VUELVE
SOBRE
LA DECADENCIA DEL FANFICTION
Por Naru
Autora
de slash y administradora de Furia
Roja
Beta: Ronna
Si me preguntáis quién soy yo para venir aquí a
dar lecciones, os diré que nadie. He pasado por pocos fandoms,
y desde luego no me creo capacitada para sentar cátedra. Aclaro
esto porque es probable -¡ojalá!- que este artículo
despierte críticas de todo tipo. Por mi parte, aceptaré
orgullosa la lluvia de palos y piedras si consigo, con mi triste prosa,
remover alguna conciencia.
Heiko me
ha pedido que escriba este artículo desde el punto de vista de
una admin que ha sido afectada frontalmente por la crisis de lo que
yo llamo la ley del mínimo esfuerzo aplicada al fic. No
obstante, me resulta imposible desligar este artículo de mi incansable
y voraz faceta de lectora. No puedo hablaros de la desazón que
me provoca el panorama del fanfic actual si no os hago entender lo mucho
que amo -adoro- este género al que muy -muy muy muy- poquitas
personas han hecho tan grande. Así que, con vuestra venia, voy
a empezar por...
El
día que descubrí el fanfiction.
Ah, el día
que descubrí el fanfiction. Aún lo recuerdo como si fuera
ayer, y han pasado... ¿diez años? Más, probablemente.
El día
que descubrí el fanfiction, señoritas (y señores,
si los hay), servidora no tendría más de 13 años,
y se conectaba a Internet por un módem de 56 kbps (¡y era
una privilegiada!), pagando a 100 pelas la hora. Yo andaba por aquella
época obsesionada con la serie de mi vida -Expediente X-, shippeando
a Mulder y Scully antes de saber lo que era shippear. Aprendiendo a
marchas forzadas a utilizar aquella cosa extraña llamada Internet
para navegar incansablemente por primitivas páginas equisófilas,
el 90% de ellas luciendo un saludable diseño de letras verde
chillón sobre fondo negro.
Y ahí
estaba.
El fanfiction.
Era un PG-13,
MSR, songfic. Huelga decir que yo no tenía ni puñetera
idea de lo que significaban ninguno de esos epítetos y siglas.
Sólo sabía que era un relato. Un relato de mis dos agentes
del FBI favoritos, maravillosamente caracterizados, unidos en una relación
creíble -desde luego, más creíble que la segunda
película-, desarrollando una historia corta pero que recogía
la esencia, la intriga, la atmósfera oscura y por ratos asfixiante
de Expediente X.
El día
que descubrí el fanfiction, lo imprimí sin apenas haberlo
leído, para llevármelo a la cama y disfrutarlo, como se
disfrutan los buenos libros. El día que descubrí el fanfiction,
lo guardé cuidadosamente entre mis revistas de pop adolescente
–sí, ésas que estáis pensando-, esperando
esconderlo a ojos de mis padres.
El día
que descubrí el fanfiction, no tenía ni puñetera
idea de qué era eso ni cuánta gente había escribiéndolo.
Sólo sabía, con una certeza que me ha acompañado
pocas veces en la vida, que acababa de abrir una ventana a un universo
distinto.
Y que necesitaba
más.
La
Conquista del Paraíso.
Desde entonces,
el fanfiction jamás ha desaparecido de mi vida. Ya sea como incansable
lectora, o como aún más incansable -bueno, algunos dirían
pesada- escritora. Pasando por muchos fandoms y parejas, que evolucionaron
naturalmente a medida que fueron pasando los años. Leía
mucho y bien, y escribía mucho y... bueno, escribía.
Siempre que mis intereses cambiaban -es decir, siempre que descubría
una nueva serie, un nuevo anime, algo con lo que obsesionarme-, lo primero
que hacía era buscar los fics.
Porque sin
fics no había paraíso.
Y en ese
descubrimiento del maravilloso mundo, contribuyeron webs como fanfiction.net.
Sólo quien haya vivido en esa época, en la época
donde los buscadores no eran tan potentes (de hecho, ojo al dato, para
que una web saliera en un buscador, el creador tenía que inscribirla
y pasar por un proceso de validación; me siento como si estuviera
dando una clase de Prehistoria a los chavales, pero es cierto) comprenderá
la alegría de encontrar UNA sola web donde podías encontrar,
perfectamente clasificados, TODOS los fandoms imaginables... ¡y
clasificados por rating, género, pareja, idioma, extensión...!
Aquello era,
sencillamente, el cielo. Webs como fanfiction.net, y más tarde
Slasheaven y similares, constituían una inagotable fuente de
entretenimiento para el buen lector de fics. No había nada mejor
que sentarse, una tarde libre, a leer fics. Simplemente, leer fics.
Estamos hablando de la época pre-youtube, pre-bandaancha,
donde como mucho tu conexión daba para descargarte una cancioncita
en Napster mientras te metías una buena ración de fanfiction
en vena.
Quizá
por ello, para nosotros/as era un auténtico Descubrimiento el
hecho de ver que, en el fandom al que nos acabábamos de enganchar,
había una autora que se curraba buenos fics de 20 capítulos
o más. Y cuando empezábamos a leer y descubríamos
que el susodicho no sólo era largo, sino que estaba bien escrito
y perfectamente desarrollado, casi podíamos escuchar -justo al
inicio de aquella buena tarde/noche que pasaríamos leyendo sin
descansar, sin pensar en otra cosa, sin pensar que pudiera haber algo
mejor que estar allí disfrutando de un buen relato- al bueno
de Rodrigo de Triana, alzando los brazos y la vista y gritando "¡Tierra!".
Y entonces...
Bueno, entonces
llegó el Maligno.
El
drabble, y la madre que lo trajo.
En este punto,
mis recuerdos se difuminan un poco. Recuerdo que pasé por un
período de crisis fanfiquera, que estuve un tanto alejada del
panorama. Y cuando volví... y cuando volví...
Cuando volví
me dieron ganas de irme otra vez.
Durante mi
ausencia, mi maravilloso paraíso de fics largos e hiperdesarrollados
se había visto invadido por el Mal.
Aclaración
número uno: el drabble en sí no es malo. El drabble como
complemento a una obra más extensa y desarrollada, no es malo.
Todos hemos escrito drabbles -bueno, yo pocos, pero eso es porque ya
ha quedado clara, a la vista de que llevo escritas 3 páginas,
que mi capacidad para enrollarme es infinita-. Todos.
Bueno, ése
que está levantando la mano ahí al fondo me dice que no,
pero ya me entendéis.
Ahora bien, el drabble generó un curioso fenómeno que
pasaré a describir a continuación:
Tenemos a
una escritora de fics, llamémosla Escritora De Fics.
Escritora
De Fics está aprendiendo poco a poco los rudimentos del arte
de la escritura, leyendo mucho, copiando poco, desarrollando su propio
estilo, probando, recibiendo críticas, recibiendo elogios, equivocándose,
CREANDO.
Escritora
De Fics tiene una libreta donde esboza, utilizando unas páginas,
la línea argumental básica de ese fic que está
escribiendo, que tanto promete, y que va por el capítulo 4.
Escritora
De Fics recibe unos 20 comentarios por capítulo. Unos normales
("este fic va por buen camino, ¡sigue así!"),
otros levemente críticos ("me ha gustado, pero creo que
tal personaje está desdibujado"), otros insustanciales ("oigan
kuando viene el lemon???"). Algunos ocupan párrafos, otros
ocupan líneas. Lo típico.
Entonces,
Escritora de Fics descubre los drabbles y escribe uno.
Y Escritora
de Fics recibe -por un texto de un folio, dos o tres como mucho-, LOS
MISMOS comentarios que recibía por sus capítulos de veinte
páginas. ¿Los mismos? ¡NO! Es probable que reciba
incluso más (ya se sabe, más facilidad para leer), y que
entre esos comentarios no haya un solo atisbo, ápice, o como
diríamos en mi tierra, una mijitilla de nada que huela
siquiera de lejos a CRÍTICA. Aún más, los comentarios
podrán ser elaborados, casi con total seguridad, disponiendo
aleatoriamente las siguientes combinaciones:
• OMGYAY!
• ¡Es
tan hot!
• ¡Me
caso con tu fic!
• ¡Te
lo quotearía entero!
Conclusión:
Escritora de Fics, que como todo ser humano es voluble, influenciable,
y tiende naturalmente hacia el mínimo esfuerzo, se plantea seriamente
para qué puñetas va a molestarse ella en escribir un fic
desarrollado y currado, si con un mísero drabble puede obtener
más y mejores críticas.
Y esa libreta
que utilizaba para esbozar los argumentos... bueno, ahora la utiliza
para escribir sus drabbles. A uno por hoja. Le ocupan menos que las
líneas argumentales y anotaciones con las que antes llenaba páginas
y páginas.
¡Ave,
mediocridad! Los que iban a ser grandes te saludan.
[Aclaración
número dos: quien esto escribe no duda de que pueda haber drabbles
mejor escritos y más currados que un señor fic de treinta
folios. Quien esto escribe no ha visto nunca ninguno, pero no lo duda,
al igual que no duda de que hay vida inteligente ahí fuera, aunque
empiece a perder esperanzas de que la haya aquí dentro. Que nadie
se me sulfure ni se me exalte, guardad las espadas, que además
la sangre no sale tan fácilmente de la ropa].
Éramos
pocos, y parió la cabra.
Entonces
se nos juntó el hambre con las ganas de comer, y apareció
en el horizonte el Livejournal.
Aclaración
del día número tres mil: no tengo nada en contra del Livejournal.
Es más, tengo una cuenta pagada, y lo utilizo para desarrollar
la gran mayoría de mis relaciones on-line. Participo activamente
en comunidades (¡administro una de ellas!). Siempre he tenido
un Livejournal, o en su defecto un Deadjournal donde contar mi vida
y dejar huella de lo que fue mi patética adolescencia.
No hay que
perder, no obstante, de vista una cosa.
Livejournal
no es un sistema de publicación de fics.
(Gritos de
sorpresa).
Livejournal
es un BLOG.
(Gritos de
asombro).
Livejournal
no tiene, ni de lejos, la potencia que ofrecen webs como FF.net, SH
o similares, en materia de publicación, organización,
puntuación, recomendación, etc.
No es mi
intención explicar, entonces, por qué utilizamos Livejournal.
Eso sería materia para otro artículo. Diré, no
obstante, que publicamos en LJ por varias razones que tienen que ver
con la comodidad y la privacidad. No es nada malo, publicar en una comunidad
de Livejournal. Con una buena organización, y unos buenos tags,
se pueden tener los fics más o menos organizados.
El problema
del LJ es que, como el drabble, fomentan la ya mencionada ley del mínimo
esfuerzo.
¿Os
acordáis de Escritora de Fics? Se hizo un Livejournal. Empezó
a escribir fics RPS de, no sé... los telediarios de Cuatro (he
intentado buscar algo absurdo que tenga pocas posibilidades de existir,
pero visto lo visto, aclaro: si hay alguien que escribe fics de los
Manolos, por favor que me perdone, yo no lo sabía, yo no quise,
señor juez), se unió a la comunidad manolos_love, decidió
que era mucho más seguro escribir ahí que en su vieja
cuenta de FF.net, y fue feliz. A fin de cuentas, todo el que quisiera
leer algo de los Manolos, sabía que tenía que unirse a
la comunidad y utilizar las etiquetas y las memorias.
Vale.
Entonces,
rizamos el rizo (y nos quedamos calvos).
Escritora
de Fics se hartó un día de publicar en manolos_love. Porque,
¡oigan, le pedían beta! ¡Y cumplir dos normas súper
difíciles! (Una: escribir en correcto castellano; dos, etiquetar
correctamente los fics). Así que nuestra audaz amiga decidió
publicar... en su propio LJ.
Con lo que
así, quien quisiera leer fics de los manolos, "sólo"
debía entrar a manolos_love, comprobar que nadie escribía
ahí, contactar con el admin, quien a su vez le daría una
dirección de elejota de alguien amable, quien a su vez le escribiría
un privado recomendándole un par de Livejournals donde se publicaban
fics de los Manolos, y por ahí el recién llegado podría
ir empezando antes de volver a pedir recomendaciones, seguir a los amigos
de los amigos y acabar controlando más o menos el fandom. Pues,
obviamente, Livejournal no dispone de ningún sistema para publicar
fics.
Y así,
Escritora de Fics pasó de ser una autora exigente consigo misma
y de una actividad destacable -100 lectores de media-, a una prolífica
creadora de mediocres drabbles de medio folio (eso sí, ¡dedicados!),
que acababa publicando en su Livejournal personal para deleite, regocijo,
omgyays! y nula crítica de los 10 miembros de su f-list.
Una evolución
brillante.
Y
el panorama actual.
Como ya he
mencionado, administro (mejor dicho: co-administro) una comunidad del
elejota. Desde que descubrí Internet y creé mi propia
página haciendo uso del entrañable Frontpage Express y
de la herramienta más poderosa que jamás se ha concebido
a la hora de crear webs (hablo, evidentemente, del Bloc de Notas), siempre
he tenido un rinconcillo on-line entre manos. Páginas de diversa
índole, foros, algún que otro blog temático, y
finalmente comunidades en el LJ.
No es mi
intención dar la chapa con mi currículum –sobre
todo porque eso era lo mínimo que hacía cualquier persona
más o menos espabilada, interesada por las nuevas tecnologías,
y que hubiera nacido en la década de los 80, amigas mías-,
sino dejar claro que siempre he contado con una privilegiada atalaya
desde donde observar la evolución del fanfiction. Desde donde
intuir las tendencias, las modas que nos dominaban a lectores y escritores.
¿Sinceramente?
De pena.
Pero de total,
absoluta y vergonzosa pena.
No obstante,
como historiadora que soy, me resisto a caer en el maniqueísmo
de “qué buenos éramos antes, y qué malos
somos ahora”. Cualquier hecho tiene al menos tres causas, y la
decadencia de nuestro amado fanfiction no va a ser menos. En este sentido,
el auge de la ley del mínimo esfuerzo, el drabble, y el yo-me-lo-guiso-yo-me-lo-como
responden a una tendencia muy clara.
Permitidme
que os retrotraiga de nuevo a la Edad de Piedra, cuando no existía
Youtube y un vídeo o una canción tardaba una tarde entera
en descargarse –eso si no tenías que irte antes, porque,
ojo, si querías llamar por teléfono debías desconectarte
de Internet. Y sí, tu tía Gertrudis siempre, siempre
llamaba cuando estaba a punto de descargarse en tu ordenador el
vídeo del beso cortado entre Mulder y Scully en Memento Mori-.
Entonces, un fic era un hallazgo. Te lo leías por encima, te
lo imprimías, te lo re-leías en la cama, lo examinabas,
y cuando lo tenías interiorizado, contactabas con la autora para
escribirle un comentario larguísimo señalando sus puntos
fuertes y débiles. No sé si existía el concepto
de beta, porque todos éramos betas de todos. Nadie vacilaba a
la hora de señalar un error; ningún escritor se avergonzaba
si le sacaban un fallo. Al revés: dábamos las gracias,
porque aquello nos permitía MEJORAR. A veces, incluso, esa crítica
iniciaba una bonita relación epistolar que hacía que tus
lectoras acabaran convirtiéndose en tus amigas –esto ya
apenas ocurre en la actualidad. Ya no hacemos amigas de entre nuestras
lectoras; obligamos a nuestras amigas a convertirse en nuestras
lectoras. Apréciese la sutil diferencia-.
¿Ahora?
Ahora hay demasiadas cosas que hacer frente a un ordenador. Se busca
lo rápido y lo fácil, el drabble corto que arranque suspiros,
tequieros y mecasocontigos, para que luego podamos irnos todos a ver
algo en Megavideo, jugar al restaurante de Facebook, o perder el tiempo
de mil formas posibles.
Y ya no es
que el escritor esté dispuesto a escribir algo con una mínima
consistencia; es que el lector no está dispuesto a leerlo.
Me ha pasado y ha pasado a gente que conozco: empezar a planear una
historia por capítulos, bien desarrollada, y que te aparezcan
los lectores preguntando cuánto tiempo va a durar la broma. Que
es una desconsideración, mire usté, que nos tenga aquí
leyendo una historia larga, robándonos el tiempo que podríamos
dedicar a saltar de un vídeo a otro en Youtube. ¡Poca
vergüenza!
Ahora todo
el mundo escribe. Y sí, esto que a priori no parece malo, se
torna nefasto cuando descubrimos que muchas de estas nuevas generaciones
de escritoras, no es que no sepan escribir –esto no es un insulto;
yo no sé dibujar, y no me avergüenzo-, es que ni siquiera
disfrutan haciéndolo. ¿Por qué lo hacen?
Porque escribir es el medio más rápido, fácil e
indoloro –a veces incluso insípido- de conseguir los halagos
de rigor. Porque, habiendo bajado el nivel de exigencia, cualquiera
puede pergeñar un drabble, autopublicárselo, y recibir
su dosis necesaria de protagonismo y atención. Se ventilan alegremente
auténticas bazofias –he llegado a leer fics que tenían
faltas de ortografía garrafales… ¡EN EL TÍTULO!-.
Sí, vale, sé lo que estáis pensando: esto también
ocurría antes. Pero antes, cualquiera de esos fics hubiera cosechado
comentarios negativos, y alguna que otra reseña irónica.
Ahora, no. Pensadlo: ¿quién va a venir a criticarte a
tu propio elejota? ¿Quién va a señalarte que lo
estás haciendo mal, si las únicas que te leen son tus
amigas, que por supuesto se quieren casar contigo, te lovean, y escriben
tan rematadamente mal como tú?
Está
bastante claro.
Mi visión,
como co-admin de una comunidad donde de vez en cuando aparece algún
valiente y publica algo, es de risa. De risa por no llorar, por no rabiar
al ver hasta qué punto hemos degenerado, hemos bajado nuestra
autoexigencia hasta la capa freática, y hemos subido nuestro
ego a la estratosfera.
Es para llorar,
ver gente que escribe-escribe-escribe-escribe y publica-publica-publica-publica,
de forma frenética e imparable, sin pararse a pensar un segundo,
a reflexionar sobre si todo el material que sale de las teclas de su
ordenador es publicable, si esta historia podría haber sido un
poco mejor, o si, por qué no, mi talento no me daría
para hacer algo más grande que esto.
Es para llorar,
ver cómo el concepto “dejar reposar un fic” ha desaparecido,
porque en cuanto ponemos punto y final en el Word estamos deseando subir
el escrito para recibir nuestros añorados comentarios. Es triste,
sobre todo para las que además ejercemos la labor de betas, y
observamos cómo a veces sólo nos pasan los fics por tener
un nombre que añadir en la entradilla; sólo desean que
devolvamos el texto cuando antes, para poder publicar ipso facto, y
algún que otro caso –me ha ocurrido- sin haberse molestado
en corregir los errores señalados (y, en una circunstancia realmente
excepcional, la autora lo publicó antes de que yo pudiera tener
tiempo de betearlo, tal era su necesidad de sentirse alabada y fangirleada).
Y es para
llorar, definitivamente, ver cómo hay escritoras que consideran
el beteo un insulto hacia su persona y hacia su perfección (¿?),
y que pasan olímpicamente de publicar en una comunidad por el
simple hecho de que no soportan que las critiquen. Lo más llamativo
es que, al menos en los casos que yo he encontrado, se trata de personas
que escriben realmente bien, pero que podrían hacerlo incluso
mejor si admitieran una leve crítica. Talento desperdiciado,
vegetando en sus propios elejotas, leídas por las mismas cuatro
de siempre. Y no te atrevas a señalarles que ellas podrían
hacerlo mejor, porque… ¡eh! ¡Aquí hemos venido
a divertirnos!
Conclusiones
y propuestas de mejora.
Si has llegado
hasta aquí, déjame ante todo que te dé las gracias.
Me halaga que hayas invertido en este artículo el tiempo que
podrías haber pasado tonteando en Facebook ;)
Ahora en
serio, vuelvo al principio: no soy nadie. No tengo autoridad para señalar
cómo se debe escribir, cómo se debe publicar, y cómo
debe utilizar uno su Livejournal. Sólo soy, lo repito humildemente,
alguien que adora el fanfic y lleva media vida vinculada a él.
Alguien que
lleva mucho tiempo sin sentir esa sensación, la de encontrar
una historia larga que saborear lentamente, capítulo a capítulo,
pensando que el fic que estamos leyendo no desmerecería a muchas
de las novelas que se apilan en nuestras estanterías. Es esa
sensación, la de sentir que te adentras en un universo ya conocido,
pero que alguien te redescubre aportando una nueva luz, una vuelta de
tuerca, desarrollando ese personaje que en el original se mantenía
algo oscuro. Trabajando capítulo a capítulo, sin esperar
más reconocimiento que el hecho de que tú -durante media
hora, dos horas o una tarde entera-, no pienses en levantarte de la
silla.
Y sí,
he leído buenos fics, buenos drabbles que me han hecho obsesionarme
con tal o cuál pareja, buenas historias ante las que me quito
el sombrero. Pero… ese salto que te daba el corazón en
el pecho cuando FF.net o SH te informaban, con un e-mail automático,
de que tu autora favorita había actualizado… ¿lo
recordáis?
Pues yo no.
Llegado a
este punto, es probable que te hayas sentido mortalmente ofendida en
alguna parte -¡o en todas!- de este relato. Créeme –ahora
lo digo sin rastro de mi habitual ironía granaína- que
no era mi intención. El propósito de este artículo
es señalar nuestros fallos, no insultar. Remover nuestras conciencias,
no propiciar que los ejércitos se alcen en armas -que para generar
malestar, me cuentan que ya hay comunidades dedicadas específicamente
a ello, y yo estoy muy en contra del intrusismo profesional-.
Es probable
que te estés planteando que me estoy pasando de tremendista,
y me aconsejes que redondee la jugada salpicando este artículo
con citas del Apocalipsis de San Juan. Estás pensando que tú
no tienes por qué esforzarte, porque hemos venido aquí
a divertirnos, y a ti no te gusta perder el tiempo leyendo ni escribiendo
más de la cuenta. Que ya lo dice el refrán: lo breve,
si es bueno, dos veces bueno.
Pos vale.
Te pregunto
yo a ti, lector/a, antes de que te vayas a revisar tu f-list, que rebusques
en tu memoria cuáles son los grandes fics de cada fandom, quién
los escribió y durante cuánto tiempo. Te pregunto cuántos
capítulos tienen Sólo Vivir, el Marauder!Crack
o Seréis en la Tierra, por poner tres ejemplos que todos
conocemos. Te pregunto cuándo fue la última vez que un
fic de folio y medio fue considerado la gran obra maestra producida
por X fandom.
Ahora sí,
puedes irte a twittear lo mucho que me odias. Lo acepto y lo comprendo.
Yo ya sabía a lo que venía.
También
es posible que algún lector/a aislado no sólo no esté
planificando la mejor forma de rebanarme la cabeza, sino que se haya
sentido identificado conmigo, con mi desasosiego y mi sensación
de que esto ya está mal, y va a peor. En tal caso, déjame
decirte una cosa: hay más descarriados que opinan como tú.
Lectores, escritores, administradores, gente que se siente desconcertada
con el nuevo rumbo que toma el fanfiction. Gente a quienes los “mecasocontigo”
dejan totalmente vacíos, gente que echa de menos los fics largos
y desarrollados, gente que adoraría volver a tener esos comentarios
donde los lectores aparecían con el palo en una mano, y en la
otra la zanahoria.
A toda esa
gente –que sé que estáis ahí-, propongo un
esfuerzo común por volver a los viejos tiempos. Es obvio que
a estas alturas no podemos escapar de la dictadura del Livejournal,
pero sí que podemos hacerlo nuestro, ser nosotros quien condicionemos
al elejota, y no la jodida cabra quien nos condicione a nosotros.
Señores
lectores, tienen el derecho y el deber a no tragar con todo. Tienen
el derecho y el deber de criticar. Tienen el derecho y el deber a tener
los fics organizados y sin faltas de ortografía: ¡exíjanlo!
Basta ya de transigencia, basta de leerte una bazofia porque su autora
se publicita de forma cansina por twitter. Basta de lamidas de botas
y comentarios insustanciales.
Señores
admins de comunidades, nosotros también tenemos el derecho a
no pasar por el aro. Dejemos de preocuparnos tanto por la cantidad,
y más por la calidad. Dejemos de permitir según qué
cosas. Si alguien que escribe en formato sms quiere perpetrar un fic,
que lo haga; pero que no lo publique en esa comunidad, foro o web que
nosotros cuidamos y administramos con tanto mimo.
Señores
escritores, somos NOSOTROS quienes debemos encabezar esta cruzada. Es
hora de ponerse en pie y rebelarse contra la dictadura del drabble,
dejar de guiarse por el número de comentarios que nos dejen,
dejar de tener miedo a escribir tal y como queremos. Guiarnos por lo
que nosotros queremos escribir, y no por lo que algunos quieren que
escribamos. Desarrollar nuestras historias durante el tiempo necesario.
Dejar de ir a lo fácil, a lo sencillo. ¡Exigirnos más
a nosotros mismos! No buscar el halago fácil, las palabras de
siempre que acaban perdiendo el significado. Intentar conectar con esa
vida inteligente que debe de andar por alguna parte. Aceptar la crítica
como un medio de mejora, de abandonar nuestra mediocridad. De dejar
de ser cabeza de ratón, para convertirnos en cola de león.
Señores
todos: tenemos el derecho y el deber de hacerlo lo mejor posible, dentro
de nuestras posibilidades, de exigirnos el máximo y mejorar día
a día. Por nosotros mismos y nuestra propia conciencia.
Aunque hayamos
venido aquí a divertirnos.
Hagámoslo,
en serio.
Aunque sólo
sea para que, en un futuro, alguien encuentre un fic por primera vez
y pueda sentir esa emoción, esa sensación de descubrimiento,
esa necesidad de buscar y leer más.
Eso que a
todos nosotros nos ha dado –y, a pesar de todo- nos sigue dando
el mundo del fanfiction.
Gracias por
leer.
VUELVE