Capítulo
1. El establecimiento de Katie
Harry sonrió y asintió varias veces, mientras los
veinte aurores que estaban en la habitación lo saludaban
al entrar en la sala de conferencias para la reunión de programación
semanal de los lunes por la mañana. La palmada de Ron en
su espalada fue más bien un porrazo que hizo que se tambaleara
hacia adelante. La gente se agrupaba alrededor de la mesa del desayuno,
llenando sus tazas de té o de café y seleccionando
sus tostadas o fiambres preferidos.
—¿Qué
tal el viaje? —preguntó Ron, mientras Harry tomaba
asiento a la cabeza de la larga mesa de conferencias, con Ron sentado
junto a él.
—Grandioso. No me había dado cuenta de lo mucho que
necesitaba alejarme de aquí —respondió Harry
de forma que solo Ron pudiera escucharle—. El próximo
año creo que me iré tres semanas en vez de dos. Hey,
¿qué está haciendo Hermione aquí?
Ron le miró en respuesta a su pregunta.
—¿Cuando
llegaste?
—Justo en este momento, ¿por qué?
Ron silbó en tono bajo y puso la copia cercana de El Profeta
frente a Harry.
Harry bajó su taza de café y abrió el periódico.
Redada en el establecimiento de Katie: guarida de iniquidad
al descubierto.
La sangre
se le congeló cuando vio el titular, pero su expresión
no delató nada. Al menos esperaba que así fuera, porque
había aprendido y practicado cómo esconder sus propias
emociones cuando enfrentaba una mala situación.
—Prácticamente todo el departamento estuvo allí.
Me sorprende que no estuvieras enterado. Hermione nos presentará
los posibles cargos contra su propietaria y los arrestados anoche
— dijo Ron con gran orgullo. Los otros aurores comenzaron
a tomar asiento alrededor de la mesa—. Sabes quien es la propietaria,
¿verdad? —murmuró Ron, mientras levantaba su
trozo de pastel. Sus ojos azules se movieron para mirar a Harry.
Harry bajó el periódico.
—Sí,
lo sé. ¿Dónde está?
—En la celda número doce. No ha hablado con nadie.
Harry pasó sus dedos por su larga cabellera y lo colocó
detrás de su oreja.
—Seguro
que no. Tendré una conversación con ella cuando terminemos.
Si es que quieres, porque veo que es tu caso.
—Seguro, colega, adelante. No tenía ni idea de que
la redada pondría al descubierto toda esta mierda.
Harry se aclaró la garganta y todas las conversaciones cesaron.
—Buenos
días. Es bueno estar de regreso y ver que han estado ocupados.
Ron acaba de enseñarme el periódico, pero ahora me
gustaría conocer la verdadera historia. Hermione, me gustaría
que hablaras primero, ya que estoy seguro que necesitas regresar
a tus dominios.
Hermione se encogió de hombros mientras se ponía de
pie. Harry le sonrió con gentileza, sabiendo que estas últimas
semanas serían difíciles para ella. Instintivamente,
se llevó la mano a su abultada barriga, donde crecía
el segundo hijo de ella y Ron.
—Todavía estoy en proceso de investigar las leyes sobre
esta materia y los cargos que se les pueden imputar. A Katie Bell
se la procesará por el cargo de distribución de poción
ilegal, junto con el de imprudencia temeraria. En cuanto a lo que
sucedía en su establecimiento, la situación está
menos clara.
Los aurores murmuraron. Harry se aclaró la garganta.
—Hermione,
aclárame por favor de qué poción ilegal estamos
hablando.
—En la calle se la conoce como TG por "Transformación
de Género".
Harry levantó lentamente su taza de café y dio un
pequeño sorbo. El humo empañó sus gafas.
—Nunca
había visto esa poción en la lista de las restringidas.
¿La incluyeron mientras estaba fuera?
—No, el uso de la verdadera TG no está restringido
todavía, pero es probable que pronto lo esté, dada
la protesta generalizada de esta mañana. La que usaba Katie
era una mezcla de la TG con una poción que sí está
restringida.
Harry suspiró, solo quería una respuesta directa,
pero conocía a Hermione y sabía que al final la tendría.
Asintió hacia ella, indicándole que continuara.
—La poción que le habían mezclado a la TG era
poción de fertilidad.
Harry tosió después de rociar espectacularmente su
café sobre la mesa y sobre el periódico frente a él.
—Creo que no llegaste hasta esa parte del artículo
—dijo Peasegood entre risas.
—No —respondió Harry bruscamente—. ¿Cuál
es el efecto que tiene esa cosa?
Ron le dedicó una mirada afligida y luego habló.
—Bueno,
así fue como llegamos al establecimiento de Katie. Pensábamos
que era una discoteca con un bar como cualquier otro, pero nos sorprendió
encontrar todas esas habitaciones en el piso de abajo. ¡Mierda!
No tenía ni idea de que la gente podía ser tan pervertida.
—Ron —dijo Harry, tratando de contener su exasperación—.
¿Cuál es su efecto?
—Hasta donde sé, la verdadera TG convierte a un hombre
en mujer y a una mujer en un hombre, similar a la poción
multijugos. Solo dura un tiempo limitado, pero no te conviertes
en alguien diferente, sigues siendo tú, pero del otro sexo.
Harry mordió su tostada con mermelada, tratando de demostrar
a sus empleados que se encontraba bien. Esperaba ser capaz de no
vomitar su desayuno, dado que su estómago estaba hecho un
revoltijo.
—Esa combinación causó que tres magos que se
convirtieron en mujeres quedaran embarazados. Se presentaron en
San Mungo la semana pasada, todos quejándose de los mismos
síntomas.
Harry tomó un sorbo grande de café, tratando de humedecer
su boca antes de hablar.
—Un
momento. ¿Me estás diciendo que tres magos quedaron
embarazados? ¿Cómo diablos van a hacer para parir
esos bebés?
Risas y comentarios brotaron alrededor de la mesa. Harry les dedicó
una mirada severa y todos se quedaron en silencio.
—Sí,
tres magos quedaron embarazados y no voy a responderte a la última
pregunta —dijo Ron, tratando de no reírse.
—Harry —intervino Hermione. Ella se había sentado
de nuevo—. Ya no están embarazados, los sanadores no
estaban seguros si podían llevar adelante todo el embarazo,
aunque parecía que tenían todas las "instalaciones"
necesarias para hacerlo. Asumo que los habrían tenido por
medio de una cesárea, pero los sanadores pensaron que sería
muy arriesgado para la madre... digo, el padre... tú sabes
lo que quiero decir —dijo ella, poniéndose nerviosa.
—San Mungo nos contactó, y cuando los entrevistamos,
todo apuntaba hacia el establecimiento de Katie —añadió
Ron, después de recomponerse—. Como te podrás
imaginar... los tres magos no estaban muy contentos con la situación.
Harry se frotó la frente con la palma de su mano.
—Bueno,
¿a quiénes tenemos bajo custodia? Ví a Malfoy
por el pasillo. Asumí que estaba aquí para hablar
con uno o dos clientes.
—Tenemos a cuatro magos y tres brujas bajo custodia, además
de Katie —replicó Hannah Abbot.
Harry miró a lo largo de la mesa en dirección hacia
Hermione y gesticuló con las manos.
—¿Puede
alguien explicarme bajo qué cargos? ¿Por qué
los están reteniendo?
Dawlish tomó la palabra.
—Harry,
estamos comprobando que todo fue de mutuo acuerdo. Después
de todo, algunas de esas habitaciones parecían mazmorras.
Harry se puso de pie, sus dedos extendidos y solo las yemas presionando
sobre la mesa.
—¿Alguno
ha declarado que estuviera allí por la fuerza o que hubiera
prostitución? —sus ojos nuevamente barriendo la habitación.
Nadie dijo una palabra, pero todos sacudieron la cabeza diciendo
que no.
—¡Entonces libérenlos, maldita sea! Nosotros
no detenemos a la gente por tener sexo, ¿o sí?
—Harry, no es tan sencillo —respondió Hermione—.
Había otro tipo de magia durante esos encuentros. Algunos
estaban vendados y ni siquiera sabían con quiénes
estaban teniendo sexo. De hecho, dos de los magos no tenían
ni idea de quién los había embarazado.
—¡Libérenlos! —exigió Harry.
Hermione se puso de pie.
—No
hasta que tu equipo acabe con la investigación. El público
está alborotado. El ministro ha recibido cientos de lechuzas
durante esta la mañana, quejándose por la inmoralidad
de la situación y por cómo deben ser penados este
tipo de lugares. Sabemos que Katie llevaba un registro, un libro,
con todos sus clientes. Se niega a entregarlo. Creemos que puede
haber funcionarios del ministerio involucrados, que están
siendo chantajeados.
Harry regresó a su silla. Definitivamente iba a vomitar.
Contó hasta diez y se reclinó.
—Hermione,
gracias por el informe. Por favor, haznos saber sobre las leyes
que se han transgredido, si es que ha habido alguna. Además,
si no han hecho nada malo, liberen a aquellos que están bajo
custodia. No quiero que seamos conocidos como el Departamento de
Aplicación de la Moral Mágica.
Hermione dejó la habitación y Harry no se enteró
de lo que se dijo después. Fueron fragmentos de actualizaciones
de otros casos. Supo que había respondido, pero una palabra,
una persona, Jolene, consumía todos sus pensamientos.
*****
Llamó a la puerta suavemente antes de entrar. Unos enormes
ojos color café llenos de lágrimas lo recibieron.
Katie saltó y corrió a abrazarlo en cuanto cerró
la puerta. La sostuvo con fuerza mientras sollozaba sobre su hombro.
Transfiguró una silla en un sofá y se sentó
con ella, abrazándola con fuerza.
—¿Qué
sucedió, Katie?
Durante la siguiente media hora, le contó la redada y que
no tenía ni idea de que la poción estuviera adulterada.
Harry le preguntó sobre los chantajes, y se rieron sobre
ello. Hasta donde sabía, nadie estaba siendo chantajeado.
—¿Tienes quien te represente? —preguntó
Harry, después de que se calmara.
Negó con la cabeza.
—No,
han congelado todas mis cuentas.
—Ví a Malfoy esta mañana, temprano. Pensé
que quizás...
—No vino por mí.
Harry acarició su cabello negro y depositó un suave
beso en su sien.
—Pagaré
tu abogado, amor. Esto no está bien.
—Gracias, Harry, pero sabes bien que no deberías.
Harry rió.
—Sí,
parece que hay un montón de cosas que no debería estar
haciendo. No te preocupes por mí, encontraré a alguien
capaz de mantener el secreto sobre de dónde está saliendo
el dinero.
Katie se inclinó hacia adelante y lo besó suavemente
en los labios.
—Gracias,
Harry —susurró, y luego jadeó—. Oh, Dios,
Harry, debes estar aterrorizado por Jolene.
Harry apretó los labios y emitió un sollozo silencioso
mientras cerraba los ojos con fuerza.
—Oh, cariño, ella se encuentra bien. No estaba allí
anoche. Solo viene por ti.
Harry abrió sus ojos, brillantes por las palabras de Katie.
—Quieres
decir...
—Sí, tú eres el único con quien ha estado.
Nunca te traicionaría, Harry, nunca.
Harry suspiró.
—Nunca
pensé que lo hiciera. Es solo que no sabía si ella
era uno de los magos que... Katie, tienes que decírmelo,
¿Jolene es hombre o mujer? Sabes que no me importa, pero
necesito saber si está bien.
Katie lo palmeó en la rodilla.
—Está
bien, te lo juro, pero sabes que no puedo decírtelo.
La repentina sensación de alivio al saber que estaba bien,
lo tomó por sorpresa y en seguida Katie lo estuvo abrazando
sosteniendo mientras derramaba sus lágrimas.
—La extraño muchísimo —lloró, antes
de ponerse derecho. Se quitó las gafas y se secó los
ojos con su pañuelo.
Katie se rió.
—Estamos
en un gran lío, ¿no es así, capitán?
Nos deberíamos haber quedado con el quidditch.
Él le dio un abrazo antes de levantarse.
—Pero
lo superaremos. Es casi la hora del almuerzo y tengo que encontrarte
un abogado. Tienes bien escondido ese libro ¿verdad? Por
favor, no me digas que está en Gringotts.
—No, idiota, no está ahí y no pienso decirte
donde se encuentra. Está seguro, muy bien guardado.
*****
Con mucha renuencia, Harry llegó donde estaba el recepcionista
pidiendo una cita inmediata con Draco Malfoy. Desde la guerra, parecía
que ya no se odiaban mutuamente, pero tampoco existía ningún
amor perdido entre ellos. Harry tenía algún trato
con él, cuando Draco defendía a alguno de los que
Harry arrestaba. Aquellos que podían pagar sus honorarios,
por supuesto. Hermione era la que tenía que lidiar con Malfoy
casi a diario. Parecían tenerse un respeto profesional mutuo
por el otro, pero no se extendía al ámbito personal.
La oscura puerta a la izquierda de Harry se abrió. Draco
se quedó de pie bajo el marco y le dedicó a Harry
esa sonrisa autosuficiente que había intentado borrar de
su rostro.
—Auror
en Jefe Potter, que sorpresa. John, veré ahora al auror Potter
y por favor, tráiganos un poco de té.
Draco abrió más la puerta y se movió para que
Harry pudiera entrar. Estaba sorprendido por la vista de Londres
que tenía Draco, y aún más por los elegantes
muebles de cuero y teca. Una de las paredes estaba cubierta por
fotografías de Draco estrechando las manos de aquellos a
quienes había defendido con éxito.
—Tome asiento, auror Potter —dijo Draco, señalando
la silla que estaba frente a su perfectamente ordenado escritorio.
Harry se sentó y miró cómo colocaba unos hechizos
de privacidad. Se preguntó cuánto gastaba el hombre
en sus inmaculadas túnicas azules hechas a medida. Levantó
su mano hasta su cuello, comprobando si su corbata estaba todavía
derecha. La sensación de la seda púrpura trajo repentinamente
un recuerdo de Jolene. Ella le había dado esa corbata púrpura
antes de que se fuera de vacaciones obligatorias. Kingsley lo había
amenazado con suspenderlo administrativamente si Harry no las tomaba.
Jolene no le había dado un paquete para que lo abriera. No,
ella le había hecho encontrar la prenda atada entre sus muñecas
y el respaldo de la cama. Dios, recordaba haberla tomado, mientras
permanecía atada al poste cuando la embistió por el
culo. Casi rió recordando que Jolene era un hombre en esa
ocasión, y él había finalizado la escena con
una mamada.
—¡Auror! —dijo Draco en voz alta.
Harry dio un salto.
—Harry
o Potter, Draco. Ya he tenido bastante de esa basura de auror.
Draco dejó escapar una risilla.
—Está
bien, Potter. ¿Para qué estás aquí?
¿Puedo asumir que se trata de la redada que el Departamente
de Aplicación de la Moral Mágica realizó anoche?
¿Necesitas un abogado? —preguntó Draco arqueando
una ceja.
Harry gruñó, al escuchar la frase.
—No,
pero un amigo sí y deseo pagar por ello.
Draco se inclinó hacia adelante. Había despertado
su interés.
—¿Quién?
—Draco, no puedo decírtelo a menos que tenga un juramento
tuyo.
—¿Inquebrantable? —Preguntó Draco con
ligereza.
—No, idiota, tu palabra de mago.
—Claro, lo que quieras, Potter, tienes mi palabra de mago
de que no divulgaré a nadie lo que digas en este momento,
incluyendo al mismísimo ministro de Magia —recitó
Draco como si fuera su ritual diario.
—Katie Bell. Ellos han congelado sus cuentas.
Draco mordió su labio inferior.
—¿Puedo
preguntar por qué?
—Puedes preguntar —respondió Harry con sarcasmo.
—Pero no me lo vas a decir. Mira, no voy a tomar su caso a
menos que sepa sus más escabrosos detalles. Si conozco toda
la verdad, puedo defender a Katie. Pero si me cogen con la guardia
baja, entonces no puedo garantizarte una mierda. ¿Comprendes?
Harry suspiró.
—Sí,
comprendo. ¿Tienes algo además de té?
Draco sonrió.
—Bueno,
si tú lo necesitas, supongo que yo también —dijo,
mientras se agachaba para abrir un cajón en la parte inferior
de su escritorio. Una botella de whiskey y dos vasos fueron colocados
sobre el escritorio—. Bueno, Potter, ¿cuáles
son los profundos y oscuros secretos? —preguntó mientras
llenaba generosamente los vasos con el líquido ámbar
y le dirigía uno a Harry.
—Katie sí vendía la poción mencionada
en El Profeta, pero de ninguna manera ella sabía que había
sido adulterada.
Draco tomó su primer sorbo de whiskey.
—¿Y
tú como sabes eso?
Harry no dijo una palabra, solo miró directamente a los cuestionadores
ojos grises de Draco. Se dio cuenta del momento en que lo golpeó
la realidad. De alguna forma, nunca esperó que la primera
persona en conocer su secreto, después de Katie y Jolene,
fuera Draco Malfoy.
—Eres un cliente —dijo Draco como una afirmación,
no como una pregunta.
Harry asintió.
—¿Tomaste la poción?
Harry negó con la cabeza.
—¿Pero lo hizo alguien con quien estuviste?
Harry tomó un gran trago de Whiskey y asintió con
la cabeza.
—¿Fue uno de los magos que quedaron embarazados?
—No —negó Harry rotundamente.
—Entonces, no veo del problema, a menos que haya más
acerca de la reportada. Mierda, por supuesto que hay más
de lo que sabe El Profeta.
—Katie guarda un libro sobre su clientela. El Ministerio los
sabe, pero no pueden encontrarlo. Piensan que los clientes pueden
estar siendo chantajeados.
—¿Y tu nombre está en él?
Harry se inclinó hacia adelante, fulminándolo con
la mirada.
—Mierda,
sí, pero eso no es lo importante. Hay otros que pueden resultar
lastimados.
Draco observó fijamente a Harry como si no le creyera, y
luego se recostó en el respaldo de su silla de cuero color
café.
—Potter,
¿estás preocupado por todos los demás o solo
por uno en particular?
Harry inspiró profundamente.
—Me
importan los demás, sobre todo porque no creo que hayan hecho
nada malo, pero estoy preocupado solo por una persona —exhaló,
todavía sin poder creer que le hubiera dicho a Draco Malfoy
lo que nunca soñó poder decirles a Ron y a Hermione.
Draco se carcajeó con fuerza.
—¡Estás
enamorado de tu puta! Por todos los demonios.
Harry voló sobre el escritorio. La botella y los vasos cayeron
en la alfombra y apretó sus manos alrededor del cuello de
Draco.
—¡Nunca
vuelvas a llamarla puta de nuevo, Malfoy! —escupió
Harry.
Las manos de Draco se levantaron entre los brazos de Harry, empujándolos.
A duras penas separó los dientes para replicar.
—¡Y
tú no te atrevas a tocarme de nuevo de esa manera, Potter!
Harry no podía creer lo que acababa de hacer, se retiró
sobre el escritorio y se dejó caer en su silla. Draco limpió
el desastre moviendo su varita con uno o dos hechizos.
La oficina quedó en silencio mientras se miraban el uno al
otro. Finalmente, Draco rompió el silencio.
—Mis
disculpas.
Harry se sirvió otro vaso de la botella que Draco había
reparado a su estado original.
—Aceptadas,
y por favor, acepta las mías.
—Bien, déjame decirte lo que pienso. Creo que viniste
aquí para proteger a Katie pero también creo que quieres
que me asegure de que tu amante... ¿está bien que
use esa palabra?
—Sí —susurró Harry, a pesar de que la
palabra se quedaba corta para definir todo lo que sentía
por ella.
—¿Quieres que me asegure de que tu amante no quedará
expuesta?
—Sí.
—¿Y qué pasa contigo?
—Eso no me importa.
—Pufff… ¿quieres que crea eso? ¿Al gran
héroe y Jefe del Departamento de Aplicación de la
Ley Mágica no le importa si es descubierto?
—No me importa lo que creas o dejes de creer. Es la verdad.
Yo no me retractaría si tuviera que hacerlo.
—Guau, Potter, te ha pegado duro, ¿verdad? ¿Hace
cuánto que conoces a esta persona? Por cierto, ¿es
bruja o mago?
Un golpe en la puerta interrumpió la respuesta de Harry.
Té y sandwiches fueron depositados en la mesa. John le dirigió
a Draco una mirada confundida, cuando vio que su jefe había
sacado el whiskey a esa hora del día.
—Ni
una palabra, John, ni una palabra.
—Sí, señor —dijo el joven, antes de salir
de la habitación.
—Bueno, ¿damisela o jovenzuelo? —preguntó
mientras servía el té.
Harry le añadió azúcar y leche al suyo.
—Ambos
—replicó finalmente.
—¿Ambos? ¿Hermafrodita?
—No, imbécil. Ella es ambos. La mitad del tiempo es
mujer y la otra es hombre. Nunca estoy seguro hasta que me presento.
Es parte del juego, o solía serlo. No sé cuál
es su sexo verdadero y no me importa.
Los ojos grises se abrieron y no parpadearon.
—¿No
te importa? Pero te refieres a ella.
—Así es como prefiere que la trate —dijo Harry
mientras sonreía. Los recuerdos de esos primeros encuentros,
cuando Jolene, entre dudas, le había explicado cuáles
eran sus preferencias—. Y Draco, debes saber otra cosa. Siempre
usó una máscara mágica. Nunca la he visto.
Draco bajó el sándwich que estaba a punto de morder.
—Estás
bromeando, ¿verdad? Mierda, ¿desde cuando ha estado
pasando esto?
—Más de dos años.
La larga coleta rubia de Draco se meneó mientras negaba con
la cabeza.
—Así
que quieres que proteja a tu amante, a la que nunca has visto y
de quien no sabes si es hombre o mujer.
—Sí —respondió Harry como si se tratara
de una tarea sencilla.
Draco se acomodó en su silla por un momento y luego la giró
para quedar de cara a la vista de Londres.
—¿Puedo
preguntar cómo puedes tener sentimientos tan profundos por
alguien que no conoces?
Harry pensó que escuchaba la voz de Draco ligeramente quebrada
mientras formulaba la pregunta. Tal vez, pensó, él
podría comprenderlo.
—Yo no diría que no la conozco. Sí la conozco.
Sé que su color favorito es el púrpura, que adora
el Cabernet y detesta el Zinfandel. Le encanta sentir cosas suaves
contra su piel y también los encajes. Ama a su familia, aunque
no habla de ellos y también sé que le gustaría
tener un hijo. Sé que es inteligente, ingeniosa, compasiva
y sé que es Slytherin.
La silla giró hasta llegar a su estado original.
—¿Cómo
puedes saber eso? —siseó Draco.
La reacción de Draco sorprendió a Harry, pero pensó
que estaba preocupado porque una persona de ese tipo fuera de su
antigua casa.
—Porque solo un Slytherin puede ser capaz de llevar una doble
vida, una en la que su yo verdadero permanece escondido durante
tanto tiempo.
—Snape —susurró Draco en voz alta como si estuviera
hablando consigo mismo.
Harry confirmó la respuesta con una sonrisa irónica.
Draco levantó su taza de té y lentamente tomó
un sorbo. Harry estaba pensando que quizá era el momento
de irse, y comenzó a incorporarse de su silla.
—¿Así
que crees que el verdadero yo de tu amante es el que te muestra
a ti? —preguntó Draco, deteniendo la reacción
de Harry de salir.
—Sí, pero, ¿por qué estás tan
interesado en esto? Lo digo en serio, Draco. Tú y yo apenas
hemos hablado más de dos palabras en toda nuestra vida.
Una generosa risa salió de Draco.
—Es
verdad, pero tengo que admitir que esta es la conversación
más fascinante que he tenido en muchos años y también
tengo que admitir que estoy sorprendido de que estemos discutiendo
tu vida sexual.
—Vida amorosa —le corrigió Harry—, yo no
he hablado sobre el sexo que tenemos, solo del uso de la poción
y de la máscara.
—Comprendido. Entonces, ¿me dirás por qué
crees que lo que ella te revela es su verdadero yo?
Harry reflexionó antes de contestar. Sería la primera
vez que dijera en voz alta lo que había estado pensando durante
más de dos años, y por alguna razón, quería
que otra persona lo supiera. Se dio cuenta de que hablar con Draco
era catártico y que se estaba sintiendo mejor. También
sabía que no pasaría a mayores debido al juramento.
—Creo que Jolene, ese es el nombre con el que se presenta,
todavía no ha aceptado que su estilo de vida oculto está
bien. Creo que le asusta tomar una decisión y lo que pensarán
los demás. Estoy seguro que tiene una vida profesional en
la que nadie sabe lo que mantiene escondido en el armario o en su
mesa de noche. También creo que está nerviosa de que
pueda rechazarla si conozco su identidad.
Harry miró hacia la pared del ventanal que estaba a su izquierda.
La intensidad de la mirada de Draco era incómoda.
—¿Y
estás seguro de que no será así? —preguntó
Draco.
—Afirmativo. Yo la amo y esperaré a que pueda manejar
la situación.
—¿Y qué pasará si nunca lo hace? —dijo
Draco en voz tan baja que Harry tuvo que acercarse para escuchar
su voz.
—Entonces tomaré lo que pueda darme.
—¿Qué tal si te deja y decide que su otra vida
es más importante que arriesgarse a salir a la luz?
Harry se rió suavemente y se giró hacia Draco.
—Me
iré a Hogwarts, enseñaré pociones y mi patronus
se convertirá en una cierva.
Draco se rió.
—Creo
que en alguna parte de eso hay un chiste sobre Snape.
—Sí, lo hay. No sé qué es lo que haría,
probablemente continuar con mi vida, y preocuparme y preguntarme
qué ha sido de ella.
—¿Le has dicho que la amas?
—No, pero estoy seguro de que lo sabe.
—¿Por qué no? Quizás eso es lo que necesita
escuchar.
—Es complicado —Harry suspiró. Cruzó su
pierna izquierda sobre su tobillo derecho y alisó las arrugas
que se formaron en sus pantalones—. No quiero presionarla.
La decisión debe ser de ella. Si me desea y quiere salir
de su vida diaria de la forma en que creo que ella quiere hacerlo,
entonces me permitirá... —Harry dejó de hablar
por un momento mientras llegaba a una conclusión repentina—.
Ella me lo hará saber —entonces descruzó sus
piernas y se inclinó hacia adelante—. Verás,
Draco, por eso no puedo arriesgarme a que sea descubierta. Si bien
es cierto que no es frágil, la situación sí
lo es y la decisión tiene que ser suya. No la quiero expuesta
y forzada a hacerlo.
Un suspiro profundo fue escuchado y si Harry no lo conociera bien,
habría creído que había tocado el corazón
de Draco. Los ojos grises del mago brillaban como si estuvieran
húmedos.
—¿Cómo
te hará saber que está lista para tomar su decisión
y que quiere escuchar esas palabras de ti?
Harry inclinó su cabeza a un lado, todavía observado
el rostro de su antiguo némesis. Draco rápidamente
rompió el contacto visual y comenzó a guardar la botella
con los vasos.
—No lo sé. Quizás todo es tan simple como que
me diga estoy lista.
—Potter, tengo otra reunión en unos pocos minutos —dijo
Draco sin levantar la mirada, mientras terminaba de guardar todo
en el cajón, sacó una libreta de notas y comenzó
a pasar las páginas con rapidez.
Harry se puso de pie.
—Entonces,
¿tomarás el caso de Katie?
Draco se detuvo a mitad de la página que estaba leyendo.
—Sí,
pero no aceptaré tu dinero.
—Pero...
—No —dijo Draco con firmeza mientras finalmente levantaba
la mirada y se encontraba con la de Harry—. Lo haré
por el bien público, después de todo, creo que a ella
le debo algo desde sexto año. ¿No estás de
acuerdo?
Harry sacudió la cabeza.
—Juro
que los Slytherin nunca dejarán de sorprenderme.
Draco se rió y caminó alrededor del escritorio, y
le extendió su mano. Harry la apretó en respuesta,
sin dudarlo, cálida y suave.
—Protegeré
a tu Jolene —dijo Draco con gentileza mientras se estrechaban
las manos. Harry miró hacia sus manos unidas, un sentimiendo
de familiaridad lo recorrió, no había ningún
anillo donde él había esperado sentirlos.
—Cuento con ello, Malfoy —replicó Harry, nervioso
por las palabras de Draco y por su contacto. Soltó su agarre
y se giró hacia la puerta.
—Espera —dijo Draco, y se acercó a Harry—.
Esto ha estado irritándome desde que entraste —se acercó
y enderezó la corbata de Harry, quien sonrió cautelosamente
por el gesto, y por un momento, sus miradas quedaron inmovilizadas.
Draco se giró y Harry salió de la oficina.
*****
Harry se quitó la chaqueta, la colgó en el perchero
y se hundió en la silla de su oficina. Era la primera vez
que se sentaba allí desde que había vuelto. El gastado
material de la silla podía ser reemplazado fácilmente,
pero era confortable y se amoldaba alrededor de su cuerpo. Miró
a su calendario de escritorio, lleno de reuniones y citas para la
siguiente semana. Se preguntó cuándo el trabajo había
dejado de ser divertido. La reunión con Malfoy consumía
todos sus pensamientos. Comenzaba a arrepentirse de haber dicho
demasiado pero el sentimiento de alivio estaba compitiendo contra
esos pensamientos. Un fuerte golpe en la puerta lo trajo de regreso
a la realidad. Y cuando entró, le hizo una seña a
Ron para que se sentara.
—Te extrañamos en el almuerzo —dijo Ron mientras
se sentaba frente a Harry. En lo que concernía a éste,
esa silla era la de Ron, y el mueble probablemente también
se ajustaba al trasero de su amigo.
—Sí, lo siento. Tenía cosas qué hacer.
¿Pasó algo nuevo en estas pocas horas?
La administradora de Harry entró en la habitación,
llevándoles a ambos unos refrescos. Ron esperó hasta
que hubo salido.
—No
mucho, nadie está hablando. ¿Qué piensas que
debería hacer a continuación? Hermione está
casi entrando en pánico porque no encuentra nada para seguir
reteniendo a esos pervertidos.
Harry bebió su refresco y luego se aclaró la garganta.
Sabía que la conversación que tendría lugar
en pocos momentos no iría bien, pero tenía la esperanza
de lo contrario.
—Ron,
tú estás al cargo del caso. Haz lo que creas necesario.
Esta es mi retirada oficial. No estoy de acuerdo con la redada y
no habría sucedido si yo hubiera estado aquí.
Los ojos de Ron casi se salieron de sus cuencas.
—Tú...
tú crees... demonios, recuerdo lo que dijiste sobre convertirnos
en la Fuerza de la Moral, pero debes pensar que es extraño.
—¿Extraño? Tal vez. ¿Pienso que son pervertidos?
No.
Ron se puso de pie y comenzó a pasear frente al viejo escritorio
de Harry. Se detuvo de golpe y se concentró en Harry.
—Tú
sabías que existía ese lugar, ¿verdad?
—Ron, todo lo que te diga en este momento no es oficial. Es
una conversación entre amigos, ¿comprendido?
Ron regresó a su silla inmediatamente.
—Sí,
colega, comprendido.
Harry desabotonó los puños de su camisa de manga larga
y comenzó a doblarlos. La temperatura de la oficina parecía
haber subido diez grados.
—Conocía el establecimiento de Katie. Lo conocía
desde hacía años, y hubiera sabido si algo ilegal
estaba sucediendo allí.
—Pero... pero... pero en el sótano… —balbuceó
Ron.
—Sí, en el sótano había varias habitaciones
que se podían alquilar para llevar a cabo ciertas fantasías
sexuales. Todo era de mutuo consentimiento.
—Así que tú...
Harry se controló para no reírse de la expresión
horrorizada de Ron.
—Sí,
yo he jugado allí, y más allá de eso no es
de tu incumbencia. Yo no te pregunto lo que Hermione y tú
hacéis en vuestra habitación. Eres mi mejor amigo,
Ron, pero hay cosas que no compartimos, cosas que solo compartimos
con nuestros amantes.
El rostro de Ron palideció. Tomó el vaso y se bebió
todo el contenido de un solo trago. Harry esperó el acostumbrado
eructo. No fue decepcionado.
—¿Entonces
qué pasa si tu nombre aparece?
Harry se acarició la incipiente barba en su barbilla y mandíbula.
—No
tengo nada que esconder. Si eso sucede, sortearé la tormenta
publicitaria. No será ni la primera ni la última vez
que pase por eso. Pero no quiero que mi rango, mi posición
o mi amistad interfiera con el curso de la investigación,
¿de acuerdo?
—Seguro, colega —dijo Ron, y luego se puso de pie para
salir.
—Ron —dijo Harry cuando llego a la puerta—. Eso
no significa que no quiera estar informado.
Ron asintió y salió de la oficina de Harry.
Capítulo 2. Jolene
Harry no tenía idea de dónde se había ido la
semana anterior. Durante los siete días previos, se había
sumergido en su trabajo y en algunas tareas domésticas de
Grimmauld Place que habían sido largamente ignoradas, cualquier
cosa con tal de no pensar y preocuparse por Jolene. Kreacher estaba
complacido de ver a su amo dedicado a su hogar.
Harry y Kingsley habían salido a cenar el viernes en la noche.
Para ponerse al día, le había dicho el ministro,
pero Harry lo conocía bien. Él quería un informe
de Harry y Harry tenía muy poca cosa que darle, salvo reportarle
los arranques de frustración de Hermione en la reunión
de resumen semanal, unas pocas horas antes.
El ministro rugió en risas mientras Harry le contaba cómo
las tácticas de Draco Malfoy habían abrumado tanto
a Hermione y su equipo como a cualquiera en el Departamento de Aplicación
de la Ley Mágica. Kingsley Shacklebolt tenía sus secretos:
ellos se habían encontrado en las escaleras hacia el sótano
del establecimiento de Katie por sábado en la noche. Se habían
visto mutuamente, se habían reído y nunca lo habían
mencionado de nuevo. Harry sabía por experiencia que Kingsley
probablemente sería considerado aburrido respecto a lo que
Jolene y él solían hacer.
La presentación de escritos que Draco había realizado
en nombre de los detenidos había sido exhaustiva. Y cumplir
con sus demandas había significado horas de tiempo extra
para todos los que pertenecían al departamento legal. Hermione
estaba furiosa, sabiendo que Draco nunca utilizaría las copias
de todos los reportes financieros de los acusados que ella había
elaborado. A veces, su minuciosidad provocaba que los tiros le salieran
por la culata. Para la noche del viernes, después de que
Harry se reuniera con Kingsley para cenar, todos los que habían
sido detenidos, excepto Katie Bell, habían sido puestos en
libertad, aunque las investigaciones continuaban.
El Profeta y el Ministerio, que al inicio habían sido bombardeados
por aquellos que querían a Katie Bell lapidada y a todos
los demás enviados a Azkaban por comportamiento inmoral,
parecían ir bajando un poco la guardia al final de la semana.
El periódico del jueves fue la primera señal donde
se expresaba una opinión diferente, y para el sábado,
El Profeta estaba inundado con editoriales que condenaban la actuación
del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Harry
se sentía mal por Ron, pero no tanto.
Harry fue el primero en entrar en el salón de conferencias
el lunes por la mañana. Llenó su gran taza Gryffindor
de café, tomó unas cuantas tostadas y las untó
con mantequilla. Los aurores comenzaron a llegar, y para las ocho,
todos estaban sentados alrededor de la mesa, comentando los incidentes
del fin de semana. El último en entrar fue Ron, seguido por
Hermione, quien no parecía muy contenta. Harry tuvo un momento
de pánico, pensando que estaba enojada con él y que
había descubierto cosas que no debería. Calmó
sus pensamientos y rió cuando Peasegood, que estaba sentado
junto a él, contó un chiste subido de tono sobre un
pato.
Como tenía por costumbre, Harry pidió a todos que
guardaran silencio. Comenzó con los horarios de la semana
y el seguimiento de los casos que no estaban relacionados con el
establecimiento de Katie. Posteriormente, se dirigió a Hermione
para que les informara al respecto. Esta vez, ella no se puso de
pie. Harry le dedicó una sonrisa y asintió para que
supiera que estaba bien que permaneciera sentada.
—Probablemente, Katie Bell será liberada en los próximos
días. Hay algunas inconsistencias menores que queremos aclarar
antes de hacerlo —el corazón de Harry incrementó
su velocidad—. Los resultados de la investigación y
los diferentes análisis indican que la poción que
adquirió era legal. El experto en pociones estaba ebrio cuando
hizo la poción y eso fue lo que causó la confusión.
Solo él es responsable del error. Con la aprobación
de su abogado, Katie se ha declarado culpable por no solicitar los
debidos permisos para el funcionamiento de una parte externa de
su club. El pub y el club de baile podrán ser reabiertos
pero ya no habrá más servicios adicionales. El acuerdo
dice que en cuanto sus fondos sean liberados, deberá pagar
una cuantiosa multa.
Harry se metió un trozo de tostada en la boca para impedirse
a sí mismo gritar de la alegría.
—¿Qué falta por investigar? —preguntó
Gumboil.
—Bueno, nos gustaría ver su libro de clientes, pero
Malfoy lo ha hecho casi imposible, aún si pudiéramos
encontrarlo. Convenció al Wizengamot de que estamos en una
operación de cacería, y trajo las cajas de pergaminos
que le habíamos enviado con los informes financieros de aquellos
que sabíamos que frecuentaban el lugar. Aparentemente los
revisó todos, o tiene un equipo que lo hace. El idiota trajo
una hoja de cálculo resumiendo todo en una página,
mostrando nombres y balances, resaltando posibles discrepancias.
Entonces, nos mostró documentación dando cuenta de
esas discrepancias.
Harry apoyó su codo en la mesa y puso la mano sobre la boca.
Se quedó mirando fijamente hacia las cortinas que bloqueaban
el panorama inexistente. No pudo evitar que sus hombros se sacudieran.
Ron lo pateó por debajo de la mesa, pero Harry sabía
que si miraba a Hermione o a Ron no podría controlarse, y
estaría perdido.
—¿Quién descubrió el error del experto
en pociones? —pudo preguntar finalmente Harry.
Todos miraron a su alrededor, pero ninguno reclamó el crédito
por haberlo hecho. Ron se aclaró la garganta y Harry se giró
para mirarlo directamente. Ron era un gran auror y para él,
esclarecer la verdad en su propio caso y hallar el error con sus
propios métodos, sería una gran ventaja a su favor.
—Malfoy
lo hizo —murmuró Ron.
Harry entrecerró los ojos.
—¿Le
hiciste todas las pruebas al experto en pociones para asegurarte
de que no le habían puesto una memoria falsa o lanzado un
Confundus?
Ron lo miró fijamente.
—Sí,
señor, lo hice. Y aunque su uso es un poco cuestionable,
la verdadera poción TG pronto estará disponible en
el mercado.
Harry gruñó. Odiaba cuando Ron lo llamaba señor.
Siempre significaba que le había avergonzado. Las noticias
sobre la poción no eran buenas, pero eso era de esperarse.
—Buen trabajo, Ron, gracias. Hermione, ¿puedes informarnos
cuando Katie Bell sea liberada?
*****
Harry
se quedó para hablar con Ron después de que finalizara
la reunión, y todos los demás se retiraron para comenzar
el trabajo de la semana. Después de media hora de charla
y terapia, Ron parecía haber mejorado el ánimo. Harry
no recordaba haberse sentido tan bien en el trabajo desde hacía
mucho tiempo. ¿Que importaba si Malfoy les restregaba por
la cara a todos en el Ministerio lo ignorantes que habían
sido? Al menos, no estaban siendo intransigentes con su postura.
—Ya llegó su correo matutino, señor. Lo dejé
sobre su escritorio —le dijo su asistente al pasar.
Harry entró y se sentó tras su escritorio, notando
que el montón de papeles era más grande de lo normal.
Una reciente taza de café lo esperaba. Harry deslizó
sus dedos por la pila, la mayoría parecían peticiones
de ayuda para algún caso insignificante. Los leería
después con más detenimiento. Sus dedos se detuvieron
cuando una esencia a violetas surgió de las cartas. Tomó
el largo y abultado sobre violeta y apartó el resto, algunos
de ellos cayeron al piso. Levantó su varita, selló
la puerta y, por si acaso, le añadió un hechizo de
privacidad.
El abrecartas de plata se deslizó con cuidado para abrir
el sobre. Sacó la carta, una máscara negra y una canica
púrpura que rodó desde el pergamino. Levantó
el objeto y lo examinó cuidadosamente. En su rostro brotó
una sonrisa, pero más que eso, por primera vez desde que
toda esta debacle había comenzado, su polla se endureció
casi al instante. Tomó el objeto púrpura en su mano
y lo apretó con fuerza. No era una canica, era parte del
regalo que le había enviado mientras estaba de viaje. Hasta
este día, no había estado seguro de si lo había
recibido o no. Las fantasías que comenzaron a circular en
su cabeza seguramente habrían dejado a sus amigos en estado
de shock.
Harry dejó la máscara sobre el escritorio y desdobló
la carta para leerla.
Mi Harry,
Te he extrañado.
Disculpame por no contactarte antes, pero tenía que tomar
unas cuantas decisiones. Como probablemente sabes, la TG no estará
disponible en el mercado por algún tiempo. Para poder verte
de nuevo, sabía que tenía que decidir si estaba lista
para que supieras cuál es mi verdadero género. Para
ser honesta, estaba y todavía estoy asustada de que te decepcione.
Hemos compartido increíbles momentos explorándonos
mutuamente.
He tomado mi decisión y quiero verte. Anhelo sentir tus manos
acariciar mis piernas, subiendo desde mis rodillas y que tus dedos
lentamente acaricien mis muslos hasta descubrir quién soy.
¿Puedes hacer eso por mi? ¿Puedes ser tan paciente?
Si todavía estás dispuesto y no estás triste
porque me llevara tanto tiempo tomar una decisión, colócate
la máscara y toca la bolita a las siete de la noche. Te llevará
a mi casa. Estaré esperandote. Y Harry, una cosa más,
cuando te hagas una paja después de leer esta carta, piensa
donde estarán el resto de las bolitas esta noche.
Tuya,
Jolene
Harry se rió con fuerza y comenzó a girar en su silla.
Se detuvo y comenzó a leer la carta otra vez, mientras acercaba
a su nariz el papel. Violetas. Maravillosas violetas. Bajó
la carta y cuidadosamente puso la bolita sobre el escritorio, para
evitar que rodara. Tomó la máscara y se la colocó
después de retirarse las gafas. Sintió la magia comenzar
a fluir hasta que quedó ciego. La máscara desapareció
pero sus efectos continuaron. No sintió pánico, al
contrario, se sintió cómodo. Su mano derecha bajó
y lentamente llegó a la bragueta de sus pantalones. Se sentiría
mucho mejor cuando ella lo hiciera esta noche, pero de momento necesitaba
desahogarse.
Imaginó su voz. Siempre era una voz femenina y sensual. Ella
le daría la bienvenida con un susurro y un mordisco en el
lóbulo. Entonces sus manos retirarían su abrigo, colgándolo
en alguna parte. Cada pieza de su ropa sería cuidadosamente
retirada, doblada y puesta a un lado. Ese era su juego, tenerlo
desnudo y de pie mientras sus manos acariciaban cada parte de su
cuerpo. Solo cuando la besaba descubría si era hombre o mujer.
Ella siempre tomaba su mano y la llevaba por su cuerpo para que
lo palpara. Entonces comenzaba a hablarle y a decirle todas las
cosas pervertidas que quería que él le hiciera y lo
que ella haría con él.
Su mano había abierto sus pantalones y ahora apretaba su
polla. Lentamente comenzó a subir y bajar el prepucio. Su
pulgar apretó su piel y gimió. Él adoraba que
ella lo hiciera. Sus manos eran fuertes, y aunque llegara la madrugada
y él jurara que no era posible, era capaz de volver a dejarlo
erecto. Su mano se movió duro y la necesidad de liberarse
creció. Solo bastó un pensamiento más sobre
ella lanzándolo a la inconsciencia. Pensó en las bolitas
y en sacarlas de su dulce culo, escuchándola jadear en su
oído y entonces gimió mientras imaginaba que sacaba
las bolas más grandes.
—Joder
—gruñó, y buscó su pañuelo, antes
de que el líquido brotara de él.
*****
Harry
se retiró temprano del trabajo. Para entonces, Ron estaba
de nuevo de mal humor, pero Harry no tenía ganas para lidiar
de nuevo con eso. Por lo general, habrían salido a tomar
un par de cervezas, pero no esta noche, no esta vez. Se afeitó
y tomó una larga ducha caliente, poniendo especial atención
en las áreas que sabía que ella exploraría.
Su cabello no era tan rebelde como solía ser, al parecer
lo largo contribuía a apaciguarlo. Se lo recogió en
una coleta después de secarlo completamente. Sin colonia,
ella odiaba la colonia en él.
Se puso calzoncillos de seda negra y pantalones grises. Abotonó
la nítida camisa blanca y ajustó la corbata púrpura
nuevamente en su cuello. No sabía por qué a ella le
gustaba que usara trajes muggles, pero lo hacía. Por supuesto,
no duraban puestos mucho tiempo. Luego llegó el turno de
los calcetines negros, y recordó su risa la primera vez que
él se apareció con jeans y calcetines blancos. Se
puso los zapatos de vestir de cuero de dragón. Esos que ella
le había regalado el año pasado para su cumpleaños.
Cogió su chaqueta del perchero de madera y se la puso como
toque final.
La bolita y la máscara estaban en la mesa de noche junto
a una caja negra con un listón rosado. Miró el reloj.
Faltaba un minuto. Se colocó la máscara, vio su mundo
volverse negro, tomó la caja en una mano y la bola en la
otra. Sus expectativas nunca había sido tan grandes.
*****
Desde
el inicio supo que el lugar era diferente. Las habitaciones que
rentaba Katie siempre eran un poco frías y el piso era duro.
Esta habitación era cálida, y una suave alfombra se
sentía bajo sus pies. Había una ligera esencia a violetas
llenando la habitación.
—Jolene
—susurró.
—Detrás de ti. No te muevas.
Su voz aterciopelada provocó que un estremecimiento le recorriera
toda la espalda. Había pasado un mes desde la última
vez que la había escuchado.
—Te
traigo un regalo —dijo, mientras extendía su mano—.
Puedes abrirlo ahora, si quieres.
No podía escuchar ningún paso porque la alfombra amortiguaba
cualquier sonido. El paquete fue tomado de su mano. Pudo escuchar
cuando rasgó el papel de regalo.
—Es
bello, Harry. ¿Quieres que lo use esta noche?
Harry sonrió.
—Eso
te lo dejo a ti, esta es tu fiesta.
Sintió sus dedos en la base de la nuca y luego cómo
retiraba su chaqueta. Estaba listo para el siguiente paso: sus zapatos
y calcetines, pero eso no sucedió. Ella tomó sus manos
entre las suyas, su pulgar buscó los dos anillos. Harry se
los había obsequiado para su primer y segundo aniversario.
Estaban allí.
Jolene lo condujo lentamente por la habitación.
—Hay
una silla detrás de ti —dijo, mientras lo empujaba
suavemente. Era muy confortable, el cuero era suave al tacto. Sus
manos llegaron por detrás de la silla y masajearon sus hombros
y su nuca. Esto era completamente diferente. Jolene usualmente reservaba
este tipo de contacto hasta después de que hubieran follado
una o dos veces. Los fuertes dedos continuaron hacia abajo y él
se inclinó hacia adelante para que ella presionara fuerte
en sus hombros.
—¿Cómo
estuvo tu semana? — preguntó ella.
—Interesante, como me supongo que ya habrás escuchado.
¿Y la tuya?
—Tuve algunas cosas que resolver —respondió.
Harry escuchó un ligero toque irónico en su voz.
Jolene lo empujó de nuevo hacia atrás y sintió
su largo cabello hacerle cosquillas en su mejilla, mientras se inclinaba
hacia adelante y deslizaba su lengua en su oreja. Todo su cuerpo
se estremeció y ella se rió. Dios, había hasta
olvidado su risa. Harry podía darse cuenta de que era una
risa practicada, una para no revelar quién era. Aun así
lo hizo sonreír.
—¿Qué
estás haciendo, Jolene?
—Solo jugando. ¿Te gustaría beber algo? ¿Un
brandy?
Harry giró su cabeza hacia el sonido de su voz, ella se había
alejado.
—¿Necesito uno?
Rió de nuevo.
—Tal
vez.
Jolene acercó el vaso a sus dedos. Harry tomó la pequeña
copa y la levantó hacia sus labios. Nunca había probado
un brandy tan fino.
—Hay
una mesa junto a ti, a tu izquierda. Ponte cómodo. Regresaré
en un momento.
No se había dado cuenta de lo nervioso que estaba hasta que
el primer sorbo de brandy descendió a través de su
garganta. Tomó unos más, antes de averiguar dónde
estaba la mesa y colocar la copa sobre ella. Aunque todo a su arededor
estaba oscuro, cerró sus ojos. No podía creer que
estaba en la casa de Jolene. Volteó su cabeza cuando escuchó
la música. Lo único que sabía es que era muggle
y que era clásica.
—Separa tus piernas, Harry —dijo, y supo que estaba
de pie frente a él.
La complació y e inspiró profundamente cuando su pie,
dentro de un zapato de tacón altísimo, fue colocado
entre sus piernas. Sus manos lo alcanzaron. Su mano izquierda la
sostuvo por la pantorrilla mientras la derecha tocaba delicadamente
el hueso del tobillo y comenzaba a ascender lentamente. Arrastró
las yemas de sus dedos hacia arriba y hacia abajo por la parte baja
de su pierna, se curvó para besarla en la rodilla. Dios,
amaba sus largas piernas, siempre suaves y que parecían de
seda cuando las tocaba. Su lengua acarició la rodilla, hacia
adentro, donde dio un pequeño mordisco, y luego succionó
la piel. La mano de Jolene agarró su hombro cuando comenzó
a lamer la parte interna de su pierna, y luego comenzó a
subir. La sintió estremecerse, y no estuvo muy seguro si
era por permanecer en un solo pie o por sus caricias. Entonces la
escuchó gemir y mencionar a alguna deidad.
Harry siguió hacia arriba con la punta de su lengua y sus
manos se movieron bajo la rodilla. Ella comenzó a temblar.
—Jolene,
baja tu pie —le dijo, guiándola hacia el suelo. Sabía
lo que ella tenía planeado, pero no estaba seguro de que
eso funcionara de esa manera—. Échate para atrás,
amor, me moveré hacia el piso.
Harry alcanzó su brandy y tomó un largo sorbo antes
de arrodillarse en el suelo.
—Separa
las piernas —le dijo, y comenzó desde cero. Su boca
y lengua recorrieron cada parte de piel entre sus tobillos y piernas.
Cuando avanzó hacia arriba, requirió todo su esfuerzo
detenerse cuando su mano bajó hacia su hombro, empujándolo
hacia abajo. Se detuvo, se echó hacia atrás, ligeramente
inclinado y con la cabeza hacia arriba. Era en momentos como este
en los que necesitaba mirarle a la cara y a los ojos, para saber
exactamente lo que estaba pensando.
—Esta bien, Jolene. Te juro que no me importa. Te lo juro
—suplicó.
—Pero nunca regresaremos a donde estábamos —le
advirtió. Podía escuchar el dolor en su voz.
Harry se apoyó en sus talones y buscó sus manos.
—No
quiero regresar. Quiero que avancemos, y para hacerlo, necesito
saber.
Ella soltó una de sus manos, acarició su pelo y le
deshizo la coleta, liberando su largo cabello negro.
—Por favor, Jolene, por favor —suplicó.
Ésta tomó la mano que todavía sostenía
y la colocó en su cintura. Harry se arrodilló de nuevo
cuando sintió el lazo de las bragas que se aferraba a su
cadera.
—Quítalas
—dijo con firmeza.
Su otra mano se movió hacia la cadera opuesta. Un dedo se
deslizó bajo la tela que se apretaba sobre la suave piel
de su estómago, y regresó de nuevo. Sus dedos se curvaron
cogiendo la tela y sus pulgares presionaron sobre sus muslos. Las
bajó con lentitud deliberada y un exquisito siseo brotó
de sus labios, mientras cubría con sus manos la región
que le faltaba descubrir. Las bragas siguieron todo el camino hacia
abajo por sus piernas y él la ayudó a mantener el
equilibrio mientras se las quitaba. Sus manos quedaron sobre los
altos tacones y tomando una decisión rápida, se los
quitó.
Harry inhaló y exhaló profundamente. Sabía
que podía tocarla con solo estirar sus manos, si era hombre
estaría dura, y tomaría sus bolas en sus manos y llenaría
su boca con su pene. Si era mujer, él la abriría lo
más que pudiera y la excitaría sin misericordia con
su lengua y sus dedos.
Lo que no esperaba era que lo tomara de la mano y la colocara allí.
Sus dedos se cerraron sobre la polla erecta y se inclinó
hacia adelante y sollozó mientras lo tomaba en su boca. Por
alguna razón, el dolor que siempre había sabido sentía
ella se le antojó más real. Amaba su cuerpo, éste
cuerpo, y cuando su lengua se enrolló sobre el glande, y
la escuchó gemir, todo se volvió más conmovedor.
Siempre parecía tan segura de sí misma, pero, ¿era
todo una fachada? Jolene era un mago, a quien le gustaba jugar a
ser una bruja.
Sus manos lo tomaron por la base, no solo quería probarlo,
también quería sentirlo. Sacó el pene de su
boca y besó cada parte de él. Lo pasó sobre
sus labios, sus mejillas, su mandíbula y entonces escuchó
su sollozo. No estaba seguro de cómo se sentía ella
realmente respecto a su cuerpo, pero si no lo valoraba, él
sí.
—Jolene
—dijo, antes de devolver la polla a su boca. Sus manos se
colaron entre sus piernas, separándolas. Lo resbaladizo que
sentía era el lubricante, conocía la textura y la
esencia que ella usaba. Se había preparado a sí misma
antes de que llegara. Su mano avanzó más, llegando
a la línea de sus nalgas. Dos dedos se sumergieron en su
ranura. El succionó con más fuerza mientras sus caderas
comenzaban a empujarse en su boca, sus uñas estaban enterrándose
en sus todavía cubiertos hombros y sus dos dedos encontraron
el orificio que estaban buscando.
Harry detuvo todo movimiento durante un momento mientras registraba
lo que estaba sintiendo. Sus labios se curvaron hacia arriba, mientras
tomaba su polla más profundamente. Sus dos dedos agarraron
el anillo que estaba en su culo y tiró.
—¡Hostia
puta! —gritó, cuando la primer bola china salía
de su cuerpo. La segunda y la tercera hicieron que todo en ella
temblara. Harry no tenía idea de cómo hacía
para soportarlo durante tanto tiempo—. Detente —le gritó,
y él lo hizo. Pudo escucharla respirar con fuerza.
—¿Es demasiado?
—Sí, escoje una, Harry. Pero no puedo con las dos,
estando de pie.
Harry se rió.
—Esa
es una decisión difícil. ¿Puedo seguir con
las dos si estamos acostados? ¿Hay una cama aquí?
—Idiota, claro que sí, estás en mi habitación.
Levántate y te dirigiré hasta ella —dijo, sonando
exasperada.
Harry sonrió sin poderlo evitar. Una de las cosas que amaba
de Jolene era cuando se ponía arrogante. La cama era enorme
y el edredón era lujoso. Ella se acostó de costado
a su lado en medio de la cama, su cabeza descansando sobre una montaña
de almohadas. Harry se extendió junto a ella, sus manos acariciando
continuamente hacia arriba y hacia abajo, su cadera y sus muslos.
Se echó hacia adelante y la besó. Sentir sus labios
y su boca hacía que todo tuviera mejor sabor. Ya fuera como
hombre o como mujer, la boca de Jolene nunca cambiaba, y sus besos
lo hacían caer de rodillas. Había poder en ellos,
pero era algo sutil. Sí, pensó, debería haber
reconocido eso antes, junto con la fortaleza de su cuerpo. Se empujó
contra él y se deslizó hacia su entrepierna. Jolene
quería que terminara lo que había comenzado.
Harry movió la mano bajo su costado, la hizo rodar sobre
su espalda, levantando sus rodillas. Maniobró entre sus piernas
y tomó la polla erecta con su boca. La provocó, pasando
su lengua sobre el glande, y metiéndola ligeramente en la
abertura. Sonrió cuando la escuchó maldecirle de nuevo.
Pasó su lengua de arriba a abajo por todo el pene, lubricándolo
antes de tomarlo con fuerza y seguir con los movimientos de su mano,
mientras lo tomaba más profundamente con su boca. Cuando
ella comenzó a empujar sus caderas contra él, su mano
derecha se movió entre sus piernas y encontró las
bolas chinas que todavía estaban colgando de su culo. Él
las tocó y babeó cuando sus caderas se levantaron
de un salto. Su mano soltó el pene y su brazo presionó
su estómago, manteniéndola presionada contra el colchón
mientras él tomaba su polla cada vez más hacia el
interior de su boca. Sus dedos sacaron una cuarta bolita y ella
gimió. Entonces, con determinación, tiró del
anillo. Las bolas chinas salieron una por una en una rápida
sucesión. La espalda de Jolene se arqueó mientras
gritaba de placer y llenaba la boca de Harry con su corrida.
Jolene estaba jadeando cuando Harry se acostó junto a ella.
—Cabrón
—dijo, y lo palmeó en el brazo. La besó rápidamente
en la mejilla.
—Eso fue un castigo por habértelas colocado, sabes.
Quería tener el placer de hacerlo.
Ella fingió un gruñido. La mano de Harry la acarició
sobre el brazo desnudo, sobre su hombro y bajó por su pecho.
—¿Te
lo pusiste? —preguntó, mientras acariciaba el encaje
entre sus dedos.
—Hmmm, sí, te dije que me parecía hermoso.
Sus dedos acariciaron el pequeño pezón que podía
sentir bajo la camisola de encaje violeta. Éste se endureció
por su toque.
—Harry —dijo, en tono de advertencia—, dame unos
minutos para recuperarme.
—Solo estoy jugando —respondió mientras sus dedos
apretaban el encaje que estaba entre su pulgar y el índice.
Lo deslizó sobre su pezón. Sabía que cuando
era mujer, casi podía hacer que se corriera tan solo haciendo
esto.
—Dios, eres condenadamente insaciable —se quejó
ella.
—Solo contigo, Jolene, solo contigo.
Harry no tuvo forma de prever que le agarraría y comenzaría
a besarlo por toda la cara. Continuó deslizando el encaje
sobre su pecho y pronto obtuvo lo que quería. Escuchó
el casi ahogado sonido y sintió la incipiente erección
moverse contra su pierna. Rápidamente se movió hasta
quedar en medio de sus piernas. Agarró sus tobillos y los
puso sobre sus hombros.
—Levántalas
—dijo, exigentemente, y colocó una almohada bajo sus
caderas.
—¿Me deseas? —preguntó, mientras sus manos
desabrochaban el cinturón y sus pantalones. Abrió
la bragueta y los bajó parcialmente. Su dedo no perdió
el tiempo hasta encontrar su abertura—. ¿Todavía
me deseas, Jolene? ¿Para follarte y hacer que te derrames
toda la maldita noche? —movió su dedo en el todavía
lubricado agujero, estaba lista y ambos lo sabían—.
Dímelo —dijo, sacando su dedo.
—Sí, maldita sea, te deseo. Yo siempre te deseo, ¡imbécil
bastardo!
Harry la embistió sin previo aviso. El primer momento en
el apretado canal siempre era abrumador. Era apretado y caliente,
y esperó a que los músculos se relajaran antes de
empujar el resto hacia adentro. Ella gimió con fuerza y luego
levantó más las caderas, lo que Harry sabía
que era la señal de que era seguro tomarla. Nunca había
vuelta atrás con Jolene, ella daba de la misma manera en
que tomaba. Harry la cogió de las piernas mientras la follaba
con abandono. Escuchó sus gritos cuando dio con su próstata
y supo que él también estaba murmurando algo, pero
todo era incoherente, su mente estaba perdida y lo único
que existían eran Jolene y el agujero del que estaba entrando
y saliendo.
Los brazos de Jolene apretaban a Harry con fuerza, como si nunca
fuera a dejarle ir. La cabeza de éste descansaba sobre su
hombro, mientras besaba su nuca. Estaba sediento, pero no quería
que ninguno de los dos abandonara la cama.
—¿Tienes
agua cerca? —preguntó, sin resuello.
—No —susurró ella—, pero sí tengo
una varita —añadió con gran sarcasmo.
—Y ahora es toda mía.
Ella lo palmeó en la cabeza.
—Dios,
a veces eres tan tonto —alcanzó la varita y pronto
Harry se estaba tomando un gran vaso de agua fresca—. ¿Te
quitarás la ropa esta noche? No estoy segura de que me guste
ser follada por un mago que ni siquiera espera a quitarse los pantalones.
Harry suspiró.
—Hey,
tú eres la que insiste en que lo hagamos en cuanto llego.
No seré yo quien me tome el tiempo de desvestirme, doblarlo
todo con cuidado y colocarlo a un lado antes de follar tu dulce
trasero.
—Ya lo hago yo —se quejó.
Sabía que solo estaba fingiendo su irritación y le
siguió el juego. Jolene comenzó por los gemelos y
siguió con los botones. Remangó los puños de
la camisa y besó la parte interna de sus muñecas.
Se movió a los botones del frente de la camisa, y cada uno
de ellos fue desabotonado con habilidad. Cuando terminó,
deslizó la camisa a lo largo de sus hombros y brazos. Sus
suaves pero fuertes manos acariciaron su pecho expuesto, y se deslizaron
sobre casa músculo de sus brazos y luego por el abdomen.
—Con
cuidado —le advirtió mientras sus manos se dirigían
hacia abajo y sus dedos se apretaban contra la línea de vello
que bajaba desde su ombligo.
—No quiero —le provocó antes de que su lengua
pasara sobre un pezón. Harry se echó hacia atrás
sobre la cama y ella cubrió su torso de besos y suaves mordiscos.
Sus manos se movieron rápidas para quitarle los pantalones
y calzoncillos. Harry se quitó los calcetines con los dedos
de los pies.
—Maldita
sea, Harry —murmuró—, eres condenadamente demasiado.
La mano de Harry jugó con su largo y sedoso cabello, mientras
Jolene descansaba sobre su estómago. Sus manos y dedos fueron
hacia abajo, explorando. No estaba seguro de la atracción
que podía suponer una polla flácida, pero supuso que
para ella era un reto ponerla dura de nuevo. Sus cortas y manicuradas
uñas subieron y bajaron por la parte interna de sus muslos
y puso especial atención a sus bolas, y la hendidura donde
éstas se juntaban.
—Levanta
tus rodillas —susurró. La complació, siempre
lo hacía.
Escuchó que se chupaba los dedos y supo que era su momento
para jugar con él.
—¿Así
que no estás decepcionado? —preguntó con timidez,
mientras el primer dedo se deslizaba en medio de sus nalgas.
La mano de Harry apretó sobre su cabeza, su cabello enredado
entre sus dedos.
—No,
Dios, no. Amo tu cuerpo, Jolene.
Se tensó cuando el dedo encontró su entrada.
—¿Pero
no me extrañarás como bruja?
Él se rió y tiró de su cabello.
—Jolene,
eres una bruja.
—Harry, ya sabes lo que quiero decir —se quejó,
y empujó su dedo más profundamente.
—Sí —gimió, y ella comenzó a follarlo
lentamente con el dedo—. Lo sé — jadeó.
Harry podía sentir los primeros indicios de su erección
volviendo—. Prefiero hombres, Jolene. Siempre ha sido así.
Ella detuvo todo movimiento.
—Nunca
dijiste eso antes. ¿Qué habrías hecho si...?
—¿Si hubieras sido mujer? —Harry terminó
la frase—. No me habría importado. Eres tú quien
me importa, de quien estoy... —se abstuvo de decir las palabras.
Otro dedo se unió al primero y los dos se quedaron en silencio.
Lo único que se escuchaba eran los dedos que lo follaban.
Gruñó con fuerza cuando encontró su próstata,
y entonces estuvo duro de nuevo. Sin ninguna advertencia, Jolene
sacó los dedos, y se movió por encima, colocando la
polla de él en su todavía dilatado agujero, y se empaló
a sí misma.
—Coño
—escupió Harry.
Había pensado que esta sería otra follada enérgica,
pero Jolene se echó hacia adelante y comenzó a besarlo.
Sus manos la sostenían por los muslos y el lento y lánguido
beso marcaba su ritmo mientras hacían el amor. Sí,
notó Harry, eso era lo que estaban haciendo. Sus bocas bien
abiertas y el lento juego de lenguas comenzó. Podrían
haber pasado solo minutos u horas moviéndose así.
De pronto, ella se derramó diciendo su nombre y él,
el de ella. Ahora permanecían abrazados, entrando y saliendo
del aturdimiento provocado por el sexo.
—Harry, ¿estás despierto? —susurró
Jolene.
—Sí —murmuró en respuesta.
—¿Te quedarás toda la noche?
—Claro —respondió, y sus ojos se abrieron de
golpe ante el significado escondido tras sus palabras. Se puso en
alerta. Sus brazos y sus piernas prácticamente la envolvían
mientras la abrazaba por la espalda. Susurró en su oído.
—Jolene,
sabes que la máscara no durará tanto, ¿verdad?
Su cuerpo se sacudió y reconoció claramente cómo
trataba de tomar aire profundamente.
—Jolene,
¿estás llorando?
Sintió que asentía.
—¿Qué
sucede? —le preguntó, mientras la apretaba con fuerza
contra su cuerpo. En más de dos años, nunca la había
visto llorar.
—Estoy asustada, Harry. Estoy asustada.
La besó en el hombro.
—¿De
qué?
—Yo lo quiero todo. Quiero que exista un nosotros.
El corazón de Harry saltó un poco.
—Podemos
tenerlo todo. Yo lo quiero todo.
—No lo comprendes —lloró. Él no estaba
preparado para la crisis nerviosa que tuvo lugar a continuación.
Fuertes y desgarradores llantos vinieron y no tenía idea
del motivo.
—Dime qué es lo que no entiendo —demandó,
después de que las lágrimas comenzaran a calmarse.
Jolene se giró. Sabía que le estaba mirando.
—No
quiero perderte, y me temo que eso es lo que pasará cuando
averigües mi nombre.
Harry la besó en la frente.
—No,
tú siempre serás Jolene, a menos que quieras que te
llame por tu nombre real. ¿Es eso?
—Sí, pero...
—¿Quieres ser ambos? ¿Quieres presentarte como
hombre en público y como mujer para mí?
—Sí... no, hay más detrás de eso. Pero
necesitamos pasar por esto primero.
—Está bien —respondió Harry, sin saber
realmente a donde se dirigía la conversación.
—¿Harry?
—Sí.
—¿Puedes abrazarme fuerte durante un momento? Necesito
decirte algo.
Harry la envolvió con sus brazos hasta que no quedó
ningún espacio entre ellos.
—¿Qué
sucede, Jolene? —dijo suavemente.
—Creo, estoy segura... estoy lista.
—¿Para qué estás lista?
La escuchó reírse como si hubiera sido estúpido.
—Estoy
lista para que me digas que me amas.
Harry
se congeló, su cuerpo, su corazón y su cerebro se
congelaron. En alguna parte de su memoria reciente, sabía
que eso significaba mucho más que decirle a Jolene que la
amaba. Quería que ella le dijera que estaba lista, se lo
había dicho a Dra... no, no podía ser. Esta llorosa,
asustada y preocupada mujer junto a él no podía ser...
Oh, pero sí podía, pensó, cuando sus recuerdos
pasaron frente a él.
—Harry —dijo ella, la voz llena de duda.
—Sí —respondió tratando de no reírse
ante la ironía—. Solo dame un momento.
—Para decírmelo.
—No, eso puedo decírtelo ahora. Jolene, yo te amo con
locura, profunda y desesperadamente —dijo, como si estuviera
leyéndolo en una página.
Ella rió.
—Bueno,
eso ha sonado romántico. Es lo otro, ¿verdad?
Harry sí se rió esta vez.
—¿Te
refieres a la parte que está taladrando mi cerebro en este
momento?
—Sí, eso debe de ser. ¿Ayudaría que pudieras
verme?
La oferta vino de manera inesperada. Se había preparado para
descubrir el género de Jolene, pero no su identidad ni el
hecho de poder verla.
—Sí
—espetó, antes de que sus pensamientos lo abandonaran.
La máscara se disolvió y Harry parpadeó tratando
de enfocar la vista. Algunas velas iluminaban la habitación
y pudo ver el largo cabello platinado.
—Gafas
—murmuró. Las gafas encontraron el camino hacia sus
manos. Se las colocó.
Unos cálidos ojos grises le dieron la bienvenida con una
mirada expectante. Las líneas negras del maquillaje corrido
por las lágrimas manchaban sus mejillas. El cabello estaba
completamente alborotado. La respingada nariz estaba allí,
pero los labios estaban rojos e hinchados. Harry tragó con
fuerza, observando a la persona que había amado durante tanto
tiempo. Encontró marcas que había dejado en su largo
cuello. Se retiró hacia atrás y levantó las
sábanas, las hizo a un lado y estudió el largo y esbelto
cuerpo. Tenía el camisón púrpura enrollado
arriba y las completamente depiladas pelotas y entrepierna estaban
a la vista.
Durante más de dos años, este cuerpo había
sido suyo para explorarlo, y había sido espléndido,
y saber que había sido Draco Malfoy quien se lo había
permitido tenía el efecto de un martillazo en la cabeza.
Una sonrisa brotó en su rostro lentamente, sabiendo lo que
a Draco Malfoy le había costado revelarse esta noche. Lo
estaba apostando todo. El hombre estaba enamorado de él,
así como también la mujer. Metódicamente, sus
ojos siguieron su camino hacia arriba. Parpadeó, mirando
la descolorida marca tenebrosa y luego los dos anillos en sus dedos.
Nerviosamente, su mano alcanzó y tocó el encaje púrpura,
jugando con él entre sus dedos. Soltó el tejido y
sus dedos se posaron suavemente sobre la piel del ligeramente redondeado
abdomen. Escuchó una fuerte inhalación de aire y levantó
la vista para ver una pequeña sonrisa, que trataba de parecer
confiada.
Vio que las palabras estaban a punto de salir de su boca, y levantó
su mano para detenerlas.
—Dame
otro momento —dijo. Su mano volvió a acariciar su estómago,
y entonces, lentamente siguió su camino bajo el camisón,
deteniéndose cuando alcanzó el pequeño pezón.
Observó los ojos brillantes para ver su reacción.
Lo presionó entre sus dedos y el pulgar y luego su mano se
movió hacia su espalda. Las yemas de sus dedos se deslizaron
sobre su espina dorsal y llegaron a las nalgas que conocía
tan bien. Agarró la dura y redondeada nalga en su mano y
la vio sonreír. Ambos sabían lo mucho que él
adoraba su trasero. El pensamiento de que era tanto de Jolene como
de Draco ardía en su mente. Se inclinó y la besó,
esta vez con los ojos bien abiertos. La sintió ablandarse
junto a él, como si se estuviera entregando. Eso era, pensó,
Draco le estaba entregando todo. Su vida y su felicidad estaban
en las manos de Harry. ¿Desaprovecharía la oportunidad
a causa del hombre que pensaba que conocía o lo valoraría
todo por la mujer que conocía completamente? Le había
dicho a Draco que pensaba que Jolene era la única, y que
le correspondía a ella aceptarlo y tomar una decisión.
Draco había decidido y ahora era el turno de Harry para decidir
qué hacer al respecto.
Finalizó el familiar beso y llevó su mano hacia su
rostro, tratando de enjugar las todavía húmedas líneas
negras. Quedaron peor. Una sonrisa irónica apareció
en su rostro, mientras los ojos grises lo observaban, tratando de
encontrar una explicación.
—Te amo... Dra... Draco —dijo Harry—, pero tienes
que darme algunas explicaciones.
Los ojos grises volvieron a la vida.
—Supongo
que sí, pero, ¿no puedo simplemente disfrutar de este
maldito momento? —suspiró con fuerza. Harry rió
ante el exagerado tono y ante el sonido de la voz de Draco viniendo
de Jolene.
—Santo cielo, no me hagas eso o me confundiré más
de lo que ya estoy. La voz de Jolene va con Jolene y la voz de Draco
va con Draco, al menos durante un tiempo. Y por cierto, ¿cómo
logras que tu voz haga eso?
—He practicado durante años, ahora shhh, quiero mi
momento —dijo Jolene.
Harry mantuvo su boca cerrada, aunque tenía un millón
de preguntas pendientes. No tenía ni idea de cuál
era su momento, pero se hizo una rápida idea cuando la mano
que tenía los anillos tomó su polla. Lentamente comenzó
a jugar con ella, apretándola, acariciándola y retorciéndola.
Solo le llevó un minuto tenerla en toda su extensión
y rígida entre sus manos.
—Gracias
a Merlín —susurró.
Harry estalló en risas.
—Dios,
Jolene, ¿estabas preocupada de que no se me levantara cuando
lo averiguara? Y tú eres la que dices que soy insaciable.
—Bueno, sería un problema si no pudieras, ¿verdad?
Harry se inclinó y le dio un rápido beso.
—La verdadera prueba será si tú te pones duro
como Draco cuando me lo folle contra una pared.
Sus ojos se abrieron sorprendidos y se mordió el hinchado
labio inferior.
—No
te atreverías.
La risa de Harry se volvió más sardónica.
—No
habías pensado en eso, ¿verdad? Me gustan los hombres,
Jolene. Te amo así, pero no esperes que no me excite por
tu versión masculina.
—Fóllame —la voz de Draco salió de nuevo
accidentalmente y no era una petición la que estaba haciendo.
Harry se rió con más fuerza.
—Oh,
Jolene, no tienes idea de las fantasías que están
inundando mi mente en este momento.
—Bueno, espero ser la única con quien las compartas
—dijo ella posesivamente.
Harry le guiñó un ojo.
—Solo
contigo y con Draco.
—Imbécil... Oh, mierda, son las tres de la madrugada.
Draco tiene que levantarse en tres horas.
Harry le dio un beso rápido y entonces los cobijó
de nuevo con las sábanas.
—Mañana
avisaré de que estoy enfermo, así que no me despiertes
—dijo, mientras la acercaba hasta su pecho.
La luz de las velas se apagó y de nuevo, su mundo se volvió
oscuro. Acarició el largo cabello extendido sobre su pecho
y milagrosamente, concilió el sueño con la esencia
de violetas.
Capítulo
3. Violeta
Los cálidos rayos solares se colaban a través de las
ventanas. Harry abrió los ojos, sin reconocer dónde
se encontraba. Se sentó y miró en torno a la habitación.
La cama con dosel le hizo sonreír. La que estaba en el establecimiento
de Katie obviamente era una réplica de esta. La habitación
le recordó a Harry la oficina de Draco. Simple pero con clase.
Sin embargo, allí había toques de Jolene. Las velas
eran de un púrpura oscuro y había un ramillete de
violetas frescas sobre la mesilla de noche. Se giró y miró
hacia el espacio vacío en la cama y se restregó los
ojos, mientras los recuerdos más recientes regresaban. Comprobó
la hora. Llegaba oficialmente tres horas tarde al trabajo y no había
llamado.
Había una chimenea apagada en la habitación. La repisa
blanca tenía un fino mantel y unas fotografías. Alcanzó
sus gafas y atravesó la habitación. Había fotografías
de unos pocos Slytherin de la generación de Draco y una de
su familia. Harry observó a Lucius y Lucius a él.
Estaba agradecido de que no fuera un retrato. Narcisa le tiró
un beso. Entonces vio fotografías de Jolene. Se preguntó
dónde y quién las había tomado. Dios, era hermosa.
Levantó una fotografía de Draco con su túnica
de abogado y una de Jolene en un clásico vestido negro con
tacones altos. Las puso a la par. Sí, podía ver las
similitudes pero las diferencias eran asombrosas. Draco había
convertido la transformación en un arte.
Necesitaba una bata para hacer una llamada vía red flu. Miró
alrededor, encontrando dos puertas situadas una a la par de la otra.
Abrió primero la de la derecha y lo que vio lo dejó
atónito. Estaba lleno con toda una colección de ropa
y accesorios de mujer. Todos ellos, supuso, estaban hecho de la
más alta calidad. Reconoció la bufanda que le había
regalado. No se pudo resistir y abrió los cajones del armario.
Allí encontró muchos de sus otros obsequios: cinturones
que habían sido utilizados varias veces, ropa interior y
joyería. En el cajón inferior, encontró las
bolas chinas junto con otros juguetes. Muchos que él nunca
había visto, y sus manos se acercaron para tocarlos. Las
esposas afelpadas eran de ellos, pero los conos anales eran algo
que nunca había utilizado. Consoladores y vibradores de varios
tamaños y para varios orificios estaban colocados en orden.
Los recuerdos al usar algunos de ellos eran deliciosos. Con renuencia,
cerró el cajón y la puerta del armario.
La siguiente puerta reveló los atuendos de Draco: trajes,
túnicas y ropa informal. En la parte de atrás de la
puerta había una bata colgada. Se la colocó. Era un
par de tallas más pequeña. Nunca antes se había
dado cuenta de que Draco fuera tan delgado. Tenía músculos
pero eran largos y esbeltos sobre su figura. La selección
de zapatos de vestir y de botas llamaron su atención, así
como la línea de pantalones. Era bueno saber que el hombre
se relajaba de vez en cuando. Cerró la puerta, tiró
el polvo y metió su cabeza en la chimenea.
Su asistente dio un salto cuando la llamó.
—Señor Potter, buenos días, ¿se encuentra
bien?
—Hey, ¿es Harry? —oyó decir a Ron.
—Sí, Ron, soy yo —esperó hasta ver el
rostro de Ron para continuar—. Mira, no voy a ir al trabajo,
informa al resto del personal.
—¿Seguro que estás bien, colega? Es decir, casi
mandamos a un par a buscarte a casa cuando no respondiste.
—Estoy bien, Ron. No me encuentro en casa. ¿Alguna
noticia que deba saber o puede esperar hasta mañana?
—Todo está bien, excepto que el imbécil de Malfoy
sacó a Katie esta mañana. Hermione estará de
un humor espléndido esta noche.
Harry se rió para sí mismo, pero casi estampa su cabeza
en los ladrillos de arriba cuando escuchó risas tras de él.
—Bueno, está bien, entonces buena suerte para esta
noche. Dile a Kingsley que le llamaré en un par de horas.
Harry salió de la chimenea para ver a un satisfecho Draco
Malfoy apoyado contra el marco de la puerta de la habitación.
—En
serio, Potter, ahora te levantas, mientras yo he estado salvando
almas arrepentidas.
Harry se puso de pie, riéndose mientras lo hacía.
No había contado con encontrarse con Draco.
—Sí
y gracias por salvar la de Katie, tiene un alma buena.
Draco cruzó los brazos y miró a Harry descaradamente
de los pies a la cabeza con ojos brillantes.
—Sacaré
algunas cosas del armario y te haré espacio, y obviamente
debemos conseguir una bata para que la uses aquí.
Harry miró hacia la ajustada bata que llevaba y estuvo de
acuerdo. Una pequeña parte de su corazón se regocijó
al escuchar a esa sarcástica voz diciendo que le haría
espacio para su ropa.
—Gracias,
eso sería genial. Mira, necesito ducharme desesperadamente.
¿Tienes un cepillo de dientes de sobra?
Draco apuntó a la tercera puerta de la habitación.
—La
ducha y el baño están allí. Puedes encontrar
el cepillo de dientes en el segundo cajón de la izquierda.
¿Quieres almorzar más tarde?
Harry se dirigió a la puerta del baño.
—Claro,
cualquier cosa estará bien. Estoy hambriento —abrió
la puerta y entonces se giró—. Draco, ¿te importa
si te quedas siendo tú mismo? Creo que me gustaría
tener una conversación contigo.
Draco rodó los ojos.
—Sí,
supongo que tú y yo debemos pasar algún tiempo juntos,
pero a Jolene le gustaría salir a cenar esta noche, tal vez
a algún lugar del Londres muggle.
Los extremos de la boca de Harry se movieron hacia arriba.
—Creo
que eso puede arreglarse. Aunque tendré que ir a casa a cambiarme.
—Creo que puedo permitir que estés fuera de mi vista
un par de horas —dijo Draco con sarcasmo mientras se daba
la vuelta y salía de la habitación. Pero antes de
que terminara de hacerlo, Harry notó los dos anillos que
Draco llevaba en su mano izquierda.
Harry se apresuró con el baño y otros aseos. Aun así,
notó que el cuarto de baño estaba dispuesto para dos
personas, una masculina y otra femenina. Eso le hizo preguntarse
durante cuánto tiempo había vivido Draco de esta forma.
Regresó a la habitación para vestirse y encontró
la ropa que había usado la noche anterior colocada sobre
la cama, limpia y planchada, y se preguntó si Draco tenía
un elfo doméstico. Se visitió con sus pantalones y
la camisa blanca. Pensó que a Draco no le importaría
si no usaba la corbata y la chaqueta en la casa.
No estaba seguro de dónde debía encontrarse con Draco,
pero decidió que la cocina era el lugar más probable.
Esperó poder encontrarla con facilidad. Abrió la puerta.
Estaba agradablemente sorprendido de ver un piso grande, abierto
y espacioso. Era el desván remodelado de una bodega. Admiró
los ladrillos y las tuberías, pero sobre todo la vista de
la pared de ventanas. Podía ver el río Támesis,
cuatro calles más abajo.
Draco en la cocina, detrás de una mesa de granito. Toda la
preparación de la comida era casera. No era ningún
capricho, pero la sopa y los sándwiches eran más que
bienvenidos. Draco levitó la bandeja sobre una pequeña
mesa para dos junto a las ventanas. Un alto vaso con zumo de naranja
recién exprimido y una botella de cerveza de mantequilla
estaban allí esperándoles.
Ambos comieron en silencio y vieron a los muggles caminar a lo largo
del río. Harry notó lo poco que Draco estaba comiendo.
—¿No
te sientes bien?
—Estoy indispuesto del estómago. Supongo que es por
los nervios.
Harry se rió.
—Entonces
vamos a ser honestos el uno con el otro.
—Imaginé que sería lo mejor, a menos que quieras
seguir jugando.
—Dios, no. Creo que ya tuve suficiente de eso en mi pasado.
¿Podemos movernos al sofá para hablar?
Draco se levantó y levitó los platos hacia el fregadero.
—Qué bonito apartamento, muchísimo mejor que
Grimmauld Place. ¿La conociste alguna vez cuando eras niño?
—preguntó Harry mientras caminaban hacia el largo sofá
de cuero negro. Harry se sentó en el medio y palmeó
junto a él, cuando Draco comenzaba a sentarse alejado cerca
del extremo.
—No, que yo recuerde. Mi madre y mi padre visitaban a la tía
Walburga cuando vivía, pero no creo que yo fuera con ellos.
Harry se reclinó hacia atrás, Draco permaneció
sentado erguido. El nerviosismo de Draco se hacía cada vez
más claro.
—Llevas
los anillos —se fijó Harry.
Draco volvió su cabeza para ver a Harry.
—Pensé
que me haría sentir más conectado.
—¿Y lo hace?
Draco asintió.
Harry puso su mano en la espalda de Draco y lo sintió tenso.
—¿Sería
todo esto más fácil para Jolene?
Draco suspiró pesadamente.
—Sí,
pero creo que tienes razón, necesitamos hablar. No te preocupes
por eso.
—Draco, ¿desde cuando ha estado presente Jolene?
Draco miró de nuevo hacia delante. Harry todavía podía
ver desde su perfil cómo bajaba sus largas pestañas.
—Tanto
como puedo recordar. Solía llamarla mi amiga imaginaria.
Mi madre era condescendiente al respecto, pero mi padre no. Aprendí
a esconderla de él cuando tenía entre cinco o seis
años. Una vez que quedó escondida, podíamos
hacer cosas escandalosas juntos, quiero decir, escandalosas para
un niño pequeño. Teníamos fiestas de té
y jugábamos a vestirnos. Yo robaba ropa del armario de mi
madre, aquella que sabía que no había usado desde
hacía años. Fue por entonces cuando también
comencé a usar diferentes voces, una para mí y otra
para Jolene.
Harry escuchó atentamente y pudo sentir que Draco se relajaba
un poco. Corrió el riesgo, puso su mano en el hombro de Draco
y tiró de él hacia atrás. Draco lo miró
de manera inquisitiva, pero se movió hacia atrás contra
el sofá. Harry puso su brazo alrededor de sus hombros y Draco,
a su vez, apoyó su cabeza en el hombro de Harry. Todavía
podía sentir la tensión.
—Continúa —dijo Harry.
—Tuve suerte de que nunca me sorprendieron en el cuarto de
juegos. No me malinterpretes, mis padres me aman, pero ellos casi
nunca estaban cerca. Encontré mi propia forma de entretenerme.
—Sé que ellos te aman, Draco. No tengo dudas al respecto.
Draco sonrió.
—Sí,
supongo que sabes eso. En fin, para la época en que fui a
Hogwarts, Jolene existía físicamente en mí,
quiero decir que yo sabía que ella era más que una
amiga imaginaria, ella era parte de mí. Fue particularmente
difícil en el colegio, porque yo estaba acostumbrado a tener
mi propia habitación. Me levantaba a media noche y me iba
al baño para vestirme de mujer. Besé mi insignia de
prefecto cuando llegó, porque eso significaba que podía
usar el baño de prefectos, lo que hice bastante a menudo.
—Draco, no quiero insinuar nada negativo con mi pregunta,
pero ¿quieres ser mujer? Quiero decir, serlo permanentemente,
¿o es...? mierda, no sé. Esto está saliendo
mal.
La mano de Draco se posó sobre el muslo de Harry y lo palmeó
una vez.
—No,
no está saliendo mal. Sé lo que estás preguntando.
No, no quiero ser mujer. Fue excelente usar la poción TG,
pero nunca quise que fuera algo permanente. Solo hizo a Jolene más
real. Me gusta ser hombre y no pienso eliminar mis partes.
Harry rió.
—Bien,
porque realmente me gustan tus partes.
Harry pudo sentir que los hombros de Draco vibraban.
—Sí,
ya lo he notado. Sé que en mi oficina mencionaste que pensabas
que yo debía escoger y aceptar una parte sobre la otra, pero
no quiero hacer eso; en realidad, no puedo. Me gusta ser ambas.
Tenemos muchas cosas en común, pero Jolene y yo también
somos diferentes en varias otras. El problema, como yo lo veo, es
que tú no sientes mucha simpatía por mí, por
Draco.
—Un momento, no digas eso. Ni siquiera te conozco, excepto
las partes que Jolene y tú tenéis en común.
Está toda esa mierda del colegio, pero ambos hemos madurado
desde entonces. Al menos, eso espero.
Draco rió.
—Sí,
yo también.
—Bueno, esta será otra pregunta extraña, pero,
¿eres gay? Me refiero a si Draco es gay.
Draco alzó la vista hacia Harry, mirándolo con recelo.
—Sí,
pero todavía es virgen.
Harry estalló en carcajadas. Después de que se hubo
calmado, Draco continuó con su historia.
—Así
que mi secreto estaba a salvo, hasta una noche en que pensé
que estaba solo en el baño de prefectos. Jolene se había
arreglado para las malditas nueve de esa noche. Se había
pavoneado un poco por allí, luego se acostó en uno
de los bancos grandes e iba a satisfacerse con un consolador. A
esa edad ella ya era bastante sexual. Katie Bell entró en
la habitación. Agradecí que ninguno de los dos tuviera
sus varitas en las manos. Ambos gritamos y Jolene simplemente perdió
el control. Empezó a llorar y Katie vino y sentó junto
a ella. Katie se convirtió en mi única confidente.
De hecho, fue ella la que le enseñó a Jolene cómo
maquillarse para que no pareciera una putilla.
»No
tienes idea de lo horrible que fue saber que casi la había
matado. Jolene estaba furiosa y no se presentó hasta el verano,
cuando el Señor Tenebroso estaba en la mansión. Dios,
tuve que ser cuidadoso, pero era mi único escape. Desde que
vivo aquí, tengo la libertad de ser ambos. Le escribí
a Katie y nos reunimos en persona como dos años después
de que derrotaras al Señor Tenebroso. Nos convertimos en
buenos amigos, y Jolene y ella son las mejores amigas.
Harry no pudo resistirse al largo cabello platinado que tenía
bajo la barbilla. Inclinó la cabeza y besó las hebras.
—¿Y
qué pasó conmigo? ¿Cómo me involucré
yo?
—Todo eso fue obra de Katie. Jolene había estado jugando
con la poción TG y había follado unas cuantas veces
en las habitaciones del piso de abajo. Pero no había salido
muy bien, porque los tipos querían a alguien que fuera solo
mujer. Katie sabía que yo prefería ser hombre, pero
que me gustaba jugar como mujer, y me dijo que conocía al
tipo perfecto para mí, que era bisexual. Supe desde el principio
que eras tú, Harry, y lamento si te sientes engañado.
Estaba siendo egoísta porque sabía que era la única
relación en la que Jolene sería tan completamente
aceptada. Nunca planeé que esto llegara tan lejos. Jolene
se enamoró de ti y de pronto tuve que admitir que si ella
estaba enamorada, significaba que yo también lo estaba.
El corazón de Harry se aceleró cuando escuchó
esa confesión. Solo podía imaginar lo difícil
que esos años habían sido para Draco. Jolene estaba
bien, pero seguramente Draco había sufrido.
—Así que cuando llegué a tu oficina, buscaste
respuestas a las preguntas que Jolene no podía hacer. Y si
vuelves a llamarla "puta", te mataré.
Draco se rió y volvió su cabeza hacia Harry.
—Eso
también la mataría a ella, lo sabes.
Harry no pudo resistirse. Besó la respingada nariz de Draco.
—Esos
son detalles menores.
Draco no se giró esta vez, sino que miró a Harry directamente.
—No
fue hasta que hablamos que consideré que podía funcionar
que tuviéramos una vida juntos. Pensaba que tal vez podías
estar enamorado de Jolene, pero Katie no me decía si tú
te encontrabas con otros, y yo estaba furiosamente celoso pensando
que te habías ido de vacaciones con otra persona.
—Mierda, no, Draco. No he tocado a nadie desde nuestra primera
vez. ¿Cómo podría? ¿Por qué querría?
Dejé de creer que encontraría a alguien que pudiera...
bueno, ya sabes, ambos somos bastante pervertidos.
Draco acercó la mano a su boca y tosió.
—Sí,
creo que tienes razón sobre eso.
—Sin embargo, vi algunas cosas en el armario de Jolene que
me gustaría probar.
Los ojos de Draco se abrieron sorprendidos.
—Abriste
su ropero y...
—Draco, dejaste al Jefe de la División de Aurores en
tu casa. Por supuesto que eché un vistazo.
Harry jadeó cuando sintió la mano de Draco moverse
hacia arriba sobre su muslo, sobre sus pantalones, y se detuvo cuando
alcanzó su polla cubierta. Ni siquiera se había dado
cuenta de que su polla se había estado moviendo en esa dirección.
—¿Cuáles
te gustarían? —susurró Draco mientras apretaba
con su mano.
Harry dio un pequeño empujón y entonces besó
los labios que estaban tan cerca de los suyos. Sintió algo
diferente esta vez, la pasión permanecía allí
mientras sus lenguas se entrelazaban una con la otra pero allí
había más, era más íntimo. A estas alturas,
Jolene ya le habría abierto el pantalón, pero la mano
de Draco se tomó su tiempo explorando, como si estuviera
experimentando todo por primera vez. Se sentía bien, pero
la novedad de tener a Draco Malfoy haciendo y diciendole estas cosas
hacían que todo fuera extraño. Era más íntimo,
pero no podía evitar sentirlo más superficial.
—¿Qué fue lo que viste? —preguntó
Draco de nuevo, cuando finalizó el beso.
—Ahora que sé que eres virgen, estaba pensando que
los conos anales podían entrar en acción —dijo
Harry, con un guiño.
Los ojos de Draco se abrieron sorprendidos y sus fosas nasales se
dilataron. Harry se percató que de que lo había ofendido
de alguna manera.
—Esas son las cosas de Jolene. Yo necesitaré las mías
—bufó Draco, y giró la cabeza.
Entonces algo encajó. Harry se dio cuenta de que Jolene era
más que una persona imaginaria para Draco. Era más
profundo que eso, era como si los dos compartieran cuerpo y pensamientos
pero fueran dos personas diferentes, dos personalidades separadas.
Las piezas comenzaron a caer en su sitio, allí había
más de lo que Draco estaba diciendo. Jolene y Draco eran
dos personas diferentes. Harry sacudió la cabeza, sabiendo
lo que eso significaba. Algo había pasado en la niñez
de Draco, algo tan terrible que Jolene había sido creada
para ayudar al joven Draco a lidiar con eso.
Harry se aclaró la garganta. Sus dedos acariciaron su brazo.
—Otra
pregunta extraña: Draco, ¿alguna vez has consultado
a alguien sobre Jolene? ¿Un profesional... un...?
Draco lo miró de nuevo.
—Un
terapeuta, Harry, puedes decirlo. Sí, mi madre me llevó
a ver uno cuando tenía cinco y luego yo consulté a
otro cuando terminó la guerra.
—¿Y qué te dijeron?
—No tengo ni idea de lo que dijo la que visité cuando
era niño. Sé que la ví un par de veces, entonces
mis padres tuvieron una pelea espectacular y nunca más me
llevaron de nuevo. El último dijo que tenía personalidad
dividida pero que nunca había visto un caso en donde estuviera
tan desarrollada o que conviviera tan bien con la personalidad hospedera.
No tengo períodos en blanco como la mayoría de personas
que padecen el Trastorno de Identidad Disociativa. Yo sé
todo lo que hace Jolene y apruebo todo lo que ella hace. No es así
a la inversa. Ella odiaba al Señor Tenebroso y me odiaba
a mí por todo lo que pasó en mi sexto año en
Hogwarts. Como ya te dije, desapareció después de
que Katie casi muriera. Ese fue el segundo peor año de mi
vida, me sentía vacío sin ella, como si se hubiera
ido una parte de mi alma. El siguiente año se llevó
el premio como el peor año, aunque no tenía nada que
ver con Jolene. Bueno, ¿ya estás oficialmente asustado?
Harry mantuvo el contacto visual sabiendo que sus palabras debían
ser moderadas.
—No,
solo me ayuda a saber. Todavía necesitaré de tu guía
y de la de Jolene, si no quiero estropearlo todo tan estrepitosamente
como hace un momento —inspiró profundamente cuando
vio que Draco asentía casi imperceptiblemente.
—Es comprensible. Lo primero que debes saber es que lo que
Jolene hace y siente es muy cercano a lo que yo hago y siento. Sin
embargo, si tienes que discutir algo serio, debes hablar conmigo.
Yo fui quien la forcé a decírtelo todo anoche, ella
no quería.
Harry asintió comprendiendo.
—Así
que de allí venía el llanto.
—Exactamente, actuó en contra de sus deseos, pero no
creo que eso vuelva a suceder, ahora que ya sabes sobre mí.
—¿Pero qué sucedió con la voz? Quiero
decir, tu voz.
—Sí, bueno, a veces nos fusionamos más de lo
que deberíamos.
—¿Dijo algo el terapeuta sobre fusionaros a los dos?
Draco cerró los ojos.
—¿Eso
es lo que quieres? ¿Es demasiado para ti?
La vulnerabilidad de la situación de Draco y Jolene hizo
que a Harry le doliera el alma. Lo besó ligeramente en los
labios otra vez.
—No,
Draco, estoy preguntando si eso es lo que tú quieres. Siempre
supe que Jolene eran dos personas. Admito que es diferente a lo
que pensaba que estaba sucediendo, pero no es demasiado.
—No pueden hacerlo, pero algo sucedió cuando yo era
muy pequeño y mi memoria fue borrada con un Obliviate.
Mis padres tampoco saben qué sucedió, y también
se comprobó que ellos sufrieron de un Obliviate
una vez. Asumo que debe estar relacionado. En fin, que la integración
no puede llevarse a cabo a menos que la memoria sea recuperada y
yo pueda superarlo. Como te dije, Jolene ha estado conmigo desde
que tengo uso de razón.
Solo se escuchaban los sonidos del Londres muggle. Ambos se quedaron
mirando hacia la ventana, aparentemente tratando de procesar todo
lo que habían admitido, pero también lo que habían
aceptado.
—Gracias por decirme todo esto, Draco —susurró
finalmente Harry. Gentilmente, le dio un beso en la mejilla que
tenía más cerca. Draco permaneció en silencio.
—Tengo que irme dentro de poco —dijo Harry—. Todavía
tengo que hablar con Kingsley y hacer algunos recados antes de estar
listo para esta noche.
—Está bien —farfulló Draco.
Harry negó con la cabeza y suspiró.
—Draco,
mírame.
Los ojos grises no eran fríos, como esperaba, sino que revelaban
temor, casi miedo por lo que estaba por decirse.
Harry sonrió tratando de aliviar un poco la tensión.
—Así
que, ¿qué es lo que quieres que pase? ¿Quieres
que te corteje? ¿Que tengamos citas? ¿Que viva contigo?
¿Qué?
Draco cubrió un gran bostezo con su mano. Harry suprimió
una risa, pues sabía que era la forma de Draco de encubrir
la sensación de alivio que lo embargaba.
—No sé. Nunca antes tuve una relación —dijo
Draco. Harry no podía creer que realmente se sintiera feliz
de escuchar otra vez ese tono arrogante—. Pansy fue un desastre,
pero necesario. Creo que fue para probarme a mi mismo que era gay.
Sé que Jolene vota para que la lleves a cenar y a bailar.
Yo estoy bien con un partido de quidditch o con ir a un pub. Tampoco
me importaría quedarme en casa. Sin embargo, sé que
a los dos nos gustaría tenerte cerca, tanto como nos sea
posible. ¿Qué quieres tú?
Harry se rió.
—He
rehuído las relaciones desde mucho tiempo antes de conocer
a Jolene. Como sabes, intenté la vía de las chicas,
y Ron y yo casi nos dimos de golpes después de que Ginny
y yo termináramos. Ella fue lo más cerca que estuve
de tener una relación, y fue hace más de diez años.
—¿Puedo preguntar qué sucedió?
—Claro, y creo que solo tú y Jolene seréis los
únicos que realmente lo comprenderéis. Yo quería
tener sexo anal pero ella no. Cuando tuve claro que eso nunca iba
a pasar, me di cuenta de que no estaba listo de aceptar el tipo
de compromiso que ella quería, sin haber experimentado algunas
de mis fantasías. Ella trató de complacerme con un
par de ellas, pero fue un completo desastre. No estaba listo para
vivir mi vida solo teniendo fantasías y preguntándome
por los "y si..."
Draco bostezó de nuevo.
—¿Cansado?
—Sí, un imbécil mantuvo a Jolene despierta hasta
las tres de la madrugada, y luego el mismo imbécil durmió
toda la mañana mientras yo tenía que irme a trabajar.
—Debo irme. ¿Por qué no te echas una siesta
y regreso alrededor de las siete? Yo escogeré el lugar, y
no protestes, Malfoy, que conozco algunos lugares muy buenos.
Mientras Harry se desaparecía de la habitación, vio
cómo Draco se levantaba del sofá. Pensó que
probablemente estaría dormido en menos de cinco minutos.
Se preguntó cómo sería estar acostado junto
a él.
*****
Harry bostezó por tercera vez mientras se servía el
café del lunes por la mañana. Tenía que encontrar
la manera de organizar mejor sus actividades después del
trabajo o muy pronto sería despedido. Probablemente si tuviera
dieciocho no estaría tan acabado, pero Jolene lo mantenía
despierto hasta bien entrada la noche. Harry bufó: bien entrada
la madrugada, más bien. No podía recordar si en la
última semana había tenido alguna noche con al menos
seis horas de sueño. Él y Jolene habían salido
a cenar y a bailar por el Londres muggle. Después de algunas
miradas extrañadas, la mayoría los ignoraba. Jolene
estaba segura de que era porque sabían ella era un hombre.
Harry decididamente lo dudaba y le dijo que probablemente eran los
zapatos. Era demasiado alta. Él se rió la siguiente
vez, porque llevó zapato bajo. Había momentos en que
él podía ver a Draco en su apariencia y actitudes,
pero Jolene caminaba, hablaba y actuaba de manera más femenina
que la mayoría de brujas que él conocía. Su
maquillaje era perfecto, con la cantidad apropiada de base, sombras
y colores, su nariz y barbilla parecían más pequeñas,
y sus ojos y labios más definidos. Harry siempre quedaba
impactado por lo bella que era.
Siempre tenían sexo cuando volvían a casa. Jolene
siempre lo molestaba con eso de que había metido las narices
en el escondite de sus juguetes y en las noches pasadas siempre
había insistido con que probaran algunos de los nuevos. Deseaba
que Draco se mostrara con más frecuencia, porque solo lo
veía cuando ambos se preparaban para ir a trabajar y el ambiente
todavía se sentía un poco incómodo. Harry todavía
no estaba seguro si oficialmente se había mudado al apartamento
de Draco, o si él y Jolene simplemente estaban en una época
lujuriosa de su relación. Jolene estaba emocionada con el
hecho de salir y disfrutar del mundo, al menos del mundo muggle.
Esta noche iba a salir con Draco a un pub. Harry había insistido,
cuando se despidió de él esa mañana. Estaba
asombrado por la capacidad de Draco para levantarse tan temprano
y entrar en funcionamiento sin necesidad de dormir mucho. Cada mañana,
se había levantado al menos media hora antes que Harry.
Estaba más nervioso por la salida de esta noche con Draco
que por haber invitado a salir a Jolene las noches pasadas, pero
él quería que esta relación también
funcionara. Al final, sabía que sería su relación
con Draco lo que haría que tuvieran una vida juntos.
El escándalo que había precipitado todo esto se había
aplacado en la opinión pública, para ser reemplazado
por otro que incolucraba a una banda, Los Dementores, que habían
sido sorprendidos con una poción alucinógena ilegal.
Ron entró en la habitación con una sonrisa mucho más
grande de la que le había visto en mucho tiempo. Hermione
iba a dejar el trabajo cualquier día e incluso Harry se estaba
poniendo ansioso por conocer al nuevo hijo de la pareja. Adoraba
a Rose y estaba seguro que la llegada del nuevo niño haría
que la familia estuviera completa.
—Maldición, Harry, ¿por qué no me contaste
la razón por la que estuviste arrastrando el culo la semana
pasada?
Harry levantó la vista hacia Ron, quien se estaba sirviendo
su café.
—¿Qué?
—¿No me digas que no has visto El Profeta esta mañana?
Oh, espera, apuesto a que gateaste desde su cama y por poco lograste
llegar aquí.
Hannah caminó hacia él y puso la edición del
día frente a Harry. Los comentarios estaban siendo sustituidos
por algunas risas.
—¡Mierda! ¡Malditos bastardos! —gruñó
Harry en voz alta, cuando vio las fotografías de Jolene y
él en la primera plana del periódico. Aparecían
bailando, besándose y caminando tomados de la mano.
—¿Cuál es el problema, colega? Es una bomba,
¿es muggle? Por que sé que recordaría haber
visto a una bruja rubia y alta en Hogwarts.
Lo último hizo que Harry se riera de manera disimulada. Los
ocupantes en la habitación le observaban, esperando algunas
noticias. Ninguno de ellos recordaba haber visto a Harry teniendo
citas con alguien antes.
Harry sorbió su café y bajó su taza.
—Comencemos
—dijo en voz alta.
Todos los aurores gruñeron porque no iba a decirles nada.
Harry levantó El Profeta, lo apuntó con su varita
y lo desapareció.
—Mi
vida personal, es eso: personal. Si me doy cuenta de que alguno
de ustedes habla sobre ella en los periódicos, habrá
consecuencias. Hay muy buenas razones por las cuales estábamos
en el Londres muggle, y la mayoría tienen que ver con tener
un poco de privacidad, para que esto suceda. Fin del asunto, compañeros.
Está bien, ¿hay avances sobre dónde compraban
Los dementores sus pociones?
Dawlish se puso de pie.
—Estaba
en una reunión con el vocalista y su abogado hace como media
hora, cuando cayó desmayado en el suelo. Ni siquiera el equipo
de medimagos pudo hacer que recobrara el conocimiento, y fue llevado
a San Mungo. Parecía pura basura.
—Dawlish, ¿de quién estás hablando? ¿Del
vocalista o del abogado? Realmente espero que tus notas sean más
coherentes que eso —criticó Harry. Los otros aurores
le miraron impactados. Rara vez veían que Harry le llamara
la atención a un auror, especialmente si era uno de los antiguos.
En privado, sí, pero no en público.
—Uh, um, el abogado, señor.
Harry miró hacia el techo y contó hasta diez. Todos
los que estaban en la habitación podían sentir la
tensión que emanaba de él.
—Merlín,
Dawlish, ¿quién demonios era?
—Draco Malfoy, señor. Estaba haciendo su diatriba usual
sobre que estábamos reteniendo a su cliente... señor,
¿se encuentra bien?
Harry estaba temblado, con su mente corriendo a mil, tenía
que salir de allí e irse a San Mungo. Se volvió hacia
Ron.
—Hazte
cargo —le ordenó, y se desapareció.
*****
Harry se apareció justo frente al mostrador de recepción,
asustando a los que estaban haciendo fila. Estaba como loco y con
su varita fuera de su sitio.
—Draco
Malfoy, ¿dónde se encuentra? —preguntó
a la pesada bruja que estaba ayudando a los que llegaban con enfermedades
mágicas.
—Lo siento, señor, pero tendrá que esperar su
turno —dijo ella con un tono y una sonrisa insípida.
Harry se inclinó sobre el mostrador.
—Escuche,
soy el Jefe del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica
y necesito saber dónde está él ahora
—dijo bruscamente.
—Tercer piso, habitación 342.
—Gracias —dijo, y se desapareció.
Llegó a una habitación con la puerta cerrada y pudo
escuchar voces discutiendo en voz alta, y reconoció una de
ellas al instante. Dentro también había un llanto
histérico. Abrió la puerta e irrumpió en el
interior. Inmediatamente, la habitación se sumió en
el silencio y cuatro pares de ojos se quedaron observándolo.
—¿Qué demonios, en el nombre de Merlín,
está haciendo aquí? —soltó Lucius Malfoy.
Harry rápidamente recorrió con la vista la pequeña
habitación. Draco estaba en la cama, vestido con una bata
de San Mungo, curvado en posición fetal y mirando hacia la
pared. Lucius y Narcisa Malfoy estaban de pie junto a la cama. Lucius
parecía furioso y Narcisa decaída. El medimago del
equipo del Ministerio y el sanador del hospital estaban frente a
los Malfoy. Ambos parecían completamente frustados y enojados.
Harry contó hasta diez por segunda vez en esa mañana.
Su mente trabajaba aceleradamente para esclarecer cómo lidiar
con la situación. Su principal preocupación era averiguar
cómo estaba Draco y qué era lo que le sucedía.
—Me
enteré de lo que pasó en el Ministerio y estaba preocupado
porque uno de mis aurores estaba allí —dijo Harry,
tratando de que eso satisficiera a Lucius.
—Ya veo, salvando su culo. Bueno, esto no es algo que haya
hecho su auror, así que retírese, por favor. Es un
asunto familiar —dijo Lucius, mientras levantaba su bastón
y apuntaba hacia la puerta con él.
—No te vayas —llegó una voz suplicante desde
la cama.
Harry no pudo soportarlo, era la voz de Jolene. A la mierda tratar
de mantener oculta su relación con Draco. Caminó hacia
la cama, abriendose paso entre los cuatro. Puso su mano sobre ella
y se inclinó.
—¿Qué
sucede, Jolene? —susurró en su oído.
La respuesta fue un sollozo desgarrador.
—Vamos, amor, tienes que decírmelo —susurró
de nuevo.
—No permitas que lo hagan, Harry, por favor. No permitas que
lo hagan —suplicó entre lágrimas.
—Señor Potter, aléjese de mi hijo. Si no llamaré...
Harry se irguió y se giró para encarar a Lucius Malfoy
y luego a los médicos.
—¿Qué
le sucede a Draco?
—Esa es información confidencial, señor Potter.
Sin su consentimiento... —comenzó el sanador pero fue
interrumpido por los gritos de Jolene.
—Dígaselo, por Dios, ¡dígaselo!
Narcisa se acercó sobre Draco y acarició el rubio
cabello, húmedo de sudor.
—¿Estás
seguro, amor?
—Sí, mami, por favor.
Harry escuchó a Lucius sisear con disgusto por el uso del
término.
Narcisa tomó a Harry por el brazo y lo condujo cerca de la
puerta.
—Señor
Potter, aparentemente Draco estuvo envuelto en la situación
mencionada en los periódicos hace unas semanas. Está
embarazado... colapsó porque está exhausto.
Harry se apoyó contra la puerta, agradecido de que estuviera
allí.
—¿De
cuánto tiempo?
—Tres meses —susurró ella—. El sanador
y el medimago quieren que aborte porque están preocupados
por la vida de Draco. No saben si podrá sobrellevar todo
el embarazo.
—¿Y Draco no quiere hacerlo? —preguntó
él también en un susurro.
Narcisa se inclinó más cerca de Harry.
—Aceptó
al principio, pero entonces, cuando lo llevaban a otra habitación
para hacer el procedimiento, se puso histérico y no ha dejado
que nadie lo toque.
Harry miró a los ojos de la mujer que una vez salvó
su vida porque estaba desesperada por salvar la de su hijo. Se preguntó
cuánto sabía ella sobre Draco. Cuánto mantenía
fuera del conocimiento de Lucius.
—Narcisa,
¿cuánto conoce a su hijo?
Ella lo miró de manera inquisitiva, sus ojos tratando de
descifrarlo. Tocó su brazo y esta vez lo agarró con
fuerza.
—Usted
lo sabe —dijo suavemente.
Harry le ofreció una sonrisa.
—Sí,
lo sé, y no es Draco quien está en la cama, ésa
es Jolene.
La ya pálida piel del rostro de Narcisa se volvió
de un blanco fantasmal. Harry puso sus manos en sus brazos esta
vez, para estabilizarla.
—Necesitamos
hablar, señora Malfoy. Solo usted, Jolene y yo. Verá,
yo soy el padre.
—¡Merlín! —dijo ella tan suavemente como
pudo, dada la reciente noticia y sus repercusiones. Vio algo en
su rostro que solo había visto antes una vez, y fue en Molly
Weasley cuando se enfrentó a Bellatrix Lestrange. Rápidamente
comprendió que ella estaba dispuesta a proteger a su hijo.
Narcisa Malfoy se volvió hacia los otros tres magos, que
continuaban sumergidos en sus discusiones.
—Solo
diré esto una vez —anunció severamente—.
Deben salir de la habitación, inmediatamente. El señor
Potter, mi hijo y yo discutiremos la situación en privado.
Lucius puso los ojos en blanco.
—Narcisa
—dijo, de manera cansina y demasiado condescendiente para
el gusto de Harry, y aparentemente, también del de Narcisa.
Ella lo miró ferozmente y levantó su varita.
—Lucius,
sal de aquí ahora. Permití que tuvieras la última
palabra sobre Draco en el pasado, pero ya no más. Vete y
hablaremos después.
Lucius miró hacia su esposa, pareciendo como si quisiera
maldecirla por regañarle frente al grupo, pero no lo hizo.
—Bien,
pero vamos a discutirlo después, Narcisa.
—Bien —replicó ella a su vez—. Ahora vete.
Ustedes dos también —dijo, apuntando con su varita
al sanador y al medimago.
En cuanto estuvieron fuera, Harry se sentó en la cama y puso
su mano en el hombro de Jolene y la acarició.
—Jolene,
se han ido. Solo estamos tu madre y yo. Ella ya lo sabe, amor. Está
bien.
Lentamente, ella se giró. A Harry se le encogió el
corazón al ver su nariz y sus ojos enrojecidos. Sacó
su pañuelo y secó sus lágrimas. Jolene se sentó
y se aferró a él. Narcisa, de pie cerca de ellos,
parecía preocupada y abrumada a partes iguales.
—Harry, no permitas que maten a nuestro bebé, por favor
—suplicó.
Harry la abrazó con fuerza.
—Jolene,
realmente necesito hablar con Draco sobre esto. Tú conoces
las reglas, él es quien toma este tipo de decisiones. Las
que les afectan a ambos.
—Santo Dios —susurró Narcisa, y se dejó
caer en la silla que estaba junto a la cama.
—Pero Harry, él va a permitirlo, sé que lo hará,
y simplemente no puede hacerlo. Eso lo matará.
Harry quitó las húmedas hebras de cabello de su cara.
—¿Qué
quieres decir con que lo matará?
—No puedo decírtelo —sollozó, y comenzó
a llorar de nuevo.
Harry besó su cabeza y su rostro.
—Jolene,
déjame hablar con Draco. Te prometo que si hay alguna manera
de salir de esto sin dañarte a ti, a Draco ni al bebé,
haré todo lo que esté a mi alcance por encontrarla.
Te lo juro, Jolene, te lo juro —imploró a su vez.
Jolene levantó su cabeza y miró hacia Narcisa.
—Mami,
¿me lo prometes tú también?
Narcisa se inclinó hacia adelante y palmeó a Jolene
en la rodilla.
—Sí,
Jolene, yo también te lo prometo.
Harry nunca había estado presente cuando tenía lugar
la transformación. Lo más cercano que había
experimentado fue cuando la voz de Draco salió de Jolene
la primera noche. Usualmente se iba a dormir con Jolene y se despertaba
con Draco, y ambos se preparaban para irse a trabajar. Le sorprendió
ver que allí realmente había un cambio físico:
repentinamente los músculos parecían combarse bajo
la piel, el rostro se volvió severo y el cuerpo que estaba
sosteniendo se volvió más masculino. Harry miró
brevemente hacia Narcisa, para ver cómo lo estaba soportando.
Parecía completamente impactada. Cuando Harry volvió
su mirada nuevamente, Draco lo estaba mirando. Éste se alejó
de Harry, pero permitió que continuara con su brazo en su
espalda.
—Madre, gracias por quedarte —dijo Draco, agradecido—,
esto debe ser traumático para ti.
Narcisa mantuvo su cabeza en alto y le dedicó una débil
sonrisa.
—Sí,
Draco, pero soy tu madre y estaré a tu lado mientras dure
esta situación.
Draco miró a Harry y sonrió.
—Somos
una familia bastante formal. Eso es práctico para manejar
situaciones como esta.
Harry se rió y momentáneamente estuvo aliviado al
escuchar el sarcasmo de Draco.
—Bueno, Potter, ¿qué diablos piensas hacer?
Jolene está metida en problemas y tú eres el responsable.
Harry tosió, repentinamente el sarcasmo de Draco ya no era
tan apreciado.
—Draco, el señor Potter se ha comportado como un completo
caballero, tus comentarios están de más —lo
reprendió Narcisa.
Draco bufó.
—Lo
sé, solo le estoy molestando. Ya en serio, Jolene nunca antes
se había impuesto de esa forma. Nunca —dijo Draco,
mirándoles a ambos, a Harry y a su madre.
—Draco, ella dijo que si tú abortabas al bebé,
eso te mataría. ¿Sabes qué quiso decir con
eso?
Draco sacudió la cabeza.
—No,
pero sé que realmente lo cree, lo que significa que una parte
de mí desconoce algo que ella sí sabe. Pero no me
dirá lo que es.
—¿Piensas que está relacionado con la forma
en que ella se creó?
—No lo sé —dijo Draco, y luego miró hacia
Narcisa—. Madre, ¿tú lo sabes?
Narcisa cerró los ojos brevemente y pudo ver que su barbilla
comenzaba a temblar. Solo esperaba que no comenzara a llorar.
—Podría
ser —respondió.
—Narcisa, ¿qué es lo que usted sabe? ¿Cómo
se creó Jolene? ¿Cómo obtuvo su nombre?
Draco se estremeció y pareció confundido.
—¿Qué sucede? —preguntó Harry.
Draco negó con la cabeza.
—No
lo sé, pero algo de lo que dijiste me afectó. No sé
cómo obtuvo Jolene su nombre.
—Era la muñeca de Violeta.
Ambos giraron su cabeza para ver a Narcisa.
—¿Quién es Violeta? —preguntó Draco.
Narcisa se mordió el labio inferior, Harry pensó que
suguramente iba a mordérselo hasta sangrar.
—Violeta era tu hermana, Draco. Era tu gemela.
Harry no estaba seguro de cómo Narcisa había llegado
a decir esas palabras, porque parecía petrificada.
—¿Mi hermana? —preguntó Draco con incredulidad.
Narcisa asintió.
—Sí,
murió seis semanas después de su primer cumpleaños.
Había recibido a Jolene como regalo. Amaba esa muñeca.
Se la había dado la madre de Lucius y la muñeca podía
moverse y caminar —dijo Narcisa, y luego, tal como Harry había
temido, comenzó a llorar—. Algo que Violeta no podía
hacer —gimoteó.
Draco se puso de pie, caminó hacia su madre y se arrodilló
a su lado. La envolvió con sus brazos, mientras derramaba
sus lágrimas.
Harry permaneció sentado en la cama, boquiabierto. La situación
había ido de mal a peor. Su mente estaba inundada de preguntas,
teorías y conspiraciones, y necesitaba más respuestas.
—Narcisa, lo lamento, pero dada la urgencia, necesito hacerle
unas preguntas más.
Narcisa asintió y levantó su rostro. Se limpió
las lágrimas.
—¿Qué le pasaba a Violeta? ¿Cómo
murió? ¿Estaba Draco en la habitación?
Draco se puso de pie, se colocó detrás de su madre
y puso las manos en sus hombros.
Harry suprimió una sonrisa, reconociendo el gesto protector.
—Violeta nació inválida. No hubo nada que los
sanadores de esa época pudieran hacer. Trataron de quebrar
sus huesos y arreglarlos. Fue horrible. Incluso hicieron desaparecer
los huesos y hacerlos crecer con poción Crece-Huesos, pero
siempre crecían horriblemente deformados. No sé cómo
murió. Lucius y yo teníamos visita en otra habitación
y repentinamente escuchamos a Draco llorar muy fuerte. Dobby vino
y nos dijo que Violeta estaba herida. Cuando llegamos a la habitación,
ya estaba muerta. Draco estaba bajo la mesa, histérico y
abrazando a Jolene.
Harry escuchó cada palabra, tratando de descubrir qué
le faltaba a la historia, qué era lo que Draco le había
contado. El hechizo, Obliviate, se adelantó a sus
pensamientos.
—Draco
me dijo que el terapeuta había diagnosticado que había
sufrido un Obliviate, y que usted y Lucius también.
Draco entrecerró lo ojos. Y Harry supo que tal vez había
cruzado la línea de lo que era un secreto y lo que no lo
era, pero lidiaría después con el enojo de Draco.
—Sí, es verdad. Imagino que la situación fue
horrible para todos nosotros y que el sanador debió haberlo
realizado.
Harry negó con la cabeza, sabiendo que eso no era probable.
Los sanadores no usaban el Obliviate en adultos para evitar
su dolor. No, allí había algo más, alguien
más lo había hecho.
—¿Quién
estaba en la casa? ¿Con quién estaban hablando?
Narcisa se congeló y miró a Harry. Pudo ver cómo
se concentraba, tratando de encontrar ese recuerdo. Eso no estaba
bien, pensó, debería recordar exactamente todo lo
sucedido en el día en que su hija murió.
—No lo sé —dijo, sonando confundida por su propia
respuesta.
—Draco —dijo Harry—. ¿Puedes llamar a tu
padre para que se una a nosotros?
Draco miró hacia abajo, a la ropa que llevaba puesta y luego
miró de nuevo a Harry.
—No,
no saldré con esto.
Narcisa rió y Harry se rió con ella, lo que momentáneamente
alivió la tensión.
—Bien, yo lo haré —dijo Harry. Se puso de pie
y pasó junto a Draco—. Sabes que me casaré contigo,
¿verdad? —susurró mientras palmeaba su estómago
y entonces, a pesar de toda la situación, caminó sonriendo
hacia la puerta.
—Imbécil —le dijo Draco cuando cerraba la puerta.
Harry no tuvo que caminar muy lejos. Lucius estaba sentado en la
sala de espera del pasillo, mostrando la expresión severa
que Harry siempre le había visto. Nadie estaba cerca y Harry
asumió que probablemente él los asustaba lo suficiente
como para mantener alejados a los demás.
—Señor Malfoy, necesitamos hablar con usted.
—¿Qué? ¿Ahora sí estoy autorizado
a escuchar lo que mi hijo tiene que decir, señor Potter?
Porque no toleraré...
—Ahórreselo, Malfoy. Este no es el momento ni el lugar.
Usted entrará allí y será un soporte para su
esposa y su hijo. Un movimiento en falso y le juro que lo maldeciré
hasta el infinito. Y antes de que diga nada más, sé
que ama a su familia, así que por favor, muestre en este
momento la preocupación que yo le ví una vez hace
diez años.
Lucius se puso de pie.
—Muy
bien.
Harry se detuvo a medio pasillo, Lucius casi chocó contra
él.
—Espere
—dijo Harry—, quédese justo aquí. No entre
a la habitación sin mí.
—Como usted desee, auror Potter —siseó Lucius,
conteniendo el aliento.
Harry caminó rápido por el pasillo buscando a un sanador,
abordando al primero que vio.
—Soy
Harry Potter, Jefe del...
—Sé quien es usted, señor Potter. ¿Qué
puedo hacer por usted?
—Necesito que me envíen inmediatamente un pensadero
a la habitación de Draco Malfoy.
El sanador miró a Harry con interés.
—Muy
bien —respondió.
Harry regresó para encontrar que Lucius no se había
movido de su lugar. Entró primero a la habitación
y estuvo complacido de encontrar a Draco de nuevo en la cama, recostado.
Narcisa estaba sentada a su lado, acariciando su espalda. Harry
se encontró celoso de no ser él quien le hiciera esa
caricia.
Harry le señaló la silla a Lucius. Le explicó
ciertas partes de lo que habían discutido antes y no se detuvo
para que Lucius hiciera preguntas. Harry dejó fuera muchos
de los detalles de Jolene y Draco, así como que él
era el padre del bebé, pero se dio cuenta de que el padre
de Draco estaba al tanto de mucho más de lo que éste
pensaba. Mientras repasaban la situación, un pensadero se
materializó en la habitación. Después de unos
pocos minutos, Harry hizo la pregunta que necesitaba responder.
—Así que, señor Malfoy, ¿quién
estaba en su casa ese día?
Lucius parpadeó repetidamente y luego miró hacia Narcisa,
por si ella le ayudaba con ese recuerdo. Narcisa sacudió
la cabeza.
—No,
señor Potter, no puedo decirle quién estaba en mi
casa ese día.
—Harry, ¿por qué tienes un pensadero si nadie
puede recordar? No se puede revertir un Obliviate, ¿o
sí? —preguntó Draco. Harry estaba complacido
de que Draco aparentemente estuviera relajado y pareciera disfrutar
de la atención de su madre.
—No, Draco, no puedo, pero creo que hay alguien que sí
recuerda. Si estoy en lo correcto, el trauma de lo que viste ese
día dividió tu personalidad antes de que recibieras
el Obliviate.
—¿Jolene lo sabe?
Harry asintió.
—Eso
creo, Draco. No creo que ella pueda compartir el recuerdo contigo
a causa del hechizo. La cuestión es si ella aceptará
compartir su memoria con nosotros. ¿Puedes preguntárselo?
Creo que puede ser la clave de lo que le sucedió al bebé.
—Harry, probablemente quieras venir aquí. Ella querrá
tenerte cerca. Le tiene miedo a mi padre —dijo Draco. Lucius
permaneció en silencio, pero Harry lo observó con
el rabillo del ojo. Se preguntó cuándo había
sido la última vez que Lucius había visto a Jolene,
además de su histérica aparición de hacía
un momento.
Harry se acercó a la cama. Narcisa se puso de pie y Harry
tomó su lugar. Se inclinó hacia adelante y besó
a Draco en la mejilla.
—Lamento
lo de esta noche —susurró en su oído. Draco
le dedicó una pequeña sonrisa y besó a Harry
en los labios. Se sonrieron uno al otro cuando escucharon toser
a Lucius.
Con asombro, todos vieron la transformación de Draco en Jolene.
Una vez más, Harry observó la reacción de Lucius,
listo para intervenir si era necesario. Jolene parpadeó y
sonrió a Harry y luego a Narcisa. Se encogió cuando
vio al hombre sentado en la silla.
—Harry
—dijo, sonando tan aterrorizada que lo sobresaltó.
Aparte del par de crisis que había presenciado, siempre había
considerado a Jolene como alguien perfectamente capaz de defenderse
a sí misma.
—Está bien, Jolene. Está aquí para ayudar.
¿No es así, señor Malfoy? —dijo Harry
intensamente, sus ojos moviéndose de Jolene a Lucius.
—Así es —dijo Lucius, en un tono imperturbablemente
templado.
Jolene miró de nuevo a Harry. Él se inclinó
y la besó suavemente, y a diferencia de Draco, el beso se
volvió más entusiasta. Harry sabía que era
la forma de Jolene de probar a Lucius Malfoy. Había estado
escondida durante tanto tiempo que se estaba rebelando a su propio
estilo. Harry esperó a que terminara el beso, y luego la
besó en la nariz antes de echarse hacia atrás. Esta
vez no pudo mirar hacia Lucius, porque estaba seguro de que se reiría
de la expresión horrorizada que seguramente tenía
el hombre.
—Jolene, sabes lo que voy a pedirte, ¿verdad?
—Sí, Harry, lo sé, pero todavía tengo
miedo por Draco.
Harry acarició su rostro con gentileza.
—Sé
que lo tienes, y yo también. Sabes que os protegeré
a ambos lo mejor que pueda. Solo voy a poner mi varita en tu sien
y luego dejarás salir ese recuerdo. Se sentirá un
poco extraño, pero creo que te gustará —añadió
con un guiño. Ella le sacó la lengua, y en otra ocasión,
él se habría agachado para succionársela. Pero
en vez de eso, puso su varita en su sien y la hebra plateada del
recuerdo se enredó en la punta conforme iba saliendo. Cuidadosamente,
lo levantó y lo colocó en el pensadero.
Lucius y Narcisa permanecieron en silencio, pero ambos miraron hacia
el cuenco de mármol con expresiones de aprensión.
Harry no podía culparlos: dado su pasado, nadie sabía
qué iban a encontrar allí. ¿Qué descubrirían
con ese recuerdo? Regresó junto a Jolene.
—Eso
ha estado perfecto —dijo, y le dio un beso en la frente—.
Ahora, Jolene, necesitamos a Draco para ver el recuerdo. Prometo
que te compensaré por esto.
—Yo elegiré —dijo ella con una sonrisa irónica.
Harry suspiró siguiéndole el juego.
—Asumo
que eso puede arreglarse.
*****
Harry tomó la mano de Draco y Lucius la de Narcisa, cuando
los cuatro cayeron en el cuarto de juegos, las paredes pintadas
con imágenes de criaturas mágicas. Dragones descendían
del cielo y unicornios corrían a través de las verdes
colinas. Sin embargo, su atención estaba en los dos niños
en el centro de la habitación: un niño que todavía
daba sus pasos inseguros y una niña, que estaba sentada y
que reía en dirección a su muñeca. La muñeca
caminaba detrás del niño, quien estaba tratando de
alejarse. Los dos niños no podían ser más parecidos.
Un jovencísimo Lucius caminó por la puerta y levantó
a su hija, le dio un abrazo y la besó por toda la cara. Ella
se rió y le devolvió los besos. La puso de nuevo en
el suelo con gentileza y entonces levantó a su hijo. Lo abrazó
fuerte y lo besó en la mejilla.
—Ahora,
compórtate —le susurró a su hijo en el oído—.
Violeta, papi tiene que llevarse a Draco durante unos minutos. Lo
traeré de regreso —la pequeña miró hacia
su padre y le dijo adiós con la mano.
Los cuatro observadores se miraron unos a otros preguntándose
qué hacer ahora. Harry reconoció los signos de que
la escena se estaba disolviendo y los dirigió hacia la puerta.
Siguieron a Lucius y a Draco por el pasillo, que tres de ellos conocían
tan bien. Harry no pudo evitar mirar a las pinturas y a las habitaciones
a las que podía echar una ojeada mientras pasaban. Terminaron
en una habitación que Harry conocía demasiado bien.
Miró hacia el candelabro que un día se vendría
abajo. Saltó cuando escuchó la voz que lo había
perseguido en su juventud.
—Ah, Lucius, este es tu hijo, Draco. Que nombre tan fino.
Ahora, ¿dónde está tu hija? Bellatrix me ha
contado mucho sobre ella. Algunas veces me pregunto si realmente
existe, porque nunca la mencionas.
—Mi señor, mi hija está enferma y no deseo que
sea expuesta a mis invitados.
La siniestra risa sacudió a Harry hasta lo más profundo.
—Lucius,
me conoces demasiado bien como para mentirme. Ahora deseo conocer
a tu hija. ¿Violeta, no es así?
—Sí, mi señor, su nombre es Violeta. Estaré
encantado de presentársela en un futuro, pero como le dije...
—¡Crucio! —dijo Voldemort y Lucius cayó
al suelo, al mismo tiempo que trataba de proteger a Draco. Narcisa
corrió hacia ellos y levantó a un lloroso Draco, ya
que había sido alcanzado por el hechizo. Sus manos temblaban
cuando trataba de sostenerle cuando se movía por el horrible
dolor. El tormentoso hechizo finalizó y sin hacer otro intento
de disuadir a Voldemort, Narcisa y Lucius llevaron al Lord Tenebroso
al cuarto de juegos de los niños. Dobby estaba jugando con
la pequeña, que estaba feliz tirando de sus orejas.
Narcisa dejó a Draco junto a su hermana, y se inclinó
y palmeó tratando de calmarlo. Dobby se desapareció
de la habitación.
—Mi señor, ella es mi hija Violeta. Como puede ver,
no se encuentra bien.
Voldemort se paseó alrededor de los niños.
—¿Qué
es lo que temías que hiciera, Lucius, cuando descubriera
que tu hija es deforme?
—No lo sé, mi señor, pero está en lo
correcto, temía que hiciera algo.
—Admiro tu honestidad, pero tu fidelidad es lo que estoy cuestionando.
¿Tu familia tiene prioridad sobre mí?
Lucius no pudo responder. El único sonido era el del pequeño
Draco, gimoteando en el suelo.
Harry miró a los otros tres, todos ellos parecían
hipnotizados por la escena de la que no tenían recuerdo,
que había estado escondida por más de veintiséis
años.
Sin previo aviso, las palabras fueron dichas y la luz verde salió
de la varita de Voldemort. Violeta Malfoy cayó muerta en
el regazo de su hermano.
Los jóvenes Lucius y Narcisa cayeron de rodillas y Draco
se quedó en silencio, mientras acariciaba a su hermana, en
su regazo.
—Ahora
ya no tienes nada de qué preocuparte, Lucius. No hay más
secretos que guardar y no volveremos a discutir tu lealtad de nuevo.
Voldemort lanzó un Imperio a los dolientes padres
y los llevó fuera de la habitación, ambos estupefactos.
Pronto, Voldemort regresó a la habitación de Draco,
levantó al niño y lo miró a los ojos.
—¿Qué
será lo que recordarás, Draco? Creo que lo mejor es
que no recuerdes nada, ¿no te parece? Obliviate
—Voldemort dejó la habitación; Draco trató
de despertar a su hermana y no pudo. Cogió a Jolene y se
arrastró debajo de la mesa. Abrazó a la muñeca
apretadamente y comenzó a llorar con fuerza. Dobby apareció,
dejó la habitación y pronto regresó con Lucius
y Narcisa, quienes se pusieron histéricos al encontrar a
su hija muerta.
Volvieron del recuerdo y Harry no supo qué decir, mientras
miraba a los padres de Draco tratando de comprender lo que habían
visto. Draco regresó a la cama y se tendió en ella,
su rostro parecía de piedra, y eso era lo que más
preocupaba a Harry.
—Señor Potter, mi esposa y yo necesitamos estar a solas.
Regresaremos en unos minutos —dijo Lucius, y luego caminó
hacia Draco. Padre e hijo se miraron a los ojos, y entonces, Lucius
se inclinó hacia abajo y lo besó en la frente.
—Discúlpame,
Draco. Debí protegeros a los dos —dijo con suavidad
y luego salió de la habitación con Narcisa.
Harry se sentó junto a Draco, quien acostado boca arriba
se movió contra la pared y palmeó el espacio junto
a él.
—Túmbate
conmigo, por favor.
Harry lo complació y se acostó junto a él,
su mano posada sobre su abdomen.
—¿Por
eso Jolene pensaba que te mataría? ¿No física,
sino psicológicamente?
Draco puso su mano cerca de la de Harry y entrelazó sus dedos.
—Sí,
cree que si no protejo a nuestro niño, nunca me lo perdonaré.
—¿Cómo te sientes, Draco? ¿Qué
es lo que quieres hacer?
Draco giró la cabeza para mirar a Harry.
—Ella
ya no es una parte de mí, Harry. Yo... no estoy seguro si
puedo explicarlo, cómo me siento.
Harry apretó con fuerza la mano de Draco.
—¿Significa
que Jolene se ha ido? —preguntó con voz titubeante.
En el rostro de Draco brotó una brillante sonrisa, que le
quitó el aliento a Harry.
—No,
Harry, ahora somos uno. Nunca antes me sentí de esta forma,
es fabuloso —respondió, con los ojos tan brillantes
como nunca los había visto. Harry respiró profundamente,
sin comprender bien lo que eso significaba, hasta que Draco movió
todo su cuerpo para quedar frente a Harry. Draco lo besó
profundamente y luego susurró—. No puedo esperar a
que lleguemos a casa y me folles. Por supuesto que debe ser algo
lento. ¿Crees que puedes manejar eso, Harry? ¿Una
lenta y larga follada?
Harry no pudo evitar gruñir cuando el deseo lo recorrió.
Solo por las palabras que había usado, las cuales normalmente
venían de Jolene, supo que la incomodidad entre él
y Draco ya se estaba disipando. Se apretó más y mordisqueó
la oreja de Draco.
—Sí,
creo que puedo soportarlo —respondió, sintiendo cada
palabra—. Entonces, ¿qué piensas hacer sobre
nuestro bebé? —preguntó Harry mientras acariciaba
el ligero abultamiento del abdomen de Draco.
—Quiero intentarlo. Sé que puede costarme mi reputación,
pero al menos quiero intentarlo.
Harry besó el extremo de la boca de Draco.
—Entonces
está bien, voto porque busquemos a los mejores sanadores
del mundo para que nos ayuden, y luego tú y yo nos casaremos.
Draco se rió.
—Joder,
Potter, no tienes que ser tan noble con esta situación. Comprenderé
si tú... quiero decir, piensa en tu reputación.
—No lo digas, ni siquiera lo pienses, Draco. Me importa una
mierda mi reputación. Deseo esto más que cualquier
otra cosa. Te deseo a ti y a nuestro bebé.
—Sabes que querré ser la novia, ¿verdad? —dijo
Draco, con los ojos brillando de emoción.
Harry se rió con fuerza.
—Sí
y serás una muy bella, pero es a ti, Draco, a quien quiero
en nuestra noche de bodas.
Draco soltó la mano de Harry y se giró para mirarlo.
Su mano se deslizó desde la cadera de Harry hacia su trasero,
y apretó la nalga que tenía más cerca.
—¿Sabes,
Harry? Yo también tengo algunas fantasías.