Lecciones
aprendidas
Por Oldenuf2nobetter
Ubicación
original
Traducción: Clau Felton Black
Revisión: Heiko
PG,
Harry/Draco
Harry supo que algo no estaba bien desde el momento que entró
por la puerta.
La casa estaba demasiado... silenciosa. No escuchó los dibujos
animados en la tele, ni el sonido de pequeños camiones chocando
contra los Legos, o los millares de sonidos de un pequeño jugando
que habitualmente llegaban a sus oídos cuando llegaba a través
de la Red Flu. Jamie tenía un repertorio completo de sonidos,
desde sirenas hasta rugidos de hipogrifo, hasta los vítores
de un estadio lleno de fanáticos de Quidditch, dependiendo
de lo que la imaginación dictara en ese momento. Pero le extrañaba
encontrarlo todo tan silencioso. Y eso era preocupante.
Harry deslizó su túnica de auror desde sus hombros y
la colgó diligentemente en el perchero de la esquina antes
de ir en busca de su hijo o de su esposo, el primero que se le cruzara.
Se dirigió a la cocina y supo que finalmente había encontrado
a alguien cuando escuchó el sonido de una tapadera siendo colocada
en una olla, con más fuerza de la necesaria. Pasó por
el marco de la puerta y se detuvo, tomando nota de la rigidez de la
espalda de Draco, los hombros tensos y el ángulo de su cabeza.
Todo en él rebosaba irritación, y Harry hizo una mueca.
—¿Un mal día? —preguntó con suavidad,
con voz profunda y cautelosa. Draco se tensó momentáneamente,
entonces inhaló profundamente y se volvió. Su mandíbula
estaba rígida y sus ojos grises eran inescrutables.
—Podría decirse —respondió, cruzando sus
elegantes brazos sobre el pecho—. Tu hijo —continuó
con exasperado énfasis—, se ha metido hoy en una pelea,
en el colegio.
Harry dio dos pasos, sus ojos entrecerrándose ligeramente.
—¿Qué
tipo de pelea?
—Una que involucraba puños —respondió Draco—.
Afortunadamente, tuvo la sensatez de no usar su varita.
La postura de Harry se suavizó ligeramente por el alivio. En
la Escuela Primaria Básica a la que Jamie asistía comenzaban
a enseñar hechizos rudimentarios a los niños de seis
años. Había habido uno o dos incidentes del estilo de
Seamus Finnigan y la ceja desaparecida en el primer año.
—¿Qué ha pasado?
—No
tengo ni idea —dijo Draco con desdén, mirando hacia la
puerta de la cocina, su mandíbula tensa—. No me lo dirá.
Solo sé que al pequeño Finch-Fletchley le sangra la
nariz y tu hijo tiene un ojo morado.
—No dejas de decir "mi hijo" como si yo tuviera algo
que ver en esto —dijo Harry, dando un paso más para acercarse
a Draco—. Recuerdas que estuviste activamente involucrado en
la concepción del pequeño diablillo, ¿verdad?
—Yo —Draco extendió sus largos dedos sobre su pecho—
no usé mis puños para romperle la nariz a alguien cuando
tenía seis años.
—No —dijo Harry, las esquinas de sus labios curvándose—,
esperaste hasta tener dieciséis y usaste el pie.
Vio el ligero rubor que llenó el rostro de Draco y permitió
que su sonrisa se ensanchara.
—Eso fue diferente —dijo Draco, aunque su enfurruñamiento
no fue tan eficaz debido al rubor que cubría su rostro—.
Esos fueron juegos preliminares —miró a Harry por el
rabillo del ojo—. No es culpa mía que te llevara otros
cinco años poder pillarlo.
Harry se acercó un paso más, atreviéndose ahora
a alargar la mano y cerrarla alrededor de los brazos de Draco, justo
encima de los codos.
—Tiene
seis años, Draco —dijo suavemente—. De verdad,
¿cómo de serio puede ser esto?
—Tan serio como tres días de expulsión —respondió,
frunciendo el ceño—. Pero esa no es la parte que me molesta.
Después de todo, si Finch-Fletchley hijo se parece a su padre
en lo idiota, estoy seguro que a James le sobraron las razones —sus
ojos grises adquirieron una expresión atribulada—. Lo
que me molesta es que no me dice lo que ha pasado. Nunca ha sido reservado,
Harry, pero ahora no me lo dice a mí ni se lo dice al director.
—Y me supongo que Finch-Fletchley tampoco.
Draco negó
con la cabeza.
—Lo
que sea que haya pasado... —hizo una pausa y luego suspiró—
bueno, lo que sea es lo suficientemente malo como para que llegaran
a los golpes.
Harry miró a Draco durante un momento y vio la preocupación
cruzando su rostro.
—Iré
a hablar con él —dijo suavemente, inclinándose
para depositar un beso en la mejilla de Draco—. Probablemente
solo es algo que parece muy grave cuando tienes seis años.
—Esos dos estarán en el mismo curso mientras estén
en Hogwarts, Harry —dijo Draco en voz baja—. Solo quiero
que no quieran matarse mutuamente.
—Sí, Dios no lo permita —se burló Harry,
dando un paso atrás—. Podrían terminar casados.
Los labios de Draco se apretaron.
—Te
maldeciré —graznó. Harry se rió y comenzó
a caminar para salir de la habitación, pero Draco le cogió
del brazo—. Haz que te lo diga —dijo suavemente—,
le dije que tendría que irse a la cama sin cenar si no nos
decía lo que había pasado, pero no soporto pensar que
está pasando hambre.
Harry se inclinó y presionó un beso sobre los tensos
labios.
—Conseguiré
que me lo diga. No te preocupes.
La habitación de Jamie era todo lo que el cuarto de un pequeño
mago debía ser. Los murales de su primera infancia habían
sido reemplazados por el castillo y la cancha de Quidditch, y la cuna
había sido sustituida por una versión miniatura de la
elegante cama de cuatro postes de sus padres. Harry hizo una pausa
en el marco de la puerta de la habitación, inusitadamente ordenado,
y miró a su hijo sentado en medio de la alfombra, con los pequeños
hombros hundidos, la cabecita de pulcro cabello negro inclinada hacia
adelante. Draco siempre bromeaba acerca de que si tenía el
pelo negro, al menos había heredado la textura suave del suyo.
Harry deslizó sus manos dentro de sus bolsillos y caminó
hacia el interior de la habitación.
—Entiendo que tuviste un día agitado —dijo con
suavidad. Los hombros de Jamie se tensaron y miró por encima
de su hombro, y Harry se estremeció y silbó entre dientes.
La piel alrededor de su ojo derecho estaba enrojecida, amoratada e
hinchada, haciendo que su grisácea pupila pareciera más
clara en comparación—. Bueno, eso es impresionante —murmuró,
poniéndose en cuclillas y escudriñando el rostro de
su hijo. Jamie puso los ojos en blanco pero bajó su vista hasta
su regazo—. ¿Te duele? —negó silenciosamente
con la cabeza—. ¿Quieres que lo cure?
—Papi dice que debo quedarme así hasta que diga por qué
lo tengo —respondió con resentimiento.
—Aaah —murmuró Harry de manera cómplice—,
bueno, míralo de esta forma —se sentó en el suelo
frente a Jamie, cruzando las piernas—. Si de verdad le rompiste
la nariz a Finch-Fletchley, ahora tendrá dos.
Jamie levantó bruscamente su cabeza, abriendo mucho los ojos.
—¿En
serio?
—Oh, sí. Cuando te rompes la nariz, pareces un mapache.
Confía en mí.
—¿Tú te rompiste la nariz? —preguntó
Jamie, con la avidez reflejada en su pequeño rostro.
—Sí —respondió Harry—, pero esa historia
es para otro momento. Por ahora... —se inclinó y palmeó
ligeramente la rodilla de Jamie— ...prefiero saber qué
fue lo que inició todo esto.
Vio que Jamie tensaba su mandíbula aún antes de cruzar
los brazos sobre su pequeño pecho, y negar con la cabeza. Se
parecía tanto a Draco en ese momento que Harry solo pudo sonreír.
—Jamie —dijo amablemente—, ¿qué pudo
ser tan malo para que no sólo le rompieras la nariz a Lennie,
sino que no puedas decírnoslo? Heriste realmente los sentimientos
de Papi —Jamie levantó sus ojos grises, con aspecto afligido—.
Sólo quiere ayudar, amor. ¿Todo esto es sobre Papi?
Harry odiaba cuando Jamie lloraba, siempre. Así que cuando
los grandes ojos comenzaron a brillar por las lágrimas, hizo
un sonido en su garganta y abrió sus brazos. El pequeño
se puso de pie y acortó la distancia entre ellos, y se sentó
en su regazo, con su rostro presionando en su corbata. Harry lo encerreró
entre sus brazos y frotó su estrecha espalda.
—Habla conmigo, Jamie —dijo con voz tranquilizadora cerca
del oído del pequeño—. Yo puedo ayudarte.
—No puedes —resopló.
—Si me dices lo que es tal vez pueda —dijo Harry con gentileza—.
Puedo arreglar muchas cosas.
—No puedes arreglar el hecho de que Lennie Finch-Fletchley sea
una humeante pila de mierda de hipogrifo.
Aunque intentó evitarlo, Harry dejó salir una especie
de jadeo de risa malograda.
—James
Arthur —le reprendió, pero el hecho de que estuviera
luchando para no reírse se notaba en su voz—. ¿Dónde
aprendiste eso?
—Es lo que Papi le llamó a su padre —respondió,
su voz todavía apagada—. Él no sabe que le oí.
Harry se mordió los labios para parar la amenazante risa.
—Bueno,
no deberías repetir lo que me oyes decir a mí o a tu
Papi, especialmente si son cosas como esas. ¿Eso fue lo que
inició todo?
Jamie se tensó en los brazos de Harry, entonces lentamente
negó con la cabeza. Harry puso sus manos en los pequeños
hombros y los echó para atrás ligeramente, encontrándose
con sus abiertos ojos grises.
—Necesitas decírmelo, hijo —lo urgió con
suavidad—. Es la única manera en que puedo ayudarte.
Y yo puedo ayudarte, Jamie —sonrió ligeramente—,
soy el temido Jefe de Aurores. Los magos tiemblan ante mi sola presencia.
Jamie puso los ojos en blanco de nuevo, pero había una minúscula
sonrisa en la comisura de su boca. Después de un momento, miró
hacia abajo, sus dientes mordiendo su labio inferior. Sus dedos empezaron
a jugar de forma ausente con la manga de Harry, y éste se quedó
sentado, esperando. Finalmente, el chiquillo respiró profundamente.
—Un grupo de niños estábamos hablando durante
el recreo —dijo Jamie, tan suavemente que Harry se inclinó
ligeramente hacia adelante para poder escucharlo—. Una de las
niñas dijo que su mami le había dicho que era un "feliz
accidente", porque no la planearon. Yo me reí, porque
me sonó gracioso. "Feliz accidente", como si te diera
risa estrellarte con tu escoba. No quise decir cualquier cosa.
—Nada —lo corrigió Harry con suavidad, pero acarició
el cabello de Jamie.
—Nada —repitió el chiquillo—. No quise decir
nada. En fin, Lennie se enfadó porque Amanda le gusta y dijo
que podía ser un feliz accidente, pero que yo era un fenómeno
—Harry se tensó, pero Jamie pareció no notarlo.
Suspiró con tristeza—. Dijo que yo era un fenómeno
porque tenía dos papás, y que mi Papi también
era un fenómeno, porque los hombres no tienen bebés.
Dijo que su padre le había dicho que yo era una... abrasión.
Allí estaba. El pensamiento que le helaba completamente. Sabían
que eso pasaría algún día, que algún niño
repetiría lo que había escuchado en casa, que el milagro
de la existencia de Jamie sería convertido en algo sórdido
y feo. Habían hablado con su hijo antes de que comenzara la
escuela y le habían dicho que esto podía pasar. Pero
era muy diferente que te lo dijera alguien que te amaba, a que te
lo lanzaran en medio de un patio de recreo. Mientras se juraba que
tendría una conversación con Finch-Fletchey padre lo
más pronto posible, Harry mantuvo cerca a Jamie.
—La palabra es aberración —dijo, con un nudo en
la garganta—, y tú no eres nada de eso —inspiró
profundamente para controlar su propia rabia—. ¿Por eso
le pegaste?
Jamie se echó hacia atrás y miró hacia arriba.
—Yo
no le pegué —dijo, sus ojos completamente abiertos bajo
sus largas pestañas—, yo le dije que no era un fenómeno,
sino que era un milagro. Que la única manera en que podía
haber nacido fue porque mis dos papás, que son los magos más
poderosos del mundo, me desearon mucho, muchísimo, de lo contrario
no habría pasado. Que tú y Papi, los dos, tenían
que tener una magia increíble para hacerme.
Harry sintió una poderosa oleada de amor y orgullo, y acunó
la mejilla de su hijo.
—Eso
es exactamente correcto, Jamie. Fue exactamente tal y como sucedió
—apretó la respingada nariz con su pulgar—, pero
eso no explica por qué terminasteis pegándoos el uno
al otro —por primera vez, Jamie parecía un poco avergonzado—.
Dímelo, hijo.
Se mordió el labio de nuevo.
—Creo
que no le gustó cuando le dije que su papá no era un
mago muy bueno, si solamente podía tener hijos con una chica.
Le costó hasta la última gota de autocontrol no estallar
en carcajadas, y tuvo que morderse con fuerza el labio.
—Me
imagino que no le gustó —dijo, sonando sofocado—.
Así que te pegó y luego tú le devolviste el golpe.
Con los ojos muy abiertos, Jamie sacudió la cabeza.
—Yo
no le pegué, Papá. Lo juro.
—¿Entonces por qué tiene la nariz rota y por qué
no le dijiste a la señora Pearson quién le pegó?
De nuevo, Jamie pareció avergonzado.
—Bueno,
él sí me pegó. Pero entonces, Amanda le dio un
puñetazo —se encogió de hombros—. Creo que
mientras que ella le gusta a él, yo le gusto a ella.
Ahora Harry sí se rió.
—Por
supuesto que sí —dijo, alborotando el cabello de su hijo—.
¿Cómo podría resistirse? Y tú no se lo
dijiste a la señora Pearson porque...
—Ella me estaba defendiendo, Papá —dijo sinceramente—.
No quise que se metiera en líos por eso.
Harry estudió el diminuto pero bello rostro.
—Por
supuesto que no lo querías —dijo, finalmente—.
Eres un caballero, Jamie. Y eso es algo muy, muy noble.
—¿Todavía estoy castigado? —preguntó,
esperanzado.
—Bueno, tengo que hablar con Papi —reflexionó Harry—.
Pero me imagino que puedo convencerle.
Jamie se rió y echó sus brazos alrededor del cuello
de Harry, apretándolo fuerte.
—Tú
puedes —susurró contra el oído de Harry—.
Lo tienes comiendo de tu mano.
De nuevo, Harry tuvo que luchar para no reírse.
—¿Dónde
has oído eso?
—Una vez oí a la abuela Sissy decírselo a Papi.
—Bueno, si yo fuera tú no lo repetiría. Al menos
no a tu Papi —palmeó al chiquillo en la espalda, luego
lo colocó sobre la alfombra—. Ahora déjame ver
si puedo hablar con él para que te permita cenar esta noche.
—Me gustaría —dijo Jamie con sinceridad—.
Tengo hambre.
Harry depositó un beso en su coronilla y se puso de pie, entonces
caminó para salir de la habitación. No estuvo en absoluto
sorprendido de encontrar a Draco de pie afuera, apoyándose
contra la pared y con la cabeza echada hacia adelante. Harry se detuvo
y le ofreció su mano. Después de un momento, Draco la
cogió y bajaron las escaleras de vuelta a la cocina.
—¿Cuánto has oído? —preguntó
Harry, apoyándose en la encimera y presionando a Draco contra
su pecho.
—Todo —admitió Draco—, te seguí arriba.
—Me lo imaginé —Harry hizo una pausa, levantando
su mano para tocar el cabello de su marido. Lo notaba igual que el
de Jaime, y sonrió—. Me supongo que podrá cenar.
—Oh, sí —reflexionó Draco, volviendo el
rostro hacia la palma de la mano de Harry y presionando un beso—.
Y creo que también recibirá un helado de chocolate.
Harry se rió.
—¿Por
qué? ¿Por ser un buen pequeño Gryffindor y permitir
que lo culparan en vez de a su chica?
Draco bufó.
—Yo
no diría eso —dijo con ironía—, yo diría
que esun inteligente pequeño Slytherin que permite que la chica
le haga el trabajo sucio —Harry se rió y Draco observó
su rostro con una suave sonrisa—. No, me temo que realmente
es un Gryffindor. Es igual a ti.
Harry apretó su abrazo alrededor de la cintura de Draco y le
acomodó contra su cuerpo.
—Bueno,
tal vez es hora de que tengamos uno que sea igual a ti —Harry
no se perdió ni un detalle de cómo Draco arqueó
su ceja, y de la maliciosa sonrisa que comenzó a curvar sus
labios—. Somos los magos más poderosos de este tiempo,
¿sabes? Si lo hicimos una vez, podemos hacerlo de nuevo.
—Bueno, es positivo que seamos los magos más poderosos
de nuestro tiempo —dijo Draco, evidentemente divertido—.
Si la única otra opción es hacerlo con una chica, los
dos estaríamos completamente jodidos.
Harry se rió de nuevo, ladeando la cabeza.
—Me
gusta cómo ha sonado la parte de "completamente jodidos".
—Pervertido —bromeó Draco con suavidad, sus ojos
bajo sus pesados párpados, mientras observaba los labios de
Harry.
—Eso te gusta.
—¿Quién dijo que no?
La risa que con la que Harry respondió fue acallada por los
labios de Draco.