Háblame
sucio
Por Calanthe
Ubicación
original
Traducido
por Danvers - Beta: Ronna
Harry/Draco/Snape
Parte
1 – Los juegos que juega la gente
Me cuesta un poco volver en mí, y cuando finalmente lo hago,
todo está en calma y oscuro. Estoy de nuevo en la enfermería.
Ésta es, oficialmente, mi segunda casa. Hago un silencioso
inventario de mis heridas, flexionando los dedos de las manos y los
pies, contándolos sólo para estar seguro de que estoy
entero.
En realidad
no recuerdo qué ha pasado, y creo que me alegro de ello. Recuerdo
que teníamos mucha ventaja. Por lo menos a doscientos puntos
desde la última vez que conté, pero simplemente no podía
coger la Snitch. Eso me molestó, como si esa cosa tuviera una
mente, y una mente realmente malvada, además. Saqué mi
culo volando fuera de allí, probablemente en el mejor vuelo que
he hecho nunca, pero me eludió, siempre fuera de mi alcance.
Lo último
que recuerdo claramente es el grito de pánico de Ron; “¡Harry!
¡Sal de enmedio!”, y un raro y agudo pitido. De hecho ahora
que lo pienso, parecía más como un chillido. Ya sabes,
el típico que asociarías con bombas cayendo. Tan solo
recuerdo vagamente el impacto. Debo de haberme caído limpiamente
de la escoba, y temo pensar desde cuán alto he caído.
Por lo menos veinte metros, si no veinticinco.
Giro mi cuello
levemente, y entonces siento el dolor. Mi brazo izquierdo está
sujeto en algún tipo de chisme. Probablemente parte de la habitación
de tortura de la señora Pomfrey, de su uso habitual. Está
forzando mi brazo hacia fuera formando un ángulo con el codo
curvado hacia dentro; creo que los huesos deben de estar recolocándose.
Está caliente y me pica. Necesito rascarme el brazo desde las
puntas de los dedos hasta el hombro, pero hay algún tipo de campo
de fuerza alrededor y no consigo atravesarlo.
Dejo caer
de nuevo la cabeza en la almohada, furioso ante la idea de nuestra inevitable
derrota. Frunzo el ceño para mí mismo, la frente arrugada,
los ojos fuertemente entornados.
Entonces:
—Has
perdido.
Me relajo,
reconociendo la voz, el tono de burla. Abro los ojos de nuevo y solo
veo la enfermería igual de vacía que antes. Vuelvo mi
mirada hacia los pies de la cama y hablo al espacio vacío que
hay ahí.
—Estoy
bien, gracias —digo de mala gana, un poco de humor mezclado con
una chispa de exasperación. Sé que se va a reír
de mí por la derrota de mi equipo.
—Qué
pena. Tenía grandes planes para nuestra celebración privada
del triunfo —su voz es suave seda, provocándome de otro
modo; uno que sabe afecta a mi cuerpo tanto como a mi mente. Inclino
la cabeza hacia atrás, hundiéndola profundamente en la
almohada, y me río silenciosamente—. Pero no hay festejos
de triunfo para los perdedores, ¿no es así?
No contesto
pero imagino dónde deben de estar sus ojos, y le devuelvo el
desafío con la mirada, los agujeros de mi nariz ensanchados,
los ojos entrecerrados, sólo un toque de sonrisa en mis labios.
Una mirada cínica, compartida entre amantes.
—Oh,
no. Los perdedores no merecen ningún premio —insiste—.
Ni ningún beso. Perder no era una opción hoy. Te lo dije.
Pero tú no escuchabas —hay amenaza en su voz ahora, pero
no del tipo violento. Es del tipo que hace que el pelo de mi nuca se
erice de anticipación—. Creo que debería encontrar
un modo de castigarte por tu fracaso —se ríe, grave, fría
y calculadoramente. Pero su voz simplemente me pone más caliente
por todas partes; la comezón en mi brazo extiende ahora tentáculos
de sensación sobre todo mi cuerpo. Su voz siempre me provoca
así. A menudo me toco cuando estoy solo, rememorando sus palabras,
su tono de voz, hasta que me corro, mi visión llena de él.
Tan sólo de pensarlo me pongo duro. Puedo sentir mi polla llenándose,
apenas disimulada bajo la fina sábana. Debe de estar viéndola,
sé que lo hace.
—Ni
siquiera eso me hará cambiar de idea —se ríe de
mí.
Ahora escucho
mi cuerpo, mientras está de pie delante de mí, escondido
bajo mi capa. El calor se extiende por encima de mi cuello, siguiendo
el camino de mi repentinamente superficial respiración. Repaso
mis labios, una rápida pasada con la lengua, sólo para
humedecerlos, mi caliente respiración secándolos de nuevo
en un segundo. Estoy ahora completamente duro bajo la delgada sábana.
Mi polla tiene mente propia en lo que a él se refiere. Renuncio
a intentar controlarlo. Es encillamente demasiado bueno en esos juegos.
—Me
pregunto... ¿Te gustaría saber qué había
preparado para ti esta tarde? —su voz es un susurro, apenas ahí.
Pero las palabras arden en mi interior. Sabe que me tiene en la palma
de su mano. Mi cara está caliente ahora; la expectación
es dulce en mi boca. Toma mi silencio como aprobación.
Exhala lentamente,
y casi creo que puedo sentir su aliento sobre mí mientras comienza
su tortura.
—Me
encanta atarte. Mi pequeño héroe indefenso —su risa
es suave y astuta. Pura maldad—, mi damisela en apuros... —sus
palabras se van apagando y me imagino a mí mismo, atado y extendido
como las alas de un águila en su cama, como él sabe que
haré. Me da algún tiempo para fijar la imagen en mi mente,
mis ojos cerrados en momentánea concentración. Mis piernas
se abren involuntariamente bajo la sábana, hasta que mis talones
se enganchan a los bordes del colchón. Escucho su respiración
entonces, irregular por un segundo antes de que rehaga su compostura.
—Tan
ansioso. Nunca he... —pero no acaba la frase. Eso sería
llevar demasiado lejos sus sentimientos por mí. Y eso no es parte
del juego.
—Siempre
estás duro, mucho antes de que la primera cuerda esté
siquiera en su sitio. Duro y jadeante. Justo como ahora. Justo como
habrías estado para mi pequeña sorpresa.
Su voz es
tan suave, tan llena de calor. Ahora puedo ver mi erección bajo
la sábana, una minúscula zona húmeda como evidencia
de mi excitación. Sé que él también lo está
viendo.
—Pero
esta noche deberías estar boca abajo, mi pequeña puta.
Rogándome que te folle, sollozando ante mi dilación.
¡Oh,
Dios! Apenas puedo respirar, mi pecho está tan apretado... Tengo
que reclinarme hacia atrás y cerrar los ojos solo para recordar
cómo llenar los pulmones. ¿Conoce mi secreto, el único
que he intentado esconder desesperadamente sabiendo que lo usaría
para torturarme?
Lo hizo una
vez, atarme de ese modo, los brazos rectos a los lados, la cabeza a
los pies de su cama. Cada segundo de aquella noche arde en mi cerebro,
tatuado en mi líbido, garantizando hacerme gritar cuando lo revivo,
a menudo, en mis fantasías.
—Tengo
algunos regalos para ti esta noche, algunos juguetes nuevos con los
que jugar. Qué pena negártelos ahora —su voz está
llena con promesa de libertinaje y degradación. Sabe que lo deseo.
—No
te gustaría el anillo para el pene. Oh, no, no lo haría.
Pero te lo habría puesto y no te habrías negado.
Dice la
verdad. Le dejaría hacerme cualquier cosa.
—Habría
agarrado tu polla húmeda y pulsante en mi mano, acariciándola
ligeramente para aligerar tu frustración, pero sólo lo
suficiente como para empeorarlo —se ríe para sí
mismo, mirando cómo mi erección se sacude mientras habla,
y la lucha que estoy manteniendo para mantener la mano derecha en mi
costado.
—Lo
habría ajustado a tu alrededor, tu nuevo anillo, recogiendo tus
firmes testículos en mi mano justo de la manera en que te gusta,
y te habría masturbado vigorosamente, sabiendo que no podrías
correrte. Habría frotado tu humedad sobre ti, y despegado tu
prepucio para que tu parte más delicada estuviera expuesta. Habría
presionado las yemas de mis dedos en el hueco pegajoso justo bajo tu
suave cabeza para provocarte ahí. Te habría hecho gritar
mi nombre contra el colchón, mis manos bajo tu retorcido cuerpo.
Ahora estoy
jadeando desvergonzadamente, el deseo de decir su nombre una y otra
vez justo en la punta de la lengua. Pero no voy a ceder. Aún
no.
—Quizás me habría corrido entonces, mientras tú
no pudieras. Podría haberme apartado de ti, a los pies de la
cama. Sí, eso creo. Justo donde pudieras verme, sin esperanzas
de tocarme. Me habría desnudado entonces, y acariciado mi polla
rígida. Lentamente, muy lentamente para prolongar tu tortura,
mirando directamente a tus ojos, suplicantes y desesperados. Y me habría
corrido, y quizás algo habría alcanzado tu cara, y me
habría reído de tus fallidos esfuerzos de alcanzarlo con
la lengua —una pausa antes de—: Y quizás entonces
te habría besado, dejado probarme; olerme, en mi propio aliento.
Pero sólo si hubieras sido muy, muy bueno.
Estoy gimiendo
en voz baja en la silenciosa enfermería. Está apretando
cada botón que tengo y lo sabe. Nunca lo he visto tocarse pero
sabe que deseo hacerlo. La sábana está ya empapada, mi
polla gotea, rogando por ser tocada. Pero espero. Sé que hay
más por venir. Siempre hay más con él.
—Te
habría tocado, entonces. Me habría apiadado de tu frotamiento
contra el colchón, bombeando las caderas en frustración,
deseando alcanzar la liberación —su voz corta la erótica
niebla creada por la necesidad que mi cuerpo clama a gritos, indefenso
como estoy, arrastrándose hasta mí.
—Me
habría arrodillado entre tus piernas, acariciando tus pelotas
palpitantes, aprisionadas, simplemente haciendo cosquillas a esa piel
para mantenerte rogando por mí. Y habría delineado dibujos
en tu espalda, besuqueándote, haciéndote gemir. Entonces
habría inclinado mi cara hacia tus nalgas, y respirado un aliento
caliente y abrasador a lo largo de tu culo mientras te atormentara.
¿Te lamería? ¿No lo haría? Te habría
tenido en vilo durante lo que parecerían años.
Su voz es
lo único que existe en mi universo. Sólo está él.
Ahora estoy apretando y relajando el culo, intentando frotarme yo mismo,
para crear alguna fricción ahí e imitar sus palabras.
Él sabe lo que estoy haciendo. Me llama su puta.
—Y
entonces habría cedido a tus ruegos y lamido el camino hacia
tu hucha, demasiado suave como para tocar tu agujero. Me habría
reído de diversión ante tu grito de frustración,
y habría hundido mis dientes en el carnoso cojín de tu
trasero, mordiéndote. Te habría mordido tan duro que habría
saboreado tu sangre. Pero sólo si hubieses ganado.
Mis ojos
están cerrados, apretadamente cerrados, como si eso impidiera
mi perdición. Pero sé que no lo hará.
—Cuando
estuviera satisfecho de que fueras a llevar mi marca durante semanas,
entonces habría metido un dedo en tu entrada, haciéndote
pensar que lo presionaría dentro de tu cuerpo. Pero no lo haría.
Me acariciaría la polla entonces, sin que tú me vieras,
mientras seguiría atormentándote con un dedo.
Casi puedo
sentir su dedo acariciándome ahora. Imagino que su mirada está
atrapada entre mis piernas, mirando el presemen nacarado goteando de
mi polla, mirando cómo vibran mis nalgas, lo único que
puedo hacer para estimularme a mí mismo.
—Yo
estaría intentando mojarme el dedo en mi propio lubricante corporal,
y empujando hasta atravesar el estrecho anillo de tu ano, penetrando
dentro de ese túnel caliente y musculado que tanto deseo follar.
Pero has perdido, así que no puedo —detiene su obsceno
monólogo, manteniéndome en ascuas por sus próximas
palabras susurradas.
—Tu
almizclado y caliente olor me habría alcanzado entonces, y habría
sacado el dedo y enterrado la cara en tu rendija, tragando y sorbiendo
ese estrecho y fruncido agujero. Te habría saboreado y tragado,
y follado con mi lengua, mientras me rogaras que te tomara, y te tomara
con abandono. Tan duro que te doliera. Es así como lo habrías
deseado para entonces.
Tiene razón,
y sabe que yo lo sé. Mis ojos parpadean, mirando el espacio donde
está, y bombeo mis caderas para él, dejándole ver
cuánto me afecta. Escucho su respiración y siento triunfante
que está caliente, ahora, como yo. Necesita continuar tanto como
yo lo necesito.
—Y
por entonces, ya habría jugado contigo lo suficiente. Habría
sostenido tus caderas en alto y golpeado mi polla dentro de ti, de tu
estrecho y sucio agujero. No habría tenido compasión mientras
te follara, escuchándote gritar mi nombre, tu voz tan rota como
tu cuerpo. Deseando en secreto, dentro de esa obscena mente tuya, que
hubiera una polla grande y gruesa follándose tu boca, justo como
yo me estaría follando tu culo.
Mis ojos
están estrechamente cerrados; la humillación y la necesidad
en mi cuerpo están más allá del límite.
¡Lo sabe! grito en mi interior. ¡Lo sabe, y
está enfadado! Pero después me susurra, su voz mortal
y abrasadora:
—Y
entonces te habría dado tu segundo regalo.
Mis ojos
se abren bruscamente, mirando al espacio que sé que ocupa aún
cuando no puedo verle. Casi no le oigo hablar sobre mis propios jadeos.
—Lo
he encontrado, sólo para ti. Busqué y te encontré
una bonita polla, grande y ávida, para llenar esa obscena y preciosa
boca tuya mientras te follo. Sólo si hubieras ganado.
¡No
puedo creer lo que estoy escuchando! ¿Pretende lo que dice, o
es solo un juego? Sé que mi ceño se frunce ligeramente
mientras intento entenderlo. Ríe, una risa sucia y astuta. Estoy
ardiendo por todas partes.
—Le
habría llamado entonces, y dado sólo un momento para notar
tu total subyugación, antes de ordenarle que se desnudase para
ti.
Esto no está bien; mis dedos no pueden estar inmóviles
más tiempo. Mi mano se desliza a través de mi vientre,
mi cadera, por debajo de la sábana, tocando la mancha de fluído
que ha goteado de mí. Entonces la sábana es arrancada.
Debe de haberla agarrado a través de la capa, porque aún
no puedo verle. Tira de ella, centímetro a centímetro,
recorriendo mi cuerpo hasta que mi febril erección es expuesta,
mis tentativos dedos bailando tan cerca de tocarla, y entonces mis piernas
extendidas, hasta que estoy completamente desnudo ante él.
Gime su aprobación
mientras continúa:
—Él
habría sabido exactamente qué hacer. Yo ya le habría
hablado ti. De lo que deseas.
Ahora mis
dedos se arrastran sobre mi polla, y ésta se sacude ante mi contacto.
—Él
habría agarrado tu barbilla y te habría hecho tomar su
miembro justo dentro. No habría sido amable. Ya le habría
dicho yo que no lo fuese. Habría usado tu boca, entonces. Usada
para follar, para correrse él mismo, mientras yo hacía
lo mismo con tu desatado agujero... golpeando dentro de ti desde dos
direcciones; simplemente usándote, para hacernos corrernos a
ambos, mi pequeña puta en celo.
Me estoy
pajeando ahora. No puedo parar. Yo tampoco estoy siendo amable. Él
sabe que, en lo profundo de mi interior, soy una puta. Adoro que esté
mirándome, haciéndome hacerme esto a mí mismo.
—Me
pregunto qué te haría sentir eso. Mi polla golpeando tu
próstata en cada cruel empuje, ensanchando al máximo tu
entrada, y su polla, atragantándote mientras follara tu boca
tan brutalmente, sus pelotas abofeteando tu barbilla, arrancándote
gemidos desde lo profundo de tu cuerpo. Sabiendo todo el tiempo que
tú no serías capaz de correrte. No hasta que yo te lo
permitiese.
El hormigueo
de mi próximo orgasmo está presente en cada dedo de mis
manos y mis pies, a través de todo mi cuerpo, mi brazo moviéndose
furiosamente, mi único acompañamiento el húmedo
sonido de mi masturbación.
—Y
entonces me habría compadecido de ti como sabías que haría,
al final. Habría alargado la mano bajo tu desesperado cuerpo
y habría soltado el anillo, y tú habrías quedado
libre. Te habría acariciado hasta que terminaras, aun sabiendo
que no necesitarías que te tocase. Habrías gritado y gritado.
Él se habría corrido primero, en tu boca. La música
de tu pasión habría sido demasiado para el. Y mientras
su semilla inundara tu ávida garganta, tú tragarías
y saborearas con desesperación; entonces te habrías corrido
sobre mi mano. Chorros calientes y brutales que nunca habrían
acabado, por lo mucho que lo necesitarías. Y porque yo te lo
habría permitido.
Y entonces
me corro. Justo como lo ha descrito. Gritando su nombre en el silencio
de la enfermería, mi voz rota e irregular. El semen cálido
saliendo de mí, salpicando en mi cuerpo e incluso en la almohada,
tan violentos son los espasmos. Estoy sollozando, incapaz de hacer nada
más. Sé que lo adora. Escucho su propia respiración
ahogada, su propia lucha para completar su juego.
—Yo
me habría corrido por fin, escaldando tu conducto con mi semilla,
llenándote, dando los empujes finales en tu sumiso cuerpo.
No puede
continuar, la voz casi rota. Creo que debe de haberse corrido entonces,
bajo la capa de invisibilidad. Escucho su propio sollozo ahogado mientras
se estremece en su orgasmo, quizás en su propia mano. Miro al
espacio vacío y desearía poder haberlo visto, como él
me miraba a mí.
Recuperamos
el aliento juntos en la oscuridad de la enfermería, él
en privado, yo en público. Después de unos pocos minutos
dice:
—¿Por
qué no has ganado? —y entonces se va. Veo la puerta balancearse
y cerrarse detrás de él.
Y me quedo
solo.
Dos días después tengo la oportunidad de hacérselo
pagar. Espero el momento oportuno, sonriendo para mí mismo ante
el pensamiento de lo que podría hacer. Finalmente, llega la última
lección del día. Pociones. Tengo que aguantar cerca de
dos horas de burla y humillación. Me he acostumbrado a ello.
Atrapo la
mirada del bello y frío capitan de quidditch de Slytherin mientras
pongo los ojos en blanco ante uno de los mejores esfuerzos del profesor
para irritarme. Él no aparta la mirada sino que me la sostiene,
haciéndola una lucha de miradas. Sus ojos se estrechan ligeramente,
una malvada sonrisa crispando sus labios, antes de que su vecino le
haga prestar atención a la clase de nuevo.
Continúo
con mis chapuceros esfuerzos, apenas concentrado en el trabajo que tengo
ante mí. Tolero más mordaces críticas para el divertimento
de la clase, antes del momento en que el profesor Snape considera conveniente
dejarme solo. En algún momento elevo la vista de nuevo, vagando
mi atención una vez más. Me están mirando, Snape
y Malfoy, uno al lado del otro... una operación de contraste
de colores. Tienen la misma mirada depredadora y hambrienta; la misma
torsión en los labios, mientras me miran desde arriba y entonces
lo sé. De repente, lo sé.
Aparto la
mirada y sonrío entonces, sabiendo ya lo que haré para
seguir con este juego. Aprovecho cada oportunidad que tengo para acosar
a Malfoy durante el resto de la lección. Lo espoleo con mi mejor
mirada, lo empujo contra la puerta del armario de ingredientes, doy
un rodeo para pasar por su banco de trabajo y arruinar su poción.
Y todo el tiempo, el Señor Mal Fario se enfada más y más.
Siempre lo reconozco por el chasquido de su túnica mientras atrona
a través de su clase. Siete años es mucho tiempo para
estudiar el leguaje corporal de una persona. Me río interiormente,
consciente de que estoy provocando confusión y disturbio.
El profesor
Snape me grita al final de la lección que me quede a hablar con
él. Otro castigo, sin duda. Pero yo obedezco. Me conviene hacerlo.
Me quedo de pie ante él, que está sentado en su escritorio
mientras me lanza desdeñosamente sus observaciones sobre mi comportamiento
y desenvoltura en la clase de hoy.
Apenas le
presto atención, centrado en mis propios pensamientos, hasta
que grita “¡Míreme!” y de pronto está
en pie, inclinándose sobre su escritorio, sosteniendo su peso
sobre los puños. Bien. Justo donde lo quiero. Lanzo
un Petrificus Totalus y bloqueo la puerta antes de que acuse
mis movimientos.
Me inclino entonces, imitando su pose congelada. Y digo:
—Era
Malfoy, ¿no es así? La polla en mi boca. Habría
sido Malfoy.
Ya no es
una pregunta. Evidentemente no puede responderme, paralizado y rígido
como está. Pero veo el destello de humor en sus ojos y escojo
dejarle recuperar la habilidad de hablar. Agito mi varita y su cara
queda liberada, aunque mantengo su cuerpo justo donde está. Se
ríe. Eso es todo. Sólo su grave, sucia y maliciosa risa.
Me muevo
entonces, paseando alrededor de su amado escritorio, acercándome
detrás de él hasta que mi cuerpo está presionado
contra su espalda. Sé que puede sentir que estoy duro. Empiezo
a levantar su túnica, moviéndola delicadamente entre mis
dedos hasta que el dobladillo queda arrebujado alrededor de su cintura.
Presionando justo contra él, ahora centro mis esfuerzos en desabrochar
sus pantalones. Su respiración se hace jadeante, pero aún
no dice nada. Me tomo mi tiempo con los botones de su bragueta, frotándole
más de lo realmente necesario, riéndome en voz alta de
las pequeñas alteraciones de su respiración. Mucho mejor
hacerlo a mano que desnudarle con un hechizo murmurado.
Le bajo los
pantalones y la ropa interior por las piernas, su desnudo y pálido
trasero presionado contra mi entrepierna. No toco su erección
pero permito a mis manos permanecer sobre sus caderas, dejándole
pensar que quizás lo haga, y entonces me aparto. Gruñe
en muda frustración. Abro el cajón de su escritorio, todavía
manteniendo su túnica levantada, sujeta como está entre
él y yo. Me hago un lío abriendo el lubricante para cubrir
mis dedos. Los cuento mientras los engraso:
—Uno...
dos... tres... cuatro... —para que sepa que no voy a ser amable.
Y entonces los presiono en su inmóvil grieta, invadiendo su cuerpo,
su ano caliente y estrecho, un dedo tras otro, antes de liberarle del
hechizo.
Se mueve
hacia adelante, un poco desencajado ante mi audaz movimiento, pero desplega
sus piernas tanto como le permiten los pantalones. Entonces yo río
malvadamente mientras empujo primero dos, y luego tres dedos bruscamente
dentro de él y le follo duramente con ellos, añadiendo
el cuarto mientras jadea y gime sus súplicas, haciéndome
reír aún más fuerte.
Me aparto de él justo cuando se empieza a acostumbrar a la sensación
de tenerme ahí. Empuja su culo hacia mí, una lasciva tentación,
pero estoy demasiado ocupado desabrochándome los pantalones.
Le empujo hacia abajo bruscamente, lubricando mi rígida polla
sólo un poco antes de introducirme dentro de él, de un
largo golpe. Grita para mí entonces, y aparto el pelo de su cara.
Golpeo dentro
de él tres o cuatro veces antes de detenerme para hablar.
—Mentiste.
Entonces
deja caer su cuerpo, colocando su pecho plano contra el escritorio,
exponiéndose para mí, y puedo ver mi polla enterrada en
él. Gira su cabeza y está riendo.
—Lo
sé —suspira.
Le follo
algo más, empujando su entrepierna contra el borde de su tan
amado escritorio, clavando las puntas de mis dedos en sus esbeltas caderas.
Eso me da más equilibrio. Espero dejarle cardenales.
—No
perdimos. Ganamos —digo, a ritmo de mis embates.
No me responde
con palabras. Me lo dice con gemidos y lloriqueos, y grita que disfrutó
de su pequeño juego, mientras me abro paso dentro de su cuerpo
sin compasión.
Al final,
mientras estoy cerca de disparar en su interior, grito “lo quiero”.
Y le digo
con mi cuerpo que me estoy corriendo. Él se está corriendo
también. Pero antes de hacerlo, deja escapar un:
—Lo
sé —y me corro entonces, gritando su nombre en el eco de
su clase en las mazmorras, y él grita el mío mientras
sucumbe a su deseo también, y bombea su orgasmo con la oscura
madera de veta presionando contra él.
Nos quedamos
unidos durante un minuto o dos, recuperando el aliento, retomando cierta
compostura. Me inclino para acariciar su mejilla colorada con las puntas
de mis dedos y él suspira felizmente, y murmura:
—Lo
sé.
Parte
2: Jugando con los juguetes del profesor
Cuando Severus
me dijo que se estaba follando a Potter, casi escupí el coñac.
Cuando me dijo lo que Potter quería, bueno... ahí
fue cuando me atraganté. Le gusta escandalizarme, al sucio viejo
pervertido. Y sin duda lo hizo aquella noche. Casi no me lo creía
cuando Severus me describió la fantasía más íntima
de Potter, la que erróneamente pensaba bien escondida. ¡Dos
a la vez! ¡Y tratado como una vulgar puta! Sí, estaba
conmocionado, y eso no suele pasar a menudo. ¿Cómo podía
rehusar? De hecho, cuanto más pienso en ello más duro
me pongo. Tan sólo la idea de usar a Potter de ese modo hace
que se me acelere el pulso.
Cuando fue
herido en el partido de Quidditch y nuestro pequeño ménage
a trois se aplazó, quedé más decepcionado
de lo que quiero admitir. ¡Dioses! La simple imagen mental de
su sumisión había inflamado mis fantasías masturbatorias
durante muchas noches. Tanto que me vi forzado a jugar a ese juego con
Blaise, sustituyendo a Potter por Pansy, con la débil esperanza
de exorcizar mis demonios nocturnos. No estuvo a la altura. Fue un timo.
Y la fantasía me siguió rondando hasta que me encontré
erecto cada vez que él estaba cerca de mí. Cada vez que
atrapaba su mirada y él la devolvía, yo imaginaba esos
grandes ojos verdes levantándose bajo sus pesados párpados,
implorándome en silencio que le follara más fuerte. Más
de una vez mi pulso llegó a mi garganta mientras le observaba
moverse, imaginándole atado para mi placer.
Al final,
cedí y volví a visitar a Severus, esperando que surgiera
el tema de reprogramar nuestro encuentro. Oculté mi euforia cuando
sucedió. No me convenía mostrar mi ansiedad ante su escrutinio.
Me reí a voces cuando me contó cómo Potter se había
vengado de su juego en la enfermería. Severus no ocultó
ningún detalle, y se deleitó en mi excitación mientras
sus ojos me miraban fijamente, pintando con palabras un cuadro de sus
actos más privados. Su ronca voz se derramó sobre mí
mientras describía con explícitos y morbosos detalles
cómo planeaba trazar su siguiente movimiento contra su amante.
Su grave risa se deslizó sobre mi piel mientras me invitaba a
masturbarme mientras hablaba. ¡Que le jodan por saber que estaba
tan excitado!
Hicimos nuestros
preparativos y él subrayó su propiedad sobre Potter. Yo
tenía permitido jugar, pero no conservar. Solté una risa
falsa ante su velada amenaza, pero sabía que me conocía
suficientemente bien como para reconocer mi interés. Lo apacigué
tan sinceramente como pude, pero secretamente dudaba de mi propia capacidad
para ceñirme a las reglas.
Severus convocó
a Potter entonces, por medios no del todo claros para mí. Me
ordenó que me cubriera en lo que afirmó era la capa de
invisivilidad de Potter; así podría ver sin ser visto.
Y entonces me forzó al silencio con un rápido movimiento
de muñeca. Colocó mi silla de modo que pudiera verles
a ambos desde cerca y reiteró la necesidad de seguir su pequeño
guión. Me dirigió una mirada de advertencia mientras se
levantaba para abrir la puerta y dejar entrar a su amante.
Me puse duro
y goteando mientras les miraba besarse con abandono. Gimieron el uno
en el otro y encallaron sus cuerpos juntos como si quisieran meterse
bajo la piel del otro. Fue justo entonces cuando me di cuenta de cuán
seriamente estaba Severus involucrado con Potter. Mi pecho se bloqueó
ante el súbito golpe que el pensamiento provocó en mí.
Pero no pude parar de mirar sus lenguas precipitándose dentro
de sus bocas, o el modo en que presionaban sus entrepiernas juntas.
Había pensado en algún lugar de mi mente que Potter era
el sumiso en esa relación, pero ahora vi que estaba equivocado.
Eran iguales, probando los límites de su pasión, la profundidad
de su depravación. Eran tan calientes juntos que la sangre escaldaba
mis venas. Tuve que liberar mi palpitante polla de los pantalones y
tocarla, aun antes de que se sentaran y empezaran a hablar. Las puntas
de mis dedos se mancharon cuando tracé los relieves de mi erección
mientras les miraba. Agradecí el hechizo de silencio. No quería
que Potter escuchara mis gemidos.
Finalmente
se sentaron uno de cara al otro, tan solo a unos cuantos decímetros
de mí. Podía ver cada rápida inhalación
elevando sus pechos, y cada mancha de piel roja en sus rostros y cuellos.
Los deseaba. Deseaba ser parte de lo que tenían. Tenía
que haber un modo.
—¿Por
qué me has llamado? —preguntó Potter.
El rostro de Severus se rompió en una lenta y maliciosa sonrisa
antes de contestar en voz baja:
—Tengo
un nuevo juego.
No había
necesidad de que Potter contestara. La ávida obediencia brillaba
en su cara, en su cuerpo. No pude evitar mirar cómo su mano se
desplazaba hacia abajo para acariciar el bulto en su regazo, ni escuchar
la tranquila risa de Severus. El jefe de mi casa extendió sus
piernas lentamente y vi con narcótica fascinación cómo
un gran rubor se extendía a través de la cara de Potter.
Sus ojos estaban ahora pegados a Severus, aún mientras presionaba
los dedos en su confinado bulto. Mis propios dedos estaban bastante
ocupados, metidos en mis pantalones para acariciar el liso bulto escondido
ahí. Me encanta tocarlo, especialmente desde que Blaise me enseñó
el hechizo de afeitado de pelo no deseado.
—Pareces
incómodo, amor mío —suspiró Severus en la
tranquila habitación—. ¿Por qué no te ocupas
de tu... incomodidad mientras hablamos? —No era realmente una
pregunta; más bien una orden. Una que Potter estaba muy feliz
de obedecer. Mis propios dedos se detuvieron mientras le observaba liberarse
al aire. Cuando se asió la polla en el círculo del puño,
su cabeza cayó contra el respaldo de la silla y sus ojos se cerraron.
Deseaba asaltarle y hundir mi miembro justo en el fondo de su garganta,
ahí y ahora. ¡Dios! ¡Quiero follármelo!
Cada parte de mí lo gritaba, pero más especialmente
la pequeña ranura en mi extremo, que bombeaba un fino torrente
de transparente lubricante en mis dedos mientras lo observaba. Ya estaba
temblando por todas partes, y ellos apenas habían empezado.
—Déjame
mirar cómo te masturbas, Harry —murmuró—.
Ya sabes cómo me gusta eso, ¿verdad? —Potter soltó
un ahogado sollozo en respuesta y empezó a pajearse firmemente.
Copié los movimientos de su mano en mi propia polla, intentando
desesperadamente imaginar en mi cabeza que era su mano alrededor de
mi mango, sus dedos apretando mi caliente y almizclada carne. Mi respiración
se aceleró mientras lo hacía la suya, nuestra excitación
perfectamente sincronizada.
—Mmm. Eso está muy bien —suspiró Severus,
su mano abarcándose a sí mismo a través de su ropa
y presionando rítmicamente su aprisionada erección. Pero
mi atención era en verdad toda para Potter.
—Mañana,
Harry, no vas a decir “no” —Severus negó ligeramente
con la cabeza para manifestar su opinión—. A nadie, no
importa lo que te pidan. ¿Lo entiendes? —la mirada de Harry
se dirigía a la boca de su amante, su mano moviéndose
más rápida; mi mano también se movió con
más rapidez. Asintió, pero parecía incapaz de hablar.
Como, para decir verdad, estaba yo también.
—Especialmente
si te piden favores —Severus estaba ahora desnudando a Potter
con los ojos, su propia respiración irregular y fragmentada entre
jadeos. La vista y el sonido de la masturbación de Potter estaban
teniendo el mismo efecto en él que estaba teniendo en mí.
Los dos queríamos explotar. Dentro de Potter, sobre Potter; en
cualquier lado con tal de que fuera con él—. Favores sexuales,
Harry —Severus gruñó en esa espinosa, erótica
voz suya—. Si alguien te pide que le permitas tocarte, ¿qué
le dirás?
La mano de
Potter se ralentizó. Tragó saliva antes de decir con voz
entrecortada:
—Sí.
—Si
alguien te pide que le toques, ¿qué dirás? —Severus
estaba torturando ahora a Potter con el timbre de su voz. Contuve la
respiración mientras esperaba su respuesta, mi mano resbalando
y deslizándose en la capa de presemen que bañaba mi longitud.
—Sí
—consiguió decir a su amante, recibiendo una comprensiva
sonrisa de vuelta.
—¿Y
si te ordenan que te arrodilles y se la chupes? ¿Que lamas hasta
que disparen su pasión en tu boca y te fuercen a tragarla entera?
—Potter gemía ahora con cada bombeo de su puño.
Como estaba yo—. Dime, Harry. Dime qué les dirás...
—la voz de Severus se fue apagando, sus palabras flotando en el
caliente aire de la habitación. Pensaba que Potter no iba a contestar
nunca, de lo mucho que tardó.
—¡Sí!
—rechinó a través de sus dientes apretados, apenas
audible sobre los deliciosamente húmedos ruidos de su hipnótica
masturbación. Estaba empezando a ser difícil mantener
los ojos abiertos mientras se acercaba mi orgasmo. Luché conmigo
mismo para ver cómo Potter se corría. Quería verle
desatado. Deseaba probarle pero sabía que eso no era para hoy.
Severus esperó
un momento. Le dio a Potter algunos momentos para llegar al borde de
su explosión antes de añadir furtivamente—: ¿Y
si el equipo entero de Quidditch de Slytherin te quiere agachado para
follarte como a una puta? ¿Qué dirás entonces,
Harry?
Nuestros
orgasmos fueron simultáneos. Un puñal afilado se movió
a través de mi entrepierna hasta que espesas y pesadas gotas
de semen blanco explotaron en mi puño, mientras Potter gritaba
“¡SÍ!“ a su amante, vaciándose
en su regazo y sobre la tapicería de la silla.
Me desplomé,
conmocionado y excitado más allá de las palabras ante
la escena de la que había sido testigo. Siempre me había
tenido a mí mismo por un jugador experimentado y experto, pero
esos dos me hacían avergonzar. Lo deseaba. Los deseaba.
Y mañana, juré, los tendría.
Me empecé a meter con Potter pronto aquel día. Simplemente
para que supiera cómo iba a ser. Quería crearle tensión;
la anticipación de lo que podría hacer. Por supuesto,
mis actos también tuvieron el mismo efecto en mí. Agradecía
mi amplia túnica, duro como estuve la mayor parte del día.
Empecé con medidas inofensivas, pero suficientemente fuera de
lo ordinario para que lo supiera. Le pedí su asiento
en la biblioteca; le hice cambiarse en frente de todos sus amigos. Le
pedí los deberes de Transformación antes de que entrásemos
en la clase y luego me negué a pasárselos cuando llegó
el momento. Le pedí que me sirviera la cena en el Gran Comedor.
Ésa causó impresión, os lo aseguro. Crucé
la mirada con nuestro profesor de Pociones y le devolví la malvada
sonrisa.
Antes de disculparle de sus servicios de camarero le agarré la
muñeca, retorciéndola un poco, y susurré:
—Ve
esta noche a la Torre de Astronomía a las nueve en punto —sonreí
con desprecio entonces, mientras sus ojos se abrían como platos,
sabiendo que pasaría la tarde preguntándose qué
tendría permitido hacer y qué no. No besar. No follar.
Pero no importaba... había otras opciones.
Cedí después de cenar y me masturbé anticipando
lo que iba a venir. Difícilmente quería avergonzarme a
mí mismo cuando finalmente tuviera sus labios envolviendo mi
más tierna carne, ¿no?
Era patético, lo sé, pero llegué pronto a la torre,
incapaz de mantenerme alejado más tiempo. La transpiración
recorría mi espalda, y mi pulso martilleaba locamente en mi garganta
y mi entrepierna. Cuando finalmente escuché sus pasos alcanzar
lo más alto, me llevó un minuto entero recobrarme lo suficiente
como para girarme y encararle. Me conmocionó verle apoyado despreocupadamente
en el marco de la puerta, simplemente esperando mi placer, mis instrucciones.
Su mirada era ferviente y su deseo de jugar estaba impreso sobre todo
él.
—Acércate, Potter —murmuré en la inmóvil
atmósfera. Sus ojos no se apartaron de los míos mientras
caminaba despacio hacia mí, balanceando ligeramente las caderas
en esa exótica y desquiciante manera suya.
Cuando se quedó a menos de un paso en frente de mí, cuando
pude sentir la ráfaga de su aliento sobre mi mejilla y ver el
indicio de rubor avanzando por su cuello, entonces dije—: ¿Puedo
tocarte?
Creo que le sorprendí cuando dije eso. Sus cejas se levantaron
momentáneamente hacia el nacimiento de su pelo, antes de que
su cara se volviera a estabilizar en una beatífica sonrisa.
—Sí.
Mi mano se alargó y apretó su entrepierna, acariciando
tiernamente con el pulgar a lo largo de su carne estrechamente revestida.
Agradecí que estuviera tan duro como yo lo estaba. Dejó
escapar un pequeñísimo sollozo ante el contacto, pero
no hizo ningún movimiento para presionarse más contra
mí. Su autocontrol era evidente. Me acerqué a él
entonces, inclinándome para susurrar en su oído. Escuché
el modo en que inhalaba el aroma de mi pelo mientras rozaba su mejilla
y me alegré de que no pudiera ver mis ojos cerrarse por un momento.
—Tócame —murmuré, tan bajo que podría
no haberlo oído, pero lo hizo. Sus jadeos llegaban a mi pelo,
agitando las largas y rubias mechas. Creo que ése fue el punto
en que supo con toda seguridad que le había visto con su amante
la noche anterior. Inclinó su cabeza ligeramente hacia adelante,
hasta que su frente estuvo muy cerca de descansar sobre mi sien. Quería
que cerrara ese último espacio minúsculo, pero no lo hizo.
Yo tampoco.
No noté su movimiento en absoluto, pero estallé de hambre
cuando las puntas de sus dedos rozaron mi dolorosa erección.
—Mmm… hueles bien —susurró contra mi cuello.
Sentí la primera picazón de rubor azotar mis mejillas,
y me costó un momento serenarme. Todo el tiempo nuestras manos
acariciaron y exploraron nuestros bultos gemelos. Podía sentir
la presión de su palma contra mis testículos mientras
sus dedos se deslizaban entre mis piernas. La expectación de
su roce contra mi carne desnuda me provocó un nudo en la garganta.
Le apreté entonces, para desviar su atención y ganar tiempo
para mí mismo. Sentí el leve cosquilleo de sus pestañas
sobre mi mejilla y me preparé para dar el siguiente paso.
—Quítate la ropa, Potter. Te quiero desnudo mientras me
la chupas. —Mi voz sonó calmada e imponente, esperaba que
solo yo supiese cuán nervioso estaba. No pude detener una pequeña
queja de decepción que escapó de mis labios cuando se
alejó un paso de mí y empezó a desnudarse.
Podría haberle mirado durante horas.
Su pausado y desenvuelto striptease no sólo afectó a mi
cuerpo, sino también a mi mente. Me amonesté a mí
mismo silenciosamente por no haberme dado cuenta antes de lo despampanantemente
guapo que era, y es. Observar cómo se desprendía de su
camiseta blanca por la cabeza para exponer su delgado y musculoso cuerpo,
me hizo sentir vulnerable por un momento. Tenía un aspecto tan
fuerte, tan poderoso, y yo me sentía débil a su lado.
Sus ojos pocas veces dejaron mi cara mientras se desnudaba, y cuando
se bajó los pantalones y la ropa interior, exponiendo por primera
vez su gruesa y dura polla, atrapé su sonrisa de satisfacción.
Sabía que mis ojos debían de estar como platos ante mi
primera visión de él en condiciones. También leí
en su cara que sabía que estaba intentando imaginar su órgano
alojándose dentro de mí. Tragué saliva dolorosamente
mientras consideraba cuán ancho me estiraría; deseándolo,
sabiendo que tenía que conseguirlo. Sus ojos siguieron la dirección
de mi mirada y se miró a sí mismo, inclinando su cabeza
hacia un lado como si pensara profundamente, antes de envolver su mano
con cuidado alrededor y acariciarse a sí mismo.
Mi excitación era febril cuando le hice señas de que se
arrodillara ante mí. Obedeció rápidamente y sin
dudar. Tan bien entrenado, pensé. El balanceo de su
erección mientras se trasladó al suelo me paralizó.
Pero entonces caí en esos ojos; los que me habían mirado
en mis fantasías. Casi rasgé mi bragueta, desesperado
por tener su boca sobre mí, por sentir su lengua lamiendo mi
carne como si fuera el regalo más sabroso imaginable. Debió
de leer mi ansia porque rió ligeramente y apartó mis manos.
Ese primer toque de sus dedos en mi polla casi hizo que me explotara
la cabeza. Es imposible recordar cuál de los dos estaba más
caliente. Gimió deliciosamente mientras apartaba la tela, revelandome
por completo y deslizándose con las puntas de sus dedos sobre
mi pegajoso fluido y bajando... directo a mis testículos. Aún
se tomó el tiempo de dejarlos libres y los trató con infinito
cuidado, jadeando sobre su lisa textura antes de inclinarse y lamerlos.
Agarró mis caderas para sostenerse mientras se tragó primero
uno y luego el otro con su boca. Podía sentir la punta de su
nariz presionada en mi rigidez mientras yo disfrutaba del sonido de
sus entusiastas jadeos. Antes de saber qué estaba haciendo, coloqué
una mano en su cabeza, presionándole contra mi entrepierna, rogándole
silenciosamente que tomara más de mí.
Cuando el testículo se deslizó de su boca para descansar
contra sus labios separados, levantó la mirada hacia mí
y dijo:
—Me
gusta que estés afeitado. Te siento increíble en mi boca,
contra mi lengua. Tan suave... —y entonces estaba sobre mí
de nuevo y mis ojos se cerraron fuerte e involuntariamente ante sus
atenciones. Escuché muchos gemidos pero no podría haber
dicho cuál de los dos los emitía.
Finalmente
trazó a besos un camino a lo largo de mi miembro, moviéndose
rápidamente a través de mi carne con la lengua en cada
presión de sus labios. Nuestros ojos se encontraron mientras
giraba su lengua alrededor de mi humedecido final. Me succionó
justo hasta el prepucio, cerrando los ojos mientras lamía mi
presemen y se lo tragaba.
Y entonces
apartó su gloriosa boca de mí y murmuró:
—Cuéntame
tus fantasías, Malfoy. Quiero escuchar tu voz mientras te follas
mi boca —me tragó de nuevo en un húmedo descenso,
tomando la mitad de mí mientras miraba hacia arriba con esos
brillantes y vibrantes ojos.
Tuve un momento
de pánico mientras me daba cuenta de que no quería contarle
lo que realmente había fantaseado. Rescaté una versión
alterada de ello de mi imaginación y le sonreí mientras
me preparaba para hablar.
—Siempre
he sentido fascinación por tu... Severus —empecé.
Miró fijamente mi cara, deslizando su boca lentamente arriba
y abajo de mí, presionando sus dedos en mis caderas un poco más
con cada centímetro tragado. Tracé sus cejas con mis pulgares
mientras le decía—: Siempre he querido ver cómo
perdía ese autocontrol tan rígido —una pausa entonces—.
Siempre he querido ver cómo es poseído; poseerle yo mismo
—Potter hizo un sonido como un gemido y sentí la húmeda
contracción mientras mi polla rozaba el fondo de su garganta.
—Me
gustaría verle inclinado sobre esa monstruosidad de escritorio
en su oficina. Su cuerpo desnudo sería magnífico de ver
—sus ojos se cerraron mientras succionaba mi longitud, raspando
ligeramente con sus dientes a lo largo de mí, haciéndome
sollozar por un momento.
—Imagino
encontrarte con la cara enterrada entre sus nalgas desplegadas, lamiéndole.
Dando lengüetazos a su agujero. Pensar en su excitación
me pone muy duro —Potter gimió de nuevo, ahuecando
sus mejillas malvadamente y obligándome a un violento empujón
de mis caderas dentro de su boca.
—Puedo
escuchar cuán húmedo le ha puesto tu saliva, tu lengua
resbalando con facilidad en su grieta, succionando sus testículos
de uno en uno y lamiendo el camino hacia su miembro —los ojos
de Potter estaban cerrados y creo que estaba imaginando la oficina y
su posición. Estaba encontrando cada vez más y más
difícil hablar mientras él trabajaba mi polla tan entusiastamente,
presionando su lengua en mi carne y gimiendo con gracia.
—Tú
sabes que estoy ahí viéndoos, así que le abres
más para que yo lo vea. Me acerco más a tu lado para ver
tu lengua empujando dentro del pequeño pasadizo. Imagino que
dice tu nombre entonces, entre jadeos. Ambos alargamos una mano hacia
delante para acariciar su cadera, para hacerle saber que sabemos cómo
se siente.
Cómo
me sentía yo justo entonces es ardiendo. Mis manos estaban enredadas
en el pelo negro de punta de Potter, y no pude evitar atraer su cabeza
hacia mis contenidos empujes. No podía creer cuánto de
mí tomaba en su boca. Estaba excitado más allá
de meras palabras.
—Y
entonces tú deslizas un dedo dentro de él y él
solloza en su escritorio. Grita de nuevo cuando añades otro y
empiezas a bombearlos en él, torturando su centro nervioso. Nos
miramos el uno al otro y sonreímos ante el sonido de húmeda
succión que viene de él, y yo me inclino para besarte.
Mi lengua está desesperada por violar tu boca y probar su sabor
mezclado con el tuyo —temblé claramente entonces, cayendo
en mis propias palabras y entregándome a las sensaciones que
Potter me estaba haciendo sentir. Nuestros ojos se encontraron de nuevo
mientras miraba fijamente mi rostro, esperando a que continuara la historia.
Pero me tomé un largo momento para memorizar su resbaladizo calor
sobre mi pulsante longitud, antes de ceder.
—Le
mantengo abierto para que empujes tu polla lubricada en él, y
me encantan los sonidos que ambos hacéis cuando estás
completamente dentro de él. Te está rogando que empujes,
para forzar sus músculos más ampliamente, pero tú
le atormentas. Porque eres muy malo —sonreí con
mi mayor maldad hacia él y sus ojos me hicieron saber que de
verdad le comprendía bien. Y para subrayarlo, se retiró
casi totalmente de mí, hasta que pude sentir sólo la caricia
de su lengua contra el final de mí. Gruñí divertido
hacia él y se rió ahogadamente antes de reanudar sus atenciones.
No pude sino temblar ante la visión de él sobre sus rodillas
y desnudo para mi placer, chupándome con abandono. El turbio
calor de mi orgasmo aumentaba profundamente dentro de mí, simplemente
esperando a que acabase mi historia antes de estallar.
—Me
quedo de pie justo detrás de ti mientras le follas lentamente.
Cada vez que te retiras, siento la presión de tus nalgas contra
mi tensa erección, que está rogándome por ser liberada,
por ser empujada justo dentro de ti —sentí cómo
perdía todo su aliento en ese momento, en un suspiro caliente
a lo largo de mi entrepierna. Sus ojos estaban fuertemente cerrados
y la mano que tenía sobre mi cadera bajó para agarrar
su longitud, masturbándose furiosamente ante mis palabras. Abrió
los ojos cuando acaricié su mejilla y negué con la cabeza.
Lloriqueó como si le doliera. Pude ver la batalla en sus ojos
por ignorarme y continuar con su placer, pero me obedeció. Justo
como se lo habían ordenado.
—Vuestros
gruñidos y gemidos mezclados hacen difícil que no te fuerce
a tomarle más duro. Deseo tu orgasmo casi tanto como Severus;
casi tanto como tú. Puedo notar que estás cerca porque
tu respiración cambia. Te atrapa en tu pecho y es entonces cuando
me inclino y muerdo tu cuello —en respuesta a mi fantasía,
raspó bruscamente mi prepucio con sus dientes, provocando que
mi polla saltara y se sacudiera locamente en su boca. Sabía que
me gustaba y lo hizo de nuevo, pero más fuerte. La ráfaga
de éxtasis que golpeó a través de mi cuerpo casi
me hace gritar su nombre. Casi.
—Todavía
estoy mordiéndote mientras bombeas en él toda tu corrida.
Yo estoy gimiendo en tu carne viva, carne magullada, mientras tú
y él gritáis vuestros nombres cuando la cumbre de vuestras
pasiones compartidas cae en picado, gastados y exhaustos —los
ojos de Potter estaban cerrados y creí que debía estar
reviviendo un orgasmo particularmente bueno en ese momento.
—Pero
no se ha acabado, Potter.
¡Oh,
dioses! me trabajó más duro entonces. Agarró mis
caderas con renovada energía y me empujó hacia su boca
con una fuerza que yo no había osado usar. Estaba gimiendo con
cada roce de sus labios sobre mi rígida carne. Yo sollozaba,
justo al borde de mi conclusión. Pero no me correría hasta
que se lo tuviera dicho todo.
—Te
miro de cerca mientras sacas la polla ya ablandándose fuera de
él, y no puedo evitar restregar mis dedos en el pegajoso torrente
de tu semen mientras sale de su agujero liberado —los abiertos
ojos de Potter estaban fijos en mi cara con creciente anticipación;
sus movimientos de pronto menores mientras esperaba en silencio la siguiente
parte. Sus ojos caen mientras le hago esperar por ello.
—Entonces
es cuando le follo —susurro. Sus ojos se abren conmocionados,
abiertos como calderos mientras me mira.
—Así
es cómo lo quiero en mi fantasía, Potter. Quiero follarle
brutalmente, usando tu corrida para lubricar su dado de sí y
vapuleado agujero. Así es como quiero a tu Severus —apenas
pude dejar salir las últimas palabras mientras revivía
la selectiva verdad de mi diálogo. Eso fue segundos antes de
vaciarme en su ávida boca y garganta abajo. Tuve que cerrar los
ojos para quitar la visión de él detrás de mí
para poder finalizar—. Apenas podemos escuchar los sollozos de
Severus sobre los sonidos de chapoteo que vienen de su ano. Estoy increíblemente
excitado por el pensamiento de mi polla empapada en tu corrida, de follarle
tan brutalmente que el escritorio se mueva con cada empuje de mis caderas.
Tuve que
parar entonces porque mi orgasmo disparó a través de mí
y salió a chorros hacia el fondo de la garganta de Potter. Grité
mientras me corría, introduciéndome en él tanto
como pude, deseando la sensación de su vigorosa succión
sobre mí tanto como fuese posible. Gimió y tragó
cada chorro mientras salían, y parecían seguir eternamente.
Cuando finalmente abrí los ojos, su penetrante mirada verde era
amplia y cristalina, sus mejillas sonrojadas ante mis palabras y aún
succionaba mi polla, pero más suavemente.
—Y
cuando me corro también dentro de él, él está
caliente y húmedo y pegajoso de los dos. Le sostenemos entre
los dos y prodigamos nuestro amor y afecto en él, agradeciéndole
con besos y caricias que se haya entregado así para que le hayamos
podido disfrutar juntos.
Potter dejó
resbalar mi orgasmo de su boca mientras acababa de hablar y sacudió
bruscamente mis manos de su cabeza. Quedé conmocionado cuando
saltó sobre sus pies y me sujetó contra la pared. Pude
sentir su dureza pinchando mi ombligo, la mancha de su final mojando
la tela de mi camisa.
Estaba febril
y excitado mientras respiraba sobre mi cara y susurraba:
—Bésame.
Aparté mi cabeza, golpeándola contra la pared mientras
recordaba el aviso de Severus. Nada de besos y ¡JODER!,
cómo deseaba besarle justo entonces. Cuando no lo hice, se inclinó
sobre mí y succionó mi labio en su magullada boca, lamiendo
la carne seca y gimiendo suavemente. Yo gemí también,
pero más por frustración y desesperación. Alcancé
y agarré su dura longitud, masturbándole mientras él
jugaba con mis labios y besaba mi barbilla, mi nariz y mis mejillas.
Previsiblemente,
no tardó en correrse. Mientras disparaba su carga sobre mi entrepierna
y mi estómago, gimió en mi oído: “¡Joder,
Malfoy!” Y entonces colapsó sobre mí, su frente
en mi hombro mientras jadeaba. Rodeé su cintura con mis brazos
y se sujetó contra mí mientras recuperaba su fuerza. Lo
sentía confortable y cálido contra mí… casi
familiar e indudablemente bienvenido. Nuestros cuerpos parecían
amoldarse perfectamente el uno en el otro, y descubrí que había
apretado mi postura en un verdadero abrazo, acariciando con las puntas
de mis dedos su piel cálida. Odié cuando finalmente se
apartó.
Dirigió
una cautelosa mirada sobre su hombro antes de alcanzar sus ropas.
—No
te preocupes, Potter. El equipo de Quidditch no va a venir a por ti
esta noche —dije. Resoplamos a la vez ante eso. Le observé
vestirse en silencio mientras realizaba un rápido hechizo de
limpieza y reorganizaba mis ropas decentemente. Finalmente, nos quedamos
de pie vestidos pero despeinados el uno frente a otro.
Pareció
incómodo por un momento cuando dijo:
—¿Severus
ha hablado contigo? ¿Sobre…? —no pudo encontrar las
palabras, así que le ayudé.
—Sí,
Potter. Me ha hablado de ello —pareció sorprendido y aliviado
de que no le hubiera hecho decirlo.
Se encogió
ligeramente de hombros y entonces dijo:
—Bueno…
¿Lo harás?
Un bello
sonrojo asomó através de sus mejillas y no pude evitar
reír mientras contestaba.
—Lo
haré.
Aún
sonreía cuando se acercó a mí y bajó su
rostro hasta mi cuello. Mi pulso se aceleró hasta que mi corazón
martilleaba de nuevo y mi polla se iba llenando lentamente. Inhaló
profundamente antes de lamer la piel de la curva de mi cuello. Mis manos
se movieron involuntariamente para descansar sobre sus caderas.
Entonces
me mordió. Jadeé fuertemente ante la punzada de dolor,
y entonces me entregué a ello, empujándole contra mí
y ofreciendo mi cuello. Sabía que intentaba magullarme. Quería
que lo hiciese.
Todavía
atrapado en nuestro abrazo, elevó su cara de mi tierno cuello
y me miró a los ojos mientras hablaba.
—Esto
es para que recuerdes que eres mío, Malfoy —besó
la punta de mi nariz antes de apartarse y salir de la torre.
Me incliné
contra la pared para sujetarme, volviendo de nuevo al extremo en mi
locura. Respiré profundamente y cerré los ojos, intentando
recordar cómo era eso de estar calmado.
De pronto,
el sonido de un lento aplauso rompió el silencio en la pequeña
estancia de la torre. Abrí los ojos de golpe y vi a Severus caminar
hacia mí con esa malvada sonrisa que cubría firmemente
su rostro. Sentí un momento de pánico mientras repasaba
mi comportamiento, sólo para revisar si había seguido
sus reglas. Pero sabía que no había hecho nada malo. Cuando
se detuvo frente a mí, puso un dedo bajo mi barbilla e inclinó
mi cara para que lo mirase. Rozó sus nudillos a lo largo de mi
mejilla mientras hablaba.
—Lo
has hecho muy bien, Draco. Incluso bajo una extrema provocación
—se me ocurrió que quizás lo habían planeado
juntos, para probarme. Continué mirándole cuando habló
de nuevo.
—Creo
que acerté al escogerte. Sientes algo por los dos, ¿no
es así? —tragué saliva y asentí. No tenía
sentido mentir a semejante diestro legeremántico. Sonrió
de nuevo ante eso y bajó el rostro hasta que su lengua revoloteó
y lamió la marca que Potter había hecho. No pude evitar
el ahogado gemido dentro de mí cuando lo hizo.
Se movió
para enterrar su cabeza al otro lado de mi cuello, besándome
y mordisqueando mi carne. Supongo que debía de ser capaz de sentir
mi pulso golpeando justo bajo la superficie. Murmuró en mi cuello
y tuve que girarme para escucharle.
—Me
ha gustado tu fantasía, Draco —me besó algo más
entonces—. Pero no era exactamente la verdad. ¿no es así?
—se rió entre dientes y me congelé instantáneamente.
—No.
No era exactamente la verdad —mordisqueó mi cuello más
fuerte y gemí fuertemente.
—No
creo que fantaseases sobre mí siendo el sumiso, ¿verdad?
—¡MIERDA!, pensé. ¿Podía realmente
saber eso? Pero continuó en su lento y calculado tono—.
¿Cuántos quieres, Draco? ¿A los dos? ¿Tres?
¿Cuatro? ¿Tantos como pueda encontrar para tomarte? —¡Oh,
dioses! Dejé de respirar durante un momento entonces,
mientras una mezcla de miedo y excitación completamente irresistible
me maldecía por dentro.
Y entonces
me mordió. Caí sobre él, agarrándome a su
espalda mientras molía mi piel entre sus dientes, marcándome
justo como su amante lo había hecho al otro lado. No pude evitar
restregar mi erección contra él y un gemido me hizo saber
que él se sentía igual.
Cuando finalmente
se apartó, me miró y sonrió.
—Esto
es para que recuerdes que eres nuestro, Draco —y entonces
se giró y se alejó caminando despacio.
Mientras
escuchaba sus pasos bajando las escaleras, me desplomé contra
el suelo e inenté ordenar mis aterrados y excitados pensamientos.
Sin éxito, debo añadir.
Joder,
pensé con resignada diversión. ¡Esos dos
van a matarme!
Parte
3: Una perfecta pequeña muerte
Hoy estoy
muy cansado. Quizás si esos dos me dejaran dormir un poco más,
sería capaz de funcionar adecuadamente. A veces, sólo
a veces, siento mi edad como si fuera un peso sobre los hombros. Me
culpo a mí mismo por mi debilidad. Siempre he sido fuerte, hasta
ahora, y he escogido amantes cercanos a mi propia edad. Pero, ¿cómo
puedo resistirme a mis chicos? Hombres, me corrijo a mí
mismo. Después de todo, son mayores de edad.
Desde que
atrajimos a Draco hacia nosotros, él y Harry se han esforzado
al máximo para distraerme en público, subrepticiamente.
En mi clase son un par de diablillos, flirteando el uno con el otro,
y conmigo, y ha habido muchas veces en las que he tenido que castigarles
por provocarme una erección mientras estoy intentando enseñar.
Pero parecen disfrutar sus castigos... aún cuando les obligo
a acabar sus deberes, en realidad. Francamente, creo que son más
retorcidos de lo que yo nunca he sido.
Pero esta
tarde ha durado una eternidad. Esa maldita Weasley no ha hecho nada
por disminuir mi irritación, y ahora tengo que supervisar su
castigo después de cenar esta noche. Había planeado acostarme
pronto. No importa. Pagará por ello.
Mientras
cierro mi clase, acabado el castigo, me alegro de que mis habitaciones
estén tan a mano. Ciento nueve pasos de puerta a puerta. Me río
en silencio y pienso para mí mismo: solías tener demasiado
tiempo libre, Severus.
Tan pronto
como entro en mi sala de estar, sé que tengo compañía.
El crujido de mi vieja cama me avisa de que Harry y Draco están
haciendo algo más que sus deberes de Pociones, así que
camino suavemente hasta que alcanzo el vano de la puerta, no exactamente
para espiarles, pero esperando observarlos durante un rato antes de
que se den cuenta de que estoy ahí.
Son un festín
para mis ojos, tanto si están vestidos como si no. Pero en este
momento en particular estoy más que satisfecho de que estén
desnudos. Mi pecho se aprieta momentáneamente mientras los miro
fijamente. Están arrodillados en el centro de mi cama, los cuerpos
casi tocándose, pero no totalmente. Cada uno tiene un brazo sujetando
sin mucha fuerza la cintura del otro, dedos descansando suavemente contra
la curva de una nalga, o la cresta de una cadera. Pero son sus otros
brazos o, mejor dicho, su actividad, lo que congela el aliento en mi
garganta. Mientras se besan lentamente, amorosamente, se están
acariciando el uno al otro, presionando carne erecta en las palmas de
sus manos. Puedo oír sus gemidos mientras el placer de su mutua
masturbación irradia en ángulos cada vez mayores, hasta
que parecen emanar una cálida luminiscencia.
Estoy duro
en un segundo, incapaz de reaccionar de cualquier otro modo ante la
imagen de los dos juntos. Mi Harry tiene la piel tan morena comparada
con la mía, que a menudo le tomo el pelo con historias imaginarias
de sus aventuras mientras toma el sol desnudo. Pero no tiene líneas
de bronceado; he comprobado personalmente cada centímetro de
él, sólo para estar seguro. Su ancho pecho y sus oscuros
pezones frecuentan mis fantasías masturbatorias; su sabor nunca
parece abandonar mi boca. Su piel y su negro, negro pelo son el perfecto
contraste para la pálida belleza de mi Draco. Hay algo tan inconcebiblemente
elegante en él; el giro de su muñeca, la curva de su cadera,
la forma de su boca mientras gime su pasión, que no habría
creído que semejante gracia fuera posible, si no lo hubiera visto
por mí mismo. Sin esfuerzo fomenta la ilusión de delicadeza,
aún cuando Harry y yo hemos abusado de su cuerpo sin vergüenza,
y él ha gritado pidiendo más. No podemos romperle con
nuestras atenciones, por más que él nos ruegue que lo
intentemos.
Estoy hipnotizado
por sus pausados movimientos y la manera en que sus caricias son compensadas,
de modo que ninguno de los dos empuja al otro ni rompe el ritmo dictado
por su propio deseo. Sus rostros están abiertos y relajados mientras
se besan; no hay líneas de preocupación o ceños
fruncidos estropeando la perfección de sus rasgos. Me esfuerzo
en ver los destellos de lengua, cada uno probando la húmeda y
caliente boca del otro. Me pregunto si, en caso de que yo besara a Harry
en este momento, sabría más a Draco que a sí mismo.
Mientras
el brazo de Draco se aprieta alrededor de la cintura de Harry, jadeo
un audible suspiro. Rompen su beso tranquilamente y giran sus cabezas
para mirarme, sus coloradas mejillas tocándose y sus ojos resplandeciendo
con excitación. Pero sus brazos todavía se mueven en el
mismo tempo silencioso y yo me rompo entre desear caer en sus miradas
gemelas, o memorizar el patrón de la centelleante humedad decorando
sus órganos crecidos y púrpuras.
Me desnudan
con sus miradas mientras esperan que manifieste mi placer. Puedo sentir
el insistente pulso de mi polla contra la bragueta de mis pantalones,
pero ignoro su llamada.
—No
paréis... —susurró, y los dos sonríen un
poco antes de girarse el uno hacia el otro. Cuando se besan de nuevo,
sus gemidos son más fuertes y transmiten una mayor sensación
de urgencia que antes. Les gusta ser observados, a mis chicos malos.
Mientras avanzo hacia ellos, puedo oír los pegajosos ruidos de
su gratificación física y me doy cuenta de que sus dedos
agarran más estrechamente la caliente carne del otro, nudillos
palideciendo por el esfuerzo. Mis ojos se cierran brevemente mientras
imprimo la imagen de los dos en mi memoria y no puedo evitar sino concentrarme
en sus silenciosos jadeos y suspiros. Puedo saber tan sólo por
el sonido que ambos están muy cerca, tan cerca, de su último
estertor de placer.
Con un golpe
de hombros tiro mi túnica al suelo mientras alcanzo la cama y
trepo sobre el alto colchón. El declive causado por mis rodillas
no afecta su espectáculo, así que me muevo más
cerca, esperando... no, necesitando tocarles, para sentir la
intensidad de su calor bajo las palmas de mis manos.
Arrodillado
ante ellos ahora, alzo la mano y acaricio una nalga firme con cada mano,
Harry a mi izquierda, Draco a mi derecha. Tiemblan bajo mi toque y abandonan
todo sentido de control hasta que sus brazos se mueven a un furioso
ritmo y sus lenguas se sacuden desordenadamente alrededor de sus bocas.
Una parte de mi está enfocada en la caliente y picante sensación
pulsando a través de mi entrepierna, aún cuando la otra
mitad acusa la estrangulada queja que indica el inminente orgasmo de
Harry. Clavo mis dedos en sus deliciosas espaldas y amaso la carne toscamente,
amando las sedosas texturas de su piel y el incontrolado empuje de sus
caderas una contra la otra.
Trazo la
oreja de Harry con mi nariz y él arranca su boca de la de Draco
y saquea la mía, gimiendo el nombre de Draco en mi boca abierta
antes de susurrar.
—Severus...
Su cabeza
da un latigazo hacia atrás con la ferocidad de su eyaculación
y grita para nosotros, ahogando el sutil sonido de su corrida escupiendo
sobre el pecho de Draco y vaciándose sobre sus ocupadas manos.
Y entonces escucho el sollozo de Draco y giro mi cara en su desesperado
beso, clavando mis dedos profundamente en su grieta hasta que la punta
de uno abre una brecha en el anillo más alejado de su pasadizo
musculado. Su columna vertebral se doblega ante el inesperado contacto
y grita mi nombre mientras su semen se vierte y se mezcla con el de
Harry para crear un aromático y blanco torrente de la esencia
de su pasión.
No pierden
su mutuo agarre antes de calmarse, pero se inclinan sobre mi cuerpo
para sostenerse, así que rodeo sus cinturas y los sujeto suavemente
contra mí. Míos, pienso para mí mismo.
Después
de un rato, sus pegajosas manos se atreven a quitar mis ropas, así
que les dejo. La idea de correrme en una u otra de esas dispuestas bocas
es suficiente para hacerme gemir. Me acuestan para quitarme los pantalones,
y de pronto estoy impresionado por la sincronía de sus movimientos.
Intuyen sus propias acciones, y las mías, con asombrosa precisión.
Una vez estoy
desnudo, se acuestan uno a cada lado, mirando mi cuerpo con avaricia.
Les observo mantener una rápida conversación visual antes
de lanzarse a matar. Mi último recuerdo coherente antes de entregarme
a ellos es que siento sus dedos entrelazados mientras agarran mi polla
con una mano y empiezan a masturbarme.
Y entonces
soy meramente su juguete durante un rato, experimentando solo lo que
me permiten sentir. Y adorando cada segundo.
Saciados ahora, los tres yacemos uno al lado del otro, mirando al vacío
y disfrutando del tranquilo rescoldo de nuestras actividades. Soy vagamente
consciente del brazo de Draco estirado por encima de su cabeza, pero
sólo me doy cuenta de que está acariciando la enroscada
serpiente esculpida en mi somier cuando ésta revela mi escondido
armario empotrado en la pared opuesta a la que yacemos. Harry lo ve
primero y murmura algo incoherente antes de alcanzar la mano a lo largo
de mi cuerpo y golpear el muslo de Draco para llamar su atención.
Los dos me miran con recelo y me encojo de hombros, lo que toman como
permiso para investigar mi tesoro oculto. Un escalofrío de inquietud
se dispara a través de mí ante el inesperado descubrimiento
de mis amadas antigüedades, pero es rápidamente apaciguado
cuando me doy cuenta de que manejan mis posesiones tal como me manejan
a mí... con infinito amor y cuidado.
Les observo
deslizarse de la cama, cogiéndose de las manos mientras caminan
hacia el escondrijo suavemente iluminado. Es un pequeño espacio,
quizás parecido a un estante hundido... varios centímetros
de longitud, pero sólo la mitad de altura, y situado al nivel
del pecho. Después de muchas pruebas, encontré que esa
situación era la mejor para ver mi colección mientras
estaba estirado en la cama.
He viajado
a lo largo y ancho del mundo para reunir semejantes rarezas; hay muchos
compradores discretos, pero pocos ejemplos de esos exquisitos grabados
que adquirir. Este total de siete piezas en total es el resultado de
treinta años de ferviente búsqueda. Para muchos, son valiosos;
para mí, no tienen precio.
Mi ensoñación
se rompe por un suave susurro.
—¿Severus?
—Desvío la mirada de mis posesiones materiales a mis posesiones
físicas, y aliento sus preguntas con mi expresión facial.
—¿Puedo
tocar uno, si soy muy cuidadoso? —Pregunta Draco, hablando en
voz baja como si cualquier ruido más fuerte fuera a destruir
la emoción del momento. Asiento una vez y le sonrío, preguntándome
cuál sacará. Harry mira en absorta fascinación
mientras Draco levanta del estante un ejemplo particularmente refinado
de consolador de madera pulida del siglo diecinueve. Sé por mis
muchas horas de estudio y escrutinio que el intrincado grabado hecho
a mano representa una orgía de acoplados y retorcidos cuerpos
de ambos sexos así como animales, obteniendo su placer en cada
libertino modo imaginable. Escucho sus jadeos conjuntos de asombro mientras
beben del arte y prodigio del sedoso y alisado acabado de la madera.
Harry se gira hacia mí y ríe en voz baja, antes de volverse
de nuevo a estudiar los demás.
Tengo una
teoría que no ha sido probada hasta este preciso momento. Siempre
me he preguntado cuál de mis obras maestras atraería más
a quien estuviera mirándolas, y si su aprobación sería
concedida por su pura belleza o por alguna otra razón. Imagino
que alguien que no fuese un experto en semejante arte podría
escoger el dildo que es ligeramente más largo de lo que creen
que podrían acomodar dentro de sí mimos. ¡Llamadlo
envidia de pene, si queréis! Sin duda, Draco está manejando
un dildo más ancho de circunferencia de lo que Harry o yo podríamos
reclamar ser. No es el ejemplar más grande ni el más pequeño.
Espero aguantando la respiración a que Harry haga su elección.
No quedo
decepcionado. Escoge uno más largo aún que el modelo de
Draco, grabado en una piedra parecida al granito, pero de menos peso.
En mi mente, sabía que escogería ése. Está
decorado con serpientes, ya sabéis, mi Harry no es nada sino
un pequeño obseso con el animal. Es al menos doscientos años
más antiguo que la elección de Draco, y el grabado es
más burdo en comparación. Pero es algo temible, grueso
como una botella, o quizás una jarra pequeña. Costaría
mucho trabajo insertarlo en el interior de su pequeño y estrecho
agujero. Pero sé que entraría. El cuerpo humano es sorprendentemente
adaptable.
Disfruto
viéndoles asombrarse y jadear sobre los dildos, pero más
que nada río para mí mismo ante su consciente evasiva
del juguete más grande. Ancho como el puño de un hombre,
mi más temible dildo ocupa el escenario central de mi cuidadosa
disposición. Semejante monstruosidad solo podría estar
hecha de madera... cualquier otro material sería de lejos demasiado
pesado de usar. He trazado el casco grabado muchas veces, preguntándome
cómo sería sentirse tan anchamente estirado. La brutalidad
de semejante acto me fascina tanto como me asusta.
Cuando finalmente
devuelven los dildos a sus lugares asignados, Harry señala el
más grande y dice:
—¿Es
realmente posible...? —Traga saliva mientras me mira.
Asiento lentamente
antes de contestar.
—Por
supuesto que es posible, Harry. No habría sido hecho si no fuera
así —pueden leer mi diversión ante su miedo, y Draco
en particular se ofende. Se vuelve osado como resultado.
—¿Tú
has… ? —Dice sin pensar, ganándose un codazo en las
costillas de Harry. Me río a voces entonces, haciendo señas
para que vuelvan a la cama conmigo.
Cuando están
acurrucados contra mí, un ágil cuerpo enclaustrado en
cada brazo, susurro:
—No,
Draco. No lo he hecho. Buenas noches.
Uno de ellos apaga la luz y me quedo dormido. Sueño sobre dar
placer a mis chicos con mis tesoros. Es un buen sueño.
Volviendo
a mis habitaciones después de otro largo día, estoy casi
triste al notar el vacío; me falta la energía que ellos
siempre traen a mi vida tranquila. Pero no están aquí.
Oh, bueno, al menos podré acostarme pronto esta noche.
Entrando
en el dormitorio, veo el pergamino doblado sobre mi almohada y sonrío
ampliamente mientras camino hacia la cama para cogerlo.
Sé un buen profesor de Pociones y esta semana no castigues
a nadie el sábado por la tarde. Eres nuestro a partir de las
cuatro de la tarde. Nos encontraremos aquí.
No está
firmado, pero reconocería la perfecta caligrafía de Draco
en cualquier parte. Reflexiono sobre lo que deben haber pensado para
mí mientras me echo en la cama, esperando que llegue el sueño.
Finalmente,
ha llegado el sábado. Mientras como en el Gran Comedor, me siento
de algún modo perturbado porque los dos chicos hayan desaparecido.
Han llamado mi atención con su comportamiento de estos últimos
días. Draco es claramente el instigador de lo que sea que tengan
en mente. He visto recientemente cómo se llevaba aparte a Harry
varias veces, pareciendo tranquilizarle sobre alguna preocupación
desconocida. Estaría mintiendo si dijese que sus intercambios
no me hacen sentir ansioso. Pero confío en ellos, así
que debo relajarme.
Son casi
las cuatro en punto ahora y estoy luchando contra el impulso de sonreír;
mi sentido de la anticipación es casi abrumador. Cuando entran
sin necesidad de invitación, estoy sentado en mi silla favorita
para leer, mirando las parpadeantes llamas del furioso fuego. Observo
su viaje en mi dirección por el rabillo del ojo y entonces están
ante mí, explorando a su alrededor como depredadores que han
encontrado a su presa favorita. Yo.
Me conducen
hacia mi cuarto de baño y llenan la bañera mientras se
desnudan el uno al otro, haciendo un espectáculo de ello para
mi placer. El agua huele maravillosamente; lavanda y camomila, si no
estoy equivocado. Definitivamente Draco. Me tocan por todos lados mientras
me sacan la ropa, pero hacen caso omiso a mis abrazos cuando trato de
empujarles hacia mí. Simplemente ríen y sacuden sus preciosas
cabezas, sonriéndose el uno al otro mientras maniobran para meterme
en la bañera.
Ser lavado
por otro es una sensación maravillosa. Soy como un rey, reclinado
solo en el agua mientras se ocupan de mis abluciones. Son silenciosos,
y oh-tan-dulces mientras enjabonan mis extremidades, deslizando sus
manos sobre mí, dejando extensos caminos de pompas incasdescentes
en mi pálida carne. Si no deseara tanto poseerlos, les dejaría
tenerme aquí toda la noche. Me secan con toallas esponjosas y
deambulantes manos, pellizcando un pezón y acunando mis testículos
ligeramente mientras completan su tarea. Y entonces soy conducido a
mi dormitorio, mis manos en las suyas, tres rígidos órganos
balanceándose tentadoramente con cada paso.
No puedo
evitar sino notar la nueva pieza de mobiliario colocado a los pies de
mi cama.
Levanto una
ceja ante Draco y él murmura en mi oído.
—Paciencia,
Severus. Todo será revelado lo suficientemente pronto —besa
mi cuello mientras me empuja sobre la cama hasta que estoy sentado.
Harry se
acerca a mí entonces, sentándose a mi lado, y envuelve
sus brazos a mi alrededor, besándome profundamente hasta que
gimo por él. Puedo sentir a Draco mirándonos y me gusta.
Al final
nuestros labios se separan y Harry susurra contra mí.
—¿Podemos
utilizar tu colección, Severus? Prometemos ser cuidadosos —asiento
lentamente, incapaz de hablar cuando la súbita comprensión
del nerviosismo de Harry me golpea. El pensamiento de ver su cuerpo
acomodado a mis consoladores más grandes tiene un impacto inmediato
sobre mi órgano. Siento el goteo del lubricante pulsar en mi
diminuta abertura. Mis ojos se cierran con fuerza cuando siento una
mano ceñir mi polla y un pulgar alisar la humedad de un lado
a otro de la crecida cabeza.
Harry suspira
en mi oído.
—Mmmm…
estás todo mojado. Deseo lamerte... —abro los ojos y le
miro caer sobre sus rodillas y tomarme en su boca, suspirando su excitación
alrededor de la palpitante carne. Grito su nombre mientras me traga
entero. Su entusiasmo por el sexo oral no conoce límites. No
deseo que se detenga pero lo hace cuando Draco acaricia su espalda y
susurra su nombre. Cuando levanta la mirada hacia mí, sus ojos
verdes muestran el más ligero miedo. Le digo con mi sonrisa que
estará bien, y deja que Draco le empuje hacia el largo y bajo
banco que ocupa mi suelo. Contra el muro más lejano, detrás
del banco, puedo ver mi armario especial, exponiendo los consoladores
para que los veamos. Nunca he usado ninguno de ellos, pero estoy ansioso
por cambiar eso ahora.
Draco dispone
el cuerpo de Harry sobre el banco para su satisfacción. Harry
se arrodilla ante él y se inclina hacia delante para extenderse
en plano, su cuerpo desde su caja torácica apretada contra la
tapicería. Mientras observo el curvado perfil de su cuerpo, mueve
la cabeza para encararme, apoyando su mejilla cuidadosamente sobre el
banco y mirando por encima hacia mí. Miro cómo Draco separa
más las rodillas de Harry hasta que sus piernas están
extendidas con el ancho suficiente para que Draco se coloque entre ellas.
La polla de Harry se sacude y tambalea, apuntando hacia abajo, colgando
libremente ya que su entrepierna no toca el banco. Las manos de Harry
agarran sin apretar las patas delanteras del banco, y me pregunto vagamente
si necesitaremos atarlas en ese sitio cuando empecemos a estirarle muy
ampliamente. Deseo tocarme a mí mismo mientras miro por encima
de él, pero no lo he hecho frente a ellos antes; y por alguna
razón, me descubro tímido.
Draco se
arrodilla entre las piernas de Harry, acariciando suavemente el final
de su espalda, sobre sus nalgas, hasta que las puntas de sus dedos desaparecen
con cuidado entre sus firmes muslos.
—¿Estás
listo, Harry? —Pregunta Draco.
Mirando hacia mí, Harry contesta.
—Sí
—el nerviosismo es evidente en su voz.
—No
te preocupes, Harry. Voy a amarte —le tranquiliza Draco—.
Nunca te haría daño —durante todo el tiempo está
acariciando a Harry, calmando sus nervios y preparándole para
las próximas intimidades.
Draco levanta
la vista hacia mí.
—Voy
a saborearle, Severus. Voy a empujar mis dedos dentro de él y
dejarle listo para ti. ¿No es así, Harry? —Éste
deja escapar un gemido estrangulado que tomamos como un asentimiento—.
Quiere que le folles, Severus, antes de que empecemos a jugar con él.
Estoy encontrando
muy difícil no tocarme, aún más ahora que sé
que Harry me desea dentro de él. Debo esperar. Pero el caliente
rubor se extiende a través de mi cuerpo entero, volviendo roja
mi blanca carne. Miro cómo Draco aparta las nalgas de Harry y
entierra su cara ahí. Los tres gemimos sonoramente ante este
primer contacto carnal; la lengua de Draco en el agujero de Harry. Draco
no le atormenta. Empuja su cara tan cerca de su cuerpo como puede llegar,
y puedo ver su mandíbula trabajando mientras lame y sondea entusiásticamente.
Mi pobre Harry está luchando desesperadamente por mantener los
ojos atrapados en los míos, pero cada vez más a menudo
los pone en blanco antes de cerrarlos mientras su boca expide rotos
gritos de pasión. Dice mi nombre silenciosamente, una y otra
vez, rogándome por algo, pero no sé lo que es. Empuja
su cuerpo sobre la cara de Draco, y el ritmo de la estimulación
incrementa su respuesta. Veo una pálida mano serpentear alrededor
del cuerpo de Harry y acariciar ligeramente su longitud. Se mueve contra
el toque de Draco, su cuello tensándose mientras se arquea contra
el banco.
Mi propia
mano imita la de Draco antes de tener cualquier consciente realización
de lo que estoy haciendo. Miro directamente a los ojos de Harry mientras
me masturbo, y él solloza mi nombre en voz alta, los ojos abiertos
cuando me mira, paralizado por mis acciones. Me siento libre, abierto,
completamente desinhibido por primera vez.
—¿Estás
listo para mis dedos, Harry? —Pregunta Draco, llamando nuestra
atención hacia él. Su cara está brillante de su
propia saliva y el aceite que está usando para lubricar la penetración.
No espera una respuesta, sino que desliza un húmedo dedo hasta
el nudillo, alcanzando tan lejos como puede dentro del ano de Harry.
La vista
de su dedo bombeando dentro y fuera, y las manos de Harry agarrando
las patas del banco me conducen a gritar.
—Usa
más dedos, Draco. Rápido... —mi masturbación
y las olas de placer que provocan en mi cuerpo se duplican en intensidad
mientras Draco añade un segundo dedo, su brazo entero moviéndose
mientras fuerza un camino dentro de nuestro amante.
—Otro,
Draco… —gimo mientras me tambaleo sobre mis pies, resuelto
a reemplazar esos dedos con mi propia carne dura tan rápido como
sea posible. Finalmente, de pie detrás de los dos, veo el flexionar
y estirar y gotear de los tres largos dedos trabajando en las profundidades
del oscuro y rosado agujero. Libero la polla de mi puño y agarro
los hombros de Draco, suplicando a través de mi toque que se
aparte para que pueda follar a nuestro Harry ahora. Su rubia cabeza
se ladea hasta mirarme, su suave pelo rozando mis piernas. Cuando me
inclino para besarle, puedo escuchar ruidos de succión mientras
sus dedos penetran a Harry vigorosamente. Nuestro beso es torpe, y no
somos silenciosos mientras luchamos por probarnos. El sollozo de Harry
nos centra de nuevo en la tarea que tenemos entre manos y miro con fascinación
cuando Draco finalmente libera sus dedos.
Tomo su lugar
immediatamente, apoyando mis manos en las caderas manchadas de sudor
que se retuercen deliciosamente en frente de mí.
—Dime
que lo deseas, Harry —le tiento, mientras Draco lubrica mi polla
y restriega mi húmedo final alrededor del pulsante agujero.
Deja salir
un quejido lastimoso antes de casi asfixiarse con sus palabras.
—Fóllame,
Severus. Fóllame ahora.
Me deslizo
en su estirado pero pecaminosamente estrecho pasadizo, necesitando sólo
dos firmes empujes para asentarme completamente dentro de él,
sintiendo el ardiente calor de su cuerpo atrayéndome y reteniéndome
estrechamente. Gime y gruñe cuando empiezo a bombear mis caderas,
disfrutando de las sensaciones de sus rítmicas contracciones,
clavando mis dedos en su cintura. Siento la presión del arrodillado
cuerpo de Draco contra mi espalda, su erección humedeciendo mi
grieta mientras imita mis movimientos dentro del cuerpo de Harry. Mordisquea
mi hombro, lamiendo la piel antes de hablar.
—¿Lo
sientes bien, Severus? —Gimo en respuesta y él continúa—:
¿Está estrecho y caliente, y ansioso por ti?
Sus dientes
muerden mi huesudo hombro.
—Sí...
—siseo mientras me follo más fuerte a Harry, prolongando
los golpes y sacudiendo mis caderas hacia delante para lograr la máxima
penetración.
Siento la
insistente presión de sus dedos contra mi propia raja mientras
Draco añade:
—¿Estás
tú estrecho y caliente y ansioso por mí, Severus? ¿Puedo
follarte mientras tú le follas a él? —Su superficial
aliento quema contra mi espalda, mi cuello, mientras aparta una nalga
de mi agujero y se abre paso con dos resbaladizos dedos dentro de mí.
El aire escapa de mis pulmones y casi caigo sobre el cuerpo de Harry
ante la desafiante intensidad de follar a mi amante y sentir el implacable
frotamiento de los exploradores dedos contra mi pequeño botón
de nervios.
Me encuentro
gimiendo “fóllame, Draco…”, y escucho su encantada
risa mientras retira sus dedos e inmoviliza mis caderas durante un momento
hasta que puede empujar su polla dentro de mí.
No sé
cuánto tiempo permanezco inmóvil, ahogado en el líquido
ardiente de mi pasión, pero empiezo a sentir las pequeñas
estocadas detrás de mí, empujándome de nuevo dentro
del cuerpo de Harry. Nuestra coordinación es torpe al principio,
pero encontramos un ritmo que nos conviene a todos; Draco cabalgándome,
cabalgando a Harry.
Nuestro rugiente
y lloriqueante Harry grita.
—Fóllale
más fuerte, Draco. Golpéale contra mí. Quiero tomarle
entero. ¡Oh, Dios! —Nuestro amante rubio obedece la orden
y bombea dentro de mí, inclinándose sobre mi cuerpo para
agarrar las caderas de Harry y empujarlas contra sí en cada estoque.
Me entrego al extenuante ritmo de Draco, apretujado como estoy entre
ellos y sobreestimulado hasta semejante grado que no puedo pensar en
orden.
—Córrete
por nosotros, Severus. Llénale con tu semen —gruñe
Draco, intuyendo la cercanía de mi orgasmo—. Imagina deslizar
ese bello dildo de madera dentro de él, Severus. Imagina cuán
lleno estará...
Y entonces
sufro espasmos por todas partes, y mi orgasmo se dispara fuera de mí,
bombeando dentro de Harry en un flujo aparentemente interminable. Ninguno
de ellos dura mucho más, y colapsamos en un poco digno pero satisfactorio
montón, usando a Harry como apoyo para nuestros fatigados y jadeantes
cuerpos.
Después
de un rato, Draco se aparta de mí y de repente mi espalda siente
la caricia de aire frío en lugar de su exquisito cuerpo. Saboreo
el goteo de su corrida mientras sale lentamente de mí para chorrear
lentamente por mi pierna. Imprimo tiernos besos contra la febril piel
de Harry mientras alargo mi conciencia hasta poder memorizar cada sensación
a lo largo de todo mi cuerpo. Harry murmura amorosamente mi nombre y
le libero de mi asfixiante agarre, ayudándole a mover sus agarrotadas
extremidades. Le observo estirar y retorcer su ágil estructura
y él me mira coquetamente por encima de su hombro. Es como si
pudiera sentir el peso de mis ojos sobre él.
Me sonríe
tímidamente.
—Te
amo —dice.
Creo que
mi corazón ha dejado de latir, solo por un instante. Cuando vuelvo
a la vida de nuevo, se ha girado y envuelto sus brazos a mi alrededor,
exprimiendo el último aire de mis pulmones en el proceso. Estoy
desconcertado en silencio y se ríe ante mi conmoción.
Deposita dulces besos sobre mi rostro y añade:
—A
él también le amo —asintiendo a Draco sobre mi hombro.
Me inclino
para reclamar su boca y susurrar.
—Bien...
—contra sus labios abiertos.
Ha pasado algún tiempo ahora, y los tres estamos echados en un
enredo de miembros sobre la alfombra mullida sobre la que mis chicos
han colocado su banco. Siento un movimiento a mi lado y abro los ojos
para observar cómo Harry levanta un brazo y convoca el dildo
de madera que tanto ha fascinado a Draco. Lo gira una y otra vez en
sus manos, ya no estudiando los grabados, sino midiendo su anchura con
sus dedos, sus ojos. Le observo mirarlo con tal intensidad que cuestiono
mi habilidad para usarlo, ése o cualquiera de los grandes objetos,
en él. Es tan joven, y su cuerpo no ha tenido el uso que ha tenido
el mío. Tengo miedo de hacerle daño, aun cuando sé
académicamente que si tomamos las cosas con calma, no puede hacerle
daño.
—Harry…
—comienzo, sin saber qué quiero decir. El brazo de Draco
se desliza a un lado de mi estómago y se alarga para acariciar
la cadera de Harry, quizás consolándole.
Harry me
mira con esos penetrantes ojos verdes.
—Siente
qué liso es, Severus —el tono de su voz suscita sarpullidos
de calor a través de mi cuerpo—. ¿Puedes imaginar
el placer que puede dar? El cálido candor mientras estira músculos
dispuestos... deslizándose tan profundamente dentro... más
lejos de lo que nunca hayas creído posible...
Estoy completamente
duro de nuevo, rogando por el toque de sus manos en mi cuerpo. Los ojos
de Harry son tan calientes. Nunca pensé en el verde más
que como un color frío, pero en un instante, veo cuán
equivocado he estado sobre eso. Noto el movimiento de su brazo, justo
en el borde de mi visión, y no puedo evitar mirar la longitud
de su cuerpo, hacia su entrepierna. Está sosteniendo el falo
sobre su propia erección, masturbando el liso mango de madera
tan tiernamente como si tocara su propia carne. Escucho un gemido estrangulado,
y me doy cuenta de que lo he proferido yo. Observo la mano de Draco
apartarse de Harry y coger mi órgano, y me acaricia al ritmo
de la mano de Harry. Los deseo.
¡Dioses! Cuánto los deseo a los dos. El calor del cuerpo
de Draco acoplado en la curva de mi espalda y el erotismo de mirar a
Harry jugar con el dildo envía una fuerte onda de deseo desde
las puntas de los dedos de mis pies, directamente hacia mi cuero cabelludo
y de vuelta otra vez, estableciendo una insistente pulsación
a mi entrepierna. Gimo y bombeo las caderas suavemente, la estimulación
llegando profundamente en mi interior. El nivel de mi pasión
desmiente mi reciente conclusión. Esto es algún tiempo
antes de notar que Draco está hablándome.
—Lo
deseas, Severus. Justo dentro de ti, tan lejos como podamos empujarlo
—su voz es grave, y el leve toque de su aliento agita mi pelo
mientras continúa—: sé que lo deseas. Cómo
puedes mirar tu pequeña colección y no fantasear sobre
tenerlos en ti... estirándote muy anchamente... llenándote...
—lo que dice es verdad, me doy cuenta cuando un caliente rubor
rojo se extiende a lo largo de mi torso y mi cara. Liberando mi polla,
mueve su mano y envuelve sus largos y pálidos dedos en mi pelo,
empujando mi cara contra la suya, el beso suficientemente duro como
para magullarnos a los dos.
Harry se retuerce contra mí, presionando su erección y
la fría madera del dildo en mi estómago mientras gruñe.
—¿Sabes
cuánto he pensando en utilizarlos en ti desde la primera vez
que los vi? —Muerde mi hombro antes de continuar—: tan sólo
pensar en tus gritos, tus ruegos para que empujemos más allá...
Me he masturbado hasta la extenuación con esa imagen...
—¡Hazlo!
—Digo, escandalizándome a mí mismo con la intensidad
de mi convicción—. Úsalos en mí —quedan
callados, quizás inseguros de si realmente lo pretendo—.
Hazme gritar... —susurro, y eso parece despertar sus mentes.
Harry se
mueve para empujarme hacia él y mientras yo me levanto, murmura:
—¿Quizás
estarías más cómodo apoyado sobre el banco, Severus?
—Un súbito destello de escepticismo me golpea, y miro a
Harry a la cara y veo una furtiva sonrisa. ¡Lo han planeado todo
juntos! Nunca iba a ser Harry. Me río fuerte para mí,
y Harry se une a mi humor.
Mientras
me coloco sobre mis rodillas y les permito colocarme, levanto una ceja
hacia Draco. El sonríe con satisfacción en respuesta y
se inclina, dando un beso en mi frente. Cuando se aparta, me dice—:
Te amaremos, Severus. Tan cuidadosamente... —sus dedos
peinan mi pelo, apartándolo de mi cara—. Dinos que paremos,
y lo haremos. En cualquier momento, ¿vale? —su rostro es
tan cálido, tan lleno de dulce emoción, que no puedo evitar
sentirme seguro. Sonrío, asiento una vez y me concentro en acomodarme
en posición, advirtiendo que es la misma que Harry había
adoptado anteriormente. Arrodillado a la altura de mi cabeza, Draco
alisa mi espalda con sus manos, rodeando mis hombros antes de seguir
el rastro de mis brazos. Sus manos agarran mis muñecas ligeramente,
colocándolas cerca de las patas del banco.
—Vamos
a atarte, Severus. Lo deseo. ¿Lo entiendes? —Las manos
de Draco están inmóviles, esperando mi permiso.
Me siento
tan relajado, tan calmado, que la mejor respuesta que puedo conseguir
es “mmmm...”.
Las sedosas
fijaciones trazan mis muñecas contra la madera, pero no incómodamente.
Draco introduce la punta de un dedo entre cada suave esposa y mi carne,
comprobando que no están demasiado apretadas. Cuando está
satisfecho, besa mi cabeza y le escucho decir “Harry...”,
y me llena la sensación de dos manos templadas frotando la parte
de atrás de mis muslos, masajeando firmemente mi piel. Cierro
los ojos y me concentro en las sensaciones. Reconocería el toque
en cualquier parte. Harry. Mientras trabaja sus pulgares en círculos
sobre mis muslos, se acerca a mis glúteos hasta que puedo sentir
el empuje de sus caricias apartando mis nalgas y provocando mi abertura
con frías ráfagas de aire. Ya estoy preparado, habiendo
sido tomado por Draco no hace mucho. Pero adoro la atención prodigada
sobre mí. Suspiro mi apreciación en voz alta, simplemente
para que sepan cuánto valoro sus dulces atenciones.
Doy un respingo
de pronto, cuando una lengua lame mi agujero. Es inesperado y no estoy
preparado para la intensidad que provoca.
—Todavía puedo saborear a Draco en ti, Severus —dice
Harry, su cara tan cerca de mi carne que siento el movimiento de su
aliento sobre mí. Y entonces su lengua está dentro de
mí y estoy gimiendo para los dos, y empujando las caderas contra
la cara de Harry tanto como mis fijaciones me permiten. El húmedo
deslizamiento de su lengua dentro de mi relajado agujero se siente increíble.
Mis jadeos son desenfrenados, pero incrementan su velocidad cuando las
manos de Harry apartan mis nalgas tanto como pueden y trabaja vigorosamente
para forzar su lengua justo dentro de mí. Cuando se aparta, siento
dedos húmedos y templados empujando profundamente dentro de mí,
y sé que deben ser de Draco, porque Harry todavía está
sujetándome abierto.
—¡Dioses!
Te ves tan bien, Severus —gime Harry—. Estás acogiendo
tres dedos sin ninguna resistencia en absoluto. ¿Puedes sentirlos
follándote? —Su voz se desliza por toda mi piel y fuerzo
mi cuerpo contra los invasivos dígitos tanto como puedo.
Me las arreglo
para lloriquear.
—Más… por favor… —antes de que mi superficial
respiración me obligue al silencio. Siento el siguiente dedo
entrar en mí, suavemente al principio, luego flexionando hacia
fuera, probando los límites de mis músculos.
—Cuatro
dedos, Severus. Lo estás haciendo tan bien, mi amor.
Pero entre
mis débiles estocadas y mis gemidos, todo lo que puedo decir
es:
—Más...
Siento movimiento detrás de mí, y abro los ojos para ver
a Harry ante mí, acariciando el dildo de madera, acariciando
lentamente a lo largo del mango con aceite. Preparándolo para
penetrarme. Y mientras tanto, Draco todavía me folla con sus
malvados dedos.
—Quiero que tomes esto ahora, Severus —dice Harry, su cara
de rojo rubor y encendida de emoción contenida—. Este se
va a deslizar dentro de ti tan fácil... difícilmente sentirás
nada —se recuesta sobre sus talones un momento, los ojos fuertemente
entornados mientras inhala temblorosamente, y entonces sale de mi visión
de nuevo.
Tiene razón.
Cuando el suavemente curvado mango de madera entra en mí, no
hay resistencia. Les escucho gemir en voz alta, la excitación
evidente en su tono. El que lo esté usando en mí bombea
dentro y fuera, deslizándose profundamente en cada íntimo
empujón, hasta que lo siento tan dentro en mí que imagino
que debe estar pinchando mi ombligo. Cada nervio en mi cuerpo está
vivo, ardiendo dulcemente con la sensación de lo que están
haciéndome. Con qué está haciéndomelo. Soy
ruidoso mientras trabajan en mí. Cada giro del mango, cada presión
contra mi próstata provoca un grito de mis labios. Mi orgasmo
se siente apenas a milímetros de distancia.
—Te
lo estás tragando todo, Severus —me dice Draco, el asombro
enfatizando su tono—. Tu agujero está estirado tan estrechamente
a su alrededor... —y siento sus dedos alcanzando entre mis piernas
y acariciando mis testículos, apretando el pequeño saco
de carne en su palma antes de liberarlo de nuevo.
Mi repuesta
verbal es simplemente:
—Más...
Mientras, lucho contra mi euforia de experimentar cada golpe de placer,
para poder saborear mejor nuestras actividades cuando las recuerde en
un tiempo futuro.
Vuelvo en
mí cuando siento un aliento cálido contra mis labios.
La boca presiona dentro y respondo al beso con algo cercano al frenesí.
La lengua en mi boca, el consolador en mi ano, me vuelven loco de deseo
por mis chicos. Cuando el beso se rompe, abro mis ojos para mirar a
mi amado atormentador. Es Draco. Está sujetando el liso y reluciente
dildo serpiente en sus manos, intentando rodear el formidable mango
con sus dedos. No están cerca de tocarse en ninguna parte. Nuestros
ojos se encuentran apenas un segundo después de que se dé
cuenta de cuán ancho es el dildo. Veo en su rostro una ráfaga
de pánico, o quizás conmoción, antes de que su
expresión vuelva a ser descaradamente provocadora.
Estoy colocado
de adrenalina, tal es la vehemencia de mi pasión. Entorno un
poco los ojos y gruño.
—Dámelo
—Draco no se mueve; parece congelado—. Fóllame con
él, Draco. Ahora… lo deseo… —y mis ojos se
cierran, sacándole de mi universo para que pueda regresar a mi
mundo de ciega y devoradora sensación.
No logro
notar la retirada del consolador de madera y su sustitución por
el de piedra. Pero siento la fría presión de la abovedada
cabeza contra mi relajado agujero como una brisa, o un bálsamo
relajante, retirando el calor de mi abusado cuerpo. Aun así,
no quiero enfriarme. Deseo arder. Me retuerzo para mis secuestradores,
gruñéndoles mi impaciencia. Escucho el húmedo sonido
de sus mojados besos y de pronto me acuerdo de mi polla. Se sacude cuando
en mi mente se muestra una imagen de ellos juntos, y ahora tengo dos
zonas erógenas rogando estimulación.
—Tocadme
—gimo. Casi instantáneamente, una cálida mano envuelve
mi fuste y empieza a trabajarme con tortuosa lentitud. Siento el húmedo
deslizamiento de mi presemen extendido entre mi órgano y la mano,
y es fácil imaginar que estoy follándome una de sus bocas.
Cuando empujo en la juguetona mano, la cumbre del consolador resbala
dentro de mí. Me inmovilizo automáticamente mientras siento
el súbito estiramiento de los músculos en mi entrada.
El primer golpe de tensión se sacude a través de mí
y me pregunto si realmente puedo abarcarlo. Si no soy cuidadoso, hiperventilaré.
Hago un consciente esfuerzo para inspirar a través de la nariz
y expirar por la boca, sintiendo mi torso agitarse con el esfuerzo de
la profunda inhalación. Unas manos acarician mi espalda, mi cadera,
y escucho suaves palabras de consuelo. Pero no me preguntan si quiero
parar y me alegro. Me conocen suficientemente bien como para saber que
deseo lo que están haciendo. De hecho, creo que lo necesito.
Apretando las manos alrededor de las patas del banco, rechino a través
de mis labios apenas abiertos:
—Más…
Y ellos me dan más. Grito por ellos, entonces. Es un grito de
júbilo, de triunfo, y me siento suficientemente ligero como para
flotar, de tan excitado que estoy. No puedo recordar haberme sentido
así antes. Creo que deben de ser las “endorfinas”
de las que Harry me ha hablado antes. Decido en este momento que ¡adoro
las endorfinas! ¡Dadme más!
Y simplemente
así, la tensión desaparece gradualmente de mí.
Mi cuerpo cae sobre el banco y me siento más empalado en el consolador.
Había pensado que estaba caliente antes, pero me doy cuenta de
que era un error. Ahora estoy caliente. La transpiración se desliza
por mi cuerpo, enfriándome sólo un poco ante mi sobrecogedora
excitación.
—Desearía
que pudieses verte a ti mismo, Severus —dice uno de ellos.
Harry. Harry
lo dice. Apenas puedo concentrarme.
—Retorciéndote
como una puta para que te forcemos más —su voz se acerca
a mí; cerca de mi oído, antes de continuar—: Apuesto
a que fantaseas con grandes pollas, ¿no es así? —Su
voz me golpea, corta bajo mi piel hasta que puedo sentir la vibración
de su habla por todas partes—. Follándote muy duro. Dime
que lo deseas, Severus. Dínoslo... —se lo digo sin palabras
cuando empujo mis caderas hacia atrás, tragando otro ardiente
centímetro en mi abusado agujero. Lo adora. Lo adoro.
—Sí…
—consigo decir—. Lo deseo —estoy casi demasiado cansado
para hablar. No hay energía en mi cuerpo—. Lo deseo todo...
—se desliza más dentro de mí... sin empujar ahora,
tan sólo un inexorable, exasperante orgasmo inducido por la penetración.
El movimiento de la mano en mi polla vacila y siento una cálida
y húmeda salpicadura contra mis nalgas y un grito roto partir
el aire.
—Draco
se acaba de correr sobre ti. Tu visión le ha hecho correrse,
Severus. Ni siquiera ha tenido que masturbarse —dice Harry, su
voz cargada de pasión. Creía que no podía estar
más excitado, pero estaba equivocado.
—Draco
—lloriqueo. Su febril y escarlata rostro aparece frente al mío
y acaricia mi mejilla suavemente, limpiando el sudor de mi frente y
apartando mi pelo, colocándolo detrás de mi oreja.
—Bésame
—un susurro, nada más. Pero lo hace. Me besa suavemente,
acariciando su lengua de un lado a otro de mis secos labios y presionándola
poco a poco dentro de mi boca. Sabe que estoy agotado. Es el beso perfecto
para mi estado. Le dejo hacer todo el trabajo y me posee con infinito
y tierno cuidado. Hay amor en ese beso. Y hay amor en sus ojos cuando
se aparta de mí.
Se queda
conmigo, acariciando mi cuerpo mientras Harry saquea mi cuerpo con el
dildo-serpiente.
Al final,
los dos escuchamos una risa ahogada.
—¡Severus!
¿Es tan pequeño este consolador que tienes que apretar
los músculos para sentir algo? —Me está provocando
sin piedad, pero ante sus palabras, sé lo que va a venir a continuación—:
Creo que podrías necesitar el más grande, ¿verdad?
Mientras
cierro los ojos, musito:
—Sí...
—y siento la ya caliente piedra retirarse de mí. Intercambian
sitios, mis chicos, así que ahora es Harry el que está
sentado conmigo, calmándome, mientras Draco prepara el consolador
más grande de mi colección para entrar en mi cuerpo.
—Tócate
—le digo a Harry, y se sienta en el suelo, extendiendo sus piernas
abiertas antes de acariciarse cuidadosamente. Veo en su cara que está
a punto de correrse en cualquier momento. Su mirada se precipita llena
de culpa entre mi cara y las acciones de Draco. Eso me hace reír,
cansadamente. El gemido de tono preocupado que me responde me hace decirle—:
Estoy bien, Harry —me centro en el movimiento de su mano arriba
y abajo de su húmedo fuste. Me ayuda a mantener la calma mientras
siento la temible cabeza de madera romper mi anillo muscular. Lloro
en voz alta y grito—: ¡POR FAVOR!
Se hunde
más hondo, tan sólo un centímetro más o
menos, pero bien podrían ser mil. La intensidad del dolor, el
éxtasis de placer se hacen uno. Un pensamiento, una emoción,
una sensación. Los ojos de mi Harry se abren como platos, sus
negras pupilas tragándose casi completamente los iris verdes.
Mientras observo cómo su corrida sale de él, rociando
mi espalda y su pierna, siento mi propia liberación explotar
desde muy profundo en mi interior, demoledora en extremo, hasta que
me hace gritar. Mi voz se rompe, de tan fuerte que grito. La pulsación
de mi orgasmo es infinita, y sin duda la cosa más grande que
nunca ha invadido mi cuerpo.
Lo he hecho.
Me he probado a mí mismo, y lo he hecho de verdad. Y me ha encantado
absolutamente.
No sé
en qué momento lo ha sacado Draco de mi pasadizo. Estoy reducido
a la nada... física y mentalmente agotado.... sencillamente demasiado
cansado para notar nada más que las ondulantes olas de calor
todavía inundándome. Quiero reír, pero no tengo
la energía necesaria.
La última
media hora, postpenetración, si lo prefieres, fue como una imagen
borrosa. Mis chicos me han cuidado muy bien. No me apresuraron a reaprender
cómo mover mis extremidades libremente una vez más, y
estoy agradecido por su paciencia. Pero lo que recuerdo con más
cariño, lo que siempre recordaré, es el tierno modo en
que me lavaron antes de llevarme a la cama. Me limpiaron por todos lados
con paños perfumados, tomándose muchas molestias por mí
y rociando pequeños besos cálidos sobre mi fresca piel.
Aplicaron pomada calmante en mi abusado pasadizo, maravillándose
ante la ya evidente estrechez de los músculos en tan poco espacio
de tiempo.
Mientra yazco aquí ahora, cálido y amado, apretujado entre
estos dos que significan tanto para mí, de pronto me siento alerta.
Sus cuerpos parecen tensos, no relajados, como deberían estar.
—¿Estáis
los dos bien? —Pregunto en voz baja. Lleno mi voz de preocupación,
esperando expresar mucho más que simplemente mis pocas palabras.
Sus brazos se estrechan alrededor de mi estómago y mi pecho,
y se acurrucan más cerca antes de contestar.
—Eres
la persona más asombrosa que nunca he conocido, Severus —dice
Harry, tímidamente.
Bufo antes
sus palabras, y Draco me interrumpe rápidamente.
—¡Es
verdad! Lo que has hecho... ha sido increíble. La cosa más
caliente que nunca he visto... —Harry murmura su concordancia
pero yo chasqueo.
—Bueno,
en realidad lo has hecho tú, si quieres ser pedante —digo,
y los dos hablan a la vez estridentemente, en su urgencia por expresar
su admiración por mi resistencia. No puedo evitar reír.
Nos callamos todos un minuto o dos, antes que Draco se mueva ligeramente
a mi lado. Sé que va a hablar.
—¿Severus?
Resoplo en
exasperada burla antes de contestar.
—Sí,
Draco.
—¿Sabes
ese consolador? ¿El grande de verdad?
—Íntimamente
—digo, causando que todos nos riamos.
—Creo
que es más grande que mi puño. Puede que no el de Harry...
pero definitivamente el mío.
—¿Adónde
quieres llegar? —Me giro hacia él y levanto una ceja, esperando
su respuesta. Se ruboriza violentamente antes de contestar—: La
próxima vez que hagamos esto, ¿puedo intentar meter mi
mano dentro de ti? —¡Ni siquiera puede mirarme a los ojos
cuando lo dice! La conmoción de Harry es expresada en voz alta,
y la cama entera se mueve mientras se sienta para mirar hacia Draco.
Sé que quiere decir algo, pero no creo que sepa siquiera qué.
Entonces escucho la nerviosa voz de Draco clarificar—: ¡Sólo
para ver si puedo jugar con tu próstata, no para hacerte daño!
—La boca de Harry se abre ante eso—. Lo siento —musita
Draco. Parece devastado ante el giro de la situación. A veces,
creo que Harry simplemente es demasiado protector conmigo. Me giro hacia
Draco e inclino su cara hacia la mía. Mientras me ladeo para
darle un beso, murmuro contra sus labios:
—Sí.
Fin
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