber. He aprendido muchas cosas sobre él. Cosas que no puedo justificar conocer. Sus cicatrices. Sus secretos. Su humanidad.

 


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No creía que fuera a aparecer ese día.

Eh, creía que si seguía diciéndome eso, tal vez empezaría a creérmelo.

Tuve que recordarme que había habido un par de veces antes en que no había podido llegar a la cita. Así que esperé toda la noche, y entonces conjuré un glamour para que Hermione no pudiera notar los círculos alrededor de mis ojos cuando fuera a trabajar por la mañana. Ya había sobrevivido sin dormir antes. Esta ocasión no era diferente.

Sólo que lo era. Porque cuando llegué a casa esa tarde, Hedwig me dio la bienvenida junto a la puerta. No llevaba una carta para mí, sólo un vial de poción para dormir sin sueños. Probó ser inofensiva. Mucho mejor que inofensiva, en realidad. Había desarrollado cierta tolerancia hacía la habitual porquería del boticario, pero ésta me hizo dormir como un bebé.

El cabrón nunca se disculpa del todo, pero a veces está tan cerca.

 


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En el primer aniversario de la muerte de Ginny, volví a Hogwarts. Aún había dientes de león en el sendero del lago, pero no pude hacer un arreglo floral adecuado. En su lugar, reuní algunos y los lleve al jardín de la Madriguera. Ésta tenía sus propios dientes de león, pero no era lo mismo.

Conservé uno y lo dejé en el alféizar de mi ventana. Se marchitó y secó después de dos días. La cabeza amarilla se había vuelto blanca con las semillas medio formadas. Incluso sin agua y raíz, de alguna manera tuvo la suficiente fortaleza para transformarse, tratando de crear la próxima generación.

Mi trabajo es importante, protegiendo a otras personas, pero no creo que quiera hijos propios. Solía quererlos, con Ginny. Ahora, no creo que sea justo para una esposa, para unos niños, tener que esperar a que llegue a casa, sabiendo todo el tiempo que quizás nunca lo haga de nuevo.

Supongo que no estoy hecho para tener una familia.

 


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La última vez que lo vi, finalmente me rendí cuando se marchaba y le dije que tuviera cuidado.

Dijo que siempre lo tenía; ése es su trabajo.

 


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¿Por qué me estoy haciendo esto? Vivir con todo este estrés. Sí, Ginny se ha ido, pero siempre puedo encontrar a alguien más. Alguien normal. Alguien de quien pueda hablar con Ron y Hermione. Alguien que no lleve la Marca. Alguien que esté cerca cuando lo necesite. Alguien que no corra peligro de ser asesinado cualquier día, sin siquiera enterarme.

Si tuviera a alguien normal, no tendría que preocuparme. No tendría esa horrible sensación de hundimiento cada vez que oigo hablar acerca de otro mortífago asesinado o capturado, preguntándome si podría ser él. No tendría que ir y ver esos cadáveres destrozados, por si acaso puedo distinguir su cara en lo que queda de los cráneos. No tendría que tratar de detenerme cada vez que pienso “Severus” en lugar de “Snape”, por si algún día empiezo a pensar en voz alta.

Probablemente podría haber parado, al principio. Ahora no. Estoy demasiado involucrado. En todo caso, nunca me he retractado de nada, y no voy a comenzar ahora. Es sólo que estoy preocupado por él.

Oh, ¿a quién coño trato de engañar? Será mejor que lo admita ante mí mismo. No quiero que muera.

Lo quiero es que esté aquí, durante los próximos treinta minutos o dos horas; no me importa. ¡Aunque qué no daría por pasar toda una noche entera con él!

Lo vi en Hogwarts durante seis años, día tras día, y me consumía el pánico en cada clase suya que tuve, el odio, sólo por estar en la misma habitación con él cuando me castigaba. Ahora podrían pasar meses hasta que lo vea de nuevo, y no creo que pueda aguantar otro día.

Me pregunto cuánto puede aguantar él.

 

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Es el hotel correcto, la habitación correcta, sé que lo es. Pero no hay señal de Snape. Llega tarde. Cinco horas tarde. No es propio de él.

No puedo dejar de pensar en lo de esta mañana. Estaba de camino para acá, cuando pude escuchar por casualidad a Dawlish mientras dejaba la oficina. Otro mortífago asesinado, ayer por la noche, ya tarde. Un hombre de edad media.

No me detuve porque sabía que llegaría tarde a nuestra reunión.

Ahora no puedo dejar de pensar en ello.

 


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Quizás él esté bien y me estoy preocupando por nada. La semana pasada llegó un informe: alguien lo había visto en Dover, conjurando un Morsmordre. Desearía que no se hubiera arriesgado a ser atrapado de esa manera, sólo para hacerme saber que aun está vivo.

Pero, Dios, cómo me alegré de oírlo.

Tengo suerte de no necesitar darle signos como ésos, seguramente la cagaría. Pero él sabe que estoy vivo. De alguna manera, siempre lo sabe.

 


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Ocho horas de retraso. No puedo soportarlo. Tengo que averiguarlo. Voy a regresar para allá.

 


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Para cuando volví a la oficina era demasiado tarde para revisar el cadáver de anoche. Ya se habían rendido en lograr la identificación y lo habían enterrado. Todo lo que podía hacer era mirar el archivo de fotos. Siempre son demasiado pequeñas para poder ver detalles, pero lo que pude llegar a ver me hizo desear que fueran aun más pequeñas. Constitución delgada. Piel pálida. Cabello negro.

Mierda.

Probablemente no tendría que haber vuelto al hotel. Ya ha pasado medio día después de que la hora en que se suponía que nos reuniríamos. Él no va a estar aquí ahora. No tiene sentido. Pero no sé dónde más ir. No quiero ir a casa, aún no. Ir a casa significaría que he renunciado. Y no quiero renunciar a él. Él no renunciaría a mí.

De cualquier manera, ¿qué sentido tendría ir a casa? Hedwig no me estará esperando esta vez con una poción para Dormir sin Sueños.

Debe de haber odiado la idea de terminar así; sólo un cadáver más en una sepultura común, como la mayoría de los mortífagos. Abandonado en una fosa común.(2)

A veces odio mi nombre.

Odio que todos seamos tan inútiles. Nos llevó años sólo encontrar el guardapelo. ¿Cuántos horrocruxes estarán todavía ahí fuera, pasando desapercibidos y sin destruir? ¿Cuántas personas más tendrán que sufrir, hasta que lleguemos a ellos?

Puede que nunca los encontremos todos. Ni siquiera con la ayuda de Snape. Nadie puede ser tan afortunado, o vivir tanto tiempo sin cometer un error. Y si finalmente él está… bueno, no creo que vaya a querer continuar sin él. En absoluto.

No soy bueno en esto sin él. Cada maldito horrocrux que he encontrado, ha sido sólo gracias a él.

No tendría que haber sido así. Estaba tan feliz esta mañana, porque por fin lo vería de nuevo. Tuve que ocultar mi sonrisa a todos, incluso de Hermione, y poner una cara agria como la que él solía usar en la escuela, para evitar que la gente hiciera preguntas.

Teníamos esta habitación para nosotros solos, segura y protegida. Los planes contra el ataque sólo habrían llevado un par de horas, y luego… iba a sacarlo de su disfraz… y de su ropa. Habría tenido esta cama, y toda la noche en ella, con Severus.

Ahora la noche ha llegado, y estoy en la cama. Pero eso no importa. Ya ha terminado todo. Porque él no está conmigo, y nunca lo estará.

Reconozco que acurrucarme aquí y no moverme no va a ayudarme, pero no me importa. Se está calentito aquí. Y estoy tan cansado. Tan jodidamente cansado de todo. Quiero que se detenga.

Con los ojos cerrados, puedo imaginar que él esta tumbado junto a mí. Casi puedo olerlo.

Ahora no quiero abrir los ojos otra vez.

No quiero ver una habitación vacía. No quiero saber que estoy solo. No cuando puedo imaginar que aspiro su aroma, y tocar la cama junto a mí fingiendo que él está justo fuera de mi alcance.

¿Qué es eso? Algo se arruga bajo mi mano. No estaba allí antes. Debajo de las mantas.

 


 

 

Bibulous Tun’s Liquors & Libations 53


VINO DE DIENTES DE LEÓN


2 cuartos de flores de dientes de león
3 libras de azúcar El autor
½ onza de levadura colecciona
1 limón parafernalia de vino
1 naranja
1 galón de agua hirviendo


Recoger las cabezas de flores de dientes de león durante un buen día
en que las flores estén abiertas. Limpiar las flores de insectos, polvo, etc.,
después desprender poco a poco los pétalos, quitando con cuidado toda la materia verde.
Colocar los pétalos en un cuenco, con finas rebanadas de limón y naranja.
Verter el agua sobre las flores de diente de león y la fruta, y remover bien.
Cubrir el cuenco y dejarlo reposar durante diez días.

Después de diez días, colar el líquido y remover en el azúcar.
Verter la levadura en una tostada y ponerla a flotar en la parte superior.
Cubrir el cuenco y dejarlo reposar otros tres días.

Después de tres días, quitar la tostada y colar de nuevo el líquido.
Poner en botellas, pero sin colocar los corchos aún.

 


~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~*~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 


Papel. ¿Una nota? Una página arrancada de un libro. Un dibujo de un diente de león, Vino de Diente de León, ¿por qué? Cualquier podría haber… ¡Allí!

¡SI! ¡Reconocería esa caligrafía en cualquier sitio!

Me quito las gafas, me restriego los ojos con los nudillos, limpio las gafas con la sábana y me los pongo de nuevo, tratando de detener el maldito temblor de mis manos y sostener el papel firmemente. ¡Sí! ¡Dios, sí, justo al lado de la lista de ingredientes; sólo unas cuantas palabras, pero justo ahora son lo mejor que he visto en mi vida! No tiene firma, pero no necesito una.

¡Severus!

¡Está vivo! ¡Tiene que estarlo! Él ha escrito esto.

Me lleva un momento asumir qué ha escrito realmente. El autor colecciona parafernalia de vino.

¿Parafernalia de vino? ¿Qué? ¿Barriles, botellas, corchos, vasos…? Oh. ¡La copa! ¡Eso tiene que ser! ¡Severus, bastardo astuto, me has encontrado otro horrocrux!

 


~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 


De entre todos los días de esa miserable guerra, ése es el que más recuerdo. Tres mil seiscientos cincuenta días interminables (cien más o cien menos), y ése en particular fue el más largo de todos. Sin embargo terminó bien, después de todo. Él se retrasaba, por supuesto, y apareció en el hotel cuando yo ya había vuelto a la oficina. No nos encontramos. Pero al final eso no importó; lo único que realmente importaba era que yo sabía que seguía vivo, y que lo vería de nuevo algún día.

Podría parecer extraño que ése fuese el día que mejor recuerdo. No es el que todos los demás recuerdan: cuando por fin ganamos. Ni siquiera es el día en que destruimos el último horrocrux. Pero fue el único día en que casi me rendí, y fue el día en que encontré la esperanza para el futuro -la posibilidad de verlo nuevamente- que me hizo seguir adelante ante todo. Ése fue el día en que me di cuenta que la esperanza es como un diente de león: puede surgir en el lugar más inesperado. Ese día encontré mi esperanza, en la persona más improbable.

Ahora es primavera, y varias millas alrededor de nuestra casa, los campos están cubiertos de dientes de león. Han sido diez años, preocupándonos y esperando entre una apresurada reunión y otra, hasta que la guerra terminó para siempre. Demasiado tiempo. Aún así, un solo día habría sido demasiado tiempo para esperar una oportunidad de ver a Severus de nuevo, de la manera en que puedo verlo ahora.

Su cuerpo está más lleno de cicatrices que antes, pero su cabello sigue siendo casi completamente negro. Eso sólo demuestra que cosas como la edad no importan. Mi cabello se volvió blanco hace años, antes del fin de la guerra. Todavía está desordenado en todas direcciones, y es imposible de domar. Pero no me importa, especialmente cuando Severus se restriega contra él, o cuando sopla suavemente a través de las hebras.

Él dice que está pidiendo un deseo a su diente de león particular.

Yo sé que ya se ha cumplido nuestro deseo.

 


Fin

¡Coméntalo aquí!

 

 

 

 


Notas:

(1) En ingles está la palabra “gasping”, que significa literalmente “jadeando”, sin embargo no queda bien en la traducción, y se pierde lo que es el juego de palabras. Vuelve

(2) “Fosa común” en ingles se dice “Potter´s Field”, de allí viene la aseveración en la siguiente frase. Pero se pierde el sentido al traducirlo. Vuelve