Artefactos
oscuros peligrosos
Por CiraArana
Ubicación
original
Traducido
por Kaworu - Beta: Heiko
Harry/Draco/Severus
Los únicos
sonidos que se oían eran el canto de los pájaros, la brisa
del maíz y su propia respiración. El sol calentaba su
piel como si fuera una sábana cálida. Las ramas rozaban
sus brazos desnudos y la piel de su nuca.
Harry no
se movió. Bañado por el sol lánguidamente, yacía
con las manos tras su espalda, las piernas abiertas. Una pequeña
sonrisa se adivinaba en sus labios y le sumergía aún más
en la relajante atmósfera.
No sabía
cuánto tiempo había estado allí tumbado hasta que
una sombra cayó sobre él. Parpadeó y abrió
los ojos. Encima de él, sobre su escoba, estaba Draco, malhumorado.
-¿Mh?
-dijo Harry.
-¿Hay
alguna razón por la que estés aquí? -Preguntó
Draco con voz controlada.
Harry parpadeó.
-¿Eh?
-Aquí.
Fuera de los terrenos de la mansión. En un maizal muggle -prosiguió
el rubio con desdén. Sus ojos eran fríos-. Tal vez no
te hayas dado cuenta, pero los hechizos acaban en el borde de los terrenos
de la mansión. ¡Cualquiera puede verte aquí! ¿Y
qué pensaría nuestro querido ministro si los muggles ven
a Harry Potter?
-En este
momento el más sospechoso eres tú -replicó Harry,
irritado por sus palabras-. Y tal vez no te hayas dado cuenta, pero
estoy en una esquina del campo en la cual no se me ve. Y aunque alguien
me viese, ¿qué? No llevo ninguna marca en la frente que
diga que soy un mago.
Draco apretó
los labios como para suprimir las palabrotas que iba a soltar.
-Bien -dijo
al final-. Quédate ahí a esperar a que te encuentren.
¡Como si me importase!
Se subió
a su escoba y se fue volando.
Harry arrugó
la nariz y cerró los ojos, tratando de volver a la paz de hacía
unos instantes y preguntándose por qué Draco había
ido allí de verdad. Después de todo, ese era el día
en el que Snape volvía de Croacia, o a donde fuese que había
ido para conseguir ingredientes raros para sus pociones. Harry había
decidido no estar allí cuando el hombre volviese para darles
algo de tiempo juntos a los dos. De todas formas no tenía ninguna
prisa por volver a su compañía. Le hacían sentirse
mal.
Además,
estar fuera era lo único que podía hacer. No podía
dejar la mansión. No a menos que quisiera enfadar a su superior
o al ministro. Harry había sido herido en una de sus misiones,
y su jefe, sabiendo que Harry no se iba a quedar en la cama a sanar
sus heridas, le había mandado a la mansión Malfoy.
-Todavía
hay muchos artefactos oscuros en la mansión -había dicho
su jefe-. El señor Malfoy ha pedido repetidas veces la presencia
de un auror para la identificación y eliminación de ellos.
¡Y eso solo en la biblioteca! -el hombre había sacudido
la cabeza y le había sonreído antes de encargarle la tarea.
Así
que ahí estaba Harry, encerrado en la mansión Malfoy,
con un trabajo que todo el mundo sabía que no era más
que una excusa para sanarse. Sabía que mandando a Harry a trabajar
en una estantería llena de libros haría que se tomara
más tiempo del habitual, tiempo para sanarse. Meses para curarse.
En los momentos
malos, Harry admitía que necesitaba ese tiempo. Su cuerpo aún
se estaba recuperando del dolor interno de las maldiciones recibidas.
Pero estaba resentido porque le hubiesen mandado a un trabajo falso,
el cual todo el mundo, incluso Malfoy, sabía que era falso. Y
estaba aún más resentido por no hacer lo que quería,
por ser débil.
Pero por
extraño que pareciese, no estaba resentido por haber sido mandado
allí, a pesar de los malos augurios que le hizo Ron. No se había
resentido la primera vez que le mandaron allí. Después
de todo, Harry había estado intentando estar a solas con Malfoy
después de la guerra, y habían consolidado algo parecido
a la amistad.
Así
que había esperado que estar en la mansión Malfoy sería,
si no divertido, al menos pasable. Lo que no había esperado era
cómo sería vivir allí.
No es que
vivir con Draco fuese horrible. Todo lo contrario. Desde que habín
empezado a vivir juntos, habían intentado entablar algún
tipo de amistad. La fácil camaradería que Harry había
encontrado en Draco le sorprendió, pero, de alguna forma, de
alguna manera, habían conectado y él se había dado
cuenta de que le gustaba ser amigo de Draco. Y aunque el trabajo era
una mentira, la presencia del rubio ayudaba y siempre estaba ahí
para un partido de buscar la snitch. El verdadero problema,
o al menos el origen del problema, era que Draco no vivía solo.
Todo el
mundo sabía que esos días Severus Snape vivía en
la Mansión Malfoy. Y aunque la relación de Harry con el
hombre seguía siendo difícil algunas veces, ahora podían
estar en la misma habitación juntos e incluso sostener una conversación
sin insultarse el uno al otro. Así que Harry no había
esperado problemas en esa dirección tampoco.
Lo que no
sabía todo el mundo, o, a lo mejor, lo que todo el mundo ignoraba
era el hecho de que, bueno, Draco y Snape eran pareja.
Le había
costado darse cuenta. Pero es que Harry no era muy rápido a la
hora de interpretar las relaciones humanas y esos dos no eran precisamente
abiertos ante otras personas. Pero Harry los había estado viendo
desde cerca y reconoció la forma en que actuaban juntos: los
toques ocasionales, la manera en que se hablaban el uno al otro, a veces
con frases cortas extrañas que parecían completamente
inventadas para Harry, todo eso que chillaba que eran amantes.
Harry deseó
que todo eso no le hiciera sentir tanta envidia. Nunca se sentía
así cuando quedaba con Ron y Hermione e incluso la felicidad
tan obvia de Ginny y Dean no le importaba. Pero la cercanía y
el modo tan íntimo en que se trataban ellos le hacía sentir
un nudo en el estómago y un horrible y punzante calor de envidia.
Sabía
que lo quería para él. Alguien suyo con quien poder hablar
con medias frases y que supiese, solo con una mirada, cómo se
sentía. Pero en todas sus tentativas relaciones, Harry nunca
había encontrado lo que buscaba. No había abierto su corazón
a ninguna de esas personas, primero mujeres y después, cuando
se dio cuenta de que estaba perdido, hombres. Nadie había sido
quien necesitaba. Y nunca se había sentido como si fuese el que
el otro necesitara.
Le hacía
sentirse incómodo, esa envidia que sentía cuando Draco
y Snape estaban juntos. Quería ignorarla, pero aparentemente
sus habilidades de negación no eran lo que fueron en su día.
Verlos juntos le hacía sufrir. Trató de esconderlo, pero
aún así no se fue. Y nunca podía mirar hacia otro
lado.
Tampoco
ayudó que, después de darse cuenta de que estaban juntos,
empezase a soñar. Esa clase de sueños, primero con Draco,
y después, para su sorpresa, con Snape. Después de una
semana de sueños constantes, Harry tuvo que admitir que le atraían
los dos.
Incómodo
no era la palabra. Se sentía horrible. Se preguntó si
no sería el efecto de una maldición que hubiese recibido.
Porque ser atraído así por dos hombres, y encima al mismo
tiempo, no estaba nada bien, ¿verdad? Había una persona
por la que te sentías atraído cada vez, aunque de vez
en cuando mirabas a otros. Pero nunca sentías lo mismo por un
hombre que lo que sentías por su amante, ¿no?
Y además
lo peor era que ellos estaban juntos. Harry estaba muy disgustado consigo
mismo.
Pero no podía
dejar de mirar. Era como cuando te pasas la lengua por una caries a
ver si dolía.
Lo que finalmente
colmó el vaso en cuanto a la presencia de Draco y Snape, lo único
por lo que se sentía contento de que Snape se hubiese ido de
viaje y lo que le hacía quedarse fuera de la casa en esos momentos
era que, cuanto más tiempo estaba dentro, más sentía
la tensión que había entre los tres. No era hostil. Harry
casi la llamaría sexual, y eso le daba miedo.
No podía
saber si realmente era eso o si se lo imaginaba porque los deseaba a
los dos. Estaba casi seguro de que lo imaginaba, porque no podía
haber otra explicación. Después de todo, ellos estaban
juntos. ¿Qué podía formar esa tensión sexual
cuando estaba con ellos sino su reprimido deseo sexual?
Pero entonces
se encontraba con los ojos de Snape o con los de Draco y había
algo en la forma en que le miraban, algo hambriento y al acecho. Hacía
que le dieran escalofríos y se le pusieran los pezones duros.
Y le hacía
sentirse aún más incómodo e inconfortable. Porque
tenía que estar imaginándose cosas. Y justo cuando se
había autoconvencido, entonces Snape le miraba y juraría
que lo que veía en los ojos del hombre era deseo.
No podía
evitar reaccionar a eso.
Sus sueños
cobraban intensidad y su día a día se volvía aún
peor. Ahí estaba, babeando tras Snape y Snape mirándole
con lujuria evidente, con el hombre bajo cuyo techo vivían a
pocos metros de él. El mismo hombre con el que Harry estaba comenzando
una amistad. Y también el otro que le gustaba, claro.
Harry juraría
que nunca en su vida se había sentido tan infeliz y confuso.
Ni siquiera cuando había intentado salir con Cho.
Y eso que
entonces tenía quince, un adolescente hormonal normal y corriente
con un problema voldemortiano.
Se había
sentido totalmente aliviado cuando Snape se fue a Eslovenia, sabiendo
que iba a estar fuera varios días. Había esperado que
en ese tiempo encontraría algo de equilibrio, poder aparcar sus
emociones y mantener el autocontrol. Y cuando había admitido
que sin Snape alrededor sería más fácil, sin la
tentación que el hombre representaba, todo lo que Harry tenía
que hacer era caer rendido ante Draco.
La ausencia
de Snape no había ayudado en nada y ahora que esperaba la vuelta
del hombre, Harry estaba más caliente que nunca. Solo pensar
en toda la situación le hacía sentirse cansado.
Para que
las cosas fueran peores, todavía tenía que hacer el trabajo
de la librería. Sabía que aún le faltaban meses.
Harry gimió y se puso una mano encima de los ojos al pensarlo.
Cuando su
mano tocó su nariz, Harry sintió que la tenía quemada.
Arrugó el ceño. Genial. Debería volver adentro
y buscar alguna poción.
Con un suspiro,
se sentó e intentó escuchar por si acaso había
alguien alrededor. Pero solo veía más árboles,
trigo y los límites de la mansión. Así que se puso
de pie, cogió su escoba, que había estado junto a él,
y se dirigió a la mansión. No le apetecía nada
volver a estar entre los dos Slytherins.
Mierda, además
antes había molestado a Draco. Eso haría las cosas más
difíciles.
Harry se
detuvo justo bajo la gran terraza que había en el lado de atrás
de la mansión. Por un momento simplemente se quedó allí
mirando los escalones que llevaban a ella y después comenzó
a subir por ellos con un suspiró. Esperar más no cambiaría
nada.
Mientras
cruzaba la terraza hacia una de las dobles puertas, se paró en
seco al escuchar la voz de Draco, casi gritando.
-¡...
y me está volviendo loco!
Harry se
quedó congelado en el sitio y miró a su alrededor. Se
dio cuenta entonces de la ventana francesa medio abierta que daba a
la habitación que una vez había sido de Narcisa, cuando
escuchó la seca respuesta de Snape.
-Si, ya lo
veo -la voz del hombre, profunda y suave, le mandó un escalofrío
a la espina dorsal.
-Severus...
-Draco -hubo
un pequeño silencio. Entonces Snape prosiguió, en un tono
tan gentil que Harry no había oído jamás-. Ven
aquí, Draco.
El sonido
de unos pasos, y después, Draco, suspirando.
El corazón
latiéndole al máximo, los dedos apretados contra su escoba,
Harry se ordenó a sí mismo moverse. Moverse y entrar y
tirar su escoba en alguna parte o ir hacia la ventana y unirse a los
dos hombres de la habitación, pero no simplemente estar allí
y escuchar. Aunque, antes de que se decidiese, Draco volvió a
hablar y el tono de su voz hizo que Harry se quedase clavado en su sitio.
-Es
solo que... no puedo aguantarlo más, Severus. Toda esta situación...
es horrible. No sé qué hacer –sonaba cansado y desesperado.
Harry sintió cómo el frío le subía por las
entrañas.
-Aunque
yo no llamaría a la situación horrible -dijo Severus con
calma-, sí que estoy de acuerdo en que no puede continuar así.
Draco bufó.
-Es horrible,
Severus, créeme. Tú no has estado aquí estos pocos
días.
Harry casi
dejó caer su escoba de lo mucho que estaba temblando.
-Mi ausencia
no tiene nada que ver con lo que puedo sentir, Draco. Y no importa qué
descripción haga de esto, lo que hay que hacer es cambiar la
situación.
-Si, pero
¿cómo? -Gimió Draco-. No es como si pudiese escribirle
una carta, con él viviendo en la misma casa.
-Una carta
-repitió Severus lentamente-. ¿Has pensado en hablarlo
con él?
-¿Hablarlo
con él? -Draco parecía incrédulo-. Oh, si, claro,
todo sería maravilloso si pudiera ir y decirle... no, Severus.
No puedo. Yo... yo diría algo estúpido y él se
lo tomaría mal y entonces...
-¿Quieres
que hable yo con él?
En este punto,
Harry finalmente logró el control de su cuerpo y casi corrió
por la terraza dentro de la casa. Jadeando y temblando, fue a depositar
su escoba en el cuarto de las escobas, el cual Draco había llamado
así en broma a pesar de lo pequeño que era, donde todas
las escobas hechas a mano reposaban en fila. Golpeando el candado con
la varita, Harry metió su escoba antes de que se cerrara mágicamente.
Y se quedó
allí, con la cabeza apoyada contra la madera del armario, intentando
controlar su respiración.
Era verdad
que los que escuchan, no oyen nada bueno de sí mismos. Pero Harry
había pensado que él y Draco habían llegado a ser
amigos. Había sentido eso mismo en el otro hombre y Draco ni
siquiera parecía estar molesto cuando veía a Harry en
su casa. Además el rubio no era la clase de persona que se callaba
los sufrimientos. Si quisiera que Harry se fuera de allí, lo
habría dicho.
¿Verdad?
Harry así
lo creía, y cuando hubo logrado controlar sus pensamientos y
sus sentimientos, siguió pensándolo. Y además,
¿no había dicho el jefe de Harry que Draco había
pedido un auror para ayudarle con los artefactos oscuros de su casa?
Por supuesto, su jefe podía haberlo entendido mal, pero Draco
no se había quejado.
Eso no lo
hacía mejor. Harry estaba de acuerdo con Draco: ¡era horrible!
Porque si Draco no había estado hablando de la presencia de Harry
en la casa... debía haber percibido la atracción de Harry
hacia ambos. Harry tembló de vergüenza cuando pensó
cómo debía sentirse Draco. Y lo surrealista de la situación,
¡sabiendo que su invitado andaba tras él y su amante!
Harry se
mordió el labio para dejar de temblar. Draco debía estar
mortificado por haber atraído ese deseo, pues Harry lo estaba,
y sobre todo de un invitado en su propia casa. Alguien de quien, al
menos, esperaba que se comportara. Peor aún, alguien a quien
simplemente no podía decirle que se largara porque el Ministro
en persona había depositado a ese invitado en la casa. Peor aún,
alguien de quien no se podía librar y que estaba rompiendo su
relación.
Horrible
era demasiado bonito, pensó Harry.
El suave
sonido del gong de la cena interrumpió sus horribles pensamientos.
Levantó la cabeza del armario, parpadeando con sorpresa. ¿Ya
era la hora de cenar? No llevaba reloj, así que no tenía
ni idea de lo tarde que era.
Como si importase.
No tenía hambre. Más bien lo contrario, se sentía
a punto de vomitar si pensaba en comida. Además no podía
simplemente entrar en el comedor y sentarse con ellos. No podía
mirarles a la cara, no ahora. Preferiblemente nunca más. Pero
eso era mucho dramatismo. Y Harry lo sabía. Los vería
de nuevo y haría como si no supiese nada de lo que había
oído. Y todo iría bien. Pero de momento no quería
verles y necesitaba estar solo.
Rápidamente,
Harry salió de la pequeña habitación y fue hasta
la librería. Miraría alguna poción para las quemaduras
de nariz, decidió. Tenía que haber algún libro
allí. Además la librería estaba bien y seguramente
no le buscarían allí.
Harry se
metió en la librería sin ser detectado y después
de buscar, encontró un libro cuyo título parecía
prometedor para encontrar pociones para quemaduras. Estaba tocando el
grueso lomo del libro cuando la puerta se abrió silenciosamente
tras él. Harry tuvo el tiempo necesario para congelar sus emociones
antes de que Snape se sentara frente a él.
Harry se
sintió como un conejo frente a una serpiente mientras miraba
desde la punta de la mesa donde estaba sentado y que era su mesa de
trabajo, hasta la cara indescifrable de Snape. Así que al final,
él había venido a hablarle, ¿eh? En un intento
de mantener la situación bajo control y parecer calmado, Harry
forzó una sonrisa de disculpa.
-Lo siento,
no tengo hambre. ¿Te ha mandado a buscarme?
-Si, he venido
a buscarte –dijo Snape, ladeando la cabeza.
Harry no
le dejó tiempo de decir nada más.
-Oh, vaya,
eso es un detalle, pero sabes, en realidad no tengo nada de hambre y
estoy buscando una poción para las quemaduras. Me he quemado
la nariz, ¿sabes? No me podrías aconsejar algún
libro, ¿no?
Se puso
en guardia y esperó no haber sonado tan desesperado como se sentía.
Al parecer
fue en vano, porque Snape le dedicó una mirada torva, pero pronto
la eliminó.
-No he venido
a recordarte la cena –dijo, simplemente.
Harry parpadeó
y trató de pensar en qué más decir para evitar
que Snape le hablara sobre lo horrible de la situación. Se sentía
aún tembloroso por dentro y no sabía cómo reaccionaría
si tenía que mencionar su atracción por Snape.
Snape le
sorprendió de nuevo con algo absolutamente inesperado.
-Una simple
mezcla de aloe debería ser bastante para tu nariz. No está
demasiado quemada. Pero en el futuro te recomiendo que te pongas algo
antes de salir todo el día a tomar el sol.
-Si, bueno,
no es que quisiera salir a quemarme –dijo, a la defensiva-. Y
no estaba tomando el sol, quería volar y... ¿Tú
cómo lo sabes? ¿Draco te…?
-Me ha dicho
que te encontró en un maizal, sí -respondió Snape
sin dejarle terminar.
Momentáneamente
divertido, Harry se encogió de hombros.
-¿Y
se te ha quejado?
Snape levantó
una ceja.
-La verdad
es que no estaba contento de encontrarte fuera de los terrenos.
Harry bufó.
-Oh, sí,
¡en un campo muggle, además! Qué horrible. ¡Podía
haber sido visto! Como si que me vieran los muggles me infectara o algo.
Además, era él quien se paseaba por allí con su
escoba, no yo. Solo estaba tumbado entre el maíz, por todos los
cielos. No necesitaba echarme una regañina –terminó
con un suspiro.
Severus había
escuchado su pequeña rabieta en silencio y al final habló
despacio.
-Estaba preocupado
por ti.
Eso era sin
duda lo último que Harry había esperado oír. Especialmente
con lo que había escuchado antes.
-¿Preocupado?
-dijo con sorpresa-. ¿Por mí? ¿P-por qué?
Snape volvió
a levantar la ceja.
-Me dijo
que te había estado buscando mucho tiempo. Aparentemente no le
habías dicho que ibas a volar.
Harry se
puso un poco rojo.
-Ah, bueno,
pensaba estar fuera para cuando tú volvieses –murmuró,
mirando al libro que tenía enfrente suyo-. Daros un tiempo a
los dos solos.
-Una decisión
muy loable -replicó secamente Snape-. Pero en este caso, creo
que Draco habría estado más feliz si te hubieses quedado,
si no dentro de la mansión, al menos dentro de sus límites.
Harry sacudió
la cabeza.
-¿Por
qué? ¿Porque haya una mínima posibilidad de que
pueda ser visto por muggles? -Snape le lanzó una mirada de incredulidad-.
¿Qué?
-¿De
verdad no tienes ni idea de la situación? -preguntó Snape
en su mejor tono de: estúpido Potter.
Harry de
repente se quedó sin respiración.
-¿Qué
situación?
Snape se
echó hacia adelante súbitamente para mirar a Harry.
-¡Que
podrías estar en peligro por aquellos que te hirieron en la última
misión!
Harry, cogiendo
aire, solo pudo quedarse mirándolo.
Snape sacudió
la cabeza.
-¿De
verdad no te habías enterado de que el grupo de magos que te
atacó no fue apresado por completo? ¿De que algunos de
ellos pudieron escapar de los aurores y ahora buscan venganza? -bufó
con disgusto ante la mirada de borrego de Harry-. Has estado aquí
bastante tiempo para que la gente sepa dónde estás. Draco
no estaba preocupado porque te vieran los muggles, sino porque esos
magos pudiesen verte y sin los guardas de la mansión, pudieran
haberte atacado y asesinado.
No añadió
“idiota”, pero quedaba implícito.
Harry solo
pudo parpadear durante unos segundos. ¿Estaba en peligro? ¿Por
qué nadie le había dicho que algunos de esos magos escaparon?
¿Draco se había preocupado por él? Su jefe debía
de haberlo hecho a propósito, sabiendo que Harry jamás
se habría ido a casa sabiendo que el trabajo no había
acabado. ¿Draco lo sabía? ¿Había sido esa
la razón de que le hubiesen enviado a la mansión Malfoy?
¿Por sus guardas protectivas? Pero el jefe había dicho
que Draco había pedido un auror. ¿Había sido amañado?
¿Se había ofrecido Draco a cuidar de Harry?
-Así
que por eso estoy aquí -dijo al final-. No porque Draco necesite
ayuda con los objetos oscuros, sino porque la mansión es segura.
Y no podía quedarme en Grimmaud Place, ¡porque no había
nadie que me echara un ojo!
La rabia
bullía dentro de Harry. Creía que él y Draco eran
amigos, pero el rubio solo había hecho de guardián.
Snape debió
advertir lo que sucedía dentro de él, nada sorprendente
debido a la inutilidad de Harry en cuanto a cerrarle la mente a Snape.
Sacudió la cabeza y sonrió a Harry de una forma que hizo
que se le olvidara la rabia inmediatamente.
-Oh, yo diría
que Draco tenía sus razones para pedirte como ayuda a tu superior
–ronroneó de tal forma que el miembro de Harry se movió
en respuesta y tuvo que evitar gemir cuando Snape bajó los párpados
y continuó con voz suave-. Y para tu información, a Draco
y a mí sí nos gusta tener un ojo sobre ti. Incluso nos
gustaría tener más que nuestros ojos en ti.
Harry casi
se atraganta con su propia respiración. Ahí estaba otra
vez. Esa mirada en los ojos de Snape. Pero, ¡Harry tenía
que estar imaginándolo! ¿No había estado Snape
de acuerdo con Draco antes? No podía pensar en Harry de esa forma.
No podía querer decir lo que acababa de decir, no de la forma
que Harry creía.
O a lo mejor
es que quería rectificar la situación. Estaba intentando
provocar a Harry a hacer algo, admitir su atracción hacia ellos
para que tuviesen una razón para echarle. O a lo mejor era un
castigo, uno más fuerte que todos los que le había mandado
Snape antes. Lo castigaría y luego negaría lo que había
prometido.
Harry se
miró las manos, clavadas en el libro y decidió que lo
mejor que podía hacer era ignorar la mirada y las palabras. Hizo
un esfuerzo por relajarse y después miró a Snape con una
sonrisa temblorosa.
-Así
que... hum... Draco sabía lo de los magos fugados, ¿no?
-dijo sin mirarle a los ojos-. Yo… lo siento, no lo sabía.
Siento haber preocupado a Draco, yo solo quería, quitarme de
en medio un rato.
Vio que Snape
se congelaba.
-Pues claro
que lo sabíamos -dijo enfadado-. Tu jefe pensó que era
mejor informarnos de posible daño. También que nos avisaría
cuando los que faltan hayan sido capturados. Hasta ahora solo nos han
llegado noticias de cómo va la investigación. Aún
están libres, Potter, y al parecer siguen tras de ti.
-¡Ya
vale, no lo sabía! -Chilló-. Todo lo que me dijo fue que
Draco necesitaba ayuda con los artefactos oscuros de la librería
y debía ocuparme de ello. ¡Nunca me dijo nada de los resultados
de la última misión!
De nuevo
tenía los puños apretados, esta vez con furia. Se sentía
traicionado e irritado de la misma forma que se sentía con Dumbledore
cuando no le contó todo lo que debería haber sabido.
-¿Por
qué coño la gente piensa que es mejor no contarme lo que
me concierne y lo mantienen en secreto? -Chilló golpeando el
libro.
-Tu record
ahí no es muy bueno que digamos, Potter –Harry miró
enfadado a Snape, quien se encogió de hombros-. No eres precisamente
conocido por obedecer órdenes cuando piensas que algo te concierne.
Harry quería
saltarle encima y romperle la nariz. Que estuviese en lo cierto no mejoraba
las cosas.
-Bueno, joder
-dijo después de unos minutos tensos de mirar a Snape-. Me hubiese
gustado saberlo. Además, el no decírmelo tampoco ha funcionado,
¿verdad?
Los labios
de Snape se torcieron en lo que pareció una sonrisa de resignación.
-No, Potter,
no ha funcionado. Sigues siendo una amenaza andante.
Por alguna
razón, esa casi sonrisa le llenó de alegría y sonrió.
-Eh, más
razón para dejarme hacer -dijo-. Si soy una amenaza, también
lo seré para los tipos malos.
Eso hizo
que Snape arrugara la nariz de tal modo que Harry se rió fuertemente.
-Vale -dijo-,la
otra alternativa es contármelo todo y después atarme.
Eso me haría quedarme quieto.
La reacción
de Snape no era lo que esperaba. Le miró especuladoramente con
un extraño brillo en los ojos.
-Atarte -repitió
lentamente-. Ah, eso sí es una idea.
Harry se
puso rojo de vergüenza y de rabia consigo mismo. Prácticamente
le había provocado, y aunque suponía que lo que quería
decir Snape no era lo que pensaba él, su imaginación aportó
algunas escenas que no debería ver en compañía
de Snape. Su miembro estaba casi totalmente erecto y Harry se movió
inquieto en su silla. Los ojos de Snape y su sonrisa le hacían
ponerse aún más cachondo.
-¿Algún
problema, Potter? –dijo, aún sonriendo.
-Eh... n-no
-dijo Harry, y trató de pensar algo inocente que decir, sabiendo
que su mente podía jugársela en cualquier momento-. Esto...entonces,
¿ya tienes lo que querías?
Las cejas
de Snape subieron del todo con sorpresa, pero solo un momento, porque
después volvió a echarle esa sonrisa lánguida que
derretía el cerebro de Harry.
-No.
Le tomó
unos segundos registrar la respuesta, pero su cerebro volvió
a funcionar.
-¿Ah?
-parpadeó-. ¿No? Bueno, eso es un problema. Y eso que
fuiste hasta Eslovaquia a por ello. ¿No pudieron encontrarlo
o cuál fue el problema?
-Ah, estás
hablando del poder de Basilius -Snape se echó hacia atrás
en su silla y se cruzó de brazos. Le miró con dureza-.
No, eso lo tengo. Y era Siria, ignorante.
Harry se
quedó confuso.
-Si, claro
que hablaba de eso. ¿De qué creías que estaba hablando?
-Obviamente
de otra cosa.
Harry suspiró
y escondió la cara entre sus manos. De repente se sentía
muy cansado. No le importaba en absoluto lo que Snape intentaba conseguir.
Solo quería saber qué narices estaba pasando allí.
-Mira, Snape-
dejó que sus manos cayeran-. No tengo ni puñetera idea
de qué me estás hablando. Así que, asumamos que
soy el completo idiota que siempre dices que soy y dime, con palabras
fáciles, qué es lo que quieres de mí, ¿vale?
Snape lo
consideró un momento.
-A ti.
De nuevo,
le tomó unos segundos entender la respuesta. Cuando lo hizo fue
como si algo le hubiese golpeado.
-¿Eh?
¿Qué?
Su voz sonaba
ridícula. Snape también pareció pensarlo porque
le sonrió.
-Te quiero
–repitió con calma.
-Pero...
pero... -Harry sacudió la cabeza, temblando, cambiando entre
risa histérica y shock-. Pero tú no puedes... yo... no...
quiero decir... ¿Y Draco?
-¿Qué
pasa con él?
Harry se
agarró a la mesa.
-¡Pero
estáis juntos! -chilló-. ¿Verdad?
-Mh –Snape
bajó la cabeza-. ¿Y si te digo que Draco también
te quiere?
Harry saltó,
aún agarrado a la mesa. Su estómago se contraía
y jamás se había sentido tan enfermo, sabiendo que ahora
estaba entre ellos dos, que se había metido dentro de su relación.
Realmente Draco tenía razón al tildarlo de horrible.
-L…
lo siento -susurró-. Yo... tú estás hablando de
un... reemplazo, alguien que me reemplace aquí, sí, hablaré
con mi jefe, no estará contento, pero seguro que puede hacer
algo. Dijo que debía quedarme hasta que estuviese hecho, pero
no te preocupes, me mantendré lejos vuestro, no sabréis
que estoy aquí, comeré en mi habitación, de verdad,
no tendréis que ve...
De repente,
Snape estaba a su lado cogiéndolo de los hombros.
-Harry -le
interrumpió-. Cállate.
Harry obedeció,
moviendo los pies, con los ojos cerrados. Podía sentir el calor
de las manos de Snape sobre su camiseta y oler su after shave. Se sentía
bien, estaba tan cerca… y si el corazón de Harry no estuviese
latiendo tan rápido, tal vez incluso habría estado bien,
aunque en realidad no lo estaba y se sentía tan culpable y horrible.
-Shh, cálmate,
Harry –la voz suave y calmada de Snape era jodidamente buena y
los pensamientos frenéticos de Harry cesaron-. Ven aquí
y siéntate.
Harry fue
guiado casi a ciegas por la habitación y se sentó en el
sofá. Entonces algo frío fue depositado en su mano.
-Bebe -dijo
una voz.
Harry obedeció
y bebió con cautela el fuerte licor. Le quemó el esófago
y caldeó su estómago. Empezó a sentirse un poco
mejor y su corazón dejó de latir tan fuerte contra sus
costillas. Apoyando el vaso sobre una de sus rodillas, miró a
Snape, quien estaba de pie, junto al sofá, mirándole con
expresión pensativa.
-Yo... -
empezó Harry, pero Snape sacudió la cabeza rápidamente.
-No hables,
Potter. Bebe.
Harry pensó
que debería hacer lo que le decía. Estaba sorbiendo de
nuevo cuando escuchó un sonido suave.
-Si, entra,
Draco -dijo Snape.
Harry levantó
la cabeza de nuevo cuando el rubio entró y cerró la puerta
tras él. Se adentró más en la habitación,
pálido y tenso. Harry pensó que parecía enfermo
y se sintió mal por haberle hecho eso a un amigo.
-Lo siento,
Draco, yo no quería...
Estaba casi
levantándose del sofá cuando la mano de Snape le obligó
a sentarse de nuevo.
-Cállate,
Potter, y bebe.
Mientras
se volvía a llevar el vaso a la boca, la garra de su hombro se
desvaneció y una mano acarició suavemente su cabello.
Harry se atragantó con su bebida y empezó a toser. Snape
le dio unas palmaditas en la espalda antes de volverse a Draco.
-Está
bien -dijo de nuevo en ese horrible tono tan amable-. Parece que la
única dificultad aquí es que Potter tiene un problema
con el hecho de que tú y yo... estemos juntos, por decirlo de
algún modo.
Eso estaba
tan lejos de ser la única dificultad que Harry quiso protestar.
Abrió la boca, pero en seguida le sobrevino de nuevo la tos.
Casi no pudo oír la respuesta de Draco ni la voz de Snape de
nuevo y tampoco qué decían. Cuando al final pudo dejar
de toser y controlar su respiración, Draco estaba frente a él,
de rodillas, mirándole a la cara. Eso era tan sorprendente que
casi volvió a quedarse sin respiración.
-Harry -dijo
Draco con una extraña urgencia en su voz-. Por favor, dime la
verdad.
Harry parpadeó
y después parpadeó de nuevo cuando Draco puso sus manos
sobre las rodillas de Harry.
-¿Qué...?
-Por favor
-repitió Draco-. Harry, ¿tú me quieres?
Harry se
puso rojo como un tomate y se encogió sobre sí mismo.
No quería responder, pero los dedos de Draco clavándose
en sus rodillas le hicieron mirarle. Había una extraña
impresión de esperanza y vulnerabilidad en sus ojos que hizo
que se llenara de coraje.
-Sí.
La sonrisa
que llenó la cara del rubio era tan hermosa que Harry pensó
que valía por todas las humillaciones futuras. Draco soltó
sus rodillas y le cogió las manos, sujetándolas con fuerza.
-¿Y
a Severus? ¿Le quieres?
A Harry casi
le da un shock ante la pregunta. Después, recostado contra el
sofá y sabiendo que ambos le estaban mirando, se sintió
tan confuso y mortificado que solo pudo asentir con la cabeza, sin mirar
a ninguno de los dos.
-Oh, Harry
-susurró Draco, y entonces Harry se encontró con que el
rubio lo estaba besando apasionadamente.
Atontado,
Harry no pudo reaccionar, solo dejarse besar. Dejar que la lengua de
Draco le rozara la comisura de los labios, permitirle coger sus mejillas
y subirle la cabeza para poder profundizar el beso.
La boca de
Harry se abrió por sí sola bajo la insistente lengua de
Draco. Escuchó el pequeño gemido del rubio al introducir
la lengua en su boca, y tembló. Sus manos se arquearon para coger
los hombros de Draco, movió los ojos buscando a Snape, preguntándose
qué pensaría el hombre viendo a su amante besar a otro
hombre. Pero no pudo encontrar ni su sombra y entonces olvidó
todos sus temores y su cuerpo tomó el control.
Las semanas
de frustración salieron a la luz cuando Harry abrazó a
Draco más fuerte, contestando a su beso. Draco se abrazó
a él aún más fuertemente, inclinando a Harry, hasta
que su espalda chocó con algo duro de lo que vagamente fue consciente.
Todo en lo que podía concentrarse eran el sabor de sus labios
y la textura de su cuerpo y el calor de su boca y la firmeza de sus
hombros y su espalda, bajo las manos de Harry.
Draco gimió
de nuevo y se retorció entre sus brazos una y otra vez y entonces
los dos jóvenes gimieron y Draco acabó entre las piernas
de Harry y sus miembros se tocaron por debajo de la ropa que les separaba.
Harry paseó
sus manos por la espalda de Draco y clavó los dedos en sus nalgas
firmes. Draco suspiró contra la boca de Harry. Los dos subieron
sus caderas al mismo tiempo y Harry pensó que iba a morir de
placer.
De repente
había una mano en su nalga derecha que no podía ser la
de Draco y unos labios que recorrían su garganta. Ahogó
un grito, se quedó quieto y después se dio cuenta de que
no estaba apoyado contra el sofá sino contra otro cuerpo, y eso
que se le clavaba no podía ser otra cosa que una polla presionando
deliciosamente contra su espalda.
Apartando
su boca de la de Draco, Harry giró la cabeza y vio la cabellera
negra de Severus Snape sobre su hombro. Abrió la boca para decir
algo, tal vez protestar, pero entonces sintió sus dientes contra
su cuello. Subieron por su piel y entonces Snape le mordió. Harry
se arqueó y gimió, rodeado por esos dos gloriosos y duros
cuerpos.
Cuando abrió
los ojos, Draco le estaba sonriendo. Sus pálidas mejillas estaban
rojas y sus ojos plateados brillaban con deseo y felicidad. Se inclinó
hacia delante y le dio un beso rápido.
-Algunas
veces eres tan denso, Potter.
-¿Qué?
La mano de
Snape en su culo le hizo pegar un brinco. Ahogó un grito. Snape
le mordió de nuevo, más fuerte. Las caderas de Draco se
inclinaron más sobre él con un lánguido ritmo,
rozando su polla y apretándole contra Snape.
-Mmmh, te
deseo –susurró Draco en el oído de Harry, y le lamió
el lóbulo-. Te he deseado desde hace tanto tiempo.
Harry se
colgó de los hombros de Draco como si fuese a hundirse.
-P-pero...
tú... ¡Ah!
Snape había
lamido su cuello y le había mordido en la otra oreja.
-Los dos
-dijo con suavidad-, te hemos deseado tanto... -su voz le hizo gemir.
-Pero...
pero...
Su protesta
fue silenciada por los labios de Draco.
-Nada de
peros, Harry –advirtió Snape.
Harry no
podía decir nada porque su lengua estaba ocupada buscando la
de Draco. De todas formas, cuando sintió una mano bajo su camiseta
y unos dedos bailando sobre los músculos de su estómago,
se resistió.
-No -gimió-.
Yo... pero... ¿L-los dos?
Draco abrió
la cremallera de sus pantalones.
-Mmmh, sí.
A la vez.
Harry parpadeó
ante él e intentó mirar a Snape.
-¿A
la vez?
Snape levantó
la cabeza y le miró directamente a los ojos. El corazón
de Harry casi se para. Latía con fuerza contra su garganta. Había
algo en la cercanía de los ojos de Snape que, aunque hubiera
querido persuadirse de que no estaba ahí, no habría podido.
-A la vez
-asintió.
-¿Y...?
¿Y eso está bien? -los miró con sorpresa, de uno
a otro.
Draco capturó
su barbilla y la alzó para que pudiese mirarlo directamente a
los ojos.
-Los dos
te deseamos, Harry –dijo, dulce y seriamente-. Y tú nos
deseas a los dos. Está bien.
Harry casi
se echa a llorar.
-Yo... yo
no lo sabía.
Draco le
besó de nuevo, muy dulcemente, y Harry sintió los brazos
de Snape, abrazándolo.
-Da por sentado
que en el futuro, haremos que lo sepas -dijo Snape contra la oreja de
Harry, en ese tono de voz que usaba con Draco.
La respiración
de Harry casi se convierte en sollozo. ¿En el futuro? Apretó
sus brazos alrededor de Draco, casi rompiéndolo, y se cogió
de una de las manos de Snape lo más fuerte posible. Snape, Severus,
cerró sus dedos alrededor de la mano de Harry con suavidad.
Después
de eso, las cosas se convirtieron en una neblina de placer en la mente
de Harry. Draco y Severus estaban besándolo y acariciándolo
y apenas se dio cuenta de que le quitaban las ropas hasta que sintió
el tacto del sofá y la aspereza de las ropas de Severus contra
su piel.
Gimió
y agarró la camiseta de Draco. Necesitaba sentir el contacto
de otra piel. Draco sonrió y se quitó la camiseta, pero
antes de que Harry pudiese hacer nada más que recorrer con sus
dedos la piel del rubio, él se había ido del sofá.
Se puso de rodillas frente a Harry, cogiéndolo de las piernas,
y después de mirarle con una sonrisa, se metió el miembro
entero del moreno en la boca.
La cabeza
de Harry cayó hacia atrás sobre el hombro de Snape. Sus
dedos se engancharon en el pelo de Draco y gimió con lujuria,
mientras el rubio le hacía una experta mamada.
Y entonces
sintió a Severus moverse tras él, y un momento después
tenía un dedo empapado presionando su entrada. Se movía
al mismo ritmo que la cabeza de Draco. El cuerpo entero de Harry estaba
en shock. Se sentía como si fuera a explotar en cualquier segundo.
Los labios
y dientes estaban de nuevo en su garganta, mordiendo y besándole
de arriba a abajo. Con un sonido gutural, Severus le mordió en
el hombro justo cuando Draco paseaba su lengua por la punta de la polla
de Harry. Una presión pequeña en sus testículos,
una succión repentina y Harry se corrió con un grito.
Estaba seguro
de que se había quedado en blanco por un momento. Lo siguiente
que supo fue que estaba medio tumbado sobre Severus, quien le acariciaba
con la mano el costado. Él aún estaba vestido y su miembro
aún se clavaba contra Harry. Sobre Harry, desde el otro lado,
estaba Draco, su cabeza sobre uno de los hombros de Harry. Suspirando,
bajó su cabeza.
Harry suspiró
contento, e intentó acariciar la cabeza de Draco con una mano
temblorosa. Draco levantó la cabeza y le sonrió con cansancio,
pero sus ojos aún estaban llenos de deseo insatisfecho.
Era la misma
mirada que le había estado lanzando a Harry durante semanas.
Un rápido pensamiento corrió por la mente de Harry y la
languidez desapareció al darse cuenta de que tanto Draco como
Severus estaban tan necesitados como él lo había estado,
y aún insatisfechos.
Harry tomó
a Draco por el cabello, con una mano, y lo levantó para besarlo.
Pudo ver, antes de hacerlo, la sonrisa que el hombre le lanzaba. Pasó
una mano por la espalda de Draco, encontrando los firmes músculos
de su espalda, pero no se dejó llevar por el beso, y, con un
dedo aún en el labio superior de Draco, se apartó. Miró
desde el rubio a Severus, quien los estaba mirando con los ojos semicerrados.
Harry se
lamió los labios con nerviosismo. Quería besar a Severus,
pero aunque el hombre había dicho que deseaba a Harry, el concepto
aún le resultaba un poco extraño. Se mordió el
labio, dudando. Severus apretó la mano que tenía en su
culo y sus ojos brillaron. Harry reunió coraje y se lanzó.
Duranter
unos dos segundos, tuvo el control del beso. Después fue atraído
contra el pecho del hombre mientras este lo devoraba. Oh, y Severus
besaba... Aunque había tenido sus reservas, Harry pudo sentir
su estómago revolverse de deseo. Gimió con suavidad, y
en respuesta, Severus le mordió el labio superior. Manos, que
Harry reconoció como las de Draco, recorrieron su espalda. Pero
Harry no quería ser el único que disfrutara de nuevo.
Con gruñidos impacientes, empezó a quitarle la ropa a
Snape.
Draco se
rió. Agarró a Harry y tiró de él para también
poder llegar a las ropas de Severus.
-Ven, deja
que te ayude con eso -le susurró en la oreja.
Juntos, al
final consiguieron desabrochar todos los botones y Harry se escurrió
del sillón. Draco también y entonces los dos se empezaron
a reír mientras le quitaban prenda tras prenda a Severus. El
hombre puso los ojos en blanco y alcanzó su varita.
Con un rápido
movimiento, Severus alargó el sofá mágicamente
para que los tres cupiesen en él cómodamente. Draco, que
había estado contra un lado del sofá, perdió el
equilibrio y se cayó de bruces contra él. Harry lanzó
una carcajada, pero de repente Draco tiró de Severus y Harry
también se cayó con él.
Por un momento,
Harry simplemente se quedó así, disfrutando del cuerpo
desnudo de Severus y su miembro erecto contra su estómago. Suspiró,
y rozó su mejilla contra el pecho de Severus.
Las manos
de Snape agarraron sus nalgas y lo alzaron para que sus dos miembros
se tocasen, y el de Harry cobró vida de nuevo. Los pezones de
Snape estaban a su alcance. Harry se incorporó un poco para tener
un ángulo mejor y comenzó a lamer uno. Se puso duro al
instante. Sonrió y fue a por el otro, rozando con su lengua el
pezón mientras se endurecía. Severus gemía y se
mordía los labios.
Harry besó
el camino entre los pezones. Esta vez mordió el anterior pezón
mientras lo tocaba con la punta de la lengua. Severus se arqueó
bajo él, apretando más sus nalgas. Los dedos corrieron
hacia su entrada y la empezaron a abrir. Unos momentos después,
Harry se dio cuenta de que no era Severus quien estaba haciendo eso.
Levantando
la cabeza, miró sobre su hombro. Draco estaba arrodillado tras
él, completamente desnudo también. Harry lanzó
una maldición al ver sus perfectos hombros. Draco le sonrió
y se acercó a por un beso rápido.
-Has hecho
esto antes, ¿verdad? -preguntó mientras le metía
un dedo.
Harry se
mordió el labio y empujó. El dedo se introdujo más
dentro. Severus gimió ante el movimiento que hizo la polla de
Harry sobre la suya.
-Si, lo he
hecho antes –dijo sin aliento.
-Mmhhh, bien.
Harry gimió
cuando Draco comenzó a mover el dedo, dentro y fuera una y otra
vez, moviéndolo a su vez. Cuando rozó su próstata,
el placer lo llenó de nuevo y llenó su polla. Severus
gimió también y empezó a mover sus caderas rítmicamente
contra Harry, quien pilló la cadencia y se movió, frotándose
contra él mientras Draco le seguía introduciendo dedos.
Uno, dos, todos con el lubricante que Draco debía de haber conjurado.
Tres dedos y Harry sufría entre ellos y el miembro de Severus.
Y entonces
de repente Severus abrió más las nalgas de Harry, quien
sintió la punta de la polla de Draco en su entrada. Despacio,
le penetró. Harry cerró los ojos, concentrado en relajarse.
Draco se le metió más dentro y Harry reprimió un
escalofrío al ser llenado cada vez más, el calor de su
miembro dándole placer cuanto más se introducía
en él.
Pudo escuchar
a Draco gemir y maldecir por lo bajo. Severus murmuraba también.
Draco siseó y finalmente, embistió hasta el fondo. Harry
pudo sentir sus testículos contra su culo. Gimió y empujó
hacia Draco.
Draco soltó
un gemido ahogado. Salió despacio de Draco y volvió a
entrar igual de despacio, mientras Harry seguía empujando hacia
él. Severus también gemía, agarrando las caderas
de Harry y empujándole contra él. Draco gimió y
se movió, cada vez más fuerte, haciendo que los dos gimieran
de placer.
Pronto cobró
vida un ritmo que empezó lentamente y cada vez fue más
rápido y más desesperado. Harry se clavaba en Severus
mientras Draco le follaba vigorosamente e intentaba llenar de aire sus
pulmones para poder seguir respirando.
Y entonces
Severus le quitó todo el aliento que le quedaba levantando su
cabeza y besándole, una mano en su pelo, su lengua escarbando
en su boca. Todo el cuerpo de Harry se convulsionó de placer
cuando se corrió sobre el estómago de Severus. Sobre su
cabeza pudo oír a Draco gritar y un líquido caliente recorrió
sus entrañas. Tembló, su orgasmo parecía no tener
fin, prolongado por el calor del de Severus.
Se tumbaron
todos exhaustos sobre el sofá, Draco se hizo a un lado y tiró
de Harry, así que acabaron tumbados uno junto a otro. Harry suspiró,
y exhausto, besó a Severus en los hombros antes de caer dormido.
Se despertó
cuando sintió el hechizo limpiador sobre él. Parpadeando,
vio a Severus apartar la varita y volver a tumbarse. Rodó hasta
quedar cara a cara con él, y Harry se dio cuenta de que el calor
que sentía sobre él no era una sábana, sino Draco,
quien estaba soplando bajo la oreja de Harry y le sonrió cuando
se dio la vuelta.
-Hola, guapo.
Harry se
puso rojo y sonrió tímidamente, antes de mirar a Severus,
quien ya había levantado una ceja y le observaba con una expresión
que podía haber sido calificada de amorosa.
-¿Eso
ha resuelto tu problema, Harry?
Harry recordó
lo que había dicho Severus antes y se puso totalmente rojo. Bajó
los ojos, mirando el pecho de Severus en vez de sus pezones. Con sorpresa,
descubrió que tenía un chupetón al lado de uno
de ellos. Lo tocó. Severus le cogió la mano y Harry lo
miró.
-¿Por
qué... no me lo dijisteis? -su voz sonaba débil-. Que
me queríais.
Severus alzó
una ceja, pero fue Draco quien respondió.
-Bueno, pensábamos
que habíamos sido bastante obvios.
Harry le
miró.
-Tú
te diste cuenta, ¿no?
-Si, bueno,
yo... -Harry se removió-. Es decir, yo, sí, lo hice, pero...
pensé que no podía ser, que estaba, bueno, imaginando
cosas...
-¿Imaginas
a menudo que la gente flirtea contigo? -preguntó Snape sin sorna.
-N-no...
Claro que no. Solo que... lo deseaba tanto...
Draco se
sentó.
-¿Y
entonces no podías aceptar que nosotros también te queríamos?
-Bueno, estabais
juntos –dijo Harry, a la defensiva. Si, sonaba estúpido,
pero, ¿qué más podía haber pensado?
-¿Y?
-Que dos
es una pareja y tres es multitud.
Draco lo
miró aturdido.
-¿Y
no has oído hablar de los tríos?
Harry se
encogió de hombros.
-No. Eso...
hubo una vez unos que me lo pidieron, pero no lo hice. No me parecía
bien. Es decir, más de dos.
Draco sacudió
la cabeza y Harry miró hacia otro lado. Severus le cogió
de la barbilla, obligándole a mirarle.
-Puedes tener
más de un amigo, Harry -dijo quedamente-. Tienes más de
un amigo. ¿Por qué no es lo mismo con los amantes?
-Pero...
Pero, ¡no es normal!
Severus gruñó.
-No se hace
mucho, eso te lo aseguro, pero si los tres están de acuerdo,
es perfectamente aceptable. ¿Y, normal? -Sonrió-. ¿Desde
cuando tú eres normal? ¿O Draco? ¿O yo?
Harry sonrió.
-Hombre,
si lo miras de ese modo...
-¿Entonces,
estás de acuerdo? -dijo Draco-. ¿Serás nuestro
amante?
Harry se
volvió a poner rojo, pero no de vergüenza, sino de felicidad.
Y tenía demasiada para dejar sitio a la vergüenza.
-Sí.
El segundo
siguiente ya volvía a tener a un Draco entusiasta besándolo.
Cuando se apartó, Harry buscó a Severus y también
lo besó. Y cuando ese beso se terminó, Draco se acercó
y besó a Severus por encima de Harry y él los miró
fascinado. Era mucho más caliente que en sus sueños.
Cuando estaban
tumbados de nuevo, abrazados, Harry sonrió.
-Es una lástima
-dijo a nadie en particular-, que sea tan lento en el trabajo de la
librería. Creo que me quedaré aquí durante meses.
Draco levantó
la cabeza y lo miró con consternación.
-No creerás
que voy a dejarte moverte ahora que te tengo aquí, ¿verdad?
Harry volvió
a enrojecer de felicidad y sonrió.
-Oh, en ese
caso tendré que decirle a mi jefe que aquí hay objetos
oscuros peligrosos que necesitan mi constante supervisión.
Draco rió
y Severus alzó las cejas.
-De hecho,
los hay, ¿verdad?
-Sí.
-Así
que te quedarás para echarles un vistazo, ¿verdad?
Harry sonrió
y cogió la mano de Severus.
-Eso y más.
Severus se
la apretó.
Y sonrió.
Fin
¡Coméntalo
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