El casamentero
Por Minx
Ubicación
original
Traducción: Pescadora de Estigia | Beta: Ronna
Rating: NC-17
'Es una verdad universalmente reconocida que todo hombre
soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita esposa .'
Dobby levantó la vista de Orgullo y Prejuicio,
meditándolo. Por lo que había visto del cortejo
de Lucius Malfoy y Narcissa Napier, Lucius, aunque en posesión
de una fortuna, no había estado buscando nada exactamente
de forma activa. Los Malfoy mayores habían elegido a Narcissa
y organizado el matrimonio. Dobby volvió a su lectura.
Entre las cosas que disfrutaba gratamente de Hogwarts estaba el
hecho de que tenía tiempo libre real, y que la biblioteca
tenía una amplia selección de lo que Dobby había
aprendido que se llamaban 'novelas', historias completamente construidas
a base de personas que ni siquiera existen. Pensaba que era una
clase particularmente poderosa de magia. Siguió leyendo.
'Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones
de un hombre de tales condiciones cuando entra a formar parte
de un vecindario. Esta verdad está tan arraigada en las
mentes de algunas de las familias que lo rodean, que algunas le
consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus
hijas.'
Sí, eso se ajustaba mejor con lo que Dobby había
visto en los arreglos Malfoy/Napier.
—¡Dobby! Snape quiere que le sirvan la cena en sus
aposentos. ¿Se la llevas? —preguntó Blippy.
Los elfos domésticos sólo adoptaban su extraño
inglés rudimentario en presencia de humanos. Ayudaba enormemente
si los humanos pensaban que los elfos eran ligeramente idiotas;
podían salirse con la suya en muchas, muchas cosas. En
la soledad de las cocinas y los cuartos inferiores secretos, donde
en realidad vivían los elfos, hablaban inglés normal.
Había un puesto de vigilancia para alertarles de la presencia
inminente de humanos.
Dobby le llevó la cena a Snape con su acostumbrada ración
de reverencias. Se las arregló para tirar un frasco de
pus de bubotubérculo en el proceso, y luego desapareció
con un chillido que simulaba miedo. Sí, bastante satisfactorio.
Nunca había tenido una fuerte opinión sobre Snape,
a pesar de haberle visto muchas veces en la mansión Malfoy,
hasta que Dobby llegó a Hogwarts y vio al hombre reprender
y acosar a Harry Potter, la persona favorita de Dobby. Siempre
que Dobby tenía ocasión, causaba estragos menores
en la habitación del hombre, su comida o su ropa. La mayoría
de las almidonadas camisas blancas de Snape tenían un deje
rosado permanente, por mencionar algo.
Con sus tareas completas, Dobby volvió a Orgullo y
Prejuicio. Estaba bastante pillado por Elizabeth Bennet y
no podía entender por qué ella se negaba a reconocer
su atracción por el distante y reservado Darcy. Estuvo
despierto hasta las dos de la madrugada para acabar el libro,
cerrándolo finalmente con un suspiro de satisfacción.
Disfrutaba mucho los finales felices.
No fue hasta que estuvo preparando el desayuno especial para
Harry, quien le había complacido enormemente con su regreso
a Hogwarts como profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras después
de varios años en el Ministerio de Magia, que Dobby tuvo
el primer indicio de su epifanía. Un alegre y atractivo
hombre joven... un severo, adusto y sarcástico hombre mayor...
Una pareja hecha a medida, como Jane Austen le acababa de mostrar.
Dobby decidió llevarle a Harry su desayuno en persona.
Al poner la bandeja delante de Harry, miró rápidamente
entre Harry y Snape, que estaba sentado dos sillas más
allá y miraba fijamente su melón, como de costumbre.
—Dobby piensa que profesor Snape parece especialmente…
—Hm. Dobby decidió que 'imbécil' no era una
buena palabra después de todo—. Gruñón
—susurró Dobby—. ¿Qué cree Harry
Potter?
Harry echó una rápida mirada a Snape.
—No más de lo normal, diría yo. ¿Ha
estado molestándole?
—¡Oh, no! Dobby sólo pregunta. Dobby no preocupará
más a Harry Potter. —Hizo un gesto y desapareció
de vuelta a las cocinas, pensando todavía. Sí, Snape
y Harry estaban destinados a estar juntos. El constante acoso
de Snape a Harry quería decir, obviamente, que estaba enamorado
de Harry. Y sin duda, ambos eran hombres muy orgullosos. El jurado
todavía deliberaba sobre el prejuicio. Harry parecía
de los que toleraban a todos y todo, pero Dobby no podía
saber si Snape realmente creía las cosas que había
dicho acerca de 'esos malditos mestizos' en la mansión
Malfoy o si todo había sido parte de una actuación.
En cualquier caso, era evidente para Dobby que la mayor felicidad
de Harry estaba en un futuro con Snape, así como Elizabeth
Bennet lo tuvo. Incluso si Snape tenía prejuicios, Darcy
había superado su predisposición y Snape también
podría. Pero había ocurrido una cadena de eventos
para que Elizabeth y Darcy superaran su aparente desagrado por
el otro.
Dobby sólo tendría que ayudar para que el proceso
avanzase. Cualquier cosa para hacer feliz a Harry, pensó.
Estaba un poco preocupado por él, quien parecía
llevar una vida demasiado solitaria.
Dobby se felicitó por el hecho de que los años
de observación le habían ayudado a entender el proceso
del cortejo humano. Empezaría su campaña al día
siguiente.
Inmediatamente antes del almuerzo, Dobby acechaba en la sombra
que había creado cerca de la puerta del Gran Comedor. Había
notado que los profesores parecían llegar más o
menos juntos. Estaba de suerte; Harry se dirigía hacia
la puerta justo cuando Snape llegaba de las mazmorras. Con la
precisión perfeccionada durante años para evitar
los golpes de Lucius Malfoy, Dobby apareció y desapareció
en un milisegundo delante de Harry, sólo lo suficiente
para ponerle la zancadilla y hacerle caer en los brazos de Snape.
Es decir, Harry habría caído en los brazos de Snape,
si éste no se hubiera movido hacia atrás y dejado
a Harry caer al suelo con un sonoro golpe. Snape le miró,
sonrió y pasó sobre su cuerpo tendido boca arriba
mientras se dirigía al Gran Comedor.
—Ow —dijo Harry.
Dumbledore apareció de la nada (a veces Dobby pensaba
que el director era medio elfo) y le dio la mano a Harry. Siguieron
a Snape dentro del comedor.
De vuelta en su sombra, Dobby frunció el ceño.
No había salido según lo planeado. Se requerían
nuevas medidas.
En el Gran Comedor, Dumbledore sonrió benignamente a su
personal.
—Tengo una sugerencia.
—Oh, no —murmuró Snape en voz baja. Por lo
visto no fue lo suficientemente baja, sin embargo, porque McGonagall
le miró fijamente. Dumbledore continuó.
—Tenemos la comprensible, pero muy lamentable, costumbre
de sentarnos siempre en los mismos sitios. ¿Por qué
no intentamos sentarnos en diferentes sitios los próximos
días? Nos permitirá conversar de una forma amigable
y relajada con los colegas con los que normalmente no podemos
interactuar informalmente. —Luego se sentó en su
asiento habitual, en el centro exacto de la mesa—. Yo debo
mantener mi posición —respondió a la ceja
levantada de Sinistra.
Los profesores arrastraron los pies, inquietos. Como si estuviera
bajo una extraña coacción, Harry se encontró
tomando asiento junto a Snape.
—¡Ah, Potter! Debo expresar mi gratitud por su pequeño
contratiempo en el pasillo. Muy divertido. —Snape se sirvió
ensalada.
—Cualquier cosa por hacerle feliz —dijo Harry con
sarcasmo. ¿Lo ve?, era lo que quería decir,
sí he aprendido algo en Pociones.
Eso, aparte de Snape ladrando "¿Planea comerse todos
los rollos, Potter? Perderá su figura juvenil", fue
su único intercambio durante la comida.
Más tarde, Harry entró en su despacho con cansancio.
Ahora casi todos los días ocurría algo en una de
sus clases que le hacía tener ganas de ir corriendo a disculparse
con uno o más de sus antiguos profesores. Hoy habían
sido dos Ravenclaw de tercero los que habían estudiado
más de lo necesario de sus libros de DCAO y se pusieron
a hacer preguntas que sacaron la clase del tema e interrumpieron
el plan de lecciones que Harry había construido cuidadosamente.
Tratando de averiguar aún cómo recuperar el tiempo
perdido, Harry se sentó en su escritorio. Algo en él
llamó su atención, un trozo de pergamino que no
había estado antes ahí. Lo miró con cautela.
'Querido Harry', leyó. 'Reúnete conmigo esta noche
en la Torre de Astronomía, a las 10. Un admirador'.
No era la broma más original, pensó Harry con irritación.
Aún podía coger su capa de invisibilidad e intentar
atrapar a los bromistas. Sólo porque era joven, los alumnos
pensaban que podían pasarle por encima. Se le ocurrió
de repente que Snape había tenido la edad que Harry tenía
ahora cuando empezó a enseñar en Hogwarts. Sin duda,
nadie había intentado gastar a Snape las bromas que ahora
le hacían a Harry. No podía imaginar a un Snape
que no le diera miedo a los niños, ni siquiera un Snape
de veintidós años. Demonios, el Snape de seis años
probablemente había sido el terror de su guardería.
Mientras tanto, Snape leía una nota que decía 'Profesor
Snape. Si aún desea saber quién robó las
branquialgas de su oficina hace ocho años, venga a la Torre
de Astronomía esta noche a las 10'.
Snape estaba intrigado. Era una estratagema muy clara para llevarle
a la Torre de Astronomía, y además estaba bastante
seguro de que el autor de la nota no tenía intención
de revelar la identidad del ladrón. Por un momento, se
preguntó quién en Hogwarts sabía aún
sobre ese incidente, hasta que comprendió que sin duda
la historia había pasado de estudiante a estudiante durante
esos años. En cualquier caso, decidió que iría,
con la esperanza de atrapar a los bromistas en cuestión.
Snape llegó a las 9:30 de la noche, encontró un
práctico hueco y esperó, varita en mano.
Dobby apareció en silencio a las 9:45, salió de
las sombras que le rodeaban y se escondió bajo el telescopio.
Snape no le vio; los elfos domésticos eran muy hábiles
eludiendo la atención de los humanos. Tampoco era que la
alarma de proximidad silenciosa de Snape se apagara. Snape sólo
se la había puesto para humanos, evitando un pinchazo en
el brazo cada vez que una polilla revoloteara a su alrededor.
Dobby, por otro lado, sabía exactamente dónde estaba
Snape.
Harry llegó a las 9:50, envuelto en su capa de invisibilidad,
con sus pasos amortiguados con un hechizo de silencio. Se apoyó
en una pared.
La alarma de proximidad de Snape se activó. Susurrando
en voz tan baja que sólo un soplo de aire salió
de sus labios, conjuró un hechizo ultravista.
Luego sacudió la cabeza. Acechó directamente en
donde Harry estaba de pie y le quitó la capa. Harry le
miró boquiabierto.
—Potter, incluso alguien con su evidente inteligencia limitada
se hubiese dado cuenta de que por ahora esa maldita capa no es
insensible a los más avanzados hechizos de vista aumentada.
—Hacía oscilar la capa delante de la cara asombrada
de Harry—. ¿Y no está un poco mayor para gastar
bromas?
—¿Yo? ¿Qué hay de ti? —replicó
Harry.
Dobby se estremeció de la emoción. Prácticamente
podía ver las chispas volar. No dudó ni por un instante
de que pronto los dos hombres estarían encerrados en un
apasionado abrazo.
—¿Qué demonios quiere decir, Potter? ¿Ha
perdido por completo el último vestigio de ese órgano
que llama cerebro? —Snape le miró.
—Quiero decir —dijo Harry, recordándose a
sí mismo por una milésima de segunda que él
y Snape ahora eran compañeros de trabajo y que, realmente,
Snape no podía ponerle a Harry un castigo ni quitarle puntos
a Gryffindor—, que recibí una nota citándome
aquí. Pensé que era de un estudiante, así
que vine para coger al bromista. Pero en cambio —miró
a Snape—. parece que te he cogido a ti. —Toma eso,
pensó.
Snape se burló.
—Esta es una de las excusas más absurdas que he
escuchado. Y teniendo en cuenta la cantidad de excusas absurdas
que he oído de ti, lo encuentro totalmente increíble.
También recibí una nota citándome aquí.
—¿Así que viniste para una cita romántica?
—Harry se echó a reír.
—No —gruñó Snape, inclinándose
más cerca—, vine para encontrar a quien robó
las branquialgas de mi oficina hace ocho años. —Estaba
tan cerca que podía oler a Harry, que olía agradablemente
a hierba recién cortada.
Los ojos de Dobby crecieron aún más mientras esperaba
el inevitable beso.
—No fui yo —dijo Harry. Se metió por debajo
del brazo de Snape y lo adelantó—. Y no te dejé
esa nota, tampoco. Pero estoy seguro de que no me creerás.
Tienes la tendencia de creer lo que quieres, ¿no?
—¿Cómo se atreve a suponer que sabe algo
de mis creencias, Potter? —dijo Snape muy bajo y amenazador.
Harry no se retractó.
—Parece que ambos hemos sido víctimas de la misma
broma, aunque dado que nadie más está presente,
no le veo el sentido. En cualquier caso, me vuelvo a mi dormitorio.
Con mi capa. —Se la arrebató a Snape de las manos
y salió pisando fuerte, volviendo la cabeza atrás
una vez para decir—: Y para tu información, sé
que la capa no puede resistir un encantamiento de vista aumentada.
Pero como pensaba que sólo un estudiante sería
tan tonto como para traerme aquí, no me preocupé
por un hechizo que sólo un mago avanzado puede hacer.
—¡Alerta permanente! —gritó Snape después
de que la figura de Harry desapareciera.
Bien, había tenido la última palabra. No una última
palabra muy buena, pero la última palabra en cualquier
caso. Luego se marchó, enojado.
Dobby se quedó estupefacto. ¿Dónde estaba
el apasionado abrazo? ¿Las declaraciones de amor eterno?
¿Es que estos hombres no conocían sus papeles? Respiró
hondo. Eran orgullosos, se recordó, orgullosos. Y a Elizabeth
y a Darcy les había tomado meses llegar a su final feliz.
Simplemente Dobby tendría que intentar algo más.
Al día siguiente, Dobby pasó la tarde persuadiendo
a Blippy de que sería una delicia para todos los profesores
tomar el té en el césped un día. Blippy,
a su vez, convencería a McGonagall, quien tenía
un inexplicable cariño por los picnics, como sabía
Dobby. Entonces, McGonagall convencería a Dumbledore, que
tenía un inexplicable cariño por ella.
Dos días después, Harry entró en una reunión
de personal y vio unas pequeñas tarjetas animadas saltando
arriba y abajo en la mesa. Miró a Hooch.
—Otra de las ideas de Albus. Aparentemente piensa que estamos
cayendo en la rutina —respondió ella.
—Ah —dijo Harry.
Buscó su nombre y encontró su carta, decorada bellamente
con snitches. La carta dejó de saltar cuando se sentó.
Miró quién podía estar sentado a su lado;
en un lado estaba Vector, cuya carta estaba adornada con runas.
Al otro lado estaba Snape; las serpientes de su carta sisearon
a Harry lánguidamente. ¿Era sólo su imaginación,
o decían 'muchacho esssstúpido'? El siseo aumentó
cuando Snape entró en la habitación y se sentó
en su sitio junto a Harry sin decir una palabra.
—Ssssseverussss Sssssnape essss nuesssstro —dijeron
las serpiertes—. Nuesssstro, muchacho esssstúpido.
Al parecer, el siseo molestaba a Snape, porque le dio la vuelta
a la carta poniéndola boca abajo. Menos mal que las serpientes
se callaron antes de que Harry pudiese sonrojarse aún más.
Retiró su atención de Snape y se centró en
Dumbledore, que estaba diciendo algo sobre un picnic. Cuando Harry
asimiló la información, Dumbledore les dirigió
a todos una benevolente sonrisa, de la que Harry había
aprendido a desconfiar.
—Me gustaría proponer un proyecto especial —dijo
Dumbledore al tiempo que daba un bocado al toffee que Hagrid le
había traído—. Se promoverá la cooperación
entre casas y ayudaría a mitigar las tensiones históricas
entre ellas.
Snape arqueó una ceja. Esto, viniendo de un hombre cuyas
acciones a menudo parecían destinadas a fomentar la rivalidad
de las casas, le pareció extremadamente raro.
»Es nuestra responsabilidad trabajar juntos y dar buen
ejemplo a los estudiantes. Con eso en mente, he decidido iniciar
una serie de miniseminarios grupales para estudiantes avanzados.
Trabajarán en pareja para diseñar y enseñar
en un curso intensivo de una semana del tema que elijan. Cualquier
cosa encajará, siempre y cuando mejore el aprendizaje de
los alumnos y hagan buen uso de las habilidades y conocimiento
de ambos profesores. Aquí están las parejas. —Dumbledore
agitó su varita y brillantes letras doradas aparecieron
en medio del aire. McGonagall y Flitwick, Sprout y Hagrid, Trelawney
y Sinistra, Hooch y Vector (Snape se preguntó brevemente
que maldita combinación vendría). Y, fatídicamente,
Snape y Potter.
Snape no miró a Potter. No, no miró, no iba a mirar,
no quería mirar... miró. Potter estaba alucinado.
—Cierra la boca, Potter. Particularmente, no deseo saber
qué ha tomado de almuerzo.
Potter le miró fijamente.
—Quizás no se ha dado cuenta, Snape, pero tenemos
que trabajar juntos. Perdóname por sentirme un poco perplejo.
—Eso es todo. ¡Ah, sí! No se olviden del picnic
de pasado mañana. Será una buena ocasión
para nosotros —dijo Dumbledore antes de que Snape pudiese
decir otra cosa.
Potter se levantó de un saltó y salió corriendo
de la habitación como si no pudiese esperar a estar lejos
de ella. O de Snape. Esto último era más probable,
pensó Snape malhumorado.
Como Dobby había planeado, dos días después
los elfos domésticos prepararon a los profesores un té
especial en el césped, con mantas esparcidas estratégicamente
y, a sugerencia de Dobby, cestas de picnic para compartir entre
dos personas. Dobby consiguió la involutaria ayuda de Winky
para asegurarse de que todo el mundo estaba emparejado apropiadamente:
Dumbledore con McGonagall, Sprout y Hooch, Flitwick y Hagrid,
Sinistra y Vector, dejando, naturalmente, a Snape y Harry.
Harry se dejó caer sobre su manta y se preguntó
que demonios había poseído a Dumbledore esta vez.
Miró a Snape, quien estaba sentado con rigidez en un extremo
de la manta, y suspiró.
—¿Miramos lo que hay en la cesta?
—Podríamos. —Snape olfateó—.
No es como si pudiera esperar una conversación racional
de mi compañero.
Harry apretó los dientes y abrió la cesta.
—¡Oh, dios! —Sacó una botella de champán,
dos copas y una bandeja de fresas recubiertas de chocolate—.
¿Todos tienen esto?
Snape le frunció el ceño a Sinistra, que sonreía
tontamente a Vector.
—No lo creo. Otros, más afortunados que nosotros,
parece ser que consumen té normal. Teniendo en cuenta que
el hombre no subsiste sólo de fresas, espero que haya más
en esa cesta.
Harry encontró una barra de pan.
—Bueno, ¿no hay un dicho? ¿Una copa de vino,
un trozo de pan y tú?
Dobby, instalado en las ramas del árbol bajo las que estaba
la manta de Harry y Snape, temblaba con anticipación.
—Creo que eso se aplica a los amantes, Potter. En otras
palabras, a la gente que realmente busca la compañía
del otro.
—¿No las personas que son arrojadas por las malas
a aguantar la compañía del otro? Ah, vale. —Harry
le entregó un plato de paté—. Quizás
esto satisfaga a tu Slytherin interior. ¡Oh, yum! ¡Queso
Stilton! —Abrió la botella de champán con
un movimiento de su varita.
—No voy a beber nada de esa bazofia. —Snape extendió
un poco de paté en su pan, de forma algo salvaje—.
Y estás siendo un mal ejemplo para los estudiantes.
Harry hizo el gesto de mirar alrededor.
—¿Qué estudiantes? —Se sirvió
un vaso y se lo bebió.
—¡Ey! ¡Severus! —gritó Hooch—.
¿Por qué tuviste suerte con el champán? ¿Algo
que deba saber? —Entonces, horriblemente, le guiñó
un ojo.
Snape pensó que Sprout se reía mucho más
de lo que el comentario de Hooch merecía. Se levantó
de un salto.
—Por supuesto que no. —Se fue de allí, pero
no sin coger algunas fresas.
Harry compartió el resto del champán con Sinisitra
y Vector, devoró las fresas restantes y se dispuso a echarse
una siesta bajo el sol de la tarde. Dobby esperó, pero
Snape no llegó a volver.
Cuatro días después, Snape tocó en la puerta
de la oficina de Harry, y luego entró sin esperar respuesta.
—Ah, sí, pasa, por favor —dijo Harry—.
¿Qué es?
—El seminario —dijo Snape brevemente—. Sugiero
un taller sobre la defensa contra las pociones oscuras. He elaborado
una lista de subtemas. —Le tendió un pergamino a
Harry—. Aquí tiene los suyos. Prepárese para
enseñarlos. —Se giró sobre sus talones y se
fue.
Harry le miró, luego suspiró profundamente. Le
había dado deberes. Las viejas costumbres nunca mueren.
Desenrolló el pergamino y se puso a trabajar.
Pasó una semana antes de que Dobby planease su siguiente
movimiento. Mientras tanto observó a los dos hombres con
cuidado, pero sólo captó más intercambios
mordaces. Esto lo ayudó a decidir qué hacer a continuación.
Harry caminaba por un pasillo después de su última
clase del día. Esta vez, sólo la mitad de los Hufflepuff
de sexto curso habían llegado a clase sin haber hecho la
lectura asignada. El ejercicio que había planeado dependía
por completo de que la clase entera estuviese preparada, así
que había tenido que tirar la organización por la
ventana e inventarse la clase sobre la marcha . Decidió
asignarle a los Hufflepuff un ensayo extra-largo, para que lo
hicieran en el siguiente fin de semana de salida a Hogsmeade.
El horrible pensamiento de que se estaba volviendo más
y más como Snape le hizo detenerse inmóvil en el
pasillo, el tiempo suficiente para que una fuerza invisible le
agarrara de las rodillas y le metiera en un armario oscuro, momento
en el que se estrelló contra otra persona.
—¡Aaaggghh! —gritó Harry.
—Maldita sea, Potter, ¿tiene que gritar así?
Ha estallado uno de mis tímpanos.
—¡Snape! ¿Qué coño haces aquí?
—Harry sacó su varita—. ¡Lumos!
No ocurrió nada. Mierda, ¡Había perdido sus
poderes mágicos! Siempre había temido que esto pudiera
pasar... Harry comenzó a hiperventilar.
—Estamos en el armario libre de magia, Potter, donde excepcionalmente
ponemos a los alumnos traviesos. —Las palabras de Snape
eran sarcásticas, pero el tono era extrañamente
calmante, como si hubiera notado el pánico de Harry.
—Ah, está bien. —Harry se alejó de
donde pensaba que estaba Snape, pero no fue muy lejos antes de
que su espalda golpeara la puerta. —Maldita sea —murmuró—.
Intento salir del armario, pero alguien insiste en mantenerme
dentro a empujones.
Un ruido que casi podía haber sido una risa ahogada del
otro ocupante del armario.
—¿Explica ese deseo la entrevista increíblemente
forzada que le dio al Profeta el año pasado?
Harry bendijo la oscuridad que los ocultaba cuando se sonrojó
fuertemente. La entrevistadora del Profeta le había preguntado
repetidas veces sobre 'una bruja especial' en su vida, a pesar
de la declaración de Harry de que no estaba interesado
en las brujas. La versión publicada del artículo
había dicho algo sobre que Harry era demasiado modesto
para pensar que pudiera atraer a las mujeres. Pero...
—¿Me estás diciendo que leíste ese
artículo? —Interesante.
Un silencio sepulcral. Muy interesante. Harry decidió
cambiar el tema.
—Em... ¿Qué estamos haciendo aquí?
Un suspiro.
—No tengo ni idea. Me gustaría suponer que nuestro
bromista misterioso ha atacado de nuevo.
—Ah. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Déjame mirar mi reloj.
Una pausa.
—¿Y bien?
—¡Potter, está oscuro! ¡No puedo ver
nada, por no hablar de mi reloj! ¡No tengo idea de cuánto
tiempo llevo aquí! Todo lo que puedo decir, es que ahora
que estás aquí, ha sido más que suficiente—.
Un suave ruido hizo que Harry se diera cuenta de que Snape estaba
cruzando los brazos.
—¡Está bien, está bien! Dios, ¿por
qué gritas cada vez que abro la boca?
—Porque, Potter, ¡todo lo que sale de esa preciosa
boquita suya es una sandez tras otra!
Harry tomó aire para replicar, entonces se paró.
¿Preciosa? ¿Boquita?
—¿Preciosa boquita? —repitió sin comprender.
El tenso silencio casi se palpaba.
—¿Snape? ¿Has dicho 'preciosa boquita'? —Otro
silencio—. ¿Lo has dicho?
—Sí —respondió Snape a regañadientes.
Harry agradeció el apoyo de la puerta.
—Ah. Así que hay algo que te gusta de mí.
—Todavía más silencio. Bueno, en verdad Harry
no esperaba ninguna respuesta—. Hay algunas cosas que me
gustan de ti, también —dijo con osadía.
—Y supongo que vas a compartirlo conmigo, al margen de
mis deseos.
—Bueno, estamos atrapados en este armario durante un futuro
próximo —apuntó Harry—. Incluso aunque
no vayamos a cenar, pensarán que hemos decidido comer solos.
Quiero decir... —Se alegró de que Snape no pudiera
verle sonrojarse—. Separados. En nuestras habitaciones.
Cada uno en la suya. De todas formas... —Se esforzó
por cambiar el tema—. Tendremos que esperar hasta que traigan
aquí a algún estudiante. O quizás Filch lo
compruebe durante sus rondas.
—Odio decir esto, Potter, pero en realidad es bastante
lógico —más ruidos cambiantes; al parecer
Snape se estaba sentando.
Dos cumplidos en un día. Harry se deslizó en el
piso. Estiró las piernas, rozando las de Snape. Las echó
atrás rápidamente.
—Lo siento. —Harry decidió que era mucho más
fácil hablar con Snape en la oscuridad. Quizás tenía
algo que ver con no poder ver la mirada del hombre.
—Bueno —dijo Harry—. Esto es lo que me gusta
de ti. Um... tu sentido del humor. Y, bueno, ahora me doy cuenta
de que eres un buen profesor. Es decir, odiaba Pociones la mayor
parte del tiempo, pero aprendí mucho.
—¿En serio? Nunca lo habría dicho. Potter,
creo que he tenido suficientes confesiones. Francamente, la idea
de estar atrapado en este armario contigo durante horas mientras
me desvelas los secretos más íntimos de tu joven
corazón es bastante repugnante.
—Está bien —dijo Harry de mala manera—.
De todas formas, está hecho.
—Ah. Ya veo.
Otro largo silencio. Hacía calor en el armario, y Harry
sintió sus ojos cerrarse. Se forzó a abrirlos, pero
se cerraron de nuevo. Se pellizcó en un brazo, pero no
sirvió. En algún momento debió de haber renunciado
a la batalla, porque entonces soñaba con ser rodeado por
una oscuridad reconfortante, con una almohada cálida bajo
la mejilla. Suspiró y se aferró a la almohada, cayendo
en un sueño profundo. Lo único que sabía
era que la almohada le estaba agarrando de la espalda, y se sentía
seguro...
—¡Oh! Se supone que no deberías estar aquí...
¡Profesor Snape!
Harry abrió un poco sus ojos llenos de legañas,
y los cerró de golpe a causa de la brillante luz. Su acogedora
almohada se reveló soltándolo, y aterrizó
con un ruido sordo en algo duro.
—Señor Filch. Es un placer verle. Como supongo que
habrá imaginado, un bromista me encerró aquí
con el señor Potter. Un destino peor que la muerte.
Harry se frotó los ojos y los abrió con cuidado.
Estaba en el suelo, Snape se había levantado y se alzaba
sobre Harry; Filch y el estudiante que traía consigo, un
Gryffindor de segundo año, estaban mirándolos a
ambos con incredulidad. Harry se puso de pie y, sin decir una
palabra a ninguno de ellos, se marchó.
Fue directo a sus habitaciones. Notó que estaba muerto
de hambre y vio que eran casi las nueve en punto.
—¿Dobby? —llamó.
En cuestión de segundos Dobby se apareció en su
cuarto.
—Dobby está ayudando a Harry Potter, ¿si?
—Sí, por favor —dijo Harry con educación—.
Me perdí la cena, y estoy muy cansado. ¿Podrías
traerme algunas sobras?
—Oh sí. Dobby sabe que Harry Potter perdió
la cena. ¡Harry Potter está en el armario! —Dobby
le guiñó un ojo.
Dios, ¿cómo se había difundido la noticia
tan rápido? ¿Y qué estada diciendo la gente?
Ese Filch les había encontrado… encontrado…
Harry tenía que reconocer que la cómoda almohada
había sido el pecho de Snape. Oh, Dios, se había
acostado con Snape. Se echó a reír de pronto, justo
cuando Dobby reaparecía con una bandeja llena de comida.
—A Harry Potter le gusta el profesor Snape, ¿si?
Dobby ve esas cosas. —Dobby empujó a Harry a sentarse
en la mesa pequeña que estaba cerca de la chimenea, y puso
la bandeja delante de él.
—Si —dijo Harry, ausente—. Pero a él
no le gusto. —Comenzó a comerse el salmón.
—Oh no, Harry Potter se equivoca. A Snape le gusta Harry
Potter. —Dobby chasqueó los dedos y apareció
un vaso de zumo de calabaza.
—¿En serio? —Harry levantó la vista
del brócoli—. ¿Cómo lo sabes?
Dobby empujó una silla y se encaramó a ella.
—Snape mira a Harry Potter todo el tiempo, sí. Snape
se choca contra Harry Potter. Antes de que Harry Potter volviera
para enseñar... —Una gran sonrisa se dibujó
en el rostro de Dobby en ese momento—, Snape no desayunaba
con los profesores. Ahora Snape siempre está en las comidas.
Para ver a Harry Potter.
—¿Ah, sí? —dijo Harry otra vez. Masticó
pensativo—. Qué interesante. Gracias, Dobby.
—¡De nada, Harry Potter! ¡Dobby está
haciendo feliz a Harry Potter! —Dobby le guiñó
un ojo.
Harry terminó su cena y se sentó mirando al fuego.
De repente pensó parte de las palabras de Dobby.
—Oh, no —dijo en voz alta—. ¡Mierda!
¡Dobby! ¡DOBBY!
Pero por una vez, Dobby no apareció cuando le llamaron.
—¡Mierda! —repitió Harry. Se levantó
de un salto y salió corriendo de su habitación,
por el pasillo, por las escaleras cambiantes, dando un salto mortal
en el momento en el que los escalones en los que estaba decidieron
llevarlo a la sala común de Hufflepuff. Por último,
sin aliento, patinó hasta detenerse delante de la puerta
de Snape y la golpeó.
Nada.
Harry tocó más fuerte.
Nada.
—¡Snape! ¡Sé que estás ahí!
¡Déjame entrar! —Harry miró alrededor
y se dio cuenta de que estaba atrayendo a una multitud de estudiantes.
¡Ja!—. ¡Déjame entrar! ¡Tengo público!
¡Estoy montando una escena!
La puerta se abrió de golpe y Snape apareció allí
en toda su imponente gloria. Dirigió una mirada asesina
a los Slytherin allí reunidos.
—El profesor Potter ha perdido la cabeza. No es un espectáculo
adecuado, ni siquiera para vosotros. ¡Marchaos!
Se dispersaron. Harry entró en la habitación, esperando
hasta que Snape hubo cerrado la puerta antes de comenzar a hablar.
Bueno, balbucear, en verdad.
—Nosotros... picnic... Dobby... felicidad... ¡tiene
que parar!
Snape le miró fijamente.
—Potter. Recupérese. Si no puede comunicarme la
razón por la que me está molestando en noventa segundos,
se encontrará atravesando la red flu hasta Uzbekistán
de forma involuntaria.
Harry tragó saliva en una respiración profunda
y empezó otra vez.
—Dobby está intentando... —Se obligó
a decirlo—. Dobby está intentado tendernos una trampa
a los dos.
—Sí —dijo Snape con una calma sorprendente—.
¿Quién sino un elfo doméstico podría
haber llevado a cabo tantas travesuras?
Claramente Snape no lo había entendido. Harry le dio otra
oportunidad.
—No, él no... no son bromas. Quiere que nosotros...
seamos una pareja. Eh... una pareja sentimental. Uno con el otro.
En ese momento Harry tuvo la asombrosa experiencia de ver a Snape
sorprendido. La boca de Snape se abrió y se cerró
varias veces.
—Necesito un trago —murmuró por fin.
Se abrió camino pasando al lado de Harry hasta un armario
en la esquina de la habitación y sacó una botella
de whisky. Con una mirada a Harry, Snape sirvió dos vasos
y le pasó una a Harry.
Con un acuerdo silencioso, se bebieron las copas.
—Ahora, Potter. Siéntate ahí. —Snape
señaló al sofá—. Esto es un problema.
—Sí —dijo Harry malhumorado—. Pero ¿qué
vamos a hacer al respecto? Sabes cómo son los elfos domésticos
cuando tienen una idea. Nunca lo dejará.
—Sólo ordénele que pare, Potter. Es su persona
favorita. —Snape llenó los vasos de nuevo.
—Pero... —Harry dio un trago tonificante—.
Cree que esto me hará feliz.
Maldita sea, Snape estaba sorprendido otra vez. Realmente Harry
deseaba poder contarle esto a Ron, pero explicar el contexto sería
una auténtica tortura.
—¿Por qué demonios iba a pensar eso? —Snape
de repente dio un paso atrás—. Tú...
—¡No! —Harry se ruborizó inexplicablemente.
Quizás era porque Dobby había puesto el dedo en
la llaga sin que Harry dijera una palabra—. Yo nunca...
Quiero decir...
—No, por supuesto que no. —Ahora Snape parecía
extrañamente abatido. Se dio la vuelta.
Era mucho más fácil hablarle a la espalda de Snape,
y el retroceso inexplicable del otro hombre alentó a Harry.
—Quiero decir que nunca le he dicho nada sobre ti. Ni...
—Harry pensó en despertar en los brazos de Snape—.
Ni sobre cómo me siento. Por ti.
Snape no se movió. Su espalda esta tensa.
Harry suspiró y se puso de pie.
—Quizás deberíamos hablar con Dumbledore.
Tal vez él pueda controlar a Dobby.
—¡No! —Snape se dio la vuelta—. ¡Por
los huesos de Merlín! ¡Eso sería un desastre
absoluto!
Harry tuvo éxito en su afán por no pestañear.
—Um... ¿Por qué?
—¡Porque ese hombre es un romántico empedernido,
sobre todas las cosas! —Snape vació su copa de nuevo—.
Si se entera de esto, nunca vamos a tener un momento verdaderamente
en paz.
—Ah. —Harry miró su vaso. En verdad, parecía
como si el universo estuviera conspirando para que él y
Snape terminasen juntos. No sería tan malo si Snape no
estuviera tan claramente en contra de que lo hicieran. Pero el
picnic, los asientos asignados, la Torre de Astronomía,
el minicurso especial, el armario...
—Oh, Dios mío.
—¿Qué pasa ahora? —Snape aún
seguía de pie junto a la chimenea.
—Creo... creo que Dumbledore ya está intentando
juntarnos —dijo Harry. Sonaba ridículo una vez que
se le daba voz—. Em, los cambios en los asientos. Y el seminario
que se supone que debemos co-enseñar. Vale, a lo mejor
estoy...
Pero el rostro de Snape mostraba una expresión de asombrada
comprensión.
—¡Maldita sea! ¿Cómo ha sabido... —Se
cortó y se volvió otra vez.
Repentinamente, Harry estaba muy, muy intrigado.
—¿Cómo ha sabido qué?
Nada. Harry se estaba acostumbrando a los silencios, pero eso
no significaba que le tuvieran que gustar.
—¿Snape? —Luego, audazmente—: ¿Severus?
Un pequeño silbido del otro hombre.
—¿Severus? —Insistió Harry—.
¿Cómo sabía Dumbledore qué?
—Nada —dijo Snape con la voz ahogada. Se aclaró
la garganta y dijo con su gruñido normal—. Deberías
irte ya.
—Oh, ¿justo cuando las cosas se están poniendo
interesantes? Ni hablar. —Harry se puso en pie y caminó
hasta Snape—. Sabes, Severus, deberíamos considerar
la situación de una forma lógica.
Snape hizo un pequeño ruido que casi sonaba a una risa.
—Por supuesto. ¿Y cuál es su idiosincrásica
interpretación de 'lógica' en este caso?
—Bueno, tenemos a un elfo doméstico y a un director
intentado hacer de casamenteros. ¿Vamos a poder detenerlos?
La lógica —dijo Harry triunfalmente— sugeriría
que no. Así que... — Harry palpó la varita,
sólo en caso de que Snape reaccionara violentamente a la
siguiente sugerencia—: Tal vez deberíamos dárselo.
Sacar lo mejor de la situación.
De acuerdo, eso definitivamente era una risa.
—¿El menor de dos males?
—Si lo prefieres así —susurró Harry.
Puso la varita al alcance de su mano en una mesa cercana y se
acercó más—. Podría haber algunas ventajas
para nosotros, sin embargo—. Deslizó las manos alrededor
de la cintura de Snape, se puso de puntillas y besó la
nuca de Snape a través del pelo. Oh. Realmente era grasiento.
Bueno, Harry podía vivir con eso. Se percató de
que estaba usando sus pensamientos para distraerse de la posible
(probable) reacción de Snape.
—Bueno, Potter. —Snape se giró en sus brazos
y le miró—. Una vez más debo admitir que tu
habilidad para pensar racionalmente me ha sorprendido. —Y
entonces besó a Harry demandantemente.
Ventajas, por supuesto, pensó Harry confusamente. Después
se recuperó de la sorpresa de no ser enviado por red FlU
a Turkmenistán... Afganistán... donde fuera... Le
devolvió el beso a Snape con entusiasmo.
Snape, mientras tanto, estaba decidido a sacarle el mayor provecho
al inesperado pero feliz momento. Aunque Harry simplemente lo
estuviera haciendo para evitar que Dobby y Dumbledore interfirieran
más allá, Snape decidió que también
podrían disfrutarlo al máximo. Bajó la cremallera
de la túnica de Harry y la dejó caer en el suelo,
luego metió las manos debajo del borde de la camiseta de
Harry. Sintió unos dedos ocupados en los botones de su
túnica mientras acariciaba el estómago plano y el
firme pecho, besando aún esa boca seductora.
Harry estaba emocionado. Aquello estaba avanzando mejor de lo
que había esperado. Snape le quitó la camiseta y
comenzó a besar el cuello de Harry. Oh Dios, mucho, mucho
mejor. Al final, deshizo el último botón de la túnica
de Snape y se puso con los innumerables botones de la camisa de
debajo. Tal vez podría convencer a Snape para que comenzara
a usar camisetas...Vagamente se dio cuenta de la camiseta estaba
teñida de rosa. Snape debía de tener un lado creativo
hasta ahora insospechado, pensó Harry. Entonces llegó
a la piel, y acarició todo lo que podía alcanzar
con una mano mientras seguía desabotonando con la otra.
Snape gimió y mordió la garganta de Harry.
—Te quiero en la cama. Ya —murmuró Snape en
el oído de Harry.
Harry se dejó arrastrar al dormitorio y empujar sobre
la cama. Wow, Snape no había bromeado con la parte de 'ya'.
Harry se quitó los zapatos con los pies y los calcetines
a toda prisa, mirando ávidamente como Snape se quitaba
la túnica y la camisa y se quitaba los zapatos y calcetines
antes de subirse sobre Harry y besarle de nuevo. Harry pasó
las manos por la espada de Snape y le agarró el culo, empujando
al otro hombre aún más cerca de él.
Snape se apartó y se sorprendió gratamente cuando
Harry suspiró de decepción. De rodillas sobre la
cama, se desabrochó los pantalones y se los quitó,
junto con los calzoncillos. Finalmente, Harry captó la
indirecta y se quitó la ropa, luego tendió los brazos
a Snape. Piel contra piel, las piernas de Harry enroscándose
con las suyas, el roce de un cuerpo contra él... A Snape
le faltaba el aliento, y se quedó sin aliento otra vez
cuando Harry deslizó una mano por su muslo y cogió
su polla.
—Severus... Sev. Quiero...—Un suave apretón.
Snape metió la mano en el cajón de la mesilla de
noche y sacó un tarro de crema que guardaba allí
para las manos, que frecuentemente estaban secas o llenas de ampollas
por trabajar con las pociones. Ahora Harry estaba mordiéndole
la oreja, y presionando contra él de la manera más
encantadora. Snape tuvo una idea. O, más bien, una idea
que había tenido antes saltó a su mente. Obligó
a Harry a sentarse, y luego le puso el tarro en las manos.
—Prepárate —ordenó Snape.
Simplemente decirlo le ponía más duro. A juzgar
por el ahogado grito de asombro de Harry, no era el único.
Harry sonrió y se volvió, a horcajadas sobre el
torso de Snape y dándole una vista excepcional de ese culo
firme. Luego Harry se inclinó hacia adelante, y la polla
de Snape rozó contra el plano vientre. Una mano de Harry
fue a su espalda y abrió sus cachetes, tocando su propia
entrada con el índice de la otra mano.
Era un raro caso donde la realidad era incluso mejor que la fantasía.
Snape lo decidió cuando vio a Harry follarse con su propio
dedo. Snape no pudo resistir la tentación; se adelantó
y cogió el culo de Harry, acariciando los musculosos cachetes
y los muslos. El dedo de Harry se movió más deprisa.
El tarro de crema estaba junto a Snape; rápidamente cubrió
uno de sus dedos y con cuidado acarició la sensible piel
alrededor de la pequeña entrada. Harry gimió y comenzó
a retorcerse, restregando su polla contra el estómago de
Snape. Despacio, dejó que su dedo se deslizara dentro del
tentador calor, junto al de Harry.
—Oh, Dios —dijo Harry.
—¿No? —Snape estaba listo para sacar el dedo.
—¡No! ¡Digo, sí! Digo, no te pares.
—Otro gemido cuando Snape deslizó el dedo dentro
y fuera acompasado con los movimientos de Harry—. Oh Dios.
Harry no podía creer lo excitado que estaba. Teniendo
a Snape mirándole, luego sintiendo su caricia íntima,
era sorprendentemente excitante. Frotó su polla contra
el vientre de Snape, sus erecciones se rozaron y gimió
de nuevo. Sintió sus dedos dejándole y, a continuación,
un suave tirón en su mano.
—No...
—Gírate —ordenó Snape.
A regañadientes, Harry quitó el dedo de su culo
y se movió hasta que estuvo de cara a Snape. Se inclinó
hacia adelante y besó la boca normalmente severa, ahora
relajada y jadeante, y sintió la cabeza de la erección
de Snape frotándose contra su entrada. Harry presionó
hacia abajo, tratando de abrirse él mismo. Hubo un momento
de resistencia y dolor antes de que Snape agarrara sus caderas
y continuara dirigiéndole hacia abajo, despacio. Harry
reprimió un grito de asombro y se obligó a rendirse.
La expresión en la cara del otro hombre, como si estuviera
perdido en el deseo, hizo el breve dolor soportable. Harry puso
la mano delante de su polla y comenzó a masturbarse; Snape
gimió y elevó las caderas, empujando más
hondo y golpeando la próstata de Harry. Un fogonazo de
excitación corrió a través de Harry y se
deslizó hasta el fondo, tomando la despiadada polla hasta
el final.
—Harry...
Nunca había oído la humeante voz decir su nombre
así, sin sarcasmo y sin ira. Se levantó y se dejó
caer de nuevo.
Snape estaba a punto de estallar. Para distraerse de la increíble
sensación de estar incrustado en el culo caliente de Harry,
comenzó a recorrer con las manos la mayor cantidad que
pudo del musculoso cuerpo: los muslos, tensándose y relajándose
cuando Harry subía o bajaba; el plano estómago con
su estela de pelo oscuro; el pecho definido y los duros pezones
rosados; los fuertes brazos. Bajó acariciando hasta la
polla de Harry y la envolvió con su mano, frotando el dedo
suavemente sobre la chorreante cabeza. Harry apretó su
mano a su alrededor.
—Oh, Sev. —Harry aceleró sus movimientos,
inclinándose hacia adelante y apoyando las manos en el
pecho de Snape. Los ojos verdes estaban medio cerrados, aún
mirando a Snape, que le devolvía la mirada con atención,
intentado memorizar cada detalle. El apasionante culo apretó
su polla de nuevo, enloqueciéndole. Hubo querido alargarlo,
pero con Harry encima, alrededor, contra él, no podía
soportar no dirigir sus caderas arriba, metiéndose en el
envolvente calor con fuerza. Harry estaba jadeando ahora, los
dedos enredándose en el pecho de Snape, empujando alternativamente
su polla en la mano de éste, y empujándose hacia
abajo. Snape sujetó una de las estrechas caderas con su
mano libre y bombeó más rápido su polla;
sentía como si estuviera en una tormenta mágica,
con cada nervio chispeando.
De repente Harry apretó con fuerza alrededor de Snape,
su cuerpo entero tensionándose deliciosamente, y se corrió
sobre el estómago y el pecho del hombre. Snape le dejó
estremecerse de placer por un momento; luego agarró la
otra cadera de Harry y comenzó a moverlo de arriba a abajo
de nuevo. No pasó mucho tiempo antes de que Snape, cuya
polla seguía apretándose rítmicamente con
las contracciones del orgasmo de Harry, sintiera su propio clímax
llegando al fin. Intentó mantenerse en el borde del placer,
pero Harry estaba mirándole de nuevo.
—Vamos, Sev. Vamos. Quiero que te corras dentro de mí,
córrete en mí, córrete en mí...
Snape gimió y se alzó una vez más, el éxtasis
corriendo a través de él cuando se corrió
con fuerza. Harry se inclinó hacia adelante y le besó
profundamente; Snape se encontró rodeando con los brazos
el delgado cuerpo y devolviendo el beso. Por fin su polla se deslizó
al exterior y Harry se colocó a su lado con un pequeño
suspiro.
Permanecieron en silencio, mirando al techo. Al final, Harry
se movió.
—No sé si ha sido suficiente.
¿No es suficiente? Snape apenas podía recordar
un encuentro más satisfactorio. ¿Qué (o con
quién) había estando haciendo el maldito crío
en los cuatro años que había estado fuera de Hogwarts?
Harry se dio la vuelta y pasó el brazo sobre el pecho
de Snape.
—No, no creo que esta única vez vaya a satisfacer
a nuestros pequeños casamenteros. Tendremos que hacerlo
otra vez.
Snape arqueó una ceja.
—Ah, ¿de verdad? ¿Y qué te hace pensar
que seguiré con este pequeño plan tuyo?
Harry sonrió.
—Porque será divertido. Quiero decir... —Un
extraño momento de vacilación—. Que... que
lo que acabamos de hacer... ha sido genial. ¿No lo ha sido?
—Mm —dijo Snape. Era un gran alivio, pero intentaba
no mostrarlo.
—Y —dijo Harry con el aire de alguien que va a desvelar
una obra maestra— tengo esta fantasía. —Murmuró
algo en el oído de Snape.
Snape le miró con sorpresa.
—¿En serio? ¿En la clase?
Harry asintió.
—Podríamos hacerlo, ahora.
—Muy interesante, Potter. —Snape acarició
el suave pelo negro. —Otra vez me asombras con tu lógica.
Has logrado persuadirme para que mantengamos esta... esta...
—¿Relación? —dijo Harry con esperanzas.
—Aventura —le corrigió Snape—. Unicamente
cuando se trate de prevenir cualquier incidente embarazoso como
el de hoy.
—De acuerdo —dijo Harry con satisfacción,
poniendo la cabeza en el hombro de Snape. Dejó que Snape
pensara que sólo era un acuerdo de conveniencia. Más
tarde o más temprano encontraría la forma de que
Snape supiera la verdad.
Snape suspiró en silencio y continuó acariciando
el pelo de Harry. Estaría de acuerdo con ese pequeño
acuerdo porque no podía resistirse a la idea de tener a
Harry en su cama de forma regular. Simplemente esperaba que Harry
nunca supiese la verdad.
En las cocinas Dobby sonrió secretamente. Por fin había
hecho feliz a Harry Potter. Tomó un sorbo de su cerveza
de mantequilla y alcanzó su última novela, Huck
Finn. Algo sobre Tom y Huck le hizo pensar a Dobby en Remus Lupin
y Sirius Black...