¿Más Snarry? Vuelve

¡Házmelo, Potter!

Por The Minx
Ubicación original

Traducción: Pescadora de Estigia
Beta: Heiko

 


Harry dejó Fortescuse, diciéndole adiós con la mano a Ron y a Hermione, y se adentró más en el distrito comercial adoquinado. Todavía tenía un par de horas libres antes de reunirse con Severus en casa. Planeaba pasar el tiempo vagabundeando por el Callejón Diagon, disfrutando de un cálido día primaveral mientras miraba escaparates.

La multitud en la reserva de animales mágicos atrajo el interés de Harry. Incluso después de vivir durante quince años en el mundo mágico, relacionándose con criaturas como los Kneazles y los Puffskeins, todavía le divertían. Sin mencionar que era capaz de hablar con las serpientes mágicas. Con Voldemort bajo tierra desde hacía ocho años, los magos finalmente habían dejado a un lado su necesidad de mirarle fijamente cada vez que hablaba pársel.

Entrando en la tienda, Harry supo inmediatamente lo que había atraído a tal multitud. El cartel ‘Boa esmeralda de la cuenca amazónica’ marcaba una vitrina con una preciosa serpiente de color naranja pálido enroscada firmemente alrededor de una extremidad falsa. La atracción por la serpiente fue instantánea. Harry supo, sin lugar a dudas, que el reptil pronto se deslizaría rápidamente por la vieja casa que compartía con Severus.

Tras ordenar una transferencia de galeones, Harry abandonó la tienda con su más reciente adquisición enroscada en sus hombros. Hombre y bestia entablaron una conversación tranquila, ignorando los susurros de brujas y magos. Quizás la gente no había abandonado aún su necesidad de mirar.

 

… … … … …

 


Severus llegó tarde a casa, deseando que Harry estuviera esperándole al menos en la sala de estar, si no en la puerta principal. Su costumbre de esperar impacientemente el uno por el otro era una consecuencia de los días posteriores a la caída del Señor Tenebroso. En aquel momento fue a causa de los mortífagos rebeldes que no deseaban más que la caída del Chico Que Vivió, alias El Traidor. Ahora era simplemente la manera placentera de terminar un largo día. Curioso por saber qué había cambiado la rutina de su pareja, Severus se movió silenciosamente por la casa, manteniéndose en alerta sólo en caso de que algo hubiera ido mal después de todos esos años de relativa calma.

Cuando llegó al pasillo, el sonido de los siseos llegó a sus agudizados oídos. En el segundo en que la profunda voz de tenor de Harry resonó en lengua reptiliana, con el suave cambio de los sonidos ahogados, la polla de Snape reaccionó. Ésta no era la primera vez que había ocurrido. Severus había oído a Harry hablar la lengua de las serpientes antes. Cada vez, como si fuera una regla no escrita, Severus se excitó. No un poco excitado, sino excitado, en plan de ‘Si no consigo un poco de alivio ya tendré que matarle’.

Antes de que pudiera volver por el pasillo, y con suerte hacerse cargo de su problema, Harry salió del estudio. Sonriendo, saludó a su pareja con un beso.

—Hola. No te he oído llegar.

—Cierto. —Severus retrocedió cuando pronunció la graciosa respuesta, esperando contra toda esperanza que Harry no hubiera notado la erección presionando contra los límites del pantalón—. ¿Cómo están Weasley y la señora Weasley?

Harry miró de cerca a Severus. El hombre nunca se había separado después de sólo un simple roce de labios. Estaba muy enojado, aunque Harry no podía comprender lo que podía haber hecho esta vez, o si intentaba esconder algo. La última opción parecía ser la correcta. Al menos si el rubor en las mejillas de Severus era alguna clase de pista.

—Severus —Harry le empujó suavemente—, ¿algo va mal? Pareces un poco distraído.

Severus ignoró la pregunta; mejor eso que mentir completamente.

—¿Te he oído hablando con alguien cuando llegué? —La pregunta funcionó, Harry ya no le miraba como si fuera el último experimento científico.

—¡Oh! Sí. Hoy he comprado una mascota —respondió Harry, con una enorme sonrisa en la cara y los ojos brillantes. Severus sintió que el suelo se hundía a sus pies. Seguramente el chico no había comprado una serpiente, ¿verdad?—. Se llama Silvio. Es una boa esmeralda de la cuenca amazónica.

Sí, por supuesto. Había traído uno de esos infernales reptiles a vivir a casa con ellos. El pársel sería pronto la lengua materna de su casa. Yupi.

—¿Una serpiente, Harry? —preguntó Severus con cautela.

Harry asintió con la cabeza mientras conducía a Severus dentro del estudio. Tan pronto como Harry cruzó el umbral, comenzó a sisear.

Silvio, sal y conoce a Severus.

Severus vio como la serpiente se movía a lo largo del piso de parqué, con los matices de su vientre amarillo brillante intermitente mientras probaba el aire a su alrededor.

¿Es tu macho, Harry?

Lo es. Estoy seguro —Harry le hablaba a Silvio, ajeno a las reacciones de Severus a sus palabras—, de que Severus agradecería algunas de tus mudas en futuro.

Severus se acercó a la ventana, con la esperanza de bloquear la cadencia erótica de su mente. La criatura era magnífica. Su piel podría ser beneficiosa en muchas pociones, especialmente si se la daba de buena gana. No había, sin embargo, manera de que Severus mantuviera su pequeño secreto si la maldita criatura estaba debajo de sus pies todo el rato. Tendría que llegar a un acuerdo con Harry. Quizás una habitación, o incluso un ala, reservada sólo para Silvio.

¡Maldita sea! No podía dejar de prestarle atención al sonido. Su polla estaba dura y goteaba en sus pantalones. Intentó acomodarse discretamente, escuchó a Harry perder el ritmo suave y chillar. Dándose la vuelta, miró divertido como la serpiente le siseaba a Harry, con un rubor que teñía el cuello del joven. Interesante.

¿Estás seguro? —preguntó Harry, con curiosidad a pesar de la vergüenza inicial.

Silvio movió la lengua hacia Severus otra vez.

¿No puedes saborearlo? Está listo para aparearse.

Eres tonto. Apenas me ha saludado hace unos minutos —respondió Harry—. No es posible que esté listo para aparearse.

Silvio se deslizó por el brazo de Harry, a través de la parte posterior de sus hombros, apoyando su nariz roma cerca del oído de Harry.

Mírale, Harry. Cada vez que me hablas se hace más fuerte. Está listo para aparearse.

Harry se sentía como un tonto, pero escuchó a Silvio de todas formas.

Sigo diciendo que te equivocas, amigo. Severus habría utilizado esto antes si reaccionara al... —Harry cortó su réplica abruptamente. La maldita serpiente tenía razón. Las normalmente pálidas mejillas de Severus estaban sonrojadas, y su respiración estaba agitada. En efecto, listo para aparearse.

Vete —dijo Harry, dejando a la serpiente de vuelta en el suelo. Podría haber jurado que Silvio se reía cuando se deslizó por el pasillo para explorar el resto de la casa. Esbozó una sonrisa maliciosa antes de avanzar hacia Severus, siseando todo el tiempo—. ¿Por qué no me lo habías dicho? Nosotros… bueno, yo podría haberme divertido mucho.

Los ojos de Severus se abrieron cuando vio a Harry acercarse hacia él.

—Harry...

Una ceja oscura se arqueó de forma impresionante.

¿Sí?

¡Oh, Dioses! El mocoso lo sabía.

—¿A qué estás jugando, Potter?

¿Jugando? Definitivamente no estoy jugando. Más bien tomando. —Harry se sacó el jersey por la cabeza, tirándolo sin cuidado en el suelo, y desabrochando el primer botón de sus vaqueros—. Tomándote. Aquí. Ahora. Quizás en el escritorio, o sobre el sofá.


Adentrándose en el espacio de Severus, Harry presionó su cuerpo semidesnudo contra la suave túnica negra de su pareja. Severus no pudo parar la embestida impulsiva de sus caderas, su erección saltando y siendo bienvenida al contacto,

—Oh, dioses... lo sabes.

Desabrochando los botones de la túnica de Severus, Harry asintió.

Te deseo, Severus. Quiero que me lo des todo. Que pierdas el control estricto que tienes. Quiero oírte gritar mi nombre. —Cuando la túnica cayó, Harry comenzó con el frío botón blanco de debajo—. Quiero que te mantengas abierto para mí, suplicándome un roce, una caricia.

Harry dejó la camisa abierta sobre Severus. Sujetó los pezones oscuros entre sus dedos, apretando y tirando ligeramente de los picos erguidos, consiguiendo un gemido profundo de Severus.

Eso es, amor. Déjalo salir. Déjame oír lo que te hago. Demuéstrame lo que quieres.

Severus agarró las manos de Harry y, como si entendiera la última petición de Harry, las movió hacia abajo, llegando a la cinturilla de sus tensos pantalones.

—Por favor, Harry. Por favor...

Harry se rió suavemente; los temblores que recorrían al mago mayor le decían lo cerca que estaba de la inconsciencia.

Estás llegando, Severus. Déjalo ir un poco más. Por mí, Severus, déjalo ir por mí.

El sonido de la cremallera se hizo eco junto a los sonidos siseantes. Severus gimió cuando su longitud fue liberada.

Ahh, Severus, travieso. ¿Sin pantalones?

Harry se arodilló. Manteniendo el contacto visual, sacó la lengua y probó la rendija. El movimiento puso a Severus en acción.

—Más. Quiero más. —Murmuró un encantamiento y Severus estaba desnudo, sólo con la camisa blanca—. Harry…

Otro susurro suave de Severus y Harry sintió el aire frío sobre su piel. Harry se llevó a la boca la cabeza de la polla de Severus, susurrando con placer ante la respuesta de su amante. El hombre nunca perdía el control. Nunca se permitía sentir.

—Harry. —Las palabras del hombre murieron en un murmullo. Harry eligió ese momento para tragar a Severus hasta la base.

Arrastrándose de rodillas, Harry les llevó hasta el sofá sin renunciar a la golosina que llenaba su boca. Tras llegar allí, Harry empujó el muslo de Severus, haciéndolo caer al sofá. Harry invocó un frasco de cristal de aceite mientras colocaba a Severus suavemente, con las rodillas en el suelo, la punta de su erección acariciando el sofá y la cara presionada contra los cojines.

¿Suplicarás para mí, Sev? Eso es lo que espero. Quiero oírte suplicar por mi polla.

Harry masajeó la entrada de Severus, sorprendido por lo relajado que estaba su amante. Severus quería esto, estaba disfrutando la inusual posición dominante que Harry estaba mostrando, sin dejar de sisear junto a su oído.

Dioses, amor. Apuesto a que podría tomarte ahora mismo, sólo mojándome un poco y empujando dentro de ti. Sin más preparación. —Harry deslizó un dedo en su amante—. ¿Estás listo? Vamos, cariño, pídemelo.

—Más... —Severus gruñó y se echó para atrás contra la intrusión.

Harry, cediendo a la petición, comenzó a añadir otro dedo.

—¡No, maldición! —replicó Severus, alejándose del roce—. ¡Sólo házmelo, Potter!

Cualquier cosa que pidas, cariño. —Sonriendo, Harry cubrió su erección y se hundió hasta las pelotas dentro de Severus, siseando sucias órdenes con cada embiste en el cuerpo flexible bajo él.

 

… … … … …

 

Severus se coló en la casa, con la esperanza de que Harry hubiese mantenido su horario con Weasley y no hubiese llegado aún. Se las apañaba para llevar entre los brazos una rama larga del Amazonas y una jarra de crema azucarada.

Finalmente, Harry confesó cómo se había enterado de la condición de Severus. Se había avergonzado cuando Harry le contó que fue Silvio quien le explicó los efectos que el pársel tenía sobre el mayor. Una serpiente conocía su fantasía sexual, ¿cómo de mortificante era eso?

En las últimas dos semanas, sin embargo, su opinión había cambiado drásticamente. Desde la llegada imprevista del reptil a su casa, su vida sexual había sido espectacular. Harry se había convertido en dominante, posesivo y rudo. A Severus le encantaba. Todo porque Harry había encontrado una serpiente tan descarada como su nuevo propietario.

Alejando esos pensamientos, Severus entró en la habitación que había sido hechizada para imitar el hábitat natural de Silvio. Tenía una serpiente a la que dar las gracias.


Fin

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