Retrospectiva
Por
Ravenna
Ubicación
original
Traducción:
Danvers - Beta: Ronna
Snape/Harry, NC-17
No debería haber sobrevivido. Eso lo sé. Se suponía
que me iba a sacrificar de la misma manera que el chico. Mientras
tanto, íbamos a estar salvando las vidas y almas de personas
como los Malfoy. ¿Por qué nunca se me había
ocurrido que el plan de Dumbledore aseguraba la vida de los sangre
pura, a expensas de los mestizos? Me sorprendió que Hagrid
también sobreviviera, aunque quizá su supervivencia
tuviera menos que ver con los planes de Dumbledore y más
que ver con su ingenio, al igual que conmigo.
Potter
necesitó unos pocos años para encontrarme. Unos pocos
años para darse cuenta de lo que realmente había ocurrido,
protestar furioso contra ello y aceptarlo, finalmente, a su manera.
Aceptó la verdad al dejar atrás la mágica Inglaterra,
como yo mismo había hecho, aunque no lo supiera cuando nos
encontramos de nuevo.
Llegó
a la puerta de mi casa a pesar de una tormenta de nieve tan intensa
que había empezado a preguntarme si realmente era natural.
Si mi pequeña cabaña en las montañas no hubiera
estado mágicamente reforzada, debería haberme preocupado
por mi seguridad. Y así pude comprobarlo, cuando el golpe
de su llegada resonó en la puerta. Creí que sólo
era que debía de estar oyendo cosas, pero uno no olvida el
sonido de un cuerpo humano apaleando contra la madera.
Abrí
la puerta y tiré de él y de una cantidad de nieve
que lo alcanzaba en tamaño para introducirlos en la habitación,
antes de que pudiera cerrarla de nuevo. Apenas estaba consciente,
delirante y cegado por la nieve, y lo despojé de sus ropas
con hielo incrustado usando un hechizo para poder estudiar a fondo
los daños por congelación, así como las señales
de posesión. ¿Qué estaba haciendo allí,
en nombre de Merlín? Llevaba una barba de dos semanas y había
crecido, pero era un reconocible Potter.
Decidí
al instante que viviría, así que le metí en
la única cama de la cabaña y empecé a preparar
la poción que lo salvaría. Sin embargo, quería
que se despertara lo necesario para, al menos, tener su consentimiento.
No me apetecía haber vivido tanto sólo para acabar
muerto por culpa de un malentendido. Escondí su varita por
si acaso, pero aún quedaban otras formas de matar a un hombre.
Me impacienté
después de unas horas y le di unas ligeras palmadas en la
cara. Su mano agarró mi muñeca, aunque sus ojos no
se abrían.
—Potter,
soy yo. ¿No estaba buscándome? No me diga que es una
coincidencia que haya caído medio muerto de congelación
precisamente en mi puerta.
Sus ojos
se abrieron durante un instante de claridad, con aquel verde tan
llamativo y el parecido a su madre que me acusaba siempre. Entonces,
se cerraron de nuevo, mientras mecía mi mano contra él
como si fuera un peluche.
—Snape
—susurró, antes de caer en un profundo sueño.
Me cansé
después de una hora, y finalmente me deslicé lejos
del alcance de su agarre, pero me cansé de estar cansado
y allí no había otro lugar donde dormir. No había
sitio en la pequeña cabaña para una segunda cama,
si decidía conjurarla. En lugar de eso, agrandé la
primera, me arrastré entre él y la pared y me dormí.
Me desperté
con la familiar sensación de mi erección matinal,
y la no tan familiar sensación del aliento de alguien contra
mi cuello. De alguna manera Potter había acabado entre mis
brazos durante la noche. Intenté apartarme de él,
pero agarró mi camisa con fuerza y emitió un sonido
indefenso.
Nunca
le había visto de ese modo. Le había vigilado cuando
era un niño, pero sólo ahora que ya era un hombre
adulto podía comprobar cualquier vulnerabilidad en él.
—¿Por
qué está aquí? —le susurré, no
muy seguro de si volvía a delirar.
—Usted...
—fue la débil respuesta. Intenté apartarme de
nuevo, pero esta vez consiguió pronunciar tres palabras—:
Por favor, no.
Me acomodé
con un suspiro. He llegado a ser un hombre muy paciente desde que
me convertí en ermitaño. No hay nada que consiga apresurarme.
Potter era un misterio, de todos modos, y había pasado mucho
tiempo desde que se me había presentado un desafío.
Así
que lo abracé. La tormenta proseguía fuera. Dentro
de las paredes de la cabaña, le exploré con mis sentidos.
Había pasado mucho tiempo desde que había apreciado
el aroma de otra persona. Su piel estaba curtida, y me pregunté
cuánto tiempo habría pasado buscándome. Sus
músculos tenían tacto firme bajo mis dedos. Hizo pequeños
ruidos mientras soñaba, y su rostro se crispó. De
pronto, sus ojos se abrieron inesperadamente.
No era
mi intención intentar usar Legeremancia, pero los viejos
reflejos nunca mueren, y él estaba tan abierto que tropecé
y caí dentro de él.
Estaba
teniendo una pesadilla, la gente moría a su alrededor, la
Batalla de Hogwarts reformada y remodelada en su mente hasta ser
apenas reconocible, y aún así lo seguía siendo.
No había nada que pudiese hacer excepto sacudirle e intentar
despertarle.
Cuando
finalmente salió a la superficie, lo hizo con un jadeo y
después sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de que
estaba desnudo en mis brazos. Pude comprobar la disculpa creciendo
en sus labios.
Yo hablé
primero:
—Lo
interpretaré como que no ha venido aquí para matarme,
pues.
—¿Qué?
¡No! Por supuesto que no…
—Entonces
¿por qué está aquí, Potter? —Me
pregunté si su boca daría los mismos motivos que acababa
de vislumbrar en su subconsciente.
—Usted…
Tengo sus recuerdos. Yo… quiero devolvérselos. No,
quiero que los recupere.
Aquella
respuesta era tan sorprendente que retrocedí tanto como me
permitió la pared.
—¿Que
los recupere?
Se tocó
la sien.
—Los
he estado llevando aquí. Yo… estuve mucho dentro de
ellos, después de la Guerra, intentando pasar más
tiempo con mi madre y mi padre, creo… Aunque éste fuera
un completo idiota con usted.
Puse
una mano en su boca para evitar que siguiera hablando, mientras
un rugido de emoción atascaba mis oídos. Cuando volví
en mí de nuevo, recordé cómo había sido
cautivado por el Espejo de Oesed de niño.
—¿Y
ahora mis recuerdos están entrelazados con los suyos?
Él
asintió, cerrando los ojos como derrota.
—Por
favor, ayúdeme.
Aparté
su cabello descuidado de la frente.
—Abra
los ojos.
Hizo
lo que le había ordenado sin vacilar, aun cuando debía
de saber lo que iba a ocurrir. Esta vez lo hice correctamente, aunque
sin varita.
—Legeremens.
Sorprendentemente,
se abrió una vez más, sin resistirse en absoluto,
y observé todo lo que le había entregado.
Le había
dado más de lo que me había percatado. Por supuesto,
en aquel momento realmente temía morir, y no tuve tiempo
para sutilezas, vertiendo tanto recuerdo relevante como pude, pero
le había dado mucho más de lo que había planeado.
Y no sólo lo había visto todo; lo había asimilado,
como si también hubiera estado allí.
Para
mi sorpresa, en los recuerdos no parecía en absoluto haberse
puesto en el lugar de su padre. Sino en el de Lily. Discutiendo
conmigo para que no me uniera a los mortífagos. Preocupándose
por mí con gran pasión, pero también con gran
terquedad…
Salí
apresuradamente.
—Potter,
está muy confuso…
Levantó
la mirada hacia mí.
—Eso
creía, también. Ahora no estoy tan seguro.
Le miré
con recelo.
—Quiero
decir, si desea recuperar sus recuerdos, se los daré. Por
supuesto. Pero…
—Potter,
ha abusado de esos recuerdos como si fueran una droga adictiva.
—Lo
sé. Y, por esa razón, no sé si puedo confiar
en mis sentimientos. Pero yo siento lo que siento. Si se lleva los
recuerdos, ¿qué sentiré entonces? ¿Volveré
a odiarle?
Di un
profundo suspiro. Viendo los recuerdos ahora, no desde mi punto
de vista sino como si fueran de otra persona, pude ver que Lily
Potter nunca me había amado en realidad. Y yo no la había
amado a ella, porque no podía. Mi corazón había
pertenecido a la oscuridad entonces. Nunca había sido realmente
yo mismo. Hasta ahora.
Y allí
estaba un desnudo y vulnerable Harry Potter, en mi cama, abriéndome
su corazón y su alma, en resumidas cuentas. Se había
enamorado de mí a través de los recuerdos de su madre.
Hmm…
Deslicé
una mano por su muslo y él tembló, sus fosas nasales
dilatándose entre el miedo y la expectación.
—¿Qué
está haciendo? —inquirió.
—Sabe
tan bien como yo que tiene que librarse de esos recuerdos —dije—.
Pero deben de ser expulsados en favor de otros nuevos.
—¿Me
dará algo para recordar? —preguntó, tragando
saliva.
—Sí,
eso espero —comenté, deslizando la mano hacia el norte,
hasta encontrar el crescendo de su erección—.
¿Será su primera vez?
Asintió.
—Entonces,
sin duda alguna. La condición es que debe mirarme a los ojos.
—Está
bien —contestó, abriéndolos como platos mientras
le acariciaba más rápidamente ahora.
—No
le haré daño, Potter. El sexo está generalmente
considerado como un asunto placentero.
—Lo
sé. Es sólo que… He fantaseado con usted, pensado
en cómo sería, y… y…
Incliné
mi cabeza hacia abajo, lamí enérgicamente alrededor
de la cabeza de su polla, y luego levanté la mirada de nuevo.
—¿Y
cómo ha sido?
—A-abrumador
—tartamudeó, y luego jadeó de nuevo cuando me
introduje su erección en la boca.
Le preparé
tan bien como pude, con una tintura de savia de olmo como lubricante,
sabiendo que nada sería tan bueno como follarle. Con mi polla
enterrada en él y sus rodillas en mis axilas, pude ver claramente
en lo profundo de su alma.
Me aseguré
de que se corriera primero. Cuando su semilla se derramó
sobre su estómago, empujé y empujé y un recuerdo
gris plateado surgió también de él, de sus
ojos, como si fueran lágrimas. Las limpié y le llené
entonces con mi propia semilla.
Había
muchos recuerdos de los que librarse, así que repetimos el
proceso varias veces al día durante varias semanas. Fue en
algún momento de la segunda semana cuando cayó en
la cuenta de que yo no estaba reabsorbiendo los recuerdos sino dejando
que se disiparan, resbalando como mercurio por las grietas del suelo
y evaporándose como el sudor de nuestra piel después
de un polvo especialmente vigoroso. Para entonces, había
veces en las que follábamos por follar, porque nos gustaba,
y todavía tenía que preguntarme por qué no
estaba recuperando los recuerdos en mi propia mente.
Fue en
el momento en que mi erección estaba todavía enterrada
en él, justo después de que acabara de correrse, pero
yo aún no. Me deslicé lentamente fuera de él,
sus piernas agarrándome como si no quisiera que saliera completamente,
y cuando lo hice un gemido decepcionado salió roto y flojo
de su garganta. Froté mi polla hacia atrás y hacia
delante de un lado al otro de su agujero hasta que se retorció,
necesitado, y entonces, tan lentamente como había salido,
volví a llenarle.
—Si
te pudieras ver a ti mismo, lo entenderías —susurré
en su oído—. Prefiero crear nuevos recuerdos, también.
Recuerdos sobre ti.
Se quedó
todo el invierno y la primavera, y una vez llegado el verano salimos
a follar fuera de la cabaña. Tiempo después, se acabaron
los recuerdos que borrar, pero nunca se agotaron los recuerdos que
crear los dos juntos.