¿Más Harry/Draco? Vuelve

 

 

Lo aprendido en vuelo

Por Sansa

Ubicación original

Traducido por Iserith - Beta: Heiko

 

 


“Un amigo es como un águila. No los encuentras volando en grupo.”
-Desconocido

“Fui al parque y vi a un niño volando un columpio. El niño estaba realmente emocionado. No sé por qué. Eso es lo que se supone que hacen los columpios. Ahora, si tuviese una silla al final de la cuerda, entonces sí habría estado impresionado.”
-Mitch Hedberg

 

 

 

 

Vivía en la cima del árbol, donde las ramas eran rígidas y firmes, pero los extremos se movían con el viento. Así que su casa oscilaba, hipnóticamente, como una madre mece la cuna de su hijo.

Su propia madre nunca lo había confortado de esa manera. Cuidar de un niño era aburrido, tedioso y exhaustivo, y, por tanto, el antítesis de todo lo Malfoy. “Yo puedo amarte, cariño,” había dicho ella, “y desearte lo mejor, e incluso dar mi vida por ti. El hecho de que me niegue a hacer desaparecer el desastre de tus pañales o te permita escupir leche sobre mis ropas, no significa que fuese una madre no amorosa. Ten algo de empatía, Draco.”

La empatía podía ser un animal elusivo, pero la soledad era lo suficientemente fácil de obtener. Pocos sabían dónde encontrarlo, e incluso menos lo visitaban. Le habían dicho que su hogar al aire libre era desconcertante, con su falta de paredes y su sutil vaivén. Treinta metros sobre la tierra, por sobre sus problemas, era como volar todo el tiempo, y no podía tener suficiente de aquello.

Además, la mano de la culpa no descansaba tan pesadamente sobre él.

Así que cuando encontró a Potter en el suelo, en la base de un Sauce Boxeador gigante, el ala doblada de forma no natural, y sangrando por media docena de profundos cortes, le dejó allí, contento de permitir que el bosque lo tuviese. Potter sería presa fácil para las bestias nocturnas, lastimado, recostado en una cama de hojas descompuestas, apenas respirando. Un halcón peregrino era poco más que un aperitivo para la mayoría de los depredadores, y, a pesar de que había reconocido a Potter inmediatamente, por la delatora firma mágica de Animagus, y la sombra en forma de rayo grabada en su plumaje sobre el ojo, nadie más reconocería al mago más grande de su tiempo – excepto tal vez por gusto, y para entonces el daño ya estaría hecho.

Poético, incluso si no era enteramente justificado.

Se transformó en su propia forma y voló.

Aterrizó en una de las terrazas más altas de su hogar, luego descendió los escalones que había construido dentro del tronco del gran árbol, girando y girando, bajaba tres niveles hacia la cocina. Una brisa fría, húmeda con la promesa de lluvia sopló a través de la habitación, erizándole el vello. Tembló y siguió pensando sobre Potter.

La cena fue pequeña y simple, y aunque eso usualmente le satisfacía, esta tarde un vacío le consumía y se ceñía a su estómago después de que hubiese comido. La oscuridad total llegó al bosque, y el viento aumentó, soplando agujas de lluvia a través de su salón de estar. Un simple encantamiento habría detenido el viento y la lluvia en la terraza, previniendo su incomodidad, pero esta noche lo dejó pasar. Leyó para distraerse, pero pronto estaba tiritando. Su cabello comenzó a gotear por la llovizna. La punta de su nariz comenzó a entumecerse. Cuando sus velas se empaparon por una ráfaga particularmente fuerte, a pesar de los encantamientos para mantenerlas encendidas, dejó de lado el libro, maldiciendo, y salió dando grandes zancadas hacia la terraza principal.

Al aire libre, la ferocidad del viento era diez veces peor, y repentinamente, la necesidad de Draco de regresar a Potter le abrumó. Se transfiguró y voló. Despegar desde los niveles bajos de su hogar podía ser peligroso, pero Draco navegó las numerosas ramas de la canopea con facilidad, enfocado solamente en Potter. Sólo en Potter.

El bastardo estaba exactamente donde Draco lo había dejado, sólo que en algún punto, recobró la consciencia, al menos lo suficiente como para transformarse. Aún así, no se había movido. Su brazo permanecía en un extraño ángulo a su torso, y la sangre salía a borbotones de numerosos desgarros en su capa. Draco hizo una mueca cuando un destello de luz iluminó el blanco brillante de hueso sobresaliendo a través del material en el codo de Potter. La lluvia había limpiado unas cuantas heridas, pero había provocado que otras volvieran a sangrar. Maldiciendo por lo bajo, Draco tomó a Potter entre sus brazos y Apareció.

Apenas aparecieron en su habitación, el arrepentimiento le envolvió. Él nunca Aparecía desde o hacia su casa. Hacerlo dejaba el lugar abierto al rastreo mágico, pero ya la diferencia no era mucha. Más daño hecho en una situación ya inestable. Atendió a Potter lo mejor que pudo, desapareció sus inmundas ropas y le curó con pociones –luego se movió por la casa del árbol, hechizándolo para que estuviese cálido y seco, descargando sus frustraciones y miedos sobre almohadas empapadas y papeles desparramados. Pronto habría poco que hacer más que esperar.

Cuando Potter recobró la consciencia, las primeras palabras arrastradas que salieron de su boca hicieron gemir a Draco. “Estás confundido por el golpe,” le dijo Draco.

“No,” dijo Potter. “Es verdad. Te he estado buscando. Aunque —hizo una mueca ante la venda y la tablilla en su brazo— “esto no es exactamente como me imaginé nuestra reunión. ¿Y tú?” Potter tuvo la audacia de sonreír.

“No lo imaginé para nada.”

“¿Nunca?” Potter trató de sostenerse en su codo bueno. “Quise decir lo que dije. Te he estado buscando.”

Draco golpeaba repetidamente su varita en su rodilla. No hizo movimiento alguno para ayudar a Potter.

“¿Por qué?”

“Tu madre me envió.”

Draco se congeló, su varita a medio golpe, Potter tragó y se puso más pálido. “Siento mucho tu pérdida.”

“Ya veo,” dijo Draco.

Potter se le quedó mirando fijamente. La lluvia chocaba contra su encantamiento escudo, y las velas destellaron en simpatía. Quieto, Potter le miraba fijamente. “Ya veo,” dijo nuevamente Draco, luego salió de la habitación.

 


*~*~*

 


Se paseó por la casa, moviéndose alrededor del perímetro de la estructura, hombros rozando el encantamiento escudo de vez en cuando. Cuando lo hacía, la lluvia se transfería a través de sus túnicas, luego goteaba al pulido piso de color guinda. Draco lo ignoró. Se agachó bajo las ramas que crecían naturalmente a través de la estructura, luego trepó la escalera en espiral hacia el próximo piso, y repitió las acciones. No se preocupó en iluminar su varita; el aire era fosforescente, sumiendo todo en un brillo verde lima. A su alrededor, el árbol respiraba y se mecía.

“¡Malfoy!” escuchó tiempo después, deslizándose a través de las ramas. “¡Malfoy!”

Con un suspiro, regresó donde Potter. “¿Qué?”

Potter se relajó contra el respaldo apenas Draco apareció. “Sólo quería asegurarme de que aún estuvieras aquí.”

“¿Asustado, Potter? ¿Necesitas una luz de noche?”

Potter sonrió. “No. El resplandor de afuera es suficiente, y también hermoso. Como de otro mundo.”

Draco gruñó.

“Pero estaba pensando si no tenías algo más a mano… para el dolor,” continuó Potter. “Aún es malo.”

“Y así permanecerá, me imagino.” Entró a la alcoba y se acercó a Potter. “Tienes un poco de trauma, y ya que el daño ocurrió mientras estabas en tu forma animaga, el período de sanación tomará dos veces más tiempo y será doblemente doloroso, además.”

Potter parecía estar reprimiendo una sonrisa. “¿Tienes que parecer tan alegre cuando dices eso?”

“¿El idiota que te supervisó durante tu entrenamiento no te advirtió sobre los Sauces Boxeadores? Error de novato, Potter, y casi te cuesta la vida.”

Potter se hundió en la cama suspirando. Pálido y temblando por el dolor, y sin embargo se las arreglaba para lucir tentador, como un ángel caído. La sábana se deslizó y arremolinó alrededor de sus caderas, pero Draco mantuvo su vista resueltamente en el rostro de Potter.

“Pensé que podría esquivarlo,” dijo Potter.

Draco pestañeó, seguro de que había perdido el hilo de la conversación mientras estaba ignorando la desnudez de Potter. “¿Esquivarlo, dijiste?”

“Eso dije.”

“Estás loco.” Frunció el ceño ante el amilanante humor en la voz de Potter.

“Mi forma animaga es un halcón peregrino—“

“Sí, lo vi de primera mano.”

“—la criatura más rápida en el aire.”

La risa de Draco fue desagradable. “Debí haberlo sabido. Ustedes, arrogantes, no conocen límites.”

“Malfoy… Draco,” Potter tragó saliva y se secó el sudor que se acumulaba en su frente. “¿Tienes una poción para el dolor?”

Draco se volvió y se fue sin una palabra, aunque el espacio era lo suficientemente abierto como para que Potter viese que estaba cerca, buscando en un gabinete. “Sólo un momento,” dijo Draco, más por cumplir que porque quisiera que Potter lo escuchara.

Pero Potter sí le escuchó. “Gracias,” respondió, la voz deslizándose desde más allá de la gran rama que separaba la habitación del área principal. Tenía un grosor aproximadamente del cuerpo de Draco, lleno con pequeñas ramas y hojas.“De nada,” dijo Draco, pero esta vez susurró.

El dolor había regresado con su máxima fuerza, Draco lo vio cuando dio la vuelta a la rama. Los intentos de Potter de soportarlo en silencio se encontraron con los dedos de Draco enroscándose sobre el vial. “Bébelo, tonto.” Inclinó la poción.

Potter elevó su brazo sano. “Gracias.” Maldijo cuando sus dedos se movieron torpemente sobre los de Draco. La poción salpicó sus manos unidas.

Draco consideró el dejarla escurrir, sólo para ver la sorpresa y la angustia en el rostro de Potter.

Te he estado buscando. Tu madre me envió.

Se sentó sobre la cama, sus rodillas repentinamente debilitadas. Sin una palabra, liberó el vial del agarre de Potter y lo posó contra sus labios. Cuando el codo bueno de Potter amenazó con colapsar, Draco deslizó un brazo por su espalda, dándole soporte.

“¿Por qué tú?” preguntó Draco.

Potter se pasó el dorso de la mano por la boca. “Porque ella sabía que no me daría por vencido en tratar de encontrarte, y tenía algunas cosas que quería que supieras.”

“Quieres decir que no podías darte por vencido, ¿estoy en lo correcto?”

Los ojos de Potter le taladraban. “Sí. Lo estás. Tenía una deuda con ella. Esto –encontrarte– era lo menos que podía hacer para cumplirla.

“¿Con qué fin?” Draco dejó el vial vacío a un lado antes de que lo quebrara en su puño. “Debo entender por tus condolencias que ella está muerta. Se fue.”

“Sí. Está muerta.”

Él lo sabía, y aún así el escucharle decirlo le destruía inequívocamente. Se levantó y se alejó. Más compasión fuera de lugar desprendida de los ojos de Potter, y era insoportable. Insoportable. “Tengo que irme,” dijo Draco, atascándose al mentir.

Potter asintió. “Lo sé. Estaré aquí cuando regreses.”

Su visión se nubló mientras subía las escaleras, y se golpeó la cadera contra un mesa por ello, pero entonces estaba afuera, pasando las protecciones y hacia la lluvia y el viento, y estaba volando. Volando lejos de Potter.

 


*~*~*

 


“Eres muy hermoso.”

Draco se giró para encontrar a Potter, enroscado tipo toga en la sábana, parado allí y sonriendo. “Yo-- ¿qué?”

“Me refiero a tu forma animaga. Tu águila es hermosa.”

Draco depositó la taza de té sobre la mesa con más fuerza de la que pretendía, derramando el azucarero en el proceso. “¿Qué haces fuera de la cama?”

“Me siento mucho mejor.”

“Eso es temporal.”

Potter asintió, “Lo sé. Es por eso que quería hablarte ahora. Antes de que el dolor regrese.”

Draco tomó un largo sorbo de la taza, dejando que el té le quemase la lengua. “No deberías estar levantado.”

“Eso lo sé, también.” La mirada de Potter se deslizó hasta la taza en las manos de Draco. “¿Crees que podría tener un poco de eso? ¿Si hay suficiente?”

Comida y bebida. Mortificado, Draco asintió, y echó a Potter del cuarto. El idiota había estado en su casa durante casi doce horas, y Draco no le había ofrecido siquiera un vaso de agua. Su madre probablemente se estaba retorciendo en su tumba.

La imagen le golpeó, quitándole el aliento. Permaneció encorvado sobre la mesa por varios minutos, los puños enroscados en el borde, antes de que pudiese reunir lo necesario para una comida.

Dio la vuelta a la rama para encontrar a Potter de regreso en la cama, como había ordenado, la sábana enredada alrededor de su cintura y sus piernas. Cuando Draco se atrapó buscando el contorno de la polla de Potter bajo el tejido, casi deja caer la bandeja. Claramente el autoimpuesto exilio tenía su desventaja, si estaba esperando vislumbrar un poco de Potter.

Dejó la bandeja sobre la mesa junto a la cama, sirviéndole luego té al héroe. “Muy bien. Aquí estoy. Habla.” Se volvió a sentar y se concentró en los árboles más allá de la cabeza de Potter.

Potter dio un sobro y siguió su mirada. “Este es un lugar impresionante. Nunca he visto nada como esto.”

“Quise decir que hablaras sobre mi madre.”

“Oh, lo siento.”

Draco lo dudaba. El idiota estaba mintiéndole descaradamente. Draco apretó la mandíbula y esperó.

“Ella me dio algunos recuerdos. Cosas que quería que vieras.”

Había estado esperando esto. Desde el momento en que Potter había abierto la boca hablando de ella. “¿Dónde están?” No había notado nada en la persona de Potter que no fuese su varita.

Potter no habló, sólo dio unos golpes en su cabeza.

La mandíbula de Draco dolía. Su cabeza comenzó a latir. “Así que las has visto.” Su humillación estaba completa. Potter tenía conocimiento de su mayor fracaso, y peor, parecía bastante satisfecho consigo mismo por el conocimiento.

Y aún, no hubo una pizca de burla en las siguientes palabras de Potter. “No tuvimos oportunidad de –ella se fue rápido“. Su voz se apagó cuando Draco se atragantó con el té. Dejó torpemente su taza sobre la bandeja y tomó la mano de Draco. “Fue indoloro, te prometo eso. ¿Quieres saber—?”

“No.” No, ciertamente no quería.

El pulgar de Potter acariciaba el dorso de su mano, y Draco lo permitió. Se regocijaba en ello. Y mientras se recomponía, y Potter esperaba y le consolaba con su toque adictivo, la tormenta murió tan repentinamente como había comenzado. Draco sacó la varita del bolsillo, quitó los Encantamientos Escudo, y el aire fresco llenó la habitación. Ya no silenciados por la lluvia, aves e insectos de la canopea del bosque iniciaron sus canciones.

Draco cerró los ojos, consolado.

“¿Tienes un pensadero?” preguntó Potter.

“No.”

“Entonces lo haremos a la antigua. Ven aquí.” Potter se hizo a un lado en la cama. Observador, a Draco no le pasó desapercibido el respingo de dolor o el rubor provocado por el esfuerzo que se esparció por sus mejillas. Potter palmeó el colchón, pero Draco no se movió de su silla.

“Está bien, Draco. Está bien. No tengas miedo.”

El conocimiento es poder, Draco. El miedo no es tolerado.

Se recostó en su silla, lejos de Potter. Lejos de los recuerdos.

Potter trató de acercarse, quizás para tomar la mano de Draco nuevamente, pero se encogió y gimió. Aturdido por el alivio, agradecido por el retraso, Draco se levantó y recogió el té y los sándwiches. “Lo haremos más tarde, después de que hayas descansado,” dijo.

Esta vez dejó el agua en la mesa de noche, y se tomó su tiempo cambiando las ropas de Potter. Consideró otra dosis de Crecehuesos, pero decidió que no. “El hueso está soldándose bien,” dijo a Potter. “Dejemos que la poción trabaje durante otro día o más.”

“Duele como el demonio,” admitió Potter.

“Es culpa tuya por lastimarte en tu forma animaga. Tu primera transformación después de que te hayas sanado será muy dolorosa.”

La mención de más dolor hizo que Potter se pusiera pálido. Sintiéndose caritativo, aunque sin entender por qué, Draco aumentó la dosis de la poción, y Potter se deslizó en un sueño con un suspiro aliviado.

Draco lo observó dormir, tomando nota de cómo los músculos del estómago de Potter se relajaban, luego se ondeaban al acomodarse en la cama. “Quiero tocarte,” dijo Draco bajo su aliento. “¿Cuán jodidamente inapropiado es eso?”

Potter murmuró algo en su sueño.

Draco se inclinó hacia adelante. “¿Y por qué, si no te molesta mi pregunta, estás siendo tan amable conmigo?”

No hubo respuesta esta vez, y Draco dejó caer su cabeza entre las manos. Había estado contento, pero ahora eso estaba acabado, hecho pedazos en un momento de debilidad. Debió haber dejado a Potter pudrirse bajo el Sauce Boxeador.

Se levantó, preparado para irse, cuando alguien habló. “Me dejaste.”

La náusea le subió por la garganta, y se la tragó, determinado a no humillarse. Tembló y el vello de sus brazos se erizó. “¿Qué?” jadeó, a pesar de que había escuchado la acusación perfectamente.

“Me dejaste,” dijo Potter desde la cama, su voz arrastrada por el sueño.

Sólo era Potter. No su madre, sólo Potter. Draco recordó respirar.

“En el bosque. Te recuerdo parado junto a mí. Luego te fuiste.”

“Yo—“

“Pero regresaste,” terminó Potter con un suspiro.

Sí. Por una vez, había regresado.

 


*~*~*

 


Mientras Potter dormía, Draco volaba.

El bosque estaba despertando de la tormenta, y animales de todo tipo estaban donde siempre, investigando troncos caídos, y sobrevolando riachuelos. Aves picoteaban la tierra saturada de gusanos y otras delicias. Draco graznó en saludo mientras pasaba sobrevolando, y ellas le respondieron. Cuando ya estaba exhausto, regresó a su hogar y rodeó la casa, aterrizando ocasionalmente en los árboles de los alrededores para revisar si había daños.

No había ninguno. Sus protecciones habían resistido. Engordadas por la lluvia, las hojas goteaban agua sobre su tejado con un consolador golpeteo suave y continuo. El cielo brillaba con la primera luz del ocaso, el sol deslizándose a través de la canopea en un patrón irregular de mezclas.

Había perdido la noción del tiempo. Mientras había estado atendiendo a Potter, un nuevo día había llegado, fresco con la promesa de angustia.

Aterrizó y caminó por la casa como si fuese la última vez, y se dio cuenta que muy probablemente podía ser así. Su estómago se retorció ante el pensamiento, y se detuvo y apoyó la frente contra la áspera corteza de una rama. Éste era su hogar, el primero y el último que quería. Pero ahora Potter estaba allí, y todo eso estaba por cambiar.

 


*~*~*


Examinó a Potter, le dio más pociones. “El hueso está casi soldado. Deberían ser sólo unas cuantas horas más de dolor.”

Esperaba que Potter estuviese más aliviado, pero en vez de eso, parecía distraído.

“Gracias por ayudarme,” dijo Potter, con verdadera calidez en su voz. Luego, mientras Draco estaba aún pensando su respuesta en la cabeza, le hizo una seña. “¿Estás listo?”

Sin su habilidad para hablar, Draco se quedó mirando los viales de pociones vacías en sus manos.

“Está bien. ¿Recuerdas lo que dije?”

“¿Por qué estás haciendo esto?” espetó Draco.

“Ya te lo dije.”

“No. Quiero decir, ¿por qué estás siendo tan amable?” Odiaba a Potter por ello, por pretender amabilidad, por suavizar a propósito el golpe. Pero bueno, él siempre había sabido cómo presionar los botones de Draco.

“Tengo mis razones.”

“Ella me odiaba.” Era importante hacer saber a Potter que no iba a cogerle desprevenido.

Potter tuvo el descaro de parecer confundido. “¿Es eso lo que crees?” Negó con la cabeza y suspiró. “Ven aquí. Recuéstate.”

Incapaz de eludirlo por más tiempo, Draco lo hizo. Se recostó junto a Potter, y a pesar de que le ordenaba a su cuerpo que se relajara, éste se tensaba, bañado en odio y rivalidad recordados.

“Está bien,” susurró Potter, feliz de susurrar trivialidades todo el día, parecía. “Cierra los ojos y relájate.”

Con Potter y su varita unas cuantas pulgadas más allá. Nadie, dios o héroe, había pedido jamás tanto. “Eso intento.”

Intentar es lo que la gente débil hace, Draco. Tener éxito es lo que los Malfoy hacen.

“O no” dijo con un corto ladrido de risa.

El entrecejo de Potter se frunció. “¿Todo bien?”

“Sí.”

Y comenzó. Potter le arrastró, le mostró los recuerdos de su madre. Su legado, pensó Draco. Éste es su legado para mí. Fogonazos de pensamientos, borrosos por la edad, le seducían desde todas partes. Escogió una, y saltó.


*~*~*


Tenía cinco años, y su madre le estaba empujando en un columpio. Era una cosa vieja y golpeada, nada más que una tabla y dos cuerdas atadas a la rama de un árbol, pero él lo adoraba. La risa de Narcisa resonó y le empujó más alto. “¡Vuela, Draco!” decía. “¡Vuela hasta el sol y regresa, mi precioso niño!”

“¡Lo haré, mami!” Pero cuando lo intentó, el suelo se precipitó a encontrarlo, y pronto, lágrimas se mezclaban con la suciedad en su rostro. “Lo siento,” dijo. “Lo intenté.”

Su madre lo recogió en sus brazos. “Intentar, mi amor, es todo lo que te puedo pedir. Y tú debes recordar siempre, que todos nosotros somos, de corazón, humanos.”

“¿Y?”

“Así que cometemos errores. Volamos y caemos. Y no es el fin del mundo.”

Draco dejó que el primer recuerdo se desvaneciera. Saltó a otra, luego a otra, cada una diferente, pero igual, hasta que sólo quedaba una. Vio a su madre frente a su tocador, sentada en el borde del taburete con penachos y viendo fijamente el espejo. En el reflejo tras ella, podía ver la cama de sus padres. Estaba desordenada de un lado, prístino del otro. Narcissa se veía demacrada; su cabello estaba opaco, su complexión gris, sus labios de un matiz azul. Draco aún pensaba en ella como hermosa. Con una lánguida sonrisa, ella llevó una mano a su boca, lanzó un beso, luego habló.

“Estos son mis deseos para ti, hijo mío. Sólo puedo rogar que Harry te encuentre con ellos. Espero que estés contento, y que hayas encontrado paz. Que en algún lugar estés volando, el viento en tu cabello y la tierra lejos debajo tuyo. A veces sueño contigo, querido, y tú estás remontando el vuelo. Volar, Draco. Eso es todo lo que puedo pedir de ti.”

Ella se levantó, se giró, dirigiéndose a la cama, y cuando pasó por su lado, Draco vio que sus ojos estaban secos y sus labios estaban elevados en una pequeña sonrisa.

Cuando esta última imagen se desvaneció, encontró a Potter esperándole en la oscuridad que dejaba atrás. “Pensaba que ella me odiaba,” dijo Draco.

“¿Por qué?”

“La abandoné. Después de la guerra.” Dolía más ahora, sabiendo que ella había estado sola al final. Que él podía haber ido con ella. “No podía manejar las cosas, cómo todos nos odiaban. No podía vivir con las cosas que había hecho.” Y ahora la parte más horrible de todo. “No podía soportar mirarla.”

Potter posó una mano sobre su hombro. “Nadie puede culparte por sentir esas cosas.”

“¿Nadie?”

“Yo no te culpo. Sabes, el día en que ella me dio estos recuerdos, fue la primera vez en mi vida en que verdaderamente he sentido el amor de una madre, uno que no era imaginario. Está en mi cabeza, llenando mi corazón. No puedo agradecerle lo suficiente por eso. O a ti”. Potter se estiró para acariciarle el rostro. “Ella te amaba, Draco. ¿Te gustaría saber qué más me dijo que te dijera?”

Draco se inclinó en el toque de Potter. “Sí. Quiero saberlo todo.”


*~*~*


Draco abrió los ojos; los de Potter estaban aún cerrados. Sus labios se movieron, las palabras nada más que un mero susurro, pero Draco las oyó. “Nunca he estado decepcionada de ti,” dijo su madre en la voz de Potter. “Siento mis errores, siento que hayas sufrido. Siento que estés solo.”

“Está bien,” dijo Draco. “Estoy bien ahora.”

Y cuando Potter lo rodeó con sus brazos, Draco aceptó el consuelo. Como la respiración del bosque, Potter le consolaba. Sus manos acariciaban la espalda de Draco, los dedos rozando su espina, primero suavemente, luego más firmemente. Sus labios encontraron la mejilla de Draco, luego su garganta. Una brisa arremetió sobre ellos, y el árbol se meció.

 

 

 

Fin

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