Rito
de Paso
Por Rushlight
Ubicación
original
Traducido
por Undomiel - Beta Heiko
Una de
las cosas a las que Harry nunca se acostumbraría era a lo abiertos
que eran los magos respecto al sexo.
O, más
específicamente, no se podría acostumbrar a la idea
de que su virginidad fuera un asunto de índole pública.
El primer encuentro sexual de un mago era una ocasión de importancia
trascendental en el mundo mágico, normalmente anunciado con
gran celebración entre la familia y amigos del mago. Harry
no pudo evitar notar que los magos eran más abiertos en cosas
como esa… sin duda, era otro encantador rasgo mágico
que haría que los conservadores Dursley huyeran indignados.
Harry iba
siendo más y más consciente de esa “apertura”,
ahora que estaba comenzando su sexto curso en Hogwarts. Tradicionalmente,
se suponía que el mago escogía su primera pareja sexual
cuando alcanzaba los dieciséis años, una costumbre acerca
de la que Ron estuvo ansioso de hablarle con gran detalle en la estación
de King’s Cross. Era un ritual que marcaba el paso del joven
mago hacia la edad adulta, otorgándole acceso a su máximo
poder mágico, y un acontecimiento esperado ávidamente
por razones más que obvias.
Harry no
podía evitar sentirse un tanto forzado en todo ese asunto.
—No
es que tengas que hacerlo— le aseguró Ron, percibiendo
su intranquilidad—. Es decir, una vez oí hablar de un
mago que no perdió su virginidad hasta que tuvo ochenta y un
años. Por supuesto que no sé si es verdad o no…
Hermione
le echó una mirada desdeñosa desde donde su asiento
frente a él en el estrecho compartimiento del tren.
—No
le escuches, Harry. Muchas personas no tienen su Primera Vez cuando
llegan a los dieciséis. De hecho, algunos de nosotros planeamos
esperar hasta encontrar a alguien especial con quien compartirla.
Alguien
especial. Sí, eso era exactamente lo que quería. Sintiéndose
consolado con la idea, Harry decidió no volver a pensar en
ello hasta que encontrara a alguien con quien deseara compartir la
experiencia.
Por supuesto,
con lo que no contaba era con el estigma de ser El Niño Que
Vivió. Desde el momento en que puso un pie en Hogwarts, fue
obvio que no sería algo que fuera capaz de olvidar hasta que
decidiera lidiar con ello en el futuro.
Fue Seamus
Finnigan quien se le acercó primero antes de que saliera siquiera
de la plataforma. Había pasado el viaje aislado con Ron y Hermione
en su usual compartimiento, por lo que no se habían encontrado
con ningún otro mago hasta ese momento. Seamus se aproximó
a él con su usual franqueza mientras esperaban en fila para
subir a los carruajes que los llevarían al castillo, moviéndose
inadvertidamente para tomar el lugar de Ron a su lado.
—Así
que… Harry— dijo con una pequeña sonrisa, rozando
su hombro contra el suyo de una manera que no parecía ser accidental—.
¿Has pensado a quién vas a escoger para ser tu Primero
este año?
La pregunta
fue dicha tan casualmente que le tomó a Harry un momento para
notar que Seamus le estaba proponiendo tener sexo. Se quedó
congelado mentalmente, mirando al otro chico con los ojos abiertos.
—Uh…
no. Aún no— no hubiera lucido tan irreal si Seamus hubiera
mostrado interés romántico en él alguna vez antes
de ese momento.
—De
acuerdo— concordó el chico—. Bien, si sientes que
quieres que te ayude con esto, sólo avísame.
—Lo…
haré— Harry observó con un sentimiento de irrealidad
mientras Seamus le palmeaba el hombro de forma amistosa y se iba a
charlar con uno de los jugadores del equipo de Hufflepuff.
—Extraño—
comentó Ron, sus ojos siguiendo a Seamus mientras desaparecía
dentro de uno de los carruajes. En secreto, Harry concordó
con él.
Las cosas
solo empeoraron los siguientes días. Al inicio, las ofertas
eran sutiles y él las rechazó con tranquilidad, explicando
que simplemente no estaba interesado en tener su Primera Vez
con nadie por el momento. Luego las ofertas se volvieron más
enérgicas cuando quedó claro que no tenía a nadie
en particular en mente, y se encontró al final de una asombrosa
selección de regalos y obsequios, que rehusó abiertamente
aceptar. ¿Honestamente, la gente creía que aceptaría
a base de regalos? La idea era perturbadora. Podía sentir miradas
sobre él a dondequiera que fuera, pesadas, evaluadoras, hasta
que optó por pasar su tiempo libre escondiéndose en
su dormitorio sólo para alejarse de todos ellos.
Dolía
más de lo que debería, tal vez, saber que su repentina
popularidad no tenía nada que ver con que le quisieran a él.
Y debió
haberlo esperado. Ser escogido el Primero de El Niño Que Vivió
traería consigo cierto prestigio, aunque Harry odiara admitirlo.
Era famoso, le gustara o no —o infausto, dependiendo del punto
de vista de uno— y ser su consorte elegido para este ritual
mágico importante conllevaría su propia marca de fama.
Ron y Hermione
estaban preocupados por él, pero realmente no había
nada que ellos pudieran hacer aparte de estar ahí y ayudarle
a hacer a un lado las propuestas más agresivas que se le interponían.
Harry se encontró retrocediendo en el tiempo, cuando todos
habían pensado que él fue el que abriera la Cámara
de los Secretos; sentía la misma sensación incómoda
de estar expuesto, o ser examinado, escuchando susurros en los pasillos
que misteriosamente paraban cuando se acercaba. Era exasperante, y
lo era aún más porque nadie parecía comprender
que la constante atención lo estaba irritando, o el por qué.
Después
de una semana, recibió una lechuza de Fred y George invitándolo
a encontrarse con ellos su primer fin de semana en Hogsmeade, si quería.
Harry declinó educadamente, preguntándose sobre la salud
mental del universo, pero el incidente fue pronto olvidado mientras
las ofertas seguían llegando, a veces de parte de las personas
más inesperadas. Una pregunta susurrada de Angelina en el campo
de Quidditch una mañana antes de la práctica, una tímida
mirada de Neville en el comedor… y él era el tema de
casi cada conversación que tenía la desgracia de escuchar
sin querer, mientras que todos parecían intentar adivinar a
quién iba a escoger para ser su Primero.
Los compañeros
de Harry parecían estarse girando hacia sus iguales debido
al ritual, pero incluso si lo hubiera querido, era reacio a hacer
lo mismo. Mientras el curso avanzaba, se volvió cada vez más
obvio para él que toda la escuela había estado esperando
que él cumpliera los dieciséis. Y mientras más
tardaba en decidirse, más agresivas se volvían las propuestas,
ya que las personas asumían que simplemente estaba siendo inusualmente
selectivo con su decisión. Aparentemente, todos querían
el “honor” de ser escogido por El Niño Que Vivió,
y cuanto más descaradas se hacían sus propuestas, más
seguro estaba Harry de que preferiría morir por un Cruciatus
que dejar que alguno de ellos le tocara.
¿Había
alguien en esta maldita escuela que realmente quisiera tener sexo
con él, y no sólo por la cicatriz en su frente?
Llegó
al punto donde Ron comenzó a dejar caer indirectas de que no
se opondría a compartir la experiencia con él. Eso entristeció
a Harry porque sabía que Ron sólo estaba tratando de
darle una “salida” viable. Sabía que el pelirrojo
prefería a las mujeres, y ya había tenido su Primera
Vez con una chica de Hufflepuff un mes atrás. No iba a dejar
que Ron hiciera ese sacrificio y arriesgara el futuro de su amistad
por algo tan egoísta.
Y no ayudaba
que, en lo profundo de su mente, aún pudiera escuchar la asombrada
voz de Ron diciendo “¿Realmente eres Harry Potter?”
cuando se habían conocido por primera vez en el Expreso de
Hogwarts. El pensamiento repugnó a Harry por razones que no
quiso examinar de cerca; seguramente Ron, de todas las personas,
no sería alcanzado por el dramatismo de eso, incluso si Harry
aceptaba escogerlo.
El colmo
fue cuando Draco Malfoy lo interceptó en el vestíbulo
después de la clase de Pociones a los tres meses de empezar
el curso.
—Oí
que estás teniendo problemas para escoger a quien harás
tu Primero —le dijo a Harry, haciendo que de alguna manera sus
palabras sonaban crueles y sugestivas a la vez. Sus ojos brillaron
con algo que se parecía sospechosamente a la avaricia—.
Haré que sea bueno para ti, si estás interesado en ver
cómo lo hace un hombre de verdad —hizo la declaración
con el aire de alguien realizando una transacción de negocios.
—No,
gracias— dijo Harry entre dientes, abriéndose camino
hacia el vestíbulo.
El pensamiento
de ser follado por Draco hacía que su piel se erizara; iba
sintiéndose cada vez más como una cosa para ser vendida
al mejor postor.
—Ya
no puedo seguir con esto— le confesó más tarde
esa noche a Hermione, cuando estaban solos en una esquina de la sala
común de Gryffindor. Ron estaba ocupado en una partido de ajedrez
mágico al otro lado de la sala, dándoles cierta intimidad.
—Está
bien, Harry— le aseguró la chica, pareciendo triste.
Sabía que ella entendía más que nadie por lo
que estaba pasando. Había escogido esperar antes de tener su
Primera Vez, pero aun así, no tuvo que vivir con el trauma
de ser la soltera más elegible de toda la escuela.
Fue entonces
cuando Hermione sacó su copia de Hogwarts, una Historia
y la abrió en uno de los últimos capítulos.
—Creo
que he encontrado algo que te ayudará— dijo, leyendo
por encima de las páginas con aire distraído. Y eso
era tan propio de ella cuando se trataba de un libro, que Harry no
pudo evitar sonreír. Sólo deseaba tener su misma fe
en ellos.
Una vez
que encontró lo que estaba buscando, alzó la vista brevemente
para encontrar la suya antes de comenzar a leer en voz alta. El pasaje
que leyó detallaba una vieja tradición de Hogwarts que
había estado en práctica décadas atrás,
según la cual, estudiantes de dieciséis años
y mayores habían escogido a un miembro del profesorado para
ser su Primero y ser guiados a través del ritual de paso. Era
considerado una deferencia para con el estudiante, porque su primera
experiencia sexual sería con alguien experimentado, quien le
trataría con dignidad y le guiaría en el arte del placer.
—¿Y
eso está permitido?— dijo Harry con incredulidad
después de que ella le describiera la tradición.
La mirada
que la chica le lanzó fue de reprensión.
—Estás
pensando como un Muggle otra vez, Harry. No hay necesidad de hacer
ilegales las relaciones entre los profesores y los estudiantes cuando
cuesta una gota de Veritaserum determinar si hubo coerción
de por medio. Mientras todo sea consensual y ambas partes estén
en la edad permitida, no hay nada que no se pueda hacer.
Lo cual
tenía sentido, supuso, de una extraña forma.
Aun así,
no podía imaginarse acercándose al Profesor Flitwick
y pidiéndole que lo guiara a través del ritual de la
Primera Vez. La idea lo hacía atragantarse con el repentino
surgimiento de una risa muy cercana a la histeria, ganándose
una desaprobadora mirada de Hermione, pero la imaginación de
Harry sólo comenzó por ahí, mientras se imaginaba
acercándose a Madame Hooch, a la Profesora Trelawney, o incluso
a Dumbledore. Dios, no. Tal vez si el Profesor Lupin aún
estuviera aquí, pero… no.
Incluso
así, la idea no lo dejaría en paz. Ron bufó,
riendo cuando Harry le mencionó tentativamente la tradición
de maestro/estudiante esa noche, mientras subían a su dormitorio.
—Sí,
he escuchado de eso —dijo el pelirrojo, lanzándole una
maliciosa mirada—. Fred y George solían bromear cuando
estaban a punto de cumplir los dieciséis, diciendo que iban
a pedírselo a la Profesora McGonagall y matarla de un ataque
al corazón— se detuvo—. Me alegra que no lo hicieran.
Ella me agrada.
Harry se
obligó a reír, sabiendo que el otro lo esperaba, pero
por dentro, su mente estaba dando vueltas. No pudo evitar pensar que
ahí residía la solución a su problema, si sólo
pudiera pensar en la forma apropiada de hacerlo. Pensó en la
tradición maestro/estudiante toda la noche mientras se preparaba
para dormir y luego todo el día siguiente mientras estaba en
clase. Lo que derivó, inevitablemente, en que estuviera donde
había terminado la siguiente noche.
De pie
frente a la oficina del Profesor Severus Snape.
~ * ~
Ahora que
realmente estaba aquí, parecía un plan realmente estúpido.
Harry cambiaba de pie nerviosamente, preguntándose por qué
demonios había pensado que esto funcionaría. ¿Realmente
estaba considerando pedirle a Snape… Snape… ser
su Primero?
Pensándolo
así, la idea parecía ridícula. Era casi suficiente
para hacerlo regresar y aceptar la oferta de Ron… o incluso
la de Draco, en todo caso. ¿Qué había estado
pensando? Nerviosamente, secó sus húmedas palmas contra
el frontal de su túnica, lanzando una incómoda mirada
sobre su hombro hacia el vacío pasillo de la mazmorra que se
extendía a su espalda.
Pero estaba
el hecho de que Snape era la única persona en Hogwarts que
nunca había sido impresionado por el estatus de Harry como
El Niño Que Vivió. La única persona que, posiblemente,
podría mirar más allá de su cicatriz para verlo
a él durante el ritual de la Primera Vez, incluso si odiaba
a la persona que veía ahí.
Sintiéndose
extrañamente vacío por dentro, Harry alzó su
puño para llamar. Su mano aún estaba inmóvil
en el aire sobre la puerta cuando ésta se abrió inesperadamente,
sobresaltándolo y haciéndolo retroceder un paso por
el asombro. Con el corazón golpeando con fuerza, miró
hacia los entrecerrados ojos de Snape.
—¿Existe
algún motivo para que esté acechando frente a mi puerta,
Potter, o hay algo que pueda hacer por usted?
Harry no
pudo responder durante un largo minuto… se sentía como
si no hubiera suficiente aire en el corredor para respirar. Sólo
la cabeza de Snape era visible sobre el umbral de la puerta abierta,
sus oscuros ojos llenos con creciente sospecha mientras el muchacho
continuaba mirándolo.
—Uh…
—Harry miró sobre su hombro una vez más, valorando
una retirada de último minuto. Pero era realmente tarde para
eso, ¿no?—. Yo… uh… tenía una duda
sobre la tarea de Pociones de hoy, sobre la que quería preguntarle.
Los ojos
de Snape se estrecharon y, por un momento, Harry pensó que
iba a decirle que se fuera. Una parte de Harry deseó que lo
hiciera, pero la otra parte se derritió de alivio cuando Snape
abrió más la puerta y retrocedió, insinuando
que podía entrar.
De alguna
manera, Harry se las arregló para mover sus rodillas y caminar
torpemente hacia la puerta. Había estado varias veces en la
oficina de Snape en los años anteriores, usualmente cuando
el hombre le daba detenciones. Por alguna razón, las circunstancias
eran ahora más aterradoras.
El primer
pensamiento irreverente que cruzó su mente mientras entraba
en la habitación fue que Snape se había lavado el cabello
agradablemente. Harry estaba acostumbrado a verlo en el salón
de clases, o en el Gran Comedor cuando encontraba tiempo para comer
entre clases. La casi constante exposición a los vapores de
los calderos de sus estudiantes le daban una apariencia un tanto grasosa
y cerosa que Harry había llegado a asumir que era su desaliñado
estado normal, pero aparentemente después de su baño
nocturno terminaba luciendo casi humano. El pensamiento era perturbador
por razones que Harry no pudo determinar, y rápidamente apartó
su mirada.
La oficina
de Snape lucía igual a como la recordaba: una cámara
de piedra casi circular con una gruesa alfombra en el centro, ocupada
por un estrecho y abarrotado escritorio y varias estanterías
altas casi desbordándose con libros y objetos no identificables
flotando suspendidos dentro de los tarros de colores lechosos. Había
un fuego encendido en la chimenea, y a juzgar por el libro que descansaba
abierto sobre una de las sillas, Snape había estado leyendo
cuando sintió a Harry acechando en su puerta.
—No
recuerdo que viniera antes buscando mi ayuda respecto a su tarea—
dijo el hombre, sonando cauteloso. Cerró la puerta con apenas
un perceptible snick y se adentró más en la
habitación. Sus oscuros ojos resplandecieron sospechosamente
a la luz del fuego.
La actitud
estaba justificada, Harry tuvo que admitirlo, considerando incluso
que no había tenido la previsión de traer su tarea de
Pociones con él. Secó nuevamente sus palmas húmedas
contra el frontal de su túnica.
—Bien,
yo… —no podía lograr que sus ojos se encontraran
con los de Snape—. La verdad esto no se trata de mi tarea.
—No
—el tono del hombre era seco—. ¿No me diga?
Pero ahora
había un destello de curiosidad en su voz, por lo que Harry
supuso que tenía que estar agradecido, ya que no había
sido echado aún a patadas.
Armándose
de valor, se alejó de la chimenea y miró a los ojos
de Snape. Hiciera esto o no, lo peor que podría pasar sería
que Snape se riera y le dijera que se largara de su oficina. Pero
tal vez… sólo tal vez…
—Profesor
Snape —dijo Harry, enderezándose tan alto como pudo.
Tuvo que empuñar sus manos a los lados para que pararan de
temblar—. Solicito formalmente que sea mi Primero.
Y casi
valieron la pena los cinco años anteriores de tormento que
había recibido de manos de este hombre sólo para ver
la mirada de completo asombro que cruzó su rostro.
~ * ~
Por un momento Snape no estuvo seguro de haber escuchado correctamente.
Le observó fijamente, sintiendo el peso de la mirada de Potter
en él, antes de que su incredulidad cambiara abruptamente a
enojo absoluto.
—No
estoy seguro cuál de sus amigos le instó a hacerlo,
Potter, pero esto es algo muy serio…
—¡No
es una broma! —Los ojos del chico destellaron tras las gafas
a la luz del fuego. Lucía completamente tenaz, y Snape reprimió
la mordaz réplica que había estado a punto de soltar.
Era de
conocimiento común que Harry Potter era el estudiante más
popular en la escuela ese año, que todos, desde el Director
hasta el guarda del colegio, parecían haber esperado con la
respiración contenida a que él cumpliera los dieciséis.
Incluso había apuestas entre los Slytherin para adivinar a
quién iba a escoger para ser su Primero; Snape asiduamente
hacía la vista gorda. Y Potter se esforzaba en hacerse valer,
si había que creer los rumores.
Pero eso
no explicaba por qué estaba ahí esa noche, cuando debía
haber estado prudentemente metido en la sala común de Gryffindor
con el resto de sus santurrones amigos.
Mientras
Potter continuaba haciendo su mejor esfuerzo para mantener la mirada
de Snape, parecía como si estuviera a punto de desmayarse por
el esfuerzo. Soltando un suspiro, el hombre le hizo un gesto hacia
el asiento vacío frente a la chimenea.
—Siéntese
antes de que se desmaye.
Luciendo
absurdamente agradecido, Potter obedeció. Snape quitó
su libro de la otra silla y tomó asiento, echándole
al joven una mirada entrecerrada.
—No
es una broma —repitió el chico suavemente, girando su
cabeza hacia la chimenea.
—¿No
es una broma? —Dijo el profesor, procurando mantener su voz
sin inflexiones. Había tenido más que suficiente con
ser el cebo de la familia Potter, y no estaba preparado para enfrentar
nada que les concerniera. Especialmente algo tan… absurdo—.
¿Y cómo se supone que puedo creer eso? Tiene a la escuela
entera salivando por usted como si fuera una pieza de carne…
puede seleccionar a alguno de ellos, o a todos si lo prefiere.
Se sorprendió
al ver el breve gesto de dolor que cruzó el rostro de Potter.
El chico encogió sus rodillas hasta el pecho y se hundió
más en la silla, envolviéndolas con sus brazos. Parecía
como si estuviera tratando de encogerse lo más posible.
—Sé
lo que ellos piensan de mí —dijo silenciosamente, mirando
fijamente hacia las llamas—. Y lo que… quieren de mí
—parecía miserable, y Snape lo miró seriamente
por primera vez desde que esa supuesta travesura comenzara. No podía
comprender la aparente incomodidad del muchacho; la Primera Vez de
Snape había sucedido en menos de un suspiro cuando había
alcanzado los dieciséis.
—Entonces,
no estoy seguro de entender cuál es el problema —dijo
el profesor, sintiéndose incómodo. No estaba acostumbrado
a ser el consejero de los problemáticos adolescentes bajo su
tutela.
Los labios
de Potter se tensaron en una línea.
—¿No
lo entiende? No soy yo lo que quieren. Me siento… me
siento sofocado por todo eso. A veces… —bajó la
barbilla hasta sus brazos cruzados encima de sus rodillas, dejando
salir su aliento en un largo suspiro. Su voz apenas era audible mientras
continuaba—. A veces pienso que hubiera sido mejor si no hubiera
sobrevivido a la maldición de Voldemort.
La tranquila
confesión asombró a Snape tan poco como hubiera podido.
Siempre había pensado en Potter como alguien que lo tenía
todo.
—¿De
verdad lo cree? —Preguntó, olvidando por un momento ser
despectivo.
El muchacho
levantó su cabeza y le sonrió tímidamente, aunque
sus ojos aún seguían apagados.
—No,
no realmente. Pero a veces todo se vuelve demasiado, ¿entiende?
—Como
ahora —dijo atentamente el hombre, y Harry asintió.
—Como
ahora.
Por primera
vez, Snape consideró seriamente lo que Potter… lo que
Harry le estaba pidiendo. Siempre había visto a Harry
Potter como una mimada celebridad, bastante consciente de sus inseguros
encantos, pero ahora veía (sin importar lo mucho que tratara)
a un temeroso chico que parecía verdaderamente abrumado por
su propia notoriedad. Y Harry se había convertido en un joven
extremadamente apuesto, todo por igual. Snape creía que Harry
estaba infravalorando seriamente su propio atractivo como pareja sexual,
su propio mérito.
Pero estaba
el hecho de que nunca sabría con seguridad por qué el
escogido como su Primero lo estaba llevando a la cama. Y siempre quedaría
la sospecha de que una pequeña parte de su amante fuera alcanzada
por el drama de ser el elegido para tomar la virginidad de El Niño
Que Vivió. Lo cual explicaba por qué Harry estaba ahí
hablando con él, la única persona de la que
nunca había sospechado que estuviera abrumado por su fama.
Por mucho
que Snape intentara negarlo, había una notoria tentación
ahí… Harry no era poco atractivo exactamente, y el hombre
admitía haberlo percibido desde hacía algún tiempo.
Pero su consciencia no le dejaría llevar a la cama al chico
si Harry verdaderamente no lo quería. Si Harry iba a verlo
como un pesado deber, meramente hecho para evitar los paquetes de
esperanzados estudiantes que lo acosaban… el pensamiento le
resultó inexplicablemente repulsivo a Snape. La Primera Vez
de nadie debería ser de esa forma.
—¿Seguramente
tiene amigos…? —Aventuró cuidadosamente.
Harry rió
brevemente, pero fue un duro y quebrado sonido.
—Claro.
Y todos están bastante… dispuestos. Pero no quiero…
—se detuvo, enterrando de nuevo su rostro entre los brazos.
Snape creyó
entender. Harry no quería una follada por lástima.
Antes de
que pudiera decir algo más, Harry alzó su cabeza y se
giró para mirar nuevamente hacia la chimenea.
—Lo
entenderé si no me desea —dijo, muy silenciosamente—.
Quiero decir, usted nunca ha estado impresionado por… por lo
que sucedió —frotó ausentemente la cicatriz de
su frente, sin dejar de mirar el fuego—. Ni siquiera se lo habría
pedido, si no… —rió de nuevo; el sonido hizo que
el vello del cuello de Snape se erizara. Cuando Harry se giró
a mirarlo, sus ojos estaban sospechosamente brillantes—. Siento
haberlo molestado. Me iré ahora.
Snape estiró
una mano para detenerlo mientras se levantaba.
—Espere.
Harry lo
miró fijamente, sus manos agarrando los brazos de la silla
en el intento de levantarse.
Snape tragó
forzosamente. No podía creer que fuera a decirlo.
—Lo
haré.
Los ojos
de Harry se abrieron, y el profesor sintió un temblor de furia
ante el completo asombro que se reflejó ahí, reconociendo
mucho de sí mismo en el sencillo gesto. ¿Qué
clase de circunstancias había atravesado este chico para hacerle
pensar que era completamente incapaz de ser amado? ¿Realmente
creía que nadie desearía tener sexo con él, dejando
de lado el querer compartir la notoriedad de El Niño Que Vivió?
Snape fue repentinamente sacudido por el pensamiento de cómo
podría ser uno de esos encuentros anónimos para él…
poco más que lujuria egoísta, tal vez más que
una parte de dolor sin nada destinado al placer de Harry. ¿Así
era como Harry esperaba que fuera el sexo?
No. No
si Snape podía decir algo al respecto.
Harry aún
estaba mirándole fijamente con una expresión que era
mitad esperanza y mitad terror. Hizo sentir a Snape extrañamente
protector para con él, y luchó contra la urgencia de
tocar su brazo para tranquilizarlo.
—Si
está muy, muy seguro —advirtió, sosteniendo seriamente
la mirada de Harry.
El muchacho lamió sus labios y asintió levemente. Sus
nudillos estaban blancos, donde se habían aferrado a los brazos
del asiento.
—Estoy
seguro, Profesor.
Y Snape
supo que Harry sólo había escogido esto como la repugnante
y última de las oportunidades que se presentaran ante él,
pero aun así, tenía que haber una pequeña parte
del chico que creyera que Snape lo trataría suavemente. El
profesor estaba muy familiarizado con la tradición que Harry
había invocado al presentarse ahí. Sabía que
el propósito primordial del ritual maestro/estudiante era el
de instruir, pero también estaba diseñado para asegurar
que el estudiante sería tratado con dignidad, que las necesidades
de él o ella serían satisfechas por alguien mayor y
más experimentado, quien sabría precisamente cómo
hacer la experiencia lo más agradable posible.
Y mientras
que había pasado bastante tiempo desde que Snape estuvo involucrado
en cualquier clase de relación íntima, había
algunas cosas que el cuerpo simplemente no olvidaba cómo hacer.
Lentamente, alzó su mano para deslizar sus dedos de arriba
abajo sobre la mano de Harry, presionando con suavidad para relajar
los dedos que apretaban los brazos de la silla.
El muchacho
saltó ante el toque, luciendo sobresaltado, y tomó asiento
de nuevo. Sus ojos nunca abandonaron los de Snape.
Dios, estaba
aterrado. Snape meneó su cabeza, comenzando a arrepentirse
de su decisión.
—Si
en algún momento cambia de opinión— dijo seriamente—,
sólo tiene que decírmelo. ¿Ha quedado claro,
señor Potter?
Harry tragó
con dificultad y asintió.
—Entiendo.
Ahora estaba
temblando. Snape continuó acariciando levemente el dorso de
la mano, tratando de calmarlo. Sardónicamente, se preguntó
si sus caricias estaban mejorando o empeorando las cosas.
Dios, ¿cómo
había logrado meterse en esto? Snape presionó sus labios
y trató de no fruncir el ceño. No estaba habituado a
lidiar con vírgenes azorados, y se sintió ridículamente
poco cualificado para sobrellevar esta situación. Excepto que
Harry no parecía estar sonrojándose; más bien,
daba la impresión de que se estaba armando de valor para atravesar
algo desagradable tan rápido como le fuera posible.
—Antes
de comenzar, necesitaré saber algunas cosas —tarde, Snape
se dio cuenta de que sonaba como si estuviera iniciando una de sus
lecciones. Humedeciendo levemente sus labios, hizo un esfuerzo consciente
por relajarse.
Harry asintió.
Sus manos habían dejado de apretar el brazo del asiento.
—Cualquier
cosa que quiera preguntar.
Definitivamente,
estaba poniendo todo su valor en ello. Manteniendo la tranquilidad
de su voz, preguntó:
—¿Alguna
vez ha…? —Oh, Dios, ¿cómo expresarlo de
forma que no ofendiera las delicadas susceptibilidades del chico?—.
¿Alguna vez se ha auto-complacido?
Tomó
un momento para que Harry entendiera lo que estaba preguntando. Cuando
lo hizo, su rostro se sonrojó y sus ojos se abrieron más.
Pero el tono de su voz bajó levemente cuando respondió.
—S-sí.
Bien, un
obstáculo menos en el camino. Al menos no tendría que
enseñarle al chico lo que era un orgasmo.
Repentinamente,
Snape se dio cuenta de que estaba acariciando el dorso de la mano
del muchacho. Alejó su propia mano de manera abrupta y la rozó
en los pliegues de su túnica.
—Ésta
es tu Primera Vez, Harry —el sonido de su nombre claramente
sobresaltó al estudiante, pero Snape continuó sin cesar—.
¿Me escogiste para guiarte en esto, libre y consensualmente?
—Las palabras del ritual sonaban raras viniendo de él.
De hecho, él nunca las había escuchado antes en voz
alta. Su Primero ciertamente no se había tomado la molestia
de decírselas…
—Sí
—no había titubeo. Los ojos de Harry estaban abiertos
y eran confiados, afirmando cada palabra. Dios, ¿de verdad
el chico no tenía idea del atractivo que poseía? Snape
tuvo que contener la urgencia de extender el brazo y tocar su rostro,
trazando la línea donde la luz del fuego titilaba contra su
piel. Era una obra de arte, verdaderamente, y Snape sintió
un pequeño estremecimiento en su interior cuando se dio cuenta
que podía permitirse ver eso ahora.
Muy cuidadosamente,
Snape se levantó, llevando a Harry también. El chico
le obedeció inmediatamente y sus temblores fueron ahora más
fuertes. Snape frunció el ceño.
—El
propósito de esta tradición es instruir, pero no tiene
la intención de ser una obligación o carga —por
mucho gozo que hubiera experimentado en el pasado molestando a Harry,
ésta no era una ocasión para el miedo o la condescendencia.
La Primera Vez de un mago había sido considerada casi sagrada
en algunos círculos; había un gran poder en ello, tanto
para el mago recién entrado en la madurez como para el elegido
como Primero.
—No,
yo… yo lo deseo —los ojos de Harry mostraban decisión
mientras miraban en los de él. Sus gafas reflejaban la luz
del fuego en la parte derecha, pero aun así, Snape podía
ver sus ojos. Lucía… decidido. Decidido y algo más
que no pudo determinar.
La boca
del hombre se encontraba repentinamente seca, y tuvo que aclararse
la garganta antes de que pudiera encontrar su voz.
—Muy
bien— dijo, rozando su pulgar con ligereza sobre la palma de
Harry. Los dedos del muchacho se cerraron en torno a los suyos, respondiendo
a su toque, y la sensación de esos esbeltos dedos presionando
contra su mano hizo que Snape suprimiera un temblor—. Entonces,
sígueme.
Con eso,
se giró y avanzó hacia la puerta que guiaba a sus habitaciones
personales, confiando que Harry le seguiría.
~ * ~
Harry permaneció
congelado por un largo momento antes de que pudiera instar a sus piernas
a moverse. Su mano aún hormigueaba donde Snape le había
tocado y frotó el lugar de forma ausente mientras seguía
al hombre dentro de la habitación. El fuego se sentía
extrañamente caliente en su espalda, pero el resto de él
se sentía helado, inquieto.
Honestamente,
no tenía idea de qué esperar.
Por supuesto,
había escuchado historias por parte de los hermanos de Ron
acerca de lo que podría esperar del ritual de su Primera Vez,
pero prefería pensar que las descripciones de Fred y George
habían sido más exageraciones que otra cosa. Aun así,
no pudo evitar sentirse nervioso. Conocía la mecánica
básica que envolvía lo que estaba a punto de hacer,
y eso por sí mismo era suficiente para que comenzara a sudar
frío.
¿Realmente
estaba listo para esto? Tal vez debió haber aceptado el consejo
de Hermione, y esperar. Pero, honestamente, no podría soportar
el resto del curso con la escuela entera rondándolo como buitres
esperando una pieza de carne particularmente sabrosa.
No. Por
cliché que sonara, ésta era la única forma en
que podría mantener su salud mental y sentir respeto por sí
mismo a la mañana siguiente.
La puerta
se abrió para dar paso a una estrecha sala revestida incluso
con más estantes, después pasó a un corto pasillo
que terminaba frente a una puerta de madera. Snape abrió la
puerta sin mirar atrás y desapareció en el interior;
Harry tuvo que correr para alcanzarle.
Dentro
estaba la alcoba de Snape. El chico se detuvo justo al pasar la puerta,
sintiendo repentinamente como si estuviera entrando en terreno prohibido.
Snape no dio señal de notar su titubeo, sin embargo, iba de
un lado a otro por la habitación, usando su varita para encender
el fuego en la chimenea al igual que las velas que estaban en las
paredes. Harry miró solemnemente mientras el otro se giraba
para verlo, bañado ligeramente en la perturbadora y escalofriante
luz de las llamas.
—Entra
y cierra la puerta.
Harry tragó
con dificultad y obedeció, cerrando la puerta tras su espalda.
Su mirada se movió involuntariamente hacia la enorme cama colocada
contra la pared en el lado derecho de la habitación; era casi
cuadrada y cubierta con mantas gruesas y almohadas, con una cabecera
hecha de madera oscura y pesada, tallada ornamentalmente. El dosel
que caía desde arriba parecía fino y traslúcido,
haciendo juego con las cortinas exteriores sujetas en las esquinas
de la cama.
—No
te va a morder —el tono de Snape era socarrón.
Harry volvió
a mirarle con sorpresa. Ahora el hombre estaba de pie frente a él
y su corazón inmediatamente comenzó un redoble de golpes
contra el interior de sus costillas. Inesperadamente, su boca estuvo
demasiado seca para poder tragar saliva y tuvo que luchar contra la
urgencia de alejarse cuando la mano de Snape se elevó para
tocar su cara.
Los dedos
del profesor se detuvieron justo antes de que hicieran contacto con
su mejilla. Sus ojos se estrecharon cuando vio el estremecimiento
que Harry trató de suprimir con esfuerzo, y dejó caer
su mano de regreso a su costado, cerrándola en un puño.
—No
tienes que pasar por esto si te parece desagradable —dijo afiladamente,
y el chico sintió un momento de pánico de que su titubeo
fuera a hacer que Snape lo alejara.
—No
—dijo, obligándose a encontrar los ojos del profesor.
Le sorprendió lo poco que tenía que alzar la vista para
lograrlo; Snape y él eran casi de la misma altura ahora—.
Sería lo mismo con cualquier otro. Yo sólo… yo
no… — expresó con frustración, no sabiendo
cómo explicar la tensión que serpenteaba en su interior.
Algo en
la mirada de Snape pareció suavizarse, aún muy levemente.
—No
hay nada que temer, Harry —y, Dios, qué extraño
era eso, escuchar al hombre llamándolo por su nombre—.
Te lo dije, si cambias de parecer, acerca de cualquier cosa, sólo
tienes que hacérmelo saber. Te aseguro que no me complace profanar
inocentes contra su voluntad.
La socarrona
afirmación hizo que Harry se relajara de alguna manera. Ayudó
saber que era el que llevaría las riendas. Le dio una cierta
sensación control, cuando había asumido que no tendría
ninguno.
—No
sé qué hacer —admitió suavemente, aún
sosteniendo la mirada de Snape. Una extraña calidez había
comenzado ahora a crecer bajo su piel y no sabía cómo
explicarlo.
Los labios
del profesor se apretaron en lo que casi pudo haber sido una sonrisa.
—Vamos
a hacer muchas cosas esta noche —dijo, igual de suave. Alcanzó
la mano de Harry y giró la palma hacia arriba, empujando la
manga de su túnica hasta su antebrazo—. Si algo de lo
que hagamos te molesta, déjame saberlo y nos enfocaremos en
algo más. Esta es tu noche, Harry.
La respiración
de Harry se detuvo mientras Snape pasaba dos dedos sobre la piel interna
del desnudo brazo, trazando una línea desde el codo hasta su
muñeca. Después, repitió el movimiento, y Harry
no pudo suprimir un estremecimiento. Sus dedos se curvaron involuntariamente.
—Eso
se siente bien —susurró. No le molestaba en absoluto
que Snape estuviera tan cerca de él ahora. Había algo
innegablemente extraño en ser tocado tan delicadamente por
este hombre; pero ése era el deber de Snape, ¿no? Enseñarle
las diferentes formas en las que podía sentir placer.
Harry sintió
una repentina oleada de amargura ante el pensamiento. El profesor
sólo estaba haciendo esto porque tenía que hacerlo,
porque esto era lo que la tradición exigía. Debía
ser una tortura para él estar preocupándose por el placer
del chico, cuando durante años se había dedicado a hacerle
la vida tan miserable como pudiera. Pero al menos era a Harry
a quien estaba tocando en lugar de a una celebridad anónima.
No había duda de que era lo mejor que el chico podía
esperar.
Ese pensamiento
fue lo suficientemente perturbador como para que Harry casi no se
diera cuenta cuando Snape se inclinó para juntar sus labios.
Sintió el cálido aliento del hombre cruzar su rostro
antes de que se besaran y después estuvo tan asombrado por
el hecho de que Snape realmente estuviera besándolo
que se quedó completamente inmóvil cuando la lengua
del profesor se asomó para tocar su labio inferior.
Y, oh…
No era para nada lo que había estado esperando. Harry
cerró sus ojos y se inclinó hacia adelante apenas lo
suficiente, esperando desesperadamente que Snape hiciera eso de nuevo.
Lamió su labio inferior preguntándose si sería
capaz de saborear ahí al hombre y creyó escuchar a Snape
hacer un pequeño sonido desde su garganta cuando se inclinó
de nuevo hacia el beso.
Harry sentía
como si sus huesos se derritieran mientras la boca del hombre se movía
sobre la suya. Sintió esa lengua de nuevo, insistente y húmeda
contra sus labios y gimió con suavidad, abriendo su boca por
instinto. La mano de Snape estaba sosteniendo su muñeca tan
apretadamente que era casi insoportable y Harry cerró sus dedos
alrededor de ella, sintiéndose agradecido por la forma en que
le arrastró a través de la desconocida sensación
que rugía en su interior.
Se sentía
mareado, y la lengua de Snape ahora estaba dentro de su boca. Harry
correspondió el beso tan entusiastamente como pudo, dejándole
saber que le gustaba, que lo que estaban haciendo se sentía
bien. Nunca antes había sido besado de esta forma… con
esta hambre casi dolorosa… y ese poder le dejó sin aliento
cuando Snape finalmente se separó, jadeando ligeramente sobre
su cara mientras juntaba sus frentes.
Cuando
el profesor tocó su rostro en esta ocasión, Harry no
se alejó. Sus gafas estaban empañadas por el calor de
sus alientos combinados, pero no le importó. El cuerpo de Snape
era cálido y había algo extrañamente confortante
en ello.
—¿Estás
listo? —le preguntó, hablando silenciosamente justo contra
la oreja del muchacho. Había algo casi hipnótico en
su voz; era baja, grave, de modo que estremecía los nervios
del chico.
Harry inhaló
profundamente y después exhaló con lentitud.
—Sí.
Snape le
dio un suave tirón a su muñeca, alentándolo a
alejarse de la puerta.
—Entonces
quítate la ropa —sugirió, acariciando con firmeza
su pulgar contra la palma de Harry. Los dedos del chico se movieron
convulsivamente mientras los labios del hombre tocaban el costado
de su mandíbula—. Y ven a la cama.
~ * ~
Ni en sus
sueños más locos Snape habría imaginado que Harry
sería tan receptivo.
Había
algo encantador en la forma que el muchacho se entregaba a sus toques,
y de nuevo, el profesor sintió una extraña descarga
de protección hacia él. No podía evitar sentir
que Harry había recibido muy poca amabilidad en toda su vida,
y eso era, más que nada, lo que estaba anhelando. Esto contradecía
tanto la imagen que Snape había tenido del muchacho todos estos
años, que era difícil de reconocer, pero encontraba
la contradicción más fácil de llevar de lo que
hubiera pensado posible treinta minutos atrás.
Tal vez
fue la forma en que Harry parecía confiarle el avance del ritual,
o tal vez fue el pequeño “Oh” de sorpresa que había
emitido cuando Snape lo había besado. El muchacho parecía
maravillado de todo lo que le hacía, como si hubiera estado
hambriento de contacto todos estos años sin siquiera darse
cuenta de ello. Le hacía lucir perturbadoramente inocente ante
la hastiada mirada de Snape.
Los dedos
de Harry fueron moviéndose titubeantemente hacia su túnica,
y el profesor observó con apacible fascinación mientras
las doblaba cuidadosamente y las colocaba sobre el respaldo de una
silla. Harry se despojó de su camisa sin dejar de mirar el
suelo, y Snape notó un tenue matiz de rojo sobre sus mejillas
cuando sus manos se movieron hacia el cierre de su pantalón.
Queriendo
ahorrarle a Harry la vergüenza de ser observado mientras se desvestía,
el hombre enfocó su atención hacia sus propias prendas
de vestir. Se deshizo de su túnica y la dejó a un lado,
tomándose un momento para alisar sus arrugas mientras escuchaba
a sus espaldas que Harry había subido a la cama. Le llevó
sólo un momento deshacerse del resto de la ropa, y luego se
giró para encontrar la mirada de Harry.
Definitivamente
había pasado demasiado tiempo desde que Snape había
tenido un compañero en esta cama.
La vista
de un Harry pálido y tumbado contra las sábanas hizo
que algo en su interior se estremeciera y que su respiración
se atascara en algún lugar de su pecho, mientras se movía
para quedar al pie de la cama.
Harry estaba
mirándolo con los ojos bien abiertos, respirando pesadamente,
y aunque aún lucía nervioso, no había un miedo
real que Snape pudiera percibir en él. Su cuerpo era de curvas
pálidas y ángulos lisos suavizados por la luz del fuego,
y el hombre ya estaba duro para entonces, sin siquiera un toque. Harry
mismo estaba medio erecto, lo que Snape tomó como una muy buena
señal; dejó que sus ojos se movieran por un momento
sobre esa parte de la anatomía del muchacho, bebiendo la imagen
del juvenil pene luchando por levantarse de su mullido nido de rizos
marrones.
Ya no era
un niño, no más allá de lo que alguien pudiera
imaginarse.
Snape descansó
una mano en el frío metal del dosel de la cama y movió
un ausente dedo sobre él, tratando de decidirse. Su boca estaba
seca de nuevo y tragó pesadamente, preguntándose cómo
demonios se suponía que comenzaría. Enseñar pociones
podía hacerlo sin dudar, pero esto…
Harry sostuvo
su mirada con firmeza, casi con desafío, y Snape se dio cuenta
que había estado observando durante demasiado tiempo. Había
un leve sonrojo en las mejillas de Harry, y el hombre forzó
al hambre de su mirada a suavizarse mientras se movía hacia
un costado de la cama.
—¿Te
molesta si te miro? —Preguntó, tomando asiento sobre
el colchón. Sintió alivio cuando Harry no se alejó.
—No
—los ojos de Harry aún estaban más abiertos de
lo normal, pero lucía más calmado ahora. Su mirada vagó
sobre el cuerpo de Snape, entreteniéndose en ciertas partes
mientras avanzaba, y el profesor tuvo que luchar contra el calor que
subió a sus propias mejillas ante tan descarada observación—.
Supongo que es sólo… No estoy acostumbrado a tener gente
mirándome de esa forma.
—¿De
qué forma? —Experimentalmente, Snape situó su
mano sobre la curva del muslo de Harry, apenas sobre la rodilla, acariciando
levemente con su pulgar.
La respiración
de Harry se detuvo ante el toque.
—De
esa forma.
Snape observó,
fascinado, mientras los dientes de Harry atrapaban su labio inferior,
presionando afiladamente sobre la piel. Le tomó un momento
agarrar aire de nuevo y mover su rodilla hacia la curva de la palma
de Snape, alentando más exploración.
Tan ansioso.
El hombre encontró que su mano ahora estaba temblando, y tuvo
que luchar contra la urgencia de estampar al muchacho contra el colchón
y simplemente tomar lo que se le ofrecía tan descaradamente.
Había pasado muchísimo desde que había tenido
el placer de otro cuerpo en esta cama, y no creyó que alguna
vez la compartiera con alguien tan… exquisito. Se suponía
que amantes como Harry estaban reservados para muchachos perfectamente
Gryffindor, quienes siempre obtenían lo que querían.
No para Snape, de entre todos, incluso si sólo era
para una noche.
—¿Qué
deseas, Harry? —Preguntó silenciosamente, y sintió
un estremecimiento de placer ante la forma en que el estudiante humedeció
sus labios ante la pregunta.
—¿Me…
me besaría de nuevo?
Ah, Dios.
Tanta inocencia. Pero sí, Snape definitivamente podía
besarlo de nuevo.
Tantas
veces como le fuera permitido.
Y era increíblemente
alentadora la manera en que Harry se alzaba sobre uno de sus codos
para encontrarlo mientras el hombre se agachaba sobre él. El
primer contacto de los labios del muchacho se sintió como el
nirvana, cálido, húmedo y pecaminosamente suave, y Snape
los lamió con verdadero y desenvuelto agradecimiento, provocando
un gemido estrangulado que vibró a lo largo de su lengua. Colocando
una mano contra la nuca de Harry, Snape lo empujó suavemente
hacia atrás y se situó a su lado, sin dejar nunca el
lento deslizar de sus bocas mientras se besaban y succionaban el uno
al otro.
Snape pasó
unos minutos explorando la cálida cavidad de la boca de Harry
con su lengua, aprendiendo su sabor, antes de succionar gentilmente
y persuadir a la lengua del muchacho a que hiciera una exploración
similar en su propia boca. Harry lo lamió tentativamente, mirándolo
con ojos nublados, y no objetó cuando al final Snape le quitó
los anteojos y los colocó en la cercana mesita de noche. Y
era un ávido aprendiz en esto, ¿no? Lástima que
no pudiera aplicar ese rápido ingenio en Pociones…
Cualquier
otro pensamiento voló a la nada cuando las piernas de Harry
se enredaron con una suya, enroscando sus cuerpos. Snape tuvo que
separase por un momento tan sólo para respirar mientras
el asombro de ser presionado contra toda esa cálida piel palpitaba
placenteramente a través de él. El cuerpo de Harry era
más pequeño que el suyo, menos anguloso, más
firme, músculos duros desarrollados durante los anteriores
años jugando Quidditch. Snape nunca antes le había encontrado
una razón de ser a ese molesto deporte, pero decidió
repentinamente que tenía que reconsiderar esa opinión,
si éste era el resultado.
Los recuerdos
invadieron entonces la consciencia de Snape, ensombreciendo el placer
que encontrara en el toque de Harry. El Primero de Snape había
sido un chico mayor de Slytherin, quien definitivamente no había
tenido como preocupación principal el placer de Severus. Los
recuerdos del profesor referente a esa experiencia fueron atenuándose
por el tiempo, pero recordaba su Primera Vez como un evento poco remarcable,
aunque había implicado una gran cantidad de dolor.
Tal vez
eso era lo que le hacía tocar a Harry con tanta gentileza.
Había algo en la forma en que su estudiante había actuado
al inicio de la noche que le decía que había recibido
muy poco cariño en su vida, y perversamente, eso hacía
que Snape quisiera actuar en contra de las expectativas que Harry
pudiera tener cuando decidiera su curso de acción. Reemplazar
la expectación de crueldad con ternura… Era excusa perfecta
para dejar a sus manos tocar, calmar, sentir, aprender los
contornos de ese cuerpo que le había sido confiado.
Harry murmuró
algo indescifrable y presionó su rostro contra el hombro de
Snape, apretando sus brazos a su alrededor. Sus caderas se movieron
contra el muslo del hombre como si lo hicieran contra su propia voluntad,
y gimió suavemente, amortiguando el sonido en el cálido
espacio entre sus cuerpos.
—Está
bien, Harry —dijo Snape, pasando una mano sobre la tensa curva
de la espalda del muchacho. Presionó un beso en la suave maraña
del cabello de Harry, queriendo calmarlo—. Se supone que tiene
que sentirse bien. Tan sólo haz lo que quieras. Lo que sea
que necesites…
Harry soltó
un estrangulado gemido y empujó a Snape aún más
encima de su cuerpo, rozando sus caderas con creciente urgencia contra
el muslo del profesor. El hombre presionó solícitamente
hacia abajo con su rodilla, dándole algo firme contra lo cual
frotar, y los dedos de Harry se clavaron en su espalda con ferviente
apreciación, haciendo que Snape soltara un grito ahogado ante
la sensación de las uñas cavando ligeros surcos sobre
su piel.
Un puñado
más de caricias y Harry se puso rígido abruptamente
dentro de sus brazos, cada músculo en su cuerpo tensándose
por un interminable momento antes de que Snape sintiera la reveladora
inundación de calor húmedo chorreando entre sus cuerpos.
Harry gritó audiblemente, el sonido rechinando como si fuera
arrastrado fuera de sus apretados dientes, y Snape lo sostuvo, enroscando
sus dedos con profundidad en el oscuro y denso cabello y murmurando
suave ánimo en su oído.
Oh, Dios,
estaba perdido.
Y mientras
Harry se relajaba paulatinamente en sus brazos, Snape presionó
su mejilla contra la suavidad de su cabello, sintiendo los lentos
temblores alejándose de ese estilizado cuerpo dentro del suyo.
No pudo evitar sentir que esto era algo a lo cual podría hacerse
adicto con facilidad, y era peligroso pensarlo. Peligroso y absurdo,
porque sabía muy bien que cualquier confianza, cualquier comunicación
que estuviera siendo concedida aquí, se disolvería con
el amanecer.
Pero eso
no lo detendría de beneficiarse de ello mientras durara.
~ * ~
Harry abrió sus ojos lentamente y se encontró acurrucándose
contra la curva del hombro de Snape, atrapado a medias debajo del
almizclado calor del cuerpo del hombre. La sensación de brazos
a su alrededor era nueva para él, al igual que la sensación
de otro corazón latiendo, y se tomó un momento para
disfrutarla, queriendo imprimir este momento en su memoria para siempre.
Se sentía cálido, tranquilo y anormalmente en paz con
el mundo, y eso lo sorprendió.
Esto no
era para nada como lo que había estado esperando.
Snape parecía
dispuesto a dejarle recuperar el aliento y ordenar sus pensamientos,
lo que sorprendió aún más a Harry. Porque Snape
siempre había sido tan… tan intransigente en clase, tan
aparentemente incapaz de ofrecer la más pequeña cantidad
de empatía o afecto.
Sin embargo,
los lentos dedos deslizándose a través de su cabello
contaban una historia completamente diferente, y Harry tenía
que reconsiderar su antigua opinión sobre su severo e intimidante
Maestro de Pociones. Obviamente, había mucho más de
Snape por conocer.
—Yo…
—su voz no parecía querer salir y humedeció sus
labios ausentemente—. Gracias.
Snape dejó
salir un pequeño resoplido de diversión y se alejó
para mirarlo.
—De
nada.
Sin sus
anteojos, los bordes del cuarto alrededor de Harry estaban borrosos,
distorsionados, pero podía ver el rostro de Snape lo suficientemente
bien, permaneciendo sobre él como si fuera lo único
formidable en el mundo. Estaba el familiar destello desdeñoso
en los ojos de Snape, pero parecía suavizado ahora, sin su
usual filo cortante. Harry sonrió y enredó sus brazos
alrededor del cuello del hombre, decidiendo tomar total ventaja de
esta tregua a su enemistad, por el tiempo que durara. El cabello de
Snape era sorpresivamente suave bajo sus dedos.
Se sentía
perfectamente natural levantar su cabeza de la almohada y tocar su
boca con la del profesor, lo cual tal vez era lo más sorprendente.
No podía entender lo fácil que era todo. Snape
accedió de buena gana, permitiendo el beso, y Harry sintió
algo cálido asentarse dentro de él cuando percibió
el duro calor de la erección del hombre tocar el costado de
su muslo.
—Nunca
pensé que usted podría ser así —susurró,
presionando su rostro contra el cabello de Snape. Tan suave, y olía
como el aire fresco.
—Encuentro
que la mayoría de las personas están dispuestas a lanzarse
a realizar un gran número de suposiciones sobre mi vida privada,
sin motivo alguno —replicó Snape, quedamente. La idea
entristeció a Harry, hasta que se dio cuenta que había
más que sólo eso. Porque, ciertamente, Snape no acudía
a disuadir esas suposiciones, ¿no?
Y con ese
pensamiento vino el hecho de que ahora él era parte de la vida
privada del hombre, al menos por esta noche, y qué extraño
era eso. Rió suavemente y se ganó una inquisitiva
mirada por parte de Snape.
—Es
sólo que… se siente raro pensar en usted ahora mismo
como mi profesor —admitió, paseando una mano por la curva
de la espalda del mayor. Se sentía bien tocar, ser tocado.
Se preguntó cómo iba a ajustarse a no tener esto de
nuevo, una vez que terminara.
—Puedes
llamarme Severus si lo deseas —Snape mordió ligeramente
la curva de la mandíbula de Harry, gruñendo suavemente
cuando los dedos del muchacho pasaron apenas perceptiblemente por
lo más angosto de su espalda—. Creo que cierta…
familiaridad, considerando las circunstancias, no sería ningún
problema.
Y eso sólo
era tan… tan Snape, que Harry no pudo evitar reír.
Realmente, nunca antes se le había ocurrido que la risa y el
sexo pudieran unirse. Se sentía bien, y se detuvo un momento
para sorprenderse al saber que, de hecho, se sentía feliz.
—¿Por
qué accedió a hacer esto por mí? —Preguntó,
no muy seguro de saber de dónde había salido la pregunta.
Snape se
levantó para mirarle seriamente. La luz en sus ojos ahora lucía
casi… incierta.
—Porque
me lo pediste —dijo simplemente. Su ceño se frunció
como si estuviera arrepintiéndose de la honestidad de las palabras.
Su voz se endureció levemente cuando dijo—: ¿Por
qué me lo pediste?
Harry tuvo
que pensar en eso durante un momento.
—Porque
usted es el único que me ve. Porque siempre me ha cuidado desde
el primer año que estuve aquí. Y porque… confío
en usted.
Aunque
todo era verdad, pareció que sólo hizo que la mirada
de Snape se endureciera. Se alejó ligeramente, colocando su
peso en un codo mientras miraba hacia el rostro de Harry.
—Confías
—repitió sombríamente, como si fuera una palabra
que no estuviera acostumbrado a escuchar.
—Confío
—dijo Harry, asintiendo. Y debió haber sido más
sorprendente de lo que fue darse cuenta de lo mucho que confiaba
en Snape.
Sin pensar,
estiró su mano para enroscar sus dedos en el antebrazo izquierdo
del profesor, deslizando su pulgar sobre la pálida piel del
lugar. La Marca Oscura era el contorno más pálido de
la piel de Snape, ahora que Voldemort se había escondido de
nuevo durante el verano pasado. El pensamiento era perturbador, especialmente
cuando Harry aún no sabía nada acerca de lo que Snape
había tenido que hacer mientras estaba espiando entre los subordinados
del Señor Tenebroso. Incluso el pensamiento lo aterraba y él
no era el único que había estado ahí.
—Usted
siempre ha mirado por mis intereses —dijo honestamente, presionando
un ligero beso en la parte interna de la muñeca de Snape, justo
por encima de la desvanecida Marca.
El hombre
se tensó, obviamente incómodo con la intimidad del gesto,
pero no alejó su brazo.
—Obviamente,
eres incapaz de mirar por ti mismo.
Pero las
palabras no contenían desdeño, como si fueran dichas
más por hábito que otra cosa. Harry sonrió, mirándolo
desde debajo de sus pestañas.
—Usted
ha mostrado más valor del que podría mostrar yo —dijo,
seriamente. Luego, dejando que una pizca de provocación entrara
en su voz—: Debió haber estado en Gryffindor.
—No
hay necesidad de insultar.
Y ahora
la diversión estaba de regreso en los ojos de Snape, finalizado
el fugaz momento de torpeza entre ellos. Harry sonrió y se
alzó para besarlo de nuevo, repentinamente, queriendo que la
conversación terminara, dejando de pensar en las particularidades
de la guerra que había desgarrado al mundo mágico durante
los años anteriores. Como si reconociera la súbita necesidad
de Harry —o quizá, compartiéndola— Snape
siguió el beso con un hambre que prometía borrar todos
los pensamientos de la mente del muchacho excepto el creciente calor
enrollándose con placer insistente y profundo en la boca de
su estómago.
Gritó
ahogadamente cuando la mano de Snape se movió a su trasero,
arrastrando la punta de sus largos dedos sobre la hendidura. La caricia
era ligera, interrogante, y Harry se dio cuenta de que Snape estaba
pidiendo su permiso antes de seguir más allá. Y sí,
esto era algo de lo que Harry había escuchado con detalle de
Fred y George, pero no había previsto lo mucho que él
lo desearía cuando el momento llegara.
—Sí
—susurró, acurrucándose bajo la cortina de oscuro
cabello de Snape y respirando con fuerza contra el costado de su cuello.
Presionó un suave beso sobre la piel lustrosa y suave del lugar,
embelesándose en su esencia—. Le deseo.
La mano
de Snape se apretó casi dolorosamente sobre la cadera de Harry
ante la declaración, pero inmediatamente relajó su agarre
de nuevo.
—Tienes
que estar muy seguro —susurró, besando un costado de
la cabeza de Harry, detrás de su oreja.
—Estoy
seguro —el muchacho ya estaba dolorosamente duro de nuevo, y
la idea de ser penetrado no guardaba ni de cerca el terror que había
representado al comienzo del curso escolar. Se preguntó fugazmente
si eso se debía más al hecho de que se había
frotado ya una vez contra el hombre —el recuerdo lo hizo sonrojar
furiosamente— o si era simplemente que se trataba de Snape,
quien siempre lo había cuidado. Lo había protegido,
incluso si Harry no siempre aprobara los métodos usados.
Después,
sintió la punta de un dedo deslizarse dentro de la hendidura
de su trasero, masajeando ligeramente contra la arrugada entrada,
y Harry se tensó, sintiendo todo pensamiento escapar de su
mente como si hubieran sido desviados a algún lugar lejano.
Su mandíbula se abrió y dejó caer su cabeza contra
la almohada, mirando dentro de los repentinamente ardientes ojos negros
de Snape.
—¿Estás
bien? —preguntó Snape suavemente, luciendo muy serio.
Sus ojos se pasearon sobre el rostro de Harry, luego se movieron para
encontrar firmemente su mirada.
—Sí
—Harry tragó con dificultad y apretó sus manos
contra la espalda de Snape, sintiéndose extrañamente
reconfortado por la solidez de la presencia del otro hombre. El dedo
ahora estaba acariciando con lentos círculos sobre la entrada
de su cuerpo, estimulando la sorprendente cantidad de nervios que
parecía haber allí—. Prof… Severus —gritó
ahogadamente cuando el dígito se movió. La intimidad
inherente en el uso del nombre de Snape envió un estremecimiento
de placer a su espina dorsal, como si se estuviera permitiendo un
placer en algo prohibido y conocido a medias.
Cerró
sus ojos en un suspiro cuando el hombre se inclinó para besarlo.
No había para nada ningún apuro en ello esta vez, sólo
la lenta familiaridad de lenguas y labios deslizándose juntos,
a lo que Harry se estaba haciendo adicto. Su cuerpo entero se sentía
como si fuera un gran nervio, estirado bajo la sensación poco
conocida de necesidad que estaba ondeando a través
de él.
—Relájate
—reprendió ligeramente Snape, respirando pesadamente
contra el rostro de Harry. Bajó su frente hasta la del chico
durante un corto momento, encerrándolos bajo la oscura cortina
de su cabello. Después, alejó su mano del cuerpo de
Harry y la estiró hacia una estantería colocada contra
la pared más lejana del cuarto—. Accio —susurró
por debajo de su aliento.
Harry observó
mientras una pequeña y tapada botella de cristal azul oscuro
se levantaba de uno de los estantes para posarse sobre la cama, al
lado de la mano extendida de Snape. El hombre se movió un poco
y tiró del tapón, metiendo dos de sus dedos.
El joven
sintió un repentino torrente de calor cuando se dio cuenta
para qué debía ser la botella. Los dedos del hombre
brillaron a la luz del fuego cuando los sacó, y esa imagen
hizo que Harry se sintiera rápidamente mareado y bastante consciente
de la excitación que estaba ardiendo en un pequeño infierno
en lo profundo de su vientre. Movió sus caderas con impaciencia,
sintiéndose vacío de una manera que no creía
haber experimentado nunca antes. Deseaba muchísimo sentir los
dedos de Snape ahí abajo, tocándolo.
Llenándolo.
Los ojos
del profesor estaban negros de excitación cuando colocó
a un lado la botella y miró de nuevo hacia Harry, y una esquina
de su boca se curvó hacia arriba apenas perceptiblemente.
—Tan
ansioso —provocó, besando a Harry burlonamente en la
punta de su nariz. El estudiante hizo un estrangulado sonido y enredó
un pie alrededor de la pierna izquierda de Snape, acercándolo
todavía más. El hombre no pudo dejar de notar su excitación,
e incluso su propia excitación presionaba acaloradamente contra
el muslo interno de Harry.
—Por
favor, Severus —susurró el chico, sintiendo intenso placer
ante la forma en que los ojos de Snape se oscurecieron aún
más ante la suave plegaria. Era una sensación de poder
poco habitual saber que podía afectar al otro de esa manera,
y se deleitó.
Entonces,
la mano del hombre se deslizó entre sus cuerpos, y Harry jadeó
audiblemente cuando uno de esos resbaladizos dedos presionó
contra su entrada de nuevo, haciendo lentos círculos. Miró
fijamente dentro de los ojos del mayor, sintiéndose falto de
aliento, con los ojos desmesuradamente abiertos y completamente desarmado,
pero no había condena en la oscura mirada de su maestro. Sólo
había calor y hambre, y una concentración que parecía
casi ridícula hasta que Harry sintió la primera presión
del dedo de Snape empujando dentro de su cuerpo.
—Ah…
—susurró, cerrando sus ojos. Sus muslos cayeron abiertos
por voluntad propia, invitando al otro a ir más profundo, y
sus caderas se arquearon hacia arriba para encontrarse con la caricia
poco familiar en su interior. Snape hizo un pequeño sonido
en lo profundo de su pecho y se agachó para besarlo de nuevo,
moviendo sus labios a través de la mandíbula y hacia
el cuello.
—Sólo
relájate, Harry —murmuró Snape, presionando más
profundamente con su dedo y torciéndolo levemente. Su voz era
grave de excitación, más parecida a un gruñido
que a palabras. Harry miró hacia el techo, su mandíbula
abierta flojamente, apretando sus manos en el edredón a cada
lado de su cuerpo.
Relájate.
Como si pudiera hacer algo así con el dedo de Snape acariciándolo
por dentro, de alguna manera logrando sentirlo diez veces más
grande de lo que parecía ser un momento antes. Dolía,
sólo un poco, pero Snape estaba moviéndolo tan cuidadosamente,
tan suavemente que la incomodidad pronto se desvaneció en un
zumbido apenas perceptible en lo profundo de su mente.
—Eso
es —dijo Snape con aprobación, y sus labios estaban moviéndose
hacia abajo ahora, sobre el pecho de Harry, con leves succiones y
fugaces lamidas húmedas. El chico tembló bajo las caricias,
cerrando sus ojos con fuerza y luchando desesperadamente para memorizar
todo, recordarlo todo, para cuando esta noche fuera sólo un
recuerdo olvidado a medias. Gritó ahogadamente cuando Snape
añadió un segundo dedo, mordiéndose el labio
inferior con fuerza cuando la boca del hombre se cerró sobre
su pezón izquierdo, succionando gentilmente para distraerlo
de la repentina intrusión.
En algún
momento entre la niebla que lo envolvía, Harry encontró
que sus manos se habían levantado para enmarañarse en
el cabello de Snape, sintiendo las sedosas hebras enredarse alrededor
de sus dedos. Había algo inquietantemente íntimo en
eso, de una forma que los dedos en su interior no lo eran. El
pensamiento lo hizo atragantar con una tambaleante risa que sonó
como si hubiera sido mitad sollozo. Al instante, Snape estaba ahí,
su rostro de nuevo inmóvil frente a él, y Harry apretó
sus dedos en el cabello, no queriendo dejarlo ir.
—¿Todo
bien? —Preguntó Snape, sonando preocupado. Sus dedos
permanecieron dentro de Harry, presionando gentilmente contra el pequeño
bulto de placer.
Harry asintió,
sorprendido de encontrar que había un pequeño brillo
de lágrimas en sus ojos. Parpadeó con irritación
para desvanecerlas. Dios, ¿qué pasaba con él?
—Sí
—respondió, doblándose para besar el hombro de
Snape. Empujó hacia abajo la cabeza del profesor para darle
otro beso y éste obedeció, dándole al chico lo
que necesitaba.
Pareciendo
sentir la silenciosa súplica inherente en la palabra, Snape
removió con lentitud sus dedos del cuerpo de Harry. El chico
se sintió dolorosamente vacío una vez que salieron,
como si nunca más pudiera volver a sentirse completo, pero
entonces, el hombre se movió entre sus piernas abiertas, doblando
sus rodillas hacia atrás mientras alcanzaba de nuevo la botella
de cristal azul, embadurnando la longitud de su erección. Cuando
terminó, bajó una mano para cubrir la parte trasera
del muslo de Harry, inclinando sus caderas levemente para lograr un
mejor ángulo.
Harry sostuvo
la mirada de Snape sin atreverse a respirar, sintiéndose como
si su ser entero fuera a estar a punto de hacer algo que lo cambiaría
para siempre. El profesor pareció congelarse, deteniéndose
en ese interminable momento antes de reclamar lo que Harry le ofrecía,
su rostro mostrando una expresión de deseo tan fuerte que le
quitó el aliento.
—¿Realmente
quieres entregarme esto? —Dijo suavemente, como si necesitara
convencerse a sí mismo por última vez de que aquello
era real.
Cualquier titubeo que pudiera albergar Harry se derritió ante
esas palabras.
—Sí
—dijo con firmeza, colocando su mano en la nuca de Snape y acariciando
con el pulgar sobre la piel bajo su oreja. Tan cálido, ¿cómo
pudo alguna vez temerle a esto?—. Le deseo. Quería
que fuera usted.
Repentinamente,
notó que eso era algo muy diferente a simplemente no querer
que fuera alguien más. Miró hacia los ojos de Snape,
sintiendo la suave seda de su cabello en el dorso de su mano, y se
preguntó desde cuándo había sido así entre
ellos. Desde cuándo había deseado esto sin
notarlo nunca. Pensó de nuevo en todas las veces que Snape
lo había menospreciado durante los años anteriores,
ridiculizándolo, desafiándolo, y se preguntó
desde cuándo la animosidad entre ellos se había convertido
en nada más que hábito.
—Harry
—susurró Snape, doblándose contra el pecho del
chico, y éste abrió su boca en un grito ahogado mientras
la erección del profesor se deslizaba dentro de él.
Penetrado
y tomado, querido y poseído. Harry dejó salir temblorosamente
su respiración y se arqueó hacia el calor que lo cubría,
enredando sus piernas con fuerza alrededor de la parte trasera de
los muslos de Snape para traerlo más cerca, más cerca.
Ah, Dios, no había esperado que fuera de esta manera. Quemaba,
la sensación ondulaba en un firme calor contra su espina dorsal,
sacudiéndose hacia su entrepierna, alzando su excitación
a un punto cercano al paroxismo. Gritó cuando la mano del mayor
se cerró alrededor de su olvidado miembro, persuadiéndolo
hasta la total excitación incluso mientras la incomodidad persistía,
rogando por ser notada. Harry desechó la sensación con
molestia, queriendo sentir esto, queriendo recordarlo, queriendo experimentarlo
con cada fibra de su ser.
—Harry
—dijo de nuevo Snape, sonando estrangulado, y se inclinó
hasta quedar sobre sus codos a cada lado del cuerpo del muchacho,
enterrando su rostro en el cuello de Harry, quien se pegó a
su cuerpo con los brazos y piernas enredadas posesivamente a su alrededor
mientras comenzaba a moverse, deslizándose dentro y fuera de
él con un ritmo lento que encendió los nervios de Harry.
—Dios
—susurró el chico, besando el costado de su rostro, y
Snape se giró para encontrarlo, sus lenguas chocando juntas
en un beso que parecía mitad deseo y mitad desesperación
sincera. El fuego estaba creciendo, movimientos resbaladizos uniéndose
impecablemente con arrebatador asombro y urgente necesidad; para Harry
parecía que no existía nada en el mundo más que
la cama en la que estaba y la agitada fricción de sus cuerpos
mientras ambos se esforzaban por su mutua satisfacción. Los
dedos de Snape se cerraban casi dolorosamente en su cuerpo, pero la
sensación era una más para agregar al raudal de otras
más que ya caían sobre él.
Y, finalmente,
fue demasiado, sabía que tenía que ser tarde o temprano.
Su pene se sentía al rojo vivo donde se frotaba contra los
planos músculos del estómago de Snape, atrapado entre
sus cuerpos, y la resbaladiza lubricación de su sudor mezclada
con el aceite que quedaba de la mano del hombre hizo que Harry mordiera
el interior de su mejilla para evitar gritar audiblemente. Finalmente,
el fuego se volvió una siseante bola oscura en su interior
y luego explotó, arrebatándole un grito desgarrador
que sonó casi doloroso en el inminente silencio de la habitación.
Snape se
tensó agonizantemente cuando la descarga de Harry fluyó
entre ellos, y mordió su cuello con un estrangulado gemido,
incrementando la fuerza de sus embestidas. El muchacho apretó
sus brazos alrededor de él, moviendo sus caderas hacia los
necesitados movimientos, sintiéndose elevar en el salvaje placer
mientras dejaba que Snape usara su cuerpo para alcanzar su propio
orgasmo.
Luego,
el profesor gritó bruscamente, chocando contra Harry mientras
liberaba su placer en lo profundo del cuerpo del joven, quien se estremeció
ante su fuerza, sintiéndose asombrado, deshecho y completamente
sorprendido por la ternura pura de la emoción que se encendió
a través de él.
Pareció
ser mucho después cuando Harry abrió sus ojos de nuevo
para encontrarse enroscado contra el pecho de Snape, con los brazos
del hombre enredados apretadamente a su alrededor. El profesor estaba
a su lado con una mano acariciando rítmicamente su cabello.
Sus ojos parecían incómodamente distantes mientras observaban
el cuarto de un lado a otro.
Harry cerró
sus ojos por un momento, preguntándose lo tarde que era. El
fuego no parecía haber menguado notablemente, pero eso podría
deberse a que estaba hechizado más que a la cantidad de tiempo
que pudiera haber pasado.
—¿Cómo
te sientes? —la voz de Snape era suave.
Harry tuvo
que pensar en la pregunta por un momento antes de responder. ¿Cómo
se sentía? Cálido, por el momento, y seguro.
Protegido. Sudoroso, tranquilo y completamente exhausto, y sus nervios
aún estaban cantando con los restos de su orgasmo.
—Bien
—respondió, levantando su cabeza para mirar los ojos
de Snape. Frunció el ceño, no agradándole lo
hermética de la expresión del hombre cuando se posó
sobre él.
Pero la
mano aún acariciando su cabello al lado de su rostro hablaba
de la ternura que Harry recordaba de cuando hicieran el amor, y eso
lo confortaba de alguna manera. Le sorprendió notar que Snape
le había hecho el amor, y no simplemente había tomado
su virginidad como había estado esperando.
—¿Y
usted? —Preguntó, sintiéndose ligeramente extraño.
No estaba seguro de la etiqueta a seguir en este tipo de encuentros.
¿Esperaría Snape a que se retirara ahora? ¿Recordaría
por la mañana que esto había pasado?
Fue un
momento antes de que Snape respondiera.
—Bien
—dijo, pero había cierta fragilidad en la palabra que
hizo que el corazón de Harry doliera. Lo hizo enroscarse más
contra su pecho y enredar sus brazos a su alrededor, imaginando que
si Snape quisiera que se fuera, él se lo diría.
—No
me lastimó —insistió, preguntándose si
era por esto por lo que el profesor estaba preocupado. Viendo los
ojos de Snape mirar hacia abajo, él levantó un dedo
al lado de su cuello y presionó ligeramente contra el creciente
cardenal donde el profesor lo mordiera. De hecho, sentía dolor
en gran número de lugares, pero era una clase buena de
dolor—. No me hizo nada que no quisiera.
Snape sonrió
levemente, pero fue rápido y agudo, sin verdadero humor en
ello.
—Puedes
considerar las marcas una insignia de honor cuando les cuentes la
historia a tus compañeros Gryffindor.
Y eso…
era de lo que se había tratado todo, ¿no? De
tener su Primera Vez, de forma que pudiera ser considerado un mago
adulto y que todos dejaran de molestarlo. Sorprendentemente, había
muy poca satisfacción en saber que había cumplido lo
que se había propuesto.
—Severus…
—Harry sintió algo congelarse en su interior ante la
manera en que Snape se encogió ante el cariño en la
palabra, pero se resistía a abandonar esa pequeña intimidad
que habían logrado forjar juntos. Descansó una mano
en el brazo de Snape y acarició ligeramente con su pulgar,
preguntándose qué demonios estaba planeando decir.
La ceja
del hombre se alzó interrogativamente y Harry se tensó
sin motivo, abrazándose a sí mismo ante el esperado
despido.
“Creo
que es hora de que regrese a su dormitorio, señor Potter…”
Antes de
que Snape pudiera decir las palabras, Harry soltó precipitadamente:
—¿Estaría
bien si paso la noche aquí con usted?
La mirada
de increíble sorpresa que cruzó el rostro de Snape fue
casi cómica.
—¿Aquí,
conmigo? —Dijo, como si nunca en su vida hubiera escuchado semejante
cosa—. ¿Para qué?
Harry sintió
su rostro caliente, pero rehusó retractarse. Su corazón
estaba martillando.
—Po-porque
me gustaría —no estaba seguro de qué otra forma
explicarlo, y se sintió fatal cuando se dio cuenta de que probablemente
no sería suficiente.
Pero algo
en la mirada de Snape pareció relajarse ante las palabras y
colocó una mano sobre la curva de la cintura del chico.
—Harry
—dijo, más gentilmente esta ocasión—. De
verdad deberías regresar con tus amigos.
Regresar
con sus amigos. Eso daba a entender el lugar donde iba a pasar
la noche. Harry pensó en eso mientras colocaba su cabeza de
regreso en la almohada entre ellos, pensando en Ron y Hermione, en
Fred y George, en Neville y Colin, y en todos los otros amigos que
había hecho desde que viniera a estudiar a Hogwarts. Snape
nunca había sido su amigo —tal vez nunca lo fuera—
pero aun así, Harry no podía imaginar compartir esta
clase de intimidad con nadie excepto con él.
Tal vez,
para algunos, era posible ser algo más que amigos,
sin tener que ser amigos.
—Nunca
le agradecí —dijo ausentemente, sintiéndose adormecido
por el peso y el calor de la mano de Snape en su costado—. Por
salvar mi vida, quiero decir, el primer año que estuve aquí.
Hubo una
pausa.
—No
tienes que agradecerme, Harry —el tono del profesor era amargo,
como si dudara de su propia participación en esas acciones.
—Sí
tengo —Harry le miró y frunció el ceño,
viendo el peso de muchos años de habitual soledad presionando
desde detrás de la mirada de Snape. ¿De todos modos,
cuántos años han pasado desde que el hombre viviera
solo en estas mazmorras? ¿Cuánto había transcurrido
desde que alguien lo mirara con algo más que sospecha y resentimiento,
o lo tocara con algo parecido al afecto?
¿Cuánto
había pasado desde que a alguien se le ocurriera preguntarse
estas cosas de él?
—Quiero
quedarme —dijo calladamente Harry, inclinándose para
presionar su boca contra la de Snape. Dejó que el beso durara,
rozando juntos sus labios con suavidad hasta que no hubo entre ellos
más que aliento.
Snape permaneció
tenso por otro interminable momento antes de que la resistencia se
drenara de él con un tembloroso suspiro.
—Está
bien —susurró, deslizando sus brazos alrededor de la
cintura de Harry hasta que su cuerpo estuvo acomodado estrechamente
contra él. Presionó un ligero beso en la coronilla de
la cabeza del joven antes de situarse sobre la almohada a su lado—.
Pero sólo por esta noche.
Había
algo similar al alivio en las palabras, y Harry sonrió, gozando
de la sensación de los brazos de Snape a su alrededor. Tal
vez, sólo tal vez, él no era el único que iba
a extrañar la comodidad de este momento cuando terminara.
Y tal vez,
si el universo era bondadoso, nunca tendría que terminar para
ellos.
~ * ~
Era debilidad
pura lo que había provocado permitirle al chico quedarse. Porque
Snape sabía muy bien que cuando la mañana llegara, Harry
se habría ido, para no regresar. Ese conocimiento fue una amarga
verdad en su interior, haciéndolo terriblemente consciente
del frágil calor del cuerpo entre sus brazos, la viva esencia
del cabello bajo su nariz, el fuerte retumbar del corazón latiendo
al lado del suyo.
Y aun así… Harry había dicho que quería
quedarse. Snape se negaba a pensar en lo que eso pudiera significar.
Porque Harry no podría realmente quererlo, ¿verdad?
¿Verdad?
Empujando
lejos el problemático pensamiento, Snape se acomodó
más cerca de Harry y apretó sus brazos a su alrededor,
negándose a pensar en lo posesivo que era el gesto. Tontos
Gryffindor, siempre lanzándose de cabeza donde los mortales
temen entrar. Si Harry quería deshacerse de él, entonces
tendría que decírselo a Snape en términos claros.
Porque
maldita sea si el profesor lo dejaba ir por su propia voluntad.
Fin
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