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Ojo por ojo
Por Arsenic

Ubicación original

Traducido por Kaworu - Beta: Kay Morgan, Ronna
Revisión gramatical: Siomara

Harry/Draco/Snape

 

Nota de la editoria: "Ojo por ojo es importante para mí. No sólo es un fic excepcional y una emocionante -pero realista- historia de amor (incluyendo el relato de la preciosa relación de los padres de Harry y Sirius); además, puedo afirmar que es una de las mejores obras de fanfiction que he leído. Y he leído unas cuantas. Refleja una serie de situaciones que, por otra parte, concuerdan con ciertos ideales propios. Por eso, y por muchos más motivos, "Ojo por ojo" se cuenta entre mis favoritas.

 

 

El día que Harry llamaba, a veces y en secreto, El Día En El Que Por Fin Me Cargué A Ese Tipo – Si, A Ése Que Tú Sabes, estaba soleado y era un día perfecto para jugar al Quidditch. También lo era el día que Draco Malfoy vino a saldar su deuda de vida. Harry empezaba a preguntarse si los días soleados eran un mal presagio.

Estaba en mitad de las clases. Después se preguntaría si Malfoy habría sabido eso, y, en caso afirmativo, cómo. Estaba seguro que ninguno de sus compañeros le habría dado tal información.

Malfoy, había que reconocérselo, se había esforzado en parecer educado para la ocasión, llegando incluso a llamar a la puerta del despacho de Harry, a pesar de que estaba abierta, y esperar a que Harry se girara y, tras una pausa sorprendida, hablase.

-Malfoy.

-¿Puedo pasar?

Harry quería decirle que no. Pero el tiempo en el que eso habría sido aceptable había terminado hacía ya mucho. Inclinó un poco la cabeza.

-¿Qué necesitas?

Malfoy se deslizó en la habitación con esa habitual gracia suya que le crispaba los nervios a Harry. Cerró la puerta con un movimiento de varita. Harry frunció el ceño.

-La preferiría abierta, Malfoy.

-Incluso los críos de ocho años tienen oídos -dijo Malfoy, como si ese hecho fuera algo que hubiera aprendido por el camino difícil.

-¿Y a qué debo el privilegio de que vengas a visitarme de forma tan privada?

La sonrisa de Malfoy parecía dolida.

-Te has vuelto bastante diplomático.

-Los padres de los críos de ocho años tienen un estándar de comunicación algo más elevado de lo que podría esperarse.

Malfoy asintió.

-Por supuesto.

Harry iba a contestarle algo, cuando Malfoy le cortó.

- Potter. Ya está bien. Necesito un favor.

-No lo llamaría precisamente un favor, entre nosotros, ¿no es cierto?

-Da igual la terminología que te convenga, necesito tu ayuda y la tendré.

-Si, sería horriblemente impropio de un Slytherin el no reclamar sus deudas.

-Y además- le cortó Malfoy de nuevo-… No he venido a discutir.

-No, has venido a pedirme un favor.

-Ingredientes para pociones.

Harry prácticamente podía sentir su sangre ralentizándose en el paso por sus venas.

-Tú no las preparas.

-No.

-Entonces, el favor no es para ti.

-Potter…

-Cualquier cosa que tengas que pedirme, ya sea para ti o para él, seguramente es algo que no se te permite tener por alguna buena razón.

-Lo primero, pequeño moralista indeseable, es que sabes bien que luchamos a tu lado…

-Cuando os convenía – bufó Harry.

-A tu lado -terminó Malfoy-. Y lo segundo, hay miles de ingredientes para pociones que sirven para sanar, pero pueden usarse también para matar.

Harry respiró hondo y luchó contra la urgencia típica de sus días de escuela que le hacía querer a maldecir a Malfoy primero y preguntar después.

-Sanar, dices.

-Sí -la barbilla de Malfoy se elevó ligeramente con orgullo

Harry sabía que acababa de dar con la clave de algo, pero aún no sabía de qué se trataba.

-¿Estás enfermo?

-¿Te parezco enfermo, Potter? -Malfoy le fulminó con la mirada. Harry le devolvió el gesto. Malfoy apartó la vista primero-. No son para mí.

-Entonces, teniendo en cuenta que mi deuda de vida es contigo, esto no es asunto mío, ¿verdad?

-Maldito seas, Potter -las palabras de Malfoy casi no pasaban entre sus labios apretados. Harry creyó ver lágrimas al borde de sus ojos, pero Malfoy torció la cabeza para esconder su mirada-. ¿Quieres que te lo suplique? ¿Quieres que te suplique por su vida? Porque, dejando a un lado el hecho de que todo lo que has conocido son líos de instituto y un par de affaires –Malfoy escupió las palabras a Harry-, algunos de nosotros sabemos lo que significa vivir y morir por otro. Si piensas que su vida no está de ningún modo conectada a la mía, es que eres un estúpido.

-Siempre has creído eso.

-Y esperaba que me demostraras que estaba equivocado -Malfoy recuperó visiblemente la compostura de antes y miró a Harry. Sus rasgos eran pálidos y duros a la vez-. Por favor -suplicó-, si nuestra deuda significa algo para ti, por favor.

Harry se preguntó por qué siempre había pensado que ver a Malfoy suplicar le haría sonreír.

-Retira lo que has dicho de mi vida amorosa.

-Por el amor de... Tu vida amorosa es exactamente la que un joven inglés saludable de 29 años debería tener. Y ahora, ¿me ayudarás?

-Supongo que tendrás una lista -Harry alargó la mano. Malfoy se sacó un fino pergamino de la túnica y se lo tendió. Harry paseó los ojos por su contenido.

-Indica dónde encontrarlo todo, al lado de los nombres y cantidades.

-En realidad había logrado descifrar eso, sin tener que consultar con Hermione ni nada parecido -aló la vista hacia Draco-. Simplemente no puedo darte estos ingredientes a ti.

-Potter...

-No puedo, Malfoy, sería una negligencia. Pero me los llevaré contigo y estaré mientras los prepara.

-Podría tardar meses.

Harry notó el timbre de esperanza y desesperación a la vez en la voz de Malfoy. Cortó de raíz la compasión que empezaba a provocarle.

-Estableceremos un horario.

-No sabrás si los utiliza sin tu consentimiento. Habrá veces en las que tendrás que irte; quiero decir, tú tienes un trabajo...

-Por eso seré yo quien personalmente establecerá hechizos y guardias en su laboratorio.

-¡Es su laboratorio!

Harry apretó los labios.

-Y ésas mis condiciones. Otra opción es volver a pasarte con un plan para saldar la deuda que implique, pongamos, ¿tu vida?

La derrota no era un complemento atractivo en la mirada de Malfoy.

-Hablaré con él.

-Y verás que está de acuerdo –dijo Harry

-Limítate a encontrar los ingredientes. Yo me encargaré del resto -dijo Malfoy suavemente.

 

La voz de Severus era engañosamente casual cuando se dirigió a él.

-¿Dónde has estado?

A Draco no le habían engañado desde hacía mucho, mucho tiempo.

-¿Te gustaría ir lanzando unos cuantos hechizos preliminares, para quitártelos de en medio y sentirte mejor?

-Estuvimos de acuerdo, Draco...

-No, tú lo estableciste y yo fingí obedecerte. ¿Cuándo ocurrió eso por última vez?

-El jueves pasado, con el tema de tus cuentas bancarias

Draco se sentó en el sillón al lado de donde Severus estaba sentado.

-Si usara esas tácticas todo el tiempo, encontrarías la forma de alterar mis intenciones.

-Potter no nos ayudará.

-No en la manera que pensaba -admitió Draco, porque esos últimos días los triunfos de Severus (los que realmente importaban) habían sido pocos, y no le gustaba privarle de ellos.

Severus pareció entender este compromiso verbal de Draco, y como recompensa hizo su voz algo más suave.

-No deberías sacrificar... lo que sea que estés pensando por mí. Hay otras maneras.

-Mi orgullo es lo último que sacrificaría por ti, y no he dicho que no fuera a ayudarnos.

-Si al menos pudiese darnos algunos...

Draco se tensó.

-Nos dará todos los ingredientes.

-¿Y entonces qué te mantiene tan atípicamente silencioso, ante la perspectiva de una victoria?

Draco buscó entre sus ropas y sacó el contrato que había sellado con Potter antes de irse. Estaba atado a los tres, invisible a cualquier otro, firmado por Draco y Potter, porque la Deuda de Vida era entre ellos dos. Lo levitó hacia Severus, quien lo desenrolló y lo leyó.

-Bueno, difícilmente podrías haber esperado algo más.

-Salvé su vida. Con tu ayuda, si mal no recuerdo.

-Yo maté a su mentor. Teniéndolo todo en cuenta, su precaución no es enteramente indebida.

-Esperaba que me ayudaras a ponerle verde una vez fuera de su alcance auditivo.

-Oh, es un santurrón con pretensiones de superioridad moral, aburrido y la burda imitación de un mago capaz, sin duda. Pero que quiera ponerse sobre seguro respecto a ingredientes para pociones letales en manos de alguien a quien considera, de forma tal vez no totalmente errónea, un enemigo, no es exactamente algo que deba llamar estúpido.

-Simplemente estás calmado porque sabes que podrías envenenarle incluso cuando estuviese mirando.

-No es un pensamiento desagradable que añadir a las circunstancias -sonrió Severus.

Draco se rió un poquito y se tumbó en el sofá, con la cabeza apoyada en el regazo de Severus, algo tranquilizado cuando éste no emitió sonidos de dolor. No alzó la vista para comprobar si tenía los labios fruncidos, o si sus manos se habían agarrado con un poco más de fuerza a la silla, o ninguno de los otros tics que Severus había aprendido a ocultar a todo el que no los estuviera buscando.

-Potter es el más pequeño de los problemas a los que me enfrentaría por ti –dijo Draco, sabiendo que Severus conocía los límites de Draco y apreciaría el comentario por lo que era.

La mano de Severus bajó a la cabeza de Draco, como bendiciéndolo.

-Lo sé.

Como muchas de las otras cosas en la nueva vida de Harry, la Escuela de Día de Dumbledore había sido idea de Hermione. Él se había limitado a sonreír inútilmente y estar de acuerdo con todo.. Eso solía ser más fácil que discutir con ella. Por supuesto, en ese momento estaba mucho más preocupado por el lío amoroso que estaba teniendo con Gabrielle Delacour. Había tratado de llenar su tiempo libre con otras cosas, pero el odio por cómo terminaba siempre en las portadas por cosas que hacían la mitad de los aurores podía con él.

Harry se había unido al Cuerpo de Aurores poco después de la muerte de Voldemort, aún buscando venganza por aquellos mortífagos que le hacían tener pesadillas. Ello, unido a la pura inercia, lo había llevado directo hacia ese trabajo, y lo había mantenido allí durante casi seis años. Ni siquiera se dio cuenta de que levantarse por la mañana se había convertido en algo que simplemente había que hacer hasta que Hermione lo sacó a rastras de aquella vida.

Hermione, por su parte, estaba ocupada expandiendo su retórica sobre los problemas de esperar hasta que los hijos de muggles cumplieran once años antes de integrarlos en la sociedad mágica. Su devoción, combinada con la frustración de Harry, hizo que éste se viera fácilmente convencido. Lo que no quería decir que se arrepintiera de ello en ningún momento.

La Escuela de Día de Dumbledore era la primera escuela de grado elemental que enseñaba historia mágica, cultura y bases y estaba abierta a toda clase de niños con inclinaciones mágicas. Hermione era la cara pública de la escuela y su administradora local. Había abandonado la relativa comodidad de Hogwarts, con su posición de Jefa de Casa y probablemente la próxima en el cargo a subdirectora, para trabajar en la escuela, pero Harry sabía que ella tampoco se arrepentía.

Ron era un compañero silencioso. Había amasado una considerable fortuna como entrenador de los Wasp, a quienes había llevado tres veces al título de campeones Mágicos Mundiales. Hermione ni siquiera trató de echarle en cara abandonar su posición. Harry creía que si Ron aún no sabía que Hermione aún le quería a pesar de que hubieran cortado, debía de haberlo averiguado en ese momento.

Harry y Hermione habían unido sus fuerzas y contratado a un puñado de profesores, la mayoría hijos de muggles, para poner en marcha la escuela. Había sido un éxito desde el primer día. Harry quería pensar que no había tenido nada que ver el hecho de que su nombre estuviera relacionado con ella.

Normalmente por las noches, después de que los niños se hubiesen ido, Harry iba al despacho de Hermione, o viceversa, y se quedaban trabajando hasta que uno de los dos mandaba al otro a casa. Esto no había pasado mucho los últimos meses, ahora que Neville solía aparecer y preguntarle a Hermione cosas como “¿tienes hambre?”.

Harry no quería meterse entre ellos.

No pudo evitar ir a la oficina de Hermione cuando Malfoy se hubo ido, sin embargo..

-¿Tienes un momento? -preguntó

Ella bajó la pluma.

-Parece que no te he visto desde hace tiempo.

-¿Cómo está Neville?

Hermione sonrió.

-¿Me estoy portando como la típica amiga que da la espalda a los que le importan simplemente porque alguien se ha dado cuenta de que es una chica?

Harry entró en el despacho.

-¿Es eso? ¿O esto es porque Ron está saliendo con su cazadora estrella?

-Mayormente, es porque a Neville no parece importarle que tenga otras prioridades. Aunque me he asegurado de que eso último no sea un problema.

-¿Si?

-De todos nosotros, yo siempre era la que más se preocupaba por los sentimientos de Neville.

-Cierto.

-Y debería decir que él ya no necesita eso de mí.

Harry sonrió.

-Es capaz por sí solo.

-Siéntate y dime de qué has venido a hablarme.

Harry se sentó.

-Existe la posibilidad de que haya hecho algo increíblemente estúpido hoy.

-Los he contado, todos los niños se han ido a casa con todos sus miembros.

-No es sobre la escuela.

Hermione ladeó la cabeza.

-¿Tiene algo que ver con el hecho de que Malfoy apareciera en el mapa de visitas de hoy?

-Ése es un hechizo brillante -dijo Harry. El mapa de visitantes de Hermione funcionaba igual que el mapa de los merodeadores, diciéndole quién estaba en la escuela. Harry no estaba seguro de cómo funcionaba ni con cuánta magia, pero era infalible. Los sacaba de problemas muchas veces-. ¿Le viste y no viniste a ver qué ocurría?

-¿Por qué? ¿No podías manejar la situación tú solo?

-Tocado.

-¿Ha venido por la deuda de vida?

Harry le pasó la lista de Malfoy.

-Mírala y dime qué piensas.

Hermione observó con curiosidad del pergamino.

-Que sé por qué ha acudido a ti. Incluso aunque Snape tuviera las restricciones de compra, muchos de estos ingredientes necesitan una licencia de auror para su posesión.

Parte del contrato de libertad condicional de Snape y Malfoy era que no sólo sus movimientos estarían limitados, sino también sus acciones.

-¿Te dicen algo los ingredientes? Quiero decir, ¿algo aparte de lo obvio?

-¿Que Malfoy intenta envenenar completamente las islas y dominarlo todo como señor en ausencia de cualquier otro ser inteligente?

-Un plan ligeramente estúpido, aunque ya sabes que Malfoy nunca ha sido un genio de la estrategia.

-O también cabe la posibilidad de que uno de los dos esté muriendo a causa del Legado Oscuro. Snape, creo, ya que Malfoy ha tenido la energía suficiente como para venir a pedírtelo.

-¿Legado Oscuro?

-Extremadamente raro. Ocurre cuando alguien ha sido expuesto a maldiciones durante años. Muy poca gente llega a sobrevivir lo suficiente para las represalias de la magia oscura, inundando sus sistemas para formar… patógenos, falta de un término mejor. Estos patógenos provocan la destrucción del cuerpo erosionando músculos y huesos, hasta llegar a la sangre. Es una manera larga y dolorosa de morir.

Harry pensó en los flashes de visiones, las chispas de dolor en su cicatriz cada vez que alguno de los mortífagos de Voldemort le fallaba.

-Snape tiene más papeletas de haber estado expuesto todo ese tiempo a las maldiciones.

Hermione hizo una mueca.

-A menos que Lucius...

Harry recordó todo lo que Dumbledore le había dicho esa noche a Draco en el último momento de su vida.

-No creo. A pesar de todos los defectos de Lucius Malfoy, honestamente, Draco amaba a su padre.

-Como yo decía, Snape es el mejor candidato en cualquier caso.

Harry volvió los ojos al pergamino que tenía en sus manos.

-¿Y crees que esto es para ayudar a hacer menos doloroso el proceso?

-No. Creo que es el remedio para curarle. Casi totalmente imposible de mezclar, pero claro, no todo el mundo es Severus Snape. Ni tiene acceso a los ingredientes.

-¿Estás segura?

-No. La verdad es que no. La única razón por la que sé de la existencia del Legado Oscuro es que me leí todo lo que había que leer sobre efectos de maldiciones a largo plazo, después de que hiciéramos… de que Malfoy… bueno, después.

El recuerdo de los haces de cuerda clavándosele en cada centímetro de piel y el lento goteo de su cálida sangre sobre él lo atravesó debido a la casi mención del rescate de Malfoy. De repente, no pudo evitar pensar que no debería haberle puesto las cosas tan difíciles a Malfoy.

Hermione continuaba hablando.

-Sólo pude encontrarlo una vez que le supliqué a Madame Pince. La discusión acerca de las curas fue bastante amplia, pero realmente no es algo que uno olvide fácilmente.

Bueno, no si ese “uno” era Hermione, al menos. Harry notó que su nuca se volvía roja al saber esto, especialmente tras la charla de esa mañana.

-Es Snape. Y Malfoy está... desesperado.

Hermione se mordió el labio.

-Bueno, si te sirve de algo, no creo que hayas hecho nada que no debieras. Le debes la vida y creo que podría haber encontrado formas mucho peores de hacértelo pagar. Supongo que pusiste restricciones en la mezcla.

Harry le dejó leer de nuevo el pergamino. Ella asintió.

-Vida por vida.

-No la de Malfoy.

Hermione miró a Harry.

-A veces la simetría de las cosas es menos obvia de lo que nos gustaría.


Malfoy abrió la puerta cuando Harry llamó.

-Te has tomado tu tiempo, Potter.

-No me pediste romero y tomillo, Malfoy. Había más países envueltos en esto.

-Creía que podías aparecerte. El Ministerio es muy exigente en eso con sus aurores.

-Draco.

Harry frunció el ceño ante la nueva voz que había entrado en la conversación. Malfoy miró por encima de su hombro.

-¿Vas a dejar pasar a nuestro invitado, o no?

-No es nuestro invitado -pero dio un paso atrás para que Harry pudiese pasar. Éste se lo tomó como una invitación, suponiendo que era lo mejor que iba a conseguir.

Harry tendió ante sí una caja llena de ingredientes.

-Profesor.

Snape cogió la caja.

-Potter.

Harry siguió a los dos hombres hasta una sala de estar. Snape dio la caja a Malfoy, quien la puso sobre una mesa y empezó a sacar los ingredientes para que Snape pudiese inspeccionarlos. Harry notó la forma en que Snape se tenía que sujetar. Siempre había sido arrogante, decidido, pero ahora parecía que no confiaba en sus propios músculos para cambiar de posición si dejaba de sujetarlos.

-Es el Legado Oscuro, ¿verdad? -dijo Harry.

La mandíbula de Snape tembló un poco, sólo un poco, pero fue suficiente para que cerrara los dientes en un gesto de dolor. Cuando se relajó lo suficiente como para hablar, lo hizo con reticencia.

-Ha estado charlando con la Señorita Granger con cosas que, de nuevo, no le conciernen, ¿verdad, Potter?

-Normalmente sabe decirme cuándo cometo un error y cuándo no. Y su perrito faldero no puso ninguna cláusula de discreción en el contrato.

-¿Has estado leyendo algo para excitarte, Potter? -replicó Malfoy-. ¿O es que Weasley usa palabras largas cuando te habla sucio?

-Mi amante se llama Draco. Malfoy, si insiste -los ojos de Snape no eran menos letales que el dolor que se veía en ellos.

-Sí -siseó Draco, mucho más sibilante que cualquiera de las serpientes con las que había hablado Harry-. Sí, es el Legado Oscuro. No hay ninguna duda de que crees que nos lo merecemos, pero desgraciadamente, me debes una.

-Ninguna duda -replicó Harry.

-Algunos productos de una calidad increíblemente alta, para alguien que piensa así -observó Snape, casi sonriendo. Casi.

-Pago mis deudas.

-El hecho de que tengamos algo en común casi me duele más que la enfermedad que se está comiendo mi cuerpo por dentro, señor Potter.

Draco resopló.

-Cálmate, sólo paga si encuentra que el precio le resulta conveniente

Snape abrió la boca, pero lo que fuera que fuese a decir, se perdió cuando la cerró con lo que parecía una terrible ola de agonía. Las líneas de las comisuras de su boca fueron el único signo, pero Harry había aprendido a conocer a Snape años atrás. No podía decir nada acerca de la intensidad del ataque. Al final habló de nuevo.

-Si tiene tiempo, señor Potter, desearía empezar a mezclar la poción ya.

Harry tenía papeles esperando ser firmados. Debía llamar a Ron. Le esperaba un plato enorme de galletas que la nueva profesora, que posiblemente tenía un cuelgue con él, le había llevado a la escuela. Todas esas cosas y muchas más le estaban esperando en casa.

-Tengo algo de tiempo -dijo.


La experiencia como auror de Harry había afianzado la diferencia entre pensar que quería algo y la realidad de lo que era ese “algo”. Su carrera se había compuesto de capturar mortífago tras mortífago tras mortífago. Ni siquiera el hecho de saber que estaban encerrados bajo llave le ayudaba a pasar una noche sin preocuparse de qué más debería estar haciendo.

Viendo a Snape moverse de caldero en caldero, su respiración seca y rasposa le resultaba similar en cuanto a ese sorprendente vacío. Harry ni siquiera pensaba en hacer bromas sobre cosas que, obviamente, no se podían evitar. Eso debería haber hecho que Harry se sintiera mejor. Él era, definitivamente, mejor que Snape.

Pero cuando Malfoy asomó la cabeza por el laboratorio con sus ojos llenos de dulzura y consideración y le preguntó a Severus si quería parar y tomar un poco de té, Harry no se sintió realmente superior.

-Una hora más, Draco.

-Ya llevas tres horas aquí y... -pero Malfoy se calló cuando Snape echó una mirada a Harry-. De acuerdo. Llámame si me necesitas.

Harry bufó, porque Malfoy no sufría innumerables ataques de dolor y podía estar ahí sin sentirse completamente un villano. Simplemente se dio la vuelta y se fue.

-Casi siento pena por usted -dijo Snape sin mirar a Harry. Y él no preguntó. Sus propias ideas sobre qué quería decir Snape acerca de eso eran suficientes para que se quedara en su sitio.

Una hora después, llegó Malfoy.

-Severus. Té.

Parecía que Snape iba a replicar, pero algo en la pose de Draco le disuadió. Dejó los ingredientes en sus sitios y salió del laboratorio. Draco le siguió poco después. Harry, con la sensación de estar a punto de meterse en el pensadero de Snape de nuevo, puso las guardias en el laboratorio y los ingredientes de Snape.

Ninguno de los dos le había invitado a tomar té y Harry no podía pensar en algo que le disgustara más, así que salió de la casa y se apareció en su propio hogar. No había ningún joven amante esperándole; ni siquiera algún viejo amigo al que pedir consejo. Pero había un plato de galletas y suficiente papel como para trasfigurar un palacio con él y eso era bastante para Harry.

Se hundió en los pergaminos interminables de burocracia que la escuela había generado hasta que la extenuación se transformó en un depredador vil, susurrante, acechándolo. Harry se fue a la cama y esperó que cuando el depredador lo cogiera, sería amable.

No lo fue.


-Es un imbécil, estirado y llorica -dijo Draco. Su charla era un desesperado intento de sacarse la ira que tenía en su interior. Cualquier cosa estaba bien si podía enmascarar la desesperación que sentía al ver la incapacidad de Severus de terminarse la taza de té.

-¿Quieres que te dé la razón o simplemente lanzas pullas al aire?

Si el sexo hubiera sido una opción, como lo habría sido hacía un año, Draco lo habría escogido como última opción. Pero no lo era. Oh, Severus tendría sexo con Draco si él se lo pidiese, o insinuara, pero se habría mordido los labios todo el rato para evitar los aullidos de dolor, y no del tipo que a Draco le gustaba inspirar. A menos que fuera deliberadamente.

-Me podrías recordar cómo falló miserablemente en su examen de pociones para remedios curativos, sólo para que me sienta mejor.

-Ah -Severus sonrió un poco-. Quieres inflar tu ego, ¿eh? ¿Preocupado por algo?

Muchas cosas, y más de la mitad de ellas no tenían que ver con Potter. Severus trató de tomar otro trago de té, torciendo el gesto, ya fuera por las náuseas o por el trabajo que le costaba al líquido descender. O ambos. Draco sabía cómo leerle el gesto bastante bien, pero aún así, después de esos doce años, aún había subtítulos que se le escapaban. La importancia de leer esos misterios era una de las cosas que aún le mantenían atado a Severus. Una de las cosas menos importantes.

-Si lo creías así, ¿por qué le salvaste? -preguntó Severus.

-Ya sabes por qué lo salvé. Te lo dije.

-Mh. Sé que odias humillar y torturar casi tanto como yo y que tu estómago para infligir dolor y muerte es casi inexistente. Simplemente no entiendo por qué no dejaste que otro lo hiciera. No pareciste tener problemas con Albus -la voz de Severus se volvió áspera.

Draco sabía que había algunas cosas que nunca serían olvidadas entre ellos dos. Aunque lo de Dumbledore no hubiese sido totalmente culpa suya, aunque Severus no estuviera demasiado aliviado de haber sido él en vez de Draco el que acabara con la vida del viejo.

-Él estaba todo el tiempo evaluándome. Nunca habría terminado. No hasta que yo me equivocara y... -Draco sabía que Severus comprendía los espacios entre palabras-. Con Potter, supuse que al menos conseguiría que me dejaran en paz. Nos dejaran en paz.

Y, a pesar de sus diferencias con Potter, Draco tuvo que admitir que había hecho mucho por ellos. Porque la libertad de Severus para moverse se había relajado hasta que podían encontrar ingredientes alternativos, y la magia que hacían estaba restringida, pero ya no eran llamados constantemente para justificar lo que hacían. Al final, la gente les había dejado en paz. En eso, Draco había tomado una buena decisión.

Sabiendo la respuesta, sabiendo que a Severus le dolería responder, pero aún así, sabiendo que necesitaba escuchar las palabras, lo dijo.

-¿Por qué me ayudaste tú?

Severus bebió otro sorbo.

-Porque me lo pediste.


Harry llevó papeleo la noche siguiente. Malfoy abrió la puerta como por casualidad.

-¿Mh? ¿No temes que él haga algo mientras no estás mirando?

-Si quiere intentar algo, lo hará cuando esté mirando -dijo Harry.

-Oh, no se engañe, señor Potter, no existe una sola posibilidad de que me atrape de todas formas -dijo Severus desde detrás de Malfoy.

Harry se preguntó si el aditivo de “señor” quería decir algo o simplemente a Snape le gustaba jugar con él. Probablemente lo último, dado su historial.

-Si usted lo dice. Me gustaría empezar. Tengo un trabajo en el que tengo que presentarme mañana por la mañana.

-Ni yo ni Severus vamos a culparte por ser totalmente incapaz de decirle a Granger “no”.

-Oh, ¿ningún mote bonito esta noche? -preguntó Harry dulcemente.

-La gente de tu estilo lo hace demasiado fácil -le dijo Malfoy antes de volverse hacia Snape-. ¿Necesitas algo?

Snape no dijo nada, ni siquiera se movió, pero debió de haber algún tipo de intercambio entre ellos, porque Malfoy asintió y pasó dentro.

Harry se dijo así mismo que no sentía envidia alguna de ellos. Él había tenido relaciones lo suficientemente poderosas como para permitir una comunicación silenciosa. Hermione y Ron, por ejemplo. Y esa clase de relación no era algo que Snape o Malfoy quisieran.

Harry siguió a Snape al laboratorio. El ritmo era exasperante, pero Harry se mantuvo en silencio. Ya la había cagado otras veces con él y lo sabía. Cuando pudiese ayudar a Snape, lo haría. Cuando estuvieron allí, Harry deshizo las guardias con un pensamiento y con cuidado, mantuvo su mente opaca. No creía que Snape tratara algo; según su propia experiencia, el hombre sólo hacía eso cuando estaba desesperado, pero nunca estaba de más ser cauteloso.

Snape miró la puerta de su laboratorio.

Harry le miró.

-Oh, ya puede entrar.

Snape se giró entonces, a pesar de que el gesto debía de ser sumamente doloroso y le observó como si fuera a decir algo, antes de volverse de nuevo y empujar la puerta.

-Los invitados primero.

Harry se preguntó por un momento si era algún tipo de test, para ver si Harry le daba la espalda a Snape. Los dieciséis fueron un duro trago en su pasado y Harry estaba relativamente seguro que, incluso si lo intentara, Snape era incapaz de vencerle. Física o mágicamente. La verdad era que no estaba en su mejor momento. Harry pasó al laboratorio.

-Soy bueno con las guardias -le hacían sentir seguro. Aunque esto último no lo dijo en alto.

Sorprendentemente, Snape no acompañó esta afirmación con ningún comentario sarcástico que echara por tierra cualquier opinión positiva que tuviera sobre sí mismo.

Harry se acomodó en un rincón donde poder hacer su papeleo sin perturbar a Snape o viceversa. Así que se sorprendió bastante cuando el profesor se dirigió a él.

-Me he dado cuenta de que usted y Draco han firmado un contrato acerca de los términos en los que nos dejará usar toxinas del tipo A.

Harry le miró, pero no dijo nada. Snape, como Harry había supuesto, continuó.

-Si usted es capaz de mantener guardias sin varita, sólo con la voz, supongo que también podrá enfocarlas a algún sitio específico del laboratorio. ¿O está eso más allá de sus capacidades?

-¿Siempre se ceba con la gente a la que pide favores? -Harry sacudió la cabeza-. Olvídelo, es una pregunta estúpida. Si, puedo especificar el área. ¿Por qué?

-Mezclar pociones es mi profesión, en caso de que no se haya dado cuenta. Sin acceso a los laboratorios...

-La herencia de Draco no ha sido tocada por el Ministerio ni las multas que os pusieron.

-Resulta, Potter, que no soy un prisionero.

-Seguramente él querría que se dejase serlo.

-A veces los deseos de Draco son irrelevantes o se estrellaría con ellos -Snape se quedó en silencio por un momento-. Y está el hecho de que no puedo mezclar pociones básicas de síntomas alevizantes cuando usted no está aquí y no tengo tiempo de hacerlo cuando sí que está.

-Cambiaré las guardias.

Snape no dio las gracias.


Draco abrió la puerta la tercera noche también.

-Severus te espera en el laboratorio.

Potter entró.

-He notado que está... su movilidad empeora.

-Lo lleva bien, Potter.

Potter cerró la puerta tras de sí y se metió dentro. Draco se libró de él y se fue a buscar cosas que hacer. Nunca era divertido, dejar a Severus a los cuidados de Potter. No es que no creyera que Severus era incapaz de cuidarse a sí mismo. Cuando estaba de buenas, Severus podía limpiar el suelo con la cabeza de Draco y Draco lo sabía. Pero Severus no estaba en sus mejores días, ni siquiera en los buenos.

Draco no confiaba en Potter.

Potter se detuvo.

-Malfoy.

Draco suspiró. No estaba de humor para perder energía con Potter. No de la que siempre tenía.

-Potter.

-No debería haber hecho esto tan difícil.

Draco se rió.

-No queremos tu compasión.

-Mira, el que tú nunca admitas que estás equivocado no quiere decir que los demás seamos así.

-Toda mi vida es una equivocación. La tuya, por el contrario, es una celebración de todo lo tuyo. Consideremos por un momento lo ridículo que ha sonado lo que acabas de decir.

Potter cerró los ojos. Cuando los abrió en ellos había sombras que Draco no quería ver.

-Estoy diciendo que lo siento, Malfoy. ¿Es más fácil que lo aceptes cuando te lo digo con palabras?

Draco sabía reconocer una ventaja cuando la veía.

-¿Cuánto lo sientes?

Potter, a pesar de todas sus faltas, no era estúpido.

-Depende de lo que quieras. Ya he cambiado y relajado las guardias y vengo cada noche. Algunas noches incluso tengo suerte si consigo... -Potter se calló lo que iba a decir-. ¿Qué quieres?

-Que vengas una hora antes.

-Malfoy...

-Se cansa enseguida. Cuando te vas por la noche...

-Ya he sugerido en incontables ocasiones que paremos antes.

-¡No tiene tiempo, Potter! Ya es bastante mala esta situación, haciéndole hacer la poción por partes como has decidido.

Potter bajó la cabeza.

-¿Una hora antes?

Draco pensó acerca de lo que Potter había estado a punto de decir antes. Estuvo tentado de hacer Legeremancia, pero sabía que Potter había mejorado en Oclumancia y no estaba a favor de que hurgaran en su mente.

-Si hubiese algo que pudiésemos hacer para ayudarle... Apariencias aparte, sé comprometerme.

Potter asintió.

-Viniste a mí. Por él. Fui poco cortés, me doy cuenta. Por buenas razones razones, pero fui poco cortés. Al mismo tiempo, fue bastante humano por tu parte. Y ya que preguntas, no he tenido tiempo de comer.

-Comida. Eso es fácil -Draco rió un poquito, ya seguro de que Potter no lo iba a hacer más difícil de lo que era.

-Entonces tienes tu hora -Potter avanzó un paso-. Estará esperando.

-Sí -dijo Draco. Observó a Potter perderse y se contuvo para no seguirle y cuidar de Severus. A pesar de que Draco lo sintiera como un favor por favor, Severus no estaba de acuerdo. Y Draco tendía a respetar eso. Había acudido a Potter porque, cruel o no, Potter era demasiado jodidamente Gryffindor como para intentar hacerle daño. Podía confiar con Severus en su presencia, incluso ahora.

Podía.


Hermione llamó al marco de la puerta de la oficina de Harry y él levantó la cabeza. Ella sonrió.

-Creo que debería presentarme. Verás, yo soy...

-Oh, cállate.

Hermione se rió y avanzó hasta tomar asiento.

-Neville y yo estábamos preguntándonos si nos acompañarías a cenar.

-Si te digo que de verdad no puedo ir, ¿pensarías que os estoy cambiando por Snape y Malfoy?

-Bueno, no, pero ya estaría husmeando por un Confundus o dos.

-De alguna forma, creo que estaría menos frustrado con la situación si me viera obligado mágicamente a cenar con dos de las personas vivas que menos me gustan.

-Tendremos que matar entonces a unas cuantas personas para que esa afirmación sea posible.

-Hermione

Hermione alzó las manos.

-Sólo te daba la razón.

-Se supone que estás conmigo en esto.

-¿Cuándo han empezado a aparecer bandos? ¿Y qué consigo por mi apoyo incondicional?

-Es esa confortable seguridad lo que hace que gente como Neville te pida salir.

Hermione sonrió.

-Sólo intentaba averiguar la causa por la cual debo estar a tu lado.

-Hermione -dijo Harry con exasperación-. ¿No puedes simplemente decirme la razón por la que has venido e irte?

-He venido a invitarte a cenar, así que esa parte ya está hecha. Pero el punto con el que sigo es éste: creo que librarte de muchos de los prejuicios que tienes sobre Snape y Draco sería un buen plan. Te haría las cosas más fáciles. Tal vez.

Harry se pasó una mano por el pelo.

-No estoy seguro de lo que se esconde tras eso.

-¿No te lo imaginas? -Hermione ladeó la cabeza-. No digo que tengan que gustarte. Ni siquiera que tengas que dejar este sitio en este preciso instante. Solo, cielos, Harry, ¿no tienes bastante con preocuparte por ir a ese sitio noche tras noche durante horas? ¿Duermes acaso cuando llegas a casa o directamente pierdes el tiempo intentando volver de donde quiera que te hayas ido para reordenar las cosas en tu vida?

Harry evitó la pregunta.

-¿He sido o no he sido de utilidad esta semana?

-Harry -Hermione se cruzó de brazos-. Me preocupo por ti, no te estoy echando la culpa por alguna negligencia.

Harry había sido el que los mortífagos habían capturado. Había sido a él a quien habían atado con cuerdas lo suficientemente fuerte como para hacerle llorar y hechizado para que no pudiera moverse, ni siquiera reaccionar ante el dolor ni evitar la maldición. Fue con el que usaron cuchillos mágicos y con el que probaron que su recién adquirida Oclumancia no servía para nada.

Malfoy le había rescatado, pero Hermione y Ron habían sido los que habían reconstruido a Harry en alguien de nuevo, capaz de matar al Lord. Los dos le habían cuidado y eran los que le llamaban cuando tenía pesadillas. Cuando no volvía, le acogían entre ellos. Ella tenía derecho a estar preocupada por él y Harry lo sabía. Sólo que odiaba que lo hiciera.

-Sólo dímelo cuando te esté dejando sola.

-Te lo diré cuando te necesite. Pero ahora no es así. Esto es acerca de ti.

-Hay ciertas cosas que las personas deben creer sobre el mundo.

Hermione hizo un sonido raro.

-Mira, ¿por qué no te traigo algo del restaurante? Te lo llevaré a casa esta noche y podremos pasar algún tiempo juntos.

Harry sacudió la cabeza.

-No llegaré hasta tarde. Tú y Neville no...

-Cuando queramos, lo haremos. Puedo pasar sin él una noche. Y ya sabes que él no se pirra mucho por algún tipo de comida mágica. No me importa que sea tarde.

Harry sonrió, no podía evitarlo.

-Vale. Ellos me darán de comer, así que quizá patatas o palitos de queso.

Hermione se puso en pie.

-Vale, te veo luego.

Harry bajó la vista a su mesa y trató de recordar qué estaba haciendo antes de que ella llegara.


Draco siempre se aseguraba de que las cenas para Potter fueran lo más refinado que pudiera conjurar. Al final Severus tuvo que preguntarle.

-¿Tratas de impresionarle o de intimidarle?

-¿Puede ser buena una actuación si no logra ambas cosas?

Severus entrecerró los ojos.

-Si no te conociera lo suficiente, pensaría que te preocupa lo que piense de nosotros.

Draco se tensó y prácticamente escupió las palabras.

-Me hizo suplicar, debería sentirse intimidado.

Severus se tensó, algo que los dos tenían en común.

-No puedes echarle la culpa porque hiciste algo que no deberías haber hecho.

Draco puso los ojos en blanco.

-De nada No tuve que pensar en ello, ni por un segundo.

-Draco…

-Mataste a tu mentor por mí. Y sabes que no me gusta cuando lo sacas a relucir como un arma.

-No tendrías que escucharlo si fueras más cuidadoso con tus juegos de palabras -replicó Severus con delicadeza.

-Bueno, tú sigues haciéndolos y me obligas a seguir.

-Tal vez me guste el dolor.

-Y te gusta, sólo que no así -no es la clase que te va, pensó Draco.

-Qué poca delicadeza, señor Malfoy.

-Sí, me temo que ya hemos establecido que nunca seré tan sofisticado en el habla como mi padre.

La voz de Severus era seca.

-Tienes otros atributos.

-Y qué bien que nos está yendo con ellos, ¿eh? -Draco sabía que era el número uno del mundo en defensas contra maldiciones y hechizos. Esto era debido probablemente a que había crecido dentro de ese tipo de magia y se sentía impelido a protegerse de algo o alguien. O simplemente porque era brillante. Draco prefería decir a la gente que era esto último.

-Hay gente que estaría encantada de tenerte como asociado si simplemente pudieses contener tu orgullo para trabajar con ellos.

-La plaga de la camada Weasley -le dijo Draco a Severus con seriedad, pensando en la última correspondencia que había recibido. Después de quitarle a Potter la maldición del Horrocrux que Tom (Draco siempre escupía mentalmente la palabra) le había echado, le habían quedado pocas opciones. Era o desaparecer completamente y dejar a Severus atrás, que realmente no era una opción, o luchar junto con McGonagall. Al coger la última opción, dejó que la Orden descubriera cuán bueno era preparando hechizos escudo y protecciones. Lo que quería decir que muchas de las ofertas que recibía eran de ex miembros de la Orden del fénix o familiares. Los gemelos Weasley no eran una excepción; de hecho, eran los más persistentes, y sus ofertas las más tentadoras. Aunque eso no significaba que Draco quisiera trabajar con ellos, ni mucho menos.

-Draco, si esto no funciona...

-Funcionará -Draco normalmente solía ser más realista y menos optimista, pero simplemente había pensamientos que no podía permitirse tener.

-Necesitarás tener contactos. Deberías haberlos tenido ya, pero como yo estoy en medio...

-Soy un adulto, Severus. Y si quiero ser negligente, lo seré y tú no podrás hacer nada por evitarlo.

-¡Draco! -Severus habló tan alto como pudo-. Si no quieres escucharme por ti, al menos, hazlo por mí.

Draco parpadeó.

-Por ti –eso era algo que Severus jamás le había pedido en todos los años que llevaban juntos. Ni siquiera cuando tenía diecisiete y deseaba a Severus con ardor. Severus había esperado, sin usar ese deseo contra él. Severus había esperado hasta el final de la guerra, cuando se suponía que estaba muerto. Había esperado a que Draco volviera en sus cabales, había esperado las miles de cosas que nunca había tenido. Draco, con toda su estupidez Malfoy, había venido en lugar de todo aquello.

-Draco, no puedo continuar así. Aterrorizado por lo que te pueda pasar si mi poción no surte efecto. Sólo es una cosa más.

-¿Y aceptando la oferta de trabajo, te ayudaré?

-Ya es algo. Como la presencia de Potter, si se usa correctamente, también es algo. Sabes mejor que nadie lo que pasa cuando no usas lo que te dan.

Draco lo sabía, esa era la peor parte del asunto.

-Lo pensaré.

Severus torció un lado de la boca. Era lo más parecido a una sonrisa que podía hacer estos días, pero ambos sabían lo que quería decir. Severus, como siempre, había ganado.


Harry atendió todos los juegos de los Wasp, sin excepciones. Al contrario que la Copa del Mundo de Quidditch, muchos de los juegos tenían lugar las tardes del fin de semana en un campo iluminado mágicamente hasta que el partido terminara. Harry nunca había estado tan agradecido por este hecho como ahora, cuando no interfería con la Hora de Pociones. Harry no estaba seguro de qué conversación sería peor: explicarle a Ron que no podía jugar porque tenía que ayudar a los subordinados de Voldemort, o explicarles a Malfoy y Snape que no podía ir porque tenía un partido de Quidditch.

De cualquier modo, era algo que quería evitar a toda costa.

Harry apareció para el partido la tarde del domingo. Era contra los Halcones, que se habían renovado después de perder cuatro jugadores los años anteriores, y Harry no esperaba mucho del partido. Al mismo tiempo, el buscador de los Wasp era un fenómeno y también era muy divertido ver a sus bateadores, así que Harry se divirtió mucho en el partido.

Harry caminó de vuelta a los vestuarios y buscó a Ron. Le encontró hablando con Violeta, la estrella cazadora que Ron había reclutado esa temporada, para el equipo y para sí mismo, poco después de la Copa del Mundo.

-Hola, Vi -dijo Harry

Ella sonrió encantada. Violeta no era para nada parecida a Hermione, lo que Harry pensaba que estaba muy bien.

-Pero si es Harry Potter. ¿Qué hace un tío como tú en un lugar como éste?

Harry sonrió.

-Las entradas eran gratis.

Ron hizo un sonido gutural.

-Eh, compañero, una vez amaste este juego de una forma que deberías recuperar.

Harry aún lo hacía, pero ya tenía bastante atención sobre sí mismo cuando se ataba un zapato por las mañanas sin tener que exponerse en un estadio internacional. Ron lo sabía, así que Harry le ignoró.

-Fue un gran gol, ese tercero, Vi. Hoy has volado estupendamente.

-No necesito que flirtees con mi novia, Harry. Ni que hagas que mis jugadores se crean más de lo que son.

-Vale, entonces te invito a la cantina de té. ¿Te vienes, Violeta?

-Gracias Harry, pero el equipo va a salir en busca de algo más fuerte que eso y creo que es allí donde está ahora mismo mi corazón -se giró para besar a Ron, y aunque ya era alta tuvo que ponerse de puntillas -. ¿Después en tu casa?

-A menos que quieras...

-No -Violeta le revolvió el pelo rizado- mi compañera de piso ha vuelto.

Ron sonrió.

-Entonces te veo luego. Bebe cosas de chicas por mí.

-Piérdete -dijo Violeta riéndose y se fue corriendo en busca de sus compañeros de equipo. Violeta, que era la chica menos femenina que Harry conocía, bebía de todo menos cosas de chicas. Esto era bastante divertido porque Ron era un antiguo aficionado de beber cervezas de mantequilla y no cabía en sí de diversión.

Harry y Ron charlaron del partido mientras caminaban hacia el pub local que servía un té de la tarde bastante decente. Ron estaba preocupado acerca de su buscador. El hombre se había herido en el final de la primera temporada y tenían problemas para que volviera a jugar. Harry le dio algunos consejos y Ron se lo agradeció.

Cuando se sentaron, Harry miró la mesa.

-En tu carta me decías que querías hablar de algo.

-Sí, bueno, sé que a veces salimos y eso, pero no quería que estuvieses ocupado.

Harry se calló por unos momentos.

-¿Por qué debería estar ocupado?

-No sé, Hermione mencionó algo sobre que tenías demasiado que hacer.

-Es esa época del año.

-Sí. No, lo que quiero... ¿Sabes que los gemelos le han ofrecido un trabajo a Draco Malfoy?

Harry se congeló.

-¿Qué trabajo?

-Poner barreras de intención en sus productos. Creo que es algo para que los productos no caigan en malas manos, como siempre ocurre.

-Y se lo han dicho a Malfoy.

-Que les dijo que no y ha vuelto después de cuatro meses preguntando si la oferta seguía en pie.

El servicio de té distrajo a Harry llenándoles las tazas de té y sándwiches.

-¿Te dijeron los gemelos qué iba incluido en el paquete de Malfoy?

-Horario flexible, puede dedicarse sólo a los productos que crea que son más productivos y un muy buen salario, y todos sus recursos.

Harry le miró por encima de la taza.

-¿Todos sus recursos?

-Bueno, sólo los que están en la lista restringida, bajo su supervisión.

Harry tomó otro sorbo.

-Me gustaría poder decirte algo. Tal vez solo sea por el dinero.

-Tiene dinero –dijo Ron en un tono sorprendentemente oscuro.

-¿Estás preocupado?

Ron parecía sorprendido.

-¿No debería?

A Harry le preocupó el tiempo que tuvo que tomarse para hacer la respuesta.

-Los gemelos pueden cuidar de sí mismos perfectamente.

-Sí, claro. Con esos tres trabajando juntos, lo que me preocupa es el resto del mundo.

Harry pensó que eso era cierto aun sin la presencia de Draco, pero eso no ayudaba mucho.

-Yo... eh... veré qué puedo averiguar.

Ron sonrió.

-Aún tienes contactos, ¿eh?

Harry suspiró. Odiaba no poder contarle a su mejor amigo la verdad, pero no estaba de humor para escuchar a Ron chillarle ni esperar a que entendiera por qué había tomado la decisión de callarse todo ese tiempo. Y aunque estaba seguro de que Ron guardaría el secreto, no era el secreto de Harry, que solía ser lo que pasaba antes. No tenía sentido que lo mantuviese en secreto, pero, de todos modos, lo hizo.

-Algo así.


Malfoy solía estar cerca cuando Harry comía. Él no podía verle, pero del mismo modo que Dumbledore intuía a Harry bajo la capa de invisibilidad, no necesitaba muchos signos para saber que alguien estaba cerca de él. Y no había equivocación alguna en si era Malfoy o Snape, ambos tenían distintas presencias.

No podía ver a Malfoy, así que le llamó.

-¿Tienes un momento?

Malfoy apareció por una de las puertas adyacentes.

-¿Aburrido, Potter?

Harry puso el pergamino que estaba marcando a un lado. Lo estaba, pero Malfoy no era precisamente la idea de Harry de pasarlo bien, al igual que el pergamino.

-Hechizos y Sortilegios Weasley.

-Oh, cielos. Las buenas noticias vuelan.

-Somos un grupo pequeño.

-Me ofrecieron un trabajo. Lo acepté. Lo probé, está dentro de los límites de lo que sí puedo hacer.

-Estaba más interesado en por qué lo aceptaste.

Malfoy sonrió.

-Aburrimiento.

Harry sabía reconocer las mentiras cuando las veía, pero sabía que no iba a conseguir la verdad.

-Vale.

Sorprendentemente, Malfoy se sentó en la mesa. Se quedó mirando a Harry un rato, pero Harry estaba acostumbrado a que le mirara gente que le gustaba y que no. Malfoy no era ninguna diferencia. Al final, el rubio habló.

-¿Por qué dejaste a los aurores por ese trabajo?

-Me gusta mi trabajo -dijo Harry. Le gustaba en parte. Lo bastante para que fuera verdad.

-Eras un buen auror.

Cuando Harry le miró, Malfoy le estaba recorriendo con la mirada, como si todos los sucesos que le habían ocurrido y su vuelta allí fueran un misterio para él. A lo mejor lo eran. No mucha gente entendía a Harry. Y él ni siquiera intentaba explicárselo.

-También soy un buen profesor. Y los niños admiran a sus profesores así que no es de extrañar que me miren con ojos como platos. También miran así a Hermione y Douglas y Cressida. Y como no somos una escuela glamurosa no hay reporteros husmeando, aunque alguno que otro llegará, pero la mitad del tiempo no están ahí.

-Cualquiera pensaría que simplemente tomaste ventaja de tu fama y te aprovechaste de ello.

-Harry movió su cuello perezosamente.

-Supongo que depende del punto de vista de cada uno.

Después de un silencio asfixiante donde Harry comió y Malfoy siguió mirándole, el rubio volvió a hablar.

-Podrías... tenemos camas de sobra.

Los ojos de Harry volaron a Malfoy.

-¿Perdón?

-No debes de estar durmiendo mucho.

-Yo... -Harry miró a su alrededor-. Gracias, de verdad, pero no.

Los labios de Malfoy se juntaron en una sonrisa horrible.

-¿Tienes miedo de que intentemos algo con tu pobre e indefensa persona dormida?

-¿De veras crees que es tan fácil cogerme desprevenido? ¿Incluso estando dormido? -Harry le sonrió también. Se relajó-. Me cuesta muchísimo estar a gusto en un sitio. Y no puedo dormir hasta llegar a ese estado. Me mudé al piso en que estoy ahora, digamos hace seis años, cuando empezó el colegio y sólo ahora puedo llegar al punto de decir que me es posible dormir más de ocho horas seguidas.

-Hay pociones para eso.

-¿Snape no te ha dicho nada acerca de su logo “Vive con los síntomas”?

-Demasiadas veces para contarlo. Pero estoy sorprendido de que tú hayas oído hablar de ello.

-Cuando... cuando todos trabajábamos juntos, yo solía robar pociones para dormir como pequeños actos de venganza, para frenar el deseo de, eh, llevar a cabo actos de venganza mayores.

-¿Y te dio un sermón?

-Es una forma suave de decirlo. Aún tengo cicatrices. No sé él.

-¿Pero le escuchaste?

-Él -Harry se agarró a la mesa, pensando en la palabra correcta- dijo cosas que valía la pena escuchar.

Malfoy estuvo quieto unos segundos hasta que sus ojos se abrieron.

-¿Te dejó entrar en su mente?

-Sin restricciones.

La exclamación de Malfoy fue lenta y asombrada.

-Por la sangre de Salazar Slytherin.

Harry se descubrió sonriendo.

-Ahora entiendo por qué ya no os tiráis al cuello uno al otro.

-No lo digas como si nos gustáramos.

Malfoy se rió. Esta vez de verdad.

-Malfoy -dijo Harry gentilmente.

-¿Si, Potter?

-Gracias por la oferta, de verdad.

-Considérala abierta -dijo Malfoy y se levantó para volver a sus quehaceres.


Había veces en las que Snape paraba; simplemente paraba, y se quedaba quieto. Al principio Harry no lo entendía; después comprendió que era la forma de librarse del dolor más fuerte. Una oferta que le hizo de llamar a Draco hizo que Snape le mandara la peor mirada que a Harry le habían lanzado nunca. Las miradas no molestaban mucho a Harry, gracias además al entrenamiento con Snape, pero ésa le había asustado.

Desde entonces Harry sólo le prestaba algo de atención. La vida de Snape estaba en una fina línea, así que no era muy lógico que se saltara el contrato y la lógica de Snape tiraba a la propia conservación.

Aún así, no fue hasta una noche que Harry se dio cuenta de que Snape había estado en la misma pose demasiado tiempo.

-¿Puedo... -susurró Harry-, es...una poción?

Snape no respondió. No hizo mucho más que un intento de parpadeo. Harry se tocó la garganta.

-Malfoy, ven -las palabras resonaron por toda la casa. Harry escuchó el crack de la llegada del rubio fuera de la puerta y supo que el hombre joven no se había molestado en correr. El pasillo estaba abierto a las apariciones, pero las habitaciones no. Una precaución pequeña, y Harry se preguntaba a cuánto llegaba su compromiso.

Snape ni siquiera miraba a Harry y éste dio un paso atrás ante la náusea que eso le daba a entender.

-Accio non-verminis -dijo Malfoy con una voz que intentaba calmar a alguien. Sacó una mano y una botella de color bermellón apareció en su mano. La abrió y puso gentilmente una mano en la mandíbula de Snape-. Severus, abre la boca.

Snape hizo un sonido que no era más fuerte que una respiración.

-Lo sé -dijo Malfoy-. Por favor -y siguió sujetando la mandíbula de Snape.

Snape pareció relajar su mandíbula un poco y Malfoy vertió varias gotas de la poción en su boca. La mano que no sujetaba la botella no se movió de la mandíbula de Snape. Al final, Snape pareció balancearse hacia Draco. No era exactamente un movimiento pero era una acción y eso ya era algo.

-Si conseguimos llegar al vestíbulo, puedo llevarnos hasta la habitación -dijo Draco.

Snape murmuró algo inteligible. Malfoy negó con la cabeza.

-Lo sé, pero... si ni siquiera puedes hablar. La poción debe ser hecha correctamente.

Snape dijo algo más y Malfoy pareció a punto de echarse a llorar. El pensamiento hizo que Harry sintiera la palabra Sectumsempra perfectamente.

-Snape -dijo Harry-. ¿Podrías abrir tu mente lo suficiente como para que vea el proceso?

Los ojos de Snape se clavaron en Harry.

-Malfoy y yo podemos hacerlo. Nos enseñaste, sabes que podemos. Nunca lo hice tan bien como cuando seguía tus instrucciones por escrito y no estás en condiciones de chillarme, así que será algo parecido.

De repente Harry sintió una explosión de diversión en su cabeza que claramente no era suya. Estaba mezclada con sarcasmo y dolor.

-Vale. Está bien -dijo Harry.

Malfoy apoyó su frente contra la de Snape tan dulce, tan delicadamente, que Harry pudo sentir el amor que pasaba entre ellos en el instante del contacto. Más poderoso que el dolor, más poderoso que la compasión.

Dentro de Harry, la sensación fue como si un vaso de cristal burbujeara hasta hervir. La envidia jamás le había tocado tan hondo, nunca tan hirientemente. Harry pensó que debería llamarla de una nueva manera. Después. Una palabra menos reveladora.

Malfoy ayudó a Snape a sentarse y el dolor casi le hizo vomitar. Harry rompió la conexión entre los dos, sabedor de que Snape, probablemente, no sabía cuánto le había dejado ver o sentir. En su condición ya era bastante increíble que pudiera hacer ese tipo de magia mental.

Malfoy se separó de Snape y miró a Harry a los ojos.

-Voy a por la receta.

Harry sonrió aliviado.

-Vale.

Malfoy se rió. Era una risa nerviosa y cansada, pero una risa, al fin y al cabo.

-Sólo, sólo escúchale, ¿vale? Es importante.

Harry pensó en soltarle algo cortante, pero Malfoy parecía como si ya hubiese tenido bastante por una tarde y no le apetecía meterse en problemas.

-Ya veremos.

Lo hizo.

 

Draco abrió la puerta a una hora innombrable de la mañana, para encontrarse con un Potter de ojos rojos y sonrisa ovejuna.

-Pareces algo que hayan mezclado y después bailado sobre él.

-¿Te he despertado? -preguntó Harry, de algún modo, demasiado feliz para los estándares de Draco-. Quería estar seguro -un lento movimiento de cabeza-… Bueno, de que habías podido dormir y esas cosas.

-Una lechuza, a una hora más tardía, también habría funcionado.

Potter parpadeó. El Parpadeo de la Inocencia Perpetua y la Inminente Estupidez.

-Vale. Al menos me dirás cómo está, ¿no?

Draco se separó de la puerta.

-Hace un frío de narices ahí fuera, Potter. Entra de una vez, te lo contaré mientras desayunas.

-Pero estabas durmiendo y yo tengo que…

Draco agarró a Harry y lo metió dentro de la casa, lo suficiente como para poder cerrar la puerta después. Era demasiado pronto incluso para usar la magia, que ya era algo.

-No sé si podrían haber encontrado alguien más estúpido que tú para hacer el trabajo sucio.

-Neville iba después de mí.

-Desde luego, tu equipo sí que tiene suerte.

-Es sorprenderte que todavía no te hayas pasado a nuestro lado, sí -asintió Harry.

Draco, si bien lo que más deseaba en el mundo era volverse a la cama, se rió.

-Huevos y tostadas, ¿van bien?

-Si no te importa, normalmente tomo café.

Draco no se sorprendió. Desde que empezó a pagarle esa pequeña deuda de vida, Potter parecía una piedra, aparte de que estaba bastante bueno.

-Café y tostada –dijo Draco. La verdad es que no sabía por qué últimamente se preocupaba tanto por Potter, sólo que recientemente le miraba bastante-. Con mermelada.

Potter pareció alegrarse ante esto último.

-¿Tenéis buena mermelada?

Ante esa cara de afinidad de Potter, Draco jamás admitiría que él mismo era un fetichista de la mermelada.

-¿Qué consideras buena?

-De cereza o de ciruela. O de manzana. La de mango también está buena.

Draco puso un bote de cada una en la mesa sin mirarle.

-¿Podría tomar cuatro tostadas, por favor? -dijo con gracia el moreno.

Draco se fue al armario para buscar el pan con miel que había comprado en el Mercadillo del Sábado de los Granjeros en la ciudad. Severus había insistido mucho a Draco en que debía interactuar con los muggles y su mundo por si acaso tuviese que escapar allí (tal vez para siempre). También había sido Severus quien había dicho que los elfos domésticos eran molestos e inútiles y que no le importaba sacrificar la condición de su comida si con ello conseguía que se fueran. Metió cuatro rebanadas en la tostadora. Severus y él habían aprendido que a veces la cocina muggle era muy superior a los hechizos de cocina, que, la mayoría de las veces, venían con sorpresa non grata.

-Es una tostadora muy grande -dijo Potter.

-Me gustan las tostadas –dijo Draco mirando las cuatro tostadas en fila como soldados enfrente del Mayor Potter.

-Están mejor recién sacadas del tostador -asintió Potter, con un tono de alegría que Draco no pudo sino sentir con disgusto-. Casi te quema los dedos y la mermelada está tan caliente que el azúcar se disuelve aún más.

-Piensas mucho en la comida -Draco vertió algo de agua en una jarra y le lanzó un Hechizo Calentador antes de meterlo en la cafetera y echarse atrás para ver el contador.

-Yo suelo tomar siempre tostadas frías -dijo Potter con pesar.

Draco no tenía nada que contestarle. En vez de eso recordó por qué estaba Potter allí, permanentemente zombi, incluso más de lo habitual.

-Se durmió. Al final. Costó unas cuantas dosis más del non-verminis. Debería estar despierto para cuando vuelvas. Si no lo está, te enviaré una lechuza.

Potter tembló con una de las tostadas en la mano.

-¿Qué quieres decir? ¿Cuánto…?

-No lo sé -le cortó Draco, sin ser muy cruel, dadas las circunstancias-. No hay mucha información de ello, se gasta una enorme cantidad de histamina al sobrevivir lo bastante para contraerlo y muchos de los que lo hacen ni siquiera saben que lo tienen y es muy raro. No hay mucho escrito. La cura es casi una utopía. Un Severus de hace unos pocos milenios que se imaginó las cosas antes de que le ocurrieran a él para así salvarse.

Potter estaba evidentemente distraído por los detalles.

-¿Milenios? ¿En serio?

-La magia oscura siempre ha estado ahí -dijo Draco con solemnidad.

Potter hizo una mueca, pero no prestó atención a la burla.

-¿Cuánto tiempo tuvo?

-Evidentemente años, pero nadie sabe cuándo se dio cuenta de ello. Severus siempre ha tenido problemas con la magia negra, así que nos costó un tiempo descubrirlo -Draco cerró los puños y pugnó por no dejar escapar toda la ira que tenía en el cuerpo-. Yo debí…

-¿Cómo de buena es tu Oclumancia?

Draco le observó durante un largo rato, tratando de mirarlo desde su punto de vista. Siempre había pensado que toda la información que Potter consiguiera de él la utilizaría para acabar con Draco. Aunque Potter no había contado las noticias de la enfermedad de Severus. La verdad es que, que Draco supiese, nadie más que Potter sabía lo que pasaba entre ellos. Nadie.

Severus estaba prácticamente paralizado en la otra habitación. Draco había salido él mismo. Bueno, con Potter. Sólo estaban ellos dos. Draco tomó aire en silencio y decidió confiar, sólo esta vez.

-Tan buena como con todo lo demás -su voz tembló un poco en las últimas palabras mientras miraba a Potter intentando no parpadear.

Potter se levantó. Draco miró su taza de café.

-No te has tomado las tostadas.

-Ahora vuelvo.

Draco se quedó petrificado.

-¿A dónde vas?

-A quitar las guardias -Potter salió de la habitación.


Draco no esperaba volver a ver a Potter después de eso. Oh, seguramente querría complementar su gusto con la mermelada, tomarse cuatro tostadas enteras e incluso beber tres cuartos del café. Pero sin las guardias, la enfermedad de Severus era solo cosa de Draco. Potter no tenía nada que ver con eso.

Justo lo que Draco quería.

Sólo que Potter se dejó ver de nuevo esa noche. Preguntó si podría tomar café también en la cena.

-Haces un buen café –dijo, como si nada.

-¿Por qué estás aquí? -escupió Draco.

-Pensé que un par de manos extra harían el trabajo más rápido. Pero, eh, si estaba equivocado… -Harry miró la puerta.

Draco estaba seguro de que iría mejor con Severus y él mismo.

-Nada de café. Te vas a destrozar los intestinos, pero tenemos un té que también está bien.

Potter sonrió.

-¿Especial?

Los labios de Draco estaban tan cerrados por el shock que no podía sonreír. Tampoco es que lo hubiese hecho.

-Algo así.

A Potter parecía darle igual el pasotismo de Malfoy.

-Bueno, lo que sea.

-No te esperaba -dijo Draco mientras caminaban hacia la cocina, que estaba totalmente limpia. La única comida que se veía era el cesto de manzanas que tenían en la mesa. A Draco le gustaban las manzanas, las mejores.

Harry cogió una y le dio un mordisco. Cerró los ojos ante el sabor en su boca.

-Sí, tu saludo lo ha dejado muy claro.

Draco invocó las hojas de té.

-Ya no me debes nada.

-No -dijo Potter. Draco pensó que sonaba bastante triste, pero desechó la idea por falta de sueño.

-Y no te gustamos -siguió el rubio sin mirar a Potter. Pensaba que no podía decirlo mirándole a la cara, que ya era malo, pero es que no le apetecía en ese momento.

-¿Te gustan estas manzanas?

-Inmensamente.

-Oh.

Draco escuchó el sonido de otro mordisco.

-Te voy a hacer la cena, ¿recuerdas?

-No he podido comer mucho estos días.

-¿Es eso una excusa para la cara de vagabundo que tienes?

-¿Eh?

Draco se dio la vuelta para dejar la taza de té delante de Potter.

-No importa. Sentémonos un poco -no le pasó desapercibido que Potter le miraba.

-No me gusta cocinar. Vivo solo, estoy todo el día trabajando -Potter hizo una pausa-. Echo de menos la comida, pero es que soy demasiado vago para hacer algo. Y estoy demasiado acostumbrado a pasar sin… Bueno, sí, soy muy vago.

Draco no preguntó por lo que no había dicho. Sabía lo bastante de Potter para saber qué quería o qué necesitaba saber.

-Severus es un poco… a veces tienes que esperar a sus instrucciones.

Potter cogió su té.

-Ya.

-La buena noticia es que, si lo he entendido bien, la cura viene en tres etapas y casi hemos terminado la primera.

-¿Y eso ayudará?

-Eso creo -Draco miró preocupado a los ajos que estaba salteando-. Las pociones nunca han sido mi…. Bueno, quiero decir, era bueno en ellas.

-Por la manera en que te trataba nadie pensaría que eras algo menos que brillante.

-A Severus siempre le he gustado -dijo con dulzura, sin remilgos-. A veces pienso que por encima de lo que realmente pensaba.

-Bueno, supongo que alguien tenía que hacerlo -repuso Potter tras un rato.

-Te ofrecí una oportunidad -la voz de Draco se volvió fría.

-Eras un hipócrita y un presuntuoso de mierda. No estoy muy seguro de que ahora seas diferente, pero algunos momentos pienso que al menos eres consciente-. ni siquiera subió la voz.

-Tú eras… eres un imbécil inalterable -Draco tampoco subió el tono.

-Por lo menos sabemos que no nos gustamos. Eso es algo.

Draco siguió enfadado con los ajos, mandando bastantes fuera de la sartén. Los hizo desaparecer con un hechizo tan intenso que casi quema la cocina. Detrás de él, Potter le dio otro mordisco a la manzana.


Cuando Snape trató por primera vez de explicar a Harry cómo era la conexión de una mente con otra, no podía saber que sería como la lengua pársel. La manera en que fluía con delicadeza por la mente de Harry y seguía su camino. Harry suponía que Snape no podía saber eso, que la Oclumancia afectaba a cada uno de distinta forma.

Si Harry hubiese sabido eso, ese placer tan seductivo, tal vez habría luchado contra ello. Cuando lo supo, por supuesto, fue demasiado tarde y ansiaba esa sensación. A Harry no le gustaba suplicar, sabía que estaba mal. La manera en que caía en la Oclumancia, cuando tenía a alguien allí, con él… aunque su deseo a veces contravenía con sus reservas morales.

Los pensamientos de Snape fueron interrumpidos, casi cortados por la interferencia de la magia negra comiéndose el resto de él. La sensación hizo que a Harry le entraran náuseas y no podía imaginarse a Draco, con más experiencia. Le produjo una compasión tal que seguramente había tocado a Malfoy, mientras el otro hombre le lanzaba una mirada sucia.

Harry sacudió la cabeza despacio y se concentró en cada una de las palabras que Snape trataba de pensar. Legeremancia no era la mejor ocasión para tener pensamientos paralelos.

Harry se quedó dos horas más tarde de lo normal, trabajando para compensar el tiempo que había perdido pensando en otra cosa, para ayudar a Malfoy a mezclar ingredientes y continuar removiendo.

Una hora antes de que terminaran, Malfoy parecía tan cansado como Snape. Un pensamiento inesperado flotó entre su mente mientras miraba cómo Malfoy se apoyaba junto a Snape.

“¿Habrías hecho algo menos si hubiese sido Ron?”

-Cierra tu mente -le ordenó a Malfoy.

-Potter –amenazó Malfoy.

Harry le cortó.

-Yo te diré lo que necesitas saber. Cierra tu mente.

En ambas cabezas, la noción de un vago comando.

“Haz lo que dice, Draco”

La voz de Snape llegó más alta de lo necesario. Malfoy miró en su dirección, pero pareció aplacarse y obedeció. Harry tuvo la impresión de que Snape estaba a punto de derrumbarse y darle las gracias.

Harry paró de mezclar cuando las órdenes de Snape no sólo se volvieron vagas, como hacía dos horas, sino que empezaban a repetirse como un CD mal hecho. Dudley siempre se cargaba la mira de los CDs que su madre le regalaba.

Harry cerró su mente.

-Los dos necesitáis dormir.

Malfoy parecía decidido a pelear por un segundo, pero un vistazo a Snape, prácticamente doblado por la mitad, le bastó. Atravesó la habitación y pasó los dedos por la espalda del hombre mientras le susurraba palabras que Harry no oyó.

-¿Puedo ayudar?

Los dedos de Malfoy parecían incandescentes por el pelo de Snape.

-No rechazaría un hechizo extra de levitación.

Harry sabía que no necesitaba el hechizo de levitación de Malfoy para aumentar el suyo, pero no lo dijo, sólo esperó a que Malfoy le enseñara el camino. Cuando llegaron a la habitación, Harry cogió la botella con el remedio anti-dolor de la noche anterior y obligó a Snape a beber, como Malfoy había hecho. El rubio mientras cambió a Severus de ropa con un hechizo y los dos trataron de acomodarlo de la mejor forma posible. Harry trató de no saltar cada vez que Snape soltaba pequeños gemidos de agonía.

-Hay una habitación. Ya sabes, la que…- dijo Malfoy.

-De verdad que me cuesta mucho…

-No te vayas -le interrumpió Malfoy. Y Harry no pudo menos que oír el “Por favor” que encerraba aquella frase-. Estamos solos aquí.

Harry podía escuchar el estrés de la palabra “estamos” como si repetirla fuera un hechizo para que a Snape no le sucediese nada.

-He hechizado mi chimenea para que esté siempre abierta a vosotros.

-Potter –susurró Malfoy-. Harry -dijo después-. Potter -de nuevo-. Por favor.

Si Harry no había estado seguro de no querer oír esa palabra de nuevo en boca de Malfoy, ahora lo estaba.

-¿Por qué?

Los ojos de Malfoy bulleron con una especie de odio y exasperación.

-Porque si no hubieses estado aquí, no habríamos llegado hasta donde estamos. Yo, es decir, yo soy bueno cuidando de él, nosotros… -Malfoy sacudió su cabeza-. Porque tú eres mucho más mágicamente poderoso que yo y te preocupas lo suficiente para ayudar. Y esa combinación es la que realmente necesitamos.

Harry se preguntó si había algo más en la explicación de Malfoy que no decía. Pero ya era suficiente para él.

-¿Es a la que se llega cruzando el vestíbulo?

-Te haré el desayuno por la mañana. Cualquier cosa que quieras -dijo Malfoy.

Harry miró una última vez a Snape en la cama. Sus ojos estaban cerrados y respiraba despacio, pero Harry sabía que estaba escuchando. Anduvo hacia la puerta.

-Estaré al otro lado del pasillo.

Decidió que no había escuchado un sollozo al abandonar la habitación.


Malfoy no estaba despierto cuando Harry se fue de la casa, y éste no le despertó. Simplemente se hizo un poco de café, ya que Malfoy no estaba allí para recordarle sus faltas en la escuela. Hermione tomó su lugar.

-Ningún café sustituirá una buena noche de sueño, Harry -le alborotó el pelo con cariño y le acarició la mejilla para demostrarle que no estaba enfadada; eso era mucho mejor de lo que Harry obtenía de Malfoy.

Por una vez, Harry estaba demasiado cansado para pretender que no preferiría que fuese Malfoy quien le alborotara el pelo. Hacía mucho tiempo y Malfoy estaba muy bueno. Nada raro. Los opuestos se atraían.

Vale, así que no estaba demasiado cansado para estar a la defensiva. Harry suspiró y tomó otro sorbo de café.

Hermione se cogió a un lado de la mesa.

-Siéntate antes de que te caigas. ¿Al menos puedo confiarte a los niños?

-Todavía no he perdido a ninguno.

-Eso es todo menos reconfortante.

-No sé. No creo que el personal joven pueda cubrir mis clases si les pido que… que hagan lo que sea que hacen.

-Son personal joven, Harry. Hacen el silabario, escriben los planes de las lecciones, se entrevistan con los padres, te ayudan cuando los necesitas.

Harry ya había hecho eso. Y más.

-Podría escribir los planes de estudio -entrevistarse con los padres en ese momento no era un gran plan.

-¿Has dormido algo?

Harry no había mentido a Hermione nunca. Y aunque era lo más obvio de hacer en ese momento, sacudió la cabeza.

-La verdad es que no.

-Vete a casa.

Harry se la quedó mirando.

-¿Eh?

-¿Casa? ¿Ese lugar que pagas al mes a pesar de mis fútiles intentos de comprarte un sitio? ¿Donde viven tu cama y unas mudas nuevas?

-Sólo quería decir…

-No es como si alguna vez te pusieras enfermo. Nunca. Simplemente tómate un día libre. Descansa.

-¿No me vas a chillar por no dormir?

-¿Estuviste en alguna orgía de ex-aurores?

Harry casi escupe el café. Casi.

-Con indefensas doncellas ex-mortífagas en mis manos horas y horas.

-¿Solo doncellas? ¿Nada de damas? -Hermione sacudió la cabeza-. Pobre Harry.

Harry puso la cara en sus manos y se rió un poco. Le tomó más esfuerzo del que hubiese preferido.

-Es algo…no sé lo que es. ¿Nauseabundo? Darme cuenta de que simpatizo con Malfoy y Snape. ¿Por ellos? -Harry sacudió la cabeza-. Si ni siquiera me gustan.

-Por todos los infiernos, Harry -dijo Hermione con dulzura-. Estás experimentando con una de las peores afecciones conocidas del mundo mágico desde su mente. Era de esperar. Tú eres tú, después de todo.

-Gracias por eso.

-De nada.

-Me refiero a Malfoy. También. No sólo Snape.

Hermione tardó más en responder a eso.

-Tú siempre eres capaz de apreciar los finos hilos del amor. Nunca he comprendido cómo es eso posible, pero lo haces. Tú… eres tú.

-Es mono.

-Oh, Harry.

-Sí. Tengo que salir más.

-Ron conoce a todos esos chicos de Quidditch tan guapos.

-Tal vez.

Hermione se inclinó y le besó la frente.

-Por ahora, vuelve a casa. Duerme. Las cosas tienen más sentido cuando te despiertas.

-Siempre dices eso.

-Siempre tengo razón.

Lo mejor de todo, era que tenía razón.

 

 

Draco se despertó en mitad de la tarde. Estaba tumbado junto a Severus lo más humanamente posible sin tocarle. Miró el reloj de la pared y lanzó una maldición despacio. Depositó un suave beso en el hombro de Severus, tratando de no darse cuenta de lo delgado que se había vuelto su amante, y salió despacio de la cama.

Severus no se levantó. Draco trató de dejar la habitación, pero no pudo evitar poner una mano encima de la boca y la nariz de Severus para ver si el hombre aún respiraba. Sólo cuando se aseguró de ello, se fue a ver si las lechuzas habían traído algo nuevo de los Weasley o algo agradable que a Severus le interesara escuchar.

Había ambos. Draco se tomó su tiempo leyendo el correo para poder contárselo a Severus después. Era demasiado esfuerzo para sus ojos leer en ese punto. Draco sabía que oírlo le traería dolor a él. Pero Severus parecía preferir ese dolor a el soportaba cuando cerraba los ojos.

Se sentó a ver el contrato de los WWW y mandó una lechuza con el mensaje: “Tendré algo para que lo probéis la semana que viene”. Si podía empezar con un hechizo despertador, podía usar sus días para eso. El pedido no era complicado y Draco sabía que lo habían probado ya. Debería sentirse enfadado por ello, pero sólo mostraba el sentido común de los Weasley y Draco no habría trabajado con alguien por menos de eso.

Draco fue a la habitación donde había dormido Potter la noche anterior. La cama estaba hecha. De hecho, no había nada fuera de su sitio. Draco se preguntó por un momento si Harry era ese tipo de huésped o si se lo habían inculcado Severus y él.

Volvió del hall. Severus estaba despierto. Draco pudo ver el cambio en su respiración. Era más fatigosa.

-Días -dijo Draco. No se molestó en añadir los “buenos”, ya que no lo eran.

Severus arqueó los dedos de la mano en un gesto que Draco tomó por una bienvenida. Se dejó caer en la cama y se ajuntó a Severus lo máximo posible sin herirle.

-Esa búsqueda común en Líbano en la que tenías interés va a empezar a hacer conferencias anuales. Multi disciplinarias.

Severus hizo un sonido de interés. Draco prosiguió.

-Y Hogwarts busca un nuevo profesor de pociones. De nuevo. Y de hechizos. Creo que los dos últimos huyeron, pero tengo que hablar con Daphne para estar seguro.

Severus hizo otro sonido. Esta vez de diversión. Draco se hizo una nota mental de charlar largamente con la Profesora de Aritmancia Greengrass, que era la discreción en persona, excepto por algunos Slytherin a quienes veía como príncipes de sangre. Los parientes de Daphne habían sido ejecutados como traidores de sangre en la búsqueda de los horrocruxes de Potter cuando el Señor Tenebroso aún pensaba que los fallecimientos afectarían a la determinación de Potter. Había habido muchos en ese momento para que Potter decidiese parar. No. Para Potter el único remedio de parar todas esas muertes era matar al Señor Tenebroso. Y lo había hecho.

A veces Draco deseaba preguntarle si la familia Greengrass le había acogido. Pero tenía miedo de que la respuesta hubiese sido Sí. Era demasiado para lo que Draco tenía por virtud.

-Potter se quedó anoche. No sé si lo notaste.

Severus no hizo ningún sonido. Sus dedos acariciaron los de Draco.

-Deberías descansar -dijo Draco.

Casi pegó un grito cuando las palabras le taladraron la cabeza.

“No sería malo para ti encontrar a alguien más, Draco. Alguien sin el Legado Oscuro corriendo por sus venas.”

-Cállate, Severus. Todo el mundo tiene a la muerte a sus espaldas, Potter más que nadie. Estarás bien. No serán más de un par de noches tras el primer periodo de la cura y después las cosas serán más fáciles.

Severus hizo otro sonido que Draco no supo determinar y eso le hizo sudar.

-Descansa. Haremos más poción por la noche.-fue todo lo que dijo.


Harry se apareció en la casa Malfoy-Snape tan pronto como terminó de levantarse y deshacerse con una ducha del resto de su insomnio. Había dormido hasta la muerte desde el momento que llegó del colegio hasta que se levantó, cerca de una hora antes de que su alarma se encendiese. Casi diez horas. Apareció en su destino una hora antes de lo que solía.

Malfoy abrió la puerta.

-Siento lo del desayuno.

-Te robé el café de todas formas.

-¿Té?

-Por favor -dijo Harry pasando-. ¿Cómo está?

-Se despertó una vez. El resto del tiempo durmió.

-¿Y cuando se despertó?

Malfoy rumió algo.

-Lo mismo.

-Estamos cerca –dijo Harry tratando de no sonar tan inseguro como se sentía acerca de esto. Aunque de alguna forma, no podía imaginarse cayendo-. Vosotros me sacasteis de cosas peores.

La respuesta de Malfoy fue rápida.

-No te infles pensando que fue algo personal.

-No -Harry nunca lo había pensado-. Pero aún así, ellos… Él tenía un plan.

-Bah, por supuesto que el Señor Tenebroso tenía un plan. Aparte del hecho de que tú eras su némesis y que tener planes es el trabajo de todo Señor Tenebroso que se precie, hacer un horrocrux es complicado -Malfoy paseaba por la cocina, se le veía bastante agitado-. No puedes simplemente matar a alguien y ya está. Hay que observar rituales y aunque alguien haga al fin la maldición asesina siempre tienes que hacer un montón de trabajo. Él simplemente decidió que tú merecías más atención que el resto de sus víctimas. Tú eras la razón de que tuviera que crear más horrocruxes, ¿lo sabías? ¿O eso fue algo que se te olvidó pensar?

Harry se agarró el hombro derecho ausentemente, donde había cicatrices que nunca se curarían.

-Gracias por parar sus planes.

-Eso –Malfoy sacudió la cabeza-. Gracias. ¿Gracias por parar sus planes? Debe de ser la expresión de gratitud más lamentable por haber librado a alguien de una muerte horrible por tortura a manos de psicóticos que haya oído nunca.

-¿Gracias por parar mi lenta muerte por tortura a manos de unos psicóticos? -probó Harry.

-¿Crees que puedes…? -Malfoy paró lo que fuera que fuese a decir-. Vale.

-¿Qué no puedo creer?

-Nada.

-¿Qué es, Malfoy?

-¡Nada! Déjalo, Potter.

-Si es otro favor, tengo contactos con los que aún no he hablado. Creo que puedo encontrar cualquier cosa que…

-No necesitamos nada, Potter.-siseó Malfoy-. La única razón por la que te dejo continuar viniendo por aquí es por la fuerza de tu magia y el par de manos extra, ¿entiendes? ¡No eres parte de nosotros y nunca lo serás!

Harry parpadeó ante esa inusitada explosión, sin saber muy bien cómo habían llegado del punto A al punto B. Se había relajado ante el continuo enfado constantemente presente entre Malfoy y él. O que estaba. No había estado allí desde hacía algún tiempo y a Harry particularmente no le apetecía que volviese. Demasiado trabajo.

-Si estás sugiriendo que quiero…

-Quién demonios sabe lo que tú quieres, pero sea lo que sea, no lo vas a obtener de nosotros. Ya te hemos dado bastante.

-Mucho -dijo Harry tranquilo-. Sólo te estaba ofreciendo ayuda para devolver el favor. No quiero que pienses que es aún por la Deuda de Vida.

-No seas ridículo, Potter, por supuesto que es por la Deuda de Vida. La Deuda es la razón por la que estás aquí en primer lugar. No puede ser nada más.

Harry observó la tensión de la espalda e Malfoy y pensó en los últimos minutos de la conversación. Tenía una sospecha de qué iba todo esto, nacida desde la brecha de la mente de Snape y la sangre que brotaba de las palabras de Malfoy. Pero no estaba seguro y preguntarlo era una buena forma de ser desterrado de sus vidas para siempre. En vez de eso, cambió de tema sin nada de tacto porque no quería preocuparse de esa clase de cosas.

-¿Te has enterado del drama que se cuece en el ministerio?

Malfoy le miró con sospecha.

-¿Qué?

-Lo de que Scrimgeour se ha quitado la máscara.

-¿Y eso qué tiene que ver?

-Se llama conversación, Malfoy. Estoy seguro de que te lo enseñaron en la mansión.

-Potter…

Pero Harry fue implacable.

-Estoy a punto de cenar. Me gustaría tener una conversación normal.

Malfoy gruñó.

-Y lo que Potter desee, así se hará.

Así que llenó los oídos de Harry de detalles nunca antes oídos. Harry no preguntó por su origen, simplemente le dejó hablar.


Les tomó dos noches más, pero acabaron el primer estado. Malfoy le dio a Snape la primera dosis en pequeñas gotas. A Harry le recordó una madre dando de comer a sus polluelos. Se aseguró de haber cerrado su mente. Si Severus le pillaba imaginándoselo así de indefenso, buscaría cualquier oportunidad de asesinarle.

“No te asustes” fueron las últimas palabras que Harry recibió de la mente de Snape. Estaba bastante seguro de que iban dirigidas a Malfoy, pero se alegró de que también le llegaran a él. Snape parecía muerto.

-Creo que es así como funciona –dijo Malfoy sudando-. Tiene que tomar otra dosis dentro de cuatro horas.

-¿Y si no se despierta?

-Hay hechizos para mantener flexible a una persona –Malfoy no pareció feliz acerca de esa opción. Harry no lo culpaba.

-¿Quieres que me quede?

-¿Para qué? ¿Sujetarme la mano?

Harry se removió inquieto.

-Supongo. Si eso es lo que necesitas.

-Vete a la mierda, Potter.

Harry había pasado la mayor parte de su vida adulta aprendiendo a dejar que las palabras le resbalaran. Malfoy conseguía que olvidase todo lo que había aprendido.

-Estoy intentando ayudarte, jodido presuntuoso.

-¡Bueno, pues no puedes! –chilló Malfoy llorando casi en la última palabra. Después, se calmó-. No puedes. Puedes salvar el mundo de gente como nosotros, puedes arrinconarnos y cazarnos en cualquier parte del mundo, puedes llevar una escuela llena de niños y puedes jugar al quidditch como un profesional, pero no puedes ayudarle. Ayudarnos.

Harry tenía millones de respuestas para eso. Escogió una.

-Ellos no son como tú.

Malfoy levantó la cara.

-¿Qué?

-Has dicho “gente como nosotros”. Dos veces. Ellos no son como tú.

-Más de lo que piensas, Potter. No cambié de bando por ninguna razón ideológica.

-Tenías diecisiete.

-Tú también.

-Tuvimos diferentes profesores. Y tus razones no eran tan malas.

Malfoy ahogó un grito.

-¡Solo quería que nos dejaran en paz!

-Lo que yo decía.

-Lo que dices no tiene sentido.

-Vamos a dejar a un lado los pronombres, eso de “ellos” y “nosotros”, también va por mí. Lo hiciste por ti y por él. Por tu amor por ti y tu amor por él.

Hubo un momento de silencio que al final Malfoy rompió.

-¿Y?

-¿Qué pasa? ¿A ti nunca te acorraló Dumbledore en un rincón oscuro para darte una charla esotérica sobre el poder del amor?

-Creí que fanfarroneaba. O que intentaba manipularme de alguna manera horrible.

-Lo último.

-Ah. No funcionó.

-Sospecho que esperaba que Snape te enseñara el resto de los detalles.-irónicamente, pensó Harry, cómo fue exactamente eso lo que ocurrió.

-Crees que porque yo le quería…

-Creo que porque sabes lo que es amar. Sí.

-Estás más loco de lo que estaba Dumbledore.

-Gracias –Harry conjuró caramelos de cereza y se los mostró a Malfoy-. Siempre me han gustado más que los de limón.

Después de quedarse un momento alelado viéndolos, Malfoy tomó uno de los caramelos de la mano de Harry.

-No debí haber dicho lo de que no podías ayudar.

-Sé que no puedo salvarle.

Malfoy asintió.

-De momento estará bien –miró intensamente donde yacía Snape, inconsciente-. Le daré la siguiente dosis y después la última y estará bien.

-Sólo mándame una lechuza si alguna vez necesitas ayuda de nuevo.

Malfoy asintió.

-Si te necesitamos, lo haré.

Harry se volvió para irse.

-Vale, entonces.-estaba absolutamente seguro de que no volvería a saber nada de Malfoy. Y no sabía por qué su estómago se revolvía contra él una y otra vez.


Draco tuvo que leerlo dos veces para comprender que la carta era de Potter de verdad.

“Malfoy, Snape, lo siento si estoy siendo muy presuntuoso.” La primera “p” tenía un negro manchón al final, como si Potter hubiese dejado la pluma ahí, pensando en lo que venía a continuación, qué decir. “Sólo ha pasado una semana, pero me gustaría saber cómo ha ido la cura. Responded si tenéis un momento libre. Harry.”

Draco puso los ojos en blanco. Casi podía oír los ruegos de Potter a través de su pluma. Le alcanzó la carta a Severus.

-¿Crees que deberíamos responder?

A Severus le llevó leer la carta más tiempo de lo habitual. La primera etapa iba como se suponía que tenía que ir, básicamente echar la magia corrupta de su cuerpo y curarlo. Sus ojos habían empezado a notar el cambio y sus oídos, su estómago, su corazón y algunos otros órganos internos. Pero muchos de sus músculos aún no estaban listos y el dolor seguía siendo extenuante.

Despacio, porque esos días Severus sólo podía emitir pequeños susurros, habló.

-¿Hay alguna razón por la que no le hayas respondido ya? Es una falta de etiqueta muy descortés que lo hayas pasado por alto.

-Pensaba mandarle una cesta de frutas después, probablemente con todos esos dulces tan vulgares que le gustan a él.

-Ya veo.

Las mejillas de Draco enrojecieron.

Severus le dio la vuelta al pergamino.

-¿Mi vida entera solo vale una cesta de frutas?

Los ojos de Draco se abrieron de par en par.

-Severus…

-Porque estás echando por tierra todo lo que ha hecho por nosotros -Severus paró para coger aire y mantener el dolor bajo control-. A mí también me gustaría poder odiar a Potter. Entre nosotros dos, creo que yo tengo mucho más derecho a odiarle. Pero, de un modo u otro, él hizo lo que le pediste cuando se lo pediste. Y mucho más que no pediste. Parece que más que pagar una Deuda de Vida, él ha creado otra, la mía.

-Los Gryffindor nunca piden cuenta de sus deudas –dijo Draco-. Jodidamente nobles. Les gusta sufrir en silencio.

-Lo que hace que el pago sea más difícil. Si hay algo que debo agradecerle a Potter es que no hizo que mi deuda con James fuera aún más difícil. Todo lo que tenía que hacer era entrar en una habitación y aparecerse detrás de él.

Draco bufó.

-¿Y crees que aún así es inocente?

-Creo que la curiosidad ha matado a más gatos de lo que nadie sabe y, obviamente, a más humanos imbéciles.

-Me lo tomo como que insistes en que le mande una carta.

-Te ha escrito para saber cómo estoy, Draco. No ha sido nada indiscreto, la única persona a la que le ha contado algo ha sido a Granger, quien nunca repitió una palabra de las que Potter le murmurara jamás. El único motivo por el que pregunta es que de verdad quiere saberlo. Si fueran Daphne o Minerva, ¿les negarías una respuesta?

-Ellas se preocupan por ti -dijo Draco fríamente.

-El miedo es una emoción nada atractiva en ti, Draco. Es una de las pocas cosas que nunca has sabido sobrellevar.

-Tus críticas se suavizan por el miedo a perderme incluso cuando tengo un pánico ciego.

-El amor es un pánico ciego, como ya sabes. Lo que quiere decir que tu miedo a Potter, venga de donde venga, es menos halagador que él.

-Yo no temo a Potter.

-Claro que si, o no estarías tratando de evitarle todo lo posible.

-No le gusto, Severus.

-No, no le gustabas de pequeño. Lo que te hizo tratar de odiarle.

-He crecido.

-No tanto.

Draco le lanzó una mirada ceñuda.

-Le escribiré y así discutiremos ese punto, ¿vale?

Severus hizo un pequeño sonido con su garganta. Draco se desesperó. Severus siempre le miraba cuando estaba desesperado más intensamente que nunca. A Draco le gustaba que le mirase más en esos momentos.


Harry leyó la carta tres veces, buscando algo que no estuviese allí antes.

“Potter, tu preocupación es apreciada”. Harry había bufado ante esto. Después de esperar dos días y medio lo dudaba. “El primer paso de la cura está haciendo efecto y Severus se encuentra mejor. Draco Malfoy”

En los nueve días desde que Harry se había ido de la casa Malfoy-Snape, había cenado con Hermione y Neville dos veces y rechazado otras muchas invitaciones. Había jugado un partido rápido con Ron y Violeta, había escrito una carta bastante larga a Ginny para dejar ya la ausencia de comunicación, y había dormido bastante. Aun así, habían sido nueve días.

Harry se había sentido miserable al tardar siete días en escribir una carta, mucho más miserable al percatarse de que ni Snape ni Malfoy habían intentado contactar con él y muchísimo más miserable al tener que esperar dos días y medio para responder a una carta que acababa de entrar por su ventana.

Al final hizo lo que siempre hacía cuando su percepción del mundo tal y como lo conocía se rompía y sus otras opciones se acababan. Fue con polvos flu a ver a Remus.

-¿Vamos a tomar algo?

Sus tardes juntos nunca terminaban solo con una copa. Por una parte, la clase de conversaciones que hacía que Harry llamase a Remus eran de la clase que necesitaban más de una copa para atender. Por otra parte, Remus pensaba que su posición como casi-padrino de Harry requería que aconsejara bien a Harry en cada ocasión.

Siempre escogían bares muggles para estas ocasiones. A Remus no le gustaban las miradas de los magos y brujas en los pubs mágicos ni a Harry las adulaciones.

Esa noche Harry llegó primero. Remus sólo unos minutos después. Harry ya había pedido un escocés para cada uno.

-La primera corre de mi parte.

-Vale, pero las demás son mías –Remus sabía que Harry había usado sus fondos para restaurar Grimmauld Place como regalo de bodas a Tonks y él. Se lo había dicho una noche de copas como ésa.

“Sé que es horrible y que lo odiaba, pero era suyo y no quiero tener nada que fuera suyo. Tú te harás cargo. Porque era suyo.”

A Tonks le había sorprendido gratamente, particularmente después de ver algunas de las innovaciones que Harry había incluido para ella. Y que por fin había conseguido erradicar el retrato de la señora Black.

Tonks era la que les pagaba a los dos, así que en realidad era su dinero el que Harry se gastaba en bebidas, pero Remus se quedaba en casa con los niños. Ya que todos ellos eran producto de un ex- merodeador y, bueno, según Harry, a Tonks le había tocado la parte fácil de cazar a los magos tenebrosos todo el día.

Después de haber comido y con un gran metabolismo, Harry ya llevaba cuatro bebidas fuertes y dos cervezas cuando consiguió hablar.

-Creo que estoy pillado.

-¿Chico o chica? -Remus estaba aún con su segunda bebida. Harry le miraba. Remus tomó un trago y Harry notó que estaba casi calmado.

-Chico.

-No sueles ser tímido con ellos.

Ni siquiera con las chicas, la verdad. No cuando Ginny le había enseñado que todo el mundo se convertía en un gilipollas cuando empezaba a gustarle alguien. Debería escribirle de nuevo y darle las gracias por eso. Le debía respuestas y no le gustaría hacer enfadar a una rompedora de maldiciones.

-Totalmente inalcanzable.

Remus se paró.

-¿Está solo?

Harry sacudió la cabeza lentamente.

-¿Con alguien?

-Prácticamente casado. Si los magos tuvieran una institución chico-chico, ellos probablemente… no lo sé, cincuenta velitas en su tarta de aniversario, ¿sabes? Algo así.

-Oh. Harry.

Harry dio un sorbo.

-La verdad es que ese no es realmente el problema –admitió.

-¿Hay un problema más grave? –Remus parecía no querer saberlo.

-Él es mi –Harry se quedó en blanco por un momento-… eso, eso que eres cuando no te gusta alguien.

-Eh…

-Como Voldemort.

-¿Enemigo?- intentó Remus.

-¡Sí!- Harry dio una palmada-. Es mi enemigo.

-Casi todos tus enemigos están muertos, Harry.

-Malfoy no -le dijo Harry-. Ni Snape, aunque está bastante cerca.

-¿Severus casi muere?

Harry asintió solemnemente.

-El Legado Oscuro -sus ojos se abrieron-, es una… es esa cosa que no puedes decirle a nadie.

-¿Secreto? -Remus sonrió.

-Eso -el vocabulario de Harry siempre se volvía una basura cuando estaba borracho. Eso y su habilidad de dejar de hablar. Por eso nunca se emborrachaba en los días que sabía información que podía matar a alguien.

-No he conocido a ninguna persona que haya sobrevivido al Legado Oscuro.

-Hay una cura –Harry miró a Remus con sospecha-. Se supone que eres profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.

-Los estudiantes han sobrepasado al profesor, Harry. ¿Hay una cura?

-Necesita muchas, eh, cosas.

-¿Ingredientes?

-Sí. Y Malfoy dijo que se lo debía.

-¿La Deuda de Vida?

-Mh -Harry miró a la mesa-. Yo no quería. Le dije que tendría que supervisarlo. Y entonces Draco me hizo cenas. Digo, Malfoy.

-Cenas –dijo Remus, claramente habiendo perdido el hilo de los pensamientos de Harry y totalmente seguro de no querer tomarse las cosas de otra manera.

Y aunque Harry no solía ser un bebedor consumado, cuando levantó la cabeza, sus ojos estaban húmedos.

-Yo sólo… eso que estás cuando no tienes a nadie.

-¿Solo?

-Muy solo –dijo con énfasis el moreno.

-¿Eso es todo?

Hubo un largo silencio.

-No –dijo al final Harry.

-Oh, Harry- repitió Remus.


Harry se despertó ante unos ojos rosas y unos rizos azules.

-Hola, Sirina.

La niña de seis años que estaba encima de Harry, sonrió. Había perdido dos dientes arriba y uno abajo.

-Buenos días, tito Harry.

Harry tanteó con la mano donde sabía que estaba el reloj. Las 11:47. Estaba en su habitación del número 12 de Grimmauld Place, pero no sabía cómo había llegado allí. Enfocando su vista, levantó la mano que tenía libre de la niña y le revolvió el pelo.

-Azul, ¿eh?

-¿Te gustan mis ojos?

-Muy rosas.

-Me gusta el rosa.

-A mi también -dijo él-. ¿Y tus hermanos?

-Jamie y Brian están haciendo la comida. Cedricse ha escondido.

Harry trató de no mostrar su horror ante la idea de los gemelos de nueve años haciendo la comida.

-¿Por qué se ha escondido Cedric?

-Porque le he dicho que estábamos jugando al escondite.

Harry suspiró y rodó sobre sí mismo, cuidando que Sirina se hubiese bajado de él.

-Entonces vamos a buscarle, ¿vale?

-Vale -dijo sonando como sin entusiasmo.

Harry se preguntó dónde se escondería un niño de cuatro años en un lugar así. Trazó un hechizo localizador silencioso que le llevó al dormitorio de Tonks y Lupin. Se puso de cuclillas enfrente de la cama.

-Hola, Cedric.

-Ssh. Rina me va a encontrar.

-Está conmigo. Te hemos buscado para que puedas comer con nosotros.

A Cedric le costó un segundo considerar esto.

-Oh –dijo por debajo de la cama.

-La próxima vez te toca a ti -dijo Sirina.

-No es verdad.

Cedric hizo una mueca.

Harry se puso a cada uno en una cadera. Sirina era dos años mayor que Cedric, pero pequeña para su edad y casi del mismo tamaño.

-La próxima vez me toca a mí, pero antes vamos a comer.

Para alivio de Harry, Tonks estaba en la cocina con los gemelos. Eran idénticos y se parecían asombrosamente a Remus, excepto por los profundos ojos azules, en vez de los dorados, de hombre lobo. Y sin cicatrices. Tonks parecía bastante calmada esa mañana, con el pelo rojo fuego como única metamorfosis en su cuerpo. Evidentemente, Sirina ya se encargaba de todo ese cupo de metamorfosis. Tonks le sonrió.

-Es tarde, Harry.

Harry dejó a los niños en el suelo.

-Es sábado, ¿verdad?

-Hermione ha venido por la chimenea para ver si estabas bien y tras confirmarlo, Ron también ha venido para recordarte el partido de esta tarde.

-Partido en el campo a las tres –dijo Harry. Al parecer no había bebido tanto.

-¿Podemos ir, tío Harry? –preguntó Brian.

-Por favor, por favor, por favor -agregó Jamie. Harry sabía que estaba colado por Violeta.

-Preguntad a vuestros padres.

-¿Estás seguro? -dijo Tonks-. Son unos trastos.

-Sí, estarán bien.

-Entonces vale.

Los gemelos se escaparon a por sus cosas. Harry les chilló.

-¡Que sólo es medio día!

Remus puso los ojos en blanco.

-Como si eso importara.

-¿Qué decís vosotros, chicos? -preguntó Harry a Sirina y Cedric.

-Hace frío fuera -dijo él frunciendo la nariz.

-¿El tío Ron irá? -dijo ella.

-Sí, y sé que te echa de menos. Me lo dijo la semana pasada -en realidad no, pero Harry era un buen confidente.

Sirina sonrió.

-Le gustarán mis ojos.

Harry pensó que a la que más le gustarían sería a Ginny, pero ella estaba en Tailandia y a Ron también le iban a gustar.

-Entonces, ¿vienes?

Sirina asintió y corrió tras sus hermanos. Cedric se tiró en brazos de Remus y apoyó la cabeza contra la barbilla de su padre. Harry vio cómo los ojos de Remus se volvían oro puro por un segundo. Nueve años con los niños y Remus aún no se había acostumbrado a las pequeñas cosas.

-Gracias -dijo Harry.

Remus le miró.

-Bueno, era eso o dejarte allí. De verdad, Harry…

-Sabes dónde vivo.

-Y como resultado, he visto tu piso.

Harry se congeló. Tonks se rió.

-No tiene derecho, Harry. Yo he visto algunos sitios en los que él ha vivido.

-Circunstancias extenuantes -dijo Remus.

Harry se encogió de hombros.

-Trabajo todo el día, eso es extenuante.

-Sí –dijeron Tonks y Remus al unísono.

-¿Qué hay de comer? -dijo Harry, que quería tener un buen día.

 

Cuando las alarmas le dijeron a Draco que Remus Lupin estaba esperando que se le admitiera el paso, se volvió hacia Severus.

-¿Esperas compañía?

Severus lanzó a Draco su mejor mirada de “¿Eres retrasado mental?”. Draco se sintió un poco retrasado mental.

-Er… ¿crees que debería dejarle pasar?

-Es eso o sufrir los repetitivos intentos que hará por contactar con nosotros hasta que nos rindamos fruto del puro deseo de deshacernos de él. Créeme cuando te digo que nunca se cansará.

Draco se levantó ante el tono resignado de Severus, uno que normalmente reservaba para referirse a sus fallidos esfuerzos por ganar una Orden de Merlín y otras decepciones irreversibles.

-Ahora vuelvo.

-¿Asustado por abrir tú solo al hombre lobo? -le llegó la voz de Severus, pero Draco sabía reconocer cuándo le estaban tomando el pelo.

Draco abrió la puerta sin dar un paso atrás.

-Hola, señor Malfoy. ¿Podría entrar? -dijo Lupin.

-Depende de a qué haya venido, señor Lupin –Draco puso énfasis en el título, añadiendo a la oración más petulancia de la normal.

-Me gustaría hablar con usted y Severus acerca de Harry.

-No le hemos hecho nada a su pequeño héroe, y teniendo en cuenta que he cesado cualquier clase de comunicación con él, tampoco vamos a hacerle nada ya.

-¿Acaso algo en mi voz sugería tal cosa?

Draco entrecerró los ojos. Lupin suspiró.

-Hay sólo un par de cosas… De verdad es muy importante que Severus esté presente en ésta conversación.

Draco aún no estaba muy convencido de dejar entrar a Lupin en su territorio (la pérdida de control que sugería se le hacía nauseabundamente familiar), pero Lupin tenía razón al menos en eso. Si había algo que atañera a Severus, él debería saberlo. Draco se apartó de la puerta.

-No le pienso ofrecer té -le dijo a Lupin mientras traspasaba el marco de la puerta.

-¿Y por qué iba yo a venir a horas intempestivas si estuviera abierto a tal oferta? -Lupin le adelantó-. ¿Por aquí?

Draco se rindió y le condujo por los corredores hasta el salón donde él y Severus habían estado relajándose. Habían empezado la segunda parte de la cura, y cuando no estaban en el laboratorio solían sentarse por ahí, permitiendo descansar a sus cuerpos y sus mentes. Draco se sentó sin ofrecerle un sitio a Remus. Lupin se quedó de pie, inclinando ligeramente la cabeza a Severus.

-Severus.

-Lupin.

-Dijo que esto era acerca de Potter -Draco no estaba por la labor de permitir que la intrusión durara más de lo absolutamente necesario.

Algo que no era del todo una sonrisa apareció en los ojos de Remus. Fijó su mirada en Severus.

-¿Tú sabías lo de Sirius? ¿Con James y Lily?

-¿Qué suplicó favores sexuales como un perro por las sobras de la mesa? -dijo Severus con un tono casual que pretendía herir. Draco siempre intentaba imitar esa dejadez, pero nunca había sido capaz de conseguirlo.

Lupin parecía disgustado.

-Ellos lo amaban. Simplemente no existía ninguna manera legal, o en cualquier caso establecida, de… James era muy tradicional en algunas cosas.

Draco sintió cómo los ojos de Severus iban hacia él. Se preguntaba de qué iba el asunto, pero no preguntó, demasiado ocupado tratando de digerir la considerable cantidad de material de chantaje emocional que acababa de caer entre sus manos en cuestión de segundos. Severus levantó una mano.

-No has venido a hablar de viejos tiempos, ni de la insensatez del mundo mágico como algo dependiente de la tradición, ¿verdad?

-No.

Todo se colocó en su lugar con un “click” dentro de la cabeza de Malfoy un segundo antes de que Severus hablase.

-Has venido por Potter. Vaya, vaya. Cómo se repite la historia. ¿Es esto un chantaje, Lupin?

Draco se preguntó qué quería Lupin exactamente de Severus. No preguntó. Lupin podía probablemente inventarse algo, y dado el modo en que los rumores eran infinitamente más importantes que los hechos, la amenaza sería igual de plausible. Lupin negó con la cabeza.

-No, es una petición. Tan simple como eso. Si no estáis dispuestos a darle una oportunidad a Harry, entonces no pienso forzar su entrada en esta casa. Merece algo mejor que eso.

-Supongo que piensas que merece algo mejor que nosotros, de cualquier manera -dijo Draco.

Lupin se encogió de hombros.

-Harry es adulto, y uno con bastante sentido común. Imagino que existen cosas entre vosotros de las que no tengo conocimiento.

-¿Los dos, Lupin? -preguntó Severus.

La duda de Lupin fue minúscula, pero notable.

-Harry se iría antes siquiera de probarlo.

-Es poco probable que se dé cuenta de que hay otras opciones -dijo Severus fríamente. Draco pensó que estaba lanzando arpones mentales-. ¿Es a Draco a quien quiere, entonces?

Lupin no dijo nada, pero eso bastó. Draco se rió.

-Como si pudiera tener algo medianamente parecido a lo que tengo contigo.

Los ojos de Lupin se oscurecieron.

-Una oportunidad, señor Malfoy, es todo lo que pido. Si usted tiene un poco de…

Severus cortó lo que fuera que Lupin iba a nombrar como una carencia de Draco.

-Se lo debemos, Draco.

-Como aquí el señor Lupin ha mencionado tan elocuentemente, una relación forzada es peor que ninguna en absoluto.

-No forzada, Draco. Simplemente un intento. Si la cosa va mal, bueno –Severus sonrió agriamente-. Mi deuda estará saldada, en todo caso.

Draco miró a Severus a los ojos y consideró las palabras por unos momentos.

-Muy bien.

La exhalación de alivio de Lupin sonó fuerte en el silencio que siguió a las palabras de Draco. El rubio pensó si eso era a lo que se referían los muggles cuando hablaban de “vientos de cambio”.


Después de que el hombre lobo se fuera, Severus le miró.

-Tendrás que ser tú quien le mande la lechuza a Potter.

-Es tu trato –dijo Draco, con algo de resentimiento.

-Yo no soy más que una complicación conveniente en todo esto. Conveniente porque se lo debo, complicada porque me interpongo en el camino. Es a ti a quien quiere.

-Si tanto me quiere, supongo que vendrá cuando se lo pidas, ¿no? -añadió Draco con petulancia-. Acudí a él con una deuda de vida que tenía cerca de una década, en situación de extrema necesidad, y rogué por tu vida. Se lo supliqué casi de rodillas. Y para cumplir con tu propia deuda, me das la espalda y me mandas de recadero. Tú escribirás la carta.

Severus entrecerró los ojos.

-¿Me estás diciendo que el concepto no te atrae lo más mínimo? ¿La idea de Potter de rodillas delante de ti, a cuatro patas tal vez, no logra emocionarte?

Draco tragó saliva.

-No te atrevas a acusarme de explotarte sexualmente por mi propio interés. Sabes que no te conviene.

Draco también lo sabía. Había cosas de las que los dos no hablaban nunca. Cosas como aquellas veces en que Severus volvía de encuentros con el padre de Draco, o McNair o Lestrange. Cómo volvía con heridas y moratones que Draco habría podido curar con un simple movimiento. En lugar de aceptar ayuda, Severus decía “déjalos”.

Cuando el Legado Oscuro había comenzado a extenderse por el cuerpo de Severus, dejando moratones en su piel, Draco había pensado que estaba ocurriendo de nuevo. Se sintió devastado cuando comprendió que había subestimado la situación.

-Yo… escribiré la carta -dijo el rubio a modo de disculpa. No esperaba obtener dignidad de ello. Severus tampoco lo esperaba.

-Draco -y esta vez Severus sonaba arrepentido-. Si…

-Siempre haces lo mismo -dijo Draco disgustado-. Actúas siempre como si fuera otro el que yo quiero. No soy de los que sufren en silencio y lo sabes. Si hubiese querido irme antes…

-¿A dónde habrías ido?

-A alguna parte. Me has enseñado la mayoría de lo que sabes. No soy tan incompetente como para no saber cuidar de mí mismo.

-Sí, pero nunca se te ha dado bien estar solo.

Draco no negó eso.

-Es más que eso –dijo. Se preguntó cómo Severus seguía sin entender que era más que eso.

-Ven aquí -dijo Severus.

Draco se acercó a Severus a regañadientes. Severus se incorporó, con las arrugas de los ojos estrechándose ante el movimiento. Ello no le impidió pasar un mechón de pelo detrás de la oreja de Draco.

-También para mí –dijo.

Draco asintió.

-No tienes que hacer las cosas más difíciles de lo que son. Ya no. Lo hacen ellas solas.

-Yo escribiré la carta. Si lo prefieres.

-No. Sólo… no desaparezcas cuando él venga.

-No te abandonaré.

Draco se tragó el lastimero “¿lo prometes?” que pugnaba por salir de su boca.

 

Harry no dependía exactamente de su intelecto para moverse por la vida, pero tampoco era estúpido. Cuando le llegó la carta de Malfoy: “¿Té? ¿Y quizá esas tartas de ciruela que te gustan?” escrito con una caligrafía burda que denotaba una hostilidad algo menos que sutil, supo inmediatamente que alguien había dicho algo. Y que ese algo probablemente incluía chantaje a Snape o Malfoy. La idea hizo que su estómago diera un brinco.

Aceptó la oferta. No le gustaba la caridad, siempre había detestado esa clase de cosas. Era sólo que, cada vez que intentaba escribir una réplica, no llegaba a poder decir que no. Pensó que la mejor respuesta sería algo del tipo “Bueno, es una oferta muy amable, pero tengo mejores cosas que hacer que sentarme y ser insultado”. Lo que la tinta mostraba era: “¿Las de ciruela? ¿De verdad?”. La magia a veces era como un grano en el culo.

Se fue a buscar a Hermione en su despacho después del colegio y le puso la carta encima del escritorio..

-¿Esto es cosa tuya?

Hermione lo leyó rápido y le miró perpleja.

-Harry, ni siquiera estoy del todo segura de qué quieres decir.

Hermione nunca había mentido a Harry y éste no pensó que ése fuera a ser el momento en que empezara. Había habido muchas oportunidades mejores en su pasado.

-¿Quieres decirme por qué crees que alguien ha forzado esta reunión?

-¿Aparte del… encanto Malfoy aparente de la carta?

-Es Malfoy.

-Tardaría demasiado en explicártelo. En pocas palabras, no me quiere cerca. Ha dejado eso increíblemente claro a lo largo de estas pocas semanas, tanto en persona como por escrito. Malfoy no es del tipo que cambia de opinión porque se levante con un pie distinto por la mañana.

-Pues siempre me pareció que su decisión de pasarse a nuestro lado fue así.

-No. Creo… -Harry trató de conectar todas los hechos dispersos que había estado barajando acerca de ello cuando su nueva relación con el hombre había vuelto a comenzar-. Creo que él sabía que le acogeríamos, a pesar de su pasado. Había unas cuantas buenas obras, claro, y además estaba en la lista de Voldemort. En realidad es un tío muy listo. Nunca se lo diré a la cara, pero coge las cosas al vuelo. Creo que se dio cuenta de que cuando él y Snape fueran redimidos y viéramos de que estaban enamorados, les dejaríamos en paz. Que es exactamente lo que hicimos.

-Entonces, ¿piensas que alguien les está chantajeando para verte?

-Algún tipo de coacción.

-¿Quién más sabe que querías contactar con él? A mí no me lo has dicho claramente hasta ahora, y he tenido que interrogarte. No es que no me lo preguntara, pero aun así. Y eso que trabajo contigo y hemos sido amigos desde hace décadas.

-Remus, um, me invitó a unas copas.

-Ah –Hermione conocía el ritual-. ¿Cómo está Cedric? -los gemelos y Sirina iban a la escuela, pero Cedric aún era demasiado pequeño.

-Está bien, deberías visitarlo.

-¿De verdad crees que Remus iría a la guarida del dragón? Sin intención de hacer chistes malos.

-Es posible. Puede que lo haya preocupado.

-¿Vas a preguntárselo?

-No sé. Tal vez después de… –Harry parecía avergonzado-. Soy como un perro que suplica por las sobras.

-No sé yo si…

-Yo tampoco -admitió Harry-. Pero es como si no pudiera detenerme a mí mismo.

-Supongo que será sólo el té –dijo ella, con tono algo dudoso.

-Hm -Harry intentó no analizar la leve sensación de decepción que corrió por sus venas ante las palabras de Hermione.


A Harry no le gustaba particularmente el té de limón, pero no iba a decirle eso a Malfoy. Sospechaba que él lo sabía, de todas formas. Malfoy le seguía llenando la taza y Harry simplemente bebía.

-¿La segunda parte de la cura? -preguntó a Snape.

-Va bien. Te mandé una lista de ingredientes.

-Lo sé. Algunos de ellos me están resultando algo difíciles de encontrar.

-¿Sangre de quimera?

-Es uno de ellos. Remus tiene contactos entre las criaturas mágicas, así que le pedí el favor.

El pequeño temblor en la sujeción de la taza de Malfoy, le confirmó que sus sospechas eran correctas. Suspiró.

-Escuchad, siento haberos… incomodado.

Se levantó y fue hacia la puerta cuando Malfoy habló.

-Lo del té de limón ha sido poco elegante por mi parte.

Harry dejó de andar.

-Por lo menos no mentiste acerca de las tartas de ciruela.

-También son mis favoritas –Draco tuvo la elegancia de parecer un poco avergonzado de sí mismo.

-No sé lo que Remus… ¿ha sido Remus? –continuó Harry mientras las dos cabezas se inclinaban a la vez- ha dicho o hecho pero, eh, hablaré con él.

-Él no nos ha hecho hacer nada –dijo Snape. Harry sabía que se estaba perdiendo algo, sólo que no sabía dónde tenía que leer entre líneas.

-Siéntate, Potter –dijo Malfoy con inesperada gentileza-. Tengo unas hierbas esperando ser probadas, si me das un momento -abandonó la habitación dejando a Harry y Snape juntos y sin mediación.

-¿Siempre eres tan cuidadoso con tus secretos más embarazosos?

-Había grandes cantidades de alcohol de por medio –Harry estaba dispuesto a concederle ese punto a Snape, pero no sin un mínimo de autodefensa.

-A lo mejor deberías hacerte abstemio.

-Lo soy, la mayor parte del tiempo –le miró a los ojos-. Sólo que confío en Remus para hacer lo que es mejor para mí. Normalmente. Tiene buenas intenciones, de cualquier manera.

-No lo dudo –bufó Snape.

-¿Por qué no os negasteis y punto?

-Tal vez fue la idea de reírnos del gran Harry Potter lo que nos atrajo.

Harry trató de no mostrar ningún gesto ante la cara de hostilidad de Snape. Aunque había aprendido a estar impasible frente a tropas de mortífagos y padres furiosos de niños, Snape le había conocido cuando era todo emociones. Era difícil esconderse de él. Supo que había fallado cuando el hombre puso los ojos en blanco.

-Tenía mis razones –dijo.

Avergonzarse era una mala idea en Snape, quien odiaba esa clase de cosas.

-Me habéis usado como moneda de cambio.

-Algo menos que eso.

Harry se encogió de hombros.

-Ya.

-Señor Potter…

-Al menos cuando usted me toque, sabrá que está tocando algo que personalmente ha creado en su cabeza. Mejor que el Profeta o el Quisquilloso o el último rumor del Ministerio. Vosotros me conocéis de casi toda mi vida.

-Y ninguno de sus compañeros…

-Todo el mundo quiere algo que esté intacto después de la guerra. Un nuevo comienzo. ¿No se ha dado cuenta?

-Yo tenía a Draco.

Harry cerró los ojos.

-Aún es así.

-¿Aún es qué? -dijo el objeto de la conversación entrando en la habitación con una bandeja. Harry abrió los ojos, centrándolos en el rubio.

-Aún gana. Todo el tiempo.


Harry dejó la casa con la resolución de no volver nunca. Si había aprendido algo con los Dursley y Voldemort, era a no pelear nunca en el campo del enemigo. Era la manera más segura de perder. Como no se ofrecían otros términos, y a Harry no le gustaba pensar en sí mismo como un destroza hogares, decidió olvidarlo. Había muchas personas buenas en el mundo, y él ciertamente había estado mirando en los sitios equivocados.

Sí, eso era.

Pensó en pedir consejo a sus amigos. Pero Hermione y Neville se habían conocido en la escuela, Remus y Tonks en la Orden, y Ron y Violeta en el trabajo. Ninguna de esas opciones le daba ideas productivas. Los padres de algunos de los niños parecían bastante problemáticos y la escena del bar le había hecho sentirse mareado antes de tomar siquiera la primera bebida.

Los servicios de citas eran una mala idea por razones obvias. A menos que probase el método muggle… Harry guardó la idea para considerarla más tarde.

Se preguntó si a lo mejor sus prioridades estaban completamente equivocadas. Después de todo, nadie necesitaba realmente una pareja. Harry estaba seguro de que Hermione lo había mencionado una o dos veces después de romper con Ron.

-Creo que necesito un hobby -le dijo a Hermione.

-El padre de Michaela Braden lleva media vida detrás de ti para ficharte en su comunidad de quidditch.

Harry pensó que el hobby iba a tener que absorberle más de una noche a la semana y más de un domingo entero al mes. Aún así era muy dulce que Hermione sugiriese algo que le gustaba.

Mandó una lechuza a Colin Braden. Como era de esperar, dado el tiempo que llevaba Colin tratando de convencerle, tuvo un puesto de buscador en unos días.

Harry de verdad esperaba que no hubiese echado a nadie por él.

Y que hubiera gente guapa de su edad jugando en los equipos.

Como salieron las cosas, se le concedieron ambos deseos. La antigua buscadora no se tomó muy mal lo de ceder su puesto a Harry, a quien había visto jugar un par de veces en su primer año en Hogwarts, el sexto de él. Era guapa y simpática, casada con dos niños.

Esto parecía una moda. Harry se acercó a Hermione

-¿Cuándo se asentó toda la gente de nuestra edad?

-Hace unos siete años.

-Más o menos la época en que dejaste a Ron.

-No iba a llevarnos ahí. Nunca…

-¿Tú y Neville…?

-No lo sé -dijo ella ruda-. No me preocupa.

Harry entendió.

-¿Crees que si pagara a alguien para que se acostara conmigo solucionaría el problema?

-No creo. Si lo haces, por tu propio bien, búscate a un muggle a varias miles de millas de aquí y usaría hechizos protectores hasta más allá de donde te alcance la vista.

Eso se llevó el poco romanticismo que había en la idea de la mente de Harry.

-Vale –dijo suavemente.

Entonces Hermione le miró con dulzura, tanta que Harry pensó que la chica iba a derrumbarse un poco. No lo hizo. Él sabía que lo hacía por él, pero no podía darle las gracias de ninguna forma que no rompiese la barrera entre ella y sus lágrimas.

-Harry. Tal vez… ¿has preguntado por ahí? Quiero decir, puede que Neville sepa encontrarte…

-Nadie conoce a nadie que esté soltero y sea adecuado. Si están solos es, um, por alguna razón.

-Eso no va por ti, Harry –dijo Hermione severamente.

-Bueno, hoy he intentado ligarme a una petarda casada, eso tal vez quiera decir algo acerca de mis gustos.

-Ginny, Gabrielle, Andre, Uta y Matt son bastante simpáticos todos.

-¿Crees que debería haberme casado con Ginny?

-No he dicho eso.

-No, estaba preguntando.

Hermione sacudió la cabeza.

-No estabais preparados, ella era todo lo que conocías y aunque eso no es malo, tampoco creo que sea muy bueno.

-¿Estás feliz de que Ron no sea lo único que conociste?

-Estoy bastante segura de que estoy enamorada de Neville, y ahí queda eso

Harry hundió cara en sus manos. Hermione se acercó y le alborotó el pelo.

-Tal vez deberías cogerte unas vacaciones. Vete a hacer turismo o algo. Aléjate de todo esto.

Harry alzó la vista.

-Lo aprecio, de verdad, pero en estos momentos no me apetece ir a ninguna parte solo.

-Podías ver si Ron está dispuesto a alguna salida de tíos.

-La temporada está en su apogeo y no tiene tanto tiempo libre, y sé que lo haría si se lo pidiese.

-¿Entonces?

-Él y Vi han estado buscando algo de tiempo libre para ellos dos desde hace casi un año. Incluso antes de estar juntos. Me sentiría como un amigo horrible. Sería un amigo horrible.

-Yo te ofrecería mis servicios, pero pienso que al menos uno de nosotros debería estar aquí por si hay asuntos que atender.

-Gracias por la intención

-Mh, a lo mejor Remus y Tonks te dejan apuntarte a su escapada familiar -Hermione hizo una pausa-. Eso sería aún peor que quedarte solo, ¿no?

-Supongo que Malfoy y Snape podían invitarme a su casa y decidir de repente que les va eso de las demostraciones públicas de afecto.

-Tal vez nada de vacaciones.

-Tal vez no.

Se sentaron en silencio un tiempo antes de que Hermione hablase.

-Se que no es lo mismo, pero yo te quiero, Harry. Haría cualquier cosa por cambiar…

Harry le cerró los labios con un dedo.

-Yo también te quiero.

 


Después de que Potter rechazara amablemente tres invitaciones a tomar el té (la última ofreciéndole incluso el té rojo que Draco rehusaba compartir con Severus, por no mencionar a cualquier otro) Draco cambió de táctica. Lupin difícilmente podría insistir en que forzara la situación. Esto le dejaba entre el sentimiento de que estaba libre de cualquier obligación y la inconfortable familiaridad de la derrota en los ojos de Potter en su último encuentro. Lo último terminó demostrándose más poderoso que lo primero. Así que Draco tomó medidas drásticas y escribió a Granger.

 

Profesora Granger:

Esperaba que tal vez usted pudiese ofrecer algún consejo sobre cómo reunirme con el Profesor Potter en terreno neutral.

Aprecio su tiempo, Draco Malfoy

 

La respuesta de Granger fue, sin sorpresa, un poco tensa.

 

Señor Malfoy:

Déjelo en paz.

Profesora Hermione Granger.

 

Aún así, Draco había superado obstáculos peores que una sangresucia fanáticamente leal. Le escribió de nuevo.

“Sinceramente, Granger, debes saber que si no me ayudas, iré a esa pequeña escuela suya y montaré una escenita impresionante. Es lo que cualquier Slytherin respetable haría.”

La respuesta no fue exactamente lo que esperaba.

“Juega al quidditch dentro de dos domingos, a las 4 de la tarde, en el tercer campo de los Terrenos de Juego de Gaelyn. Ven a animarle.”

Aun así, supongo que sería suficiente.

Draco invitó a Severus sabiendo que, aunque se sintiera lo suficientemente sano como para sentarse en los duros bancos durante las horas que durase el partido, habría rehusado. Severus le replicó con dignidad.

-¿Crees que no tuve que atender a suficientes de ésos cuando trabajaba en tu antigua institución educativa?

Draco sonrió maléficamente.

-Te gusta verme con una escoba entre las piernas.

-Cuando la escoba no es metafórica, ciertamente –dijo Severus, y volvió a sus anotaciones sobre los efectos secundarios de la cura.

Draco se llevó a Daphne, en parte porque ella necesitaba salir de la escuela más a menudo de lo que lo hacía, en parte porque la echaba de menos, y en parte porque no iba a ir solo a un partido de quidditch donde todos los participantes y el público podrían terminar perfectamente siendo antiguos Gryffindor. Tenía un poco de instinto de conservación.

Daphne se sentó a su lado antes de mirar a derecha e izquierda.

-Parece que no bromeabas.

Draco siguió su vista hasta divisar a Ron Weasley, Hermione Granger y Neville Longbottom en corro. Había otra mujer con ellos. Le sonaba su cara y le llevó unos segundos recordar que era la cazadora estrella del equipo de los Wasps. Evidentemente Weasley no se las había apañado del todo mal después de cortar con Granger.

-¿Por qué estamos aquí, Draco? -preguntó Daphne.

-Quería llevarte a un partido de quidditch.

-Hay muchos en la liga profesional, ¿sabes?. Que no incluyen a tus antiguos rivales de la infancia.

Draco puso mala cara.

-Necesito hablar con Potter.

-¿Sobre? –Daphne lo dijo como por casualidad, pero se notaba que iba a ser persistente si se hacía necesario.

-¿De verdad importa? Te he comprado suficientes pasteles de calabaza como para aguantar un partido de tres días.

-No me divierte maldecir a mis amigos en público, pero no me supondría ningún problema moral, ni nada por el estilo.

-Tenía que habérselo dicho a Henry –dijo Draco, refiriéndose al novio de Daphne.

-Probablemente –contestó ella con una falta total de preocupación-. ¿Ahora te lamentas de no tener más amigos?

Draco casi le soltó un claro “sí”. Sin embargo, en lo que concernía al pequeño número de amigos de Draco, incluso las palabras le asustaban.

-Tú eres adecuada para el papel.

-Mh –dijo ella, una pequeña sonrisa insinuándose en sus labios-. ¿Sobre qué, Draco?

-Yo… yo quería ver si responde a que se le pida una cita en persona mejor de lo que lo ha hecho vía lechuza.

Daphne pareció trastornada.

-¡Por el amor de todo lo mágico! Draco, dime que no me has metido entre tú y Severus mientras le pones los cuernos.

-¿Qué? –Draco parpadeó-. No. No. Severus sabe qué estoy haciendo aquí.

-¿Y cree que el que le preguntes a Potter si quiere meterse en la cama con vosotros es un plan perfectamente inteligente?

-No seas burra, Daphne -Draco tomó aire para dar énfasis-. Es té. No fornicación.

Daphne le miró unos instantes. Después volvió la vista hacia el campo.

-Voy a animar a Potter.

-Ya hemos discutido eso. Si.

-Obviamente necesita a alguien de su lado.

 


Potter dejó que la snitch se escapara unas cuantas veces a lo largo del partido, dejando que el otro buscador conservara su orgullo. Draco le vio hacerlo. Le hizo pensar en pegarle. O posiblemente besarle. La última era mucho más preocupante de analizar. Draco nunca había sospechado que le atrajera la dulzura.

Draco y Daphne tuvieron éxito en su propósito de evitar hablar con el contingente Gryffindor. Potter lo hizo bastante fácil cuando se acercó a ellos. Sacudió la cabeza, con el sudor retirándole esa mata de pelo negro y dejando entrever aún más su cicatriz. Draco siempre pensaba que estaba perfectamente acostumbrado a todo lo que concernía a Potter; pero luego algunos impulsos, como el de despeinarse para tapar la cicatriz, le recordaban que no lo estaba.

-Profesora Greengrass, Malfoy.

Daphne torció la boca en una mueca de disconformidad.

-Daphne. Me haces sentir vieja.

Harry se sonrojó un poco.

-Daphne.

Draco decidió hacer algo extremadamente raro, algo en lo que solamente era bueno cuando sabía lo mucho que había en juego: una ofensiva.

-Buen juego, Harry.

Había que reconocer, a favor de Potter, que logró no quedarse boquiabierto. Probó a pronunciar su nombre, “Draco”, como si fuera un lenguaje que nunca antes había hablado.

-Ha sido, eh, muy amable que vinierais a ver el partido.

-Como parece ser que no te apetece nada tomar el té conmigo, he pensado que quizá podría invitarte a una cerveza de mantequilla para celebrar tu victoria -Draco mantuvo su voz casual, al igual que su mirada.

Potter echó un vistazo en la dirección en que tanto Granger como la cazadora tenían las manos sobre los brazos de Ron.

-Estoy seguro de que tú y Daphne…

-Oh, yo ya me iba –dijo Daphne–. Tengo exámenes que corregir, estoy segura de que eso es algo con lo que puedes sentirte identificado. Y si no he terminado para cuando mi pareja venga a recogerme esta noche, puede que me encuentre soltera de nuevo. No, id vosotros.

Henri trabajaba como enlace entre el Ministerio y Hogwarts, una posición creada para evitar fiascos como el de Umbridge. Como resultado, entendía a la perfección las demandas del trabajo de Daphne; y aunque no lo hiciera, la adoraba demasiado como para dejarla por un par de citas perdidas. Había días en que Draco quería a esa chica más allá de toda razón.

-Oh, um –Potter parecía tan educadamente infeliz ante las circunstancias que Draco casi sintió pena por él-. ¿No te está esperando Snape?

-Le he dicho que planeaba raptarte un rato después del partido –dijo Draco suavemente, esperando que Potter entendiera a la perfección lo que le había dicho. Después añadió con cierto sarcasmo-. Incluso me ha dado dinero para contribuir a la causa.

Potter apretó los labios hasta que solo se vio una línea.

-¿Acaso… quieres que te lo suplique? ¿Eso conseguiría que estuviésemos en paz? Solo estábamos tú y yo en esa oficina y aquí hay bastante más gente, pero si eso es lo que quieres para detener esto –levantó las manos-, detener este juego tuyo, entonces…

-No –dijo Daphne con algo frio y desesperado en su voz-. Harry, no. De lo que sea que vaya esto, y créeme cuando te digo que probablemente tengo menos información que tú, no es eso.

Draco sabía que Daphne había rogado ya por demasiadas cosas en su vida, cosas por las que había tenido que luchar, como para que le gustara ver a otras personas hacerlo. Aún así, estaba en lo cierto. La idea , que siempre había imaginado que le encantaría, le hizo sentir como si hubiera sugerido ser él quien rogara. O como si estuviera rogando.

-Sólo quiero invitarte a una copa -dijo cansado.

-Y yo sólo quiero salir con alguien que pueda tener -replicó Potter, aún más cansado.

-Dame una hora -dijo el rubio-. Una hora, y si lo deseas después te puedes alejar tanto como quieras.

Con una última y prolongada mirada hacia sus amigos, y un leve gesto de la mano, Potter habló.

-Tengo una hora para ti.


-¿Cerveza de mantequilla? ¿Vino? ¿Algo más fuerte? –Draco pensó que si elegía lo último la interacción sería mucho mejor, pero no quería obligarlo. Había más formas de hacerlo.

-¿Aguamiel?

Draco asintió y miró al barman, que les echó un vistazo.

-Un aguamiel y una garnacha -chilló por encima del bar.

-Id a sentaros -dijo el barman.

Potter guió el camino, eligiendo una mesa que estaba rodeada de otras dos. Estaba demasiado estrecho para el gusto de Draco. Sabía que a Potter tampoco le hacía feliz tener a gente a su alrededor. Pero el local estaba lleno de gente que venía a pasar la tarde del domingo en el pub local y no había mucho donde escoger.

Cuando se sentaron, Draco cogió aire para hablar, sólo para darse cuenta de que de repente no podía recordar ninguna de las cosas que quería decirle. Lanzó un hechizo de silencio alrededor, uno que hizo que Potter sonriera.

-¿Es tan interesante eso que tienes que decirme?

-No lo creía, pero contigo las cosas parecen volverse siempre más interesantes de lo que originalmente son.

Harry asintió con amargura.

-Cierto. Y eso ya debería bastarte para no querer estar cerca de mí.

-Eso, y tu imán para los problemas y el hecho de que nunca te he gustado y el hecho de que Severus me importa de verdad, y le quiero.

El barman apareció con las bebidas. Potter dio un largo sorbo.

-Si me has traído aquí para decirme todas las cosas que no te gustan de mi, honestamente, Draco…

-Ese es el problema, ¿verdad? –Draco tomó un sorbo de vino-. Hay razones, muchas, para que acepte la derrota y te deje marcharte. Todas ellas son buenas razones, sólidas, inteligentes.

Harry miró hacia otro lado.

-Y ninguna de ellas consigue que no me gustes

La cabeza de Harry se dio la vuelta tan rápido que Draco pensó que luego le dolería. Draco siguió.

-Si te invitase ahora a un té…

-Esas razones seguirían existiendo. Estaría Snape.

-Severus puede ser sorprendentemente flexible en cuanto a su punto de vista sobre la tradición, la moralidad, el sexo. Tú –Draco apretó los labios-… La última es bastante sorprendente.

-Sí -dijo Potter.

Draco luchó por explicarlo de una manera que no sonara a locura mental.

-Cuando yo tenía dieciséis años, Severus hizo a mi madre un Juramento Inquebrantable para ayudarme de cualquier manera posible. Era un voto específico que aún no se ha roto. Sólo que tú no lo sabías.

-¿Y esta es su forma de ayudarte?

Draco bebió otro sorbo.

-Creo que para él es más complicado. No está completamente seguro -de repente sintió escalofríos-… No es muy optimista acerca de la eficacia de la cura.
.
-Y yo soy, ¿qué? ¿Su seguro de vida para ti? –a pesar de las palabras, Potter no sonaba hostil. Draco pensó que había detectado un toque de celos, aun así, y se preguntó de quién iban dirigidos.

-Eres algo que cree que deberíamos intentar. En caso de que funcione –Draco consideró contarle a Potter lo que les dijo Lupin, que Potter estaría genéticamente inclinado a pensar en ello como un ruego, pero Draco sabía que Potter se apegaba a sus recuerdos infantiles de sus padres. No sabía cómo podría reaccionar ante la libertad sexual que éstos llevaban.

Después de una pequeña pausa, Potter habló.

-No estoy seguro de poder arriesgarme a que no funcione.

Draco se quedó boquiabierto.

-Eres Harry Potter.

-Bien, vale, es genial que uno de nosotros sepa quién soy. ¿Me puedes explicar el concepto?

-Tu nombre es prácticamente sinónimo de Vayamos-a-ese-jodido-peligro-al-que-nadie-ha-ido-antes-y-pasemosnolo-por-el-forro. Siempre lo haces.

-¿Oh?

-El Torneo de los Tres Magos, el Señor Tenebroso, al menos seis de tus hazañas como auror, esa estúpida escuela en la que te dejas la piel…la gente habla del Toque Potter como si hablaran del rey Midas.

-Todo eso parece apuntar a que mi suerte suele fallar en otros ámbitos, ¿no?- dijo Potter, con aspecto algo mareado ante las revelaciones de Draco.

Draco nunca había prestado atención a los rumores y artículos acerca de la vida amorosa de Potter, pero lo cogió al velo.

-Es que, ¿no puedes imaginarte por un segundo que no seremos como nada de lo que te haya pasado antes?

Potter miró a Draco un segundo. Luego se rió, con un sonido suave y genuino escapando de entre sus labios.

-Directamente, no puedo ni imaginaros siéndolo.

Draco brindó por eso.


Malfoy empezó a mandarle cartas a Harry. Notas, en realidad. Pequeñas notas en las que le contaba cómo les había ido el día, que los gemelos le llevaban a querer cometer un homicidio, para preguntar a Harry cómo estaba y para decirle “Hemos completado el segundo estado. Deberías pasarte a saludar.”

Harry siguió su consejo. Llevó vino. Buen vino. O eso es lo que le había dicho Neville, que entendía de cosas como las uvas. Debía de ser pasable, porque Malfoy les sirvió un vaso a cada uno sin decir nada, que era mejor que ninguna clase de respuesta que Harry hubiese esperado.

Malfoy sirvió también sándwiches de pollo. Harry comió más de lo normal porque llevaba desde el café de la mañana sin tomar nada.

-Tal vez te gustaría quedarte a cenar –sugirió Snape.

Harry se puso rojo.

-Estoy ocupado.

-Es esa época del año -dijo Snape con el aire de alguien que había vivido con un calendario distinto al del resto del mundo durante demasiado tiempo.

-Mh -dijo Harry-. No es sólo eso. Tenemos tres niños squibs en el último año, un número más alto que nunca. Dos de ellos muestran señales de problemas familiares desde que su magia no se desarrolla bien, y el tercero tiene problemas sociales. Hermione y yo tenemos que hacer actividades con los otros niños para que lo entiendan y aprendan a tolerar las diferencias.

Malfoy tomó un sorbo de vino.

-¿Qué hacéis con los squibs?

-Los tenemos en el programa hasta que resulta peligroso para ellos, y entonces hablamos con los padres para buscarles escuelas muggle apropiadas.

-¿Y crees que los padres los mandan a esas escuelas? -Malfoy parecía realmente interesado.

-En el pasado si. Con estos dos que he mencionado…queremos estar seguros de que los niños van a estar bien. Hermione quiere hacer su propia versión de los Servicios Sociales.

-¿Servicios sociales? -Draco frunció el ceño.

-Las autoridades muggles a veces se llevan a los niños de sus casas cuando no son tratados apropiadamente -dijo Snape, con algo de amargura escondida tras la explicación. Harry no lo comprendía del todo, pero le compadeció de todos modos.

-En algunos casos, los magos están muy chapados a la antigua -Harry se quitó una pelusa de la ropa.

-La historia y la tradición merecen ser preservadas -replicó Malfoy.

Harry casi podía ver las defensas de Malfoy alzándose.

-No digo que no. Simplemente creo que la protección de los niños es más importante que la inviolabilidad de la familia, particularmente cuando todo el mundo sabe que los niños squibs están en peligro. De la misma manera que los niños que han sido infectados por alguna criatura oscura, y ciertos niños que están en casas de Hogwarts diferentes a las que marcarían los precedentes genéticos -miró a Malfoy duramente al final.

Malfoy se limitó a encogerse de hombros.

-La mayoría de las veces el sistema funciona.

Harry casi no pudo reprimir un sonido de disgusto. Se levantó.

-Gracias por los sándwiches. Cenaré en mi casa.

-Potter –dijo Snape con voz calmada y tan exigente como si Harry aún tuviera once años-. Siéntate.

-Lo siento, profesor -Harry se sorprendió a sí mismo ante la manera de llamarlo, pero no lo lamentó cuando los ojos de Snape se abrieron ligeramente-, la ausencia de empatía es una de las cosas que no soporto.

-Draco concentra su empatía.

-Sigo en la habitación -puntuó Malfoy. Las puntas de sus orejas tenían un extraño tono de rosa.

-¿Concentra? -dijo Harry a Snape.

-Su empatía por gente que ha perdido a los que amaba es inmensa. Por gente que ha crecido sin padres. Por gente que está sola. Lo que le pides es que cree una empatía fuera de su propia experiencia. ¿Crees que eso es completamente justo?

Harry no estaba dispuesto a darse por vencido.

-Podría intentarlo, joder –se volvió hacia Draco-. Podrías intentarlo.

Malfoy miró a Harry un instante. Finalmente habló.

-¿Por qué es un crimen no poder entender por qué a alguien le gustaría que le arrancasen de su familia? Ni siquiera Severus quería eso, y su familia era horrible.

-¿Le daban de comer? -preguntó Harry sin pensar siquiera en la pregunta.

Los ojos de Malfoy se volvieron de un gris más opaco.

-Por supuesto que le daban de comer. ¿Qué clase de familia no le da de comer a su hijo?

Harry se agarró a sus costados protectoramente.

-La clase de familia de la que los Servicios Sociales se llevan al niño.

-Pero eso… -Malfoy se detuvo y empezó de nuevo, hablando muy despacio, como si reducir la velocidad de las palabras palabras las hiciera más comprensibles-. Es su hijo.

A pesar de sí mismo, a Harry le pareció tierno que Malfoy no pudiera pensar en el tema de ninguna otra forma. Miró a Snape, que casi estaba sonriendo. Casi.

-Voy a necesitar diapositivas o ayuda visual –dijo Harry, y cogió otro sándwich.

-Quédate a cenar –dijo Snape.

Harry asintió; tenía la boca llena.


Harry empezó a preparar la poción con ellos de nuevo. No las mismas horas que antaño, pero solía quedarse la primera hora, tal vez dos seguidas. Nunca le tocaban a menos que sus manos se chocaran accidentalmente con las suyas en la búsqueda de un ingrediente, un frasco. Harry aceptaba eso. De forma parecida a como aceptaba las pequeñas porciones de comida que le daban los Dursley cuando era un niño muerto de hambre, sabía tomar lo que podía conseguir.

Después de la segunda cura, se podían ver en Snape cambios apreciables. Su piel se tornó más rosada, y su respiración menos fatigosa. Andar, sentarse, quedarse de pie y otras actividades físicas aún le costaban un enorme dolor y sólo podía leer durante pequeños periodos de tiempo. Su voz en cambio se hizo cada vez más fuerte y menos dolorida.

Harry llevó una torta de chocolate de un pequeño establecimiento que conocía en Suiza, a un par de apariciones de distancia. No iba mucho, Gabrielle le había llevado allí. Harry siempre se sentía fuera de lugar allí, incluso cuando iba del brazo de ella, toda belleza y hablando en perfecto francés. Pero la pastelería la llevaban magos que usaban solamente chocolate medicinal en sus productos, y los resultados eran casi orgásmicos.

Harry presentó la torta, que tenía un diseño de un caldero con el poder del chocolate, un poco tímido.

-Eh, he pensado que deberíamos celebrarlo. No tendrá efectos si se mezcla con la cura, ¿verdad? -no se le había ocurrido hasta ese momento que el chocolate medicinal se usaba en pociones y por tanto podía tener propiedades a las que Snape no debía exponerse.

Malfoy le quitó la torta de las manos con cautela, como un niño pequeño.

-¿Lo has hecho tú?

-No –Harry se rió-. Ya te he dicho que no me gusta cocinar.

Malfoy le miró con sospecha.

-Creo que intenta decirte que tienes cierta tendencia de salirte de tus rutas por otros cuando te apetece –dijo Snape.

-Bueno, Suiza estaba un poquito fuera de la ruta, cierto -a Harry le gustaba, sin embargo. Las montañas eran altas y preciosas, algo que siempre había querido ver de pequeño.

-¿Suiza?

Harry no podía jurarlo, pero estaba relativamente seguro de que la voz de Snape sonaba divertida.

-No conozco ninguna pastelería mágica por aquí.

-No debería interferir en la cura en lo más mínimo -dijo Snape.

Malfoy se volvió al comedor

-Primero la cena.

Harry no iba a discutir. Tenía hambre. Era un efecto de las apariciones a veces. La cena era elaborada, tres platos completos. Harry no dudó en ningún momento que ese era el modo de Malfoy de celebrarlo. Era bonito estar presente en ello, aunque él hubiese traído el postre. Harry sabia que ser parte del comité decorativo no significaba que te invitasen a bailar.

Era bueno ver a Snape comer de nuevo. No era la misma cantidad que comían él o Malfoy, pero Harry siempre había tenido un apetito feroz cuando había comida. En cuanto a Malfoy, Harry sabía que solía comer más de lo que lo hacía últimamente, y estaba compensando ahora que se le presentaba la oportunidad..

Malfoy les hizo esperar un poco antes del postre. Le contó sus últimas peripecias para crear hechizos de broma más fuertes para que los gemelos los aplicaran en distintos productos. Harry le devolvió el favor contándole lo último que Los-niños-dicen-cuando-creen-que-no-hay-nadie-escuchando. Snape no decía mucho, pero Harry sabía que los dos mantenían un ojo en él, esperando alguna muestra de diversión o disgusto, o cualquiera de las pistas que Harry había aprendido a descifrar. Malfoy era, por supuesto, mucho mejor que él y sabía cuándo Snape quería empezar con la porción de torta de la noche.

Les sirvió un trozo a cada uno. Harry notó que la suya era la más grande. Le lanzó una sonrisa cuando el otro no miraba.

Desde el primer bocado Harry se vio demasiado ocupado como para prestar atención a nada más. Pero el gemido de placer carnal de Malfoy era difícil de ignorar.

-Es…. –dijo Snape, con una voz que se aproximaba a ésa grave y calmada que conocía- … perfecto, ¿no os parece?

Malfoy dio otro bocado. Harry trató de no mirar cómo su garganta se movía mientras tragaba.

-Sabes cuál es la única manera de que algo como esto sepa mejor, ¿verdad?

Harry negó con la cabeza. Había algo que se estaba perdiendo, pero no sabía qué era.

-Ven aquí, Potter -dijo Snape, y había un tono dulce en torno al “Potter” que Harry jamás había oído antes. Obedeció. Se alzó delante de Snape-. Te tendrás que arrodillar.

Harry frunció el ceño, pero se inclinó sobre sus rodillas.

-De lo que Draco está hablando es del sabor del más puro chocolate mágico sobre la lengua de alguien -y se puso algo de chocolate en la boca.

Harry sólo tuvo un segundo para pensar “tú no eras quien yo quería”, antes de darse cuenta de su error, sintiendo la presión de la lengua de Snape sobre la suya, caliente, pegajosa y dulce por el sabor del chocolate. Harry se agarró a la tela de algodón de las ropas de Snape. Casi no sintió cuando las manos de Malfoy recorrieron su espalda.

Jadeó, tal vez incluso gimió ante la entrada de aire en su boca cuando Snape separó sus labios. No se le dio tiempo de decir palabra alguna cuando otra boca cubrió la suya y todo lo que pudo hacer fue devorar. Los labios de Malfoy eran más anchos, más dulces que los de Snape, y Harry no pudo evitar morderlos.

Malfoy le devolvió el mordisco.

Snape los separó, sujetando a Harry mientras Draco se echaba hacia atrás. Harry jadeó. Miró a Snape, anonadado.

-¿Por qué?

Snape sonrió.

-Parecía que necesitabas probarlo.

Malfoy, apoyado en su silla una vez más, su tenerdor abandonado sobre los restos de su torta, habló.

-Acábatelo, Potter. Hay una poción que hacer.

Harry no sabía si algo podría tener buen sabor después de aquello. De todos modos, obedeció. Era obvio lo que obtenía de portarse como un buen chico.

 

 

Severus continuó encontrando maneras de dejar a Harry anonadado, traspuesto y sufriendo en silencio. Draco esperó hasta que un día Potter se fue y preguntó a Severus.

-¿Hay algún plan del que yo no sepa nada?

Severus enarcó una ceja.

-¿No te diviertes?

-He rechazado la oportunidad de tener al maldito Harry Potter suplicándome cuatro veces en un mes. Mientras tanto, la persona que deseo que esté entre mis piernas chupándomela se pasa el día picando al jodido salvador del mundo mágico en vez de a mí. Dicho hombre, en el que siempre he confiado, me está manteniendo al margen de sus planes para resolver estos asuntos. Es una cuestión complicada -Draco hizo resbalar su mirada perezosamente a lo largo del cuerpo de Severus.

Severus cerró los ojos un momento.

-No estoy tan bien como para ofrecerte más de lo que he estado ofreciendo.

-Lo sé -dijo Draco dulcemente-. No te estaba pidiendo…no quiero nada que no puedas darme. Sólo quiero que lo que des sea mío.

Severus abrió los ojos y estudió a Draco.

-¿No puedes saborearlo en él?

-Lo único que noto de él la mitad del tiempo es la ingente cantidad de café que ingiere.

-Draco.

-Severus. No sé de qué me estás hablando.

-Su desesperación. Su… la manera en que sabe cómo funciona esto pero parece que no se lo espera.

-Esta es la parte en la que vuelvo a decirte que la única persona a la que alguna vez me ha importado o he amado románticamente, eres tú. Y sigo sin tener ni idea de qué me estás contando.

Severus le besó lentamente ante eso. Draco podía saborear el éxtasis que nunca se había ido de los momentos en que sus cuerpos se tocaban.

-Si él supiese cómo suplicarnos por esos pequeños toques que le damos, lo haría -otro beso-. Tú nunca tendrás que suplicar.

Severus bajó besando por el cuerpo de Draco, subiéndole mientras tanto hacia arriba. Tomó el miembro de Draco en su boca y éste gimió.

-Severus, no –pero no opuso resistencia, sabiendo que lo único que haría sería herir a Severus.

Cuando Severus hubo tragado y volvió a acostarse en la cama, Draco rodó junto a él, intentando concentrarse lo mejor que podía.

-No te lo estaba pidiendo.

-No –dijo Severus, el dolor evidente en cada respiración y palabra-. No tienes que pedírmelo.

-No quiero deber deudas a nadie.

Severus lo sabía bien.

-Te haré pagar por ello en cuanto pueda.

Draco sonrió con anticipación. Aun así, no era alguien a quien se pudiera distraer fácilmente, ni siquiera con sexo esperado durante mucho tiempo, y fundamentalmente bueno.

-Potter.

-Él quiere lo que podamos darle. ¿Me estás diciendo que ese sentimiento no te gsuta?

Todo acerca de Potter le gustaba, excepto cómo las cosas se complicaron en el momento en que no se estaban besando.

-No puedo explicártelo, pero no quiero usarle. Aparte de la manera en que actuó al principio, ha sido… bueno, se ha portado bien con todo esto. En un momento en que de verdad lo necesitaba.

-No tengo ningún plan, Draco- admitió Severus.

-No hay plan.

-Sólo…ocurre.

-No, tú siempre insistes en que haya planes.

-Pensaba que usarle sería divertido. Ahora tengo que replantear mi estrategia original.

Draco pensó en ello.

-¿Cuándo cambiaste de opinión?

-No lo sé.

Draco se lo quedó mirando. Severus se dio por vencido.

-Cuando quitó las guardias.

Draco trató de no hacer ningún ruido.

-¿Antes incluso de…? ¿Lupin?

Severus curvó la comisura de la boca.

-Eso, y tu actuación, fueron un golpe de suerte.

-¿Por qué no te limitaste a pedírmelo?

-Te pones nervioso cuando no tenemos sexo durante un tiempo. Tiendes a pensar que las únicas formas de mostrar amor son materiales y físicas. No es sorprendente, viendo la manera en que eran tus padres, pero me hace recular cuando tengo que lidiar con lecciones emocionales, cuando mi habilidad para darte placer es limitada.

-Si no pudieras volver a tocarme…

-He dicho recular, no ser incapaz. Es simplemente que tú eres tú, Draco.

-Tú quieres esto.

-Quiero ver hacia dónde va esto -Severus recorrió suavemente con un dedo la piel entre los ojos de Draco, bajando por su nariz.

-¿Y de verdad no hay plan?

-No uno como tal, que lo incluya todo.

Draco frunció los labios un poco, pero se acomodó para dormir.

-Esto puede ponerse interesante.

-¿No crees que ya lo es?

Era casi demasiado, a veces, cuando Malfoy saludaba a Harry con un beso. Sabiendo que la palabra “beso” era casi de risa. Más que nada era un roce de labios, un suave contacto que podía traducirse como “hola”.

Para Harry era un segundo de conexión. El segundo no le molestaba. La agonizante falta de contacto hasta que Snape o Malfoy decidían tener clemencia con él, o jugar con él, dañaba hasta mucho más tarde las reservas de Harry. Era lo suficientemente listo como para no pedir más. Pedir más sería como admitir su propia necesidad. Esto no sólo tendría el efecto de hacer la necesidad real, sino que daría a Snape y Malfoy más arsenal ofensivo.

Harry no iba a ser el que les diera las armas para usarlas contra él. Al menos no hasta que no pudiese resistir más.

Había veces en las que estaba muy cerca. Estuvo aquella tarde de domingo en la que Draco decidió que Harry debería tomar el té en su regazo y así hizo, con un sólido brazo presionando el pecho de Harry. Y la vez en que Harry estaba ayudando a un cansado Snape en el laboratorio y Snape había apoyado casualmente su frente contra la nuca de Harry. Y ciertamente aquella vez en que los dos le esperaron en la entrada del hall y le recibieron con un beso decente como saludo.

Harry perdió el control el martes, tres días después de la finalización del tercer estado de la cura. Ni siquiera se estaban besando cuando ocurrió. Simplemente Malfoy pasaba al lado de Snape y éste le acarició una pierna. Harry nunca había pensado en ellos como abiertamente afectuosos, pero si uno prestaba atención había cientos, miles, de pequeñas caricias, de momentos en los que estaban sólo un poquito demasiado cerca, de palabras que no significaban nada para nadie que no fuera ellos.

Ese único toque, uno que Harry estaba relativamente seguro que no pretendía ser visto por él, y todo lo que quería de ellos colapsó, duro e inextricable, dentro de él. Sabía que no podían darle momentos así, caricias que no significaban nada más que: “Sigo aquí”.

Lo sabía.

-Por favor –susurró-. Yo puedo… cualquier cosa.

-¿Ha perdido por completo su habilidad para formar oraciones gramaticalmente correctas, señor Potter?

-No puedes tocarle -dijo Malfoy.

Harry lo sabía todo sobre advertencias con más de un significado.

-¿Tú, entonces?

Malfoy y Snape intercambiaron una mirada.

-La idea de mirar -dijo Snape- no es completamente aborrecible.

Despacio, Malfoy volvió su mirada hacia Harry.

-¿Cualquier cosa?

Por un momento, un extrañamente precioso momento, Harry se echó a temblar y a punto estuvo de salir corriendo. Su mirada se posó en los dedos de Malfoy, largos y relajados elegantemente sobre la manga de la túnica de Snape. El miedo no lo abandonó del todo, pero quedó ahogado por una necesidad mucho más importante.

-Sólo prométeme que vas a tocarme.

Harry no estaba del todo seguro de lo que había dicho, pero la mirada depredadora de Malfoy pareció suavizarse un poco.

-Material y físicamente –murmuró.

Harry no lo entendió, pero no iba a interrumpir el proceso mental de Malfoy, no cuando estaba seguro de que iba en la dirección que él quería. En efecto, el labio superior de Malfoy se curvó ligeramente.

-Nuestra habitación -dijo-. Oh, y no quiero tener que molestarme en desvestirte cuando llegue allí.

La mirada de Harry pasaba de Draco a Snape. El último parecía entretenido con un toque amargo. Harry estaba relativamente seguro de que debería huir de esa casa y no volver jamás. En vez de eso, caminó hasta la habitación de los dos hombres y tiró su ropa en un rincón de la habitación. Se quedó en el centro de la habitación, sin estar seguro de si Malfoy lo quería en la cama o no. A falta de instrucciones específicas, lo mejor parecía ser esperar. Harry se esforzó en no pensar en lo que estaba sacrificando a cambio de que lo tocaran. Simplemente necesitaba sacárselo de dentro, eso era todo.

Después podría irse y no mirar atrás.

Malfoy entró en la habitación él solo. Harry miró detrás de él, pero el rubio entró en la habitación y cerró la puerta tras él.

-¿Asustado, Potter?

Harry sonrió ante el familiar desafío.

-Más quisieras.

Lo que Harry quería era ser tan imprudente como en su segundo año, cuando no sabía lo bastante como para poder asustarse.

Malfoy se acercó a él lentamente, completamente vestido y completamente en control.

-Eres mucho más poderoso que Severus o yo mismo.

-Combinados podríais… -Harry se calló ante la mirada de Malfoy, y asintió.

-Eso nos pone en desventaja -Malfoy cruzó los brazos.

-¿Y humillarme equilibra la balanza? -Harry tal vez no lo apreciaba, pero podía entender el motivo. Dios sabía que lo había sufrido con los Dursley más que suficiente. Sorprendentemente, sin desnudez incluida.

-¿Humillarte? –preguntó Malfoy.

-Bueno, acabo de suplicarte y después correr como un cachorro asustado ante tus órdenes, antes de desnudarme para tu placer.

-Humillarte no es lo que quería –Malfoy adelantó unas manos, templadas por su calor corporal, y las colocó con cuidado sobre los hombros de Harry.

Harry cerró los ojos ante el vergonzoso placer causado por ese simple toque.

-¿Entonces qué era?

-Para confiar en que dicha diferencia de poder no sería un problema, necesitamos que confíes en nosotros. Lo suficiente como para obedecer y entender que no dejaremos que te ocurra nada malo.

-¿Por qué es importante que confiéis en mí?

Malfoy parpadeó.

-No entiendo.

-Para ti esto sólo es… -la voz de Harry se fue apagando.

-Dilo, por favor, Potter

-Creía que era, bueno–Harry balbuceó-. Creía que tal vez vuestra vida sexual necesitaba un incentivo y yo constituía una oportunidad.

Malfoy subió las manos hasta rodear por completo la nuca de Harry.

-Nos ayudaste cuando nadie más habría podido, o habría querido hacerlo.

-Estaba la Deuda de Vida…

-A pesar del argumento que te di, los dos sabemos que podrías haberte negado. No era mi vida.

-Está bien.

-Esto no es porque Severus y yo nos hayamos aburrido uno del otro.

Harry se aseguró de mirar directamente a los ojos de Malfoy.

-¿Entonces de qué va esto?

Malfoy sonrió de medio lado.

-No lo sé. ¿Quieres averiguarlo?

Harry, para su consternación, sí quería.

Harry se tensó cuando el hechizo susurrado por Malfoy se enrolló alrededor de sus muñecas y tobillos, su pecho y estómago, atándolo boca arriba sobre la cama. Snape se había acomodado en una silla exactamente a los pies de la cama, donde nada podría escapar a su mirada. Harry estaba más preocupado por su inhabilidad para escapar, punto. Intentó no pensar en su incipiente terror. Su estómago no le hacía caso, cada vez más pesado y más tenso. No se dio cuenta de que había dejado de respirar hasta que aparecieron puntos negros en el borde de su visión. ¿Por qué iba Malfoy a hacerle algo así cuando él sabía, cuando él había encontrado a Harry atado en…?

-Harry -Malfoy le devolvió al presente-. Siente lo que no te he quitado.

Harry trató de seguir las instrucciones, trató de entender lo que querían decir. Entrando en pánico, casi utilizó la Legeremancia antes de entenderlo. Legeremancia. Aún tenía su magia. Antes le habían dado unas pociones (que según sospechaba eran obra de Snape), pero si Harry quería podía dominar con su magia a la de Malfoy.

-Oh -dijo.

-Eres más fuerte que cualquiera de los dos -dijo Malfoy de nuevo.

Harry se relajó en las ataduras mágicas del hombre, sorprendido de que no le rasparan. Los curanderos habían hecho desaparecer todas las abrasiones físicas de las cuerdas en la piel de Harry. No había cicatrices donde alguien pudiera verlas. En su mente, sin embargo, Harry aún sentía el daño a menudo.

Después de un instante, Malfoy habló.

-¿Está bien?

Harry buscó, encontró su voz, y habló.

-Está bien.

Fue recompensado con el toque de la lengua de Malfoy en uno de sus testículos. Harry se arqueó contra las cuerdas, casi agradecido de esa incapacidad para moverse. Malfoy movió sus dedos entre la piel de Harry y la magia invisible se tensó sobre su estómago.

Malfoy se tomó su tiempo con uno de los testículos antes de pasar al otro. Cuando terminó, se echó hacia atrás, obviamente intentando no tocar para nada el miembro de Harry. Harry sintió la punta de la varita de Malfoy contra su piel un segundo antes de que las ataduras se multiplicasen, rodeándole las piernas, los hombros, la polla. Otro toque y estaba rodando, boca abajo, sus brazos y piernas estirándose con las ataduras hacia los postes de la cama. Podía haber sido muy incómodo, pero las cuerdas invisibles lo mantenían confortablemente resguardado.

A su espalda, Malfoy le habló.

-¿Harry?

Harry buscó su propia magia de nuevo. Seguía ahí.

-Dime, por favor.

-Voy a azotarte –dijo Malfoy. Harry se tensó. Malfoy hizo un chasquido con la lengua-. No con una vara, Harry. No es un bastón, ni una pala, ni siquiera una fusta. Definitivamente no es un látigo. Si quieres que pare, di… Hogwarts.

Harry repitió la palabra en su cabeza. Era una buena opción. Incluso con todo lo que había ocurrido dentro de sus muros, Hogwarts representaba la seguridad para él. Hogar. Harry se maravilló ante la perspicacia de Malfoy durante un momento, antes de que el primer latigazo le alcanzara. Era… suave. ¿Delicado? ¿Sedoso? Algo suave, casi un susurró cruzando su piel. Su miembro protestó contra sus igualmente suaves ataduras.

-¿Harry? -preguntó Malfoy de nuevo.

-Sólo –Harry ahogó un grito ante el cálido impacto del segundo golpe-… cuenta, o algo. Necesito oír…

-Tres –dijo Malfoy y el latigazo prometido vino. Marcó un ritmo, a veces más rápido, a veces más lento. Harry se perdió en el calor que iba creciendo, en la forma en que las ataduras sólo le dejaban moverse lo justo entre las sábanas, el sonido de la cuenta firme y segura de Malfoy.

Puede que a los treinta y cinco, cuarenta tal vez, cuando la intensidad empezaba a ser demasiada, demasiada, demasiado, Malfoy paró. Harry estuvo a punto de recordarle que hablase cuando la lengua de Malfoy hizo contacto con su trasero y Harry no pudo recordar lo que eran las palabras, ni mucho menos por qué le habían parecido tan importantes.

Los dedos se juntaron con la lengua en algún momento, dedos tan húmedos y calientes como la lengua y Snape estaba diciendo algo, “… hermoso… abandono… manos…”; algo, pero lo único que importaba era el deslizar de esa voz al compás con esos dedos, esa lengua.

Harry no notó el toque de la varita de Malfoy que lo volvió a colocar en equilibrio. Colgaba, tobillos suspendidos sobre sus hombros, manos atadas a ambos lados. Malfoy se arrodilló, situando su polla en el culo de Harry. Entrelazó sus dedos con los de Harry, y se inclinó a darle un beso, el primero desde que todo eaquello había empezado. Cuando volvió a su posición, habló.

-Harry, escúchame.

A Harry le estaba costando bastante comprender las palabras, mucho más encontrarlas.

-¿Eh?

-Harry, cuando estés a punto, di Severus.

-¿Severus? –la palabra tenía un tacto extraño en la lengua de Harry.

-Él hará desaparecer la cuerda de tu polla.

-Severus –dijo Harry de nuevo.

Malfoy sonrió.

-Aún no, Harry. No hasta que no puedas esperar más -y le penetró de una vez, suave y profundo, muy profundo. Harry olvidó cómo se respiraba.

Malfoy se inclinó y conectó sus bocas, exhalando suavemente en la de Harry hasta que lo recordó.

-Sí -así era como funcionaban las cosas. Casi lo olvidó de nuevo cuando Malfoy salió casi por completo y volvió a enterrarse en él, una y otra vez, variando el ritmo y el espacio y cuánto se retiraba, pero no la profundidad ni el rozamiento con la próstata de Harry.

Harry quería decir esa palabra, esa palabra que le habían dado como un modo de recoger su premio, pero recordaba vaga, muy vagamente, que aquello trataba de confianza, de que confiaran en él, y sería poco honesto rendirse siquiera un segundo antes del momento en que se viera absolutamente obligado a hacerlo.

Así fue que cuando la palabra salió por fin de sus labios fue casi por accidente, un simple efecto secundario del empuje de Malfoy con todo su peso, presionando a Harry hasta lo profundo de sus ataduras mágicas. No pudo distinguir si sonaba desesperado o simplemente preparado. Ni siquiera pudo sentir la liberación, sólo el insoportable placer de la conclusión, sólo las manos de Malfoy sobre el pecho de Harry, la boca de Malfoy sobre su frente.

Harry pensó que había perdido el conocimiento. No podía recordar si Malfoy se había corrido, no podía recordar nada excepto al mundo volviendo a dibujarse unos pocos minutos después de que todo hubiera terminado. Las manos de Malfoy seguían entrelazadas con las de Harry.

Tras el hombro de Malfoy, Harry pudo ver a Snape mirándolos a ambos. Harry sonrió tentativamente, sin estar seguro siquiera de si los músculos de su boca respondían apropiadamente.

-Hermoso –dijo Snape.


 

Malfoy desató las cuerdas una a una. Aún en ese estado de semiestupidez, Harry apreció el perfecto control del rubio. No podía entender cómo la eliminación de cada atadura de magia lo dejaba tan relajado, tan… feliz. Cuando desaparecieron todas, Malfoy ayudó a Harry a incorporarse de la cama. Harry estaba temblando.

Malfoy frunció el ceño.

-¿Frío?

-Shock –dijo Snape. Su voz no venía de la dirección en la que había estado sentado todo el tiempo. Se había movido al lado de Harry en el que Malfoy no estaba.

De alguna forma, entre los tres consiguieron meter a Harry entre las sábanas. Harry no fue de mucha ayuda. Malfoy se metió con él; Snape quedaba como un punto fijo al otro lado. Harry yacía tumbado, esperando a que los temblores cesaran. Cuando estuvo seguro de saber cómo funcionaban sus piernas, habló.

-Debería irme.

-¿De verdad? -preguntó Snape y Harry no tuvo que devanarse los sesos para entender que su voz sonaba divertida.

-Tengo colegio mañana –aunque eso era cierto, era el darse cuenta de que, a pesar de haber tenido el mejor sexo de su vida, aún quería que estos hombres lo siguieran tocando, y el terror que acompañaba a ese descubrimiento, lo que constituían su mayor impulso para marcharse.

-¿No te sientes cómodo? -ronroneó Malfoy. Ronroneó, el jodido mamón.

-Oh, no, esto es encantador –dijo Harry tan educadamente como pudo. La diplomacia era siempre útil cuando se trataba de escapar de una situación embarazosa-. Es que tengo problemas para dormir en lugares que no me son familiares.

-¿Aún no consideras esto familiar? -Snape sonaba vagamente molesto.

-Me llevó dos años considerar mi piso un lugar familiar. No es nada personal -Harry trató de sentarse. Snape le puso la mano en el pecho, y Harry no iba a forzarle, sabiendo que aún no se encontraba del todo bien.

-Si no empiezas ahora, más tiempo tendremos que esperar a que pases una noche decente con nosotros –dijo Malfoy bostezando.

-Mirad, Malfoy, Snape…

-Te dije que aún pensaba en nosotros así –dijo Malfoy por encima de la cabeza de Harry.

-A lo mejor no está acostumbrado a llamar por su nombre de pila a sus amantes –dijo Snape.

-Sigo en la habitación -gruñó Harry.

-Harry –Malfoy le cogió de la barbilla para mirarle directamente a los ojos-. ¿Por qué crees que escogí atarte? Podría haber… bueno, las posibilidades de lo que me habrías dejado hacerte son ilimitadas. ¿Por qué coger la única forma que sé que constituye una parte desagradable de tus recuerdos?

-Pensé que era justamente por eso -al menos sí que lo había pensado, en el primer momento de terror. Era lo más fácil, limitarse a caer en viejas suposiciones y usarlas para canalizar el miedo en enfado.

Tras él, Snape se quedó muy quieto. Algo que Harry pensó que podía ser dolor apareció en un segundo en los ojos de Malfoy, pero desapareció igual de rápido.

-Vale -dijo Malfoy-. Probablemente me lo merecía.

-Lo siento –dijo Harry sin poder evitarlo-. ¿Cuál era la razón?

Malfoy suspiró y miró a Snape en busca de ayuda. Harry se giró un poco para mirar a Snape, que parecía estar pensando cuidadosamente en sus próximas palabras.

-Supongo que nunca has dejado que nadie te atara, ¿verdad?

Harry jamás había dejado a nadie que le sujetara las muñecas con las manos.

-No –y sólo porque hasta ahora ni siquiera se le había pasado por la cabeza permitirlo, añadió-: No.

Snape entrecerró los ojos.

-¿Te ha explicado que esto va de confianza?

-De que confiarais en mí –asintió Harry.

-Y viceversa –dijo Snape.

Harry pensó en Malfoy contando por encima de su cabeza, tan cálido y constante como los impactos del látigo.

-Implícitamente.

-Quería mostrarte que puede hacer que las cosas que más temes se conviertan en algo que te haga sentir seguro. Te sentías seguro en su magia, ¿no es cierto?

Harry no podía decir “sí” en voz alta. Simplemente no podía.

-Estaba frío cuando dejó de hacerlo -dijo.

La disculpa de Malfoy a eso fue el fantasma de una caricia por el hombro de Harry. Deslizó la mano hacia la muñeca de Harry y lo sujetó ahí, tan tibio y sólido como las ataduras mágicas.

Harry respiró hondo.

-Pensé que esto era sólo…

-¿Lo que Snape y Malfoy querían? -Snape soltó un pequeño bufido que hizo que la pregunta sonara cortante.

Harry buscó la explicación correcta.

-Las cosas normalmente no van de la forma que desearía –decidió.

-¿Y qué deseabas de nosotros? –preguntó Snape, susurrando en su oído.

-Yo no… No era…

Snape se rió.

Harry intentó poner en orden sus pensamientos.

-No he deseado nada coherentemente en mucho tiempo. Es inútil.

-Pero el deseo se siente de alguna forma -dijo Malfoy.

Harry cerró los ojos, la respiración del otro hombre aún como una presencia reconfortante en un lado de su cuello.

-Se sentía así.

-Quédate, Harry –pidió Snape, puntualizando la petición al meterse bajo las sábanas a su lado.

En vista de cómo le hacía sentir esa oferta, Harry pensó que el sueño podía esperar al menos algunas horas. Al menos.


 

Hermione estaba esperando a Harry cuando éste salió de su primera clase de la mañana.

-No quiero que suene como un cliché, pero…

Harry anduvo con ella mientras se abrían camino hacia el área de oficinas de la escuela.

-¿Por qué no, si te ha funcionado tan bien todos estos años?

Hermione le dio un suave codazo.

-… pero tienes un aspecto distinto esta mañana -enarcó las cejas sugerentemente.

Harry le echó un vistazo por el rabillo del ojo.

-Estás de broma, ¿verdad?

-Te conozco desde hace mucho tiempo, Harry Potter.

-Demasiado –dijo Harry–. Por cierto, ¿con qué te chantajeó Draco?

-Es la primera vez que te oigo llamarle Draco.

-Estoy trabajando en ello. No cambies de tema.

Hermione tuvo la elegancia de parecer disgustada.

-Dijo que iba a venir aquí. A montar una escenita. Pensé que eso era lo último que necesitabas.

-¿Por qué no me lo dijiste? -Harry no estaba enfadado. No sabía que habría hecho si las cosas no hubiesen salido tan… satisfactoriamente. Pero no era propio de ella guardarse las cosas. Eso era más propio de Harry.

-Porque no estaba segura de si aparecería. Aún con el chantaje, sigue siendo Malfoy.

-Sí.

-Harry –Hermione sonaba como si no quisiera hablar de lo que iba a hablar-. ¿Has…? Bueno, parece que Ron no estaba enterado de que te ves con Malfoy de forma regular

-¿Me creerías si te dijera que al principio pensaba que no era nada y después, cuando claramente lo había, no sabía cómo explicar lo que estaba pasando, y todo se escapó completamente de mi control?

Hermione se quedó quieta unos segundos. Harry podía ver cómo desenredaba su desordenada explicación. Al final sonrió un poco.

-La verdad es que eso era justo lo que había supuesto.

Aunque Harry sabía que cualquier cosa que le hubiese sentado mal a Ron sería rápidamente olvidada, esto no le calmó del todo los nervios. Harry trataba evitar por todos los medios tener que ser perdonado, especialmente por Hermione y Ron.

-¿Está…?

-Me metí a mediar un poco.

-¿En plan “te debo mi primogénito”, o en plan “quedó sorprendentemente calmado una vez que Vi y yo le obligamos a las tres primeras copas”?

-El primero. Puedes preguntarle a Vi por lo segundo. Yo me fui bastante pronto.

Harry se metió en su oficina. Hermione le siguió, cerrando la puerta tras ellos. Harry la miró como disculpándose. Ella se rió.

-Harry, él te quiere. Incluso cuando está siendo… Ron, te quiere.

-Me acuesto con dos tipos que estaban probablemente antes que Voldemort en su lista de enemigos mortales.

-Espero que sea algo más que dormir –dijo ella-. Y que ese deseo irrefrenable de estar con megalómanos con la inclinación de usar imperdonables no esté limitado a batallas a vida o muerte. De todas formas, ¿acaso no es esto similar? -Harry le lanzó un memorándum arrugado. Ella lo atrapó, riendo-. Oye, ve a hablar con él. Está haciendo eso que hace él, de pensar que no confías en él.

-Soy idiota.

-Sí -dijo ella sucintamente-. Pero eres mi idiota.

-¿Qué opina Neville de eso?

-Todos hacemos excepciones cuando se trata de ti, Harry.

-Tal vez por eso soy una mierda con las relaciones.

-O tal vez la gente que habías escogido antes hacía un mal tipo de excepciones.

-Ah, ¿es que hay un buen tipo?

-No soy estúpida, Harry. Ni emocionalmente ni en cualquier otro aspecto. Yo tomo las decisiones que tomo respecto a ti porque te has ganado los derechos que te concedo. Hago lo mismo con Neville, Ron e incluso Ginny.

-¿Y Draco y Severus?

-Mantengo los ojos abiertos

-Bueno –dijo Harry-, al menos uno de nosotros lo hace.

Pero Harry confiaba en su vista.


Ron, siempre tan directo, abrió la puerta a Harry, pero no le dejó pasar muy lejos antes de hablar.

-Como todos lo sabían antes que yo, supongo que cualquier objeción que haga ya está cogida, ¿verdad?

-¿Podemos hablar de esto mientras tomamos té?

-Es probable que te lo tire encima.

Harry suspiró.

-¿Qué habrías dicho?

-Que estabas chiflado

-¿Y eso habría marcado alguna diferencia dicho entonces, y no ahora?

Ron habló más fuerte de lo estrictamente necesario.

-¿Diferente? ¿Ahora? ¿Qué demonios…? Oh, hostia puta, Harry. Dime que no te has acostado con la Terrible Pareja.

-Bueno, Ron, no todos podemos salir con una retahíla de chicas guapas y famosas y saber que salen con nosotros por quiénes somos y no por lo importante que sea nuestro nombre –Harry sabía que sonaba cansado. No le importaría si eso le ganaba algunos puntos de compasión por parte de Ron. Había poca gente con la que se permitiera algo así, pero casualmente Ron estaba entre ellos.

-Te diré que mi nombre también es bastante conocido –el pelirrojo no lo dijo con rabia. Harry sabía que ya estaba pensando en otras cosas, así que lo dejó seguir. Al final Ron dijo-: Hicieron tu vida un infierno, Harry. Y a veces te pasa eso de que no sabes cómo ser feliz.

-No es eso -dijo Harry, bastante seguro de que estaba en lo cierto.

-¿Te hacen feliz, entonces?

Harry cerró los ojos.

-Hay momentos de eso.

-No es lo que quiero decir.

-Lo sé, pero tienes que admitir que es algo.

Ron se apoyó contra la pared.

-Sí, vale. Mereces algo mejor.

Harry le miró con sus mejores ojos de cachorrillo.

-¿Crees que ya puedes controlarte con lo del té?

-Oh, por todos los… ven, anda -Ron se dio la vuelta y entró por el pasillo a la izquierda, en su cocina.

-¿Y tal vez alguno de esos bollos que tienes?

-¿Has comido algo? -dijo Ron sobre su hombro.

-Draco se asegura de que cene.

Las funciones móviles de Ron fallaron durante un instante.

-Eh.

-Supongo que le gusta que sus hombres estén un poco en forma, pero, en fin, Severus…

-Vas a tener que no llamarlos por su nombre de pila delante de mí.

-Ron –dijo Harry-. ¿No puedes imaginarte que esto ya es lo suficientemente difícil para mí sin que tú lo compliques aún más?

-¿No puedes imaginarte tú que creo que mi deber es hacerlo un poco más difícil de todas formas? -Ron golpeó la taza contra la mesa, rompiéndola. La arregló con un energético Reparo.

Harry miró la taza.

-¿Qué sería lo suficientemente bueno para ti?

-No para mí… -Ron se giró para mirar a Harry.

Harry no iba a echarse atrás.

-Para. Ti.

-¿Puedes acaso confiar en ellos? –preguntó Ron, su voz sólo un poquito lastimera.

El recuerdo de las cuerdas mágicas fantasmeó sobre la piel de Harry.

-Sí. Puedo.

Ron pareció comprender la ausencia de duda. Sirvió el té, demasiado centrado para algo tan rutinario. Cuando alzó la vista, dijo:

-Eso no es exactamente algo que tú vayas regalando.

-Los días en que deseaba la muerte han pasado ya.

-No es divertido –le sirvió una taza.

Harry le robó un bollo.

-No quieren hacerme daño. Ni siquiera sé exactamente lo que quieren –tomó un bocado-. Ni siquiera yo sé lo que quiero. Pero sí que he eliminado eso como una posibilidad.

Ron sorbió su té.

-Puedes hacer daño a alguien sin querer –dijo suavemente.

-Sí, ya hemos hecho eso una o dos veces.

La sonrisa de Ron era de complicidad

-Ahí lo tienes.

-Siento no haberte dicho nada. No creía que fuese nada. Y de repente sí lo era, pero no sabía qué era, así que era difícil hablar sobre ello. Y después ya habíamos llegado a este punto y no tenía ningún giratiempo.

-Jugar con el tiempo es malo para ti, de todas formas.

-¿Disculpa?

Ron se limitó a pasarle todo el plato de bollos

-Estás rondando la fealdad con esto de la pérdida de peso, tío.

Harry cogió otro bollo, demasiado aliviado como para molestarse en encontrar una respuesta apropiada.

 

La tercera parte de la cura se tenía que tomar en dosis específicas durante un periodo de cuatro días. El segundo día, Draco envió una carta a Harry a la escuela.

Los gemelos tienen un montón de pociones cutáneas en su tienda. ¿Te puedes pasar y ver si tienen alguna con chocolate?

Harry había aprendido a leer la caligrafía de Draco. Había estrés en todos los sitios en que no debía haberlo.

Severus había reaccionado tan bien a la torta de chocolate de Harry que Draco y Severus habían empezado a explorar de inmediato maneras de tratar los síntomas con chocolate. Para sorpresa de Harry, había diversas formas en que el chocolate medicinal podía ingerirse o aplicarse, y la cutánea no era la menos común. Necesitaba más ingredientes, pero actuaba mejor que cualquier otra opción.

Harry buscó a Hermione.

-¿Podemos aplazar la reunión de personal?

-¿Cómo está Snape? –preguntó ella

-Tengo notas de los nuevos libros y todo -a Harry le gustaba estar a cargo de eso, era casi emocionante ver cómo las cosas cambiaban todo el tiempo. Particularmente respecto a los avances en la magia.

-¿En tu escritorio?

-En el cuaderno que me regalaste por Navidad -estaba forrado de cuero rojo, con las siglas H.J.P. en dorado y a caligrafía manual. Le había dicho que era para las cosas especiales, pero Harry pensaba que el colegio en sí era especial. Lo habían empezado y hecho funcionar los dos solos.

-Dales recuerdos de mi parte –lo despidió Hermione.

Cuando llegó allí, Harry trató de ser paciente con los gemelos, que en realidad no sabían nada de lo que estaba pasando. Seguramente, tampoco habrían dejado de tomarle el pelo si lo hubieran sabido. Encontró lo que necesitaba y les prometió pasarse otro día que no necesitara un favor, antes de aparecerse en casa de Severus y Draco.

La puerta estaba abierta para él como lo había estado desde esa noche, y Harry fue directamente a su habitación. Abrió la puerta con cuidado, y se alegró de ello cuando un simple vistazo le hizo descubrir que estaban durmiendo.

Harry se acercó de puntillas al lado donde dormía Severus. Le hizo un hechizo calmante antes de desenroscar la tapa de la poción de coco y se echó un poco en las manos. Olía más a canela que a chocolate, pero Harry sabía que los aromas podían ser engañosos, particularmente para alguien que no estuviera entrenado para distinguirlos. Separó un poco el cuello de la camisa de Severus y le untó la poción por la zona de la clavícula. Draco le había enseñado ese truco hacía dos semanas. Desde allí, subió por la línea de la nuez, y un poco hacia el lado, sobre el punto en que se notaba el pulso del hombre, débil pero estable. Harry dejó que su mano descansara allí unos instantes.

Severus despertó ante el cese de movimientos, su respiración regular gracias al hechizo calmante.

-Harry -murmuró.

Harry se echó un poco más de poción en las manos y se la untó por los lóbulos de las orejas.

-No estoy seguro de cómo se llama esta cosa, pero es chocolate puro concentrado, por lo que sé.

-Si muero, seguro que eso confortará mucho a Draco.

-Teniendo en cuenta que conservas tu morboso sentido del humor, no creo que lleguemos a eso -Harry habló bajito. Cuando Draco dormía y no podía mantener el más mínimo glamour, los ojos de Draco estaban rodeados por aureolas oscuras, y sus pómulos eran más salientes que los de Harry la mayor parte del tiempo- ¿Cómo te sientes?

-Como si no me hubieras hecho ningún favor al salvarme de la venganza de Voldemort hace todos esos años.

-En ese momento parecía lo correcto.

-Los Gryffindor no son reconocidos por su capacidad de prospección –se lamentó Snape.

Harry giró a Snape ligeramente hacia un lado para extender la poción, masajeando la base de su nuca y el comienzo de su espina dorsal.

-Oh, pero hacemos que el momento valga la pena.

-Potter –dijo Severus. Sus ojos se cerraron en respuesta al placer de las gentiles caricias de Harry-. Cuando me sienta lo bastante bien como para hacer otra cosa que no sea quedarme aquí tumbado, me aseguraré de que lamentes tu lascivia anterior. Y de que aprecies realmente la belleza de una anticipación bien trabajaba.

Harry ya empezaba a apreciarla. En realidad lo había hecho desde aquel beso de chocolate. En ese momento Harry había olvidado todo lo que Severus había sido para él en el sentido físico, y empezado a reconstruir en su mente a su profesor. Harry quería a Draco. Pero sentía una insaciable curiosidad sobre Severus que se volvía más urgente cuanto más tiempo pasaba insatisfecha. Harry apartó las manos del cuello de Severus y apartó las sábanas, levantando los bajos de su camisón para llegar a la parte trasera de sus rodillas, otro punto de circulación importante para las pociones cutáneas.

Severus jadeó un poco ante el roce los dedos de Harry. No era un jadeo de los buenos.

-¿Demasiado? –preguntó Harry.

-Mis nervios están un poco sensibles ahí.

En todas partes, en realidad. Harry cambió el contacto de un roce a una caricia.

-¿Mejor?

-Soportable -gimió Severus-. ¿Me has hechizado? No puedo gritarte con propiedad.

-No quería hacerte daño si de repente entrabas en pánico al despertarte.

-Qué considerado.

Harry le ignoró.

-Voy a untártelo detrás de los tobillos y después podrás volver a dormir.

-Lo lamentarás, Potter.

-Promesas, Severus.


Vino después de la dosis final de la tercera fase. Draco recibió a Harry fuera de la habitación.

-Te he oído llegar.

Harry tenía la sensación de que Draco se había molestado en hechizar la casa para que lo avisara cuando Harry aparecía. No se lo echó en cara.

-He venido justo al acabar en la escuela –dijo y rozó con sus dedos tentativamente los de Draco. Pensaba que Draco necesitaba tocar a alguien y por diferentes razones, aunque no sabía si Draco lo aceptaría. Harry entendía que alguien pudiera confiar en que otra persona no iba a hacerle daño, y aun así conservar un poderoso instinto de desconfianza, así que nunca presionaba el asunto.

Para su sorpresa, Draco no sólo lo aceptó, sino que se fundió con Harry. El rubio era casi tan alto como Harry, si no un par de centímetros más, pero aún así se las apañó para esconder la cabeza bajo la barbilla del moreno. Sus pechos unidos descansaron uno sobre otro.

Harry reaccionó instintivamente, respondiendo de la manera en que a él le habría gustado si hubiese sido él quien buscase consuelo. Rodeó a Draco con los brazos, presionando con las manos los omóplatos y la espina dorsal, y cualquier punto que pudiera alcanzar. “Sshhh”, susurró, aunque Draco no había hecho ningún ruido.

-Está bien -dijo Draco-. Severus está bien -y Harry sabía reconocer a alguien tratando de convencerse a sí mismo.

-A veces las cosas tienen que empeorar antes de poder mejorar –era un cliché, Harry lo sabía, pero era uno que había descubierto como verdadero de la forma más dura.

La respiración de Draco sobre su cuello era entrecortada.

-Quédate un rato.

-Me quedaré toda la noche.

-No duermes cuando estás aquí.

Harry no estaba seguro de que Draco hubiese notado que no exageraba con eso.

-Hay otras razones para quedarme.

-¿Hay otras razones para saltarte comidas?

Harry apretó un poco los brazos.

-¿Crees que te miento?

-Creo estás un poco chiflado.

Harry no pudo leer el tono de Draco. Decidió probar:

-Eso no te disgusta cuando estamos en la cama.

-No me disgusta casi en ningún momento. Lo que no quiere decir que no deberíamos empezar a buscar algún tipo de Reparo que sirva para humanos.

Harry contuvo una risa de pura y completa felicidad.

-Bueno, un problema antes de otro.

Después de un segundo, Draco habló.

-Lo estoy intentando. Parece que no puedo soltarme ahora mismo.

Harry ladeó la cabeza y tocó con su cara la frente de Draco.

-Unos minutos más no harán daño a nadie

-Todo el día él ha estado…

-Y tú has estado aquí, solo. Pero eso ya ha acabado.

-Nunca pensé que necesitara... Es… No pienses que no hemos estado bien todos estos años. Siempre me ha dado lo que necesitaba y quiero pensar que él se siente igual respecto a mí.

Harry se rió un poco ante eso.

-¿No te has dado cuenta de la forma en que prácticamente gravita a tu alrededor, físicamente? Si no has sido todo lo que necesitaba, si que has sido todo lo que podría desear.

-Él es ambas cosas para mí -dijo el rubio dulcemente.

-¿Y crees que somos las mismas cosas para todo el mundo? No funciona así.

-¿Y tú cómo lo ibas a saber? -preguntó Draco sin malicia.

-No es tan diferente de cómo funcionan otras cosas. He tenido amigos desde los once años.

-Yo tenía esbirros a los tres.

-Te creo -dijo Harry, con una dosis de cariño que no habría creído posible. Draco se movió un poco sin soltarle-. ¿Listo?

Draco subió una mano por el brazo de Harry y se asió a él antes de soltarse de su abrazo.

-No te… sólo déjame agarrarme.

Harry no pensaba quejarse.


Una vez que pasó lo peor del tercer estado, Severus empezó a mejorar de verdad. Harry, quien nunca había prestado atención a los detalles, podía escuchar la diferencia de su ritmo respiratorio, verlo en la forma en que se movía e incluso, incluso sentirlo en la mirada pensativa que le lanzaba de vez en cuando.

Apenas un mes después de finalizar el cuarto estado, Harry recibió una carta. Apareció en el piso de Harry justo cuando se iba a trabajar.

Creo que te prometí que lo lamentarías como nunca antes lo habías hecho.

Aunque Harry vivía solo, la carta venía hechizada para que no la pudiese leer nadie más. Casi tuvo un orgasmo allí mismo.

Había aprendido ya lo suficiente, de todas formas, como para saber que era parte del juego. Se tomó otra taza de café y se fue a educar niños.

Se encontró con Hermione después de la primera hora.

-Sé que tenemos esa reunión de finanzas esta tarde, y que papeleo tiene que estar terminado para finales de esta semana, pero ¿no podríamos aplazar la reunión para mañana?

Hermione pareció afligida un momento, pero después volvió a calmarse.

-Puedo alterar un poco los horarios –luego añadió, con una mirada pensativa hacia él-. No me eres útil en este estado, de todas formas. Vete a hacer lo que tengas que hacer.

Harry se apareció en la casa Malfoy-Snape tan pronto como el último niño salió de la escuela, llegó a la puerta un minuto después, y estaba en el salón veintitrés segundos tras eso. Se quedó en la puerta mirando a Severus, quien se sentaba en el sofá con aire regio.

-Por favor –dijo Harry, desesperado.

Severus chasqueó la lengua.

-La impaciencia no es un rasgo muy poco atractivo en un hombre joven, Harry.

Harry vio a Draco por el rabillo del ojo, también rebosante de anticipación.

-Impaciencia –dijo Harry- habría sido plantarme delante de tu puerta a las 6:07 esta mañana.

-Creo que, sólo por esta vez, tengo que estar en desacuerdo contigo, Severus –la voz de Draco sonaba ronca, necesitada-. La paciencia es infinitamente menos atractiva.

Severus puso los ojos en blanco.

-Jóvenes –bajó la mirada hacia Harry-. Quédate dónde estás –no añadió: “o…”, pero Harry era lo bastante inteligente para saber que había uno. Y para darse cuenta de que no quería averiguar lo que pasaría si ignoraba la amenaza implícita.

Como si olvidara la presencia de Harry, Severus se volvió a Draco.

-Ven aquí –ordenó.

Harry no había visto a Draco moverse tan rápido en su vida, incluido… bueno, incluyendo todas aquellas veces en que había vidas en juego. Draco era normalmente consciente de cómo se movía, qué aspecto tenía, cómo su presencia afectaba a otros, particularmente a Severus. Ahora, sin embargo, no había nada de eso; sólo la incuestionable necesidad de estar en brazos de Severus.

Harry miró cómo los dos se fundían lentamente a pesar de la prisa de Harry, cómo los labios de Severus presionaban los de Draco y las manos del rubio se clavaban en las costillas del otro, acariciando, sujetando. Él se quedó donde estaba y de pronto comprendió lo bien que le conocía Severus. El dolor físico, ni siquiera el que recordaba haber sufrido a manos de los mortífagos, no era nada comparado con esta necesidad de ser rodeado por ellos, incluido en esto, tocado.

Draco fue a por los botones de Severus, y era obvio lo cómodo que le resultaba hacerlo. Era una comodidad que ni siquiera un año de deseo había podido interrumpir. Sus dedos recorrían uno a uno las prendas de ropa. Harry se preguntó por qué no usaba un hechizo; parecía más afín a las ansias de Draco, pero había algo muy íntimo en cada tirón y deslizamiento de sus dedos. Harry habría estado contento con eso, incluso con eso, incluso algo que no implicara piel.

Aún así, se quedó donde estaba. Nunca antes había deseado tanto volver a su armario, nunca pensó que solamente oír las risas y el amor fuera de su prisión sería preferible a verlos. Verlo y saber que no podía cogerlo. Que no era parte de ello.

Terminados los botones, Draco siguió con sus esfuerzos por desvestirlo. Susurraba cosas. “Por favor”, y “tanto tiempo”, y “a mi manera”, y “por favor”.

Severus le regaló una sonrisa que Harry jamás había visto, pero sabía lo que significaba: Sí.

Así que Draco siguió desvistiéndolo despacio, revelando la piel de Severus, como si fuera un secreto escondido durante largo tiempo. Harry los miraba como si le estuviesen dejando ver secretos ocultos, pero sólo lo suficiente como para que entendiera cuándo las cosas eran privadas, estrictamente suyas. Harry trató de aprender, sí que lo intentó, pero había demasiada piel de Severus, alargada y blanca, blanca, blanca. Y la boca de Draco estaba casi siempre sobre ella, nunca en el mismo lugar.

Harry se tragó su propia necesidad y se quedó clavado a la puerta, agarrándose al marco con ambas manos.

Draco se desnudó para Severus entonces. Había recuperado su compostura y actuaba para él. Miraba cómo Severus le observaba, y se deshacía de cada pieza de ropa como si lo que esperaba debajo fuese una revelación. Para Harry, a pesar de que ya lo había visto antes, lo era.

Cuando Draco, el dorado, pálido, fluido Draco, estuvo completamente desnudo, se puso de rodillas y dejó de jugar. Severus gimió, casi con dolor, al sentir el contacto de la lengua de Draco con su polla. Draco cerró las manos alrededor de las rodillas de Severus y continuó con lo que estaba haciendo.

Harry recordaba esa boca, recordaba todos sus trucos, y comprendió en ese momento que Draco debía conocer exactamente qué trucos usar con Severus. El aprendizaje sexual de Draco había comenzado con Severus, y la madurez sexual de Severus había crecido con Draco.

Harry se agarró más fuerte a la madera. Como la puerta de su armario, era lo único que le hacía quedarse donde se le había ordenado estar.

Severus se fundió ante las atenciones de Draco, arqueando su cuerpo de formas que Harry ni se hubiese imaginado, sus sonidos perfectamente sincronizados con el movimiento de la cabeza de Draco. A pesar del obvio placer de Severus, pasó un rato, bastante rato, antes de que dijera “Draco”. Harry jamás había oído una advertencia en un tono tan claramente lastimoso.

Draco se retiró obedientemente. Se echó a un lado y buscó entre sus ropas hasta que encontró la varita. Cuando la encontró, dio un golpe primero en su propia pierna, después en la de Severus, y la guardó otra vez. Después se subió al sofá, encima de Severus, sus piernas a ambos lados del hombre.

Entonces, sin ningún preliminar aparte de un apenas murmurado “tanto tiempo, joder”, bajó sobre Severus. La expresión de su rostro traicionó un dolor momentáneo, y después las chispas de la polla de Severus rozando su próstata.

Draco se agarró con las manos a los hombros de Severus, usándolos como equilibrio. Sus tobillos se anclaron en las piernas del moreno, su cabeza a veces bajando para apoyarse en el cuello de Severus, a veces echándose atrás para dar con el borde del sofá con una especie de contenido abandono.

Harry, consciente de estar desobedeciendo el mandato de Severus, dio un paso atrás. Era eso, o un paso adelante. Sus manos, sin embargo, se quedaron donde estaban.

-Te… lo echaba de menos -dijo Draco.

-Te quiero -dijo Severus.

-Sí, eso -dijo Draco mientras bajaba de nuevo y con más fuerza.

No duró mucho. Harry no esperaba que lo hiciera, no después de una espera como ésa. No con Severus aún sin toda su energía. Harry vio cómo el moreno se arqueaba, sin palabras a causa del placer, de la intensidad. Vio cómo Draco se deslizaba sobre Severus, temblando y gimiendo, una mezcla de placer y sonido.

Harry observó mientras terminaban, sujetándose mutuamente aún más fuerte, como si temiesen perderse el uno al otro cuando todo acabase, cuando las cosas podrían romperse sin avisar. Duró… siempre, Harry no podría haber dicho cuánto tiempo, antes de que sus ojos se volvieran hacia él, interrogantes.

-Suelta la puerta, Harry -dijo Severus.

Pero Harry no podía. Si la soltaba habría dos opciones: ir hacia ellos y aceptar que las cosas eran así; él, a su merced, para que decidieran lo que hacían con él. O irse, y aceptar que las cosas eran así; él, para siempre deseando volver y dejar que lo trataran de esta forma, siempre que le prestaran algo de atención.

-¿Harry? -preguntó Draco. Se echó atrás, separándose de Severus, sin la gracia de hacía unos instantes, o la que tenía normalmente.

-Arrepentimiento -dijo Harry, mirando a Severus. Oyó en su propia voz, para su horror, que estaba llorando.

Sorprendentemente, descubrió una tercera opción. Fue hacia el baño más cercano y vomitó lo poco que había comido ese día.


Harry no estaba seguro de si había olvidado echar el cerrojo a la puerta, o si la casa respondía a los hechizos de sus ocupantes. Pero unos instantes después de que las arcadas empezasen, unas manos sujetaron su frente y su nuca, quitándole el pelo de los ojos, sosteniendo sus hombros, lisas y compasivas.

Notó la varita de alguien contra su costado y Harry sintió que los músculos de su estómago se relajaban. No quería desplomarse sobre el váter enfrente de esos dos, pero los músculos de sus piernas parecían igual de útiles que los de su estómago. Al menos logró que sus brazos lo sostuvieran.

Severus le puso un vaso junto a los labios.

-Enjuágate.

Harry bebió un sorbo de agua, se enjuagó y lo escupió. Severus le acercó el vaso de nuevo.

-Otra vez.

Harry obedeció. Al otro lado, Draco le acercó una copa. Ésta estaba tibia al tacto.

-Tragos cortos –dijo Draco.

El chocolate caliente era probablemente demasiado bueno para su estado, o eso le sugería su olor. Aun así, el primer sorbo completó el trabajo del hechizo relajante y empezó a sanar los abusados músculos y nervios del estómago de Harry. Quiso tomar un sorbo más largo, pero ya se había acostumbrado a que Draco dijera las cosas por una razón, así que se limitó a los pequeños sorbos.

Cuando estuvo seguro de que podría lograr una posición vertical y permanecer en ella, se incorporó con las rodillas.

-Gracias –murmuró, rígidamente

Las manos de Severus lo sostuvieron.

-No puedo creer que tanga que ser yo quien haga esto, teniendo en cuenta la agonía en la que me encontraba cuando tuvimos esa conversación, pero, ¿recuerdas la segunda parte de lo que te dije aquel día?

Harry cogió la taza de chocolate de las manos de Draco y tomó otro sorbo. Ayudaba con los latidos que notaba en la cabeza. Trató de concentrarse.

-Algo acerca de la anticipación.

-Sí, Harry.

Harry hizo funcionar su cerebro.

-Eso era sólo… para conseguir que yo…

-No “sólo” –dijo Draco-. Esto va de nosotros y de lo que hacemos, y de mí teniéndolo a él por primera vez en casi un año y dejándote a ti verlo. No somos exhibicionistas, Potter. No es sólo que tú pasabas por aquí, y queríamos alguien con quien lucirnos.

-Era una palabra desafortunada, entonces –dijo Harry-. Quiero decir… no era un castigo, sólo… juegos preliminares, ¿no?

Draco ladeó el cuello en un movimiento que delataba su frustración.

-Primero, ducha –dijo Severus, aún detrás de Harry-. Después hablaremos en algún sitio que no sea el baño.

Harry se tomó un momento para asimilar que lo iban a dejar solo cuando aún no estaba del todo seguro de su lugar en la casa, y asintió. Draco, sin embargo, lo ayudó a levantarse.

-Venga, vamos.

-¿Pero tú…?

-Bueno, los tres necesitamos una buena ducha, ¿no crees? -dijo Draco a modo de respuesta.

A Harry no le importaba eso, sólo que no le dejaran solo. Recordó que hubo un tiempo en que pensaba que todo lo que quería era que lo dejaran solo.

Dicen que la juventud es un tiempo de estupidez, pensó Harry amargamente

A pesar de que los tres acabaron en un espacio bastante reducido, desnudos al mismo tiempo, la ducha siguió siendo una ducha. Severus le masajeó el cabello y Draco tardó un rato en retirar las manos después de pasarle el jabón, pero todos se las apañaron para lavarse enteros y aclararse sin intercambiar un solo beso.

Draco alteró su ropa de cama para que le sentase bien a Harry, quien no pudo reprimir oler un poco su propio brazo buscando el olor de Draco.

Harry no estaba seguro de quién había tomado la decisión de dónde se sentarían a hablar. Acabaron en la cocina, Draco preparando un té de lavanda y Severus buscando la media tarta de manzana que habían dejado antes. Harry dudó un poco frente al primer bocado de su tarta, recordando cómo le gustaban a Draco las manzanas, pero el azúcar y el horneado parecían haber transformado la acidez en algo delicioso y dulce.

Harry acompañó su primer bocado con algo de té.

-Lo siento -dijo.

Severus levantó una ceja. Harry se encogió de hombros.

-Supongo que he arruinado vuestros planes. Y, bueno, he dejado el baño hecho un desastre.

-Y obviamente no confías en nosotros más allá de la distancia a la que puedes vernos sin tus gafas –la observación de Draco vino acompañada de un tono engañosamente despreocupado.

Harry parpadeó. Severus suspiró.

-¿Alguna vez te ha hablado alguien sobre la relación entre Black y tus padres?

Harry negó vehementemente con la cabeza.

-No vamos a hablar de ellos. Hay cosas que… acepto que los odiáis, incluso entiendo por qué, pero no podéis ridiculizar lo que me queda de ellos. Me iré de aquí antes de permitir eso.

Severus se lo quedó mirando un momento.

-Tienes unas limitaciones muy interesantes, Harry. De todas formas, no planeaba regodearme en mi desprecio hacia los sujetos antes mencionados.

-Oh –dijo Harry. Draco puso los ojos en blanco y tomó un sorbo de té. Harry miró por la habitación buscando una forma de encontrar el hilo de la conversación y reiniciarla-. No, nadie me ha… bueno, no sé mucho en realidad. Sólo que él era mi padrino y que ellos confiaban en él para estar conmigo. Y ella murió por mí, así que eso debe de ser algo grande.

-Eran amantes, Harry –dijo Severus suavemente.

De todos modos, Harry se atragantó con el té.

-¿Los tres? -dijo cuando se recuperó.

-No lo sabía mucha gente.

Harry miró a Severus.

-¿Cómo lo sabes tú?

-Hubo un largo período en mi vida en el que era mi trabajo saber cosas. Especialmente sobre gente que…bueno.

Harry frunció el ceño.

-Amantes.

-El mundo mágico, Harry -dijo Draco-, puede estar a veces muy chapado a la antigua.

-Me sorprende que tú te hayas dado cuenta. Nunca has sido del tipo que buscan comparaciones y contrastes.

Draco se frotó la nuca.

-Es estúpido no saber al menos un poco sobre las cosas que más te asustan.

Harry estaba de acuerdo con eso.

-Entonces, mis padres y Sirius no tenían otra forma de- Harry buscó una palabra para decirlo, pero no la encontró-… de ser lo que eran. De hacer lo que hacían.

Ninguno de los dos se rió de sus usos verbales.

-Lo que no quiere decir que estuviera mal -dijo Severus.

Harry sonrió un poco, aunque su boca no parecía querer colaborar. Se aseguró de mirarles a los ojos antes de continuar.

-Sí, bueno, ellos se querían, ¿no? -estaba increíblemente agradecido de que su voz no se hubiese quebrado con ninguna de las palabras.

-¿Nos crees incapaces de una emoción así? –preguntó Draco, con tono engañosamente calmado.

-Obviamente no entre nosotros -replicó Harry sin poder evitarlo.

-De todos modos, la gente como nosotros debe tener una cierta cantidad de dicha emoción, una capacidad, si lo prefieres, y evidentemente nosotros la hemos aprovechado en abundancia el uno con el otro -le dijo Severus a Draco.

-Cuando lo dices así suena estúpido -dijo Harry.

-Es probable que haya una razón para ello -dijo Draco.

Harry miró atentamente la mesa.

-¿Estás diciendo…?

-Estamos diciendo que nos des una oportunidad, Harry. Una oportunidad real. No una cargada de pensamientos preconcebidos y asumiendo que las cosas que hacemos mal son las únicas que hacemos.

-Tenéis que… -Harry hizo una pausa-. Tenéis que entender que me asusto con facilidad.

-¿El Niño Que Vivió? -preguntó Severus sin una pizca de sorna.

-¿El Dos Veces Vencedor De Aquel Que No Debe Ser Nombrado? -sonrió Draco.

-Con mucha facilidad -confirmó Harry.

-Sí -dijo Severus mirando a Draco desde el otro lado de la mesa-. Ya lo íbamos notando.


Al día siguiente Harry mandó una lechuza a Remus. Me llevo a Rina y los gemelos a casa después de que Hermione y yo terminemos las clases. No escribió el “estate allí”, pero le parecía que estaba implícito.

Después de conseguir que los niños tomaran una merienda que no les fuera a corroer las entrañas y ponerles a hacer los deberes, Remus le miró.

-Entonces, Severus ha dicho algo, ¿no?

Harry se sentó en la silla más cercana.

-Tengo treinta años, Remus. ¿No hubo ningún momento, algún momento, en que te planteaste si a lo mejor debías contarme la verdad sobre Sirius y mis padres?

Remus se sentó delante de Harry.

-Ah

-¿Ah?

Remus hizo un ademán con la mano.

-Suponía que el señor Malfoy habría hecho alguna burda broma al respecto hace años.

-¿Y querías que me enterase de ese modo?

-No, Harry -Remus sacudió la cabeza-. Por supuesto que no. Es más bien que… ¿Alguna vez te has acostumbrado tanto a guardar el secreto de alguien, a pensar que guardar ese secreto quiere decir que estás guardando alguna parte de ellos, que sólo las más extremas circunstancias te harían querer hablar de ello?

A Harry no le había pasado, pero se hacía una idea. Nunca había sido capaz de culpar a Remus por su lealtad.

-Así que sí hablaste con ellos.

-¿Lo sabías?

-Lo sospechaba.

Remus se miró las manos un momento.

-Estabas mal.

-Remus…

-No, estabas mal, y pensé que eso no debía ser así y si lo he empeorado todo entonces no puedo ni empezar a…

-No lo has hecho

Remus alzó la vista

-¿No?

Harry sacudió la cabeza.

-Las cosas eran un poco raras al principio, no te mentiré.

-¿Pero te contaron lo de Sirius, James y Lily?

-Sólo para hacerme comprender que no era su juguete. Severus incluso dejó de meterse con mi linaje el tiempo suficiente como para mantener una conversación -Harry no creía necesario mencionar que ello podría haber tenido algo que ver con que él prácticamente les vomitara en las botas.

-Y quieres que te cuente más. Contarte las cosas que él no podría decirte, ni aunque quisiera.

-Quiero… -Harry cerró los ojos-. Quiero conocer a mis padres de la manera en que lo habría hecho si hubiera crecido hasta ahora teniéndolos por aquí. Las buenas cosas y también las malas y cómo unas compensaban las otras. La manera en que lograron que una relación tan poco convencional funcionase, y las peores peleas que tuvieron. Cómo se sobreponían a las peleas. Qué pensó Sirius cuando nací -Harry se inclinó hacia delante-. Quiero que me mires y veas que soy lo bastante mayor para que dejes de seleccionar tus recuerdos, contándome sólo los que piensas que no me harán sufrir. ¿De verdad quieres que tus hijos crezcan viéndote como la perfección personificada? Quiero decir, ¿en qué les ayudará eso?

Remus echó un vistazo por la puerta para echar un vistazo a tres de esos niños.

-No puedo darte lo que mis hijos tienen, Harry. No importa cuánto lo queramos tú o yo.

-No, pero puedes darme lo que tienes.

Remus inspiró profundamente.

-¿Cuánto tiempo tienes?


A menudo, Draco se relajaba con las cosas que podían ser controladas, como la temperatura de la casa, o la cantidad de polvo de los marcos del vestíbulo, o el tiempo exacto que necesitaba un soufflé para cocinarse.

Él y Severus se parecían en eso. Severus con sus pociones de treinta y ocho vueltas en el sentido del reloj y sus finos ojos de cucaracha. Lucius solía insistir en que Draco enfocase su manía por los pequeños detalles hacia “asuntos más importantes”. Pero esas otras cosas solían requerir de elementos como un cierto nivel de poder, o la posición exacta del sol. Eso anulaba totalmente la necesidad por la previsibilidad y el orden de Draco.

La noche después de La Charla, hizo soufflé.

Un soufflé de chocolate y avellanas coronado por helado de vainilla y licor de caramelo.

Harry apareció tarde, con rostro inocente.

-Tenía que conseguir respuestas a algunas preguntas –sostuvo hacia ellos una botella cara de coñac

Draco le besó con la botella entre los dos.

-Te perdonamos -le quitó la botella de las manos.

-¿Dónde está Severus? –preguntó Harry.

-Trabajando en el cuarto estado. Le he ofrecido ayuda, pero se siente lo suficientemente bien como para volver a necesitar su propio espacio, y el laboratorio es…

-Su territorio -terminó Harry, sus mejillas adquiriendo un agradable color rojizo.

Draco dejó la botella en el mueble y volvió para presionarse contra Harry.

-Me pones cuando estás inseguro.

Draco sintió el rubor extenderse.

-¿Siempre, entonces? –murmuró Harry

-Tengo una teoría de cuánto me vas a poner cuando sepas que puedes hacerlo.

-Cuéntamela.

-Apuesto a que puedes adivinarla –susurró Draco, y fue a por otro beso. La boca de Harry se abrió contra la suya, cogiendo todo lo que Draco le daba. Draco dejó que la ráfaga de poder que proporcionaba la disposición de Harry invadiera su cuerpo, dejó que diera fuerza a los brazos que rodeaban a Harry, a la presión de su lengua dentro de la boca de Harry.

Había algunos detalles que a Draco le gustaban, sin importar su dependencia de los dictados de fuerzas externas.

Draco sintió a Severus entrar en la habitación; la sensación aún algo extraña de su cuerpo y su magia recuperándose, el espacio que ocupaba, el confort que automáticamente se instalaba en Draco cada vez que estaba cerca. Sabía que Harry no sentía eso último, pero tenía su propia forma de notar estas cosas, y se esforzó en romper el beso y jadear “Severus”.

-Severus.

Draco dirigió una mirada a su amante, traviesa y sin una pizca de arrepentimiento. Severus, interpretándola correctamente, habló.

-Creo que Draco desea que te enseñe algunas cosas, Harry.

-Después –dijo Draco, casi mareado al conseguir lo que quería-. He hecho un soufflé.

-Imagina mi sorpresa -dijo Severus.

Claramente, Harry no lo entendía. Tampoco preguntó.

-¿Con champiñones? Me gustan los champiñones.

Draco dejó almacenada esa información en el creciente rincón de su mente que albergaba las cosas que sabía sobre Harry Potter.

-Un postre de soufflé, tonto glotón. ¿No has cenado?

-Si, Remus me ha dado de comer. Pero no pensaba rechazar nada de lo que tú ofrecieras.

-¿Te ha contado lo que necesitabas saber? -preguntó Severus con calma.

Harry trató de esconder su sonrisa. Draco descubrió que su completo fracaso al respecto también le resultaba excitante.

-Y más.

-Entonces debes saber mejor que yo cómo funcionan las relaciones de este tipo -dijo Severus

La cara de shock de Harry era tan cómica que Draco no pudo controlar su risa. Severus lo consiguió, pero a duras penas. Draco sabía lo cerca que estaba, por cómo le temblaba el labio superior.

-De algún modo –dijo Draco-, estoy seguro de que cada uno de nosotros aportará sus propias áreas de conocimiento a este fin. Ahora sentaos, y os serviré mi soufflé.

Severus compartió una mirada con Harry. Draco jamás le había visto echar esa mirada a nadie que no fuera él mismo. Esperó una explosión de odio y celos en feroz respuesta, algo primitivo y posesivo. En lugar de ello, se encontró deseando con aún más fuerza que se aproximaran los eventos de la tarde.

Había unas cuantas cosas cosas que a Draco no le importaba que estuvieran fuera de su control.


-¿Qué le dices a un poco de revancha? –preguntó Severus casualmente, echado hacia atrás en su silla y observando atentamente los casi inexistentes restos de su soufflé.

Draco sabía a quién iba dirigida la pregunta. A Harry le costó un poco más comprenderlo. Lo que era parte del juego, por supuesto. Cuando lo entendió, sus manos se cerraron en puños, como lo hacían siempre que él tenía miedo de que fueran a... Draco no estaba seguro qué temía Harry que hicieran sus manos, pero era obviamente algo.

-¿Revancha? -preguntó Harry.

Era muy dulce cuando estaba desorientado. En serio.

-Bueno -Severus arqueó una ceja y le dirigió a Draco una mirada de reojo-. Aquí Draco te ha atado a la cama y te ha azotado.

Severus nunca era dulce. Era parte del encanto.

La cara de shock de Harry no tenía precio.

-Oh, no había pensado ninguna… en realidad yo no hago eso. Normalmente.

-¿Pero te acuestas con dos hombres de vez en cuando? -Draco no pudo evitar meterse en esto, sólo un poco. Severus siempre hacía los mejores planes. No era sorprendente, teniendo en cuenta lo mucho que había dependido de sus planes para sobrevivir.

La respuesta de Harry, después de un momento, fue la lenta formación de una sonrisa.

-Un chico puede soñar, ¿no?

-Si “de vez en cuando” es tu gran ambición, Potter, tal vez deberíamos encontrar a alguien más ambicioso –Severus parecía indiferente ante todo aquello.

Harry se concentró en Severus.

-No quiero hacerle daño.

-¿Te hice daño yo a ti? -dijo Draco.

-Vete a nuestro cuarto, Draco -dijo Severus. Aunque estaba desesperado por saber qué otras cosas tenía que decirle a Harry, Draco sabía reconocer una orden cuando la escuchaba. Y sabía que la única forma de conseguir lo que quería esa noche era obedecer. Se fue.

Se desvistió cuando llegó y se acostó en la cama, desnudo. No estaba en la orden, pero Severus sabía improvisar y la desnudez improvisada aún tenía el efecto de impresionar a Harry hasta ponerle de ese rojo escarlata que tanto le gustaba.

Así que no quedó decepcionado cuando Harry pasó a la habitación y se paró en seco.

-Oh -su boca se cerró ligeramente en una forma curvada y el color rosado de sus labios subió por sus mejillas. Severus sonrió. Conjuró una cuerda de seda. La polla de Draco casi saltó de su sitio.

-Sobre tu estómago -dijo Severus.

Draco trató de escuchar las palabras que pasaban entre Severus y Harry, pero era demasiado esfuerzo si además tenía que adivinar de quién era cada mano. Particularmente cuando le pusieron la venda en los ojos. No tuvo que esperar demasiado para comprender que las manos de Severus se movían con más confianza, apretando los nudos que iba enseñando a las indecisas manos de Harry. Draco conocía la forma, era un juego que no habían practicado desde hacía mucho. Era casi cruel, atarle las piernas por debajo, llevarle las muñecas casi a la altura del cuello, dejando escasas áreas de su cuerpo sin cubrir. Excepto la espalda; su espalda estaba indefensa ante cualquier tormento que Severus eligiera infligirle.

Draco reconoció la fusta desde el primer azote. Era de Severus. Las primeras veces de Harry fueron obvias. Demasiado suaves, demasiado rudas, mal colocadas, demasiado rápido, demasiado despacio. Pero cuando aprendió, los golpes se mezclaron unos con otros, hasta que Draco no pudo diferenciar un azote de otro y los toques de sus amantes fueron igual de fogosos.

Severus le dejó gemir y jadear e incluso gritar pequeñas palabras, pero cuando el primer sollozo salió de sus labios, los azotes cesaron. Severus se inclinó sobre Draco, el calor de su pecho casi demasiado contra el de la espalda de Draco.

-Dime qué puedo hacer.

Draco pensó en ello durante un instante, sobre lo que podía soportar. Confiaba en Severus, sin embargo, para conocer sus límites, y era siempre maravilloso cuando lo llevaban allí.

-Cualquier cosa.

Las cuerdas cambiaron entonces, y esta vez las manos de Harry temblaban un poco, pero estaban más seguras de lo que hacían. Draco sintió que levantaban sus brazos, atándolos sobre su cabeza para mantenerlo en vertical. Le ataron la rodillas contra el torso. Eso quemaba un poco, pero no tanto como su espalda y el sentimiento casi lo acompañaba.

El primer latigazo contra su ingle le hizo revolverse contra las cuerdas.

-Tal vez… -escuchó decir a Harry.

Pero Severus debió de haber negado con la cabeza, porque le llegó un segundo latigazo, y un tercero y un cuarto.

Esta vez Severus le dejó gritar, dejó que el dolor invadiese a Draco hasta que éste no se dio cuenta de cuándo había terminado, hasta que cuatro indescifrables manos le untaron algún tipo de crema, algo suave, casi demasiado gozosa.

-Por favor –gimió.

-Creo que quiere algo –murmuró Severus y un dedo largo y familiar, aún untado de crema, se deslizó en el culo de Draco.

Draco jadeó.

-Únete a mí -dijo Severus, lo que no tuvo mucho sentido hasta que Draco notó otro dedo más grueso, menos familiar y también lleno de crema, junto al de Severus. Draco no podía emitir ningún sonido ante eso, era sencillamente demasiado bueno.

Había susurros y a Draco no le importaba, no le importaba lo que decía siempre y cuando, “oh, oh”, siempre y cuando Severus le metiera la polla por el culo justo (los ojos de Draco, inútiles de todas formas, se pusieron en blanco) así.

Más susurros y de repente sintió más calor dentro de su culo, algo más empujando, junto a la polla de Severus. Draco lloriqueó un poco, pero Severus dijo “Shh” y Draco se calló.

El calor era bastante intenso y Draco se mordió el labio para seguir las órdenes de Severus, pero entonces, cuando comprendió qué estaba pasando, con Severus contra su pecho y Harry presionándose contra su espalda elegantemente curvada, la imagen, la idea casi hizo que Draco se corriera en ese instante. Rompió su silencio.

-Harry, dentro -gimió justo antes de que Harry se la metiera del todo.

Hubo una corta pausa antes de que empezaran a moverse a la vez y era demasiado, lo era, pero a Draco no le importaba, en absoluto, siempre que se quedaran justo ahí porque era perfecto.

-Siempre has sido insaciable –susurró Severus.

Draco no podía contradecirle.

No tenía ni idea de si se habían corrido al mismo tiempo, ni idea, porque de repente dos manos se habían entrelazado alrededor de su polla, al principio acariciándole demasiado suave. Draco había protestado ante eso, pero Harry simplemente se había reído, el muy cabrón. Al final, por fin, le dieron lo que quería. Y después se estaba corriendo. Su mente se llenó de placer e intensidad y la necesidad de respirar. En ese momento, nada podía ser tan importante como esas tres cosas.

Tardó un rato en oír el “Draco. ¿Draco?” que Harry y Severus le susurraban intermitentemente, uno a cada oreja. Se dio cuenta de que la venda de los ojos ya no estaba y la habitación era demasiado brillante.

-Quiero mis manos –dijo.

Y cuando Severus le devolvió el uso de ellas, las utilizó para apretar a los dos hombres contra él, dentro de él.

Harry pensaba que estaba bastante quieto. Durante horas había aguantado a Draco, que era un soñador bastante activo, moverse y retorcerse y subirse encima de él. En algún momento debió delatarse, porque un obviamente despierto Severus habló en la oscuridad.

-¿Ayudaría una poción?

-¿Te he despertado?

Harry empezaba a pensar que no recibiría respuesta cuando Severus volvió a hablar.

-Creo que esta noche ha sido un poco fuerte. Necesito un calmante del dolor.

-¿Cuál?

-Algo suave, el levamentum.

Harry ni siquiera tenía que pensar en el hechizo a estas alturas. Esos días la magia venía a él fácilmente, pero más aún los hechizos que conocía bien, o algunos que se habían vuelto especialmente útiles durante los años. Conjurarlos era para él como respirar. A veces sólo se daba cuenta de que lo había hecho después de ello, cuando los niños criados en el mundo mágico o el resto del personal lo miraba de forma extraña; los niños eran conscientes de que sus padres no podían hacer esas cosas, y el personal se enfrentaba al hecho de que la fama de Harry tenía mucho que ver con sus acciones y poco que ver con quién era.

Severus recogió la botella.

-Gracias.

Harry supo que la poción estaba haciendo efecto (no solían tardar mucho), cuando Severus habló de nuevo.

-Bueno, ¿hay alguna que funcione para ti?

-La verdad es que no. Y no me gusta tomar tantas como para que funcionen.

-Tendré que ver qué puedo hacer cuando tenga tiempo para experimentar.

-Muy amable por tu parte, pero me acostumbraré a dormir aquí y ya no será un problema.

-¿Y cuánto tiempo llevará eso?

Harry no respondió.

-Ya veo.

-El trauma tenía que manifestarse de alguna manera, supongo.

-Créeme, Harry. El trauma se ha manifestado diez meses más de la cuenta. Y no sólo en tus hábitos de sueño.

-Si es tu forma de decir que no puedo controlarlo lo bastante para tu gusto, estoy demasiado cansado para interpretar –aun así, no estaba especialmente enfadado Lo que pasaba con Severus, como empezaba a darse cuenta, era que cuando estaba de lo más cruel, sólo trataba de ser amable.

-Es mi forma de decir que haces las cosas más complicadas de lo que tienen que ser.

-Es como si Dumbledore llamara chota loca a McGonagall, pero bueno.

-¿El qué?

-Loca como una cabra.

-Lo he cogido del contexto.

-Me estaba quejando de tener que traducirte.

La carcajada de Severus pareció llenar la oscuridad. Harry trató de inhalar algo de ella.

-Esto es un poco complicado, en realidad –siguió Harry-. Incluso si no fuéramos nosotros tres, seguiría habiendo tres personas. Pero somos nosotros.

-Y a pesar del hecho de que no puedes dormir por las noches, Voldemort está muerto, Harry. Y Lucius y Narcissa y Bellatrix y muchos otros, en gran parte por tu mano.

-O por la tuya.

-No hace daño un poco de venganza limpia de vez en cuando.

-Pensé que tal vez era eso –dijo Harry-. Durante un tiempo.

-Venganza.

-Mi padre se estará revolviendo en su tumba. Sirius también.

-Había formas mas sencillas de lograr tal objetivo.

Los ojos de Harry se habían acostumbrado por completo a la oscuridad. Se giró con cuidado para no despertar a Draco. Fijó la vista en Severus.

-No te gustan las cosas fáciles.

Harry pudo ver el brazo que tenía Severus alrededor de Draco apretarse.

-No, en realidad no.

-Cuando tenía once años…

-Volví a sentir la marca quemándome y no estaba muy contento de ello.

-Y lo pagaste conmigo.

-En su mayor parte, Harry, recuerdo a Potter y Black como estudiantes. No los vi mucho después de aquello.

A Harry le llevó un segundo seguir el hilo de los pensamientos de Severus.

-Ah.

-No le veo a él cuando te miro. Ni una forma de llegar a él.

-Eso es ir por buen camino.

Hubo un poco de silencio hasta que Severus volvió a hablar.

-¿Has probado hechizos? –preguntó.

-¿Hechizos?

-Para dormir.

-Normalmente los tiene que hacer gente con gran poder. Tengo algunos amigos que quizá podrían… no me gusta pedirlo, es como…Y además tienen que estar ahí cuando me duermo, y no confío en casi nadie en ese momento, excepto Ron y Hermione. Neville puede hacerlo cuando se esfuerza. Se lo he pedido un par de veces.

-Combinándonos, Draco y yo probablemente podríamos lograrlo.

-No hasta que estés mejor.

-No debería tardar mucho -Severus tenía un tipo muy extraño de optimismo, basado completamente en los preceptos de la realidad. Harry lo admiraba.

-Puede que os lo pida entonces.

Severus desenredó el brazo del cuerpo de Draco para llevarlo a la nuca de Harry.

-Lo intentaríamos, por ti.


Cuando Violeta volvió con Ron de su tan esperado viaje a Hawái, llevaba un anillo de oro con tres perlas negras en el dedo. Ron tenía cara de incrédula satisfacción.

Harry se las apañó para conseguir un rato para Ron y él solos y le invitó a una pinta de enhorabuena.

-Deberías habernos dicho lo que planeabas, te habríamos preparado una fiesta de compromiso o algo.

-Créeme tío, yo… no me habría gustado que Hermione se enterase así. No es que piense… bueno, ya sabes. Siempre hay algo de, bueno, ya sabes. De todas formas, te lo juro, nos fuimos a bucear y ella de repente salió del agua y brillaba de esa forma en que brilla estaba en el aire y yo, simplemente –Ron se encogió de hombros-… se lo pregunté.

-Ron –Harry no pudo evitar reírse-. Eres el mejor estratega de quidditch que ha visto el deporte en los últimos setenta años. ¿No podías, no sé, planear un poco?

Ron se rió un poco.

-La mayor parte del tiempo, lo único que puedo pensar cuando estoy cerca de ella es lo mucho que quiero estar cerca de ella un rato más. Supongo que en ese sentio, ha sido un movimiento estratégico bastante bueno.

Harry no podía negar eso.

-Ron, eh. Sin cambiar completamente de tema, pero, ¿crees que podrías conseguirme al menos una entrada extra para los juegos?

Ron bebió un sorbo largo de su cerveza de mantequilla.

-Pero ¿cómo vas a elegir a quién llevar?

-A Severus solo le gusta verlo cuando la competición es realmente buena, no podrían importarle menos los partidos de principio de temporada. Y Draco renunciará a su asiento en el momento en que crea que Severus podría pedirlo.

-Te conozco bastante bien, Harry. Conozco todas y cada una de las razones por las que no quieres usar el truco de la fama. De todas formas, no entiendo por qué para cosas como esta no utilizas lo de “Soy Harry Potter”. Te haría mucho más fácil conseguir lo que quieres para la gente que quieres.

Lo que decía Ron era cierto. Podría tener el estadio para él solo en ciertos juegos sólo con pedirlo. Había deudas que nunca se saldaban, y dado que mucha de la gente importante del mundo mágico británico eran ex miembros de la Orden, Harry podía tener bastante influencia cuando lo deseaba.

-Porque no soy ese Harry Potter con ellos, y no quiero serlo.

-Siempre lo has sido. Quiero decir, de un modo distinto, pero el nombre sigue ahí.

Harry trató de explicarse.

-Antes de que los llamara Severus y Draco, ya habían dejado de ser Snape y Malfoy.

-Aún estoy en período de aceptación de eso, sólo para que conste.

-Dime que…. –no “lo entiendes”, Harry no iba a pedirle eso-. Dime que esto no cambia las cosas entre nosotros.

-Si tú me dices eso sobre que me case con una chica que no es Hermione.

Harry le miró con sorpresa.

-¿De verdad crees que me molesta?

-Me siento como si hubiese roto promesas.

-No es como si la hubieses dejado tú, tío.

-Nos distanciamos el uno del otro -dijo Ron. No había sido tan bonito como eso, pero Harry pensó que de todas formas encajaba.

-Me gusta Vi. Puedo aprender a quererla, estoy seguro. Me alegro por vosotros.

-A mí no me gustan ellos, Harry -Harry empezó a decir “lo sé”, pero Ron siguió hablando-. No me gustan, pero cuando te veo últimamente, veo algo que siempre he querido para ti, desde que éramos niños, aunque no tenía forma de describirlo, ni siquiera a mí mismo -Harry sacudió un poco la cabeza-. ¿Te has mirado al espejo últimamente? Quiero decir, pareces cansado, lo que no es sorprendente, pero te queda bien, y eso es algo que antes nunca era así. Pareces más equilibrado, como si hubieses dejado de permitir que las cosas del pasado te desgasten. Pareces –Ron ladeó la cabeza-… no sólo alegre por mí, sino feliz.

Harry cogió el asa de su cerveza.

-¿Eso quiere decir que me conseguirás las entradas?

-Bastardo manipulador.

Harry sonrió. Se sentía como si no pudiese dejar de hacerlo.


Había imágenes en el periódico después de que Draco fuese con Harry al primer partido. Imágenes con titulares sarcásticos. Harry no recibía el periódico, y Hermione había aprendido hacía tiempo que prefería no enterarse. No se habría enterado en absoluto si Draco no hubiese tenido ese aspecto anonadado cuando Harry lo encontró en la cocina después de la reunión de personal más larga de su vida.

Harry no estaba seguro de por qué Draco le miraba como si no fuese un ser corpóreo.

-Perdona por llegar tarde. Hemos tenido que despedir a alguien del personal. Ha habido reunión entre todos para darles la noticia y después todo ha sido un poco como volver a… ¿Draco?

-Severus y yo nos hemos peleado -dijo Draco despacio-. Se ha encerrado en su laboratorio. No creo ni que esté mezclando pociones…

-Eso es nuevo –dijo Harry, aunque se imaginaba que tendrían que pelearse de vez en cuando. Todo el mundo peleaba.

-A veces los dos decimos cosas que no sentimos.

-¿Vosotros? -preguntó Harry- Es difícil de comprender, en realidad.

-La pelea era por ti.

Harry sintió un tirón en su estómago.

-¿Y tú has perdido? Bueno, al menos no te ha dejado marcas.

-¿Marcas? Pero qué…déjalo, probablemente es algo estúpido y muggle.

-Como yo –bromeó Harry con tensión.

-Oh, joder… No ese tipo de pelea, Harry.

Harry se sentó; el alivio le resultó abrumador.

-Dime qué tipo de pelea.

-Le dije que no volverías, que las cosas como la imagen pública te alteraban.

-Espera. ¿Imagen?

Draco frunció el ceño.

-No me digas que eres tan estúpido como para no leer el periódico sólo porque te molesta.

-Lo soy.

Draco parecía tener ganas de gritar improperios, pero evidentemente decidió que no le merecía la pena. Se limitó a levantarse, encontrar el periódico y ponérselo a Harry delante las narices. Éste leyó los titulares.

-Es una foto bonita de nosotros, ¿no? Deberíamos recortarla.

-Harry…

-¿Qué dijo Severus?

-Que el titular tenía razón sobre mí.

Harry se rió. Intentó ponerse serio ante la mirada glacial de Draco, pero fue un intento infructuoso y ambos lo sabían.

-Juega sucio, ¿eh?

-No me estás ayudando nada –el tono de Draco era enfadado, pero las palabras eran lo suficientemente suaves como para que Harry se diera cuenta de que estaba ocultando que se sentía dolido.

-¿Por qué debería? Tú no crees que Severus realmente piense eso. Los dos estáis soltando con el otro tensión emocional. En cuanto al maldito titular, bueno. Los dos sabemos que pasamos un buen rato y quiénes somos, tanto hacia el público como el uno hacia el otro. ¿Por qué deberíamos preocuparnos por lo que este periodicucho se invente?

-¿Entonces seguirás compartiendo tus entradas?

-No he pedido a mi mejor amigo que mueva las cuerdas sólo para renunciar a ellas después de una cita. Además, fue una buena cita.

Draco sonrió ante eso.

-¿Una cita, Potter?

-¿Cómo lo llamarías tú?

-Algo más digno.

-Aún no he oído ninguna sugerencia.

La voz de Severus sonó por la puerta.

-No está difamando a tu persona, así que no lo harás.

-Cállate, no vamos a pelear más y lo sabes bien –dijo Draco. Pareció aliviado, aun así, cuando Severus entró en la cocina y se sirvió un poco de agua.

Harry se ahorró mencionar lo irónico que era escuchar a Severus Snape defendiendo a su persona. Se guardó el dato para sí, seguro en algún lugar donde nadie, ni siquiera Severus o Draco, pudiese encontrarlo.

-¿Cómo va el cuarto estado?

-Lento –dijo Severus.

-¿Pero seguro? -dijo Harry.

Draco y Severus ni siquiera se miraron uno al otro antes de poner los ojos en blanco.


Draco miró a Harry por encima de su hombro. Harry se acercó y se abrazó a él desde atrás.

-¿Severus está en el laboratorio?

-O eso, o poniéndonos los cuernos.

-Voy a ser optimista, de momento.

-En oposición a cómo sueles ir por el campo de batalla con la bandera del pesimismo.

Harry sonrió. Cerró los ojos y se hundió un poco en Draco.

-¿Qué estás haciendo?

-La cena.

-Oh, genial, aún no he tenido de eso. ¿Qué tal si compartes unos pocos detalles más?

-Es una especie de pollo tikka lo que estoy intentando.

Harry abrió los ojos y bajó la mirada. En efecto, la sartén contenía un plato de apariencia india.

-¿Dónde has aprendido a hacer pollo tikka?

-Estaba en un libro de cocina –dijo Draco a la defensiva. Demasiado a la defensiva.

-¿Has estado comprando libros muggles? No sabía que entendieses el dinero muggle.

-No lo hago –Draco estaba horrorizado ante la mera insinuación-. No lo sabía, ¿vale? Los libros mágicos de cocina no son tan diferentes, porque las fotos no se mueven, o al menos no deberían. Estaba con los demás libros de cocina y vi cosas que no conocía antes, y quería impresionar a Severus.

Harry repasó despacio la enorme cantidad de información que Draco acababa de proporcionarle.

-¿Querías impresionar a Severus?

-Fue cuando pensaba que eran las cosas que hacía, y no las cosas que pretendía hacer con las cosas que hacía, lo que llamaría su atención.

-¿Cuándo fue eso? –preguntó Harry.

-Al principio, cuando conseguí que nos soltaran. Cuando pensaba que iba a dejarme, porque era bastante obvio que ya no tenía que ir salvándome la vida.

Harry no sabía qué decir ante eso. Severus no lo había dejado, así que parecía inútil intentar consolarlo.

-¿Por qué haces el pollo tikka ahora, si has tenido el libro tanto tiempo?

-Si piensas que estoy tratando de impresionarte a ti, Potter…

-No había sugerido nada por el estilo.

Draco hizo un sonido desafiante.

-Vas a tener que apartarte.

Harry no se ofendió, se limitó a soltarle.

-¿Necesitas ayuda?

Draco le lanzó una mirada poco impresionada.

-Estás a punto de caerte, Harry. Ve a sentarte.

-Estoy perfectamente alerta -dijo Harry, que consiguió aplazar un bostezo hasta después de haber soltado la frase.

-Bien, ahora que se me ha asegurado ese aspecto...

Harry aprovechó el reproche.

-Estaba pensando que podría ir a casa a dormir, después de la cena.

Draco conjuró tres platos y se sumió en la preparación de la cena.

-Podría ir contigo.

Harry trató de averiguar si había oído lo que creía que había oído.

-¿A mi casa?

-Asumiendo que sea donde pretendes dormir.

-¿Y Severus no tendrá nada que decir al respecto?

-Planeaba que extendieras la invitación a él.

Harry parpadeó.

-¿Invitación?

-Potter, si no me quieres allí, todo lo que tienes que hacer es…

-Mi cama no es muy grande. No tanto como la vuestra.

-He visto tus habilidades de transfiguración, Harry.

-Oh.

-¿Es que Granger siempre piensa por ti?

-La mayor parte del tiempo –devolvió Harry ausentemente, más por hábito que por otra cosa. Estaba ocupado considerando lo que Draco acababa de decirle-. ¿Por qué?

-¿Por qué íbamos a querer ir a tu casa contigo?

Harry asintió.

-No has dormido desde que empezaste a venir aquí. Al menos no el tiempo necesario. Te vas a caer de insomnio un día de estos.

-Pero si me voy a casa, quiero decir, no te lo tomes a mal, pero no os necesito allí para dormir.

-Nos gusta tenerte para apoyarnos en ti.

-¿Por qué? –volvió a preguntar Harry.

Draco revolvió los contenidos de la sartén que tenía delante.

-Tal vez porque eres Harry Potter.

-¿Por qué? –preguntó de nuevo, deseando que Draco cambiase la respuesta.

Draco debió de oír algo en la pregunta.

-A lo mejor sentimos que es tu lugar.


La casa de Harry estaba mejor amueblada de lo que Draco había esperado. Teniendo en cuenta el tiempo que Harry estaba en casa de ellos, y su deplorable gusto de plebeyo, Draco había esperado paredes blancas con pósters de quidditch y un colchón tirado por algún sitio, tal vez escondido en un rincón.

El piso era diminuto. Draco sabía que Harry podía permitirse algo mejor. Aun así, era bastante doméstico. No había muchos platos ni cacerolas ni nada en la cocina, y lo que había estaba mal emparejado. En su salón había un sofá y un armario a juego, con cojines de buen gusto, y su habitación ofrecía una cama de tamaño aceptable con cabecero. Draco señaló la cama.

-¿Azul?

Harry se puso a la defensiva.

-Hermione vio estudios psicológicos en los que decían que es un color relajante. Y una vez que me acostumbré a dormir en la cama, bueno - tocó el suave tejido del edredón, del mismo color-… Me gusta el azul.

Había un pequeño balcón que salía del dormitorio de Harry. Albergaba bastantes macetas con plantas.

-¿Sabes cuidarlas? -preguntó Severus.

-La verdad es que no. Neville cree que todo el mundo debería tener plantas, así que él se ocupa de ellas por nosotros. Creo que son fáciles de cuidar, sólo viene una vez a la semana.

-Es casi todo lazo del diablo –dijo Severus-. Longbottom tiene un gusto interesante.

-Me gusta el lazo del diablo. Y las margaritas. Petunia nunca plantaba margaritas, decía que eran vulgares.

Draco se rió, un poco por el pensamiento de alguien llamada Petunia intentando hacer crecer algo y un poco porque Harry acababa de llamarse vulgar a sí mismo. Volvió al salón. Había fotos por todas partes. Todas con gente; Lupin y la prima de Draco con su camada, Granger y Neville en un jardín de algún sitio, Weasley y su fulana del quidditch volando, gente que Draco solo reconoció vagamente como los compañeros aurores de Harry. Había una manta de punto sobre el por lo demás inofensivo sofá que anunciaba por sus tonos chillones la influencia Weasley, y una pequeña colección de libros con títulos que iban desde quidditch hasta la educación mágica actual. También algunos libros muggles que parecían estar muy manoseados.

Severus salió de la habitación y se sentó en el sofá. Draco sintió su mirada sobre él. No se volvió, altamente fascinado por los resúmenes en las contraportadas de los libros muggles de Harry. Todos parecían tratar de cosas que no eran reales.

No oyó a Harry entrar y se sorprendió un poco cuando le escuchó hablar, con ligereza pero con un atisbo de inquietud.

-¿Aprueba mi residencia vuestros estándares de aceptabilidad?

-¿Para vivir? –preguntó Draco, aún algo distraído-. Apenas. Pero supongo que para ti puede valer.

Severus resopló, divertido. Draco devolvió el libro a su estante y se volvió hacia sus amantes. Harry iba vestido con un pijama azul cielo. Por un momento, Draco vio al chico con el que siempre peleaba en el colegio. Parpadeó, y el hombre estaba de vuelta. Harry le sonrió ampliamente

-Me sirve con bastante eficiencia.

Harry era tan lamentablemente propio de la clase media. Draco supuso que era una de las muchas cosas que le tenía que perdonar. Severus, a pesar de su original carencia de fondos, tenía la imaginación de alguien con dinero.

La voz de Severus en su mente había dejado hacía tiempo de parecer una intrusión en la mente de Draco, así que le llevó un momento darse cuenta de que era ahí donde estaba oyendo la voz, y no con los oídos.

“Se va a dormir en el sofá”, dijo Snape.

“Supongo que podemos quedarnos con la cama, entonces.”

Severus sonrió.

-Harry.

Harry se sobresaltó.

-¿Eh? Oh, perdonad.

Resultó que la cama de Harry, aparte de ser muy azul, también era extremadamente confortable. Draco se encontró preguntándose por qué aquello no se le había ocurrido antes. Harry, a quien Draco jamás había visto dormir, era una persona totalmente diferente en ese estado. Admirándose de que Harry estaba de verdad durmiendo, Draco acarició su espalda para corroborar que sus músculos estaban tan relajados como aparentaban. Harry murmuró algo inteligible en sueños, pero no se despertó.

-Tal vez deberíamos conseguir ropa de cama azul -dijo Severus.

-De todas formas los hechizos van a ser necesarios. Al menos al principio.

-Indudablemente -y sin ningún cambio de tono en absoluto añadió-: Supongo que deberíamos aprovecharnos de él ahora que está dormido, ¿no?

Draco no quería admitirlo, pero nunca había sentido menos ganas de aprovecharse de Harry que ahora. Su boca estaba ligeramente abierta, su mano un poco curvada sobre la piel de Severus, como para asegurarse de que no se habían ido. Había tantas cosas que Draco podía imaginar hacer en ese momento, desde una diversión inofensiva hasta hechizos maliciosos.

Miró a Severus, sin molestarse en ocultar su confusión.

-Creo que mataría a quienquiera que lo intentara.

-Supongo que no lo intentaré, entonces -dijo Severus, y se encogió junto a Harry con ademán protector.

Draco los miró hasta que los dos respiraban regularmente. Sólo entonces se colocó de forma que sería el primero en enfrentarse a cualquier daño, y se permitió relajarse, hundido en el azul de la cama de Harry.


Justo antes de tomar la poción que constituía la última parte de la cura, Severus los llamó al laboratorio.

-Esto me hará perder la consciencia durante un tiempo –dijo.

-Define “un tiempo” -dijo Draco.

-Los archivos determinan un rango. Mi estimación, basada en mi peso, altura y la manera en que las otras fases han actuado en mí, es de cuatro días.

-¿Cuatro días? -Harry saltó de donde había estado sentado. Draco se quedó donde estaba. Estaba acostumbrado a la tendencia de Severus de minimizarlo todo excepto las cosas insignificantes e inconvenientes.

O no tan insignificantes.

Se planteó acercarse a Harry para calmarlo, pero era entretenido y extrañamente reconfortante cuando Harry se molestaba tanto por cosas como ésta. Harry extendió los brazos.

-¿Y no creíste necesario mencionar esto hasta ahora?

Severus le miró con curiosidad.

-¿Mencionarlo antes habría cambiado algo?

Eso dejó a Harry un poco atontado, y se sentó de nuevo en el sofá con expresión perpleja

-Bueno, no.

-Sugiero que, mientras dure esto, vuelvas a tu piso por las noches y duermas.

Harry le hizo una mueca. A Severus.

-Sólo son cuatro días.

Draco pensó que eso dependía de en qué lado de los cuatro días te quedaras, pero por las acciones de Harry de hacía un momento supo que él también lo sabía, así que se quedó callado. La cara de Severus estaba firme.

La mirada de Harry se movió entre Draco y Severus.

-¿Es ésta vuestra forma de decirme que queréis estar solos? Creí que ya habíamos pasado por la fase de En-realidad-no-puedes-ser-sutil que traje conmigo.

Severus puso los ojos en blanco.

-Sólo quiere asegurarse de que duermes un poco -dijo Draco-. ¿Podrías dejar de ser un soplagaitas hipocondríaco por una vez?

-Oh, vaya, querido. Sí, me alegro de conocerte. Encantado, estoy seguro.

Draco se rió.

-Cállate.

-Es sólo que, quiero decir, no es como si fuera a dormir de todas formas. Ah, sí, mi amante yace inconsciente, esperamos que en estado de curación, pero todos sabemos lo complicadas que son estas cosas, vienen y se van y yo estaré por aquí, echándome una siesta.

-Cuando lo dices así, suena estúpido -dijo Draco.

-Me pregunto por qué será –dijo Harry, con su aire de Gryffindor acostumbrado al Drama.

Severus sonrió. Draco hizo lo mismo.

-Bueno -dijo Harry-, pues volveré después de trabajar.

-Conociendo tu tendencia a la codependencia y tu estúpida nobleza Gryffindor, te he hecho una poción -dijo Severus.

Harry frunció el cejo.

-Se supone que deberías estar concentrándote.

-No todos somos incapaces de hacer más de una cosa a la vez.

Harry lo dejó resbalar..

-Tendrás que enseñarme esa habilidad algún día.

-Amenázame con enseñarte algo una vez más, Potter, y me negaré a tomar la última parte de la poción.

-Sí, sí. ¿Me has hecho algo, entonces?

-Poción para dormir.

-Te dije…

Draco se preguntó qué le había dicho Harry a Severus, pero fuese lo que fuese, Severus le cortó negando con la cabeza.

-Es una solución temporal, Harry. Sólo la tomarás unas pocas noches. Luego volveremos a dormir en tu piso hasta que Draco y yo busquemos encontremos la forma de acortar la transición de tu casa a la nuestra.

Harry se revolvió, obviamente disconforme.

-Si dice que funcionará de un cierto modo, lo hará- dijo Draco.

-Eso ya lo sé –dijo Harry sin mirarles. Draco pensó en la forma en que Harry no se daba cuenta de que no había comido hasta que le ponías la comida delante, en cuyo caso engullía como si su cuerpo no tuviese límites en cuanto a la cantidad que aceptaba. Se preguntó Harry estaba tan acostumbrado a que las cosas salieran mal, que empezaba a preocuparle si se tomaban pasos para mejorarlas. Daphne podía ser así a veces.

Draco desechó el pensamiento. Harry había sobrevivido hasta ahora como era. O Severus y él podían ayudarle, o no podían, pero no era probable que revolver en las heridas pasadas de Harry fuera de ayuda.

-¿Quieres algo de beber antes?- preguntó a Severus.

Severus abrió el sello de la botella donde había guardado la poción final. Miró la superficie del líquido y después a Draco.

-Os veré cuando despierte -fue lo último que dijo antes de abandonar la habitación, botella en mano, hacia su dormitorio.

-¿Es que no vas a seguirlo? -preguntó Harry.

-¿Es que no vas a tocarme de una puta vez? -contestó Draco.

Harry recorrió el espacio entre ellos y lo envolvió con tanta rapidez, que Draco se quedó pensando si lo había dicho en alto, o si la idea había estado en su cabeza y Harry sencillamente lo sabía.

A las primeras señales de consciencia de Severus, Draco ya estaba encima de él, pegados sus labios a los del moreno, como una especie de cuento de hadas extrañamente agradable. Harry los miró, esperando el sentimiento de exclusión en cualquier momento, pero lo que en verdad sentía era otra cosa muy distinta, igual de fuerte, pero nada dolorosa. Ahogó un gemido.

-Apenas he recobrado la consciencia, señor Potter. Así que intente mantener su libido bajo control.

-Es culpa tuya -dijo Harry, perfectamente conforme con la dosis de petulancia en la respuesta.

Draco se rió. Harry pensó que era la primera vez que le oía reír sin temor o miedo que interfirieran de alguna manera con el sonido. Harry se arrodilló a un lado de la cama con los labios hacia arriba. Draco le concedió un beso antes de volver a centrar su atención en Severus.

-¿Cómo te sientes?

-Como si llevara mucho tiempo sin moverme.

No lo había hecho. Ya había sido malo para Harry, quien salía a trabajar por la mañana y volvía por la noche. Sólo podía imaginar lo que habría estado provocando la situación en la cabeza de Draco. Ambos habían movido a Severus a los lados, para prevenir efectos, pero aún así, su absoluta inmovilidad había sido desconcertante.

Draco lo había llevado bastante bien, aferrándose por completo a la idea de que Severus sabía perfectamente lo que hacía. Eso y las mamadas que Harry iba repartiendo, como puntos para Slytherin en una clase de pociones.

Severus apartó a Draco de encima y se sentó en la cama. Cerró los ojos un momento, pero cuando los abrió eran duros, firmes, familiares.

-¿Cómo sabes si ha funcionado? -preguntó Harry.

-Ha funcionado –dijo Severus.

Eso no era bastante para Harry.

-¿Cómo lo sabes?

Severus le lanzó una mirada molesta. Harry no apartó la suya y después de un momento, Severus fue el que se echó atrás.

-¿Serían las pruebas visibles aceptables para ti?

-Cualquier cosa que contenga una explicación palpable sería aceptable -dijo Harry. Sonrió un poco. Severus le resultaba sorprendentemente excitante cuando se enfadaba.

Enfatizó este aspecto en grandes cantidades un segundo después, cuando cogió la varita de la mesita de noche y se desnudó completamente. Se puso de lado en la cama, dándole la espalda, sus músculos tirantes.

-¿Ves algo diferente?

Harry lo veía. La cicatriz de un conjuro solía delinear la espalda de Severus, sobre el riñón derecho. Era una cicatriz dejada allí por un hechizo ígneo, no una imperdonable, pero muy fea de todos modos. La cicatriz había desaparecido. Harry abrió mucho los ojos.

-¿Todas han…?

Draco acarició con una mano el hombro de Severus, donde una cicatriz, hecha de forma física, aún estaba ahí. Harry no había preguntado cómo la había conseguido, pero si había algo de lo que Harry sabía era de distintos tipos de cicatrices.

-No –dijo Draco mientras la besaba.

Algo respecto a eso resultaba reconfortante para Harry. Por un momento había tenido la extraña sensación de que tendría que reaprender a Severus por completo. Era estúpido, por supuesto. Harry no pensaba en él como en su cicatriz, y probablemente tenía más razones que nadie. Draco pareció aliviado también, lo que hizo que Harry se sintiese un poco menos culpable.

Severus se removió un poco.

Draco ya estaba examinando el resto del cuerpo de Severus, primero con sus manos, luego con sus ojos. Harry le imitó. Severus suspiró con aprecio, relajándose y acostándose de nuevo contra las almohadas. Cerró los ojos.

-Acabo de despertar del equivalente en cuanto a pociones inducidas de un coma.

-Ya -asintió Draco ausentemente, sus dedos acariciando la piel de los muslos de Severus.

-Mh hm –estuvo de acuerdo Harry, sus propias manos ocupadas en acariciar el brazo de Severus y el hueco detrás de su coso.

-Chicos –dijo Severus con todo el tono derogatorio que pudo antes de sonreír.

Harry se estiró y besó las manos de Draco; sus labios se movieron a los nudillos y, en los huecos entre los dedos, la ingle.


Les llevó once semanas y cuatro días encontrar un hechizo que funcionase para hacer que Harry durmiese sin efectos secundarios como dormir treinta y seis horas seguidas, tener vívidos sueños de los que no podía despertarse o andar sonámbulo (para chocar contra las paredes, la mayoría de las veces). Comparado con los ochos meses que habían tardado en hacer la cura contra el Legado Oscuro, Harry sintió que había sido fácil.

El proceso era lento y Harry descubrió que Severus y Draco eran más pacientes que él con esa clase de cosas. Se reían mucho de él. Algunas veces se permitía a sí mismo enfurruñarse por su actitud, pero si permanecía lejos durante más de un par de días ya se había acostumbrado a que alguno de los dos apareciera con alguna oferta de tregua.

Draco fue el primero, apareciendo en el apartamento de Harry, con una planta que Harry jamás había visto. Quedaba bien con el resto de las plantas del balcón.

-¿No es un poco contraproducente para sacarme de este piso y conseguir que me mude con vosotros?

Draco estuvo de acuerdo, pero la siguiente vez que Neville llegó a la casa, se entusiasmó tanto con la nueva adquisición, que Harry supuso que la planta encontraría un hogar satisfactorio después de todo.

Severus llegó después, a la escuela, con chocolate; un chocolate muy bueno. Harry no se habría ablandado si no fuera porque compartió el chocolate con Hermione y estuvieron una hora charlando sobre los nuevos conocimientos en pociones. Para un observador cualquiera, parecía que no se estuviesen divirtiendo, pero Harry tenía otra visión de las cosas.

Draco hizo el tercer movimiento, retando a Ron a un partido de ajedrez. Ron ganó. Draco le dio su entrada al próximo partido de quidditch, que Ron le dio en cuanto pudo a uno de los amigos de Vi. Harry se quedó en casa para el partido.

-Estás arruinando mis mejores esfuerzos por ser…amable.

Harry lamió perezosamente los labios de Draco, tratando de deshacerse del disgusto que los había inundado con la última palabra.

-Ron me perdonará.

Ofendido, Draco le empujó.

-¿Estás diciendo que yo no lo haría?

-Es mejor cuando no tienes que hacerlo.

Draco no encontró respuestas a eso.

Severus hizo el cuarto movimiento apareciendo en uno de los partidos de Harry, quien fue a sentarse con él después del juego. Estaba cubierto de sudor y suciedad, así que se mantuvo a distancia, con cuidado de no tocar a Severus.

-Habría vuelto, ¿sabes?

Severus observó el campo.

-Tras un poco de tiempo, supongo

-Entonces, ¿por qué…? ¿Por qué esos grandes gestos?

Severus sonrió divertido en dirección a Harry.

-No tienes grandes expectativas, ¿verdad, Potter?

Harry se encogió de hombros. No creía que hubiera nada malo en su nivel de expectativas.

-¿Te acuerdas de qué hiciste una semana después de que la cura hiciera efecto? –preguntó Severus

Harry sonrió.

-Tener mucho sexo.

Severus puso los ojos en blanco.

-¿Cuántos tienes, dieciséis?-Estoy más cerca de ellos que tú.

-Aparte de eso.

Harry rebuscó en su cerebro, porque era obviamente algo importante, pero no le vino a la mente.

-No sé. Es decir, recuerdo que esa semana Mandy Shacklebolt llegó con un caso leve de fiebre de dragón y se lo contagió a media escuela. Lo demás está borroso.

-En medio de tu brote lascivo preguntaste si podíamos celebrarlo con una cena. Dijiste que podríamos invitar a Daphne y su prometido.

-Bueno, a Daphne -dijo Harry-. Por entonces no sabía que estaba prometida.

-¿Por qué lo hiciste?

Harry dudó.

-No entiendo la pregunta. Draco la trajo a un partido una vez, supuse que eran amigos. No conozco a ningún otro amigo vuestro, así que era lo único que podía sugerir.

-Quiero decir, ¿por qué te preocupas de si tenemos amigos fuera de la casa?

Ésa era una pregunta más fácil. La respuesta más difícil de decir en voz alta.

-Porque me importa -esperó que su voz no sonara temblorosa.

-No nos gusta cuando algo así no se tiene en cuenta -Severus no sonreía.

-Los dos podéis ser gilipollas a veces -dijo Harry con el mismo tono.

-Demasiado tiempo solos.

-No es una buena excusa.

Severus asintió.

-Lo sabemos.

Harry volvió con él después de eso y se aprovechó de su agua caliente. Draco hizo cena para los tres. Pasaron otros ocho días hasta que encontraron el hechizo correcto. Las noches las pasaban alternativamente en su casa y en la de Harry, para que éste durmiese algo.

La mañana tras la primera noche en que el hechizo funcionó, Harry se despertó completamente descansado y en brazos de Draco. De Severus solía poder deshacerse con facilidad, el rubio le costaba bastante trabajo, y no lo lograba sin despertarlo. Draco lo miró con cara de sueño.

-Ha funcionado.

Harry besó su frente.

-Sí, te veré después del trabajo.

Hermione fue a verle ese día.

-Sé que ahora estás muy ocupado, pero de verdad me gustaría que pudiésemos cenar juntos esta noche. Tengo que contarte algunas cosas.

Tenía esa línea de los ojos que se le ponía cuando las cosas le estaban resultando duras últimamente y a Harry ni se le pasó por la mente rechazarla. Se apareció con polvos flu en la casa para decirles que volvería tarde. Draco se enfurruñó un poco, pero Harry no se dejó amilanar. Draco y Severus eran una cosa, pero Hermione era Hermione.

Sólo que cuando él y Hermione llegaron al restaurante, Draco y Severus, Ron y Vi, Daphne y Neville estaban todos sentados en la mesa, manteniendo lo que parecía ser una conversación agradable, aunque algo tensa. Harry se volvió a Hermione.

-¿Qué…?

Ella simplemente le condujo a la mesa y le sentó en frente de Severus y Draco, entre ella y Ron. Ella se sentó al lado de Neville.

-Sorpresa -murmuró Draco a su oído.

-¿Qué estamos celebrando? –dijo Harry.

-La vida -dijo Draco.

-El sueño –dijo Severus.

-Los amigos –añadió Daphne.

-El amor -dijo Neville dulcemente.

Ron les miró a todos haciendo una mueca.

-Vamos a pedir, ¿vale?

Harry cogió su menú, dejándolo lo suficientemente bajo para articular un “gracias” por encima.

Severus y Draco pretendieron ignorarlo. No pasaba nada. Siempre quedaba la noche.

 

 

 

 

Fin

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