Cuerpo
y mente
Por Son of Darkness
Ubicación
original
Traducido
por Kaworu - Beta: Pinturicchia - Revisión: Ronna
Harry/Snape/Lucius
Advertencias:
Violación, violencia.
Nota
de la editora: atención, es un noncon pwp, es decir, puro
y duro y sin más averiguaciones. Léase teniendo muy
en cuenta esta advertencia.
El hecho
de haber sabido lo que le iba a pasar no hacía que estuviese
menos furioso. El ruido sordo que hizo su cuerpo al chocar contra el
duro suelo de piedra del patio resonó a lo largo de la audiencia,
y el impacto fue suficiente como para vaciar de aire sus pulmones. Luchó
por respirar mientras yacía en el suelo, su mano derecha aún
levantada, su varita aún apuntando, volviéndose paulatinamente
azul en la punta, mientras el grupo de mortífagos enmascarados
se movía para acercarse más a él.
—Bien
hecho, Bella —llegó la amortiguada voz del mortífago
que estaba a la derecha de Harry. Así que Bellatrix estaba allí.
Bien. Lo tendría en cuenta.
—¿Qué
deberíamos hacer ahora? —preguntó el mortífago
que estaba a la izquierda de Harry, y él reconoció esa
voz como la de Pettigrew. Entonces... eso eran dos nombres de los cuatro
que había allí. Tenía también una idea bastante
certera de a quién pertenecía la tercera voz y su mirada
estaba fija en esa máscara sin cara, como si pudiese ver a través
de ella. Aunque estaba inmóvil, incapaz de respirar contra el
frío suelo de piedra, pudo sentir aquel calor familiar, la sensación
de que algo se quemaba en la parte de atrás de su cabeza.
La varita
fue arrancada de su mano y sintió un pie deslizarse por la curva
de su espalda antes de ser forzado a rodar de lado, los nudillos de
su mano congelada rozando dolorosamente la piedra. Alguien murmuró
las palabras “Finite Incantament” y Harry quedó
libre durante cinco segundos antes de sentir un fuerte manojo de cuerdas
apretando sus brazos y piernas, atándole dolorosamente fuerte.
Rodó de lado y tosió violentamente durante un momento,
jadeando en busca de oxígeno para sus pulmones, hasta que dejó
de ver las motas blancas delante de sus ojos. Sólo dos de los
mortífagos rieron: Bellatrix, con su chillón y asqueroso
cacareo, y Pettigrew, aunque con una risa más bien nerviosa.
Un pensamiento que hizo que Harry se sintiera mejor, a pesar de las
circunstancias.
—Si
habéis terminado... —dijo la voz que había estado
esperando. Harry bufó y trató de darse la vuelta para
ver cuánto de los ojos del hombre se podía ver a través
de las rendijas de la máscara blanca.
Bella y Pettigrew
dejaron de reír y hubo un corto silencio, un sonido que parecía
de algún modo aumentar con cada segundo que pasaba.
—Debemos
llamar al Señor Tenebroso —dijo Bellatrix de repente, como
si se le acabara de ocurrir la idea. Harry pudo escuchar ese tono de
obediencia ciega en su voz y le hizo sentirse enfermo.
—No
Bellatrix, aún no.
—Pero
Severus...
—Bellatrix,
sabes que el Señor Tenebroso... no está disponible en
este momento. No es seguro llamarle ahora.
Pettigrew
dejó escapar un agudo gemido y Harry luchó por mirar hacia
atrás para ver qué lo había causado. Pettigrew
había bajado la cabeza y dado un paso atrás, y estaba
restregándose las manos nerviosamente, pero Harry no tenía
ni idea de por qué. ¿Qué acababa de pasar?
—Pero
no podemos dejarlo vivo —empezó de nuevo Bella. Su tono
cambió levemente al hablar—. Ellos vendrán a por
él, no podemos correr ese riesgo, Severus. Estoy segura de que
el Señor Tenebroso...
—El
Señor Tenebroso habló conmigo, ¿no fue
así, Bellatrix? Me encomendó sus planes a mí, no
a ti.
Bella no
dijo nada, pero Harry notó que fruncía el ceño
tras su máscara.
—Será
nuestra prioridad esconder a Potter hasta que llegue el momento en el
que el Señor Tenebroso esté preparado... para atender
a nuestra llamada.
Harry estaba
confundido. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde
estaba Voldemort y por qué se escondía? No había
oído nada de esto antes. Pettigrew todavía se frotaba
las manos; sacudió la cabeza, sus hombros temblando de repente
como si estuviese llorando. Todo era muy extraño.
—¿Y
qué hacemos con el chico? —dijo la voz del cuarto mortífago,
el que Harry no sabía bien quién era.
—Yo
me lo llevo —dijo Snape, casi al momento.
Eso era demasiado
para Harry, que luchó, tratando de enderezarse.
—¡Y
una mierda vas a hacer eso! —espetó, con la mirada brillante
y esa sensación de calor, de que el ardor de la parte de atrás
de su cabeza cada vez se calentaba más.
—Cállese,
Potter —dijo Snape, arrastrando las palabras. Sonaba aburrido,
y eso sólo enfureció más a Harry.
—¡No
podrás mantenerme preso! ¡Te mataré antes de que
se haga de noche!
El cuarto
mortífago se acercó a Snape.
—Te
ayudaré a llevarlo, Severus —dijo con tono de regocijo.
Harry pudo escuchar la sonrisa en el tono de... quienquiera que fuese.
—No
creas que no puedo hacerlo, ¡dame mi puta varita y te enseñaré
lo que sé hacer! —dijo Harry de nuevo, esta vez chillando,
luchando contra las cuerdas mientras Snape y el cuarto mortífago
le levantaban y cada uno le cogía por un brazo. Se oyó
un fuerte crack y, antes de que Harry tuviese tiempo de entender
lo que estaba pasando, ese familiar y horrible sentimiento de ser pasado
por un tubo volvió a recorrerle. Pareció que pasaban años
y estar atado no ayudaba para nada en la situación en que se
encontraba. Entonces, sin previo aviso, salieron al otro lado y se encontró
enfrente de una vieja y ruinosa casa, en medio de una calle oscura y
tétrica. Sólo unas pocas de las lámparas de la
calle estaban encendidas, y la que tenían enfrente zumbaba fuertemente
y se encendía y apagaba de vez en cuando.
—Llévale
dentro —siseó Snape. El cuarto mortífago se agachó
y se echó a Harry al hombro. Snape se movió y abrió
la puerta, sorteando al hombre antes de entrar él; miró
hacia arriba, y cerró todas las cortinas.
La habitación
era oscura, solamente iluminada por una lámpara del pasillo.
El mortífago se agachó de nuevo, tirando a Harry sin ceremonias
sobre un sofá viejo enmoquetado. Harry miró a su alrededor
intentando averiguar dónde les habían traído, justo
cuando captó por el rabillo del ojo que Snape se estaba quitando
la máscara. Forcejeó y tironeó intentando sentarse,
gruñendo con frustración cuando las cuerdas se apretaron
aún más contra él.
Observó
cómo Snape cogía una caja de cerillas, sacaba una y la
rascaba contra el lomo de la caja, parando para encender una vela que
estaba en una mesa al lado del armario. Snape se levantó cuando
la vela estuvo encendida, guardando las cerillas, y miró al otro
hombre.
—Gracias.
Ya puedes irte. —Su voz era baja y calmada. La presión
de hacía unos momentos se había transformado en un molesto
tono de indiferencia que hizo que Harry quisiera saltarle un jodido
ojo.
El cuarto
mortífago movió la cabeza hacia su camarada y ladeó
la cabeza ligeramente.
—Vaya,
vaya, Severus, ¿no compartes? —dijo, arrastrando las palabras.
Ese acento. Harry reconoció aquel tono—. Qué raro
en ti.
Harry estaba
confundido, pero seguía demasiado furioso para prestar verdadera
atención a las palabras que acababa de oír. Intentó
una vez más luchar contra sus ataduras y casi se cayó
del sofá.
—Suéltame
inmediatamente, maldito cabrón. ¡Os mataré a los
dos!
Le ignoraron.
—Ya
sabes que normalmente estaría más que encantado de compartir,
Lucius... —¡Lucius!—, pero esta vez es diferente.
El Señor Tenebroso estará dentro de unos días con
nosotros y no quisiera hacer nada que le... disgustase—. ¿¿Lucius
Malfoy??
—Estoy
seguro de que el Señor Tenebroso lo entenderá, Severus
—y Harry levantó la vista en el momento en que la máscara
era depositada sobre una estantería por la mano izquierda de
Lucius. La capucha cayó hacia atrás y Harry vio los ojos
grises y las mejillas de un hombre que, obviamente, había pasado
un tiempo en Azkaban. Tenía peor aspecto que Sirius y Harry se
preguntó cómo era eso posible; Sirius había sido
encarcelado mucho más tiempo que Malfoy, incluso torturado, pero
tal vez la diferencia estaba en que Malfoy parecía majestuoso
antes de que lo atraparan. Harry no pudo contener un pequeño
sentimiento de felicidad al ver lo que había hecho la prisión
con él. Nada más que lo que se merecía.
Snape cruzó
los brazos sobre su pecho lentamente y observó a Lucius durante
algunos segundos.
—Estoy
seguro de que lo entendería si fueran mis necesidades las que
tuvieran que ser atendidas. Tengo el favor del Señor Tenebroso,
después de todo. Pero tú, Lucius... dieciocho meses en
Azkaban... una misión fallida que fácilmente podría
haberle costado más de lo que se podría haber permitido...
—Los labios de Lucius se apretaron y Harry pudo ver que su mano
se cerraba mientras daba un paso adelante—. ¿De verdad
crees que el Señor Tenebroso te concedería tal privilegio,
Lucius?
Hubo un silencio
y Harry pudo ver el puño de Lucius temblar levemente. Snape no
se movió. Harry se preguntó qué ocurriría
después. El silencio parecía traer consigo gran tensión
y Harry estaba tan confundido que se quedó allí sentado,
sin moverse. Lucius rompió el silencio.
—¿Quién
estuvo allí todo ese tiempo, Severus? —replicó de
repente, con palabras cortantes y secas—. ¿Quién
fue el único que te tomó bajo sus alas y te ayudó
a encontrarte a ti mismo? Cuando estabas perdido, buscando un camino
que seguir, ¿quién te mostró la dirección
correcta? Me debes mucho, Severus. ¿Cómo te atreves a
escupirme así a la cara?
—Los
tiempos han cambiado —replicó Snape, igual de calmado que
antes, sus brazos aún cruzados, sin expresión alguna—.
Ya no soy tu perrito faldero. He subido de nivel.
Era en estos
momentos cuando Harry lamentaba, más que ninguna otra cosa, no
haber aprendido Legeremancia cuando tuvo la oportunidad. Habría
dado cualquier cosa por saber de qué estaban hablando los dos
hombres. Más que nada porque sabía que le concernía
a él. Intentó sentarse de nuevo y Lucius miró en
su dirección.
—El
Señor Tenebroso no necesita saberlo —dijo, mirándole
de una forma que hizo que Harry se sintiera incómodo. Lucius
se giró hacia Snape—. Estoy seguro de que Potter guardará
el secreto. No es la clase de cosa que un personaje público y
virtuoso desearía que se supiese. Me imagino.
—¿Estás
seguro de querer arriesgarte?
La mueca
de Lucius se transformó en una sonrisa cruel y sus ojos parecieron
cobrar vida de nuevo. El antiguo destello, que Harry reconoció
enseguida, volvió a ellos como si nunca se hubiese ido.
—Por
supuesto, sólo con tu total permiso, mi querido amigo.
Harry miró
hacia Snape, entrecerrando los ojos, tratando de descifrar de qué
iba todo eso. El aire zumbaba y crepitaba y aunque no tenía ni
idea de lo que estaba hablando Malfoy, la sonrisa ajada y el asentimiento
de la grasienta cabeza de Snape hicieron que se le encogiera el estómago.
Fuera lo que fuera, no iba a ser bueno.
No había
notado la especie de trance estático en el que se hallaba sumido
mientras escuchaba la conversación, pero se encontró rompiéndolo
de repente cuando Malfoy se giró en su dirección y se
encaminó directamente hacia él. Harry tembló e
intentó de nuevo zafarse de las cuerdas, ladeando su cuerpo y
cayendo al suelo con un golpe sordo. Apenas consiguió no caerse
de bruces, y tuvo tres segundos para comprender que no se había
desplomado sobre un clavo de puro milagro cuando las manos de Malfoy
agarraron fuertemente sus hombros para ponerlo en pie.
Sus esfuerzos
eran en vano, eso lo sabía; aun así, no dejó de
intentarlo. Se retorció furioso en los brazos de Malfoy mientras
le conducía al otro lado de la habitación y continuó
haciéndolo cuando se vio lanzado a una pequeña mesa de
madera. La mesa se bamboleaba bajo su peso y crujía cada vez
que se movía. Pero esta vez no trató de rodar sobre sí
mismo, pues la altura de la mesa al suelo era mayor esta vez y no le
apetecía darse de bruces contra el suelo desde esa altura, así
que se concentró, en vez de ello, en retorcer las manos tratando
de liberarse de esas irritantes y ásperas cuerdas.
Le siguió
un pesado silencio, interrumpido sólo por los irritantes gruñidos
de Harry y el crujido de la mesa al moverse bajo sus esfuerzos. No estaba
muy seguro de lo que estaban haciendo los dos hombres y estaba tan ensimismado
en intentar liberarse que se quedó paralizado cuando unas manos
alzaron sus caderas y abrieron sus piernas a ambos lados de la mesa.
Intentó volver la cabeza para verles, pero no podía ver
más allá de su hombro. De repente sintió desaparecer
las cuerdas alrededor de sus piernas y la confusión que se adueñó
de su cerebro en ese momento fue bastante para paralizarle momentáneamente
en el sitio. Desgraciadamente, cuando su cerebro le instó a moverse,
sintió sus piernas volver a atarse con las mismas cuerdas fuertemente
a ambos lados de la mesa y dejarlo ahí, con los pies colgando,
incómodos, fuera de la mesa.
Había
tantas palabras y maldiciones rondando por su cabeza que no sabía
cuál decir, así que simplemente dejó escapar un
sonoro “¡JODER!” y empezó de nuevo a forcejear,
más fieramente, contra sus nuevas ataduras, esta vez el doble
de tirantes y dolorosas.
Malfoy chasqueó
la lengua y Harry oyó la suela de sus zapatos mientras se acercaba.
Observó cómo el hombre caminaba alrededor de la mesa y
se paraba enfrente de él, la sonrisa de su cara a punto de salirse
de ella.
—Dentro
de un momento, Potter —dijo bajito, como si no quisiera que nadie
más le oyera. Apuntó con su varita a Harry de nuevo.
Harry no
tenía ni idea de qué estaba hablando Malfoy, pero había
aprendido que ser apuntado con la varita por un mortífago no
era nada bueno, especialmente cuando no podías hacer nada para
defenderte. Así que cerró los ojos y bajó la cabeza,
esperando cualquier maldición horrorosa que Malfoy tuviese en
mente hacerle. Se quedó bastante perplejo, de nuevo, cuando sintió
que las cuerdas alrededor de sus brazos empezaban a aflojarse y, al
igual que antes, se sintió perdido en cuanto a qué debería
hacer. Aunque no tuvo mucho tiempo antes de que las cuerdas de sus antebrazos
bajaran rodeando su pecho. Ambos lados subieron de nuevo y le tiraron
hacia arriba, atándole dolorosamente a las patas delanteras de
la mesa, mientras veía ahora de frente sus piernas aún
atadas al otro lado. No era un sentimiento agradable en absoluto.
Se removió
de nuevo, pero ahora era más difícil debido a que la posición
en que se encontraba era muy incómoda. Las cuerdas se clavaban
en su piel y podía sentir crujir los músculos de su espalda.
Sus piernas estaban tan abiertas que casi no podía moverlas aunque
quisiera y, lo que era peor, esta nueva posición le dejaba el
culo en pompa, revelado de forma humillante en el aire. Ya podía
sentir su cara roja, y no sólo por la furia.
—¿¡Qué
coño estáis haciendo!? —gritó, intentando
seguir de nuevo a Malfoy mientras paseaba de nuevo detrás de
él. No recibió respuesta y soltó un grito irritado
antes de volver a luchar contra las cuerdas.
Pronto se
quedó sin aliento por la presión de las cuerdas, y una
risita que llegó desde atrás hizo que sus entrañas
hirvieran de furia. Cerró los puños y se mordió
la lengua con fuerza para prevenir otro arrebato. De todas formas sabía
que no podía hacer otra cosa que divertirles.
La risa murió
después de que Harry se quedase quieto. El entarimado tembló
cuando Malfoy cambió su peso para mirar al otro hombre.
—Y
ahora, Severus —empezó con tono de burla—, ya que
tienes el más alto favor del Señor Tenebroso, la elección,
por lo que parece, debería ser tuya. ¿Por delante... o
por detrás?
La situación
de espera casi dolorosa en que se encontraba Harry le dejó escuchar
lo que acababan de decir y, aunque aún estaba lleno de furia,
las neuronas de su cerebro empezaron a funcionar. No podían hablar
de lo que creía que estaban hablando, ¿verdad?
Hubo un breve
silencio, durante el cual Harry sólo pudo oír la furiosa
palpitación de sangre en sus oídos. Entonces, el silencio
se rompió cuando Snape empezó a caminar despacio, rodeando
la mesa, hacia una puerta oscura en un viejo rincón de la habitación.
Harry observaba atentamente, los dientes apretando fuertemente la carne
de su lengua, mientras que el sabor de la sangre inundaba su boca. Vio
cómo Snape casi desaparecía en las sombras y escuchó
el sonido amortiguado de varios objetos, como si estuviesen siendo arrojados
por la habitación. Pudo sentir los músculos de su estómago
contraerse involuntariamente mientras esperaba, y casi estuvo a punto
de gritar al hombre que se diese prisa. Nunca había sido demasiado
paciente.
Al final,
después de lo que a Harry le parecieron horas, Snape emergió
sujetando un pequeño tubo de metal, sujeto a lo que parecían
dos trozos de cuero. Harry entrecerró los ojos ante el objeto
mientras Snape se acercaba, y miró fijamente sus ojos negros
de escarabajo hasta que por fin se paró frente a él.
—¿Sabes
qué es esto, Potter? —preguntó Snape, con su voz
cansada y desprovista de emoción de siempre.
Harry no
respondió, no abrió la boca, porque aunque no supiera
cómo se llamaba el objeto, sabía exactamente para qué
se utilizaba y no iba a darle a Snape la oportunidad de usarlo.
—Vamos,
Potter —llegó la voz de Malfoy detrás de él—.
Abre la boca. Sé un buen chico.
Pero Harry
no respondió. Simplemente se quedó mirando con odio a
su ex profesor de pociones.
La mesa se
movió de nuevo cuando Malfoy la rozó al rodearla. No perdió
tiempo en agarrar el pelo de Harry con una mano, dándole un doloroso
tirón y haciendo presión en el cuello de Harry. Instantáneamente,
Harry retiró su lengua de entre los dientes para apretarlos más
fuertemente mientras Malfoy clavaba pulgar e índice con fuerza
en sus mofletes. Harry no podía moverse. Malfoy le sujetaba con
firmeza en el sitio y cada segundo que pasaba era más y más
doloroso. No estaba seguro de cuánto tiempo podría estar
así; sus dientes se clavaban dolorosamente en la carne de sus
carrillos y su fuerza aumentaba si intentaba escapar. Aunque intentaba
luchar contra ello, notaba cómo su mandíbula empezaba
a aflojarse y sabía que si no abría la boca, acabaría
tarde o temprano con dos agujeros a ambos lados de la cara. A regañadientes,
dejó que los dedos ganaran, abriendo la boca y permitiendo que
Malfoy la mantuviese así, hasta que el aro de metal fue empujado
al interior, fijado detrás de sus dientes, y las tiras de cuero
aseguradas tras su cabeza.
Era la experiencia
más frustrante que había vivido nunca. Le hizo sentirse
patético y estúpido, porque ahora, además de no
poder moverse, había sido humillantemente despojado de su única
arma ofensiva. Gruñó cuando Malfoy dejó libre su
cabello y le pegó en la cabeza. Frunció el ceño
al darse cuenta de que, con la boca abierta así, le era imposible
tragar la saliva que se alojaba bajo su lengua.
Malfoy se
movió a la parte trasera de la mesa entre un remolino de ropas
elaboradas en verde y negro y Harry cerró los puños de
nuevo antes de quedarse quieto mientras un poco de saliva caía
de su labio inferior hasta la madera del suelo. Sintió el calor
subir a sus mejillas y apretó más los puños mientras
que el odio, un odio tal que nunca había sentido, recorría
todo su cuerpo como si fuera sangre.
Escuchó
el tintineo y el sonido de ropa tras él y la última esperanza
que hubiese tenido de que los dos hombres no fuesen más allá
se mitigó al instante. El golpeteo de su corazón y el
bombeo en sus oídos se hizo mayor y más doloroso al cerrar
los ojos, esperando que aquello no estuviese pasando cuando los abriera
de nuevo. No ocurrió nada. Se refrenó para que el grito
de rabia que estaba aguantando no llegara a su garganta, porque sabía
que no serviría de nada. Engañarse pensando que un simple
grito pararía lo que le iba a ocurrir esa noche sería
estúpido por su parte, y Harry ya estaba preparado para lo peor.
Había
notado, además, que Snape no parecía estar moviéndose.
Un pensamiento que sólo pareció enfurecerle aún
más, porque, obviamente, quería decir que se estaba preparando
para algo y la urgencia, la necesidad de cortarle en pedacitos sangrantes
le estaba matando por dentro. Podía notar la sangre hervir en
sus venas y sabía que sus brazos literalmente temblaban de la
presión a la que los mantenía. Ya había llegado
a su límite y ni siquiera le habían tocado.
—¿Debo
pensar que te desnudarás algún día, Severus? —llegó
la voz de Malfoy desde detrás de la mesa—. ¿O es
que vas a hacerlo totalmente vestido?
Era asqueroso
y vomitivo y llenó la mente de Harry de imágenes oscuras
mientras escuchaba. Levantó la cabeza para ver a Snape y una
fina linea de saliva escapó de sus dientes, resbaló por
su barbilla y cayó en la mesa con un plop.
Snape se
encontró con su mirada y la mantuvo durante algunos segundos
antes de mirar hacia su compañero.
—Sólo
me tomaba un tiempo para saborear la atmósfera, Lucius —replicó.
Y el rugido que salió de la garganta de Harry en respuesta hizo
que los dos se rieran a la vez.
Observó
mientras las manos de Snape desabrochaban rápidamente los botones
de sus pantalones y se los quitaba de un tirón. Él no
quería mirar, pero era tan imposiblemente surrealista que no
podía dejar de hacerlo. No importaba lo que su mente le estuviese
gritando, sus ojos estaban fijos en los largos dedos, huesudos y blancos,
mientras se movían sobre la tela oscura y los botones brillantes.
Cuando la
ropa hubo desaparecido, Harry sintió su estómago contraerse
y se encontró de repente con que la parte baja de su garganta
estaba seca. Fue entonces cuando advirtió su mirada y entrecerró
los ojos, bajando la mirada furioso hacia el amasijo de cuerdas entrelazadas
que sujetaban sus brazos. Su mente estaba llena de insultos, hechizos
y maldiciones imperdonables y si hubiese podido hablar, los habría
soltado todos de golpe, hasta que sus pulmones reventaran y su cara
se volviese azul. Pero no podía y la frustración que eso
conllevaba era suficiente para causarle un daño psíquico.
Podía sentir los músculos de su espalda contraerse con
fuerza y todos y cada uno de los órganos de su cuerpo se movían
como si se hubieran puesto de acuerdo.
Dio un respingo,
incapaz de ahogar un grito de sorpresa, cuando sintió una mano
recorrer su muslo izquierdo, amoldándose a la gruesa tela de
sus vaqueros antes de moverse por todo su trasero hasta llegar al botón
frontal. Sin pensarlo, intentó chillar, decirle a Malfoy que
le quitase las putas manos de encima, pero se dio cuenta demasiado tarde
de que no podía y su patético intento de hablar fue respondido
por otra carcajada que le hizo desear cortar al hombre por la mitad
y lanzar sus entrañas al fuego, delante de él.
—Me
gustas más cuando no puedes hablar, Potter —dijo Malfoy
usando la otra mano y desabrochando sus pantalones por completo—.
Tienes una boca muy sucia y estoy seguro de que Dumbledore estaría
muy disgustado si te oyera usarla así.
Hasta ahí
habían llegado. Harry se retorció con renovado esfuerzo,
estirando y rozándose contra las cuerdas, moviéndose,
girándose en cualquier dirección que pudiese mientras
que la mesa crujía fuertemente bajo él. Deseaba poder
liberarse en ese mismo instante y no sólo por estar a punto de
ser violado, sino porque quería sacarle los ojos a Malfoy. El
hecho de que el jodido bastardo se hubiese atrevido a mencionar el nombre
de Dumbledore había cortado a Harry como si se tratase de un
cuchillo y no iba a dejarle marchar así como así.
Ni siquiera
paró de moverse cuando Snape le tiró del pelo hacia arriba
lo suficientemente fuerte como para partirle el cuello. Intentó
hablar de nuevo, intentó gritar, intentó chillar, pero
no salían más que murmullos y gruñidos incoherentes.
Snape no habló, simplemente lo mantuvo así, en esa posición
tan incómoda hasta que el dolor fue tal que tuvo que dejar de
moverse. Paró y miró a Snape fijamente, deseando más
que nada en el mundo haber aprendido a usar la magia sin palabras. Su
respiración era fuerte y rápida; incluso respirar le dolía.
El aire rasgaba el fondo de su garganta mientras se hundía profundamente
en sus pulmones.
Durante lo
que pareció una eternidad, Harry calvó los ojos en esos
otros negros, sin fondo. El odio y el desprecio lo llenaban hasta rebosar,
y cada segundo que pasaba crecían más y más. Lo
que le sacó finalmente de su trance de odio fue el sonido de
movimiento tras él y la pronunciación de un hechizo jamás
oído antes. Fue seguido por otro extraño sonido cortante
y sintió cómo algo se arrastraba a ambos lados de sus
piernas. Estaba confundido y no fue hasta que la ropa cayó literalmente
de su cuerpo que se dio cuenta de que toda su ropa, desde la cintura
hasta los pies, había sido cortada para caer en el suelo.
Trató
de girar la cabeza, pero el agarre de Snape en su pelo era demasiado
fuerte y el tirón del cabello mientras se movía era suficiente
como para hacerle llorar. Cerró los ojos para tratar de contener
las lágrimas y otro pequeño gruñido escapó
de su garganta mientras, automáticamente, trató de cerrar
las piernas en un vano intento de taparse.
Había
una mano en su pierna de nuevo y otra en su espalda, moviéndose
a lo largo de su espina dorsal mientras que la primera subía
por su muslo, hasta que las dos se encontraron en la goma elástica
de sus calzoncillos. Esta vez no tembló, porque sabía
lo que vendría después. Todo su cuerpo estaba tenso, cada
uno de sus músculos en tensión, mientras notaba cómo
sus calzoncillos bajaban por los muslos hasta que se estiraron, al máximo,
cerca de las rodillas.
—¿Tú
qué crees, Potter? —preguntó Malfoy deslizando un
dedo por la raja del culo de Harry—. ¿Lubricante? ¿O
acaso el gran salvador del mundo mágico está bien así?
Harry volvió
su mirada a Snape, buscando signos de deleite en sus ojos oscuros. Sabía
que el hombre era probablemente más feliz que nunca, teniéndolo
a su absoluta merced, sabiendo lo grande que era su humillación.
Seguramente esperaba que suplicase también, que murmurara y gruñera
por el anillo de su boca en un pobre intento de pedir clemencia. Pero
nunca le daría tal satisfacción. No intentó responder,
sólo probarles que estaba dispuesto a recibir cualquier cosa
que le dieran, incluso les habría dicho alegremente que le hicieran
lo peor.
—Típico
de Harry Potter —dijo Snape al final, y Harry paró de respirar.
No había hablado y no había forma de que Snape supiera
lo que estaba pensan...
... excepto
que sí la había.
¡Ese
bastardo! Había estado dentro de su cabeza todo el puto tiempo.
Lo que Harry
sentía estaba más allá del odio. Entrecerró
los ojos y dejó escapar el aire mientras insultaba y maldecía
al hombre dentro de su cabeza. Snape no dijo nada, ni física
ni mentalmente, y no mostró signos de haberse percatado de ello,
pero Harry continuó, porque era todo lo que le quedaba y estaba
jodidamente dispuesto a no abandonar sin pelear. Sintió un dedo
presionar contra su ano y apretó con fuerza para intentar mantener
al intruso fuera. Incluso durante un segundo hizo una pausa en sus maldiciones
mentales para concentrarse en prevenir que Malfoy lo introdujera aún
más, pero no pudo hacer nada cuando sintió el dedo deslizarse
dentro de él, y los insultos comenzaron de nuevo.
Puto
bastardo. Espero que estés disfrutando de esto. No vas a poder
reírte mucho tiempo. Después de que mate a Voldemort vendré
a por ti y no necesitaré una varita. Te voy a arrancar el corazón
y te lo enseñaré antes de que mueras. Después bailaré
sobre su cadáver y te echaré de comer a las putas mangostas,
¡puto sádico, jodido saco de mierda!
No hubo respuesta,
pero Snape aún le miraba y Harry sabía que podía
oírle. Habría seguido así, pero el dedo que salió
con fuerza de su entrada le pilló desprevenido. Instantáneamente
entró algo más en su lugar, húmedo y caliente y
Harry sabía exactamente lo que era. Sabía que no podía
evitarlo ni tenía esperanzas de hacerlo, pero su cuerpo no le
dejó pasar sin más, y le dolió aún más
cuando Malfoy apretó contra el musculoso anillo. No paró
hasta que Harry sintió los huevos de Malfoy presionar contra
sus nalgas.
Ni siquiera
intentó frenar el grito que salió de su boca esta vez.
Dolía, y Harry habría jurado que su carne se había
roto. Intentó tensarse, echar fuera a Malfoy, tratar de hacerse
demasiado pequeño para que Malfoy no pudiese entrar, pero el
hombre solo gimió de placer tras él y le cogió
con fuerza de las caderas mientras se retiraba lentamente, carne seca
rozando carne seca, hasta que se salió casi por completo de él.
Esperó unos segundos y Harry dejó escapar un pequeño
suspiro de alivio justo antes de sentir a Malfoy penetrando por el agonizante
orificio de nuevo. ¡Mierda! Dolía mucho. Era como
una lija o como un vaso roto y Harry no podía hacer nada excepto
cerrar los ojos contra el agua que empezaba a anegarlos.
Era peor
que un Crucio. Peor que cualquiera de las maldiciones que había
sentido antes. Y no sólo era que el dolor fuese insoportable.
Era el pensamiento de que dos de las personas que más odiaba
tuviesen tanto poder sobre él. Que le vieran en su faceta más
débil y vulnerable y que no hubiese absolutamente nada que pudiese
hacer para luchar. Nada que pudiese hacer para prevenirlo o pararlo.
El sentimiento de ser completamente inútil se clavó en
él y lo torturó, mucho más que la tortuosa fricción
de la piel de Malfoy moviéndose dentro de él... follándole...
y no había ningún lugar donde esconderse.
Cuando Malfoy
salió esa vez, Harry sintió algo húmedo resbalar
por sus testículos y supo que debía de estar sangrando.
Intentó tirar de sus caderas antes de que Malfoy se enterrara
dentro de él de nuevo, esta vez más rápido debido
a la sangre, pero no por eso menos doloroso.
No estaba
seguro de cuánto tiempo había mantenido los ojos cerrados,
porque cuando los abrió de nuevo su visión estaba nublada
y le costó varios segundos darse cuenta de que la mano libre
de Snape se estaba moviendo arriba y abajo por su propia polla. Por
un momento Harry ni siquiera supo qué pensar; su mente parecía
estar oculta por una niebla negra y dorada. Pero fue cuando el hombre
dio un paso al frente que Harry reaccionó. De nuevo, sabía
que no tenía ninguna oportunidad contra Snape. El hombre era
más alto, más viejo, más fuerte, y tenía
la ventaja de no estar atado a una mesa y siendo violado, pero eso no
quitó que Harry intentara por todos los medios resistirse cuando
sintió que tiraba de su cabeza hacia abajo con fuerza.
Durante unos
seis segundos, Harry consiguió mantenerlo a raya, pero no tenía
ni la fuerza ni la edad necesarias y su boca se mantenía abierta
con crueldad, así que no había forma de parar a Snape
cuando empujó su miembro dentro de su boca, hasta lo más
hondo de su seca garganta.
Buscó
aire al instante, sintiendo cómo sus ojos se humedecían
de nuevo, y su primer instinto fue tratar de sacar eso de su boca con
la lengua. Era grande, sucio, amargo. Llenaba su boca por completo,
y aún con el anillo puesto podía sentir la piel caliente
arañando sus dientes. Tosió y bufó mientras intentaba
escapar, su lengua moviéndose frenéticamente por la parte
baja del miembro mientras que intentaba forzarlo a salir, pero no hubo
ninguna diferencia. Los músculos de su garganta se contrajeron
con violencia y estaba seguro de que iba a vomitar cuando Snape empezó
a moverse.
Sólo
hubo un descanso momentáneo porque, nada más tomar ese
aire tan necesario para sus pulmones, el dolor en su parte trasera se
disparó de nuevo cuando Malfoy lo penetró tan fuerte que
hizo temblar toda la mesa. Dejó escapar un grito de dolor, que
quedó estrangulado a la mitad cuando Snape se introdujo en él
de nuevo, empujando tan fuerte que Harry sintió la bilis en su
garganta. El agarre del hombre sobre su pelo tampoco se había
soltado y Harry sentía los tirones de las violaciones en su cuero
cabelludo cada vez que se movía.
Su mente
parecía trabajar sola. Estaba gritando, incluso sin tener conciencia
de ello. Amordazado, ahogado, tenso y luchando y aún así
lo único que podía pensar era que Snape estaba dentro
de su mente, viéndole en el único lugar donde siempre
se había sentido seguro. Harry le odiaba. El odio era lo único
que tenía. Mucho más incluso que a Malfoy. Mucho más
que a Colagusano. Mucho más que a Voldemort. Y aunque tuviese
que morir en el intento, haría que el bastardo pagara por todo
lo que le había hecho.
El balanceo
de atrás adelante empezó a hacerle sentir náuseas
después de un rato y el olor del sexo y la sangre no ayudaban
mucho. Iba a vomitar en breve y se lo iba a tener que tragar porque
la puta polla de Snape estaba tan dentro de su garganta que casi no
podía respirar. Habría dado cualquier cosa por poder mordérsela.
Fue la voz
ajada y ronca de Malfoy que vino desde atrás lo que le hizo abrir
los ojos de nuevo. Su visión estaba nublada y desenfocada porque
sus gafas colgaban de un lado de su cara mojada.
—Basta,
Severus, basta —ordenó cogiendo tan fuerte las caderas
de Harry que éste podía sentir sus nalgas rompiéndose
bajo su piel—. Quiero terminar delante. Quiero que me vea correrme.
Harry frunció
el ceño, sus cejas arrugadas y arqueadas mientras gotas de sudor
resbalaban por su cara hasta la mesa. Sintió el agarre de su
cabello relajarse e instantáneamente echó para atrás
y hacia un lado la cabeza. Snape no protestó cuando su polla
erecta salió de la boca de Harry y Harry tosió, tratando
de escupir mientras un escalofrío recorría todo su cuerpo
de la cabeza hasta la punta de todos sus dedos.
Aún
estaba jadeando cuando Snape dio un paso atrás y se fue al otro
lado.
—Muy
bien, Lucius —replicó simplemente, y Harry le insultó
de nuevo.
Aulló
cuando Malfoy salió de su ano mutilado y bajó la cabeza
en vano cuando el hombre llegó andando a su lado. Vio la mano
de Malfoy subir y se encogió, esperando sentir su tacto en el
cabello una vez más, pero se sorprendió un poco cuando
sintió la mano del hombre bajo su barbilla. La caricia, casi
afectuosa, era repugnante y los músculos de sus brazos se tensaron
mientras consideraba, una vez más, tratar de liberarlos.
Malfoy le
miró durante un tiempo; después observó su polla
llena de sangre mientras la cogía con la mano y empezaba a acariciársela
lentamente.
—Quiero
que te pruebes a ti mismo, Potter. Prueba tu derrota antes de saborear
mi victoria.
Harry gruñó
y trató de volver la cabeza, pero Malfoy le clavó los
dedos en la mandíbula y le sujetó con firmeza.
—Ah,
ah, chico. Te moverás cuando acabe contigo.
Acarició
y bajó la cabeza de Harry despacio, pasándose a sí
mismo por el anillo de metal dentro de la boca de Harry, esparciendo
sangre por su boca y garganta y manchando sus dientes. Harry se convulsionó
ante el sabor. La mezcla combinada de semen, sangre y el fuerte sabor
de sus propios intestinos era bastante para hacer que todo su estómago
se arqueara una y otra vez hasta que sintió que iba a explotar.
La bilis subió por su garganta de nuevo y se esparció
por su boca, alrededor de la polla de Malfoy mientras el hombre entraba
y salía rítmicamente, gimiendo profundamente desde su
pecho.
Harry no
podía soportarlo. Iba a asfixiarse con su propia mierda e iba
a hacerlo delante de Malfoy y Snape. Podía sentir todo su cuerpo
rojo de rabia Estaba a punto de intentar protestar cuando Malfoy salió
de repente de él y se separó unos centímetros.
Una mano estaba aún en la mandíbula de Harry mientras
la otra continuaba masturbándose la erección, y le tomó
a Harry unos segundos comprender lo que iba a suceder. Consiguió
cerrar los ojos un instante antes de sentir el semen caliente y pegajoso
sobre su cara. Se esparció sobre sus mejillas y su frente, y
resbaló sobre sus cejas y pestañas a la vez.
Dejó
escapar un sonoro gruñido, sacudiendo la cabeza cuando Malfoy
le dejó libre, tratando de librarse de ello, pero estaba pegado
a él como pegamento y resbalaba por su piel como si la estuvieran
untando con cola.
—Oh,
querido Potter. Pero qué desastre has montado —dijo Malfoy
con una sonrisa, y se limitó a alejarse lentamente. Harry intentó
abrir un ojo y miró a su alrededor para ver qué ocurría
ahora. Malfoy estaba al lado de la puerta, poniéndose los pantalones
y recogiendo la negra capa que había tirado sobre la silla. Snape
estaba en las sombras, perfilado con la luz naranja de los candelabros,
totalmente vestido y observando. Harry miró abajo y vio cómo
un fino hilo de sangre escapaba de sus labios y se estrellaba contra
la mesa.
—El
Señor Tenebroso no necesita saberlo, Severus —dijo Malfoy
de repente, con voz seria, casi lastimera; y Harry miró a Snape
para ver su reacción.
—Ahora
debes irte, Lucius —fue su única respuesta, y hubo un momento
de quietud antes de que Malfoy se vistiera del todo, marchara hacia
la puerta, la abriese y desapareciese allí mismo.
Harry miró
a Snape, con ojos llenos de furia. Observó a Snape, calmado,
caminando hacia la puerta y cerrarla. Entonces se volvió hacia
Harry y buscó en su bolsillo, levantando la varita y apuntando
directamente a la cabeza de Harry.
—Sé
perfectamente cuánto quieres matarme, Potter. Pero no será
tu mano la que marcará mi final.
Harry sólo
tuvo tiempo de quedarse sin aliento antes de que un jirón de
luz azul saliese del final de la varita de Snape, y su visión
se volvió negra.
Cuando despertó,
estaba rodeado de caras familiares en una cama de San Mungo.... sin
recordar absolutamente nada de por qué estaba allí.
Fin
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