Regalo
de despedida
Por Marguerite_26
Ubicación
original
Traducido
por Solmar - Revisión: Veroboned, Heiko
Pareja: Harry/Scorpius
Rating: NC-17
Harry no
sabía cómo había terminado sobre su escritorio,
en medio de varios montones de pergaminos, la esquina sobresaliendo
apenas lo suficiente para atraer su atención. Pero mientras lo
sacaba cuidadosamente de la pila –con cuidado de no tocar los
pergaminos de encima y debajo– sabía exactamente quién
lo había puesto ahí.
Sólo
una persona tenía permiso para pasar a través de sus barreras,
sólo una persona con los huevos para entrar en su despacho sin
permiso.
El dedo índice
de Harry trazó la línea del pómulo delicadamente
sombreado, luego bajó hacia la mandíbula, expuesta en
todo su orgullo por la pose. El pergamino era suave bajo su toque, el
fino aguafuerte lo había desgastado.
El parecido
era asombroso. El artista había capturado mucho más que
la belleza de Scorpius Malfoy. El aliento de Harry se aceleró
mientras asimilaba cada pequeño detalle. El artista había
encontrado la esencia de Scorpius: seguro de sí mismo y descarado,
arrogante e intrépido, lleno de pasión y deseo.
Éste
era su Scorpius.
Este dibujo
era del hombre en que se había convertido Scorpius en el último
año. Los hombros esbeltos y musculosos se habían ensanchado
bajo la mirada de Harry, escabulléndose el muchacho que fue,
en los meses en que estuvieron juntos.
El pergamino
crujió en su temblorosa mano. Harry puso el precioso dibujo sobre
el escritorio, con suavidad. No podía arriesgarse a que algo
le pasara, era todo lo que le quedaba ahora. Un regalo de despedida.
El escorpión
le llamaba; la sirena personal de Scorpius, solía decir. ¿Quién
podría resistirse a mirarlo fijamente? Fue eso –Scorpius
pillando a Harry embelesado por su tatuaje– lo que lo empezó
todo.
Un momento
de debilidad, una mirada de comprensión.
Dos horas
más tarde estuvieron encerrados bajo llave en su despacho, la
mejilla delicada de Scorpius presionada contra la áspera madera
del escritorio y él profundamente enterrado hasta las pelotas.
Harry mantuvo una mano sobre su cuello, el pulgar arañando el
tatuaje, la otra agarrando la cadera mientras embestía dentro
y fuera. Scorpius siempre exigía más – más
fuerte – más rápido – no soy una jodida muñeca
de porcelana – hazme sentirlo.
Harry hizo
saltar el botón de sus pantalones mientras su visión se
volvía borrosa entre el recuerdo y la imagen. Ya estaba duro.
Dolorido.
Miró
fijamente la clavícula que le encantaba lamer, el pezón
que siempre dejaba rojo y magullado con pellizcos y mordiscos, hasta
que Scorpius se retorcía y le decía, “fóllame
ya”.
Harry cogió
con fuerza su polla e hizo un giro rápido en la punta, sus manos
no eran suaves o pálidas, sus dedos eran más bien gruesos
antes que largos y esbeltos, pero sabía cómo imitar bastante
el agarre descarado. Si cerraba los ojos, tal vez…
Aún
así no podía apartar la vista de esa cara, la aristocrática
nariz Malfoy, el pretencioso pelo y aquellos ojos, mirando fijamente
en la distancia, buscando siempre la próxima gran cima.
Harry maldijo
al artista por el realismo, incluso hasta el último injusto detalle.
Ni siquiera en esto podía fijar ahora la atención del
hombre.
Quizá
era mejor así. Harry nunca olvidaría los ojos de Scorpius,
abiertos y llenos de vida, de necesidad y un poco de desesperación.
Sabía con exactitud cómo brillarían con deseo y
luego se pondrían vidriosos y se cerrarían con fuerza
un segundo antes de que su aliento se detuviera mientras aguantaba su
orgasmo.
Harry sacó
su polla, perdido en el recuerdo, en la intimidad de aquellos
momentos. Harry no quería que nadie más experimentara
aquella mirada. Quería ser el único que sintiera alguna
vez el culo de Scorpius apretando ávidamente una polla como si
nunca quisiera dejarla ir. Los dedos de Scorpius arañando –marcando–
su espalda, su pecho, su culo. En aquellos momentos fugaces, Scorpius
no necesitaba nada ni a nadie más.
La mano libre
de Harry se movió hacia su pecho, sus dedos rozando su pezón
derecho. Harry gritó, su puño se movía frenéticamente
sobre su polla, bombeando despiadadamente mientras llegaba a su punto
más alto.
Harry abrió
los ojos después de que se desvaneciera el torrente. La habitación
era demasiado grande, insoportablemente vacía y silenciosa excepto
por su discordante respiración. Era tarde, la gente estaba esperándole.
Tenía tantas responsabilidades, tantas obligaciones que nunca
había estado dispuesto a abandonar. Era demasiado terco, demasiado
viejo para seguir los sueños de alguien más ciertamente
demasiado viejo para escabullirse a América.
Miró
fijamente durante un largo rato el retrato de Scorpius, a Scorpius apartando
la mirada.
Con un dolor
sordo en su pecho, Harry se secó las pruebas de su pequeña
indiscreción. Al coger la ilustración, pasó su
dedo otra vez con delicadeza sobre la mejilla, la mandíbula.
Trazó la oreja, el escorpión, la clavícula.
Un suspiro
quebrado se le escapó mientras se levantaba para coger la ilustración,
para guardarla en un lugar seguro, para esconderla.
Parpadeó
sorprendido mientras el esbozo de marcas en la parte trasera le llamaba
la atención. Eran apenas visibles a través del pergamino
mientras la mantenía a la luz, una caligrafía elegante
en la esquina superior izquierda. Contuvo el aliento y le dio la vuelta
a la ilustración.
Dos palabras.
Dos palabras
perfectas.
¿Me
esperarás?
Harry dejó
salir el aliento y se redujo la presión en su pecho. Esperaría
eternamente y la próxima vez no le dejaría irse.
Fin
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