Esa
otra vida
Por Furiosity
Ubicación
original
Traducido
por Llase - Beta: Heiko
5
de junio, 1980
Años
después, Narcisa diría que había sido como si él
supiera exactamente lo que le tenía deparado del destino. Draco
ni siquiera se digna a esperar que alguien palmoteé su pequeño
y rosado trasero, antes de echarse a llorar. Por su parte, Narcisa escucha
aquel llanto como música para sus oídos. Él es
su niño, el primero; y desde ese momento, sabe que lo amará
más de lo que nunca creyó posible.
5
de junio, 1981
Draco es
aún muy pequeño para entender el significado de este día,
pero ciertamente, le gusta que la atención de todo el mundo se
centre sólo en él. Horas después, se va a la cama
sin haberse cogido una sola rabieta. Es la primera vez, también.
5
de junio, 1982
Pasa su segundo
cumpleaños enfermo, contagiado de una rara variedad de viruela
de dragón. Su madre llora mucho y le cuenta historias en un lenguaje
que él no puede comprender. Su padre se inclina sobre él
y lo observa fijamente durante un momento, después se gira para
mirar al medimago que está junto a él.
—Su
cara no se va a quedar así para siempre, ¿cierto?
5
de junio, 1983
—Es
como si fuera Navidad —le confiesa a su madre—. Sólo
que mucho mejor.
Narcisa desliza
las puntas de sus dedos sobre el suave y rubio cabello de su hijo.
—¿Y por qué es mejor?
—Porque
todo es para mí.
5
de junio, 1984
Su primera
varita de juguete. Draco corretea alrededor del arriate de magnolias,
completamente excitado.
—¡Abracadabra!
—Grita, agitando la varita furiosamente contra cualquier árbol
o arbusto que esté a la vista.
—¿Qué
haces? —Le pregunta su padre conteniendo una sonrisa.
Draco le
dirige una mirada demasiado seria para un niño de apenas cuatro
años.
—Estoy
matando a los Muggles malvados —responde—, para que no puedan
llevarse a la princesa.
5 de junio, 1985
Su primera
escoba de juguete. Draco entra y sale de una nube expansiva de color
azul —finalmente ha encontrado algo que ama de verdad. Su grito
de victoria se torna de pronto en un chillido, cuando un helicóptero
pasa sobre su cabeza.
—Todo
está bien, cariño —dice Narcisa abrazándolo
con dulzura, mientras Draco esconde su rostro surcado con lagrimones
en la túnica de su madre—. Ya se ha ido. Los Muggles no
te pueden herir aquí.
5 de junio, 1986
Su primera
fiesta de cumpleaños. Al principio, Draco cree que Crabble y
Goyle son gemelos; y permanece absolutamente convencido, hasta que los
dos le dicen su apellido. Millicent Bulstrode podría ser una
gemela Crabble-Goyle también, pero ella es una chica. Pansy Parkinson,
que también lo es, no deja de parlotear acerca de su nueva casa
de muñecas, y Draco la encuentra aburrida rápidamente.
Él, a su vez, queda más impresionado por Blaise Zabini,
por aquellos ojos y esa piel tan oscura como la noche. Draco piensa
que se parece a una enorme rana de chocolate, pero algo le dice que
a Zabini no le gustaría la comparación.
5
de junio, 1987
Manchados
de soufflé de limón, Draco y Zabini se sientan
en una de las bancas de piedra de la glorieta del jardín.
—¿Pansy
te lo enseñó a ti también? —Pregunta Zabini,
absorto en el zumbido de una abeja que vuela de una flor roja a otra
azul.
Draco deja
de mirar al insecto y se gira para observar a Zabini.
—¿Cuál?
—Su
cosa —los ojos de Zabini se abren excesivamente, mientras
señala con un dedo el espacio entre sus piernas.
En realidad,
Draco no quiere ver la cosa de Pansy; Goyle le ha dicho que
las chicas tienen dientes ahí. Y en vez de eso, decide que le
gustaría más ver la de Zabini.
—Es
mi cumpleaños, así que tienes que hacerlo —demanda—.
Te mostraré la mía cuando sea tu turno.
La cosa
de Zabini resulta ser casi tan oscura como el resto de su cuerpo. Draco
la encuentra sorpresivamente fascinante.
5
de junio, 1988
Es el cumpleaños
más decepcionante en la vida de Draco Malfoy. Todo lo que su
padre le obsequia es un aburrido libro de historia.
—Ahora
que ya sabes sobre los Muggles —dice Lucius con solemnidad—,
también debes aprender algunas cosas sobre el mundo mágico.
Draco trata
de no echarse a llorar. Había deseado con tanto ahínco
una escoba de verdad. Su madre siempre le da obsequios estúpidos
en su cumpleaños, y ahora su padre ha comenzado a hacerlo también.
Una vez que Draco se encuentra seguro y lejos de miradas ajenas en su
habitación, se pone de puntitas frente a la cómoda, coloca
el libro en la repisa más alta que puede alzar y no vuelve a
abrirlo durante meses.
5
de junio, 1989
El castillo
de Durmstrang es aún más grande que su propia casa. Draco
está tan impresionado que incluso olvida sentirse emocionado
por su primer viaje vía traslador. El hombre alto y huesudo llamado
Karkaroff y su padre pasan más de una hora detrás de una
enorme puerta de madera, discutiendo sobre el futuro de Draco.
—Deben
estar mostrándose sus circuncisiones, el uno al otro —sugiere
Draco, y su madre no puede contener una carcajada. Draco sonríe
de vuelta y se pregunta cuándo recibirá sus regalos.
5
de junio, 1990
Lucius insiste
en que Draco debería conocer el mundo antes de entrar al colegio,
el año entrante, y aquellos meses se convierten en unas interminables
vacaciones. Cuando llega el cumpleaños de Draco, la familia se
encuentra en Cuba. Draco está tan enamorado de la inmensidad
azul del océano, que se pasa el día entero en la playa
retozando bajo el sol. Días después, cuando la piel de
su nariz comienza a despellejarse —como la de las serpientes—
está completamente emocionado: ahora ya no le queda duda, entrará
a Slytherin cuando vaya a Hogwarts el año entrante.
5
de junio, 1991
—¿Esa
es mi carta de Hogwarts?
Narcisa suspira.
—No,
Draco, no lo es.
—¿Y
por qué no? —demanda.
—Falta
mucho todavía.
—Ese
tipo, Kraken, de Durmstrang, dijo que me iba a llevar al colegio cuando
cumpliera nueve —refunfuña Draco, quien para entonces,
ya logra fruncir el ceño de forma petulante; será un completo
éxito con las chicas o tendrá una reputación de
gillipollas.
—Su
nombre es Karkaroff. Y Durmstrang está demasiado lejos como para
enviar allí a mi único hijo —responde Narcisa, acariciando
su cabello.
5
de junio, 1992
—Era
un hombre lobo, tenía una cabeza enorme —explica Draco,
mientras extiende los brazos como si tratara de abarcar la inmensidad.
Sostiene un pedazo de pastel con una mano y cuando se le cae al suelo,
la mascota de Pansy, una rata fea y gorda, sale de ningún lado
y se abalanza sobre los restos.
—¿Y
Potter se quedó atrás para enfrentarse a los hombres lobo?
—pregunta Daphne Greengrass cuando escucha el relato de Draco
por décima vez.
—Por
supuesto que no —responde con un gruñido—. Él
también corrió, pero hacia el otro lado. Justo a la boca
del lobo. Los Gryffindors son así de estúpidos.
5
de junio, 1993
—Es
una pena que ningún sangresucia haya muerto esta vez —dice
Draco.
Pansy asiente
pespicaz.
—¿Puedes
creerte que fue la sangresucia, Granger, quien abrió la Cámara
de los Secretos?
—Eso
no es cierto —replica Draco—. Salazar Slytherin jamás
hubiera permitido que una sangresucia pusiera un pie en su lugar secreto.
Estoy seguro de que tenía alguna clase de protección.
Goyle abre
la boca para rebatir, pero Draco lo corta con sequedad.
—No
discutas conmigo. Es mi cumpleaños.
Pero el jugo
de calabaza le deja un sabor amargo en la boca. Le hubiera gustado ver
la Cámara de los Secretos por sí mismo, pero esta vez
no obtiene lo que desea para su cumpleaños.
5
de junio, 1994
—No
quiero oír ni una sola palabra sobre Potter y el hipogrifo volador
—advierte Draco con irritación—. Es mi cumpleaños,
la última cosa de la que deseo hablar es sobre el cara-rajada,
su pulgoso animal salvaje y su estúpida capa de invisibilidad.
—¿Celoso,
Malfoy? —Zabini extiende un brazo para alcanzar una cerveza de
mantequilla de la mesita que está junto al sillón. Las
puntas de sus dedos rozan el muslo de Draco disimuladamente y el rubio
se pregunta por qué de pronto se siente tan caliente.
5
de junio, 1995
—Fleur
Delacour no tiene ninguna oportunidad —asegura Draco con seguridad—.
Chapuceó por completo la segunda prueba. Si me preguntan, creo
que será Krum.
—Prueba
uno de estos —le urge Pansy y le pasa una caja con chocolates
rellenos de whiskey de fuego. Ha estado insufrible desde que Draco la
llevó al baile de navidad por una apuesta que había hecho
con Zabini. Draco rueda los ojos, pero toma un chocolate de todas formas.
Es su cumpleaños y sabe que Pansy no intentará nada tan
repugnante como el asunto de los besos. Ella sabe cuánto lo aborrece.
La lengua
de Zabini, recorriendo su boca, no le resulta nada repugnante. Pero
Draco tampoco quiere pensar sobre eso en su cumpleaños.
5
de junio, 1996
—Al
menos los TIMOS son después de mi cumpleaños —dice
Draco mientras los Slytherins abandonan el salón de Encantamientos.
—Estudiar
ya es suficientemente malo —replica Goyle—, ¿qué
tal si no aprobamos?
—Habla
por ti mismo —repone Draco—. Yo no suspenderé. No
es que me importe, de todas formas.
—¿Por
qué? —Pregunta Goyle, dando un traspié junto a él—.
¿Van a cancelar los TIMOS? —El chico lo mira con ansiedad,
esperanzado.
—Claro
que no —replica Draco—. Pero yo sé algo que tú
no. Algo importante.
—¿Qué
es? —Inquiere Goyle—. ¿La Profesora Umbridge aprobará
a los miembros de la Brigada Inquisitorial sin que presenten los TIMOS?
—Más importante que eso —dice Draco con una sonrisa
misteriosa. En realidad, no se ha enterado de nada en particular. Sólo
sabe que ha oído a su padre hablar sobre hacer algo para el Señor
Oscuro en el Ministerio de Magia.
5
de junio, 1997
Es irónico,
pero éste es el mejor cumpleaños que Draco ha tenido.
Al fin, deja fluir sus emociones mientras sus pasos rodean el Armario
Evanescente. Ya ni siquiera le importa que alguien pueda oírlo
desde el pasillo. Su obsequio de cumpleaños es garantizar la
seguridad de su familia. Draco sabe que nunca ha recibido nada mejor.
5
de junio, 1998
El champán
es barato, pero a Draco ni siquiera le importa; está totalmente
ebrio. Ebrio de libertad, de lujuria. La desnudez de Blaise está
cubierta sólo con una raída toalla blanca, pero la pronunciada
curva de su trasero bajo la tela hace que el corazón de Draco
martilleé errático dentro de su pecho.
—¿Alguna
vez pensaste que estaríamos así? —Murmura Blaise—.
¿Aquel día, en tu jardín, cuando te dejé
ver mi pene?
—No
—responde Draco—. Entonces, no me imaginaba que iba a ser
un fugitivo de la ley.
Blaise se
tumba sobre la cama y, apoyándose sobre su costado, inclina la
cabeza para mirar a Draco.
—Eso
lo hace más excitante —dice en un susurro a penas audible—.
¿Cierto, cumpleañero?
La puerta
se abre de forma intempestiva, como el estruendo de un trueno sobre
un cielo despejado.
—Están
arrestados —exclama una voz que Draco conoce demasiado bien—,
por… por…
Por primera
vez en toda su vida, Draco ha hecho algo que dejado a Harry Potter sin
palabras. Antes de tomar su túnica y dejar que Potter lo escolte
hacia la puerta, Draco dirige una rápida mirada hacia la cama,
pero Blaise ya no está.
5
de junio, 1999
Azkaban no
es tan malo como dicen. Tal vez se debe a que ya no hay Dementores.
Sin embargo, las celdas aún son frías, y la espera, solitaria.
Todos los días parecen iguales y la única forma que Draco
tiene de saber que es su cumpleaños entra por la puerta de su
celda y le entrega una porción de pastel, murmurando algo como
"políticas humanitarias". Draco
frunce el ceño ante el obsequio, pero al final termina por comerlo.
Su gusto
es amargo, como todo lo demás.
5
de junio, 2000
Ha salido
de prisión desde hace meses, pero el frío parece no haber
abandonado sus huesos. El mundo es diferente ahora, Draco sabe que las
cosas han cambiado. Hay muy pocos Slytherins en el país ahora.
No es ningún secreto que casi todos lo seguidores del Señor
Oscuro habían pertenecido a esa casa. Por supuesto, Voldemort
perdió la guerra. Hay un viejo dicho acerca de derrotas y victorias
que podría explicarlo todo, pero que Draco no puede recordar.
Él
podría irse también, pero no se va por su madre.
—Tu
padre murió aquí —dice ella, atusando una hebra
blanquecina de su cabello—. No lo abandonaré.
Y por eso,
Draco se queda también y celebra su primer cumpleaños
como un hombre libre en el Caldero Chorreante, bebiendo whiskey de fuego,
ron y Crafty Calvados, indistintamente.
—Vaya,
qué encantador —exclama una voz suave detrás de
él.
Draco se
gira para encontrar al dueño de aquella voz, pero todo lo que
puede ver es un borrón de piel con algo negro sobre lo que debería
ser la cabeza. Sin embargo, reconoce esa voz.
—Desssaparece,
Potter —murmura—. Esss mi cumpleaños.
—¿De
verdad? Bien por ti. Ginny jamás va a tener otro cumpleaños,
¿alguna vez pensaste en eso?
De alguna
forma, desconocida para él, Draco recupera el sentido de repente.
Un poco. El esfuerzo que supone mirar a Potter al final resulta ser
demasiado.
—Me
importa un carajo tu estúpida novia muerta, Potter. Y lo que
es más importante, yo no la maté. Así que desaparece.
Y maravilla
de maravillas, al minuto siguiente, Potter sí que desaparece.
Draco reposa
la cabeza sobre la barra sólo un momento y despierta dos horas
después. El Caldero Chorreante está casi vacío.
El barman está de pie frente a él, secando la cristalería
ajada que ha visto mejores noches, con una franela roída que
seguro ha visto mejores días. Draco tiene un gusto terrible en
la boca y con un posavasos de cuero pegado a la frente, justo así,
cumple veinte.
5
de junio, 2001
—Y
dime, ¿qué te hizo dejar las soleadas costas italianas
para venir a este brumoso vertedero? —pregunta Draco, mientras
él y Blaise caminan tomados del brazo hacia su apartamento.
—Nada en particular —confiesa Blaise—. Escuché
que habías salido de prisión, así que pensé
que podría darte una calurosa bienvenida.
—Salí
de prisión el año pasado —apunta Draco y empuja
a Blaise con suavidad para bordear un charco.
La mirada
de Blaise es tan convincente que casi logra pasar como una disculpa.
—Ya
sabes que las noticias viajan lentas en el continente. Me enteré
el mes pasado.
—¿Y
te tomó todo un mes venir a verme? Me siento ultrajado —dice
Draco y se da cuenta, con creciente horror, de que lo dice en serio.
Blaise lo
atrae hacia su cuerpo y lo besa, ahí frente a todo el mundo,
en el Callejón Diagon.
—Lo
compensaré —promete Blaise cuando se separan.
—¿Es
que acaso no pueden esperar hasta estar solos? Patético.
Draco se
gira y ve a Potter caminando detrás de él, haciendo un
esfuerzo deliberado por no voltear a verlos.
—Pero
claro —responde Draco—. No es correcto que nosotros odiemos
a los Muggles, pero está bien si tú odias a los homosexuales.
Potter se
detiene repentinamente.
—Yo
no odio a los homosexuales —contesta él a la defensiva—.
Te odio a ti.
—Bien,
pues feliz cumpleaños para él también —susurra
Blaise en el oído del rubio, y Draco no puede contener su risa.
5 de junio, 2002
Blaise sólo
se queda en Inglaterra durante cuatro meses, pero su presencia ayuda
a Draco a recuperar un poco de perspectiva. El álgido recuerdo
de las celdas de Azkaban ha desaparecido casi completamente y ahora
busca un nuevo porvenir, preparado para lo que le depare el futuro.
—Feliz
cumpleaños, cariño —dice Narcisa, y besa la frente
del hombre como lo hacía hace mucho tiempo, cuando aún
era un niño.
Sin embargo,
Draco ha crecido y Narcisa debe aprender a vivir con eso.
—Madre…
El repiqueteo
de una lechuza sobre el vidrio de la ventana interrumpe la conversación.
Draco desenrolla un trozo delgado de pergamino, lo lee, una, dos veces,
y está casi seguro de que sus ojos se han quedado pegados permanentemente
en el papel.
Feliz
cumpleaños.
HP.
Pone la nota.
5 de junio, 2003
Potter aún
no logra controlar el asunto de los dientes, pero no hay mejor forma
de empezar el día que con una buena mamada.
Especialmente
si es tu cumpleaños.
5 de junio, 2004
—Vamos,
será divertido —dice Finnigan con una amplia sonrisa, y
cuando le guiña un ojo coquetamente, Draco no puede evitar evocar
a los vendedores ambulantes de las Píldoras Maravillosas
del Callejón Knockturn—. Nadie dijo que no debas disfrutar
tu cumpleaños, sólo porque Harry no esté.
Draco se
encoge de hombros.
—En
realidad, no tenía planeado quedarme sentado y aburrirme en casa
hasta la muerte, por si te interesa saberlo.
—¿En
serio? ¿Y qué tenías en mente? ¿Quedarte
sentado y tejer un felpudo de bienvenida para cuando Harry regrese?
Eso apesta,
y no precisamente porque sea mentira. Repentinamente Draco se da cuenta
de que así es justamente como el resto del mundo debe verlo:
como la noviecita criminal-y-recién-reformada de Harry
Potter. Ni siquiera importa que su relación no se haya hecho
oficial todavía.
—¿A
dónde vamos? —pregunta, y de pronto su mirada es otra.
La fiesta
es en Glasgow y al final resulta ser… de temática sexual.
Cuando la gente se entera de que Draco es "el chico del cumpleaños",
todos quieren estar cerca de él. Algunos se conforman con un
beso, otros con algo más. En algún momento de la noche,
a Draco ha dejado de importarle, y lo único que logra recordar
después es que en esa fiesta ha habido más alcohol que
en todo el mundo mágico.
Un mago pelirrojo
de Edimburgo es extremadamente talentoso en los quehaceres del rimming;
tanto que Draco casi ruega por ser follado, aunque apenas sea capaz
de hablar en este momento. Se siente libre, completamente libre. Como
aquella vez, cuando estaba con Blaise, justo antes de ir a Azkaban.
5 de junio, 2005
Draco abre
un ojo perezosamente y ve a Harry apoyado en el marco de la puerta.
—Se
ha terminado el café —anuncia el ojiverde—. Iré
a comprar un poco. Procura no ir a ninguna orgía mientras no
estoy.
Aquella es
una pésima broma y Draco sólo puede fruncir el ceño.
El rubio sólo conoce una forma de decir "lo siento"
y la ha utilizado ya. Dos veces.
—¿También
hoy tenemos que traerlo a colación? Es mi cumpleaños.
Una ráfaga
salvaje atraviesa los ojos de Harry y, en ese instante, la cuidadosa
máscara de cordialidad que ha mostrado hasta ese momento se desmorona.
—Detesto
tu jodido cumpleaños —repone con un gruñido, y luego
sale del apartamento dando un portazo.
5 de junio, 2006
—Feliz
cumpleaños, Draco —Pansy sonríe con satisfacción.
Ni siquiera todos estos años en Australia han logrado cambiarla,
pero aún así, Draco está genuinamente complacido
de tenerla aquí. Al menos así, no está solo.
Crabble y
Goyle levantan sus bebidas al mismo tiempo.
—Feliz
cumpleaños, Malfoy —dicen al unísono, con solemnidad.
Draco reconoce
una familiar mota de cabello negro en algún punto detrás
de la enorme cabeza de Gregory Goyle y estira un poco el cuello para
ver mejor. Después, se arrepiente de haberlo hecho. Harry está
con ese jugador de Quidditch, como-se-llame, y Draco no puede evitar
el ramalazo de rabia que de pronto lo sobrecoge.
Ahora sabe
lo que Harry debió sentir dos años atrás.
Auque…
No, no lo sabe. La aventura de Draco, aquella noche en Glasgow, no significó
nada para él. Aún sentía lo mismo por Harry. Todavía
lo siente.
Harry, en
cambio, ha decidido seguir adelante. Tal vez, es tiempo de que Draco
haga lo mismo.
5 de junio, 2007
La fiesta
"aún-faltan-tres-para-los-treinta" de Draco es un éxito
avasallante. Incluso su madre está bailando —con Ludo Bagman,
para más señas. Draco se recarga en uno de los pilares
del patio y escanea la multitud en busca de una presa.
—Hola.
Esa voz.
Todo lo que pasa en su vida comienza y termina con esa voz.
Draco ni
siquiera lo mira.
—Me
alegra que vinieras —dice—. Estaba seguro de que no aparecerías.
—Yo
también.
Draco no
logra evitarlo por mucho tiempo y, al final, sus ojos se deslizan testarudos
hacia la figura que está de pie frente a él. Harry ha
venido solo—. ¿Dónde está… cómo
se llama?
—Rompimos
—responde Harry, pero no suena particularmente roto.
—Oh,
lo siento —dice Draco, sin sentirlo ni un poco. Hay reglas que
deben seguirse en este juego.
Harry lo
mira perspicaz.
—¿Lo
dices en serio?
—¿Érais
felices? —Pregunta Draco, levantando una ceja.
Harry aparta
la mirada.
—No.
—Entonces,
no lo siento —repone Draco.
—En
realidad, sólo vine a darte esto —murmura Harry después
de un incómodo silencio y, con una mano, sostiene un trozo de
pergamino viejo.
—Estaba
revisando algunas cosas el otro día y… —no puede
terminar.
Draco no
necesita desenrollarlo para saber lo que es. Escribió esa carta
cuando Harry se enteró de la escapada a Glasgow. Cuando Harry
se negaba a hablar con él, a mirarlo, a tocarlo. En esa carta,
Draco lo había vertido todo; era la cosa más honesta que
había hecho en su vida. Y, justo ahora, la idea de que Harry
la haya leído resulta completamente mortificante. Jamás
se la había entregado; aquella rencilla había terminado
con una larga sesión de sexo duro y furioso en la ducha, una
semana después.
Draco toma
la carta con cuidado, deseando hacerla desaparecer. Sin embargo, el
pergamino sigue ahí y no parece tener deseos de esfumarse.
—Gracias
—murmura, mientras la mete en su bolsillo.
Y como si
esa fuera la señal, la música cambia de repente. Una melodía
suave los envuelve y las personas que se encuentran en la pista se detienen
un momento, antes de buscar pareja y acercarse.
—Me
gusta está canción —dice Harry.
Draco sonríe.
—Sí,
¿a quién no? Vamos, ve a buscar a alguien.
—Ya
lo hice.
Horas después,
una vez que los invitados se han retirado y los elfos domésticos
han terminado las labores de limpieza, Harry se deja caer, exhausto
y sudoroso, sobre la espalda de Draco y susurra:
—Feliz
cumpleaños.
—Ha
dejado de ser mi cumpleaños, al menos desde hace una hora —repone
Draco, buscando la mano de Harry bajo las sábanas.
Harry besa
su hombro con ternura.
—Feliz-no-cumpleaños,
entonces. ¿Lo es?
—¿Qué?
¿Mi no-cumpleaños?
—Feliz.
—Sí.
Fin
¡Coméntalo
aquí!