Draco aceptó
la copa de vino élfico y le dirigió una sonrisa a la
preciosa chica que repartía las bebidas. Ella se sonrojó
y se alejó con prontitud.
Si Draco
no tuviera modales, seguro que habría resoplado sobre su bebida.
Esperaba que su intempestiva salida del armario las disuadiera, en
el mejor de los casos; pero ellas seguían allí, creyendo
que de un momento a otro cambiaría de parecer y que anunciaría
a los medios que todo había sido una tremenda confusión:
que él no era, y que nunca había sido, irremediablemente
gay.
Echó
un vistazo a la inmensidad del salón y suspiró. ¿Qué
demonios hacía ahí… otra vez? Indudablemente,
algo lo había poseído y lo había hecho olvidar
que odiaba ese tipo de reuniones. Estaba tan aburrido que casi podía
dormirse. O emborracharse. Y eso siempre terminaba mal, con un extraño
en su cama y, presuntamente, una noche de sexo caliente que no lograba
recordar.
Draco espió
a Potter por el rabillo del ojo, al otro lado del salón. El
ex-Gryffindor sonreía y se mezclaba con el resto con naturalidad.
La irritación de Draco pareció alcanzar un nuevo nivel
con el solo pensamiento de que Potter se estuviese divirtiendo, mientras
él se encontraba aburrido hasta la muerte. Afortunadamente,
Potter no se veía nada bien, parecía que su cuerpo podría
colapsar en cualquier momento, y eso lo hacía sentir algo mejor.
Honestamente,
Draco no podía comprender por qué Potter se encontraba
ahí, en vez de estar en casa, echando una siesta. Tenía
dos enormes círculos oscuros debajo de los ojos, pestañeaba
con regularidad y parecía que no había comido durante
días. Alguien debería sujetar al muy bastardo y arrastrarlo
hasta su cama.
Frunció
el ceño. Ese era un pensamiento absolutamente incorrecto, reflexionó.
Perdió
a Potter de vista y tuvo que estirar el cuello para tratar de encontrar
la mata de cabellos negros, que apenas podía reconocer en la
oscuridad.
De repente,
la búsqueda cesó, se oyó un fuerte estallido
y la gente comenzó a gritar sobrecogida por el pánico.
Y como si hubiese mutado en una sola entidad enfurecida, la multitud
comenzó a correr —hacia él, Draco se percató
con horror. Vagamente, creyó recordar que se encontraba de
pie cerca de la salida.
Su curiosidad
logró vencer a su preocupación y se movió en
la dirección opuesta, en un intento por averiguar qué
había sucedido. Sin embargo, pronto descubrió que había
cometido un error; la gente entraba en pánico y se apretujaba
a su alrededor, incapaz de llegar a la salida porque la puerta estaba
sellada.
—¡Silencio!
—Gritó alguien, y la multitud obedeció sin chistar.
La asamblea entera se detuvo en el fragor de la huida y, finalmente,
Draco fue capaz de encontrar un lugar despejado desde el cual pudo
localizar la fuente de la conmoción. Lógicamente, era
Potter.
El ex-Gryffindor
había logrado silenciar al gentío del salón por
completo, aparentemente, sin la necesidad de usar un Sonorus,
y se encontraba firmemente parado junto al cuerpo desvanecido de una
chica (la camarera bonita, pensó Draco), mirando a
la multitud en general.
—Todo
el mundo, quédese donde está. Nadie se puede ir. No
pueden moverse, ni hacer ruido. No hay de qué preocuparse,
sólo hagan lo que les digo —Potter habló en un
tono de voz más mesurado que la primera vez, sin embargo, todo
el mundo podía oírlo—. Hay un grupo de Aurores
aquí, esta noche. Nos aseguraremos de que nadie salga herido;
así que, por favor, no se asusten. —Potter se las arregló
para sonar calmado y amenazante al mismo tiempo. Giró sobre
sus talones y susurró algo a un par de personas que esperaba
detrás de él. Obviamente todos eran Aurores y habían
recibido órdenes para perderse entre la multitud, horas antes.
Potter se dirigió a la multitud otra vez:
—El
Auror Johnson —señaló a un hombre ridículamente
alto y bastante corpulento—, se quedará aquí para
garantizar su seguridad —diciendo esto, Potter se volvió
y desapareció.
—¿Por
qué no se quedó él para garantizar nuestra
seguridad? —Exclamó una voz histérica, muy cerca
de Draco. Algunas personas expresaron su aprobación y Draco
casi se contó entre ellas.
Tragó
nerviosamente. Tenía alguna idea de lo que podía estar
pasando e imaginaba que los otros invitados también. El último
caso de Potter había sido muy sonado; día sí
y día también, los diarios locales reportaban sus movimientos
en primera plana. Bien, de acuerdo, lo habían estado haciendo
durante los últimos años, pero esta vez, Draco estaba
genuinamente interesado. Un mes atrás, dos magos muy distinguidos
habían sido secuestrados, torturados cruelmente durante días,
brutalmente violados y, finalmente, asesinados. Potter había
logrado detener el tercer altercado, pero el atacante de Zacharias
Smith había escapado y estaba desaparecido desde entonces.
Habían pasado dos semanas desde el incidente y la mayoría
de la gente, incluyendo a Draco, vivía sumergida en la paranoia.
El hecho de que las dos víctimas hubieran sido rubias, asustaba
a Draco ligeramente. ¿Y Zacharias Smith? ¿Acaso no era
rubio también?
¿Y
por qué Draco había ido a esa estúpida reunión,
de todas formas? Había parecido tan seguro. Al menos, al principio.
Sabía que habría Aurores por todas partes y sabía
que Potter estaría ahí, también.
Honestamente,
a qué clase de idiota se le ocurriría hacer algo con
toda esa seguridad.
Draco comenzaba
a sentir nauseas, pero cuando la chica, que continuaba a los pies
de aquel Auror corpulento, jadeó y, para el asombro de todos,
se transformó en un enorme hombre de aspecto siniestro, Draco
sintió que estaba apunto de vomitar. Merlín, había
coqueteado con ella y la chica había resultado ser
uno de ellos. ¿No había dicho Potter que había
más de uno? Draco no podía recordarlo con claridad,
pero obviamente, el sujeto que estaba en el suelo era uno de los atacantes.
El resto posiblemente estaba aún en la reunión, porque
Harry Potter y un equipo de Aurores al completo, estaban persiguiéndolos.
Pero, ¿y si habían escapado ya? O peor aún, ¿y
si seguían ahí, en el salón? Draco oteó
los alrededores nerviosamente –una bruja muy anciana, una mujer
y una pareja de mediana edad estaban junto a él-, podía
ser cualquiera. Y si decidían atacar a alguien, Draco estaba
seguro de que él sería el siguiente. La anciana bruja
lo había estado mirando desde el mismo instante en que había
puesto un pie en el salón, y eso lo ponía bastante nervioso.
Draco sabía
que estaba exagerando, pero no podía hacer nada para evitarlo.
Se alejó de la multitud lentamente, con la esperanza de poder
salir de ahí sin que nadie se diera cuenta. Necesitaba tomar
aire urgentemente. Pero, de pronto, le fue imposible respirar. Todo
el aire escapó de sus pulmones cuando una mano cubrió
su boca y su nariz, y otra aferró su muñeca rudamente,
mientras era empujado hacia atrás.
Intentó
gritar, pero era incapaz de moverse. Ni siquiera podía alcanzar
su varita. Una especie de letargo repentino inundó su mente
y Draco se dio cuenta, horrorizado, de que alguien le había
lanzado un hechizo. El mundo se difuminaba ante sus ojos y daba vueltas
a su alrededor, cuando su cuerpo fue elevado por los aires y dirigido
hacia una habitación que antes no estaba ahí.
Draco pudo
escuchar que alguien vociferaba en la lejanía y pudo ver al
Auror corpulento precipitarse en su dirección, antes de que
la puerta se cerrara frente a sus ojos. La habitación se iluminó
y su captor conjuró una serie de potentes hechizos selladores.
Después de eso, el ruido se detuvo.
Un momento
después, Draco aterrizó con rudeza sobre su espalda,
golpeándose la cabeza contra algo duro en el proceso. Una punzada
de dolor invadió su cráneo inmediatamente y Draco gimió,
mientras intentaba enfocar a su atacante. El rostro del sujeto no
le resultaba conocido, pero en su opinión lucía completamente
amenazador.
Intentó
decirle que se jodiera, pero no fue capaz de formular una oración.
El hombre lo miró lascivamente, mientras se acercaba y se arrodillaba
junto a él. Draco podía oír que alguien golpeaba
la puerta, pero el sujeto no parecía mortificado y su miedo
se intensificó, si es que eso era posible.
Sintió
unas repentinas y abrumadoras ganas de llorar. ¿Lo asesinaría
allí mismo? ¿Con Potter y una docena de Aurores alrededor?
Eso simplemente no era justo. Tal vez ni siquiera estaban intentando
llegar hasta él; o tal vez lograrían entrar cuando Draco
estuviera muerto. O tal vez, todo aquello era sólo un plan
del Ministerio para librarse de… bueno, de los rubios.
De pronto,
le fue difícil respirar. Draco se dio cuenta que aquel bastardo
se había sentado a horcajadas sobre su pecho. Y cuando sintió
que el hombre presionaba algo estremecedoramente frío y puntiagudo
contra su cuello, su respiración se detuvo por completo. Eso
era todo. Aquel sujeto estaba a punto de atravesarle la garganta.
Oh, Merlín, que fuera rápido.
—¿No
te parece lindo? Te mataré justo bajo sus narices. Oh, pobrecito.
Apuesto
a que Potter estará molesto —murmuró aquel desagradable
sujeto, y Draco se removió nerviosamente.
Odiándose
por mostrar su debilidad, Draco susurró con voz trémula:
—No
lo creo.
Hubo un
movimiento repentino y después sólo dolor.
—Cállate
—espetó el hombre, después de abofetearlo—.
Quería divertirme contigo desde hace mucho tiempo. Imagino
que no podrá ser… O tal vez, podríamos jugar un
poco —el cuchillo se deslizó lentamente hasta su rostro,
deteniéndose un momento sobre sus labios—. Tan hermoso…
Draco reunió
todo su autocontrol y se obligó a no suplicar. Simplemente,
se negaba a morir de esa forma.
—Por
favor… —el susurro salió de su boca y Draco no
pudo contenerse.
Su atacante sonrió perversamente.
—Eso
es, canta para mí…
El cuchillo
se movió hasta su frente, haciendo presión contra su
piel; pero de pronto, el contacto desapareció y el cuchillo
levitó a través de la habitación. Una bota negra
golpeó al hombre en la mandíbula, expulsándolo
hacia atrás.
Después,
un estruendo inundó el lugar y se escuchó un grito feroz
amplificado por un coro de voces estridentes:
—¡Desmaius!
Draco apenas
se permitió un pequeño suspiro de alivio. ¿Significaba
que estaba fuera de peligro? Mantuvo los ojos cerrados, temeroso de
abrirlos incluso cuando sintió que sus fuerzas regresaban,
lo cual indicaba que la maldición se había desvanecido.
—¿Malfoy?
—dijo una suave voz, tentativamente, y Draco abrió los
ojos para encontrarse con un par de preocupados ojos verdes, que lo
miraban fijamente.
Si agarraba
a Potter por el cuello de la túnica y lo besaba, ¿le
creerían si decía que había sido a causa de una
contusión? Se enderezó un poco para probar su teoría,
pero un aguijonazo de dolor lo hizo regresar a su posición.
—Mi
cabeza… —se quejó Draco, notando algo tarde que
había sonado completamente infantil.
La mano
de Potter se posó sobre su cabello, deslizándose con
lentitud por su nuca para buscar alguna herida superficial. Cuando
alcanzó la región dolorida, Draco se estremeció
y escuchó a Potter decir gentilmente:
—Es
sólo un chichón, estarás bien —el alivio
en la voz de Potter era difícil de ignorar, seguramente estaba
preocupado por su reputación.
Draco resopló
disimuladamente, pero ni siquiera pudo llegar a enfadarse. No cuando
los dedos de Potter serpenteaban por su rostro, retirando el cabello
rubio que le cubría la frente, o cuando preguntaba con suavidad:
—¿Puedes
mantenerte en pie?
Joder,
Potter era realmente bueno en ese asunto de ser el héroe.
—Por
supuesto —respondió Draco automáticamente, fue
atraído hacia arriba y terminó con los brazos de Potter
sujetándolo firmemente por la cintura. El Auror trató
de alejarse, pero Draco no se lo permitió. —Estoy
tan mareado —lloriqueó.
Los brazos
de Potter se mantuvieron en su sitio. Y, aunque Draco lo intentó,
no pudo sentirse culpable.
Le tomó
un par de minutos darse cuenta de que había más personas
en la habitación y que todas ellas parloteaban sin parar. Decían
algo sobre la huída de uno de los atacantes y sobre la identidad
del hombre que habían atrapado, pero Draco no podía
escucharlos con claridad.
Era tonto
siquiera notarlo, justo en medio de aquel gentío, pero sabía
que si se inclinaba, sólo un poco, podría morder el
oído de Potter. No era que quisiera hacerlo, de todas formas.
Draco sólo se limitaba a remarcar el hecho de que podía
—de que estaba justo ahí. Y también estaba el
asunto de ese rebelde mechón de cabello azabache que se enredaba
detrás de su oreja y que el rubio sentía absoluta necesidad
de atusar. Si Draco decidiera acomodarlo, en ese momento, usando su
lengua, por supuesto, en realidad le estaría haciendo un favor.
Y, maldición,
¿por qué demonios olía tan bien el bastardo?
Su cabello tenía una esencia ligera a madera y su piel desprendía
un toque masculino. A Draco se le hizo agua la boca.
—De
acuerdo, prepararé a un escuadrón de Aurores y los atraparemos
—la voz de Potter interrumpió sus pensamientos.
—¿Qué?
—exclamó Draco, repentinamente—. ¡No te puedes
ir!
Potter
se giró y sus ojos verdes lo miraron con sorpresa. Merlín,
Potter tenía las pestañas más largas y espesas
que hubiese visto jamás. ¿Acaso les había puesto
un hechizo?
—Malfoy
—dijo Potter, arreglándoselas para sonar divertido y
preocupando al mismo tiempo—. ¿Te encuentras bien? —el
abrazo de Potter y la cercanía de su cuerpo se retiraron cruelmente
de su alrededor—. ¿Puedes mantenerse en pie? —Preguntó,
una vez que dejó a Draco sostenerse por sí mismo.
—Obviamente
—refunfuñó el rubio.
—Potter,
tú no puedes ir. ¡Mira cómo estás! ¡Deberías
estar en cama!
Le tomó
un par de segundos darse cuenta de quién era el que estaba
hablando. Aquellas adorables palabras las había dicho un hombre
alto de cabello gris, que miraba a Potter con el ceño fruncido.
—Señor
—se quejó el aludido—, este es mi caso.
—Lo entiendo, Potter, pero no me sirves en estas condiciones
—concluyó el otro.
—¡Aún
no he terminado mi trabajo, señor! —se quejó el
Auror, obstinadamente.
—Lo
sé. Pero ahora necesitas descansar —Potter resopló
y el hombre continuó suavemente—: te llamaremos cuando
estemos listos para el siguiente asalto —el Auror seguía
negando con la cabeza, pero el hombre añadió—:
Vete a casa, y llévalo contigo —dijo señalando
a Draco—, y… protégelo, ¿de acuerdo?
Draco tuvo
el irrefrenable deseo de besar a aquel hombre de grandes ideas. Vete
a la cama, Potter. Y lleva a Draco contigo. Honestamente, ese
hombre era un genio.
Potter
refunfuñó ceñudo y miró a Draco como si,
de alguna forma, todo fuera su culpa. El rubio recompuso su expresión
en lo que, esperaba, fuera un gesto de confusión y susto. Bien,
de acuerdo, no era tan difícil pretender que estaba asustado.
Después de todo, si alguno de esos psicópatas aún
estaba suelto, no le molestaría quedarse cerca de Potter, por
esta vez. Bueno, aún si ninguno de esos psicópatas siguiera
suelto, no le molestaría quedarse cerca de Potter, en ningún
momento. Pero ese ni siquiera era el punto.
La expresión
de Potter se suavizó y suspiró con resignación.
Después, tomó a Draco de la mano y respondió:
—Bien,
sólo… llámenme antes del interrogatorio.
—Lo
haré —prometió la nueva persona favorita de Draco
en todo el mundo, y después de un par de minutos de absoluta
confusión, Draco se encontró a sí mismo de pie,
en lo que suponía, era el apartamento de Harry Potter.
Potter
liberó la mano de Draco rápidamente, pero después
le dirigió una mirada preocupada y le preguntó:
—¿Quieres
que te cure eso?
Draco estuvo
a punto de decir “no”, pues no estaba muy dispuesto a
ponerse en las manos de alguien sin entrenamiento. Sin embargo, las
manos de Potter ya estaban sobre él desde el inicio, pues el
auror sujetaba su mentón, cálida y gentilmente. Después
de eso, Draco no fue capaz de formular ni una sola palabra.
El dolor
en su rostro desapareció y Potter deslizó los dedos
entre los mechones rubios de su cabello. Y por un instante, tan pasajero
como glorioso, Draco pensó que el auror estaba acariciándolo;
pero después, Potter encontró la región dolorida
en su nuca y la lesión fue sanada en cuestión de segundos.
—Gracias
—dijo Draco y las cejas de Potter se elevaron exageradamente.
—De
nada —respondió, sonriendo. Luego, se pasó el
dorso de la mano por los ojos y bostezó sonoramente—.
Escucha, no puedo hacer de anfitrión ahora. Hay un cuarto
de huéspedes por aquí —señaló
con una mano— y el sillón está por allá.
Puedes dormir en donde prefieras. Hay un poco de comida en la alacena.
Tomaré una ducha y me iré a la cama—. Esperó
hasta que Draco asintió y luego entró en la puerta contigua
al supuesto cuarto de huéspedes. Antes de cerrar la puerta,
se giró y sonrió—: No tienes por qué preocuparte.
Estás seguro aquí.
Y por alguna
razón, Draco le creyó.
* * * *
Después
de un rato, Draco logró encontrar algo de ropa en un viejo
armario lleno de prendas cálidas y afortunadamente limpias.
Se decidió por una camiseta verde y unos extraños pantalones
de tela suave, que lucían suficientemente cómodos para
dormir. Obviamente, ambos eran muggles, pero también le pertenecían
a Potter. Y aunque Draco se odiaba por eso, usar la ropa de Potter
lo hacía sentir un poco más seguro.
Tomó
una ducha en el baño que estaba junto al cuarto de visitas,
y después gastó al menos un cuarto de hora no
pensando en todo lo que había pasado.
Se dirigió
a la habitación de Potter después de adivinar su silueta
durmiendo bajo las mantas. El auror dormía profundamente y
sin hacer ruido. Y Draco se vio obligado a acercarse sólo para
comprobar que aún seguía con vida. Desafortunadamente,
no podía ver el rostro de Potter desde donde estaba; así
que para revisarlo apropiadamente, Draco debía trepar
sobre la cama, cubrirse con las mantas y acercarse a Potter tanto
como se atreviera. Y vaya que se atrevió a acercarse bastante,
tanto que casi podía tocar su nariz. Aún no podía
escuchar el sonido de su respiración, pero el movimiento apenas
perceptible de su pecho, fue suficiente para que Draco comprobara
que el auror estaba vivo y que no había muerto de extenuación.
Era tan
entretenido ver a Potter dormir, que Draco ni siquiera se permitía
preocuparse por su propia salud mental. Después de todo, sólo
era Potter y él, por su parte, se aseguraba de permanecer completamente
quieto; después de todo, ninguno de los dos estaba haciendo
nada embarazoso. Pero esta era una oportunidad única de verlo
de cerca, y Draco se esforzó verdaderamente por memorizar todos
los rasgos de su rostro —las pestañas larguísimas,
los labios carnosos, la fuerte línea de la mandíbula
y los pómulos bellamente marcados.
Dormido,
Potter no se parecía mucho al auror que había visto
horas antes durante la reunión, con aquella mirada decidida
y esa voz de mando que estremecían a todo el mundo. Se veía
mucho más joven mientras dormía, acurrucado debajo de
las mantas.
Draco suspiró
y cerró los ojos de mala gana. Afortunadamente, no había
imágenes de hombres dementes y homicidas en su cabeza. Y en
la oscuridad, detrás de sus párpados, sólo pudo
ver un par de preocupados ojos verdes.
Mientras se dejaba arropar por el sueño, Draco pensó
que tal vez, sólo tal vez, estaba enamorado de Potter. Tal
vez.
* * *
Draco fue
atacado por un alud de sentimientos por la mañana. Primero,
sintió miedo; de qué, no estaba seguro. Después,
confusión, cuando se dio cuenta de que no se encontraba en
su propia habitación. Luego, sintió pánico, al
recordar lo que había sucedido la noche antes; y, después,
más pánico, cuando su mente tomó plena conciencia
de que la noche anterior se había deslizado en la cama de Potter,
por razones que no podría descifrar (o, mejor dicho, que no
quería afrontar todavía). Y, finalmente, se había
sentido absolutamente aterrorizado, cuando notó que Potter
no estaba junto a él y que probablemente lo había dejado
solo.
Saltó
de la cama de esa manera tan poco elegante que no empleaba desde que
tenía seis años, y prácticamente salió
corriendo de la habitación.
Se congeló
cuando vio a Potter, sentado a la mesa de la cocina, leyendo el periódico
y bebiendo jugo de calabaza, con un olor a —mmm, crêpes—
a su alrededor.
—Buenos
días —saludó Potter amablemente, incluso regalándole
una sonrisa.
—Sí
—respondió Draco. Potter continuó leyendo el periódico,
sin molestarse por la presencia del otro—. Tomé prestado
algo de tu ropa —dijo el rubio, atragantándose con el
resto de una oración que seguramente sonaba como: Y también
he dormido en tu cama toda la noche, pero se imaginó que
Potter ya lo había averiguado por sí mismo.
—Oh,
sí, lo noté —señaló el auror, divertido—.
Y también tomaste prestada mi cama.
Draco miró a Potter fijamente y se acercó, tomando asiento
a la mesa. Potter no parecía enojado y eso resultaba bastante
desconcertante. Si Potter fuera a su casa, tomara su ropa prestada
y se metiera en su cama, Draco estaría… De acuerdo, ese
no era un buen ejemplo.
—¿No
estás molesto? —preguntó Draco. Y esta vez, no
sólo se refería al asunto de meterse en su cama sin
permiso, sino a todas las cosas que habían sucedido entre ellos
en el pasado; justo aquellas cosas que hacían que el hecho
de haber dormido en su cama fuera aún más bizarro.
No había
hablado con Potter en mucho tiempo o, mejor dicho, no había
insultado a Potter en mucho tiempo; pero, seguramente, debería
más enemistad y menos sonrisas entre ellos. Y, definitivamente,
no debería haber crêpes.
Potter
lo miró durante un largo tiempo y, por su expresión,
parecía estar pensando seriamente la respuesta. Draco se preguntó
vagamente si Potter era capaz de leer sus pensamientos.
—No
—dijo Potter, finalmente—. ¿Quieres desayunar?
—Preguntó, mirando a los papeles que yacían frente
a él.
Draco dejó
salir el aire que, no sabía que había estado reteniendo.
Y, de repente, se sintió más ligero y también
más hambriento; así que se sirvió una ración
completa de crêpes para sí mismo. Mientras comía,
notó que Potter aún lucía exhausto y se preguntó
a qué hora se habría levantado. A juzgar por los crêpes,
el olor del café y la pila de papeles que parecían estar
en la columna de los ya-leídos, Potter llevaba un buen rato
despierto.
Después
de un par de miradas furtivas, Draco concluyó que lo que el
auror estaba leyendo eran reportes oficiales.
—¿Así
que todo terminó? —Inquirió Draco, preocupado
y consciente de que no se podría quedar ahí para siempre.
Potter
lo miró y sacudió la cabeza negativamente.
—Ayer
capturamos a tres, pero el cuarto escapó —. Potter suspiró
pesadamente, lucía miserable—. Tenían un operativo
completo en marcha. Habían estado atacando a muggles durante
años… y jamás lo supimos. —El auror lucía
tan abatido que Draco no pudo evitar enojarse también. Malditos
muggles, haciendo que Potter se sintirta mal por sus estúpidas
muertes—. Tenemos algunas pistas acerca de dónde podría
estar su escondite. Sólo iremos a verificar y…
—¡No!
¡No puedes irte! —Gritó Draco de repente, sorprendiéndose
a él mismo tanto como a Potter.
El auror
respiró profundamente y apretó los dientes.
—Tengo
que hacerlo. Este es mi caso —dijo forzadamente.
—Pero
sólo queda uno suelto y hay otros aurores que podrían
ir por él y… ¿qué hay sobre mí?
—Si Potter lo dejaba solo, Draco moriría. Estaba seguro,
tan seguro como el día del ataque. Claramente, aquel sentimiento
arraigado en su pecho no era sólo producto del pánico,
sino –obviamente- habilidades de Adivinación genuinas.
Y Trelawney podía joderse.
Potter
parpadeó un par de veces y luego dijo:
—Estás
seguro aquí.
—Oh,
¿de verdad? ¿Y qué tal si el asesino se aparece
por aquí? ¿Qué tal si quiere atraparte? —Draco
intentaba coger un poco de aire. Potter lucía indeciso y el
rubio aprovechó la oportunidad—. Podría venir
aquí e intentar matarme y, mientras tanto, tú estarías
allá afuera, malgastando tu tiempo…
—¡De
acuerdo! —Concedió Potter con exasperación.
Draco parpadeó
y lo miró fijamente, aún sin creer que hubiera logrado
hacerlo cambiar de opinión.
—¿Te
quedarás? —preguntó suavemente, tratando de no
parecer sorprendido.
Potter
suspiró.
—O
tú podrías venir al Ministerio…
—¿Y
qué tal si me encuentra ahí también? —insistió
Draco—. ¡Tal vez están detrás de mí!
Y entonces… y entonces me asesinarán y tú te sentirás
culpable por el resto de tu vida…
—¡Bien!
—Potter gritó otra vez—. Bien —repitió
de forma más calmada—. Les diré que no me esperen
—dijo, poco dispuesto, y permaneció en la mesa durante
cinco minutos más, antes de desaparecer por la Red Flú
para hacer lo que había dicho.
Draco dejó
salir un suspiro aliviado. El episodio del día anterior era
demasiado horrible para pensar en él siquiera.
Potter
regresó rápidamente, aunque Draco ya había terminado
su —delicioso— desayuno. El auror lo miraba fijamente,
pero a Draco no le importaba.
—Gracias
—se sintió obligado a decir.
Potter
le echó una profunda mirada evaluativa y luego sacudió
la cabeza con incredulidad.
—Has…
cambiado —comentó después de un rato.
Draco no
se sentía diferente; pero si eso era lo que Potter quería
creer, no iba a ser él quien lo detuviera.
—He
crecido —se limitó a señalar.
Potter
inclinó la cabeza.
—¿Y
eres más sabio?
—¿Estás
sugiriendo que no era inteligente en la escuela? —preguntó
Draco, indignado.
Los labios
de Potter se curvaron y luego le sonrió genuinamente. Y, maldición,
esa sonrisa produjo una corriente eléctrica que bajó
a trompicones por su espalda.
—Escogiste
el lado equivocado —declaró Potter.
Draco balbuceó.
¿Por qué Potter podía hablar sobre temas como
esos con absoluta ligereza? ¿Por qué bromeaba con cosas
como esas?
Honestamente,
eso era un poco rudo. Y, también, dolorosamente cierto.
—Habría
elegido diferente, si hubiera tenido la oportunidad —respondió
Draco con lentitud—. Por supuesto, para estar seguro de estar
en el bando ganador esta vez —añadió rápidamente.
Potter
aún estaba sonriendo.
—Por
supuesto —concedió indulgente, y Draco sintió
que sus labios se ensanchaban para corresponder aquella sonrisa.
Se levantó,
sintiéndose un poco nervioso, y llevó su plato al fregadero.
—Puedo
encargarme de los platos —dijo, sólo para ver a Potter
boquear con incredulidad.
—No
tienes que hacerlo —respondió sorprendido.
Draco se
recargó en el borde de la mesa y consideró sus opciones,
debería hacer algo, algo divertido… o tal vez, hacer
algo aburrido sería una mejor idea.
—¿Y…
te apetece una partida de ajedrez? —Preguntó Draco, a
sabiendas de que Potter era malísimo en ese juego. En realidad,
sería bueno vencerlo esta vez.
Potter
lo miró suspicaz y se levantó para acercarse.
—No,
tenía pensado hacer algo diferente —dijo y la respiración
de Draco se aceleró sólo con el tono de su voz.
Draco jamás
tuvo la oportunidad de preguntarse qué era lo que Potter quería
hacer, porque de repente, Potter comenzó a besarlo. Una de
sus manos rodeó la cintura de Draco, mientras la otra se enredaba
en su cabello. El rubio, por su parte, estaba demasiado sorprendido
para responder.
Potter
se separó rápidamente y miró a Draco fijamente
con las pupilas dilatadas.
—¿Esto
era lo que querías, no? ¿No es por lo que estás
aquí?
Draco apenas
podía pensar por la cercanía del otro cuerpo presionándose
contra el suyo, y aquella mano acariciando su cabello por tercera
vez en dos días.
—Supongo
que tú eres más sabio también —susurró
Draco, mientras su mente se ponía en periodo de espera y sus
labios capturaban los de Potter nuevamente, besándolo con ferocidad,
maravillándose ante su sabor y el sentimiento de la fuerte
mano que sujetaba la suya, tan diferente a la de su atacante el día
anterior. Las emociones que Potter le producía eran del todo
opuestas a las que había tenido entonces.
El beso
se tornó violento y desesperado, mientras Potter presionaba
su lengua contra los labios de Draco. Y tan sólo con ese contacto,
el rubio se sintió algo mareado. Después, la mano de
Potter apretujó su trasero sugerentemente; se deslizó
hacia arriba, metiéndose debajo de su camisa, y después
se dirigió hacia abajo otra vez, acariciando la piel bajo la
suave tela de los pantalones de Draco, bueno, de Potter. El auror
decidió no perder más tiempo y, de pronto, sus manos
estaban acunando el trasero del rubio y sus dedos serpenteaban por
la línea de sus nalgas, buscando su entrada y haciendo que
Draco temblara con necesidad.
¿De
verdad estaba pasando? Draco ni siquiera sabía que Potter era
gay. Las caderas de Potter ondularon hacia el frente y Draco pudo
notar que estaba completamente duro, así que se obligó
a concluir que, en efecto, Potter era absolutamente gay.
De alguna
forma, lograron llegar al dormitorio y, cuando Potter lo empujó
contra la cama, Draco había perdido la mayor parte de sus ropas,
o las de Potter, no importaba ya. El torso desnudo de Potter se presionaba
contra suyo, y ese sentimiento cálido lo hacía enloquecer.
Era mejor
de lo que hubiera imaginado jamás. No que lo hubiese imaginado
antes... mucho.
Potter
deslizó sus labios por el pecho de Draco, y se dedicó
a morder, lamer y chupar cada centímetro de piel que encontró
en su recorrido hacia las tetillas y el ombligo del rubio. Y para
cuando Potter descendió más abajo todavía, Draco
era todo gemidos y necesidad. El auror se deshizo de los pantalones
y tomó a Draco en la calidez de su boca experta y talentosa,
y el rubio sólo podía deshacerse en jadeos y suspiros
desiguales.
Después,
Potter se alejó y Draco comenzó a maldecir y a hiperventilar
hasta que el auror regresó con un tubo de lubricante en la
mano. Draco tembló con anticipación, mirando cómo
Potter abría el lubricante y repartía una generosa cantidad
sobre sus dedos. Sin tardar más de lo necesario, los dedos
de Potter regresaron a acariciar su entrada y Draco a suspirar con
ansiedad. Oh, Merlín, cuánto había deseado esto.
Pero…
algo estaba mal. Algo estaba muy, pero muy mal. Draco miró
a Potter a través de la nube de deseo y necesidad que cubría
su mente. Potter tenía el rostro serio y estaba… callado.
Increíblemente callado, como cuando dormía. Sin suspiros,
ni gemidos, y nada más que sus acciones para indicar que lo
estaba disfrutando también.
Y en realidad,
eso debería haber sido suficiente… pero no lo era.
Un dedo
se abrió paso dentro de él y Draco casi se olvidó
de sus pensamientos; pero deseaba que Potter respondiera también,
que gimiera, que suplicara. ¿Por qué demonios Potter
era tan callado? Draco sólo se podía escuchar a sí
mismo y eso empezaba a molestarlo.
Se incorporó
y tomó la mano de Potter, para detener sus acciones.
Potter
frunció el ceño.
—¿Qué
sucede? —preguntó, mirando a Draco fijamente.
—Yo…
yo quiero estar dentro de ti —jadeó el rubio, como respuesta.
Potter
detuvo sus movimientos y deshizo su agarre.
—No
—dijo con firmeza.
Lentamente,
Draco recuperó el control sobre sí mismo y, luego, haciendo
acopio de todas sus fuerzas, se sentó.
—¿Por
qué no? —preguntó e intentó que su voz
sonara razonable.
Potter
parecía enojado, tenía los dientes apretados y miraba
a Draco, desafiante:
—Simplemente
porque no me gusta. Prefiero estar arriba.
Draco frunció
los labios.
—Mmm
—se inclinó para besar a Potter, pero el auror se alejó—.
Bien —dijo Draco suavemente—. Entonces, probemos algo
diferente.
Todavía
receloso y con el ceño fruncido, Potter asintió torpemente.
Draco se
inclinó otra vez y esta vez Potter le permitió besarlo,
aunque apenas fue capaz de responder al contacto. El rubio recargó
su peso sobre él y, después de un corto tira y afloja,
lo obligó a recostarse.
Draco decidió
no perder tiempo y se sentó sobre las rodillas del otro, acariciando
a Potter firmemente y disfrutando del toque de esa cálida piel
bajo sus manos. Potter respiraba lentamente, pero su respiración
se agitó cuando Draco engulló su erección por
completo. Estimuló el miembro de Potter, usando su garganta
y su boca, intentado extraer algún sonido del reservado auror,
pero no logró obtener ninguno.
Frustrado,
descendió un poco más, determinado a producir alguna
reacción. Los muslos de Potter temblaron y, envalentonado,
Draco se movió todavía más abajo, mientras su
lengua le hacía todo tipo de cosas sucias al cuerpo del auror.
De repente, Potter se tensó por completo, gruñó
y, tomando a Draco rudamente por el cabello, lo alejó.
Draco suspiró
exasperado, mientras veía a Potter sentarse y mirarlo fijamente.
—Todo
esto es un error —concluyó el moreno.
El rubio
sólo quería abofetearse. Estaba ahí, a punto
de obtener lo que siempre había querido y lo arruinaba por
completo. ¿Qué demonios pasaba con él?
Potter
se removió para levantarse y Draco se incorporó detrás
de él, asaltado de pronto por una ola de pánico.
—¡Potter,
espera! —Los movimientos de Potter quedaron algo limitados,
una vez que Draco logró sentarse a horcajadas sobre él.
El rubio ni siquiera se detuvo a pensar en que el auror podría
hacerlo a un lado en cualquier momento—. Mira, si tuviste alguna
mala experiencia, puedo asegurarte que soy un exper…
—No
es eso —exclamó Potter.
—Entonces,
¿qué es? No me digas que jamás has estado abajo
—espetó Draco con incredulidad, Potter no respondió—.
Oh —Draco sintió que una pequeña ráfaga
de emoción lo embargaba—. ¿Asustado, Potter? —le
sonrió con arrogancia.
El Auror
lo miró, parecía verdaderamente enojado, y eso era preocupante,
pero al mismo tiempo, resultaba extremadamente sexy.
—Es
sólo que no me apetece —dijo Potter en un tono bajo y
peligroso, que sólo logró excitar a Draco aún
más.
Potter
ahora era un reto. Uno que Draco tenía intención de
ganar.
—Vamos,
Potter. Tienes que intentarlo al menos una vez, antes de tomar una
decisión —intentó Draco. Acercó sus labios
al cuello de Potter, besándolo gentilmente y después
moviéndose un poco más arriba, para mordisquear el lóbulo
de su oído—. Déjame hacerme cargo de ti, Potter
—Potter tembló. ¡Sí!, pensó Draco
triunfal—. Sólo recuéstate y déjate
ir. Déjame hacerme cargo de ti. Sabes que lo deseas. Lo sabes
—susurró Draco con voz ronca, mientras dejaba un camino
de besos y lametones en la base de su cuello—. Quieres que te
folle. Que te folle tan duro hasta que no puedas ver bien. Quieres
estar debajo de mi, indefenso, atrapado, mientras me ensarto tan profundo
en tu culo, que me sentirás dentro de ti durante una semana—.
La respiración de Potter se aceleró, y dejó salir
un pequeño quejido—. Sólo por esta noche, lo único
que quieres es dejarte ir y ser mi puta.
Potter
lo empujó tan repentinamente, que Draco terminó en el
suelo, tendido sobre su espalda. De acuerdo, tal vez lo de puta
había sido ir demasiado lejos. Draco reacomodó su postura
en el suelo, como si hubiera sido su intención recostarse ahí
desde el principio. Potter parecía dividido entre golpear a
Draco o salir huyendo; pero el rubio no se sentía arrepentido,
ahora estaba seguro de estar en lo cierto: Potter deseaba que se lo
follara.
—Reciprocidad,
Potter. Yo puedo ser tu puta después.
Sorpresivamente,
esa promesa funcionó. Potter lo miró durante un largo
tiempo, con los ojos muy abiertos, pero con claros signos de excitación
—parecía asustado, pero la lujuria se dejaba adivinar
en cada movimiento de su cuerpo. Merlín, en ese momento se
veía realmente hermoso.
—De
acuerdo —dijo Potter en un tono suave y todavía inseguro.
Draco se
mordió el labio inferior con fuerza para no decir algo estúpido,
pues no estaba dispuesto a dejarlo ir otra vez. Se levantó
del suelo y regresó a la cama con parsimonia.
—Recuéstate
—le ordenó, esforzándose porque sonara más
bien como una invitación.
Potter
dejó escapar el aliento, estaba tan rígido como si estuviera
a punto de empezar una batalla, y se recostó, abriendo las
piernas para que Draco pudiera acomodarse entre ellas. El cuerpo del
rubio se llenó de pronto de una excitante emoción que
llegaba con la ansiedad y que sabía que nunca había
sentido antes. Tomó el tubo de lubricante entre sus manos y
mientras esparcía un poco sobre sus dedos, se dio cuenta de
que estaba temblando. Potter, por su parte, estaba mordiendo su labio
inferior y, a su vez, permanecía callado y expectante.
Draco se
dobló sobre sí mismo y besó a Potter, pero esta
vez no intentó ser gentil. Esta vez, lo besó con toda
la fuerza y pasión que pudo reunir y que, en ese momento, era
bastante. Potter gimió —finalmente— y
aferró a Draco por los hombros, enlazándose en una feroz
batalla con la lengua que invadía su boca.
Sin romper
el beso, Draco deslizó las manos por el cuerpo del auror para
que sus dedos alcanzaran su entrada, probándolo por segunda
vez. Potter estaba demasiado tenso, así que Draco tuvo que
prepararlo lenta y cuidadosamente, para que las cosas progresaran
desde ahí.
El rubio
se enderezó para mirar a Potter mientras lo follaba con uno
de sus dedos, alentándolo mentalmente a que dejara salir algún
sonido.
Pero sólo
lo logró cuando alcanzó un punto dentro de él.
Potter soltó un pequeño y ronco ¡Oh!
y gimió bajito, sin despegar la vista de los ojos de Draco.
Para el rubio, esa era la cosa más sexy que había presenciado
jamás.
Draco se
tomó su tiempo y esperó hasta que Potter estuvo jadeando
audiblemente, atento a cada movimiento y reacción de su cuerpo.
Cuando
Draco se alejó, el auror lo miró como si estuviera a
punto de quejarse, pero al final pareció cambiar de opinión.
Sin embargo, su frente se frunció con preocupación cuando
Draco le hizo levantar ambas piernas para ponerlas sobre sus hombros.
El rubio
estaba seguro de que había perdido más de un par de
neuronas en el proceso, porque su cerebro había dejado de trabajar
con propiedad. De alguna forma, sabía que era su deber calmar
las dudas y el miedo en los ojos de Potter, pero ahora, todo parecía
reducirse a enterrarse dentro de él. No podía pensar
en nada más.
Potter
respiró profundamente cuando Draco se empujó en su interior,
y aunque el rubio lo había dilatado lo suficiente para la penetración,
la entrada de Potter se apretaba imposiblemente alrededor de su miembro,
haciendo que Draco chillara en voz alta, sin estar del todo convencido
si lo que sentía era dolor o placer. Draco se ensartó
por completó y la sensación de estar dentro de él
fue simplemente increíble.
Se recostó
un poco sobre los muslos flexionados de Potter, doblando sus rodillas
contra su pecho, y el movimiento fue recompensado con un gemido ahogado
pero totalmente audible.
—Oh,
Potter, naciste para esto —jadeó Draco sin pensar y lamentó
sus palabras cuando Potter le lanzó una mirada indignada. El
rubio lo besó brevemente y le susurró—: Podrás
hacer y decir todas las cosas sucias que pasen por tu mente después,
lo prometo.
Potter
tembló y luego dijo con los dientes apretados:
—Podrías
arrepentirte de esa promesa.
Draco lo
dudaba seriamente.
—Muévete
—le dijo Potter de repente, y Draco llegó a la conclusión
de que no obtendría ninguna súplica por parte del auror.
Así que salió por completo y lo embistió con
fuerza, olvidándose de ir lento y de ser gentil. Potter jadeó
y se quejó, y Draco se olvidó definitivamente de cómo
ir lento y de cómo ser amable. En vez de eso, impuso un ritmo
rápido, en el que cada estocada le ganaba un hermoso gemido
o un ocasional ¡más! de entre los labios de
Potter. Draco colocó una mano a cada lado de la cabeza del
auror, quería apoyarse sobre ellas y ayudar a Potter a sentirse
completamente lleno, pero no podía perder el soporte de sus
brazos, porque maldición, Potter era imposiblemente estrecho
y Draco sentía que todo su cuerpo tenía la necesidad
de conquistar cada centímetro de aquel apretado agujero, necesitaba
poseerlo.
Draco no
podía despegar la vista del rostro de Potter y el auror se
veía hipnotizado de la misma forma. Sus ojos verdes estaban
abiertos de par en par, pero pronto rodaron hacia atrás, cuando
Potter gimió audiblemente, exponiendo la pálida extensión
de su garganta a la boca hambrienta de Draco y contrayendo su entrada
aún más, si es que eso era posible. Y, oh, Merlín,
eso sí que fue demasiado. Draco vio estrellas, mientras todo
su cuerpo se volvía rígido y se llenaba de placer.
Colapsó
sobre el cuerpo de Potter, apenas consciente; pero cuando Potter gruñó
y lo separó de él, Draco se enderezó y rodó
sobre su espalda, mientras Potter estiraba sus piernas con un suspiro
de alivio.
Después
de un momento, Potter dijo débilmente:
—Creo
que estabas en lo correcto acerca de sentirlo durante una semana.
—Soy
sorprendente, ¿cierto? —preguntó Draco traviesamente,
intentando sonreír con superioridad, pero sus músculos
faciales –o todos los músculos de su cuerpo, en realidad-
parecían estar en huelga y no respondían a sus deseos.
Potter se rió alegremente, pero Draco notó que, al final,
no lo había negado.
—Yo…
—Potter lo miró, sus ojos tenían un brillo natural
que Draco no había visto en un largo tiempo. Y, bueno, para
qué negarlo ahora, él solía observar a Potter
continuamente—. Necesitaba eso —confesó el auror
en voz baja.
—Cuando
quieras, Potter —concedió Draco, sin reflexionar sobre
sus palabras. Y cuando se escuchó decirlas, se hubiera estremecido
de haber tenido la energía para hacerlo.
Pero Potter
le miró y le sonrió tentativamente.
—Sigues
haciéndome promesas sin pensar. ¿Pero qué pasaría
sin decido que quiero que las cumplas todas?
Ese era
el momento para una réplica estúpida e ingeniosa, pero
en vez de eso, Draco se escuchó decir:
—Descubrirías
que mantengo mis promesas.
Potter
se mordió el labio y se movió para quedar más
cerca.
—Dame…
una hora. Me gustó esa parte de puedes-hacerme-cualquier-cosa-sucia-que-se-te-ocurra.
Draco tragó
y se estremeció. Esa también era su parte favorita.
* * *
Al final, Draco esperó más de una hora, porque Potter
recibió una llamada del Ministerio, para hacer sólo
Merlín sabía qué; pero regresó a tiempo
para la cena y para contarle al rubio lo que había pasado con
el caso. Los malos habían sido capturados, incluyendo a una
pareja de muggles que también estaba implicada. Estos últimos
habían sido entregados a las autoridades muggles y el resto
pasaría una larga temporada en Azkaban. Draco recibió
más información de la que le hubiera gustado saber acerca
de la organización, pero Potter parecía estar ávido
por compartir las partes escabrosas de la historia; así que
Draco respiró profundo y escuchó, ridículamente
complacido porque era con él con quien Potter quería
compartirlo.
Después
de que Draco se alimentara adecuadamente, Potter lo arrastró
a la habitación, lo ató a la cama y lo folló
hasta derretirlo. Literalmente, porque Draco estaba seguro de que
su cerebro se había fundido en aquella corrida de campeonato.
De otra forma, no habría podido explicar la repentina necesidad
de acurrucarse junto a Potter y mantener una conversación tremendamente
idiota con él, compuesta básicamente de insultos que
no eran insultos para nada. Conversación estúpida o
no, la charla post-orgásmica resultó ser productiva,
porque llegaron a la conclusión de que teóricamente,
la vida de Draco aún estaba en peligro, por lo que era más
seguro que se quedara en el apartamento, o más específicamente,
en la cama del apartamento, indefinidamente.
—Gracias
—murmuró Draco, creyendo que Potter estaba dormido.
Los ojos
verdes se abrieron con sorpresa.
—¿Por
qué?
Draco tragó
con dificultad.
—Porque
salvaste mi vida. Otra vez.
—De
nada —dijo Potter solemnemente, mientras sus dedos se enredaban
en el cabello de Draco—. Aunque, a decir verdad, ahora mismo
soy yo el que se siente salvado.
Draco se
mordió el labio, tratando de no sonreír. Honestamente,
Potter podía ser horriblemente cursi algunas veces.
—Sí,
bueno, mis habilidades en el sexo siempre tienen ese efecto en las
personas. Sólo es cuestión de talento —aseguró
Draco, con la misma solemnidad.
Potter
se rió, feliz y relajado, y Draco no tuvo otra opción
más que creer en sus propias palabras.
—Aunque
te advierto, Potter, el talento necesita pulirse a menudo. Si no,
digamos que se oxida.
—Púlelo
todo lo que quieras —Potter sonrió y lo atrajo para besarlo.
Fin
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