Draco Malfoy
era un animal de costumbres. Por ejemplo, tenía por costumbre
entretenerse durante un rato en las duchas después del entrenamiento
de Quidditch.
Harry Potter
se había estado aprovechando de la situación los últimos
días, poniéndose su capa de invisibilidad y colándose
en las duchas de Slytherin para admirar a Malfoy en toda su gloria.
Había estado enamorado del mordaz rubio desde quinto año,
y la oportunidad de darse un festín mirándole era demasiado
tentadora como para dejarla pasar. Por supuesto, observarle en la
ducha significaba que tenía que volver a su propio dormitorio
con una violenta erección, por lo que se escondía tras
las cortinas de su cama y se masturbaba con la imagen del bello rubio.
Hablando
de masturbarse…
Harry contuvo
el aliento cuando vio que Malfoy bajaba la mano y tomaba su polla
con ella, dando unas pocas caricias para endurecerse completamente.
El Slytherin nunca se había masturbado antes en la ducha, al
menos no que Harry supiera, y avanzó un poco para tener una
mejor vista.
Malfoy
estaba de pie directamente bajo el chorro de agua, que se derramaba
sobre su pálido cuerpo en insolentes regueros de agua. Su cabeza
estaba inclinada hacia atrás, y sus labios estaban semiabiertos
por el placer. Una mano se apoyaba con firmeza contra los azulejos
que tenía enfrente, y la otra… la otra sacudía
su erección afanosamente. Una de las manos de Harry vagó
hacia su propia polla, donde empezó a frotarse a través
de la tela de sus pantalones.
Malfoy
estaba dejando ir pequeños y susurrantes gemidos, y Harry estaba
jadeando junto a él. De pronto, los resoplidos de Malfoy formaron
una palabra:
—H-Ha-Harry
—siseó, su puño convertido en una borrosa imagen
en movimiento sobre su polla.
Si eso
no era una invitación, Harry no sabía qué lo
era. Trabajando rápidamente, consiguió deslizar su ropa
bajo la capa. Luego la dejó caer y se colocó tras él
en la ducha. Envolvió sus brazos alrededor del Slytherin.
—¿Te
echo una mano? —ronroneó en su oído. Malfoy gritó
sobresaltado, y Harry recibió un codazo en las costillas.
—¡P-Potter!
—exclamó en una combinación de conmoción
e indignación.
—¿Qué
ha pasado con “Harry”? —le provocó, rozando
su erección a lo largo de la grieta de su culo.
—Potter,
yo no… suéltame —tartamudeó el rubio, intentando
retorcerse.
Harry estrechó
sus brazos alrededor del otro chico.
—Dime
que no quieres esto —dijo con voz ronca antes de repartir una
serie de besos mordisqueados en el cuello y el hombro de Malfoy. El
rubio gimió y dejó caer el cuello hacia atrás—.
¿Así que lo quieres? —apuntó Harry, cubriendo
la mano de Draco con la suya, añadiéndose a su placer.
—Sí
—susurró Malfoy, el rubor tiñendo sus mejillas.
—Entonces
déjamelo a mí —le indicó Harry, apartando
la mano de Draco de su propia polla. Se apretó entre los hombros
del Slytherin, alentando al otro a reclinarse hacia atrás,
y apoyando ambas manos contra la alicatada pared frente a él.
Harry se detuvo mientras consideraba qué usar como lubricante.
Ojeó una botella de acondicionador, la alcanzó y echó
una generosa cantidad en una mano. Mojando los dedos de su otra mano
en la resbaladiza sustancia, continuó besando y mordisqueando
la nuca de Malfoy. Se desplazó más cerca tras el otro
chico, apartando sus piernas con sus rodillas.
Harry deslizó
un hábil dedo bajo la grieta de los glúteos de Malfoy,
deteniéndose cuando encontró la fruncida carne de su
agujero. Empujó el dedo más allá del estrecho
anillo muscular y se sorprendió un tanto cuando Draco se puso
rígido.
—¡Con
cuidado! —dijo, refunfuñando. ¿Y si no era tan
experimentado como había creído? Con más cuidado
ahora, Harry trabajó con su dedo tan lenta y suavemente como
le fue posible. Empujó dentro y fuera unas pocas veces antes
de añadir otro dígito. Malfoy hizo un suave sonido de
molestia e intentó dar un tirón de sus caderas. Harry
contraatacó la acción envolviendo su otra mano alrededor
de la erección del rubio y comenzando a acariciarle de nuevo.
Al mismo tiempo localizó su próstata, tocándola
y curvando sus dedos contra ella. Fue recompensado cuando Malfoy lanzó
la cabeza hacia atrás con entusiasmo.
—¿Te
gusta eso? —le provocó Harry.
—Sí,
oh sí —jadeó Malfoy.
La polla
de Harry palpitó dolorosamente. Incapaz de esperar más,
retiró los dedos del apretado nido del cuerpo de Malfoy y presionó
la rotunda cabeza de su polla en la aflojada entrada. No dispuesto
a dar al rubio la oportunidad de cambiar de opinión, flexionó
las caderas hacia delante, y sumergió su erección dentro
del acogedor calor de Draco.
Malfoy
aspiró con un sobresaltado jadeo y liberó el aire en
un quejido. Harry restregó su mejilla a lo largo del hombro
del otro, dando tiempo al rubio de adaptarse a ser estirado y llenado
tan completamente. La mano continuó acariciando su polla, y
cuando sintió que el otro chico se arqueaba en esa caricia,
lo tomó como una señal para continuar.
Harry empezó
lentamente, empujando suavemente y asegurándose de rozar la
dulce zona mientras lo hacía. Las caderas de su pareja igualaron
sus movimientos, y gradualmente el Gryffindor corrigió la velocidad
hasta que estuvieron follando en serio. El área de la ducha
resonó con los sonidos de ásperos suspiros, gemidos
y el urgente choque de carne contra carne.
Malfoy
llegó primero al clímax con un grito silencioso. El
sonido de su eyaculación salpicando los azulejos se perdió
en la ráfaga de agua que todavía se derramaba sobre
sus cuerpos. Harry continuó bombeando en el tembloroso rubio
hasta que él también se corrió, gritando el nombre
de Draco.
Harry permaneció
estrechamente presionado contra la espalda de Malfoy, detestando separarse
de su nuevo amante.
—¿Primera
vez? —preguntó con un ronco tono de voz.
—Sí —admitió el rubio.
—¿Lo
has disfrutado?
Malfoy
resopló.
—Osaría
decir que la pared está cubierta con mi satisfacción,
Potter —se retorció incómodamente, y Harry se
apartó de él de mala gana.
El Slytherin
se giró en la ahora fría agua y alcanzó su toalla,
dejándola alrededor de su cuello. A pesar de la leve incomodidad
al andar, se las arregló para caminar tranquilamente hacia
el vestidor de su equipo. Abriendo la puerta, se giró hacia
Harry.
—La
próxima vez, Potter —dijo, arrastrando las palabras—,
quiero sábanas de seda bajo mi cuerpo cuando follemos.
Fin
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