Ojo
por ojo
Por Arsenic
Ubicación
original
Traducido
por Kaworu - Beta: Kay Morgan, Ronna
Revisión gramatical: Siomara
Harry/Draco/Snape
Nota
de la editoria: "Ojo por ojo es importante para mí.
No sólo es un fic excepcional y una emocionante -pero
realista- historia de amor (incluyendo el relato de la preciosa
relación de los padres de Harry y Sirius); además,
puedo afirmar que es una de las mejores obras de fanfiction
que he leído. Y he leído unas cuantas. Refleja
una serie de situaciones que, por otra parte, concuerdan
con ciertos ideales propios. Por eso, y por muchos más
motivos, "Ojo por ojo" se cuenta entre mis favoritas.

El día
que Harry llamaba, a veces y en secreto, El Día En El Que Por
Fin Me Cargué A Ese Tipo – Si, A Ése Que Tú
Sabes, estaba soleado y era un día perfecto para jugar al Quidditch.
También lo era el día que Draco Malfoy vino a saldar su
deuda de vida. Harry empezaba a preguntarse si los días soleados
eran un mal presagio.
Estaba en
mitad de las clases. Después se preguntaría si Malfoy
habría sabido eso, y, en caso afirmativo, cómo. Estaba
seguro que ninguno de sus compañeros le habría dado tal
información.
Malfoy, había
que reconocérselo, se había esforzado en parecer educado
para la ocasión, llegando incluso a llamar a la puerta del despacho
de Harry, a pesar de que estaba abierta, y esperar a que Harry se girara
y, tras una pausa sorprendida, hablase.
-Malfoy.
-¿Puedo
pasar?
Harry quería
decirle que no. Pero el tiempo en el que eso habría sido aceptable
había terminado hacía ya mucho. Inclinó un poco
la cabeza.
-¿Qué
necesitas?
Malfoy se
deslizó en la habitación con esa habitual gracia suya
que le crispaba los nervios a Harry. Cerró la puerta con un movimiento
de varita. Harry frunció el ceño.
-La preferiría
abierta, Malfoy.
-Incluso
los críos de ocho años tienen oídos -dijo Malfoy,
como si ese hecho fuera algo que hubiera aprendido por el camino difícil.
-¿Y
a qué debo el privilegio de que vengas a visitarme de forma tan
privada?
La sonrisa
de Malfoy parecía dolida.
-Te has vuelto
bastante diplomático.
-Los padres
de los críos de ocho años tienen un estándar de
comunicación algo más elevado de lo que podría
esperarse.
Malfoy asintió.
-Por supuesto.
Harry iba
a contestarle algo, cuando Malfoy le cortó.
- Potter.
Ya está bien. Necesito un favor.
-No lo llamaría
precisamente un favor, entre nosotros, ¿no es cierto?
-Da igual
la terminología que te convenga, necesito tu ayuda y la tendré.
-Si, sería
horriblemente impropio de un Slytherin el no reclamar sus deudas.
-Y además-
le cortó Malfoy de nuevo-… No he venido a discutir.
-No, has
venido a pedirme un favor.
-Ingredientes
para pociones.
Harry prácticamente
podía sentir su sangre ralentizándose en el paso por sus
venas.
-Tú
no las preparas.
-No.
-Entonces,
el favor no es para ti.
-Potter…
-Cualquier
cosa que tengas que pedirme, ya sea para ti o para él, seguramente
es algo que no se te permite tener por alguna buena razón.
-Lo primero,
pequeño moralista indeseable, es que sabes bien que luchamos
a tu lado…
-Cuando os
convenía – bufó Harry.
-A tu lado
-terminó Malfoy-. Y lo segundo, hay miles de ingredientes para
pociones que sirven para sanar, pero pueden usarse también para
matar.
Harry respiró
hondo y luchó contra la urgencia típica de sus días
de escuela que le hacía querer a maldecir a Malfoy primero y
preguntar después.
-Sanar, dices.
-Sí
-la barbilla de Malfoy se elevó ligeramente con orgullo
Harry sabía
que acababa de dar con la clave de algo, pero aún no sabía
de qué se trataba.
-¿Estás
enfermo?
-¿Te
parezco enfermo, Potter? -Malfoy le fulminó con la mirada. Harry
le devolvió el gesto. Malfoy apartó la vista primero-.
No son para mí.
-Entonces,
teniendo en cuenta que mi deuda de vida es contigo, esto no es asunto
mío, ¿verdad?
-Maldito
seas, Potter -las palabras de Malfoy casi no pasaban entre sus labios
apretados. Harry creyó ver lágrimas al borde de sus ojos,
pero Malfoy torció la cabeza para esconder su mirada-. ¿Quieres
que te lo suplique? ¿Quieres que te suplique por su vida? Porque,
dejando a un lado el hecho de que todo lo que has conocido son líos
de instituto y un par de affaires –Malfoy escupió las palabras
a Harry-, algunos de nosotros sabemos lo que significa vivir y morir
por otro. Si piensas que su vida no está de ningún modo
conectada a la mía, es que eres un estúpido.
-Siempre
has creído eso.
-Y esperaba
que me demostraras que estaba equivocado -Malfoy recuperó visiblemente
la compostura de antes y miró a Harry. Sus rasgos eran pálidos
y duros a la vez-. Por favor -suplicó-, si nuestra deuda significa
algo para ti, por favor.
Harry se
preguntó por qué siempre había pensado que ver
a Malfoy suplicar le haría sonreír.
-Retira lo
que has dicho de mi vida amorosa.
-Por el amor
de... Tu vida amorosa es exactamente la que un joven inglés saludable
de 29 años debería tener. Y ahora, ¿me ayudarás?
-Supongo
que tendrás una lista -Harry alargó la mano. Malfoy se
sacó un fino pergamino de la túnica y se lo tendió.
Harry paseó los ojos por su contenido.
-Indica dónde
encontrarlo todo, al lado de los nombres y cantidades.
-En realidad
había logrado descifrar eso, sin tener que consultar con Hermione
ni nada parecido -aló la vista hacia Draco-. Simplemente no puedo
darte estos ingredientes a ti.
-Potter...
-No puedo,
Malfoy, sería una negligencia. Pero me los llevaré contigo
y estaré mientras los prepara.
-Podría
tardar meses.
Harry notó
el timbre de esperanza y desesperación a la vez en la voz de
Malfoy. Cortó de raíz la compasión que empezaba
a provocarle.
-Estableceremos
un horario.
-No sabrás
si los utiliza sin tu consentimiento. Habrá veces en las que
tendrás que irte; quiero decir, tú tienes un trabajo...
-Por eso
seré yo quien personalmente establecerá hechizos y guardias
en su laboratorio.
-¡Es
su laboratorio!
Harry apretó
los labios.
-Y ésas
mis condiciones. Otra opción es volver a pasarte con un plan
para saldar la deuda que implique, pongamos, ¿tu vida?
La derrota
no era un complemento atractivo en la mirada de Malfoy.
-Hablaré
con él.
-Y verás
que está de acuerdo –dijo Harry
-Limítate
a encontrar los ingredientes. Yo me encargaré del resto -dijo
Malfoy suavemente.
La voz de
Severus era engañosamente casual cuando se dirigió a él.
-¿Dónde
has estado?
A Draco no
le habían engañado desde hacía mucho, mucho tiempo.
-¿Te
gustaría ir lanzando unos cuantos hechizos preliminares, para
quitártelos de en medio y sentirte mejor?
-Estuvimos
de acuerdo, Draco...
-No, tú
lo estableciste y yo fingí obedecerte. ¿Cuándo
ocurrió eso por última vez?
-El jueves
pasado, con el tema de tus cuentas bancarias
Draco se
sentó en el sillón al lado de donde Severus estaba sentado.
-Si usara
esas tácticas todo el tiempo, encontrarías la forma de
alterar mis intenciones.
-Potter no
nos ayudará.
-No en la
manera que pensaba -admitió Draco, porque esos últimos
días los triunfos de Severus (los que realmente importaban) habían
sido pocos, y no le gustaba privarle de ellos.
Severus pareció
entender este compromiso verbal de Draco, y como recompensa hizo su
voz algo más suave.
-No deberías
sacrificar... lo que sea que estés pensando por mí. Hay
otras maneras.
-Mi orgullo
es lo último que sacrificaría por ti, y no he dicho que
no fuera a ayudarnos.
-Si al menos
pudiese darnos algunos...
Draco se
tensó.
-Nos dará
todos los ingredientes.
-¿Y
entonces qué te mantiene tan atípicamente silencioso,
ante la perspectiva de una victoria?
Draco buscó
entre sus ropas y sacó el contrato que había sellado con
Potter antes de irse. Estaba atado a los tres, invisible a cualquier
otro, firmado por Draco y Potter, porque la Deuda de Vida era entre
ellos dos. Lo levitó hacia Severus, quien lo desenrolló
y lo leyó.
-Bueno, difícilmente
podrías haber esperado algo más.
-Salvé
su vida. Con tu ayuda, si mal no recuerdo.
-Yo maté
a su mentor. Teniéndolo todo en cuenta, su precaución
no es enteramente indebida.
-Esperaba
que me ayudaras a ponerle verde una vez fuera de su alcance auditivo.
-Oh, es un
santurrón con pretensiones de superioridad moral, aburrido y
la burda imitación de un mago capaz, sin duda. Pero que quiera
ponerse sobre seguro respecto a ingredientes para pociones letales en
manos de alguien a quien considera, de forma tal vez no totalmente errónea,
un enemigo, no es exactamente algo que deba llamar estúpido.
-Simplemente
estás calmado porque sabes que podrías envenenarle incluso
cuando estuviese mirando.
-No es un
pensamiento desagradable que añadir a las circunstancias -sonrió
Severus.
Draco se
rió un poquito y se tumbó en el sofá, con la cabeza
apoyada en el regazo de Severus, algo tranquilizado cuando éste
no emitió sonidos de dolor. No alzó la vista para comprobar
si tenía los labios fruncidos, o si sus manos se habían
agarrado con un poco más de fuerza a la silla, o ninguno de los
otros tics que Severus había aprendido a ocultar a todo el que
no los estuviera buscando.
-Potter es
el más pequeño de los problemas a los que me enfrentaría
por ti –dijo Draco, sabiendo que Severus conocía los límites
de Draco y apreciaría el comentario por lo que era.
La mano de
Severus bajó a la cabeza de Draco, como bendiciéndolo.
-Lo sé.
Como muchas
de las otras cosas en la nueva vida de Harry, la Escuela de Día
de Dumbledore había sido idea de Hermione. Él se había
limitado a sonreír inútilmente y estar de acuerdo con
todo.. Eso solía ser más fácil que discutir con
ella. Por supuesto, en ese momento estaba mucho más preocupado
por el lío amoroso que estaba teniendo con Gabrielle Delacour.
Había tratado de llenar su tiempo libre con otras cosas, pero
el odio por cómo terminaba siempre en las portadas por cosas
que hacían la mitad de los aurores podía con él.
Harry se
había unido al Cuerpo de Aurores poco después de la muerte
de Voldemort, aún buscando venganza por aquellos mortífagos
que le hacían tener pesadillas. Ello, unido a la pura inercia,
lo había llevado directo hacia ese trabajo, y lo había
mantenido allí durante casi seis años. Ni siquiera se
dio cuenta de que levantarse por la mañana se había convertido
en algo que simplemente había que hacer hasta que Hermione lo
sacó a rastras de aquella vida.
Hermione,
por su parte, estaba ocupada expandiendo su retórica sobre los
problemas de esperar hasta que los hijos de muggles cumplieran once
años antes de integrarlos en la sociedad mágica. Su devoción,
combinada con la frustración de Harry, hizo que éste se
viera fácilmente convencido. Lo que no quería decir que
se arrepintiera de ello en ningún momento.
La Escuela
de Día de Dumbledore era la primera escuela de grado elemental
que enseñaba historia mágica, cultura y bases y estaba
abierta a toda clase de niños con inclinaciones mágicas.
Hermione era la cara pública de la escuela y su administradora
local. Había abandonado la relativa comodidad de Hogwarts, con
su posición de Jefa de Casa y probablemente la próxima
en el cargo a subdirectora, para trabajar en la escuela, pero Harry
sabía que ella tampoco se arrepentía.
Ron era un
compañero silencioso. Había amasado una considerable fortuna
como entrenador de los Wasp, a quienes había llevado tres veces
al título de campeones Mágicos Mundiales. Hermione ni
siquiera trató de echarle en cara abandonar su posición.
Harry creía que si Ron aún no sabía que Hermione
aún le quería a pesar de que hubieran cortado, debía
de haberlo averiguado en ese momento.
Harry y Hermione
habían unido sus fuerzas y contratado a un puñado de profesores,
la mayoría hijos de muggles, para poner en marcha la escuela.
Había sido un éxito desde el primer día. Harry
quería pensar que no había tenido nada que ver el hecho
de que su nombre estuviera relacionado con ella.
Normalmente
por las noches, después de que los niños se hubiesen ido,
Harry iba al despacho de Hermione, o viceversa, y se quedaban trabajando
hasta que uno de los dos mandaba al otro a casa. Esto no había
pasado mucho los últimos meses, ahora que Neville solía
aparecer y preguntarle a Hermione cosas como “¿tienes hambre?”.
Harry no
quería meterse entre ellos.
No pudo evitar
ir a la oficina de Hermione cuando Malfoy se hubo ido, sin embargo..
-¿Tienes
un momento? -preguntó
Ella bajó
la pluma.
-Parece que
no te he visto desde hace tiempo.
-¿Cómo
está Neville?
Hermione
sonrió.
-¿Me
estoy portando como la típica amiga que da la espalda a los que
le importan simplemente porque alguien se ha dado cuenta de que es una
chica?
Harry entró
en el despacho.
-¿Es
eso? ¿O esto es porque Ron está saliendo con su cazadora
estrella?
-Mayormente,
es porque a Neville no parece importarle que tenga otras prioridades.
Aunque me he asegurado de que eso último no sea un problema.
-¿Si?
-De todos
nosotros, yo siempre era la que más se preocupaba por los sentimientos
de Neville.
-Cierto.
-Y debería
decir que él ya no necesita eso de mí.
Harry sonrió.
-Es capaz
por sí solo.
-Siéntate
y dime de qué has venido a hablarme.
Harry se
sentó.
-Existe la
posibilidad de que haya hecho algo increíblemente estúpido
hoy.
-Los he contado,
todos los niños se han ido a casa con todos sus miembros.
-No es sobre
la escuela.
Hermione
ladeó la cabeza.
-¿Tiene
algo que ver con el hecho de que Malfoy apareciera en el mapa de visitas
de hoy?
-Ése
es un hechizo brillante -dijo Harry. El mapa de visitantes de Hermione
funcionaba igual que el mapa de los merodeadores, diciéndole
quién estaba en la escuela. Harry no estaba seguro de cómo
funcionaba ni con cuánta magia, pero era infalible. Los sacaba
de problemas muchas veces-. ¿Le viste y no viniste a ver qué
ocurría?
-¿Por
qué? ¿No podías manejar la situación tú
solo?
-Tocado.
-¿Ha
venido por la deuda de vida?
Harry le
pasó la lista de Malfoy.
-Mírala
y dime qué piensas.
Hermione
observó con curiosidad del pergamino.
-Que sé
por qué ha acudido a ti. Incluso aunque Snape tuviera las restricciones
de compra, muchos de estos ingredientes necesitan una licencia de auror
para su posesión.
Parte del
contrato de libertad condicional de Snape y Malfoy era que no sólo
sus movimientos estarían limitados, sino también sus acciones.
-¿Te
dicen algo los ingredientes? Quiero decir, ¿algo aparte de lo
obvio?
-¿Que
Malfoy intenta envenenar completamente las islas y dominarlo todo como
señor en ausencia de cualquier otro ser inteligente?
-Un plan
ligeramente estúpido, aunque ya sabes que Malfoy nunca ha sido
un genio de la estrategia.
-O también
cabe la posibilidad de que uno de los dos esté muriendo a causa
del Legado Oscuro. Snape, creo, ya que Malfoy ha tenido la energía
suficiente como para venir a pedírtelo.
-¿Legado
Oscuro?
-Extremadamente
raro. Ocurre cuando alguien ha sido expuesto a maldiciones durante años.
Muy poca gente llega a sobrevivir lo suficiente para las represalias
de la magia oscura, inundando sus sistemas para formar… patógenos,
falta de un término mejor. Estos patógenos provocan la
destrucción del cuerpo erosionando músculos y huesos,
hasta llegar a la sangre. Es una manera larga y dolorosa de morir.
Harry pensó
en los flashes de visiones, las chispas de dolor en su cicatriz cada
vez que alguno de los mortífagos de Voldemort le fallaba.
-Snape tiene
más papeletas de haber estado expuesto todo ese tiempo a las
maldiciones.
Hermione
hizo una mueca.
-A menos
que Lucius...
Harry recordó
todo lo que Dumbledore le había dicho esa noche a Draco en el
último momento de su vida.
-No creo.
A pesar de todos los defectos de Lucius Malfoy, honestamente, Draco
amaba a su padre.
-Como yo
decía, Snape es el mejor candidato en cualquier caso.
Harry volvió
los ojos al pergamino que tenía en sus manos.
-¿Y
crees que esto es para ayudar a hacer menos doloroso el proceso?
-No. Creo
que es el remedio para curarle. Casi totalmente imposible de mezclar,
pero claro, no todo el mundo es Severus Snape. Ni tiene acceso a los
ingredientes.
-¿Estás
segura?
-No. La verdad
es que no. La única razón por la que sé de la existencia
del Legado Oscuro es que me leí todo lo que había que
leer sobre efectos de maldiciones a largo plazo, después de que
hiciéramos… de que Malfoy… bueno, después.
El recuerdo
de los haces de cuerda clavándosele en cada centímetro
de piel y el lento goteo de su cálida sangre sobre él
lo atravesó debido a la casi mención del rescate de Malfoy.
De repente, no pudo evitar pensar que no debería haberle puesto
las cosas tan difíciles a Malfoy.
Hermione
continuaba hablando.
-Sólo
pude encontrarlo una vez que le supliqué a Madame Pince. La discusión
acerca de las curas fue bastante amplia, pero realmente no es algo que
uno olvide fácilmente.
Bueno, no
si ese “uno” era Hermione, al menos. Harry notó que
su nuca se volvía roja al saber esto, especialmente tras la charla
de esa mañana.
-Es Snape.
Y Malfoy está... desesperado.
Hermione
se mordió el labio.
-Bueno, si
te sirve de algo, no creo que hayas hecho nada que no debieras. Le debes
la vida y creo que podría haber encontrado formas mucho peores
de hacértelo pagar. Supongo que pusiste restricciones en la mezcla.
Harry le
dejó leer de nuevo el pergamino. Ella asintió.
-Vida por
vida.
-No la de
Malfoy.
Hermione
miró a Harry.
-A veces
la simetría de las cosas es menos obvia de lo que nos gustaría.
Malfoy abrió la puerta cuando Harry llamó.
-Te has tomado
tu tiempo, Potter.
-No me pediste
romero y tomillo, Malfoy. Había más países envueltos
en esto.
-Creía
que podías aparecerte. El Ministerio es muy exigente en eso con
sus aurores.
-Draco.
Harry frunció
el ceño ante la nueva voz que había entrado en la conversación.
Malfoy miró por encima de su hombro.
-¿Vas
a dejar pasar a nuestro invitado, o no?
-No es nuestro
invitado -pero dio un paso atrás para que Harry pudiese pasar.
Éste se lo tomó como una invitación, suponiendo
que era lo mejor que iba a conseguir.
Harry tendió
ante sí una caja llena de ingredientes.
-Profesor.
Snape cogió
la caja.
-Potter.
Harry siguió
a los dos hombres hasta una sala de estar. Snape dio la caja a Malfoy,
quien la puso sobre una mesa y empezó a sacar los ingredientes
para que Snape pudiese inspeccionarlos. Harry notó la forma en
que Snape se tenía que sujetar. Siempre había sido arrogante,
decidido, pero ahora parecía que no confiaba en sus propios músculos
para cambiar de posición si dejaba de sujetarlos.
-Es el Legado
Oscuro, ¿verdad? -dijo Harry.
La mandíbula
de Snape tembló un poco, sólo un poco, pero fue suficiente
para que cerrara los dientes en un gesto de dolor. Cuando se relajó
lo suficiente como para hablar, lo hizo con reticencia.
-Ha estado
charlando con la Señorita Granger con cosas que, de nuevo, no
le conciernen, ¿verdad, Potter?
-Normalmente
sabe decirme cuándo cometo un error y cuándo no. Y su
perrito faldero no puso ninguna cláusula de discreción
en el contrato.
-¿Has
estado leyendo algo para excitarte, Potter? -replicó Malfoy-.
¿O es que Weasley usa palabras largas cuando te habla sucio?
-Mi amante
se llama Draco. Malfoy, si insiste -los ojos de Snape no eran menos
letales que el dolor que se veía en ellos.
-Sí
-siseó Draco, mucho más sibilante que cualquiera de las
serpientes con las que había hablado Harry-. Sí, es el
Legado Oscuro. No hay ninguna duda de que crees que nos lo merecemos,
pero desgraciadamente, me debes una.
-Ninguna
duda -replicó Harry.
-Algunos
productos de una calidad increíblemente alta, para alguien que
piensa así -observó Snape, casi sonriendo. Casi.
-Pago mis
deudas.
-El hecho
de que tengamos algo en común casi me duele más que la
enfermedad que se está comiendo mi cuerpo por dentro, señor
Potter.
Draco resopló.
-Cálmate,
sólo paga si encuentra que el precio le resulta conveniente
Snape abrió
la boca, pero lo que fuera que fuese a decir, se perdió cuando
la cerró con lo que parecía una terrible ola de agonía.
Las líneas de las comisuras de su boca fueron el único
signo, pero Harry había aprendido a conocer a Snape años
atrás. No podía decir nada acerca de la intensidad del
ataque. Al final habló de nuevo.
-Si tiene
tiempo, señor Potter, desearía empezar a mezclar la poción
ya.
Harry tenía
papeles esperando ser firmados. Debía llamar a Ron. Le esperaba
un plato enorme de galletas que la nueva profesora, que posiblemente
tenía un cuelgue con él, le había llevado a la
escuela. Todas esas cosas y muchas más le estaban esperando en
casa.
-Tengo algo
de tiempo -dijo.
La experiencia
como auror de Harry había afianzado la diferencia entre pensar
que quería algo y la realidad de lo que era ese “algo”.
Su carrera se había compuesto de capturar mortífago tras
mortífago tras mortífago. Ni siquiera el hecho de saber
que estaban encerrados bajo llave le ayudaba a pasar una noche sin preocuparse
de qué más debería estar haciendo.
Viendo a
Snape moverse de caldero en caldero, su respiración seca y rasposa
le resultaba similar en cuanto a ese sorprendente vacío. Harry
ni siquiera pensaba en hacer bromas sobre cosas que, obviamente, no
se podían evitar. Eso debería haber hecho que Harry se
sintiera mejor. Él era, definitivamente, mejor que Snape.
Pero cuando
Malfoy asomó la cabeza por el laboratorio con sus ojos llenos
de dulzura y consideración y le preguntó a Severus si
quería parar y tomar un poco de té, Harry no se sintió
realmente superior.
-Una hora
más, Draco.
-Ya llevas
tres horas aquí y... -pero Malfoy se calló cuando Snape
echó una mirada a Harry-. De acuerdo. Llámame si me necesitas.
Harry bufó,
porque Malfoy no sufría innumerables ataques de dolor y podía
estar ahí sin sentirse completamente un villano. Simplemente
se dio la vuelta y se fue.
-Casi siento
pena por usted -dijo Snape sin mirar a Harry. Y él no preguntó.
Sus propias ideas sobre qué quería decir Snape acerca
de eso eran suficientes para que se quedara en su sitio.
Una hora
después, llegó Malfoy.
-Severus.
Té.
Parecía
que Snape iba a replicar, pero algo en la pose de Draco le disuadió.
Dejó los ingredientes en sus sitios y salió del laboratorio.
Draco le siguió poco después. Harry, con la sensación
de estar a punto de meterse en el pensadero de Snape de nuevo, puso
las guardias en el laboratorio y los ingredientes de Snape.
Ninguno de
los dos le había invitado a tomar té y Harry no podía
pensar en algo que le disgustara más, así que salió
de la casa y se apareció en su propio hogar. No había
ningún joven amante esperándole; ni siquiera algún
viejo amigo al que pedir consejo. Pero había un plato de galletas
y suficiente papel como para trasfigurar un palacio con él y
eso era bastante para Harry.
Se hundió
en los pergaminos interminables de burocracia que la escuela había
generado hasta que la extenuación se transformó en un
depredador vil, susurrante, acechándolo. Harry se fue a la cama
y esperó que cuando el depredador lo cogiera, sería amable.
No lo fue.
-Es un imbécil,
estirado y llorica -dijo Draco. Su charla era un desesperado intento
de sacarse la ira que tenía en su interior. Cualquier cosa estaba
bien si podía enmascarar la desesperación que sentía
al ver la incapacidad de Severus de terminarse la taza de té.
-¿Quieres
que te dé la razón o simplemente lanzas pullas al aire?
Si el sexo
hubiera sido una opción, como lo habría sido hacía
un año, Draco lo habría escogido como última opción.
Pero no lo era. Oh, Severus tendría sexo con Draco si él
se lo pidiese, o insinuara, pero se habría mordido los labios
todo el rato para evitar los aullidos de dolor, y no del tipo que a
Draco le gustaba inspirar. A menos que fuera deliberadamente.
-Me podrías
recordar cómo falló miserablemente en su examen de pociones
para remedios curativos, sólo para que me sienta mejor.
-Ah -Severus
sonrió un poco-. Quieres inflar tu ego, ¿eh? ¿Preocupado
por algo?
Muchas cosas,
y más de la mitad de ellas no tenían que ver con Potter.
Severus trató de tomar otro trago de té, torciendo el
gesto, ya fuera por las náuseas o por el trabajo que le costaba
al líquido descender. O ambos. Draco sabía cómo
leerle el gesto bastante bien, pero aún así, después
de esos doce años, aún había subtítulos
que se le escapaban. La importancia de leer esos misterios era una de
las cosas que aún le mantenían atado a Severus. Una de
las cosas menos importantes.
-Si lo creías
así, ¿por qué le salvaste? -preguntó Severus.
-Ya sabes
por qué lo salvé. Te lo dije.
-Mh. Sé
que odias humillar y torturar casi tanto como yo y que tu estómago
para infligir dolor y muerte es casi inexistente. Simplemente no entiendo
por qué no dejaste que otro lo hiciera. No pareciste tener problemas
con Albus -la voz de Severus se volvió áspera.
Draco sabía
que había algunas cosas que nunca serían olvidadas entre
ellos dos. Aunque lo de Dumbledore no hubiese sido totalmente culpa
suya, aunque Severus no estuviera demasiado aliviado de haber sido él
en vez de Draco el que acabara con la vida del viejo.
-Él
estaba todo el tiempo evaluándome. Nunca habría terminado.
No hasta que yo me equivocara y... -Draco sabía que Severus comprendía
los espacios entre palabras-. Con Potter, supuse que al menos conseguiría
que me dejaran en paz. Nos dejaran en paz.
Y, a pesar
de sus diferencias con Potter, Draco tuvo que admitir que había
hecho mucho por ellos. Porque la libertad de Severus para moverse se
había relajado hasta que podían encontrar ingredientes
alternativos, y la magia que hacían estaba restringida, pero
ya no eran llamados constantemente para justificar lo que hacían.
Al final, la gente les había dejado en paz. En eso, Draco había
tomado una buena decisión.
Sabiendo
la respuesta, sabiendo que a Severus le dolería responder, pero
aún así, sabiendo que necesitaba escuchar las palabras,
lo dijo.
-¿Por
qué me ayudaste tú?
Severus bebió
otro sorbo.
-Porque me
lo pediste.
Harry llevó
papeleo la noche siguiente. Malfoy abrió la puerta como por casualidad.
-¿Mh?
¿No temes que él haga algo mientras no estás mirando?
-Si quiere
intentar algo, lo hará cuando esté mirando -dijo Harry.
-Oh, no se
engañe, señor Potter, no existe una sola posibilidad de
que me atrape de todas formas -dijo Severus desde detrás de Malfoy.
Harry se
preguntó si el aditivo de “señor” quería
decir algo o simplemente a Snape le gustaba jugar con él. Probablemente
lo último, dado su historial.
-Si usted
lo dice. Me gustaría empezar. Tengo un trabajo en el que tengo
que presentarme mañana por la mañana.
-Ni yo ni
Severus vamos a culparte por ser totalmente incapaz de decirle a Granger
“no”.
-Oh, ¿ningún
mote bonito esta noche? -preguntó Harry dulcemente.
-La gente
de tu estilo lo hace demasiado fácil -le dijo Malfoy antes de
volverse hacia Snape-. ¿Necesitas algo?
Snape no
dijo nada, ni siquiera se movió, pero debió de haber algún
tipo de intercambio entre ellos, porque Malfoy asintió y pasó
dentro.
Harry se
dijo así mismo que no sentía envidia alguna de ellos.
Él había tenido relaciones lo suficientemente poderosas
como para permitir una comunicación silenciosa. Hermione y Ron,
por ejemplo. Y esa clase de relación no era algo que Snape o
Malfoy quisieran.
Harry siguió
a Snape al laboratorio. El ritmo era exasperante, pero Harry se mantuvo
en silencio. Ya la había cagado otras veces con él y lo
sabía. Cuando pudiese ayudar a Snape, lo haría. Cuando
estuvieron allí, Harry deshizo las guardias con un pensamiento
y con cuidado, mantuvo su mente opaca. No creía que Snape tratara
algo; según su propia experiencia, el hombre sólo hacía
eso cuando estaba desesperado, pero nunca estaba de más ser cauteloso.
Snape miró
la puerta de su laboratorio.
Harry le
miró.
-Oh, ya puede
entrar.
Snape se
giró entonces, a pesar de que el gesto debía de ser sumamente
doloroso y le observó como si fuera a decir algo, antes de volverse
de nuevo y empujar la puerta.
-Los invitados
primero.
Harry se
preguntó por un momento si era algún tipo de test, para
ver si Harry le daba la espalda a Snape. Los dieciséis fueron
un duro trago en su pasado y Harry estaba relativamente seguro que,
incluso si lo intentara, Snape era incapaz de vencerle. Física
o mágicamente. La verdad era que no estaba en su mejor momento.
Harry pasó al laboratorio.
-Soy bueno
con las guardias -le hacían sentir seguro. Aunque esto último
no lo dijo en alto.
Sorprendentemente,
Snape no acompañó esta afirmación con ningún
comentario sarcástico que echara por tierra cualquier opinión
positiva que tuviera sobre sí mismo.
Harry se
acomodó en un rincón donde poder hacer su papeleo sin
perturbar a Snape o viceversa. Así que se sorprendió bastante
cuando el profesor se dirigió a él.
-Me he dado
cuenta de que usted y Draco han firmado un contrato acerca de los términos
en los que nos dejará usar toxinas del tipo A.
Harry le
miró, pero no dijo nada. Snape, como Harry había supuesto,
continuó.
-Si usted
es capaz de mantener guardias sin varita, sólo con la voz, supongo
que también podrá enfocarlas a algún sitio específico
del laboratorio. ¿O está eso más allá de
sus capacidades?
-¿Siempre
se ceba con la gente a la que pide favores? -Harry sacudió la
cabeza-. Olvídelo, es una pregunta estúpida. Si, puedo
especificar el área. ¿Por qué?
-Mezclar
pociones es mi profesión, en caso de que no se haya dado cuenta.
Sin acceso a los laboratorios...
-La herencia
de Draco no ha sido tocada por el Ministerio ni las multas que os pusieron.
-Resulta,
Potter, que no soy un prisionero.
-Seguramente
él querría que se dejase serlo.
-A veces
los deseos de Draco son irrelevantes o se estrellaría con ellos
-Snape se quedó en silencio por un momento-. Y está el
hecho de que no puedo mezclar pociones básicas de síntomas
alevizantes cuando usted no está aquí y no tengo tiempo
de hacerlo cuando sí que está.
-Cambiaré
las guardias.
Snape no
dio las gracias.
Draco abrió
la puerta la tercera noche también.
-Severus
te espera en el laboratorio.
Potter entró.
-He notado
que está... su movilidad empeora.
-Lo lleva
bien, Potter.
Potter cerró
la puerta tras de sí y se metió dentro. Draco se libró
de él y se fue a buscar cosas que hacer. Nunca era divertido,
dejar a Severus a los cuidados de Potter. No es que no creyera que Severus
era incapaz de cuidarse a sí mismo. Cuando estaba de buenas,
Severus podía limpiar el suelo con la cabeza de Draco y Draco
lo sabía. Pero Severus no estaba en sus mejores días,
ni siquiera en los buenos.
Draco no
confiaba en Potter.
Potter se
detuvo.
-Malfoy.
Draco suspiró.
No estaba de humor para perder energía con Potter. No de la que
siempre tenía.
-Potter.
-No debería
haber hecho esto tan difícil.
Draco se
rió.
-No queremos
tu compasión.
-Mira, el
que tú nunca admitas que estás equivocado no quiere decir
que los demás seamos así.
-Toda mi
vida es una equivocación. La tuya, por el contrario, es una celebración
de todo lo tuyo. Consideremos por un momento lo ridículo que
ha sonado lo que acabas de decir.
Potter cerró
los ojos. Cuando los abrió en ellos había sombras que
Draco no quería ver.
-Estoy diciendo
que lo siento, Malfoy. ¿Es más fácil que lo aceptes
cuando te lo digo con palabras?
Draco sabía
reconocer una ventaja cuando la veía.
-¿Cuánto
lo sientes?
Potter, a
pesar de todas sus faltas, no era estúpido.
-Depende
de lo que quieras. Ya he cambiado y relajado las guardias y vengo cada
noche. Algunas noches incluso tengo suerte si consigo... -Potter se
calló lo que iba a decir-. ¿Qué quieres?
-Que vengas
una hora antes.
-Malfoy...
-Se cansa
enseguida. Cuando te vas por la noche...
-Ya he sugerido
en incontables ocasiones que paremos antes.
-¡No
tiene tiempo, Potter! Ya es bastante mala esta situación, haciéndole
hacer la poción por partes como has decidido.
Potter bajó
la cabeza.
-¿Una
hora antes?
Draco pensó
acerca de lo que Potter había estado a punto de decir antes.
Estuvo tentado de hacer Legeremancia, pero sabía que Potter había
mejorado en Oclumancia y no estaba a favor de que hurgaran en su mente.
-Si hubiese
algo que pudiésemos hacer para ayudarle... Apariencias aparte,
sé comprometerme.
Potter asintió.
-Viniste
a mí. Por él. Fui poco cortés, me doy cuenta. Por
buenas razones razones, pero fui poco cortés. Al mismo tiempo,
fue bastante humano por tu parte. Y ya que preguntas, no he tenido tiempo
de comer.
-Comida.
Eso es fácil -Draco rió un poquito, ya seguro de que Potter
no lo iba a hacer más difícil de lo que era.
-Entonces
tienes tu hora -Potter avanzó un paso-. Estará esperando.
-Sí
-dijo Draco. Observó a Potter perderse y se contuvo para no seguirle
y cuidar de Severus. A pesar de que Draco lo sintiera como un favor
por favor, Severus no estaba de acuerdo. Y Draco tendía a respetar
eso. Había acudido a Potter porque, cruel o no, Potter era demasiado
jodidamente Gryffindor como para intentar hacerle daño. Podía
confiar con Severus en su presencia, incluso ahora.
Podía.
Hermione
llamó al marco de la puerta de la oficina de Harry y él
levantó la cabeza. Ella sonrió.
-Creo que
debería presentarme. Verás, yo soy...
-Oh, cállate.
Hermione
se rió y avanzó hasta tomar asiento.
-Neville
y yo estábamos preguntándonos si nos acompañarías
a cenar.
-Si te digo
que de verdad no puedo ir, ¿pensarías que os estoy cambiando
por Snape y Malfoy?
-Bueno, no,
pero ya estaría husmeando por un Confundus o dos.
-De alguna
forma, creo que estaría menos frustrado con la situación
si me viera obligado mágicamente a cenar con dos de las personas
vivas que menos me gustan.
-Tendremos
que matar entonces a unas cuantas personas para que esa afirmación
sea posible.
-Hermione
Hermione
alzó las manos.
-Sólo
te daba la razón.
-Se supone
que estás conmigo en esto.
-¿Cuándo
han empezado a aparecer bandos? ¿Y qué consigo por mi
apoyo incondicional?
-Es esa confortable
seguridad lo que hace que gente como Neville te pida salir.
Hermione
sonrió.
-Sólo
intentaba averiguar la causa por la cual debo estar a tu lado.
-Hermione
-dijo Harry con exasperación-. ¿No puedes simplemente
decirme la razón por la que has venido e irte?
-He venido
a invitarte a cenar, así que esa parte ya está hecha.
Pero el punto con el que sigo es éste: creo que librarte de muchos
de los prejuicios que tienes sobre Snape y Draco sería un buen
plan. Te haría las cosas más fáciles. Tal vez.
Harry se
pasó una mano por el pelo.
-No estoy
seguro de lo que se esconde tras eso.
-¿No
te lo imaginas? -Hermione ladeó la cabeza-. No digo que tengan
que gustarte. Ni siquiera que tengas que dejar este sitio en este preciso
instante. Solo, cielos, Harry, ¿no tienes bastante con preocuparte
por ir a ese sitio noche tras noche durante horas? ¿Duermes acaso
cuando llegas a casa o directamente pierdes el tiempo intentando volver
de donde quiera que te hayas ido para reordenar las cosas en tu vida?
Harry evitó
la pregunta.
-¿He
sido o no he sido de utilidad esta semana?
-Harry -Hermione
se cruzó de brazos-. Me preocupo por ti, no te estoy echando
la culpa por alguna negligencia.
Harry había
sido el que los mortífagos habían capturado. Había
sido a él a quien habían atado con cuerdas lo suficientemente
fuerte como para hacerle llorar y hechizado para que no pudiera moverse,
ni siquiera reaccionar ante el dolor ni evitar la maldición.
Fue con el que usaron cuchillos mágicos y con el que probaron
que su recién adquirida Oclumancia no servía para nada.
Malfoy le
había rescatado, pero Hermione y Ron habían sido los que
habían reconstruido a Harry en alguien de nuevo, capaz de matar
al Lord. Los dos le habían cuidado y eran los que le llamaban
cuando tenía pesadillas. Cuando no volvía, le acogían
entre ellos. Ella tenía derecho a estar preocupada por él
y Harry lo sabía. Sólo que odiaba que lo hiciera.
-Sólo
dímelo cuando te esté dejando sola.
-Te lo diré
cuando te necesite. Pero ahora no es así. Esto es acerca de ti.
-Hay ciertas
cosas que las personas deben creer sobre el mundo.
Hermione
hizo un sonido raro.
-Mira, ¿por
qué no te traigo algo del restaurante? Te lo llevaré a
casa esta noche y podremos pasar algún tiempo juntos.
Harry sacudió
la cabeza.
-No llegaré
hasta tarde. Tú y Neville no...
-Cuando queramos,
lo haremos. Puedo pasar sin él una noche. Y ya sabes que él
no se pirra mucho por algún tipo de comida mágica. No
me importa que sea tarde.
Harry sonrió,
no podía evitarlo.
-Vale. Ellos
me darán de comer, así que quizá patatas o palitos
de queso.
Hermione
se puso en pie.
-Vale, te
veo luego.
Harry bajó
la vista a su mesa y trató de recordar qué estaba haciendo
antes de que ella llegara.
Draco siempre
se aseguraba de que las cenas para Potter fueran lo más refinado
que pudiera conjurar. Al final Severus tuvo que preguntarle.
-¿Tratas
de impresionarle o de intimidarle?
-¿Puede
ser buena una actuación si no logra ambas cosas?
Severus entrecerró
los ojos.
-Si no te
conociera lo suficiente, pensaría que te preocupa lo que piense
de nosotros.
Draco se
tensó y prácticamente escupió las palabras.
-Me hizo
suplicar, debería sentirse intimidado.
Severus se
tensó, algo que los dos tenían en común.
-No puedes
echarle la culpa porque hiciste algo que no deberías haber hecho.
Draco puso
los ojos en blanco.
-De nada
No tuve que pensar en ello, ni por un segundo.
-Draco…
-Mataste
a tu mentor por mí. Y sabes que no me gusta cuando lo sacas a
relucir como un arma.
-No tendrías
que escucharlo si fueras más cuidadoso con tus juegos de palabras
-replicó Severus con delicadeza.
-Bueno, tú
sigues haciéndolos y me obligas a seguir.
-Tal vez
me guste el dolor.
-Y te gusta,
sólo que no así -no es la clase que te va, pensó
Draco.
-Qué
poca delicadeza, señor Malfoy.
-Sí,
me temo que ya hemos establecido que nunca seré tan sofisticado
en el habla como mi padre.
La voz de
Severus era seca.
-Tienes otros
atributos.
-Y qué
bien que nos está yendo con ellos, ¿eh? -Draco sabía
que era el número uno del mundo en defensas contra maldiciones
y hechizos. Esto era debido probablemente a que había crecido
dentro de ese tipo de magia y se sentía impelido a protegerse
de algo o alguien. O simplemente porque era brillante. Draco prefería
decir a la gente que era esto último.
-Hay gente
que estaría encantada de tenerte como asociado si simplemente
pudieses contener tu orgullo para trabajar con ellos.
-La plaga
de la camada Weasley -le dijo Draco a Severus con seriedad, pensando
en la última correspondencia que había recibido. Después
de quitarle a Potter la maldición del Horrocrux que Tom (Draco
siempre escupía mentalmente la palabra) le había echado,
le habían quedado pocas opciones. Era o desaparecer completamente
y dejar a Severus atrás, que realmente no era una opción,
o luchar junto con McGonagall. Al coger la última opción,
dejó que la Orden descubriera cuán bueno era preparando
hechizos escudo y protecciones. Lo que quería decir que muchas
de las ofertas que recibía eran de ex miembros de la Orden del
fénix o familiares. Los gemelos Weasley no eran una excepción;
de hecho, eran los más persistentes, y sus ofertas las más
tentadoras. Aunque eso no significaba que Draco quisiera trabajar con
ellos, ni mucho menos.
-Draco, si
esto no funciona...
-Funcionará
-Draco normalmente solía ser más realista y menos optimista,
pero simplemente había pensamientos que no podía permitirse
tener.
-Necesitarás
tener contactos. Deberías haberlos tenido ya, pero como yo estoy
en medio...
-Soy un adulto,
Severus. Y si quiero ser negligente, lo seré y tú no podrás
hacer nada por evitarlo.
-¡Draco!
-Severus habló tan alto como pudo-. Si no quieres escucharme
por ti, al menos, hazlo por mí.
Draco parpadeó.
-Por ti –eso
era algo que Severus jamás le había pedido en todos los
años que llevaban juntos. Ni siquiera cuando tenía diecisiete
y deseaba a Severus con ardor. Severus había esperado, sin usar
ese deseo contra él. Severus había esperado hasta el final
de la guerra, cuando se suponía que estaba muerto. Había
esperado a que Draco volviera en sus cabales, había esperado
las miles de cosas que nunca había tenido. Draco, con toda su
estupidez Malfoy, había venido en lugar de todo aquello.
-Draco, no
puedo continuar así. Aterrorizado por lo que te pueda pasar si
mi poción no surte efecto. Sólo es una cosa más.
-¿Y
aceptando la oferta de trabajo, te ayudaré?
-Ya es algo.
Como la presencia de Potter, si se usa correctamente, también
es algo. Sabes mejor que nadie lo que pasa cuando no usas lo que te
dan.
Draco lo
sabía, esa era la peor parte del asunto.
-Lo pensaré.
Severus torció
un lado de la boca. Era lo más parecido a una sonrisa que podía
hacer estos días, pero ambos sabían lo que quería
decir. Severus, como siempre, había ganado.
Harry atendió
todos los juegos de los Wasp, sin excepciones. Al contrario que la Copa
del Mundo de Quidditch, muchos de los juegos tenían lugar las
tardes del fin de semana en un campo iluminado mágicamente hasta
que el partido terminara. Harry nunca había estado tan agradecido
por este hecho como ahora, cuando no interfería con la Hora de
Pociones. Harry no estaba seguro de qué conversación sería
peor: explicarle a Ron que no podía jugar porque tenía
que ayudar a los subordinados de Voldemort, o explicarles a Malfoy y
Snape que no podía ir porque tenía un partido de Quidditch.
De cualquier
modo, era algo que quería evitar a toda costa.
Harry apareció
para el partido la tarde del domingo. Era contra los Halcones, que se
habían renovado después de perder cuatro jugadores los
años anteriores, y Harry no esperaba mucho del partido. Al mismo
tiempo, el buscador de los Wasp era un fenómeno y también
era muy divertido ver a sus bateadores, así que Harry se divirtió
mucho en el partido.
Harry caminó
de vuelta a los vestuarios y buscó a Ron. Le encontró
hablando con Violeta, la estrella cazadora que Ron había reclutado
esa temporada, para el equipo y para sí mismo, poco después
de la Copa del Mundo.
-Hola, Vi
-dijo Harry
Ella sonrió
encantada. Violeta no era para nada parecida a Hermione, lo que Harry
pensaba que estaba muy bien.
-Pero si
es Harry Potter. ¿Qué hace un tío como tú
en un lugar como éste?
Harry sonrió.
-Las entradas
eran gratis.
Ron hizo
un sonido gutural.
-Eh, compañero,
una vez amaste este juego de una forma que deberías recuperar.
Harry aún
lo hacía, pero ya tenía bastante atención sobre
sí mismo cuando se ataba un zapato por las mañanas sin
tener que exponerse en un estadio internacional. Ron lo sabía,
así que Harry le ignoró.
-Fue un gran
gol, ese tercero, Vi. Hoy has volado estupendamente.
-No necesito
que flirtees con mi novia, Harry. Ni que hagas que mis jugadores se
crean más de lo que son.
-Vale, entonces
te invito a la cantina de té. ¿Te vienes, Violeta?
-Gracias
Harry, pero el equipo va a salir en busca de algo más fuerte
que eso y creo que es allí donde está ahora mismo mi corazón
-se giró para besar a Ron, y aunque ya era alta tuvo que ponerse
de puntillas -. ¿Después en tu casa?
-A menos
que quieras...
-No -Violeta
le revolvió el pelo rizado- mi compañera de piso ha vuelto.
Ron sonrió.
-Entonces
te veo luego. Bebe cosas de chicas por mí.
-Piérdete
-dijo Violeta riéndose y se fue corriendo en busca de sus compañeros
de equipo. Violeta, que era la chica menos femenina que Harry conocía,
bebía de todo menos cosas de chicas. Esto era bastante divertido
porque Ron era un antiguo aficionado de beber cervezas de mantequilla
y no cabía en sí de diversión.
Harry y Ron
charlaron del partido mientras caminaban hacia el pub local que servía
un té de la tarde bastante decente. Ron estaba preocupado acerca
de su buscador. El hombre se había herido en el final de la primera
temporada y tenían problemas para que volviera a jugar. Harry
le dio algunos consejos y Ron se lo agradeció.
Cuando se
sentaron, Harry miró la mesa.
-En tu carta
me decías que querías hablar de algo.
-Sí,
bueno, sé que a veces salimos y eso, pero no quería que
estuvieses ocupado.
Harry se
calló por unos momentos.
-¿Por
qué debería estar ocupado?
-No sé,
Hermione mencionó algo sobre que tenías demasiado que
hacer.
-Es esa época
del año.
-Sí.
No, lo que quiero... ¿Sabes que los gemelos le han ofrecido un
trabajo a Draco Malfoy?
Harry se
congeló.
-¿Qué
trabajo?
-Poner barreras
de intención en sus productos. Creo que es algo para que los
productos no caigan en malas manos, como siempre ocurre.
-Y se lo
han dicho a Malfoy.
-Que les
dijo que no y ha vuelto después de cuatro meses preguntando si
la oferta seguía en pie.
El servicio
de té distrajo a Harry llenándoles las tazas de té
y sándwiches.
-¿Te
dijeron los gemelos qué iba incluido en el paquete de Malfoy?
-Horario
flexible, puede dedicarse sólo a los productos que crea que son
más productivos y un muy buen salario, y todos sus recursos.
Harry le
miró por encima de la taza.
-¿Todos
sus recursos?
-Bueno, sólo
los que están en la lista restringida, bajo su supervisión.
Harry tomó
otro sorbo.
-Me gustaría
poder decirte algo. Tal vez solo sea por el dinero.
-Tiene dinero
–dijo Ron en un tono sorprendentemente oscuro.
-¿Estás
preocupado?
Ron parecía
sorprendido.
-¿No
debería?
A Harry le
preocupó el tiempo que tuvo que tomarse para hacer la respuesta.
-Los gemelos
pueden cuidar de sí mismos perfectamente.
-Sí,
claro. Con esos tres trabajando juntos, lo que me preocupa es el resto
del mundo.
Harry pensó
que eso era cierto aun sin la presencia de Draco, pero eso no ayudaba
mucho.
-Yo... eh...
veré qué puedo averiguar.
Ron sonrió.
-Aún
tienes contactos, ¿eh?
Harry suspiró.
Odiaba no poder contarle a su mejor amigo la verdad, pero no estaba
de humor para escuchar a Ron chillarle ni esperar a que entendiera por
qué había tomado la decisión de callarse todo ese
tiempo. Y aunque estaba seguro de que Ron guardaría el secreto,
no era el secreto de Harry, que solía ser lo que pasaba antes.
No tenía sentido que lo mantuviese en secreto, pero, de todos
modos, lo hizo.
-Algo así.
Malfoy solía
estar cerca cuando Harry comía. Él no podía verle,
pero del mismo modo que Dumbledore intuía a Harry bajo la capa
de invisibilidad, no necesitaba muchos signos para saber que alguien
estaba cerca de él. Y no había equivocación alguna
en si era Malfoy o Snape, ambos tenían distintas presencias.
No podía
ver a Malfoy, así que le llamó.
-¿Tienes
un momento?
Malfoy apareció
por una de las puertas adyacentes.
-¿Aburrido,
Potter?
Harry puso
el pergamino que estaba marcando a un lado. Lo estaba, pero Malfoy no
era precisamente la idea de Harry de pasarlo bien, al igual que el pergamino.
-Hechizos
y Sortilegios Weasley.
-Oh, cielos.
Las buenas noticias vuelan.
-Somos un
grupo pequeño.
-Me ofrecieron
un trabajo. Lo acepté. Lo probé, está dentro de
los límites de lo que sí puedo hacer.
-Estaba más
interesado en por qué lo aceptaste.
Malfoy sonrió.
-Aburrimiento.
Harry sabía
reconocer las mentiras cuando las veía, pero sabía que
no iba a conseguir la verdad.
-Vale.
Sorprendentemente,
Malfoy se sentó en la mesa. Se quedó mirando a Harry un
rato, pero Harry estaba acostumbrado a que le mirara gente que le gustaba
y que no. Malfoy no era ninguna diferencia. Al final, el rubio habló.
-¿Por
qué dejaste a los aurores por ese trabajo?
-Me gusta
mi trabajo -dijo Harry. Le gustaba en parte. Lo bastante para que fuera
verdad.
-Eras un
buen auror.
Cuando Harry
le miró, Malfoy le estaba recorriendo con la mirada, como si
todos los sucesos que le habían ocurrido y su vuelta allí
fueran un misterio para él. A lo mejor lo eran. No mucha gente
entendía a Harry. Y él ni siquiera intentaba explicárselo.
-También
soy un buen profesor. Y los niños admiran a sus profesores así
que no es de extrañar que me miren con ojos como platos. También
miran así a Hermione y Douglas y Cressida. Y como no somos una
escuela glamurosa no hay reporteros husmeando, aunque alguno que otro
llegará, pero la mitad del tiempo no están ahí.
-Cualquiera
pensaría que simplemente tomaste ventaja de tu fama y te aprovechaste
de ello.
-Harry movió
su cuello perezosamente.
-Supongo
que depende del punto de vista de cada uno.
Después
de un silencio asfixiante donde Harry comió y Malfoy siguió
mirándole, el rubio volvió a hablar.
-Podrías...
tenemos camas de sobra.
Los ojos
de Harry volaron a Malfoy.
-¿Perdón?
-No debes
de estar durmiendo mucho.
-Yo... -Harry
miró a su alrededor-. Gracias, de verdad, pero no.
Los labios
de Malfoy se juntaron en una sonrisa horrible.
-¿Tienes
miedo de que intentemos algo con tu pobre e indefensa persona dormida?
-¿De
veras crees que es tan fácil cogerme desprevenido? ¿Incluso
estando dormido? -Harry le sonrió también. Se relajó-.
Me cuesta muchísimo estar a gusto en un sitio. Y no puedo dormir
hasta llegar a ese estado. Me mudé al piso en que estoy ahora,
digamos hace seis años, cuando empezó el colegio y sólo
ahora puedo llegar al punto de decir que me es posible dormir más
de ocho horas seguidas.
-Hay pociones
para eso.
-¿Snape
no te ha dicho nada acerca de su logo “Vive con los síntomas”?
-Demasiadas
veces para contarlo. Pero estoy sorprendido de que tú hayas oído
hablar de ello.
-Cuando...
cuando todos trabajábamos juntos, yo solía robar pociones
para dormir como pequeños actos de venganza, para frenar el deseo
de, eh, llevar a cabo actos de venganza mayores.
-¿Y
te dio un sermón?
-Es una forma
suave de decirlo. Aún tengo cicatrices. No sé él.
-¿Pero
le escuchaste?
-Él
-Harry se agarró a la mesa, pensando en la palabra correcta-
dijo cosas que valía la pena escuchar.
Malfoy estuvo
quieto unos segundos hasta que sus ojos se abrieron.
-¿Te
dejó entrar en su mente?
-Sin restricciones.
La exclamación
de Malfoy fue lenta y asombrada.
-Por la sangre
de Salazar Slytherin.
Harry se
descubrió sonriendo.
-Ahora entiendo
por qué ya no os tiráis al cuello uno al otro.
-No lo digas
como si nos gustáramos.
Malfoy se
rió. Esta vez de verdad.
-Malfoy -dijo
Harry gentilmente.
-¿Si,
Potter?
-Gracias
por la oferta, de verdad.
-Considérala
abierta -dijo Malfoy y se levantó para volver a sus quehaceres.
Había
veces en las que Snape paraba; simplemente paraba, y se quedaba quieto.
Al principio Harry no lo entendía; después comprendió
que era la forma de librarse del dolor más fuerte. Una oferta
que le hizo de llamar a Draco hizo que Snape le mandara la peor mirada
que a Harry le habían lanzado nunca. Las miradas no molestaban
mucho a Harry, gracias además al entrenamiento con Snape, pero
ésa le había asustado.
Desde entonces
Harry sólo le prestaba algo de atención. La vida de Snape
estaba en una fina línea, así que no era muy lógico
que se saltara el contrato y la lógica de Snape tiraba a la propia
conservación.
Aún
así, no fue hasta una noche que Harry se dio cuenta de que Snape
había estado en la misma pose demasiado tiempo.
-¿Puedo...
-susurró Harry-, es...una poción?
Snape no
respondió. No hizo mucho más que un intento de parpadeo.
Harry se tocó la garganta.
-Malfoy,
ven -las palabras resonaron por toda la casa. Harry escuchó el
crack de la llegada del rubio fuera de la puerta y supo que el hombre
joven no se había molestado en correr. El pasillo estaba abierto
a las apariciones, pero las habitaciones no. Una precaución pequeña,
y Harry se preguntaba a cuánto llegaba su compromiso.
Snape ni
siquiera miraba a Harry y éste dio un paso atrás ante
la náusea que eso le daba a entender.
-Accio
non-verminis -dijo Malfoy con una voz que intentaba calmar a alguien.
Sacó una mano y una botella de color bermellón apareció
en su mano. La abrió y puso gentilmente una mano en la mandíbula
de Snape-. Severus, abre la boca.
Snape hizo
un sonido que no era más fuerte que una respiración.
-Lo sé
-dijo Malfoy-. Por favor -y siguió sujetando la mandíbula
de Snape.
Snape pareció
relajar su mandíbula un poco y Malfoy vertió varias gotas
de la poción en su boca. La mano que no sujetaba la botella no
se movió de la mandíbula de Snape. Al final, Snape pareció
balancearse hacia Draco. No era exactamente un movimiento pero era una
acción y eso ya era algo.
-Si conseguimos
llegar al vestíbulo, puedo llevarnos hasta la habitación
-dijo Draco.
Snape murmuró
algo inteligible. Malfoy negó con la cabeza.
-Lo sé,
pero... si ni siquiera puedes hablar. La poción debe ser hecha
correctamente.
Snape dijo
algo más y Malfoy pareció a punto de echarse a llorar.
El pensamiento hizo que Harry sintiera la palabra Sectumsempra
perfectamente.
-Snape -dijo
Harry-. ¿Podrías abrir tu mente lo suficiente como para
que vea el proceso?
Los ojos
de Snape se clavaron en Harry.
-Malfoy y
yo podemos hacerlo. Nos enseñaste, sabes que podemos. Nunca lo
hice tan bien como cuando seguía tus instrucciones por escrito
y no estás en condiciones de chillarme, así que será
algo parecido.
De repente
Harry sintió una explosión de diversión en su cabeza
que claramente no era suya. Estaba mezclada con sarcasmo y dolor.
-Vale. Está
bien -dijo Harry.
Malfoy apoyó
su frente contra la de Snape tan dulce, tan delicadamente, que Harry
pudo sentir el amor que pasaba entre ellos en el instante del contacto.
Más poderoso que el dolor, más poderoso que la compasión.
Dentro de
Harry, la sensación fue como si un vaso de cristal burbujeara
hasta hervir. La envidia jamás le había tocado tan hondo,
nunca tan hirientemente. Harry pensó que debería llamarla
de una nueva manera. Después. Una palabra menos reveladora.
Malfoy ayudó
a Snape a sentarse y el dolor casi le hizo vomitar. Harry rompió
la conexión entre los dos, sabedor de que Snape, probablemente,
no sabía cuánto le había dejado ver o sentir. En
su condición ya era bastante increíble que pudiera hacer
ese tipo de magia mental.
Malfoy se
separó de Snape y miró a Harry a los ojos.
-Voy a por
la receta.
Harry sonrió
aliviado.
-Vale.
Malfoy se
rió. Era una risa nerviosa y cansada, pero una risa, al fin y
al cabo.
-Sólo,
sólo escúchale, ¿vale? Es importante.
Harry pensó
en soltarle algo cortante, pero Malfoy parecía como si ya hubiese
tenido bastante por una tarde y no le apetecía meterse en problemas.
-Ya veremos.
Lo hizo.
Draco abrió
la puerta a una hora innombrable de la mañana, para encontrarse
con un Potter de ojos rojos y sonrisa ovejuna.
-Pareces
algo que hayan mezclado y después bailado sobre él.
-¿Te
he despertado? -preguntó Harry, de algún modo, demasiado
feliz para los estándares de Draco-. Quería estar seguro
-un lento movimiento de cabeza-… Bueno, de que habías podido
dormir y esas cosas.
-Una lechuza,
a una hora más tardía, también habría funcionado.
Potter parpadeó.
El Parpadeo de la Inocencia Perpetua y la Inminente Estupidez.
-Vale. Al
menos me dirás cómo está, ¿no?
Draco se
separó de la puerta.
-Hace un
frío de narices ahí fuera, Potter. Entra de una vez, te
lo contaré mientras desayunas.
-Pero estabas
durmiendo y yo tengo que…
Draco agarró
a Harry y lo metió dentro de la casa, lo suficiente como para
poder cerrar la puerta después. Era demasiado pronto incluso
para usar la magia, que ya era algo.
-No sé
si podrían haber encontrado alguien más estúpido
que tú para hacer el trabajo sucio.
-Neville
iba después de mí.
-Desde luego,
tu equipo sí que tiene suerte.
-Es sorprenderte
que todavía no te hayas pasado a nuestro lado, sí -asintió
Harry.
Draco, si
bien lo que más deseaba en el mundo era volverse a la cama, se
rió.
-Huevos y
tostadas, ¿van bien?
-Si no te
importa, normalmente tomo café.
Draco no
se sorprendió. Desde que empezó a pagarle esa pequeña
deuda de vida, Potter parecía una piedra, aparte de que estaba
bastante bueno.
-Café
y tostada –dijo Draco. La verdad es que no sabía por qué
últimamente se preocupaba tanto por Potter, sólo que recientemente
le miraba bastante-. Con mermelada.
Potter pareció
alegrarse ante esto último.
-¿Tenéis
buena mermelada?
Ante esa
cara de afinidad de Potter, Draco jamás admitiría que
él mismo era un fetichista de la mermelada.
-¿Qué
consideras buena?
-De cereza
o de ciruela. O de manzana. La de mango también está buena.
Draco puso
un bote de cada una en la mesa sin mirarle.
-¿Podría
tomar cuatro tostadas, por favor? -dijo con gracia el moreno.
Draco se
fue al armario para buscar el pan con miel que había comprado
en el Mercadillo del Sábado de los Granjeros en la ciudad. Severus
había insistido mucho a Draco en que debía interactuar
con los muggles y su mundo por si acaso tuviese que escapar allí
(tal vez para siempre). También había sido Severus quien
había dicho que los elfos domésticos eran molestos e inútiles
y que no le importaba sacrificar la condición de su comida si
con ello conseguía que se fueran. Metió cuatro rebanadas
en la tostadora. Severus y él habían aprendido que a veces
la cocina muggle era muy superior a los hechizos de cocina, que, la
mayoría de las veces, venían con sorpresa non grata.
-Es una tostadora
muy grande -dijo Potter.
-Me gustan
las tostadas –dijo Draco mirando las cuatro tostadas en fila como
soldados enfrente del Mayor Potter.
-Están
mejor recién sacadas del tostador -asintió Potter, con
un tono de alegría que Draco no pudo sino sentir con disgusto-.
Casi te quema los dedos y la mermelada está tan caliente que
el azúcar se disuelve aún más.
-Piensas
mucho en la comida -Draco vertió algo de agua en una jarra y
le lanzó un Hechizo Calentador antes de meterlo en la cafetera
y echarse atrás para ver el contador.
-Yo suelo
tomar siempre tostadas frías -dijo Potter con pesar.
Draco no
tenía nada que contestarle. En vez de eso recordó por
qué estaba Potter allí, permanentemente zombi, incluso
más de lo habitual.
-Se durmió.
Al final. Costó unas cuantas dosis más del non-verminis.
Debería estar despierto para cuando vuelvas. Si no lo está,
te enviaré una lechuza.
Potter tembló
con una de las tostadas en la mano.
-¿Qué
quieres decir? ¿Cuánto…?
-No lo sé
-le cortó Draco, sin ser muy cruel, dadas las circunstancias-.
No hay mucha información de ello, se gasta una enorme cantidad
de histamina al sobrevivir lo bastante para contraerlo y muchos de los
que lo hacen ni siquiera saben que lo tienen y es muy raro. No hay mucho
escrito. La cura es casi una utopía. Un Severus de hace unos
pocos milenios que se imaginó las cosas antes de que le ocurrieran
a él para así salvarse.
Potter estaba
evidentemente distraído por los detalles.
-¿Milenios?
¿En serio?
-La magia
oscura siempre ha estado ahí -dijo Draco con solemnidad.
Potter hizo
una mueca, pero no prestó atención a la burla.
-¿Cuánto
tiempo tuvo?
-Evidentemente
años, pero nadie sabe cuándo se dio cuenta de ello. Severus
siempre ha tenido problemas con la magia negra, así que nos costó
un tiempo descubrirlo -Draco cerró los puños y pugnó
por no dejar escapar toda la ira que tenía en el cuerpo-. Yo
debí…
-¿Cómo
de buena es tu Oclumancia?
Draco le
observó durante un largo rato, tratando de mirarlo desde su punto
de vista. Siempre había pensado que toda la información
que Potter consiguiera de él la utilizaría para acabar
con Draco. Aunque Potter no había contado las noticias de la
enfermedad de Severus. La verdad es que, que Draco supiese, nadie más
que Potter sabía lo que pasaba entre ellos. Nadie.
Severus estaba
prácticamente paralizado en la otra habitación. Draco
había salido él mismo. Bueno, con Potter. Sólo
estaban ellos dos. Draco tomó aire en silencio y decidió
confiar, sólo esta vez.
-Tan buena
como con todo lo demás -su voz tembló un poco en las últimas
palabras mientras miraba a Potter intentando no parpadear.
Potter se
levantó. Draco miró su taza de café.
-No te has
tomado las tostadas.
-Ahora vuelvo.
Draco se
quedó petrificado.
-¿A
dónde vas?
-A quitar
las guardias -Potter salió de la habitación.
Draco no esperaba volver a ver a Potter después de eso. Oh, seguramente
querría complementar su gusto con la mermelada, tomarse cuatro
tostadas enteras e incluso beber tres cuartos del café. Pero
sin las guardias, la enfermedad de Severus era solo cosa de Draco. Potter
no tenía nada que ver con eso.
Justo lo
que Draco quería.
Sólo
que Potter se dejó ver de nuevo esa noche. Preguntó si
podría tomar café también en la cena.
-Haces un
buen café –dijo, como si nada.
-¿Por
qué estás aquí? -escupió Draco.
-Pensé
que un par de manos extra harían el trabajo más rápido.
Pero, eh, si estaba equivocado… -Harry miró la puerta.
Draco estaba
seguro de que iría mejor con Severus y él mismo.
-Nada de
café. Te vas a destrozar los intestinos, pero tenemos un té
que también está bien.
Potter sonrió.
-¿Especial?
Los labios
de Draco estaban tan cerrados por el shock que no podía sonreír.
Tampoco es que lo hubiese hecho.
-Algo así.
A Potter
parecía darle igual el pasotismo de Malfoy.
-Bueno, lo
que sea.
-No te esperaba
-dijo Draco mientras caminaban hacia la cocina, que estaba totalmente
limpia. La única comida que se veía era el cesto de manzanas
que tenían en la mesa. A Draco le gustaban las manzanas, las
mejores.
Harry cogió
una y le dio un mordisco. Cerró los ojos ante el sabor en su
boca.
-Sí,
tu saludo lo ha dejado muy claro.
Draco invocó
las hojas de té.
-Ya no me
debes nada.
-No -dijo
Potter. Draco pensó que sonaba bastante triste, pero desechó
la idea por falta de sueño.
-Y no te
gustamos -siguió el rubio sin mirar a Potter. Pensaba que no
podía decirlo mirándole a la cara, que ya era malo, pero
es que no le apetecía en ese momento.
-¿Te
gustan estas manzanas?
-Inmensamente.
-Oh.
Draco escuchó
el sonido de otro mordisco.
-Te voy a
hacer la cena, ¿recuerdas?
-No he podido
comer mucho estos días.
-¿Es
eso una excusa para la cara de vagabundo que tienes?
-¿Eh?
Draco se
dio la vuelta para dejar la taza de té delante de Potter.
-No importa.
Sentémonos un poco -no le pasó desapercibido que Potter
le miraba.
-No me gusta
cocinar. Vivo solo, estoy todo el día trabajando -Potter hizo
una pausa-. Echo de menos la comida, pero es que soy demasiado vago
para hacer algo. Y estoy demasiado acostumbrado a pasar sin… Bueno,
sí, soy muy vago.
Draco no
preguntó por lo que no había dicho. Sabía lo bastante
de Potter para saber qué quería o qué necesitaba
saber.
-Severus
es un poco… a veces tienes que esperar a sus instrucciones.
Potter cogió
su té.
-Ya.
-La buena
noticia es que, si lo he entendido bien, la cura viene en tres etapas
y casi hemos terminado la primera.
-¿Y
eso ayudará?
-Eso creo
-Draco miró preocupado a los ajos que estaba salteando-. Las
pociones nunca han sido mi…. Bueno, quiero decir, era bueno en
ellas.
-Por la manera
en que te trataba nadie pensaría que eras algo menos que brillante.
-A Severus
siempre le he gustado -dijo con dulzura, sin remilgos-. A veces pienso
que por encima de lo que realmente pensaba.
-Bueno, supongo
que alguien tenía que hacerlo -repuso Potter tras un rato.
-Te ofrecí
una oportunidad -la voz de Draco se volvió fría.
-Eras un
hipócrita y un presuntuoso de mierda. No estoy muy seguro de
que ahora seas diferente, pero algunos momentos pienso que al menos
eres consciente-. ni siquiera subió la voz.
-Tú
eras… eres un imbécil inalterable -Draco tampoco subió
el tono.
-Por lo menos
sabemos que no nos gustamos. Eso es algo.
Draco siguió
enfadado con los ajos, mandando bastantes fuera de la sartén.
Los hizo desaparecer con un hechizo tan intenso que casi quema la cocina.
Detrás de él, Potter le dio otro mordisco a la manzana.
Cuando Snape
trató por primera vez de explicar a Harry cómo era la
conexión de una mente con otra, no podía saber que sería
como la lengua pársel. La manera en que fluía con delicadeza
por la mente de Harry y seguía su camino. Harry suponía
que Snape no podía saber eso, que la Oclumancia afectaba a cada
uno de distinta forma.
Si Harry
hubiese sabido eso, ese placer tan seductivo, tal vez habría
luchado contra ello. Cuando lo supo, por supuesto, fue demasiado tarde
y ansiaba esa sensación. A Harry no le gustaba suplicar, sabía
que estaba mal. La manera en que caía en la Oclumancia, cuando
tenía a alguien allí, con él… aunque su deseo
a veces contravenía con sus reservas morales.
Los pensamientos
de Snape fueron interrumpidos, casi cortados por la interferencia de
la magia negra comiéndose el resto de él. La sensación
hizo que a Harry le entraran náuseas y no podía imaginarse
a Draco, con más experiencia. Le produjo una compasión
tal que seguramente había tocado a Malfoy, mientras el otro hombre
le lanzaba una mirada sucia.
Harry sacudió
la cabeza despacio y se concentró en cada una de las palabras
que Snape trataba de pensar. Legeremancia no era la mejor ocasión
para tener pensamientos paralelos.
Harry se
quedó dos horas más tarde de lo normal, trabajando para
compensar el tiempo que había perdido pensando en otra cosa,
para ayudar a Malfoy a mezclar ingredientes y continuar removiendo.
Una hora
antes de que terminaran, Malfoy parecía tan cansado como Snape.
Un pensamiento inesperado flotó entre su mente mientras miraba
cómo Malfoy se apoyaba junto a Snape.
“¿Habrías
hecho algo menos si hubiese sido Ron?”
-Cierra tu
mente -le ordenó a Malfoy.
-Potter –amenazó
Malfoy.
Harry le
cortó.
-Yo te diré
lo que necesitas saber. Cierra tu mente.
En ambas
cabezas, la noción de un vago comando.
“Haz
lo que dice, Draco”
La voz de
Snape llegó más alta de lo necesario. Malfoy miró
en su dirección, pero pareció aplacarse y obedeció.
Harry tuvo la impresión de que Snape estaba a punto de derrumbarse
y darle las gracias.
Harry paró
de mezclar cuando las órdenes de Snape no sólo se volvieron
vagas, como hacía dos horas, sino que empezaban a repetirse como
un CD mal hecho. Dudley siempre se cargaba la mira de los CDs que su
madre le regalaba.
Harry cerró
su mente.
-Los dos
necesitáis dormir.
Malfoy parecía
decidido a pelear por un segundo, pero un vistazo a Snape, prácticamente
doblado por la mitad, le bastó. Atravesó la habitación
y pasó los dedos por la espalda del hombre mientras le susurraba
palabras que Harry no oyó.
-¿Puedo
ayudar?
Los dedos
de Malfoy parecían incandescentes por el pelo de Snape.
-No rechazaría
un hechizo extra de levitación.
Harry sabía
que no necesitaba el hechizo de levitación de Malfoy para aumentar
el suyo, pero no lo dijo, sólo esperó a que Malfoy le
enseñara el camino. Cuando llegaron a la habitación, Harry
cogió la botella con el remedio anti-dolor de la noche anterior
y obligó a Snape a beber, como Malfoy había hecho. El
rubio mientras cambió a Severus de ropa con un hechizo y los
dos trataron de acomodarlo de la mejor forma posible. Harry trató
de no saltar cada vez que Snape soltaba pequeños gemidos de agonía.
-Hay una
habitación. Ya sabes, la que…- dijo Malfoy.
-De verdad
que me cuesta mucho…
-No te vayas
-le interrumpió Malfoy. Y Harry no pudo menos que oír
el “Por favor” que encerraba aquella frase-. Estamos solos
aquí.
Harry podía
escuchar el estrés de la palabra “estamos” como si
repetirla fuera un hechizo para que a Snape no le sucediese nada.
-He hechizado
mi chimenea para que esté siempre abierta a vosotros.
-Potter –susurró
Malfoy-. Harry -dijo después-. Potter -de nuevo-. Por favor.
Si Harry
no había estado seguro de no querer oír esa palabra de
nuevo en boca de Malfoy, ahora lo estaba.
-¿Por
qué?
Los ojos
de Malfoy bulleron con una especie de odio y exasperación.
-Porque si
no hubieses estado aquí, no habríamos llegado hasta donde
estamos. Yo, es decir, yo soy bueno cuidando de él, nosotros…
-Malfoy sacudió su cabeza-. Porque tú eres mucho más
mágicamente poderoso que yo y te preocupas lo suficiente para
ayudar. Y esa combinación es la que realmente necesitamos.
Harry se
preguntó si había algo más en la explicación
de Malfoy que no decía. Pero ya era suficiente para él.
-¿Es
a la que se llega cruzando el vestíbulo?
-Te haré
el desayuno por la mañana. Cualquier cosa que quieras -dijo Malfoy.
Harry miró
una última vez a Snape en la cama. Sus ojos estaban cerrados
y respiraba despacio, pero Harry sabía que estaba escuchando.
Anduvo hacia la puerta.
-Estaré
al otro lado del pasillo.
Decidió
que no había escuchado un sollozo al abandonar la habitación.
Malfoy no
estaba despierto cuando Harry se fue de la casa, y éste no le
despertó. Simplemente se hizo un poco de café, ya que
Malfoy no estaba allí para recordarle sus faltas en la escuela.
Hermione tomó su lugar.
-Ningún
café sustituirá una buena noche de sueño, Harry
-le alborotó el pelo con cariño y le acarició la
mejilla para demostrarle que no estaba enfadada; eso era mucho mejor
de lo que Harry obtenía de Malfoy.
Por una vez,
Harry estaba demasiado cansado para pretender que no preferiría
que fuese Malfoy quien le alborotara el pelo. Hacía mucho tiempo
y Malfoy estaba muy bueno. Nada raro. Los opuestos se atraían.
Vale, así
que no estaba demasiado cansado para estar a la defensiva. Harry suspiró
y tomó otro sorbo de café.
Hermione
se cogió a un lado de la mesa.
-Siéntate
antes de que te caigas. ¿Al menos puedo confiarte a los niños?
-Todavía
no he perdido a ninguno.
-Eso es todo
menos reconfortante.
-No sé.
No creo que el personal joven pueda cubrir mis clases si les pido que…
que hagan lo que sea que hacen.
-Son personal
joven, Harry. Hacen el silabario, escriben los planes de las lecciones,
se entrevistan con los padres, te ayudan cuando los necesitas.
Harry ya
había hecho eso. Y más.
-Podría
escribir los planes de estudio -entrevistarse con los padres en ese
momento no era un gran plan.
-¿Has
dormido algo?
Harry no
había mentido a Hermione nunca. Y aunque era lo más obvio
de hacer en ese momento, sacudió la cabeza.
-La verdad
es que no.
-Vete a casa.
Harry se
la quedó mirando.
-¿Eh?
-¿Casa?
¿Ese lugar que pagas al mes a pesar de mis fútiles intentos
de comprarte un sitio? ¿Donde viven tu cama y unas mudas nuevas?
-Sólo
quería decir…
-No es como
si alguna vez te pusieras enfermo. Nunca. Simplemente tómate
un día libre. Descansa.
-¿No
me vas a chillar por no dormir?
-¿Estuviste
en alguna orgía de ex-aurores?
Harry casi
escupe el café. Casi.
-Con indefensas
doncellas ex-mortífagas en mis manos horas y horas.
-¿Solo
doncellas? ¿Nada de damas? -Hermione sacudió la cabeza-.
Pobre Harry.
Harry puso
la cara en sus manos y se rió un poco. Le tomó más
esfuerzo del que hubiese preferido.
-Es algo…no
sé lo que es. ¿Nauseabundo? Darme cuenta de que simpatizo
con Malfoy y Snape. ¿Por ellos? -Harry sacudió la cabeza-.
Si ni siquiera me gustan.
-Por todos
los infiernos, Harry -dijo Hermione con dulzura-. Estás experimentando
con una de las peores afecciones conocidas del mundo mágico desde
su mente. Era de esperar. Tú eres tú, después de
todo.
-Gracias
por eso.
-De nada.
-Me refiero
a Malfoy. También. No sólo Snape.
Hermione
tardó más en responder a eso.
-Tú
siempre eres capaz de apreciar los finos hilos del amor. Nunca he comprendido
cómo es eso posible, pero lo haces. Tú… eres tú.
-Es mono.
-Oh, Harry.
-Sí.
Tengo que salir más.
-Ron conoce
a todos esos chicos de Quidditch tan guapos.
-Tal vez.
Hermione
se inclinó y le besó la frente.
-Por ahora,
vuelve a casa. Duerme. Las cosas tienen más sentido cuando te
despiertas.
-Siempre
dices eso.
-Siempre
tengo razón.
Lo mejor
de todo, era que tenía razón.
Draco se
despertó en mitad de la tarde. Estaba tumbado junto a Severus
lo más humanamente posible sin tocarle. Miró el reloj
de la pared y lanzó una maldición despacio. Depositó
un suave beso en el hombro de Severus, tratando de no darse cuenta de
lo delgado que se había vuelto su amante, y salió despacio
de la cama.
Severus no
se levantó. Draco trató de dejar la habitación,
pero no pudo evitar poner una mano encima de la boca y la nariz de Severus
para ver si el hombre aún respiraba. Sólo cuando se aseguró
de ello, se fue a ver si las lechuzas habían traído algo
nuevo de los Weasley o algo agradable que a Severus le interesara escuchar.
Había
ambos. Draco se tomó su tiempo leyendo el correo para poder contárselo
a Severus después. Era demasiado esfuerzo para sus ojos leer
en ese punto. Draco sabía que oírlo le traería
dolor a él. Pero Severus parecía preferir ese dolor a
el soportaba cuando cerraba los ojos.
Se sentó
a ver el contrato de los WWW y mandó una lechuza con el mensaje:
“Tendré algo para que lo probéis la semana que viene”.
Si podía empezar con un hechizo despertador, podía usar
sus días para eso. El pedido no era complicado y Draco sabía
que lo habían probado ya. Debería sentirse enfadado por
ello, pero sólo mostraba el sentido común de los Weasley
y Draco no habría trabajado con alguien por menos de eso.
Draco fue
a la habitación donde había dormido Potter la noche anterior.
La cama estaba hecha. De hecho, no había nada fuera de su sitio.
Draco se preguntó por un momento si Harry era ese tipo de huésped
o si se lo habían inculcado Severus y él.
Volvió
del hall. Severus estaba despierto. Draco pudo ver el cambio en su respiración.
Era más fatigosa.
-Días
-dijo Draco. No se molestó en añadir los “buenos”,
ya que no lo eran.
Severus arqueó
los dedos de la mano en un gesto que Draco tomó por una bienvenida.
Se dejó caer en la cama y se ajuntó a Severus lo máximo
posible sin herirle.
-Esa búsqueda
común en Líbano en la que tenías interés
va a empezar a hacer conferencias anuales. Multi disciplinarias.
Severus hizo
un sonido de interés. Draco prosiguió.
-Y Hogwarts
busca un nuevo profesor de pociones. De nuevo. Y de hechizos. Creo que
los dos últimos huyeron, pero tengo que hablar con Daphne para
estar seguro.
Severus hizo
otro sonido. Esta vez de diversión. Draco se hizo una nota mental
de charlar largamente con la Profesora de Aritmancia Greengrass, que
era la discreción en persona, excepto por algunos Slytherin a
quienes veía como príncipes de sangre. Los parientes de
Daphne habían sido ejecutados como traidores de sangre en la
búsqueda de los horrocruxes de Potter cuando el Señor
Tenebroso aún pensaba que los fallecimientos afectarían
a la determinación de Potter. Había habido muchos en ese
momento para que Potter decidiese parar. No. Para Potter el único
remedio de parar todas esas muertes era matar al Señor Tenebroso.
Y lo había hecho.
A veces Draco
deseaba preguntarle si la familia Greengrass le había acogido.
Pero tenía miedo de que la respuesta hubiese sido Sí.
Era demasiado para lo que Draco tenía por virtud.
-Potter se
quedó anoche. No sé si lo notaste.
Severus no
hizo ningún sonido. Sus dedos acariciaron los de Draco.
-Deberías
descansar -dijo Draco.
Casi pegó
un grito cuando las palabras le taladraron la cabeza.
“No
sería malo para ti encontrar a alguien más, Draco. Alguien
sin el Legado Oscuro corriendo por sus venas.”
-Cállate,
Severus. Todo el mundo tiene a la muerte a sus espaldas, Potter más
que nadie. Estarás bien. No serán más de un par
de noches tras el primer periodo de la cura y después las cosas
serán más fáciles.
Severus hizo
otro sonido que Draco no supo determinar y eso le hizo sudar.
-Descansa.
Haremos más poción por la noche.-fue todo lo que dijo.
Harry se
apareció en la casa Malfoy-Snape tan pronto como terminó
de levantarse y deshacerse con una ducha del resto de su insomnio. Había
dormido hasta la muerte desde el momento que llegó del colegio
hasta que se levantó, cerca de una hora antes de que su alarma
se encendiese. Casi diez horas. Apareció en su destino una hora
antes de lo que solía.
Malfoy abrió
la puerta.
-Siento lo
del desayuno.
-Te robé
el café de todas formas.
-¿Té?
-Por favor
-dijo Harry pasando-. ¿Cómo está?
-Se despertó
una vez. El resto del tiempo durmió.
-¿Y
cuando se despertó?
Malfoy rumió
algo.
-Lo mismo.
-Estamos
cerca –dijo Harry tratando de no sonar tan inseguro como se sentía
acerca de esto. Aunque de alguna forma, no podía imaginarse cayendo-.
Vosotros me sacasteis de cosas peores.
La respuesta
de Malfoy fue rápida.
-No te infles
pensando que fue algo personal.
-No -Harry
nunca lo había pensado-. Pero aún así, ellos…
Él tenía un plan.
-Bah, por
supuesto que el Señor Tenebroso tenía un plan. Aparte
del hecho de que tú eras su némesis y que tener planes
es el trabajo de todo Señor Tenebroso que se precie, hacer un
horrocrux es complicado -Malfoy paseaba por la cocina, se le veía
bastante agitado-. No puedes simplemente matar a alguien y ya está.
Hay que observar rituales y aunque alguien haga al fin la maldición
asesina siempre tienes que hacer un montón de trabajo. Él
simplemente decidió que tú merecías más
atención que el resto de sus víctimas. Tú eras
la razón de que tuviera que crear más horrocruxes, ¿lo
sabías? ¿O eso fue algo que se te olvidó pensar?
Harry se
agarró el hombro derecho ausentemente, donde había cicatrices
que nunca se curarían.
-Gracias
por parar sus planes.
-Eso –Malfoy
sacudió la cabeza-. Gracias. ¿Gracias por parar sus planes?
Debe de ser la expresión de gratitud más lamentable por
haber librado a alguien de una muerte horrible por tortura a manos de
psicóticos que haya oído nunca.
-¿Gracias
por parar mi lenta muerte por tortura a manos de unos psicóticos?
-probó Harry.
-¿Crees
que puedes…? -Malfoy paró lo que fuera que fuese a decir-.
Vale.
-¿Qué
no puedo creer?
-Nada.
-¿Qué
es, Malfoy?
-¡Nada!
Déjalo, Potter.
-Si es otro
favor, tengo contactos con los que aún no he hablado. Creo que
puedo encontrar cualquier cosa que…
-No necesitamos
nada, Potter.-siseó Malfoy-. La única razón por
la que te dejo continuar viniendo por aquí es por la fuerza de
tu magia y el par de manos extra, ¿entiendes? ¡No eres
parte de nosotros y nunca lo serás!
Harry parpadeó
ante esa inusitada explosión, sin saber muy bien cómo
habían llegado del punto A al punto B. Se había relajado
ante el continuo enfado constantemente presente entre Malfoy y él.
O que estaba. No había estado allí desde hacía
algún tiempo y a Harry particularmente no le apetecía
que volviese. Demasiado trabajo.
-Si estás
sugiriendo que quiero…
-Quién
demonios sabe lo que tú quieres, pero sea lo que sea, no lo vas
a obtener de nosotros. Ya te hemos dado bastante.
-Mucho -dijo
Harry tranquilo-. Sólo te estaba ofreciendo ayuda para devolver
el favor. No quiero que pienses que es aún por la Deuda de Vida.
-No seas
ridículo, Potter, por supuesto que es por la Deuda de Vida. La
Deuda es la razón por la que estás aquí en primer
lugar. No puede ser nada más.
Harry observó
la tensión de la espalda e Malfoy y pensó en los últimos
minutos de la conversación. Tenía una sospecha de qué
iba todo esto, nacida desde la brecha de la mente de Snape y la sangre
que brotaba de las palabras de Malfoy. Pero no estaba seguro y preguntarlo
era una buena forma de ser desterrado de sus vidas para siempre. En
vez de eso, cambió de tema sin nada de tacto porque no quería
preocuparse de esa clase de cosas.
-¿Te
has enterado del drama que se cuece en el ministerio?
Malfoy le
miró con sospecha.
-¿Qué?
-Lo de que
Scrimgeour se ha quitado la máscara.
-¿Y
eso qué tiene que ver?
-Se llama
conversación, Malfoy. Estoy seguro de que te lo enseñaron
en la mansión.
-Potter…
Pero Harry
fue implacable.
-Estoy a
punto de cenar. Me gustaría tener una conversación normal.
Malfoy gruñó.
-Y lo que
Potter desee, así se hará.
Así
que llenó los oídos de Harry de detalles nunca antes oídos.
Harry no preguntó por su origen, simplemente le dejó hablar.
Les tomó
dos noches más, pero acabaron el primer estado. Malfoy le dio
a Snape la primera dosis en pequeñas gotas. A Harry le recordó
una madre dando de comer a sus polluelos. Se aseguró de haber
cerrado su mente. Si Severus le pillaba imaginándoselo así
de indefenso, buscaría cualquier oportunidad de asesinarle.
“No
te asustes” fueron las últimas palabras que Harry recibió
de la mente de Snape. Estaba bastante seguro de que iban dirigidas a
Malfoy, pero se alegró de que también le llegaran a él.
Snape parecía muerto.
-Creo que
es así como funciona –dijo Malfoy sudando-. Tiene que tomar
otra dosis dentro de cuatro horas.
-¿Y
si no se despierta?
-Hay hechizos
para mantener flexible a una persona –Malfoy no pareció
feliz acerca de esa opción. Harry no lo culpaba.
-¿Quieres
que me quede?
-¿Para
qué? ¿Sujetarme la mano?
Harry se
removió inquieto.
-Supongo.
Si eso es lo que necesitas.
-Vete a la
mierda, Potter.
Harry había
pasado la mayor parte de su vida adulta aprendiendo a dejar que las
palabras le resbalaran. Malfoy conseguía que olvidase todo lo
que había aprendido.
-Estoy intentando
ayudarte, jodido presuntuoso.
-¡Bueno,
pues no puedes! –chilló Malfoy llorando casi en la última
palabra. Después, se calmó-. No puedes. Puedes salvar
el mundo de gente como nosotros, puedes arrinconarnos y cazarnos en
cualquier parte del mundo, puedes llevar una escuela llena de niños
y puedes jugar al quidditch como un profesional, pero no puedes ayudarle.
Ayudarnos.
Harry tenía
millones de respuestas para eso. Escogió una.
-Ellos no
son como tú.
Malfoy levantó
la cara.
-¿Qué?
-Has dicho
“gente como nosotros”. Dos veces. Ellos no son como tú.
-Más
de lo que piensas, Potter. No cambié de bando por ninguna razón
ideológica.
-Tenías
diecisiete.
-Tú
también.
-Tuvimos
diferentes profesores. Y tus razones no eran tan malas.
Malfoy ahogó
un grito.
-¡Solo
quería que nos dejaran en paz!
-Lo que yo
decía.
-Lo que dices
no tiene sentido.
-Vamos a
dejar a un lado los pronombres, eso de “ellos” y “nosotros”,
también va por mí. Lo hiciste por ti y por él.
Por tu amor por ti y tu amor por él.
Hubo un momento
de silencio que al final Malfoy rompió.
-¿Y?
-¿Qué
pasa? ¿A ti nunca te acorraló Dumbledore en un rincón
oscuro para darte una charla esotérica sobre el poder del amor?
-Creí
que fanfarroneaba. O que intentaba manipularme de alguna manera horrible.
-Lo último.
-Ah. No funcionó.
-Sospecho
que esperaba que Snape te enseñara el resto de los detalles.-irónicamente,
pensó Harry, cómo fue exactamente eso lo que ocurrió.
-Crees que
porque yo le quería…
-Creo que
porque sabes lo que es amar. Sí.
-Estás
más loco de lo que estaba Dumbledore.
-Gracias
–Harry conjuró caramelos de cereza y se los mostró
a Malfoy-. Siempre me han gustado más que los de limón.
Después
de quedarse un momento alelado viéndolos, Malfoy tomó
uno de los caramelos de la mano de Harry.
-No debí
haber dicho lo de que no podías ayudar.
-Sé
que no puedo salvarle.
Malfoy asintió.
-De momento
estará bien –miró intensamente donde yacía
Snape, inconsciente-. Le daré la siguiente dosis y después
la última y estará bien.
-Sólo
mándame una lechuza si alguna vez necesitas ayuda de nuevo.
Malfoy asintió.
-Si te necesitamos,
lo haré.
Harry se
volvió para irse.
-Vale, entonces.-estaba
absolutamente seguro de que no volvería a saber nada de Malfoy.
Y no sabía por qué su estómago se revolvía
contra él una y otra vez.
Draco tuvo
que leerlo dos veces para comprender que la carta era de Potter de verdad.
“Malfoy,
Snape, lo siento si estoy siendo muy presuntuoso.” La primera
“p” tenía un negro manchón al final, como
si Potter hubiese dejado la pluma ahí, pensando en lo que venía
a continuación, qué decir. “Sólo ha pasado
una semana, pero me gustaría saber cómo ha ido la cura.
Responded si tenéis un momento libre. Harry.”
Draco puso
los ojos en blanco. Casi podía oír los ruegos de Potter
a través de su pluma. Le alcanzó la carta a Severus.
-¿Crees
que deberíamos responder?
A Severus
le llevó leer la carta más tiempo de lo habitual. La primera
etapa iba como se suponía que tenía que ir, básicamente
echar la magia corrupta de su cuerpo y curarlo. Sus ojos habían
empezado a notar el cambio y sus oídos, su estómago, su
corazón y algunos otros órganos internos. Pero muchos
de sus músculos aún no estaban listos y el dolor seguía
siendo extenuante.
Despacio,
porque esos días Severus sólo podía emitir pequeños
susurros, habló.
-¿Hay
alguna razón por la que no le hayas respondido ya? Es una falta
de etiqueta muy descortés que lo hayas pasado por alto.
-Pensaba
mandarle una cesta de frutas después, probablemente con todos
esos dulces tan vulgares que le gustan a él.
-Ya veo.
Las mejillas
de Draco enrojecieron.
Severus le
dio la vuelta al pergamino.
-¿Mi
vida entera solo vale una cesta de frutas?
Los ojos
de Draco se abrieron de par en par.
-Severus…
-Porque estás
echando por tierra todo lo que ha hecho por nosotros -Severus paró
para coger aire y mantener el dolor bajo control-. A mí también
me gustaría poder odiar a Potter. Entre nosotros dos, creo que
yo tengo mucho más derecho a odiarle. Pero, de un modo u otro,
él hizo lo que le pediste cuando se lo pediste. Y mucho más
que no pediste. Parece que más que pagar una Deuda de Vida, él
ha creado otra, la mía.
-Los Gryffindor
nunca piden cuenta de sus deudas –dijo Draco-. Jodidamente nobles.
Les gusta sufrir en silencio.
-Lo que hace
que el pago sea más difícil. Si hay algo que debo agradecerle
a Potter es que no hizo que mi deuda con James fuera aún más
difícil. Todo lo que tenía que hacer era entrar en una
habitación y aparecerse detrás de él.
Draco bufó.
-¿Y
crees que aún así es inocente?
-Creo que
la curiosidad ha matado a más gatos de lo que nadie sabe y, obviamente,
a más humanos imbéciles.
-Me lo tomo
como que insistes en que le mande una carta.
-Te ha escrito
para saber cómo estoy, Draco. No ha sido nada indiscreto, la
única persona a la que le ha contado algo ha sido a Granger,
quien nunca repitió una palabra de las que Potter le murmurara
jamás. El único motivo por el que pregunta es que de verdad
quiere saberlo. Si fueran Daphne o Minerva, ¿les negarías
una respuesta?
-Ellas se
preocupan por ti -dijo Draco fríamente.
-El miedo
es una emoción nada atractiva en ti, Draco. Es una de las pocas
cosas que nunca has sabido sobrellevar.
-Tus críticas
se suavizan por el miedo a perderme incluso cuando tengo un pánico
ciego.
-El amor
es un pánico ciego, como ya sabes. Lo que quiere decir que tu
miedo a Potter, venga de donde venga, es menos halagador que él.
-Yo no temo
a Potter.
-Claro que
si, o no estarías tratando de evitarle todo lo posible.
-No le gusto,
Severus.
-No, no le
gustabas de pequeño. Lo que te hizo tratar de odiarle.
-He crecido.
-No tanto.
Draco le
lanzó una mirada ceñuda.
-Le escribiré
y así discutiremos ese punto, ¿vale?
Severus hizo
un pequeño sonido con su garganta. Draco se desesperó.
Severus siempre le miraba cuando estaba desesperado más intensamente
que nunca. A Draco le gustaba que le mirase más en esos momentos.
Harry leyó
la carta tres veces, buscando algo que no estuviese allí antes.
“Potter,
tu preocupación es apreciada”. Harry había bufado
ante esto. Después de esperar dos días y medio lo dudaba.
“El primer paso de la cura está haciendo efecto y Severus
se encuentra mejor. Draco Malfoy”
En los nueve
días desde que Harry se había ido de la casa Malfoy-Snape,
había cenado con Hermione y Neville dos veces y rechazado otras
muchas invitaciones. Había jugado un partido rápido con
Ron y Violeta, había escrito una carta bastante larga a Ginny
para dejar ya la ausencia de comunicación, y había dormido
bastante. Aun así, habían sido nueve días.
Harry se
había sentido miserable al tardar siete días en escribir
una carta, mucho más miserable al percatarse de que ni Snape
ni Malfoy habían intentado contactar con él y muchísimo
más miserable al tener que esperar dos días y medio para
responder a una carta que acababa de entrar por su ventana.
Al final
hizo lo que siempre hacía cuando su percepción del mundo
tal y como lo conocía se rompía y sus otras opciones se
acababan. Fue con polvos flu a ver a Remus.
-¿Vamos
a tomar algo?
Sus tardes
juntos nunca terminaban solo con una copa. Por una parte, la clase de
conversaciones que hacía que Harry llamase a Remus eran de la
clase que necesitaban más de una copa para atender. Por otra
parte, Remus pensaba que su posición como casi-padrino de Harry
requería que aconsejara bien a Harry en cada ocasión.
Siempre escogían
bares muggles para estas ocasiones. A Remus no le gustaban las miradas
de los magos y brujas en los pubs mágicos ni a Harry las adulaciones.
Esa noche
Harry llegó primero. Remus sólo unos minutos después.
Harry ya había pedido un escocés para cada uno.
-La primera
corre de mi parte.
-Vale, pero
las demás son mías –Remus sabía que Harry
había usado sus fondos para restaurar Grimmauld Place como regalo
de bodas a Tonks y él. Se lo había dicho una noche de
copas como ésa.
“Sé
que es horrible y que lo odiaba, pero era suyo y no quiero tener nada
que fuera suyo. Tú te harás cargo. Porque era suyo.”
A Tonks le
había sorprendido gratamente, particularmente después
de ver algunas de las innovaciones que Harry había incluido para
ella. Y que por fin había conseguido erradicar el retrato de
la señora Black.
Tonks era
la que les pagaba a los dos, así que en realidad era su dinero
el que Harry se gastaba en bebidas, pero Remus se quedaba en casa con
los niños. Ya que todos ellos eran producto de un ex- merodeador
y, bueno, según Harry, a Tonks le había tocado la parte
fácil de cazar a los magos tenebrosos todo el día.
Después
de haber comido y con un gran metabolismo, Harry ya llevaba cuatro bebidas
fuertes y dos cervezas cuando consiguió hablar.
-Creo que
estoy pillado.
-¿Chico
o chica? -Remus estaba aún con su segunda bebida. Harry le miraba.
Remus tomó un trago y Harry notó que estaba casi calmado.
-Chico.
-No sueles
ser tímido con ellos.
Ni siquiera
con las chicas, la verdad. No cuando Ginny le había enseñado
que todo el mundo se convertía en un gilipollas cuando empezaba
a gustarle alguien. Debería escribirle de nuevo y darle las gracias
por eso. Le debía respuestas y no le gustaría hacer enfadar
a una rompedora de maldiciones.
-Totalmente
inalcanzable.
Remus se
paró.
-¿Está
solo?
Harry sacudió
la cabeza lentamente.
-¿Con
alguien?
-Prácticamente
casado. Si los magos tuvieran una institución chico-chico, ellos
probablemente… no lo sé, cincuenta velitas en su tarta
de aniversario, ¿sabes? Algo así.
-Oh. Harry.
Harry dio
un sorbo.
-La verdad
es que ese no es realmente el problema –admitió.
-¿Hay
un problema más grave? –Remus parecía no querer
saberlo.
-Él
es mi –Harry se quedó en blanco por un momento-…
eso, eso que eres cuando no te gusta alguien.
-Eh…
-Como Voldemort.
-¿Enemigo?-
intentó Remus.
-¡Sí!-
Harry dio una palmada-. Es mi enemigo.
-Casi todos
tus enemigos están muertos, Harry.
-Malfoy no
-le dijo Harry-. Ni Snape, aunque está bastante cerca.
-¿Severus
casi muere?
Harry asintió
solemnemente.
-El Legado
Oscuro -sus ojos se abrieron-, es una… es esa cosa que no puedes
decirle a nadie.
-¿Secreto?
-Remus sonrió.
-Eso -el
vocabulario de Harry siempre se volvía una basura cuando estaba
borracho. Eso y su habilidad de dejar de hablar. Por eso nunca se emborrachaba
en los días que sabía información que podía
matar a alguien.
-No he conocido
a ninguna persona que haya sobrevivido al Legado Oscuro.
-Hay una
cura –Harry miró a Remus con sospecha-. Se supone que eres
profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.
-Los estudiantes
han sobrepasado al profesor, Harry. ¿Hay una cura?
-Necesita
muchas, eh, cosas.
-¿Ingredientes?
-Sí.
Y Malfoy dijo que se lo debía.
-¿La
Deuda de Vida?
-Mh -Harry
miró a la mesa-. Yo no quería. Le dije que tendría
que supervisarlo. Y entonces Draco me hizo cenas. Digo, Malfoy.
-Cenas –dijo
Remus, claramente habiendo perdido el hilo de los pensamientos de Harry
y totalmente seguro de no querer tomarse las cosas de otra manera.
Y aunque
Harry no solía ser un bebedor consumado, cuando levantó
la cabeza, sus ojos estaban húmedos.
-Yo sólo…
eso que estás cuando no tienes a nadie.
-¿Solo?
-Muy solo
–dijo con énfasis el moreno.
-¿Eso
es todo?
Hubo un largo
silencio.
-No –dijo
al final Harry.
-Oh, Harry-
repitió Remus.
Harry se
despertó ante unos ojos rosas y unos rizos azules.
-Hola, Sirina.
La niña
de seis años que estaba encima de Harry, sonrió. Había
perdido dos dientes arriba y uno abajo.
-Buenos días,
tito Harry.
Harry tanteó
con la mano donde sabía que estaba el reloj. Las 11:47. Estaba
en su habitación del número 12 de Grimmauld Place, pero
no sabía cómo había llegado allí. Enfocando
su vista, levantó la mano que tenía libre de la niña
y le revolvió el pelo.
-Azul, ¿eh?
-¿Te
gustan mis ojos?
-Muy rosas.
-Me gusta
el rosa.
-A mi también
-dijo él-. ¿Y tus hermanos?
-Jamie y
Brian están haciendo la comida. Cedricse ha escondido.
Harry trató
de no mostrar su horror ante la idea de los gemelos de nueve años
haciendo la comida.
-¿Por
qué se ha escondido Cedric?
-Porque le
he dicho que estábamos jugando al escondite.
Harry suspiró
y rodó sobre sí mismo, cuidando que Sirina se hubiese
bajado de él.
-Entonces
vamos a buscarle, ¿vale?
-Vale -dijo
sonando como sin entusiasmo.
Harry se
preguntó dónde se escondería un niño de
cuatro años en un lugar así. Trazó un hechizo localizador
silencioso que le llevó al dormitorio de Tonks y Lupin. Se puso
de cuclillas enfrente de la cama.
-Hola, Cedric.
-Ssh. Rina
me va a encontrar.
-Está
conmigo. Te hemos buscado para que puedas comer con nosotros.
A Cedric
le costó un segundo considerar esto.
-Oh –dijo
por debajo de la cama.
-La próxima
vez te toca a ti -dijo Sirina.
-No es verdad.
Cedric hizo
una mueca.
Harry se
puso a cada uno en una cadera. Sirina era dos años mayor que
Cedric, pero pequeña para su edad y casi del mismo tamaño.
-La próxima
vez me toca a mí, pero antes vamos a comer.
Para alivio
de Harry, Tonks estaba en la cocina con los gemelos. Eran idénticos
y se parecían asombrosamente a Remus, excepto por los profundos
ojos azules, en vez de los dorados, de hombre lobo. Y sin cicatrices.
Tonks parecía bastante calmada esa mañana, con el pelo
rojo fuego como única metamorfosis en su cuerpo. Evidentemente,
Sirina ya se encargaba de todo ese cupo de metamorfosis. Tonks le sonrió.
-Es tarde,
Harry.
Harry dejó
a los niños en el suelo.
-Es sábado,
¿verdad?
-Hermione
ha venido por la chimenea para ver si estabas bien y tras confirmarlo,
Ron también ha venido para recordarte el partido de esta tarde.
-Partido
en el campo a las tres –dijo Harry. Al parecer no había
bebido tanto.
-¿Podemos
ir, tío Harry? –preguntó Brian.
-Por favor,
por favor, por favor -agregó Jamie. Harry sabía que estaba
colado por Violeta.
-Preguntad
a vuestros padres.
-¿Estás
seguro? -dijo Tonks-. Son unos trastos.
-Sí,
estarán bien.
-Entonces
vale.
Los gemelos
se escaparon a por sus cosas. Harry les chilló.
-¡Que
sólo es medio día!
Remus puso
los ojos en blanco.
-Como si
eso importara.
-¿Qué
decís vosotros, chicos? -preguntó Harry a Sirina y Cedric.
-Hace frío
fuera -dijo él frunciendo la nariz.
-¿El
tío Ron irá? -dijo ella.
-Sí,
y sé que te echa de menos. Me lo dijo la semana pasada -en realidad
no, pero Harry era un buen confidente.
Sirina sonrió.
-Le gustarán
mis ojos.
Harry pensó
que a la que más le gustarían sería a Ginny, pero
ella estaba en Tailandia y a Ron también le iban a gustar.
-Entonces,
¿vienes?
Sirina asintió
y corrió tras sus hermanos. Cedric se tiró en brazos de
Remus y apoyó la cabeza contra la barbilla de su padre. Harry
vio cómo los ojos de Remus se volvían oro puro por un
segundo. Nueve años con los niños y Remus aún no
se había acostumbrado a las pequeñas cosas.
-Gracias
-dijo Harry.
Remus le
miró.
-Bueno, era
eso o dejarte allí. De verdad, Harry…
-Sabes dónde
vivo.
-Y como resultado,
he visto tu piso.
Harry se
congeló. Tonks se rió.
-No tiene
derecho, Harry. Yo he visto algunos sitios en los que él ha vivido.
-Circunstancias
extenuantes -dijo Remus.
Harry se
encogió de hombros.
-Trabajo
todo el día, eso es extenuante.
-Sí
–dijeron Tonks y Remus al unísono.
-¿Qué
hay de comer? -dijo Harry, que quería tener un buen día.
Cuando las
alarmas le dijeron a Draco que Remus Lupin estaba esperando que se le
admitiera el paso, se volvió hacia Severus.
-¿Esperas
compañía?
Severus lanzó
a Draco su mejor mirada de “¿Eres retrasado mental?”.
Draco se sintió un poco retrasado mental.
-Er…
¿crees que debería dejarle pasar?
-Es eso o
sufrir los repetitivos intentos que hará por contactar con nosotros
hasta que nos rindamos fruto del puro deseo de deshacernos de él.
Créeme cuando te digo que nunca se cansará.
Draco se
levantó ante el tono resignado de Severus, uno que normalmente
reservaba para referirse a sus fallidos esfuerzos por ganar una Orden
de Merlín y otras decepciones irreversibles.
-Ahora vuelvo.
-¿Asustado
por abrir tú solo al hombre lobo? -le llegó la voz de
Severus, pero Draco sabía reconocer cuándo le estaban
tomando el pelo.
Draco abrió
la puerta sin dar un paso atrás.
-Hola, señor
Malfoy. ¿Podría entrar? -dijo Lupin.
-Depende
de a qué haya venido, señor Lupin –Draco puso énfasis
en el título, añadiendo a la oración más
petulancia de la normal.
-Me gustaría
hablar con usted y Severus acerca de Harry.
-No le hemos
hecho nada a su pequeño héroe, y teniendo en cuenta que
he cesado cualquier clase de comunicación con él, tampoco
vamos a hacerle nada ya.
-¿Acaso
algo en mi voz sugería tal cosa?
Draco entrecerró
los ojos. Lupin suspiró.
-Hay sólo
un par de cosas… De verdad es muy importante que Severus esté
presente en ésta conversación.
Draco aún
no estaba muy convencido de dejar entrar a Lupin en su territorio (la
pérdida de control que sugería se le hacía nauseabundamente
familiar), pero Lupin tenía razón al menos en eso. Si
había algo que atañera a Severus, él debería
saberlo. Draco se apartó de la puerta.
-No le pienso
ofrecer té -le dijo a Lupin mientras traspasaba el marco de la
puerta.
-¿Y
por qué iba yo a venir a horas intempestivas si estuviera abierto
a tal oferta? -Lupin le adelantó-. ¿Por aquí?
Draco se
rindió y le condujo por los corredores hasta el salón
donde él y Severus habían estado relajándose. Habían
empezado la segunda parte de la cura, y cuando no estaban en el laboratorio
solían sentarse por ahí, permitiendo descansar a sus cuerpos
y sus mentes. Draco se sentó sin ofrecerle un sitio a Remus.
Lupin se quedó de pie, inclinando ligeramente la cabeza a Severus.
-Severus.
-Lupin.
-Dijo que
esto era acerca de Potter -Draco no estaba por la labor de permitir
que la intrusión durara más de lo absolutamente necesario.
Algo que
no era del todo una sonrisa apareció en los ojos de Remus. Fijó
su mirada en Severus.
-¿Tú
sabías lo de Sirius? ¿Con James y Lily?
-¿Qué
suplicó favores sexuales como un perro por las sobras de la mesa?
-dijo Severus con un tono casual que pretendía herir. Draco siempre
intentaba imitar esa dejadez, pero nunca había sido capaz de
conseguirlo.
Lupin parecía
disgustado.
-Ellos lo
amaban. Simplemente no existía ninguna manera legal, o en cualquier
caso establecida, de… James era muy tradicional en algunas cosas.
Draco sintió
cómo los ojos de Severus iban hacia él. Se preguntaba
de qué iba el asunto, pero no preguntó, demasiado ocupado
tratando de digerir la considerable cantidad de material de chantaje
emocional que acababa de caer entre sus manos en cuestión de
segundos. Severus levantó una mano.
-No has venido
a hablar de viejos tiempos, ni de la insensatez del mundo mágico
como algo dependiente de la tradición, ¿verdad?
-No.
Todo se colocó
en su lugar con un “click” dentro de la cabeza de Malfoy
un segundo antes de que Severus hablase.
-Has venido
por Potter. Vaya, vaya. Cómo se repite la historia. ¿Es
esto un chantaje, Lupin?
Draco se
preguntó qué quería Lupin exactamente de Severus.
No preguntó. Lupin podía probablemente inventarse algo,
y dado el modo en que los rumores eran infinitamente más importantes
que los hechos, la amenaza sería igual de plausible. Lupin negó
con la cabeza.
-No, es una
petición. Tan simple como eso. Si no estáis dispuestos
a darle una oportunidad a Harry, entonces no pienso forzar su entrada
en esta casa. Merece algo mejor que eso.
-Supongo
que piensas que merece algo mejor que nosotros, de cualquier manera
-dijo Draco.
Lupin se
encogió de hombros.
-Harry es
adulto, y uno con bastante sentido común. Imagino que existen
cosas entre vosotros de las que no tengo conocimiento.
-¿Los
dos, Lupin? -preguntó Severus.
La duda de
Lupin fue minúscula, pero notable.
-Harry se
iría antes siquiera de probarlo.
-Es poco
probable que se dé cuenta de que hay otras opciones -dijo Severus
fríamente. Draco pensó que estaba lanzando arpones mentales-.
¿Es a Draco a quien quiere, entonces?
Lupin no
dijo nada, pero eso bastó. Draco se rió.
-Como si
pudiera tener algo medianamente parecido a lo que tengo contigo.
Los ojos
de Lupin se oscurecieron.
-Una oportunidad,
señor Malfoy, es todo lo que pido. Si usted tiene un poco de…
Severus cortó
lo que fuera que Lupin iba a nombrar como una carencia de Draco.
-Se lo debemos,
Draco.
-Como aquí
el señor Lupin ha mencionado tan elocuentemente, una relación
forzada es peor que ninguna en absoluto.
-No forzada,
Draco. Simplemente un intento. Si la cosa va mal, bueno –Severus
sonrió agriamente-. Mi deuda estará saldada, en todo caso.
Draco miró
a Severus a los ojos y consideró las palabras por unos momentos.
-Muy bien.
La exhalación
de alivio de Lupin sonó fuerte en el silencio que siguió
a las palabras de Draco. El rubio pensó si eso era a lo que se
referían los muggles cuando hablaban de “vientos de cambio”.
Después
de que el hombre lobo se fuera, Severus le miró.
-Tendrás
que ser tú quien le mande la lechuza a Potter.
-Es tu trato
–dijo Draco, con algo de resentimiento.
-Yo no soy
más que una complicación conveniente en todo esto. Conveniente
porque se lo debo, complicada porque me interpongo en el camino. Es
a ti a quien quiere.
-Si tanto
me quiere, supongo que vendrá cuando se lo pidas, ¿no?
-añadió Draco con petulancia-. Acudí a él
con una deuda de vida que tenía cerca de una década, en
situación de extrema necesidad, y rogué por tu vida. Se
lo supliqué casi de rodillas. Y para cumplir con tu propia deuda,
me das la espalda y me mandas de recadero. Tú escribirás
la carta.
Severus entrecerró
los ojos.
-¿Me
estás diciendo que el concepto no te atrae lo más mínimo?
¿La idea de Potter de rodillas delante de ti, a cuatro patas
tal vez, no logra emocionarte?
Draco tragó
saliva.
-No te atrevas
a acusarme de explotarte sexualmente por mi propio interés. Sabes
que no te conviene.
Draco también
lo sabía. Había cosas de las que los dos no hablaban nunca.
Cosas como aquellas veces en que Severus volvía de encuentros
con el padre de Draco, o McNair o Lestrange. Cómo volvía
con heridas y moratones que Draco habría podido curar con un
simple movimiento. En lugar de aceptar ayuda, Severus decía “déjalos”.
Cuando el
Legado Oscuro había comenzado a extenderse por el cuerpo de Severus,
dejando moratones en su piel, Draco había pensado que estaba
ocurriendo de nuevo. Se sintió devastado cuando comprendió
que había subestimado la situación.
-Yo…
escribiré la carta -dijo el rubio a modo de disculpa. No esperaba
obtener dignidad de ello. Severus tampoco lo esperaba.
-Draco -y
esta vez Severus sonaba arrepentido-. Si…
-Siempre
haces lo mismo -dijo Draco disgustado-. Actúas siempre como si
fuera otro el que yo quiero. No soy de los que sufren en silencio y
lo sabes. Si hubiese querido irme antes…
-¿A
dónde habrías ido?
-A alguna
parte. Me has enseñado la mayoría de lo que sabes. No
soy tan incompetente como para no saber cuidar de mí mismo.
-Sí,
pero nunca se te ha dado bien estar solo.
Draco no
negó eso.
-Es más
que eso –dijo. Se preguntó cómo Severus seguía
sin entender que era más que eso.
-Ven aquí
-dijo Severus.
Draco se
acercó a Severus a regañadientes. Severus se incorporó,
con las arrugas de los ojos estrechándose ante el movimiento.
Ello no le impidió pasar un mechón de pelo detrás
de la oreja de Draco.
-También
para mí –dijo.
Draco asintió.
-No tienes
que hacer las cosas más difíciles de lo que son. Ya no.
Lo hacen ellas solas.
-Yo escribiré
la carta. Si lo prefieres.
-No. Sólo…
no desaparezcas cuando él venga.
-No te abandonaré.
Draco se
tragó el lastimero “¿lo prometes?” que pugnaba
por salir de su boca.
Harry no
dependía exactamente de su intelecto para moverse por la vida,
pero tampoco era estúpido. Cuando le llegó la carta de
Malfoy: “¿Té? ¿Y quizá esas tartas
de ciruela que te gustan?” escrito con una caligrafía burda
que denotaba una hostilidad algo menos que sutil, supo inmediatamente
que alguien había dicho algo. Y que ese algo
probablemente incluía chantaje a Snape o Malfoy. La idea hizo
que su estómago diera un brinco.
Aceptó
la oferta. No le gustaba la caridad, siempre había detestado
esa clase de cosas. Era sólo que, cada vez que intentaba escribir
una réplica, no llegaba a poder decir que no. Pensó que
la mejor respuesta sería algo del tipo “Bueno, es una oferta
muy amable, pero tengo mejores cosas que hacer que sentarme y ser insultado”.
Lo que la tinta mostraba era: “¿Las de ciruela? ¿De
verdad?”. La magia a veces era como un grano en el culo.
Se fue a
buscar a Hermione en su despacho después del colegio y le puso
la carta encima del escritorio..
-¿Esto
es cosa tuya?
Hermione
lo leyó rápido y le miró perpleja.
-Harry, ni
siquiera estoy del todo segura de qué quieres decir.
Hermione
nunca había mentido a Harry y éste no pensó que
ése fuera a ser el momento en que empezara. Había habido
muchas oportunidades mejores en su pasado.
-¿Quieres
decirme por qué crees que alguien ha forzado esta reunión?
-¿Aparte
del… encanto Malfoy aparente de la carta?
-Es Malfoy.
-Tardaría
demasiado en explicártelo. En pocas palabras, no me quiere cerca.
Ha dejado eso increíblemente claro a lo largo de estas pocas
semanas, tanto en persona como por escrito. Malfoy no es del tipo que
cambia de opinión porque se levante con un pie distinto por la
mañana.
-Pues siempre
me pareció que su decisión de pasarse a nuestro lado fue
así.
-No. Creo…
-Harry trató de conectar todas los hechos dispersos que había
estado barajando acerca de ello cuando su nueva relación con
el hombre había vuelto a comenzar-. Creo que él sabía
que le acogeríamos, a pesar de su pasado. Había unas cuantas
buenas obras, claro, y además estaba en la lista de Voldemort.
En realidad es un tío muy listo. Nunca se lo diré a la
cara, pero coge las cosas al vuelo. Creo que se dio cuenta de que cuando
él y Snape fueran redimidos y viéramos de que estaban
enamorados, les dejaríamos en paz. Que es exactamente lo que
hicimos.
-Entonces,
¿piensas que alguien les está chantajeando para verte?
-Algún
tipo de coacción.
-¿Quién
más sabe que querías contactar con él? A mí
no me lo has dicho claramente hasta ahora, y he tenido que interrogarte.
No es que no me lo preguntara, pero aun así. Y eso que trabajo
contigo y hemos sido amigos desde hace décadas.
-Remus, um,
me invitó a unas copas.
-Ah –Hermione
conocía el ritual-. ¿Cómo está Cedric? -los
gemelos y Sirina iban a la escuela, pero Cedric aún era demasiado
pequeño.
-Está
bien, deberías visitarlo.
-¿De
verdad crees que Remus iría a la guarida del dragón? Sin
intención de hacer chistes malos.
-Es posible.
Puede que lo haya preocupado.
-¿Vas
a preguntárselo?
-No sé.
Tal vez después de… –Harry parecía avergonzado-.
Soy como un perro que suplica por las sobras.
-No sé
yo si…
-Yo tampoco
-admitió Harry-. Pero es como si no pudiera detenerme a mí
mismo.
-Supongo
que será sólo el té –dijo ella, con tono
algo dudoso.
-Hm -Harry
intentó no analizar la leve sensación de decepción
que corrió por sus venas ante las palabras de Hermione.
A Harry no
le gustaba particularmente el té de limón, pero no iba
a decirle eso a Malfoy. Sospechaba que él lo sabía, de
todas formas. Malfoy le seguía llenando la taza y Harry simplemente
bebía.
-¿La
segunda parte de la cura? -preguntó a Snape.
-Va bien.
Te mandé una lista de ingredientes.
-Lo sé.
Algunos de ellos me están resultando algo difíciles de
encontrar.
-¿Sangre
de quimera?
-Es uno de
ellos. Remus tiene contactos entre las criaturas mágicas, así
que le pedí el favor.
El pequeño
temblor en la sujeción de la taza de Malfoy, le confirmó
que sus sospechas eran correctas. Suspiró.
-Escuchad,
siento haberos… incomodado.
Se levantó
y fue hacia la puerta cuando Malfoy habló.
-Lo del té
de limón ha sido poco elegante por mi parte.
Harry dejó
de andar.
-Por lo menos
no mentiste acerca de las tartas de ciruela.
-También
son mis favoritas –Draco tuvo la elegancia de parecer un poco
avergonzado de sí mismo.
-No sé
lo que Remus… ¿ha sido Remus? –continuó Harry
mientras las dos cabezas se inclinaban a la vez- ha dicho o hecho pero,
eh, hablaré con él.
-Él
no nos ha hecho hacer nada –dijo Snape. Harry sabía que
se estaba perdiendo algo, sólo que no sabía dónde
tenía que leer entre líneas.
-Siéntate,
Potter –dijo Malfoy con inesperada gentileza-. Tengo unas hierbas
esperando ser probadas, si me das un momento -abandonó la habitación
dejando a Harry y Snape juntos y sin mediación.
-¿Siempre
eres tan cuidadoso con tus secretos más embarazosos?
-Había
grandes cantidades de alcohol de por medio –Harry estaba dispuesto
a concederle ese punto a Snape, pero no sin un mínimo de autodefensa.
-A lo mejor
deberías hacerte abstemio.
-Lo soy,
la mayor parte del tiempo –le miró a los ojos-. Sólo
que confío en Remus para hacer lo que es mejor para mí.
Normalmente. Tiene buenas intenciones, de cualquier manera.
-No lo dudo
–bufó Snape.
-¿Por
qué no os negasteis y punto?
-Tal vez
fue la idea de reírnos del gran Harry Potter lo que nos atrajo.
Harry trató
de no mostrar ningún gesto ante la cara de hostilidad de Snape.
Aunque había aprendido a estar impasible frente a tropas de mortífagos
y padres furiosos de niños, Snape le había conocido cuando
era todo emociones. Era difícil esconderse de él. Supo
que había fallado cuando el hombre puso los ojos en blanco.
-Tenía
mis razones –dijo.
Avergonzarse
era una mala idea en Snape, quien odiaba esa clase de cosas.
-Me habéis
usado como moneda de cambio.
-Algo menos
que eso.
Harry se
encogió de hombros.
-Ya.
-Señor
Potter…
-Al menos
cuando usted me toque, sabrá que está tocando algo que
personalmente ha creado en su cabeza. Mejor que el Profeta o el Quisquilloso
o el último rumor del Ministerio. Vosotros me conocéis
de casi toda mi vida.
-Y ninguno
de sus compañeros…
-Todo el
mundo quiere algo que esté intacto después de la guerra.
Un nuevo comienzo. ¿No se ha dado cuenta?
-Yo tenía
a Draco.
Harry cerró
los ojos.
-Aún
es así.
-¿Aún
es qué? -dijo el objeto de la conversación entrando en
la habitación con una bandeja. Harry abrió los ojos, centrándolos
en el rubio.
-Aún
gana. Todo el tiempo.
Harry dejó
la casa con la resolución de no volver nunca. Si había
aprendido algo con los Dursley y Voldemort, era a no pelear nunca en
el campo del enemigo. Era la manera más segura de perder. Como
no se ofrecían otros términos, y a Harry no le gustaba
pensar en sí mismo como un destroza hogares, decidió olvidarlo.
Había muchas personas buenas en el mundo, y él ciertamente
había estado mirando en los sitios equivocados.
Sí,
eso era.
Pensó
en pedir consejo a sus amigos. Pero Hermione y Neville se habían
conocido en la escuela, Remus y Tonks en la Orden, y Ron y Violeta en
el trabajo. Ninguna de esas opciones le daba ideas productivas. Los
padres de algunos de los niños parecían bastante problemáticos
y la escena del bar le había hecho sentirse mareado antes de
tomar siquiera la primera bebida.
Los servicios
de citas eran una mala idea por razones obvias. A menos que probase
el método muggle… Harry guardó la idea para considerarla
más tarde.
Se preguntó
si a lo mejor sus prioridades estaban completamente equivocadas. Después
de todo, nadie necesitaba realmente una pareja. Harry estaba seguro
de que Hermione lo había mencionado una o dos veces después
de romper con Ron.
-Creo que
necesito un hobby -le dijo a Hermione.
-El padre
de Michaela Braden lleva media vida detrás de ti para ficharte
en su comunidad de quidditch.
Harry pensó
que el hobby iba a tener que absorberle más de una noche a la
semana y más de un domingo entero al mes. Aún así
era muy dulce que Hermione sugiriese algo que le gustaba.
Mandó
una lechuza a Colin Braden. Como era de esperar, dado el tiempo que
llevaba Colin tratando de convencerle, tuvo un puesto de buscador en
unos días.
Harry de
verdad esperaba que no hubiese echado a nadie por él.
Y que hubiera
gente guapa de su edad jugando en los equipos.
Como salieron
las cosas, se le concedieron ambos deseos. La antigua buscadora no se
tomó muy mal lo de ceder su puesto a Harry, a quien había
visto jugar un par de veces en su primer año en Hogwarts, el
sexto de él. Era guapa y simpática, casada con dos niños.
Esto parecía
una moda. Harry se acercó a Hermione
-¿Cuándo
se asentó toda la gente de nuestra edad?
-Hace unos
siete años.
-Más
o menos la época en que dejaste a Ron.
-No iba a
llevarnos ahí. Nunca…
-¿Tú
y Neville…?
-No lo sé
-dijo ella ruda-. No me preocupa.
Harry entendió.
-¿Crees
que si pagara a alguien para que se acostara conmigo solucionaría
el problema?
-No creo.
Si lo haces, por tu propio bien, búscate a un muggle a varias
miles de millas de aquí y usaría hechizos protectores
hasta más allá de donde te alcance la vista.
Eso se llevó
el poco romanticismo que había en la idea de la mente de Harry.
-Vale –dijo
suavemente.
Entonces
Hermione le miró con dulzura, tanta que Harry pensó que
la chica iba a derrumbarse un poco. No lo hizo. Él sabía
que lo hacía por él, pero no podía darle las gracias
de ninguna forma que no rompiese la barrera entre ella y sus lágrimas.
-Harry. Tal
vez… ¿has preguntado por ahí? Quiero decir, puede
que Neville sepa encontrarte…
-Nadie conoce
a nadie que esté soltero y sea adecuado. Si están solos
es, um, por alguna razón.
-Eso no va
por ti, Harry –dijo Hermione severamente.
-Bueno, hoy
he intentado ligarme a una petarda casada, eso tal vez quiera decir
algo acerca de mis gustos.
-Ginny, Gabrielle,
Andre, Uta y Matt son bastante simpáticos todos.
-¿Crees
que debería haberme casado con Ginny?
-No he dicho
eso.
-No, estaba
preguntando.
Hermione
sacudió la cabeza.
-No estabais
preparados, ella era todo lo que conocías y aunque eso no es
malo, tampoco creo que sea muy bueno.
-¿Estás
feliz de que Ron no sea lo único que conociste?
-Estoy bastante
segura de que estoy enamorada de Neville, y ahí queda eso
Harry hundió
cara en sus manos. Hermione se acercó y le alborotó el
pelo.
-Tal vez
deberías cogerte unas vacaciones. Vete a hacer turismo o algo.
Aléjate de todo esto.
Harry alzó
la vista.
-Lo aprecio,
de verdad, pero en estos momentos no me apetece ir a ninguna parte solo.
-Podías
ver si Ron está dispuesto a alguna salida de tíos.
-La temporada
está en su apogeo y no tiene tanto tiempo libre, y sé
que lo haría si se lo pidiese.
-¿Entonces?
-Él
y Vi han estado buscando algo de tiempo libre para ellos dos desde hace
casi un año. Incluso antes de estar juntos. Me sentiría
como un amigo horrible. Sería un amigo horrible.
-Yo te ofrecería
mis servicios, pero pienso que al menos uno de nosotros debería
estar aquí por si hay asuntos que atender.
-Gracias
por la intención
-Mh, a lo
mejor Remus y Tonks te dejan apuntarte a su escapada familiar -Hermione
hizo una pausa-. Eso sería aún peor que quedarte solo,
¿no?
-Supongo
que Malfoy y Snape podían invitarme a su casa y decidir de repente
que les va eso de las demostraciones públicas de afecto.
-Tal vez
nada de vacaciones.
-Tal vez
no.
Se sentaron
en silencio un tiempo antes de que Hermione hablase.
-Se que no
es lo mismo, pero yo te quiero, Harry. Haría cualquier cosa por
cambiar…
Harry le
cerró los labios con un dedo.
-Yo también
te quiero.
Después de que Potter rechazara amablemente tres invitaciones
a tomar el té (la última ofreciéndole incluso el
té rojo que Draco rehusaba compartir con Severus, por no mencionar
a cualquier otro) Draco cambió de táctica. Lupin difícilmente
podría insistir en que forzara la situación. Esto le dejaba
entre el sentimiento de que estaba libre de cualquier obligación
y la inconfortable familiaridad de la derrota en los ojos de Potter
en su último encuentro. Lo último terminó demostrándose
más poderoso que lo primero. Así que Draco tomó
medidas drásticas y escribió a Granger.
Profesora
Granger:
Esperaba
que tal vez usted pudiese ofrecer algún consejo sobre cómo
reunirme con el Profesor Potter en terreno neutral.
Aprecio
su tiempo, Draco Malfoy
La respuesta
de Granger fue, sin sorpresa, un poco tensa.
Señor
Malfoy:
Déjelo
en paz.
Profesora
Hermione Granger.
Aún
así, Draco había superado obstáculos peores que
una sangresucia fanáticamente leal. Le escribió de nuevo.
“Sinceramente,
Granger, debes saber que si no me ayudas, iré a esa pequeña
escuela suya y montaré una escenita impresionante. Es lo que
cualquier Slytherin respetable haría.”
La respuesta
no fue exactamente lo que esperaba.
“Juega
al quidditch dentro de dos domingos, a las 4 de la tarde, en el tercer
campo de los Terrenos de Juego de Gaelyn. Ven a animarle.”
Aun así,
supongo que sería suficiente.
Draco invitó
a Severus sabiendo que, aunque se sintiera lo suficientemente sano como
para sentarse en los duros bancos durante las horas que durase el partido,
habría rehusado. Severus le replicó con dignidad.
-¿Crees
que no tuve que atender a suficientes de ésos cuando trabajaba
en tu antigua institución educativa?
Draco sonrió
maléficamente.
-Te gusta
verme con una escoba entre las piernas.
-Cuando la
escoba no es metafórica, ciertamente –dijo Severus, y volvió
a sus anotaciones sobre los efectos secundarios de la cura.
Draco se
llevó a Daphne, en parte porque ella necesitaba salir de la escuela
más a menudo de lo que lo hacía, en parte porque la echaba
de menos, y en parte porque no iba a ir solo a un partido de quidditch
donde todos los participantes y el público podrían terminar
perfectamente siendo antiguos Gryffindor. Tenía un poco de
instinto de conservación.
Daphne se
sentó a su lado antes de mirar a derecha e izquierda.
-Parece que
no bromeabas.
Draco siguió
su vista hasta divisar a Ron Weasley, Hermione Granger y Neville Longbottom
en corro. Había otra mujer con ellos. Le sonaba su cara y le
llevó unos segundos recordar que era la cazadora estrella del
equipo de los Wasps. Evidentemente Weasley no se las había apañado
del todo mal después de cortar con Granger.
-¿Por
qué estamos aquí, Draco? -preguntó Daphne.
-Quería
llevarte a un partido de quidditch.
-Hay muchos
en la liga profesional, ¿sabes?. Que no incluyen a tus antiguos
rivales de la infancia.
Draco puso
mala cara.
-Necesito
hablar con Potter.
-¿Sobre?
–Daphne lo dijo como por casualidad, pero se notaba que iba a
ser persistente si se hacía necesario.
-¿De
verdad importa? Te he comprado suficientes pasteles de calabaza como
para aguantar un partido de tres días.
-No me divierte
maldecir a mis amigos en público, pero no me supondría
ningún problema moral, ni nada por el estilo.
-Tenía
que habérselo dicho a Henry –dijo Draco, refiriéndose
al novio de Daphne.
-Probablemente
–contestó ella con una falta total de preocupación-.
¿Ahora te lamentas de no tener más amigos?
Draco casi
le soltó un claro “sí”. Sin embargo, en lo
que concernía al pequeño número de amigos de Draco,
incluso las palabras le asustaban.
-Tú
eres adecuada para el papel.
-Mh –dijo
ella, una pequeña sonrisa insinuándose en sus labios-.
¿Sobre qué, Draco?
-Yo…
yo quería ver si responde a que se le pida una cita en persona
mejor de lo que lo ha hecho vía lechuza.
Daphne pareció
trastornada.
-¡Por
el amor de todo lo mágico! Draco, dime que no me has metido entre
tú y Severus mientras le pones los cuernos.
-¿Qué?
–Draco parpadeó-. No. No. Severus sabe qué estoy
haciendo aquí.
-¿Y
cree que el que le preguntes a Potter si quiere meterse en la cama con
vosotros es un plan perfectamente inteligente?
-No seas
burra, Daphne -Draco tomó aire para dar énfasis-. Es té.
No fornicación.
Daphne le
miró unos instantes. Después volvió la vista hacia
el campo.
-Voy a animar
a Potter.
-Ya hemos
discutido eso. Si.
-Obviamente
necesita a alguien de su lado.
Potter dejó que la snitch se escapara unas cuantas veces a lo
largo del partido, dejando que el otro buscador conservara su orgullo.
Draco le vio hacerlo. Le hizo pensar en pegarle. O posiblemente besarle.
La última era mucho más preocupante de analizar. Draco
nunca había sospechado que le atrajera la dulzura.
Draco y Daphne
tuvieron éxito en su propósito de evitar hablar con el
contingente Gryffindor. Potter lo hizo bastante fácil cuando
se acercó a ellos. Sacudió la cabeza, con el sudor retirándole
esa mata de pelo negro y dejando entrever aún más su cicatriz.
Draco siempre pensaba que estaba perfectamente acostumbrado a todo lo
que concernía a Potter; pero luego algunos impulsos, como el
de despeinarse para tapar la cicatriz, le recordaban que no lo estaba.
-Profesora
Greengrass, Malfoy.
Daphne torció
la boca en una mueca de disconformidad.
-Daphne.
Me haces sentir vieja.
Harry se
sonrojó un poco.
-Daphne.
Draco decidió
hacer algo extremadamente raro, algo en lo que solamente era bueno cuando
sabía lo mucho que había en juego: una ofensiva.
-Buen juego,
Harry.
Había
que reconocer, a favor de Potter, que logró no quedarse boquiabierto.
Probó a pronunciar su nombre, “Draco”, como si fuera
un lenguaje que nunca antes había hablado.
-Ha sido,
eh, muy amable que vinierais a ver el partido.
-Como parece
ser que no te apetece nada tomar el té conmigo, he pensado que
quizá podría invitarte a una cerveza de mantequilla para
celebrar tu victoria -Draco mantuvo su voz casual, al igual que su mirada.
Potter echó
un vistazo en la dirección en que tanto Granger como la cazadora
tenían las manos sobre los brazos de Ron.
-Estoy seguro
de que tú y Daphne…
-Oh, yo ya
me iba –dijo Daphne–. Tengo exámenes que corregir,
estoy segura de que eso es algo con lo que puedes sentirte identificado.
Y si no he terminado para cuando mi pareja venga a recogerme esta noche,
puede que me encuentre soltera de nuevo. No, id vosotros.
Henri trabajaba
como enlace entre el Ministerio y Hogwarts, una posición creada
para evitar fiascos como el de Umbridge. Como resultado, entendía
a la perfección las demandas del trabajo de Daphne; y aunque
no lo hiciera, la adoraba demasiado como para dejarla por un par de
citas perdidas. Había días en que Draco quería
a esa chica más allá de toda razón.
-Oh, um –Potter
parecía tan educadamente infeliz ante las circunstancias que
Draco casi sintió pena por él-. ¿No te está
esperando Snape?
-Le he dicho
que planeaba raptarte un rato después del partido –dijo
Draco suavemente, esperando que Potter entendiera a la perfección
lo que le había dicho. Después añadió con
cierto sarcasmo-. Incluso me ha dado dinero para contribuir a la causa.
Potter apretó
los labios hasta que solo se vio una línea.
-¿Acaso…
quieres que te lo suplique? ¿Eso conseguiría que estuviésemos
en paz? Solo estábamos tú y yo en esa oficina y aquí
hay bastante más gente, pero si eso es lo que quieres para detener
esto –levantó las manos-, detener este juego tuyo, entonces…
-No –dijo
Daphne con algo frio y desesperado en su voz-. Harry, no. De lo que
sea que vaya esto, y créeme cuando te digo que probablemente
tengo menos información que tú, no es eso.
Draco sabía
que Daphne había rogado ya por demasiadas cosas en su vida, cosas
por las que había tenido que luchar, como para que le gustara
ver a otras personas hacerlo. Aún así, estaba en lo cierto.
La idea , que siempre había imaginado que le encantaría,
le hizo sentir como si hubiera sugerido ser él quien rogara.
O como si estuviera rogando.
-Sólo
quiero invitarte a una copa -dijo cansado.
-Y yo sólo
quiero salir con alguien que pueda tener -replicó Potter, aún
más cansado.
-Dame una
hora -dijo el rubio-. Una hora, y si lo deseas después te puedes
alejar tanto como quieras.
Con una última
y prolongada mirada hacia sus amigos, y un leve gesto de la mano, Potter
habló.
-Tengo una
hora para ti.
-¿Cerveza
de mantequilla? ¿Vino? ¿Algo más fuerte? –Draco
pensó que si elegía lo último la interacción
sería mucho mejor, pero no quería obligarlo. Había
más formas de hacerlo.
-¿Aguamiel?
Draco asintió
y miró al barman, que les echó un vistazo.
-Un aguamiel
y una garnacha -chilló por encima del bar.
-Id a sentaros
-dijo el barman.
Potter guió
el camino, eligiendo una mesa que estaba rodeada de otras dos. Estaba
demasiado estrecho para el gusto de Draco. Sabía que a Potter
tampoco le hacía feliz tener a gente a su alrededor. Pero el
local estaba lleno de gente que venía a pasar la tarde del domingo
en el pub local y no había mucho donde escoger.
Cuando se
sentaron, Draco cogió aire para hablar, sólo para darse
cuenta de que de repente no podía recordar ninguna de las cosas
que quería decirle. Lanzó un hechizo de silencio alrededor,
uno que hizo que Potter sonriera.
-¿Es
tan interesante eso que tienes que decirme?
-No lo creía,
pero contigo las cosas parecen volverse siempre más interesantes
de lo que originalmente son.
Harry asintió
con amargura.
-Cierto.
Y eso ya debería bastarte para no querer estar cerca de mí.
-Eso, y tu
imán para los problemas y el hecho de que nunca te he gustado
y el hecho de que Severus me importa de verdad, y le quiero.
El barman
apareció con las bebidas. Potter dio un largo sorbo.
-Si me has
traído aquí para decirme todas las cosas que no te gustan
de mi, honestamente, Draco…
-Ese es el
problema, ¿verdad? –Draco tomó un sorbo de vino-.
Hay razones, muchas, para que acepte la derrota y te deje marcharte.
Todas ellas son buenas razones, sólidas, inteligentes.
Harry miró
hacia otro lado.
-Y ninguna
de ellas consigue que no me gustes
La cabeza
de Harry se dio la vuelta tan rápido que Draco pensó que
luego le dolería. Draco siguió.
-Si te invitase
ahora a un té…
-Esas razones
seguirían existiendo. Estaría Snape.
-Severus
puede ser sorprendentemente flexible en cuanto a su punto de vista sobre
la tradición, la moralidad, el sexo. Tú –Draco apretó
los labios-… La última es bastante sorprendente.
-Sí
-dijo Potter.
Draco luchó
por explicarlo de una manera que no sonara a locura mental.
-Cuando yo
tenía dieciséis años, Severus hizo a mi madre un
Juramento Inquebrantable para ayudarme de cualquier manera posible.
Era un voto específico que aún no se ha roto. Sólo
que tú no lo sabías.
-¿Y
esta es su forma de ayudarte?
Draco bebió
otro sorbo.
-Creo que
para él es más complicado. No está completamente
seguro -de repente sintió escalofríos-… No es muy
optimista acerca de la eficacia de la cura.
.
-Y yo soy, ¿qué? ¿Su seguro de vida para ti? –a
pesar de las palabras, Potter no sonaba hostil. Draco pensó que
había detectado un toque de celos, aun así, y se preguntó
de quién iban dirigidos.
-Eres algo
que cree que deberíamos intentar. En caso de que funcione –Draco
consideró contarle a Potter lo que les dijo Lupin, que Potter
estaría genéticamente inclinado a pensar en ello como
un ruego, pero Draco sabía que Potter se apegaba a sus recuerdos
infantiles de sus padres. No sabía cómo podría
reaccionar ante la libertad sexual que éstos llevaban.
Después
de una pequeña pausa, Potter habló.
-No estoy
seguro de poder arriesgarme a que no funcione.
Draco se
quedó boquiabierto.
-Eres Harry
Potter.
-Bien, vale,
es genial que uno de nosotros sepa quién soy. ¿Me puedes
explicar el concepto?
-Tu nombre
es prácticamente sinónimo de Vayamos-a-ese-jodido-peligro-al-que-nadie-ha-ido-antes-y-pasemosnolo-por-el-forro.
Siempre lo haces.
-¿Oh?
-El Torneo
de los Tres Magos, el Señor Tenebroso, al menos seis de tus hazañas
como auror, esa estúpida escuela en la que te dejas la piel…la
gente habla del Toque Potter como si hablaran del rey Midas.
-Todo eso
parece apuntar a que mi suerte suele fallar en otros ámbitos,
¿no?- dijo Potter, con aspecto algo mareado ante las revelaciones
de Draco.
Draco nunca
había prestado atención a los rumores y artículos
acerca de la vida amorosa de Potter, pero lo cogió al velo.
-Es que,
¿no puedes imaginarte por un segundo que no seremos como nada
de lo que te haya pasado antes?
Potter miró
a Draco un segundo. Luego se rió, con un sonido suave y genuino
escapando de entre sus labios.
-Directamente,
no puedo ni imaginaros siéndolo.
Draco brindó
por eso.
Malfoy empezó
a mandarle cartas a Harry. Notas, en realidad. Pequeñas notas
en las que le contaba cómo les había ido el día,
que los gemelos le llevaban a querer cometer un homicidio, para preguntar
a Harry cómo estaba y para decirle “Hemos completado el
segundo estado. Deberías pasarte a saludar.”
Harry siguió
su consejo. Llevó vino. Buen vino. O eso es lo que le había
dicho Neville, que entendía de cosas como las uvas. Debía
de ser pasable, porque Malfoy les sirvió un vaso a cada uno sin
decir nada, que era mejor que ninguna clase de respuesta que Harry hubiese
esperado.
Malfoy sirvió
también sándwiches de pollo. Harry comió más
de lo normal porque llevaba desde el café de la mañana
sin tomar nada.
-Tal vez
te gustaría quedarte a cenar –sugirió Snape.
Harry se
puso rojo.
-Estoy ocupado.
-Es esa época
del año -dijo Snape con el aire de alguien que había vivido
con un calendario distinto al del resto del mundo durante demasiado
tiempo.
-Mh -dijo
Harry-. No es sólo eso. Tenemos tres niños squibs en el
último año, un número más alto que nunca.
Dos de ellos muestran señales de problemas familiares desde que
su magia no se desarrolla bien, y el tercero tiene problemas sociales.
Hermione y yo tenemos que hacer actividades con los otros niños
para que lo entiendan y aprendan a tolerar las diferencias.
Malfoy tomó
un sorbo de vino.
-¿Qué
hacéis con los squibs?
-Los tenemos
en el programa hasta que resulta peligroso para ellos, y entonces hablamos
con los padres para buscarles escuelas muggle apropiadas.
-¿Y
crees que los padres los mandan a esas escuelas? -Malfoy parecía
realmente interesado.
-En el pasado
si. Con estos dos que he mencionado…queremos estar seguros de
que los niños van a estar bien. Hermione quiere hacer su propia
versión de los Servicios Sociales.
-¿Servicios
sociales? -Draco frunció el ceño.
-Las autoridades
muggles a veces se llevan a los niños de sus casas cuando no
son tratados apropiadamente -dijo Snape, con algo de amargura escondida
tras la explicación. Harry no lo comprendía del todo,
pero le compadeció de todos modos.
-En algunos
casos, los magos están muy chapados a la antigua -Harry se quitó
una pelusa de la ropa.
-La historia
y la tradición merecen ser preservadas -replicó Malfoy.
Harry casi
podía ver las defensas de Malfoy alzándose.
-No digo
que no. Simplemente creo que la protección de los niños
es más importante que la inviolabilidad de la familia, particularmente
cuando todo el mundo sabe que los niños squibs están en
peligro. De la misma manera que los niños que han sido infectados
por alguna criatura oscura, y ciertos niños que están
en casas de Hogwarts diferentes a las que marcarían los precedentes
genéticos -miró a Malfoy duramente al final.
Malfoy se
limitó a encogerse de hombros.
-La mayoría
de las veces el sistema funciona.
Harry casi
no pudo reprimir un sonido de disgusto. Se levantó.
-Gracias
por los sándwiches. Cenaré en mi casa.
-Potter –dijo
Snape con voz calmada y tan exigente como si Harry aún tuviera
once años-. Siéntate.
-Lo siento,
profesor -Harry se sorprendió a sí mismo ante la manera
de llamarlo, pero no lo lamentó cuando los ojos de Snape se abrieron
ligeramente-, la ausencia de empatía es una de las cosas que
no soporto.
-Draco concentra
su empatía.
-Sigo en
la habitación -puntuó Malfoy. Las puntas de sus orejas
tenían un extraño tono de rosa.
-¿Concentra?
-dijo Harry a Snape.
-Su empatía
por gente que ha perdido a los que amaba es inmensa. Por gente que ha
crecido sin padres. Por gente que está sola. Lo que le pides
es que cree una empatía fuera de su propia experiencia. ¿Crees
que eso es completamente justo?
Harry no
estaba dispuesto a darse por vencido.
-Podría
intentarlo, joder –se volvió hacia Draco-. Podrías
intentarlo.
Malfoy miró
a Harry un instante. Finalmente habló.
-¿Por
qué es un crimen no poder entender por qué a alguien le
gustaría que le arrancasen de su familia? Ni siquiera Severus
quería eso, y su familia era horrible.
-¿Le
daban de comer? -preguntó Harry sin pensar siquiera en la pregunta.
Los ojos
de Malfoy se volvieron de un gris más opaco.
-Por supuesto
que le daban de comer. ¿Qué clase de familia no le da
de comer a su hijo?
Harry se
agarró a sus costados protectoramente.
-La clase
de familia de la que los Servicios Sociales se llevan al niño.
-Pero eso…
-Malfoy se detuvo y empezó de nuevo, hablando muy despacio, como
si reducir la velocidad de las palabras palabras las hiciera más
comprensibles-. Es su hijo.
A pesar de
sí mismo, a Harry le pareció tierno que Malfoy no pudiera
pensar en el tema de ninguna otra forma. Miró a Snape, que casi
estaba sonriendo. Casi.
-Voy a necesitar
diapositivas o ayuda visual –dijo Harry, y cogió otro sándwich.
-Quédate
a cenar –dijo Snape.
Harry asintió;
tenía la boca llena.
Harry empezó
a preparar la poción con ellos de nuevo. No las mismas horas
que antaño, pero solía quedarse la primera hora, tal vez
dos seguidas. Nunca le tocaban a menos que sus manos se chocaran accidentalmente
con las suyas en la búsqueda de un ingrediente, un frasco. Harry
aceptaba eso. De forma parecida a como aceptaba las pequeñas
porciones de comida que le daban los Dursley cuando era un niño
muerto de hambre, sabía tomar lo que podía conseguir.
Después
de la segunda cura, se podían ver en Snape cambios apreciables.
Su piel se tornó más rosada, y su respiración menos
fatigosa. Andar, sentarse, quedarse de pie y otras actividades físicas
aún le costaban un enorme dolor y sólo podía leer
durante pequeños periodos de tiempo. Su voz en cambio se hizo
cada vez más fuerte y menos dolorida.
Harry llevó
una torta de chocolate de un pequeño establecimiento que conocía
en Suiza, a un par de apariciones de distancia. No iba mucho, Gabrielle
le había llevado allí. Harry siempre se sentía
fuera de lugar allí, incluso cuando iba del brazo de ella, toda
belleza y hablando en perfecto francés. Pero la pastelería
la llevaban magos que usaban solamente chocolate medicinal en sus productos,
y los resultados eran casi orgásmicos.
Harry presentó
la torta, que tenía un diseño de un caldero con el poder
del chocolate, un poco tímido.
-Eh, he pensado
que deberíamos celebrarlo. No tendrá efectos si se mezcla
con la cura, ¿verdad? -no se le había ocurrido hasta ese
momento que el chocolate medicinal se usaba en pociones y por tanto
podía tener propiedades a las que Snape no debía exponerse.
Malfoy le
quitó la torta de las manos con cautela, como un niño
pequeño.
-¿Lo
has hecho tú?
-No –Harry
se rió-. Ya te he dicho que no me gusta cocinar.
Malfoy le
miró con sospecha.
-Creo que
intenta decirte que tienes cierta tendencia de salirte de tus rutas
por otros cuando te apetece –dijo Snape.
-Bueno, Suiza
estaba un poquito fuera de la ruta, cierto -a Harry le gustaba, sin
embargo. Las montañas eran altas y preciosas, algo que siempre
había querido ver de pequeño.
-¿Suiza?
Harry no
podía jurarlo, pero estaba relativamente seguro de que la voz
de Snape sonaba divertida.
-No conozco
ninguna pastelería mágica por aquí.
-No debería
interferir en la cura en lo más mínimo -dijo Snape.
Malfoy se
volvió al comedor
-Primero
la cena.
Harry no
iba a discutir. Tenía hambre. Era un efecto de las apariciones
a veces. La cena era elaborada, tres platos completos. Harry no dudó
en ningún momento que ese era el modo de Malfoy de celebrarlo.
Era bonito estar presente en ello, aunque él hubiese traído
el postre. Harry sabia que ser parte del comité decorativo no
significaba que te invitasen a bailar.
Era bueno
ver a Snape comer de nuevo. No era la misma cantidad que comían
él o Malfoy, pero Harry siempre había tenido un apetito
feroz cuando había comida. En cuanto a Malfoy, Harry sabía
que solía comer más de lo que lo hacía últimamente,
y estaba compensando ahora que se le presentaba la oportunidad..
Malfoy les
hizo esperar un poco antes del postre. Le contó sus últimas
peripecias para crear hechizos de broma más fuertes para que
los gemelos los aplicaran en distintos productos. Harry le devolvió
el favor contándole lo último que Los-niños-dicen-cuando-creen-que-no-hay-nadie-escuchando.
Snape no decía mucho, pero Harry sabía que los dos mantenían
un ojo en él, esperando alguna muestra de diversión o
disgusto, o cualquiera de las pistas que Harry había aprendido
a descifrar. Malfoy era, por supuesto, mucho mejor que él y sabía
cuándo Snape quería empezar con la porción de torta
de la noche.
Les sirvió
un trozo a cada uno. Harry notó que la suya era la más
grande. Le lanzó una sonrisa cuando el otro no miraba.
Desde el
primer bocado Harry se vio demasiado ocupado como para prestar atención
a nada más. Pero el gemido de placer carnal de Malfoy era difícil
de ignorar.
-Es….
–dijo Snape, con una voz que se aproximaba a ésa grave
y calmada que conocía- … perfecto, ¿no os parece?
Malfoy dio
otro bocado. Harry trató de no mirar cómo su garganta
se movía mientras tragaba.
-Sabes cuál
es la única manera de que algo como esto sepa mejor, ¿verdad?
Harry negó
con la cabeza. Había algo que se estaba perdiendo, pero no sabía
qué era.
-Ven aquí,
Potter -dijo Snape, y había un tono dulce en torno al “Potter”
que Harry jamás había oído antes. Obedeció.
Se alzó delante de Snape-. Te tendrás que arrodillar.
Harry frunció
el ceño, pero se inclinó sobre sus rodillas.
-De lo que
Draco está hablando es del sabor del más puro chocolate
mágico sobre la lengua de alguien -y se puso algo de chocolate
en la boca.
Harry sólo
tuvo un segundo para pensar “tú no eras quien yo quería”,
antes de darse cuenta de su error, sintiendo la presión de la
lengua de Snape sobre la suya, caliente, pegajosa y dulce por el sabor
del chocolate. Harry se agarró a la tela de algodón de
las ropas de Snape. Casi no sintió cuando las manos de Malfoy
recorrieron su espalda.
Jadeó,
tal vez incluso gimió ante la entrada de aire en su boca cuando
Snape separó sus labios. No se le dio tiempo de decir palabra
alguna cuando otra boca cubrió la suya y todo lo que pudo hacer
fue devorar. Los labios de Malfoy eran más anchos, más
dulces que los de Snape, y Harry no pudo evitar morderlos.
Malfoy le
devolvió el mordisco.
Snape los
separó, sujetando a Harry mientras Draco se echaba hacia atrás.
Harry jadeó. Miró a Snape, anonadado.
-¿Por
qué?
Snape sonrió.
-Parecía
que necesitabas probarlo.
Malfoy, apoyado
en su silla una vez más, su tenerdor abandonado sobre los restos
de su torta, habló.
-Acábatelo,
Potter. Hay una poción que hacer.
Harry no
sabía si algo podría tener buen sabor después de
aquello. De todos modos, obedeció. Era obvio lo que obtenía
de portarse como un buen chico.
Severus continuó
encontrando maneras de dejar a Harry anonadado, traspuesto y sufriendo
en silencio. Draco esperó hasta que un día Potter se fue
y preguntó a Severus.
-¿Hay
algún plan del que yo no sepa nada?
Severus enarcó
una ceja.
-¿No
te diviertes?
-He rechazado
la oportunidad de tener al maldito Harry Potter suplicándome
cuatro veces en un mes. Mientras tanto, la persona que deseo que esté
entre mis piernas chupándomela se pasa el día picando
al jodido salvador del mundo mágico en vez de a mí. Dicho
hombre, en el que siempre he confiado, me está manteniendo al
margen de sus planes para resolver estos asuntos. Es una cuestión
complicada -Draco hizo resbalar su mirada perezosamente a lo largo del
cuerpo de Severus.
Severus cerró
los ojos un momento.
-No estoy
tan bien como para ofrecerte más de lo que he estado ofreciendo.
-Lo sé
-dijo Draco dulcemente-. No te estaba pidiendo…no quiero nada
que no puedas darme. Sólo quiero que lo que des sea mío.
Severus abrió
los ojos y estudió a Draco.
-¿No
puedes saborearlo en él?
-Lo único
que noto de él la mitad del tiempo es la ingente cantidad de
café que ingiere.
-Draco.
-Severus.
No sé de qué me estás hablando.
-Su desesperación.
Su… la manera en que sabe cómo funciona esto pero parece
que no se lo espera.
-Esta es
la parte en la que vuelvo a decirte que la única persona a la
que alguna vez me ha importado o he amado románticamente, eres
tú. Y sigo sin tener ni idea de qué me estás contando.
Severus le
besó lentamente ante eso. Draco podía saborear el éxtasis
que nunca se había ido de los momentos en que sus cuerpos se
tocaban.
-Si él
supiese cómo suplicarnos por esos pequeños toques que
le damos, lo haría -otro beso-. Tú nunca tendrás
que suplicar.
Severus bajó
besando por el cuerpo de Draco, subiéndole mientras tanto hacia
arriba. Tomó el miembro de Draco en su boca y éste gimió.
-Severus,
no –pero no opuso resistencia, sabiendo que lo único que
haría sería herir a Severus.
Cuando Severus
hubo tragado y volvió a acostarse en la cama, Draco rodó
junto a él, intentando concentrarse lo mejor que podía.
-No te lo
estaba pidiendo.
-No –dijo
Severus, el dolor evidente en cada respiración y palabra-. No
tienes que pedírmelo.
-No quiero
deber deudas a nadie.
Severus lo
sabía bien.
-Te haré
pagar por ello en cuanto pueda.
Draco sonrió
con anticipación. Aun así, no era alguien a quien se pudiera
distraer fácilmente, ni siquiera con sexo esperado durante mucho
tiempo, y fundamentalmente bueno.
-Potter.
-Él
quiere lo que podamos darle. ¿Me estás diciendo que ese
sentimiento no te gsuta?
Todo acerca
de Potter le gustaba, excepto cómo las cosas se complicaron en
el momento en que no se estaban besando.
-No puedo
explicártelo, pero no quiero usarle. Aparte de la manera en que
actuó al principio, ha sido… bueno, se ha portado bien
con todo esto. En un momento en que de verdad lo necesitaba.
-No tengo
ningún plan, Draco- admitió Severus.
-No hay plan.
-Sólo…ocurre.
-No, tú
siempre insistes en que haya planes.
-Pensaba
que usarle sería divertido. Ahora tengo que replantear mi estrategia
original.
Draco pensó
en ello.
-¿Cuándo
cambiaste de opinión?
-No lo sé.
Draco se
lo quedó mirando. Severus se dio por vencido.
-Cuando quitó
las guardias.
Draco trató
de no hacer ningún ruido.
-¿Antes
incluso de…? ¿Lupin?
Severus curvó
la comisura de la boca.
-Eso, y tu
actuación, fueron un golpe de suerte.
-¿Por
qué no te limitaste a pedírmelo?
-Te pones
nervioso cuando no tenemos sexo durante un tiempo. Tiendes a pensar
que las únicas formas de mostrar amor son materiales y físicas.
No es sorprendente, viendo la manera en que eran tus padres, pero me
hace recular cuando tengo que lidiar con lecciones emocionales, cuando
mi habilidad para darte placer es limitada.
-Si no pudieras
volver a tocarme…
-He dicho
recular, no ser incapaz. Es simplemente que tú eres tú,
Draco.
-Tú
quieres esto.
-Quiero ver
hacia dónde va esto -Severus recorrió suavemente con un
dedo la piel entre los ojos de Draco, bajando por su nariz.
-¿Y
de verdad no hay plan?
-No uno como
tal, que lo incluya todo.
Draco frunció
los labios un poco, pero se acomodó para dormir.
-Esto puede
ponerse interesante.
-¿No
crees que ya lo es?
Era casi
demasiado, a veces, cuando Malfoy saludaba a Harry con un beso. Sabiendo
que la palabra “beso” era casi de risa. Más que nada
era un roce de labios, un suave contacto que podía traducirse
como “hola”.
Para Harry
era un segundo de conexión. El segundo no le molestaba. La agonizante
falta de contacto hasta que Snape o Malfoy decidían tener clemencia
con él, o jugar con él, dañaba hasta mucho más
tarde las reservas de Harry. Era lo suficientemente listo como para
no pedir más. Pedir más sería como admitir su propia
necesidad. Esto no sólo tendría el efecto de hacer la
necesidad real, sino que daría a Snape y Malfoy más arsenal
ofensivo.
Harry no
iba a ser el que les diera las armas para usarlas contra él.
Al menos no hasta que no pudiese resistir más.
Había
veces en las que estaba muy cerca. Estuvo aquella tarde de domingo en
la que Draco decidió que Harry debería tomar el té
en su regazo y así hizo, con un sólido brazo presionando
el pecho de Harry. Y la vez en que Harry estaba ayudando a un cansado
Snape en el laboratorio y Snape había apoyado casualmente su
frente contra la nuca de Harry. Y ciertamente aquella vez en que los
dos le esperaron en la entrada del hall y le recibieron con un beso
decente como saludo.
Harry perdió
el control el martes, tres días después de la finalización
del tercer estado de la cura. Ni siquiera se estaban besando cuando
ocurrió. Simplemente Malfoy pasaba al lado de Snape y éste
le acarició una pierna. Harry nunca había pensado en ellos
como abiertamente afectuosos, pero si uno prestaba atención había
cientos, miles, de pequeñas caricias, de momentos en los que
estaban sólo un poquito demasiado cerca, de palabras que no significaban
nada para nadie que no fuera ellos.
Ese único
toque, uno que Harry estaba relativamente seguro que no pretendía
ser visto por él, y todo lo que quería de ellos colapsó,
duro e inextricable, dentro de él. Sabía que no podían
darle momentos así, caricias que no significaban nada más
que: “Sigo aquí”.
Lo sabía.
-Por favor
–susurró-. Yo puedo… cualquier cosa.
-¿Ha
perdido por completo su habilidad para formar oraciones gramaticalmente
correctas, señor Potter?
-No puedes
tocarle -dijo Malfoy.
Harry lo
sabía todo sobre advertencias con más de un significado.
-¿Tú,
entonces?
Malfoy y
Snape intercambiaron una mirada.
-La idea
de mirar -dijo Snape- no es completamente aborrecible.
Despacio,
Malfoy volvió su mirada hacia Harry.
-¿Cualquier
cosa?
Por un momento,
un extrañamente precioso momento, Harry se echó a temblar
y a punto estuvo de salir corriendo. Su mirada se posó en los
dedos de Malfoy, largos y relajados elegantemente sobre la manga de
la túnica de Snape. El miedo no lo abandonó del todo,
pero quedó ahogado por una necesidad mucho más importante.
-Sólo
prométeme que vas a tocarme.
Harry no
estaba del todo seguro de lo que había dicho, pero la mirada
depredadora de Malfoy pareció suavizarse un poco.
-Material
y físicamente –murmuró.
Harry no
lo entendió, pero no iba a interrumpir el proceso mental de Malfoy,
no cuando estaba seguro de que iba en la dirección que él
quería. En efecto, el labio superior de Malfoy se curvó
ligeramente.
-Nuestra
habitación -dijo-. Oh, y no quiero tener que molestarme en desvestirte
cuando llegue allí.
La mirada
de Harry pasaba de Draco a Snape. El último parecía entretenido
con un toque amargo. Harry estaba relativamente seguro de que debería
huir de esa casa y no volver jamás. En vez de eso, caminó
hasta la habitación de los dos hombres y tiró su ropa
en un rincón de la habitación. Se quedó en el centro
de la habitación, sin estar seguro de si Malfoy lo quería
en la cama o no. A falta de instrucciones específicas, lo mejor
parecía ser esperar. Harry se esforzó en no pensar en
lo que estaba sacrificando a cambio de que lo tocaran. Simplemente necesitaba
sacárselo de dentro, eso era todo.
Después
podría irse y no mirar atrás.
Malfoy entró
en la habitación él solo. Harry miró detrás
de él, pero el rubio entró en la habitación y cerró
la puerta tras él.
-¿Asustado,
Potter?
Harry sonrió
ante el familiar desafío.
-Más
quisieras.
Lo que Harry
quería era ser tan imprudente como en su segundo año,
cuando no sabía lo bastante como para poder asustarse.
Malfoy se
acercó a él lentamente, completamente vestido y completamente
en control.
-Eres mucho
más poderoso que Severus o yo mismo.
-Combinados
podríais… -Harry se calló ante la mirada de Malfoy,
y asintió.
-Eso nos
pone en desventaja -Malfoy cruzó los brazos.
-¿Y
humillarme equilibra la balanza? -Harry tal vez no lo apreciaba, pero
podía entender el motivo. Dios sabía que lo había
sufrido con los Dursley más que suficiente. Sorprendentemente,
sin desnudez incluida.
-¿Humillarte?
–preguntó Malfoy.
-Bueno, acabo
de suplicarte y después correr como un cachorro asustado ante
tus órdenes, antes de desnudarme para tu placer.
-Humillarte
no es lo que quería –Malfoy adelantó unas manos,
templadas por su calor corporal, y las colocó con cuidado sobre
los hombros de Harry.
Harry cerró
los ojos ante el vergonzoso placer causado por ese simple toque.
-¿Entonces
qué era?
-Para confiar
en que dicha diferencia de poder no sería un problema, necesitamos
que confíes en nosotros. Lo suficiente como para obedecer y entender
que no dejaremos que te ocurra nada malo.
-¿Por
qué es importante que confiéis en mí?
Malfoy parpadeó.
-No entiendo.
-Para ti
esto sólo es… -la voz de Harry se fue apagando.
-Dilo, por
favor, Potter
-Creía
que era, bueno–Harry balbuceó-. Creía que tal vez
vuestra vida sexual necesitaba un incentivo y yo constituía una
oportunidad.
Malfoy subió
las manos hasta rodear por completo la nuca de Harry.
-Nos ayudaste
cuando nadie más habría podido, o habría querido
hacerlo.
-Estaba la
Deuda de Vida…
-A pesar
del argumento que te di, los dos sabemos que podrías haberte
negado. No era mi vida.
-Está
bien.
-Esto no
es porque Severus y yo nos hayamos aburrido uno del otro.
Harry se
aseguró de mirar directamente a los ojos de Malfoy.
-¿Entonces
de qué va esto?
Malfoy sonrió
de medio lado.
-No lo sé.
¿Quieres averiguarlo?
Harry, para
su consternación, sí quería.
Harry se
tensó cuando el hechizo susurrado por Malfoy se enrolló
alrededor de sus muñecas y tobillos, su pecho y estómago,
atándolo boca arriba sobre la cama. Snape se había acomodado
en una silla exactamente a los pies de la cama, donde nada podría
escapar a su mirada. Harry estaba más preocupado por su inhabilidad
para escapar, punto. Intentó no pensar en su incipiente terror.
Su estómago no le hacía caso, cada vez más pesado
y más tenso. No se dio cuenta de que había dejado de respirar
hasta que aparecieron puntos negros en el borde de su visión.
¿Por qué iba Malfoy a hacerle algo así cuando él
sabía, cuando él había encontrado a Harry atado
en…?
-Harry -Malfoy
le devolvió al presente-. Siente lo que no te he quitado.
Harry trató
de seguir las instrucciones, trató de entender lo que querían
decir. Entrando en pánico, casi utilizó la Legeremancia
antes de entenderlo. Legeremancia. Aún tenía su magia.
Antes le habían dado unas pociones (que según sospechaba
eran obra de Snape), pero si Harry quería podía dominar
con su magia a la de Malfoy.
-Oh -dijo.
-Eres más
fuerte que cualquiera de los dos -dijo Malfoy de nuevo.
Harry se
relajó en las ataduras mágicas del hombre, sorprendido
de que no le rasparan. Los curanderos habían hecho desaparecer
todas las abrasiones físicas de las cuerdas en la piel de Harry.
No había cicatrices donde alguien pudiera verlas. En su mente,
sin embargo, Harry aún sentía el daño a menudo.
Después
de un instante, Malfoy habló.
-¿Está
bien?
Harry buscó,
encontró su voz, y habló.
-Está
bien.
Fue recompensado
con el toque de la lengua de Malfoy en uno de sus testículos.
Harry se arqueó contra las cuerdas, casi agradecido de esa incapacidad
para moverse. Malfoy movió sus dedos entre la piel de Harry y
la magia invisible se tensó sobre su estómago.
Malfoy se
tomó su tiempo con uno de los testículos antes de pasar
al otro. Cuando terminó, se echó hacia atrás, obviamente
intentando no tocar para nada el miembro de Harry. Harry sintió
la punta de la varita de Malfoy contra su piel un segundo antes de que
las ataduras se multiplicasen, rodeándole las piernas, los hombros,
la polla. Otro toque y estaba rodando, boca abajo, sus brazos
y piernas estirándose con las ataduras hacia los postes de la
cama. Podía haber sido muy incómodo, pero las cuerdas
invisibles lo mantenían confortablemente resguardado.
A su espalda,
Malfoy le habló.
-¿Harry?
Harry buscó
su propia magia de nuevo. Seguía ahí.
-Dime, por
favor.
-Voy a azotarte
–dijo Malfoy. Harry se tensó. Malfoy hizo un chasquido
con la lengua-. No con una vara, Harry. No es un bastón, ni una
pala, ni siquiera una fusta. Definitivamente no es un látigo.
Si quieres que pare, di… Hogwarts.
Harry repitió
la palabra en su cabeza. Era una buena opción. Incluso con todo
lo que había ocurrido dentro de sus muros, Hogwarts representaba
la seguridad para él. Hogar. Harry se maravilló ante la
perspicacia de Malfoy durante un momento, antes de que el primer latigazo
le alcanzara. Era… suave. ¿Delicado? ¿Sedoso? Algo
suave, casi un susurró cruzando su piel. Su miembro protestó
contra sus igualmente suaves ataduras.
-¿Harry?
-preguntó Malfoy de nuevo.
-Sólo
–Harry ahogó un grito ante el cálido impacto del
segundo golpe-… cuenta, o algo. Necesito oír…
-Tres –dijo
Malfoy y el latigazo prometido vino. Marcó un ritmo, a veces
más rápido, a veces más lento. Harry se perdió
en el calor que iba creciendo, en la forma en que las ataduras sólo
le dejaban moverse lo justo entre las sábanas, el sonido de la
cuenta firme y segura de Malfoy.
Puede que
a los treinta y cinco, cuarenta tal vez, cuando la intensidad empezaba
a ser demasiada, demasiada, demasiado, Malfoy paró.
Harry estuvo a punto de recordarle que hablase cuando la lengua de Malfoy
hizo contacto con su trasero y Harry no pudo recordar lo que eran las
palabras, ni mucho menos por qué le habían parecido tan
importantes.
Los dedos
se juntaron con la lengua en algún momento, dedos tan húmedos
y calientes como la lengua y Snape estaba diciendo algo, “…
hermoso… abandono… manos…”; algo, pero lo único
que importaba era el deslizar de esa voz al compás con esos dedos,
esa lengua.
Harry no
notó el toque de la varita de Malfoy que lo volvió a colocar
en equilibrio. Colgaba, tobillos suspendidos sobre sus hombros, manos
atadas a ambos lados. Malfoy se arrodilló, situando su polla
en el culo de Harry. Entrelazó sus dedos con los de Harry, y
se inclinó a darle un beso, el primero desde que todo eaquello
había empezado. Cuando volvió a su posición, habló.
-Harry, escúchame.
A Harry le
estaba costando bastante comprender las palabras, mucho más encontrarlas.
-¿Eh?
-Harry, cuando
estés a punto, di Severus.
-¿Severus?
–la palabra tenía un tacto extraño en la lengua
de Harry.
-Él
hará desaparecer la cuerda de tu polla.
-Severus
–dijo Harry de nuevo.
Malfoy sonrió.
-Aún
no, Harry. No hasta que no puedas esperar más -y le penetró
de una vez, suave y profundo, muy profundo. Harry olvidó cómo
se respiraba.
Malfoy se
inclinó y conectó sus bocas, exhalando suavemente en la
de Harry hasta que lo recordó.
-Sí
-así era como funcionaban las cosas. Casi lo olvidó de
nuevo cuando Malfoy salió casi por completo y volvió a
enterrarse en él, una y otra vez, variando el ritmo y el espacio
y cuánto se retiraba, pero no la profundidad ni el rozamiento
con la próstata de Harry.
Harry quería
decir esa palabra, esa palabra que le habían dado como un modo
de recoger su premio, pero recordaba vaga, muy vagamente, que aquello
trataba de confianza, de que confiaran en él, y sería
poco honesto rendirse siquiera un segundo antes del momento en que se
viera absolutamente obligado a hacerlo.
Así
fue que cuando la palabra salió por fin de sus labios fue casi
por accidente, un simple efecto secundario del empuje de Malfoy con
todo su peso, presionando a Harry hasta lo profundo de sus ataduras
mágicas. No pudo distinguir si sonaba desesperado o simplemente
preparado. Ni siquiera pudo sentir la liberación, sólo
el insoportable placer de la conclusión, sólo las manos
de Malfoy sobre el pecho de Harry, la boca de Malfoy sobre su frente.
Harry pensó
que había perdido el conocimiento. No podía recordar si
Malfoy se había corrido, no podía recordar nada excepto
al mundo volviendo a dibujarse unos pocos minutos después de
que todo hubiera terminado. Las manos de Malfoy seguían entrelazadas
con las de Harry.
Tras el hombro
de Malfoy, Harry pudo ver a Snape mirándolos a ambos. Harry sonrió
tentativamente, sin estar seguro siquiera de si los músculos
de su boca respondían apropiadamente.
-Hermoso
–dijo Snape.
Malfoy desató
las cuerdas una a una. Aún en ese estado de semiestupidez, Harry
apreció el perfecto control del rubio. No podía entender
cómo la eliminación de cada atadura de magia lo dejaba
tan relajado, tan… feliz. Cuando desaparecieron todas, Malfoy
ayudó a Harry a incorporarse de la cama. Harry estaba temblando.
Malfoy frunció
el ceño.
-¿Frío?
-Shock –dijo
Snape. Su voz no venía de la dirección en la que había
estado sentado todo el tiempo. Se había movido al lado de Harry
en el que Malfoy no estaba.
De alguna
forma, entre los tres consiguieron meter a Harry entre las sábanas.
Harry no fue de mucha ayuda. Malfoy se metió con él; Snape
quedaba como un punto fijo al otro lado. Harry yacía tumbado,
esperando a que los temblores cesaran. Cuando estuvo seguro de saber
cómo funcionaban sus piernas, habló.
-Debería
irme.
-¿De
verdad? -preguntó Snape y Harry no tuvo que devanarse los sesos
para entender que su voz sonaba divertida.
-Tengo colegio
mañana –aunque eso era cierto, era el darse cuenta de que,
a pesar de haber tenido el mejor sexo de su vida, aún quería
que estos hombres lo siguieran tocando, y el terror que acompañaba
a ese descubrimiento, lo que constituían su mayor impulso para
marcharse.
-¿No
te sientes cómodo? -ronroneó Malfoy. Ronroneó,
el jodido mamón.
-Oh, no,
esto es encantador –dijo Harry tan educadamente como pudo. La
diplomacia era siempre útil cuando se trataba de escapar de una
situación embarazosa-. Es que tengo problemas para dormir en
lugares que no me son familiares.
-¿Aún
no consideras esto familiar? -Snape sonaba vagamente molesto.
-Me llevó
dos años considerar mi piso un lugar familiar. No es nada personal
-Harry trató de sentarse. Snape le puso la mano en el pecho,
y Harry no iba a forzarle, sabiendo que aún no se encontraba
del todo bien.
-Si no empiezas
ahora, más tiempo tendremos que esperar a que pases una noche
decente con nosotros –dijo Malfoy bostezando.
-Mirad, Malfoy,
Snape…
-Te dije
que aún pensaba en nosotros así –dijo Malfoy por
encima de la cabeza de Harry.
-A lo mejor
no está acostumbrado a llamar por su nombre de pila a sus amantes
–dijo Snape.
-Sigo en
la habitación -gruñó Harry.
-Harry –Malfoy
le cogió de la barbilla para mirarle directamente a los ojos-.
¿Por qué crees que escogí atarte? Podría
haber… bueno, las posibilidades de lo que me habrías dejado
hacerte son ilimitadas. ¿Por qué coger la única
forma que sé que constituye una parte desagradable de tus recuerdos?
-Pensé
que era justamente por eso -al menos sí que lo había pensado,
en el primer momento de terror. Era lo más fácil, limitarse
a caer en viejas suposiciones y usarlas para canalizar el miedo en enfado.
Tras él,
Snape se quedó muy quieto. Algo que Harry pensó que podía
ser dolor apareció en un segundo en los ojos de Malfoy, pero
desapareció igual de rápido.
-Vale -dijo
Malfoy-. Probablemente me lo merecía.
-Lo siento
–dijo Harry sin poder evitarlo-. ¿Cuál era la razón?
Malfoy suspiró
y miró a Snape en busca de ayuda. Harry se giró un poco
para mirar a Snape, que parecía estar pensando cuidadosamente
en sus próximas palabras.
-Supongo
que nunca has dejado que nadie te atara, ¿verdad?
Harry jamás
había dejado a nadie que le sujetara las muñecas con las
manos.
-No –y
sólo porque hasta ahora ni siquiera se le había pasado
por la cabeza permitirlo, añadió-: No.
Snape entrecerró
los ojos.
-¿Te
ha explicado que esto va de confianza?
-De que confiarais
en mí –asintió Harry.
-Y viceversa
–dijo Snape.
Harry pensó
en Malfoy contando por encima de su cabeza, tan cálido y constante
como los impactos del látigo.
-Implícitamente.
-Quería
mostrarte que puede hacer que las cosas que más temes se conviertan
en algo que te haga sentir seguro. Te sentías seguro en su magia,
¿no es cierto?
Harry no
podía decir “sí” en voz alta. Simplemente
no podía.
-Estaba frío
cuando dejó de hacerlo -dijo.
La disculpa
de Malfoy a eso fue el fantasma de una caricia por el hombro de Harry.
Deslizó la mano hacia la muñeca de Harry y lo sujetó
ahí, tan tibio y sólido como las ataduras mágicas.
Harry respiró
hondo.
-Pensé
que esto era sólo…
-¿Lo
que Snape y Malfoy querían? -Snape soltó un pequeño
bufido que hizo que la pregunta sonara cortante.
Harry buscó
la explicación correcta.
-Las cosas
normalmente no van de la forma que desearía –decidió.
-¿Y
qué deseabas de nosotros? –preguntó Snape, susurrando
en su oído.
-Yo no…
No era…
Snape se
rió.
Harry intentó
poner en orden sus pensamientos.
-No he deseado
nada coherentemente en mucho tiempo. Es inútil.
-Pero el
deseo se siente de alguna forma -dijo Malfoy.
Harry cerró
los ojos, la respiración del otro hombre aún como una
presencia reconfortante en un lado de su cuello.
-Se sentía
así.
-Quédate,
Harry –pidió Snape, puntualizando la petición al
meterse bajo las sábanas a su lado.
En vista
de cómo le hacía sentir esa oferta, Harry pensó
que el sueño podía esperar al menos algunas horas. Al
menos.
Hermione
estaba esperando a Harry cuando éste salió de su primera
clase de la mañana.
-No quiero
que suene como un cliché, pero…
Harry anduvo
con ella mientras se abrían camino hacia el área de oficinas
de la escuela.
-¿Por
qué no, si te ha funcionado tan bien todos estos años?
Hermione
le dio un suave codazo.
-…
pero tienes un aspecto distinto esta mañana -enarcó las
cejas sugerentemente.
Harry le
echó un vistazo por el rabillo del ojo.
-Estás
de broma, ¿verdad?
-Te conozco
desde hace mucho tiempo, Harry Potter.
-Demasiado
–dijo Harry–. Por cierto, ¿con qué te chantajeó
Draco?
-Es la primera
vez que te oigo llamarle Draco.
-Estoy trabajando
en ello. No cambies de tema.
Hermione
tuvo la elegancia de parecer disgustada.
-Dijo que
iba a venir aquí. A montar una escenita. Pensé que eso
era lo último que necesitabas.
-¿Por
qué no me lo dijiste? -Harry no estaba enfadado. No sabía
que habría hecho si las cosas no hubiesen salido tan… satisfactoriamente.
Pero no era propio de ella guardarse las cosas. Eso era más propio
de Harry.
-Porque no
estaba segura de si aparecería. Aún con el chantaje, sigue
siendo Malfoy.
-Sí.
-Harry –Hermione
sonaba como si no quisiera hablar de lo que iba a hablar-. ¿Has…?
Bueno, parece que Ron no estaba enterado de que te ves con Malfoy de
forma regular
-¿Me
creerías si te dijera que al principio pensaba que no era nada
y después, cuando claramente lo había, no sabía
cómo explicar lo que estaba pasando, y todo se escapó
completamente de mi control?
Hermione
se quedó quieta unos segundos. Harry podía ver cómo
desenredaba su desordenada explicación. Al final sonrió
un poco.
-La verdad
es que eso era justo lo que había supuesto.
Aunque Harry
sabía que cualquier cosa que le hubiese sentado mal a Ron sería
rápidamente olvidada, esto no le calmó del todo los nervios.
Harry trataba evitar por todos los medios tener que ser perdonado, especialmente
por Hermione y Ron.
-¿Está…?
-Me metí
a mediar un poco.
-¿En
plan “te debo mi primogénito”, o en plan “quedó
sorprendentemente calmado una vez que Vi y yo le obligamos a las tres
primeras copas”?
-El primero.
Puedes preguntarle a Vi por lo segundo. Yo me fui bastante pronto.
Harry se
metió en su oficina. Hermione le siguió, cerrando la puerta
tras ellos. Harry la miró como disculpándose. Ella se
rió.
-Harry, él
te quiere. Incluso cuando está siendo… Ron, te quiere.
-Me acuesto
con dos tipos que estaban probablemente antes que Voldemort en su lista
de enemigos mortales.
-Espero que
sea algo más que dormir –dijo ella-. Y que ese deseo irrefrenable
de estar con megalómanos con la inclinación de usar imperdonables
no esté limitado a batallas a vida o muerte. De todas formas,
¿acaso no es esto similar? -Harry le lanzó un memorándum
arrugado. Ella lo atrapó, riendo-. Oye, ve a hablar con él.
Está haciendo eso que hace él, de pensar que no confías
en él.
-Soy idiota.
-Sí
-dijo ella sucintamente-. Pero eres mi idiota.
-¿Qué
opina Neville de eso?
-Todos hacemos
excepciones cuando se trata de ti, Harry.
-Tal vez
por eso soy una mierda con las relaciones.
-O tal vez
la gente que habías escogido antes hacía un mal tipo de
excepciones.
-Ah, ¿es
que hay un buen tipo?
-No soy estúpida,
Harry. Ni emocionalmente ni en cualquier otro aspecto. Yo tomo las decisiones
que tomo respecto a ti porque te has ganado los derechos que te concedo.
Hago lo mismo con Neville, Ron e incluso Ginny.
-¿Y
Draco y Severus?
-Mantengo
los ojos abiertos
-Bueno –dijo
Harry-, al menos uno de nosotros lo hace.
Pero Harry
confiaba en su vista.
Ron, siempre tan directo, abrió la puerta a Harry, pero no le
dejó pasar muy lejos antes de hablar.
-Como todos
lo sabían antes que yo, supongo que cualquier objeción
que haga ya está cogida, ¿verdad?
-¿Podemos
hablar de esto mientras tomamos té?
-Es probable
que te lo tire encima.
Harry suspiró.
-¿Qué
habrías dicho?
-Que estabas
chiflado
-¿Y
eso habría marcado alguna diferencia dicho entonces, y no ahora?
Ron habló
más fuerte de lo estrictamente necesario.
-¿Diferente?
¿Ahora? ¿Qué demonios…? Oh, hostia puta,
Harry. Dime que no te has acostado con la Terrible Pareja.
-Bueno, Ron,
no todos podemos salir con una retahíla de chicas guapas y famosas
y saber que salen con nosotros por quiénes somos y no por lo
importante que sea nuestro nombre –Harry sabía que sonaba
cansado. No le importaría si eso le ganaba algunos puntos de
compasión por parte de Ron. Había poca gente con la que
se permitiera algo así, pero casualmente Ron estaba entre ellos.
-Te diré
que mi nombre también es bastante conocido –el pelirrojo
no lo dijo con rabia. Harry sabía que ya estaba pensando en otras
cosas, así que lo dejó seguir. Al final Ron dijo-: Hicieron
tu vida un infierno, Harry. Y a veces te pasa eso de que no sabes cómo
ser feliz.
-No es eso
-dijo Harry, bastante seguro de que estaba en lo cierto.
-¿Te
hacen feliz, entonces?
Harry cerró
los ojos.
-Hay momentos
de eso.
-No es lo
que quiero decir.
-Lo sé,
pero tienes que admitir que es algo.
Ron se apoyó
contra la pared.
-Sí,
vale. Mereces algo mejor.
Harry le
miró con sus mejores ojos de cachorrillo.
-¿Crees
que ya puedes controlarte con lo del té?
-Oh, por
todos los… ven, anda -Ron se dio la vuelta y entró por
el pasillo a la izquierda, en su cocina.
-¿Y
tal vez alguno de esos bollos que tienes?
-¿Has
comido algo? -dijo Ron sobre su hombro.
-Draco se
asegura de que cene.
Las funciones
móviles de Ron fallaron durante un instante.
-Eh.
-Supongo
que le gusta que sus hombres estén un poco en forma, pero, en
fin, Severus…
-Vas a tener
que no llamarlos por su nombre de pila delante de mí.
-Ron –dijo
Harry-. ¿No puedes imaginarte que esto ya es lo suficientemente
difícil para mí sin que tú lo compliques aún
más?
-¿No
puedes imaginarte tú que creo que mi deber es hacerlo un poco
más difícil de todas formas? -Ron golpeó la taza
contra la mesa, rompiéndola. La arregló con un energético
Reparo.
Harry miró
la taza.
-¿Qué
sería lo suficientemente bueno para ti?
-No para
mí… -Ron se giró para mirar a Harry.
Harry no
iba a echarse atrás.
-Para. Ti.
-¿Puedes
acaso confiar en ellos? –preguntó Ron, su voz sólo
un poquito lastimera.
El recuerdo
de las cuerdas mágicas fantasmeó sobre la piel de Harry.
-Sí.
Puedo.
Ron pareció
comprender la ausencia de duda. Sirvió el té, demasiado
centrado para algo tan rutinario. Cuando alzó la vista, dijo:
-Eso no es
exactamente algo que tú vayas regalando.
-Los días
en que deseaba la muerte han pasado ya.
-No es divertido
–le sirvió una taza.
Harry le
robó un bollo.
-No quieren
hacerme daño. Ni siquiera sé exactamente lo que quieren
–tomó un bocado-. Ni siquiera yo sé lo que quiero.
Pero sí que he eliminado eso como una posibilidad.
Ron sorbió
su té.
-Puedes hacer
daño a alguien sin querer –dijo suavemente.
-Sí,
ya hemos hecho eso una o dos veces.
La sonrisa
de Ron era de complicidad
-Ahí
lo tienes.
-Siento no
haberte dicho nada. No creía que fuese nada. Y de repente sí
lo era, pero no sabía qué era, así que era difícil
hablar sobre ello. Y después ya habíamos llegado a este
punto y no tenía ningún giratiempo.
-Jugar con
el tiempo es malo para ti, de todas formas.
-¿Disculpa?
Ron se limitó
a pasarle todo el plato de bollos
-Estás
rondando la fealdad con esto de la pérdida de peso, tío.
Harry cogió
otro bollo, demasiado aliviado como para molestarse en encontrar una
respuesta apropiada.
La tercera
parte de la cura se tenía que tomar en dosis específicas
durante un periodo de cuatro días. El segundo día, Draco
envió una carta a Harry a la escuela.
Los gemelos
tienen un montón de pociones cutáneas en su tienda. ¿Te
puedes pasar y ver si tienen alguna con chocolate?
Harry había
aprendido a leer la caligrafía de Draco. Había estrés
en todos los sitios en que no debía haberlo.
Severus había
reaccionado tan bien a la torta de chocolate de Harry que Draco y Severus
habían empezado a explorar de inmediato maneras de tratar los
síntomas con chocolate. Para sorpresa de Harry, había
diversas formas en que el chocolate medicinal podía ingerirse
o aplicarse, y la cutánea no era la menos común. Necesitaba
más ingredientes, pero actuaba mejor que cualquier otra opción.
Harry buscó
a Hermione.
-¿Podemos
aplazar la reunión de personal?
-¿Cómo
está Snape? –preguntó ella
-Tengo notas
de los nuevos libros y todo -a Harry le gustaba estar a cargo de eso,
era casi emocionante ver cómo las cosas cambiaban todo el tiempo.
Particularmente respecto a los avances en la magia.
-¿En
tu escritorio?
-En el cuaderno
que me regalaste por Navidad -estaba forrado de cuero rojo, con las
siglas H.J.P. en dorado y a caligrafía manual. Le había
dicho que era para las cosas especiales, pero Harry pensaba que el colegio
en sí era especial. Lo habían empezado y hecho funcionar
los dos solos.
-Dales recuerdos
de mi parte –lo despidió Hermione.
Cuando llegó
allí, Harry trató de ser paciente con los gemelos, que
en realidad no sabían nada de lo que estaba pasando. Seguramente,
tampoco habrían dejado de tomarle el pelo si lo hubieran sabido.
Encontró lo que necesitaba y les prometió pasarse otro
día que no necesitara un favor, antes de aparecerse en casa de
Severus y Draco.
La puerta
estaba abierta para él como lo había estado desde esa
noche, y Harry fue directamente a su habitación. Abrió
la puerta con cuidado, y se alegró de ello cuando un simple vistazo
le hizo descubrir que estaban durmiendo.
Harry se
acercó de puntillas al lado donde dormía Severus. Le hizo
un hechizo calmante antes de desenroscar la tapa de la poción
de coco y se echó un poco en las manos. Olía más
a canela que a chocolate, pero Harry sabía que los aromas podían
ser engañosos, particularmente para alguien que no estuviera
entrenado para distinguirlos. Separó un poco el cuello de la
camisa de Severus y le untó la poción por la zona de la
clavícula. Draco le había enseñado ese truco hacía
dos semanas. Desde allí, subió por la línea de
la nuez, y un poco hacia el lado, sobre el punto en que se notaba el
pulso del hombre, débil pero estable. Harry dejó que su
mano descansara allí unos instantes.
Severus despertó
ante el cese de movimientos, su respiración regular gracias al
hechizo calmante.
-Harry -murmuró.
Harry se
echó un poco más de poción en las manos y se la
untó por los lóbulos de las orejas.
-No estoy
seguro de cómo se llama esta cosa, pero es chocolate puro concentrado,
por lo que sé.
-Si muero,
seguro que eso confortará mucho a Draco.
-Teniendo
en cuenta que conservas tu morboso sentido del humor, no creo que lleguemos
a eso -Harry habló bajito. Cuando Draco dormía y no podía
mantener el más mínimo glamour, los ojos de Draco estaban
rodeados por aureolas oscuras, y sus pómulos eran más
salientes que los de Harry la mayor parte del tiempo- ¿Cómo
te sientes?
-Como si
no me hubieras hecho ningún favor al salvarme de la venganza
de Voldemort hace todos esos años.
-En ese momento
parecía lo correcto.
-Los Gryffindor
no son reconocidos por su capacidad de prospección –se
lamentó Snape.
Harry giró
a Snape ligeramente hacia un lado para extender la poción, masajeando
la base de su nuca y el comienzo de su espina dorsal.
-Oh, pero
hacemos que el momento valga la pena.
-Potter –dijo
Severus. Sus ojos se cerraron en respuesta al placer de las gentiles
caricias de Harry-. Cuando me sienta lo bastante bien como para hacer
otra cosa que no sea quedarme aquí tumbado, me aseguraré
de que lamentes tu lascivia anterior. Y de que aprecies realmente la
belleza de una anticipación bien trabajaba.
Harry ya
empezaba a apreciarla. En realidad lo había hecho desde aquel
beso de chocolate. En ese momento Harry había olvidado todo lo
que Severus había sido para él en el sentido físico,
y empezado a reconstruir en su mente a su profesor. Harry quería
a Draco. Pero sentía una insaciable curiosidad sobre Severus
que se volvía más urgente cuanto más tiempo pasaba
insatisfecha. Harry apartó las manos del cuello de Severus y
apartó las sábanas, levantando los bajos de su camisón
para llegar a la parte trasera de sus rodillas, otro punto de circulación
importante para las pociones cutáneas.
Severus jadeó
un poco ante el roce los dedos de Harry. No era un jadeo de los buenos.
-¿Demasiado?
–preguntó Harry.
-Mis nervios
están un poco sensibles ahí.
En todas
partes, en realidad. Harry cambió el contacto de un roce a una
caricia.
-¿Mejor?
-Soportable
-gimió Severus-. ¿Me has hechizado? No puedo gritarte
con propiedad.
-No quería
hacerte daño si de repente entrabas en pánico al despertarte.
-Qué
considerado.
Harry le
ignoró.
-Voy a untártelo
detrás de los tobillos y después podrás volver
a dormir.
-Lo lamentarás,
Potter.
-Promesas,
Severus.
Vino después
de la dosis final de la tercera fase. Draco recibió a Harry fuera
de la habitación.
-Te he oído
llegar.
Harry tenía
la sensación de que Draco se había molestado en hechizar
la casa para que lo avisara cuando Harry aparecía. No se lo echó
en cara.
-He venido
justo al acabar en la escuela –dijo y rozó con sus dedos
tentativamente los de Draco. Pensaba que Draco necesitaba tocar a alguien
y por diferentes razones, aunque no sabía si Draco lo aceptaría.
Harry entendía que alguien pudiera confiar en que otra persona
no iba a hacerle daño, y aun así conservar un poderoso
instinto de desconfianza, así que nunca presionaba el asunto.
Para su sorpresa,
Draco no sólo lo aceptó, sino que se fundió
con Harry. El rubio era casi tan alto como Harry, si no un par de centímetros
más, pero aún así se las apañó para
esconder la cabeza bajo la barbilla del moreno. Sus pechos unidos descansaron
uno sobre otro.
Harry reaccionó
instintivamente, respondiendo de la manera en que a él le habría
gustado si hubiese sido él quien buscase consuelo. Rodeó
a Draco con los brazos, presionando con las manos los omóplatos
y la espina dorsal, y cualquier punto que pudiera alcanzar. “Sshhh”,
susurró, aunque Draco no había hecho ningún ruido.
-Está
bien -dijo Draco-. Severus está bien -y Harry sabía reconocer
a alguien tratando de convencerse a sí mismo.
-A veces
las cosas tienen que empeorar antes de poder mejorar –era un cliché,
Harry lo sabía, pero era uno que había descubierto como
verdadero de la forma más dura.
La respiración
de Draco sobre su cuello era entrecortada.
-Quédate
un rato.
-Me quedaré
toda la noche.
-No duermes
cuando estás aquí.
Harry no
estaba seguro de que Draco hubiese notado que no exageraba con eso.
-Hay otras
razones para quedarme.
-¿Hay
otras razones para saltarte comidas?
Harry apretó
un poco los brazos.
-¿Crees
que te miento?
-Creo estás
un poco chiflado.
Harry no
pudo leer el tono de Draco. Decidió probar:
-Eso no te
disgusta cuando estamos en la cama.
-No me disgusta
casi en ningún momento. Lo que no quiere decir que no deberíamos
empezar a buscar algún tipo de Reparo que sirva para
humanos.
Harry contuvo
una risa de pura y completa felicidad.
-Bueno, un
problema antes de otro.
Después
de un segundo, Draco habló.
-Lo estoy
intentando. Parece que no puedo soltarme ahora mismo.
Harry ladeó
la cabeza y tocó con su cara la frente de Draco.
-Unos minutos
más no harán daño a nadie
-Todo el
día él ha estado…
-Y tú
has estado aquí, solo. Pero eso ya ha acabado.
-Nunca pensé que necesitara... Es… No pienses que no hemos
estado bien todos estos años. Siempre me ha dado lo que necesitaba
y quiero pensar que él se siente igual respecto a mí.
Harry se
rió un poco ante eso.
-¿No
te has dado cuenta de la forma en que prácticamente gravita a
tu alrededor, físicamente? Si no has sido todo lo que necesitaba,
si que has sido todo lo que podría desear.
-Él
es ambas cosas para mí -dijo el rubio dulcemente.
-¿Y
crees que somos las mismas cosas para todo el mundo? No funciona así.
-¿Y
tú cómo lo ibas a saber? -preguntó Draco sin malicia.
-No es tan
diferente de cómo funcionan otras cosas. He tenido amigos desde
los once años.
-Yo tenía
esbirros a los tres.
-Te creo
-dijo Harry, con una dosis de cariño que no habría creído
posible. Draco se movió un poco sin soltarle-. ¿Listo?
Draco subió
una mano por el brazo de Harry y se asió a él antes de
soltarse de su abrazo.
-No te…
sólo déjame agarrarme.
Harry no
pensaba quejarse.
Una vez que pasó lo peor del tercer estado, Severus empezó
a mejorar de verdad. Harry, quien nunca había prestado atención
a los detalles, podía escuchar la diferencia de su ritmo respiratorio,
verlo en la forma en que se movía e incluso, incluso sentirlo
en la mirada pensativa que le lanzaba de vez en cuando.
Apenas un
mes después de finalizar el cuarto estado, Harry recibió
una carta. Apareció en el piso de Harry justo cuando se iba a
trabajar.
Creo
que te prometí que lo lamentarías como nunca antes lo
habías hecho.
Aunque Harry
vivía solo, la carta venía hechizada para que no la pudiese
leer nadie más. Casi tuvo un orgasmo allí mismo.
Había
aprendido ya lo suficiente, de todas formas, como para saber que era
parte del juego. Se tomó otra taza de café y se fue a
educar niños.
Se encontró
con Hermione después de la primera hora.
-Sé
que tenemos esa reunión de finanzas esta tarde, y que papeleo
tiene que estar terminado para finales de esta semana, pero ¿no
podríamos aplazar la reunión para mañana?
Hermione
pareció afligida un momento, pero después volvió
a calmarse.
-Puedo alterar
un poco los horarios –luego añadió, con una mirada
pensativa hacia él-. No me eres útil en este estado, de
todas formas. Vete a hacer lo que tengas que hacer.
Harry se
apareció en la casa Malfoy-Snape tan pronto como el último
niño salió de la escuela, llegó a la puerta un
minuto después, y estaba en el salón veintitrés
segundos tras eso. Se quedó en la puerta mirando a Severus, quien
se sentaba en el sofá con aire regio.
-Por favor
–dijo Harry, desesperado.
Severus chasqueó
la lengua.
-La impaciencia
no es un rasgo muy poco atractivo en un hombre joven, Harry.
Harry vio
a Draco por el rabillo del ojo, también rebosante de anticipación.
-Impaciencia
–dijo Harry- habría sido plantarme delante de tu puerta
a las 6:07 esta mañana.
-Creo que,
sólo por esta vez, tengo que estar en desacuerdo contigo, Severus
–la voz de Draco sonaba ronca, necesitada-. La paciencia es infinitamente
menos atractiva.
Severus puso
los ojos en blanco.
-Jóvenes
–bajó la mirada hacia Harry-. Quédate dónde
estás –no añadió: “o…”,
pero Harry era lo bastante inteligente para saber que había uno.
Y para darse cuenta de que no quería averiguar lo que pasaría
si ignoraba la amenaza implícita.
Como si olvidara
la presencia de Harry, Severus se volvió a Draco.
-Ven aquí
–ordenó.
Harry no
había visto a Draco moverse tan rápido en su vida, incluido…
bueno, incluyendo todas aquellas veces en que había vidas en
juego. Draco era normalmente consciente de cómo se movía,
qué aspecto tenía, cómo su presencia afectaba a
otros, particularmente a Severus. Ahora, sin embargo, no había
nada de eso; sólo la incuestionable necesidad de estar en brazos
de Severus.
Harry miró cómo los dos se fundían lentamente a
pesar de la prisa de Harry, cómo los labios de Severus presionaban
los de Draco y las manos del rubio se clavaban en las costillas del
otro, acariciando, sujetando. Él se quedó donde estaba
y de pronto comprendió lo bien que le conocía Severus.
El dolor físico, ni siquiera el que recordaba haber sufrido a
manos de los mortífagos, no era nada comparado con esta necesidad
de ser rodeado por ellos, incluido en esto, tocado.
Draco fue
a por los botones de Severus, y era obvio lo cómodo que le resultaba
hacerlo. Era una comodidad que ni siquiera un año de deseo había
podido interrumpir. Sus dedos recorrían uno a uno las prendas
de ropa. Harry se preguntó por qué no usaba un hechizo;
parecía más afín a las ansias de Draco, pero había
algo muy íntimo en cada tirón y deslizamiento de sus dedos.
Harry habría estado contento con eso, incluso con eso, incluso
algo que no implicara piel.
Aún
así, se quedó donde estaba. Nunca antes había deseado
tanto volver a su armario, nunca pensó que solamente oír
las risas y el amor fuera de su prisión sería preferible
a verlos. Verlo y saber que no podía cogerlo. Que no era parte
de ello.
Terminados
los botones, Draco siguió con sus esfuerzos por desvestirlo.
Susurraba cosas. “Por favor”, y “tanto tiempo”,
y “a mi manera”, y “por favor”.
Severus le
regaló una sonrisa que Harry jamás había visto,
pero sabía lo que significaba: Sí.
Así
que Draco siguió desvistiéndolo despacio, revelando la
piel de Severus, como si fuera un secreto escondido durante largo tiempo.
Harry los miraba como si le estuviesen dejando ver secretos ocultos,
pero sólo lo suficiente como para que entendiera cuándo
las cosas eran privadas, estrictamente suyas. Harry trató de
aprender, sí que lo intentó, pero había demasiada
piel de Severus, alargada y blanca, blanca, blanca. Y la boca de Draco
estaba casi siempre sobre ella, nunca en el mismo lugar.
Harry se
tragó su propia necesidad y se quedó clavado a la puerta,
agarrándose al marco con ambas manos.
Draco se
desnudó para Severus entonces. Había recuperado su compostura
y actuaba para él. Miraba cómo Severus le observaba, y
se deshacía de cada pieza de ropa como si lo que esperaba debajo
fuese una revelación. Para Harry, a pesar de que ya lo había
visto antes, lo era.
Cuando Draco,
el dorado, pálido, fluido Draco, estuvo completamente desnudo,
se puso de rodillas y dejó de jugar. Severus gimió, casi
con dolor, al sentir el contacto de la lengua de Draco con su polla.
Draco cerró las manos alrededor de las rodillas de Severus y
continuó con lo que estaba haciendo.
Harry recordaba
esa boca, recordaba todos sus trucos, y comprendió en ese momento
que Draco debía conocer exactamente qué trucos usar con
Severus. El aprendizaje sexual de Draco había comenzado con Severus,
y la madurez sexual de Severus había crecido con Draco.
Harry se
agarró más fuerte a la madera. Como la puerta de su armario,
era lo único que le hacía quedarse donde se le había
ordenado estar.
Severus se
fundió ante las atenciones de Draco, arqueando su cuerpo de formas
que Harry ni se hubiese imaginado, sus sonidos perfectamente sincronizados
con el movimiento de la cabeza de Draco. A pesar del obvio placer de
Severus, pasó un rato, bastante rato, antes de que dijera “Draco”.
Harry jamás había oído una advertencia en un tono
tan claramente lastimoso.
Draco se
retiró obedientemente. Se echó a un lado y buscó
entre sus ropas hasta que encontró la varita. Cuando la encontró,
dio un golpe primero en su propia pierna, después en la de Severus,
y la guardó otra vez. Después se subió al sofá,
encima de Severus, sus piernas a ambos lados del hombre.
Entonces,
sin ningún preliminar aparte de un apenas murmurado “tanto
tiempo, joder”, bajó sobre Severus. La expresión
de su rostro traicionó un dolor momentáneo, y después
las chispas de la polla de Severus rozando su próstata.
Draco se
agarró con las manos a los hombros de Severus, usándolos
como equilibrio. Sus tobillos se anclaron en las piernas del moreno,
su cabeza a veces bajando para apoyarse en el cuello de Severus, a veces
echándose atrás para dar con el borde del sofá
con una especie de contenido abandono.
Harry, consciente
de estar desobedeciendo el mandato de Severus, dio un paso atrás.
Era eso, o un paso adelante. Sus manos, sin embargo, se quedaron donde
estaban.
-Te…
lo echaba de menos -dijo Draco.
-Te quiero
-dijo Severus.
-Sí,
eso -dijo Draco mientras bajaba de nuevo y con más fuerza.
No duró
mucho. Harry no esperaba que lo hiciera, no después de una espera
como ésa. No con Severus aún sin toda su energía.
Harry vio cómo el moreno se arqueaba, sin palabras a causa del
placer, de la intensidad. Vio cómo Draco se deslizaba sobre Severus,
temblando y gimiendo, una mezcla de placer y sonido.
Harry observó
mientras terminaban, sujetándose mutuamente aún más
fuerte, como si temiesen perderse el uno al otro cuando todo acabase,
cuando las cosas podrían romperse sin avisar. Duró…
siempre, Harry no podría haber dicho cuánto tiempo, antes
de que sus ojos se volvieran hacia él, interrogantes.
-Suelta la
puerta, Harry -dijo Severus.
Pero Harry
no podía. Si la soltaba habría dos opciones: ir hacia
ellos y aceptar que las cosas eran así; él, a su merced,
para que decidieran lo que hacían con él. O irse, y aceptar
que las cosas eran así; él, para siempre deseando volver
y dejar que lo trataran de esta forma, siempre que le prestaran algo
de atención.
-¿Harry?
-preguntó Draco. Se echó atrás, separándose
de Severus, sin la gracia de hacía unos instantes, o la que tenía
normalmente.
-Arrepentimiento
-dijo Harry, mirando a Severus. Oyó en su propia voz, para su
horror, que estaba llorando.
Sorprendentemente,
descubrió una tercera opción. Fue hacia el baño
más cercano y vomitó lo poco que había comido ese
día.
Harry no estaba seguro de si había olvidado echar el cerrojo
a la puerta, o si la casa respondía a los hechizos de sus ocupantes.
Pero unos instantes después de que las arcadas empezasen, unas
manos sujetaron su frente y su nuca, quitándole el pelo de los
ojos, sosteniendo sus hombros, lisas y compasivas.
Notó
la varita de alguien contra su costado y Harry sintió que los
músculos de su estómago se relajaban. No quería
desplomarse sobre el váter enfrente de esos dos, pero los músculos
de sus piernas parecían igual de útiles que los de su
estómago. Al menos logró que sus brazos lo sostuvieran.
Severus le
puso un vaso junto a los labios.
-Enjuágate.
Harry bebió
un sorbo de agua, se enjuagó y lo escupió. Severus le
acercó el vaso de nuevo.
-Otra vez.
Harry obedeció.
Al otro lado, Draco le acercó una copa. Ésta estaba tibia
al tacto.
-Tragos cortos
–dijo Draco.
El chocolate
caliente era probablemente demasiado bueno para su estado, o eso le
sugería su olor. Aun así, el primer sorbo completó
el trabajo del hechizo relajante y empezó a sanar los abusados
músculos y nervios del estómago de Harry. Quiso tomar
un sorbo más largo, pero ya se había acostumbrado a que
Draco dijera las cosas por una razón, así que se limitó
a los pequeños sorbos.
Cuando estuvo
seguro de que podría lograr una posición vertical y permanecer
en ella, se incorporó con las rodillas.
-Gracias
–murmuró, rígidamente
Las manos
de Severus lo sostuvieron.
-No puedo
creer que tanga que ser yo quien haga esto, teniendo en cuenta la agonía
en la que me encontraba cuando tuvimos esa conversación, pero,
¿recuerdas la segunda parte de lo que te dije aquel día?
Harry cogió
la taza de chocolate de las manos de Draco y tomó otro sorbo.
Ayudaba con los latidos que notaba en la cabeza. Trató de concentrarse.
-Algo acerca
de la anticipación.
-Sí,
Harry.
Harry hizo
funcionar su cerebro.
-Eso era
sólo… para conseguir que yo…
-No “sólo”
–dijo Draco-. Esto va de nosotros y de lo que hacemos, y de mí
teniéndolo a él por primera vez en casi un año
y dejándote a ti verlo. No somos exhibicionistas, Potter.
No es sólo que tú pasabas por aquí, y queríamos
alguien con quien lucirnos.
-Era una
palabra desafortunada, entonces –dijo Harry-. Quiero decir…
no era un castigo, sólo… juegos preliminares, ¿no?
Draco ladeó
el cuello en un movimiento que delataba su frustración.
-Primero,
ducha –dijo Severus, aún detrás de Harry-. Después
hablaremos en algún sitio que no sea el baño.
Harry se
tomó un momento para asimilar que lo iban a dejar solo cuando
aún no estaba del todo seguro de su lugar en la casa, y asintió.
Draco, sin embargo, lo ayudó a levantarse.
-Venga, vamos.
-¿Pero
tú…?
-Bueno, los
tres necesitamos una buena ducha, ¿no crees? -dijo Draco a modo
de respuesta.
A Harry no
le importaba eso, sólo que no le dejaran solo. Recordó
que hubo un tiempo en que pensaba que todo lo que quería era
que lo dejaran solo.
Dicen
que la juventud es un tiempo de estupidez, pensó Harry amargamente
A pesar de
que los tres acabaron en un espacio bastante reducido, desnudos al mismo
tiempo, la ducha siguió siendo una ducha. Severus le masajeó
el cabello y Draco tardó un rato en retirar las manos después
de pasarle el jabón, pero todos se las apañaron para lavarse
enteros y aclararse sin intercambiar un solo beso.
Draco alteró
su ropa de cama para que le sentase bien a Harry, quien no pudo reprimir
oler un poco su propio brazo buscando el olor de Draco.
Harry no
estaba seguro de quién había tomado la decisión
de dónde se sentarían a hablar. Acabaron en la cocina,
Draco preparando un té de lavanda y Severus buscando la media
tarta de manzana que habían dejado antes. Harry dudó un
poco frente al primer bocado de su tarta, recordando cómo le
gustaban a Draco las manzanas, pero el azúcar y el horneado parecían
haber transformado la acidez en algo delicioso y dulce.
Harry acompañó
su primer bocado con algo de té.
-Lo siento
-dijo.
Severus levantó
una ceja. Harry se encogió de hombros.
-Supongo
que he arruinado vuestros planes. Y, bueno, he dejado el baño
hecho un desastre.
-Y obviamente
no confías en nosotros más allá de la distancia
a la que puedes vernos sin tus gafas –la observación de
Draco vino acompañada de un tono engañosamente despreocupado.
Harry parpadeó.
Severus suspiró.
-¿Alguna
vez te ha hablado alguien sobre la relación entre Black y tus
padres?
Harry negó
vehementemente con la cabeza.
-No vamos
a hablar de ellos. Hay cosas que… acepto que los odiáis,
incluso entiendo por qué, pero no podéis ridiculizar lo
que me queda de ellos. Me iré de aquí antes de permitir
eso.
Severus se
lo quedó mirando un momento.
-Tienes unas
limitaciones muy interesantes, Harry. De todas formas, no planeaba regodearme
en mi desprecio hacia los sujetos antes mencionados.
-Oh –dijo
Harry. Draco puso los ojos en blanco y tomó un sorbo de té.
Harry miró por la habitación buscando una forma de encontrar
el hilo de la conversación y reiniciarla-. No, nadie me ha…
bueno, no sé mucho en realidad. Sólo que él era
mi padrino y que ellos confiaban en él para estar conmigo. Y
ella murió por mí, así que eso debe de ser algo
grande.
-Eran amantes,
Harry –dijo Severus suavemente.
De todos
modos, Harry se atragantó con el té.
-¿Los
tres? -dijo cuando se recuperó.
-No lo sabía
mucha gente.
Harry miró
a Severus.
-¿Cómo
lo sabes tú?
-Hubo un
largo período en mi vida en el que era mi trabajo saber cosas.
Especialmente sobre gente que…bueno.
Harry frunció
el ceño.
-Amantes.
-El mundo
mágico, Harry -dijo Draco-, puede estar a veces muy chapado a
la antigua.
-Me sorprende
que tú te hayas dado cuenta. Nunca has sido del tipo que buscan
comparaciones y contrastes.
Draco se
frotó la nuca.
-Es estúpido
no saber al menos un poco sobre las cosas que más te asustan.
Harry estaba
de acuerdo con eso.
-Entonces,
mis padres y Sirius no tenían otra forma de- Harry buscó
una palabra para decirlo, pero no la encontró-… de ser
lo que eran. De hacer lo que hacían.
Ninguno de
los dos se rió de sus usos verbales.
-Lo que no
quiere decir que estuviera mal -dijo Severus.
Harry sonrió
un poco, aunque su boca no parecía querer colaborar. Se aseguró
de mirarles a los ojos antes de continuar.
-Sí,
bueno, ellos se querían, ¿no? -estaba increíblemente
agradecido de que su voz no se hubiese quebrado con ninguna de las palabras.
-¿Nos
crees incapaces de una emoción así? –preguntó
Draco, con tono engañosamente calmado.
-Obviamente
no entre nosotros -replicó Harry sin poder evitarlo.
-De todos
modos, la gente como nosotros debe tener una cierta cantidad de dicha
emoción, una capacidad, si lo prefieres, y evidentemente nosotros
la hemos aprovechado en abundancia el uno con el otro -le dijo Severus
a Draco.
-Cuando lo
dices así suena estúpido -dijo Harry.
-Es probable
que haya una razón para ello -dijo Draco.
Harry miró
atentamente la mesa.
-¿Estás
diciendo…?
-Estamos
diciendo que nos des una oportunidad, Harry. Una oportunidad real. No
una cargada de pensamientos preconcebidos y asumiendo que las cosas
que hacemos mal son las únicas que hacemos.
-Tenéis
que… -Harry hizo una pausa-. Tenéis que entender que me
asusto con facilidad.
-¿El
Niño Que Vivió? -preguntó Severus sin una pizca
de sorna.
-¿El
Dos Veces Vencedor De Aquel Que No Debe Ser Nombrado? -sonrió
Draco.
-Con mucha
facilidad -confirmó Harry.
-Sí
-dijo Severus mirando a Draco desde el otro lado de la mesa-. Ya lo
íbamos notando.
Al día siguiente Harry mandó una lechuza a Remus. Me
llevo a Rina y los gemelos a casa después de que Hermione y yo
terminemos las clases. No escribió el “estate allí”,
pero le parecía que estaba implícito.
Después
de conseguir que los niños tomaran una merienda que no les fuera
a corroer las entrañas y ponerles a hacer los deberes, Remus
le miró.
-Entonces,
Severus ha dicho algo, ¿no?
Harry se
sentó en la silla más cercana.
-Tengo treinta
años, Remus. ¿No hubo ningún momento, algún
momento, en que te planteaste si a lo mejor debías contarme
la verdad sobre Sirius y mis padres?
Remus se
sentó delante de Harry.
-Ah
-¿Ah?
Remus hizo
un ademán con la mano.
-Suponía
que el señor Malfoy habría hecho alguna burda broma al
respecto hace años.
-¿Y
querías que me enterase de ese modo?
-No, Harry
-Remus sacudió la cabeza-. Por supuesto que no. Es más
bien que… ¿Alguna vez te has acostumbrado tanto a guardar
el secreto de alguien, a pensar que guardar ese secreto quiere decir
que estás guardando alguna parte de ellos, que sólo las
más extremas circunstancias te harían querer hablar de
ello?
A Harry no
le había pasado, pero se hacía una idea. Nunca había
sido capaz de culpar a Remus por su lealtad.
-Así
que sí hablaste con ellos.
-¿Lo
sabías?
-Lo sospechaba.
Remus se
miró las manos un momento.
-Estabas
mal.
-Remus…
-No, estabas
mal, y pensé que eso no debía ser así y si lo he
empeorado todo entonces no puedo ni empezar a…
-No lo has
hecho
Remus alzó
la vista
-¿No?
Harry sacudió
la cabeza.
-Las cosas
eran un poco raras al principio, no te mentiré.
-¿Pero
te contaron lo de Sirius, James y Lily?
-Sólo
para hacerme comprender que no era su juguete. Severus incluso dejó
de meterse con mi linaje el tiempo suficiente como para mantener una
conversación -Harry no creía necesario mencionar que ello
podría haber tenido algo que ver con que él prácticamente
les vomitara en las botas.
-Y quieres
que te cuente más. Contarte las cosas que él no podría
decirte, ni aunque quisiera.
-Quiero…
-Harry cerró los ojos-. Quiero conocer a mis padres de la manera
en que lo habría hecho si hubiera crecido hasta ahora teniéndolos
por aquí. Las buenas cosas y también las malas y cómo
unas compensaban las otras. La manera en que lograron que una relación
tan poco convencional funcionase, y las peores peleas que tuvieron.
Cómo se sobreponían a las peleas. Qué pensó
Sirius cuando nací -Harry se inclinó hacia delante-. Quiero
que me mires y veas que soy lo bastante mayor para que dejes de seleccionar
tus recuerdos, contándome sólo los que piensas que no
me harán sufrir. ¿De verdad quieres que tus hijos crezcan
viéndote como la perfección personificada? Quiero decir,
¿en qué les ayudará eso?
Remus echó
un vistazo por la puerta para echar un vistazo a tres de esos niños.
-No puedo
darte lo que mis hijos tienen, Harry. No importa cuánto lo queramos
tú o yo.
-No, pero
puedes darme lo que tienes.
Remus inspiró
profundamente.
-¿Cuánto
tiempo tienes?
A menudo, Draco se relajaba con las cosas que podían ser controladas,
como la temperatura de la casa, o la cantidad de polvo de los marcos
del vestíbulo, o el tiempo exacto que necesitaba un soufflé
para cocinarse.
Él
y Severus se parecían en eso. Severus con sus pociones de treinta
y ocho vueltas en el sentido del reloj y sus finos ojos de cucaracha.
Lucius solía insistir en que Draco enfocase su manía por
los pequeños detalles hacia “asuntos más importantes”.
Pero esas otras cosas solían requerir de elementos como un cierto
nivel de poder, o la posición exacta del sol. Eso anulaba totalmente
la necesidad por la previsibilidad y el orden de Draco.
La noche
después de La Charla, hizo soufflé.
Un soufflé
de chocolate y avellanas coronado por helado de vainilla y licor de
caramelo.
Harry apareció
tarde, con rostro inocente.
-Tenía
que conseguir respuestas a algunas preguntas –sostuvo hacia ellos
una botella cara de coñac
Draco le
besó con la botella entre los dos.
-Te perdonamos
-le quitó la botella de las manos.
-¿Dónde
está Severus? –preguntó Harry.
-Trabajando
en el cuarto estado. Le he ofrecido ayuda, pero se siente lo suficientemente
bien como para volver a necesitar su propio espacio, y el laboratorio
es…
-Su territorio
-terminó Harry, sus mejillas adquiriendo un agradable color rojizo.
Draco dejó
la botella en el mueble y volvió para presionarse contra Harry.
-Me pones
cuando estás inseguro.
Draco sintió
el rubor extenderse.
-¿Siempre,
entonces? –murmuró Harry
-Tengo una
teoría de cuánto me vas a poner cuando sepas que puedes
hacerlo.
-Cuéntamela.
-Apuesto
a que puedes adivinarla –susurró Draco, y fue a por otro
beso. La boca de Harry se abrió contra la suya, cogiendo todo
lo que Draco le daba. Draco dejó que la ráfaga de poder
que proporcionaba la disposición de Harry invadiera su cuerpo,
dejó que diera fuerza a los brazos que rodeaban a Harry, a la
presión de su lengua dentro de la boca de Harry.
Había
algunos detalles que a Draco le gustaban, sin importar su dependencia
de los dictados de fuerzas externas.
Draco sintió
a Severus entrar en la habitación; la sensación aún
algo extraña de su cuerpo y su magia recuperándose, el
espacio que ocupaba, el confort que automáticamente se instalaba
en Draco cada vez que estaba cerca. Sabía que Harry no sentía
eso último, pero tenía su propia forma de notar estas
cosas, y se esforzó en romper el beso y jadear “Severus”.
-Severus.
Draco dirigió
una mirada a su amante, traviesa y sin una pizca de arrepentimiento.
Severus, interpretándola correctamente, habló.
-Creo que
Draco desea que te enseñe algunas cosas, Harry.
-Después
–dijo Draco, casi mareado al conseguir lo que quería-.
He hecho un soufflé.
-Imagina
mi sorpresa -dijo Severus.
Claramente,
Harry no lo entendía. Tampoco preguntó.
-¿Con
champiñones? Me gustan los champiñones.
Draco dejó
almacenada esa información en el creciente rincón de su
mente que albergaba las cosas que sabía sobre Harry Potter.
-Un postre
de soufflé, tonto glotón. ¿No has cenado?
-Si, Remus
me ha dado de comer. Pero no pensaba rechazar nada de lo que tú
ofrecieras.
-¿Te
ha contado lo que necesitabas saber? -preguntó Severus con calma.
Harry trató
de esconder su sonrisa. Draco descubrió que su completo fracaso
al respecto también le resultaba excitante.
-Y más.
-Entonces
debes saber mejor que yo cómo funcionan las relaciones de este
tipo -dijo Severus
La cara de
shock de Harry era tan cómica que Draco no pudo controlar su
risa. Severus lo consiguió, pero a duras penas. Draco sabía
lo cerca que estaba, por cómo le temblaba el labio superior.
-De algún
modo –dijo Draco-, estoy seguro de que cada uno de nosotros aportará
sus propias áreas de conocimiento a este fin. Ahora sentaos,
y os serviré mi soufflé.
Severus compartió
una mirada con Harry. Draco jamás le había visto echar
esa mirada a nadie que no fuera él mismo. Esperó una explosión
de odio y celos en feroz respuesta, algo primitivo y posesivo. En lugar
de ello, se encontró deseando con aún más fuerza
que se aproximaran los eventos de la tarde.
Había
unas cuantas cosas cosas que a Draco no le importaba que estuvieran
fuera de su control.
-¿Qué le dices a un poco de revancha? –preguntó
Severus casualmente, echado hacia atrás en su silla y observando
atentamente los casi inexistentes restos de su soufflé.
Draco sabía
a quién iba dirigida la pregunta. A Harry le costó un
poco más comprenderlo. Lo que era parte del juego, por supuesto.
Cuando lo entendió, sus manos se cerraron en puños, como
lo hacían siempre que él tenía miedo de que fueran
a... Draco no estaba seguro qué temía Harry que hicieran
sus manos, pero era obviamente algo.
-¿Revancha?
-preguntó Harry.
Era muy dulce
cuando estaba desorientado. En serio.
-Bueno -Severus
arqueó una ceja y le dirigió a Draco una mirada de reojo-.
Aquí Draco te ha atado a la cama y te ha azotado.
Severus nunca
era dulce. Era parte del encanto.
La cara de
shock de Harry no tenía precio.
-Oh, no había
pensado ninguna… en realidad yo no hago eso. Normalmente.
-¿Pero
te acuestas con dos hombres de vez en cuando? -Draco no pudo evitar
meterse en esto, sólo un poco. Severus siempre hacía los
mejores planes. No era sorprendente, teniendo en cuenta lo mucho que
había dependido de sus planes para sobrevivir.
La respuesta
de Harry, después de un momento, fue la lenta formación
de una sonrisa.
-Un chico
puede soñar, ¿no?
-Si “de
vez en cuando” es tu gran ambición, Potter, tal vez deberíamos
encontrar a alguien más ambicioso –Severus parecía
indiferente ante todo aquello.
Harry se
concentró en Severus.
-No quiero
hacerle daño.
-¿Te
hice daño yo a ti? -dijo Draco.
-Vete a nuestro
cuarto, Draco -dijo Severus. Aunque estaba desesperado por saber qué
otras cosas tenía que decirle a Harry, Draco sabía reconocer
una orden cuando la escuchaba. Y sabía que la única forma
de conseguir lo que quería esa noche era obedecer. Se fue.
Se desvistió
cuando llegó y se acostó en la cama, desnudo. No estaba
en la orden, pero Severus sabía improvisar y la desnudez improvisada
aún tenía el efecto de impresionar a Harry hasta ponerle
de ese rojo escarlata que tanto le gustaba.
Así
que no quedó decepcionado cuando Harry pasó a la habitación
y se paró en seco.
-Oh -su boca
se cerró ligeramente en una forma curvada y el color rosado de
sus labios subió por sus mejillas. Severus sonrió. Conjuró
una cuerda de seda. La polla de Draco casi saltó de su sitio.
-Sobre tu
estómago -dijo Severus.
Draco trató
de escuchar las palabras que pasaban entre Severus y Harry, pero era
demasiado esfuerzo si además tenía que adivinar de quién
era cada mano. Particularmente cuando le pusieron la venda en los ojos.
No tuvo que esperar demasiado para comprender que las manos de Severus
se movían con más confianza, apretando los nudos que iba
enseñando a las indecisas manos de Harry. Draco conocía
la forma, era un juego que no habían practicado desde hacía
mucho. Era casi cruel, atarle las piernas por debajo, llevarle las muñecas
casi a la altura del cuello, dejando escasas áreas de su cuerpo
sin cubrir. Excepto la espalda; su espalda estaba indefensa ante cualquier
tormento que Severus eligiera infligirle.
Draco reconoció
la fusta desde el primer azote. Era de Severus. Las primeras veces de
Harry fueron obvias. Demasiado suaves, demasiado rudas, mal colocadas,
demasiado rápido, demasiado despacio. Pero cuando aprendió,
los golpes se mezclaron unos con otros, hasta que Draco no pudo diferenciar
un azote de otro y los toques de sus amantes fueron igual de fogosos.
Severus le
dejó gemir y jadear e incluso gritar pequeñas palabras,
pero cuando el primer sollozo salió de sus labios, los azotes
cesaron. Severus se inclinó sobre Draco, el calor de su pecho
casi demasiado contra el de la espalda de Draco.
-Dime qué
puedo hacer.
Draco pensó
en ello durante un instante, sobre lo que podía soportar. Confiaba
en Severus, sin embargo, para conocer sus límites, y era siempre
maravilloso cuando lo llevaban allí.
-Cualquier
cosa.
Las cuerdas
cambiaron entonces, y esta vez las manos de Harry temblaban un poco,
pero estaban más seguras de lo que hacían. Draco sintió
que levantaban sus brazos, atándolos sobre su cabeza para mantenerlo
en vertical. Le ataron la rodillas contra el torso. Eso quemaba un poco,
pero no tanto como su espalda y el sentimiento casi lo acompañaba.
El primer
latigazo contra su ingle le hizo revolverse contra las cuerdas.
-Tal vez…
-escuchó decir a Harry.
Pero Severus
debió de haber negado con la cabeza, porque le llegó un
segundo latigazo, y un tercero y un cuarto.
Esta vez
Severus le dejó gritar, dejó que el dolor invadiese a
Draco hasta que éste no se dio cuenta de cuándo había
terminado, hasta que cuatro indescifrables manos le untaron algún
tipo de crema, algo suave, casi demasiado gozosa.
-Por favor
–gimió.
-Creo que
quiere algo –murmuró Severus y un dedo largo y familiar,
aún untado de crema, se deslizó en el culo de Draco.
Draco jadeó.
-Únete
a mí -dijo Severus, lo que no tuvo mucho sentido hasta que Draco
notó otro dedo más grueso, menos familiar y también
lleno de crema, junto al de Severus. Draco no podía emitir ningún
sonido ante eso, era sencillamente demasiado bueno.
Había
susurros y a Draco no le importaba, no le importaba lo que decía
siempre y cuando, “oh, oh”, siempre y cuando Severus le
metiera la polla por el culo justo (los ojos de Draco, inútiles
de todas formas, se pusieron en blanco) así.
Más
susurros y de repente sintió más calor dentro de su culo,
algo más empujando, junto a la polla de Severus. Draco lloriqueó
un poco, pero Severus dijo “Shh” y Draco se calló.
El calor
era bastante intenso y Draco se mordió el labio para seguir las
órdenes de Severus, pero entonces, cuando comprendió qué
estaba pasando, con Severus contra su pecho y Harry presionándose
contra su espalda elegantemente curvada, la imagen, la idea casi hizo
que Draco se corriera en ese instante. Rompió su silencio.
-Harry, dentro
-gimió justo antes de que Harry se la metiera del todo.
Hubo una
corta pausa antes de que empezaran a moverse a la vez y era demasiado,
lo era, pero a Draco no le importaba, en absoluto, siempre que se quedaran
justo ahí porque era perfecto.
-Siempre
has sido insaciable –susurró Severus.
Draco no
podía contradecirle.
No tenía
ni idea de si se habían corrido al mismo tiempo, ni idea, porque
de repente dos manos se habían entrelazado alrededor de su polla,
al principio acariciándole demasiado suave. Draco había
protestado ante eso, pero Harry simplemente se había reído,
el muy cabrón. Al final, por fin, le dieron lo que quería.
Y después se estaba corriendo. Su mente se llenó de placer
e intensidad y la necesidad de respirar. En ese momento, nada podía
ser tan importante como esas tres cosas.
Tardó
un rato en oír el “Draco. ¿Draco?” que Harry
y Severus le susurraban intermitentemente, uno a cada oreja. Se dio
cuenta de que la venda de los ojos ya no estaba y la habitación
era demasiado brillante.
-Quiero mis
manos –dijo.
Y cuando
Severus le devolvió el uso de ellas, las utilizó para
apretar a los dos hombres contra él, dentro de él.
Harry pensaba
que estaba bastante quieto. Durante horas había aguantado a Draco,
que era un soñador bastante activo, moverse y retorcerse y subirse
encima de él. En algún momento debió delatarse,
porque un obviamente despierto Severus habló en la oscuridad.
-¿Ayudaría
una poción?
-¿Te
he despertado?
Harry empezaba
a pensar que no recibiría respuesta cuando Severus volvió
a hablar.
-Creo que
esta noche ha sido un poco fuerte. Necesito un calmante del dolor.
-¿Cuál?
-Algo suave,
el levamentum.
Harry ni
siquiera tenía que pensar en el hechizo a estas alturas. Esos
días la magia venía a él fácilmente, pero
más aún los hechizos que conocía bien, o algunos
que se habían vuelto especialmente útiles durante los
años. Conjurarlos era para él como respirar. A veces sólo
se daba cuenta de que lo había hecho después de ello,
cuando los niños criados en el mundo mágico o el resto
del personal lo miraba de forma extraña; los niños eran
conscientes de que sus padres no podían hacer esas cosas, y el
personal se enfrentaba al hecho de que la fama de Harry tenía
mucho que ver con sus acciones y poco que ver con quién era.
Severus recogió
la botella.
-Gracias.
Harry supo
que la poción estaba haciendo efecto (no solían tardar
mucho), cuando Severus habló de nuevo.
-Bueno, ¿hay
alguna que funcione para ti?
-La verdad
es que no. Y no me gusta tomar tantas como para que funcionen.
-Tendré
que ver qué puedo hacer cuando tenga tiempo para experimentar.
-Muy amable
por tu parte, pero me acostumbraré a dormir aquí y ya
no será un problema.
-¿Y
cuánto tiempo llevará eso?
Harry no
respondió.
-Ya veo.
-El trauma
tenía que manifestarse de alguna manera, supongo.
-Créeme,
Harry. El trauma se ha manifestado diez meses más de la cuenta.
Y no sólo en tus hábitos de sueño.
-Si es tu
forma de decir que no puedo controlarlo lo bastante para tu gusto, estoy
demasiado cansado para interpretar –aun así, no estaba
especialmente enfadado Lo que pasaba con Severus, como empezaba a darse
cuenta, era que cuando estaba de lo más cruel, sólo trataba
de ser amable.
-Es mi forma
de decir que haces las cosas más complicadas de lo que tienen
que ser.
-Es como
si Dumbledore llamara chota loca a McGonagall, pero bueno.
-¿El
qué?
-Loca como
una cabra.
-Lo he cogido
del contexto.
-Me estaba
quejando de tener que traducirte.
La carcajada
de Severus pareció llenar la oscuridad. Harry trató de
inhalar algo de ella.
-Esto es
un poco complicado, en realidad –siguió Harry-. Incluso
si no fuéramos nosotros tres, seguiría habiendo tres personas.
Pero somos nosotros.
-Y a pesar
del hecho de que no puedes dormir por las noches, Voldemort está
muerto, Harry. Y Lucius y Narcissa y Bellatrix y muchos otros, en gran
parte por tu mano.
-O por la
tuya.
-No hace
daño un poco de venganza limpia de vez en cuando.
-Pensé
que tal vez era eso –dijo Harry-. Durante un tiempo.
-Venganza.
-Mi padre
se estará revolviendo en su tumba. Sirius también.
-Había
formas mas sencillas de lograr tal objetivo.
Los ojos
de Harry se habían acostumbrado por completo a la oscuridad.
Se giró con cuidado para no despertar a Draco. Fijó la
vista en Severus.
-No te gustan
las cosas fáciles.
Harry pudo
ver el brazo que tenía Severus alrededor de Draco apretarse.
-No, en realidad
no.
-Cuando tenía
once años…
-Volví
a sentir la marca quemándome y no estaba muy contento de ello.
-Y lo pagaste
conmigo.
-En su mayor
parte, Harry, recuerdo a Potter y Black como estudiantes. No los vi
mucho después de aquello.
A Harry le
llevó un segundo seguir el hilo de los pensamientos de Severus.
-Ah.
-No le veo
a él cuando te miro. Ni una forma de llegar a él.
-Eso es ir
por buen camino.
Hubo un poco
de silencio hasta que Severus volvió a hablar.
-¿Has
probado hechizos? –preguntó.
-¿Hechizos?
-Para dormir.
-Normalmente
los tiene que hacer gente con gran poder. Tengo algunos amigos que quizá
podrían… no me gusta pedirlo, es como…Y además
tienen que estar ahí cuando me duermo, y no confío en
casi nadie en ese momento, excepto Ron y Hermione. Neville puede hacerlo
cuando se esfuerza. Se lo he pedido un par de veces.
-Combinándonos,
Draco y yo probablemente podríamos lograrlo.
-No hasta
que estés mejor.
-No debería
tardar mucho -Severus tenía un tipo muy extraño de optimismo,
basado completamente en los preceptos de la realidad. Harry lo admiraba.
-Puede que
os lo pida entonces.
Severus desenredó
el brazo del cuerpo de Draco para llevarlo a la nuca de Harry.
-Lo intentaríamos,
por ti.
Cuando Violeta volvió con Ron de su tan esperado viaje a Hawái,
llevaba un anillo de oro con tres perlas negras en el dedo. Ron tenía
cara de incrédula satisfacción.
Harry se
las apañó para conseguir un rato para Ron y él
solos y le invitó a una pinta de enhorabuena.
-Deberías
habernos dicho lo que planeabas, te habríamos preparado una fiesta
de compromiso o algo.
-Créeme
tío, yo… no me habría gustado que Hermione se enterase
así. No es que piense… bueno, ya sabes. Siempre hay algo
de, bueno, ya sabes. De todas formas, te lo juro, nos fuimos a bucear
y ella de repente salió del agua y brillaba de esa forma en que
brilla estaba en el aire y yo, simplemente –Ron se encogió
de hombros-… se lo pregunté.
-Ron –Harry
no pudo evitar reírse-. Eres el mejor estratega de quidditch
que ha visto el deporte en los últimos setenta años. ¿No
podías, no sé, planear un poco?
Ron se rió
un poco.
-La mayor
parte del tiempo, lo único que puedo pensar cuando estoy cerca
de ella es lo mucho que quiero estar cerca de ella un rato más.
Supongo que en ese sentio, ha sido un movimiento estratégico
bastante bueno.
Harry no
podía negar eso.
-Ron, eh.
Sin cambiar completamente de tema, pero, ¿crees que podrías
conseguirme al menos una entrada extra para los juegos?
Ron bebió
un sorbo largo de su cerveza de mantequilla.
-Pero ¿cómo
vas a elegir a quién llevar?
-A Severus
solo le gusta verlo cuando la competición es realmente buena,
no podrían importarle menos los partidos de principio de temporada.
Y Draco renunciará a su asiento en el momento en que crea que
Severus podría pedirlo.
-Te conozco
bastante bien, Harry. Conozco todas y cada una de las razones por las
que no quieres usar el truco de la fama. De todas formas, no entiendo
por qué para cosas como esta no utilizas lo de “Soy Harry
Potter”. Te haría mucho más fácil conseguir
lo que quieres para la gente que quieres.
Lo que decía
Ron era cierto. Podría tener el estadio para él solo en
ciertos juegos sólo con pedirlo. Había deudas que nunca
se saldaban, y dado que mucha de la gente importante del mundo mágico
británico eran ex miembros de la Orden, Harry podía tener
bastante influencia cuando lo deseaba.
-Porque no
soy ese Harry Potter con ellos, y no quiero serlo.
-Siempre
lo has sido. Quiero decir, de un modo distinto, pero el nombre sigue
ahí.
Harry trató
de explicarse.
-Antes de
que los llamara Severus y Draco, ya habían dejado de ser Snape
y Malfoy.
-Aún
estoy en período de aceptación de eso, sólo para
que conste.
-Dime que….
–no “lo entiendes”, Harry no iba a pedirle eso-. Dime
que esto no cambia las cosas entre nosotros.
-Si tú
me dices eso sobre que me case con una chica que no es Hermione.
Harry le
miró con sorpresa.
-¿De
verdad crees que me molesta?
-Me siento
como si hubiese roto promesas.
-No es como
si la hubieses dejado tú, tío.
-Nos distanciamos
el uno del otro -dijo Ron. No había sido tan bonito como eso,
pero Harry pensó que de todas formas encajaba.
-Me gusta
Vi. Puedo aprender a quererla, estoy seguro. Me alegro por vosotros.
-A mí
no me gustan ellos, Harry -Harry empezó a decir “lo sé”,
pero Ron siguió hablando-. No me gustan, pero cuando te veo últimamente,
veo algo que siempre he querido para ti, desde que éramos niños,
aunque no tenía forma de describirlo, ni siquiera a mí
mismo -Harry sacudió un poco la cabeza-. ¿Te has mirado
al espejo últimamente? Quiero decir, pareces cansado, lo que
no es sorprendente, pero te queda bien, y eso es algo que antes nunca
era así. Pareces más equilibrado, como si hubieses dejado
de permitir que las cosas del pasado te desgasten. Pareces –Ron
ladeó la cabeza-… no sólo alegre por mí,
sino feliz.
Harry cogió
el asa de su cerveza.
-¿Eso
quiere decir que me conseguirás las entradas?
-Bastardo
manipulador.
Harry sonrió.
Se sentía como si no pudiese dejar de hacerlo.
Había imágenes en el periódico después de
que Draco fuese con Harry al primer partido. Imágenes con titulares
sarcásticos. Harry no recibía el periódico, y Hermione
había aprendido hacía tiempo que prefería no enterarse.
No se habría enterado en absoluto si Draco no hubiese tenido
ese aspecto anonadado cuando Harry lo encontró en la cocina después
de la reunión de personal más larga de su vida.
Harry no
estaba seguro de por qué Draco le miraba como si no fuese un
ser corpóreo.
-Perdona
por llegar tarde. Hemos tenido que despedir a alguien del personal.
Ha habido reunión entre todos para darles la noticia y después
todo ha sido un poco como volver a… ¿Draco?
-Severus
y yo nos hemos peleado -dijo Draco despacio-. Se ha encerrado en su
laboratorio. No creo ni que esté mezclando pociones…
-Eso es nuevo
–dijo Harry, aunque se imaginaba que tendrían que pelearse
de vez en cuando. Todo el mundo peleaba.
-A veces
los dos decimos cosas que no sentimos.
-¿Vosotros?
-preguntó Harry- Es difícil de comprender, en realidad.
-La pelea
era por ti.
Harry sintió
un tirón en su estómago.
-¿Y
tú has perdido? Bueno, al menos no te ha dejado marcas.
-¿Marcas?
Pero qué…déjalo, probablemente es algo estúpido
y muggle.
-Como yo
–bromeó Harry con tensión.
-Oh, joder…
No ese tipo de pelea, Harry.
Harry se
sentó; el alivio le resultó abrumador.
-Dime qué
tipo de pelea.
-Le dije
que no volverías, que las cosas como la imagen pública
te alteraban.
-Espera.
¿Imagen?
Draco frunció
el ceño.
-No me digas
que eres tan estúpido como para no leer el periódico sólo
porque te molesta.
-Lo soy.
Draco parecía
tener ganas de gritar improperios, pero evidentemente decidió
que no le merecía la pena. Se limitó a levantarse, encontrar
el periódico y ponérselo a Harry delante las narices.
Éste leyó los titulares.
-Es una foto
bonita de nosotros, ¿no? Deberíamos recortarla.
-Harry…
-¿Qué
dijo Severus?
-Que el titular
tenía razón sobre mí.
Harry se
rió. Intentó ponerse serio ante la mirada glacial de Draco,
pero fue un intento infructuoso y ambos lo sabían.
-Juega sucio,
¿eh?
-No me estás
ayudando nada –el tono de Draco era enfadado, pero las palabras
eran lo suficientemente suaves como para que Harry se diera cuenta de
que estaba ocultando que se sentía dolido.
-¿Por
qué debería? Tú no crees que Severus realmente
piense eso. Los dos estáis soltando con el otro tensión
emocional. En cuanto al maldito titular, bueno. Los dos sabemos que
pasamos un buen rato y quiénes somos, tanto hacia el público
como el uno hacia el otro. ¿Por qué deberíamos
preocuparnos por lo que este periodicucho se invente?
-¿Entonces
seguirás compartiendo tus entradas?
-No he pedido
a mi mejor amigo que mueva las cuerdas sólo para renunciar a
ellas después de una cita. Además, fue una buena cita.
Draco sonrió
ante eso.
-¿Una
cita, Potter?
-¿Cómo
lo llamarías tú?
-Algo más
digno.
-Aún
no he oído ninguna sugerencia.
La voz de
Severus sonó por la puerta.
-No está
difamando a tu persona, así que no lo harás.
-Cállate,
no vamos a pelear más y lo sabes bien –dijo Draco. Pareció
aliviado, aun así, cuando Severus entró en la cocina y
se sirvió un poco de agua.
Harry se
ahorró mencionar lo irónico que era escuchar a Severus
Snape defendiendo a su persona. Se guardó el dato para
sí, seguro en algún lugar donde nadie, ni siquiera Severus
o Draco, pudiese encontrarlo.
-¿Cómo
va el cuarto estado?
-Lento –dijo
Severus.
-¿Pero
seguro? -dijo Harry.
Draco y Severus
ni siquiera se miraron uno al otro antes de poner los ojos en blanco.
Draco miró a Harry por encima de su hombro. Harry se acercó
y se abrazó a él desde atrás.
-¿Severus
está en el laboratorio?
-O eso, o
poniéndonos los cuernos.
-Voy a ser
optimista, de momento.
-En oposición
a cómo sueles ir por el campo de batalla con la bandera del pesimismo.
Harry sonrió.
Cerró los ojos y se hundió un poco en Draco.
-¿Qué
estás haciendo?
-La cena.
-Oh, genial,
aún no he tenido de eso. ¿Qué tal si compartes
unos pocos detalles más?
-Es una especie
de pollo tikka lo que estoy intentando.
Harry abrió
los ojos y bajó la mirada. En efecto, la sartén contenía
un plato de apariencia india.
-¿Dónde
has aprendido a hacer pollo tikka?
-Estaba en
un libro de cocina –dijo Draco a la defensiva. Demasiado a la
defensiva.
-¿Has
estado comprando libros muggles? No sabía que entendieses el
dinero muggle.
-No lo hago
–Draco estaba horrorizado ante la mera insinuación-. No
lo sabía, ¿vale? Los libros mágicos de cocina no
son tan diferentes, porque las fotos no se mueven, o al menos no deberían.
Estaba con los demás libros de cocina y vi cosas que no conocía
antes, y quería impresionar a Severus.
Harry repasó
despacio la enorme cantidad de información que Draco acababa
de proporcionarle.
-¿Querías
impresionar a Severus?
-Fue cuando
pensaba que eran las cosas que hacía, y no las cosas que pretendía
hacer con las cosas que hacía, lo que llamaría su atención.
-¿Cuándo
fue eso? –preguntó Harry.
-Al principio,
cuando conseguí que nos soltaran. Cuando pensaba que iba a dejarme,
porque era bastante obvio que ya no tenía que ir salvándome
la vida.
Harry no
sabía qué decir ante eso. Severus no lo había dejado,
así que parecía inútil intentar consolarlo.
-¿Por
qué haces el pollo tikka ahora, si has tenido el libro tanto
tiempo?
-Si piensas
que estoy tratando de impresionarte a ti, Potter…
-No había
sugerido nada por el estilo.
Draco hizo
un sonido desafiante.
-Vas a tener
que apartarte.
Harry no
se ofendió, se limitó a soltarle.
-¿Necesitas
ayuda?
Draco le
lanzó una mirada poco impresionada.
-Estás
a punto de caerte, Harry. Ve a sentarte.
-Estoy perfectamente
alerta -dijo Harry, que consiguió aplazar un bostezo hasta después
de haber soltado la frase.
-Bien, ahora
que se me ha asegurado ese aspecto...
Harry aprovechó
el reproche.
-Estaba pensando
que podría ir a casa a dormir, después de la cena.
Draco conjuró
tres platos y se sumió en la preparación de la cena.
-Podría
ir contigo.
Harry trató
de averiguar si había oído lo que creía que había
oído.
-¿A
mi casa?
-Asumiendo
que sea donde pretendes dormir.
-¿Y
Severus no tendrá nada que decir al respecto?
-Planeaba
que extendieras la invitación a él.
Harry parpadeó.
-¿Invitación?
-Potter,
si no me quieres allí, todo lo que tienes que hacer es…
-Mi cama
no es muy grande. No tanto como la vuestra.
-He visto
tus habilidades de transfiguración, Harry.
-Oh.
-¿Es
que Granger siempre piensa por ti?
-La mayor
parte del tiempo –devolvió Harry ausentemente, más
por hábito que por otra cosa. Estaba ocupado considerando lo
que Draco acababa de decirle-. ¿Por qué?
-¿Por
qué íbamos a querer ir a tu casa contigo?
Harry asintió.
-No has dormido
desde que empezaste a venir aquí. Al menos no el tiempo necesario.
Te vas a caer de insomnio un día de estos.
-Pero si
me voy a casa, quiero decir, no te lo tomes a mal, pero no os necesito
allí para dormir.
-Nos gusta
tenerte para apoyarnos en ti.
-¿Por
qué? –volvió a preguntar Harry.
Draco revolvió
los contenidos de la sartén que tenía delante.
-Tal vez
porque eres Harry Potter.
-¿Por
qué? –preguntó de nuevo, deseando que Draco cambiase
la respuesta.
Draco debió
de oír algo en la pregunta.
-A lo mejor
sentimos que es tu lugar.
La casa de Harry estaba mejor amueblada de lo que Draco había
esperado. Teniendo en cuenta el tiempo que Harry estaba en casa de ellos,
y su deplorable gusto de plebeyo, Draco había esperado paredes
blancas con pósters de quidditch y un colchón tirado por
algún sitio, tal vez escondido en un rincón.
El piso era
diminuto. Draco sabía que Harry podía permitirse algo
mejor. Aun así, era bastante doméstico. No había
muchos platos ni cacerolas ni nada en la cocina, y lo que había
estaba mal emparejado. En su salón había un sofá
y un armario a juego, con cojines de buen gusto, y su habitación
ofrecía una cama de tamaño aceptable con cabecero. Draco
señaló la cama.
-¿Azul?
Harry se
puso a la defensiva.
-Hermione
vio estudios psicológicos en los que decían que es un
color relajante. Y una vez que me acostumbré a dormir en la cama,
bueno - tocó el suave tejido del edredón, del mismo color-…
Me gusta el azul.
Había
un pequeño balcón que salía del dormitorio de Harry.
Albergaba bastantes macetas con plantas.
-¿Sabes
cuidarlas? -preguntó Severus.
-La verdad
es que no. Neville cree que todo el mundo debería tener plantas,
así que él se ocupa de ellas por nosotros. Creo que son
fáciles de cuidar, sólo viene una vez a la semana.
-Es casi
todo lazo del diablo –dijo Severus-. Longbottom tiene un gusto
interesante.
-Me gusta
el lazo del diablo. Y las margaritas. Petunia nunca plantaba margaritas,
decía que eran vulgares.
Draco se
rió, un poco por el pensamiento de alguien llamada Petunia intentando
hacer crecer algo y un poco porque Harry acababa de llamarse vulgar
a sí mismo. Volvió al salón. Había fotos
por todas partes. Todas con gente; Lupin y la prima de Draco con su
camada, Granger y Neville en un jardín de algún sitio,
Weasley y su fulana del quidditch volando, gente que Draco solo reconoció
vagamente como los compañeros aurores de Harry. Había
una manta de punto sobre el por lo demás inofensivo sofá
que anunciaba por sus tonos chillones la influencia Weasley, y una pequeña
colección de libros con títulos que iban desde quidditch
hasta la educación mágica actual. También algunos
libros muggles que parecían estar muy manoseados.
Severus salió
de la habitación y se sentó en el sofá. Draco sintió
su mirada sobre él. No se volvió, altamente fascinado
por los resúmenes en las contraportadas de los libros muggles
de Harry. Todos parecían tratar de cosas que no eran reales.
No oyó
a Harry entrar y se sorprendió un poco cuando le escuchó
hablar, con ligereza pero con un atisbo de inquietud.
-¿Aprueba
mi residencia vuestros estándares de aceptabilidad?
-¿Para
vivir? –preguntó Draco, aún algo distraído-.
Apenas. Pero supongo que para ti puede valer.
Severus resopló,
divertido. Draco devolvió el libro a su estante y se volvió
hacia sus amantes. Harry iba vestido con un pijama azul cielo. Por un
momento, Draco vio al chico con el que siempre peleaba en el colegio.
Parpadeó, y el hombre estaba de vuelta. Harry le sonrió
ampliamente
-Me sirve
con bastante eficiencia.
Harry era
tan lamentablemente propio de la clase media. Draco supuso que era una
de las muchas cosas que le tenía que perdonar. Severus, a pesar
de su original carencia de fondos, tenía la imaginación
de alguien con dinero.
La voz de
Severus en su mente había dejado hacía tiempo de parecer
una intrusión en la mente de Draco, así que le llevó
un momento darse cuenta de que era ahí donde estaba oyendo la
voz, y no con los oídos.
“Se
va a dormir en el sofá”, dijo Snape.
“Supongo
que podemos quedarnos con la cama, entonces.”
Severus sonrió.
-Harry.
Harry se
sobresaltó.
-¿Eh?
Oh, perdonad.
Resultó
que la cama de Harry, aparte de ser muy azul, también era extremadamente
confortable. Draco se encontró preguntándose por qué
aquello no se le había ocurrido antes. Harry, a quien Draco jamás
había visto dormir, era una persona totalmente diferente en ese
estado. Admirándose de que Harry estaba de verdad durmiendo,
Draco acarició su espalda para corroborar que sus músculos
estaban tan relajados como aparentaban. Harry murmuró algo inteligible
en sueños, pero no se despertó.
-Tal vez
deberíamos conseguir ropa de cama azul -dijo Severus.
-De todas
formas los hechizos van a ser necesarios. Al menos al principio.
-Indudablemente
-y sin ningún cambio de tono en absoluto añadió-:
Supongo que deberíamos aprovecharnos de él ahora que está
dormido, ¿no?
Draco no
quería admitirlo, pero nunca había sentido menos ganas
de aprovecharse de Harry que ahora. Su boca estaba ligeramente abierta,
su mano un poco curvada sobre la piel de Severus, como para asegurarse
de que no se habían ido. Había tantas cosas que Draco
podía imaginar hacer en ese momento, desde una diversión
inofensiva hasta hechizos maliciosos.
Miró
a Severus, sin molestarse en ocultar su confusión.
-Creo que
mataría a quienquiera que lo intentara.
-Supongo
que no lo intentaré, entonces -dijo Severus, y se encogió
junto a Harry con ademán protector.
Draco los
miró hasta que los dos respiraban regularmente. Sólo entonces
se colocó de forma que sería el primero en enfrentarse
a cualquier daño, y se permitió relajarse, hundido en
el azul de la cama de Harry.
Justo antes de tomar la poción que constituía la última
parte de la cura, Severus los llamó al laboratorio.
-Esto me
hará perder la consciencia durante un tiempo –dijo.
-Define “un
tiempo” -dijo Draco.
-Los archivos
determinan un rango. Mi estimación, basada en mi peso, altura
y la manera en que las otras fases han actuado en mí, es de cuatro
días.
-¿Cuatro
días? -Harry saltó de donde había estado sentado.
Draco se quedó donde estaba. Estaba acostumbrado a la tendencia
de Severus de minimizarlo todo excepto las cosas insignificantes e inconvenientes.
O no tan
insignificantes.
Se planteó
acercarse a Harry para calmarlo, pero era entretenido y extrañamente
reconfortante cuando Harry se molestaba tanto por cosas como ésta.
Harry extendió los brazos.
-¿Y
no creíste necesario mencionar esto hasta ahora?
Severus le
miró con curiosidad.
-¿Mencionarlo
antes habría cambiado algo?
Eso dejó
a Harry un poco atontado, y se sentó de nuevo en el sofá
con expresión perpleja
-Bueno, no.
-Sugiero
que, mientras dure esto, vuelvas a tu piso por las noches y duermas.
Harry le
hizo una mueca. A Severus.
-Sólo
son cuatro días.
Draco pensó
que eso dependía de en qué lado de los cuatro días
te quedaras, pero por las acciones de Harry de hacía un momento
supo que él también lo sabía, así que se
quedó callado. La cara de Severus estaba firme.
La mirada
de Harry se movió entre Draco y Severus.
-¿Es
ésta vuestra forma de decirme que queréis estar solos?
Creí que ya habíamos pasado por la fase de En-realidad-no-puedes-ser-sutil
que traje conmigo.
Severus puso
los ojos en blanco.
-Sólo
quiere asegurarse de que duermes un poco -dijo Draco-. ¿Podrías
dejar de ser un soplagaitas hipocondríaco por una vez?
-Oh, vaya,
querido. Sí, me alegro de conocerte. Encantado, estoy seguro.
Draco se
rió.
-Cállate.
-Es sólo
que, quiero decir, no es como si fuera a dormir de todas formas. Ah,
sí, mi amante yace inconsciente, esperamos que en estado de curación,
pero todos sabemos lo complicadas que son estas cosas, vienen y se van
y yo estaré por aquí, echándome una siesta.
-Cuando lo
dices así, suena estúpido -dijo Draco.
-Me pregunto
por qué será –dijo Harry, con su aire de Gryffindor
acostumbrado al Drama.
Severus sonrió.
Draco hizo lo mismo.
-Bueno -dijo
Harry-, pues volveré después de trabajar.
-Conociendo
tu tendencia a la codependencia y tu estúpida nobleza Gryffindor,
te he hecho una poción -dijo Severus.
Harry frunció
el cejo.
-Se supone
que deberías estar concentrándote.
-No todos
somos incapaces de hacer más de una cosa a la vez.
Harry lo
dejó resbalar..
-Tendrás
que enseñarme esa habilidad algún día.
-Amenázame
con enseñarte algo una vez más, Potter, y me negaré
a tomar la última parte de la poción.
-Sí,
sí. ¿Me has hecho algo, entonces?
-Poción
para dormir.
-Te dije…
Draco se
preguntó qué le había dicho Harry a Severus, pero
fuese lo que fuese, Severus le cortó negando con la cabeza.
-Es una solución
temporal, Harry. Sólo la tomarás unas pocas noches. Luego
volveremos a dormir en tu piso hasta que Draco y yo busquemos encontremos
la forma de acortar la transición de tu casa a la nuestra.
Harry se
revolvió, obviamente disconforme.
-Si dice
que funcionará de un cierto modo, lo hará- dijo Draco.
-Eso ya lo
sé –dijo Harry sin mirarles. Draco pensó en la forma
en que Harry no se daba cuenta de que no había comido hasta que
le ponías la comida delante, en cuyo caso engullía como
si su cuerpo no tuviese límites en cuanto a la cantidad que aceptaba.
Se preguntó Harry estaba tan acostumbrado a que las cosas salieran
mal, que empezaba a preocuparle si se tomaban pasos para mejorarlas.
Daphne podía ser así a veces.
Draco desechó
el pensamiento. Harry había sobrevivido hasta ahora como era.
O Severus y él podían ayudarle, o no podían, pero
no era probable que revolver en las heridas pasadas de Harry fuera de
ayuda.
-¿Quieres
algo de beber antes?- preguntó a Severus.
Severus abrió
el sello de la botella donde había guardado la poción
final. Miró la superficie del líquido y después
a Draco.
-Os veré
cuando despierte -fue lo último que dijo antes de abandonar la
habitación, botella en mano, hacia su dormitorio.
-¿Es
que no vas a seguirlo? -preguntó Harry.
-¿Es
que no vas a tocarme de una puta vez? -contestó Draco.
Harry recorrió
el espacio entre ellos y lo envolvió con tanta rapidez, que Draco
se quedó pensando si lo había dicho en alto, o si la idea
había estado en su cabeza y Harry sencillamente lo sabía.
A las primeras
señales de consciencia de Severus, Draco ya estaba encima de
él, pegados sus labios a los del moreno, como una especie de
cuento de hadas extrañamente agradable. Harry los miró,
esperando el sentimiento de exclusión en cualquier momento, pero
lo que en verdad sentía era otra cosa muy distinta, igual de
fuerte, pero nada dolorosa. Ahogó un gemido.
-Apenas he
recobrado la consciencia, señor Potter. Así que intente
mantener su libido bajo control.
-Es culpa
tuya -dijo Harry, perfectamente conforme con la dosis de petulancia
en la respuesta.
Draco se
rió. Harry pensó que era la primera vez que le oía
reír sin temor o miedo que interfirieran de alguna manera con
el sonido. Harry se arrodilló a un lado de la cama con los labios
hacia arriba. Draco le concedió un beso antes de volver a centrar
su atención en Severus.
-¿Cómo
te sientes?
-Como si
llevara mucho tiempo sin moverme.
No lo había
hecho. Ya había sido malo para Harry, quien salía a trabajar
por la mañana y volvía por la noche. Sólo podía
imaginar lo que habría estado provocando la situación
en la cabeza de Draco. Ambos habían movido a Severus a los lados,
para prevenir efectos, pero aún así, su absoluta inmovilidad
había sido desconcertante.
Draco lo
había llevado bastante bien, aferrándose por completo
a la idea de que Severus sabía perfectamente lo que hacía.
Eso y las mamadas que Harry iba repartiendo, como puntos para Slytherin
en una clase de pociones.
Severus apartó
a Draco de encima y se sentó en la cama. Cerró los ojos
un momento, pero cuando los abrió eran duros, firmes, familiares.
-¿Cómo
sabes si ha funcionado? -preguntó Harry.
-Ha funcionado
–dijo Severus.
Eso no era
bastante para Harry.
-¿Cómo
lo sabes?
Severus le
lanzó una mirada molesta. Harry no apartó la suya y después
de un momento, Severus fue el que se echó atrás.
-¿Serían
las pruebas visibles aceptables para ti?
-Cualquier
cosa que contenga una explicación palpable sería aceptable
-dijo Harry. Sonrió un poco. Severus le resultaba sorprendentemente
excitante cuando se enfadaba.
Enfatizó
este aspecto en grandes cantidades un segundo después, cuando
cogió la varita de la mesita de noche y se desnudó completamente.
Se puso de lado en la cama, dándole la espalda, sus músculos
tirantes.
-¿Ves
algo diferente?
Harry lo
veía. La cicatriz de un conjuro solía delinear la espalda
de Severus, sobre el riñón derecho. Era una cicatriz dejada
allí por un hechizo ígneo, no una imperdonable, pero muy
fea de todos modos. La cicatriz había desaparecido. Harry abrió
mucho los ojos.
-¿Todas
han…?
Draco acarició
con una mano el hombro de Severus, donde una cicatriz, hecha de forma
física, aún estaba ahí. Harry no había preguntado
cómo la había conseguido, pero si había algo de
lo que Harry sabía era de distintos tipos de cicatrices.
-No –dijo
Draco mientras la besaba.
Algo respecto
a eso resultaba reconfortante para Harry. Por un momento había
tenido la extraña sensación de que tendría que
reaprender a Severus por completo. Era estúpido, por supuesto.
Harry no pensaba en él como en su cicatriz, y probablemente tenía
más razones que nadie. Draco pareció aliviado también,
lo que hizo que Harry se sintiese un poco menos culpable.
Severus se
removió un poco.
Draco ya
estaba examinando el resto del cuerpo de Severus, primero con sus manos,
luego con sus ojos. Harry le imitó. Severus suspiró con
aprecio, relajándose y acostándose de nuevo contra las
almohadas. Cerró los ojos.
-Acabo de
despertar del equivalente en cuanto a pociones inducidas de un coma.
-Ya -asintió
Draco ausentemente, sus dedos acariciando la piel de los muslos de Severus.
-Mh hm –estuvo
de acuerdo Harry, sus propias manos ocupadas en acariciar el brazo de
Severus y el hueco detrás de su coso.
-Chicos –dijo
Severus con todo el tono derogatorio que pudo antes de sonreír.
Harry se
estiró y besó las manos de Draco; sus labios se movieron
a los nudillos y, en los huecos entre los dedos, la ingle.
Les llevó once semanas y cuatro días encontrar un hechizo
que funcionase para hacer que Harry durmiese sin efectos secundarios
como dormir treinta y seis horas seguidas, tener vívidos sueños
de los que no podía despertarse o andar sonámbulo (para
chocar contra las paredes, la mayoría de las veces). Comparado
con los ochos meses que habían tardado en hacer la cura contra
el Legado Oscuro, Harry sintió que había sido fácil.
El proceso
era lento y Harry descubrió que Severus y Draco eran más
pacientes que él con esa clase de cosas. Se reían mucho
de él. Algunas veces se permitía a sí mismo enfurruñarse
por su actitud, pero si permanecía lejos durante más de
un par de días ya se había acostumbrado a que alguno de
los dos apareciera con alguna oferta de tregua.
Draco fue
el primero, apareciendo en el apartamento de Harry, con una planta que
Harry jamás había visto. Quedaba bien con el resto de
las plantas del balcón.
-¿No
es un poco contraproducente para sacarme de este piso y conseguir que
me mude con vosotros?
Draco estuvo
de acuerdo, pero la siguiente vez que Neville llegó a la casa,
se entusiasmó tanto con la nueva adquisición, que Harry
supuso que la planta encontraría un hogar satisfactorio después
de todo.
Severus llegó
después, a la escuela, con chocolate; un chocolate muy bueno.
Harry no se habría ablandado si no fuera porque compartió
el chocolate con Hermione y estuvieron una hora charlando sobre los
nuevos conocimientos en pociones. Para un observador cualquiera, parecía
que no se estuviesen divirtiendo, pero Harry tenía otra visión
de las cosas.
Draco hizo
el tercer movimiento, retando a Ron a un partido de ajedrez. Ron ganó.
Draco le dio su entrada al próximo partido de quidditch, que
Ron le dio en cuanto pudo a uno de los amigos de Vi. Harry se quedó
en casa para el partido.
-Estás
arruinando mis mejores esfuerzos por ser…amable.
Harry lamió
perezosamente los labios de Draco, tratando de deshacerse del disgusto
que los había inundado con la última palabra.
-Ron me perdonará.
Ofendido,
Draco le empujó.
-¿Estás
diciendo que yo no lo haría?
-Es mejor
cuando no tienes que hacerlo.
Draco no
encontró respuestas a eso.
Severus hizo
el cuarto movimiento apareciendo en uno de los partidos de Harry, quien
fue a sentarse con él después del juego. Estaba cubierto
de sudor y suciedad, así que se mantuvo a distancia, con cuidado
de no tocar a Severus.
-Habría
vuelto, ¿sabes?
Severus observó
el campo.
-Tras un
poco de tiempo, supongo
-Entonces,
¿por qué…? ¿Por qué esos grandes gestos?
Severus sonrió
divertido en dirección a Harry.
-No tienes
grandes expectativas, ¿verdad, Potter?
Harry se
encogió de hombros. No creía que hubiera nada malo en
su nivel de expectativas.
-¿Te
acuerdas de qué hiciste una semana después de que la cura
hiciera efecto? –preguntó Severus
Harry sonrió.
-Tener mucho
sexo.
Severus puso
los ojos en blanco.
-¿Cuántos
tienes, dieciséis?-Estoy
más cerca de ellos que tú.
-Aparte
de eso.
Harry rebuscó
en su cerebro, porque era obviamente algo importante, pero no le vino
a la mente.
-No sé.
Es decir, recuerdo que esa semana Mandy Shacklebolt llegó con
un caso leve de fiebre de dragón y se lo contagió a media
escuela. Lo demás está borroso.
-En medio
de tu brote lascivo preguntaste si podíamos celebrarlo con una
cena. Dijiste que podríamos invitar a Daphne y su prometido.
-Bueno, a
Daphne -dijo Harry-. Por entonces no sabía que estaba prometida.
-¿Por
qué lo hiciste?
Harry dudó.
-No entiendo
la pregunta. Draco la trajo a un partido una vez, supuse que eran amigos.
No conozco a ningún otro amigo vuestro, así que era lo
único que podía sugerir.
-Quiero decir,
¿por qué te preocupas de si tenemos amigos fuera de la
casa?
Ésa
era una pregunta más fácil. La respuesta más difícil
de decir en voz alta.
-Porque me
importa -esperó que su voz no sonara temblorosa.
-No nos gusta
cuando algo así no se tiene en cuenta -Severus no sonreía.
-Los dos
podéis ser gilipollas a veces -dijo Harry con el mismo tono.
-Demasiado
tiempo solos.
-No es una
buena excusa.
Severus asintió.
-Lo sabemos.
Harry volvió
con él después de eso y se aprovechó de su agua
caliente. Draco hizo cena para los tres. Pasaron otros ocho días
hasta que encontraron el hechizo correcto. Las noches las pasaban alternativamente
en su casa y en la de Harry, para que éste durmiese algo.
La mañana
tras la primera noche en que el hechizo funcionó, Harry se despertó
completamente descansado y en brazos de Draco. De Severus solía
poder deshacerse con facilidad, el rubio le costaba bastante trabajo,
y no lo lograba sin despertarlo. Draco lo miró con cara de sueño.
-Ha funcionado.
Harry besó
su frente.
-Sí,
te veré después del trabajo.
Hermione
fue a verle ese día.
-Sé
que ahora estás muy ocupado, pero de verdad me gustaría
que pudiésemos cenar juntos esta noche. Tengo que contarte algunas
cosas.
Tenía
esa línea de los ojos que se le ponía cuando las cosas
le estaban resultando duras últimamente y a Harry ni se le pasó
por la mente rechazarla. Se apareció con polvos flu en la casa
para decirles que volvería tarde. Draco se enfurruñó
un poco, pero Harry no se dejó amilanar. Draco y Severus eran
una cosa, pero Hermione era Hermione.
Sólo
que cuando él y Hermione llegaron al restaurante, Draco y Severus,
Ron y Vi, Daphne y Neville estaban todos sentados en la mesa, manteniendo
lo que parecía ser una conversación agradable, aunque
algo tensa. Harry se volvió a Hermione.
-¿Qué…?
Ella simplemente
le condujo a la mesa y le sentó en frente de Severus y Draco,
entre ella y Ron. Ella se sentó al lado de Neville.
-Sorpresa
-murmuró Draco a su oído.
-¿Qué
estamos celebrando? –dijo Harry.
-La vida
-dijo Draco.
-El sueño
–dijo Severus.
-Los amigos
–añadió Daphne.
-El amor
-dijo Neville dulcemente.
Ron les miró
a todos haciendo una mueca.
-Vamos a
pedir, ¿vale?
Harry cogió
su menú, dejándolo lo suficientemente bajo para articular
un “gracias” por encima.
Severus y
Draco pretendieron ignorarlo. No pasaba nada. Siempre quedaba la noche.
Fin
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