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Diecisiete
Por Marguerite 26

Ubicación original

Traducido por Loves - Beta: Ronna

Harry/Scorpius

Rating: NC-17

 

 

Scorpius Malfoy se detuvo en la puerta del estudio de Harry, su cabello levemente desordenado y la camiseta de dormir un poco abierta exponiendo su tatuaje. Ladeó la cabeza y sonrió tímidamente, casi excitando a Harry al instante. Esos cazadores ojos grises brillaban traviesamente esta noche. Y Harry supo inmediatamente que habría problemas.

Incluso en su propia casa, no podía escapar de la presencia del chico que era capaz de incomodarlo como nadie. En el último año, lo único que había podido hacer era ignorar el problema, pero se hacía difícil cuando el problema estaba parado en su puerta, semidesnudo.

Había comenzado como algo bastante inocente, el verano pasado, en un viaje familiar a la playa. Scorpius y Albus habían estado susurrando toda la mañana, evitando que James escuchara. Una vez que el mayor salió detrás de unas jugadoras de voleibol en bikini, Albus asintió.

—Veámoslo.

Después de comprobar que el otro chico se había ido, y ya que aparentemente los padres no estaban a la vista, Scorpius se quitó la camiseta.

Albus jadeó.

—¿Te gusta? —preguntó Scorpius, sabiendo la respuesta. Dobló el cuello para mirar su propio pecho—. Te he dicho que estaba chulo —dijo con orgullo.

Albus dio un paso más cerca, estirando la mano pero demasiado tímido para tocar.

Harry no estaba seguro de qué era lo que le llamaba la atención de la conversación. Había algo diferente en torno a Scorpius. Parecía más mayor, de alguna forma, más maduro. Tal vez era un chupetón lo que estaba enseñando, como un trofeo. Harry se sonrojó cuando se dio cuenta de que los chicos miraban algo en la parte baja del abdomen de Scorpius… un chupetón ahí sería exactamente el tipo de trofeo del que un chico de dieciséis se enorgullecería, aunque no fuese apropiado el hacerlo durante una salida familiar. Después de todo, Lily ni siquiera tenía catorce años. Iba a levantarse y pedir a Scorpius que se curara la marca cuando Albus habló de nuevo.

—¿Está… está durmiendo?

Scorpius se rió.

—Sí, esta maldita cosa duerme mucho. Puedes tocarlo si quieres, no vas a despertarlo. Algunas veces copia mi estado de ánimo, cuando estoy enojado o excitado —el rubio rió aún más, como si acabara de acordarse de algo. Perdido en su recuerdo, el chico posó la mano en el borde del pantalón—. No creerías lo que pasa cuando yo… —Scorpius paró, dándose cuenta por primera vez de que estaba siendo escuchado por un padre.

El chico miró al moreno. Por un segundo pareció avergonzado, pero la expresión se desvaneció rápidamente mientras sus ojos pálidos sostenían la mirada al mayor. Mientras el rubor de Scorpius desaparecía, el de Harry aparecía. El rubio empequeñeció los ojos, no con enojo, sino con algo diferente: entendimiento.

Harry no se atrevió a alejarse corriendo, como hubiera querido. Finalmente, con las mejillas ardiendo, metió la cabeza de nuevo en El Profeta y juró meterse en sus asuntos en lo que concernía a Scorpius Malfoy.

Analizando los datos, no había hecho tal cosa. Los recuerdos de ese día estaban impregnados de Scorpius. Scorpius saliendo de las olas, el cuerpo delgado y largo de Scorpius estirado sobre una toalla. Arena pegada a un hombro quemado por el sol, una salpicadura en la parte interna de la entrepierna, acentuando la curva de su trasero. Detalles que no debería haber notado porque no había razón para prestar tal atención. Pero lo había hecho. El niño al que Albus había invitado para una fiesta de pijamas cinco años antes había desaparecido para ser reemplazado por este joven.

Más que nada, recordaba el tatuaje. Era un escorpión gris y plateado, del tamaño de una mano. Recordaba cómo se movía por el abdomen plano, enrollándose al lado de una tetilla rosada, perezosamente estirado sobre un hueso de la cadera, casi imposible de esconderse de la vista. No importaba cómo trataba de que los recuerdos de ese día se borraran, no podía hacerlo. Sólo pudo odiarlos y amarlos en la misma cantidad, mucho tiempo después de que aquellas cosas ocurrieran.

Harry fue sacado de su ensueño por el cordial golpe de Scorpius en la puerta de su estudio.

—Scorpius —saludó al chico cuidadosamente, tratando de no sonar invitador, pero tampoco rudo.

—Señor Potter —la cabeza tímidamente inclinada del joven dejaba su cara parcialmente escondida detrás de hilos de oro pálido. Harry no podía imaginar por qué Scorpius iba a querer ofrecer alguna apariencia de timidez, especialmente después de la escena con Baddock. Desde ese momento, la sonrisa del chico no había desaparecido. Hasta ahora.

El incidente Baddock había ocurrido durante las pasadas vacaciones de Navidad. Harry había llegado a la Mansión Malfoy a recoger a Albus, y uno de los elfos le había informado que el ‘amo Albus’ estaba en la sala de dibujo. Desafortunadamente, Harry se había equivocado de dirección.

Después de abrir la primera puerta con la que se encontró, Harry supo inmediatamente que habría sido mejor llamar antes de entrar.

El joven Baddock, otro Slytherin del año de Albus, estaba recostado contra un estante de libros; ojos cerrados y pantalones alrededor de los tobillos. Arrodillado frente a él había un chico rubio y pálido.

Harry emitió un sonido de sorpresa, y los dos se separaron rápidamente.

Los ojos de Baddock se agrandaron con horror al reconocer al padre de Albus. Balbuceó una mezcla de negaciones, disculpas y explicaciones mientras se subía los pantalones.

En comparación, Scorpius estaba sentado cómodamente en el suelo, con una pequeña sonrisa formándose. Alzó una mano e hizo todo un show para limpiarse la boca con el dorso, sin romper el contacto visual con un Harry convertido en piedra.

Sin saber qué hacer ante la mirada seductora en los ojos del menor, Harry retrocedió rápidamente saliendo de la habitación.

—Lo-siento-puerta-equivocada-lo-siento-buscando-Albus —murmuró, mientras Scorpius reía por lo bajo y le señalaba la habitación de la derecha.

—¿Señor? —dijo Scorpius, haciendo salir a Harry de otro recuerdo lo más rápidamente posible.

La lengua del chico era pura maldad, pensó Harry; sabía como poner un pequeño desliz en la palabra señor para que disparara directo a su entrepierna. Afortunadamente, su dominio de la Oclumancia era lo suficientemente bueno como para saber que Scorpius no tenía posibilidad de saber qué estaba pensando. Pensamientos de estar caliente y duro, en sus rodillas, contra la pared, pensamientos de correrse y sudar y decir palabras sucias. Pensamientos que Harry no podía justificar siendo concernientes a un niño que no tenía ni la mitad de su propia edad.

Harry se tragó el resto de su brandy, posando el vaso suavemente en el escritorio. Con un poco más de atención de la necesaria, marcó la página por la que iba y cerró el libro.

—¿Demasiado ansioso para la gran fiesta como para poder dormir? —preguntó, volviéndose a su inesperado invitado.

Rezó por sonar casual, en la forma en que el padre de su mejor amigo lo haría. Por qué había aceptado hacer la fiesta del decimoséptimo cumpleaños de Albus y Scorpius era algo que nunca entendería. Necesitaba alejarse lo más que pudiera del chico.

Excepto que nunca parecía poder alejarse lo suficiente.

Scorpius dio otro paso, entrando en el estudio.

—Supongo que estoy un poco inquieto esta noche. Cumplo diecisiete mañana.

Harry miró el reloj.

—Son las doce y media. Tienes diecisiete —le corrigió, e instantáneamente lo lamentó.

En el momento en que el mayor confirmó la edad del menor, la cara de Scorpius se transformó. La inocencia anterior se evaporó y algo depredador tomó su lugar.

Instintivamente, Harry se alejó. Sus rodillas golpearon la silla, haciendo que se sentara.

Scorpius trató de esconder una sonrisa y fracasó. Midiendo la oportunidad, el menor dio la vuelta al escritorio, plantando su trasero en uno de los pocos lugares limpios.

—¿Puedo? —Scorpius sostuvo la botella de brandy y comenzó a servirlo expertamente en un nuevo vaso, para Harry—. ¿Señor? —dijo de nuevo, deleitándose con el pánico del otro.

Harry se preguntó ausentemente si alguien le habría dicho que no al chico, cuando pedía algo de esa manera; ciertamente, ningún mago divorciado de mediana edad lo había hecho.

Harry debió de haber asentido, ya que el otro se sirvió un vaso. Una gota se las arreglo para escapar y trazar su camino lentamente fuera del vaso. El joven lo limpió con un dedo, para llevarlo a su boca, y liberarlo con un fuerte pop.

El pene de Harry saltó con el sonido.

El silencio que siguió fue roto sólo por la respiración agitada del mayor. Harry alcanzó su propio vaso y tomó algo del líquido del valor, sintiéndose como un animal cazado. No podía levantarse sin revelar sus tensos pantalones, y no confiaba en su voz para pedir al chico que se fuera. Esa traidora podría pedirle que no lo hiciera.

En vez de devolver el vaso al escritorio, Harry lo sostuvo contra su regazo, escondiendo su erección de los ojos del curioso adolescente. Cerró sus ojos tratando de concentrarse en algo, o de alejar a Scorpius. Tal vez el chico sólo quería beber un trago por su cumpleaños, nada más.

—Por la edad de diecisiete y todas las oportunidades que conlleva —brindó Scorpius. Pero antes de que Harry pudiera registrar la acción, el vaso del otro chocó contra el suyo, que a su vez choco sólidamente contra su dolorido pene.

Los ojos de Harry se abrieron como platos ante el repentino contacto. La cara del chico estaba ruborizada, demasiado cerca de la suya como para ser algo casual. Tenía una mano en la silla de Harry y estaba acercándose cada vez más, casi hasta dejar de tocar el escritorio en el que estaba sentado.

No había forma de que Scorpius estuviese buscando sólo un trago, se dio cuenta Harry. Pero sin importar cuánta madurez y experiencia sexual manifestara el chico, cuánto lo deseara Harry, cuánto había fantaseado con esos habilidosos labios y lengua haciendo algo más que ofrecerle tentaciones, Scorpius todavía era un chico. Le faltaba otro año entero en Hogwarts. Era un invitado en la casa de Harry. Tenía la edad de Al y era amigo de éste.

Harry, por otro lado, era Jefe de Aurores. Padre de tres, reformador del Ministerio y la persona que derrotó a Voldemort. No importaba lo halagado que se sintiera, seguramente podía resistir los avances de un chico de diecisiete años.

—No estoy seguro de qué es lo que piensas que está pasando —dijo. Levantándose rápidamente, se olvidó de sostener su vaso, el cual rodó por el suelo. Pero Scorpius dio otro paso hacia él y lo cortó al presionar sorpresivamente sus labios en los del mayor. No era una demanda; simplemente una oferta.

Harry cogió el hombro del chico y lo apartó de él, apenas medio metro. Lo suficientemente cerca como para sentir el calor húmedo y el olor a alcohol de sus respiraciones combinadas. Los delgados hombros del chico se sentían frágiles debajo de sus grandes manos; sólo en un par de años la delicada figura se transformaría en el notable hombre en que seguramente se convertiría.

—Scorpius, esto no va a suceder —insistió Harry—. Tengo la misma edad de tu padre.

La expresión del menor cambió inmediatamente a confusión; Harry suavizó la voz, consciente de que el momento era crucial.

—Mira, yo nunca podría…

que me deseas. Te he visto —los ojos de Scorpius se empequeñecieron y negó con la cabeza suavemente, tratando de encontrar las palabras—. Te he visto observarme. Cuando piensas que nadie te está viendo, tus ojos se centran en mi boca, mi cabello, mi trasero. No lo puedes negar.

¿Tan obvio he sido? Harry no sabía que hacer. Estaba en tal estado que no notó al otro moverse hasta que fue demasiado tarde. Un dedo había encontrado su entrepierna, y lentamente trazaba una línea sobre su erección, de la misma forma que lo había hecho con el vaso del brandy.

El moreno gritó, sorprendido. Pero antes de que pudiera retirarse, el dedo fue reemplazado por una mano que lo cogió firmemente.

—No lo puedes negar.

La palma estaba presionando más duro, frotando de arriba a abajo, de abajo a arriba.

Con impotencia, Harry luchó por no presionarse contra la anhelante palma. Un pequeño gruñido escapó y sus ojos se abrieron, mirando directamente a la puerta abierta del estudio.

En un latido de corazón, la varita voló a su mano, la puerta se cerró y unos hechizos de silenciamiento y bloqueo quedaron momentáneamente en el aire. Sin importar lo que estuviera pasando, la discreción era crítica. Scorpius dejó caer su mano de la entrepierna del otro y lo miró, ojos gigantes.

—Merlín, eso ha sido increíblemente caliente —a pesar de sus palabras, el chico tembló—. Cuando haces magia así, es como si fueras una fuerza de la naturaleza. Puedo sentir el cosquilleo que me produce la magia remanente.

Harry reconoció la mirada en la cara del otro. Enojado por primera vez en esa noche, bufó.

—Scorpius, no soy el grandioso Harry Potter de tu colección de láminas de las Ranas de Chocolate. El que tiene ojos verdes brillantes, le gusta la tarta de melaza y conquista el mal.

—¿No le gusta la tarta de melaza? —bromeó el rubio, todavía extasiado por la descarga de magia.

Harry alejo al chico, convencido de haber entendido los motivos del otro.

—Regresa a la cama, por favor —dijo, preguntándose de dónde venia el tono herido en su voz.

La cara y el cuello de Scorpius se tiñeron de color. Cuando finalmente habló, su voz era toda furia.

—¿Qué? ¿Porque he hecho una broma sobre tu postre favorito?

—Escucha —dijo Harry firmemente—, no me conoces. Tengo el doble de tu edad. Lo que sea que ves en mí, no es real. Ese Harry Potter no existe, excepto en esas biografías que lo inflan todo.

—¿Eso es lo que piensas? ¿Que estoy…? —dijo el chico, como si estuviera escupiendo piedras—. ¿Que estoy enamorado de un mito? Lo único que sé es que tu magia hace que me vibre todo y tus ojos persiguen mis fantasías y que quiero agarrar ese pelo desquiciante… —Harry trato de pararlo, pero el chico no había terminado—. Sé que eres el hombre que le dijo a Albus que estaba bien que un Potter fuese a Slytherin. Le dijiste a James que le quitarías su Nimbus 3010 si no paraba de molestar a Al por ser amigo mío.

Scorpius se acercó y bajó la voz mientras la ira en el cuarto se desvanecía y se llenaba de otro tipo de tensión.

—Sé que te quedaste despierto al lado de la cama del hospital de Lily durante tres días después de que ese idiota tratara de darle una poción de amor mal hecha —dijo, llevando una mano temblorosa a la mejilla del otro—. Sé que te ofrecieron ser ministro el año pasado y lo rechazaste —un ruido indistinguible escapó de Harry. Lentamente, comenzó a entender—. Y creo que es la cosa más valiente que has hecho.

—¿Cómo sabes eso? —pregunto Harry, su voz aumentando de volumen. Todo el mundo lo había regañado por negarse. Ginny, Hermione, especialmente Ron. Nadie entendía lo que odiaría ser ministro, ni por qué.

Scorpius le respondió con un suave beso. Y luego otro.

—No eras el único que prestaba atención, ¿sabes? Te conozco.

La respiración de Harry era errática; todo su cuerpo era fuego mientras las palabras del chico se deslizaban por él. Su furia era reemplazada por algo completamente diferente.

—También sé que desearías que mi padre fuese mejor persona, pero no me tratas a mí de forma diferente por ello.

El mayor se quedó en completo silencio mientras el chico besaba sus labios, su mandíbula, su cuello. Dedos torpes comenzaron a desabotonar su camisa. Harry se pregunto en qué estado se encontraba Scorpius, hasta que llegó al último botón y el mayor pudo sentir cuánto le temblaban los dedos.

Harry los agarró fuertemente entre los propios y Scorpius lo miró, confundido. Sus ojos estaban brillantes y acuosos con iguales cantidades de lujuria y pánico.

Posando sus manos en ambos lados de la cabeza del menor, Harry lo acercó, tratando de poner todo lo que no podía decir en un beso abrasador. Por primera vez en años, era entendido, era apreciado. Este niño, este joven que estaba ante él iba a saber lo agradecido que se sentía.

—Besa muy bien, señor —dijo el rubio con una mirada demoníaca, seguro de sí después de un segundo.

Harry se alejó un momento, luchando por quitarse la camisa; luego agarró al menor por el cuello y atacó su boca de nuevo.

—¿Sabes lo que me hace eso, Scorpius? —Harry deslizó la camiseta de los hombros del otro y presionó sus pechos desnudos. Se quedaron quietos, pecho contra pecho, cadera contra cadera, con Scorpius sólo unos centímetros más alto; sus cuerpos encajaban perfectamente—. Esto es lo que me haces —el moreno presionó hacia adelante, su polla erecta encontrando la del otro inmediatamente. Scorpius gimió y echó la cabeza hacia atrás.

Harry atacó el cuello expuesto, lamiendo y mordiendo, mientras sus manos quedaban atrapadas en el enredo de la camisa de dormir del chico, manteniéndolo unido a Harry con un poco de fricción.

Harrrrryy —jadeó Scorpius—, para. Por favor, no quiero correrme así.

Harry lo dejó ir de mala gana, pero maravillado de tener finalmente el control. O lo que fuese control en esa situación.

Su voz sonó llena de necesidad cuando habló.

—Yo tampoco quiero que pase así. Realmente quiero ver lo que hará ese tatuaje tuyo cuando yo envuelva tu polla con los labios.

—Oh, Dios —chilló el menor—, me lo puse hace un año. Y te acuerdas de…

Deslizando las manos debajo del cinturón del pantalón del chico, Harry hizo una pausa.

—Y me lo he estado preguntando desde entonces. ¿Estás seguro de que quieres esto?

Harry no tuvo que esperar mucho para escuchar la respuesta.

—Merlín, sí, por favor. Ahora —y botones del pijama, pantalones y él mismo se deslizaron al suelo al mismo tiempo.

Una mano sostenía el pene del chico; Harry se tomó un minuto para admirarlo, antes de acercarse, parando sólo una vez para llevar su nariz a los rizos rubios.

Scorpius se agitó, pero Harry agarró sus caderas y las sostuvo. Mirando hacia arriba, descubrió el escorpión verde-plateado moviéndose alrededor del ombligo del chico. Dios, me encanta ese tatuaje.

Harry sintió que Scorpius no duraría mucho más. Estaba temblando y murmurando incoherencias, tratando de prolongar la llegada a lo inevitable.

Moviendo su boca lentamente hacia arriba, Harry rápidamente deslizó la lengua y luego succionó la erección. Repitió el proceso una vez, y otra vez; el chico gruñía y arremetía con cada movimiento suyo. A la tercera vez dejó ir las caderas del otro y presionó un dedo contra la entrada del rubio, justo cuando la erección golpeó la parte de atrás de su garganta.

Muchas cosas pasaron a la vez. El dedo de Harry no encontró el anillo tenso de resistencia que debía tocar, pero si una entrada lubricada, preparada y esperándolo. Harry gruñó, con el pene todavía en su boca, y deslizó un dedo. Scorpius gritó y explotó en la boca del mayor.

El moreno estaba tan distraído por el calor que había alrededor de su dedo y la sensación pulsante de la erección en su boca, que casi se perdió la reacción del escorpión.

Fue increíble. El tatuaje se retorcía y estremecía mientras cambiaba de color, brillantes olas de luz verde y plata cambiando a rojo y dorado. La luz que emanaba era deslumbrante, y se reflejaba en el pecho desnudo del chico. Harry alzó los ojos para encontrar los del otro; los dos vieron el último haz rojo desaparecer y volver a ser verde.

Harry liberó al chico, dándole una última lamida mientras lo soltaba.

Scorpius lo puso de pie, besándolo repetidamente, pequeños besos apurados mezclados con murmullos de elogios y gratitud y una disculpa avergonzada por ser tan rápido.

Harry rió.

—Scorpius, tienes diecisiete años. Voy a estar bastante celoso de tu capacidad para recobrarte en sólo un minuto.

El chico sonrió.

—Sí, lo estarás —llevó una mano al botón de los pantalones de Harry—. Ahora veamos qué podemos hacer con esto.

Harry sabía adónde se encaminaba aquello, y tenía que saberlo.

Scorpius —preguntó gentilmente—, ¿eres…? ¿Has dejado que alguien…?

—¿Me folle? —preguntó el chico, divertido por los balbuceos del otro.

—Scorpius —regañó el mayor—. Esto es importante.

—¿Recuerdas lo que dijiste acerca de que te llamen ‘señor’? ¿Lo de cómo te hace sentir? Tú dices ‘Scorpius’ como nadie más puede hacerlo. Cuando lo escucho durante el té o viendo el Quidditch, o en Las Tres Escobas el fin de semana en Hogsmeade, sólo quiero hacer mil cosas sucias contigo, sin importar quién más esté en la habitación —el rubio dio un paso adelante, bajando la cabeza y presionando un pezón de Harry entre dos dientes. Succionó y mordió y lamió hasta que Harry gritó. Miró directamente a los ojos oscurecidos del mayor—. Sólo he querido tener a un hombre dentro de mí… señor —dijo, alzando una ceja en señal de reto.

Harry deseó poder aparecerlos a ambos en su habitación, pero no confiaba en sí mismo en ese instante. Miró alrededor; tenía un escritorio, una silla y un suelo para escoger. La primera vez de Scorpius no sería en medio de cojines y sábanas de seda, pero lo haría mejor de lo que cualquier adolescente nervioso podría hacerlo.

Lanzó un hechizo de calentamiento y acolchamiento a la silla de madera, mientras el chico pateaba el resto de su ropa y esperaba impacientemente las instrucciones. Su tiempo de recuperación, notó Harry, era de verdad impresionante.

—Arrodíllate en la silla y descansa los codos en el respaldo —instruyó el mayor, mientras terminaba de desvestirse.

Se apoyó sobre Scorpius y lamió la forma de su oreja.

—Te ves hermoso así, con ese precioso culo a la vista —Scorpius se retorció y Harry le dio una palmada.

—Pero un poco alto para nuestros objetivos, me parece —con otro movimiento de la varita, la silla bajó varios centímetros. La siguiente vez que se acercó, su pene rozó deliciosamente una nalga del chico.

Los dedos de Harry delinearon la columna y el descanso entre los dos glúteos.

—Fue bastante pretencioso por tu parte el venir preparado.

Scorpius trago saliva al sentir dos dedos deslizarse en él.

—Quería que tú, uhhh, pensaras que estaba listo.

Hablaba como un niño, pensó Harry, desesperado por parecer ‘lo suficientemente mayor’. Puede que Scorpius hubiera llegado preparado, pero seguía siendo virgen. Un adolescente virgen. El moreno se permitió entrar en pánico al entender la complejidad del momento.

Pero cualquier sentimiento de culpabilidad desapareció en cuanto Harry encontró el punto que estaba buscando y Scorpius gritó. Nghhh.

Tocó ese punto un par de veces antes de retirarse y añadir un tercer dedo.

Scorpius gimió con cada estocada. Nghhh.

—¿Estás listo? —preguntó Harry, sin respiración.

El menor tomó aliento y se presionó contra los tentadores dedos de fuego de Harry. Nghhh

—Por favor.

Harry apartó la mano, lubricó su pene y se colocó.

Lentamente se presionó contra ese estrecho, estrecho calor. Se movió hacia atrás y adelante, con pequeñas estocadas, adentro y afuera, empujando un poco más cada vez, hasta que finalmente sus testículos golpearon y se quedó quieto.

Se sostuvo fuertemente en los hombros temblorosos del rubio, escupiendo palabras, murmurando incoherencias. Joder, te deseo, me siento tan bien, jodidamente increíble.

Finalmente, no pudo esperar otro segundo más, y se deslizó hacia afuera antes de volver a entrar.

Scorpius dejo salir otro “nghhh”. Luego, su sucia boca gritó las cosas más calientes: más duro, mas rápido, úsame, pégame, jódeme.

No había forma de que fuera a durar. Inclinó las caderas y, después de un par de estocadas, Scorpius gritó de nuevo.

La silla no era lo ideal, el ángulo era el incorrecto, Scorpius era un poco más alto y hacían mucho ruido, pero Harry se las arregló para golpear ese punto con cada estocada. Las demandas del rubio pronto se redujeron a gruñidos y jadeos.

Harry llevó su cuerpo hacia adelante y empezó a bombear al otro, al tiempo de sus estocadas.

—Tan bien, ugh, tan estrecho, ugh, Scorpius. Dios… voy a…

Los testículos de Harry se estremecieron y perdió el ritmo. Una, dos estocadas más y se dejó llevar con un gemido final. Arremetió suavemente con sus caderas, exprimiendo lo último de su orgasmo. Dejó descansar su cabeza en el hombro del chico y respiró. Sólo entonces se dio cuenta que el otro se había corrido con él, bautizando su silla favorita.

Harry se salió cuidadosamente y murmuró un hechizo limpiador sobre ambos, y luego sobre la silla. Se sentó y llevó a Scorpius a su regazo.

—¿Estás bien? —preguntó, llevando una mano arriba y abajo por los brazos y piernas del chico, cada centímetro de piel suave, tan suave, que tocar.

—Estoy bien, sólo un poco, ya sabes… dolorido —respondió el menor desde su regazo —. Pero estoy bien.

—Eso está bien —sonrió Harry, besando al chico en un hombro desnudo—. No puedes ir andando de forma extraña, mañana es tu fiesta de cumpleaños.

—Y la de Al.

—Y la de Al —concedió Harry. No tenía deseos de pensar en su hijo, cuando el mejor amigo de éste estaba en su regazo.

—Mi padre estará ahí —le dijo Scorpius.

—También mi ex mujer.

—Y Darren Baddock.

Harry gruñó ante el recuerdo, sin esperar la ola de celos que lo atravesó.

Scorpius se dio cuenta de la reacción inmediatamente.

—Prometo no darte muchos celos —le dijo—. Al menos no a propósito.

Harry puso los ojos en blanco y se las arregló para ponerlos a ambos de pie.

—Tenemos que dormir.

Se vistieron en silencio. Necesitaban tener una charla bastante larga, Harry lo sabía.

Pero no esta noche.

 

 

 


Fin

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