Rito de Paso
Por Rushlight

Ubicación original

Traducido por Undomiel - Beta Heiko

 

 

Una de las cosas a las que Harry nunca se acostumbraría era a lo abiertos que eran los magos respecto al sexo.

O, más específicamente, no se podría acostumbrar a la idea de que su virginidad fuera un asunto de índole pública. El primer encuentro sexual de un mago era una ocasión de importancia trascendental en el mundo mágico, normalmente anunciado con gran celebración entre la familia y amigos del mago. Harry no pudo evitar notar que los magos eran más abiertos en cosas como esa… sin duda, era otro encantador rasgo mágico que haría que los conservadores Dursley huyeran indignados.

Harry iba siendo más y más consciente de esa “apertura”, ahora que estaba comenzando su sexto curso en Hogwarts. Tradicionalmente, se suponía que el mago escogía su primera pareja sexual cuando alcanzaba los dieciséis años, una costumbre acerca de la que Ron estuvo ansioso de hablarle con gran detalle en la estación de King’s Cross. Era un ritual que marcaba el paso del joven mago hacia la edad adulta, otorgándole acceso a su máximo poder mágico, y un acontecimiento esperado ávidamente por razones más que obvias.

Harry no podía evitar sentirse un tanto forzado en todo ese asunto.

—No es que tengas que hacerlo— le aseguró Ron, percibiendo su intranquilidad—. Es decir, una vez oí hablar de un mago que no perdió su virginidad hasta que tuvo ochenta y un años. Por supuesto que no sé si es verdad o no…

Hermione le echó una mirada desdeñosa desde donde su asiento frente a él en el estrecho compartimiento del tren.

—No le escuches, Harry. Muchas personas no tienen su Primera Vez cuando llegan a los dieciséis. De hecho, algunos de nosotros planeamos esperar hasta encontrar a alguien especial con quien compartirla.

Alguien especial. Sí, eso era exactamente lo que quería. Sintiéndose consolado con la idea, Harry decidió no volver a pensar en ello hasta que encontrara a alguien con quien deseara compartir la experiencia.

Por supuesto, con lo que no contaba era con el estigma de ser El Niño Que Vivió. Desde el momento en que puso un pie en Hogwarts, fue obvio que no sería algo que fuera capaz de olvidar hasta que decidiera lidiar con ello en el futuro.

Fue Seamus Finnigan quien se le acercó primero antes de que saliera siquiera de la plataforma. Había pasado el viaje aislado con Ron y Hermione en su usual compartimiento, por lo que no se habían encontrado con ningún otro mago hasta ese momento. Seamus se aproximó a él con su usual franqueza mientras esperaban en fila para subir a los carruajes que los llevarían al castillo, moviéndose inadvertidamente para tomar el lugar de Ron a su lado.

—Así que… Harry— dijo con una pequeña sonrisa, rozando su hombro contra el suyo de una manera que no parecía ser accidental—. ¿Has pensado a quién vas a escoger para ser tu Primero este año?

La pregunta fue dicha tan casualmente que le tomó a Harry un momento para notar que Seamus le estaba proponiendo tener sexo. Se quedó congelado mentalmente, mirando al otro chico con los ojos abiertos.

—Uh… no. Aún no— no hubiera lucido tan irreal si Seamus hubiera mostrado interés romántico en él alguna vez antes de ese momento.

—De acuerdo— concordó el chico—. Bien, si sientes que quieres que te ayude con esto, sólo avísame.

—Lo… haré— Harry observó con un sentimiento de irrealidad mientras Seamus le palmeaba el hombro de forma amistosa y se iba a charlar con uno de los jugadores del equipo de Hufflepuff.

—Extraño— comentó Ron, sus ojos siguiendo a Seamus mientras desaparecía dentro de uno de los carruajes. En secreto, Harry concordó con él.

Las cosas solo empeoraron los siguientes días. Al inicio, las ofertas eran sutiles y él las rechazó con tranquilidad, explicando que simplemente no estaba interesado en tener su Primera Vez con nadie por el momento. Luego las ofertas se volvieron más enérgicas cuando quedó claro que no tenía a nadie en particular en mente, y se encontró al final de una asombrosa selección de regalos y obsequios, que rehusó abiertamente aceptar. ¿Honestamente, la gente creía que aceptaría a base de regalos? La idea era perturbadora. Podía sentir miradas sobre él a dondequiera que fuera, pesadas, evaluadoras, hasta que optó por pasar su tiempo libre escondiéndose en su dormitorio sólo para alejarse de todos ellos.

Dolía más de lo que debería, tal vez, saber que su repentina popularidad no tenía nada que ver con que le quisieran a él.

Y debió haberlo esperado. Ser escogido el Primero de El Niño Que Vivió traería consigo cierto prestigio, aunque Harry odiara admitirlo. Era famoso, le gustara o no —o infausto, dependiendo del punto de vista de uno— y ser su consorte elegido para este ritual mágico importante conllevaría su propia marca de fama.

Ron y Hermione estaban preocupados por él, pero realmente no había nada que ellos pudieran hacer aparte de estar ahí y ayudarle a hacer a un lado las propuestas más agresivas que se le interponían. Harry se encontró retrocediendo en el tiempo, cuando todos habían pensado que él fue el que abriera la Cámara de los Secretos; sentía la misma sensación incómoda de estar expuesto, o ser examinado, escuchando susurros en los pasillos que misteriosamente paraban cuando se acercaba. Era exasperante, y lo era aún más porque nadie parecía comprender que la constante atención lo estaba irritando, o el por qué.

Después de una semana, recibió una lechuza de Fred y George invitándolo a encontrarse con ellos su primer fin de semana en Hogsmeade, si quería. Harry declinó educadamente, preguntándose sobre la salud mental del universo, pero el incidente fue pronto olvidado mientras las ofertas seguían llegando, a veces de parte de las personas más inesperadas. Una pregunta susurrada de Angelina en el campo de Quidditch una mañana antes de la práctica, una tímida mirada de Neville en el comedor… y él era el tema de casi cada conversación que tenía la desgracia de escuchar sin querer, mientras que todos parecían intentar adivinar a quién iba a escoger para ser su Primero.

Los compañeros de Harry parecían estarse girando hacia sus iguales debido al ritual, pero incluso si lo hubiera querido, era reacio a hacer lo mismo. Mientras el curso avanzaba, se volvió cada vez más obvio para él que toda la escuela había estado esperando que él cumpliera los dieciséis. Y mientras más tardaba en decidirse, más agresivas se volvían las propuestas, ya que las personas asumían que simplemente estaba siendo inusualmente selectivo con su decisión. Aparentemente, todos querían el “honor” de ser escogido por El Niño Que Vivió, y cuanto más descaradas se hacían sus propuestas, más seguro estaba Harry de que preferiría morir por un Cruciatus que dejar que alguno de ellos le tocara.

¿Había alguien en esta maldita escuela que realmente quisiera tener sexo con él, y no sólo por la cicatriz en su frente?

Llegó al punto donde Ron comenzó a dejar caer indirectas de que no se opondría a compartir la experiencia con él. Eso entristeció a Harry porque sabía que Ron sólo estaba tratando de darle una “salida” viable. Sabía que el pelirrojo prefería a las mujeres, y ya había tenido su Primera Vez con una chica de Hufflepuff un mes atrás. No iba a dejar que Ron hiciera ese sacrificio y arriesgara el futuro de su amistad por algo tan egoísta.

Y no ayudaba que, en lo profundo de su mente, aún pudiera escuchar la asombrada voz de Ron diciendo “¿Realmente eres Harry Potter?” cuando se habían conocido por primera vez en el Expreso de Hogwarts. El pensamiento repugnó a Harry por razones que no quiso examinar de cerca; seguramente Ron, de todas las personas, no sería alcanzado por el dramatismo de eso, incluso si Harry aceptaba escogerlo.

El colmo fue cuando Draco Malfoy lo interceptó en el vestíbulo después de la clase de Pociones a los tres meses de empezar el curso.

—Oí que estás teniendo problemas para escoger a quien harás tu Primero —le dijo a Harry, haciendo que de alguna manera sus palabras sonaban crueles y sugestivas a la vez. Sus ojos brillaron con algo que se parecía sospechosamente a la avaricia—. Haré que sea bueno para ti, si estás interesado en ver cómo lo hace un hombre de verdad —hizo la declaración con el aire de alguien realizando una transacción de negocios.

—No, gracias— dijo Harry entre dientes, abriéndose camino hacia el vestíbulo.

El pensamiento de ser follado por Draco hacía que su piel se erizara; iba sintiéndose cada vez más como una cosa para ser vendida al mejor postor.

—Ya no puedo seguir con esto— le confesó más tarde esa noche a Hermione, cuando estaban solos en una esquina de la sala común de Gryffindor. Ron estaba ocupado en una partido de ajedrez mágico al otro lado de la sala, dándoles cierta intimidad.

—Está bien, Harry— le aseguró la chica, pareciendo triste. Sabía que ella entendía más que nadie por lo que estaba pasando. Había escogido esperar antes de tener su Primera Vez, pero aun así, no tuvo que vivir con el trauma de ser la soltera más elegible de toda la escuela.

Fue entonces cuando Hermione sacó su copia de Hogwarts, una Historia y la abrió en uno de los últimos capítulos.

—Creo que he encontrado algo que te ayudará— dijo, leyendo por encima de las páginas con aire distraído. Y eso era tan propio de ella cuando se trataba de un libro, que Harry no pudo evitar sonreír. Sólo deseaba tener su misma fe en ellos.

Una vez que encontró lo que estaba buscando, alzó la vista brevemente para encontrar la suya antes de comenzar a leer en voz alta. El pasaje que leyó detallaba una vieja tradición de Hogwarts que había estado en práctica décadas atrás, según la cual, estudiantes de dieciséis años y mayores habían escogido a un miembro del profesorado para ser su Primero y ser guiados a través del ritual de paso. Era considerado una deferencia para con el estudiante, porque su primera experiencia sexual sería con alguien experimentado, quien le trataría con dignidad y le guiaría en el arte del placer.

—¿Y eso está permitido?— dijo Harry con incredulidad después de que ella le describiera la tradición.

La mirada que la chica le lanzó fue de reprensión.

—Estás pensando como un Muggle otra vez, Harry. No hay necesidad de hacer ilegales las relaciones entre los profesores y los estudiantes cuando cuesta una gota de Veritaserum determinar si hubo coerción de por medio. Mientras todo sea consensual y ambas partes estén en la edad permitida, no hay nada que no se pueda hacer.

Lo cual tenía sentido, supuso, de una extraña forma.

Aun así, no podía imaginarse acercándose al Profesor Flitwick y pidiéndole que lo guiara a través del ritual de la Primera Vez. La idea lo hacía atragantarse con el repentino surgimiento de una risa muy cercana a la histeria, ganándose una desaprobadora mirada de Hermione, pero la imaginación de Harry sólo comenzó por ahí, mientras se imaginaba acercándose a Madame Hooch, a la Profesora Trelawney, o incluso a Dumbledore. Dios, no. Tal vez si el Profesor Lupin aún estuviera aquí, pero… no.

Incluso así, la idea no lo dejaría en paz. Ron bufó, riendo cuando Harry le mencionó tentativamente la tradición de maestro/estudiante esa noche, mientras subían a su dormitorio.

—Sí, he escuchado de eso —dijo el pelirrojo, lanzándole una maliciosa mirada—. Fred y George solían bromear cuando estaban a punto de cumplir los dieciséis, diciendo que iban a pedírselo a la Profesora McGonagall y matarla de un ataque al corazón— se detuvo—. Me alegra que no lo hicieran. Ella me agrada.

Harry se obligó a reír, sabiendo que el otro lo esperaba, pero por dentro, su mente estaba dando vueltas. No pudo evitar pensar que ahí residía la solución a su problema, si sólo pudiera pensar en la forma apropiada de hacerlo. Pensó en la tradición maestro/estudiante toda la noche mientras se preparaba para dormir y luego todo el día siguiente mientras estaba en clase. Lo que derivó, inevitablemente, en que estuviera donde había terminado la siguiente noche.

De pie frente a la oficina del Profesor Severus Snape.

 

 


~ * ~

 

 

Ahora que realmente estaba aquí, parecía un plan realmente estúpido. Harry cambiaba de pie nerviosamente, preguntándose por qué demonios había pensado que esto funcionaría. ¿Realmente estaba considerando pedirle a Snape… Snape… ser su Primero?

Pensándolo así, la idea parecía ridícula. Era casi suficiente para hacerlo regresar y aceptar la oferta de Ron… o incluso la de Draco, en todo caso. ¿Qué había estado pensando? Nerviosamente, secó sus húmedas palmas contra el frontal de su túnica, lanzando una incómoda mirada sobre su hombro hacia el vacío pasillo de la mazmorra que se extendía a su espalda.

Pero estaba el hecho de que Snape era la única persona en Hogwarts que nunca había sido impresionado por el estatus de Harry como El Niño Que Vivió. La única persona que, posiblemente, podría mirar más allá de su cicatriz para verlo a él durante el ritual de la Primera Vez, incluso si odiaba a la persona que veía ahí.

Sintiéndose extrañamente vacío por dentro, Harry alzó su puño para llamar. Su mano aún estaba inmóvil en el aire sobre la puerta cuando ésta se abrió inesperadamente, sobresaltándolo y haciéndolo retroceder un paso por el asombro. Con el corazón golpeando con fuerza, miró hacia los entrecerrados ojos de Snape.

—¿Existe algún motivo para que esté acechando frente a mi puerta, Potter, o hay algo que pueda hacer por usted?

Harry no pudo responder durante un largo minuto… se sentía como si no hubiera suficiente aire en el corredor para respirar. Sólo la cabeza de Snape era visible sobre el umbral de la puerta abierta, sus oscuros ojos llenos con creciente sospecha mientras el muchacho continuaba mirándolo.

—Uh… —Harry miró sobre su hombro una vez más, valorando una retirada de último minuto. Pero era realmente tarde para eso, ¿no?—. Yo… uh… tenía una duda sobre la tarea de Pociones de hoy, sobre la que quería preguntarle.

Los ojos de Snape se estrecharon y, por un momento, Harry pensó que iba a decirle que se fuera. Una parte de Harry deseó que lo hiciera, pero la otra parte se derritió de alivio cuando Snape abrió más la puerta y retrocedió, insinuando que podía entrar.

De alguna manera, Harry se las arregló para mover sus rodillas y caminar torpemente hacia la puerta. Había estado varias veces en la oficina de Snape en los años anteriores, usualmente cuando el hombre le daba detenciones. Por alguna razón, las circunstancias eran ahora más aterradoras.

El primer pensamiento irreverente que cruzó su mente mientras entraba en la habitación fue que Snape se había lavado el cabello agradablemente. Harry estaba acostumbrado a verlo en el salón de clases, o en el Gran Comedor cuando encontraba tiempo para comer entre clases. La casi constante exposición a los vapores de los calderos de sus estudiantes le daban una apariencia un tanto grasosa y cerosa que Harry había llegado a asumir que era su desaliñado estado normal, pero aparentemente después de su baño nocturno terminaba luciendo casi humano. El pensamiento era perturbador por razones que Harry no pudo determinar, y rápidamente apartó su mirada.

La oficina de Snape lucía igual a como la recordaba: una cámara de piedra casi circular con una gruesa alfombra en el centro, ocupada por un estrecho y abarrotado escritorio y varias estanterías altas casi desbordándose con libros y objetos no identificables flotando suspendidos dentro de los tarros de colores lechosos. Había un fuego encendido en la chimenea, y a juzgar por el libro que descansaba abierto sobre una de las sillas, Snape había estado leyendo cuando sintió a Harry acechando en su puerta.

—No recuerdo que viniera antes buscando mi ayuda respecto a su tarea— dijo el hombre, sonando cauteloso. Cerró la puerta con apenas un perceptible snick y se adentró más en la habitación. Sus oscuros ojos resplandecieron sospechosamente a la luz del fuego.

La actitud estaba justificada, Harry tuvo que admitirlo, considerando incluso que no había tenido la previsión de traer su tarea de Pociones con él. Secó nuevamente sus palmas húmedas contra el frontal de su túnica.

—Bien, yo… —no podía lograr que sus ojos se encontraran con los de Snape—. La verdad esto no se trata de mi tarea.

—No —el tono del hombre era seco—. ¿No me diga?

Pero ahora había un destello de curiosidad en su voz, por lo que Harry supuso que tenía que estar agradecido, ya que no había sido echado aún a patadas.

Armándose de valor, se alejó de la chimenea y miró a los ojos de Snape. Hiciera esto o no, lo peor que podría pasar sería que Snape se riera y le dijera que se largara de su oficina. Pero tal vez… sólo tal vez…

—Profesor Snape —dijo Harry, enderezándose tan alto como pudo. Tuvo que empuñar sus manos a los lados para que pararan de temblar—. Solicito formalmente que sea mi Primero.

Y casi valieron la pena los cinco años anteriores de tormento que había recibido de manos de este hombre sólo para ver la mirada de completo asombro que cruzó su rostro.

 


~ * ~

 


Por un momento Snape no estuvo seguro de haber escuchado correctamente. Le observó fijamente, sintiendo el peso de la mirada de Potter en él, antes de que su incredulidad cambiara abruptamente a enojo absoluto.

—No estoy seguro cuál de sus amigos le instó a hacerlo, Potter, pero esto es algo muy serio…

—¡No es una broma! —Los ojos del chico destellaron tras las gafas a la luz del fuego. Lucía completamente tenaz, y Snape reprimió la mordaz réplica que había estado a punto de soltar.

Era de conocimiento común que Harry Potter era el estudiante más popular en la escuela ese año, que todos, desde el Director hasta el guarda del colegio, parecían haber esperado con la respiración contenida a que él cumpliera los dieciséis. Incluso había apuestas entre los Slytherin para adivinar a quién iba a escoger para ser su Primero; Snape asiduamente hacía la vista gorda. Y Potter se esforzaba en hacerse valer, si había que creer los rumores.

Pero eso no explicaba por qué estaba ahí esa noche, cuando debía haber estado prudentemente metido en la sala común de Gryffindor con el resto de sus santurrones amigos.

Mientras Potter continuaba haciendo su mejor esfuerzo para mantener la mirada de Snape, parecía como si estuviera a punto de desmayarse por el esfuerzo. Soltando un suspiro, el hombre le hizo un gesto hacia el asiento vacío frente a la chimenea.

—Siéntese antes de que se desmaye.

Luciendo absurdamente agradecido, Potter obedeció. Snape quitó su libro de la otra silla y tomó asiento, echándole al joven una mirada entrecerrada.

—No es una broma —repitió el chico suavemente, girando su cabeza hacia la chimenea.

—¿No es una broma? —Dijo el profesor, procurando mantener su voz sin inflexiones. Había tenido más que suficiente con ser el cebo de la familia Potter, y no estaba preparado para enfrentar nada que les concerniera. Especialmente algo tan… absurdo—. ¿Y cómo se supone que puedo creer eso? Tiene a la escuela entera salivando por usted como si fuera una pieza de carne… puede seleccionar a alguno de ellos, o a todos si lo prefiere.

Se sorprendió al ver el breve gesto de dolor que cruzó el rostro de Potter. El chico encogió sus rodillas hasta el pecho y se hundió más en la silla, envolviéndolas con sus brazos. Parecía como si estuviera tratando de encogerse lo más posible.

—Sé lo que ellos piensan de mí —dijo silenciosamente, mirando fijamente hacia las llamas—. Y lo que… quieren de mí —parecía miserable, y Snape lo miró seriamente por primera vez desde que esa supuesta travesura comenzara. No podía comprender la aparente incomodidad del muchacho; la Primera Vez de Snape había sucedido en menos de un suspiro cuando había alcanzado los dieciséis.

—Entonces, no estoy seguro de entender cuál es el problema —dijo el profesor, sintiéndose incómodo. No estaba acostumbrado a ser el consejero de los problemáticos adolescentes bajo su tutela.

Los labios de Potter se tensaron en una línea.

—¿No lo entiende? No soy yo lo que quieren. Me siento… me siento sofocado por todo eso. A veces… —bajó la barbilla hasta sus brazos cruzados encima de sus rodillas, dejando salir su aliento en un largo suspiro. Su voz apenas era audible mientras continuaba—. A veces pienso que hubiera sido mejor si no hubiera sobrevivido a la maldición de Voldemort.

La tranquila confesión asombró a Snape tan poco como hubiera podido. Siempre había pensado en Potter como alguien que lo tenía todo.

—¿De verdad lo cree? —Preguntó, olvidando por un momento ser despectivo.

El muchacho levantó su cabeza y le sonrió tímidamente, aunque sus ojos aún seguían apagados.

—No, no realmente. Pero a veces todo se vuelve demasiado, ¿entiende?

—Como ahora —dijo atentamente el hombre, y Harry asintió.

—Como ahora.

Por primera vez, Snape consideró seriamente lo que Potter… lo que Harry le estaba pidiendo. Siempre había visto a Harry Potter como una mimada celebridad, bastante consciente de sus inseguros encantos, pero ahora veía (sin importar lo mucho que tratara) a un temeroso chico que parecía verdaderamente abrumado por su propia notoriedad. Y Harry se había convertido en un joven extremadamente apuesto, todo por igual. Snape creía que Harry estaba infravalorando seriamente su propio atractivo como pareja sexual, su propio mérito.

Pero estaba el hecho de que nunca sabría con seguridad por qué el escogido como su Primero lo estaba llevando a la cama. Y siempre quedaría la sospecha de que una pequeña parte de su amante fuera alcanzada por el drama de ser el elegido para tomar la virginidad de El Niño Que Vivió. Lo cual explicaba por qué Harry estaba ahí hablando con él, la única persona de la que nunca había sospechado que estuviera abrumado por su fama.

Por mucho que Snape intentara negarlo, había una notoria tentación ahí… Harry no era poco atractivo exactamente, y el hombre admitía haberlo percibido desde hacía algún tiempo. Pero su consciencia no le dejaría llevar a la cama al chico si Harry verdaderamente no lo quería. Si Harry iba a verlo como un pesado deber, meramente hecho para evitar los paquetes de esperanzados estudiantes que lo acosaban… el pensamiento le resultó inexplicablemente repulsivo a Snape. La Primera Vez de nadie debería ser de esa forma.

—¿Seguramente tiene amigos…? —Aventuró cuidadosamente.

Harry rió brevemente, pero fue un duro y quebrado sonido.

—Claro. Y todos están bastante… dispuestos. Pero no quiero… —se detuvo, enterrando de nuevo su rostro entre los brazos.

Snape creyó entender. Harry no quería una follada por lástima.

Antes de que pudiera decir algo más, Harry alzó su cabeza y se giró para mirar nuevamente hacia la chimenea.

—Lo entenderé si no me desea —dijo, muy silenciosamente—. Quiero decir, usted nunca ha estado impresionado por… por lo que sucedió —frotó ausentemente la cicatriz de su frente, sin dejar de mirar el fuego—. Ni siquiera se lo habría pedido, si no… —rió de nuevo; el sonido hizo que el vello del cuello de Snape se erizara. Cuando Harry se giró a mirarlo, sus ojos estaban sospechosamente brillantes—. Siento haberlo molestado. Me iré ahora.

Snape estiró una mano para detenerlo mientras se levantaba.

—Espere.

Harry lo miró fijamente, sus manos agarrando los brazos de la silla en el intento de levantarse.

Snape tragó forzosamente. No podía creer que fuera a decirlo.

—Lo haré.

Los ojos de Harry se abrieron, y el profesor sintió un temblor de furia ante el completo asombro que se reflejó ahí, reconociendo mucho de sí mismo en el sencillo gesto. ¿Qué clase de circunstancias había atravesado este chico para hacerle pensar que era completamente incapaz de ser amado? ¿Realmente creía que nadie desearía tener sexo con él, dejando de lado el querer compartir la notoriedad de El Niño Que Vivió? Snape fue repentinamente sacudido por el pensamiento de cómo podría ser uno de esos encuentros anónimos para él… poco más que lujuria egoísta, tal vez más que una parte de dolor sin nada destinado al placer de Harry. ¿Así era como Harry esperaba que fuera el sexo?

No. No si Snape podía decir algo al respecto.

Harry aún estaba mirándole fijamente con una expresión que era mitad esperanza y mitad terror. Hizo sentir a Snape extrañamente protector para con él, y luchó contra la urgencia de tocar su brazo para tranquilizarlo.

—Si está muy, muy seguro —advirtió, sosteniendo seriamente la mirada de Harry.
El muchacho lamió sus labios y asintió levemente. Sus nudillos estaban blancos, donde se habían aferrado a los brazos del asiento.

—Estoy seguro, Profesor.

Y Snape supo que Harry sólo había escogido esto como la repugnante y última de las oportunidades que se presentaran ante él, pero aun así, tenía que haber una pequeña parte del chico que creyera que Snape lo trataría suavemente. El profesor estaba muy familiarizado con la tradición que Harry había invocado al presentarse ahí. Sabía que el propósito primordial del ritual maestro/estudiante era el de instruir, pero también estaba diseñado para asegurar que el estudiante sería tratado con dignidad, que las necesidades de él o ella serían satisfechas por alguien mayor y más experimentado, quien sabría precisamente cómo hacer la experiencia lo más agradable posible.

Y mientras que había pasado bastante tiempo desde que Snape estuvo involucrado en cualquier clase de relación íntima, había algunas cosas que el cuerpo simplemente no olvidaba cómo hacer. Lentamente, alzó su mano para deslizar sus dedos de arriba abajo sobre la mano de Harry, presionando con suavidad para relajar los dedos que apretaban los brazos de la silla.

El muchacho saltó ante el toque, luciendo sobresaltado, y tomó asiento de nuevo. Sus ojos nunca abandonaron los de Snape.

Dios, estaba aterrado. Snape meneó su cabeza, comenzando a arrepentirse de su decisión.

—Si en algún momento cambia de opinión— dijo seriamente—, sólo tiene que decírmelo. ¿Ha quedado claro, señor Potter?

Harry tragó con dificultad y asintió.

—Entiendo.

Ahora estaba temblando. Snape continuó acariciando levemente el dorso de la mano, tratando de calmarlo. Sardónicamente, se preguntó si sus caricias estaban mejorando o empeorando las cosas.

Dios, ¿cómo había logrado meterse en esto? Snape presionó sus labios y trató de no fruncir el ceño. No estaba habituado a lidiar con vírgenes azorados, y se sintió ridículamente poco cualificado para sobrellevar esta situación. Excepto que Harry no parecía estar sonrojándose; más bien, daba la impresión de que se estaba armando de valor para atravesar algo desagradable tan rápido como le fuera posible.

—Antes de comenzar, necesitaré saber algunas cosas —tarde, Snape se dio cuenta de que sonaba como si estuviera iniciando una de sus lecciones. Humedeciendo levemente sus labios, hizo un esfuerzo consciente por relajarse.

Harry asintió. Sus manos habían dejado de apretar el brazo del asiento.

—Cualquier cosa que quiera preguntar.

Definitivamente, estaba poniendo todo su valor en ello. Manteniendo la tranquilidad de su voz, preguntó:

—¿Alguna vez ha…? —Oh, Dios, ¿cómo expresarlo de forma que no ofendiera las delicadas susceptibilidades del chico?—. ¿Alguna vez se ha auto-complacido?

Tomó un momento para que Harry entendiera lo que estaba preguntando. Cuando lo hizo, su rostro se sonrojó y sus ojos se abrieron más. Pero el tono de su voz bajó levemente cuando respondió.

—S-sí.

Bien, un obstáculo menos en el camino. Al menos no tendría que enseñarle al chico lo que era un orgasmo.

Repentinamente, Snape se dio cuenta de que estaba acariciando el dorso de la mano del muchacho. Alejó su propia mano de manera abrupta y la rozó en los pliegues de su túnica.

—Ésta es tu Primera Vez, Harry —el sonido de su nombre claramente sobresaltó al estudiante, pero Snape continuó sin cesar—. ¿Me escogiste para guiarte en esto, libre y consensualmente? —Las palabras del ritual sonaban raras viniendo de él. De hecho, él nunca las había escuchado antes en voz alta. Su Primero ciertamente no se había tomado la molestia de decírselas…

—Sí —no había titubeo. Los ojos de Harry estaban abiertos y eran confiados, afirmando cada palabra. Dios, ¿de verdad el chico no tenía idea del atractivo que poseía? Snape tuvo que contener la urgencia de extender el brazo y tocar su rostro, trazando la línea donde la luz del fuego titilaba contra su piel. Era una obra de arte, verdaderamente, y Snape sintió un pequeño estremecimiento en su interior cuando se dio cuenta que podía permitirse ver eso ahora.

Muy cuidadosamente, Snape se levantó, llevando a Harry también. El chico le obedeció inmediatamente y sus temblores fueron ahora más fuertes. Snape frunció el ceño.

—El propósito de esta tradición es instruir, pero no tiene la intención de ser una obligación o carga —por mucho gozo que hubiera experimentado en el pasado molestando a Harry, ésta no era una ocasión para el miedo o la condescendencia. La Primera Vez de un mago había sido considerada casi sagrada en algunos círculos; había un gran poder en ello, tanto para el mago recién entrado en la madurez como para el elegido como Primero.

—No, yo… yo lo deseo —los ojos de Harry mostraban decisión mientras miraban en los de él. Sus gafas reflejaban la luz del fuego en la parte derecha, pero aun así, Snape podía ver sus ojos. Lucía… decidido. Decidido y algo más que no pudo determinar.

La boca del hombre se encontraba repentinamente seca, y tuvo que aclararse la garganta antes de que pudiera encontrar su voz.

—Muy bien— dijo, rozando su pulgar con ligereza sobre la palma de Harry. Los dedos del muchacho se cerraron en torno a los suyos, respondiendo a su toque, y la sensación de esos esbeltos dedos presionando contra su mano hizo que Snape suprimiera un temblor—. Entonces, sígueme.

Con eso, se giró y avanzó hacia la puerta que guiaba a sus habitaciones personales, confiando que Harry le seguiría.

 

 

~ * ~

 

 

Harry permaneció congelado por un largo momento antes de que pudiera instar a sus piernas a moverse. Su mano aún hormigueaba donde Snape le había tocado y frotó el lugar de forma ausente mientras seguía al hombre dentro de la habitación. El fuego se sentía extrañamente caliente en su espalda, pero el resto de él se sentía helado, inquieto.

Honestamente, no tenía idea de qué esperar.

Por supuesto, había escuchado historias por parte de los hermanos de Ron acerca de lo que podría esperar del ritual de su Primera Vez, pero prefería pensar que las descripciones de Fred y George habían sido más exageraciones que otra cosa. Aun así, no pudo evitar sentirse nervioso. Conocía la mecánica básica que envolvía lo que estaba a punto de hacer, y eso por sí mismo era suficiente para que comenzara a sudar frío.

¿Realmente estaba listo para esto? Tal vez debió haber aceptado el consejo de Hermione, y esperar. Pero, honestamente, no podría soportar el resto del curso con la escuela entera rondándolo como buitres esperando una pieza de carne particularmente sabrosa.

No. Por cliché que sonara, ésta era la única forma en que podría mantener su salud mental y sentir respeto por sí mismo a la mañana siguiente.

La puerta se abrió para dar paso a una estrecha sala revestida incluso con más estantes, después pasó a un corto pasillo que terminaba frente a una puerta de madera. Snape abrió la puerta sin mirar atrás y desapareció en el interior; Harry tuvo que correr para alcanzarle.

Dentro estaba la alcoba de Snape. El chico se detuvo justo al pasar la puerta, sintiendo repentinamente como si estuviera entrando en terreno prohibido. Snape no dio señal de notar su titubeo, sin embargo, iba de un lado a otro por la habitación, usando su varita para encender el fuego en la chimenea al igual que las velas que estaban en las paredes. Harry miró solemnemente mientras el otro se giraba para verlo, bañado ligeramente en la perturbadora y escalofriante luz de las llamas.

—Entra y cierra la puerta.

Harry tragó con dificultad y obedeció, cerrando la puerta tras su espalda. Su mirada se movió involuntariamente hacia la enorme cama colocada contra la pared en el lado derecho de la habitación; era casi cuadrada y cubierta con mantas gruesas y almohadas, con una cabecera hecha de madera oscura y pesada, tallada ornamentalmente. El dosel que caía desde arriba parecía fino y traslúcido, haciendo juego con las cortinas exteriores sujetas en las esquinas de la cama.

—No te va a morder —el tono de Snape era socarrón.

Harry volvió a mirarle con sorpresa. Ahora el hombre estaba de pie frente a él y su corazón inmediatamente comenzó un redoble de golpes contra el interior de sus costillas. Inesperadamente, su boca estuvo demasiado seca para poder tragar saliva y tuvo que luchar contra la urgencia de alejarse cuando la mano de Snape se elevó para tocar su cara.

Los dedos del profesor se detuvieron justo antes de que hicieran contacto con su mejilla. Sus ojos se estrecharon cuando vio el estremecimiento que Harry trató de suprimir con esfuerzo, y dejó caer su mano de regreso a su costado, cerrándola en un puño.

—No tienes que pasar por esto si te parece desagradable —dijo afiladamente, y el chico sintió un momento de pánico de que su titubeo fuera a hacer que Snape lo alejara.

—No —dijo, obligándose a encontrar los ojos del profesor. Le sorprendió lo poco que tenía que alzar la vista para lograrlo; Snape y él eran casi de la misma altura ahora—. Sería lo mismo con cualquier otro. Yo sólo… yo no… — expresó con frustración, no sabiendo cómo explicar la tensión que serpenteaba en su interior.

Algo en la mirada de Snape pareció suavizarse, aún muy levemente.

—No hay nada que temer, Harry —y, Dios, qué extraño era eso, escuchar al hombre llamándolo por su nombre—. Te lo dije, si cambias de parecer, acerca de cualquier cosa, sólo tienes que hacérmelo saber. Te aseguro que no me complace profanar inocentes contra su voluntad.

La socarrona afirmación hizo que Harry se relajara de alguna manera. Ayudó saber que era el que llevaría las riendas. Le dio una cierta sensación control, cuando había asumido que no tendría ninguno.

—No sé qué hacer —admitió suavemente, aún sosteniendo la mirada de Snape. Una extraña calidez había comenzado ahora a crecer bajo su piel y no sabía cómo explicarlo.

Los labios del profesor se apretaron en lo que casi pudo haber sido una sonrisa.

—Vamos a hacer muchas cosas esta noche —dijo, igual de suave. Alcanzó la mano de Harry y giró la palma hacia arriba, empujando la manga de su túnica hasta su antebrazo—. Si algo de lo que hagamos te molesta, déjame saberlo y nos enfocaremos en algo más. Esta es tu noche, Harry.

La respiración de Harry se detuvo mientras Snape pasaba dos dedos sobre la piel interna del desnudo brazo, trazando una línea desde el codo hasta su muñeca. Después, repitió el movimiento, y Harry no pudo suprimir un estremecimiento. Sus dedos se curvaron involuntariamente.

—Eso se siente bien —susurró. No le molestaba en absoluto que Snape estuviera tan cerca de él ahora. Había algo innegablemente extraño en ser tocado tan delicadamente por este hombre; pero ése era el deber de Snape, ¿no? Enseñarle las diferentes formas en las que podía sentir placer.

Harry sintió una repentina oleada de amargura ante el pensamiento. El profesor sólo estaba haciendo esto porque tenía que hacerlo, porque esto era lo que la tradición exigía. Debía ser una tortura para él estar preocupándose por el placer del chico, cuando durante años se había dedicado a hacerle la vida tan miserable como pudiera. Pero al menos era a Harry a quien estaba tocando en lugar de a una celebridad anónima. No había duda de que era lo mejor que el chico podía esperar.

Ese pensamiento fue lo suficientemente perturbador como para que Harry casi no se diera cuenta cuando Snape se inclinó para juntar sus labios. Sintió el cálido aliento del hombre cruzar su rostro antes de que se besaran y después estuvo tan asombrado por el hecho de que Snape realmente estuviera besándolo que se quedó completamente inmóvil cuando la lengua del profesor se asomó para tocar su labio inferior.

Y, oh… No era para nada lo que había estado esperando. Harry cerró sus ojos y se inclinó hacia adelante apenas lo suficiente, esperando desesperadamente que Snape hiciera eso de nuevo. Lamió su labio inferior preguntándose si sería capaz de saborear ahí al hombre y creyó escuchar a Snape hacer un pequeño sonido desde su garganta cuando se inclinó de nuevo hacia el beso.

Harry sentía como si sus huesos se derritieran mientras la boca del hombre se movía sobre la suya. Sintió esa lengua de nuevo, insistente y húmeda contra sus labios y gimió con suavidad, abriendo su boca por instinto. La mano de Snape estaba sosteniendo su muñeca tan apretadamente que era casi insoportable y Harry cerró sus dedos alrededor de ella, sintiéndose agradecido por la forma en que le arrastró a través de la desconocida sensación que rugía en su interior.

Se sentía mareado, y la lengua de Snape ahora estaba dentro de su boca. Harry correspondió el beso tan entusiastamente como pudo, dejándole saber que le gustaba, que lo que estaban haciendo se sentía bien. Nunca antes había sido besado de esta forma… con esta hambre casi dolorosa… y ese poder le dejó sin aliento cuando Snape finalmente se separó, jadeando ligeramente sobre su cara mientras juntaba sus frentes.

Cuando el profesor tocó su rostro en esta ocasión, Harry no se alejó. Sus gafas estaban empañadas por el calor de sus alientos combinados, pero no le importó. El cuerpo de Snape era cálido y había algo extrañamente confortante en ello.

—¿Estás listo? —le preguntó, hablando silenciosamente justo contra la oreja del muchacho. Había algo casi hipnótico en su voz; era baja, grave, de modo que estremecía los nervios del chico.

Harry inhaló profundamente y después exhaló con lentitud.

—Sí.

Snape le dio un suave tirón a su muñeca, alentándolo a alejarse de la puerta.

—Entonces quítate la ropa —sugirió, acariciando con firmeza su pulgar contra la palma de Harry. Los dedos del chico se movieron convulsivamente mientras los labios del hombre tocaban el costado de su mandíbula—. Y ven a la cama.

 

 

~ * ~

 

 

Ni en sus sueños más locos Snape habría imaginado que Harry sería tan receptivo.

Había algo encantador en la forma que el muchacho se entregaba a sus toques, y de nuevo, el profesor sintió una extraña descarga de protección hacia él. No podía evitar sentir que Harry había recibido muy poca amabilidad en toda su vida, y eso era, más que nada, lo que estaba anhelando. Esto contradecía tanto la imagen que Snape había tenido del muchacho todos estos años, que era difícil de reconocer, pero encontraba la contradicción más fácil de llevar de lo que hubiera pensado posible treinta minutos atrás.

Tal vez fue la forma en que Harry parecía confiarle el avance del ritual, o tal vez fue el pequeño “Oh” de sorpresa que había emitido cuando Snape lo había besado. El muchacho parecía maravillado de todo lo que le hacía, como si hubiera estado hambriento de contacto todos estos años sin siquiera darse cuenta de ello. Le hacía lucir perturbadoramente inocente ante la hastiada mirada de Snape.

Los dedos de Harry fueron moviéndose titubeantemente hacia su túnica, y el profesor observó con apacible fascinación mientras las doblaba cuidadosamente y las colocaba sobre el respaldo de una silla. Harry se despojó de su camisa sin dejar de mirar el suelo, y Snape notó un tenue matiz de rojo sobre sus mejillas cuando sus manos se movieron hacia el cierre de su pantalón.

Queriendo ahorrarle a Harry la vergüenza de ser observado mientras se desvestía, el hombre enfocó su atención hacia sus propias prendas de vestir. Se deshizo de su túnica y la dejó a un lado, tomándose un momento para alisar sus arrugas mientras escuchaba a sus espaldas que Harry había subido a la cama. Le llevó sólo un momento deshacerse del resto de la ropa, y luego se giró para encontrar la mirada de Harry.

Definitivamente había pasado demasiado tiempo desde que Snape había tenido un compañero en esta cama.

La vista de un Harry pálido y tumbado contra las sábanas hizo que algo en su interior se estremeciera y que su respiración se atascara en algún lugar de su pecho, mientras se movía para quedar al pie de la cama.

Harry estaba mirándolo con los ojos bien abiertos, respirando pesadamente, y aunque aún lucía nervioso, no había un miedo real que Snape pudiera percibir en él. Su cuerpo era de curvas pálidas y ángulos lisos suavizados por la luz del fuego, y el hombre ya estaba duro para entonces, sin siquiera un toque. Harry mismo estaba medio erecto, lo que Snape tomó como una muy buena señal; dejó que sus ojos se movieran por un momento sobre esa parte de la anatomía del muchacho, bebiendo la imagen del juvenil pene luchando por levantarse de su mullido nido de rizos marrones.

Ya no era un niño, no más allá de lo que alguien pudiera imaginarse.

Snape descansó una mano en el frío metal del dosel de la cama y movió un ausente dedo sobre él, tratando de decidirse. Su boca estaba seca de nuevo y tragó pesadamente, preguntándose cómo demonios se suponía que comenzaría. Enseñar pociones podía hacerlo sin dudar, pero esto

Harry sostuvo su mirada con firmeza, casi con desafío, y Snape se dio cuenta que había estado observando durante demasiado tiempo. Había un leve sonrojo en las mejillas de Harry, y el hombre forzó al hambre de su mirada a suavizarse mientras se movía hacia un costado de la cama.

—¿Te molesta si te miro? —Preguntó, tomando asiento sobre el colchón. Sintió alivio cuando Harry no se alejó.

—No —los ojos de Harry aún estaban más abiertos de lo normal, pero lucía más calmado ahora. Su mirada vagó sobre el cuerpo de Snape, entreteniéndose en ciertas partes mientras avanzaba, y el profesor tuvo que luchar contra el calor que subió a sus propias mejillas ante tan descarada observación—. Supongo que es sólo… No estoy acostumbrado a tener gente mirándome de esa forma.

—¿De qué forma? —Experimentalmente, Snape situó su mano sobre la curva del muslo de Harry, apenas sobre la rodilla, acariciando levemente con su pulgar.

La respiración de Harry se detuvo ante el toque.

—De esa forma.

Snape observó, fascinado, mientras los dientes de Harry atrapaban su labio inferior, presionando afiladamente sobre la piel. Le tomó un momento agarrar aire de nuevo y mover su rodilla hacia la curva de la palma de Snape, alentando más exploración.

Tan ansioso. El hombre encontró que su mano ahora estaba temblando, y tuvo que luchar contra la urgencia de estampar al muchacho contra el colchón y simplemente tomar lo que se le ofrecía tan descaradamente. Había pasado muchísimo desde que había tenido el placer de otro cuerpo en esta cama, y no creyó que alguna vez la compartiera con alguien tan… exquisito. Se suponía que amantes como Harry estaban reservados para muchachos perfectamente Gryffindor, quienes siempre obtenían lo que querían. No para Snape, de entre todos, incluso si sólo era para una noche.

—¿Qué deseas, Harry? —Preguntó silenciosamente, y sintió un estremecimiento de placer ante la forma en que el estudiante humedeció sus labios ante la pregunta.

—¿Me… me besaría de nuevo?

Ah, Dios. Tanta inocencia. Pero sí, Snape definitivamente podía besarlo de nuevo.

Tantas veces como le fuera permitido.

Y era increíblemente alentadora la manera en que Harry se alzaba sobre uno de sus codos para encontrarlo mientras el hombre se agachaba sobre él. El primer contacto de los labios del muchacho se sintió como el nirvana, cálido, húmedo y pecaminosamente suave, y Snape los lamió con verdadero y desenvuelto agradecimiento, provocando un gemido estrangulado que vibró a lo largo de su lengua. Colocando una mano contra la nuca de Harry, Snape lo empujó suavemente hacia atrás y se situó a su lado, sin dejar nunca el lento deslizar de sus bocas mientras se besaban y succionaban el uno al otro.

Snape pasó unos minutos explorando la cálida cavidad de la boca de Harry con su lengua, aprendiendo su sabor, antes de succionar gentilmente y persuadir a la lengua del muchacho a que hiciera una exploración similar en su propia boca. Harry lo lamió tentativamente, mirándolo con ojos nublados, y no objetó cuando al final Snape le quitó los anteojos y los colocó en la cercana mesita de noche. Y era un ávido aprendiz en esto, ¿no? Lástima que no pudiera aplicar ese rápido ingenio en Pociones…

Cualquier otro pensamiento voló a la nada cuando las piernas de Harry se enredaron con una suya, enroscando sus cuerpos. Snape tuvo que separase por un momento tan sólo para respirar mientras el asombro de ser presionado contra toda esa cálida piel palpitaba placenteramente a través de él. El cuerpo de Harry era más pequeño que el suyo, menos anguloso, más firme, músculos duros desarrollados durante los anteriores años jugando Quidditch. Snape nunca antes le había encontrado una razón de ser a ese molesto deporte, pero decidió repentinamente que tenía que reconsiderar esa opinión, si éste era el resultado.

Los recuerdos invadieron entonces la consciencia de Snape, ensombreciendo el placer que encontrara en el toque de Harry. El Primero de Snape había sido un chico mayor de Slytherin, quien definitivamente no había tenido como preocupación principal el placer de Severus. Los recuerdos del profesor referente a esa experiencia fueron atenuándose por el tiempo, pero recordaba su Primera Vez como un evento poco remarcable, aunque había implicado una gran cantidad de dolor.

Tal vez eso era lo que le hacía tocar a Harry con tanta gentileza. Había algo en la forma en que su estudiante había actuado al inicio de la noche que le decía que había recibido muy poco cariño en su vida, y perversamente, eso hacía que Snape quisiera actuar en contra de las expectativas que Harry pudiera tener cuando decidiera su curso de acción. Reemplazar la expectación de crueldad con ternura… Era excusa perfecta para dejar a sus manos tocar, calmar, sentir, aprender los contornos de ese cuerpo que le había sido confiado.

Harry murmuró algo indescifrable y presionó su rostro contra el hombro de Snape, apretando sus brazos a su alrededor. Sus caderas se movieron contra el muslo del hombre como si lo hicieran contra su propia voluntad, y gimió suavemente, amortiguando el sonido en el cálido espacio entre sus cuerpos.

—Está bien, Harry —dijo Snape, pasando una mano sobre la tensa curva de la espalda del muchacho. Presionó un beso en la suave maraña del cabello de Harry, queriendo calmarlo—. Se supone que tiene que sentirse bien. Tan sólo haz lo que quieras. Lo que sea que necesites…

Harry soltó un estrangulado gemido y empujó a Snape aún más encima de su cuerpo, rozando sus caderas con creciente urgencia contra el muslo del profesor. El hombre presionó solícitamente hacia abajo con su rodilla, dándole algo firme contra lo cual frotar, y los dedos de Harry se clavaron en su espalda con ferviente apreciación, haciendo que Snape soltara un grito ahogado ante la sensación de las uñas cavando ligeros surcos sobre su piel.

Un puñado más de caricias y Harry se puso rígido abruptamente dentro de sus brazos, cada músculo en su cuerpo tensándose por un interminable momento antes de que Snape sintiera la reveladora inundación de calor húmedo chorreando entre sus cuerpos. Harry gritó audiblemente, el sonido rechinando como si fuera arrastrado fuera de sus apretados dientes, y Snape lo sostuvo, enroscando sus dedos con profundidad en el oscuro y denso cabello y murmurando suave ánimo en su oído.

Oh, Dios, estaba perdido.

Y mientras Harry se relajaba paulatinamente en sus brazos, Snape presionó su mejilla contra la suavidad de su cabello, sintiendo los lentos temblores alejándose de ese estilizado cuerpo dentro del suyo. No pudo evitar sentir que esto era algo a lo cual podría hacerse adicto con facilidad, y era peligroso pensarlo. Peligroso y absurdo, porque sabía muy bien que cualquier confianza, cualquier comunicación que estuviera siendo concedida aquí, se disolvería con el amanecer.

Pero eso no lo detendría de beneficiarse de ello mientras durara.

 

 

~ * ~

 


Harry abrió sus ojos lentamente y se encontró acurrucándose contra la curva del hombro de Snape, atrapado a medias debajo del almizclado calor del cuerpo del hombre. La sensación de brazos a su alrededor era nueva para él, al igual que la sensación de otro corazón latiendo, y se tomó un momento para disfrutarla, queriendo imprimir este momento en su memoria para siempre. Se sentía cálido, tranquilo y anormalmente en paz con el mundo, y eso lo sorprendió.

Esto no era para nada como lo que había estado esperando.

Snape parecía dispuesto a dejarle recuperar el aliento y ordenar sus pensamientos, lo que sorprendió aún más a Harry. Porque Snape siempre había sido tan… tan intransigente en clase, tan aparentemente incapaz de ofrecer la más pequeña cantidad de empatía o afecto.

Sin embargo, los lentos dedos deslizándose a través de su cabello contaban una historia completamente diferente, y Harry tenía que reconsiderar su antigua opinión sobre su severo e intimidante Maestro de Pociones. Obviamente, había mucho más de Snape por conocer.

—Yo… —su voz no parecía querer salir y humedeció sus labios ausentemente—. Gracias.

Snape dejó salir un pequeño resoplido de diversión y se alejó para mirarlo.

—De nada.

Sin sus anteojos, los bordes del cuarto alrededor de Harry estaban borrosos, distorsionados, pero podía ver el rostro de Snape lo suficientemente bien, permaneciendo sobre él como si fuera lo único formidable en el mundo. Estaba el familiar destello desdeñoso en los ojos de Snape, pero parecía suavizado ahora, sin su usual filo cortante. Harry sonrió y enredó sus brazos alrededor del cuello del hombre, decidiendo tomar total ventaja de esta tregua a su enemistad, por el tiempo que durara. El cabello de Snape era sorpresivamente suave bajo sus dedos.

Se sentía perfectamente natural levantar su cabeza de la almohada y tocar su boca con la del profesor, lo cual tal vez era lo más sorprendente. No podía entender lo fácil que era todo. Snape accedió de buena gana, permitiendo el beso, y Harry sintió algo cálido asentarse dentro de él cuando percibió el duro calor de la erección del hombre tocar el costado de su muslo.

—Nunca pensé que usted podría ser así —susurró, presionando su rostro contra el cabello de Snape. Tan suave, y olía como el aire fresco.

—Encuentro que la mayoría de las personas están dispuestas a lanzarse a realizar un gran número de suposiciones sobre mi vida privada, sin motivo alguno —replicó Snape, quedamente. La idea entristeció a Harry, hasta que se dio cuenta que había más que sólo eso. Porque, ciertamente, Snape no acudía a disuadir esas suposiciones, ¿no?

Y con ese pensamiento vino el hecho de que ahora él era parte de la vida privada del hombre, al menos por esta noche, y qué extraño era eso. Rió suavemente y se ganó una inquisitiva mirada por parte de Snape.

—Es sólo que… se siente raro pensar en usted ahora mismo como mi profesor —admitió, paseando una mano por la curva de la espalda del mayor. Se sentía bien tocar, ser tocado. Se preguntó cómo iba a ajustarse a no tener esto de nuevo, una vez que terminara.

—Puedes llamarme Severus si lo deseas —Snape mordió ligeramente la curva de la mandíbula de Harry, gruñendo suavemente cuando los dedos del muchacho pasaron apenas perceptiblemente por lo más angosto de su espalda—. Creo que cierta… familiaridad, considerando las circunstancias, no sería ningún problema.

Y eso sólo era tan… tan Snape, que Harry no pudo evitar reír. Realmente, nunca antes se le había ocurrido que la risa y el sexo pudieran unirse. Se sentía bien, y se detuvo un momento para sorprenderse al saber que, de hecho, se sentía feliz.

—¿Por qué accedió a hacer esto por mí? —Preguntó, no muy seguro de saber de dónde había salido la pregunta.

Snape se levantó para mirarle seriamente. La luz en sus ojos ahora lucía casi… incierta.

—Porque me lo pediste —dijo simplemente. Su ceño se frunció como si estuviera arrepintiéndose de la honestidad de las palabras. Su voz se endureció levemente cuando dijo—: ¿Por qué me lo pediste?

Harry tuvo que pensar en eso durante un momento.

—Porque usted es el único que me ve. Porque siempre me ha cuidado desde el primer año que estuve aquí. Y porque… confío en usted.

Aunque todo era verdad, pareció que sólo hizo que la mirada de Snape se endureciera. Se alejó ligeramente, colocando su peso en un codo mientras miraba hacia el rostro de Harry.

—Confías —repitió sombríamente, como si fuera una palabra que no estuviera acostumbrado a escuchar.

—Confío —dijo Harry, asintiendo. Y debió haber sido más sorprendente de lo que fue darse cuenta de lo mucho que confiaba en Snape.

Sin pensar, estiró su mano para enroscar sus dedos en el antebrazo izquierdo del profesor, deslizando su pulgar sobre la pálida piel del lugar. La Marca Oscura era el contorno más pálido de la piel de Snape, ahora que Voldemort se había escondido de nuevo durante el verano pasado. El pensamiento era perturbador, especialmente cuando Harry aún no sabía nada acerca de lo que Snape había tenido que hacer mientras estaba espiando entre los subordinados del Señor Tenebroso. Incluso el pensamiento lo aterraba y él no era el único que había estado ahí.

—Usted siempre ha mirado por mis intereses —dijo honestamente, presionando un ligero beso en la parte interna de la muñeca de Snape, justo por encima de la desvanecida Marca.

El hombre se tensó, obviamente incómodo con la intimidad del gesto, pero no alejó su brazo.

—Obviamente, eres incapaz de mirar por ti mismo.

Pero las palabras no contenían desdeño, como si fueran dichas más por hábito que otra cosa. Harry sonrió, mirándolo desde debajo de sus pestañas.

—Usted ha mostrado más valor del que podría mostrar yo —dijo, seriamente. Luego, dejando que una pizca de provocación entrara en su voz—: Debió haber estado en Gryffindor.

—No hay necesidad de insultar.

Y ahora la diversión estaba de regreso en los ojos de Snape, finalizado el fugaz momento de torpeza entre ellos. Harry sonrió y se alzó para besarlo de nuevo, repentinamente, queriendo que la conversación terminara, dejando de pensar en las particularidades de la guerra que había desgarrado al mundo mágico durante los años anteriores. Como si reconociera la súbita necesidad de Harry —o quizá, compartiéndola— Snape siguió el beso con un hambre que prometía borrar todos los pensamientos de la mente del muchacho excepto el creciente calor enrollándose con placer insistente y profundo en la boca de su estómago.

Gritó ahogadamente cuando la mano de Snape se movió a su trasero, arrastrando la punta de sus largos dedos sobre la hendidura. La caricia era ligera, interrogante, y Harry se dio cuenta de que Snape estaba pidiendo su permiso antes de seguir más allá. Y sí, esto era algo de lo que Harry había escuchado con detalle de Fred y George, pero no había previsto lo mucho que él lo desearía cuando el momento llegara.

—Sí —susurró, acurrucándose bajo la cortina de oscuro cabello de Snape y respirando con fuerza contra el costado de su cuello. Presionó un suave beso sobre la piel lustrosa y suave del lugar, embelesándose en su esencia—. Le deseo.

La mano de Snape se apretó casi dolorosamente sobre la cadera de Harry ante la declaración, pero inmediatamente relajó su agarre de nuevo.

—Tienes que estar muy seguro —susurró, besando un costado de la cabeza de Harry, detrás de su oreja.

—Estoy seguro —el muchacho ya estaba dolorosamente duro de nuevo, y la idea de ser penetrado no guardaba ni de cerca el terror que había representado al comienzo del curso escolar. Se preguntó fugazmente si eso se debía más al hecho de que se había frotado ya una vez contra el hombre —el recuerdo lo hizo sonrojar furiosamente— o si era simplemente que se trataba de Snape, quien siempre lo había cuidado. Lo había protegido, incluso si Harry no siempre aprobara los métodos usados.

Después, sintió la punta de un dedo deslizarse dentro de la hendidura de su trasero, masajeando ligeramente contra la arrugada entrada, y Harry se tensó, sintiendo todo pensamiento escapar de su mente como si hubieran sido desviados a algún lugar lejano. Su mandíbula se abrió y dejó caer su cabeza contra la almohada, mirando dentro de los repentinamente ardientes ojos negros de Snape.

—¿Estás bien? —preguntó Snape suavemente, luciendo muy serio. Sus ojos se pasearon sobre el rostro de Harry, luego se movieron para encontrar firmemente su mirada.

—Sí —Harry tragó con dificultad y apretó sus manos contra la espalda de Snape, sintiéndose extrañamente reconfortado por la solidez de la presencia del otro hombre. El dedo ahora estaba acariciando con lentos círculos sobre la entrada de su cuerpo, estimulando la sorprendente cantidad de nervios que parecía haber allí—. Prof… Severus —gritó ahogadamente cuando el dígito se movió. La intimidad inherente en el uso del nombre de Snape envió un estremecimiento de placer a su espina dorsal, como si se estuviera permitiendo un placer en algo prohibido y conocido a medias.

Cerró sus ojos en un suspiro cuando el hombre se inclinó para besarlo. No había para nada ningún apuro en ello esta vez, sólo la lenta familiaridad de lenguas y labios deslizándose juntos, a lo que Harry se estaba haciendo adicto. Su cuerpo entero se sentía como si fuera un gran nervio, estirado bajo la sensación poco conocida de necesidad que estaba ondeando a través de él.

—Relájate —reprendió ligeramente Snape, respirando pesadamente contra el rostro de Harry. Bajó su frente hasta la del chico durante un corto momento, encerrándolos bajo la oscura cortina de su cabello. Después, alejó su mano del cuerpo de Harry y la estiró hacia una estantería colocada contra la pared más lejana del cuarto—. Accio —susurró por debajo de su aliento.

Harry observó mientras una pequeña y tapada botella de cristal azul oscuro se levantaba de uno de los estantes para posarse sobre la cama, al lado de la mano extendida de Snape. El hombre se movió un poco y tiró del tapón, metiendo dos de sus dedos.

El joven sintió un repentino torrente de calor cuando se dio cuenta para qué debía ser la botella. Los dedos del hombre brillaron a la luz del fuego cuando los sacó, y esa imagen hizo que Harry se sintiera rápidamente mareado y bastante consciente de la excitación que estaba ardiendo en un pequeño infierno en lo profundo de su vientre. Movió sus caderas con impaciencia, sintiéndose vacío de una manera que no creía haber experimentado nunca antes. Deseaba muchísimo sentir los dedos de Snape ahí abajo, tocándolo.

Llenándolo.

Los ojos del profesor estaban negros de excitación cuando colocó a un lado la botella y miró de nuevo hacia Harry, y una esquina de su boca se curvó hacia arriba apenas perceptiblemente.

—Tan ansioso —provocó, besando a Harry burlonamente en la punta de su nariz. El estudiante hizo un estrangulado sonido y enredó un pie alrededor de la pierna izquierda de Snape, acercándolo todavía más. El hombre no pudo dejar de notar su excitación, e incluso su propia excitación presionaba acaloradamente contra el muslo interno de Harry.

—Por favor, Severus —susurró el chico, sintiendo intenso placer ante la forma en que los ojos de Snape se oscurecieron aún más ante la suave plegaria. Era una sensación de poder poco habitual saber que podía afectar al otro de esa manera, y se deleitó.

Entonces, la mano del hombre se deslizó entre sus cuerpos, y Harry jadeó audiblemente cuando uno de esos resbaladizos dedos presionó contra su entrada de nuevo, haciendo lentos círculos. Miró fijamente dentro de los ojos del mayor, sintiéndose falto de aliento, con los ojos desmesuradamente abiertos y completamente desarmado, pero no había condena en la oscura mirada de su maestro. Sólo había calor y hambre, y una concentración que parecía casi ridícula hasta que Harry sintió la primera presión del dedo de Snape empujando dentro de su cuerpo.

—Ah… —susurró, cerrando sus ojos. Sus muslos cayeron abiertos por voluntad propia, invitando al otro a ir más profundo, y sus caderas se arquearon hacia arriba para encontrarse con la caricia poco familiar en su interior. Snape hizo un pequeño sonido en lo profundo de su pecho y se agachó para besarlo de nuevo, moviendo sus labios a través de la mandíbula y hacia el cuello.

—Sólo relájate, Harry —murmuró Snape, presionando más profundamente con su dedo y torciéndolo levemente. Su voz era grave de excitación, más parecida a un gruñido que a palabras. Harry miró hacia el techo, su mandíbula abierta flojamente, apretando sus manos en el edredón a cada lado de su cuerpo.

Relájate. Como si pudiera hacer algo así con el dedo de Snape acariciándolo por dentro, de alguna manera logrando sentirlo diez veces más grande de lo que parecía ser un momento antes. Dolía, sólo un poco, pero Snape estaba moviéndolo tan cuidadosamente, tan suavemente que la incomodidad pronto se desvaneció en un zumbido apenas perceptible en lo profundo de su mente.

—Eso es —dijo Snape con aprobación, y sus labios estaban moviéndose hacia abajo ahora, sobre el pecho de Harry, con leves succiones y fugaces lamidas húmedas. El chico tembló bajo las caricias, cerrando sus ojos con fuerza y luchando desesperadamente para memorizar todo, recordarlo todo, para cuando esta noche fuera sólo un recuerdo olvidado a medias. Gritó ahogadamente cuando Snape añadió un segundo dedo, mordiéndose el labio inferior con fuerza cuando la boca del hombre se cerró sobre su pezón izquierdo, succionando gentilmente para distraerlo de la repentina intrusión.

En algún momento entre la niebla que lo envolvía, Harry encontró que sus manos se habían levantado para enmarañarse en el cabello de Snape, sintiendo las sedosas hebras enredarse alrededor de sus dedos. Había algo inquietantemente íntimo en eso, de una forma que los dedos en su interior no lo eran. El pensamiento lo hizo atragantar con una tambaleante risa que sonó como si hubiera sido mitad sollozo. Al instante, Snape estaba ahí, su rostro de nuevo inmóvil frente a él, y Harry apretó sus dedos en el cabello, no queriendo dejarlo ir.

—¿Todo bien? —Preguntó Snape, sonando preocupado. Sus dedos permanecieron dentro de Harry, presionando gentilmente contra el pequeño bulto de placer.

Harry asintió, sorprendido de encontrar que había un pequeño brillo de lágrimas en sus ojos. Parpadeó con irritación para desvanecerlas. Dios, ¿qué pasaba con él?

—Sí —respondió, doblándose para besar el hombro de Snape. Empujó hacia abajo la cabeza del profesor para darle otro beso y éste obedeció, dándole al chico lo que necesitaba.

Pareciendo sentir la silenciosa súplica inherente en la palabra, Snape removió con lentitud sus dedos del cuerpo de Harry. El chico se sintió dolorosamente vacío una vez que salieron, como si nunca más pudiera volver a sentirse completo, pero entonces, el hombre se movió entre sus piernas abiertas, doblando sus rodillas hacia atrás mientras alcanzaba de nuevo la botella de cristal azul, embadurnando la longitud de su erección. Cuando terminó, bajó una mano para cubrir la parte trasera del muslo de Harry, inclinando sus caderas levemente para lograr un mejor ángulo.

Harry sostuvo la mirada de Snape sin atreverse a respirar, sintiéndose como si su ser entero fuera a estar a punto de hacer algo que lo cambiaría para siempre. El profesor pareció congelarse, deteniéndose en ese interminable momento antes de reclamar lo que Harry le ofrecía, su rostro mostrando una expresión de deseo tan fuerte que le quitó el aliento.

—¿Realmente quieres entregarme esto? —Dijo suavemente, como si necesitara convencerse a sí mismo por última vez de que aquello era real.

Cualquier titubeo que pudiera albergar Harry se derritió ante esas palabras.

—Sí —dijo con firmeza, colocando su mano en la nuca de Snape y acariciando con el pulgar sobre la piel bajo su oreja. Tan cálido, ¿cómo pudo alguna vez temerle a esto?—. Le deseo. Quería que fuera usted.

Repentinamente, notó que eso era algo muy diferente a simplemente no querer que fuera alguien más. Miró hacia los ojos de Snape, sintiendo la suave seda de su cabello en el dorso de su mano, y se preguntó desde cuándo había sido así entre ellos. Desde cuándo había deseado esto sin notarlo nunca. Pensó de nuevo en todas las veces que Snape lo había menospreciado durante los años anteriores, ridiculizándolo, desafiándolo, y se preguntó desde cuándo la animosidad entre ellos se había convertido en nada más que hábito.

—Harry —susurró Snape, doblándose contra el pecho del chico, y éste abrió su boca en un grito ahogado mientras la erección del profesor se deslizaba dentro de él.

Penetrado y tomado, querido y poseído. Harry dejó salir temblorosamente su respiración y se arqueó hacia el calor que lo cubría, enredando sus piernas con fuerza alrededor de la parte trasera de los muslos de Snape para traerlo más cerca, más cerca. Ah, Dios, no había esperado que fuera de esta manera. Quemaba, la sensación ondulaba en un firme calor contra su espina dorsal, sacudiéndose hacia su entrepierna, alzando su excitación a un punto cercano al paroxismo. Gritó cuando la mano del mayor se cerró alrededor de su olvidado miembro, persuadiéndolo hasta la total excitación incluso mientras la incomodidad persistía, rogando por ser notada. Harry desechó la sensación con molestia, queriendo sentir esto, queriendo recordarlo, queriendo experimentarlo con cada fibra de su ser.

—Harry —dijo de nuevo Snape, sonando estrangulado, y se inclinó hasta quedar sobre sus codos a cada lado del cuerpo del muchacho, enterrando su rostro en el cuello de Harry, quien se pegó a su cuerpo con los brazos y piernas enredadas posesivamente a su alrededor mientras comenzaba a moverse, deslizándose dentro y fuera de él con un ritmo lento que encendió los nervios de Harry.

—Dios —susurró el chico, besando el costado de su rostro, y Snape se giró para encontrarlo, sus lenguas chocando juntas en un beso que parecía mitad deseo y mitad desesperación sincera. El fuego estaba creciendo, movimientos resbaladizos uniéndose impecablemente con arrebatador asombro y urgente necesidad; para Harry parecía que no existía nada en el mundo más que la cama en la que estaba y la agitada fricción de sus cuerpos mientras ambos se esforzaban por su mutua satisfacción. Los dedos de Snape se cerraban casi dolorosamente en su cuerpo, pero la sensación era una más para agregar al raudal de otras más que ya caían sobre él.

Y, finalmente, fue demasiado, sabía que tenía que ser tarde o temprano. Su pene se sentía al rojo vivo donde se frotaba contra los planos músculos del estómago de Snape, atrapado entre sus cuerpos, y la resbaladiza lubricación de su sudor mezclada con el aceite que quedaba de la mano del hombre hizo que Harry mordiera el interior de su mejilla para evitar gritar audiblemente. Finalmente, el fuego se volvió una siseante bola oscura en su interior y luego explotó, arrebatándole un grito desgarrador que sonó casi doloroso en el inminente silencio de la habitación.

Snape se tensó agonizantemente cuando la descarga de Harry fluyó entre ellos, y mordió su cuello con un estrangulado gemido, incrementando la fuerza de sus embestidas. El muchacho apretó sus brazos alrededor de él, moviendo sus caderas hacia los necesitados movimientos, sintiéndose elevar en el salvaje placer mientras dejaba que Snape usara su cuerpo para alcanzar su propio orgasmo.

Luego, el profesor gritó bruscamente, chocando contra Harry mientras liberaba su placer en lo profundo del cuerpo del joven, quien se estremeció ante su fuerza, sintiéndose asombrado, deshecho y completamente sorprendido por la ternura pura de la emoción que se encendió a través de él.

Pareció ser mucho después cuando Harry abrió sus ojos de nuevo para encontrarse enroscado contra el pecho de Snape, con los brazos del hombre enredados apretadamente a su alrededor. El profesor estaba a su lado con una mano acariciando rítmicamente su cabello. Sus ojos parecían incómodamente distantes mientras observaban el cuarto de un lado a otro.

Harry cerró sus ojos por un momento, preguntándose lo tarde que era. El fuego no parecía haber menguado notablemente, pero eso podría deberse a que estaba hechizado más que a la cantidad de tiempo que pudiera haber pasado.

—¿Cómo te sientes? —la voz de Snape era suave.

Harry tuvo que pensar en la pregunta por un momento antes de responder. ¿Cómo se sentía? Cálido, por el momento, y seguro. Protegido. Sudoroso, tranquilo y completamente exhausto, y sus nervios aún estaban cantando con los restos de su orgasmo.

—Bien —respondió, levantando su cabeza para mirar los ojos de Snape. Frunció el ceño, no agradándole lo hermética de la expresión del hombre cuando se posó sobre él.

Pero la mano aún acariciando su cabello al lado de su rostro hablaba de la ternura que Harry recordaba de cuando hicieran el amor, y eso lo confortaba de alguna manera. Le sorprendió notar que Snape le había hecho el amor, y no simplemente había tomado su virginidad como había estado esperando.

—¿Y usted? —Preguntó, sintiéndose ligeramente extraño. No estaba seguro de la etiqueta a seguir en este tipo de encuentros. ¿Esperaría Snape a que se retirara ahora? ¿Recordaría por la mañana que esto había pasado?

Fue un momento antes de que Snape respondiera.

—Bien —dijo, pero había cierta fragilidad en la palabra que hizo que el corazón de Harry doliera. Lo hizo enroscarse más contra su pecho y enredar sus brazos a su alrededor, imaginando que si Snape quisiera que se fuera, él se lo diría.

—No me lastimó —insistió, preguntándose si era por esto por lo que el profesor estaba preocupado. Viendo los ojos de Snape mirar hacia abajo, él levantó un dedo al lado de su cuello y presionó ligeramente contra el creciente cardenal donde el profesor lo mordiera. De hecho, sentía dolor en gran número de lugares, pero era una clase buena de dolor—. No me hizo nada que no quisiera.

Snape sonrió levemente, pero fue rápido y agudo, sin verdadero humor en ello.

—Puedes considerar las marcas una insignia de honor cuando les cuentes la historia a tus compañeros Gryffindor.

Y eso… era de lo que se había tratado todo, ¿no? De tener su Primera Vez, de forma que pudiera ser considerado un mago adulto y que todos dejaran de molestarlo. Sorprendentemente, había muy poca satisfacción en saber que había cumplido lo que se había propuesto.

—Severus… —Harry sintió algo congelarse en su interior ante la manera en que Snape se encogió ante el cariño en la palabra, pero se resistía a abandonar esa pequeña intimidad que habían logrado forjar juntos. Descansó una mano en el brazo de Snape y acarició ligeramente con su pulgar, preguntándose qué demonios estaba planeando decir.

La ceja del hombre se alzó interrogativamente y Harry se tensó sin motivo, abrazándose a sí mismo ante el esperado despido.

“Creo que es hora de que regrese a su dormitorio, señor Potter…”

Antes de que Snape pudiera decir las palabras, Harry soltó precipitadamente:

—¿Estaría bien si paso la noche aquí con usted?

La mirada de increíble sorpresa que cruzó el rostro de Snape fue casi cómica.

—¿Aquí, conmigo? —Dijo, como si nunca en su vida hubiera escuchado semejante cosa—. ¿Para qué?

Harry sintió su rostro caliente, pero rehusó retractarse. Su corazón estaba martillando.

—Po-porque me gustaría —no estaba seguro de qué otra forma explicarlo, y se sintió fatal cuando se dio cuenta de que probablemente no sería suficiente.

Pero algo en la mirada de Snape pareció relajarse ante las palabras y colocó una mano sobre la curva de la cintura del chico.

—Harry —dijo, más gentilmente esta ocasión—. De verdad deberías regresar con tus amigos.

Regresar con sus amigos. Eso daba a entender el lugar donde iba a pasar la noche. Harry pensó en eso mientras colocaba su cabeza de regreso en la almohada entre ellos, pensando en Ron y Hermione, en Fred y George, en Neville y Colin, y en todos los otros amigos que había hecho desde que viniera a estudiar a Hogwarts. Snape nunca había sido su amigo —tal vez nunca lo fuera— pero aun así, Harry no podía imaginar compartir esta clase de intimidad con nadie excepto con él.

Tal vez, para algunos, era posible ser algo más que amigos, sin tener que ser amigos.

—Nunca le agradecí —dijo ausentemente, sintiéndose adormecido por el peso y el calor de la mano de Snape en su costado—. Por salvar mi vida, quiero decir, el primer año que estuve aquí.

Hubo una pausa.

—No tienes que agradecerme, Harry —el tono del profesor era amargo, como si dudara de su propia participación en esas acciones.

—Sí tengo —Harry le miró y frunció el ceño, viendo el peso de muchos años de habitual soledad presionando desde detrás de la mirada de Snape. ¿De todos modos, cuántos años han pasado desde que el hombre viviera solo en estas mazmorras? ¿Cuánto había transcurrido desde que alguien lo mirara con algo más que sospecha y resentimiento, o lo tocara con algo parecido al afecto?

¿Cuánto había pasado desde que a alguien se le ocurriera preguntarse estas cosas de él?

—Quiero quedarme —dijo calladamente Harry, inclinándose para presionar su boca contra la de Snape. Dejó que el beso durara, rozando juntos sus labios con suavidad hasta que no hubo entre ellos más que aliento.

Snape permaneció tenso por otro interminable momento antes de que la resistencia se drenara de él con un tembloroso suspiro.

—Está bien —susurró, deslizando sus brazos alrededor de la cintura de Harry hasta que su cuerpo estuvo acomodado estrechamente contra él. Presionó un ligero beso en la coronilla de la cabeza del joven antes de situarse sobre la almohada a su lado—. Pero sólo por esta noche.

Había algo similar al alivio en las palabras, y Harry sonrió, gozando de la sensación de los brazos de Snape a su alrededor. Tal vez, sólo tal vez, él no era el único que iba a extrañar la comodidad de este momento cuando terminara.

Y tal vez, si el universo era bondadoso, nunca tendría que terminar para ellos.

 

 

~ * ~

 

 

Era debilidad pura lo que había provocado permitirle al chico quedarse. Porque Snape sabía muy bien que cuando la mañana llegara, Harry se habría ido, para no regresar. Ese conocimiento fue una amarga verdad en su interior, haciéndolo terriblemente consciente del frágil calor del cuerpo entre sus brazos, la viva esencia del cabello bajo su nariz, el fuerte retumbar del corazón latiendo al lado del suyo.
Y aun así… Harry había dicho que quería quedarse. Snape se negaba a pensar en lo que eso pudiera significar. Porque Harry no podría realmente quererlo, ¿verdad?

¿Verdad?

Empujando lejos el problemático pensamiento, Snape se acomodó más cerca de Harry y apretó sus brazos a su alrededor, negándose a pensar en lo posesivo que era el gesto. Tontos Gryffindor, siempre lanzándose de cabeza donde los mortales temen entrar. Si Harry quería deshacerse de él, entonces tendría que decírselo a Snape en términos claros.

Porque maldita sea si el profesor lo dejaba ir por su propia voluntad.

 

Fin

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