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Matrimonio de conveniencia

Por Diana Williams

Ubicación original

Traducido por Undomiel, por cortesía de La Mazmorra del Snarry - Beta: Ronna & Heiko

Pareja: Snape/Harry

 

 

Prólogo

Sirius Black bajó las escaleras hacia las mazmorras pisoteando ruidosamente, maldiciendo a Lucius Malfoy y a Severus Snape en voz baja. ¡Todo el desastre era culpa de Snape! Estaba seguro de eso, incluso si aún no había entendido cómo exactamente la culpa podría ser de ese bastardo. No le sorprendía que Lucius le hubiera gastado una bromita como ésta; el hombre era tan escurridizo como una serpiente y tenía más vidas que un gato. Sólo había que mirar la forma en que se las había arreglado para salvarse de ir a Azkaban de nuevo, incluso con Voldemort y el resto de los Mortífagos muertos o encerrados para siempre.

Sirius sonrió ligeramente de forma maliciosa. Bueno, Lucius no se había escapado completamente del castigo. El nuevo Ministro de Magia, Arthur Weasley, se había encargado de ello. Lucius había sido despojado de muchas de sus posesiones, incluyendo su mansión y sus cuentas en Gringotts, para ser utilizadas como ayuda a las víctimas de Voldemort. Sumado a estas aflicciones, su hijo, Draco, había sido asesinado en la batalla final, y Narcissa se había divorciado de su desacreditado esposo para regresar con su familia. Por supuesto, Sirius no dudaba que Lucius tuviera escondida una fortuna en bancos muggles; el hombre siempre había sido de los que juegan en ambos bandos, pero actualmente Lucius Malfoy no estaba en el mejor lugar a los ojos del Mundo Mágico.

Sirius frunció el ceño mientras recordaba exactamente cómo Lucius había decidido reparar el honor familiar, y mantuvo así el ceño cuando Snape abrió la puerta.

—Black —dijo Snape, su voz tan cálida como un iceberg—. Qué disgusto verte. Lárgate.

Snape comenzó a cerrar la puerta, pero Sirius metió su pie en el marco.

—Tengo que hablar contigo, Snape.

—Por desgracia para ti, yo no siento los mismos deseos de comunicación. Si no quitas tu pie de mi puerta, Moody y tú pronto tendreis algo en común.

—Es sobre Harry.

Snape frunció el ceño pero dejó de intentar cerrar la puerta.

—¿Qué ha hecho el mocoso ahora?

—No es precisamente un “mocoso” —gruñó Sirius, irritado por el apelativo dirigido hacia su amado ahijado.

—Perdón. Entonces, “La brillante luz del Mundo del Quidditch” —dijo Snape burlonamente.

—Lucius Malfoy ha invocado el Colligare Gentes. Necesito que refutes su oferta —respondió rotundamente el otro.

Snape parpadeó y soltó la puerta. Con una sonrisa, Sirius lo empujó a un lado mientras entraba en el cuarto del profesor.

—¿Tienes algo para beber?

Snape cerró la puerta, haciendo un ademán hacia la estantería alineada en la pared. Sirius rebuscó y leyó atentamente la colección de botellas de cristal cortado, elevando una ceja al reconocer un whisky muy fino en el interior de una de ellas. Sirvió una generosa cantidad en un vaso y, después de observar a un asombrado Snape, sirvió un segundo vaso y lo llevó hacia el hombre.

—Toma —dijo, ofreciéndole el vaso a Snape—. Vas a necesitar esto.

El profesor automáticamente tomó un sorbo y el whisky pareció ubicar su cerebro, un poco, mientras miraba a Sirius.

—Debes estar demente.

—¿Qué? ¿Crees que Malfoy no trataría de ingeniar un montaje como ése? —preguntó Sirius, situándose cómodamente sobre la que supuso era la silla favorita de Snape. Estaba comenzando a disfrutar aquello. Dejando de lado la dignidad en peligro de Harry, casi valió la pena ver a Snape tan inestable—. Harry es el último en la línea familiar de los Potter, sin compromiso y menor de veinte años, además, es el héroe del Mundo Mágico. Por supuesto que Lucius trataría de agarrarlo. Es su única esperanza para volver a integrarse en la sociedad.

—El Colligare Gentes no ha sido invocado durante más de cien años —apuntó Snape, frunciendo el ceño mientras caminaba de un lado a otro frente a la chimenea y se inclinaba contra la repisa, mirando hacia las llamas—. El Ministerio promulgó tantas restricciones que su uso se volvió poco práctico.

—Evidentemente, Malfoy no lo cree así, y Albus dice que él ha cubierto todos los requisitos. Si no encontramos un Campeón para Harry, Malfoy tiene el derecho legal de exigir su mano en matrimonio.

—Y tú quieres que yo sea el Campeón de Potter —dijo Snape, su voz baja y carente de emoción—. ¿Por qué?

Sirius encogió los hombros con impotencia.

—¿A quién más encontraré? Tiene que ser un miembro de una antigua familia mágica. Albus es demasiado viejo, yo soy el padrino de Harry, y la maldición de Remus lo descalifica.

—¿Y los Weasley?

—Los tres hermanos mayores están casados, Ron está comprometido, y dudo que los gemelos o Ginny puedan ser mejores que Lucius Malfoy en un duelo. Francamente, tú eres la única opción para Harry.

Snape frunció el ceño mientras bebía su whisky, y después se giró para mirar a Sirius.

—Entiendes que si yo acepto ser el Campeón de Potter, él estaría igualmente obligado a casarse conmigo.

Sirius asintió, también frunciendo el ceño.

—Mejor tú que Malfoy —dijo con reticencia—. Puede que seas un odioso cretino, pero al menos sé que considerarías lo que es mejor para Harry.

—Gracias por ese incondicional apoyo, Black —dijo secamente Snape—. ¿Potter sabe que estás aquí?

Sirius meneó la cabeza.

—No. Él no sabe nada de eso; su equipo está en Italia esta semana y no regresa hasta esta noche. Albus recibió un aviso de Arthur esta mañana y me contactó, y viene directo para acá desde su oficina.

—En ese caso, creo que debemos esperar a ver cómo se siente el joven señor Potter respecto a la situación —dijo Snape, y Sirius pensó que debía haber superado la impresión, puesto que sonaba más a su usual y mordaz yo—. Puede que él tenga en mente a un candidato más apropiado. Por lo tanto, debo pedirte que dejes de beber mi carísimo licor, desocupes mi asiento y te vayas a esperar su regreso.

—No hay otro candidato más apropiado, y lo sabes —dijo testarudamente Sirius—. Malfoy es uno de los mejores duelistas del país. Tú eres el único que tiene una oportunidad de derrotarlo.

—Black…

—Por favor —forzó Sirius entre dientes—. Te lo ruego, Snape. Aleja las viscosas manos de Malfoy de Harry.

Snape miró fijamente a Sirius en asombrado silencio durante un largo momento. No había rastro de la usual arrogancia sobre el rostro de Black, y la sinceridad en sus ojos estaba más allá de toda duda.

—De acuerdo —respondió lentamente—. Haré todo lo que esté en mi poder, siempre y cuando Potter esté de acuerdo también.

—Lo estará —dijo Sirius con obvio alivio en la voz, mientras dejaba su vaso y se levantaba—. En cuanto regrese me aseguraré de que entienda el riesgo que corre.

Snape suspiró y frotó el puente de su nariz.

—Sin duda echarás a perder completamente todo el asunto —dijo con irritación—. No le comentes nada a Potter cuando regrese. Tráelo aquí mañana y discutiremos la situación. Le pediré a Albus que sea mi segundo en las negociaciones.

Sirius asintió y se encaminó a la puerta, después se giró y regresó. Con indecisión, extendió su mano.

—Gracias, Snape. Estoy en deuda contigo.

El profesor miró con fijeza la mano extendida y después, cautelosamente, como si esperara que fuera una trampa, tomó la mano de Sirius y le dio una breve sacudida antes de soltarla.

—Lárgate, Black, para que pueda rescatar lo que queda de la noche.

Sirius sonrió y se fue, y Snape se sentó en su silla favorita, a beber su whisky y a considerar el extraño giro que había dado vida.

 

 

 

 


Capítulo I

Harry siguió a su padrino hacia las mazmorras de Hogwarts, todavía perplejo por la insistencia de Sirius para que vinieran aquí a primera hora de la mañana. Cuando Sirius había llegado vía flú a su apartamento, Harry había estado menos que entusiasmado con su petición de que lo acompañara. Estaba agotado después de pasar el último mes de gira con el equipo de Inglaterra, y deseaba relajarse en su apartamento y, tal vez, salir a de bares con sus compañeros. Pero Sirius había sido insistente, casi con desesperación, y finalmente Harry había accedido.

Su primer pensamiento había sido que algo le había sucedido a Dumbledore. Sin embargo, cuando su padrino se dirigió hacia las mazmorras, se preguntó si Snape estaba en alguna clase de problema. Aún cuando Voldemort ya no existía y sus mortífagos estaban muertos o en Azkaban, quedaban unos pocos como Lucius Malfoy, quien había logrado escapar de la justicia. Cualquiera de ellos estaría más que dispuesto a herir al traidor de Snape. Sólo porque a él no le agradara el cretino, no quería decir que no le preocupara. Así que se quedó considerablemente aliviado cuando un Snape de apariencia saludable abrió la puerta de sus habitaciones privadas, aún cuando inmediatamente resopló y se alejó hacia la chimenea.

Harry parpadeó, el hechizo que corregía su visión hizo difícil ajustarse a los cambios de luz, y miró en torno al cuarto. La imagen de Albus Dumbledore sentado en una de las sillas hizo que Harry sonriera abiertamente, y cruzó la sala para saludar al viejo mago.

—Director —dijo—. Se le ve bien.

—Harry, mi querido muchacho —Dumbledore le sonrió con cariño—. He oído que Inglaterra tiene buenas oportunidades en la Copa Mundial este año.

—Estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo, señor —dijo Harry, sonriendo. Miró de Dumbledore a Sirius y otra vez de vuelta—. ¿De qué va esto?

—Lucius. Malfoy.

Harry se giró hacia la chimenea, donde Snape estaba de espaldas a ellos.

—¿Perdón? ¿Qué tiene que ver Malfoy?

—Me temo que mucho —dijo pesadamente Sirius, y Harry volvió su mirada hacia él—. Malfoy ha invocado el Colligare Gentes en tu nombre.

—¿El qué? —dijo Harry, inexpresivamente.

—¿Qué les enseñan a los niños hoy en día? —bufó Snape. Harry lo ignoró, mirando interrogativamente a Dumbledore.

Colligare Gentes significa literalmente “Uniendo líneas de sangre” —explicó el anciano—. Es una disposición para evitar que las antiguas familias mágicas desaparezcan completamente. Cuando sólo queda un miembro menor de edad en una línea familiar, otra familia de sangre pura puede hacer la petición para enlazar al joven con uno de su propia familia. El primer hijo de ese matrimonio es propiedad de la familia “adoptiva”, pero los siguientes vástagos pertenecen a la línea de la familia en peligro.

—Eso, en teoría —dijo desdeñosamente Snape—. En la práctica, es común para una familia de sangre limpia borrar del mapa a la otra familia, a excepción del niño, que después sería forzosamente enlazado con uno de sus desdichados vástagos. Es más sencillo que negociar los acuerdos nupciales, especialmente cuando podrían recoger lo que quedase de la herencia de la ‘novia’.

—Pero yo no soy un niño y Draco Malfoy está muerto.

—Eres menor de veintiún años, la mayoría de edad bajo el Colligare Gentes —dijo Snape—, y Lucius Malfoy está más que vivo.

—¿Él quiere casarse conmigo? —preguntó Harry, haciendo una mueca de desagrado.

—Ah, Potter tiene algunos fragmentos de inteligencia, después de todo —dijo burlonamente Snape.

Sirius miró con furia a Snape.

—Ya basta, Snape. Esto no está ayudando.

—¿Entonces qué tengo que hacer? —exigió Harry—. No van a dejar que Malfoy simplemente se case conmigo, ¿verdad?

Dumbledore suspiró.

—Por desgracia, no tenemos muchas opciones. Lucius ha presentado el papeleo necesario, y tú eres el último de la línea de los Potter.

Hay otra alternativa —dijo Sirius, indecisamente—. Para detener la aberración que Snape describió existe una enmienda al Colligare Gentes. El asunto es que tú puedes escoger un Campeón. Tu Campeón entonces pelearía en un duelo mágico contra Malfoy, y el ganador se queda con todo.

—Eso es un alivio —dijo Harry, sonriéndole a Sirius—. Así que, ¿quién peleará contra Malfoy, Sirius? ¿Tú o el Director?

Para su sorpresa, Sirius se negó a encontrarse con su mirada.

—No es tan sencillo, Harry. Si tu Campeón ganara, tendrías que casarte con él. Yo no puedo porque soy tu padrino. Albus sobrepasa la edad requerida, Remus está descalificado por su licantropía, y los amigos que te quedan o están casados o no son suficientemente hábiles para pelear contra Malfoy.

—Entonces, ¿quién queda? —preguntó Harry impacientemente. Los ojos de Sirius se deslizaron hacia Snape y después regresaron a contemplar el suelo de la mazmorra—. No. Oh, no. Estáis bromeando.

—Yo estoy igual de encantado con la idea —dijo Snape, secamente—. No obstante, no hay otras alternativas.

—¿ Snape no podría solamente pelear contra él, comprometernos, y después cancelar la boda? —preguntó Harry—. Podríamos decir que no somos compatibles. Nadie lo dudaría.

—Y Malfoy podría una vez más invocar el Colligare Gentes —comentó Snape en tono de aburrimiento—. Personalmente, no estoy preparado para seguir desafiando a Malfoy durante los próximos dos años, hasta que llegues a los veintiuno, o hasta que Malfoy se canse del juego.

—Pero sería una formalidad, ¿cierto? —dijo Harry, con un matiz de desesperación en su voz—. Nosotros no estaríamos realmente casados, sólo sería una cuestión legal.

—Si te estás refiriendo a la consumación del matrimonio, me temo que es un requerimiento —Harry palideció y Snape sonrió con malicia—. ¿Qué? ¿Asustado por el pensamiento de nuestra noche de bodas, Potter? Prometo ser gentil.

—Bastardo —le siseó Harry.

—Caballeros —dijo calmadamente Dumbledore—, esto no nos lleva a ningún lado.

Harry se giró hacia su padrino, mirándolo con desesperación.

—Sirius, no dejes que me hagan esto.

Sirius suspiró.

—De hecho, Harry, fui yo quien le pidió a Snape que hiciera esto por ti.

—“Suplicar” es el término que yo utilizaría —dijo Snape, sonriendo maliciosamente, de nuevo.

Harry parpadeó. Si Sirius le había suplicado a Snape, su rival de antaño, para que se casara con él, entonces esto era mortalmente serio.

—Mierda.

—Una florida, pero no obstante, idónea descripción de la situación —dijo Snape—. Difícilmente puedes estar más angustiado por este giro de la situación de lo que estoy yo.

Harry bufó.

—Bien. Apuesto a que no pudo resistir la oportunidad de humillarme una vez más.

—Esa es una compensación de este acuerdo —comentó el profesor—. Y está la cuestión de asegurar un heredero para la línea Snape.

Harry puso los ojos en blanco.

—Por si no se ha dado cuenta, soy un hombre.

—En caso de que se te escapara a ti, soy Maestro de Pociones.

Harry palideció.

—¿Existen pociones que consiguen que un hombre se quede embarazado?

Snape suspiró y se frotó el puente de la nariz entre los dedos.

—¿Por qué me molesto en intentar enseñar algo a estos imbéciles? —murmuró—. Sí, Potter, hay varias pociones que permiten que un mago tenga descendencia. De otra forma, dada la cantidad de magos homosexuales entre la población, habríamos desaparecido siglos atrás.

—Oh —Harry no había pensado en eso. De hecho, últimamente no había pensado mucho en tener relaciones con nadie. Tras el desastre con Cho Chang en quinto curso, se había rendido al tratar de entender a las chicas, y se había concentrado en matar a Voldemort. Después de dejar la escuela, había sido contratado por el equipo de Quidditch de Inglaterra, lo que lo había mantenido ocupado los últimos dos años. Había estado tan enfrascado intentando probarse a sí mismo, que no había tenido tiempo para nada más que unas cortas sesiones con su mano derecha antes de caer dormido la mayoría de las noches.

Algunas veces había pensado en tener citas, particularmente cuando vio a Ron y Hermione juntos, pero las personas interesadas querían a El-Niño-Que-Vivió, no sólo a Harry. Bufó; bueno, al menos él sabía que Snape no lo quería por su fama. Por supuesto, eso trajo consigo otra pregunta.

—Umm… y si yo no soy… ya saben… —tartamudeó, sonrojándose.

Snape puso los ojos en blanco dramáticamente.

—Tu elocuencia me abruma, Potter. ¿Y si no eres qué?

Harry le miró con furia.

—Gay. ¿Y si no me gustan los hombres?

Snape se encogió de hombros.

—Importa muy poco. Éste será un matrimonio por conveniencia, no por amor, Potter. No me importa lo que hagas, mientras seas discreto. Si decidimos tener descendencia, debemos garantizar que mi heredero sea un Snape, pero aparte de eso, realmente no me importa nada más.

La boca de Harry se abrió.

—¿Me está dando permiso? ¿Para engañarle?

—Moral muggle de clase media —murmuró Snape.

—¿Eso significa que será libre de engañarme también?

—Sí —dijo Snape—. Aunque no tengo inclinación a las aventuras amorosas. Estoy demasiado ocupado para tales cosas.

Harry miró a Snape y comenzó a decir algo respecto a la moral del profesor, pero Dumbledore lo interrumpió.

—Supongo que aceptarás a Severus como tu Campeón, Harry.

Harry suspiró y frotó el puente de su nariz.

—No parezco tener más alternativa. Entre Snape y Malfoy, me quedo con Snape —se acercó al hombre hasta que estuvieron a sólo centímetros de distancia, y lo miró—. Sólo dígame que puede derrotarlo.

Snape bufó.

—Con los ojos cerrados.

—Bueno, manténgalos abiertos, si no le importa —replicó Harry, y Snape parpadeó ante el poderío en el tono del joven—. Es mi futuro del que estamos hablando.

 

 

 


Capítulo II

La primera semana de abril, Harry se encontró caminando de un lado para otro en la pequeña habitación a la que había sido enviado dentro del Ministerio. Habían sido tres semanas frustrantes: archivando sus requerimientos, reuniéndose con los oficiales del Ministerio encargados de su caso, escuchando a Sirius y Dumbledore negociando el contrato matrimonial. Lo último había sido particularmente perturbador, ya que se veía forzado a realizar un cambio completo en su vida. Tenía que mudarse con Snape, para empezar. Tampoco compartir un piso con dos compañeros de equipo había sido la felicidad total —parecía que nunca podía tener una ducha caliente— pero había sido su vida y su apartamento, y de nadie más.

Por supuesto, sería infinitamente peor estar en las garras de Malfoy. Hermione había leído todo acerca del tema y le había informado que bajo la ley, todo lo que poseía pertenecería legalmente a Malfoy hasta que cumpliera los veintiún años: su cámara acorazada, su salario, incluso su ropa y pertenencias. Malfoy hasta podría cancelar su contrato de Quidditch. Y luego estaba el asunto de los hijos.

Al menos, Snape estaba dispuesto a ser razonable, o Dumbledore lo estaba, como representante del profesor. Snape estaba dispuesto a tratarlo como un adulto, lo cual hacía su situación actual doblemente exasperante. Había sido el oficial ministerial quien lo había arrastrado a este pequeño cuarto, “por su propia seguridad”, como si fuera un niño. ¡Había peleado contra Voldemort, por el amor de Dios! Seguramente podría soportar observar algo tan insignificante como un Duelo de Magos.

Harry pasó su mano entre su cabello, desordenándolo. Aunque esta mañana se había vestido esmeradamente con sus mejores túnicas, en honor a la ocasión, había pasado mucho tiempo desde que se quitara su túnica exterior. También se había desabotonado el cuello de su camisa mientras caminaba de un lado a otro, sintiéndose tan nervioso como un kneazel* en un cuarto lleno de crups*.

—Esto es inútil —se quejó por quinta vez—. Es mi vida de la que estamos hablando. ¿Por qué no puedo ver el duelo?

Ron, Hermione y Remus Lupin intercambiaron miradas divertidas antes de regresar a ver a su amigo.

—Normalmente la persona recluida es un niño —le recordó Hermione, habiendo leído del tema una vez que Harry le contara de su predicamento—. Sería muy aterrador para un niño observar un Duelo de Magos.

—Sin mencionar la distracción para tu Campeón —agregó Lupin—. Severus va a necesitar toda la ventaja que pueda conseguir contra Lucius Malfoy.

Harry se giró hacia él con una ansiosa mirada sobre su rostro.

—¿Crees que él será lo bastante bueno para derrotar a Malfoy?

—Severus es un duelista excelente —dijo calmadamente Lupin—. Practiqué con él durante las dos últimas semanas.

—Sí, pero Malfoy es un Slytherin tramposo —aclaró Ron.

Lupin sonrió abiertamente.

—También Severus —extendió su mano para agarrar a Harry por el hombro—. Se paciente, Harry. Sirius y Albus están con él, y ellos nos informarán en el momento en que termine el duelo.

Harry suspiró.

—Lo sé —miró su reloj y gimió—. ¿Durante cuánto tiempo más seguirá esto?

—Relájate, Harry —dijo Ron, y le tendió un vaso con agua helada de la mesa de refrigerios. Dudaba que Harry fuera capaz de consumir algo más que eso—. Sabes cómo es el Ministerio respecto a estas cosas. El tío que oficia el duelo probablemente aún sigue hablando de las reglas y todo eso.

Harry le dio una mirada de agradecimiento mientras tomaba el vaso de agua. Ron había madurado mucho durante los últimos años, notó, y no le había tomado el pelo cuando supo con quién se casaría Harry. El Ministerio había sido un caos después de la guerra, y Ron había abandonado sus propios planes laborales para poder ayudar a su padre, el nuevo Ministro de Magia, a enderezar las cosas. Harry pensaba que era justo que la recompensa de Ron fuera ser Jefe del Departamento de Juegos Mágicos y Deportes después de descubrir que Ludo Bagman estaba de parte de Voldemort.

—Gracias, Ron —dijo, y se derrumbó en una de las sillas—. Me alegra que ambos estéis aquí conmigo.

—¿Dónde más estaríamos? —preguntó Ron, sonriéndole—. Como en los viejos tiempos, viéndote en medio del desastre.

Hermione asintió mientras tomaba asiento al otro lado. Se había tomado un descanso de sus estudios en Ciencias Políticas y Sociales en el Royal Holloway para estar con él hoy, y Harry estaba agradecido de tenerla ahí.

—Aunque no apruebo esta ley arcaica, podía haber sido peor. El Profesor Snape no es tan terrible, una vez que lo conoces.

Harry suspiró y esperó que tuviera razón.

Casi quince minutos después, la puerta se abrió y Sirius entró casi cayendo en la habitación. Harry estuvo fuera de su silla en un instante.

—¿Sirius, va todo bien? ¿Terminó la pelea? ¿Quién ganó?

—¿Quién ganó? —preguntó Sirius, con una sonrisa—. Snape, por supuesto. Te dije que era el mejor, por mucho que odie admitirlo. Y no te atrevas a contarle que dije eso.

Harry se hundió en alivio.

—Snape ganó.

—Aunque estuvo reñido —admitió Sirius—. Malfoy lanzó algunas maldiciones que nunca había oído, mucho menos visto. Le dio un poco de trabajo a Snape durante un tiempo.

—¿Está bien? —preguntó Harry, preocupado. El hombre había peleado para protegerlo, después de todo, no importaba cómo se sintiera respecto a él.

—Estará bien. Lo están atendiendo justo ahora, y después puedes ir…

—¿Atendiendo? —dijo Harry bruscamente—. ¿Qué demonios…? —salió corriendo del cuarto en dirección al Salón de Duelo, y Sirius salió tras él.

—¡Harry, espera! ¿Qué crees que estás haciendo? —bramó, mientras seguía al joven mago. Ron, Hermione y Lupin intercambiaron miradas, después la chica agarró la túnica de Harry y fueron tras ellos.

Mientras tanto, Harry había irrumpido en el Salón de Duelos para encontrarlo hecho un caos. Lucius Malfoy estaba tendido sobre el suelo, su mentón hinchándose, y la sangre de un labio abierto cayendo sobre su elegante camisa blanca. La camisa misma estaba manchada en varios lugares, así como el largo cabello rubio. Lucius parecía estar paralizado.

Los demás en la sala estaban ignorando a Lucius a favor del hombre sentado sobre el suelo, con la cabeza inclinada hacia atrás, un pañuelo ensangrentado presionado contra su prodigiosa nariz. Dumbledore estaba mirando hacia Snape con cariño, y cuando Harry entró, levantó la vista y le sonrió.

—¡Harry! Ven, mi querido muchacho. Estábamos a punto de enviar a buscarte. No, Severus —agregó, presionando sobre el hombro del hombre sentado—. Quédate donde estás y deja que Poppy termine.

Harry parpadeó al reconocer a Madame Pomfrey, y se preguntó por qué estaba ahí en lugar de los medimagos del Ministerio. Ella tampoco lucía muy feliz, ya que murmuraba en voz baja algo como “peleándose como gamberros comunes” mientras daba de beber algo a Snape.

—Pensé que era un duelo de magos —dijo Harry, mientras Sirius lo alcanzaba en la puerta—, no una pelea a puñetazos.

—Lo fue —rió un hombre junto a él. Por el aspecto de su túnica, Harry concluyó que era miembro del Ministerio, probablemente estaba ahí para validar el duelo—. El señor Snape sólo estaba devolviéndole su varita al señor Malfoy, cuando éste le dijo algo. El señor Snape se puso furioso. Golpeó al bastar… er, al tipo en la boca. Por supuesto, el señor Malfoy se lo devolvió (no puedes fallarle por mucho a esa nariz, ¿no?), pero Snape lo tiró al suelo.

Rió de nuevo, después extendió su mano hacia Harry.

—Felicidades, señor Potter. Si firma este documento… aquí, y luego aquí otra vez —Harry lo hizo—. Muy bien, señor —le dio un golpecito y lo duplicó en dos pergaminos. Enrolló uno y se lo ofreció a Harry—. Para que los testigos firmen. Lo veré de nuevo mañana para verificar que el matrimonio haya sido consumado, pero hasta entonces le deseo felicidad, señor Potter. O debería decir, señor Potter-Snape. Buenos días.

Harry miró el pergamino, después miró al hombre que se estaba retirando, y luego de nuevo al pergamino.

Demonios, pensó levemente. Creo que acabo de casarme.

—¿Harry? —el mencionado alzó la mirada para ver cómo Dumbledore le observaba, con clara preocupación en sus ojos—. ¿Estás bien, mi muchacho?

Silenciosamente, Harry le tendió el pergamino, y el Director rápidamente lo examinó antes de asentir.

—Sabía que podíamos contar con Ignatius para tener los papeles en orden. Felicidades, Harry.

—¿Entonces, estoy… casado? —preguntó Harry.

Los astutos ojos de Dumbledore lo estudiaron.

—Todo estará bien, Harry, al final. Ya verás.

—Sí, señor —dijo el muchacho automáticamente, aunque se preguntó cómo el anciano podría pensar eso.

Miró hacia donde Madame Pomfrey ya había terminado con Snape. Harry no pudo evitar mirar al profesor mientras se ponía de pie. Éste era el hombre que lo había odiado a lo largo de sus años en Hogwarts y con el que ahora estaba irrevocablemente casado. Snape había dejado de lado sus largas túnicas para quedarse en túnica corta de duelo y los pantalones que había llevado cuando Harry estaba en segundo año, y no pudo evitar notar que lucían bien en él. Por el momento, las ropas estaban desgastadas, rasgadas y sucias en unos pocos lugares, y un desgarrón particularmente largo y dentado había reducido la parte derecha de su pantalón a jirones. Harry hizo una mueca de dolor ante el pensamiento de lo que eso le había hecho a la pierna de Snape. También había un corte parcialmente curado cruzando la mejilla izquierda del hombre, y su cabello estaba en completo desorden.

Por primera vez, Harry cayó con fuerza en la cuenta del riesgo que este hombre había tomado en su nombre, otro más en una serie de ellos, de hecho. Se debatía entre sentimientos conflictivos de gratitud y resentimiento, y forzó su atención lejos de Snape, enfocándose mejor en el rostro preocupado de su padrino.

—¿Harry? —preguntó Sirius.

Harry logró mostrar una sonrisa.

—Estoy bien. Así que… ¿Qué pasa ahora? —No fue hasta preguntar eso cuando se planteó si realmente lo quería saber.


Kneazel*: (Igual en español). Es una criatura pequeña parecida al gato, con pelaje moteado (jaspeado o con lunares), y orejas y cola como las del león. El kneazle es inteligente e independiente y puede llegar a ser agresivo; aunque si se encariña con un mago o una bruja, es una excelente mascota.

Krup*: (‘Crup’ en español). Se parece mucho a un terrier Jack Russell, salvo por la cola bífida. Parece claro que el crup es un perro creado por un mago, ya que es totalmente leal a los hechiceros, mientras que con los muggles es feroz.

 

 

 

 

Capítulo III.

Lo que sucedió después, aparentemente, fue una fiesta en la casa de Snape.

Correción… la casa de ambos, como decía el contrato firmado en su mano.

Harry estaba de pie en medio de la sala de Snape -Dumbledore había preparado un traslador para que los llevara a casa de Snape-, mirando el pergamino que aún sostenía en su mano. Parecía irreal, casi tan bizarro como la imagen de Sirius sirviéndose suntuosamente del buffet al otro lado de la sala, o Ron ofreciéndole sus educadas felicitaciones a Snape. Harry miró inexpresivamente el pergamino y tuvo que resistir la urgencia de arrojarlo a la chimenea y gritar “¡Feliz día de los bufones de abril!”*

—Me llevaré eso, Potter —dijo cortantemente Snape, y Harry soltó con reticencia el ahora arrugado papel.

Observó paralizado mientras Snape colocaba el pergamino y una pluma sobre una mesa pequeña. Dumbledore caminó inmediatamente hacia ella y firmó, y después, para su sopresa, Ron lo imitó.

—¿Qué significa eso? —le preguntó Harry a Hermione.

Ella lo miró son sorpresa.

—Todos los testigos tienen que firmar, Harry, estableciendo que el matrimonio tuvo lugar y que Snape ofreció la hospitalidad adecuada en la fiesta nupcial.

Harry se encogió ante la palabra ‘nupcial’ y dijo irritablemente:

—¿Hospitalidad adecuada? ¿Acaso quitan puntos si los sandwiches no tienen la corteza cortada o algo así?

Hermione le echó una mirada desaprobadora.

—En serio, Harry. Pensaba que estarías más agradecido con el Profesor Snape. Sólo te salvó de tener que casarte con Lucius Malfoy.

Repentinamente, Harry sintió cualquier cosa menos agradecimiento. Esto no era como había esperado que sería su boda, las pocas veces que había pensado sobre casarse. Recordó las fotografías de la boda de sus padres con todos sus amigos acompañándolos, y las comparó con su no-boda y su raquítica y pequeña recepción, y se sintió horriblemente estafado por el Destino. No le importaba que estuviera actuando como un mocoso malcriado. Una vez más, le habían arrebatado la oportunidad de algo ‘normal’, y no sabía a quién odiar más: a Malfoy, a Sirius o a Snape.

—De acuerdo —dijo Harry amargamente—. No puedo decirte cuán emocionado estoy.

—Bueno, deberías estarlo —dijo ella firmemente—. Ponte esto —agregó, dándole su túnica formal—. Y endereza tu cuello.

La miró con incredulidad, sin poder imaginar por qué a ella le preocupaban sus ropas cuando su vida se estaba desmoronando a su alrededor.

—¿Por qué te preocupa qué aspecto tengo yo? ¡La túnica de Snape es la que está hecha jirones! ¿Por qué no le das consejos de moda a él?

—Esas son marcas de honor, Harry —explicó pacientemente—. Los elfos domésticos conservarán su túnica para que tus descendientes puedan ver cuán bien peleó por ti. ¿En serio, no leíste el libro que te di?

—Como si quisiera aprender más acerca de este desastre, teniendo en cuenta que es Snape.

Hermione lo miró de una forma que hizo que Harry repentinamente se sintiera como si tuviera diez años.

—¿No crees que es hora de que madures?

Su mandíbula se abrió y miró con sorpresa mientras ella cruzaba la sala para firmar el pergamino, después se encaminó hacia Snape. Debió haberle ofrecido sus felicitaciones porque Snape inclinó su cabeza seriamente y le dijo algo en respuesta -por una vez- de forma educada. Ella señaló en dirección a Harry, y cuando el hombre levantó la vista, su mirada atrapó al joven. La expresión de Snape era inescrutable, sus ojos intensos, y Harry se sonrojó mientras alejaba la mirada.

—Él no está tan mal, Harry.

El muchacho miró hacia Lupin con incredulidad.

—¡No, tú también! Después de todo lo que él te ha dicho y hecho… ¿Estás tratando de hacerme creer que sólo es una incomprendida y dulce alma?

Lupin se rió.

—No, no es eso. Severus es un bastardo sigiloso y confabulador. Su lengua puede despellejarte y su sarcasmo marchitaría tu alma. Está muy aferrado a sus opiniones y es testarudo hasta la médula, puede guardar rencor durante más tiempo que nadie que conozca (excepto tal vez Sirius) y está cerrado a aquellos que no concuerdan con sus estándares —hizo una pausa—. También es ingeniosamente mordaz, absolutamente comprometido con sus principios (por peculiares que éstos puedan ser) y sacrificará su vida sin pensarlo dos veces por dos personas. Albus Dumbledore es una de ellas. Tú eres la otra.

Harry parpadeó.

—¿Estás tratando de decirme que Snape está enamorado de mí?

Lupin negó con la cabeza.

—Para nada. No creo que él sepa lo que es el amor, aunque lo que siente por Albus puede que se acerque. Lo cual no es sorprendente, dada su historia personal —sus astutos ojos parecían taladrar a Harry—. Tampoco creo que tú lo sepas.

—¡Oye! —exclamó a la defensiva—. ¡Yo quiero a mucha gente! A Sirius, a Ron y a Hermione, y… y…

—Harry —dijo Lupin suavemente, colocando una mano sobre su hombro—. Te preocupas por otros, sí, pero no creo que confíes en alguien lo suficiente como para amarlo de verdad. Pero tal vez algún día… —apretó el hombro del muchacho y sonrió—. Será mejor que vaya ahora a firmar el pergamino. Parece que Severus está listo para echarnos a todos.

Harry se giró para ver que la fiesta estaba, ciertamente, terminando. De hecho, Hermione y Ron estaban acercándose, obviamente para despedirse. El pánico lo inundó repentinamente, ¿qué se suponía que haría aquí solo con Snape? La respuesta fue inmediatamente obvia, y sintió que su rostro enrojecía.

—Respira, compañero, o no podrás llegar a tu luna de miel —bromeó Ron, y después dijo—: ¡Ouch! —cuando Hermione le dio un agudo golpe con el codo.

La chica ignoró a su prometido mientras abrazaba a Harry.

—Felicidades, Harry. Todo irá bien… sólo ten un poco de fe.

Harry trató de sonreír, pero sabía que luciría forzado.

—Sí —dijo—. Volved a visitarme cuando tengais tiempo.

Ron asintió y también lo abrazó.

—Avísame cuando Snape esté fuera y vendré. Podríamos ir a un bar una noche.

—¡Ron!

—Vamos, Hermione. Tú sabes que Snape no querrá verme más de lo que quiero verlo yo. Probablemente contará la plata en el momento en que me vaya.

Harry rió ante eso y se despidió. Lupin también se acercó para decir adiós, y antes de que Harry lo supiera, estaba de pie en la sala, sólo con Sirius. Miró en toorno suyo, disimuladamente.

—Dónde está Sna… —se detuvo, no muy seguro de cómo llamar al hombre que ahora era su esposo. “Snape” no parecía correcto, pero “Severus” se sentía demasiado extraño en su boca.

—Subió para prepararse —dijo Sirius—. Tienes que hacer lo mismo.

Harry se sonrojó.

—Umm, sí, supongo. ¿Dónde…?

—Sígueme. Snape me mostró tu habitación, antes.

Harry siguió a Sirius escaleras arriba, sentía sus pies como si pesaran una tonelada. Mientras entraban en la alcoba, Sirius lo miró y suspiró.

—Harry, no es tan malo como parece. Si no puedes soportar la idea de Snape tocándote, imagina que es alguien con quien hayas estado.

Harry se sonrojó y recorrió la habitación con la vista de la para no tener que ver a su padrino. Por el momento, no estaba muy contento, y sabía que se vería en sus ojos.

A decir verdad, la habitación era muy agradable. Se trataba de un cuarto varonil, decorado en azul, crema y roble. Una enorme ventana parecía dar a los terrenos, y una cómoda silla para leer estaba colocada frente a ella. Había una puerta abierta en la pared de su derecha, que probablemente llevaba al baño, ya que un enorme guardarropa ocupaba el resto del espacio a lo largo de esa pared. Había una enorme cama en la pared de su izquierda, y Harry se encontró mirando inexorablemente hacia ella. Un anticuado camisón de noche estaba sobre la cama y Harry alejó la mirada precipitadamente.

—No ha habido nadie más —murmuró, notando que Sirius estaba mirándolo con preocupación.

—¿Qué? —exclamó el hombre. Agarró el brazo de Harry y lo giró para poder ver su cara—. Me estás diciendo que eres…

—Virgen —dijo Harry con un suspiro.

—Merlín nos salve —gimió Sirius—. ¿Por qué no dijiste algo? Pude haberte llevado a un lugar donde sé que se habrían encargado de eso.

—No es una enfermedad —dijo Harry, enfadado—. Y no veo cómo alquilar una prostituta habría ayudado.

—No quise decir eso —protestó Sirius, pasando los dedos entre su cabello—. Es sólo… bueno, yo perdí mi virginidad a los quince, y tu padre se había acostado al menos con la mitad de las chicas y chicos para cuando salimos del colegio.

Espero que con Snape no, pensó Harry. Eso sería demasiado raro.

—No soy mi padre.

Sirius suspiró.

—Sé que no lo eres, Harry. Me di cuenta de eso hace años. Y mira, para que no te preocupes, James y Snape nunca lo hicieron, lo juro.

Harry sintió menguar su ira y se sentó en la cama. Después de todo, no era culpa de Sirius.

—Lo siento. Supongo que sólo estoy un poco nervioso.

—Tienes todo el derecho a estarlo —admitió el hombre—. Sólo relájate y deja que pase. Snape sabrá lo que hace —hizo una pausa—. Espero.

Harry gimió y se dejó caer en la cama.

—Genial. Simplemente genial —murmuró—. Mira, no tienes que esperar aquí. Probablemente Remus está esperando que regreses a casa.

Sirius le miró con confusión.

—Harry, soy tu segundo. Estaré aquí esta noche, para verificar el matrimonio.

Harry pudo sentir toda su sangre abandonar su rostro.

—¿Vas a mirar?

Sirius lució una mirada dolida.

—Por supuesto que no. Albus y yo estaremos sentados afuera, protegiendo la entrada.

Harry logró mostrar una débil sonrisa.

—¿De personas que quieran entrar, o de mí si trato de huir?

—Es la tradición —dijo Sirius, encogiéndose de hombros.

—Maravilloso —murmuró Harry.

—Será mejor que te cambies antes de que llegue Snape —dijo Sirius, tomando el camisón de noche.

—Umm… sin ofender, Sirius, pero yo me pongo pijamas para dormir.

—Esta noche no —dijo Sirius—. Es…

—Ya sé. Es la tradición —comenzó a quitarse la ropa, demasiado enfadado para preocuparse del daño que les estaba provocando. Una vez se hubo sacado la camisa, empujó el camisón de noche sobre su cabeza y se sentó para quitarse los zapatos y pantalones. Se debatió entre quitarse o no su ropa interior, pero el pensamiento de estar con una bata sin nada debajo era demasiado.

—Bien, ¿cómo me veo? —dijo, levantándose de nuevo.

Repentinamente, Sirius lo abrazó con fuerza.

—Dios, Harry, siento muchísimo haberte metido en este lío. Debí haber buscado alguna otra forma.

Harry frotó su rostro contra el hombro de su padrino.

—No había otra —dijo secamente—. Mejor Snape que Malfoy.

—Sí —murmuró Sirius—. Pero por muy poco.

Harry notó que, ahora que el peligro Malfoy había terminado, la vieja animosidad de Sirius hacia Snape estaba despertando de nuevo y casi se alegró de escuchar la puerta abrirse.

—¿Todo listo? —preguntó Dumbledore mientras entraba a la habitación, una cordial sonrisa sobre su rostro.

—Hum, sí —dijo Harry, deshaciéndose del abrazo de Sirius. Miró hacia Snape y se dio cuenta que el hombre también estaba vestido con un camisón. Se preguntó si llevaría algo debajo, y se sonrojó, alejando la vista.

—Bien —dijo Sirius, pareciendo incómodo—. Estaremos afuera, entonces. Haciendo guardia. Buenas noches, Harry.

Harry pudo ver a Snape sonriendo maliciosamente mientras Sirius abandonaba la habitación casi corriendo, y frunció el ceño. Dumbledore suspiró y sacudió su cabeza, después les sonrió a ambos.

—Os deseo mucha felicidad —dijo formalmente.

Harry sabía que se estaba sonrojando de nuevo, pero se sorprendió cuando vio que repentinamente Snape pareció inseguro.

—Albus…

Dumbledore tocó suavemente la mejilla de Snape, y Harry se sorprendió al ver ternura en el gesto.

—Todo irá bien, mi querido muchacho. Ya lo verás.

La boca de Snape se torció.

—Tal vez lo crees así, pero yo ya no creo en los milagros.

—Está bien, Severus; yo creeré en ellos por ti —le dio palmaditas en la mejilla antes de retroceder—. Y creo en ti.

Harry miró a Dumbledore abandonar la habitación, cerrando la puerta con seguro tras él, después miró a Snape. Sorpresivamente, el hombre parecía casi tan avergonzado como lo estaba él.

—Hum, ¿ahora qué? —dijo Harry, teniendo cuidado de no mirar hacia la cama.

—Pensaría que es obvio, incluso para ti, Potter —Snape caminó hasta la pequeña mesa al lado de la ventana, vertiendo el contenido de un frasco en un vaso, y regresó—. Ten. Bebe esto.

Harry lo bebió y demasiado tarde se preguntó qué le había dado Snape.

—¿Qué era esa cosa?

Snape frunció el ceño.

—Muchacho idiota… debiste preguntar antes de beberlo. Pude haberte envenenado.

—Llegados a este punto, el veneno sería una bendición —murmuró Harry, mirando hacia la cama con inquietud—. ¿De verdad tenemos que hacer esto?

—Sí —contestó Snape, inexpresivamente—. Ese entrometido imbécil del Ministerio regresará a primera hora de mañana, Potter. Nos hará tomar Veritaserum y afirmar que el matrimonio ha sido consumado. Si no lo fue, el contrato es anulado inmediatamente y la reclamación de Malfoy procederá —le dijo, con una mueca desdeñosa—. Y te juro que tus gimoteos no impresionarán a Lucius ni un poco.

—¡Yo no estoy gimoteando! —dijo Harry, mirando con furia a Snape. O al menos lo intentó. Por alguna extraña razón, sus músculos parecían reticentes a obedecerle—. ¿Qué me dio?

—Un simple relajante —el hombre le dio un pequeño empujón hacia la cama—. Se me ocurrió que esto podría ir mejor si no estuvieras petrificado de miedo o vomitando tus intestinos.

—¿Lo cree? —dijo Harry sarcásticamente. Se sentó sobre la cama, aliviado de que el mundo pareciera dejar de dar vueltas cuando lo hizo.

—Ahora, respecto a lo siguiente —dijo el hombre rápidamente, moviéndose hacia el otro lado de la cama y dejando su varita en la mesita de noche—. No habrá tonterías románticas como los besos. Soy activo exclusivamente. Estoy dispuesto a ser flexible hasta cierto punto en lo que a posiciones se refiere, así que si tienes alguna preferencia, ahora es el momento para mencionarla; en serio, Potter, si te avergüenzas así de fácil, es un milagro que hayas pasado antes por esto.

—No —murmuró Harry—. Quiero decir, no lo he hecho.

Snape se congeló en el sitio y se giró lentamente hacia él.

—¿Perdón? ¿Qué dijiste?

Harry se aclaró la garganta.

—Dije que no lo he hecho. Pasar por esto, quiero decir. Esta es mi primera vez.

—Por las bolas de Merlín —gimió Snape, sentándose en la cama como si la fuerza hubiera abandonado repentinamente su cuerpo—. ¿Por qué no le dijiste a nadie que eras virgen, Potter?

—Lo hice —contestó—. A Sirius. Hace rato. Y ahora a usted.

—Sólo… Potter, ¿es posible que alguien pueda ser más idiota que tú?

Harry lo miró con furia.

—¿Cuál es el problema con eso?

—El ‘problema’, Potter —le gruñó—, es que yo no soy el ideal de nadie para su primera vez. Si lo hubieras mencionado antes, podría haberse hecho un arreglo previo…

—Si hubiera querido pagarle a alguien para que tuviera sexo conmigo —dijo Harry entre sus dientes apretados—, lo hubiera hecho antes. No soy un completo idiota. Yo estaba… esperando.

Snape frunció el ceño.

—¿Esperando qué? —Harry se sonrojó y mordió su labio, después alejó la mirada, y Snape entendió—. ¡Malditos sean todos los Gryffindor idealistas! ¿Qué, esperabas a que tu Amor Verdadero te levantara y llevara a través de la puerta para vivir felices para siempre, Potter?

—¿Cree que sería posible que puediera llamarme “Harry”? —le soltó—. Después de todo, estamos casados y próximamente juntos en una cama. Creo que un poco de informalidad sería lo mejor.

—Pot… Harry —dijo Snape, apretando sus dientes—. El “amor verdadero” es un mito. Si tienes suerte, te lías con alguien por quien sientas tanta lujuria como la que esa persona siente por ti, alguien a quien puedas tolerar después, cuando la novedad haya pasado.

La idea era deprimente, y Harry habría estado deprimido si no fuera por el hecho de que estaba demasiado relajado como para importarle.

—¿Qué hay de usted? —preguntó ociosamente—. ¿Su primera vez fue con alguien con quien se “lió por lujuria”?

Trató de imaginar a Snape desgarrado de lujuria y encontró que le era imposible. Aunque, en realidad, el hombre no estaba nada mal a la luz de las velas, y su cabello lucía sorpresivamente suave y limpio.

Debe de habérselo lavado antes de venir a la cama, pensó Harry. Se sonrojó, un poco más que asombrado de encontrar atractivo a Snape de forma alguna.

El hombre no pareció notarlo. En lugar de eso, fulminó a Harry con la mirada.

—Eso no es asunto tuyo. Basta con decir que tengo la experiencia suficiente para hacer tolerable esto, para ambos. Y es todo lo que diré respecto al tema.

Harry sonrió con arrepentimiento.

—¿Aún protegiéndome, profesor?

Los labios de Snape se fruncieron, y por un momento Harry pensó que también él sonreiría.

—Parece que es difícil romper con la costumbre.

—Bueno, odio decirle esto, pero ya no estoy relajado —dijo el muchacho, con un suspiro—. ¿Tiene algo más de esa poción?

—Sería deletéreo para ti tomar más tan pronto —replicó Snape.

Harry frunció el ceño.

—¿Cree posible usar palabras normales de aquí en adelante? ¿Sólo por probar algo nuevo?

Snape puso los ojos en blanco.

—Muchacho idiota. Si tomas otra dosis ahora, te relajaría hasta el punto de entrar en coma. ¿Está suficientemente claro para ti?

—Sí —dijo Harry.

—Deberían quedar aún suficientes efectos residuales. Acuéstate y cierra tus ojos. Respira lenta y regularmente, y vacía tu mente.

Harry obedeció y encontró que su cuerpo rápidamente se relajaba de nuevo. Hubo un movimiento en la cama a su lado y un silencioso ‘Nox’ murmurado. Abrió sus ojos ligeramente y estuvo aliviado de ver que la habitación estaba en completa oscuridad. No creía que pudiera hacer esto si supiera que Snape lo estaba observando.

—Gírate —murmuró la voz de Snape en la oscuridad, y Harry se estremeció. Nunca antes había notado esa voz (probablemente porque normalmente lo menospreciaba), pero en la penumbra sonaba como una oscura miel siendo vertida sobre su cuerpo.

Se giró hacia su costado y sintió a Snape acercándose detrás de él.

—Relájate, Harry —murmuró el hombre y Harry sintió unos dedos fuertes masajeando su espalda y hombros. Con un suspiro, se relajó completamente, confiando que Snape los conduciría a través de este calvario tan rápido como fuera posible—. Bueno, al menos puedes seguir instrucciones —murmuró, y Harry bufó, pero estaba demasiado relajado para importarle—. Ahora sentirás un ligero hormigueo, nada por lo que debas preocuparte.

Harry sintió el hormigueo alrededor y en el interior de su trasero, y saltó.

—Pudo haber dicho dónde sentiría el hormigueo —se quejó—. ¿Qué ha sido eso?

—Un hechizo de limpieza y lubricación —murmuró Snape—. Seguramente recuerdas la clase de educación sexual en tu sexto curso.

—Pomfrey no dijo nada de hechizos —replicó Harry—. Aunque el lubricante fue uno de sus temas favoritos… aplicado manualmente.

—Los hechizos son más minuciosos —cortó Snape.

Y menos personales, pensó Harry. No le sorprendió para nada que Snape escogiera este método, y de hecho estaba aliviado por eso. El pensamiento de tener a Snape empujando sus dedos dentro de su trasero no era nada atractivo. Aunque no estuviera muy excitado, en todo caso.

Las manos de Snape se estaban moviendo ahora sobre su espalda baja, dibujando círculos para calmarlo.

—¿Preferirías que dejáramos puestos los camisones o que nos los quitáramos?

Harry se sintió ligeramente mareado ante la idea de estar desnudo en la cama con Snape y dijo precipitadamente:

—Puestos. Si no hay problema.

—Me es indiferente —replicó Snape. Sus manos bajaron más y después suspiró—. Sin embargo, necesitarás quitarte tu ropa interior.

Harry se sonrojó. Estaba agradecido una vez más por la oscuridad, mientras se subía la bata para quitarse las prendas. La mano de Snape lo detuvo cuando quiso bajar la bata, y se preguntó cuán claramente podría ver el otro hombre en la oscuridad.

—Déjalo arriba —dijo Snape—. Si no, estorbará.

—Bien —murmuró Harry, preguntándose si podría sonrojarse aún más. Evidentemente, sí, porque cuando la interrogante mano de Snape tocó su pene, pudo sentir su piel ardiendo y no pudo evitar una sacudida alejándose—. ¿Qué está haciendo?

Snape suspiró.

—Será más fácil para ti si estás excitado, pero si no quieres que yo…

Harry aclaró su garganta.

—Está bien, entonces. Siga, si debe hacerlo.

—Gracias por tan emocionante aprobación —dijo ácidamente Snape, pero estaba tocando de nuevo el pene de Harry, por lo que el muchacho no pudo estar muy molesto con él.

Se sentía… extraño tener a alguien más tocándolo de esa manera, extraña y de alguna forma más intensa que cuando se tocaba él mismo. Snape parecía saber exactamente qué hacer, envolviéndolo como le gustaba y acariciándolo eficientemente hasta la excitación. Los ojos de Harry se cerraron mientras el placer lo cubría, y no pudo evitar gemir.

—Bien —dijo la voz de Snape, cerca de su oreja, y sus ojos se abrieron. Casi había olvidado que era Snape quien le hacía esto. Otra serie de caricias y ya no le importó si era Voldemort, mientras no parara de hacer eso. Una instrucción murmurada de Snape lo tuvo deslizando una pierna hacia adelante, después algo sólido estaba tocando su parte trasera.

—Exhala y empuja al mismo tiempo —ordenó la voz de Snape, después se detuvo—. ¿Potter, estás poniendo atención?

—Mmm… —coincidió Harry. No tenía la más mínima idea de lo que estaba diciendo Snape, pero no importaba. El placer estaba hirviendo en sus venas, hormigueando a lo largo de su piel.

—Oh, por el amor de Merlín… Potter, obedéceme o me detendré.

Snape sonaba molesto -y serio- así que Harry juntó suficiente coherencia para enfocarse en hacer lo que el hombre le había ordenado. Algo grueso y caliente presionó hacia su interior, y por un momento se olvidó de cómo respirar. No dolía en sí, pero se sentía incómodamente lleno. Luego Snape lo estaba acariciando de nuevo, firme y duro, y Harry olvidó todo lo que estaba pasando detrás de él a favor de su miembro y el clímax que repentinamente estaba rugiendo sobre él como un tren.

Fue vagamente consciente de Snape estremeciéndose y gritando ahogadamente a su espalda, pero su mente y cuerpo estaban demasiado drenados para preocuparse por cualquier cosa. Creyó escuchar a Snape preguntarle algo en un tono preocupado, pero ya que eso era claramente imposible, dejó que el sueño lo reclamara por completo.


April’s fool*: “Día de los bufones de abril”, es una fiesta dedicada a las bromas que se celebra en Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Estados Unidos y otros países cada 1 de abril. El equivalente en América Latina y España es el Día de los Santos Inocentes celebrado cada 28 de diciembre.

 

 

 

Capítulo IV.

Harry despertó de su letargo lentamente, rodó sobre su espalda y se estiró… e inmediatamente deseó no haberlo hecho.

—¡Joder!

La voz a su lado dijo secamente:

—Qué observador, ¿no? Y si simplemente hubieras prestado atención anoche, no estarías teniendo este problema.

Harry abrió sus ojos y lo miró con furia.

—Vete a la mierda, Snape.

El hombre sostuvo una pequeño vial y le dijo, burlonamente:

—Yo no me precipitaría tan rápido, Potter. Tengo en mi mano el medio que aliviaría lo que te molesta.

—¿Qué quieres que haga… darte un beso? —soltó Harry.

—Anoche te lo habría dado sin pedirte nada. Esta mañana… un “por favor” será suficiente.

—Por favor —dijo entre dientes. Snape destapó el vial y se lo extendió; Harry lo bebió—. Dios, ¿no haces nada que tenga un sabor decente?

—Deja de quejarte, Potter.

Antes de que Harry pudiera responderle, hubo un toque en la puerta y luego se abrió. El oficial del Ministerio que Harry había conocido el día anterior entró en la habitación, una gran sonrisa sobre su rostro, junto con Dumbledore y Sirius justo a sus espaldas.

—¡Buenos días, buenos días! —dijo alegremente el oficial.

Harry vio a Snape hacer una mueca y notó con suficiencia que su recién estrenado esposo no parecía ser una persona madrugadora. El muchacho se apoyó contra la cabecera, empujando las sábanas hasta su cuello y esperó la explosión.

Sin embargo, antes de que Snape pudiera decir algo, el oficial había colocado su maletín sobre la cama y sacado unos papeles.

—Qué bien que ambos estén despiertos, no les quitaré más tiempo del necesario. Sólo hay unos pocos formularios que rellenar. Primero, ¿alguno de ustedes ha comido o bebido algo esta mañana?

—No —dijo Snape con brevedad.

—Sí —dijo Harry—. Hum, una poción para el dolor.

Sirius gruñó.

—¿Por qué necesitaste tomar una poción, Harry? —exigió, mirando con furia a Snape.

Éste le lanzó a Sirius una de sus más irritantemente engreídas miradas y Dumbledore dijo, precipitadamente:

—Eso no tiene tiemportancia ahora.

—¿Tiene una muestra de la poción? —preguntó el oficial del Ministerio.

Harry le tendió el vial y el hombre lo golpeó con su varita.

—Bien. Sólo un analgésico básico y relajante muscular. No debería interferir para nada con el Veritaserum —colocó el vial en un sobre y lo metió en su maletín, después comenzó a hurgar—. Bien, sé que tengo un vial de suero en algún lugar, por aquí…

—Permíteme, Ignatius —dijo Dumbledore, sosteniendo un frasquito claro.

El oficial lo tomó y lo golpeó con su varita. Una mirada de deleite cruzó su rostro.

—Sí, esto servirá muy bien, ¡muy bien, de hecho! Nunca había tenido el placer de trabajar con una muestra de Veritaserum tan pura. ¿Suya, profesor? —preguntó, mirando hacia Snape.

—Sí, es una de las tandas de Severus —afirmó Dumbledore—. ¿Será eso un problema?

—¡No, para nada! En el Departamento de Contratos Mágicos rara vez tenemos la oportunidad de trabajar con ‘material de calidad’ —dijo Ignatius, sonriendo a Dumbledore y después a Snape—. Seré la envidia de mis colegas. Profesor, ¿me deja colocar dos gotas en su lengua?

Asombrándose por el cumplido, Snape abrió su boca sin dudar, e Ignatius vertió cuidadosamente dos gotas en su lengua. Después se movió hacia el otro lado de la cama y repitió el proceso con Harry.

—Entonces, ahora, sólo unas cuantas preguntas para completar el contrato —después de verificar sus identidades, dijo—: ¿Fue el matrimonio completamente consumado anoche?

—Sí —dijo rápidamente Snape.

Harry lució dudoso.

—¿Qué quiere decir con ‘completamente’? Si se refiere a si Snape me folló, sí, lo hizo. Si se refiere a si lo follé yo…

—Eso es más que suficiente, Potter —exclamó fríamente Snape.

Harry le frunció el ceño.

—Tú no eres el que quiere saber.

—Sí, sí, eso bastará —dijo Ignatius precipitadamente. Garabateó su nombre al final del contrato, después de que Dumbledore y Sirius lo hubieran atestiguado. Una vez que estuvo hecho, lo enrolló, lo golpeó con su varita y un listón con el sello oficial lo envolvió.

—Entonces, está terminado —dijo animadamente, colocando el contrato dentro de su maletín—. Archivaré esto cuando regrese a la oficina. Si desean una copia oficial para sus archivos personales, estará disponible después de treinta días —estrechó las manos de Harry y Snape—. Felicidades, caballeros. Espero que el contrato sea beneficioso para ambos. Albus, ¿me enseñas la salida?

—Seguro, Ignatius —dijo Dumbledore, y lo siguió fuera de la habitación.

Hubo un siniestro silencio en el cuarto, después de que ambos hombres se fueran. Después, Sirius dijo:

—¿Por qué necesitó Harry una poción para el dolor, Snape? ¿Qué le hiciste?

Snape sonrió con malicia.

—Desfloré a tu chico virgen, por supuesto. Y recuerda, fue tu idea.

—Bastardo —gruñó Sirius, después se giró hacia Harry—. ¿Estás bien? ¿Te lastimó?

Harry estaba atrapado bajo la influencia del Veritaserum, aún fluyendo por su sistema. Por un lado, Snape había sido remarcablemente considerado la noche anterior, y Harry no había sido consciente de ningún dolor. Por otro, Harry había estado considerablemente incómodo esta mañana, y aún se sentía algo sensible. Su estómago se irritó.

—Tengo que usar el baño —huyó hasta dicha habitación e inmediatamente vertió el contenido de su estómago. Fue vagamente consciente de que había alguien más entrando al baño mientras trataba de convencer a sus intestinos de que dejaran de vaciarse.

—Toma —dijo una calmada voz, y un vaso de una sustancia lechosa apareció ante él. Lo agarró y forzó un trago, y se sorprendió cuando no lo echó al instante. De hecho, parecía detener el vómito, sin mencionar las vueltas que daba la habitación a su alrededor.

—Gracias —murmuró—. Es conveniente estar casado con un Maestro de Pociones, supongo.

—Difícilmente te tendría vomitando hasta morir durante la mañana de tu boda —dijo Snape secamente—. Piensa en lo que eso haría con mi reputación —Harry soltó un involuntario bufido de risa—. Tu padrino se ha ido. Dúchate, cepíllate los dientes y regresa cuando hayas terminado. Los elfos domésticos esperarán con el desayuno.

La puerta del baño se cerró y Harry se puso de pie. Tomándose su tiempo, se duchó minuciosamente y lavó sus dientes dos veces. Decidiendo que no podría retrasar por más tiempo lo inevitable, regresó a la habitación.

Un baúl que lucía familiar estaba colocado al final de la cama y Harry se sorprendió mientras se daba cuenta de que sus cosas ya habían llegado desde su departamento. Abrió el ropero para ver que los elfos domésticos ya habían colgado sus ropas, y luego frunció el ceño cuando notó que sus prendas eran las únicas que estaban ahí. Una rápida mirada al tocador comprobó que sus cosas solas ocupaban los cajones.

—¿El amo Harry necesita algo?

Harry se giró para ver que una elfina vestida con una inmaculada toalla estaba de pie al lado de la cama.

—Hum, sí. Las cosas del Profesor Snape. Sus ropas y cosas así. ¿Dónde están?

La elfina lució sorprendida.

—En la habitación del amo Severus, señor.

Harry frunció el ceño, digiriendo el hecho de que, aparentemente, Snape mantenía sus cosas en otra habitación, y se preguntó con enojo si el hombre pensaba que Harry robaría sus preciadas pertenencias.

—¿Puedo ayudar al amo Harry a vestirse?

—No —dijo el muchacho brevemente, abriendo los cajones con una sacudida, para sacar una camisa, vaqueros, y su par de boxers más cómodo—. Pero puedes mostrarme dónde está ese bast… dónde está el ‘amo Severus’ cuando esté vestido —se puso la ropa con rapidez y trató de hacer algo con su cabello, sin éxito, y luego lo dejó—. ¿Puedo preguntar tu nombre? —le dijo a la elfina mientras la seguía fuera de la habitación.

—Soy Pippa, señor —contestó la elfina con una brillante sonrisa, y comenzó a hablar bastante feliz sobre la casa y otros ocupantes mientras lo guiaba escaleras abajo hacia el comedor. Harry pensó que lucía muy alegre para ser una empleada de Snape, él había esperado a medias que los sirvientes de Snape estuvieran encogidos de miedo—. El desayuno, amo Harry, señor —dijo Pippa, mientras entraban al comedor. Harry vio que Snape ya estaba sentado en la mesa, escondido detrás del diario El Profeta, y sus ojos se abrieron más ante la imagen de la mesa ricamente puesta—. ¿Hay algo que necesite, amo Harry?

—Hum, no —contestó, sintiéndose un poco mareado ante la vista de toda la comida.

Snape asomó su cabeza desde detrás del periódico y le miró con impaciencia.

—Toma asiento y come, Potter. Aparentemente, mis elfos domésticos piensan que no estás comiendo nada; esto es todo en tu honor.

—Hum, no creo que pueda comer mucho —dijo Harry, mientras tomaba asiento cuidadosamente.

Snape le dio una mirada evaluatoria.

—Pippa, trae el frasco púrpura de mi cuarto de baño, por favor —Harry levantó una ceja ante el sonido de Snape diciendo ‘por favor’ y cautelosamente mordisqueó una tostada. La elfina regresó con el frasco y Snape vertió la mitad de él dentro de un vaso con jugo de calabaza, lo removió, y luego se lo extendió a Harry—. Bebe eso. Ayudará a calmar los nauseabundos efectos del Veritaserum.

Harry parecía tener sus dudas, pero tomó un sorbo del jugo. Para su sorpresa, lo asentó, y bebió el resto. Su estómago inmediatamente dejó de revolverse y suspiró con alivio. Miró en dirección a Snape, queriendo agradecerle la poción, y vio que se había ocultado otra vez tras el periódico. En la página frontal, Harry vio las noticias acerca de sus nupcias. “Niño-Que-Vivió-Se-Casa-En-Secreto” decía llamativamente la página, y debajo había fotografías separadas de él y Snape. La foto de Snape le miró y él le devolvió la mirada, recordando repentinamente que estaba enfadado con el hombre.

—¿Hay alguna razón por la que tus cosas están en otra habitación?

Snape bajó el periódico y le dio una mirada interrogativa.

—Tenía la impresión de que los cuartos separados serían preferibles tanto para ti como para mí.

Harry parpadeó ante esto, y sintió una repentina ola de alivio ante la perpectiva de que no tendría que dormir con Snape cada noche.

—Hum, sí.

—Cuando se dé la ocasión de que desee un encuentro marital, yo, por supuesto, te informaré antes de ir a tu cuarto.

El estómago de Harry cayó de nuevo.

—Yo…

—No debería ocurrir más de una o dos veces al mes, ya que estoy acostumbrado a satisfacer mis propias necesidades —continuó Snape—. ¿Confío que será aceptable para ti?

—Sí —dijo Harry con tristeza. Era, después de todo, parte del contrato de matrimonio y Snape estaba en su derecho a pedir más. Diablos, podría pedir un bebé, si quisiera uno.

Snape miró a Harry jugar con su comida.

—¿Pasa algo malo, Potter?

—No. Yo sólo… —suspiró Harry—. Todos hablan siempre de lo grandioso que es el sexo, pero sólo… bueno, estuvo bien, pero no fue fantástico.

—Me esforzaré en proveer más satisfacción la próxima vez —dijo secamente Snape.

Harry se sonrojó.

—No es eso lo que quise decir. La forma en que tú… cuando me tocaste de esa manera… fue agradable. Fue mejor que cuando me toco yo solo. Pero la otra parte… ¿de verdad le gusta eso a la gente?

Snape se encogió de hombros.

—Es bastante placentero para el que lleva a cabo la penetración, y tengo entendido que muchos disfrutan de ser pasivos. Yo encuentro menos que satisfactorio ser sodomizado.

—Ya —dijo Harry, picando sus huevos con el tenedor—. No es que me esté quejando o algo así —miró a Snape—. Y tú no eres pasivo.

—No —contestó cortantemente el hombre—. Si deseas experimentar los placeres de ser activo, tendrás que buscar en otro lado —dobló su periódico y lo dejó sobre la mesa—. Ahora, si has terminado de torturar esos huevos, te haré un recorrido por la casa antes de que empiece a trabajar.

Harry asintió y finalizó su té.

—Ya terminé.

—Muy bien, entonces —Snape se levantó y comenzó a hablar en lo que Harry reconoció como su voz de clases—. Éste, como puedes ver, es el comedor. El desayuno y la cena serán servidos aquí cada vez que estemos en la casa. Puedes tomar el almuerzo que sea y cuando quieras. Por esa puerta se va a las cocinas. Tenemos dos elfos domésticos; por favor, abstente de molestarlos a todas horas del día y de la noche. Si apoyas las creencias de tu amiga Granger sobre los derechos de los elfos, preferiría que te los guardaras para ti. Pippa y Toby llevan conmigo muchos años, y me he acostumbrado a ellos.

—Bien —dijo Harry, poniendo los ojos en blanco.

Guiando al muchacho hacia el vestíbulo, señaló rumbo a la habitación que Harry había visto la noche anterior, durante la recepción.

—Ésa es la sala de estar, y la biblioteca está al lado, aunque supongo que no necesitarás usarla. Bajo este salón está mi espacio de trabajo. No tienes permitido (por ninguna razón menor a una emergencia terrible) entrar ahí. ¿Entendido?

Maravilloso, pensó Harry mientras asentía. Mi casa durante los siguientes Dios sabe cuántos años, y me siento como un invitado no deseado en ella.

—Arriba hay tres habitaciones, cada una con un baño privado —dijo Snape, señalando hacia las escaleras—. Ya has visto tu cuarto. El mío está al lado de ése, y el de invitados está cruzando el pasillo —respiró hondamente, y dijo en el tono de quien está preparado para ser sociable incluso si eso lo mata—: Por favor, siéntete libre de invitar a tus amigos. Sin embargo, si piensas invitar a tu padrino, ten la bondad de informarme, para que pueda hacer planes para estar ese día en algún otro lugar.

Harry sonrió ante eso, sintiéndose extrañamente acogido por los permisos de Snape.

—Yo, por supuesto, estaré de regreso en Hogwarts al final de la semana, cuando los estudiantes regresen de las vacaciones de Pascua. No obstante, procuraré venir durante el año escolar, cuando mi horario me lo permita, al igual que en verano y Navidad —continuó—. Apreciaría si me proporcionaras una copia de tu horario, para que sepa cuándo son tus partidos.

Harry levantó una ceja.

—¿Te estás haciendo fan, Snape? ¿O sólo temes que llegues a echarme de menos?

El hombre lo miró con furia.

—Aún hay personas a quienes nada les gustaría más que herirte, Potter. Lucius Malfoy, en particular, no se tomará este cambio en sus planes con mucha gracia. Si desaparecieras, ayudaría a saber si fuiste secuestrado o simplemente estás persiguiendo tu trasero alrededor del campo.

Eso sonaba razonable, y Harry se avino. Snape se relajó un poco y le guió a través de una puerta de cristal, hacia un hermoso patio.

—Aquí afuera están los jardínes. No son extensos, no obstante, proveen muchos de los ingredientes para mis pociones, así que apreciaría que tú y tus amigos no arrasarais con ellos.

—¡Hey! Yo no arraso con nada… o al menos no lo he hecho en muchos años.

—Por supuesto —contestó secamente el hombre—. Mantén tus vuelos de Quidditch en el campo abierto de la parte Oeste de la casa, si no es mucho pedir. Cuando hace buen tiempo, los elfos sirven el té de la tarde aquí, en la terraza. Eres bienvenido para unirte a mí, o no, como prefieras. Si tienes preferencias en cuanto a té o pasteles, díselo a Pippa.

Harry asintió y se giró para estudiar la casa.

—Es muy agradable, Snape, pero para nada lo que me imaginé.

Los labios del hombre se curvaron.

—¿Esperabas algo al estilo de la Mansión Malfoy, grande y pretencioso? Cuando llegué, la familia Snape había sido reducida a la máxima pobreza, conservando poco más allá de la línea de sangre y nuestro orgullo. Mis primos lejanos residen en los remanentes desmoronados de la casa ancestral; no he estado allí desde que era niño —miró hacia toda la casa y Harry pudo ver la satisfacción de su rostro—. Esto es mío; compré la tierra y construí. Un día, lo pasaré a mis herederos.

Harry se alejó precipitadamente de ese tema, señalando hacia la pequeña construcción al otro lado de la terraza.

—¿Qué es eso?

—Eso, señor Potter, es tuyo.

Harry frunció el ceño.

—¿Mi qué?

—Tu oficina personal o de trabajo, lo que desees. Puedes almacenar tu basura ahí sin que me importe.

—¿Mío? —preguntó Harry, sin atreverse a creerlo.

Snape frunció el ceño.

—¿Es muy difícil para ti entender el concepto, Potter?

Harry lo ignoró mientras caminaba hacia allí y abría la puerta, luego miró hacia dentro. No era grande, aproximadamente del tamaño de la cabaña de Hagrid, pero estaba limpio, brillante y abierto a muchas posibilidades. Había una sensación de novedad en ello, y Harry se giró hacia Snape para mirarlo con sorpresa.

—No es mucho, comparado con los lujosos alrededores anteriores —dijo el hombre fríamente.

Harry sonrió. Su último lugar había sido un piso amueblado, compartido con otros dos miembros del equipo. Antes que eso, había sido un pequeño dormitorio con cuatro compañeros de cuarto. Y antes que eso…

—Es perfecto —murmuró, pasando su mano sobre las suaves paredes. Era nuevo, Harry habría apostado su vida. Snape debió haberlo construirlo sólo para él. Sintió un extraño apretón en su garganta.

Snape hizo una mueca.

—No trates de halagarme, Potter. Comparado con la casa de tus parientes muggles…

—Es el cielo —dijo Harry, recorriendo la habitación, empapándose con la sensación del lugar—. Los Dursley me trataron como basura, me dejaron en la alacena bajo las escaleras durante diez años. Cuando mi carta de Hogwarts llegó, me pusieron en la segunda habitación de Dudley, pero sólo porque tenían miedo. Por supuesto, pusieron barrotes en la ventana y me encerraron la mayor parte del tiempo.

Snape frunció el ceño.

—¿Por qué harían eso?

Harry suspiró y frotó su cabeza.

—Porque odiaban la magia y todo lo relacionado con ella, incluyéndome a mí. Supongo que creyeron que podrían matarme de hambre o a base de palizas —le obsequió una sonrisa a Snape—. No funcionó, por supuesto.

Aún frunciendo el ceño, Snape estudió el rostro de Harry como si buscara si el muchacho estaba mintiendo.

—Por supuesto —murmuró—. ‘Lo que no nos mata…’

— ‘…nos fortalece’ —terminó Harry con una pequeña sonrisa.

El hombre alzó una ceja.

—No sabía que habías leído a Nietzsche, Potter.

—No lo hice —replicó Harry—. Lo leí en ‘Conan, el Bárbaro’ —ante la inexpresiva mirada de Snape, dijo amablemente—: una película muggle. Lo vi en la tele, una noche en que los Dursley salieron.

Snape puso los ojos en blanco.

—Mocoso imposible.

Harry sintió un cálido sentimiento recorriéndolo. Esto ya le daba la sensación de algo familiar y seguro.

—Cretino insufrible.

Snape gesticuló hacia la sala vacía.

—Puedes amueblarlo como desees. Pippa y Toby saben de un comerciante con el que hago negocios.

Harry frunció el ceño.

—Tengo mi propio dinero —dijo cortantemente—. Puedo pagar mis propias cosas.

—Bien —dijo Snape, sin parecer para nada sorprendido por la declaración de Harry—. Mi salario, aunque generoso, no es extenso, y prefiero gastarlo en otras cosas.

—De acuerdo —replicó Harry.

—Bueno, ahora que hemos aclarado eso, tengo trabajo que hacer. He perdido bastante tiempo esta mañana —dijo el hombre, y se dio la vuelta para retirarse.

Harry se mordió el labio; sabía que Snape estaba haciendo un esfuerzo, y no era justo flagelar al hombre picando su orgullo.

—Profesor —dijo rápidamente, luego decidió que eso no sonaba bien—. Snape… er, Severus.

Snape se giró, alzando una ceja.

—¿Hay alguna razón por la que estés recitando mi título y nombres?

—Sólo trataba de resolver cómo debería llamarte —replicó Harry.

Snape pareció considerarlo por un momento.

—‘Severus’ será aceptable —dijo.

Harry asintió.

—Y yo apreciaría si me llamaras ‘Harry’ en vez de ‘Potter’ —sonrió torcidamente—. Después de todo, ahora es ‘Potter-Snape’, ¿no?

—Sí —dijo el hombre, luego pareció recordar algo. Sacó una caja de su bolsillo—. Esto también es tuyo. Te lo habría dado ayer, pero no pareció que hubiera un momento apropiado.

Lució extraño, diferente de su yo seguro usual, y Harry recordó la forma en que Snape miró a Dumbledore la noche anterior. Hizo que Harry se sintiera incómodo al ver a Snape mostrando algo menos que control completo, y rápidamente abrió la caja.

—¿Un anillo?

Snape asintió.

—Es tradicional, y Malfoy esperará verte llevando uno. De otra forma levantaría sospechas.

—Bien —dijo Harry. Deslizó el anillo en su dedo y lo sintió cambiar, para acomodarse a él perfectamente—. Gracias —miró hacia arriba y encontró los ojos de Snape—. Por todo.

El hombre asintió y rápidamente se fue. Harry miró el anillo durante un largo minuto, un símbolo de lo mucho que su vida había cambiado, y luego retiró su atención de él para enfocarla en el cuarto. Su cuarto, pensó con satisfacción mientras imaginaba las posibilidades. Era un comienzo.

 

 

 


Capítulo V.

Snape regresó a Hogwarts al final de la semana, pero ya que la temporada de Quidditch se había reanudado, Harry había tenido poco tiempo para notar su ausencia. Había algunas expectativas por parte de Inglaterra para la Copa Mundial, y los cuartos de final fueron tan agotadores que Harry apenas había alcanzado a darse una ducha caliente y comer un sandwich antes de caer dormido en la cama.

Entonces, a principios de mayo, Inglaterra perdió el último de los encuentros, dejándolo fuera de la competición de la Copa. Harry se encontró con inesperado tiempo libre en sus manos. Después de dormir gran parte del primer día, pasó la siguiente mañana ocupado en su espacio de trabajo. Estaba bastante desordenado después de semanas de haberlo utilizado poco, especialmente cuando le había pedido a los elfos que lo dejaran a su cargo. Quién habría imaginado, pensó mientras sacudía un plumero sobre los muebles, que disfrutaría de limpiar después de todos los años que pasó con los Dursley. Tal vez se debía a que esto era suyo. Sintió cierto orgullo por la forma en que lucía el lugar, ahora que lo había arreglado y hecho planes para pasar algo de su tiempo libre aquí, con su padrino y amigos.

La tarde lo encontró mirando la estantería de la biblioteca, sintiendo curiosidad e interés por encontrar algo para leer. El sonido de alguien llegando por red flú a la sala de estar lo hizo salir corriendo hasta el lugar, el libro en una mano, la varita en la otra. Aun cuando su conexión flú era privada y segura, Harry había aprendido a no tomar nada a la ligera.

Snape se estaba sacudiendo el polvo cuando Harry entró en la sala, y mientras alzaba la mirada, Harry pensó haber visto un destello de aprobación en sus ojos.

—Ah, veo que has localizado la biblioteca —dijo Snape—. ¿O estabas planeando lanzarles libros a los intrusos?

Harry sonrió y dejó de lado la varita.

—Buscaba algo con qué entretenerme —dijo, sosteniendo el libro en alto.

Snape le dio una mirada al título y alzó una ceja.

—¿El Tratado de Icabod Flinch en hechizos de defensa y su historia? Me asombraría si llegara a pensar que tienes la más mínima idea de en qué te estás metiendo.

La sonrisa de Harry se amplió; demonios, había extrañado al hombre.

—Bastardo irritante.

—Mocoso idiota —replicó Snape.

—Así que, ¿qué haces en casa? —preguntó Harry—. Los exámenes son en seis semanas, pensé que estarías ocupado aterrorizando estudiantes.

Snape bufó.

—La mayoría de los estudiantes no tiene ingenio*. Sin embargo, respondiendo a tu pregunta, es fin de semana en Hogsmeade y la idea de estar encerrado en el castillo con un montón de estudiantes colocados de azúcar es más de lo que puedo soportar.

Harry entrecerró los ojos; Snape evitaba su mirada y eso no podía ser bueno.

—¿Qué sucede?

Snape alzó la mirada y después la desvió de nuevo, aun así, Harry pudo ver dos leves manchas de color en sus mejillas.

—Nada — soltó Snape, y luego agregó retraídamente—. Hoy se cumple un mes desde nuestra boda, y pensé en venir esta noche, si no tienes otros planes.

Harry sabía exactamente a lo que Snape se refería, y se sonrojó.

—Oh. Bien —respiró profundamente, pensando en el contrato y la forma en que Snape había peleado por él—. Estará bien. No tengo otros planes.

Snape asintió con rapidez.

—Bien. Entonces, creo que me daré una ducha antes de cenar.

Salió de la sala y Harry se dejó caer en una silla, pasando una mano levemente temblorosa por su cabello y tratando de no pensar en lo de esta noche. Había estado francamente aliviado cuando Snape lo había dejado solo después de su primer encuentro en su noche de bodas, pero supuso que había sido demasiado esperar que Snape lo hubiera encontrado igualmente insatisfactorio. Suspiró. Después de todo, no había nada que él pudiera hacer, así que no tenía caso preocuparse.

La conversación durante la cena fue tensa, ambos conscientes de los planes que había para esa noche. Harry se encontró añorando esa primera semana después de la boda. Con ambos en casa por vacaciones, habían adoptado el hábito de comer juntos, al igual que de compartir tranquilas tardes frente al fuego, en la sala. Snape tenía un increíble conocimiento del mundo mágico y muggle, y Harry había disfrutado de hablar con él. Sonrió; bueno, su conversación había sido más bien un debate, pero ambos lo habían disfrutado y había descubierto que el hombre era más tolerable como persona que como maestro.

Estaba pensando en esas conversaciones cuando Snape aclaró su garganta, y Harry levantó la vista hacia el hombre, con incertidumbre.

—Lamenté escuchar que Inglaterra no estaría en la Copa Mundial este año —dijo Snape, y Harry no pudo evitar sonreír. Era obvio que el mayor estaba tratando de entablar conversación de forma educada, algo en lo que no era hábil—. Madame Hooch dice que hay probabilidades de que el actual buscador se retire, y que así dejarías la reserva. Dice que si el buscador de reserva hubiera jugado contra Brasil, Inglaterra habría ganado.

Harry se encogió de hombros.

—No necesariamente —objetó—. Sé que soy bueno, pero jugar Quidditch profesional es muy diferente al equipo escolar. Aún me queda mucho por aprender y… —vaciló, y después miró a Snape—. No estoy completamente seguro de querer seguir jugando cuando mi contrato termine, en otoño.

Snape levantó una ceja.

—¿En serio? Pensé que era el sueño de tu vida.

—No realmente. Quiero decir, es divertido y disfruto de jugar, pero no lo siento… real, de alguna manera. Es como si estuviera perdiendo el tiempo —suspiró—. Sé que suena estúpido…

—No, no es cierto —dijo Snape en voz baja—. Harry, eres joven y tienes toda la vida por delante. Si el Quidditch no es lo que te apasiona, encontrarás algo que te agite la sangre.

—¿Como tú con las pociones, y Hermione con la Igualdad de Derechos? Quizá. No es como si tuviera que tomar una decisión hoy —la esquina de la boca de Harry se curvó en una sonrisa—. Pero gracias.

Ambos devolvieron su atención a sus platos. Harry notó que su apetito se había ido por completo y se levantó de la mesa.

—Bueno, creo que me lavaré y, eh, me prepararé —dijo, poniéndose de pie. Snape no levantó la mirada, sólo asintió, y Harry huyó escaleras arriba.

Se debatió entre usar la bata de nuevo, y luego decidió que le hacía sentirse como un tonto. El pijama estaría bien; podría quitar los botones cuando fuera necesario. Apenas había terminado de abotonar la camisa cuando un golpe en la puerta hizo saltar su corazón. Rápidamente se subió a la cama y le gritó a Snape para que entrara.

Al igual que antes, el hombre apagó las luces después de meterse en la cama, lo preparó con un hechizo, después lo masturbó hasta que se endureció, antes de penetrarlo. Harry encontró que no era tan extraño o incómodo como en la ocasión anterior, aunque aún no entendía cómo podría a alguien gustarle ser follado por el trasero. Era obvio que Snape lo estaba disfrutando. Harry podía escucharlo respirar como un caballo de carreras mientras empujaba dentro y fuera de su cuerpo, y los estremecimientos que sacudieron su cuerpo mientras alcanzaba el clímax fueron indicadores obvios de que lo había disfrutado.

Obedientemente, Snape ayudó a Harry a correrse con su mano, pero el muchacho se sintió extrañamente insatisfecho aún cuando descendió del clímax mucho mejor que cuando lo hacía con su propia mano. No era culpa de Snape, obviamente había algo mal en Harry. Se quedó acostado en silencio, fingiendo dormir, mientras Snape los limpiaba con un hechizo, y fingió no darse cuenta cuando el hombre salió de la habitación poco después.


Be scared out of one's wits: Estar aterrorizado. Juego de palabras que se pierde al traducirlo a español.

 

 

 


Capítulo VI.

Por la mañana, Snape se había ido, dejándole un mensaje que decía que estaba esperando que llegaran algunos envíos en pocas semanas y que Harry procurara no destruirlos y perderlos.

Harry rechazó estar molesto tanto por el abrupto abandono como por el mensaje. Ésta era su casa también, y si Snape pensaba que sólo iba a estar sentado por ahí dándole vueltas a sus pulgares, estaba muy equivocado. En lugar de eso, planeó bajarle los humos al hombre plantando las malditas cosas y plantándolas bien. Siete años de herbología le habían enseñado mucho, y lo que no supiera, podría preguntárselo a la Profesora Sprout o a Neville, vía lechuza.

Había investigado en la biblioteca acerca de las plantas del jardín, y ninguna de ellas parecía complicada o peligrosa. El suelo era sencillo de preparar dado que la tierra ya estaba ricamente fertilizada, así que sólo era cuestión de removerla y esperar a que las plantas llegaran. De hecho, era bastante agradable cavar en la tierra fértil del jardín. Su momento favorito era temprano por la mañana, cuando parecía que todo el mundo dormía y el tenue frío de la mañana no lo molestaba mientras trabajaba. Pronto encontró que pasaba mucho de su tiempo libre trabajando allí. Era más fácil pensar, en cierto modo, con una pala en su mano, y se preguntó si a Snape le importaría que también plantara un jardín de verduras el siguiente año. Primero tendría que hablar con Molly Weasley y conseguir algunas ideas sobre cómo plantarlo.

Dos semanas después de la partida de Snape, los envíos llegaron. Harry los separó y los comenzó a plantar en varias sendas, haciendo cuidadosas notas en un libro de contabilidad que había encontrado, como la fecha en que plantaba, el tipo de planta, y otra información pertinente. Ya estaba trabajando en la última senda cuando una cortante voz lo sobresaltó.

—Potter, ¿qué demonios crees que estás haciendo?

Harry encontró a Snape mirándole con furia, y le sonrió con malicia.

—Plantando semillas. ¿Quieres ayudar?

—¡Idiota! ¿Tienes la mínima idea de lo que haces?

—Aunque no lo creas… —contestó Harry, levantándose y limpiando sus manos con un trapo viejo—. Sí sé. Leí en la biblioteca acerca de tus plantas para el jardín. He llevado un cuidadoso registro de lo que llevo sembrado y de cuándo lo sembré. Y a pesar de tu opinión sobre mi inteligencia, superé bastante bien Herbología. Además, Neville me ayudó con las pocas preguntas que tenía.

Snape se puso pálido.

—¿Longbottom? ¿Aquí, en mi jardín?

Harry sonrió abiertamente.

—De hecho, él se encontraba demasiado ocupado como para venir. Aparentemente, es la época más ajetreada en los invernaderos. Pero dijo que vendría en una o dos semanas para ver cómo iba —Snape parecía debatirse entre sentir alivio al saber que Neville no había estado ahí, y preocupación ante su inminente visita—. Siento mucho si arruiné tu diversión.

El hombre se encogió de hombros.

—A decir verdad, no disfruto particularmente el proceso de plantado, aunque lo he hecho durante varios años. Generalmente, los elfos domésticos cuidan de las plantas, pero yo mismo las cosecho.

—Yo las cuidaré —ofreció Harry—. No es como si tuviera mucho en qué ocupar mi tiempo estos días, con el equipo de Quidditch

Snape ladeó la cabeza.

—Es probable que eso cambie, ¿o no? Madam Hooch dice que es posible que tu buscador se retire del equipo.

Harry se encogió de hombros.

—Aun así, no comenzaremos a entrenar hasta después de la Copa. Y… me gusta trabajar en el jardín. Me da tiempo para pensar.

—Entonces, puedes continuar —dijo Snape—. Cualquier cosa que estimule ese proceso debe llevarse a cabo.

Harry le saludó mostrándole un dedo concreto y se encaminó hacia el cobertizo para sacar su equipo de jardín.

—Así que… ¿qué te trae por aquí? Los exámenes son en dos semanas, ¿la histeria general fue demasiado para ti o sólo viniste a acosar a tu jardinero? —Snape se sonrojó ligeramente, alejando la mirada, y repentinamente Harry lo supo—. Oh, cierto… ha pasado un mes, ¿no? —se las arregló para mostrar una ligera sonrisa—. Eres puntual como un reloj.

Snape se aclaró la garganta.

—No necesitas… si te resulta desagradable…

Harry suspiró.

—Mira, ambos sabemos que me salvaste del bastardo de Malfoy. Si el precio que tengo que pagar es darme la vuelta para ti una vez al mes, creo que puedo hacerlo. Soy muy consciente de que estaría peor con él.

Había dos puntos de color en las mejillas de Snape, y dijo severamente:

—Eso difícilmente es una invitación tentadora, Potter.

—Es la única en oferta, ¿no? —Harry pasó sus dedos por su cabello—. Tengo que ducharme y después te veré en la cena, ¿de acuerdo? —sin esperar la respuesta del hombre, entró a la casa.

La cena fue de nuevo silenciosa. Snape claramente estaba al límite después de su discusión previa, y Harry trató desesperadamente de pensar en algo que decir, y recordó una conversación que había escuchado la semana anterior en el exterior de la tienda de pociones del Callejón Diagon.

—Creo que eres el favorito para ganar el premio del Caldero Trimestral al Maestro de Pociones del Año —dijo.

Snape levantó la mirada con sorpresa, pero asintió.

—Las mejoras que he hecho a la poción Matalobos —dijo, por toda explicación.

—¿En serio? Escuché a Remus decir que ahora las transformaciones son más fáciles. Luce mucho más saludable estos días.

—Las comidas regulares harían eso con cualquiera —respondió Snape, secamente.

—Hablando de comidas regulares… —apuntó Harry—, Albus dice que te estás saltando varias de ellas.

Snape hizo una mueca de desdén.

—¿Fastidiando, Potter? En qué apropiada y pequeña esposa te estás convirtiendo.

Harry se encogió de hombros, pero alzó su mentón con determinación.

—A nadie le beneficia que sigas así hasta morir, Severus.

Snape le miró con furia y el muchacho le miró igual. Después de un momento, el profesor cerró sus ojos y se recargó en su silla, frotando el puente de su nariz.

—Muy bien —dijo gruñonamente—. Trataré de acudir al mayor número de ellas.

—Bien —Harry se sintió extrañamente satisfecho—. Como sea, estarás en casa dentro de pocas semanas, y estoy seguro de que Pippa y Toby te engordarán.

Snape bufó ante esto.

—Han intentado hacerlo en el pasado, sin mucho éxito.

Harry sonrió con malicia.

—Ah, pero ahora tienes a la ‘pequeña esposa’ aquí para que te fastidie.

—Más bien para que me fastidie hasta el punto de esconderme en mi laboratorio —murmuró Snape, y después miró a Harry con algo muy parecido a la resignación en sus ojos—. Voy a odiar esa alusión a la esposa, ¿verdad?

Los labios del muchacho se curvaron, pero estaba disfrutando demasiado como para dejar de una vez el asunto con Severus.

—Oh, yo diría que sí. De hecho, creo que siento un dolor de cabeza aproximándose —Snape le miró sin expresión y él soltó un suspiro—. No tienes ni idea, ¿cierto? Es un diálogo muy usado por las esposas muggles cuando quieren saltarse el sexo.

Snape lució alarmado por la idea, y Harry no pudo evitar reír.

—Relájate, Severus. No soy tan cruel —se levantó de la mesa y dijo—: Me adelantaré.

Cuando Snape entró a la habitación de Harry poco después, el muchacho pareció divertido cuando notó la mirada cautelosa en sus ojos, mientras estudiaba el cuarto y luego a él. Parecía encontrar todo satisfactorio porque se relajó apenas lo suficiente y caminó hacia la cama. Harry apagó las luces, después se acostó sobre su costado y esperó a que Snape hiciera los preparativos usuales.

Podía decirse que el hombre se estaba tomando su tiempo deliberadamente, asegurándose de que Harry estuviera listo para él. Era alentador en cierta forma, saber que Snape no se ariesgaría a herirlo. Aun así, no pudo evitar sentirse irritado con el hombre y deseó que terminara con eso. Pareció que pasaba una eternidad antes de que Snape jadeara su orgasmo, y el propio clímax de Harry se sintió menos satisfactorio que nunca.

El mayor pareció presentir que algo andaba mal, porque una vez hubo terminado y limpiado, se acercó inclinándose y murmuró:.

—¿Harry?

—¿Qué?

—¿Estás… bien? ¿Necesitas una poción o alguna otra cosa?

—Estoy bien.

—¿Preferirías que me quedara aquí esta noche?

Harry suspiró. Snape estaba siendo -para ser Snape- remarcablemente indulgente.

—No. Todo va bien. No tienes por qué quedarte.

—Muy bien —Harry estuvo casi seguro de sentir una ligera presión de labios sobre su hombro antes que Snape saliera de la cama, pero sabiendo que el hombre aborrecía lo romántico, decidió que lo había imaginado—. Buenas noches, Harry. Si necesitas algo mañana por la mañana…

—Te lo haré saber. Buenas noches, Severus.

La puerta de la habitación se abrió y se cerró. Harry tentó la idea de darse una ducha, y después decidió que estaba demasiado cansado. Cerrando sus ojos, se obligó a dormir y trató de no pensar en por qué sentía la garganta tan cerrada.

 

 

 


Capítulo VII.

Una vez más, Snape se había ido por la mañana y Harry se negó a pensar en ello mientras regresaba a su jardín. Las pocas semanas siguientes pasaron rápidamente. Había invitado a Ron a pasar una semana en la casa, las primeras vacaciones que su amigo había tenido desde que trabajara en el Departamento de Juegos Mágicos y Deportes. Ya que la Universidad de Londres había terminado su curso, Hermione también pasó una semana ahí.

La visita de ambos lo había reanimado considerablemente. Ron y Hermione estaban encantados con la casa y con lo que había hecho con su “estudio”, como había llamado a la casita de campo. Él y Ron pasaron horas jugando Quidditch uno contra uno en el campo oeste mientras Hermione estudiaba detenidamente los libros de la biblioteca. Las noches las pasaban frente al fuego en la salita de estar o en el estudio, conversando o viendo la televisión que habían logrado que funcionara allí. Snape no hizo acto de presencia, aunque estaba informado de la visita de los amigos de Harry, ya que el muchacho le había pedido permiso vía lechuza para que Hermione tomara prestado uno de sus libros. Había dado su autorización con reticencia, ya que era Hermione, lo cual la había complacido considerablemente.

El último día de su visita, Harry se levantó temprano para trabajar en el jardín. Había descuidado las sendas de las plantas los últimos días, no queriendo perder nada del valioso tiempo con sus amigos, pero ahora necesitaban desesperadamente ser deshierbadas. Se agachó sobre sus manos y rodillas y comenzó a trabajar en las hileras, tirando cuidadosamente de las hierbas mientras revisaba las plantas que ya estaban creciendo.

—¿Necesitas un poco de ayuda?

Harry alzó la vista, sobresaltado, y sonrió cuando Hermione se detuvo a su lado.

—Debí saber que eras tú —dijo—. ¿Ron aún duerme?

Hermione se sonrojó ligeramente y asintió. Era un secreto a voces que ella y Ron ya eran amantes, aunque hasta donde la familia Weasley sabía, estaban esperando a casarse hasta después de que Hermione terminara sus estudios universitarios. Entre el horario de trabajo de Ron y las clases de ella, no tenían oportunidad para estar juntos, y Harry había estado encantado de darles la oportunidad.

Harry no podía más que envidiar lo fácil que lo tenían, o el hecho de que ambos sabían exactamente lo que querían hacer con sus vidas. La pasión y conocimiento de Ron acerca del Quidditch habían revitalizado el Departamento después de la traición de Bagman. Hermione tenía una vacante esperando por ella como Abogada Especial en el reestructurado Departamento de Criaturas Mágicas cuando terminara sus estudios. Comparado con el desastre extremo de su matrimonio y sus propias dudas acerca de su futuro, parecía que la vida de sus amigos era perfecta.

—Entonces, ven —le dijo a Hermione—. Tengo que quitarles las hierbas antes del desayuno. Probablemente Severus venga a casa este fin de semana, y Dios me ayude si ve descuidadas sus preciadas plantas.

Hermione se dispuso a trabajar en el otro extremo de la hilera, y ambos trabajaron en silencio durante un tiempo antes de que Hermione dijera en voz baja:

—Harry, ¿qué sucede?

El mencionado la miró con sorpresa.

—Nada.

Ella suspiró y se sentó sobre sus talones.

—No me digas eso. que algo va mal. Estás… no sé… demasiado callado. Y anoche cuando Ron y yo nos fuimos a la cama… ¿te molesta que estemos durmiendo juntos?

—¡No! —respondió Harry, sobresaltado por la pregunta—. Estoy bien con eso, en serio.

—Entonces… ¿es el Profesor Snape? ¿Va algo mal entre vosotros?

Harry suspiró.

—Hermione, ambos fuimos forzados a casarnos con alguien que no amábamos. ¿Cómo podría estar algo bien entre nosotros?

—Él no te… lastima o algo así, ¿verdad? —preguntó con ansiedad.

—No, no exactamente. Es sólo que… bueno, para ser honesto, no estoy muy interesado en eso del sexo —sabía que estaba rojo de vergüenza, y miró hacia la tierra, mientras arrancaba una hierba con un poco más de violencia de la necesaria.

—Un hombre que no tiene interés en el sexo… ¿qué será lo que se me hace raro? —dijo la chica, con una nota de burla en su voz.

—Lo hemos hecho… tener sexo… tres veces, y lo he odiado cada vez.

—¿Tres veces? ¿Y has estado casado durante dos meses?

Harry le frunció el ceño.

—Bueno, honestamente, ¿te gusta ser clavada así?

Hermione parpadeó.

—Por supuesto que me gusta. No lo haríamos si yo… ¡oh! —dijo ella como si de pronto algo quedara claro—. Harry, las primeras veces que Ron y yo tuvimos sexo, bueno… no fue exactamente grandioso. Ninguno de los dos sabía lo que hacía, y fue incómodo, y no lo disfruté mucho. Pero con práctica y… aprendiendo acerca del otro, mejoró, y ahora me encanta, tanto como a Ron.

—No creo que sea lo mismo entre hombres. Severus no es precisamente inexperto.

—¿Lo es? —preguntó Hermione.

—¿Qué? —respondió Harry en blanco.

—Experimentado. Nunca lo vimos con alguien mientras estábamos en el colegio, y yasabes lo rápido que ese tipo de cosas salen a la luz. Tal vez no tenga mucha más experiencia que tú.

Harry lució dubitativo.

—Él parece saber lo que hace.

Ella le sonrió con diversión.

—¿Admitiría Snape si no lo supiera? ¿Habéis tratado de hacer algo diferente, como el sexo oral? O cambiar los roles, tú arriba y él abajo.

—Él se niega.

—Bueno, entonces ahí lo tienes —dijo ella con aire de triunfo.

—Tengo, ¿qué? —preguntó, confundido.

Con paciencia, como si se lo explicara a un tarado, dijo:

—Obviamente, si no disfruta de estar abajo, no sabe cómo hacer que lo disfrutes.

Harry frunció el ceño hacia el suelo mientras pensaba en eso. Tenía sentido, pero no ayudaba en lo más mínimo. Si Snape estaba tan perdido como él respecto al sexo, difícilmente las cosas mejorarían.

—¿Y entonces qué hago?

—Te sugeriría que hablaras con tu esposo acerca del problema —dijo la castaña, con franqueza—. Sin mencionar conseguir un buen libro de sexo, de los que muestran las posiciones y te dicen cómo hacer las cosas, como por ejemplo hacer una mamada.

Harry la miró, ligeramente asombrado al escucharla decir cosas así.

—No sabría dónde encontrar algo así… ¡ni siquiera sabría cómo pedirlo!

Ella puso los ojos en blanco.

—En serio, ¡hombres! Son peores aún para pedir ayuda en cuanto al sexo de lo que lo son para preguntar direcciones —Harry se sonrojó y ella continuó—. Buscaré por la Universidad, a ver qué puedo encontrar, y te lo haré saber. Mientras tanto, habla con él, ¿de acuerdo?

Harry le sonrió con agradecimiento, después devolvieron su atención a las hierbas.

 

 

 

 

Capítulo VIII.

La semana siguiente a la partida de sus amigos, la vida de Harry volvió a estar súbitamente ocupada de nuevo. Con su contrato a punto de renovarse, la Dirección del equipo estaba alentándolo insistentemente a permanecer con ellos mientras trataba de no ganarse la antipatía de Eloise Barton, la buscadora actual. Harry tenía reuniones con su agente, con la Dirección, y además, los ejercicios para fomentar el equipo, diseñados para hacer de todos ellos una gran familia feliz. Considerando que Eloise estaba furiosa debido al escándalo en cuanto a escoger al buscador de reserva en lugar de ella, uno de sus golpeadores aún estaba incapacitado y hablando del juicio, y los dos compañeros de piso de Harry apenas le hablaban, por lo que Harry no pensaba mucho en sus oportunidades.

Regresó a casa después de una larga conferencia de prensa, sintiéndose cansado hasta los huesos, y casi tropezando contra los varios baúles que había en el recibidor. Apenas se estaba preguntando si se había Aparecido en la casa equivocada o si los elfos domésticos estaban haciendo una limpieza de primavera atrasada, cuando Snape entró caminando a la sala.

—¿Así que estás de regreso? —dijo el hombre—. Estaba comenzando a preguntarme dónde estarías.

—¿Son tuyos estos baúles? —preguntó Harry, dejando su escoba contra la pared y quitándose su túnica de Quidditch. El representante había querido al equipo completo para la foto de esa mañana, y estaba sintiéndose acalorado y cansado después de posar durante horas—. ¿Cuándo llegaste?

—Ayer —contestó abruptamente Snape—. El curso terminó hace unos días, si lo recuerdas.

—¿En serio? —Harry se pasó una mano por su cabello—. Lo siento. Los últimos días han sido una locura. Apenas puedo recordar más allá de mi propio nombre.

—Me lo imagino —contestó secamente el hombre—. Oí que el equipo te ofrece el triple de tu salario si te quedas con ellos. Felicidades.

—Gracias —dijo Harry—. Creo. De hecho, aún no he aceptado —se sentó en una silla y se quitó las botas. Le dolían los pies por haber estado de pie con ellas durante horas—. También oí hablar de tu premio. Maestro de Pociones del Año, además, estás compitiendo por el premio Logros de una Vida en la categoría de pociones, es malditamente grandioso.

—Uno espera que no presagie el fin de mi vida —expresó Snape, pero Harry creyó detectar una pizca de satisfacción en el rostro del hombre—. ¿Estarás en casa a partir de ahora?

—Por desgracia, sólo durante unas horas —dijo Harry, levantando sus botas, mientras se preparaba para subir las escaleras—. Habrá una cena esta noche con el patrocinador del equipo y la prensa, y tengo que ir. Será lo último, durante algún tiempo, gracias a Dios. Subiré y dormiré unas horas primero.

En un impulso, se inclinó hacia adelante y rozó un beso sobre la mejilla de Snape.

—Me alegra que estés en casa, Severus.

Harry estuvo casi seguro de ver placentera sorpresa en los ojos del otro hombre antes de arrastrarse escaleras arriba y colapsar en la cama.

 



Los baúles ya no estaban cuando Harry se apresuró a bajar las escaleras varias horas después, abrochando apresuradamente los últimos botones de su túnica. Iba con retraso, había olvidado colocar un hechizo despertador antes de caer en la cama.

—¡Severus! —gritó mientras cruzaba el recibidor—. Estás… ah, ahí estás —dijo, mientras el otro hombre salía de la sala de estar—. Me voy otra vez… no llegaré hasta después de la medianoche pero no me esperes despierto. Ya sabes lo mucho que a las personas poderosas les gusta escucharse hablar.

—Muy bien, Harry —dijo Snape. Sostenía un paquete envuelto en papel marrón y lo alzó—. Esto llegó para ti de parte de la señorita Granger.

—¿En serio? —Harry le lanzó una mirada curiosa al paquete. Aún faltaban dos semanas para su cumpleaños, y no podía pensar en otra razón por la que le podría estar enviando un paquete—. Ponlo en mi estudio, si puedes. Lo miraré después —tomó un puñado de polvos flú.

—Harry —dijo Snape, y miró a su alrededor de forma inquisitiva—. Ten cuidado.

Esta vez, Harry estuvo seguro de haber visto algo en los ojos de Snape, y pensó que tal vez Hermione tenía razón. Quizá ellos debían hablar. Y tal vez… ¡oh, maldición! Pensó mientras entraba en el sistema de la red flú. El paquete probablemente era un libro de sexo que ella había encontrado para él, pero tendría que esperar hasta su regreso.


 


Harry casi cayó fuera de la chimenea, sin que fuera de la más mínima ayuda que su compañero de equipo se tambaleara contra él mientras salían. Suspiró mientras ayudaba al otro a levantarse: Reggie Gordon era una persona suficientemente agradable y un excelente cazador, pero no soportaba muy bien el alcohol y sus ojos estaban notoriamente perdidos. Sin mencionar su mano, que estaba vagando justo ahora sobre partes de la anatomía de Harry que no debería tocar.

Harry atrapó su mano.

—¡Whoa, Reggie! Movimiento ilegal, compañero. Mantén las manos sobre la Quaffle, ¿de acuerdo?

Reggie le sonrió.

—Me gustaría manejar tu Quaffle —dijo, mirándolo obscenamente.

Harry puso los ojos en blanco; no sólo la invitación era para nada interesante, sino que era poco original también.

—Sí, bueno, es tarde y estoy seguro que hay muchas otras Quaffle allá afuera —condujo a Reggie hacia la chimenea—. Así que ahora que me has visto llegar a casa… ¡mrphh!

Reggie pudo haber estado borracho, pero su líbido parecía interesada en el tema, porque había empujado a Harry en un abrazo y estaba tratando de explorar sus amígdalas con su lengua. Harry lo empujó lejos.

—¡Detente, Reggie! Estoy casado, por amor de Dios.

—Sí, lo está —les llegó una profunda y sedosa voz desde la puerta, y Harry giró sorprendido para ver al hombre recargado contra el umbral. Se había quitado su túnica exterior, tenía un vaso de whisky en su mano, y parecía estar apenas en mejor forma que Reggie.

Harry suspiró. Grandioso, pensó. Ahora tengo que lidiar con dos.

Se aprovechó de la sorpresa de Reggie para empujarlo hacia la chimenea, arrojando un puñado de polvos y dando la dirección del hotel desde el que habían llegado. El personal del hotel lo echaría sobre una cama vacía y lo dejaría regresar a la sobriedad, o llamarían al representante del equipo para que se hiciera cargo de él.

Suspirando, Harry se giró para enfrentar su otro problema.

—Buenas noches, Severus. Creí haberte dicho que no me esperaras despierto.

—Y ahora veo por qué —dijo Snape, mientras se alejaba del umbral. Harry revisó su propio estado: no estaba completamente borracho, sólo lo suficiente para relajar ese control de hierro que normalmente mantenía sobre su cuerpo—. ¿Ése es tu último inamorata*?

—¿Mi último qué? —preguntó Harry, con incredulidad—. Reggie sólo es un amigo… demonios, ni siquiera es un amigo, sólo uno más del equipo.

—¿Y nosotros somos amigos, Harry? —preguntó Snape, avanzando con su característico andar, como si se deslizara silenciosamente sobre el suelo—. Ciertamente, nadie podría llamarnos amantes, ¿o sí?

Harry suspiró y cerró sus ojos.

—Lo que sea esto, Severus, no tengo fuerzas para lidiar con ello esta noche. Hablemos de ello mañana, ¿está bien?

—No, no está bien, señor Potter —dijo Snape, siseando las últimas dos palabras casi en la cara de Harry. Se giró abruptamente, caminando hacia el sofá—. Harry, ¿sabes que pasé la noche leyendo el más delicioso librito? Uno que te fue enviado por tu querida amiga, la señorita Granger.

Snape recogió un libro del sofá y lo hizo girar frente a Harry, y tuvo que admirar la forma en que Snape mantuvo su estabilidad, aún con lo “relajado” que estaba.

—¿Sabe ella de tu pequeña aventura? ¿Es la razón por la que envió esto, para ayudarte en tu conquista?

Le aventó el libro a Harry y él lo atrapó con facilidad, después miró la portada con sorpresivo disgusto. El Kama Sutra del Mago Gay, leyó en letras rojas y brillantes, y gimió.

—Puedo explicarlo, Severus.

—Estoy seguro de que sí —dijo, con una mueca desdeñosa—. Aunque no estoy seguro si quiero escuchar tu explicación. Ciertamente, me has engañado todo este tiempo, jugando al virgen tímido. Supongo que la novedad de ese acercamiento se ha terminado, así que has tenido que encontrar algo más para atraer a tu clientela.

—¿Mi qué? —soltó Harry, comenzando a enfadarse. Lanzó el libro sobre la mesa—. ¿Estás llamándome prostituta?

—Nada tan común, estoy seguro —dijo Snape, curvando sus labios—. No para El-Niño-Que-Vivió. Una cortesana, al menos.

—¡Basta! —cortó Harry—. ¡He tenido suficiente! Me voy a la cama, y por la mañana quizá acepte tu disculpa, si te arrastras lo suficiente.

Se giró sobre sus talones y salió de la sala hacia el recibidor, y de ahí al inicio de las escaleras. Antes de que pudiera comenzar a subir, sin embargo, una fuerte mano lo agarró por el brazo y lo giró. Los ojos de Snape estaban brillando peligrosamente, y Harry retuvo la respiración mientras una chispa de miedo subía por su espalda.

—Oh, no, no lo harás, esposo mío —dijo Snape sedosamente, aún sosteniendo el brazo de Harry en su fuerte agarre para que no se pudiera alejar—. Esta noche, no me dejarás fuera ni de tu corazón ni de tu cama.

Snape tomó a Harry en sus brazos y lo llevó escaleras arriba. El muchacho peleó tanto como se atrevió, no muy seguro si debía estar más preocupado de poder tirarlos a ambos por las escaleras o rendirse ante la locura que había poseído a Snape.

Porque parecía ser locura. El hombre abrió la puerta de la habitación de Harry de una patada, destrozando la madera, pero no pareció importarle mientras cruzaba la habitación y arrojaba a Harry sobre la cama. El joven intentó llegar hasta el otro lado del colchón, pero Snape era demasiado rápido para él, colocándolo de vuelta en su lugar.

—No, no te alejarás de mí tan fácilmente —dijo, conteniendo los forcejeos de Harry, sin mucho esfuerzo.

—No quieres hacer esto —protestó Harry, tratando de liberar una mano para tomar su varita—. Estás molesto, has bebido demasiado… una noche de descanso y todo se verá diferente por la mañana.

—Oh, no creo que ninguno de los dos descanse mucho esta noche —replicó Snape, una maliciosa sonrisa en su rostro. Capturó las manos de Harry y las afianzó sobre su cabeza.

Harry forcejeó, tratando de liberar sus manos del sorpresivamente fuerte agarre del Maestro de Pociones, mientras que al mismo tiempo intentaba darle con la rodilla en la entrepierna. Snape evitó sus intentos con habilidad, forzando en su lugar las piernas de a Harry abrirse y colocándose firmemente entre ellas. Harry jadeó mientras el peso del hombre lo clavaba contra la cama.

—Por favor, Sev… —la súplica de Harry fue abruptamente cortada mientras Snape se inclinaba y cubría su boca con la suya. Harry estaba tan sorprendido de encontrarse siendo forzosamente besado que jadeó, y Snape aprovechó la oportunidad para empujar su lengua hacia adentro, capturando la boca de Harry por completo.

Los forcejeos del muchacho se debilitaron mientras el poder de los besos de Snape lo abrumaban. Él sólo había sido besado dos veces antes… por Cho y luego Reggie… pero ninguno de esos besos se acercaba a éste. Los besos de Snape eran ardientes y hambrientos mientras devoraban su boca, explorando y poseyéndolo minuciosamente, y Harry pensó aturdidamente que podría volverse adicto a ellos.

Fue vagamente consciente de que Snape había soltado sus manos, pero Harry no tenía deseos de buscar su varita ahora, sólo la dolorosa necesidad de regresar esos devastadores besos. Y, probablemente, eso era algo bueno porque tenía la vaga idea de que su varita estaba en algún lugar en el suelo, junto con las prendas de ropa hecha jirones. Aunque no podía recordar por qué necesitaba su varita, ya que todo lo que quería hacer era presionarse contra el desnudo y firme cuerpo extendido sobre él.

Snape, aparentemente, había decidido olvidar su varita también, porque estaba usando sus dedos para estirarlo y lubricarlo en lugar del usual hechizo. Harry gimió y se retorció contra los dedos que presionaban profundamente en su interior… ¿y por qué había pensado alguna vez que tener los dedos de Snape ahí sería asqueroso? Era fantástico, era el paraíso… ni siquiera eso se acercaba, y gritó con alivio cuando sintió algo más grande y caliente que los dedos deslizarse en su interior.

Harry se arqueó hacia arriba, tratando de conseguir más de ese delicioso calor, y juntó sus tobillos tras la cintura de Snape para empujarlo más cerca. El hombre presionó besos y mordiscos sobre su rostro y cuello, su aterciopelada voz murmuraba deliciosas obscenidades mezcladas con elogios en el oído de Harry.

—¡Muévete! —suplicó el joven mientras se aferraba a su amante—. ¡Por favor!

Snape se movió, sacando su pene casi por completo del cuerpo de Harry, y éste gimió ante la pérdida. Luego estaba empujando de regreso, fuerte y rápido, y algo dentro de Harry se encendió con ardiente placer.

—¡Sí! —gritó—. ¡Dios… sí… de nuevo!

Snape colocó las piernas de Harry sobre sus hombros, doblándolo casi por la mitad, pero al joven no le importó porque su amante estaba embistiendo ahora, golpeando ese maravilloso lugar en su interior con cada empuje. Era increíble, intoxicante, sentir las poderosas embestidas del cuerpo de su esposo y el abrumador calor de su propia respuesta. ¿Y por qué no había supuesto que podía ser así? Ahora que sabía porqué a la gente le gustaba tanto el sexo, quería que siguiera por siempre, que no parara nunca, quería tocar esa gloriosa luz que se cernía fuera de su alcance.

Y después estaba ahí. Podía sentir su cuerpo agarrotarse mientras las chispas corrían a través de cada nervio y músculo, podía sentir una humedad ardiente extendiéndose sobre su vientre, y aulló su placer a la noche. Snape estaba jadeando y maldiciendo sobre él, atrapado en la agonía de su propio clímax, y fue todo demasiado para Harry.

Su último pensamiento antes de caer en la oscuridad fue realmente debo recordar mandarle a Hemrione una nota de agradecimiento.


Inamorata*: Palabra italiana que significa “amante”, “enamorado”.

 

 

 


Capítulo IX.

Harry se despertó lentamente, aunque mantuvo sus ojos determinadamente cerrados ante la luz de la mañana. No estaba listo para despertarse por completo aún, pero se permitió estirarse perezosamente, deliciosamente consciente de todos los dolores en su cuerpo. Todavía estaba exhausto por los ejercicios nocturnos, pero no pudo evitar sonreír. ¡Qué noche! Nunca había sospechado que su esposo pudiera ser tan increíble amante, y apenas podía esperar para repetir la experiencia.

Estiró una mano en busca del cuerpo de su esposo, pero sólo encontró la cama vacía. Frunciendo el ceño, abrió sus ojos para confirmar que estaba solo, y miró por el cuarto. Sí, definitivamente había habido dos personas en esta cama y las marcas en su cuerpo eran testimonio de que habían tenido sexo salvaje, así que no había sido un extraño sueño. Los remanentes de su ropa estaban esparcidos en el suelo, por lo que eso también había sido real. ¿Tal vez Severus estaba en la ducha? ¿O quizá sólo era madrugador?

Con cuidado, se sentó y miró a su alrededor. Ahí, en la mesita de noche, a su lado, estaba su varita, un frasco de aspecto familiar, y un enrollado trozo de pergamino. Percibiendo algo parecido a una siniestra premonición, tomó el pergamino.

 

Harry,

Lamento profundamente mi trato hacia ti la noche pasada. Como sin duda notaste, había bebido más alcohol del necesario. También parece que desarrollé un inesperado acceso de celos, siendo el resultado mi impropio asalto hacia ti. No te pediré que me perdones, no merezco tal perdón. Por primaera vez en mi vida quería algo puro, y en mi insensatez, lo he destruido.

Bajo estas circunstancias, te aconsejaría pedir el divorcio, argumentando mi horrible abuso, pero por el momento, eso sólo haría posible que Lucius Malfoy pusiera sus manos sobre ti. Por lo tanto, me he ido a Hogwarts y permaneceré ahí durante lo que dure nuestro matrimonio. No necesitas temer indeseadas exigencias que pueda pedir respecto a tu cuerpo, y eres libre de buscar otro compañero. Una vez que la amenaza Malfoy haya pasado, pediré el divorcio, liberándote para que busques un compañero más digno. La casa y todo lo que hay en ella es, y permanecerá siendo, tuyo. Considéralo una compensación, aunque inadecuada, por lo que has soportado a mi lado.

Severus Snape.

 

Harry alejó los cobertores y, sin importarle su desnudez, salió corriendo de la habitación y bajó las escaleras hacia el laboratorio de Snape. La puerta ya no estaba cerrada, y cuando Harry la abrió, se paralizó al ver que el lugar estaba vacío. Entonces era cierto. Snape se había ido.

Después fue a la biblioteca, esperando encontrar algo similar, y se sorprendió al encontrarla intacta. Por alguna razón, eso lo hizo llorar.

—Oh, Severus —murmuró, mientras acariciaba el lomo de uno de los preciados libros de su esposo.

Dejando la biblioteca, caminó lentamente por las escaleras, deteniéndose un momento para mirar dentro de la habitación de Severus. Nunca había estado ahí y se sorprendió de encontrarla decorada en color rojo vino y verde oscuro en lugar de negro, pero no estuvo sorprendido cuando encontró el armario y el tocador vacíos.

Con lentitud, siguió de regreso hasta su habitación y se sentó sobre la cama. Levantó la carta y la leyó de nuevo, su corazón dolió cuando la completa extensión de su pérdida lo embargó. Cómo podía Snape dejarlo ahora, justo cuando finalmente habían resuelto su problema sexual, y justo cuando Harry se había dado cuenta de lo mucho que lo amaba…

La cabeza de Harry se levantó de improviso. ¡Por supuesto! Snape estaba bajo la suposición de que Harry aún consideraba esto un matrimonio de conveniencia. No tenía idea de lo mucho que Harry había disfrutado la pasada noche, o lo mucho que Harry había llegado a sentir por Snape. Y Harry iba a asegurarse de que él supiera exactamente eso, justo ahora.

Se puso una bata y fue de regreso al estudio. Consideró viajar por red flu hasta Hogwarts para enfrentarse a su errado esposo, pero decidió que Snape podría necesitar un poco de tiempo para ordenarlo todo, y si Harry lo presionaba de alguna manera, se pondría en plan testarudo y se negaría a escucharlo. Una carta era una mejor idea.

Sacando un pedazo de pergamino del escritorio, escribió:

 

Severus Snape,

Eres un idiota.

¿Te pareció que estaba forcejeando para alejarme? Bien, tal vez lo estaba haciendo al inicio, pero en el momento en que comenzaste a explorar mis amígdalas con tu lengua, me rendí y me dejé llevar. ¡Y de qué forma! Lo único de lo que me arrepiento es de que no estuvieras ahí cuando me desperté esta mañana, para que pudiéramos hacerlo de nuevo.

Regresa a casa, Sev. Te extraño y te necesito. Te amo.

Tu Harry.

 

Mientras observaba a Hedwig volar con la nota atada a su pata, se sintió seguro de que recuperaría a su esposo. Después de todo, él era tan testarudo como Snape, y estaba mucho más determinado.

Harry se giró para regresar y tomar un baño y vestirse, y miró el Kama Sutra colocado sobre la mesa. Lo levantó y miró entre las páginas, sonrojándose un poco por las imágenes. Luego sonrió y puso el libro bajo su brazo, mientras caminaba hacia las escaleras. Después de todo, tenía tiempo antes de que regresara su esposo, y un poco de búsqueda llenaría las vacías horas. Además, sería divertido sorprender a Snape cuando regresara.

No, Severus Snape no tenía ninguna posibilidad.

 



Harry estudió críticamente su reflejo en el espejo y con un suspiro decidió que sería suficiente. Su nueva túnica verde lucía muy bien y realzaba sus ojos, y había decidido que la llevaría abierta sobre su camisa negra y sus pantalones, los cuales habían sido escogidos porque se ajustaban a su cuerpo como un guante. Aplicó de nuevo el hechizo para rasurar y su piel estuvo suave y libre de barba. Su cabello… bueno, suspiró de nuevo y aceptó que no había mucho que hacer por él.

Miró el reloj sobre la repisa y notó que la manecilla se había acercado más a la marca ‘Hora de reunirse con Severus’. Hizo una mueca mientras metía su varita en el bolsillo de su túnica. No era exactamente lo que quería, pero le había llevado casi dos semanas enteras convencer a Snape para reunirse y discutir cara a cara la situación, y sólo había tenido éxito porque había acordado encontrarse con el hombre en un restaurante, y no en la casa.

Harry miró hacia la cama —la cama de ambos, en la que había sido antiguamente la habitación de Severus— una última vez. Revisó el cajón de la mesita de noche para asegurarse de que los nuevos suministros estaban a mano, sólo en caso de que tuviera éxito esa noche. Sonrió; podía ser que Severus Snape fuera el hombre más testarudo, con un complejo de culpa de una milla de largo, pero Harry también era testarudo y estaba muy determinado a conseguirlo.

Mudarse a la habitación de Severus sólo era uno de los cambios que había hecho durante las dos semanas anteriores. Después de considerarlo cuidadosamente, les había informado a su agente y al Director del equipo de Inglaterra que había decidido no renovar su contrato. No sabía exactamente lo que quería hacer con el resto de su vida, pero tenía algunas ideas y ahora tenía el tiempo necesario para ponerlas en práctica. También quería explorar la idea de crear una familia, lo cual ciertamente no podría hacer mientras jugara al Quidditch.

Primero lo primero, sin embargo: tenía que convencer a su esposo de que regresara a casa.

Llegó al restaurante por red flú y no se sorprendió al encontrar que había llegado antes que Snape. Dejó que el camarero le mostrara su mesa y pidiera una botella de champán, esperando que esa noche hubiera algo que celebrar.

—Vaya, vaya… —dijo una sedosa y familiar voz—. Pero si es Harry Potter. Es un enorme placer verte de nuevo.

Harry miró con furia a Lucius Malfoy mientras se aproximaba a la mesa.

—Malfoy —dijo, de forma desagradable—. El sentimiento no es mutuo.

Lucius rió con suavidad, y Harry se estremeció ante la malicia que había en ello.

—Lamento escuchar que te sientes así. Esperaba que pudiéramos hablar y… renovar nuestra relación.

—Lo siento, Malfoy, pero tengo otros planes. Mi esposo —dijo Harry con un poco de malicia— vendrá a cenar conmigo.

—Ah. Bueno, en ese caso, déjame ofrecerte un menú —dijo Lucius, tendiéndole uno—. ¿Puedo recomendarte la Especialidad del Día? —mientras Harry tocaba el menú, sintió una horrible y familiar sensación de tirón detrás de su ombligo y la apagada voz de Lucius—. Eres tú.

 

 

 

 

Capítulo X.

Harry despertó en un oscuro y extraño cuarto, su cabeza doliendo y un ácido sabor en su boca. Se dio cuenta de que estaba atado de manos y pies, así como amordazado, y que su túnica no estaba. Aún vestía sus otras ropas, pero si la suave superficie bajo él era una cama, tal y como sospechaba, no las tendría puestas durante mucho tiempo.

Este día estaba yendo de mal en peor rápidamente.

Lo que le confundía era qué pensaba Lucius que sacaría de todo esto. Violar a Harry no marcaría ninguna diferencia en el contrato matrimonial entre él y Snape, su esposo había estipulado en el documento original que ambos eran libres de buscarse amantes. Podría causar un contratiempo en su reconciliación con Severus, pero seguramente el hombre lo perdonaría, sabiendo que fue forzado. Además, Harry interpondría cargos contra Lucius, que le llevarían con seguridad a Azkaban. A menos… ¿habría capturado Lucius a Severus también? ¿Planeaba matar a Snape, forzar a Harry a casarse con él y luego follarlo?

El pensamiento hizo que los escalofríos recorrieran su espalda, y miró con miedo y, aun así, desafiantemente a Lucius cuando éste entró en la habitación.

Lucius colocó la vela que sostenía sobre la mesita de noche y miró a Harry, con regodeo.

—Ah, señor Potter. Estoy encantado de que pudiera aceptar mi invitación —dijo, mientras quitaba la mordaza.

Harry lo miró con furia.

—Es Potter-Snape, y si crees que te vas a salir con la tuya, estás muy equivocado.

—Pero ya me salí con la mía —dijo Lucius, tranquilamente—. Te tengo a ti, y si crees que el estimado Severus Snape vendrá a rescatarte, déjame asegurarte que él no sabrá dónde buscarte. Nadie te encontrará hasta que sea demasiado tarde.

Harry se estremeció ante el tono malicioso en la voz del hombre. Esto iba más allá de la recuperación del lugar de Lucius en la sociedad; era personal.

—¿Demasiado tarde para qué?

Lucius sacó un cuchillo y lo puso sobre la vela, y el corazón de Harry saltó hasta su garganta. Lucius sonrió con maldad.

—Dudo que reconozcas ese sabor en tu boca, nunca fuiste muy bueno en Pociones, ¿verdad? Estoy seguro de que tu esposo (pronto tu ex-esposo) sí lo reconocería.

Harry palideció.

—¿Veneno?

—Querido Harry, ¿qué beneficio obtendría si te envenenara? —Lucius rió a carcajadas. Colocó la punta del cuchillo en el centro del pecho de Harry, sólo perforando la tela de su camisa, y bajándola lentamente por el pecho. La camisa de seda fue cortada con facilidad mientras el caliente cuchillo pasaba como si se tratara de mantequilla. Lucius sonrió ante su hazaña y se volvió hacia las mangas—. Aunque admito que me daría cierta satisfacción si pudiera deshacerme de tu molesta existencia —dijo, cortando la manga derecha y luego desgarrándola del cuerpo de Harry—, tengo necesidades más… urgentes por el momento.

Destrozó de forma similar la manga izquierda, después desgarró el resto de la camisa.

—Impresionante, señor Potter —dijo, pasando la punta del cuchillo apenas sobre la superficie del pecho de Harry y rodeando uno de sus pezones—. Muy impresionante. El Quidditch es bueno para la figura masculina, ¿no lo crees?

Lucius dejó el cuchillo sobre la mesita de noche, al lado de su varita, después se sentó sobre la cama. De forma casual, se quitó sus botas mientras sus ojos seguían sobre el cuerpo de Harry. El muchacho se negó a encogerse bajo la lujuriosa mirada de Lucius, y en su lugar, lo miró con furia.

—No, no es veneno. Lo que bebiste es una poción para embarazos masculinos. Su propósito es preparar el cuerpo del hombre para la procreación, proveyendo el óvulo y útero necesarios para la concepción.

Los ojos de Harry se abrieron y Lucius sonrió con malicia.

—Tal vez lleve unos cuantos… intentos, pero dentro de las próximas veinticuatro horas, Harry, estarás llevando a mi hijo.

El muchacho lo miró, furioso.

—Me niego a tener a tu bebé, Malfoy.

—Me temo que no tienes más alternativa —dijo Lucius fríamente, desabotonando su túnica de seda.

—A menos que planees mantenerme atado a esta cama todo el tiempo que esté embarazado, encontraré alguna forma de deshacerme de eso y salir de aquí —soltó Harry.

—Un embarazo mágico no puede deshacerse… no sin matar también a la ‘madre’. Y en cuanto a salir de aquí… bueno, eso ya no tendría mucho caso, ¿cierto? ¿Adónde irías? ¿De regreso con Severus?

Lucius rió.

—Niño tonto, debiste haber estudiado la ley del Colligare Gentes con más cuidado. Después de todo, está diseñada para proveer herederos, legítimos herederos. Si la ‘novia’ queda embarazada con un niño que no es de su esposo, entonces el contrato es inmediatamente anulado.

Lucius se puso de pie y dejó caer su túnica al suelo, mostrando que estaba desnudo bajo ella. Harry tragó con dificultad, después se encogió, mientras Lucius tomaba su varita y el cuchillo. Abrió lentamente los costados de los pantalones del joven.

—Lo cual, querido Harry, me deja libre para reclamarte a ti y a nuestro amado niño. No muy ético, pero la sociedad nos perdonará por dejarnos llevar por la ‘pasión’.

Movió su varita y los pantalones de Harry se abrieron en desgarres. Lucius sonrió maliciosamente y Harry se arrepintió de haber decidido ir sin ropa interior esa noche.

—¡Vaya, Harry! ¡Qué travieso muchacho! Y qué sorpresa tan dulce para el querido Severus, aunque no vaya a ser capaz de disfrutarla.

—No estaría tan seguro de eso —una nueva voz, suave y mortal, hizo que Harry volviera su cabeza para mirar con sorpresa y alivio a su esposo, de pie en la puerta, varita en mano.

Lucius suspiró, mientras también apuntaba a Snape con su propia varita.

—En serio, Severus, te estás volviendo bastante fastidioso. ¿Cómo me encontraste? No, déjame adivinar —tocó la mano izquierda de Harry con la punta del cuchillo, trazando el anillo en su dedo—. ¿Un hechizo de localización?

Mientras Snape avanzaba un paso, Lucius aplicó un poco más de presión con el cuchillo, perforando la piel. Harry jadeó al tiempo que una gota de sangre bajó por la filosa hoja y salpicó las inmaculadas sábanas.

Snape se congeló y Lucius rió con un sonido bajo y horrible.

—Tal vez es aún mejor que nos hayas encontrado, Severus. Serás forzado a observar cómo violo a tu precioso Harry, impregnándolo con mi hijo. Observa mientras lo pierdes para siempre, sin nada que puedas hacer para salvarlo.

—No estés tan seguro de eso, Malfoy —gruñó Snape.

Lucius se movió, tan rápido que Harry apenas pudo verlo, y el cuchillo ahora estaba en la garganta del muchacho.

—Oh, estoy seguro —ronroneó—. La varita en el suelo, Severus, y no intentes pasarte de listo —Snape se inclinó lentamente y colocó la varita sobre el suelo—. Ahora patéala bajo la cama, ¡con suavidad! No queremos que se dañe, ¿cierto?

Snape obedeció. Harry podía ver la frustración y furia en los ojos de su esposo, y sabía que si Lucius hacía un solo movimiento en falso, Snape lo mataría. Su mente trabajaba con rapidez, tratando de idear una forma de salir de esta situación. Todo lo que podía esperar era que Lucius exagerara la eficiencia de su estrategia, se volviera demasiado confiado, y que le diera a él o a Severus la oportunidad de actuar.

—Muy bien. Ahora, siéntate en esa silla. Deberías ser capaz de tener una buena vista de los eventos desde ahí —dijo Lucius.

Los ojos de Snape encontraron los de Harry y movió su cabeza en un rápido asentimiento. Harry, adivinando que quería que atrajera la atención de Lucius por un momento, se removió contra las ataduras de sus manos como si tratara de liberarse.

Lucius giró su cabeza brevemente para mirar al muchacho.

—¿Impaciente, mascota mía? Estaré contigo en un momento. Pero antes… —dijo, devolviendo su atención a Snape, quien estaba sentado en silencio en la silla, sus manos sobre los apoyabrazos—. Tengo que atar algunos cabos —movió su varita y delgadas cuerdas restringieron inmediatamente los brazos de Snape a la silla.

Satisfecho, Lucius se volvió hacia Harry, pero el muchacho notó el brillo de la luz de la vela en una pequeña hoja afilada bajo el brazo de Snape, y se llenó de esperanza.

—Ahora, mi querido Harry, es hora de hacerme cargo de ti —Lucius movió su varita mientras soltaba el cuchillo y éste colgaba en el aire sobre la cabeza de Harry con la punta hacia abajo—. ¿Sabías que Severus y tú tenéis algo en común? —preguntó, rodeando la cama y observando a su presa con un brillo en los ojos. Movió de nuevo la varita y la cuerda de las piernas de Harry desapareció—. Yo fui su primer amante, y seré el último tuyo.

—Ah, supuse que él debía haber tenido un amante espantoso antes de mí —dijo Harry, burlonamente—. Considerando que él no tenía ni idea de la forma correcta de tratar a su pareja cuando se casó.

Severus frunció el ceño ligeramente, pero Harry lo ignoró. Después habría tiempo para curar el herido orgullo de Snape… si sobrevivían. Se concentró en Lucius, quien lo miraba con furia, y dijo:

—Creí que sólo la metías y sacabas. Sin sutileza ni estilo. Estarás contento de saber que él ha mejorado enormemente, aunque dudo que lo hayas hecho.

—Cá.lla.te —contestó Lucius, con los dientes apretados, mientras se colocaba al lado de la cama, sus puños cerrados.

—La última vez que hicimos el amor fue tan bueno, tan intenso, que me desmayé de puro placer —Harry miró a Lucius y ladeó su cabeza ligeramente—. ¿Cuándo fue la última vez que desmayaste a alguien durante el sexo? Y no cuenta si fue por dolor.

—Te lo advierto… —gruñó Lucius, mientras subía a la cama.

—¿Por eso Narcissa te dejó? —preguntó Harry, fingiendo profundo interés en el tema—. ¿Tú qué piensas, Sev?

—Bueno, había rumores en los círculos mortígafos de que estaba tan insatisfecha en su casa que se acostaba casi con cualquiera. Incluso con McNair.

—¡Eso es mentira! —dijo bruscamente Lucius, y comenzó a girarse hacia Snape, varita en mano.

Harry vio que Severus estaba cortando sus ataduras sigilosamente, y sabía que tenía que enfocar la atención de Lucius de regreso a él.

—Por supuesto, con un miembro de ese tamaño, no es sorprendendente. ¿Has pensado en un encantamiento para agrandarlo? No son muy difíciles de aprender, sabes. O una poción, espero que Sev pueda improvisarte una.

—Como los jóvenes dicen —comentó Snape insulsamente, y Harry pudo ver que tenía una mano libre y estaba trabajando en la otra—, si estás ahí, hazlo.

—¡Cállate, cállate! —gritó Lucius, separando bruscamente las piernas de Harry para colocarse entre ellas—. ¡No puedo hacer esto con todo este escándalo!

—¿Estás nervioso? —dijo Harry, solícitamente—. Entiendo el problema que eso puede suponer. A ver, déjame ayudarte —levantó su pie y pateó, rápido y fuerte, justo en los genitales del que iba a ser su violador, luego lanzó todo su peso con rapidez para rodar sobre su costado derecho.

Lucius jadeó y cayó de lado sobre la cama, enroscándose protectoramente sobre su golpeado miembro. Liberado de su control, el cuchillo se precipitó de punta y se incrustó en las sábanas, detrás de la cabeza de Harry. Snape cruzó la habitación casi antes de que cayera. Agarró bruscamente el cuchillo y lo usó para cortar las cuerdas que ataban las manos de Harry, después lo tiró y tomó al muchacho en sus brazos.

—¿Estás bien? —preguntó Snape, casi aplastando a Harry con su abrazo—. ¿Estás herido?

—Estoy bien —jadeó Harry—. Podría… un poco de aire…

Snape lo soltó, abruptamente, buscando en los alrededores para coger la varita de Lucius. El rubio aún estaba retorciéndose en la cama en clara agonía, y una sonrisa cruel tocó los labios de Snape.

—Vaya, Lucius, ciertamente has metido la pata en esto*. ¿No prestaste atención en tu lección de violación, en la parte sobre someter a tu víctima?

—Sev.

Snape ignoró a Harry, su atención enfocada completamente en Lucius, y sus ojos endureciéndose. Harry vio la muerte de Lucius en esos ojos, pero por el momento, pensó que Malfoy sufría demasiada agonía como para importarle.

—Por suerte para ti —dijo Snape, su voz suave y mortal—los Aurores estarán aquí dentro de poco, o te mataría por atreverte a tocar lo que es mío. Y te aconsejaría que rezaras para que te envíen a Azkaban. Es lo único que me impediría tomar tu miserable vida.

Hubo sonidos de pasos presurosos afuera, y varios magos irrumpieron en la habitación. Snape se giró hacia Harry, se quitó su capa y la envolvió rápidamente alrededor del desnudo muchacho. Los labios de Harry se curvaron ante la posesividad de la acción y murmuró:

—Mi héroe.

Snape le miró, después tocó repentinamente la parte de atrás de la cabeza de Harry.

—Estás sangrando —dijo, con voz inexpresiva.

—Es sólo un rasguño —le aseguró el joven—. Fue cuando cayó el cuchillo.

Los ojos de Snape se abrieron con alarma y se puso de pie, llevándose a Harry con él.

—Te llevaré a San Mungo…

—Severus —dijo Harry firmemente, agarrando el rostro de su amante para que tuviera su total atención—. Estoy bien. Sólo necesito irme a casa, ¿de acuerdo?

Snape miró a los aurores, quienes estaban reduciendo al desnudo, y aún enroscado, Lucius Malfoy.

—¿Necesita a alguno de nosotros para algo más?

El líder de los aurores negó con la cabeza.

—Podemos archivar los informes iniciales, Profesor. Declararemos que el señor Potter fue retenido contra su voluntad, y la condición del señor Mafoy habla por sí misma. Cuando el señor Potter se recupere de su experiencia, puede pasarse por el Ministerio para presentar su denuncia, pero tenemos lo suficiente para retener al señor Malfoy hasta entonces —le tendió a Harry su túnica verde—. Encontramos esto abajo, señor. Por la descripción del camarero, pensamos que podía ser del señor Potter.

—Gracias —dijo Harry, y revisó que la varita aún estuviera en su lugar.

Snape tomó su propia varita desde debajo de la cama, después rompió la de Lucius con gran satisfacción y le tendió los pedazos a los aurores. Tomó a Harry en sus brazos y dijo:

—Vamos a casa.


“Well, Lucius, you certainly made a cock-up of this”*: Juego de palabras en relación a “cock”, "polla", que pierde sentido al traducirse al español.

 

 

 

Capítulo XI.

Se aparecieron en la terraza trasera y Harry levantó la mirada hacia la casa, sintiéndose abrumadoramente feliz de estar de nuevo en su hogar. Los elfos domésticos estaban radiantes de verlos a ambos, y se precipitaron hacia Harry cuando se sentó en el sofá de la sala, llevándole comida y bebida, mientras Snape limpiaba y trataba la herida de su cabeza en silencio. Después de comer la mitad de un emparedado y beber un vaso de zumo, Harry les aseguró que estaba lleno, y finalmente se fueron en paz.

El muchacho suspiró y se giró para ver que Snape estaba sentado en el otro extremo del sofá, observándolo. Había una intensidad en sus ojos que hizo que el corazón de Harry latiera más rápido.

—Bueno, señor Potter —dijo Snape secamente—, parece que ha sobornado a mis elfos por completo, así como apropiado de mi jardín y alterado mi hogar.

Harry le sonrió abiertamente.

—Es un regalo —dijo, y se estiró para tirar de Snape hacia él.

El hombre se resistió, con una extraña mirada de inseguridad de nuevo en su rostro.

—Harry, acerca de lo que pasó la otra noche… me dio la impresión en tus cartas de que… ¿hay alguna posibilidad de que me perdones?

Harry sonrió.

—No hay nada que perdonar, a menos de que no pretendas repetir esa actuación —se inclinó más cerca y murmuró en la oreja de Severus—. Estuviste increíble —estaba divertido de ver las mejillas normalmente frías del Maestro de Pociones sonrojadas, y lo acercó hacia él. Esta vez no se resistió, y Harry dijo—: También he estado leyendo ese libro.

—¿En serio? —preguntó Snape, y Harry pudo sentir el calor emanando del cuerpo de su amante.

—Mmm-hmm… —mordisqueó la oreja del hombre—. ¿Es éste un buen momento para decirte que también me mudé a tu habitación?

Snape elevó una ceja.

—¿De verdad? ¿Puedo preguntar por qué?

Harry se encogió de hombros.

—No tiene sentido tener habitaciones separadas cuando vamos a compartir la cama todas las noches.

—¿Ah, sí? —preguntó Snape, enredando sus brazos alrededor de Harry—. Parece un poco presuntuoso por tu parte.

—Oh, peor aún —dijo Harry, con tristeza—. Me temo que voy a ser un amante muy exigente. Necesitarás una poción para aguantarme el ritmo —Snape giró su cabeza y capturó los labios del joven, besándolo con una intensidad que hizo que los dedos del pie de Harry se enroscaran y le robara el aliento—. O tal vez no —jadeó cuando Snape finalmente lo soltó.

—Supongo que podría acostumbrarme a tu continua presencia en mi cama —dijo el mayor, levantando a Harry del sofá y llevándolo hacia las escaleras.

Harry deslizó un brazo alrededor de la cintura de su esposo mientras comenzaban a subir.

—Además, tengo planes para mi antigua habitación.

Snape levantó una ceja.

—Si intentas invitar a tu infernal padrino aquí, me opongo.

—No, aunque espero tenerlo a él y a Remus por aquí bastante a menudo. Son buenos con los niños, y necesitaremos niñeras —dijo Harry plácidamente—. Necesitaremos una habitación para el bebé. Después de todo, tengo que restaurar la línea de la familia Potter, sin mencionar al obligatorio heredero Snape.

Snape se detuvo en el pasillo y se giró hacia el joven.

—Harry, si esto es debido a Malfoy y esa poción…

Harry negó con la cabeza.

—No, de hecho, he estado pensando en eso desde hace dos semanas, y es algo que quiero hacer. Siempre he querido ser parte de una familia, una familia real. Y… —dijo, acercándose para morder el lóbulo de la oreja de su amante— …ya que mañana es mi cumpleaños…

Snape sonrió.

—Quieres como regalo quedar noqueado por sexo, ¿es eso? —Harry sonrió y asintió—. Creo que lograré complacerte. La poción debería ser efectiva durante otras cuarenta horas. Sin embargo —dijo, llevando a Harry hacia su habitación—, tengo otros planes para esta noche.

—¿En serio? —preguntó Harry, sorprendido.

Snape se detuvo al lado de su cama —de ambos— y una vez más, se giró para tomar a Harry en sus brazos.

—Sí. Quiero que me hagas el amor.

—Quieres decir… —Harry tragó con dificultad—. ¿Quieres que esté arriba?

Snape se inclinó para enterrar su rostro en el cuello de Harry.

—Parecía que lo estabas disfrutando inmensamente la última vez, ¿y por qué deberías quedarte tú con toda la diversión?

Harry no necesitó que se lo pidieran dos veces.

A diferencia de su frenética cópula de la otra noche, esta vez hicieron el amor lenta y deliberadamente. Las ropas fueron lentamente quitadas y la piel adorada mientras era expuesta. Besos que fueron intercambiados, creciendo en intensidad mientras su pasión se incrementaba. Manos que acariciaron y empujaron, calmaron y atrajeron. Palabras cariñosas que se mezclaron con obscenidades murmuradas, mientras la carne ardiente se frotó junto a la otra en un éxtasis empapado de sudor.

Mientras Harry se deslizaba dentro del abrumador calor del cuerpo de su esposo, creyó que moriría de felicidad. Nunca había sido tan intenso, tan perfecto, y pensó que permanecería voluntariamente así por el resto de su vida. Bajó la mirada hacia el rostro de Severus mientras embestía lentamente hasta llevarlos a la culminación, maravillándose ante el placer reflejado en esos ojos oscuros, el éxtasis suavizando los afilados rasgos. La cabeza de Snape estaba inclinada hacia atrás, exponiendo su garganta a los besos de Harry, y ya que el muchacho se aprovechó de la oferta, pudo sentir a su amante convulsionándose debajo de él. Eso fue suficiente para que explotara la propia descarga de Harry, y frotó su rostro contra el cuello del mayor mientras jadeaba y se estremecía.

—Te amo, Harry.

Fue poco más que un susurro, pero para Harry había sido como si se lo hubiera gritado. Levantó su rostro y miró a su esposo, y quedó abrumado por lo que vio. Con suavidad, besó los labios de Snape, y sonrió.

—Yo también te amo.

Los brazos del hombre se enredaron a su alrededor, empujándolo para que descansara sobre su pecho, y Harry se dejó llevar voluntariamente. Aún había cosas por resolver, planes que hacer, pero por ahora estaba contento con descansar seguro dentro de los brazos de su amor.

 

 

 

Epílogo

La terraza estaba desbordada de conversaciones y gente feliz, dispersada sobre la hierba de los jardines. Harry contempló con arrepentimiento el daño y estuvo agradecido de no haber comenzado la primavera jugando, ocupado como había estado con otras cosas. Lo que Snape diría acerca de la “forma en que arrasaron” sus jardines era predecible, pero después de un año de matrimonio, Harry conocía unas pocas formas para aplacar su ira.

Algunas de ellas ni siquiera necesitaban de una cama, pensó con una sonrisa.

Con cuidado, cambió de sitio el bulto entre sus brazos y volvió su mirada a la casa. Las mesas del comedor crujieron bajo el peso de la comida apilada sobre ellas, y el salón principal ahora lucía una fuente de la cual brotaba champán. Pippa y Toby se movían entre los invitados llevando bandejas con delicias, casi uno al lado del otro, con alegría ante la oportunidad de agasajar a los asistentes hasta la saciedad.

Harry miró hacia su estudio mientras caminaba, y se sintió divertido, aunque no soprendido, de encontrar a Arthur Weasley ilustrando a varios magos acerca de las maravillas de la ‘telefisión’ muggle, mientras otro grupo de magos estaba apiñado alrededor del equipo de Quidditch de Harry, discutiendo los pros y contras de varias escobas. Los pasó con rapidez, no queriendo ser arrastrado a ninguna de esas ruidosas discusiones por el momento.

Deambuló por el camino hacia el campo Oeste, donde las mantas y sillas habían sido dispersadas para que sus invitados estuvieran cómodos, y sonrió al grupo de niños que estaba amontonado alrededor de Sirius mientras éste intentaba mostrarles cómo volar una cometa. Claramente, Sirius estaba en su elemento, y Remus estaba recostado en una manta cercana, riendo ante las payasadas de su amante.

—Vaya, Harry —dijo una familiar voz a su espalda—. Pareces haberlo hecho bastante bien, considerando todo lo sucedido.

Harry se giró para sonreir a Hermione y asintió.

—Nada mal; sin catástrofes mayores, en todo caso.

—Me refería a ti —dijo ella, estirando su mano para tocarle la mejilla—. No creo haberte visto nunca tan feliz.

Su sonrisa aumentó y dijo:

—Debiste haber estado aquí hace dos semanas. No estuve para nada feliz, por aquel entonces.

—Lo escuchamos —dijo Ron, uniéndose a ellos y deslizando un brazo alrededor de Hermione—, Sirius dijo que insultaste a Snape con todo lo que se te ocurrió.

—Y un poco más —concordó Harry—. Pero valió la pena —dijo, mirando cariñosamente al bebé durmiendo entre sus brazos. Y como si fuera consciente del escrutinio de su padre, el infante se removió y despertó, dejando salir un audible chillido, no muy feliz.

—Muy bien —dijo Snape enfadadamente, apareciendo al lado de su esposo—. ¿Qué le hiciste esta vez para provocarlo?

Lo miré.

—Bien, eso lo explica —comentó el hombre, alcanzando a su hijo. En cuestión de segundos, tenía al bebé arropado en el hueco de su brazo, resoplando silenciosamente mientras chupaba la punta del dedo de su padre—. En serio, Potter, si no puedes encargarte mejor de un niño, no te deberían permitir tener más —caminó hacia el grupo de maestros de Hogwarts con el ahora contento bebé.

—Promesas, promesas —dijo Harry, después se giró hacia sus amigos. Hermione parecía sorprendida, mientras que Ron sonreía ampliamente.

—Tenía que ver eso para creerlo.

Harry unió sus brazos a los de sus amigos y comenzaron a caminar lentamente detrás de su esposo e hijo.

—De hecho, él es bastante bueno con el bebé. Creo que es debido a que son muy parecidos; definitivamente, Nathan heredó los genes Snape.

Ron se estremeció.

—Eso es aterrador.

—¿Recuerdas hace un año, Harry? —preguntó Hermione—. Creí que ibas a hacer un hoyo en el piso, caminando en círculos. No sé si estabas más aliviado o aterrado cuando supiste que Snape había ganado el duelo.

—Ambos —admitió Harry—. Pensé que era el peor día de mi existencia, que mi vida estaba arruinada y que nada volvería a ser igual.

No es igual —remarcó Ron—. Vives en esta casa en lugar de vivir en un piso en el pueblo, estás casado y con un bebé en lugar de vivir una vida de soltero, y ya no juegas al Quidditch. No es igual para nada.

Harry miró hacia la multitud… sus amigos, su familia, sus maestros y compañeros de Hogwarts, sus anteriores compañeros de equipo, Neville, su socio en su nuevo negocio exitoso de hierbas … todos los que habían venido a ayudarle a celebrar su primer aniversario y el nacimiento de su hijo. Miró a Sirius, ahora sepultado bajo una pila de niños risueños, y pensó en cómo había arriesgado el amor de su ahijado para resguardar su vida. Miró a Dumbledore, quien le sonreía a su nuevo ahijado, y recordó cómo el Director había dicho que todo se resolvería para bien. Miró a su esposo, quien le fruncía el ceño a Albus con burlona irritación, pero casi irradiando visible satisfacción. Y miró a su hijo, removiéndose en los brazos de su esposo, luciendo una similar mirada de irritación, que ya era tan amada por ambos padres.

—No, no es igual —dijo Harry, y dejó salir un largo suspiro de felicidad—. Es mejor.

 

 

Fin

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