Los siguientes
tres días, Malfoy evitó a Harry completamente. Para
el moreno fueron tres días muy largos, días de aburrimiento
y comida y baños y aburrimiento y masturbaciones y más
comida y más masturbación y aburrimiento y más
aburrimiento y un poco de tedio de por medio, por si acaso.
Pero en
la cuarta mañana, algo alarmante sucedió. Había
tenido un sueño con Ginny y Malfoy y un pedazo de carne muy
grande y un pastel de riñón, y estaba empezando a ponerse
interesante cuando algo lo despertó. Abrió los ojos
a medias, preguntándose qué pasaba, y entonces notó
algo oscuro a su lado, en la almohada.
De repente
estaba completamente despierto. Se alejó lentamente de aquella
cosa, deslizándose fuera de las sábanas y cayendo suavemente
sobre sus rodillas, en el suelo. Buscó sus gafas alrededor,
arreglándoselas para ponérselas sin quitar los ojos
de la cosa que lo había despertado.
Era una
caja, larga, delgada y negra. La superficie parecía de cuero.
Harry se la quedó mirando durante un largo rato antes de envolverse
una mano con la sábana y levantar el pequeño cierre
de la caja. No pasó nada. Con las sábanas todavía
protegiendo su piel (no tenía deseos de volver a coger un traslador
sin saberlo nunca más), abrió la tapa cuidadosamente.
Dentro,
la caja era de lino con terciopelo azul, y en sus pliegues había
una daga. La cuchilla delgada tenía un brillo de plata, y estaba
decorada con un mango sencillo, de madera oscura. Harry parpadeó.
Había un pedazo pequeño de pergamino atado a la tapa.
Lo alcanzó y lo giró entre las manos. En letra de imprenta
estaban las palabras «SÓLO POR SI ACASO».
~*~
Harry aún seguía dando vueltas al pedazo de pergamino
en sus manos, perdido en sus pensamientos, cuando oyó un golpe
en su puerta. Se levantó patosamente de un salto, alarmado.
Si ese cuchillo había llegado hasta allí sin que se
diera cuenta, ¿qué —o quién— más
podría hacerlo? Sus vaqueros estaban a un lado, desechados
en el suelo desde la noche anterior. Se los puso, y un pie se le quedó
enganchado en los calzoncillos que habían ido bajando por el
interior de la pernera derecha. Sus pies finalmente emergieron de
los pantalones y llegaron al suelo; Harry se los subió hasta
las caderas y cerró la cremallera, evitando atrapar vello púbico
por el camino.
Volvieron
a llamar.
—Potter,
¿qué demonios estás haciendo allá adentro?
Parte de
la tensión se desvaneció del cuerpo Harry cuando reconoció
la delicada voz que se quejaba al otro lado de la puerta.
—Tranquilo,
Malfoy.
Abrió
la puerta para encontrarse a Malfoy en una túnica arrugada,
con el pelo hecho un desastre y haciendo un puchero.
—¿Qué
ocurre?
Malfoy
frunció los labios como si no quisiera que las palabras salieran
de su boca.
—Hay
algo a lo que necesito que eches un vistazo.
—¿Cómo
dices, Malfoy? ¿Quieres que yo te haga un favor? —Malfoy
frunció el ceño tan fuerte que hasta su barbilla se
arrugó, pero no dijo una palabra. Harry se cruzó de
brazos sobre su pecho desnudo y se recostó en el marco de la
puerta—. ¿Y no vas a pedirlo amablemente?
Las mejillas
de Malfoy se tiñeron de rojo y sus labios se volvieron blancos,
apretando los puños hasta que se le pusieron azules.
—Jodido
cabrón, ¡esto es grave! Podría irme y esconderme
en mi habitación como si nada, pero, ¿dónde estarás
tú luego, cuando la luna salga esta noche, basura amante de
muggles? Pero no, he venido aquí a enseñarte lo que
está pasando, para que puedas sobrevivir, y encima quieres
que te lo pida amablemente. Bueno, pues que te jodan.
Malfoy
había estado casi temblando durante todo el discurso, y Harry
estaba seguro de que sus ojos habían empezado a aguarse. Ahora,
el otro chico se había dado la vuelta y caminaba por la habitación
central con los hombros caídos. Harry lo siguió y le
puso una mano sobre el hombro cuando llegó a su puerta. Malfoy
se la sacudió de encima, pero se quedó quieto.
—Oye,
Malfoy, ya estoy aquí. ¿Qué querías enseñarme?
Malfoy
miró a Harry por encima del hombro. Sus ojos estaban definitivamente
rosados alrededor del borde, y se sorbió la nariz discretamente
antes de empujar la puerta.
—Míralo
tú mismo.
Al principio,
la habitación parecía más o menos la misma que
había visto la última vez. Después notó
dos grandes diferencias. La primera era la copa que echaba humo en
la mesita de noche. La segunda era un bulto de cadenas de metal y
lo que parecían ser tiras de cuero en la cabeza de la cama.
—Eso
parece poción matalobos —dijo Harry, señalando
la copa.
Los hombros
de Malfoy se relajaron un poco.
—Gracias
a Dios por eso.
Malfoy
caminó hasta la mesita, recogió la copa y se la tomó.
Harry estaba sorprendido de que no hubiera sabido lo que era, pero
luego se le ocurrió que los hombre-lobo mortífagos probablemente
nunca la tomarían.
—Te
dejo con ello entonces, ¿no?
Malfoy
se alejó la copa de la boca y miró al recipiente como
esperando encontrar algo escondido al final de la poción. Siguió
mirándola mientras hablaba.
—A
decir verdad, Potter, necesito tu ayuda.
—¿Ayuda?
Malfoy
jugueteó con la copa, girándola entre las manos, y se
mordió el labio inferior. Sus mejillas enrojecieron.
—Sí,
Potter, ayuda —su tonó se volvió cortante—.
Nunca he intentado encadenarme a una cama antes, pero me imagino que
debe de ser algo un poco difícil de conseguir si estoy solo.
—Encadenarte
a una… ¿qué?
Harry sintió
cómo su cara se calentaba. Malfoy bajó la copa y levantó
la vista, sus mejillas de un rojo llameante.
—Bueno,
voy a asumir que esas cadenas son una garantía de seguridad,
sólo por si acaso la poción no hiciera efecto por cualquier
razón. Ya sabes, ¿evitar que te mate?
Sólo
por si acaso.
—Ah,
sí.
Harry y
Malfoy se quedaron quietos, en silencio, ambos mirando las cadenas
y tiras de la cama. Entonces a Harry se le ocurrió una cosa.
—Bueno,
eh. No tenemos que hacerlo todavía, ¿verdad?
Malfoy
llevó su mirada de la cama a Harry, arrugando las cejas sólo
un poco, como si estuviera pensando. Luego sus ojos se iluminaron
ligeramente.
—No,
supongo que no —se rió, nervioso—. Podemos…
podemos hacerlo cuando empiece a oscurecer fuera, ¿no?
Harry asintió.
De repente se sintió bastante incómodo, y extremadamente
consciente de que estaba medio desnudo. Malfoy rió nerviosamente
de nuevo y Harry se volvió y se alejó, con la espalda
en tensión, hacia la otra habitación.
~*~
Siete horas más tarde, Harry se encontró de nuevo en
la habitación de Malfoy. En aquel momento, estaba admirando
el papel azul claro de la pared, las cortinas azules satinadas aún
abiertas alrededor de la ventana cada vez más oscura, la alfombra
azul medianoche… Miraba, en realidad, cualquier cosa que no
fuera Malfoy o su cama.
Malfoy
tosió.
—Bueno…
Harry alzó
la vista, llevándola reaciamente a los pliegues de la túnica
negra de Malfoy y subiendo hacia el corte del cuello. Mirar la cara
de Malfoy parecía demasiado… ¿demasiado íntimo?
¿Demasiado crudo? Demasiado de todo, en cualquier caso. Harry
asintió para indicar que debían seguir. El rubio volvió
a toser y recogió las cadenas en una mano y las tiras en otra.
—Bueno,
yo, eh, he estado echando un vistazo a, eh, los instrumentos. Y estoy
bastante seguro de que esto es para las manos —dijo, sosteniendo
las cadenas. Dos de ellas, según vio Harry, tenían esposas
al final—, pero no estoy seguro de para qué es esto.
Malfoy
sostuvo las tiras y Harry las miró.
—¿Puedo?
Harry estiró
una mano y Malfoy le pasó las tiras. El moreno las inspeccionó
de cerca. Eran cuatro, unidas por clavos, anillos de metal y hebillas.
Giró el objeto en su mano.
—Bueno,
creo que tienes que colocártelo de algún modo.
Malfoy
le arrebató el objeto.
—Eso
ya lo he dilucidado yo solito, muchas gracias.
—Ah.
Harry miró
la cama y trató de pensar en la logística de encadenar
a Malfoy en ella (la sola idea hizo que sus mejillas cambiaran de
color), y lo que podría pasar cuando se convirtiera en lobo.
Siempre había sido mejor haciendo cosas que planeándolas.
Ciertamente, no tenía sentido quedarse ahí parado, dudando.
Miró a Malfoy.
—Bueno,
empecemos con las cadenas y veamos qué podemos hacer con lo
demás más adelante.
La cara
de Malfoy se sonrojó, pero asintió, dejó caer
las cadenas y tiras en el suelo y comenzó a quitarse la túnica.
Harry inhaló involuntariamente.
—¿Qué
estás haciendo?
La cabeza
de Malfoy volvió a aparecer por el hueco del cuello de su túnica.
—¿Qué
te parece que estoy haciendo?
—Quitándote
la túnica.
Malfoy
puso los ojos en blanco.
—¿Tal
vez no me quiero despertar y encontrar mi única túnica
hecha pedazos?
El tono
de voz del rubio era condescendiente. Harry sintió su propio
genio rebelarse, pero luego notó los dedos de Malfoy temblando
en el punto en que se aferraban a la tela de su túnica, y se
limitó a asentir. Malfoy se quitó la túnica y
la dobló cuidadosamente, agachándose para dejarla en
el suelo al lado de la cama. Harry sonrió.
—Bonito
camisón, Malfoy.
El rubio
se miró y después a Harry, parecía confundido.
Usaba una bata blanca larga, con mangas que cubrían sus brazos
hasta el codo.
—¿De
qué hablas?
Harry se
mordió la lengua para mantener la risa bajo control.
—De
nada.
Malfoy
se quitó también esa prenda, dándose la vuelta
antes de sacársela por la cabeza. Harry se vio recompensado
con una vista de su espalda, no tan cicatrizada como su pecho, y sus
piernas pálidas y largas. Malfoy se agachó de nuevo
para colocar su ropa interior doblada encima de la túnica.
Harry sintió el profundo deseo de morder el trasero de Malfoy
a través de sus bóxers; probablemente no era una buena
idea en ese momento. El rubio se quitó la ropa interior, dio
un paso delicado fuera de ella y se agachó para ponerla cuidadosamente
encima de las otras prendas. Harry no pudo evitar que su boca se abriera
ante la vista de la raja del culo del otro y la aún más
breve visión de su ano. La cerró justo a tiempo para
parar el camino de saliva que se estaba formando en su barbilla.
Malfoy
se giró a medias hacia Harry, ambas manos tapándose
la entrepierna y la piel desde sus pezones hasta la raíz de
su cabello de un rosa oscuro. Harry reprimió un sonido necesitado,
que en su lugar salió en forma de ronroneo, haciendo vibrar
su pecho.
La vista
de Malfoy tratando de parecer digno mientras intentaba esconder su
polla estaba teniendo un gran efecto en la de Harry, pero se controló,
temblando mientras recordaba lo que necesitaban hacer antes de que
la luna saliera. Malfoy estaba parado ahí, inseguro de qué
hacer.
—Bueno,
entonces súbete a la cama.
Harry hizo
una mueca ante la falsa alegría en su voz (Dios, sonaba como
la señora Pomfrey), pero Malfoy obedeció igualmente.
Volvió a darle la espalda a Harry, se subió al colchón
desnudo y se acostó boca abajo, sosteniendo las manos por encima
de su cabeza. Harry recogió las cadenas y tiras del suelo y
se agachó en la cama junto a la cabeza de Malfoy. El rubio
se revolvió.
—Ah,
Dios santo. Sólo estoy atando las cadenas a la cama.
Malfoy
se relajó de nuevo, y Harry finalmente cogió las cadenas
separadas una de la otra y las amarró alrededor del cabecero
de la cama. Había cuatro, de las cuales dos tenían esposas
al final, todas unidas por un anillo de metal. Harry miró las
cadenas y la cama durante un momento; luego dio la vuelta a las cadenas
por el tubo principal de la cama y a través del anillo de metal.
Tintinearon, y por un instante Harry recordó la cara de Bellatrix
Lestrange. Sacudió la cabeza y regresó al trabajo que
tenía entre manos, organizando las cadenas. Todo estaba bien
apretado. Se bajó del colchón y amarró las cadenas
a cada lado de la cama.
—Voy
a poner las, eh, bandas en tus muñecas, Malfoy.
Por alguna
razón, Harry no era capaz de usar la palabra “esposas”,
aunque fuesen exactamente eso. Abrió una de ellas y la colocó
alrededor de la muñeca izquierda de Malfoy. Volvió a
poner el broche en su lugar y la cerró; luego hizo lo mismo
con la otra muñeca. El otro chico no se había movido
ni emitido sonido alguno desde que se metió en la cama, pero
cuando la segunda esposa quedó en su lugar, se apoyó
en los hombros, juntando las muñecas y examinándolas.
Harrry intentó olvidar que el cuerpo de Malfoy existía
debajo de sus hombros.
—¿Qué
demonios...?
—¿Qué
pasa?
La voz
de Harry sonaba preocupada. Esperaba que las esposas no estuvieran
lastimando a Malfoy.
—Acaban
de… oh, ya han parado.
Malfoy
continuó examinando las esposas y dio un tirón a las
cadenas, experimentando. A Harry le parecía que podía
llevar las manos al pecho, pero no más allá.
—¿Parado
el qué?
—¿Eh?
—Malfoy miró a Harry como si se hubiera olvidado de su
existencia—. Ah, se han encogido para ajustarse a mis muñecas,
eso es todo. Como he dicho, ya ha parado. Son bastante cómodas,
a decir verdad.
Harry puso
los ojos en blanco.
—Me
alegro muchísimo.
El moreno
se agachó hacia el suelo y recogió una tira delgada,
poniéndose a la altura de Malfoy. ¿Dónde demonios
tenía que ir esa cosa?
—Date
la vuelta, Malfoy.
—¿Qué?
Malfoy
todavía estaba descansando sobre los codos, y miró a
Harry con los ojos muy abiertos.
—¿Cómo
que 'qué'? Date la vuelta. No puedo poner esta maldita tira
yo solo. Tendrás que mirarla también.
—Puedo
verla perfectamente desde aquí, muchas gracias.
La cara
de Malfoy estaba sonrosada de nuevo, y se miró las manos. ¿Qué
demonios pasaba con él? Era casi como si…
—Esto
no es porque yo vaya a verte la polla, ¿no? Por Dios bendito,
Malfoy. Te la he meneado, y no puedo verla. Necesito que cooperes.
¿O quieres despertarte mañana y darte cuenta que te
has comido la mitad de mi pierna?
Malfoy
le dirigió una mirada cargada de hojas de acero.
—Está
bien.
Espetó
las palabras a Harry y comenzó a darse la vuelta, levantando
los brazos cuando las cadenas empezaron a atraparlo. No miró
a Harry ni siquiera cuando estuvo totalmente sobre su espalda, pero
el moreno a duras penas lo notó, porque su atención
se la había llevado la erección incipiente del pene
de Malfoy. Antes de que pudiera pensar, había estirado la mano
derecha para presionar.
—¡Quita!
Malfoy
trató de llevar las manos hacia abajo para empujar a Harry,
pero como el moreno había sospechado, no podía llevarlas
más allá de su pecho. Emitió un gruñido
y trató de mover sus caderas a los lados de la cama, pero Harry
se movió con él, subiéndose a la cama y manteniendo
su agarre, comenzando a mover la mano hacia abajo y hacia arriba.
—No
lo dices de verdad, ¿o sí, Malfoy?
La voz
de Harry era baja y delicada. No sonaba suya, pero no le importaba.
La erección de Malfoy se sentía como seda caliente bajo
sus dedos y su propio pene parecía a punto de romper la cremallera
de sus vaqueros. Los ojos de Malfoy se cerraron y comenzó a
hacer sonidos a través de su boca abierta, que sonaban a quejidos.
Harry se agachó y lamió la punta del pene de Malfoy,
siendo recompensado por un movimiento de sus caderas.
—Eso
me había parecido.
Harry presionó
la mano izquierda contra su propia entrepierna, desabotonó
los pantalones y comenzó a bajar la cremallera. Mientras sacaba
la polla de sus pantalones, se lamió los dedos y los llevó
a la erección de Malfoy, deslizando la boca lentamente por
ésta hasta encontrarlos al final. La piel se estiró,
tensándose, hasta que sintió la carne pulsante bajo
su lengua.
Comenzó
a lamer, moviendo las manos en dirección opuesta a su boca,
y escuchó las maldiciones y gemidos. La idea de Malfoy tratando
de romper las cadenas y fracasando, impotente y a merced de su boca,
envió una sensación de cosquilleo a través de
las tripas de Harry. Comenzó a acariciar su propia erección,
y llevó su boca aun más lejos en la polla del otro,
acariciándola con la lengua. El pesado y dulce olor de la entrepierna
de Malfoy hizo que su pulso se acelerara.
Malfoy
emitía pequeños gemidos, llevando las caderas arriba
y abajo a un ritmo regular. Harry lo miró. Malfoy, con la piel
casi roja, tenía la cabeza echada hacia atrás y los
ojos cerrados. Estaba moviendo y pellizcando sus propios pezones.
El moreno sintió otra ola de deseo y gimió alrededor
del peso caliente en su boca. Cogió con más firmeza
la base del pene de Malfoy, cubrió sus dientes con sus labios
y comenzó a bombear su cabeza arriba y abajo tan rápido
como pudo.
Él
mismo estaba gruñendo mientras respiraba por la nariz. Su mandíbula
y la mano en su pene empezaban a dolerle. Luego, con un gruñido
de Malfoy, Harry sintió un pulso en su boca. Movió la
cabeza para poder atrapar el semen con la lengua, deslizando los labios
hasta la punta del pene del otro, sellándolos ahí para
no perder lo mas mínimo.
Harry escupió
en su mano derecha y la llevó hacia su propio pene. Miró
a Malfoy. Su piel todavía estaba roja y respiraba fuertemente,
pero parecía calmado: la cara relajada, las manos descansando
en su pecho y mirando a Harry a través de sus pestañas.
Harry estaba a punto de correrse. Se levantó y se puso de pie
sobre el colchón, un pie a cada lado del cuerpo de Malfoy.
Los ojos de Malfoy se abrieron aún más, quedando fijos
en las manos de Harry y su movimiento.
—Quiero
correrme en tu cara.
Malfoy
cerró los ojos y gimió. Harry tomó el gesto como
aceptación y cayó de rodillas, quedando sobre el pecho
de Malfoy, y atrapando sus brazos a ambos lados. La respiración
de Malfoy se estaba acelerando de nuevo; Harry podía sentirlo,
frío contra su pene húmedo, su pene húmedo con
el semen de Malfoy. Sus pelotas se estrecharon; ese pensamiento y
la visión de Malfoy amarrado, indefenso y deseoso debajo de
él lo empujaron al orgasmo.
Era difícil
mantener los ojos abiertos, pero valía la pena para ver el
flujo de su semen saliendo a chorros, dos, tres, cuatro veces sobre
las mejillas rosadas de Malfoy, sus labios, sus párpados.
Se sintió
débil de repente, y puso una mano contra la pared para mantenerse
en posición. Miró a Malfoy; su lengua rosada y pequeña
estaba brillando, lamiendo todo el semen de Harry que pudiese alcanzar.
Un temblor recorrió a Harry mientras miraba.
—¿Estás
bien?
Su voz
sonaba temblorosa. Malfoy abrió los ojos; el movimiento hizo
que el semen que tenía en los párpados se deslizara
hacia sus sienes y su cabello. Asintió. Harry, no muy seguro
de qué hacer, se levantó, se metió la polla de
nuevo en los pantalones y salió de la cama. Miró hacia
abajo y se subió la cremallera.
—Mhm,
¿quieres que te consiga algo de ropa, o algo para...?
Harry miró
a Malfoy, buscando respuesta. Esperaba algún tipo de respuesta
cortante, pero Malfoy se limitó a apartar la mirada y volver
a asentir. Harry se quedó ahí un momento, dio la espalada
a la cama y se encaminó al baño.
~*~
Harry se despertó con un sobresalto. Otra vez. Era la tercera
desde que se había acomodado en el sofá la noche anterior.
Después de haberle llevado ropa a Malfoy y haberse limpiado,
habían descubierto entre ambos, bastante avergonzados, qué
hacer con esa cosa hecha de tiras de cuero. Había resultado
ser un arnés que atrapaba el pecho y la espalda de Malfoy,
uniéndose a los lados con las cadenas restantes.
Harry había
encontrado bastante difícil resistirse a tocar a Malfoy de
nuevo. Se veía tan tentador, encadenado y amarrado. Pero eso
también eran un recuerdo exacto de por qué debía
irse. Y así lo había hecho.
De regreso
a su propio cuarto, había luchado contra su conciencia sobre
si debía o no decirle a Malfoy lo del cuchillo y la nota. Al
final, Harry decidió que por muy mal que pudiera sentirse al
respecto, su supervivencia estaba primero. Si todo iba bien, no tendría
que usarlo y Malfoy nunca necesitaría saberlo; pero si no iba
como esperaba, tendría que usar la ventaja de la sorpresa.
Había cogido una manta de su habitación además
de la caja negra, y se había instalado en el sofá, después
de moverlo para que encarara el cuarto de Malfoy. Y esperó.
En algún punto debió de haberse quedado dormido, porque
cuando recuperó la consciencia, el sonido más horroroso
del mundo resonaba en la habitación de Malfoy. Se subió
las gafas por la nariz y sacó el cuchillo de la caja que tenía
al lado. El sonido era una mezcla de gruñidos y quejidos. Los
siguió una serie de sonidos secos y un grito que hizo encresparse
todos los pelos del cuello del moreno. Dejó la sábana
a un lado y se levantó, cuchillo en mano, tenso y listo para
defenderse mientras el grito seguía.
Cuando
por fin se detuvo, Harry se quedó donde estaba, su corazón
latiendo fuertemente en el pecho. Pero después de unos buenos
dos minutos, la puerta del cuarto de Malfoy seguía en su lugar
y no había más ruido. Harry se sentó de nuevo
lentamente, temblando un poco mientras la adrenalina no utilizada
salía de su sistema.
La segunda vez que se despertó, el cuchillo todavía
seguía bajo su mano y lo había agarrado inmediatamente.
El sonido que lo había despertado esta vez, de todos modos,
había sido un quejido patético. Harry se levantó,
se echó la manta por encima de los hombros y se arrastró
hasta la puerta de Malfoy, el cuchillo frente a él. El quejido
aumentó de volumen mientras Harry se acercaba, como si el lobo
Malfoy notase que había atrapado su atención.
Harry abrió
la puerta un poco, el cuchillo pegado al cuerpo y una mano en el pomo
de la puerta, sosteniéndolo por si fuese una trampa. Cuando
no pasó nada, asomó la cabeza por la puerta y casi prorrumpió
en exclamaciones de ternura ante la vista que encontró.
El lobo
sobre la cama parecía cualquier cosa excepto peligroso o salvaje.
Estaba acostado de lado; las patas traseras estaban enredadas en las
cadenas que se aseguraban a la cabecera de la cama, y seguía
quejándose. Cuando percibió la presencia de Harry, movió
su cola gris y lo miró con la mirada de cachorro más
mona que Harry había visto en su vida.
—Ow,
¿te has enredado? Tranquilo, déjame ayudarte.
Las palabras
salieron de su boca antes de que las pudiera procesar. Era casi imposible
para él pensar que esa pobre criatura tenía algo que
ver con el arrogante rubio inmaduro al que había pasado las
últimas tres semanas evitando y molestando alternativamente.
Puso el cuchillo en la mesita de noche y dejó que la manta
cayera desde sus hombros hasta la cama, acercándose para ver
cómo podía desenredar el enredo que eran las cadenas.
Estaba a punto de empezar cuando sus instintos de conservación
finalmente volvieron a él. Movió un dedo en dirección
al lobo como si estuviese llamándole la atención a un
niño.
—Sin
morder ni arañar, o me voy directamente por esa puerta.
El lobo
bajó el hocico hacia su hombro, como si aceptara las palabras
de Harry, y el moreno comenzó a desenredar las cadenas.
Esta vez, sin embargo, Harry no estaba seguro de qué lo había
despertado. Escuchó atentamente, pero no oyó nada. Palpó
el sofá a su lado y miró alrededor. ¿Dónde
estaba el cuchillo? Se levantó y examinó el punto donde
estaba sentado. Deslizó las manos alrededor de los cojines,
se arrodilló en el suelo y miró bajo el sofá.
Nada. ¡Mierda!, ¿dónde estaba?
Harry pensó
en la última vez que lo había visto. Lo había
llevado a la habitación de Malfoy y lo había puesto
en la mesita de noche del otro mientras se las arreglaba con las cadenas,
y luego… oh mierda. Lo más seguro es que lo hubiera dejado
ahí. Trató de recordar si Malfoy había sido capaz
de alcanzar el cuchillo o no. Mierda, había sido un error estúpido.
Tenía que regresar y recuperarlo.
Harry llegó
a la puerta de nuevo y la abrió tan quedamente como pudo, aguantando
la respiración. Observó la habitación, dejando
escapar un gran suspiro, sus ojos cerrados y sus hombros cayendo por
el alivio. Malfoy había regresado a su forma humana. La manta
cubría la parte baja de su cuerpo y aún dormía.
Harry se acercó, tratando de mirar un poco más. La daga
todavía estaba en la mesa de noche, y la cogió con alivio.
Antes de
irse, dejó que su mirada recorriera a Malfoy. Estaba hecho
una bola, acostado de lado con la espalda hacia Harry, pero en un
ángulo extraño, con los brazos estirados hacia la cabecera
de la cama. Harry podía ver por qué: las cadenas se
habían enredado de nuevo, amarrando las manos de Malfoy una
sobre la otra, y atrapándolas eficientemente.
Harry puso
el cuchillo a través de uno de los ojales de sus vaqueros.
Debería desenredar esas cadenas de nuevo o Malfoy tendría
un calambre terrible en los hombros cuando despertara. Se acercó
al colchón tanto como pudo sin moverlo, se inclinó sobre
Malfoy y examinó las cadenas. Estaba claro que no sería
capaz de desenredarlas completamente, pero si pudiera levantar un
poco los brazos de Malfoy, al menos podría darle un poco mas
de espacio para moverse.
Harry estiró
los brazos, arqueando la espalda de una manera incómoda para
evitar rozar la cabeza de Malfoy y despertarlo. Tomó una de
las cadenas en su mano izquierda y suavemente deslizó la derecha
bajo las esposas en las muñecas de Malfoy. Levantar las manos
del rubio y quitar la cadena bajo ellas habría sido normalmente
una tarea fácil, pero con todo su peso tan desequilibrado,
calculó mal y trastabilló, cayendo sobre su codo derecho.
Los movimientos
debieron de haber molestado a Malfoy, porque Harry oyó su respiración
profunda y lo sintió empezar a girarse. Harry trató
de levantarse, pero antes de hacerlo, Malfoy estaba restregando la
nariz contra el estómago de Harry, desnudo, porque la camiseta
estaba subida por la posición. Después fueron los labios
del rubio, sus dientes, y Harry olvidó por qué quería
alejarse.
En vez
de eso, asentó la rodilla derecha sobre la cama, y los lengüetazos
y mordiscos de Malfoy ser acercaron un poco más a la cintura
de sus pantalones. Harry gruñó y subió la pierna
izquierda también, moviéndose para quedar sobre Malfoy.
Se quitó la camiseta y se agachó para dar acceso a su
pecho a los dientes y lengua del otro. El rubio no lo decepcionó
cuando su lengua caliente y mojada fue reemplazada en el pezón
de Harry por sus dientes duros. Toda la piel del pecho del moreno
se erizó.
Presionó
la frente contra la barra baja de la cabecera de la cama, liberando
las manos para quitarse los pantalones. Por un momento olvidó
lo que estaba haciendo, empujando su pecho en la cara de Malfoy cuando
éste de repente succionó y mordió, duro. Se retiró
lo suficiente para quitarse los pantalones, levantando una rodilla
y después la otra. El cuchillo hizo un ruido seco al caer al
piso.
Malfoy
gruñó y estiró el cuello entre los brazos amarrados
para alcanzar la piel de Harry. La mirada en sus ojos hizo que el
moreno agradeciera que todavía estuviese encadenado, y también
envió una ola de deseo por la columna vertebral de Harry, que
se lanzó sobre Malfoy. Succionó su cuello con toda la
boca, sobó su pecho contra el arnés de cuero y presionó
su entrepierna contra la polla de Malfoy.
El rubio
todavía estaba gruñendo, mordiendo y lamiendo la axila
de Harry y embistiendo con las caderas contra el otro. Harry siseó,
agradeciendo la acción, y movió las piernas para que
ambos penes se pudieran presionar. Deslizó los brazos bajo
los hombros de Malfoy y comenzó a frotarse con desesperación.
Sus pieles estaban demasiado secas y no paraban de perder el contacto,
deslizándose al hueco entre ingle y testículos del otro,
pero la polla de Malfoy se sentía muy bien y Harry no pensaba
parar. La respiración del hombre-lobo se convertía en
jadeos sobre toda su cara y cuello; el arnés estaba tocando
sus pezones y antes de pensar lo que estaba haciendo, estaba besando
a Malfoy, devorándolo, y Malfoy le devolvía el gesto,
todo lenguas, dientes y saliva.
De repente,
Harry estaba de espaldas y Malfoy lo presionaba contra el colchón,
los brazos estirados sobre su cabeza. De la sorpresa, paró
de besar al rubio.
—¿Qué
estás haciendo?
—Follar…
quiero… follar… follarte.
Malfoy
cerró los ojos y embistió contra Harry como si no pudiese
parar. El moreno tembló y respondió, sus propias caderas
moviéndose sin control.
—Sí,
sí.
Harry separó
las piernas y alzó las caderas, y Malfoy embistió de
nuevo. Levantó las manos de la espalda de Malfoy; la izquierda
la movió a su boca, presionando los dedos contra su lengua.
—Lame.
Malfoy
obedeció, humedeciendo entusiasmado los dedos de Harry con
su saliva. El moreno lo observó mientras escupía cuantas
veces podía en su mano derecha. Cuando apartó la mano
de la boca del otro, Malfoy levantó las rodillas, dándole
acceso a su polla. Harry la miró, altiva entre sus cuerpos,
y llevó la mano derecha alrededor de la erección, esparciendo
su saliva por toda la cabeza y cuerpo. Al mismo tiempo, presionó
los dedos que habían estado en la boca de Malfoy contra su
propia entrada, lubricando la delicada piel con la saliva del rubio,
y luego presionándolos dentro. Un cosquilleo se extendió
por todo su culo e hizo que su pene saltara.
Llevó
la cabeza de la polla de Malfoy a su agujero, sacando los dedos a
medida que Malfoy entraba, sosteniendo sus nalgas con los dedos que
empezaban a secarse. Se quedaron quietos por un momento, el ano de
Harry temblando alrededor de la intrusión al igual que los
brazos de Malfoy al final de su cadera. Después, Malfoy presionó
hacia delante, soltando un quejido agudo antes de morder el cuello
de Harry.
Entró
y salió del culo de Harry, quien se sostuvo de la espalda y
nalgas del rubio, clavando las uñas con fuerza. No sabía
lo que Malfoy estaba tocando ahí dentro, pero se sentía
como si unas descargas eléctricas se movieran por toda su columna
con cada estocada. Después de unas cuantas embestidas más,
Malfoy se quedó quieto y soltó un chillido que fue ahogado
por tener la boca en el hombro del moreno. Harry llevó la mano
entre sus abdómenes, encontrando su pene olvidado. Malfoy estaba
lamiéndole todo el hombro en los lugares que antes había
estado mordiendo, y a Harry le llevó sólo un par de
segundos de caricias y sacudidas alcanzar el orgasmo.
Se quedaron
ahí tumbados, respirando con dificultad. Harry vio una gota
de sudor caer por todo el cuello del otro y se estiro para alcanzarla
con su lengua antes de que pudiese llegar al arnés. Malfoy
suspiró contra su hombro, mandando electricidad a través
de Harry y haciendo que el pene del rubio se deslizara de su trasero
mientras éste se cerraba.
—Buenos
días.
Harry rió.
—Buenos
días a ti también, Malfoy.
El rubio
finalmente alzó la cabeza.
—¿No
puedes quitarme esto ya?
Movió
los brazos, haciendo sonar las cadenas.
—Si
te levantas, tal vez pueda.
Malfoy
gruñó y se quitó de encima de Harry, quedando
boca arriba. El moreno se apoyó en sus codos, alcanzando la
esposa en la mano derecha de Malfoy y quitándole el cierre.
El objeto se abrió inmediatamente y Malfoy dejó caer
su brazo contra el colchón con un gemido de alivio. Harry rápidamente
liberó la otra muñeca del chico y luego liberó
las cadenas a cada lado del arnés.
—Gracias
—Malfoy se enderezó sobre la cama, rotando los hombres
y moviendo la cabeza de lado a lado—. Dios, esto está
mejor —trepó por encima de las piernas de Harry y salió
de la cama, pero inmediatamente se agachó y llevó las
manos alrededor de sus rodillas.
—¿Estás
bien, Malfoy?
Éste
se volvió a levantar, con la cara sonrojada bajo mechones de
cabello desordenado.
—Sí,
estoy bien, sólo estirándome. ¿No te parece que
podrías ayudarme a quitarme también el arnés?
Harry se
levantó y caminó hasta quedar detrás de él.
Éste Malfoy feliz y alegre era una novedad, y no era que Harry
lo recibiera mal, en absoluto, pero sí le despistaba.
—Pareces
bastante alegre esta mañana.
Deshizo
el nudo de la espalda de Malfoy que sostenía el arnés
y lo empujó hacia adelante sobre sus brazos.
—Gracias
—Malfoy se quitó el arnés completamente y lo tiró
sobre el colchón—. Bueno, estoy vivo y no nos he descuartizado
ni a ti ni a mí. Creo que se me permite un poco de exuberancia.
Eso tenía
sentido.
—¿Es
así como lo llaman ahora? Y yo creía que sólo
tenías un calentón.
Malfoy
rió y se volvió para encarar a Harry. Miró al
moreno a los ojos, la cara completamente seria.
—Mira,
Potter, gracias por lo de ayer. No tenías por qué hacer
eso.
Harry se
encogió de hombres e inclinó la cabeza.
—No
fue nada, no podía dejarte ahí gimiendo —por alguna
razón, se sintió avergonzado ante el agradecimiento
de Malfoy, y sólo con eso, el momento de comodidad en la desnudez
de ambos se esfumó. Harry miró hacia la puerta—.
Voy a darme una ducha y conseguir algo de comida.
—Claro.
Malfoy
parecía no haberse dado cuenta del cambio de humor de Harry;
su cara estaba abierta y relajada mientras miraba al moreno recoger
la ropa del suelo. Pero mientras Harry se dio la vuelta para irse,
Malfoy cogió su brazo.
—¿Qué
es eso?
—¿Qué
es qué?
—¡Eso!
Harry miró
hacia abajo para ver de qué estaba hablando, y vio el dedo
de Malfoy temblando levemente mientras señalaba la hoja del
cuchillo que todavía colgaba de uno de los ojales de sus vaqueros.
—Ah,
eso —la voz de Harry era suave—. Es un cuchillo.
—Sí,
eso ya lo veo, Potter. Pero, ¿por qué lo tienes y de
dónde ha salido?
Toda la
tranquilidad había desaparecido de la voz de Malfoy. Había
regresado su tono usual, duro y clasista. Harry suspiró y miró
a Malfoy a la cara. Podía hacerlo, al menos.
—No
sé de dónde ha salido. Estaba en mi almohada ayer por
la mañana, cuando me desperté. Tenía una nota
que decía «sólo por si acaso».
Los ojos
de Malfoy se empequeñecieron.
—Así
que me habrías cortado a pedazos tan felizmente, ¿no?
—¡No!
Yo...
Un atisbo
de ferocidad volvió a los ojos de Malfoy, y no en el buen sentido.
—¡Serás
cabrón! Fuera de mi cuarto.
Harry abrió
la boca para defenderse, pero después de ver la expresión
en la cara de Malfoy, supo que no había esperanza. Presionó
sus labios y asintió, saliendo de la habitación sin
decir una palabra más.
~*~
Harry no se había molestado en bañarse después
de eso. Había ido al lavabo y se había mojado lo suficiente
para lavar el sudor y el semen de su trasero y entrepierna, pero eso
fue todo. Al menos le había encontrado uso al bidet. Miró
a la alacena, que estaba llena de comida, como era usual, pero nada
de aquello le parecía apetecible, y mirar los pasteles de carne
sólo lo hacía sentir más triste, así que
se sirvió un vaso de agua y se retiró a su habitación.
Una vez
ahí, se quitó la ropa y se derrumbó sobre la
cama. El cuchillo estaba puesto incómodamente contra su cadera.
Lo sacó del ojal y lo miró, brillando en su mano. Con
un sonido de desagrado, lo tiró al suelo.
Seguía
mirándolo unos veinte minutos más tarde, cuando escuchó
el leve sonido de una aparición y una puerta abriéndose
y cerrándose, seguido por el sonido de voces... No sólo
la de Malfoy, sino también otra.
Mierda.
Harry saltó
de la cama y recogió el cuchillo del suelo. Salió por
su puerta, la abrió de un golpe y corrió hacia la habitación
de Malfoy. Paró al otro lado de la puerta para escuchar.
—¿Debería
importarme?
—A
pesar de lo que quieras o no, Draco, ahora ambos debéis venir
conmigo.
Harry reconoció
la voz.
—No
voy a ir a ningún sitio contigo, bastardo. Le diste ese cuchillo
de plata. ¡Querías que me matara!
—No
quería eso, Draco, pero créeme cuando te digo que algunas
veces es mejor morir que convertirte en un asesino. Lo sé por
experiencia propia.
Era Snape.
Todo el
cuerpo de Harry entró en abullición. Ya no podía
oír lo que decían, el ruido en sus propios oídos
era demasiado ensordecedor. Abrió la puerta de un golpe.
—¡Cabrón!
Ante el
grito de Harry, Snape se giró hacia él, la túnica
del hombre ondeando con el menor movimiento.
—Ah,
señor Potter. Ahora que ya estamos todos, podemos irnos.
Harry levantó
el cuchillo y corrió hacia Snape, pero antes de que pudiese
atravesar la mitad del espacio que los separaba, el hombre había
levantado la varita y Harry se encontró incapaz de mover un
músculo. El impulso de su carrera lo había llevado hacia
adelante, y aterrizó con la cara en el suelo, con un sonido
sordo, para luego rodar a un lado.
—¿Y
adónde vamos?
La voz
de Malfoy sonaba petulante.
—Lee
esto y memorízalo.
Harry sintió
que le daban la vuelta. Snape sostenía algo frente a su cara.
—Tú
también, Potter.
Era un
pedazo de pergamino con unas palabras escritas por Remus: “La
base de la Orden del Fénix está en el número
doce de Grimmauld Place”.
—Una
vez que lleguemos allí, se les devolverán sus varitas,
obtenidas por mí bajo un gran riesgo personal.
La voz
quejumbrosa de Malfoy se escuchó de nuevo.
—¿Por
qué no podemos quedarnos aquí?
Harry podía
escuchar el desprecio en la voz de Snape cuando el hombre respondió.
—Porque,
Draco, éste es mi santuario personal, y no deseo compartirlo
con nadie durante más tiempo del absolutamente necesario. Un
filósofo muggle dijo una vez: “El infierno son los otros”,
y yo estoy inclinado a creer que tenía razón.
Y Harry,
por más que odiara admitirlo, se dio cuenta de que, por una
vez en su vida, Snape y él estaban completamente de acuerdo.
Fin