Traducido
por America Lupin - Beta: Ronna
A principios
de la primavera,
el diente de león aun no ha florecido.
La mente ya ve sus semillas
volando lejos.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Hoy han atrapado a otro mortífago en Knockturn. Muerto, por resistirse
al arresto. Shacklebolt y Tonks han traído lo poco que quedaba.
Estaba tan carbonizado que ni siquiera hemos podido comprobar si era
un mago o una bruja.
Pero la varita
se encontraba intacta, más o menos. Incluso bajo lo quemado,
la madera era oscura. Quizá negra. Quizás incluso de ébano.
Se parecía a la de Seve... la de Snape. La varita era muy parecida
a la de Snape.
Debí
de haber pasado una hora examinando literalmente a fondo entre los restos,
tratando de encontrar algo oculto entre las grasientas cenizas, algo
más que fragmentos carbonizados de tela y hueso. Si, allí
había una máscara, pero todos los mortífagos tienen
una, y son todas iguales. Y Snape no es tan tonto como para llevar encima
nada que pueda identificarlo.
Podría
haber sido él. ¿Pero cómo podría saberlo?
Es posible que fuera – ese cuerpo. Nunca sabré con certeza
si lo fue.
Lo único
que encontré fue un vial, o más bien sus fragmentos medio
derretidos. Después me dijeron que era fluido de Erumpent. Qué
manera de irse. Nadie se merece eso. Ni siquiera un mortífago.
No creo que
Snape tomara deliberadamente fluido de Erumpent.
Espero que
no.
Pero ¿cómo
iba yo a saberlo?
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Joder, cómo odiaba a ese bastardo grasiento después de
mi sexto año. Iba a cazarlo, y cuando lo encontrara, lo iba a
matar. En cuanto a lo que a mí respectaba, eso era justo lo que
se merecía; por Dumbledore, por traicionar a la Orden. Por mis
padres.
Cuando finalmente
lo encontré -o cuando él me permitió que lo encontrara-,
resultó que me condujo directamente hacia donde se encontraba
oculto el siguiente horrocrux. Y entonces me mostró cómo
sacarlo de allí, e incluso cómo salir ileso de allí.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Yo era tan jodidamente ingenuo cuando me fui de Hogwarts. Pensé
que me pasaría el verano -quizás otoño, como mucho-
desaciéndome de los horrocruxes, después mataría
a Riddle y todo terminaría. Lindo y estupendo, justo a tiempo
para Navidad.
Ha pasado
un año desde que destruimos el guardapelo.
Nos llevó
dos años sólo romper la maldición. Ginny y Bill
lo hicieron. No sé cómo pudo sobrevivir Bill. Quizá
tuvo suerte. O quizá es que los híbridos de hombre lobo
tienen algo más de resistencia a las maldiciones.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
La primera vez que Snape y yo hablamos con propiedad, Ginny ya no estaba.
Aun no quiero
pensar en que se ha ido. Quiero pensar en ella sonriendo. Quiero recordar
la manera en que éramos en Hogwarts, cuando cargábamos
las escobas sobre el hombro después de la práctica y caminábamos
desde el campo hasta el lago, yo con la Snitch y ella con la Quaffle.
Los dientes de león forraban ambos lados del sendero. Un día,
ella hizo una corona con ellos y la puso sobre mi cabeza. Diciendo que
hacía juego con los detalles de mi uniforme. No me gustan mucho
las flores; ¿a qué tío le gustan? Pero en realidad,
los dientes de león no son flores, no en el sentido de algo que
le das a una chica. Sólo es hierba, muy común, así
que estaba bien.
Snape me dijo que no se hace más fácil con el tiempo,
pero que aprendes a vivir con ello. Luego dijo que los mortífagos
planeaban atacar el Departamento de Misterios el siguiente miércoles
por la noche, y entonces se desapareció.
Detuvimos
ese ataque. Pero no pudimos detener el que le siguió. Aún
estoy aprendiendo.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Quería regresar a Hogwarts a por el libro de Snape. Pero era
demasiado arriesgado. ¿Cómo iba a explicar tener conmigo
algo así, si alguien lo encontraba? Algo que es propiedad del
Príncipe Mestizo. Él se llamó a sí mismo
de esa manera, gritándomelo sobre el ruido de la batalla la última
vez que dejó Hogwarts. Demasiada gente podría saberlo.
No puedo confiar en mí
mismo para guardarlo. De hecho, ya pensaba en él como Severus,
cuando sabía que no debía hacerlo.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Después de que el guardapelo fuera destruido, pensé mucho
acerca del resto de los horrocruxes, y acerca de por qué son
tan jodidamente difíciles de encontrar. Tal vez no estábamos
buscando en el lugar correcto. Después pensé en mi cicatriz,
y en por qué exactamente Riddle murió cuando intentó
matarme siendo yo un bebe, y en cómo trató de obtener
la espada de Gryffindor y no lo logró dado que Dumbledore la
mantenía a salvo. Me preguntaba si Riddle pudo encontrar algo
más que perteneciera a Godric Gryffindor e hizo otro horrocrux
con él. Sólo entonces me di cuenta: lo había hecho.
Me encontró
a mí. Yo soy el horrocrux de Gryffindor.
Snape se
rió cuando le conté esa teoría: ni siquiera sabía
que el cabrón pudiera reírse así.
—Si
fueras un horrocrux, me habría quedado quietecito y habría
dejado que te volaras los sesos en tu primer año de pociones
—sacudió la cabeza y agregó—: No te preocupes,
probablemente dentro de diez años mires hacia atrás, a
una pila de antigüedades rotas, y te rías —tal y como
él reía entonces.
—¿Diez
años? Ni siquiera sé si viviré para ver el final
de este año.
Resopló
ante eso.
—Los
idiotas como tú sobreviven a todo, porque nunca faltan otros
aún más idiotas dispuestos a hacer lo que sea por mantenerte
alejado de los problemas.
—Pero
tú también me estas ayudando —sonreí ampliamente.
Snape se
limitó a enarcar una ceja.
—Exactamente.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Siguió eligiendo todos esos extraños lugares para nuestros
encuentros. Una vez, incluso, nos llegamos a reunir en el bosque prohibido.
Era primavera, las espinas de las moras y las cortezas de los árboles
se esparcían descontroladamente por toda la maleza; me sentía
como si me hubiera peleado con el Sauce Boxeador. Mi capa estaba más
andrajosa que un trapo para cuando salí del bosque y llegué
al claro.
Después
de la oscuridad abarrotada de espinas debajo de los árboles,
el lugar era cegador. Soleado, abierto y cubierto de dientes de león.
Un millón de snitches doradas en un campo de Quidditch. Los dientes
de león son así: florecen en todos sitios y no te puedes
deshacer de ellos. Y entre toda esa luz y color, allí estaba
él, sobresaliendo como un monolito y con un aspecto igual de
deteriorado.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
En otra ocasión,
nos reunimos en el centro del Londres Muggle, y a pesar de estar rodeados
de millas y millas de acero y hormigón en lugar de árboles,
allí había otro diente de león asomando la cabeza
por una grieta en la cuneta.
—La
Flor Que Vivió —sonrió malicioso Snape.
Le pregunté
qué opinaba sobre los dientes de león de Gryffindor.
Por lo visto,
los solía cortar en dados y los ponía a hervir durante
dos horas en un caldero a fuego lento. Para preparar Brebaje Bocazas.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Después de esa reunión, me ascendieron en el trabajo.
Por “un buen servicio, pensamiento rápido y habilidad natural
para las estrategias”. Básicamente por ser El Hombre Que
Seguía Viviendo, y gracias a la información que consigo
de Snape. Irónico como el infierno, en realidad.
Por supuesto,
no le podía decir a ni un alma de dónde sacaba todas esas
pistas, pero de todas formas ellos tomaban la información y la
usaban sin hacer preguntas. Si yo hubiera estado lo suficientemente
demente como para decirles que la conseguía de Snape, me habrían
hecho un análisis para verificar que no estuviera bajo efectos
de un imperius.
Por lo menos
el sueldo era mejor. Por otra parte, no me convertí en auror
por eso.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
La siguiente vez que nos reunimos, fue en la habitación de un
hotel Muggle. Era una buena idea por muchas razones: privacidad, anonimato,
el cuarto tenía un escritorio en que se podían extender
papeles y mapas, y la noche de reserva nos daba suficiente tiempo para
planear detalladamente una respuesta ante el próximo ataque de
los mortífagos.
Para cuando
terminamos nuestros planes, ya era tarde. Así que saqueamos el
minibar de la habitación –yo cogí el whisky escocés
y Snape la ginebra- y terminamos compartiendo el sofá.
Se sentía
bien saber que teníamos un plan sólido y viable, que entre
los dos nos encargaríamos de que esos bastardos obtuvieran lo
que se merecían. No recordaba la última vez que había
tenido cinco minutos para tomar un descanso. Fue genial, los dos brindando
con esas pequeñas e insípidas botellas de alcohol. Incluso
me devolvió las sonrisas.
Él
estaba cálido, también. El maldito sofá del hotel
tenía unos resortes estropeados, sin embargo; me daba la impresión
que no podía dejar de deslizarme cerca de él.
Uno de los
problemas con el alcohol Muggle es que me convierte en un charlatán.
Es por eso que no bebo cuando trabajo.
—Han
pasado dieciséis meses —me encontré diciendo sin
venir a cuento—, desde lo de Ginny…
—Ya
hemos pasado por esto —sus palabras eran duras como nunca, pero
su voz era suave. Cálida, de la misma manera que su costado y
su pierna junto a mí—. Trata de no pensar en ello.
—No
lo hago. Es sólo… ¿Cómo encuentras a alguien?
A otra persona. Después de su muerte —ha pasado un largo
tiempo y estoy empezando a preguntarme, ¿y si nunca encuentro
a nadie? Oh, a la mierda. Probablemente Snape se reiría de mí
si le dijera eso—. Quiero decir, es difícil conocer a nadie
cuando hay una guerra, de todas formas. Y quizás nunca lo vuelva
a hacer. Cómo… ¿Cómo lo conseguiste, estando
solo?
—A
base de años.
—¿Años?
¿Qué quieres decir con “años”?
Snape me
dedicó una de esas miradas de “tú sigue por ahí”
tan suyas
—De.
Estar. Solo.
¡¿Años?!
—¿De
verdad?
Él
sólo enarco una ceja.
¡Coño! Antes de que empezar siquiera a pensar después
de la impresión, ya me estaba girando e inclinando hacia él,
consiguiendo algo más cercano y personal.
—Debes
de estar ansiándolo.(1)
El otro problema
con el alcohol muggle es que hace que mi otra cabeza piense más
rápido que la que uso normalmente.
Él
gruño tan bajo que casi podía sentir las vibraciones.
—Parece
que no soy el único que está ansiándolo —tuvo
el valor de barrerme lentamente con la mirada. Sí, yo ya tenía
una erección para entonces. El puto tenía una voz que
podía poner duras unas natillas.
—¿Ah
sí? —fue lo único que se me ocurrió decir;
para entonces, la mayor parte de mi sangre se había ido al sur.
Y cuando
la única respuesta que se molestó en darme fue esa pequeña
y engreída sonrisa maliciosa suya, bueno, ¿qué
más podía hacer un tío? Tenía que enseñarle
quien estaba ansiando hacerlo.
Deslicé
mi mano hacia arriba por la parte interna de su muslo, hasta debajo
del dobladillo de su chaqueta, buscando…
Hostia puta,
era grande. Y dura. Y caliente como el infierno.
—Sí…
—le devolví la sonrisa maliciosa mientras me movía
alrededor del sofá, tocando las duras líneas de su polla,
palpando el caliente bulto de sus bolas. Aunque probablemente mi sonrisa
se volvió algo vacilante al momento siguiente, porque Dios, eso
era su mano en mí. Se giró en mi dirección, con
esa maldita sonrisa maliciosa ensanchándose, y yo quería
arrancársela de un puñetazo o un mordisco, pero su otra
mano me abría el cinturón y desabrochaba mis vaqueros,
y yo no estaba por la labor de hacer nada para detenerlo.
Le abrí
la chaqueta de un tirón y dejé caer sus pantalones, porque
maldito fuese si iba a dejar que lo llevara todo a su modo. Deslicé
mi mano dentro y le quité los calzoncillos, y ésa fue
la primera vez que tuve la polla de otro hombre en mi mano. Parecía
la historia de mi vida: no sólo esa polla era diabólicamente
sexy, si no que tenía que ser la de Severus “Espeluznante
Hijodeputa” Snape.
Sin embargo,
era difícil estar asustado de él, cuando estaba duro y
empujando contra mi mano, y sabía que era yo quien lo tenía
así.
Y de repente
estaba tan jodidamente duro -o yo lo estaba- como para poder pensar
en nada; porque mis vaqueros estaban abajo, y sus manos en mí,
una tomando y amasando mis bolas, y la otra acariciando mi polla tan
fuerte, tan bien y tan estrechamente, que estaba seguro de que iba a
gritar; pero en lugar de eso, me dejé caer contra él y
mordí su hombro, gimiendo y temblando y corriéndome tan
duro y rápido que me mareaba.
Obviamente
él constituía una almohada mucho peor que el sofá,
pero me sentía demasiado cómodo como para moverme después
de eso, así que permanecí medio cubriendo su costado,
volviendo a deslizar lentamente mi puño arriba y abajo sobre
esa dura polla. Cuando pude colar mi otra mano entre nosotros, presione
las yemas de mis dedos contra sus bolas, y eso fue todo. Cerré
los ojos y mantuve la cara enterrada en su hombro, disfrutando de que
todo su cuerpo temblara, mientras se derramaba en mis manos.
Ansiándolo.
Supongo que
ambos lo hacíamos.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
La siguiente
vez, lo esperaba en una tienda abandonada en Knockturn. Estaba helando,
era la noche más fría del año. No me podía
arriesgar con un encantamiento calentador por miedo a activar las alarmas
sensitivas a la magia. Aunque aún me quedaba media ánfora
de whisky de fuego.
Entonces
la puerta se abrió y allí estaba él; y si antes
había estado helado, no había punto de comparación
con el frío que sentí cuando lo vi. Estaba pálido
como un vampiro, rígido como un cadáver: cayó desde
la puerta y se vino hacia abajo como si le hubieran lanzado un Avada
Kedavra.
Me arrodillé
y lo registré buscando heridas graves, y cuando no encontré
ninguna le levanté la cabeza para que no pudiera ahogarse y le
di un trago de mi ánfora.
El cabrón
sediento la agarró y la vació hasta dejarla seca. Entonces
parpadeó en mi dirección, y me pregunte si había
olvidado el Finito para deshacerme del disfraz, porque definitivamente,
él nunca me había mirado antes de esa manera.
Entonces
me agarró de la cabeza, tan rápido y ansioso como había
tomado el ánfora, y me besó. Así, de repente.
Debería
haber sido raro, besar a un tío, pero cuando me agarró
y arremetió en mi contra, mientras me besaba y lamía mi
boca, ésta se abrió con vida propia emitiendo un gemido.
Ése debía de haber sido un lote increíble de whisky
de fuego, porque de repente yo estaba completamente caliente. Tal vez
fue por eso que tuve que lamerlo directamente de su lengua.
Sus dedos
eran fríos, incluso entre mi cabello. Tenía que calentarlo,
como yo lo estaba. Me desplacé alrededor hasta estar arrodillado
a horcajadas sobre una de sus piernas. Dejé que su cabeza se
apoyara de nuevo en el suelo, siguiéndolo durante todo el camino
hacia abajo –queriendo más- incluso cuando intentaba encontrar
mi varita. Una sacudida para un hechizo, y tuve su ropa y la mía
desabrochada, floja, pero sin quitarla.
Él
no era suave, o elegante, o hermoso; era todo músculos fibrosos
y huesos demacrados, ásperos por el vello del pecho y por la
bordadura de las cicatrices. Con la piel de gallina al principio, y
más frío que una sonrisa Malfoy. Pero presioné
mi pecho contra el suyo, mi muslo entre los suyos, frotándome
contra él. Calentándolo. Calentándome.
Pronto pude
sentir que se ponía duro, empujando a lo largo de mi muslo. “Sí”,
creo que dije, jadeando en su boca; podía sentirlo sonreír
dentro del beso que se extendió y se extendió mientras
nos balanceábamos, deslizándonos y empujando uno contra
el otro. El calor aumentaba entre nosotros, más fuerte, más
salvaje, hasta que era demasiado y demasiado bueno, y yo derramaba semen
sobre su piel.
Puedo jurar
que lo escuché gemir, justo al final, mientras se arqueaba y
tensaba contra mí. Sé que sentí el retumbar de
cada pulso suyo, y lo vertido por su polla, presionada estrechamente
entre nuestros cuerpos.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Después
trató de explicarlo todo; dijo que ni siquiera esperaba que yo
estuviera allí. Se había estado apareciendo sin parar
desde ayer, hablando de los Aurores que lo perseguían -yo incluido,
o eso pensaba él– perdieran su pista, y habían sido
sólo el cansancio, y el whisky de fuego sobre el estómago
vacío.
Yo sabía
que mentía. Cuando se fue, casi me fracturó las costillas
mientras me aferraba, justo antes de dar un paso atrás y desaparecer.
No volví
a verlo hasta la primavera.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Esa primavera y verano fueron como un amago de Wronski. Viviendo de
reunión en reunión, y después más besos
robados, y follar rápido y furioso contra la pared. Empecé
a preocuparme de que fuera a decir “Severus” en mis sueños,
o equivocarme y mencionar algo acerca de él que yo no debería
saber. He aprendido muchas cosas sobre él. Cosas que no puedo
justificar conocer. Sus cicatrices. Sus secretos. Su humanidad.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
No creía que fuera a aparecer ese día.
Eh, creía
que si seguía diciéndome eso, tal vez empezaría
a creérmelo.
Tuve que
recordarme que había habido un par de veces antes en que no había
podido llegar a la cita. Así que esperé toda la noche,
y entonces conjuré un glamour para que Hermione no pudiera notar
los círculos alrededor de mis ojos cuando fuera a trabajar por
la mañana. Ya había sobrevivido sin dormir antes. Esta
ocasión no era diferente.
Sólo
que lo era. Porque cuando llegué a casa esa tarde, Hedwig me
dio la bienvenida junto a la puerta. No llevaba una carta para mí,
sólo un vial de poción para dormir sin sueños.
Probó ser inofensiva. Mucho mejor que inofensiva, en realidad.
Había desarrollado cierta tolerancia hacía la habitual
porquería del boticario, pero ésta me hizo dormir como
un bebé.
El cabrón
nunca se disculpa del todo, pero a veces está tan cerca.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
En el primer
aniversario de la muerte de Ginny, volví a Hogwarts. Aún
había dientes de león en el sendero del lago, pero no
pude hacer un arreglo floral adecuado. En su lugar, reuní algunos
y los lleve al jardín de la Madriguera. Ésta tenía
sus propios dientes de león, pero no era lo mismo.
Conservé
uno y lo dejé en el alféizar de mi ventana. Se marchitó
y secó después de dos días. La cabeza amarilla
se había vuelto blanca con las semillas medio formadas. Incluso
sin agua y raíz, de alguna manera tuvo la suficiente fortaleza
para transformarse, tratando de crear la próxima generación.
Mi trabajo
es importante, protegiendo a otras personas, pero no creo que quiera
hijos propios. Solía quererlos, con Ginny. Ahora, no creo que
sea justo para una esposa, para unos niños, tener que esperar
a que llegue a casa, sabiendo todo el tiempo que quizás nunca
lo haga de nuevo.
Supongo que
no estoy hecho para tener una familia.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
La última vez que lo vi, finalmente me rendí cuando se
marchaba y le dije que tuviera cuidado.
Dijo que
siempre lo tenía; ése es su trabajo.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
¿Por
qué me estoy haciendo esto? Vivir con todo este estrés.
Sí, Ginny se ha ido, pero siempre puedo encontrar a alguien más.
Alguien normal. Alguien de quien pueda hablar con Ron y Hermione. Alguien
que no lleve la Marca. Alguien que esté cerca cuando lo necesite.
Alguien que no corra peligro de ser asesinado cualquier día,
sin siquiera enterarme.
Si tuviera
a alguien normal, no tendría que preocuparme. No tendría
esa horrible sensación de hundimiento cada vez que oigo hablar
acerca de otro mortífago asesinado o capturado, preguntándome
si podría ser él. No tendría que ir y ver esos
cadáveres destrozados, por si acaso puedo distinguir su cara
en lo que queda de los cráneos. No tendría que tratar
de detenerme cada vez que pienso “Severus” en lugar de “Snape”,
por si algún día empiezo a pensar en voz alta.
Probablemente
podría haber parado, al principio. Ahora no. Estoy demasiado
involucrado. En todo caso, nunca me he retractado de nada, y no voy
a comenzar ahora. Es sólo que estoy preocupado por él.
Oh, ¿a
quién coño trato de engañar? Será mejor
que lo admita ante mí mismo. No quiero que muera.
Lo quiero
es que esté aquí, durante los próximos treinta
minutos o dos horas; no me importa. ¡Aunque qué no daría
por pasar toda una noche entera con él!
Lo vi en
Hogwarts durante seis años, día tras día, y me
consumía el pánico en cada clase suya que tuve, el odio,
sólo por estar en la misma habitación con él cuando
me castigaba. Ahora podrían pasar meses hasta que lo vea de nuevo,
y no creo que pueda aguantar otro día.
Me pregunto
cuánto puede aguantar él.
~ * ~ * ~
* ~ * ~ * ~
Es el hotel correcto, la habitación correcta, sé que lo
es. Pero no hay señal de Snape. Llega tarde. Cinco horas tarde.
No es propio de él.
No puedo
dejar de pensar en lo de esta mañana. Estaba de camino para acá,
cuando pude escuchar por casualidad a Dawlish mientras dejaba la oficina.
Otro mortífago asesinado, ayer por la noche, ya tarde. Un hombre
de edad media.
No me detuve
porque sabía que llegaría tarde a nuestra reunión.
Ahora no
puedo dejar de pensar en ello.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Quizás
él esté bien y me estoy preocupando por nada. La semana
pasada llegó un informe: alguien lo había visto en Dover,
conjurando un Morsmordre. Desearía que no se hubiera
arriesgado a ser atrapado de esa manera, sólo para hacerme saber
que aun está vivo.
Pero, Dios,
cómo me alegré de oírlo.
Tengo suerte
de no necesitar darle signos como ésos, seguramente la cagaría.
Pero él sabe que estoy vivo. De alguna manera, siempre lo sabe.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Ocho horas de retraso. No puedo soportarlo. Tengo que averiguarlo. Voy
a regresar para allá.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Para cuando volví a la oficina era demasiado tarde para revisar
el cadáver de anoche. Ya se habían rendido en lograr la
identificación y lo habían enterrado. Todo lo que podía
hacer era mirar el archivo de fotos. Siempre son demasiado pequeñas
para poder ver detalles, pero lo que pude llegar a ver me hizo desear
que fueran aun más pequeñas. Constitución delgada.
Piel pálida. Cabello negro.
Mierda.
Probablemente
no tendría que haber vuelto al hotel. Ya ha pasado medio día
después de que la hora en que se suponía que nos reuniríamos.
Él no va a estar aquí ahora. No tiene sentido. Pero no
sé dónde más ir. No quiero ir a casa, aún
no. Ir a casa significaría que he renunciado. Y no quiero renunciar
a él. Él no renunciaría a mí.
De cualquier
manera, ¿qué sentido tendría ir a casa? Hedwig
no me estará esperando esta vez con una poción para Dormir
sin Sueños.
Debe de haber
odiado la idea de terminar así; sólo un cadáver
más en una sepultura común, como la mayoría de
los mortífagos. Abandonado en una fosa común.(2)
A veces odio
mi nombre.
Odio que
todos seamos tan inútiles. Nos llevó años sólo
encontrar el guardapelo. ¿Cuántos horrocruxes estarán
todavía ahí fuera, pasando desapercibidos y sin destruir?
¿Cuántas personas más tendrán que sufrir,
hasta que lleguemos a ellos?
Puede que
nunca los encontremos todos. Ni siquiera con la ayuda de Snape. Nadie
puede ser tan afortunado, o vivir tanto tiempo sin cometer un error.
Y si finalmente él está… bueno, no creo que vaya
a querer continuar sin él. En absoluto.
No soy bueno
en esto sin él. Cada maldito horrocrux que he encontrado, ha
sido sólo gracias a él.
No tendría
que haber sido así. Estaba tan feliz esta mañana, porque
por fin lo vería de nuevo. Tuve que ocultar mi sonrisa a todos,
incluso de Hermione, y poner una cara agria como la que él solía
usar en la escuela, para evitar que la gente hiciera preguntas.
Teníamos
esta habitación para nosotros solos, segura y protegida. Los
planes contra el ataque sólo habrían llevado un par de
horas, y luego… iba a sacarlo de su disfraz… y de su ropa.
Habría tenido esta cama, y toda la noche en ella, con Severus.
Ahora la
noche ha llegado, y estoy en la cama. Pero eso no importa. Ya ha terminado
todo. Porque él no está conmigo, y nunca lo estará.
Reconozco
que acurrucarme aquí y no moverme no va a ayudarme, pero no me
importa. Se está calentito aquí. Y estoy tan cansado.
Tan jodidamente cansado de todo. Quiero que se detenga.
Con los ojos
cerrados, puedo imaginar que él esta tumbado junto a mí.
Casi puedo olerlo.
Ahora no
quiero abrir los ojos otra vez.
No quiero
ver una habitación vacía. No quiero saber que estoy solo.
No cuando puedo imaginar que aspiro su aroma, y tocar la cama junto
a mí fingiendo que él está justo fuera de mi alcance.
¿Qué
es eso? Algo se arruga bajo mi mano. No estaba allí antes. Debajo
de las mantas.
Bibulous
Tun’s Liquors & Libations 53
VINO DE DIENTES DE LEÓN
2 cuartos de flores de dientes de león
3 libras de azúcar El autor
½ onza de levadura colecciona
1 limón parafernalia de vino
1 naranja
1 galón de agua hirviendo
Recoger las cabezas de flores de dientes de león durante un buen
día
en que las flores estén abiertas. Limpiar las flores de insectos,
polvo, etc.,
después desprender poco a poco los pétalos, quitando con
cuidado toda la materia verde.
Colocar los pétalos en un cuenco, con finas rebanadas de limón
y naranja.
Verter el agua sobre las flores de diente de león y la fruta,
y remover bien.
Cubrir el cuenco y dejarlo reposar durante diez días.
Después
de diez días, colar el líquido y remover en el azúcar.
Verter la levadura en una tostada y ponerla a flotar en la parte superior.
Cubrir el cuenco y dejarlo reposar otros tres días.
Después
de tres días, quitar la tostada y colar de nuevo el líquido.
Poner en botellas, pero sin colocar los corchos aún.
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~*~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
Papel. ¿Una nota? Una página arrancada de un libro. Un
dibujo de un diente de león, Vino de Diente de León, ¿por
qué? Cualquier podría haber… ¡Allí!
¡SI!
¡Reconocería esa caligrafía en cualquier sitio!
Me quito
las gafas, me restriego los ojos con los nudillos, limpio las gafas
con la sábana y me los pongo de nuevo, tratando de detener el
maldito temblor de mis manos y sostener el papel firmemente. ¡Sí!
¡Dios, sí, justo al lado de la lista de ingredientes; sólo
unas cuantas palabras, pero justo ahora son lo mejor que he visto en
mi vida! No tiene firma, pero no necesito una.
¡Severus!
¡Está
vivo! ¡Tiene que estarlo! Él ha escrito esto.
Me lleva
un momento asumir qué ha escrito realmente. El autor colecciona
parafernalia de vino.
¿Parafernalia
de vino? ¿Qué? ¿Barriles, botellas, corchos, vasos…?
Oh. ¡La copa! ¡Eso tiene que ser! ¡Severus, bastardo
astuto, me has encontrado otro horrocrux!
~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~
De entre todos los días de esa miserable guerra, ése es
el que más recuerdo. Tres mil seiscientos cincuenta días
interminables (cien más o cien menos), y ése en particular
fue el más largo de todos. Sin embargo terminó bien, después
de todo. Él se retrasaba, por supuesto, y apareció en
el hotel cuando yo ya había vuelto a la oficina. No nos encontramos.
Pero al final eso no importó; lo único que realmente importaba
era que yo sabía que seguía vivo, y que lo vería
de nuevo algún día.
Podría
parecer extraño que ése fuese el día que mejor
recuerdo. No es el que todos los demás recuerdan: cuando por
fin ganamos. Ni siquiera es el día en que destruimos el último
horrocrux. Pero fue el único día en que casi me rendí,
y fue el día en que encontré la esperanza para el futuro
-la posibilidad de verlo nuevamente- que me hizo seguir adelante ante
todo. Ése fue el día en que me di cuenta que la esperanza
es como un diente de león: puede surgir en el lugar más
inesperado. Ese día encontré mi esperanza, en la persona
más improbable.
Ahora es
primavera, y varias millas alrededor de nuestra casa, los campos están
cubiertos de dientes de león. Han sido diez años, preocupándonos
y esperando entre una apresurada reunión y otra, hasta que la
guerra terminó para siempre. Demasiado tiempo. Aún así,
un solo día habría sido demasiado tiempo para esperar
una oportunidad de ver a Severus de nuevo, de la manera en que puedo
verlo ahora.
Su cuerpo
está más lleno de cicatrices que antes, pero su cabello
sigue siendo casi completamente negro. Eso sólo demuestra que
cosas como la edad no importan. Mi cabello se volvió blanco hace
años, antes del fin de la guerra. Todavía está
desordenado en todas direcciones, y es imposible de domar. Pero no me
importa, especialmente cuando Severus se restriega contra él,
o cuando sopla suavemente a través de las hebras.
Él
dice que está pidiendo un deseo a su diente de león particular.
Yo sé
que ya se ha cumplido nuestro deseo.
Fin
¡Coméntalo
aquí!
Notas:
(1)
En ingles está la palabra “gasping”, que significa
literalmente “jadeando”, sin embargo no queda bien en la
traducción, y se pierde lo que es el juego de palabras. Vuelve
(2)
“Fosa común” en ingles se dice “Potter´s
Field”, de allí viene la aseveración en la siguiente
frase. Pero se pierde el sentido al traducirlo. Vuelve