“Un amigo es como un águila. No los encuentras
volando en grupo.”
-Desconocido
“Fui
al parque y vi a un niño volando un columpio. El niño
estaba realmente emocionado. No sé por qué. Eso es
lo que se supone que hacen los columpios. Ahora, si tuviese una
silla al final de la cuerda, entonces sí habría estado
impresionado.”
-Mitch Hedberg
Vivía
en la cima del árbol, donde las ramas eran rígidas y firmes,
pero los extremos se movían con el viento. Así que su
casa oscilaba, hipnóticamente, como una madre mece la cuna de
su hijo.
Su propia
madre nunca lo había confortado de esa manera. Cuidar de un niño
era aburrido, tedioso y exhaustivo, y, por tanto, el antítesis
de todo lo Malfoy. “Yo puedo amarte, cariño,”
había dicho ella, “y desearte lo mejor, e incluso dar mi
vida por ti. El hecho de que me niegue a hacer desaparecer el desastre
de tus pañales o te permita escupir leche sobre mis ropas, no
significa que fuese una madre no amorosa. Ten algo de empatía,
Draco.”
La empatía
podía ser un animal elusivo, pero la soledad era lo suficientemente
fácil de obtener. Pocos sabían dónde encontrarlo,
e incluso menos lo visitaban. Le habían dicho que su hogar al
aire libre era desconcertante, con su falta de paredes y su sutil vaivén.
Treinta metros sobre la tierra, por sobre sus problemas, era como volar
todo el tiempo, y no podía tener suficiente de aquello.
Además,
la mano de la culpa no descansaba tan pesadamente sobre él.
Así
que cuando encontró a Potter en el suelo, en la base de un Sauce
Boxeador gigante, el ala doblada de forma no natural, y sangrando por
media docena de profundos cortes, le dejó allí, contento
de permitir que el bosque lo tuviese. Potter sería presa fácil
para las bestias nocturnas, lastimado, recostado en una cama de hojas
descompuestas, apenas respirando. Un halcón peregrino era poco
más que un aperitivo para la mayoría de los depredadores,
y, a pesar de que había reconocido a Potter inmediatamente, por
la delatora firma mágica de Animagus, y la sombra en forma de
rayo grabada en su plumaje sobre el ojo, nadie más reconocería
al mago más grande de su tiempo – excepto tal vez por gusto,
y para entonces el daño ya estaría hecho.
Poético,
incluso si no era enteramente justificado.
Se transformó
en su propia forma y voló.
Aterrizó
en una de las terrazas más altas de su hogar, luego descendió
los escalones que había construido dentro del tronco del gran
árbol, girando y girando, bajaba tres niveles hacia la cocina.
Una brisa fría, húmeda con la promesa de lluvia sopló
a través de la habitación, erizándole el vello.
Tembló y siguió pensando sobre Potter.
La cena fue
pequeña y simple, y aunque eso usualmente le satisfacía,
esta tarde un vacío le consumía y se ceñía
a su estómago después de que hubiese comido. La oscuridad
total llegó al bosque, y el viento aumentó, soplando agujas
de lluvia a través de su salón de estar. Un simple encantamiento
habría detenido el viento y la lluvia en la terraza, previniendo
su incomodidad, pero esta noche lo dejó pasar. Leyó para
distraerse, pero pronto estaba tiritando. Su cabello comenzó
a gotear por la llovizna. La punta de su nariz comenzó a entumecerse.
Cuando sus velas se empaparon por una ráfaga particularmente
fuerte, a pesar de los encantamientos para mantenerlas encendidas, dejó
de lado el libro, maldiciendo, y salió dando grandes zancadas
hacia la terraza principal.
Al aire libre,
la ferocidad del viento era diez veces peor, y repentinamente, la necesidad
de Draco de regresar a Potter le abrumó. Se transfiguró
y voló. Despegar desde los niveles bajos de su hogar podía
ser peligroso, pero Draco navegó las numerosas ramas de la canopea
con facilidad, enfocado solamente en Potter. Sólo en Potter.
El bastardo
estaba exactamente donde Draco lo había dejado, sólo que
en algún punto, recobró la consciencia, al menos lo suficiente
como para transformarse. Aún así, no se había movido.
Su brazo permanecía en un extraño ángulo a su torso,
y la sangre salía a borbotones de numerosos desgarros en su capa.
Draco hizo una mueca cuando un destello de luz iluminó el blanco
brillante de hueso sobresaliendo a través del material en el
codo de Potter. La lluvia había limpiado unas cuantas heridas,
pero había provocado que otras volvieran a sangrar. Maldiciendo
por lo bajo, Draco tomó a Potter entre sus brazos y Apareció.
Apenas aparecieron
en su habitación, el arrepentimiento le envolvió. Él
nunca Aparecía desde o hacia su casa. Hacerlo dejaba el lugar
abierto al rastreo mágico, pero ya la diferencia no era mucha.
Más daño hecho en una situación ya inestable. Atendió
a Potter lo mejor que pudo, desapareció sus inmundas ropas y
le curó con pociones –luego se movió por la casa
del árbol, hechizándolo para que estuviese cálido
y seco, descargando sus frustraciones y miedos sobre almohadas empapadas
y papeles desparramados. Pronto habría poco que hacer más
que esperar.
Cuando Potter
recobró la consciencia, las primeras palabras arrastradas que
salieron de su boca hicieron gemir a Draco. “Estás confundido
por el golpe,” le dijo Draco.
“No,”
dijo Potter. “Es verdad. Te he estado buscando. Aunque —hizo
una mueca ante la venda y la tablilla en su brazo— “esto
no es exactamente como me imaginé nuestra reunión. ¿Y
tú?” Potter tuvo la audacia de sonreír.
“No
lo imaginé para nada.”
“¿Nunca?”
Potter trató de sostenerse en su codo bueno. “Quise decir
lo que dije. Te he estado buscando.”
Draco golpeaba
repetidamente su varita en su rodilla. No hizo movimiento alguno para
ayudar a Potter.
“¿Por
qué?”
“Tu
madre me envió.”
Draco se
congeló, su varita a medio golpe, Potter tragó y se puso
más pálido. “Siento mucho tu pérdida.”
“Ya
veo,” dijo Draco.
Potter se
le quedó mirando fijamente. La lluvia chocaba contra su encantamiento
escudo, y las velas destellaron en simpatía. Quieto, Potter le
miraba fijamente. “Ya veo,” dijo nuevamente Draco, luego
salió de la habitación.
*~*~*
Se paseó por la casa, moviéndose alrededor del perímetro
de la estructura, hombros rozando el encantamiento escudo de vez en
cuando. Cuando lo hacía, la lluvia se transfería a través
de sus túnicas, luego goteaba al pulido piso de color guinda.
Draco lo ignoró. Se agachó bajo las ramas que crecían
naturalmente a través de la estructura, luego trepó la
escalera en espiral hacia el próximo piso, y repitió las
acciones. No se preocupó en iluminar su varita; el aire era fosforescente,
sumiendo todo en un brillo verde lima. A su alrededor, el árbol
respiraba y se mecía.
“¡Malfoy!”
escuchó tiempo después, deslizándose a través
de las ramas. “¡Malfoy!”
Con un suspiro,
regresó donde Potter. “¿Qué?”
Potter se
relajó contra el respaldo apenas Draco apareció. “Sólo
quería asegurarme de que aún estuvieras aquí.”
“¿Asustado,
Potter? ¿Necesitas una luz de noche?”
Potter sonrió.
“No. El resplandor de afuera es suficiente, y también hermoso.
Como de otro mundo.”
Draco gruñó.
“Pero
estaba pensando si no tenías algo más a mano… para
el dolor,” continuó Potter. “Aún es malo.”
“Y
así permanecerá, me imagino.” Entró a la
alcoba y se acercó a Potter. “Tienes un poco de trauma,
y ya que el daño ocurrió mientras estabas en tu forma
animaga, el período de sanación tomará dos veces
más tiempo y será doblemente doloroso, además.”
Potter parecía
estar reprimiendo una sonrisa. “¿Tienes que parecer tan
alegre cuando dices eso?”
“¿El
idiota que te supervisó durante tu entrenamiento no te advirtió
sobre los Sauces Boxeadores? Error de novato, Potter, y casi te cuesta
la vida.”
Potter se
hundió en la cama suspirando. Pálido y temblando por el
dolor, y sin embargo se las arreglaba para lucir tentador, como un ángel
caído. La sábana se deslizó y arremolinó
alrededor de sus caderas, pero Draco mantuvo su vista resueltamente
en el rostro de Potter.
“Pensé
que podría esquivarlo,” dijo Potter.
Draco pestañeó,
seguro de que había perdido el hilo de la conversación
mientras estaba ignorando la desnudez de Potter. “¿Esquivarlo,
dijiste?”
“Eso
dije.”
“Estás
loco.” Frunció el ceño ante el amilanante humor
en la voz de Potter.
“Mi
forma animaga es un halcón peregrino—“
“Sí,
lo vi de primera mano.”
“—la
criatura más rápida en el aire.”
La risa de
Draco fue desagradable. “Debí haberlo sabido. Ustedes,
arrogantes, no conocen límites.”
“Malfoy…
Draco,” Potter tragó saliva y se secó el sudor que
se acumulaba en su frente. “¿Tienes una poción para
el dolor?”
Draco se
volvió y se fue sin una palabra, aunque el espacio era lo suficientemente
abierto como para que Potter viese que estaba cerca, buscando en un
gabinete. “Sólo un momento,” dijo Draco, más
por cumplir que porque quisiera que Potter lo escuchara.
Pero Potter
sí le escuchó. “Gracias,” respondió,
la voz deslizándose desde más allá de la gran rama
que separaba la habitación del área principal. Tenía
un grosor aproximadamente del cuerpo de Draco, lleno con pequeñas
ramas y hojas.“De
nada,” dijo Draco, pero esta vez susurró.
El dolor
había regresado con su máxima fuerza, Draco lo vio cuando
dio la vuelta a la rama. Los intentos de Potter de soportarlo en silencio
se encontraron con los dedos de Draco enroscándose sobre el vial.
“Bébelo, tonto.” Inclinó la poción.
Potter elevó
su brazo sano. “Gracias.” Maldijo cuando sus dedos se movieron
torpemente sobre los de Draco. La poción salpicó sus manos
unidas.
Draco consideró
el dejarla escurrir, sólo para ver la sorpresa y la angustia
en el rostro de Potter.
Te he
estado buscando. Tu madre me envió.
Se sentó
sobre la cama, sus rodillas repentinamente debilitadas. Sin una palabra,
liberó el vial del agarre de Potter y lo posó contra sus
labios. Cuando el codo bueno de Potter amenazó con colapsar,
Draco deslizó un brazo por su espalda, dándole soporte.
“¿Por
qué tú?” preguntó Draco.
Potter se
pasó el dorso de la mano por la boca. “Porque ella sabía
que no me daría por vencido en tratar de encontrarte, y tenía
algunas cosas que quería que supieras.”
“Quieres
decir que no podías darte por vencido, ¿estoy
en lo correcto?”
Los ojos
de Potter le taladraban. “Sí. Lo estás. Tenía
una deuda con ella. Esto –encontrarte– era lo menos que
podía hacer para cumplirla.
“¿Con
qué fin?” Draco dejó el vial vacío a un lado
antes de que lo quebrara en su puño. “Debo entender por
tus condolencias que ella está muerta. Se fue.”
“Sí.
Está muerta.”
Él
lo sabía, y aún así el escucharle decirlo le destruía
inequívocamente. Se levantó y se alejó. Más
compasión fuera de lugar desprendida de los ojos de Potter, y
era insoportable. Insoportable. “Tengo que irme,” dijo Draco,
atascándose al mentir.
Potter asintió.
“Lo sé. Estaré aquí cuando regreses.”
Su visión
se nubló mientras subía las escaleras, y se golpeó
la cadera contra un mesa por ello, pero entonces estaba afuera, pasando
las protecciones y hacia la lluvia y el viento, y estaba volando. Volando
lejos de Potter.
*~*~*
“Eres muy hermoso.”
Draco se
giró para encontrar a Potter, enroscado tipo toga en la sábana,
parado allí y sonriendo. “Yo-- ¿qué?”
“Me
refiero a tu forma animaga. Tu águila es hermosa.”
Draco depositó
la taza de té sobre la mesa con más fuerza de la que pretendía,
derramando el azucarero en el proceso. “¿Qué haces
fuera de la cama?”
“Me
siento mucho mejor.”
“Eso
es temporal.”
Potter asintió,
“Lo sé. Es por eso que quería hablarte ahora. Antes
de que el dolor regrese.”
Draco tomó
un largo sorbo de la taza, dejando que el té le quemase la lengua.
“No deberías estar levantado.”
“Eso
lo sé, también.” La mirada de Potter se deslizó
hasta la taza en las manos de Draco. “¿Crees que podría
tener un poco de eso? ¿Si hay suficiente?”
Comida y
bebida. Mortificado, Draco asintió, y echó a Potter del
cuarto. El idiota había estado en su casa durante casi doce horas,
y Draco no le había ofrecido siquiera un vaso de agua. Su madre
probablemente se estaba retorciendo en su tumba.
La imagen
le golpeó, quitándole el aliento. Permaneció encorvado
sobre la mesa por varios minutos, los puños enroscados en el
borde, antes de que pudiese reunir lo necesario para una comida.
Dio la vuelta
a la rama para encontrar a Potter de regreso en la cama, como había
ordenado, la sábana enredada alrededor de su cintura y sus piernas.
Cuando Draco se atrapó buscando el contorno de la polla de Potter
bajo el tejido, casi deja caer la bandeja. Claramente el autoimpuesto
exilio tenía su desventaja, si estaba esperando vislumbrar un
poco de Potter.
Dejó
la bandeja sobre la mesa junto a la cama, sirviéndole luego té
al héroe. “Muy bien. Aquí estoy. Habla.” Se
volvió a sentar y se concentró en los árboles más
allá de la cabeza de Potter.
Potter dio
un sobro y siguió su mirada. “Este es un lugar impresionante.
Nunca he visto nada como esto.”
“Quise
decir que hablaras sobre mi madre.”
“Oh,
lo siento.”
Draco lo
dudaba. El idiota estaba mintiéndole descaradamente. Draco apretó
la mandíbula y esperó.
“Ella
me dio algunos recuerdos. Cosas que quería que vieras.”
Había
estado esperando esto. Desde el momento en que Potter había abierto
la boca hablando de ella. “¿Dónde están?”
No había notado nada en la persona de Potter que no fuese su
varita.
Potter no
habló, sólo dio unos golpes en su cabeza.
La mandíbula
de Draco dolía. Su cabeza comenzó a latir. “Así
que las has visto.” Su humillación estaba completa. Potter
tenía conocimiento de su mayor fracaso, y peor, parecía
bastante satisfecho consigo mismo por el conocimiento.
Y aún,
no hubo una pizca de burla en las siguientes palabras de Potter. “No
tuvimos oportunidad de –ella se fue rápido“. Su voz
se apagó cuando Draco se atragantó con el té. Dejó
torpemente su taza sobre la bandeja y tomó la mano de Draco.
“Fue indoloro, te prometo eso. ¿Quieres saber—?”
“No.”
No, ciertamente no quería.
El pulgar
de Potter acariciaba el dorso de su mano, y Draco lo permitió.
Se regocijaba en ello. Y mientras se recomponía, y Potter esperaba
y le consolaba con su toque adictivo, la tormenta murió tan repentinamente
como había comenzado. Draco sacó la varita del bolsillo,
quitó los Encantamientos Escudo, y el aire fresco llenó
la habitación. Ya no silenciados por la lluvia, aves e insectos
de la canopea del bosque iniciaron sus canciones.
Draco cerró
los ojos, consolado.
“¿Tienes
un pensadero?” preguntó Potter.
“No.”
“Entonces
lo haremos a la antigua. Ven aquí.” Potter se hizo a un
lado en la cama. Observador, a Draco no le pasó desapercibido
el respingo de dolor o el rubor provocado por el esfuerzo que se esparció
por sus mejillas. Potter palmeó el colchón, pero Draco
no se movió de su silla.
“Está
bien, Draco. Está bien. No tengas miedo.”
El conocimiento
es poder, Draco. El miedo no es tolerado.
Se recostó
en su silla, lejos de Potter. Lejos de los recuerdos.
Potter trató
de acercarse, quizás para tomar la mano de Draco nuevamente,
pero se encogió y gimió. Aturdido por el alivio, agradecido
por el retraso, Draco se levantó y recogió el té
y los sándwiches. “Lo haremos más tarde, después
de que hayas descansado,” dijo.
Esta vez
dejó el agua en la mesa de noche, y se tomó su tiempo
cambiando las ropas de Potter. Consideró otra dosis de Crecehuesos,
pero decidió que no. “El hueso está soldándose
bien,” dijo a Potter. “Dejemos que la poción trabaje
durante otro día o más.”
“Duele
como el demonio,” admitió Potter.
“Es
culpa tuya por lastimarte en tu forma animaga. Tu primera transformación
después de que te hayas sanado será muy dolorosa.”
La mención
de más dolor hizo que Potter se pusiera pálido. Sintiéndose
caritativo, aunque sin entender por qué, Draco aumentó
la dosis de la poción, y Potter se deslizó en un sueño
con un suspiro aliviado.
Draco lo
observó dormir, tomando nota de cómo los músculos
del estómago de Potter se relajaban, luego se ondeaban al acomodarse
en la cama. “Quiero tocarte,” dijo Draco bajo su aliento.
“¿Cuán jodidamente inapropiado es eso?”
Potter murmuró
algo en su sueño.
Draco se
inclinó hacia adelante. “¿Y por qué, si no
te molesta mi pregunta, estás siendo tan amable conmigo?”
No hubo respuesta
esta vez, y Draco dejó caer su cabeza entre las manos. Había
estado contento, pero ahora eso estaba acabado, hecho pedazos en un
momento de debilidad. Debió haber dejado a Potter pudrirse bajo
el Sauce Boxeador.
Se levantó,
preparado para irse, cuando alguien habló. “Me dejaste.”
La náusea
le subió por la garganta, y se la tragó, determinado a
no humillarse. Tembló y el vello de sus brazos se erizó.
“¿Qué?” jadeó, a pesar de que había
escuchado la acusación perfectamente.
“Me
dejaste,” dijo Potter desde la cama, su voz arrastrada por el
sueño.
Sólo
era Potter. No su madre, sólo Potter. Draco recordó respirar.
“En
el bosque. Te recuerdo parado junto a mí. Luego te fuiste.”
“Yo—“
“Pero
regresaste,” terminó Potter con un suspiro.
Sí.
Por una vez, había regresado.
*~*~*
Mientras Potter dormía, Draco volaba.
El bosque
estaba despertando de la tormenta, y animales de todo tipo estaban donde
siempre, investigando troncos caídos, y sobrevolando riachuelos.
Aves picoteaban la tierra saturada de gusanos y otras delicias. Draco
graznó en saludo mientras pasaba sobrevolando, y ellas le respondieron.
Cuando ya estaba exhausto, regresó a su hogar y rodeó
la casa, aterrizando ocasionalmente en los árboles de los alrededores
para revisar si había daños.
No había
ninguno. Sus protecciones habían resistido. Engordadas por la
lluvia, las hojas goteaban agua sobre su tejado con un consolador golpeteo
suave y continuo. El cielo brillaba con la primera luz del ocaso, el
sol deslizándose a través de la canopea en un patrón
irregular de mezclas.
Había
perdido la noción del tiempo. Mientras había estado atendiendo
a Potter, un nuevo día había llegado, fresco con la promesa
de angustia.
Aterrizó
y caminó por la casa como si fuese la última vez, y se
dio cuenta que muy probablemente podía ser así. Su estómago
se retorció ante el pensamiento, y se detuvo y apoyó la
frente contra la áspera corteza de una rama. Éste era
su hogar, el primero y el último que quería. Pero ahora
Potter estaba allí, y todo eso estaba por cambiar.
*~*~*
Examinó
a Potter, le dio más pociones. “El hueso está casi
soldado. Deberían ser sólo unas cuantas horas más
de dolor.”
Esperaba
que Potter estuviese más aliviado, pero en vez de eso, parecía
distraído.
“Gracias
por ayudarme,” dijo Potter, con verdadera calidez en su voz. Luego,
mientras Draco estaba aún pensando su respuesta en la cabeza,
le hizo una seña. “¿Estás listo?”
Sin su habilidad
para hablar, Draco se quedó mirando los viales de pociones vacías
en sus manos.
“Está
bien. ¿Recuerdas lo que dije?”
“¿Por
qué estás haciendo esto?” espetó Draco.
“Ya
te lo dije.”
“No.
Quiero decir, ¿por qué estás siendo tan amable?”
Odiaba a Potter por ello, por pretender amabilidad, por suavizar a propósito
el golpe. Pero bueno, él siempre había sabido cómo
presionar los botones de Draco.
“Tengo
mis razones.”
“Ella
me odiaba.” Era importante hacer saber a Potter que no iba a cogerle
desprevenido.
Potter tuvo
el descaro de parecer confundido. “¿Es eso lo que crees?”
Negó con la cabeza y suspiró. “Ven aquí.
Recuéstate.”
Incapaz de
eludirlo por más tiempo, Draco lo hizo. Se recostó junto
a Potter, y a pesar de que le ordenaba a su cuerpo que se relajara,
éste se tensaba, bañado en odio y rivalidad recordados.
“Está
bien,” susurró Potter, feliz de susurrar trivialidades
todo el día, parecía. “Cierra los ojos y relájate.”
Con Potter
y su varita unas cuantas pulgadas más allá. Nadie, dios
o héroe, había pedido jamás tanto. “Eso intento.”
Intentar
es lo que la gente débil hace, Draco. Tener éxito es lo
que los Malfoy hacen.
“O
no” dijo con un corto ladrido de risa.
El entrecejo
de Potter se frunció. “¿Todo bien?”
“Sí.”
Y comenzó.
Potter le arrastró, le mostró los recuerdos de su madre.
Su legado, pensó Draco. Éste es su legado para mí.
Fogonazos de pensamientos, borrosos por la edad, le seducían
desde todas partes. Escogió una, y saltó.
*~*~*
Tenía
cinco años, y su madre le estaba empujando en un columpio. Era
una cosa vieja y golpeada, nada más que una tabla y dos cuerdas
atadas a la rama de un árbol, pero él lo adoraba. La risa
de Narcisa resonó y le empujó más alto. “¡Vuela,
Draco!” decía. “¡Vuela hasta el sol y regresa,
mi precioso niño!”
“¡Lo
haré, mami!” Pero cuando lo intentó, el suelo se
precipitó a encontrarlo, y pronto, lágrimas se mezclaban
con la suciedad en su rostro. “Lo siento,” dijo. “Lo
intenté.”
Su madre
lo recogió en sus brazos. “Intentar, mi amor, es todo lo
que te puedo pedir. Y tú debes recordar siempre, que todos nosotros
somos, de corazón, humanos.”
“¿Y?”
“Así
que cometemos errores. Volamos y caemos. Y no es el fin del mundo.”
Draco dejó
que el primer recuerdo se desvaneciera. Saltó a otra, luego a
otra, cada una diferente, pero igual, hasta que sólo quedaba
una. Vio a su madre frente a su tocador, sentada en el borde del taburete
con penachos y viendo fijamente el espejo. En el reflejo tras ella,
podía ver la cama de sus padres. Estaba desordenada de un lado,
prístino del otro. Narcissa se veía demacrada; su cabello
estaba opaco, su complexión gris, sus labios de un matiz azul.
Draco aún pensaba en ella como hermosa. Con una lánguida
sonrisa, ella llevó una mano a su boca, lanzó un beso,
luego habló.
“Estos
son mis deseos para ti, hijo mío. Sólo puedo rogar que
Harry te encuentre con ellos. Espero que estés contento, y que
hayas encontrado paz. Que en algún lugar estés volando,
el viento en tu cabello y la tierra lejos debajo tuyo. A veces sueño
contigo, querido, y tú estás remontando el vuelo. Volar,
Draco. Eso es todo lo que puedo pedir de ti.”
Ella se levantó,
se giró, dirigiéndose a la cama, y cuando pasó
por su lado, Draco vio que sus ojos estaban secos y sus labios estaban
elevados en una pequeña sonrisa.
Cuando esta
última imagen se desvaneció, encontró a Potter
esperándole en la oscuridad que dejaba atrás. “Pensaba
que ella me odiaba,” dijo Draco.
“¿Por
qué?”
“La
abandoné. Después de la guerra.” Dolía más
ahora, sabiendo que ella había estado sola al final. Que él
podía haber ido con ella. “No podía manejar las
cosas, cómo todos nos odiaban. No podía vivir con las
cosas que había hecho.” Y ahora la parte más horrible
de todo. “No podía soportar mirarla.”
Potter posó
una mano sobre su hombro. “Nadie puede culparte por sentir esas
cosas.”
“¿Nadie?”
“Yo
no te culpo. Sabes, el día en que ella me dio estos recuerdos,
fue la primera vez en mi vida en que verdaderamente he sentido el amor
de una madre, uno que no era imaginario. Está en mi cabeza, llenando
mi corazón. No puedo agradecerle lo suficiente por eso. O a ti”.
Potter se estiró para acariciarle el rostro. “Ella te amaba,
Draco. ¿Te gustaría saber qué más me dijo
que te dijera?”
Draco se
inclinó en el toque de Potter. “Sí. Quiero saberlo
todo.”
*~*~*
Draco abrió
los ojos; los de Potter estaban aún cerrados. Sus labios se movieron,
las palabras nada más que un mero susurro, pero Draco las oyó.
“Nunca he estado decepcionada de ti,” dijo su madre en la
voz de Potter. “Siento mis errores, siento que hayas sufrido.
Siento que estés solo.”
“Está
bien,” dijo Draco. “Estoy bien ahora.”
Y cuando
Potter lo rodeó con sus brazos, Draco aceptó el consuelo.
Como la respiración del bosque, Potter le consolaba. Sus manos
acariciaban la espalda de Draco, los dedos rozando su espina, primero
suavemente, luego más firmemente. Sus labios encontraron la mejilla
de Draco, luego su garganta. Una brisa arremetió sobre ellos,
y el árbol se meció.
Fin
¡Coméntalo
aquí!