—El Sombrero Seleccionador elegirá las cuatro parejas que prepararán la poción requerida—Albus Dumbledore estaba parado detrás del escritorio de su oficina, su rostro completamente serio. El habitual brillo estaba ausente de sus ojos azules—. Antes que comiencen la elaboración, deberán ser preparados. Baños rituales serán tomados, antes que sus compañeros, usando una poción especial, inscriban las runas antiguas en sus cuerpos. Mientras la inscripción es hecha, otros siete salmodiarán y cantaran los hechizos verbales antiguos, convocando las bendiciones de dioses y diosas. Una vez que haya sido completado, serán enviados al área de la escuela designada para comenzar la elaboración...—hizo una pausa como efecto dramático, el brillo en los ojos regresó, y finalizó—...desnudos.

—¡DESNUDOS!—gritó un coro de voces.

—¡SILENCIO!—en ese momento, Albus mostró cada fragmento del poderoso mago que era. El Director paseó una severa mirada por la habitación llena de chiquillos y profesores errantes—. Cada cien años, en Halloween, una luna llena cae sobre Hogwarts, la segunda del mes de Octubre. No es cualquier luna llena, sino una Luna de Espíritu, especial para aquellos que guardan la celebración de Samhain (1). Se concentra un gran poder mágico en la noche de Samhain, o Halloween, que coincide con una Luna de Espíritu.

Harry comenzó a frotar sus sienes mientras Albus lanzaba su cantinela. Estaba agotado. La guerra contra Voldemor había terminado hacía tres meses apenas, y Hogwarts había sufrido la peor parte del ataque final del Señor Oscuro. Las protecciones habían sido severamente debilitadas, haciendo de este ritual el único medio para devolverles nuevamente su fortaleza total.

Debía ser hecho esa noche entre todas las demás, cuando la magia estaba en su punto más fuerte, sin condiciones ni excusas. No existían otras opciones.

Se inclinó contra el alféizar de la ventana y suspiró con frustración. Quería… no, necesitaba saber la razón del enojo de Severus hacia él. Su cáustico amante no le había hablado desde antes de la Batalla Final, tres meses atrás. Había pasado en coma las cinco semanas que siguieron a la batalla. Después de despertar de su condición, Severus había estado inusitadamente distante. Siempre que se le acercaba o intentaba hablar con él, el oscuro hombre se alejaba o lo evitaba completamente.

Pero lo que le había hecho más daño, fue encontrar que sus pertenencias habían sido mudadas a las habitaciones vacías correspondientes al profesor de Defensa. A Harry se le rompió el corazón. Se sintió utilizado y desechado... justo como le había ocurrido la mayor parte de su vida, hasta ese momento.

Albus sacó el Sombrero Seleccionador y lo puso sobre su escritorio, taladrando a todos los presentes con una mirada grave, ordenando sin palabras que guardaran silencio mientras los ocho eran seleccionados para el ritual.

 


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Severus Snape se encontraba parado en las sombras de la oficina del Director, observando y escuchando. Observar la tristeza reflejada en el rostro de su amante, y saber que era completamente culpable de ella, causaba una dolorosa opresión en su pecho.

Él era un Slytherin... no un Gryffindor. Escuchaba y observaba antes de tomar decisiones; la precipitación no formaba parte de su naturaleza cautelosa. Pero todo eso se había ido por la ventana, cuando Ron Weasley se había acercado un día a él, mientras Harry todavía estaba inconsciente, declarando que Harry y él habían estado manteniendo una relación paralela, durante todo el tiempo que el joven de ojos verdes había convivido con Severus en las mazmorras. Weasley había enfatizado que Harry sólo había estado utilizando a Severus para obtener el conocimiento que necesitaba para terminar la guerra.

El colmo había sido cuando el detestable pelirrojo le había mostrado los Anillos de Enlace Potter. En ese momento, su alma se había llenado de una profunda ira, un sentimiento de traición que corrió tan profundamente, que todo lo que podía sentir era dolor. Procesos más lógicos y superiores de pensamiento fueron acallados. Todo lo que hizo después de eso no fue otra cosa que la reacción al dolor, basada únicamente en la emoción.

Había sacado todas las cosas de Harry de sus habitaciones, alejando la calidez que una vez las había llenado. Ahora, evitaba pasar más tiempo del estrictamente necesario en sus aposentos. El daño había sido hecho, cuando había visto a Harry encerrándose en si mismo, emocionalmente devastado y psicológicamente abandonado. Severus no podía encontrar la forma de reparar el daño ocasionado y regresar a lo que eran. Había sido un completo tonto.

Estaba furioso consigo mismo por no ver lo que había estado justo frente a él todo el tiempo, mientras observaba como Harry rechazaba todos los intentos del pelirrojo por tocarlo, por acercarse a él.

Harry nunca había hecho las cosas que Weasley había dicho. No era esa clase de hombre. Ni siquiera se había comportado de esa forma siendo un chico. Él era sincero, comprensivo y amoroso. No ocultaba nada. Cuando daba su corazón, lo entregaba completamente, sabiendo cuan precioso podía ser tener alguien a quien amar y que lo amara. El haber perdido todo tan joven, y crecido siendo abusado y descuidado por su propia sangre, había enseñado eso al joven mago.

Severus tocó su varita, lanzando puñales con los ojos al más joven de los varones Weasley, y deseó sinceramente que hubiera alguna forma de poder usar una imperdonable y salvarse de Azkaban.

 


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La atención de todos estaba centrada en el Sombrero Seleccionador, mientras abría la solapa de su ala y comenzaba a cantar en su profunda voz envejecida.

Una vez más, la segunda luna llena cae en Samhain, para recolectar la magia del fin del verano.

De dos en dos los elegiré.
De dos en dos se colocarán.
De dos en dos lo prepararán.
Runas antiguas deberán ser hechas primero.
Magia antigua crecerá y girará.
Danza bajo la luna azul.
Canten las palabras y llamen a los dioses a bendecir esta noche.
Canten las palabras y llamen a las diosas a bendecir esta noche.
Día de Samhain.
Fin de los años.
Ciclo de vida.
Oscuridad y luz.
Noche y día.
Frío y calor.
Muerte y vida.

De dos en dos reunirán su magia y traerán las murallas a la vida una vez más.

Hogwarts se erigirá nuevamente fuerte ante la oscuridad que lo amenaza.

El brillo de la luz irradiará una vez más, llamando a la magia de los jóvenes de regreso al hogar.

.......

¡Severus Snape!

¡Harry Potter!

.......

 


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—¡Ey! ¡Quería que fuéramos yo y Harry!

—Harry y yo, Ron...—lo corrigió Hermione, con un suspiro asqueado.

La chica había estado observando, sin intervenir, como Ron había estado tocando y empujando a Harry, mientras que éste estaba claramente de duelo por la pérdida de su amante. Tenía una mala sensación acerca de todo el asunto. Ron siempre había dicho que él y Harry deberían estar juntos; que eran perfectos el uno para el otro.

Draco y ella habían discutido el tema y habían llegado a la conclusión de que Ron sólo veía la fama de su amigo, no al hombre que era.

El joven de ojos verdes dejó de escuchar en cuanto el Sombrero Seleccionador mencionó su nombre junto al de Severus. El día acababa de mejorar. Podía sentir las emociones deslizándose de Severus. Siempre había estado muy conectado con las emociones del oscuro hombre.

Iba a ser una velada muy larga, reflexionó para sí, mientras medio escuchaba las instrucciones de lo que tendrían que hacer esa noche.

Desnudo... ¡Desnudo...! Iba a tener que pintar runas sobre el cuerpo desnudo de su ex—amante. Sus emociones estaban desgarradas. Las Parcas realmente lo odiaban.

Realmente, realmente lo odiaban.

¿Cómo iba a tocar ese cuerpo y no... acariciarlo? Besarlo. Mordisquearlo. Gimió internamente mientras frotaba su rostro con las manos.

 


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Severus estaba en el Infierno que él mismo había creado. El toque de su ex—amante sobre su cuerpo desnudo, dibujándolo con runas mientras los demás observaban. Manos que habían, en el pasado, acariciado su piel con amor, sacando apasionados gritos de sus labios. Ya podía sentir su pene erecto, latiendo ante el pensamiento. Parado alto y orgulloso, apenas suplicando por ser lamido y consumido.

Mientras frotaba su rostro con una mano, decidió, al tiempo que Harry se movía junto al resto de los Elegidos, que sí, era definitivamente el Infierno.

—Severus, ¿vienes?—preguntó Harry, parado al lado de la puerta de la Dirección, listo para salir con los demás.

Oh, demonios, no había estado prestando atención. Así que se limitó a sacudir la cabeza y seguir al amor de su vida por la puerta, saliendo al pasillo y las escaleras. Caminaban hacia la parte más profunda del castillo.

Se dirigieron hasta las entrañas más profundas de Hogwarts, encontrando el aire más viciado y polvoriento. Las telarañas más tupidas cubrían todo el lugar. Severus se preguntó brevemente si los hijos de Aragog habrían tomado residencia allí abajo. Bufó suavemente cuando escuchó la voz de Weasley expresar en voz alta un sentimiento similar.

—No lo sé, comadreja, puede ser cierto—decía Draco en ese momento, con una sonrisa malvada—. Hay telarañas bastante grandes. Un hombre adulto podría ser atrapado fácilmente en ellas, sin oportunidad de escapar.

—¿Por qué no serían mariposas...?—se quejó el pelirrojo suavemente.

Harry estalló en carcajadas y el sonido caldeó el corazón de Severus.

—¿Dónde vamos, Albus?—preguntó el profesor de Pociones, mientras se detenían frente a unas grandes puertas de madera.

—Hogwarts tiene agua de manantial. Se han usado por centurias para los baños rituales. Y ahí es donde comenzaremos nuestro trabajo—el anciano dio la vuelta, tocando la madera, apuntando a las pesadas puertas que se abrieron lentamente. Una bocanada del olor de los minerales allí concentrados salió y los rodeó. Cloruro, sulfuro y hierro.

Mientras entraban en la habitación, Severus observó unos estanques de agua con una capa de vapor sobre ellos.

—¿Dónde inscribiremos las runas y prepararemos la poción?

—Todo será hecho aquí. Mientras ustedes ocho ejecutan cada paso, los siete restantes salmodiarán los cánticos antiguos necesarios para construir las bases de las nuevas protecciones, que se entretejerán con los restos de las viejas—Albus sacó de su túnica un ornamentado reloj de bolsillo—. Es casi la hora. La luna empezará su ascensión en el horizonte en aproximadamente diez minutos. En ese momento, ustedes ocho entrarán en los baños. Cuando sea el tiempo, les avisaré para que salgan y comiencen la inscripción con las runas.

Harry estaba parado junto al estanque más alejado, quitándose la ropa, cuando Severus se detuvo a su lado. Cuando la vieja camisa azul se deslizó hacia el piso, el hombre vio por primera vez la dentada cicatriz, furiosamente roja, que cruzaba el pecho del joven y bajaba hacia su estómago.“¿Él debería estar aquí?”, se preguntó a sí mismo.

Se paró detrás y observó mientras Harry bajaba el cierre de sus jeans, permitiéndoles deslizarse por sus piernas. Gimió. Seda verde. Estaba llevando unos interiores de seda verde; unos realmente minúsculos. Los favoritos de Severus. Su polla estaba muy interesada, hasta...

—Severus, casi es la hora y todavía estás vestido. Por favor, no te entretengas. Casi es la hora.

Sintió como su pene aflojaba de inmediato al tiempo que su excitación desaparecía. Sólo el Director diciéndole que se desnudara, podía acallar el hilo de sus pensamientos sobre erecciones y sexo, y tan rápidamente.

Se desvistió a toda prisa y se paró al lado de Harry, tan preparado como podía para comenzar, a pesar de como se sentía.

 


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Albus estaba disfrutando. Severus finalmente se había dado cuenta de lo que todos habían estado diciéndole. Que el Señor Weasley era un mentiroso. Que Harry nunca hubiera hecho las cosas que el otro había insinuado que hacía. Observaba las emociones en los rostros de ambos, Severus y Harry. Sus emociones eran tan evidentes para él, después de tantos años de estudiar a la gente. Severus necesitaba darse cuenta que merecía el verdadero amor tanto como cualquiera, y dejar de permitir que sus inseguridades sabotearan su felicidad. Confiaba que, esa noche, el ritual reconstruiría y repararía mucho más que las protecciones del castillo.

Cuatro personas se pararon alrededor de cado una de los dos grandes estanques de vapor, cuerpos pálidos, desnudos bajo la luz de las antorchas. Todos miraron hacia adelante, máscaras de tranquila seriedad en sus rostros. Los encargados de los cánticos se agruparon cerca de la puerta, preparados para comenzar a entonar el hechizo, mientras viejos elfos domésticos esperaban listos para asistir con túnicas, toallas, y los ingredientes requeridos para la poción.

Albus se ubicó en un punto estratégico entre los estanques, su mirada fija en el ornamentado reloj de bolsillo en su mano. La cámara estaba completamente en silencio, con excepción del burbujeo del agua, mientras todos aguardaban su señal para comenzar el ritual.

—Desciendan al agua... Ahora.

Juntos, los ocho elegidos avanzaron para adentrarse en las vaporosas aguas, mientras los otros siete comenzaban a salmodiar, armonizando sus voces. Voces que no estaban solas, pues otras, tan antiguas como las piedras, se elevaban para unirse con ellas en medio de la noche.

 


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Harry siseó cuando el agua hizo contacto con su nueva cicatriz. Todavía dolía cuando la nueva piel tiraba firmemente. Severus extendió una mano y lo estabilizó al notar que tropezaba ligeramente.

—¿Deberías estar aquí?

—El sombrero me eligió, Profesor.

Severus hizo una mueca. Harry sólo lo llamaba profesor cuando estaba enojado o dolido.

Ambos levantaron sus toallitas del costado del estanque y comenzaron a lavarse.

—Él tenía los Anillos Potter.

Harry dejó caer su toallita, sobresaltado.

—¿Qué?

—El Señor Weasley tenía los Anillos de Enlace Potter. Me dijo que le habías pedido enlazarte con él una vez que la guerra terminara.

Harry apretó los dientes. Le había tomado un año convencer al arisco hombre de que no estaba tonteando con él. Que se planteaba en serio tener una relación con un hombre mayor... este hombre mayor. Entonces, Ron llegaba mientras él estaba en el hospital y destruía cuatro años de cariñosas, maravillosas y hermosas experiencias con su único amor verdadero.

—Severus, al principio, prometí por mi magia... que si algún día nos separábamos, sería de mutuo acuerdo. ¿Alguna vez te di la impresión de que no era feliz? ¿O de que yo te estaba usando?

—No—Severus apartó los ojos, levantando la toallita de Harry del lugar donde estaba flotando, sobre la cálida agua. Comenzó a lavar los hombros y brazos del joven—. Me sentía abrumado... y tú estabas herido e inconsciente.

Harry alargó la mano y, con suavidad, recorrió con un dedo la pálida mejilla.

—Simplemente, deberías haber confiado en mí.

—Eres consciente de que la confianza nunca ha sido mi fuerte.

—Sí. Pero después de cuatro años de relación entregada, supuse que ya habrías logrado superar eso. Al menos en lo que a mí se refería. Nunca deseé a nadie más que a ti, Severus.

—Por favor, acepta mis sinceras disculpas por no conservar mi sensatez... y por herirte tan profundamente. No sé que hacer para que nos reconciliemos, Harry.

En el otro estanque, Ron lavaba distraídamente la espalda de Tonks, mientras observaba a Harry y Severus por encima del hombro. Estaban hablando... amigablemente. No. No se suponía que se hablaran uno al otro. ¡Tenía que hacer algo! Apretó los dientes, lanzando dagas con la mirada a la pareja, deseando silenciosamente que se alejaran.

—¡Ron!—siseó Tonks en voz baja, mientras se giraba para verlo por encima del hombro—. Has estado lavando el mismo punto de mi espalda durante los últimos cinco minutos.

La voz del Director se escuchó sobre los cánticos.

—Todos. Es imperativo que mantengan su atención en lo que están haciendo, para que el ritual tenga éxito. Piensen solamente en lavar sus cuerpos, sus emociones—miró en dirección a Ron Weasley, quien enrojeció fuertemente al ser atrapado—, y sus pensamientos.

Los cánticos y el salpicar del agua, fueron los únicos sonidos que se escucharon después de eso.

Harry se inclinó hacia adelante mientras Severus continuaba sus atenciones con la toallita.

—Severus, he estado tan solo—susurró en su oído—. Te extrañé. Mi cuerpo te extrañó.

El hombre gimió suavemente. Su cuerpo se tensó mientras sentía la toallita en la mano de Harry, moverse hacia su espalda y desaparecer en el agua, siguiendo la hendidura de su culo. Entonces, sintió que la toallita exploraba un poco y daba en el blanco, antes de volver a subir por su cuerpo.

>>Hay que asegurarse que estés limpísimo... en todas partes, Severus.

Harry le sonrió tímidamente, observando como los ojos del pálido hombre se dilataban al máximo y un ligero rubor coloreaba su piel. Se tocaron y volvieron a conocerse, como si hubieran pasado tres años en lugar de tres meses. Ambos estaban hambrientos del otro, y eso fue evidente mientras continuaban lavándose uno al otro. Ante el toque íntimo de Harry, Severus había recuperado completamente su excitación. Oh, Merlín, ¿y si no podía lograr que bajara antes que tuvieran que abandonar el estanque?

Sólo las miradas de Tonks y la posible ira del Director, evitaron que Ron se zambullera de un estanque al otro. Regresó a su tarea cuando sintió un dedo clavándose en sus costillas.

 


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Remus estaba lavando el largo cabello de su amante, y observando a través del espeso vapor mientras Harry y Severus hablaban. Podía escucharlos claramente, gracias a sus sentidos de lobo. Las cosas finalmente estaban regresando a donde tenían que estar. Pero Ron necesitaba aprender una lección. No se engañaba al amor.

—Todo estará bien, Mi Lobo. Harry y Severus son hombres inteligentes. Hemos ido demasiado lejos al ganar esta guerra para que ahora nosotros, y ellos, vayamos a perder todo por lo que ellos, y nosotros, hemos luchado—dijo Lucius, sonriendo sobre su hombro a la pareja de cabello oscuro que estaba en el estanque frente al que se encontraban Remus y él.

—Lo sé—el licántropo se inclinó y le besó en la cabeza, mientras ponía más poción limpiadora en los largos mechones rubios. Respiró profundamente mientras la esencia a lavanda y manzanilla asediaba su nariz.

 


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Draco enjuagó cuidadosamente la poción del largo y ondulado cabello oscuro de su esposa. Ella había estado observando lo mejor que podía, desde su estanque, mientras Harry y Severus se bañaban y hablaban. No podía escuchar nada en realidad, pero observó cuando Harry empezó a lavar al hombre mayor. Se giró hacia Draco y le sonrió, radiante.

Ella era tan bella. Brillando tan intensamente por el amor y el embarazo. La pequeña hinchazón de su niño era tan maravillosa, y una bendición, por una época en su vida en que había pensado que no podría ser padre.

Ambos se giraron cuando escucharon una risa profunda proveniente de Severus. Sí, las cosas finalmente se habían vuelto a encarrilar.

 


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Albus observó las manos sobre su reloj de bolsillo y prestó atención a los que le rodeaban.

—Salgan de los estanques... Ahora, Elegidos. Hay toallas para ustedes. Prepárense para comenzar la segunda fase del ritual en diez minutos.

Severus ayudó a Harry a salir y le entregó una toalla grande y esponjosa.

—Ven, Severus. Permíteme.

Harry comenzó a secar a su amado con suaves caricias. Sus movimientos, así como sus palabras, trajeron el recuerdo de un tiempo en que su relación todavía era reciente. Entonces, también había pronunciado las palabras ‘permíteme’ antes de secarlo suavemente, luego del primer baño que habían compartido.

Se inclinó hacia adelante y lamió un pezón. Cuando Severus jadeó suavemente, le miró disculpándose, pero sonrió.

—Disculpa. No pude contenerme.

Severus bajó la vista hacia el diablillo y sonrió. Luego, la negra mirada se deslizó por sus cuerpos hasta el punto donde las dos erecciones gemelas casi se tocaban. Levantó de nuevo los ojos hasta su amante. Su amante. Si de él dependía, cuando este asunto de las protecciones terminara, no saldrían de sus habitaciones durante una semana.

Albus aclaró su garganta para atraer la atención de los participantes.

—Elegidos, alzándose de las piedras están cuatro altares. Uno de ustedes se acostará en el altar, mientras el otro procederá a inscribir las runas sobre su cuerpo con la pintura ritual. Cuando terminen, cambiarán de lugares y comenzarán de nuevo.

Severus ayudó a Harry a subir al altar, ya que su cicatriz todavía entorpecía algunos de sus movimientos. Miró alrededor del recinto de piedra, y sólo fue capaz de distinguir algunas formas aisladas aquí o allí, debido a la densidad del vapor en la cámara. Podía escuchar el débil murmullo de voces, y los cánticos. Pero del resto, para todos los intentos o propósitos, se encontraban solos, aislados de todos los que los rodeaban.

Se aseguró de que Harry estuviera cómodo, antes de levantar el recipiente de pintura y el pincel. Comenzó a deslizar el pincel a lo largo del muslo izquierdo del joven, para formar la primera runa. Una risa repentina estalló en Harry, haciendo que se detuviera y elevara el pincel para observar al joven mago, con la boca cubierta por ambas manos y las mejillas enrojecidas. Oh, esto iba a ser una tortura. Severus sonrió y regresó a pintar las runas.

Harry lo observaba trabajar, y hacía esfuerzos desesperados por permanecer inmóvil. Apenas podía esperar a que fuera su turno de pintar. Conocía cada uno de los puntos de cosquillas de Severus. Oh, la venganza sería dulce... si Albus no les retorcía el pescuezo primero.

Puesto que Severus era diestro en Runas, no le tomó mucho tiempo tener al Gryffindor cubierto de la cabeza a los pies. Cambiaron de lugar y, pronto, Severus estaba bajo el pincel y a merced del joven.

—Yum... Si sólo tuviera algo de chocolate derretido podríamos hacer esto mucho mejor—murmuró al oído del hombre, antes de tocar un punto justo debajo del ombligo.

Miró el pergamino y comenzó el trabajo, cuidadosamente lento, de pintar las runas. No era su mejor materia, pero al menos trataría de hacer su mayor esfuerzo, como Hermione le había enseñado cuando estaban en la escuela.

—Harry, ¿estás tratando de matarme?

—No, pero soy yo, y Runas. Nunca fue mi mejor materia, a diferencia de otras cosas...—estiró un dedo y lo deslizó lentamente por la erección de Severus, para luego pasearlo por debajo y recoger una gota de esencia perlada de la punta. Levantando el dedo, cuya punta brillaba con pre—semen, lo colocó en su boca; sus ojos nunca abandonaron a Severus.

El Slytherin sólo pudo gemir.

—Date la vuelta, Sev. Ahora tengo que trabajar con tu espalda.

 


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Remus olfateó, luego sonrió abiertamente a Lucius. El rubio observó las ventanas de la nariz de su pareja y asintió, sonriéndole a su vez. Alguien estaba excitado... Muy excitado. Aunque su propio amante estaba muy duro y goteaba copiosas cantidades de pre—semen, la esencia que atraía su atención provenía solamente de Severus y Harry. Su cachorro debía estar provocando a su antiguo amante.

 


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Harry realizó su trabajo, bajando por el cuerpo de su amante. Ahora que su erección no lo distraía, trabajaba un poco más rápido. Y Severus parecía un poco relajado. Eso fue hasta que alcanzó su perfecto trasero. Pero siguió pintando hasta que hubo concluido con todas las runas. Bajó el recipiente y el pincel, y se giró para ayudar a Severus a salir del altar, de modo que la pintura que aún estaba húmeda no se corriera. Merlín sabía que no tenían tiempo para empezar de nuevo.

Los ocho se reunieron nuevamente en un círculo, en parejas, alrededor del Director, aguardando sus instrucciones para la siguiente fase del ritual.

 


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Ron miró a Harry, quien en ese momento estaba sonriendo al Gran Cretino Grasiento. Se tocaban ligeramente mientras aguardaban la nueva etapa del ritual. El Señor Malfoy brillaba intensamente bajo las atenciones de Remus Lupin. La mano de Hermione estaba apoyada en la ligera protuberancia de su estómago, mientras el hurón rodeaba sus hombros con su brazo. Los dos se miraban como cachorros locamente enamorados. Y Tonks estaba parada a su lado, con su largo cabello negro, y no se veía feliz. No como todos los que estaban parados alrededor de ellos. Ron cruzó los brazos y puso mala cara.

 


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El anciano Director sostuvo su reloj firmemente, mientras paseaba cuidadosamente alrededor de los estanques que emitían vapor, esquivando los jóvenes cuerpos desnudos que lo rodeaban.

Oh, ser joven de nuevo.

La alta concentración de vapor en la habitación había agravado los dolores de sus articulaciones

—Los calderos y los ingredientes para preparar las pociones aparecerán en los altares dentro de cuatro minutos exactamente. La receta para la poción también estará allí. Por favor, tengan mucho cuidado; algunos ingredientes son extremadamente raros y no podremos reemplazarlos si se equivocan en la preparación de su poción. Permanezcan centrados en sus tareas, con exclusión de cualquier otra cosa.

Retrocedió un paso y extendió la mano en dirección a los altares. Los participantes enfilaron silenciosamente hacia allí y cada pareja se detuvo ante el altar designado, esperando a que los artículos aparecieran.

Severus sintió un fantasmal toque en su trasero y su polla dio un tirón. Miró a Harry por el rabillo del ojo, pero el mocoso miraba al frente, impasible, como si no hubiera hecho nada. Inclinó la cabeza para ocultar la sonrisa que amenazaba con aparecer en su rostro, y agradeció en silencio por el vapor. Estiró un dedo lentamente y recorrió el dorso de la mano de Harry. Esa mano aferró la suya y la estrechó suavemente, antes de regresar a su posición original.

 


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Harry se paró al lado de Severus. El profesor estaba en su elemento, pero eso no quería decir que no pudiera ayudar a su amante. Sabía... y había aprendido, lo que podía y lo que no podía hacer durante la elaboración. Miró la receta que estaba flotando en el aire sobre el altar y los ingredientes organizados en la piedra frente a ellos.

—Elegidos—comenzó Albus—. Esta poción deberá ser comenzada y terminada al mismo tiempo; todos juntos.

—Comencemos, Harry. Justo como hemos hecho los últimos cuatro años—ronroneó Severus, contento ante la sensación de familiaridad.

El joven le sonrió.

—Sí, Severus.

—Elegidos... empiecen.

Severus encendió el fuego bajo el caldero y Harry le pasó agua fresca de lluvia. Cada etapa era diferente. Pero cuando tocó revolver, tuvieron que hacerlo juntos, mano derecha sobre mano derecha. Esto hizo necesario que Harry se parara detrás de Severus, alineando sus brazos y manos a la perfección para poder remover correctamente. Y también sucedió que, en tan perfecta alineación, la turgente polla de Harry se apretó firmemente contra la hendidura del trasero de Severus, haciéndolo gemir. Ambos hicieron su mayor esfuerzo por sofocar el sonido. No convenía, en este punto, distraer a los demás.

—¿Cuántas etapas faltan, Severus?—preguntó Harry, mirando los ingredientes que quedaban.

 


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Tonks observaba como Ron intentaba agarrar, en lugar de levantarlo cuidadosamente, uno de los ingredientes más delicados. Alargó la mano rápidamente y atrapó su muñeca, antes que pudiera aplastar las delicadas flores, que debían estar completas cuando se agregaran a la poción.

—Ronald Weasley—susurró furiosa, haciendo girar al obstinadamente insensato pelirrojo para mirarlo a la cara—. ¡Ten cuidado! Concéntrate en lo que estamos haciendo aquí. Este ritual es importante. Vidas dependen de que sea realizado correctamente. ¡No será estropeado por un enfermo de amor como tú!

Mientras hablaba, lo miró directamente a los ojos, sin permitir que él apartara la mirada, metamorfoseando el tono azul de sus ojos a un azul zafiro más intenso. Al concluir la reunión, Albus la había llevado aparte y le había advertido acerca del comportamiento de Ron en lo referente a Harry y Severus, y le había pedido por favor, que apretara la rienda sobre el joven, para que el ritual pudiera tener éxito.

Ella ya estaba al corriente de la mayor parte de la situación, gracias al más joven de los Malfoy. Le aseguró al Director que haría su mayor esfuerzo, con las restricciones del ritual, por supuesto. Intensificar el color de sus ojos no estaba contra los límites del ritual, y sabía que ayudaría a hipnotizar a Ron, volviéndolo más fácil de controlar.

Ella agregó las tres Flores de Luna y levantó el agitador de plata.

>> Ahora, ponte detrás de mí, coloca tu mano sobre la mía y sigue mis movimientos mientras agitamos... cuidadosamente.

—¡Sí, señora!

Fue la única respuesta susurrada de Ron, mientras rápidamente tomaba su lugar detrás de la bruja y colocaba la mano sobre la de ella.

 


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—Dios, Sev... Ahora podría doblarte justo aquí y follarte hasta que ni tú ni yo podamos caminar.

Severus había apretado sus nalgas alrededor de la polla de Harry, recordándole cuan apretado podía ser. Podía ser... justo ahora... después de tres semanas de obligado celibato, que en realidad habían tenido más que ver con su preparación para el ritual que con su separación.

No que ninguno de ellos hubiera estado buscando... Se habían sentido demasiado miserables separados del otro como para intentar algo con alguien más. Con una mano agarrando aquella con la que Severus estaba agitando, pasó el otro brazo alrededor de la cintura del hombre y apoyó la mejilla contra su espalda, dejando que el movimiento de giro se aquietara. Ya sólo la cercanía era suficiente para curar su corazón herido.

—El siguiente ingrediente, amor.

Harry caminó hacia un lado y tomó los cubitos de manzana, entregándoselos a Severus. Observando los ingredientes pudo discernir que estaban haciendo algo diferente a cualquier poción ritual que conocía. Todo era comestible. ¿Estarían alimentando al castillo?

Mientras observaba y aguardaba la siguiente instrucción de Severus, alargó la mano y pinchó ligeramente en una de sus nalgas. No podía dejar de tocar a su amante. Pero Harry no era el único que estaba teniendo problemas. La magia estaba creciendo más fuerte. Girando alrededor de los participantes, atravesando el espeso vapor de la antigua cámara de piedra. Los cánticos eran amplificados, construyendo junto con otras magias. El poder era excitante e intoxicante; seductor y lánguido. Estaba acariciando sus cuerpos, apoyándolos para que completaran los pasos finales de la poción. Alentándolos.

Los cantores se balanceaban al ritmo de las antiguas palabras y la magia fluía a través de la cámara. Sus ojos estaban cerrados, mientras la magia los mantenía en trance, dando a los Elegidos la privacidad que necesitarían para terminar el ritual. Albus estaba parado al frente de los cantores, la cabeza inclinada, aguardando. Tres etapas faltaban para completar el ritual y restaurar las protecciones. En silencio, agradeció a los Dioses por haber superado la edad en que la poción pudiera afectarle. Afortunadamente, el trance también bloqueaba a los cantores de los efectos de ésta.

 


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Lucius estaba muy excitado; apenas era capaz de leer las palabras en el pergamino. Remus estaba frotando su trasero y acariciando su polla. De vez en cuando, los sabios dedos vagaban para explorar y estirarlo un poco. No que necesitara estirar demasiado, le gustaba apretado. Miró a su pareja, cuyo pene estaba más largo de lo que lo había visto nunca; estaba muy duro y excitado, el pre—semen goteando libremente de su punta. El rubio alto gimió. Cuando Remus acabara con él, era positivo que no sería capaz de sentarse o caminar en al menos una semana. La poción tenía que ser un afrodisíaco. Nunca había sentido este nivel de excitación es su vida. El puro pensamiento lo hacía gimotear.

Albus levantó la mirada mientras un brillo de cristal emanaba de los cuatro calderos simultáneamente. Bien, había completado la poción como se requería. Todo desapareció de inmediato, excepto los pequeños calderos dorados conteniendo las pociones. Los ocho levantaron la vista hacia el Director, aguardando a que les dijera qué era lo siguiente que debían hacer.

—Cierren los ojos e inhalen los vapores de la poción. Tómenlos profundamente en sus pulmones, sientan la magia antigua, escuchen las palabras del cántico y dejen que los guíe a través del resto del ritual.

Los Elegidos ya estaban cayendo en el trance mágico; piel enrojecida, ojos dilatados, respiración acelerada e imposibilidad para evitar acariciar al compañero. Sí, estaban casi listos.

El anciano verificó el tiempo y contó, levantando su varita. Ante la campanada de medianoche, lanzó un hechizo; los calderos levitaron sobre los altares e, inclinándose, vertieron el contenido sobre la piedra, para luego desaparecer. Levantó las manos y el vapor se cerró en torno a las parejas, dándoles privacidad. No necesito explicar en voz alta el siguiente paso. Ahora todos estaban bajo la guía del ritual mágico. Caminó lentamente hacia una silla de piedra, tallada en un nicho enorme en la pared, y lanzó un hechizo de almohadón, antes de sentarse a esperar a que el ritual fuera completado, cayendo en un trance con los cantores, uniendo su voz a las de ellos.

Harry observó a Severus acostado sobre el altar, extendiendo sus brazos, haciéndole señas para que se acercara. La magia los rodeaba, acariciando sus cuerpos. Se sentía como si la magia tuviera dedos, tocando y acariciando en los lugares más íntimos. Severus jadeó mientras sentía la magia entrar en su cuerpo, preparándolo para lo que vendría.

El Gryffindor miró al pálido hombre acostado bajo él. Su corazón se hinchó de amor hacia esta persona que siempre lo había visto como Harry, el chico, y luego el hombre.

Severus alargó la mano y retiró una lágrima que escapaba descendiendo por el rostro de Harry, mientras su joven amante lo miraba con un amor tan fuerte que le cortó la respiración.

—Seamos uno, Mi Harry. Deja que con esto fortalezcamos las nuevas protecciones y nuestro amor—susurró, atrayendo al joven hacia sí y envolviéndose sobre él con brazos y piernas.

—Tú eres mi corazón y mi alma, Severus. Recuérdalo siempre. Sin importar lo que nos destine la vida, somos uno.

Mientras las caderas de Severus se alzaban, Harry se ubicó y entró en su amante, enterrándose completamente, de una sola estocada. Ambos gritaron en éxtasis, e inmediatamente comenzaron a perderse en el ritmo de su unión y la magia que los envolvía.

Gemidos y gritos podían ser escuchados por toda la cámara, provenientes de las cuatro parejas. La magia y los cánticos de construcción, se unieron con sus gritos, hasta que todo el conjunto fue in crescendo. Los ocho gritaron su orgasmo simultáneamente, y los cuatro varones dominantes derramaron su semilla sobre las piedras de los altares. Luego, se agacharon y tomaron la semilla de sus compañeros varones, y la esencia de las compañeras hembras, y se limpiaron usando la piedra también. Las piedras de la cámara comenzaron a retumbar y brillar, terminando en un repentino relámpago blanco.

A la mañana siguiente, Harry y Severus despertaron en las mazmorras, en la cama, entrelazados. Severus cubrió el rostro de Harry con sus manos y lo llenó de besos, hasta que el menor empezó a reír incontrolablemente, aferró las manos de su pareja para detenerlo y jadeó.

—¿Qué sucede, Harry?

El aludido elevó la mano izquierda de Severus con la palma hacia abajo y puso su propia mano izquierda a su lado, para que su amante pudiera verlas. En sus manos estaban los Anillos de Enlace de la Familia Potter.

Levantó la vista hacia el rostro de Severus, las lágrimas deslizándose por sus mejillas, mientras lloraba de alegría. La magia antigua los había enlazado. Cerró los ojos y rió. Podía sentir el zumbido de las nuevas protecciones del castillo.

—Puedo sentirlo, Sev. El castillo está completo de nuevo.

Severus atrajo a Harry y lo abrazó estrechamente. Mirando sobre el hombro de su pareja, notó los cambios en la habitación. Giró a Harry y se los señaló. Todas las posesiones del Gryffindor parecían estar de regreso, como si nunca se hubieran ido.

El joven lanzó un grito de alegría y saltó sobre su amante, abrazándolo mientras reían juntos, como si la felicidad bullera de sus dedos.

 

 

 


FIN

 


(1) Samhain: (Del gaélico Samhuinn, pronunciado sou'en) Constituye una de las Fiestas de las Cosechas celebradas por la antigua religión Celta. Significa, literalmente, el fin del verano. Es la festividad pagana más importante del año, puesto que marca el comienzo del Año Nuevo celta y, asimismo, el inicio de la primera de las dos mitades en las que los pueblos celtas dividían el año: el invierno.

Su celebración comienza con el crepúsculo del día 31 de Octubre en el Hemisferio Norte, y con el crepúsculo del día 30 de Abril en el Hemisferio Sur. Conmemora la muerte simbólica del Dios Sol y su paso a la Tierra del Verano, haciendo que los días se tornen más cortos y las noches cada vez más largas.

En esta noche, se suelen encender hogueras con un doble propósito: simbolizar el final del verano y ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y el descanso. Para ello también se suelen encender velas en los alféizares de las ventanas y en las puertas de entrada de las casas; además, se dejan también algunos alimentos como pan y frutas de la temporada (principalmente manzanas y granadas) para que las almas se alimenten durante su viaje. Las manzanas también se entierran con el propósito de alimentar a la Tierra, que se prepara para su letargo.
Se considera que en la noche de Samhain, el velo que separa los mundos, el mundo de los vivos y el de los muertos, es particularmente delgado, por lo que es un momento propicio para comunicarse con los antepasados o realizar prácticas adivinatorias.
Esta noche está considerada como una de las más poderosas del año, mágicamente hablando, así que cualquier trabajo de este tipo que se realice contará con un poco de ayuda adicional. Vuelve