Vuelve a la zona de Monográficos

 

MENSAJE DE LA AUTORA PARA LOS LECTORES DE INTRUDERS SLASHZINE

Queridos lectores de Intruders,

Creo que algunos de vosotros habréis visto que otra traducción en español de Jolene ha aparecido recientemente en un sitio de archivos. Quería que supierais que esta situación es culpa mía. Mi participación en el fandom había disminuido durante los últimos años por razones personales, y había borrado la mayor parte de mi correspondencia anterior con otros compañeros. Había olvidado que Intruders Slashzine ya había realizado una maravillosa traducción de Jolene y de Jolene Deux. Cuando otra traductora, Beutty ss, me preguntó recientemente si podía hacerlo, fue un honor para mí y le di mi permiso. Mis disculpas tanto para Beutty ss, que amablemente realizó la segunda traducción, como para Clau Felton.

No lo volveré a olvidar. Me encanta cómo Jolene y mis otras historias han sido presentadas en Intruders Slashzine. Es un auténtico honor.

Cuidaos, y que tengáis una feliz lectura slash,

Romaine

 

Resumen: Harry regresa de unas vacaciones obligatorias para encontrar que una redada de los aurores en su establecimiento favorito puede sacar a la luz su mayor secreto. Sin embargo, otros tienen secretos más graves que los suyos en juego. Esta historia de tres capítulos fue escrita para el Festival de Mpreg de la comunidad de LiveJournal hd_inspired. El regalo es para la maravillosa artista Mayflo.

 

 

 

 

Capítulo 1. El establecimiento de Katie


Harry sonrió y asintió varias veces, mientras los veinte aurores que estaban en la habitación lo saludaban al entrar en la sala de conferencias para la reunión de programación semanal de los lunes por la mañana. La palmada de Ron en su espalada fue más bien un porrazo que hizo que se tambaleara hacia adelante. La gente se agrupaba alrededor de la mesa del desayuno, llenando sus tazas de té o de café y seleccionando sus tostadas o fiambres preferidos.

—¿Qué tal el viaje? —preguntó Ron, mientras Harry tomaba asiento a la cabeza de la larga mesa de conferencias, con Ron sentado junto a él.

—Grandioso. No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba alejarme de aquí —respondió Harry de forma que solo Ron pudiera escucharle—. El próximo año creo que me iré tres semanas en vez de dos. Hey, ¿qué está haciendo Hermione aquí?

Ron le miró en respuesta a su pregunta.

—¿Cuando llegaste?

—Justo en este momento, ¿por qué?

Ron silbó en tono bajo y puso la copia cercana de El Profeta frente a Harry.

Harry bajó su taza de café y abrió el periódico.



Redada en el establecimiento de Katie: guarida de iniquidad al descubierto.

La sangre se le congeló cuando vio el titular, pero su expresión no delató nada. Al menos esperaba que así fuera, porque había aprendido y practicado cómo esconder sus propias emociones cuando enfrentaba una mala situación.

—Prácticamente todo el departamento estuvo allí. Me sorprende que no estuvieras enterado. Hermione nos presentará los posibles cargos contra su propietaria y los arrestados anoche — dijo Ron con gran orgullo. Los otros aurores comenzaron a tomar asiento alrededor de la mesa—. Sabes quien es la propietaria, ¿verdad? —murmuró Ron, mientras levantaba su trozo de pastel. Sus ojos azules se movieron para mirar a Harry.

Harry bajó el periódico.

—Sí, lo sé. ¿Dónde está?

—En la celda número doce. No ha hablado con nadie.

Harry pasó sus dedos por su larga cabellera y lo colocó detrás de su oreja.

—Seguro que no. Tendré una conversación con ella cuando terminemos. Si es que quieres, porque veo que es tu caso.

—Seguro, colega, adelante. No tenía ni idea de que la redada pondría al descubierto toda esta mierda.

Harry se aclaró la garganta y todas las conversaciones cesaron.

—Buenos días. Es bueno estar de regreso y ver que han estado ocupados. Ron acaba de enseñarme el periódico, pero ahora me gustaría conocer la verdadera historia. Hermione, me gustaría que hablaras primero, ya que estoy seguro que necesitas regresar a tus dominios.

Hermione se encogió de hombros mientras se ponía de pie. Harry le sonrió con gentileza, sabiendo que estas últimas semanas serían difíciles para ella. Instintivamente, se llevó la mano a su abultada barriga, donde crecía el segundo hijo de ella y Ron.

—Todavía estoy en proceso de investigar las leyes sobre esta materia y los cargos que se les pueden imputar. A Katie Bell se la procesará por el cargo de distribución de poción ilegal, junto con el de imprudencia temeraria. En cuanto a lo que sucedía en su establecimiento, la situación está menos clara.

Los aurores murmuraron. Harry se aclaró la garganta.

—Hermione, aclárame por favor de qué poción ilegal estamos hablando.

—En la calle se la conoce como TG por "Transformación de Género".

Harry levantó lentamente su taza de café y dio un pequeño sorbo. El humo empañó sus gafas.

—Nunca había visto esa poción en la lista de las restringidas. ¿La incluyeron mientras estaba fuera?

—No, el uso de la verdadera TG no está restringido todavía, pero es probable que pronto lo esté, dada la protesta generalizada de esta mañana. La que usaba Katie era una mezcla de la TG con una poción que sí está restringida.

Harry suspiró, solo quería una respuesta directa, pero conocía a Hermione y sabía que al final la tendría. Asintió hacia ella, indicándole que continuara.

—La poción que le habían mezclado a la TG era poción de fertilidad.

Harry tosió después de rociar espectacularmente su café sobre la mesa y sobre el periódico frente a él.

—Creo que no llegaste hasta esa parte del artículo —dijo Peasegood entre risas.

—No —respondió Harry bruscamente—. ¿Cuál es el efecto que tiene esa cosa?

Ron le dedicó una mirada afligida y luego habló.

—Bueno, así fue como llegamos al establecimiento de Katie. Pensábamos que era una discoteca con un bar como cualquier otro, pero nos sorprendió encontrar todas esas habitaciones en el piso de abajo. ¡Mierda! No tenía ni idea de que la gente podía ser tan pervertida.

—Ron —dijo Harry, tratando de contener su exasperación—. ¿Cuál es su efecto?

—Hasta donde sé, la verdadera TG convierte a un hombre en mujer y a una mujer en un hombre, similar a la poción multijugos. Solo dura un tiempo limitado, pero no te conviertes en alguien diferente, sigues siendo tú, pero del otro sexo.

Harry mordió su tostada con mermelada, tratando de demostrar a sus empleados que se encontraba bien. Esperaba ser capaz de no vomitar su desayuno, dado que su estómago estaba hecho un revoltijo.

—Esa combinación causó que tres magos que se convirtieron en mujeres quedaran embarazados. Se presentaron en San Mungo la semana pasada, todos quejándose de los mismos síntomas.

Harry tomó un sorbo grande de café, tratando de humedecer su boca antes de hablar.

—Un momento. ¿Me estás diciendo que tres magos quedaron embarazados? ¿Cómo diablos van a hacer para parir esos bebés?

Risas y comentarios brotaron alrededor de la mesa. Harry les dedicó una mirada severa y todos se quedaron en silencio.

—Sí, tres magos quedaron embarazados y no voy a responderte a la última pregunta —dijo Ron, tratando de no reírse.

—Harry —intervino Hermione. Ella se había sentado de nuevo—. Ya no están embarazados, los sanadores no estaban seguros si podían llevar adelante todo el embarazo, aunque parecía que tenían todas las "instalaciones" necesarias para hacerlo. Asumo que los habrían tenido por medio de una cesárea, pero los sanadores pensaron que sería muy arriesgado para la madre... digo, el padre... tú sabes lo que quiero decir —dijo ella, poniéndose nerviosa.

—San Mungo nos contactó, y cuando los entrevistamos, todo apuntaba hacia el establecimiento de Katie —añadió Ron, después de recomponerse—. Como te podrás imaginar... los tres magos no estaban muy contentos con la situación.

Harry se frotó la frente con la palma de su mano.

—Bueno, ¿a quiénes tenemos bajo custodia? Ví a Malfoy por el pasillo. Asumí que estaba aquí para hablar con uno o dos clientes.

—Tenemos a cuatro magos y tres brujas bajo custodia, además de Katie —replicó Hannah Abbot.

Harry miró a lo largo de la mesa en dirección hacia Hermione y gesticuló con las manos.

—¿Puede alguien explicarme bajo qué cargos? ¿Por qué los están reteniendo?

Dawlish tomó la palabra.

—Harry, estamos comprobando que todo fue de mutuo acuerdo. Después de todo, algunas de esas habitaciones parecían mazmorras.

Harry se puso de pie, sus dedos extendidos y solo las yemas presionando sobre la mesa.

—¿Alguno ha declarado que estuviera allí por la fuerza o que hubiera prostitución? —sus ojos nuevamente barriendo la habitación.

Nadie dijo una palabra, pero todos sacudieron la cabeza diciendo que no.

—¡Entonces libérenlos, maldita sea! Nosotros no detenemos a la gente por tener sexo, ¿o sí?

—Harry, no es tan sencillo —respondió Hermione—. Había otro tipo de magia durante esos encuentros. Algunos estaban vendados y ni siquiera sabían con quiénes estaban teniendo sexo. De hecho, dos de los magos no tenían ni idea de quién los había embarazado.

—¡Libérenlos! —exigió Harry.

Hermione se puso de pie.

—No hasta que tu equipo acabe con la investigación. El público está alborotado. El ministro ha recibido cientos de lechuzas durante esta la mañana, quejándose por la inmoralidad de la situación y por cómo deben ser penados este tipo de lugares. Sabemos que Katie llevaba un registro, un libro, con todos sus clientes. Se niega a entregarlo. Creemos que puede haber funcionarios del ministerio involucrados, que están siendo chantajeados.

Harry regresó a su silla. Definitivamente iba a vomitar. Contó hasta diez y se reclinó.

—Hermione, gracias por el informe. Por favor, haznos saber sobre las leyes que se han transgredido, si es que ha habido alguna. Además, si no han hecho nada malo, liberen a aquellos que están bajo custodia. No quiero que seamos conocidos como el Departamento de Aplicación de la Moral Mágica.

Hermione dejó la habitación y Harry no se enteró de lo que se dijo después. Fueron fragmentos de actualizaciones de otros casos. Supo que había respondido, pero una palabra, una persona, Jolene, consumía todos sus pensamientos.


*****


Llamó a la puerta suavemente antes de entrar. Unos enormes ojos color café llenos de lágrimas lo recibieron. Katie saltó y corrió a abrazarlo en cuanto cerró la puerta. La sostuvo con fuerza mientras sollozaba sobre su hombro. Transfiguró una silla en un sofá y se sentó con ella, abrazándola con fuerza.

—¿Qué sucedió, Katie?

Durante la siguiente media hora, le contó la redada y que no tenía ni idea de que la poción estuviera adulterada. Harry le preguntó sobre los chantajes, y se rieron sobre ello. Hasta donde sabía, nadie estaba siendo chantajeado.

—¿Tienes quien te represente? —preguntó Harry, después de que se calmara.

Negó con la cabeza.

—No, han congelado todas mis cuentas.

—Ví a Malfoy esta mañana, temprano. Pensé que quizás...

—No vino por mí.

Harry acarició su cabello negro y depositó un suave beso en su sien.

—Pagaré tu abogado, amor. Esto no está bien.

—Gracias, Harry, pero sabes bien que no deberías.

Harry rió.

—Sí, parece que hay un montón de cosas que no debería estar haciendo. No te preocupes por mí, encontraré a alguien capaz de mantener el secreto sobre de dónde está saliendo el dinero.

Katie se inclinó hacia adelante y lo besó suavemente en los labios.

—Gracias, Harry —susurró, y luego jadeó—. Oh, Dios, Harry, debes estar aterrorizado por Jolene.

Harry apretó los labios y emitió un sollozo silencioso mientras cerraba los ojos con fuerza.

—Oh, cariño, ella se encuentra bien. No estaba allí anoche. Solo viene por ti.

Harry abrió sus ojos, brillantes por las palabras de Katie.

—Quieres decir...

—Sí, tú eres el único con quien ha estado. Nunca te traicionaría, Harry, nunca.

Harry suspiró.

—Nunca pensé que lo hiciera. Es solo que no sabía si ella era uno de los magos que... Katie, tienes que decírmelo, ¿Jolene es hombre o mujer? Sabes que no me importa, pero necesito saber si está bien.

Katie lo palmeó en la rodilla.

—Está bien, te lo juro, pero sabes que no puedo decírtelo.

La repentina sensación de alivio al saber que estaba bien, lo tomó por sorpresa y en seguida Katie lo estuvo abrazando sosteniendo mientras derramaba sus lágrimas.

—La extraño muchísimo —lloró, antes de ponerse derecho. Se quitó las gafas y se secó los ojos con su pañuelo.

Katie se rió.

—Estamos en un gran lío, ¿no es así, capitán? Nos deberíamos haber quedado con el quidditch.

Él le dio un abrazo antes de levantarse.

—Pero lo superaremos. Es casi la hora del almuerzo y tengo que encontrarte un abogado. Tienes bien escondido ese libro ¿verdad? Por favor, no me digas que está en Gringotts.

—No, idiota, no está ahí y no pienso decirte donde se encuentra. Está seguro, muy bien guardado.



*****


Con mucha renuencia, Harry llegó donde estaba el recepcionista pidiendo una cita inmediata con Draco Malfoy. Desde la guerra, parecía que ya no se odiaban mutuamente, pero tampoco existía ningún amor perdido entre ellos. Harry tenía algún trato con él, cuando Draco defendía a alguno de los que Harry arrestaba. Aquellos que podían pagar sus honorarios, por supuesto. Hermione era la que tenía que lidiar con Malfoy casi a diario. Parecían tenerse un respeto profesional mutuo por el otro, pero no se extendía al ámbito personal.

La oscura puerta a la izquierda de Harry se abrió. Draco se quedó de pie bajo el marco y le dedicó a Harry esa sonrisa autosuficiente que había intentado borrar de su rostro.

—Auror en Jefe Potter, que sorpresa. John, veré ahora al auror Potter y por favor, tráiganos un poco de té.

Draco abrió más la puerta y se movió para que Harry pudiera entrar. Estaba sorprendido por la vista de Londres que tenía Draco, y aún más por los elegantes muebles de cuero y teca. Una de las paredes estaba cubierta por fotografías de Draco estrechando las manos de aquellos a quienes había defendido con éxito.

—Tome asiento, auror Potter —dijo Draco, señalando la silla que estaba frente a su perfectamente ordenado escritorio. Harry se sentó y miró cómo colocaba unos hechizos de privacidad. Se preguntó cuánto gastaba el hombre en sus inmaculadas túnicas azules hechas a medida. Levantó su mano hasta su cuello, comprobando si su corbata estaba todavía derecha. La sensación de la seda púrpura trajo repentinamente un recuerdo de Jolene. Ella le había dado esa corbata púrpura antes de que se fuera de vacaciones obligatorias. Kingsley lo había amenazado con suspenderlo administrativamente si Harry no las tomaba. Jolene no le había dado un paquete para que lo abriera. No, ella le había hecho encontrar la prenda atada entre sus muñecas y el respaldo de la cama. Dios, recordaba haberla tomado, mientras permanecía atada al poste cuando la embistió por el culo. Casi rió recordando que Jolene era un hombre en esa ocasión, y él había finalizado la escena con una mamada.

—¡Auror! —dijo Draco en voz alta.

Harry dio un salto.

—Harry o Potter, Draco. Ya he tenido bastante de esa basura de auror.

Draco dejó escapar una risilla.

—Está bien, Potter. ¿Para qué estás aquí? ¿Puedo asumir que se trata de la redada que el Departamente de Aplicación de la Moral Mágica realizó anoche? ¿Necesitas un abogado? —preguntó Draco arqueando una ceja.

Harry gruñó, al escuchar la frase.

—No, pero un amigo sí y deseo pagar por ello.

Draco se inclinó hacia adelante. Había despertado su interés.

—¿Quién?

—Draco, no puedo decírtelo a menos que tenga un juramento tuyo.

—¿Inquebrantable? —Preguntó Draco con ligereza.

—No, idiota, tu palabra de mago.

—Claro, lo que quieras, Potter, tienes mi palabra de mago de que no divulgaré a nadie lo que digas en este momento, incluyendo al mismísimo ministro de Magia —recitó Draco como si fuera su ritual diario.

—Katie Bell. Ellos han congelado sus cuentas.

Draco mordió su labio inferior.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Puedes preguntar —respondió Harry con sarcasmo.

—Pero no me lo vas a decir. Mira, no voy a tomar su caso a menos que sepa sus más escabrosos detalles. Si conozco toda la verdad, puedo defender a Katie. Pero si me cogen con la guardia baja, entonces no puedo garantizarte una mierda. ¿Comprendes?

Harry suspiró.

—Sí, comprendo. ¿Tienes algo además de té?

Draco sonrió.

—Bueno, si tú lo necesitas, supongo que yo también —dijo, mientras se agachaba para abrir un cajón en la parte inferior de su escritorio. Una botella de whiskey y dos vasos fueron colocados sobre el escritorio—. Bueno, Potter, ¿cuáles son los profundos y oscuros secretos? —preguntó mientras llenaba generosamente los vasos con el líquido ámbar y le dirigía uno a Harry.

—Katie sí vendía la poción mencionada en El Profeta, pero de ninguna manera ella sabía que había sido adulterada.

Draco tomó su primer sorbo de whiskey.

—¿Y tú como sabes eso?

Harry no dijo una palabra, solo miró directamente a los cuestionadores ojos grises de Draco. Se dio cuenta del momento en que lo golpeó la realidad. De alguna forma, nunca esperó que la primera persona en conocer su secreto, después de Katie y Jolene, fuera Draco Malfoy.

—Eres un cliente —dijo Draco como una afirmación, no como una pregunta.

Harry asintió.

—¿Tomaste la poción?

Harry negó con la cabeza.

—¿Pero lo hizo alguien con quien estuviste?

Harry tomó un gran trago de Whiskey y asintió con la cabeza.

—¿Fue uno de los magos que quedaron embarazados?

—No —negó Harry rotundamente.

—Entonces, no veo del problema, a menos que haya más acerca de la reportada. Mierda, por supuesto que hay más de lo que sabe El Profeta.

—Katie guarda un libro sobre su clientela. El Ministerio los sabe, pero no pueden encontrarlo. Piensan que los clientes pueden estar siendo chantajeados.

—¿Y tu nombre está en él?

Harry se inclinó hacia adelante, fulminándolo con la mirada.

—Mierda, sí, pero eso no es lo importante. Hay otros que pueden resultar lastimados.

Draco observó fijamente a Harry como si no le creyera, y luego se recostó en el respaldo de su silla de cuero color café.

—Potter, ¿estás preocupado por todos los demás o solo por uno en particular?

Harry inspiró profundamente.

—Me importan los demás, sobre todo porque no creo que hayan hecho nada malo, pero estoy preocupado solo por una persona —exhaló, todavía sin poder creer que le hubiera dicho a Draco Malfoy lo que nunca soñó poder decirles a Ron y a Hermione.

Draco se carcajeó con fuerza.

—¡Estás enamorado de tu puta! Por todos los demonios.

Harry voló sobre el escritorio. La botella y los vasos cayeron en la alfombra y apretó sus manos alrededor del cuello de Draco.

—¡Nunca vuelvas a llamarla puta de nuevo, Malfoy! —escupió Harry.

Las manos de Draco se levantaron entre los brazos de Harry, empujándolos. A duras penas separó los dientes para replicar.

—¡Y tú no te atrevas a tocarme de nuevo de esa manera, Potter!

Harry no podía creer lo que acababa de hacer, se retiró sobre el escritorio y se dejó caer en su silla. Draco limpió el desastre moviendo su varita con uno o dos hechizos.

La oficina quedó en silencio mientras se miraban el uno al otro. Finalmente, Draco rompió el silencio.

—Mis disculpas.

Harry se sirvió otro vaso de la botella que Draco había reparado a su estado original.

—Aceptadas, y por favor, acepta las mías.

—Bien, déjame decirte lo que pienso. Creo que viniste aquí para proteger a Katie pero también creo que quieres que me asegure de que tu amante... ¿está bien que use esa palabra?

—Sí —susurró Harry, a pesar de que la palabra se quedaba corta para definir todo lo que sentía por ella.

—¿Quieres que me asegure de que tu amante no quedará expuesta?

—Sí.

—¿Y qué pasa contigo?

—Eso no me importa.

—Pufff… ¿quieres que crea eso? ¿Al gran héroe y Jefe del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica no le importa si es descubierto?

—No me importa lo que creas o dejes de creer. Es la verdad. Yo no me retractaría si tuviera que hacerlo.

—Guau, Potter, te ha pegado duro, ¿verdad? ¿Hace cuánto que conoces a esta persona? Por cierto, ¿es bruja o mago?

Un golpe en la puerta interrumpió la respuesta de Harry. Té y sandwiches fueron depositados en la mesa. John le dirigió a Draco una mirada confundida, cuando vio que su jefe había sacado el whiskey a esa hora del día.

—Ni una palabra, John, ni una palabra.

—Sí, señor —dijo el joven, antes de salir de la habitación.

—Bueno, ¿damisela o jovenzuelo? —preguntó mientras servía el té.

Harry le añadió azúcar y leche al suyo.

—Ambos —replicó finalmente.

—¿Ambos? ¿Hermafrodita?

—No, imbécil. Ella es ambos. La mitad del tiempo es mujer y la otra es hombre. Nunca estoy seguro hasta que me presento. Es parte del juego, o solía serlo. No sé cuál es su sexo verdadero y no me importa.

Los ojos grises se abrieron y no parpadearon.

—¿No te importa? Pero te refieres a ella.

—Así es como prefiere que la trate —dijo Harry mientras sonreía. Los recuerdos de esos primeros encuentros, cuando Jolene, entre dudas, le había explicado cuáles eran sus preferencias—. Y Draco, debes saber otra cosa. Siempre usó una máscara mágica. Nunca la he visto.

Draco bajó el sándwich que estaba a punto de morder.

—Estás bromeando, ¿verdad? Mierda, ¿desde cuando ha estado pasando esto?

—Más de dos años.

La larga coleta rubia de Draco se meneó mientras negaba con la cabeza.

—Así que quieres que proteja a tu amante, a la que nunca has visto y de quien no sabes si es hombre o mujer.

—Sí —respondió Harry como si se tratara de una tarea sencilla.

Draco se acomodó en su silla por un momento y luego la giró para quedar de cara a la vista de Londres.

—¿Puedo preguntar cómo puedes tener sentimientos tan profundos por alguien que no conoces?

Harry pensó que escuchaba la voz de Draco ligeramente quebrada mientras formulaba la pregunta. Tal vez, pensó, él podría comprenderlo.

—Yo no diría que no la conozco. Sí la conozco. Sé que su color favorito es el púrpura, que adora el Cabernet y detesta el Zinfandel. Le encanta sentir cosas suaves contra su piel y también los encajes. Ama a su familia, aunque no habla de ellos y también sé que le gustaría tener un hijo. Sé que es inteligente, ingeniosa, compasiva y sé que es Slytherin.

La silla giró hasta llegar a su estado original.

—¿Cómo puedes saber eso? —siseó Draco.

La reacción de Draco sorprendió a Harry, pero pensó que estaba preocupado porque una persona de ese tipo fuera de su antigua casa.

—Porque solo un Slytherin puede ser capaz de llevar una doble vida, una en la que su yo verdadero permanece escondido durante tanto tiempo.

—Snape —susurró Draco en voz alta como si estuviera hablando consigo mismo.

Harry confirmó la respuesta con una sonrisa irónica.

Draco levantó su taza de té y lentamente tomó un sorbo. Harry estaba pensando que quizá era el momento de irse, y comenzó a incorporarse de su silla.

—¿Así que crees que el verdadero yo de tu amante es el que te muestra a ti? —preguntó Draco, deteniendo la reacción de Harry de salir.

—Sí, pero, ¿por qué estás tan interesado en esto? Lo digo en serio, Draco. Tú y yo apenas hemos hablado más de dos palabras en toda nuestra vida.

Una generosa risa salió de Draco.

—Es verdad, pero tengo que admitir que esta es la conversación más fascinante que he tenido en muchos años y también tengo que admitir que estoy sorprendido de que estemos discutiendo tu vida sexual.

—Vida amorosa —le corrigió Harry—, yo no he hablado sobre el sexo que tenemos, solo del uso de la poción y de la máscara.

—Comprendido. Entonces, ¿me dirás por qué crees que lo que ella te revela es su verdadero yo?

Harry reflexionó antes de contestar. Sería la primera vez que dijera en voz alta lo que había estado pensando durante más de dos años, y por alguna razón, quería que otra persona lo supiera. Se dio cuenta de que hablar con Draco era catártico y que se estaba sintiendo mejor. También sabía que no pasaría a mayores debido al juramento.

—Creo que Jolene, ese es el nombre con el que se presenta, todavía no ha aceptado que su estilo de vida oculto está bien. Creo que le asusta tomar una decisión y lo que pensarán los demás. Estoy seguro que tiene una vida profesional en la que nadie sabe lo que mantiene escondido en el armario o en su mesa de noche. También creo que está nerviosa de que pueda rechazarla si conozco su identidad.

Harry miró hacia la pared del ventanal que estaba a su izquierda. La intensidad de la mirada de Draco era incómoda.

—¿Y estás seguro de que no será así? —preguntó Draco.

—Afirmativo. Yo la amo y esperaré a que pueda manejar la situación.

—¿Y qué pasará si nunca lo hace? —dijo Draco en voz tan baja que Harry tuvo que acercarse para escuchar su voz.

—Entonces tomaré lo que pueda darme.

—¿Qué tal si te deja y decide que su otra vida es más importante que arriesgarse a salir a la luz?

Harry se rió suavemente y se giró hacia Draco.

—Me iré a Hogwarts, enseñaré pociones y mi patronus se convertirá en una cierva.

Draco se rió.

—Creo que en alguna parte de eso hay un chiste sobre Snape.

—Sí, lo hay. No sé qué es lo que haría, probablemente continuar con mi vida, y preocuparme y preguntarme qué ha sido de ella.

—¿Le has dicho que la amas?

—No, pero estoy seguro de que lo sabe.

—¿Por qué no? Quizás eso es lo que necesita escuchar.

—Es complicado —Harry suspiró. Cruzó su pierna izquierda sobre su tobillo derecho y alisó las arrugas que se formaron en sus pantalones—. No quiero presionarla. La decisión debe ser de ella. Si me desea y quiere salir de su vida diaria de la forma en que creo que ella quiere hacerlo, entonces me permitirá... —Harry dejó de hablar por un momento mientras llegaba a una conclusión repentina—. Ella me lo hará saber —entonces descruzó sus piernas y se inclinó hacia adelante—. Verás, Draco, por eso no puedo arriesgarme a que sea descubierta. Si bien es cierto que no es frágil, la situación sí lo es y la decisión tiene que ser suya. No la quiero expuesta y forzada a hacerlo.

Un suspiro profundo fue escuchado y si Harry no lo conociera bien, habría creído que había tocado el corazón de Draco. Los ojos grises del mago brillaban como si estuvieran húmedos.

—¿Cómo te hará saber que está lista para tomar su decisión y que quiere escuchar esas palabras de ti?

Harry inclinó su cabeza a un lado, todavía observado el rostro de su antiguo némesis. Draco rápidamente rompió el contacto visual y comenzó a guardar la botella con los vasos.

—No lo sé. Quizás todo es tan simple como que me diga estoy lista.

—Potter, tengo otra reunión en unos pocos minutos —dijo Draco sin levantar la mirada, mientras terminaba de guardar todo en el cajón, sacó una libreta de notas y comenzó a pasar las páginas con rapidez.

Harry se puso de pie.

—Entonces, ¿tomarás el caso de Katie?

Draco se detuvo a mitad de la página que estaba leyendo.

—Sí, pero no aceptaré tu dinero.

—Pero...

—No —dijo Draco con firmeza mientras finalmente levantaba la mirada y se encontraba con la de Harry—. Lo haré por el bien público, después de todo, creo que a ella le debo algo desde sexto año. ¿No estás de acuerdo?

Harry sacudió la cabeza.

—Juro que los Slytherin nunca dejarán de sorprenderme.

Draco se rió y caminó alrededor del escritorio, y le extendió su mano. Harry la apretó en respuesta, sin dudarlo, cálida y suave.

—Protegeré a tu Jolene —dijo Draco con gentileza mientras se estrechaban las manos. Harry miró hacia sus manos unidas, un sentimiendo de familiaridad lo recorrió, no había ningún anillo donde él había esperado sentirlos.

—Cuento con ello, Malfoy —replicó Harry, nervioso por las palabras de Draco y por su contacto. Soltó su agarre y se giró hacia la puerta.

—Espera —dijo Draco, y se acercó a Harry—. Esto ha estado irritándome desde que entraste —se acercó y enderezó la corbata de Harry, quien sonrió cautelosamente por el gesto, y por un momento, sus miradas quedaron inmovilizadas. Draco se giró y Harry salió de la oficina.


*****


Harry se quitó la chaqueta, la colgó en el perchero y se hundió en la silla de su oficina. Era la primera vez que se sentaba allí desde que había vuelto. El gastado material de la silla podía ser reemplazado fácilmente, pero era confortable y se amoldaba alrededor de su cuerpo. Miró a su calendario de escritorio, lleno de reuniones y citas para la siguiente semana. Se preguntó cuándo el trabajo había dejado de ser divertido. La reunión con Malfoy consumía todos sus pensamientos. Comenzaba a arrepentirse de haber dicho demasiado pero el sentimiento de alivio estaba compitiendo contra esos pensamientos. Un fuerte golpe en la puerta lo trajo de regreso a la realidad. Y cuando entró, le hizo una seña a Ron para que se sentara.

—Te extrañamos en el almuerzo —dijo Ron mientras se sentaba frente a Harry. En lo que concernía a éste, esa silla era la de Ron, y el mueble probablemente también se ajustaba al trasero de su amigo.

—Sí, lo siento. Tenía cosas qué hacer. ¿Pasó algo nuevo en estas pocas horas?

La administradora de Harry entró en la habitación, llevándoles a ambos unos refrescos. Ron esperó hasta que hubo salido.

—No mucho, nadie está hablando. ¿Qué piensas que debería hacer a continuación? Hermione está casi entrando en pánico porque no encuentra nada para seguir reteniendo a esos pervertidos.

Harry bebió su refresco y luego se aclaró la garganta. Sabía que la conversación que tendría lugar en pocos momentos no iría bien, pero tenía la esperanza de lo contrario.

—Ron, tú estás al cargo del caso. Haz lo que creas necesario. Esta es mi retirada oficial. No estoy de acuerdo con la redada y no habría sucedido si yo hubiera estado aquí.

Los ojos de Ron casi se salieron de sus cuencas.

—Tú... tú crees... demonios, recuerdo lo que dijiste sobre convertirnos en la Fuerza de la Moral, pero debes pensar que es extraño.

—¿Extraño? Tal vez. ¿Pienso que son pervertidos? No.

Ron se puso de pie y comenzó a pasear frente al viejo escritorio de Harry. Se detuvo de golpe y se concentró en Harry.

—Tú sabías que existía ese lugar, ¿verdad?

—Ron, todo lo que te diga en este momento no es oficial. Es una conversación entre amigos, ¿comprendido?

Ron regresó a su silla inmediatamente.

—Sí, colega, comprendido.

Harry desabotonó los puños de su camisa de manga larga y comenzó a doblarlos. La temperatura de la oficina parecía haber subido diez grados.

—Conocía el establecimiento de Katie. Lo conocía desde hacía años, y hubiera sabido si algo ilegal estaba sucediendo allí.

—Pero... pero... pero en el sótano… —balbuceó Ron.

—Sí, en el sótano había varias habitaciones que se podían alquilar para llevar a cabo ciertas fantasías sexuales. Todo era de mutuo consentimiento.

—Así que tú...

Harry se controló para no reírse de la expresión horrorizada de Ron.

—Sí, yo he jugado allí, y más allá de eso no es de tu incumbencia. Yo no te pregunto lo que Hermione y tú hacéis en vuestra habitación. Eres mi mejor amigo, Ron, pero hay cosas que no compartimos, cosas que solo compartimos con nuestros amantes.

El rostro de Ron palideció. Tomó el vaso y se bebió todo el contenido de un solo trago. Harry esperó el acostumbrado eructo. No fue decepcionado.

—¿Entonces qué pasa si tu nombre aparece?

Harry se acarició la incipiente barba en su barbilla y mandíbula.

—No tengo nada que esconder. Si eso sucede, sortearé la tormenta publicitaria. No será ni la primera ni la última vez que pase por eso. Pero no quiero que mi rango, mi posición o mi amistad interfiera con el curso de la investigación, ¿de acuerdo?

—Seguro, colega —dijo Ron, y luego se puso de pie para salir.

—Ron —dijo Harry cuando llego a la puerta—. Eso no significa que no quiera estar informado.

Ron asintió y salió de la oficina de Harry.

 

 

 

 




Capítulo 2. Jolene

Harry no tenía idea de dónde se había ido la semana anterior. Durante los siete días previos, se había sumergido en su trabajo y en algunas tareas domésticas de Grimmauld Place que habían sido largamente ignoradas, cualquier cosa con tal de no pensar y preocuparse por Jolene. Kreacher estaba complacido de ver a su amo dedicado a su hogar.

Harry y Kingsley habían salido a cenar el viernes en la noche. Para ponerse al día, le había dicho el ministro, pero Harry lo conocía bien. Él quería un informe de Harry y Harry tenía muy poca cosa que darle, salvo reportarle los arranques de frustración de Hermione en la reunión de resumen semanal, unas pocas horas antes.

El ministro rugió en risas mientras Harry le contaba cómo las tácticas de Draco Malfoy habían abrumado tanto a Hermione y su equipo como a cualquiera en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Kingsley Shacklebolt tenía sus secretos: ellos se habían encontrado en las escaleras hacia el sótano del establecimiento de Katie por sábado en la noche. Se habían visto mutuamente, se habían reído y nunca lo habían mencionado de nuevo. Harry sabía por experiencia que Kingsley probablemente sería considerado aburrido respecto a lo que Jolene y él solían hacer.

La presentación de escritos que Draco había realizado en nombre de los detenidos había sido exhaustiva. Y cumplir con sus demandas había significado horas de tiempo extra para todos los que pertenecían al departamento legal. Hermione estaba furiosa, sabiendo que Draco nunca utilizaría las copias de todos los reportes financieros de los acusados que ella había elaborado. A veces, su minuciosidad provocaba que los tiros le salieran por la culata. Para la noche del viernes, después de que Harry se reuniera con Kingsley para cenar, todos los que habían sido detenidos, excepto Katie Bell, habían sido puestos en libertad, aunque las investigaciones continuaban.

El Profeta y el Ministerio, que al inicio habían sido bombardeados por aquellos que querían a Katie Bell lapidada y a todos los demás enviados a Azkaban por comportamiento inmoral, parecían ir bajando un poco la guardia al final de la semana. El periódico del jueves fue la primera señal donde se expresaba una opinión diferente, y para el sábado, El Profeta estaba inundado con editoriales que condenaban la actuación del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Harry se sentía mal por Ron, pero no tanto.

Harry fue el primero en entrar en el salón de conferencias el lunes por la mañana. Llenó su gran taza Gryffindor de café, tomó unas cuantas tostadas y las untó con mantequilla. Los aurores comenzaron a llegar, y para las ocho, todos estaban sentados alrededor de la mesa, comentando los incidentes del fin de semana. El último en entrar fue Ron, seguido por Hermione, quien no parecía muy contenta. Harry tuvo un momento de pánico, pensando que estaba enojada con él y que había descubierto cosas que no debería. Calmó sus pensamientos y rió cuando Peasegood, que estaba sentado junto a él, contó un chiste subido de tono sobre un pato.

Como tenía por costumbre, Harry pidió a todos que guardaran silencio. Comenzó con los horarios de la semana y el seguimiento de los casos que no estaban relacionados con el establecimiento de Katie. Posteriormente, se dirigió a Hermione para que les informara al respecto. Esta vez, ella no se puso de pie. Harry le dedicó una sonrisa y asintió para que supiera que estaba bien que permaneciera sentada.

—Probablemente, Katie Bell será liberada en los próximos días. Hay algunas inconsistencias menores que queremos aclarar antes de hacerlo —el corazón de Harry incrementó su velocidad—. Los resultados de la investigación y los diferentes análisis indican que la poción que adquirió era legal. El experto en pociones estaba ebrio cuando hizo la poción y eso fue lo que causó la confusión. Solo él es responsable del error. Con la aprobación de su abogado, Katie se ha declarado culpable por no solicitar los debidos permisos para el funcionamiento de una parte externa de su club. El pub y el club de baile podrán ser reabiertos pero ya no habrá más servicios adicionales. El acuerdo dice que en cuanto sus fondos sean liberados, deberá pagar una cuantiosa multa.

Harry se metió un trozo de tostada en la boca para impedirse a sí mismo gritar de la alegría.

—¿Qué falta por investigar? —preguntó Gumboil.

—Bueno, nos gustaría ver su libro de clientes, pero Malfoy lo ha hecho casi imposible, aún si pudiéramos encontrarlo. Convenció al Wizengamot de que estamos en una operación de cacería, y trajo las cajas de pergaminos que le habíamos enviado con los informes financieros de aquellos que sabíamos que frecuentaban el lugar. Aparentemente los revisó todos, o tiene un equipo que lo hace. El idiota trajo una hoja de cálculo resumiendo todo en una página, mostrando nombres y balances, resaltando posibles discrepancias. Entonces, nos mostró documentación dando cuenta de esas discrepancias.

Harry apoyó su codo en la mesa y puso la mano sobre la boca. Se quedó mirando fijamente hacia las cortinas que bloqueaban el panorama inexistente. No pudo evitar que sus hombros se sacudieran. Ron lo pateó por debajo de la mesa, pero Harry sabía que si miraba a Hermione o a Ron no podría controlarse, y estaría perdido.

—¿Quién descubrió el error del experto en pociones? —pudo preguntar finalmente Harry.

Todos miraron a su alrededor, pero ninguno reclamó el crédito por haberlo hecho. Ron se aclaró la garganta y Harry se giró para mirarlo directamente. Ron era un gran auror y para él, esclarecer la verdad en su propio caso y hallar el error con sus propios métodos, sería una gran ventaja a su favor.

—Malfoy lo hizo —murmuró Ron.

Harry entrecerró los ojos.

—¿Le hiciste todas las pruebas al experto en pociones para asegurarte de que no le habían puesto una memoria falsa o lanzado un Confundus?

Ron lo miró fijamente.

—Sí, señor, lo hice. Y aunque su uso es un poco cuestionable, la verdadera poción TG pronto estará disponible en el mercado.

Harry gruñó. Odiaba cuando Ron lo llamaba señor. Siempre significaba que le había avergonzado. Las noticias sobre la poción no eran buenas, pero eso era de esperarse.

—Buen trabajo, Ron, gracias. Hermione, ¿puedes informarnos cuando Katie Bell sea liberada?

*****

Harry se quedó para hablar con Ron después de que finalizara la reunión, y todos los demás se retiraron para comenzar el trabajo de la semana. Después de media hora de charla y terapia, Ron parecía haber mejorado el ánimo. Harry no recordaba haberse sentido tan bien en el trabajo desde hacía mucho tiempo. ¿Que importaba si Malfoy les restregaba por la cara a todos en el Ministerio lo ignorantes que habían sido? Al menos, no estaban siendo intransigentes con su postura.

—Ya llegó su correo matutino, señor. Lo dejé sobre su escritorio —le dijo su asistente al pasar.

Harry entró y se sentó tras su escritorio, notando que el montón de papeles era más grande de lo normal. Una reciente taza de café lo esperaba. Harry deslizó sus dedos por la pila, la mayoría parecían peticiones de ayuda para algún caso insignificante. Los leería después con más detenimiento. Sus dedos se detuvieron cuando una esencia a violetas surgió de las cartas. Tomó el largo y abultado sobre violeta y apartó el resto, algunos de ellos cayeron al piso. Levantó su varita, selló la puerta y, por si acaso, le añadió un hechizo de privacidad.

El abrecartas de plata se deslizó con cuidado para abrir el sobre. Sacó la carta, una máscara negra y una canica púrpura que rodó desde el pergamino. Levantó el objeto y lo examinó cuidadosamente. En su rostro brotó una sonrisa, pero más que eso, por primera vez desde que toda esta debacle había comenzado, su polla se endureció casi al instante. Tomó el objeto púrpura en su mano y lo apretó con fuerza. No era una canica, era parte del regalo que le había enviado mientras estaba de viaje. Hasta este día, no había estado seguro de si lo había recibido o no. Las fantasías que comenzaron a circular en su cabeza seguramente habrían dejado a sus amigos en estado de shock.

Harry dejó la máscara sobre el escritorio y desdobló la carta para leerla.


Mi Harry,

Te he extrañado.

Disculpame por no contactarte antes, pero tenía que tomar unas cuantas decisiones. Como probablemente sabes, la TG no estará disponible en el mercado por algún tiempo. Para poder verte de nuevo, sabía que tenía que decidir si estaba lista para que supieras cuál es mi verdadero género. Para ser honesta, estaba y todavía estoy asustada de que te decepcione. Hemos compartido increíbles momentos explorándonos mutuamente.

He tomado mi decisión y quiero verte. Anhelo sentir tus manos acariciar mis piernas, subiendo desde mis rodillas y que tus dedos lentamente acaricien mis muslos hasta descubrir quién soy. ¿Puedes hacer eso por mi? ¿Puedes ser tan paciente?

Si todavía estás dispuesto y no estás triste porque me llevara tanto tiempo tomar una decisión, colócate la máscara y toca la bolita a las siete de la noche. Te llevará a mi casa. Estaré esperandote. Y Harry, una cosa más, cuando te hagas una paja después de leer esta carta, piensa donde estarán el resto de las bolitas esta noche.

Tuya,

Jolene


Harry se rió con fuerza y comenzó a girar en su silla. Se detuvo y comenzó a leer la carta otra vez, mientras acercaba a su nariz el papel. Violetas. Maravillosas violetas. Bajó la carta y cuidadosamente puso la bolita sobre el escritorio, para evitar que rodara. Tomó la máscara y se la colocó después de retirarse las gafas. Sintió la magia comenzar a fluir hasta que quedó ciego. La máscara desapareció pero sus efectos continuaron. No sintió pánico, al contrario, se sintió cómodo. Su mano derecha bajó y lentamente llegó a la bragueta de sus pantalones. Se sentiría mucho mejor cuando ella lo hiciera esta noche, pero de momento necesitaba desahogarse.

Imaginó su voz. Siempre era una voz femenina y sensual. Ella le daría la bienvenida con un susurro y un mordisco en el lóbulo. Entonces sus manos retirarían su abrigo, colgándolo en alguna parte. Cada pieza de su ropa sería cuidadosamente retirada, doblada y puesta a un lado. Ese era su juego, tenerlo desnudo y de pie mientras sus manos acariciaban cada parte de su cuerpo. Solo cuando la besaba descubría si era hombre o mujer. Ella siempre tomaba su mano y la llevaba por su cuerpo para que lo palpara. Entonces comenzaba a hablarle y a decirle todas las cosas pervertidas que quería que él le hiciera y lo que ella haría con él.

Su mano había abierto sus pantalones y ahora apretaba su polla. Lentamente comenzó a subir y bajar el prepucio. Su pulgar apretó su piel y gimió. Él adoraba que ella lo hiciera. Sus manos eran fuertes, y aunque llegara la madrugada y él jurara que no era posible, era capaz de volver a dejarlo erecto. Su mano se movió duro y la necesidad de liberarse creció. Solo bastó un pensamiento más sobre ella lanzándolo a la inconsciencia. Pensó en las bolitas y en sacarlas de su dulce culo, escuchándola jadear en su oído y entonces gimió mientras imaginaba que sacaba las bolas más grandes.

—Joder —gruñó, y buscó su pañuelo, antes de que el líquido brotara de él.

*****

Harry se retiró temprano del trabajo. Para entonces, Ron estaba de nuevo de mal humor, pero Harry no tenía ganas para lidiar de nuevo con eso. Por lo general, habrían salido a tomar un par de cervezas, pero no esta noche, no esta vez. Se afeitó y tomó una larga ducha caliente, poniendo especial atención en las áreas que sabía que ella exploraría. Su cabello no era tan rebelde como solía ser, al parecer lo largo contribuía a apaciguarlo. Se lo recogió en una coleta después de secarlo completamente. Sin colonia, ella odiaba la colonia en él.

Se puso calzoncillos de seda negra y pantalones grises. Abotonó la nítida camisa blanca y ajustó la corbata púrpura nuevamente en su cuello. No sabía por qué a ella le gustaba que usara trajes muggles, pero lo hacía. Por supuesto, no duraban puestos mucho tiempo. Luego llegó el turno de los calcetines negros, y recordó su risa la primera vez que él se apareció con jeans y calcetines blancos. Se puso los zapatos de vestir de cuero de dragón. Esos que ella le había regalado el año pasado para su cumpleaños. Cogió su chaqueta del perchero de madera y se la puso como toque final.

La bolita y la máscara estaban en la mesa de noche junto a una caja negra con un listón rosado. Miró el reloj. Faltaba un minuto. Se colocó la máscara, vio su mundo volverse negro, tomó la caja en una mano y la bola en la otra. Sus expectativas nunca había sido tan grandes.

*****

Desde el inicio supo que el lugar era diferente. Las habitaciones que rentaba Katie siempre eran un poco frías y el piso era duro. Esta habitación era cálida, y una suave alfombra se sentía bajo sus pies. Había una ligera esencia a violetas llenando la habitación.

—Jolene —susurró.

—Detrás de ti. No te muevas.

Su voz aterciopelada provocó que un estremecimiento le recorriera toda la espalda. Había pasado un mes desde la última vez que la había escuchado.

—Te traigo un regalo —dijo, mientras extendía su mano—. Puedes abrirlo ahora, si quieres.

No podía escuchar ningún paso porque la alfombra amortiguaba cualquier sonido. El paquete fue tomado de su mano. Pudo escuchar cuando rasgó el papel de regalo.

—Es bello, Harry. ¿Quieres que lo use esta noche?

Harry sonrió.

—Eso te lo dejo a ti, esta es tu fiesta.

Sintió sus dedos en la base de la nuca y luego cómo retiraba su chaqueta. Estaba listo para el siguiente paso: sus zapatos y calcetines, pero eso no sucedió. Ella tomó sus manos entre las suyas, su pulgar buscó los dos anillos. Harry se los había obsequiado para su primer y segundo aniversario. Estaban allí.

Jolene lo condujo lentamente por la habitación.

—Hay una silla detrás de ti —dijo, mientras lo empujaba suavemente. Era muy confortable, el cuero era suave al tacto. Sus manos llegaron por detrás de la silla y masajearon sus hombros y su nuca. Esto era completamente diferente. Jolene usualmente reservaba este tipo de contacto hasta después de que hubieran follado una o dos veces. Los fuertes dedos continuaron hacia abajo y él se inclinó hacia adelante para que ella presionara fuerte en sus hombros.

—¿Cómo estuvo tu semana? — preguntó ella.

—Interesante, como me supongo que ya habrás escuchado. ¿Y la tuya?

—Tuve algunas cosas que resolver —respondió. Harry escuchó un ligero toque irónico en su voz.

Jolene lo empujó de nuevo hacia atrás y sintió su largo cabello hacerle cosquillas en su mejilla, mientras se inclinaba hacia adelante y deslizaba su lengua en su oreja. Todo su cuerpo se estremeció y ella se rió. Dios, había hasta olvidado su risa. Harry podía darse cuenta de que era una risa practicada, una para no revelar quién era. Aun así lo hizo sonreír.

—¿Qué estás haciendo, Jolene?

—Solo jugando. ¿Te gustaría beber algo? ¿Un brandy?

Harry giró su cabeza hacia el sonido de su voz, ella se había alejado.

—¿Necesito uno?

Rió de nuevo.

—Tal vez.

Jolene acercó el vaso a sus dedos. Harry tomó la pequeña copa y la levantó hacia sus labios. Nunca había probado un brandy tan fino.

—Hay una mesa junto a ti, a tu izquierda. Ponte cómodo. Regresaré en un momento.

No se había dado cuenta de lo nervioso que estaba hasta que el primer sorbo de brandy descendió a través de su garganta. Tomó unos más, antes de averiguar dónde estaba la mesa y colocar la copa sobre ella. Aunque todo a su arededor estaba oscuro, cerró sus ojos. No podía creer que estaba en la casa de Jolene. Volteó su cabeza cuando escuchó la música. Lo único que sabía es que era muggle y que era clásica.

—Separa tus piernas, Harry —dijo, y supo que estaba de pie frente a él.

La complació y e inspiró profundamente cuando su pie, dentro de un zapato de tacón altísimo, fue colocado entre sus piernas. Sus manos lo alcanzaron. Su mano izquierda la sostuvo por la pantorrilla mientras la derecha tocaba delicadamente el hueso del tobillo y comenzaba a ascender lentamente. Arrastró las yemas de sus dedos hacia arriba y hacia abajo por la parte baja de su pierna, se curvó para besarla en la rodilla. Dios, amaba sus largas piernas, siempre suaves y que parecían de seda cuando las tocaba. Su lengua acarició la rodilla, hacia adentro, donde dio un pequeño mordisco, y luego succionó la piel. La mano de Jolene agarró su hombro cuando comenzó a lamer la parte interna de su pierna, y luego comenzó a subir. La sintió estremecerse, y no estuvo muy seguro si era por permanecer en un solo pie o por sus caricias. Entonces la escuchó gemir y mencionar a alguna deidad.

Harry siguió hacia arriba con la punta de su lengua y sus manos se movieron bajo la rodilla. Ella comenzó a temblar.

—Jolene, baja tu pie —le dijo, guiándola hacia el suelo. Sabía lo que ella tenía planeado, pero no estaba seguro de que eso funcionara de esa manera—. Échate para atrás, amor, me moveré hacia el piso.

Harry alcanzó su brandy y tomó un largo sorbo antes de arrodillarse en el suelo.

—Separa las piernas —le dijo, y comenzó desde cero. Su boca y lengua recorrieron cada parte de piel entre sus tobillos y piernas. Cuando avanzó hacia arriba, requirió todo su esfuerzo detenerse cuando su mano bajó hacia su hombro, empujándolo hacia abajo. Se detuvo, se echó hacia atrás, ligeramente inclinado y con la cabeza hacia arriba. Era en momentos como este en los que necesitaba mirarle a la cara y a los ojos, para saber exactamente lo que estaba pensando.

—Esta bien, Jolene. Te juro que no me importa. Te lo juro —suplicó.

—Pero nunca regresaremos a donde estábamos —le advirtió. Podía escuchar el dolor en su voz.

Harry se apoyó en sus talones y buscó sus manos.

—No quiero regresar. Quiero que avancemos, y para hacerlo, necesito saber.

Ella soltó una de sus manos, acarició su pelo y le deshizo la coleta, liberando su largo cabello negro.

—Por favor, Jolene, por favor —suplicó.

Ésta tomó la mano que todavía sostenía y la colocó en su cintura. Harry se arrodilló de nuevo cuando sintió el lazo de las bragas que se aferraba a su cadera.

—Quítalas —dijo con firmeza.

Su otra mano se movió hacia la cadera opuesta. Un dedo se deslizó bajo la tela que se apretaba sobre la suave piel de su estómago, y regresó de nuevo. Sus dedos se curvaron cogiendo la tela y sus pulgares presionaron sobre sus muslos. Las bajó con lentitud deliberada y un exquisito siseo brotó de sus labios, mientras cubría con sus manos la región que le faltaba descubrir. Las bragas siguieron todo el camino hacia abajo por sus piernas y él la ayudó a mantener el equilibrio mientras se las quitaba. Sus manos quedaron sobre los altos tacones y tomando una decisión rápida, se los quitó.

Harry inhaló y exhaló profundamente. Sabía que podía tocarla con solo estirar sus manos, si era hombre estaría dura, y tomaría sus bolas en sus manos y llenaría su boca con su pene. Si era mujer, él la abriría lo más que pudiera y la excitaría sin misericordia con su lengua y sus dedos.

Lo que no esperaba era que lo tomara de la mano y la colocara allí. Sus dedos se cerraron sobre la polla erecta y se inclinó hacia adelante y sollozó mientras lo tomaba en su boca. Por alguna razón, el dolor que siempre había sabido sentía ella se le antojó más real. Amaba su cuerpo, éste cuerpo, y cuando su lengua se enrolló sobre el glande, y la escuchó gemir, todo se volvió más conmovedor. Siempre parecía tan segura de sí misma, pero, ¿era todo una fachada? Jolene era un mago, a quien le gustaba jugar a ser una bruja.

Sus manos lo tomaron por la base, no solo quería probarlo, también quería sentirlo. Sacó el pene de su boca y besó cada parte de él. Lo pasó sobre sus labios, sus mejillas, su mandíbula y entonces escuchó su sollozo. No estaba seguro de cómo se sentía ella realmente respecto a su cuerpo, pero si no lo valoraba, él sí.

—Jolene —dijo, antes de devolver la polla a su boca. Sus manos se colaron entre sus piernas, separándolas. Lo resbaladizo que sentía era el lubricante, conocía la textura y la esencia que ella usaba. Se había preparado a sí misma antes de que llegara. Su mano avanzó más, llegando a la línea de sus nalgas. Dos dedos se sumergieron en su ranura. El succionó con más fuerza mientras sus caderas comenzaban a empujarse en su boca, sus uñas estaban enterrándose en sus todavía cubiertos hombros y sus dos dedos encontraron el orificio que estaban buscando.

Harry detuvo todo movimiento durante un momento mientras registraba lo que estaba sintiendo. Sus labios se curvaron hacia arriba, mientras tomaba su polla más profundamente. Sus dos dedos agarraron el anillo que estaba en su culo y tiró.

—¡Hostia puta! —gritó, cuando la primer bola china salía de su cuerpo. La segunda y la tercera hicieron que todo en ella temblara. Harry no tenía idea de cómo hacía para soportarlo durante tanto tiempo—. Detente —le gritó, y él lo hizo. Pudo escucharla respirar con fuerza.

—¿Es demasiado?

—Sí, escoje una, Harry. Pero no puedo con las dos, estando de pie.

Harry se rió.

—Esa es una decisión difícil. ¿Puedo seguir con las dos si estamos acostados? ¿Hay una cama aquí?

—Idiota, claro que sí, estás en mi habitación. Levántate y te dirigiré hasta ella —dijo, sonando exasperada.

Harry sonrió sin poderlo evitar. Una de las cosas que amaba de Jolene era cuando se ponía arrogante. La cama era enorme y el edredón era lujoso. Ella se acostó de costado a su lado en medio de la cama, su cabeza descansando sobre una montaña de almohadas. Harry se extendió junto a ella, sus manos acariciando continuamente hacia arriba y hacia abajo, su cadera y sus muslos. Se echó hacia adelante y la besó. Sentir sus labios y su boca hacía que todo tuviera mejor sabor. Ya fuera como hombre o como mujer, la boca de Jolene nunca cambiaba, y sus besos lo hacían caer de rodillas. Había poder en ellos, pero era algo sutil. Sí, pensó, debería haber reconocido eso antes, junto con la fortaleza de su cuerpo. Se empujó contra él y se deslizó hacia su entrepierna. Jolene quería que terminara lo que había comenzado.

Harry movió la mano bajo su costado, la hizo rodar sobre su espalda, levantando sus rodillas. Maniobró entre sus piernas y tomó la polla erecta con su boca. La provocó, pasando su lengua sobre el glande, y metiéndola ligeramente en la abertura. Sonrió cuando la escuchó maldecirle de nuevo. Pasó su lengua de arriba a abajo por todo el pene, lubricándolo antes de tomarlo con fuerza y seguir con los movimientos de su mano, mientras lo tomaba más profundamente con su boca. Cuando ella comenzó a empujar sus caderas contra él, su mano derecha se movió entre sus piernas y encontró las bolas chinas que todavía estaban colgando de su culo. Él las tocó y babeó cuando sus caderas se levantaron de un salto. Su mano soltó el pene y su brazo presionó su estómago, manteniéndola presionada contra el colchón mientras él tomaba su polla cada vez más hacia el interior de su boca. Sus dedos sacaron una cuarta bolita y ella gimió. Entonces, con determinación, tiró del anillo. Las bolas chinas salieron una por una en una rápida sucesión. La espalda de Jolene se arqueó mientras gritaba de placer y llenaba la boca de Harry con su corrida.

Jolene estaba jadeando cuando Harry se acostó junto a ella.

—Cabrón —dijo, y lo palmeó en el brazo. La besó rápidamente en la mejilla.

—Eso fue un castigo por habértelas colocado, sabes. Quería tener el placer de hacerlo.

Ella fingió un gruñido. La mano de Harry la acarició sobre el brazo desnudo, sobre su hombro y bajó por su pecho.

—¿Te lo pusiste? —preguntó, mientras acariciaba el encaje entre sus dedos.

—Hmmm, sí, te dije que me parecía hermoso.

Sus dedos acariciaron el pequeño pezón que podía sentir bajo la camisola de encaje violeta. Éste se endureció por su toque.

—Harry —dijo, en tono de advertencia—, dame unos minutos para recuperarme.

—Solo estoy jugando —respondió mientras sus dedos apretaban el encaje que estaba entre su pulgar y el índice. Lo deslizó sobre su pezón. Sabía que cuando era mujer, casi podía hacer que se corriera tan solo haciendo esto.

—Dios, eres condenadamente insaciable —se quejó ella.

—Solo contigo, Jolene, solo contigo.

Harry no tuvo forma de prever que le agarraría y comenzaría a besarlo por toda la cara. Continuó deslizando el encaje sobre su pecho y pronto obtuvo lo que quería. Escuchó el casi ahogado sonido y sintió la incipiente erección moverse contra su pierna. Rápidamente se movió hasta quedar en medio de sus piernas. Agarró sus tobillos y los puso sobre sus hombros.

—Levántalas —dijo, exigentemente, y colocó una almohada bajo sus caderas.

—¿Me deseas? —preguntó, mientras sus manos desabrochaban el cinturón y sus pantalones. Abrió la bragueta y los bajó parcialmente. Su dedo no perdió el tiempo hasta encontrar su abertura—. ¿Todavía me deseas, Jolene? ¿Para follarte y hacer que te derrames toda la maldita noche? —movió su dedo en el todavía lubricado agujero, estaba lista y ambos lo sabían—. Dímelo —dijo, sacando su dedo.

—Sí, maldita sea, te deseo. Yo siempre te deseo, ¡imbécil bastardo!

Harry la embistió sin previo aviso. El primer momento en el apretado canal siempre era abrumador. Era apretado y caliente, y esperó a que los músculos se relajaran antes de empujar el resto hacia adentro. Ella gimió con fuerza y luego levantó más las caderas, lo que Harry sabía que era la señal de que era seguro tomarla. Nunca había vuelta atrás con Jolene, ella daba de la misma manera en que tomaba. Harry la cogió de las piernas mientras la follaba con abandono. Escuchó sus gritos cuando dio con su próstata y supo que él también estaba murmurando algo, pero todo era incoherente, su mente estaba perdida y lo único que existían eran Jolene y el agujero del que estaba entrando y saliendo.

Los brazos de Jolene apretaban a Harry con fuerza, como si nunca fuera a dejarle ir. La cabeza de éste descansaba sobre su hombro, mientras besaba su nuca. Estaba sediento, pero no quería que ninguno de los dos abandonara la cama.

—¿Tienes agua cerca? —preguntó, sin resuello.

—No —susurró ella—, pero sí tengo una varita —añadió con gran sarcasmo.

—Y ahora es toda mía.

Ella lo palmeó en la cabeza.

—Dios, a veces eres tan tonto —alcanzó la varita y pronto Harry se estaba tomando un gran vaso de agua fresca—. ¿Te quitarás la ropa esta noche? No estoy segura de que me guste ser follada por un mago que ni siquiera espera a quitarse los pantalones.

Harry suspiró.

—Hey, tú eres la que insiste en que lo hagamos en cuanto llego. No seré yo quien me tome el tiempo de desvestirme, doblarlo todo con cuidado y colocarlo a un lado antes de follar tu dulce trasero.

—Ya lo hago yo —se quejó.

Sabía que solo estaba fingiendo su irritación y le siguió el juego. Jolene comenzó por los gemelos y siguió con los botones. Remangó los puños de la camisa y besó la parte interna de sus muñecas. Se movió a los botones del frente de la camisa, y cada uno de ellos fue desabotonado con habilidad. Cuando terminó, deslizó la camisa a lo largo de sus hombros y brazos. Sus suaves pero fuertes manos acariciaron su pecho expuesto, y se deslizaron sobre casa músculo de sus brazos y luego por el abdomen.

—Con cuidado —le advirtió mientras sus manos se dirigían hacia abajo y sus dedos se apretaban contra la línea de vello que bajaba desde su ombligo.

—No quiero —le provocó antes de que su lengua pasara sobre un pezón. Harry se echó hacia atrás sobre la cama y ella cubrió su torso de besos y suaves mordiscos. Sus manos se movieron rápidas para quitarle los pantalones y calzoncillos. Harry se quitó los calcetines con los dedos de los pies.

—Maldita sea, Harry —murmuró—, eres condenadamente demasiado.

La mano de Harry jugó con su largo y sedoso cabello, mientras Jolene descansaba sobre su estómago. Sus manos y dedos fueron hacia abajo, explorando. No estaba seguro de la atracción que podía suponer una polla flácida, pero supuso que para ella era un reto ponerla dura de nuevo. Sus cortas y manicuradas uñas subieron y bajaron por la parte interna de sus muslos y puso especial atención a sus bolas, y la hendidura donde éstas se juntaban.

—Levanta tus rodillas —susurró. La complació, siempre lo hacía.

Escuchó que se chupaba los dedos y supo que era su momento para jugar con él.

—¿Así que no estás decepcionado? —preguntó con timidez, mientras el primer dedo se deslizaba en medio de sus nalgas.

La mano de Harry apretó sobre su cabeza, su cabello enredado entre sus dedos.

—No, Dios, no. Amo tu cuerpo, Jolene.

Se tensó cuando el dedo encontró su entrada.

—¿Pero no me extrañarás como bruja?

Él se rió y tiró de su cabello.

—Jolene, eres una bruja.

—Harry, ya sabes lo que quiero decir —se quejó, y empujó su dedo más profundamente.

—Sí —gimió, y ella comenzó a follarlo lentamente con el dedo—. Lo sé — jadeó. Harry podía sentir los primeros indicios de su erección volviendo—. Prefiero hombres, Jolene. Siempre ha sido así.

Ella detuvo todo movimiento.

—Nunca dijiste eso antes. ¿Qué habrías hecho si...?

—¿Si hubieras sido mujer? —Harry terminó la frase—. No me habría importado. Eres tú quien me importa, de quien estoy... —se abstuvo de decir las palabras. Otro dedo se unió al primero y los dos se quedaron en silencio. Lo único que se escuchaba eran los dedos que lo follaban.

Gruñó con fuerza cuando encontró su próstata, y entonces estuvo duro de nuevo. Sin ninguna advertencia, Jolene sacó los dedos, y se movió por encima, colocando la polla de él en su todavía dilatado agujero, y se empaló a sí misma.

—Coño —escupió Harry.

Había pensado que esta sería otra follada enérgica, pero Jolene se echó hacia adelante y comenzó a besarlo. Sus manos la sostenían por los muslos y el lento y lánguido beso marcaba su ritmo mientras hacían el amor. Sí, notó Harry, eso era lo que estaban haciendo. Sus bocas bien abiertas y el lento juego de lenguas comenzó. Podrían haber pasado solo minutos u horas moviéndose así. De pronto, ella se derramó diciendo su nombre y él, el de ella. Ahora permanecían abrazados, entrando y saliendo del aturdimiento provocado por el sexo.

—Harry, ¿estás despierto? —susurró Jolene.

—Sí —murmuró en respuesta.

—¿Te quedarás toda la noche?

—Claro —respondió, y sus ojos se abrieron de golpe ante el significado escondido tras sus palabras. Se puso en alerta. Sus brazos y sus piernas prácticamente la envolvían mientras la abrazaba por la espalda. Susurró en su oído.

—Jolene, sabes que la máscara no durará tanto, ¿verdad?

Su cuerpo se sacudió y reconoció claramente cómo trataba de tomar aire profundamente.

—Jolene, ¿estás llorando?

Sintió que asentía.

—¿Qué sucede? —le preguntó, mientras la apretaba con fuerza contra su cuerpo. En más de dos años, nunca la había visto llorar.

—Estoy asustada, Harry. Estoy asustada.

La besó en el hombro.

—¿De qué?

—Yo lo quiero todo. Quiero que exista un nosotros.

El corazón de Harry saltó un poco.

—Podemos tenerlo todo. Yo lo quiero todo.

—No lo comprendes —lloró. Él no estaba preparado para la crisis nerviosa que tuvo lugar a continuación. Fuertes y desgarradores llantos vinieron y no tenía idea del motivo.

—Dime qué es lo que no entiendo —demandó, después de que las lágrimas comenzaran a calmarse.

Jolene se giró. Sabía que le estaba mirando.

—No quiero perderte, y me temo que eso es lo que pasará cuando averigües mi nombre.

Harry la besó en la frente.

—No, tú siempre serás Jolene, a menos que quieras que te llame por tu nombre real. ¿Es eso?

—Sí, pero...

—¿Quieres ser ambos? ¿Quieres presentarte como hombre en público y como mujer para mí?

—Sí... no, hay más detrás de eso. Pero necesitamos pasar por esto primero.

—Está bien —respondió Harry, sin saber realmente a donde se dirigía la conversación.

—¿Harry?

—Sí.

—¿Puedes abrazarme fuerte durante un momento? Necesito decirte algo.

Harry la envolvió con sus brazos hasta que no quedó ningún espacio entre ellos.

—¿Qué sucede, Jolene? —dijo suavemente.

—Creo, estoy segura... estoy lista.

—¿Para qué estás lista?

La escuchó reírse como si hubiera sido estúpido.

—Estoy lista para que me digas que me amas.

Harry se congeló, su cuerpo, su corazón y su cerebro se congelaron. En alguna parte de su memoria reciente, sabía que eso significaba mucho más que decirle a Jolene que la amaba. Quería que ella le dijera que estaba lista, se lo había dicho a Dra... no, no podía ser. Esta llorosa, asustada y preocupada mujer junto a él no podía ser... Oh, pero sí podía, pensó, cuando sus recuerdos pasaron frente a él.

—Harry —dijo ella, la voz llena de duda.

—Sí —respondió tratando de no reírse ante la ironía—. Solo dame un momento.

—Para decírmelo.

—No, eso puedo decírtelo ahora. Jolene, yo te amo con locura, profunda y desesperadamente —dijo, como si estuviera leyéndolo en una página.

Ella rió.

—Bueno, eso ha sonado romántico. Es lo otro, ¿verdad?

Harry sí se rió esta vez.

—¿Te refieres a la parte que está taladrando mi cerebro en este momento?

—Sí, eso debe de ser. ¿Ayudaría que pudieras verme?

La oferta vino de manera inesperada. Se había preparado para descubrir el género de Jolene, pero no su identidad ni el hecho de poder verla.

—Sí —espetó, antes de que sus pensamientos lo abandonaran.

La máscara se disolvió y Harry parpadeó tratando de enfocar la vista. Algunas velas iluminaban la habitación y pudo ver el largo cabello platinado.

—Gafas —murmuró. Las gafas encontraron el camino hacia sus manos. Se las colocó.

Unos cálidos ojos grises le dieron la bienvenida con una mirada expectante. Las líneas negras del maquillaje corrido por las lágrimas manchaban sus mejillas. El cabello estaba completamente alborotado. La respingada nariz estaba allí, pero los labios estaban rojos e hinchados. Harry tragó con fuerza, observando a la persona que había amado durante tanto tiempo. Encontró marcas que había dejado en su largo cuello. Se retiró hacia atrás y levantó las sábanas, las hizo a un lado y estudió el largo y esbelto cuerpo. Tenía el camisón púrpura enrollado arriba y las completamente depiladas pelotas y entrepierna estaban a la vista.

Durante más de dos años, este cuerpo había sido suyo para explorarlo, y había sido espléndido, y saber que había sido Draco Malfoy quien se lo había permitido tenía el efecto de un martillazo en la cabeza. Una sonrisa brotó en su rostro lentamente, sabiendo lo que a Draco Malfoy le había costado revelarse esta noche. Lo estaba apostando todo. El hombre estaba enamorado de él, así como también la mujer. Metódicamente, sus ojos siguieron su camino hacia arriba. Parpadeó, mirando la descolorida marca tenebrosa y luego los dos anillos en sus dedos. Nerviosamente, su mano alcanzó y tocó el encaje púrpura, jugando con él entre sus dedos. Soltó el tejido y sus dedos se posaron suavemente sobre la piel del ligeramente redondeado abdomen. Escuchó una fuerte inhalación de aire y levantó la vista para ver una pequeña sonrisa, que trataba de parecer confiada.

Vio que las palabras estaban a punto de salir de su boca, y levantó su mano para detenerlas.

—Dame otro momento —dijo. Su mano volvió a acariciar su estómago, y entonces, lentamente siguió su camino bajo el camisón, deteniéndose cuando alcanzó el pequeño pezón. Observó los ojos brillantes para ver su reacción. Lo presionó entre sus dedos y el pulgar y luego su mano se movió hacia su espalda. Las yemas de sus dedos se deslizaron sobre su espina dorsal y llegaron a las nalgas que conocía tan bien. Agarró la dura y redondeada nalga en su mano y la vio sonreír. Ambos sabían lo mucho que él adoraba su trasero. El pensamiento de que era tanto de Jolene como de Draco ardía en su mente. Se inclinó y la besó, esta vez con los ojos bien abiertos. La sintió ablandarse junto a él, como si se estuviera entregando. Eso era, pensó, Draco le estaba entregando todo. Su vida y su felicidad estaban en las manos de Harry. ¿Desaprovecharía la oportunidad a causa del hombre que pensaba que conocía o lo valoraría todo por la mujer que conocía completamente? Le había dicho a Draco que pensaba que Jolene era la única, y que le correspondía a ella aceptarlo y tomar una decisión. Draco había decidido y ahora era el turno de Harry para decidir qué hacer al respecto.

Finalizó el familiar beso y llevó su mano hacia su rostro, tratando de enjugar las todavía húmedas líneas negras. Quedaron peor. Una sonrisa irónica apareció en su rostro, mientras los ojos grises lo observaban, tratando de encontrar una explicación.

—Te amo... Dra... Draco —dijo Harry—, pero tienes que darme algunas explicaciones.

Los ojos grises volvieron a la vida.

—Supongo que sí, pero, ¿no puedo simplemente disfrutar de este maldito momento? —suspiró con fuerza. Harry rió ante el exagerado tono y ante el sonido de la voz de Draco viniendo de Jolene.

—Santo cielo, no me hagas eso o me confundiré más de lo que ya estoy. La voz de Jolene va con Jolene y la voz de Draco va con Draco, al menos durante un tiempo. Y por cierto, ¿cómo logras que tu voz haga eso?

—He practicado durante años, ahora shhh, quiero mi momento —dijo Jolene.

Harry mantuvo su boca cerrada, aunque tenía un millón de preguntas pendientes. No tenía ni idea de cuál era su momento, pero se hizo una rápida idea cuando la mano que tenía los anillos tomó su polla. Lentamente comenzó a jugar con ella, apretándola, acariciándola y retorciéndola. Solo le llevó un minuto tenerla en toda su extensión y rígida entre sus manos.

—Gracias a Merlín —susurró.

Harry estalló en risas.

—Dios, Jolene, ¿estabas preocupada de que no se me levantara cuando lo averiguara? Y tú eres la que dices que soy insaciable.

—Bueno, sería un problema si no pudieras, ¿verdad?

Harry se inclinó y le dio un rápido beso.

—La verdadera prueba será si tú te pones duro como Draco cuando me lo folle contra una pared.

Sus ojos se abrieron sorprendidos y se mordió el hinchado labio inferior.

—No te atreverías.

La risa de Harry se volvió más sardónica.

—No habías pensado en eso, ¿verdad? Me gustan los hombres, Jolene. Te amo así, pero no esperes que no me excite por tu versión masculina.

—Fóllame —la voz de Draco salió de nuevo accidentalmente y no era una petición la que estaba haciendo.

Harry se rió con más fuerza.

—Oh, Jolene, no tienes idea de las fantasías que están inundando mi mente en este momento.

—Bueno, espero ser la única con quien las compartas —dijo ella posesivamente.

Harry le guiñó un ojo.

—Solo contigo y con Draco.

—Imbécil... Oh, mierda, son las tres de la madrugada. Draco tiene que levantarse en tres horas.

Harry le dio un beso rápido y entonces los cobijó de nuevo con las sábanas.

—Mañana avisaré de que estoy enfermo, así que no me despiertes —dijo, mientras la acercaba hasta su pecho.

La luz de las velas se apagó y de nuevo, su mundo se volvió oscuro. Acarició el largo cabello extendido sobre su pecho y milagrosamente, concilió el sueño con la esencia de violetas.



Capítulo 3. Violeta



Los cálidos rayos solares se colaban a través de las ventanas. Harry abrió los ojos, sin reconocer dónde se encontraba. Se sentó y miró en torno a la habitación. La cama con dosel le hizo sonreír. La que estaba en el establecimiento de Katie obviamente era una réplica de esta. La habitación le recordó a Harry la oficina de Draco. Simple pero con clase. Sin embargo, allí había toques de Jolene. Las velas eran de un púrpura oscuro y había un ramillete de violetas frescas sobre la mesilla de noche. Se giró y miró hacia el espacio vacío en la cama y se restregó los ojos, mientras los recuerdos más recientes regresaban. Comprobó la hora. Llegaba oficialmente tres horas tarde al trabajo y no había llamado.

Había una chimenea apagada en la habitación. La repisa blanca tenía un fino mantel y unas fotografías. Alcanzó sus gafas y atravesó la habitación. Había fotografías de unos pocos Slytherin de la generación de Draco y una de su familia. Harry observó a Lucius y Lucius a él. Estaba agradecido de que no fuera un retrato. Narcisa le tiró un beso. Entonces vio fotografías de Jolene. Se preguntó dónde y quién las había tomado. Dios, era hermosa. Levantó una fotografía de Draco con su túnica de abogado y una de Jolene en un clásico vestido negro con tacones altos. Las puso a la par. Sí, podía ver las similitudes pero las diferencias eran asombrosas. Draco había convertido la transformación en un arte.

Necesitaba una bata para hacer una llamada vía red flu. Miró alrededor, encontrando dos puertas situadas una a la par de la otra. Abrió primero la de la derecha y lo que vio lo dejó atónito. Estaba lleno con toda una colección de ropa y accesorios de mujer. Todos ellos, supuso, estaban hecho de la más alta calidad. Reconoció la bufanda que le había regalado. No se pudo resistir y abrió los cajones del armario. Allí encontró muchos de sus otros obsequios: cinturones que habían sido utilizados varias veces, ropa interior y joyería. En el cajón inferior, encontró las bolas chinas junto con otros juguetes. Muchos que él nunca había visto, y sus manos se acercaron para tocarlos. Las esposas afelpadas eran de ellos, pero los conos anales eran algo que nunca había utilizado. Consoladores y vibradores de varios tamaños y para varios orificios estaban colocados en orden. Los recuerdos al usar algunos de ellos eran deliciosos. Con renuencia, cerró el cajón y la puerta del armario.

La siguiente puerta reveló los atuendos de Draco: trajes, túnicas y ropa informal. En la parte de atrás de la puerta había una bata colgada. Se la colocó. Era un par de tallas más pequeña. Nunca antes se había dado cuenta de que Draco fuera tan delgado. Tenía músculos pero eran largos y esbeltos sobre su figura. La selección de zapatos de vestir y de botas llamaron su atención, así como la línea de pantalones. Era bueno saber que el hombre se relajaba de vez en cuando. Cerró la puerta, tiró el polvo y metió su cabeza en la chimenea.

Su asistente dio un salto cuando la llamó.

—Señor Potter, buenos días, ¿se encuentra bien?

—Hey, ¿es Harry? —oyó decir a Ron.

—Sí, Ron, soy yo —esperó hasta ver el rostro de Ron para continuar—. Mira, no voy a ir al trabajo, informa al resto del personal.

—¿Seguro que estás bien, colega? Es decir, casi mandamos a un par a buscarte a casa cuando no respondiste.

—Estoy bien, Ron. No me encuentro en casa. ¿Alguna noticia que deba saber o puede esperar hasta mañana?

—Todo está bien, excepto que el imbécil de Malfoy sacó a Katie esta mañana. Hermione estará de un humor espléndido esta noche.

Harry se rió para sí mismo, pero casi estampa su cabeza en los ladrillos de arriba cuando escuchó risas tras de él.

—Bueno, está bien, entonces buena suerte para esta noche. Dile a Kingsley que le llamaré en un par de horas.

Harry salió de la chimenea para ver a un satisfecho Draco Malfoy apoyado contra el marco de la puerta de la habitación.

—En serio, Potter, ahora te levantas, mientras yo he estado salvando almas arrepentidas.

Harry se puso de pie, riéndose mientras lo hacía. No había contado con encontrarse con Draco.

—Sí y gracias por salvar la de Katie, tiene un alma buena.

Draco cruzó los brazos y miró a Harry descaradamente de los pies a la cabeza con ojos brillantes.

—Sacaré algunas cosas del armario y te haré espacio, y obviamente debemos conseguir una bata para que la uses aquí.

Harry miró hacia la ajustada bata que llevaba y estuvo de acuerdo. Una pequeña parte de su corazón se regocijó al escuchar a esa sarcástica voz diciendo que le haría espacio para su ropa.

—Gracias, eso sería genial. Mira, necesito ducharme desesperadamente. ¿Tienes un cepillo de dientes de sobra?

Draco apuntó a la tercera puerta de la habitación.

—La ducha y el baño están allí. Puedes encontrar el cepillo de dientes en el segundo cajón de la izquierda. ¿Quieres almorzar más tarde?

Harry se dirigió a la puerta del baño.

—Claro, cualquier cosa estará bien. Estoy hambriento —abrió la puerta y entonces se giró—. Draco, ¿te importa si te quedas siendo tú mismo? Creo que me gustaría tener una conversación contigo.

Draco rodó los ojos.

—Sí, supongo que tú y yo debemos pasar algún tiempo juntos, pero a Jolene le gustaría salir a cenar esta noche, tal vez a algún lugar del Londres muggle.

Los extremos de la boca de Harry se movieron hacia arriba.

—Creo que eso puede arreglarse. Aunque tendré que ir a casa a cambiarme.

—Creo que puedo permitir que estés fuera de mi vista un par de horas —dijo Draco con sarcasmo mientras se daba la vuelta y salía de la habitación. Pero antes de que terminara de hacerlo, Harry notó los dos anillos que Draco llevaba en su mano izquierda.

Harry se apresuró con el baño y otros aseos. Aun así, notó que el cuarto de baño estaba dispuesto para dos personas, una masculina y otra femenina. Eso le hizo preguntarse durante cuánto tiempo había vivido Draco de esta forma. Regresó a la habitación para vestirse y encontró la ropa que había usado la noche anterior colocada sobre la cama, limpia y planchada, y se preguntó si Draco tenía un elfo doméstico. Se visitió con sus pantalones y la camisa blanca. Pensó que a Draco no le importaría si no usaba la corbata y la chaqueta en la casa.

No estaba seguro de dónde debía encontrarse con Draco, pero decidió que la cocina era el lugar más probable. Esperó poder encontrarla con facilidad. Abrió la puerta. Estaba agradablemente sorprendido de ver un piso grande, abierto y espacioso. Era el desván remodelado de una bodega. Admiró los ladrillos y las tuberías, pero sobre todo la vista de la pared de ventanas. Podía ver el río Támesis, cuatro calles más abajo.

Draco en la cocina, detrás de una mesa de granito. Toda la preparación de la comida era casera. No era ningún capricho, pero la sopa y los sándwiches eran más que bienvenidos. Draco levitó la bandeja sobre una pequeña mesa para dos junto a las ventanas. Un alto vaso con zumo de naranja recién exprimido y una botella de cerveza de mantequilla estaban allí esperándoles.

Ambos comieron en silencio y vieron a los muggles caminar a lo largo del río. Harry notó lo poco que Draco estaba comiendo.

—¿No te sientes bien?

—Estoy indispuesto del estómago. Supongo que es por los nervios.

Harry se rió.

—Entonces vamos a ser honestos el uno con el otro.

—Imaginé que sería lo mejor, a menos que quieras seguir jugando.

—Dios, no. Creo que ya tuve suficiente de eso en mi pasado. ¿Podemos movernos al sofá para hablar?

Draco se levantó y levitó los platos hacia el fregadero.

—Qué bonito apartamento, muchísimo mejor que Grimmauld Place. ¿La conociste alguna vez cuando eras niño? —preguntó Harry mientras caminaban hacia el largo sofá de cuero negro. Harry se sentó en el medio y palmeó junto a él, cuando Draco comenzaba a sentarse alejado cerca del extremo.

—No, que yo recuerde. Mi madre y mi padre visitaban a la tía Walburga cuando vivía, pero no creo que yo fuera con ellos.

Harry se reclinó hacia atrás, Draco permaneció sentado erguido. El nerviosismo de Draco se hacía cada vez más claro.

—Llevas los anillos —se fijó Harry.

Draco volvió su cabeza para ver a Harry.

—Pensé que me haría sentir más conectado.

—¿Y lo hace?

Draco asintió.

Harry puso su mano en la espalda de Draco y lo sintió tenso.

—¿Sería todo esto más fácil para Jolene?

Draco suspiró pesadamente.

—Sí, pero creo que tienes razón, necesitamos hablar. No te preocupes por eso.

—Draco, ¿desde cuando ha estado presente Jolene?

Draco miró de nuevo hacia delante. Harry todavía podía ver desde su perfil cómo bajaba sus largas pestañas.

—Tanto como puedo recordar. Solía llamarla mi amiga imaginaria. Mi madre era condescendiente al respecto, pero mi padre no. Aprendí a esconderla de él cuando tenía entre cinco o seis años. Una vez que quedó escondida, podíamos hacer cosas escandalosas juntos, quiero decir, escandalosas para un niño pequeño. Teníamos fiestas de té y jugábamos a vestirnos. Yo robaba ropa del armario de mi madre, aquella que sabía que no había usado desde hacía años. Fue por entonces cuando también comencé a usar diferentes voces, una para mí y otra para Jolene.

Harry escuchó atentamente y pudo sentir que Draco se relajaba un poco. Corrió el riesgo, puso su mano en el hombro de Draco y tiró de él hacia atrás. Draco lo miró de manera inquisitiva, pero se movió hacia atrás contra el sofá. Harry puso su brazo alrededor de sus hombros y Draco, a su vez, apoyó su cabeza en el hombro de Harry. Todavía podía sentir la tensión.

—Continúa —dijo Harry.

—Tuve suerte de que nunca me sorprendieron en el cuarto de juegos. No me malinterpretes, mis padres me aman, pero ellos casi nunca estaban cerca. Encontré mi propia forma de entretenerme.

—Sé que ellos te aman, Draco. No tengo dudas al respecto.

Draco sonrió.

—Sí, supongo que sabes eso. En fin, para la época en que fui a Hogwarts, Jolene existía físicamente en mí, quiero decir que yo sabía que ella era más que una amiga imaginaria, ella era parte de mí. Fue particularmente difícil en el colegio, porque yo estaba acostumbrado a tener mi propia habitación. Me levantaba a media noche y me iba al baño para vestirme de mujer. Besé mi insignia de prefecto cuando llegó, porque eso significaba que podía usar el baño de prefectos, lo que hice bastante a menudo.

—Draco, no quiero insinuar nada negativo con mi pregunta, pero ¿quieres ser mujer? Quiero decir, serlo permanentemente, ¿o es...? mierda, no sé. Esto está saliendo mal.

La mano de Draco se posó sobre el muslo de Harry y lo palmeó una vez.

—No, no está saliendo mal. Sé lo que estás preguntando. No, no quiero ser mujer. Fue excelente usar la poción TG, pero nunca quise que fuera algo permanente. Solo hizo a Jolene más real. Me gusta ser hombre y no pienso eliminar mis partes.

Harry rió.

—Bien, porque realmente me gustan tus partes.

Harry pudo sentir que los hombros de Draco vibraban.

—Sí, ya lo he notado. Sé que en mi oficina mencionaste que pensabas que yo debía escoger y aceptar una parte sobre la otra, pero no quiero hacer eso; en realidad, no puedo. Me gusta ser ambas. Tenemos muchas cosas en común, pero Jolene y yo también somos diferentes en varias otras. El problema, como yo lo veo, es que tú no sientes mucha simpatía por mí, por Draco.

—Un momento, no digas eso. Ni siquiera te conozco, excepto las partes que Jolene y tú tenéis en común. Está toda esa mierda del colegio, pero ambos hemos madurado desde entonces. Al menos, eso espero.

Draco rió.

—Sí, yo también.

—Bueno, esta será otra pregunta extraña, pero, ¿eres gay? Me refiero a si Draco es gay.

Draco alzó la vista hacia Harry, mirándolo con recelo.

—Sí, pero todavía es virgen.

Harry estalló en carcajadas. Después de que se hubo calmado, Draco continuó con su historia.

—Así que mi secreto estaba a salvo, hasta una noche en que pensé que estaba solo en el baño de prefectos. Jolene se había arreglado para las malditas nueve de esa noche. Se había pavoneado un poco por allí, luego se acostó en uno de los bancos grandes e iba a satisfacerse con un consolador. A esa edad ella ya era bastante sexual. Katie Bell entró en la habitación. Agradecí que ninguno de los dos tuviera sus varitas en las manos. Ambos gritamos y Jolene simplemente perdió el control. Empezó a llorar y Katie vino y sentó junto a ella. Katie se convirtió en mi única confidente. De hecho, fue ella la que le enseñó a Jolene cómo maquillarse para que no pareciera una putilla.

»No tienes idea de lo horrible que fue saber que casi la había matado. Jolene estaba furiosa y no se presentó hasta el verano, cuando el Señor Tenebroso estaba en la mansión. Dios, tuve que ser cuidadoso, pero era mi único escape. Desde que vivo aquí, tengo la libertad de ser ambos. Le escribí a Katie y nos reunimos en persona como dos años después de que derrotaras al Señor Tenebroso. Nos convertimos en buenos amigos, y Jolene y ella son las mejores amigas.

Harry no pudo resistirse al largo cabello platinado que tenía bajo la barbilla. Inclinó la cabeza y besó las hebras.

—¿Y qué pasó conmigo? ¿Cómo me involucré yo?

—Todo eso fue obra de Katie. Jolene había estado jugando con la poción TG y había follado unas cuantas veces en las habitaciones del piso de abajo. Pero no había salido muy bien, porque los tipos querían a alguien que fuera solo mujer. Katie sabía que yo prefería ser hombre, pero que me gustaba jugar como mujer, y me dijo que conocía al tipo perfecto para mí, que era bisexual. Supe desde el principio que eras tú, Harry, y lamento si te sientes engañado. Estaba siendo egoísta porque sabía que era la única relación en la que Jolene sería tan completamente aceptada. Nunca planeé que esto llegara tan lejos. Jolene se enamoró de ti y de pronto tuve que admitir que si ella estaba enamorada, significaba que yo también lo estaba.

El corazón de Harry se aceleró cuando escuchó esa confesión. Solo podía imaginar lo difícil que esos años habían sido para Draco. Jolene estaba bien, pero seguramente Draco había sufrido.

—Así que cuando llegué a tu oficina, buscaste respuestas a las preguntas que Jolene no podía hacer. Y si vuelves a llamarla "puta", te mataré.

Draco se rió y volvió su cabeza hacia Harry.

—Eso también la mataría a ella, lo sabes.

Harry no pudo resistirse. Besó la respingada nariz de Draco.

—Esos son detalles menores.

Draco no se giró esta vez, sino que miró a Harry directamente.

—No fue hasta que hablamos que consideré que podía funcionar que tuviéramos una vida juntos. Pensaba que tal vez podías estar enamorado de Jolene, pero Katie no me decía si tú te encontrabas con otros, y yo estaba furiosamente celoso pensando que te habías ido de vacaciones con otra persona.

—Mierda, no, Draco. No he tocado a nadie desde nuestra primera vez. ¿Cómo podría? ¿Por qué querría? Dejé de creer que encontraría a alguien que pudiera... bueno, ya sabes, ambos somos bastante pervertidos.

Draco acercó la mano a su boca y tosió.

—Sí, creo que tienes razón sobre eso.

—Sin embargo, vi algunas cosas en el armario de Jolene que me gustaría probar.

Los ojos de Draco se abrieron sorprendidos.

—Abriste su ropero y...

—Draco, dejaste al Jefe de la División de Aurores en tu casa. Por supuesto que eché un vistazo.

Harry jadeó cuando sintió la mano de Draco moverse hacia arriba sobre su muslo, sobre sus pantalones, y se detuvo cuando alcanzó su polla cubierta. Ni siquiera se había dado cuenta de que su polla se había estado moviendo en esa dirección.

—¿Cuáles te gustarían? —susurró Draco mientras apretaba con su mano.

Harry dio un pequeño empujón y entonces besó los labios que estaban tan cerca de los suyos. Sintió algo diferente esta vez, la pasión permanecía allí mientras sus lenguas se entrelazaban una con la otra pero allí había más, era más íntimo. A estas alturas, Jolene ya le habría abierto el pantalón, pero la mano de Draco se tomó su tiempo explorando, como si estuviera experimentando todo por primera vez. Se sentía bien, pero la novedad de tener a Draco Malfoy haciendo y diciendole estas cosas hacían que todo fuera extraño. Era más íntimo, pero no podía evitar sentirlo más superficial.

—¿Qué fue lo que viste? —preguntó Draco de nuevo, cuando finalizó el beso.

—Ahora que sé que eres virgen, estaba pensando que los conos anales podían entrar en acción —dijo Harry, con un guiño.

Los ojos de Draco se abrieron sorprendidos y sus fosas nasales se dilataron. Harry se percató que de que lo había ofendido de alguna manera.

—Esas son las cosas de Jolene. Yo necesitaré las mías —bufó Draco, y giró la cabeza.

Entonces algo encajó. Harry se dio cuenta de que Jolene era más que una persona imaginaria para Draco. Era más profundo que eso, era como si los dos compartieran cuerpo y pensamientos pero fueran dos personas diferentes, dos personalidades separadas. Las piezas comenzaron a caer en su sitio, allí había más de lo que Draco estaba diciendo. Jolene y Draco eran dos personas diferentes. Harry sacudió la cabeza, sabiendo lo que eso significaba. Algo había pasado en la niñez de Draco, algo tan terrible que Jolene había sido creada para ayudar al joven Draco a lidiar con eso.

Harry se aclaró la garganta. Sus dedos acariciaron su brazo.

—Otra pregunta extraña: Draco, ¿alguna vez has consultado a alguien sobre Jolene? ¿Un profesional... un...?

Draco lo miró de nuevo.

—Un terapeuta, Harry, puedes decirlo. Sí, mi madre me llevó a ver uno cuando tenía cinco y luego yo consulté a otro cuando terminó la guerra.

—¿Y qué te dijeron?

—No tengo ni idea de lo que dijo la que visité cuando era niño. Sé que la ví un par de veces, entonces mis padres tuvieron una pelea espectacular y nunca más me llevaron de nuevo. El último dijo que tenía personalidad dividida pero que nunca había visto un caso en donde estuviera tan desarrollada o que conviviera tan bien con la personalidad hospedera. No tengo períodos en blanco como la mayoría de personas que padecen el Trastorno de Identidad Disociativa. Yo sé todo lo que hace Jolene y apruebo todo lo que ella hace. No es así a la inversa. Ella odiaba al Señor Tenebroso y me odiaba a mí por todo lo que pasó en mi sexto año en Hogwarts. Como ya te dije, desapareció después de que Katie casi muriera. Ese fue el segundo peor año de mi vida, me sentía vacío sin ella, como si se hubiera ido una parte de mi alma. El siguiente año se llevó el premio como el peor año, aunque no tenía nada que ver con Jolene. Bueno, ¿ya estás oficialmente asustado?

Harry mantuvo el contacto visual sabiendo que sus palabras debían ser moderadas.

—No, solo me ayuda a saber. Todavía necesitaré de tu guía y de la de Jolene, si no quiero estropearlo todo tan estrepitosamente como hace un momento —inspiró profundamente cuando vio que Draco asentía casi imperceptiblemente.

—Es comprensible. Lo primero que debes saber es que lo que Jolene hace y siente es muy cercano a lo que yo hago y siento. Sin embargo, si tienes que discutir algo serio, debes hablar conmigo. Yo fui quien la forcé a decírtelo todo anoche, ella no quería.

Harry asintió comprendiendo.

—Así que de allí venía el llanto.

—Exactamente, actuó en contra de sus deseos, pero no creo que eso vuelva a suceder, ahora que ya sabes sobre mí.

—¿Pero qué sucedió con la voz? Quiero decir, tu voz.

—Sí, bueno, a veces nos fusionamos más de lo que deberíamos.

—¿Dijo algo el terapeuta sobre fusionaros a los dos?

Draco cerró los ojos.

—¿Eso es lo que quieres? ¿Es demasiado para ti?

La vulnerabilidad de la situación de Draco y Jolene hizo que a Harry le doliera el alma. Lo besó ligeramente en los labios otra vez.

—No, Draco, estoy preguntando si eso es lo que tú quieres. Siempre supe que Jolene eran dos personas. Admito que es diferente a lo que pensaba que estaba sucediendo, pero no es demasiado.

—No pueden hacerlo, pero algo sucedió cuando yo era muy pequeño y mi memoria fue borrada con un Obliviate. Mis padres tampoco saben qué sucedió, y también se comprobó que ellos sufrieron de un Obliviate una vez. Asumo que debe estar relacionado. En fin, que la integración no puede llevarse a cabo a menos que la memoria sea recuperada y yo pueda superarlo. Como te dije, Jolene ha estado conmigo desde que tengo uso de razón.

Solo se escuchaban los sonidos del Londres muggle. Ambos se quedaron mirando hacia la ventana, aparentemente tratando de procesar todo lo que habían admitido, pero también lo que habían aceptado.

—Gracias por decirme todo esto, Draco —susurró finalmente Harry. Gentilmente, le dio un beso en la mejilla que tenía más cerca. Draco permaneció en silencio.

—Tengo que irme dentro de poco —dijo Harry—. Todavía tengo que hablar con Kingsley y hacer algunos recados antes de estar listo para esta noche.

—Está bien —farfulló Draco.

Harry negó con la cabeza y suspiró.

—Draco, mírame.

Los ojos grises no eran fríos, como esperaba, sino que revelaban temor, casi miedo por lo que estaba por decirse.

Harry sonrió tratando de aliviar un poco la tensión.

—Así que, ¿qué es lo que quieres que pase? ¿Quieres que te corteje? ¿Que tengamos citas? ¿Que viva contigo? ¿Qué?

Draco cubrió un gran bostezo con su mano. Harry suprimió una risa, pues sabía que era la forma de Draco de encubrir la sensación de alivio que lo embargaba.

—No sé. Nunca antes tuve una relación —dijo Draco. Harry no podía creer que realmente se sintiera feliz de escuchar otra vez ese tono arrogante—. Pansy fue un desastre, pero necesario. Creo que fue para probarme a mi mismo que era gay. Sé que Jolene vota para que la lleves a cenar y a bailar. Yo estoy bien con un partido de quidditch o con ir a un pub. Tampoco me importaría quedarme en casa. Sin embargo, sé que a los dos nos gustaría tenerte cerca, tanto como nos sea posible. ¿Qué quieres tú?

Harry se rió.

—He rehuído las relaciones desde mucho tiempo antes de conocer a Jolene. Como sabes, intenté la vía de las chicas, y Ron y yo casi nos dimos de golpes después de que Ginny y yo termináramos. Ella fue lo más cerca que estuve de tener una relación, y fue hace más de diez años.

—¿Puedo preguntar qué sucedió?

—Claro, y creo que solo tú y Jolene seréis los únicos que realmente lo comprenderéis. Yo quería tener sexo anal pero ella no. Cuando tuve claro que eso nunca iba a pasar, me di cuenta de que no estaba listo de aceptar el tipo de compromiso que ella quería, sin haber experimentado algunas de mis fantasías. Ella trató de complacerme con un par de ellas, pero fue un completo desastre. No estaba listo para vivir mi vida solo teniendo fantasías y preguntándome por los "y si..."

Draco bostezó de nuevo.

—¿Cansado?

—Sí, un imbécil mantuvo a Jolene despierta hasta las tres de la madrugada, y luego el mismo imbécil durmió toda la mañana mientras yo tenía que irme a trabajar.

—Debo irme. ¿Por qué no te echas una siesta y regreso alrededor de las siete? Yo escogeré el lugar, y no protestes, Malfoy, que conozco algunos lugares muy buenos.

Mientras Harry se desaparecía de la habitación, vio cómo Draco se levantaba del sofá. Pensó que probablemente estaría dormido en menos de cinco minutos. Se preguntó cómo sería estar acostado junto a él.


*****


Harry bostezó por tercera vez mientras se servía el café del lunes por la mañana. Tenía que encontrar la manera de organizar mejor sus actividades después del trabajo o muy pronto sería despedido. Probablemente si tuviera dieciocho no estaría tan acabado, pero Jolene lo mantenía despierto hasta bien entrada la noche. Harry bufó: bien entrada la madrugada, más bien. No podía recordar si en la última semana había tenido alguna noche con al menos seis horas de sueño. Él y Jolene habían salido a cenar y a bailar por el Londres muggle. Después de algunas miradas extrañadas, la mayoría los ignoraba. Jolene estaba segura de que era porque sabían ella era un hombre. Harry decididamente lo dudaba y le dijo que probablemente eran los zapatos. Era demasiado alta. Él se rió la siguiente vez, porque llevó zapato bajo. Había momentos en que él podía ver a Draco en su apariencia y actitudes, pero Jolene caminaba, hablaba y actuaba de manera más femenina que la mayoría de brujas que él conocía. Su maquillaje era perfecto, con la cantidad apropiada de base, sombras y colores, su nariz y barbilla parecían más pequeñas, y sus ojos y labios más definidos. Harry siempre quedaba impactado por lo bella que era.

Siempre tenían sexo cuando volvían a casa. Jolene siempre lo molestaba con eso de que había metido las narices en el escondite de sus juguetes y en las noches pasadas siempre había insistido con que probaran algunos de los nuevos. Deseaba que Draco se mostrara con más frecuencia, porque solo lo veía cuando ambos se preparaban para ir a trabajar y el ambiente todavía se sentía un poco incómodo. Harry todavía no estaba seguro si oficialmente se había mudado al apartamento de Draco, o si él y Jolene simplemente estaban en una época lujuriosa de su relación. Jolene estaba emocionada con el hecho de salir y disfrutar del mundo, al menos del mundo muggle. Esta noche iba a salir con Draco a un pub. Harry había insistido, cuando se despidió de él esa mañana. Estaba asombrado por la capacidad de Draco para levantarse tan temprano y entrar en funcionamiento sin necesidad de dormir mucho. Cada mañana, se había levantado al menos media hora antes que Harry.

Estaba más nervioso por la salida de esta noche con Draco que por haber invitado a salir a Jolene las noches pasadas, pero él quería que esta relación también funcionara. Al final, sabía que sería su relación con Draco lo que haría que tuvieran una vida juntos.

El escándalo que había precipitado todo esto se había aplacado en la opinión pública, para ser reemplazado por otro que incolucraba a una banda, Los Dementores, que habían sido sorprendidos con una poción alucinógena ilegal.

Ron entró en la habitación con una sonrisa mucho más grande de la que le había visto en mucho tiempo. Hermione iba a dejar el trabajo cualquier día e incluso Harry se estaba poniendo ansioso por conocer al nuevo hijo de la pareja. Adoraba a Rose y estaba seguro que la llegada del nuevo niño haría que la familia estuviera completa.

—Maldición, Harry, ¿por qué no me contaste la razón por la que estuviste arrastrando el culo la semana pasada?

Harry levantó la vista hacia Ron, quien se estaba sirviendo su café.

—¿Qué?

—¿No me digas que no has visto El Profeta esta mañana? Oh, espera, apuesto a que gateaste desde su cama y por poco lograste llegar aquí.

Hannah caminó hacia él y puso la edición del día frente a Harry. Los comentarios estaban siendo sustituidos por algunas risas.

—¡Mierda! ¡Malditos bastardos! —gruñó Harry en voz alta, cuando vio las fotografías de Jolene y él en la primera plana del periódico. Aparecían bailando, besándose y caminando tomados de la mano.

—¿Cuál es el problema, colega? Es una bomba, ¿es muggle? Por que sé que recordaría haber visto a una bruja rubia y alta en Hogwarts.

Lo último hizo que Harry se riera de manera disimulada. Los ocupantes en la habitación le observaban, esperando algunas noticias. Ninguno de ellos recordaba haber visto a Harry teniendo citas con alguien antes.

Harry sorbió su café y bajó su taza.

—Comencemos —dijo en voz alta.

Todos los aurores gruñeron porque no iba a decirles nada.

Harry levantó El Profeta, lo apuntó con su varita y lo desapareció.

—Mi vida personal, es eso: personal. Si me doy cuenta de que alguno de ustedes habla sobre ella en los periódicos, habrá consecuencias. Hay muy buenas razones por las cuales estábamos en el Londres muggle, y la mayoría tienen que ver con tener un poco de privacidad, para que esto suceda. Fin del asunto, compañeros. Está bien, ¿hay avances sobre dónde compraban Los dementores sus pociones?

Dawlish se puso de pie.

—Estaba en una reunión con el vocalista y su abogado hace como media hora, cuando cayó desmayado en el suelo. Ni siquiera el equipo de medimagos pudo hacer que recobrara el conocimiento, y fue llevado a San Mungo. Parecía pura basura.

—Dawlish, ¿de quién estás hablando? ¿Del vocalista o del abogado? Realmente espero que tus notas sean más coherentes que eso —criticó Harry. Los otros aurores le miraron impactados. Rara vez veían que Harry le llamara la atención a un auror, especialmente si era uno de los antiguos. En privado, sí, pero no en público.

—Uh, um, el abogado, señor.

Harry miró hacia el techo y contó hasta diez. Todos los que estaban en la habitación podían sentir la tensión que emanaba de él.

—Merlín, Dawlish, ¿quién demonios era?

—Draco Malfoy, señor. Estaba haciendo su diatriba usual sobre que estábamos reteniendo a su cliente... señor, ¿se encuentra bien?

Harry estaba temblado, con su mente corriendo a mil, tenía que salir de allí e irse a San Mungo. Se volvió hacia Ron.

—Hazte cargo —le ordenó, y se desapareció.

*****


Harry se apareció justo frente al mostrador de recepción, asustando a los que estaban haciendo fila. Estaba como loco y con su varita fuera de su sitio.

—Draco Malfoy, ¿dónde se encuentra? —preguntó a la pesada bruja que estaba ayudando a los que llegaban con enfermedades mágicas.

—Lo siento, señor, pero tendrá que esperar su turno —dijo ella con un tono y una sonrisa insípida.

Harry se inclinó sobre el mostrador.

—Escuche, soy el Jefe del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica y necesito saber dónde está él ahora —dijo bruscamente.

—Tercer piso, habitación 342.

—Gracias —dijo, y se desapareció.

Llegó a una habitación con la puerta cerrada y pudo escuchar voces discutiendo en voz alta, y reconoció una de ellas al instante. Dentro también había un llanto histérico. Abrió la puerta e irrumpió en el interior. Inmediatamente, la habitación se sumió en el silencio y cuatro pares de ojos se quedaron observándolo.

—¿Qué demonios, en el nombre de Merlín, está haciendo aquí? —soltó Lucius Malfoy.

Harry rápidamente recorrió con la vista la pequeña habitación. Draco estaba en la cama, vestido con una bata de San Mungo, curvado en posición fetal y mirando hacia la pared. Lucius y Narcisa Malfoy estaban de pie junto a la cama. Lucius parecía furioso y Narcisa decaída. El medimago del equipo del Ministerio y el sanador del hospital estaban frente a los Malfoy. Ambos parecían completamente frustados y enojados.

Harry contó hasta diez por segunda vez en esa mañana. Su mente trabajaba aceleradamente para esclarecer cómo lidiar con la situación. Su principal preocupación era averiguar cómo estaba Draco y qué era lo que le sucedía.

—Me enteré de lo que pasó en el Ministerio y estaba preocupado porque uno de mis aurores estaba allí —dijo Harry, tratando de que eso satisficiera a Lucius.

—Ya veo, salvando su culo. Bueno, esto no es algo que haya hecho su auror, así que retírese, por favor. Es un asunto familiar —dijo Lucius, mientras levantaba su bastón y apuntaba hacia la puerta con él.

—No te vayas —llegó una voz suplicante desde la cama.

Harry no pudo soportarlo, era la voz de Jolene. A la mierda tratar de mantener oculta su relación con Draco. Caminó hacia la cama, abriendose paso entre los cuatro. Puso su mano sobre ella y se inclinó.

—¿Qué sucede, Jolene? —susurró en su oído.

La respuesta fue un sollozo desgarrador.

—Vamos, amor, tienes que decírmelo —susurró de nuevo.

—No permitas que lo hagan, Harry, por favor. No permitas que lo hagan —suplicó entre lágrimas.

—Señor Potter, aléjese de mi hijo. Si no llamaré...

Harry se irguió y se giró para encarar a Lucius Malfoy y luego a los médicos.

—¿Qué le sucede a Draco?

—Esa es información confidencial, señor Potter. Sin su consentimiento... —comenzó el sanador pero fue interrumpido por los gritos de Jolene.

—Dígaselo, por Dios, ¡dígaselo!

Narcisa se acercó sobre Draco y acarició el rubio cabello, húmedo de sudor.

—¿Estás seguro, amor?

—Sí, mami, por favor.

Harry escuchó a Lucius sisear con disgusto por el uso del término.

Narcisa tomó a Harry por el brazo y lo condujo cerca de la puerta.

—Señor Potter, aparentemente Draco estuvo envuelto en la situación mencionada en los periódicos hace unas semanas. Está embarazado... colapsó porque está exhausto.

Harry se apoyó contra la puerta, agradecido de que estuviera allí.

—¿De cuánto tiempo?

—Tres meses —susurró ella—. El sanador y el medimago quieren que aborte porque están preocupados por la vida de Draco. No saben si podrá sobrellevar todo el embarazo.

—¿Y Draco no quiere hacerlo? —preguntó él también en un susurro.

Narcisa se inclinó más cerca de Harry.

—Aceptó al principio, pero entonces, cuando lo llevaban a otra habitación para hacer el procedimiento, se puso histérico y no ha dejado que nadie lo toque.

Harry miró a los ojos de la mujer que una vez salvó su vida porque estaba desesperada por salvar la de su hijo. Se preguntó cuánto sabía ella sobre Draco. Cuánto mantenía fuera del conocimiento de Lucius.

—Narcisa, ¿cuánto conoce a su hijo?

Ella lo miró de manera inquisitiva, sus ojos tratando de descifrarlo. Tocó su brazo y esta vez lo agarró con fuerza.

—Usted lo sabe —dijo suavemente.

Harry le ofreció una sonrisa.

—Sí, lo sé, y no es Draco quien está en la cama, ésa es Jolene.

La ya pálida piel del rostro de Narcisa se volvió de un blanco fantasmal. Harry puso sus manos en sus brazos esta vez, para estabilizarla.

—Necesitamos hablar, señora Malfoy. Solo usted, Jolene y yo. Verá, yo soy el padre.

—¡Merlín! —dijo ella tan suavemente como pudo, dada la reciente noticia y sus repercusiones. Vio algo en su rostro que solo había visto antes una vez, y fue en Molly Weasley cuando se enfrentó a Bellatrix Lestrange. Rápidamente comprendió que ella estaba dispuesta a proteger a su hijo.

Narcisa Malfoy se volvió hacia los otros tres magos, que continuaban sumergidos en sus discusiones.

—Solo diré esto una vez —anunció severamente—. Deben salir de la habitación, inmediatamente. El señor Potter, mi hijo y yo discutiremos la situación en privado.

Lucius puso los ojos en blanco.

—Narcisa —dijo, de manera cansina y demasiado condescendiente para el gusto de Harry, y aparentemente, también del de Narcisa.

Ella lo miró ferozmente y levantó su varita.

—Lucius, sal de aquí ahora. Permití que tuvieras la última palabra sobre Draco en el pasado, pero ya no más. Vete y hablaremos después.

Lucius miró hacia su esposa, pareciendo como si quisiera maldecirla por regañarle frente al grupo, pero no lo hizo.

—Bien, pero vamos a discutirlo después, Narcisa.

—Bien —replicó ella a su vez—. Ahora vete. Ustedes dos también —dijo, apuntando con su varita al sanador y al medimago.

En cuanto estuvieron fuera, Harry se sentó en la cama y puso su mano en el hombro de Jolene y la acarició.

—Jolene, se han ido. Solo estamos tu madre y yo. Ella ya lo sabe, amor. Está bien.

Lentamente, ella se giró. A Harry se le encogió el corazón al ver su nariz y sus ojos enrojecidos. Sacó su pañuelo y secó sus lágrimas. Jolene se sentó y se aferró a él. Narcisa, de pie cerca de ellos, parecía preocupada y abrumada a partes iguales.

—Harry, no permitas que maten a nuestro bebé, por favor —suplicó.

Harry la abrazó con fuerza.

—Jolene, realmente necesito hablar con Draco sobre esto. Tú conoces las reglas, él es quien toma este tipo de decisiones. Las que les afectan a ambos.

—Santo Dios —susurró Narcisa, y se dejó caer en la silla que estaba junto a la cama.

—Pero Harry, él va a permitirlo, sé que lo hará, y simplemente no puede hacerlo. Eso lo matará.

Harry quitó las húmedas hebras de cabello de su cara.

—¿Qué quieres decir con que lo matará?

—No puedo decírtelo —sollozó, y comenzó a llorar de nuevo.

Harry besó su cabeza y su rostro.

—Jolene, déjame hablar con Draco. Te prometo que si hay alguna manera de salir de esto sin dañarte a ti, a Draco ni al bebé, haré todo lo que esté a mi alcance por encontrarla. Te lo juro, Jolene, te lo juro —imploró a su vez.

Jolene levantó su cabeza y miró hacia Narcisa.

—Mami, ¿me lo prometes tú también?

Narcisa se inclinó hacia adelante y palmeó a Jolene en la rodilla.

—Sí, Jolene, yo también te lo prometo.

Harry nunca había estado presente cuando tenía lugar la transformación. Lo más cercano que había experimentado fue cuando la voz de Draco salió de Jolene la primera noche. Usualmente se iba a dormir con Jolene y se despertaba con Draco, y ambos se preparaban para irse a trabajar. Le sorprendió ver que allí realmente había un cambio físico: repentinamente los músculos parecían combarse bajo la piel, el rostro se volvió severo y el cuerpo que estaba sosteniendo se volvió más masculino. Harry miró brevemente hacia Narcisa, para ver cómo lo estaba soportando. Parecía completamente impactada. Cuando Harry volvió su mirada nuevamente, Draco lo estaba mirando. Éste se alejó de Harry, pero permitió que continuara con su brazo en su espalda.

—Madre, gracias por quedarte —dijo Draco, agradecido—, esto debe ser traumático para ti.

Narcisa mantuvo su cabeza en alto y le dedicó una débil sonrisa.

—Sí, Draco, pero soy tu madre y estaré a tu lado mientras dure esta situación.

Draco miró a Harry y sonrió.

—Somos una familia bastante formal. Eso es práctico para manejar situaciones como esta.

Harry se rió y momentáneamente estuvo aliviado al escuchar el sarcasmo de Draco.

—Bueno, Potter, ¿qué diablos piensas hacer? Jolene está metida en problemas y tú eres el responsable.

Harry tosió, repentinamente el sarcasmo de Draco ya no era tan apreciado.

—Draco, el señor Potter se ha comportado como un completo caballero, tus comentarios están de más —lo reprendió Narcisa.

Draco bufó.

—Lo sé, solo le estoy molestando. Ya en serio, Jolene nunca antes se había impuesto de esa forma. Nunca —dijo Draco, mirándoles a ambos, a Harry y a su madre.

—Draco, ella dijo que si tú abortabas al bebé, eso te mataría. ¿Sabes qué quiso decir con eso?

Draco sacudió la cabeza.

—No, pero sé que realmente lo cree, lo que significa que una parte de mí desconoce algo que ella sí sabe. Pero no me dirá lo que es.

—¿Piensas que está relacionado con la forma en que ella se creó?

—No lo sé —dijo Draco, y luego miró hacia Narcisa—. Madre, ¿tú lo sabes?

Narcisa cerró los ojos brevemente y pudo ver que su barbilla comenzaba a temblar. Solo esperaba que no comenzara a llorar.

—Podría ser —respondió.

—Narcisa, ¿qué es lo que usted sabe? ¿Cómo se creó Jolene? ¿Cómo obtuvo su nombre?

Draco se estremeció y pareció confundido.

—¿Qué sucede? —preguntó Harry.

Draco negó con la cabeza.

—No lo sé, pero algo de lo que dijiste me afectó. No sé cómo obtuvo Jolene su nombre.

—Era la muñeca de Violeta.

Ambos giraron su cabeza para ver a Narcisa.

—¿Quién es Violeta? —preguntó Draco.

Narcisa se mordió el labio inferior, Harry pensó que suguramente iba a mordérselo hasta sangrar.

—Violeta era tu hermana, Draco. Era tu gemela.

Harry no estaba seguro de cómo Narcisa había llegado a decir esas palabras, porque parecía petrificada.

—¿Mi hermana? —preguntó Draco con incredulidad.

Narcisa asintió.

—Sí, murió seis semanas después de su primer cumpleaños. Había recibido a Jolene como regalo. Amaba esa muñeca. Se la había dado la madre de Lucius y la muñeca podía moverse y caminar —dijo Narcisa, y luego, tal como Harry había temido, comenzó a llorar—. Algo que Violeta no podía hacer —gimoteó.

Draco se puso de pie, caminó hacia su madre y se arrodilló a su lado. La envolvió con sus brazos, mientras derramaba sus lágrimas.

Harry permaneció sentado en la cama, boquiabierto. La situación había ido de mal a peor. Su mente estaba inundada de preguntas, teorías y conspiraciones, y necesitaba más respuestas.

—Narcisa, lo lamento, pero dada la urgencia, necesito hacerle unas preguntas más.

Narcisa asintió y levantó su rostro. Se limpió las lágrimas.

—¿Qué le pasaba a Violeta? ¿Cómo murió? ¿Estaba Draco en la habitación?

Draco se puso de pie, se colocó detrás de su madre y puso las manos en sus hombros.

Harry suprimió una sonrisa, reconociendo el gesto protector.

—Violeta nació inválida. No hubo nada que los sanadores de esa época pudieran hacer. Trataron de quebrar sus huesos y arreglarlos. Fue horrible. Incluso hicieron desaparecer los huesos y hacerlos crecer con poción Crece-Huesos, pero siempre crecían horriblemente deformados. No sé cómo murió. Lucius y yo teníamos visita en otra habitación y repentinamente escuchamos a Draco llorar muy fuerte. Dobby vino y nos dijo que Violeta estaba herida. Cuando llegamos a la habitación, ya estaba muerta. Draco estaba bajo la mesa, histérico y abrazando a Jolene.

Harry escuchó cada palabra, tratando de descubrir qué le faltaba a la historia, qué era lo que Draco le había contado. El hechizo, Obliviate, se adelantó a sus pensamientos.

—Draco me dijo que el terapeuta había diagnosticado que había sufrido un Obliviate, y que usted y Lucius también.

Draco entrecerró lo ojos. Y Harry supo que tal vez había cruzado la línea de lo que era un secreto y lo que no lo era, pero lidiaría después con el enojo de Draco.

—Sí, es verdad. Imagino que la situación fue horrible para todos nosotros y que el sanador debió haberlo realizado.

Harry negó con la cabeza, sabiendo que eso no era probable. Los sanadores no usaban el Obliviate en adultos para evitar su dolor. No, allí había algo más, alguien más lo había hecho.

—¿Quién estaba en la casa? ¿Con quién estaban hablando?

Narcisa se congeló y miró a Harry. Pudo ver cómo se concentraba, tratando de encontrar ese recuerdo. Eso no estaba bien, pensó, debería recordar exactamente todo lo sucedido en el día en que su hija murió.

—No lo sé —dijo, sonando confundida por su propia respuesta.

—Draco —dijo Harry—. ¿Puedes llamar a tu padre para que se una a nosotros?

Draco miró hacia abajo, a la ropa que llevaba puesta y luego miró de nuevo a Harry.

—No, no saldré con esto.

Narcisa rió y Harry se rió con ella, lo que momentáneamente alivió la tensión.

—Bien, yo lo haré —dijo Harry. Se puso de pie y pasó junto a Draco—. Sabes que me casaré contigo, ¿verdad? —susurró mientras palmeaba su estómago y entonces, a pesar de toda la situación, caminó sonriendo hacia la puerta.

—Imbécil —le dijo Draco cuando cerraba la puerta.

Harry no tuvo que caminar muy lejos. Lucius estaba sentado en la sala de espera del pasillo, mostrando la expresión severa que Harry siempre le había visto. Nadie estaba cerca y Harry asumió que probablemente él los asustaba lo suficiente como para mantener alejados a los demás.

—Señor Malfoy, necesitamos hablar con usted.

—¿Qué? ¿Ahora sí estoy autorizado a escuchar lo que mi hijo tiene que decir, señor Potter? Porque no toleraré...

—Ahórreselo, Malfoy. Este no es el momento ni el lugar. Usted entrará allí y será un soporte para su esposa y su hijo. Un movimiento en falso y le juro que lo maldeciré hasta el infinito. Y antes de que diga nada más, sé que ama a su familia, así que por favor, muestre en este momento la preocupación que yo le ví una vez hace diez años.

Lucius se puso de pie.

—Muy bien.

Harry se detuvo a medio pasillo, Lucius casi chocó contra él.

—Espere —dijo Harry—, quédese justo aquí. No entre a la habitación sin mí.

—Como usted desee, auror Potter —siseó Lucius, conteniendo el aliento.

Harry caminó rápido por el pasillo buscando a un sanador, abordando al primero que vio.

—Soy Harry Potter, Jefe del...

—Sé quien es usted, señor Potter. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Necesito que me envíen inmediatamente un pensadero a la habitación de Draco Malfoy.

El sanador miró a Harry con interés.

—Muy bien —respondió.

Harry regresó para encontrar que Lucius no se había movido de su lugar. Entró primero a la habitación y estuvo complacido de encontrar a Draco de nuevo en la cama, recostado. Narcisa estaba sentada a su lado, acariciando su espalda. Harry se encontró celoso de no ser él quien le hiciera esa caricia.

Harry le señaló la silla a Lucius. Le explicó ciertas partes de lo que habían discutido antes y no se detuvo para que Lucius hiciera preguntas. Harry dejó fuera muchos de los detalles de Jolene y Draco, así como que él era el padre del bebé, pero se dio cuenta de que el padre de Draco estaba al tanto de mucho más de lo que éste pensaba. Mientras repasaban la situación, un pensadero se materializó en la habitación. Después de unos pocos minutos, Harry hizo la pregunta que necesitaba responder.

—Así que, señor Malfoy, ¿quién estaba en su casa ese día?

Lucius parpadeó repetidamente y luego miró hacia Narcisa, por si ella le ayudaba con ese recuerdo. Narcisa sacudió la cabeza.

—No, señor Potter, no puedo decirle quién estaba en mi casa ese día.

—Harry, ¿por qué tienes un pensadero si nadie puede recordar? No se puede revertir un Obliviate, ¿o sí? —preguntó Draco. Harry estaba complacido de que Draco aparentemente estuviera relajado y pareciera disfrutar de la atención de su madre.

—No, Draco, no puedo, pero creo que hay alguien que sí recuerda. Si estoy en lo correcto, el trauma de lo que viste ese día dividió tu personalidad antes de que recibieras el Obliviate.

—¿Jolene lo sabe?

Harry asintió.

—Eso creo, Draco. No creo que ella pueda compartir el recuerdo contigo a causa del hechizo. La cuestión es si ella aceptará compartir su memoria con nosotros. ¿Puedes preguntárselo? Creo que puede ser la clave de lo que le sucedió al bebé.

—Harry, probablemente quieras venir aquí. Ella querrá tenerte cerca. Le tiene miedo a mi padre —dijo Draco. Lucius permaneció en silencio, pero Harry lo observó con el rabillo del ojo. Se preguntó cuándo había sido la última vez que Lucius había visto a Jolene, además de su histérica aparición de hacía un momento.

Harry se acercó a la cama. Narcisa se puso de pie y Harry tomó su lugar. Se inclinó hacia adelante y besó a Draco en la mejilla.

—Lamento lo de esta noche —susurró en su oído. Draco le dedicó una pequeña sonrisa y besó a Harry en los labios. Se sonrieron uno al otro cuando escucharon toser a Lucius.

Con asombro, todos vieron la transformación de Draco en Jolene. Una vez más, Harry observó la reacción de Lucius, listo para intervenir si era necesario. Jolene parpadeó y sonrió a Harry y luego a Narcisa. Se encogió cuando vio al hombre sentado en la silla.

—Harry —dijo, sonando tan aterrorizada que lo sobresaltó. Aparte del par de crisis que había presenciado, siempre había considerado a Jolene como alguien perfectamente capaz de defenderse a sí misma.

—Está bien, Jolene. Está aquí para ayudar. ¿No es así, señor Malfoy? —dijo Harry intensamente, sus ojos moviéndose de Jolene a Lucius.

—Así es —dijo Lucius, en un tono imperturbablemente templado.

Jolene miró de nuevo a Harry. Él se inclinó y la besó suavemente, y a diferencia de Draco, el beso se volvió más entusiasta. Harry sabía que era la forma de Jolene de probar a Lucius Malfoy. Había estado escondida durante tanto tiempo que se estaba rebelando a su propio estilo. Harry esperó a que terminara el beso, y luego la besó en la nariz antes de echarse hacia atrás. Esta vez no pudo mirar hacia Lucius, porque estaba seguro de que se reiría de la expresión horrorizada que seguramente tenía el hombre.

—Jolene, sabes lo que voy a pedirte, ¿verdad?

—Sí, Harry, lo sé, pero todavía tengo miedo por Draco.

Harry acarició su rostro con gentileza.

—Sé que lo tienes, y yo también. Sabes que os protegeré a ambos lo mejor que pueda. Solo voy a poner mi varita en tu sien y luego dejarás salir ese recuerdo. Se sentirá un poco extraño, pero creo que te gustará —añadió con un guiño. Ella le sacó la lengua, y en otra ocasión, él se habría agachado para succionársela. Pero en vez de eso, puso su varita en su sien y la hebra plateada del recuerdo se enredó en la punta conforme iba saliendo. Cuidadosamente, lo levantó y lo colocó en el pensadero.

Lucius y Narcisa permanecieron en silencio, pero ambos miraron hacia el cuenco de mármol con expresiones de aprensión. Harry no podía culparlos: dado su pasado, nadie sabía qué iban a encontrar allí. ¿Qué descubrirían con ese recuerdo? Regresó junto a Jolene.

—Eso ha estado perfecto —dijo, y le dio un beso en la frente—. Ahora, Jolene, necesitamos a Draco para ver el recuerdo. Prometo que te compensaré por esto.

—Yo elegiré —dijo ella con una sonrisa irónica.

Harry suspiró siguiéndole el juego.

—Asumo que eso puede arreglarse.

*****


Harry tomó la mano de Draco y Lucius la de Narcisa, cuando los cuatro cayeron en el cuarto de juegos, las paredes pintadas con imágenes de criaturas mágicas. Dragones descendían del cielo y unicornios corrían a través de las verdes colinas. Sin embargo, su atención estaba en los dos niños en el centro de la habitación: un niño que todavía daba sus pasos inseguros y una niña, que estaba sentada y que reía en dirección a su muñeca. La muñeca caminaba detrás del niño, quien estaba tratando de alejarse. Los dos niños no podían ser más parecidos. Un jovencísimo Lucius caminó por la puerta y levantó a su hija, le dio un abrazo y la besó por toda la cara. Ella se rió y le devolvió los besos. La puso de nuevo en el suelo con gentileza y entonces levantó a su hijo. Lo abrazó fuerte y lo besó en la mejilla.

—Ahora, compórtate —le susurró a su hijo en el oído—. Violeta, papi tiene que llevarse a Draco durante unos minutos. Lo traeré de regreso —la pequeña miró hacia su padre y le dijo adiós con la mano.

Los cuatro observadores se miraron unos a otros preguntándose qué hacer ahora. Harry reconoció los signos de que la escena se estaba disolviendo y los dirigió hacia la puerta. Siguieron a Lucius y a Draco por el pasillo, que tres de ellos conocían tan bien. Harry no pudo evitar mirar a las pinturas y a las habitaciones a las que podía echar una ojeada mientras pasaban. Terminaron en una habitación que Harry conocía demasiado bien. Miró hacia el candelabro que un día se vendría abajo. Saltó cuando escuchó la voz que lo había perseguido en su juventud.

—Ah, Lucius, este es tu hijo, Draco. Que nombre tan fino. Ahora, ¿dónde está tu hija? Bellatrix me ha contado mucho sobre ella. Algunas veces me pregunto si realmente existe, porque nunca la mencionas.

—Mi señor, mi hija está enferma y no deseo que sea expuesta a mis invitados.

La siniestra risa sacudió a Harry hasta lo más profundo.

—Lucius, me conoces demasiado bien como para mentirme. Ahora deseo conocer a tu hija. ¿Violeta, no es así?

—Sí, mi señor, su nombre es Violeta. Estaré encantado de presentársela en un futuro, pero como le dije...

¡Crucio! —dijo Voldemort y Lucius cayó al suelo, al mismo tiempo que trataba de proteger a Draco. Narcisa corrió hacia ellos y levantó a un lloroso Draco, ya que había sido alcanzado por el hechizo. Sus manos temblaban cuando trataba de sostenerle cuando se movía por el horrible dolor. El tormentoso hechizo finalizó y sin hacer otro intento de disuadir a Voldemort, Narcisa y Lucius llevaron al Lord Tenebroso al cuarto de juegos de los niños. Dobby estaba jugando con la pequeña, que estaba feliz tirando de sus orejas.

Narcisa dejó a Draco junto a su hermana, y se inclinó y palmeó tratando de calmarlo. Dobby se desapareció de la habitación.

—Mi señor, ella es mi hija Violeta. Como puede ver, no se encuentra bien.

Voldemort se paseó alrededor de los niños.

—¿Qué es lo que temías que hiciera, Lucius, cuando descubriera que tu hija es deforme?

—No lo sé, mi señor, pero está en lo correcto, temía que hiciera algo.

—Admiro tu honestidad, pero tu fidelidad es lo que estoy cuestionando. ¿Tu familia tiene prioridad sobre mí?

Lucius no pudo responder. El único sonido era el del pequeño Draco, gimoteando en el suelo.

Harry miró a los otros tres, todos ellos parecían hipnotizados por la escena de la que no tenían recuerdo, que había estado escondida por más de veintiséis años.

Sin previo aviso, las palabras fueron dichas y la luz verde salió de la varita de Voldemort. Violeta Malfoy cayó muerta en el regazo de su hermano.

Los jóvenes Lucius y Narcisa cayeron de rodillas y Draco se quedó en silencio, mientras acariciaba a su hermana, en su regazo.

—Ahora ya no tienes nada de qué preocuparte, Lucius. No hay más secretos que guardar y no volveremos a discutir tu lealtad de nuevo.

Voldemort lanzó un Imperio a los dolientes padres y los llevó fuera de la habitación, ambos estupefactos. Pronto, Voldemort regresó a la habitación de Draco, levantó al niño y lo miró a los ojos.

—¿Qué será lo que recordarás, Draco? Creo que lo mejor es que no recuerdes nada, ¿no te parece? Obliviate —Voldemort dejó la habitación; Draco trató de despertar a su hermana y no pudo. Cogió a Jolene y se arrastró debajo de la mesa. Abrazó a la muñeca apretadamente y comenzó a llorar con fuerza. Dobby apareció, dejó la habitación y pronto regresó con Lucius y Narcisa, quienes se pusieron histéricos al encontrar a su hija muerta.

Volvieron del recuerdo y Harry no supo qué decir, mientras miraba a los padres de Draco tratando de comprender lo que habían visto. Draco regresó a la cama y se tendió en ella, su rostro parecía de piedra, y eso era lo que más preocupaba a Harry.

—Señor Potter, mi esposa y yo necesitamos estar a solas. Regresaremos en unos minutos —dijo Lucius, y luego caminó hacia Draco. Padre e hijo se miraron a los ojos, y entonces, Lucius se inclinó hacia abajo y lo besó en la frente.

—Discúlpame, Draco. Debí protegeros a los dos —dijo con suavidad y luego salió de la habitación con Narcisa.

Harry se sentó junto a Draco, quien acostado boca arriba se movió contra la pared y palmeó el espacio junto a él.

—Túmbate conmigo, por favor.

Harry lo complació y se acostó junto a él, su mano posada sobre su abdomen.

—¿Por eso Jolene pensaba que te mataría? ¿No física, sino psicológicamente?

Draco puso su mano cerca de la de Harry y entrelazó sus dedos.

—Sí, cree que si no protejo a nuestro niño, nunca me lo perdonaré.

—¿Cómo te sientes, Draco? ¿Qué es lo que quieres hacer?

Draco giró la cabeza para mirar a Harry.

—Ella ya no es una parte de mí, Harry. Yo... no estoy seguro si puedo explicarlo, cómo me siento.

Harry apretó con fuerza la mano de Draco.

—¿Significa que Jolene se ha ido? —preguntó con voz titubeante.

En el rostro de Draco brotó una brillante sonrisa, que le quitó el aliento a Harry.

—No, Harry, ahora somos uno. Nunca antes me sentí de esta forma, es fabuloso —respondió, con los ojos tan brillantes como nunca los había visto. Harry respiró profundamente, sin comprender bien lo que eso significaba, hasta que Draco movió todo su cuerpo para quedar frente a Harry. Draco lo besó profundamente y luego susurró—. No puedo esperar a que lleguemos a casa y me folles. Por supuesto que debe ser algo lento. ¿Crees que puedes manejar eso, Harry? ¿Una lenta y larga follada?

Harry no pudo evitar gruñir cuando el deseo lo recorrió. Solo por las palabras que había usado, las cuales normalmente venían de Jolene, supo que la incomodidad entre él y Draco ya se estaba disipando. Se apretó más y mordisqueó la oreja de Draco.

—Sí, creo que puedo soportarlo —respondió, sintiendo cada palabra—. Entonces, ¿qué piensas hacer sobre nuestro bebé? —preguntó Harry mientras acariciaba el ligero abultamiento del abdomen de Draco.

—Quiero intentarlo. Sé que puede costarme mi reputación, pero al menos quiero intentarlo.

Harry besó el extremo de la boca de Draco.

—Entonces está bien, voto porque busquemos a los mejores sanadores del mundo para que nos ayuden, y luego tú y yo nos casaremos.

Draco se rió.

—Joder, Potter, no tienes que ser tan noble con esta situación. Comprenderé si tú... quiero decir, piensa en tu reputación.

—No lo digas, ni siquiera lo pienses, Draco. Me importa una mierda mi reputación. Deseo esto más que cualquier otra cosa. Te deseo a ti y a nuestro bebé.

—Sabes que querré ser la novia, ¿verdad? —dijo Draco, con los ojos brillando de emoción.

Harry se rió con fuerza.

—Sí y serás una muy bella, pero es a ti, Draco, a quien quiero en nuestra noche de bodas.

Draco soltó la mano de Harry y se giró para mirarlo. Su mano se deslizó desde la cadera de Harry hacia su trasero, y apretó la nalga que tenía más cerca.

—¿Sabes, Harry? Yo también tengo algunas fantasías.

 

 

Fin


¡Coméntalo aquí!

Continúa en Jolene Deux